You have to Believe{O.S

You have to Believe.

Observo el mar como si fuera un segundo hogar, lo extraño. Extraño estar en mi verdadera casa. Extraño que mi familia sea unida. Extraño los viejos tiempos. Quiero volver al ayer, quiero que todo sea posible y que mi sufrimiento termine. Siempre me decían de pequeña: Nada es eterno, ni siquiera el dolor. Pero el mío se estaba pasando de su plazo y cada vez era más y más profundo. 
Empecé a llorar. Mis rodillas tocaban mi pecho y me abrase por mi sola, como siempre. No tenía amigos y nunca los tuve. Siempre estuve sola y necesitaba estarlo. Mis padres me alcanzaban y sobraban, pero necesitaba que no me obligaran a hacer cosas que no quiero, como por ejemplo lo que me hacía doler en este momento: Casarme con alguien que no amo. Largue otro llanto y me abracé aun más. El frío era cada vez más notorio y estar sola en una montaña con la vista hacía el mar, no era el mejor lugar para calentarse. Tome entre mis manos a Alaska y lo acaricié un par de veces.
—Tú nunca me abandonaras, ¿o no hermosa?—Le hablaba a mi perrita mientras nos encaminábamos por el gran bosque.
Esta en respuesta, largo un ladrido y me lamió las lagrimas. Era mi mejor y única amiga, estaba feliz de tenerla. La había encontrado en una caja en medio de un callejón, un vagabundo estaba por matarla y comérsela viva ¿Asco no? Bueno yo lo detuve y me la llevé rápidamente a mi casa, para calentarla y darle de comer. Siempre ha sido una perra sana y fuerte, me alegro por ella. Quiero pensar que siempre estará a mi lado y ojalá fuera así. A veces creo que los perros deberían vivir más que los humanos. Son más buenos que nadie y saben sobre la lealtad y la paz, mucho más que nosotros.
Tiro mi mochila cerca de un árbol y me recuesto en el. Sé que mis padres deben de estar buscándome como locos, pero no iba a hacer que me encuentren. Como dije, prefiero estar sola. Alaska se acurruca entre mis piernas, mientras que yo saco uno de mis libros favoritos de la mochila: Bajo la misma estrella. Leo algunos párrafos y sé que tengo sueño, por que los parpados empiezan a cerrare y la noche se hizo presente hace una hora. Miro hacia el cielo y diviso una estrella fugaz, no creo en esas cosas realmente, pero no pude evitar pensar en esas palabras:
—Deseo a Augustus Waters. Uno que este conmigo, por siempre y para siempre.
Me despierto a las tres a.m. Y no es porque lo haya querido, si no que Alaska esta ladrando a más no poder. 
—Alaska ¿a quién le ladras?—Miro hacia donde esta ladrando mi pequeña chihuahua y pego un gritito, acompañado con un salto.
Mi libro favorito está abierto de par en par y de en medio sale una mano. Siento que estoy en una de esas películas de terror en las que no sabes que hacer y tienes miles de sentimientos a la vez. “Esto es un maldito sueño” susurro, para luego tomar la mano y hacer fuerza hacía afuera.
Cuesta mucho, pero las clases de boxeo han dado éxito. Así que poso los pies en la tierra con fuerza y respiro profundo para proseguir con mi trabajo de sacar a sea quien sea de ahí. La luz que sobre sale del mismísimo libro se hace más fuerte y me hace voltear, pero no me rindo fácilmente y hago fuerza para atrás. La luz desaparece y sé que, quien sea que estaba ahí, ha salido. Mi espalda toca el suelo ruidosamente y hace que me duela desde la punta del pie, hasta el último cabello.
Respiro profundamente mientras me pongo de costado y me siento. Todo vuelve a estar normal. La luz de la luna, el bosque y Alaska ladrando como una loca. Todo está normal, menos a mi acompañante. Del cual, aun esta medio dolorido, mientras que se agarra su pierna. Su expresión es de dolor, mientras que yo caigo en la cuenta de que esta herido y necesita mi ayuda en este momento. “Obviamente Nirvana, no hay nadie más con nosotros” me reniego en mi mente, “Si no, ¿Quién lo ayudaría? ¿Alaska?” sacudo la cabeza para sacar esos raros comentarios de mi mente. Gateo hasta donde se encuentra el joven. Sería un poco más grande que yo, pero no podía saberlo aun. Cuando llego a su lado, trato de levantarle el pantalón, para revisar que tiene para que este de ese modo, pero este me miro y hiso que alejara mi mano. Lo observe durante unos quince minutos.
— ¿Qué haces?—Me mira extrañado. — ¿Quién eres tú?—prosigue.
—Quiero ver que tienes. Parece que te duele—suspiro inanimadamente—Me llamo Nirvana ¿Y tú?
El chico mira a su alrededor, parece confundido, extraviado, solo y sin nadie. Tal como me sentía yo todos los días de mi vida.
—Me llamo Augustus—se toca la sien, mientras que tartamudea. — Augustus Waters.
Y fue ahí cuando me di cuenta que la magia y los milagros, son reales, cuando se cree. 

Permiso dijo mochito: