La Chica de los Tatuajes |Harry Styles|

El ruido de la pequeña máquina era lo único que podía escuchar ahora. Además de algunas quejas de dolores por parte de chicas, de las cuales, estoy segura de que era la primera vez que venían aquí. Miré al costado y pude ver a una chica a punto de llorar. Pateaba al tatuador, era muy gracioso. Comencé a reír captando la atención de algunos chicos que se encontraban en el lugar.

—Jessie, no te muevas.
—Carl, por favor. Mira la cara de esa chica.
—La primera vez que viniste aquí hiciste lo mismo.

Comencé a negar. Me acomodé mejor en la silla y di un largo suspiro. Ya llevaba cinco horas en la tienda “T.Y Tattoo’s” haciéndome este tatuaje y aún debía aguantar unas tres horas más. Sin duda este sería el tatuaje más grande en mi cuerpo. Aunque no dudo en que me haré otro más grande, o quizá del mismo tamaño. Pero claro, no será el último.

Cerré mis ojos unos minutos, cuando el sonido de la campanilla de la puerta principal me saca de cualquier pensamiento existente. Levanto un poco la cabeza para así ver una figura alta, sonriéndome.

Se acercó hasta nuestro lugar y saludó a Carl con un apretón de manos.

—Styles, ¿qué querrás hoy?
—Sólo vine para hacer compañía a Jessie. Pero ya que estoy aquí… aprovecharé y me haré un tatuaje más.
—Bien, dile a Jonny que te atienda.

Negué y comencé a reír de nuevo: —Creo que Jonny está muy ocupado.

Ambos voltearon y vieron a Jonny durmiendo mientras que el tintero se derramaba en el oscuro suelo. Cerré mis 
ojos de nuevo y sonreí.

—Estoy aburrida… No siento la espalda.
— ¿Cómo la vas a sentir si te la están cubriendo toda con ese tatuaje?
—Oh. Bueno. Harry, dile a Sam que te atienda.
—No confío en ese tipo —susurró—, ¿cómo vas a tener miedo a los tatuajes y eres un tatuador? ¿Saben? 
Mejor lo dejo para la próxima, así que, princesa, no hagas cita con Carl.

Asentí. Las tres horas restantes sólo contábamos cosas y reíamos. Para terminar, Carl me colocó una bolsa plástica en la espalda, la cual no sentía, y así, con Harry fuimos a casa de Mar.

Hoy haría una fiesta en su casa. Están todos los de la pista, invitados. También algunos skaters de la ciudad, claro que, sólo algunos. Ya que, son algo así como de otra “banda” por lo tanto, nuestros “rivales”. Suena un poco tonto, pero así nos manejamos. Tú te mantienes alejado, nada te pasa. Sencillo. Atrévete a pasar, no te gustará nada.

Últimamente hemos estado recibiendo muchos, y muchas, skaters en nuestra pista, tantos que hasta duplicamos algunas rampas. Zayn me propuso que desde ahora cobráramos entrada. Me reí en su cara. ¿Pagar por tu pasión?, no lo creo. Volverían todos a la calle.

—Llegamos —dijo Harry deteniendo el auto.

Abrí la puerta del hermoso coche y bajé de el. Me coloqué la chaqueta de cuero, ya que la noche estaba un poco fría. Saqué las llaves de la casa de Mar y entramos cuidadosamente.

— ¿Por qué está todo tan callado? —pregunté.
—Seguro están… ya sabes.

Miré a Harry con rareza.

— ¡Mar! ¡Zayn! ¡Dejen lo que hacen y vengan abajo! ¡AHORA! —grité.

Harry comenzó a reír a carcajadas muy estruendosas, yo negué, pero a los segundos también comencé a reír.
Unos minutos después nos quedamos mirando la televisión, hasta que por fin bajaron. Ambientaré esto.

— ¿Qué hacían? —pregunté.
—Él… bueno…
—Ella, pero…
—Zayn. Si mañana ella no puede andar en skate te tiraré del rampa, ¿entendido? —Zayn asintió rápidamente. 
Segundos después todos comenzamos a reír.

[***]

Me levanté del gran sillón de piel, acomodé un poco mi gorro, recorrí con la mirada el lugar. Música, gritos, chicos, chicas, baile y alcohol. Metí las manos en los bolsillos delanteros de mis jeans y bajé la mirada. Mordí mis labios y subí las escaleras lentamente. 3º piso a la izquiera. Mis zapatos hacían ruido al chocar con el hermoso piso de madera. Mientras caminaba observaba los cuadros colgados en la blanca pared. Me detuve frente a una puerta. Suspiré y entré a la gran habitación, la cual era iluminada por la luz de las estrellas y la enorme luna.

Amaba esa habitación. Siempre veníamos aquí, con Mar a observar las estrellas en la noche. Esta habitación es uno de los mejores recuerdos que tengo de mi estúpida y triste infancia.

Sonreí de costado y me acerqué a la pequeña ventana. La luz de la luna iba directo a mi rostro. Miré al cielo y cerré los ojos. Toqué el marco de la ventana y más recuerdos vinieron a mi mente.

La casa de Mar, era como mi casa. Cuando nos hartábamos de todo, Zayn y yo veníamos aquí. Siempre fuimos bien recibidos.

Siempre nos juntábamos aquí con nuestras amigas: Celes, Andrea, Megan, Isa, Summer, Dani, y Dulce. Claro, a veces también los chicos.

Sentí unos brazos rodear mi cintura. Volteo y me encuentro con Harry. Sus ojos brillaban gracias a la luz de la luna, al igual que nuestros cuerpos abrazados en el marco de esa ventana.

— ¿Por qué no vas abajo?
—Ya sabes, no me gusta estar con tantas personas tan apretada.
—Entonces… ¿Qué harás?
—Vamos arriba.
—Pero no hay otro piso…
—Ya sabes a lo que me refiero, Hazza… —dije mirando directamente a sus perfectos ojos verdes.
—No. Princesa, ya te…

Me solté de su agarre y me senté en el marco de la ventana, para luego pararme en el y trepar por la escalera hecha de cuerda y llegar a la superficie más alta de la enorme casa.

—Vamos, Harry, ¿o tienes miedo?
—Si estoy contigo no le tengo miedo a nada, princesa.

Sentí algo extraño. Como si mi corazón diera un fuerte golpe, y un nudo se me formó en la garganta. Fruncí el ceño. Pero luego salí de mis locos pensamientos.

Tomé de la mano a Harry y nos sentamos en el borde, sacando nuestros pies al aire. Tomé sus dos manos y las examiné. Noté que llevaba dos anillos iguales, uno en cada mano. Eran muy bonitos, y parecían muy antiguos, pues estaban un tanto gastados.

— ¿Te gustan?
— ¿Eh? ¿Qué cosa?
—Los anillos.
—Ah, son muy hermosos. Y tienen un aspecto muy antiguo. ¿De dónde los sacaste?
—Me los dio mi abuela antes de morir.
—Deben ser muy especiales para ti —asintió.
—Te daré uno a ti. Toma.
—No, gracias, Harry. Pero deben ser muy especiales, no te preocupes.
—No, no aceptaré un no por respuesta. Tómalo. Le prometí a mi abuela que le daría uno de ellos a la chica que cambiara mi vida. Y aquí estás. Así que, es un regalo.
—Harry, ¿cambié tu vida?
—Claro. No tienes idea de cuánto —me colocó el anillo en el dedo pulgar, ya que era un poco grande, pero quedaba excelente—. Gracias, princesa. ¿Sabes? Te contaré un secreto, no se lo digas a nadie.
—Está bien.
—Bien. Eres lo mejor que me pudo haber pasado en la vida.