You {Harold.

Ficha.

PRIMERA PARTE.

Tus labios curvaron una sonrisa y sentí desfallecer; era la más hermosa sonrisa que en mi vida había visto, tus ojos se hicieron más pequeñitos de lo que ya eran y esa pequeñas arrugas alrededor de tu boca se notaron más. Eras simplemente perfecta, no podía hacer comparación con otra chica porque simplemente no la había, no podía haber.
Miré mis manos en un auto reflejo después de que levantaste tu vista hacia mi, no quería asustarte, ni mucho menos, sólo quería compartir lo que restaba de mi vida contigo y decirte lo simplemente perfecta que eras tan sólo respirar. Entonces, en ese momento lo supe, en realidad, desde que te vi, pero al expresarme de esa forma, como nunca lo había hecho con ninguna otra persona, lo confirme; mis intenciones de coqueteo con cada dama que me pareciera bonita para encontrar a mi chica perfecta habían desaparecido, sólo te quería a ti conmigo, sólo... a ti... a mi lado. Y no es que sea mujeriego ni nada de eso, pero estaba tan enamorado del amor que quería que alguien me ame a mi y a mi enamoramiento, así como lo hacía yo contigo y tu bella sonrisa, quería enamorarte del amor, quería que me ames.
Desde ese día empecé a investigar sobre ti, pero no encontraba respuestas, nadie te conocía, me frustre y hasta podría decir que me deprimí por no tener algún indicio de la bella chica castaña de la cual me enamoré en el parque. Tres semanas camine por cada calle de toda la ciudad, en cada parque y bueno, hasta pase a algunas tiendas de ropa femenina para encontrarte. Nada.
Dos días después abandoné la búsqueda y me dediqué a llorar en mi habitación por dejar pasar a mi chica perfecta como si nada. Lloré como nunca en mi vida, me tiré al piso y grité contra la almohada por horas hasta quedarme sin voz. Mamá se había preocupado por mi estado, pero me encargué de dejarle una nota diciendo que no se preocupe, que tenía el corazón roto por el amor de mi vida y que en unos días estaría bien, de nuevo. Sabía que le estaba mintiendo pero sirvió para aliviarla un momento ya que eso me había sucedido tres veces, pensando que de verdad estaba enamorado, pero ves que no, simplemente estaba enamorado de la idea de ser amado.
Una semana después estaba en busca de comida china para toda la familia, y entonces te vi, a un lado de mí en la fila para ordenar, hablando con una chica. Sonreí como nunca en la vida, incluso me reí un poco. Eras mucho más enana de lo que creía, podría decir que te llevaba unos veinte centímetros, ibas con un short y una playera de béisbol enorme, te veías increíblemente hermosa. La chica que estaba contigo se fue y decidí que era el momento de hablarte, pero ¿qué te diría? 
Uh, ya sé.
—Eres hermosa —dije—. Debes aceptar una cita conmigo.
—¿Disculpa? —preguntaste—. ¿Quien eres?
—Un chico que lleva buscándote por semanas y al fin te encontró —respondí sonriendo una vez más—. Eres mi chica perfecta.
La fila avanzó un poco, y con ella nosotros.
—Es enserio, tipo —me amenazaste levantando un dedo—. Quien quiera que seas, aléjate de mi.
—¿Cómo te llamas? —pregunté verdaderamente interesado. Debería saber todo de ti si me quiero casar contigo.
—¿Qué? —soltaste—. Aléjate de mi, chico que no conozco. Tengo gas pimienta en... mi bolsa.
—Se la llevó aquella chica.
—¡Ya me di cuenta! —chillaste. Sonreí porque verdaderamente te veías adorable enojada, eras tan linda y tan dura a la vez.
—Entonces, ¿tu nombre? —insistí.
Creo que diste el suspiro de tu vida y viraste los ojos tratando de ignorarme. Diste media vuelta al darte cuenta que la fila ya estaba avanzando de nuevo.
—No me has respondido, hermosa —hablé con suspicacia. Sonreí de lado y guiñé un ojo cuando me miraste de nuevo.
—¿Por qué quieres saberlo?
—Porque quiero casarme contigo, y tener cinco hijos.
—Mira, si te estás burlando de mi...
—No me estoy burlando de nadie, pequeña, sólo quiero saber el nombre de mi futura esposa —te expliqué—. Tu nombre. 
Suspiraste debatiéndote si decirme o no, pero al final lo hiciste.
—Ivanna. ¿Contento?
—Me has hecho el chico más feliz de toda la vida.
Avanzamos de nuevo y entonces me preparé mentalmente para lo que venía. Ensayé frases e imaginé movimientos, miré atrás de mi y vi a una señora de edad con un ramo de flores, le pedí que me vendiera una y amablemente me la regaló. Sonreí y te miré de nuevo, dí gracias de que la fila estuviera enorme y me comí cualquier rastro de nervios. Asomé la cabeza para medir cuanto tiempo se tardaría en avanzar la fila de nuevo y esperando que tuviera el tiempo perfecto caminé a un lado de ti, me arrodillé y miré directamente tus ojos.
—Ivanna —aspiré todo el aire que pude y continué—, eres la chica más hermosa que haya conocido jamás y tienes la sonrisa más perfecta que en mi corta vida haya visto. —Abriste los ojos, temiendo lo que continuaría pero aún así lo hice. —Aquí, frente a toda la gente, y a la señora que me dio esta flor para dártela en muestra de mi amor, quiero que tengas una cita conmigo en este restaurante de comida china, ahora mismo. Si no aceptas creo que moriré de depresión porque el amor de mi vida me rechazó, así que mi vida está en tus manos, como tu en mi corazón.
Todos se detuvieron a mirar aquella escena pero no me importó, sólo me interesabas tú, y ese si que estabas a punto de dar. Esperé, esperé y esperé pero no salía nada de tu boca, mi sonrisa comenzó a decaer y bajé la cabeza, extendí la flor hacia ti, esperando que al menos aceptaras eso. No me importaba si recibiría burlas en un momento por hacer tal cosa, yo sólo te quería a ti, pero tu no a mi. Mis ganas de llorar eran increíbles, pero aún así me controlé y alcé la vista de nuevo, tu sonreías increíblemente y tenías los ojos llorosos. Eso me dio esperanzas, me dio fuerza para seguir esperando.
—Si, claro —salió de tu boca, y entonces se me llenó el alma. No me cabía que al fin lo habías dicho y tampoco creía que lo dirías. Pero aquí estábamos, yo me sentía tan pleno que aguarde un momento para saber si era una broma, cinco segundos después me levanté y te alcé en mis brazos riendo como estúpido. Deberías entenderme, me enamoré a primera vista de alguien que tal vez no volvería a ver, pero si lo hice.


Tres semanas después te presenté a mi familia como novia oficial y fue tan vergonzoso que juré nunca más volverlo a hacer, aunque tuvo que suceder de nuevo cuando fue mi fiesta de cumpleaños y llegó toda la familia. Recuerdo que mis abuelos te hicieron preguntas indebidas y tuve que ir a tu rescate, penosamente no resultó y tuvimos que aguantar las incomodas preguntas los dos.

SEGUNDA PARTE. NO ME HAGO RESPONSABLE DE LAGRIMAS O CUALQUIER OTRA COSA DERRIVADA DE LA TRISTEZA.

Un día, cuando dijiste que llamarías y no lo hiciste, me preocupé tanto que fui corriendo a tu casa, así estuviera a media hora de la mía. Toqué el timbre y me abrió tu amiga con los ojos llorosos. Sabía que algo andaba mal, y lo averiguaría.
—¿Donde está? —pregunté desesperado. Ella abrió la puerta completamente y me invitó a pasar, lo hice y me di media vuelta quedando frente a ella. —¿Donde está? —repetí, con lo peores pensamientos por mi cabeza.
—Harry, ella... no está —se soltó a llorar en cuanto lo dijo. ¿Cómo que no estabas? ¿A donde fuiste?
—¿Qué quieres decir con eso? —mascullé—. ¿Donde está?
Me temía lo peor, pero no podía asegurar nada, aunque el nudo en mi garganta me daba indicios, yo no quería aceptarlo.
—Ella —tragó en seco, me miró a los ojos y otro sollozo salió de su garganta—, se... suicido.
—No —dije rápidamente, presa del pánico—. No —repetí—, ella no puede. ¡Ella no! ¡carajo!
Caminé en círculos por minutos, caí en cuenta de que en verdad, ya no estabas conmigo. Mis piernas flaquearon haciéndome caer de rodillas, eras mi chica ideal, no podías hacer esto, pero lo hiciste.
—¿Por qué? —susurré. Pensaba que estábamos bien, que me amabas, pronto nos casaríamos, claro, después de pedírtelo, y ahora, nada.
—Tenía una enfermedad, Harry —dijo la chica, pero yo no podía hacerle caso, mis pensamientos no me dejaban. Todo lo que yo pensaba terminaba echándome la culpa—. Sufría de bipolaridad.
Todo se detuvo en ese instante. Saber aquello fue horrible para mi, ¿por qué nunca lo dijiste? Yo simplemente no podía con aquello, era mucho.
—Ella nunca quiso decírtelo por temor a que te alejaras —continuó—, y para no lastimarte. Ella te amaba. Su medico dijo que es raro ver ese tipo de intensidad en alguien tan joven. Antes de conocerte tuvo do intentos de suicidio, y cuando... cuando le preguntábamos por qué lo hacía, ella no sabía la respuesta, simplemente se ponía triste y la depresión demandaba su cuerpo, algunas veces reía tanto y al siguiente minuto golpeaba las cosas por la furia. Sabes, es muy difícil decirte esto, pero, no sé que haré cuando lleguen sus padres y...
—No te preocupes —la corté—, yo... yo les digo.
—No, Harry. Necesitas irte a casa, pensar y darte cuenta de las cosas. Necesitas tiempo.
Se arrodilló frente a mi y acarició mi mejilla. Yo no sabía qué hacer ahora conmigo, después de haberte encontrado, me creía el tipo más feliz de todo el mundo, por el simple hecho de tenerte a mi lado, y ahora me han arrebatado las ganas de vivir, mi razón de ser feliz. Todo.
—De acuerdo —acepté.

Estando en casa corrí a mi habitación y lancé todo lo que estuviera en mi vista, saqué una hoja y le escribí una nota a mi madre, otra para mis amigos, y una última para ti; quería que la dejaran en tu sepulcro. Ya tenía una decisión, y no necesitaba pensar más las cosas, estaba más que claro que nunca regresarías. Rompí el vidrio de mi ventana con el puño e hice mi cuarto un desastre, no me importaba ahora.
Fui al baño y tomé todas las pastilla que encontré, el pequeño frasco de alcohol y bajé a la cocina por las tijeras. Espero que mi mamá no esté en casa, espero que no, no sé que haría si me encontrara como estaré en unos minutos. Corriendo llegué a mi habitación y me tiré al suelo con todo. No podía más con el nudo y comencé a llorar, aún peor que esa vez cuando no daba contigo, mucho peor.
Abrí el frasco de las pastillas y las eché a mi boca todas y cada una de ellas. Mi cuerpo comenzó a entumecerse, debía actuar rápido si no quería terminar vivo. Miré las tijeras, esas no, no quería que me encontraran horriblemente desangrado, no me deberían ver así. Le envié un mensaje al chico más maduro que conocía —y que posiblemente estaba libre ahora— para que viniera a mi casa, y ese era Nick. Aventé el celular al otro lado de la habitación al igual que las tijeras y tomé el frasco de alcohol.
Mi princesa, mi pequeña princesa, no te preocupes, pronto estaremos juntos, te alcanzaré donde sea que estés ahora y estaremos juntos de nuevo. Volveríamos a unirnos y te protegería, te cuidaría de todo mal y mucho más. Te llenaría de besos, te haría cosquillas y diría mil veces ese chiste estúpido del refrigerador sólo por verte reír. Caminaríamos juntos, incluso podríamos molestar a los demás como a ti te gustaba.
—Te amaré de nuevo —susurré observando el liquido en mi mano. Lo acerqué a mi boca poco a poco, hasta que ya no pude más y lo bebí todo de golpe. Mis entrañas escocieron al contacto, debería haber tomado ese jarabe que estaba allí también.
El aire dejó de entrar a mis pulmones, sentía que asfixiaba, mi garganta se cerró por completo y las cosas se empezaron a mover por sí solas. No podía ni siquiera decir una palabra, las ganas de vomitar se estaban acumulando y mi vista se cegó por completo en un instante, todo era negro. Una gran comezón en mi cuello y estomago me molestaba, pero no podía siquiera sacar un quejido de mi boca, y supe que así era como se sufría en silencio, sin más ni menos. Mis piernas ya no respondían, y mis manos mucho menos, la comezón y las nauseas aumentaban cada vez más, hasta que el aire se fue, simplemente así. Entonces supe que todo se había acabado para mi.