el primer aleteo de Clara.

El primer aleteo de Clara.

«El aleteo de una mariposa puede cambiar el mundo entero». Sin aleteo, la posibilidad de que el mundo cambie exigua.

Clara tiene veintitrés años y vive una vida determinada por elección. Que año a año diverge en alientos hacia lo costumbrista. La espontaneidad, es un mundo paralelo que la asusta tanto que si quiera con pronunciarla, su lengua desacostumbrada adquiere un regusto dulce, antípoda al amargo de su existencia.

Clara se muere por cruzar un semáforo en rojo, sentir el traqueteo de un corazón llevado al límite por un peligro innecesario, y la calma que lo precede al superar el peligro. Pero sabe que existe la posibilidad de morir atropellada. Quiere salir a bailar con los tacones que le regaló su hermana, de una talla más que la suya, para tambalearse en su altura y arrastrar los pies por el asfalto, sólo para quejarse al día siguiente de ello. Pero, también sabe, que corre el riesgo de hacerse un esguince que la inhabilite para su trabajo. Uno que a lo mejor pierde, y a consecuencia de ello cabe la posibilidad de acabar en la calle porque no tendrá dinero para el alquiler.

Clara es una persona fatídica, cegada por la negatividad. Los «Y si», al igual que los «Puede», dirigen su vida determinista. Ya os lo he dicho, escuchadme; Clara no hace nada que aumente las posibilidades de un cambio inminente o a largo plazo. Salvo el 19 de diciembre de 2015. El día que quedará registrado como la primera vez que se decidió a salirse de sus directrices vitales.

Está en la T2 del aeropuerto de Barajas, arropada por el murmullo de la humanidad, con la banda sonora del rodar del equipaje y la voz robótica programada para cantar los destinos de las personas que están allí. Va a coger un avión a Barcelona, donde su mejor amiga de la infancia aguarda para pasar unos días juntas, después de muchos años separadas.

No ha planeado nada, reservó el vuelo hace dos días, tras la espontánea propuesta de su amiga de que aprovechase su último fin de semana libre por convenio para hacerle una visita. Aceptó porque en el horizonte no hay peligro, las variables de su existencia seguirán igual. Las condiciones climatológicas son favorables y Virginia le ha prometido que su itinerario vacacional no entraña riesgos hacia su persona. Nada va a salir mal. Dentro de cuatro días cogerá un vuelo de regreso, de vuelta a la determinación bajo la que camina. Un viaje no planeado no es lo mismo que cruzar un semáforo en rojo..., ni de lejos.

Veinte minutos más tarde está sentada en su asiento; al lado tiene a una mujer que viste pantalón de trabajo y aprovecha los últimos minutos en tierra con su Smartphone como si de verdad fuesen sus últimos momentos en la Tierra. Clara, por el contrario, mira al frente. La fuerza de una mano invisible le estruja las entrañas, transformándola en un manojo de nervios. ¿Os lo he dicho ya? Clara nunca hace nada distinto a lo de ayer, ni diferente a lo de mañana.

El capitán informa de que van a despegar, pide amablemente que se abrochen los cinturones. Su voz la inquieta mucho. Habla con el tono de un médico, ese que parece advertir lo mal que pueden ponerse las cosas para el paciente sino lleva cuidado. Pero ya no hay tiempo para arrepentirse, el suelo vibra a sus pies, las personas que la acompañan en el vuelo enmudecen y la mujer de al lado apaga el teléfono. Segundos más tarde, ascienden hacia el cielo. Para tranquilizarse, imagina que está en la comodidad de su terraza y que el avión en el que va es un trazado de humo blanco que divide el cielo en secciones.

Cuando alcanzan la altura que debe alcanzar un avión para volar sin riesgos, el tapón en sus oídos se esfuma y escucha de nuevo con claridad. Estar por encima del suelo no está tan mal, en realidad no es nada en particular, porque parece que no avanzan, volar es como estar con los pies en el suelo. Suspira y asiente, después de todo, no está tan mal hacer algo diferente. Dentro de dos horas estará con Virginia visitando la Sagrada Familia o caminando por el paseo marítimo. El futuro le arranca una sonrisa que por primera vez nace de su cuerpo y no de su mente.



Por causas hasta ahora desconocidas, el avión que despegó a las 8:43 del día de hoy, desde la T2 del aeropuerto de Barajas con destino a la ciudad de Barcelona, se ha estrellado en las infinidades de la Sierra de Prades. Lamentablemente, no ha habido supervivientes. El equipo de rescate ya se ha desplazado hacia allí, con la misión de encontrar la caja negra que explique este desafortunado y terrible acontecimiento […]

¿No lo he mencionado? El primer aleteo de Clara resultó ser el último.

No sabes cuándo la espontaneidad te pasará factura, ni si quedarte en casa un día cualquiera evitará que la maceta que se te iba a caer en la cabeza cuando atravesaras el bulevar de la calle Ibiza, se caiga. Eres un funambulista, como Clara, como todos. No sé si llegarás o no llegarás al otro lado. Yo solo puedo decirte lo siguiente: El aleteo de una mariposa, puede cambiar el mundo entero.  Y, aletear, está en su naturaleza.

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