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Mensaje por Invitado Lun 24 Mar 2014, 11:27 am

Debby escribió:Aww, esta enamorado de Harry y tiene miedo de hacer algo al respecto.
Lo mas gracioso es que estando en una situación en las que sus vidas corrian peligro el tiene una erección y de paso tambien se preocupa por una chaqueta. Muy normal, ah.
Al menos pudieron salir de esta.
Seguila pronto por favor!
bye ♥
Ajam, super normal, tener una erección y preocuparte por tu chaqueta cuando tu vida se puede ir a la mierda.
Sludos:))
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Mafiosos y Milagros. (Larry Stylinson) - Página 2 Empty Re: Mafiosos y Milagros. (Larry Stylinson)

Mensaje por Invitado Lun 24 Mar 2014, 11:29 am

ElectricBlue13 escribió:En respuesta a lo que dijistes antes yo creo que se muere Louis idk.
En fin lou esta enamorado de Harry aww yo pense que iba ser tipo que se daba cuenta miwntras estaban en peligro y eso pero esto lo hace mejor yeay
Seguila pero ayer (?
¿Te das cuenta que leo estas cosas muuuy tarde y es por eso que comento pelotudeces,ni? Ah bueni bye
UUhh, hagamos apuestas!
meh, el ya esta enamorado de harry:))
hahaha, no hay problema!:))
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Mafiosos y Milagros. (Larry Stylinson) - Página 2 Empty Capitulo 2.

Mensaje por Invitado Lun 24 Mar 2014, 11:30 am

Pasamos cuatro interminables horas en el hospital recibiendo tratamiento para nuestras diversas lesiones. Fui autorizado a irme una hora después de nuestra llegada, pero no iba a ir a ninguna parte hasta que supiera lo grave que la lesión en la cabeza de Harry era. Ellos hicieron un escáner cerebral primero y luego le inyectaron en la cabeza un anestésico antes de engramparlo para cerrar la herida. El médico sugirió con firmeza que Harry debería permanecer en observación, pero él se negó a considerar siquiera la idea. Era un cabezadura, dijo que no le gustaba estar en los hospitales, pero ¿a quién infiernos le gustaba? Ellos chupan tu vida directamente fuera de ti. Él tenía una conmoción cerebral  leve  y  fue  advertido  de  permanecer  despierto durante el mayor tiempo posible y que se abstuviera de utilizar analgésicos a menos que estuviera a punto de morir. El médico le dijo que se asegurase de que alguien se quedara con él durante la noche en caso de que hubiera complicaciones, pero Harry simplemente rodó los ojos ante eso. Rebelde hijo de puta.
No pasó mucho tiempo para que una enfermera limpiara los cortes en mi pecho con una loción antiséptica que olía horrible. La mierda era tan fuerte que provocó que los ojos se me llenaran de agua y ardía como el fuego del infierno.  Allí  estaba,  maldiciendo  cuando  ella  lo  hizo,  y mucho. Al final del tratamiento, me parecía al muchacho de un anuncio para Band-Aid. Las heridas en la muñeca estaban  peor  de  lo  que  inicialmente  había  pensado  y  a medida que avanzaba el día, el dolor era mucho peor. Qué alegría. Las heridas fueron limpiadas, tratadas y vendadas, y me dieron la receta para pastillas para el dolor. Me aseguré de pedir las cosas buenas. Trataron de endosarme Percocet, pero armé un lío hasta que conseguí Vicodin. No era como que fuera un adicto a las pastillas para el dolor o cualquier otra cosa, pero después de conseguir mi pecho todo cortado por un hijo de puta sádico y mis muñecas viéndose como si hubiera tomado una hoja de afeitar y las hubiera pelado, pensé que tenía derecho a un poco de alivio.
No estaba buscando volver a la estación, ni un ápice. Estaba  demasiado  cansado.  Necesitábamos  interrogar  a Diego si queríamos encontrar a ese hijo de puta de Ramón, pero el médico que le había quitado la bala del brazo dijo que aún estaba recuperándose de una cirugía. Y no podía ser molestado hasta que no estuviera lo suficientemente lúcido para hablar, no después de todo lo que había pasado. Un par de uniformados montaban guardia ante su puerta. Teníamos a Diego, por asesinato en primer grado en esta ocasión, no era algo tan inocuo como boletos de estacionamiento, pero era justo el tipo de comadreja para tratar de hacer un buen negocio. No tenía duda de que nos daría a Ramón por una pena menos severa si tenía la oportunidad, lo que sería una gran noticia para nosotros si nos hacemos del hijo de puta.
Por  supuesto,  Ramón  era  sólo  un  mafioso  de  poca monta en comparación con los hermanos Valdez, pero si pudiéramos conseguir un poco más de la suciedad de ellos sólo ayudaría a fortalecer nuestro caso. Y yo quería saber qué diablos estaba pasando con el sacerdote y el rabino. Esa mierda estaba jugando con mi cabeza. Le dije al doctor que volvería a primera hora de la mañana a interrogar a mi sospechoso y que se asegurara de que estaba listo para mí. El médico había fruncido el ceño ante eso, pero me importaba un bledo. Sólo tenía una bala en el brazo, joder. No era como si hubiera pasado por una cirugía de bypass triple.
—¿Cómo podemos llegar a la estación? —Harry preguntó después de que habíamos salido por la puerta principal del hospital y nos dirigimos hacia la acera. Traté de persuadirlo de volver a casa y descansar un poco, pero no quiso oír hablar de ello. Estaba listo para irse cuando caminaba y un par de veces tuve que extender la mano y agarrarlo cuando tropezó. Lo último que necesitaba era caer de  culo  y  hacer  que  sus  grapas  volaran.  No  creo  que apreciara la ayuda en lo más mínimo, pero no me tomé su ceño fruncido personalmente.
Pegué una sonrisa en mi cara. —El capitán nos ha dado  nuestro  chofer  personal.  ¿No  es  la  cosa  más jodidamente dulce?
Harry soltó un bufido. —Supongo que Jenkins o Anderson nos está recogiendo.
—Jenkins. —Asentí.
 Justo en ese momento, un viejo Ford maltratado llegó chillando a un alto en el camino frente a nosotros. Vi cómo se inclinó el marco voluminoso de Jenkins en el asiento delantero y abrió la puerta del pasajero. —Entren —gritó—. No tengo todo el día.
Vaughn Jenkins era un bastardo Grado-A —un jodido de primera clase—, y lo digo de la manera más humilde posible. No había nada que disfrutase más que empujar mis botones para sacarme de mis casillas, pero por lo general lo tomaba lo mejor que podía, cuando podía ser molestado. Era uno de los pocos hombres en la oficina que regularmente me tiraba mierda encima. Parecía que no le gustaba tener que trabajar tan estrechamente con un maricón, así que cuando no me estaba acosando, se mantenía lo más lejos posible, lo cual me venía muy bien. Prefería no estar cerca de su culo lastimero.
Harry se metió en el asiento del acompañante y yo salté en el de atrás. —¿Sigues manejando este viejo cubo de óxido? —lo incité.
Jenkins se giró en su asiento y me miró. Sus ojos de color marrón oscuro parecían casi negros en la tenue luz del día. Su boca de labios finos curvada hacia arriba en una mueca de desprecio. —¿Quieres caminar? Por favor, di que sí.
—¿Qué, y que me pierda del placer de tu agradable compañía? ¡De ninguna manera!
Murmuró una blasfemia y se pasó una mano por el delgado cabello rubio, antes de darse la vuelta y alejarse de la acera. El hecho de que era invierno y estaba vestido sólo con una fina camiseta y jeans debió de haber desencadenado las  tendencias  idiotas  de  Jenkins  aún  más:  le  encantaba encontrar  maneras  nuevas  e  interesantes  para  joderme. Como el niño de cinco años que parecía, colocó el aire acondicionado  para  que  la  temperatura  dentro  del  coche fuera prácticamente del ártico. Me estremecí en silencio en el asiento de atrás, tratando de mantener mis dientes castañeteando al mínimo. Veinte terriblemente largos minutos después llegamos a la estación. Harry hizo una pequeña charla con Jenkins en el camino, pero a él no le gustaba más que a mí, así que el viaje fue todo tranquilo. Salí del coche, ni siquiera notando el viento frío y luego me incliné hacia el interior.
—Hey Jenkins, ¿quieres ir a una cita la noche del viernes?
—Que te jodan —escupió. Parecía que esas palabras iban siguiéndome.
Me encogí de hombros. —Si así es como flota tu barco, pero más vale que te lo advierta. A mí me gusta cambiar.
Harry soltó un bufido detrás de mí y me arrastró lejos del coche. Las palabras “pequeño sucio maricón”, fueron apenas audibles mientras di un portazo.
—No  puedes  resistirte,  ¿verdad?  —Harry  me preguntó, sacudiendo la cabeza.
—¿Qué? —Traté de deslumbrarlo con mi sonrisa más inocente, pero él rodó los ojos y se dirigió a la estación, y me dejó rezagado. Traté lo más duro que pude de no mirarle el culo. Fallé. Bueno, era un buen culo. Y decir que yo había estado en una sequía en el departamento de relaciones sexuales últimamente estaba algo subestimado. Muy bien, así que esto era totalmente auto-infligido. Demándenme.
Harry y yo nos separamos, mientras que cada uno hacía su informe. No había tenido la oportunidad de hablar con él acerca de lo que sucedió, así que no sé cómo se las habían arreglado para atraparlo también. Me llamaron para hablar con el Capitán Donahue después de que hubiera terminado   de   relatar   los   acontecimientos  de   la   noche anterior en mi informe, y es justo decir que él no era un conejo feliz. Mordió mi culo por ser tan estúpido como para dejar que me atraparan y por todos los tipos muertos en la escena del crimen. Traté de recordarle que, técnicamente, nada de eso era mi culpa, pero eso pudo haber sido algo malo de decir. Su rostro se puso tan rojo, que empecé a preocuparme por su salud.
—Respira —le dije, en exceso exagerando la acción, de modo que pareciera como si yo le estuviera enseñando Lamaze.
Donahue me frunció el ceño. —Tengo una forma de suspensión en mi escritorio y sé cómo usarla.
—¡Muy bien, Cap! —alabé—. Estás bromeando.
—Confía en mí —dijo con los dientes apretados—. No es una broma.
Mi  conferencia  se  llevó  otros  diez  minutos,  pero  al final, Donahue pareció perder todo el viento de sus velas y, de hecho, me preguntó cómo me sentía.
—Simplemente  excelente  —le  contesté  con sarcasmo—. Nunca mejor. 
Sus ojos se estrecharon. —No seas un idiota toda tu vida, Tomlinson.
Dejé escapar un largo suspiro. —Me siento como la mierda. ¿Es eso lo que quieres oír?
—Si es la verdad… —dijo el capitán, clavando en mi lugar una de  sus malditas miradas desconcertantes. Juro que el hombre tenía visión de rayos x. Él era el tipo de persona que veía todo. Me puso los pelos de punta.
Me quedé mirándolo obstinadamente. —¿Puedo salir de aquí ahora?
Él suspiró y apretó el puente de su nariz. —¿Quieres tomarte el día libre mañana?
—No. Nos vemos a las ocho y media.
Salí de su oficina y cerré la puerta detrás de mí, entonces fui en busca de mi compañero. No es que no pudiera haber tomado un día de descanso para recuperarme, pero ¿qué jodidos iba a hacer en casa todo el día, de todos modos?
¿Sentarme en mi culo viendo toda la vida de mierda moviéndose mientras rellenaba mi boca con Cap’n Crunch? No,  gracias.  No  era  como  si  tuviera  una  vida  fuera  del trabajo. Y si me quedaba en casa, no llegaría a ver a Harry. Muy bien —eso era malo. No era como si ya no supiera esa mierda.
—Hey, Tomlinson, acabo de escuchar lo que pasó. ¿Cómo estás? —Me volví para ver al compañero de Jenkins, Tyson Anderson, caminando  en  mi  dirección.  Sus  ojos  estaban llenos de genuina preocupación. Aparte de Harry, Tyson era uno de los pocos detectives en el departamento que no me trataba como un paria debido a mi sexualidad. Era de mi estatura, pero casi el doble de ancho —un tipo de persona sólida, en todos los sentidos de la palabra. Era fiable y honesto como el hombre de la familia de Dios. Nos había invitado a Harry y a mí a su casa para hacer una barbacoa un domingo por la tarde y nos burlamos de él durante los siguientes meses de lo mucho que estaba bajo el pulgar, pero era la verdad, él adoraba a su esposa e hijos. Era feliz con su vida y lo mostraba.
—Bien, supongo. ¿Qué has estado haciendo?
Tyson se inclinó a mi oído. —Tengo otro trabajo de seguridad el fin de semana si estás interesado. La paga es buena.
Sonreí abiertamente. —Gracias, pero tengo suficiente en el plato con el caso Valdez. ¿Cómo jodidos encuentras el tiempo para trabajar en tantos puestos de trabajo?
Tyson se encogió de hombros. —Cuando tienes una familia que mantener, tus prioridades cambian. No hay nada que no vaya a hacer por mi familia.
—Supongo que sí. ¿Has visto a Harry por ahí?
—Estaba en su escritorio hace unos minutos. Es mejor que me vaya, tengo una pista sobre ese idiota que ha vendido metanfetamina a los niños en la escuela de Coleridge Hill. Nos estamos viendo. Si cambias de parecer…
—Si decido trabajar a una muerte prematura, serás la primera persona a la que llamaré.
Tyson se echó a reír y sacudió la cabeza mientras se alejaba. Harry estaba revolviendo unos papeles cuando me acerqué a su escritorio. Cuando levantó la vista y se encontró con mi mirada, parecía cansado, pero pegó una gran sonrisa en su rostro de todos modos.
—¿Cómo estás? —preguntó, sus ojos verdes  penetrando los míos.
Abrí la boca para hacer una réplica sarcástica, pero las palabras no salían. Me senté ante mi escritorio frente a él y cerré los ojos, frotando en las sienes. —Cansado.
—No me sorprende después de la noche que tuviste. —Una de las cosas que amaba de Harry era que no importaba por lo que él estuviera pasando, siempre estaba más preocupado por otras personas. Y, por supuesto, me gustaba cuando esa preocupación se movía en mi dirección.
—¿Cómo está tu cabeza?
Harry no me contestó de inmediato, así que abrí mis ojos y lo miré con las cejas arqueadas.
—Está un poco mejor. —Su boca se curvó en una sonrisa de apariencia malvada—. Entonces, estás cansado, ¿eh? ¿Demasiado cansado para tomar una cerveza cuando nos vayamos?
Lo  que  necesitaba  era  comida  y  unas  veinticuatro horas de sueño ininterrumpido, entonces tal vez otras veinticuatro horas sólo para asegurarme. Lo que no era necesario en mi organismo ahora era el alcohol. Lo miré un poco más. —No sé si es conveniente que bebas con lo de tu cabeza...
—No.
—Está bien —reconocí—. Salgamos de aquí. 
Ya me había detenido por mi casillero cuando llegué a la estación para agarrar algo de ropa limpia y me había refrescado y cambiado en el baño de hombres. Se suponía que no debería mojar los apósitos de mi pecho y muñecas, así que no había sido capaz de ducharme, que era lo que quería más que nada. Me hice entonces un lavado de mi cuerpo con esponja. Mi arma estaba siendo usada como prueba así que me tomó un tiempo firmar todo el papeleo necesario para obtener otra. Tan pronto como me había atado la funda de nuevo y agarré una chaqueta de repuesto, nos pusimos en marcha en dirección de nuestro refugio, un bar irlandés llamado O'Reilly. Había cerca de veinte millones de ellos en Nueva York, pero nos gustaba este bar en particular porque estaba de moda lo suficiente como para mantener alejados a los idiotas que arrestábamos y lo suficientemente lejos de la estación para no encontrarnos con alguien con el que trabajásemos. No me gustan mis colegas, a pesar de que, por desgracia, la mayoría de ellos odiaba sacar la mierda fuera de mí. Pero a Harry nunca parecía importarle en dónde bebíamos y, si lo hacía, no dejó que sus sentimientos sean conocidos.
A pesar de que trabajábamos en la isla, Harry y yo vivíamos en Queens. El alquiler era más barato y no éramos devorados por la multitud. Harry amaba el estilo de vida bucólica, mientras que yo creo que podría tomarlo o dejarlo. Pero entonces, él era más deportivo que yo, le gustaba correr. Mi idea de ejercicio era llevar la comida por las escaleras hacia mi departamento, si el ascensor estaba roto.
En el momento en que dejamos la estación, Harry parecía estar más firme sobre sus pies, pero se veía como un perro cansado. Debería haber insistido en ir a casa, pero mi medio intento de persuadirlo se encontró con un seco: “Estoy bien”. Sospechaba que él había tomado un par de pastillas para el dolor que el médico le había recetado en el hospital, a pesar de que había sido advertido de mantenerse lejos de ellas, pero no pregunté, no quería entrar en una discusión con él sobre ello.
Pedí dos pintas de Guinness y tomé una mientras nos dirigíamos hacia nuestro asiento habitual en la parte posterior cerca de las mesas de billar, que estaban afortunadamente vacías. Harry se sentó primero y tomé el asiento de enfrente, a pesar de que tuve la tentación de sentarme junto a él para poder respirar su aroma embriagador. No me cansaba del aroma de Harry. Era rico y picante, absolutamente perfecto. Amaba que por lo general olvidaba usar loción para después del afeitado, porque su propio aroma era mucho más atractivo que cualquier cosa que saliera de una botella.
O'Reilly estaba por lo general tranquilo por la tarde. Las personas que se habían detenido por unas bebidas después del trabajo ya se habían marchado y la multitud durante la noche aún no había llegado. Nadie le prestaba atención a cualquier otra persona, que era justo lo que me gustaba. Tomé un sorbo de mi cerveza y cerré los ojos cuando el sabor se echó sobre mi lengua. No había comido nada desde el almuerzo del día anterior, por lo que unas pintas serían todo lo que hiciera falta para arruinarme. Bebí más rápido.
—Así que, ¿cómo te atraparon? —Harry me preguntó después de tomar un pequeño sorbo de su cerveza.
Mierda. Esto podría ser incómodo. Agaché la cabeza y bebí  otro  trago.  —Yo-estaba-saliendo-de-un-bar  —le  dije rápidamente, las palabras eran un revoltijo juntas y casi sin sentido, incluso para mí.
Harry estrechó los ojos a la vez que frunció el ceño. Mis palabras, aparentemente, no se mezclaron lo suficiente. —Salimos de aquí al mismo tiempo, ayer por la noche.
—Yo... podría haber ido a otro bar, después de que me fui a casa.
Harry se acomodó en su asiento y tomó otro sorbo de cerveza, sin apartar sus ojos de los míos. —¿Posiblemente lo hiciste?
—Sí, lo hice.
Él continuó sosteniendo mi mirada y preguntó casualmente. —¿A qué bar fuiste?
Tenía una idea clara de lo que estaba preguntando realmente. Agaché la cabeza y suspiré. —Era un bar gay, ¿de acuerdo?
Harry asintió lentamente. Incluso en la tenue luz de O'Reilly pude ver el tono tenue de color rosa que cubría sus mejillas  pálidas  y,  por  una  fracción  de   segundo,  una expresión que se parecía mucho a la ira cruzando su rostro. Pero cuando habló, su voz estaba carente de emoción. —Oh, está bien. Bueno, eh... sí, eso es, eh... cool.
Estaba claro que no lo estaba. Harry nunca se tropezaba con sus palabras. Pero nunca había tenido un problema con que yo sea gay, por lo que no podía entender por qué se veía tan frustrado.
—Mira... no es lo que crees. —Me pregunté por qué sentía tardíamente la necesidad de defender mis acciones. Era un hombre soltero, después de todo. ¿Y qué si quería un  hombre para un poco de acción? Podría ir a donde diablos quisiera, pero reaccioné de esta manera porque me sentía culpable y, a pesar de lo que Harry pensara, no fue porque quería obtener algún culo.
No fui al bar para conectar, pero el verdadero motivo de mi visita enojaría a Harry, y tan egoísta como podría ser, no me gustaba cuando él estaba enojado conmigo. Nunca debí haber aceptado reunirse con su ex para tomar una copa. Harry podría verlo como la mayor traición, pero Lizzie había parecido tan perdida cuando me llamó, desesperada por hablar, que no había sido capaz de decir que no. La cuestión principal que seguía rodando por mi mente era, ¿por qué tenía que escuchar hablar de la ruptura de la boca de Lizzie? ¿Por qué Harry no me había hablado de su separación? Por lo general me decía todo lo que estaba pasando en su vida personal. ¿Por qué no esto?
Lizzie era en realidad una mujer bastante sorprendente. La había visto numerosas veces en los ocho meses que habían estado juntos, y había empezado a gustarme la mujer —mucho. Si yo fuera heterosexual, ella habría sido exactamente el tipo de mujer que me gustaría tener a mi lado. Era una mujer atractiva, inteligente y era divertida hasta el extremo de hacerte sostener-tu-tripa- hasta-que-duela. Ella vivía para juegos de pelota, maldecía como un soldado cuando los Yankees estaban detrás de la liga, y maldita sea, ella podía cocinar. Trabajaba como profesora en una escuela para los más desfavorecidos y siempre estaba involucrándose con causas benéficas. Sinceramente, no podía encontrar ninguna falla en ella, bueno, excepto por el hecho de que ella estaba saliendo con Harry.
 Había sido idea de Lizzie el reunirnos en un bar gay. Ella conocía mi orientación, por supuesto, y a pesar de que sabía que la noche sería acerca de ella, Lizzie todavía había estado pensando en mí. Lizzie siempre estaba tratando de establecerme, siempre insistiendo en que fuera por bebidas a algún lugar en el que pudiera haber una oportunidad de que conociera a alguien. Durante dos horas enteras la dejé llorar en mi hombro. La dejé ir sobre cada palabra pronunciada y examinando cada argumento, preguntando qué había hecho que fuera tan malo que había hecho que Harry dejara de amarla. Y como yo la había escuchado verter su corazón, una parte de mí estaba agradecida de que se hubieran separado porque quería a su novio para mí. Vaya. Supongo que todo el mundo estaba en lo cierto acerca de mí. Realmente era un imbécil.
Hubiera querido ayudar a Lizzie. Deseaba que hubiera algo profundo que pudiera haber dicho para que ella pudiera sentirse mejor —que había hecho todo bien. Pero ¿qué podía haber dicho, en verdad? Ni siquiera sabía que se habían separado y la verdad es que, incluso si hubiera sabido por qué Harry había roto con ella, no le hubiera dicho a Lizzie nada, porque, por mucho que me gustara, mis lealtades estaban con Harry.
Tan pronto como Lizzie se había ido en un taxi, había estado buscando uno para mí cuando una llamada me llegó a través de Andre. Él era un informante que Harry y yo usábamos regularmente. Andre dijo que tenía información para  mí,  pero  cuando  llegué a  su bar,  resultó que  había estado aprovechándose de mí. Andre estaba constantemente tratando de meterse en mis pantalones, pero no follaba con los informantes —en realidad no estaba follando con nadie, ya había desarrollado sentimientos hacia Harry. Patético, ¿verdad?
—Lo que hagas en tu vida personal no tiene nada que ver conmigo —dijo Harry, tirando de mí hacia el presente—. Sólo espero que tengas... eh, ya sabes, cuidado.
—Claramente no lo tengo, ¿verdad? —le repliqué—. Si los hombres de Ramón fueron capaces de atraparme tan fácilmente anoche.
Harry frunció el ceño. —Eso no fue lo que quise decir. 
Realmente no quería entrar en lo que quería decir. Porque si él supiera la verdad, entonces sabría lo ridículo que yo era, por estar enamorado de mi compañero heterosexual que incluso la idea de conectar con otro hombre me hacía sentir como si estuviera engañándolo.
—Como sea —dije, sin mucha sutileza para cambiar de tema—. Cuando estaba en el bar, vi a León con ese pequeño twin con el que está enredado.
—¿Felipe?
—Ese.
—Estaba, ya sabes, hablando con alguien, así que no le presté mucha atención a ellos. Cuando salí a la calle para llamar a un taxi, fui agarrado por detrás. Estaba algo bebido así que no escuché cuando se me acercaron.
—Parece que tenemos que hacerle una visita a León y Felipe.
—Sí, ¿quieres verlos esta noche?
—No,  lo  haremos  en  otro  momento.  Creo  que  una noche sin dormir es suficiente para nosotros dos, sobre todo si queremos funcionar mañana.
—¿Tampoco dormiste anoche? —me entrometí. Me pregunté si su mala noche tenía algo que ver con la ruptura con Lizzie. ¿Es que la echaba de menos? ¿Estaría arrepentido por la ruptura? ¿Querría regresar con ella? Parecía estar bien cuando salimos de O'Reilly la noche anterior. Habíamos pasado la noche riendo y molestándonos con bromas el uno al otro. En todo caso, Harry parecía más feliz de lo que había sido en mucho tiempo.
—En realidad, no. —Se encogió de hombros y luego desvió la mirada—. No he estado durmiendo mucho últimamente en absoluto.
Quería  que  se  abriera  y  me  dijera  lo  que  estaba pasando en su vida, pero no lo obligaría a hablar y sabía que él me contaría lo que fuera cuando estuviera listo. Sólo esperaba que fuera más pronto que tarde.
—Cuando llegué al trabajo esta mañana y cuando no apareciste, yo estaba... bueno, ya sabes.
No pude evitar el aleteo de emoción en mi pecho que sus palabras me produjeron. —Aww, ¿estabas preocupado por mí?
La cara de Harry se puso repentinamente seria, con una expresión intensa. —Por supuesto que lo estaba, Louis. No sólo eres mi compañero, eres mi mejor amigo. ¿No te hubieras preocupado por mí?
«Jesús. Más de lo que supones». —Hmm, podría haber estado un poco preocupado.
Harry esbozó una amplia sonrisa y luego se llevó el vaso a los labios. Cuando sus ojos se encontraron con los míos por encima del borde, bailaron. Justo antes de que tomara un sorbo, murmuró: —Idiota. —Sí. Él me conocía bien.
—¿Dónde estabas cuando te atraparon? —le pregunté. Había sentido curiosidad por eso desde que los hombres de Ramón lo llevaron al almacén.
Harry dejó escapar un suspiro. —Estaba en camino de ver a Andre. Supuse que podría haber oído algo en su club. Estaba justo afuera, a punto de entrar, cuando...
Bajé la mirada rápidamente y luego tomé otro largo trago, sólo para poder evitar mirarlo. Seguí bebiendo hasta que terminé la pinta, pero cuando puse el vaso vacío sobre la mesa, Harry seguía mirándome y juré que podía ver los engranajes girando en su cabeza.
—Hijo de puta. Fuiste al club de Andre ayer por la noche cuando te atraparon, ¿no?
«Mierda». —Sí, estaba allí.
—Wow, no me había dado cuenta que tú y él... —Dejó sus palabras colgando en el aire, inclinó la cabeza y tomó otro sorbo de su cerveza Guinness.
—No —le dije con vehemencia, resentido por la insinuación.
—Quiero decir, yo sé que él siempre ha tenido una cosa por ti, pero...
—¡Hey! No pasa nada entre nosotros, ¿de acuerdo? Yo no  haría eso. Él  es  un informante, por  el  amor  de  Dios. ¿Crees que quiero que el capitán ponga mis huevos en un plato? Además, no me mueve ni un pelo. No es mi tipo.
—Él es atractivo —comentó Harry—. Ya sabes, si te gustaran los hombres.
—Esperaría que fuera un hombre que se diera cuenta que es un hombre.
Harry frunció el ceño. —Sabes lo que quiero decir. —Lo sabía. Esa era la manera en que Harry me decía que él no se sentía atraído por Andre porque era un hombre, pero me encantaba verlo perturbado. Y era muy condenadamente lindo cuando se avergonzaba.
—Entoncessssssssss —dije, arrastrando la palabra—. ¿Crees que Andre es atractivo?
Harry me miró y luego bebió el resto de su pinta. Tomó el vaso y se dirigió hacia la barra para pedir otra ronda. Me reí cuando vi su forma de retirarse. Era fácil de hacerlo enfadar, pero mi broma era en realidad una desviación. Sabía que si tiraba el tema sobre él, no me preguntaría cualquier otra cosa acerca de lo que había estado haciendo cuando nos fuimos de O'Reilly. Bien, fue algo malévolo de mi parte, pero funcionó, ¿no?
Tres pintas más tarde me moví de mi asiento y estaba sentado en el banco junto a Harry. La multitud que venía por la noche comenzó a llegar en manada y rápido, así que utilicé la excusa de que no podía oír a través de la mesa la conversación para moverme. Pero la mitad estaba lleno para entonces y estar más cerca de Harry parecía ser la mejor idea en la historia de las buenas ideas.
Después de la primera cerveza, Harry se había pegado a la Coca-Cola. Lo habría molestado por eso. Normalmente, le hubiera dicho que tenía miedo de asumir el reto y beber otra cerveza, pero mantuve la boca cerrada. A causa de su herida en la cabeza había intentado hablar con él incluso de la primera cerveza que se tomó. Eso no lo había puesto muy bien. La conversación fluía, pero de vez en cuando, Harry levantaba la mano para dar masajes a su sien. De alguna manera, a través de la niebla del alcohol y el cortocircuito en el cerebro que me provocada su proximidad, me acordé de lo de su cabeza. Como si el vendaje no hubiera sido un recordatorio lo suficientemente grande.
—Creo que debemos irnos después de éste —dije, asintiendo con la cabeza a nuestras bebidas—. Apuesto a que te sientes como si te hubieran golpeado en la parte posterior de la cabeza con el cañón de un arma de fuego.
Así como yo esperaba, la boca de Harry se curvó en una sonrisa tan amplia que expuso sus hermosos dientes rectos, de color blanco. Incluso el despliegue de sus ojos era sexy. —Se podría decir eso. ¿Te importaría si llamamos a esto “una de esas noches”?
Harry sólo vivía a unas cuatro cuadras de mi departamento en Queens por lo que siempre compartíamos un taxi a casa y me encantaba pasar esos quince minutos con él. Había una parte de mí que sabía que mis sentimientos hacia Hrry no gozaban de buena salud. Era muy consciente de que nada sucedería entre nosotros, que nunca me amaría, pero  generalmente  era  capaz  de  ignorar  esa  voz insignificante en mi cabeza y seguir adelante sin tenerla en cuenta. Tiré la cabeza hacia atrás y me tomé el resto de mi cerveza.
—¿Listo?
Harry apartó su Coca-Cola que apenas había tocado y asintió. —Sí, sí, lo estoy.
Para el momento en que nos las arreglamos para encontrar un taxi e hicimos el viaje corto de regreso al departamento de Harry, ya estaba sobrio. Sin la nebulosa en mi cabeza producida por la   cerveza, podía ver lo incómodo que él estaba —un hecho que, obviamente, había estado tratando de ocultar en el bar. Giró su cuerpo, dejando caer su cabeza contra la parte posterior del asiento y cerró los ojos. Su frente con el ceño fruncido. Debería haber insistido en ir a casa más temprano, pero egoístamente había disfrutando de su compañía demasiado para siquiera pensar en la idea. Me mordí el labio, debatiéndome sobre si debía o no pedir disculpas por ser tan desconsiderado como un cerdo, pero sabía que sólo me diría que lo olvidara. Conociendo lo orgulloso que Harry era, pensé que no quería ser visto como un débil, por lo que no dije nada. Además, no tenía necesidad de ir señalando otro de mis defectos. Después del tiempo que habíamos pasado juntos, él ya tenía que ser muy consciente de todos ellos.
Cuando el taxi se detuvo frente a su edificio, no pude resistir preguntarle si estaría bien para quedarse solo —una vez  más.  Sabía  que  las  lesiones  en  la  cabeza  sangraban mucho y su lesión no había sido tan mala como me había parecido en primer lugar, pero aun así era una lesión en la cabeza —una conmoción cerebral leve. ¿Qué pasaría si se ponía peor durante la noche? Harry abrió la boca para responder y volvió a cerrarla antes de sacudir la cabeza. Su rostro mostraba una expresión que me tomó un momento tratar de descifrar. No podría haber sido pesar. Probablemente sintió pena por mí. Me sonrojé diez tonos de color  escarlata,  aliviado  de  que  no  podría  ver  el  rubor impropio en un hombre en la oscuridad de la cabina de un taxi.
—Voy a estar bien —dijo al fin. Salió de la cabina y se dio la vuelta. Su mirada hermosa y esmeralda se cruzó con la mía, revolviendo no sólo mi ingle, sino también mi corazón. Él abrió la boca para hablar de nuevo y yo esperaba con gran expectación,  pero  sólo  me  miró  mientras  los  segundos pasaban sucesivamente.
—¿Cambiaste de opinión? —le pregunté con esperanza. Valía la pena intentarlo, un poco.
Una sonrisa casi triste, como fantasmal, se posó en los labios de Harry. —Nos vemos mañana, Louis.
Pensé en esa sonrisa todo el camino a casa. En el momento en que volví a mi departamento, estaba agotado. Quería una ducha larga y caliente, pero la enfermera en el hospital me dijo que no tenía que mojar mis vendajes y que tenía que conformarme con un baño de esponja por los próximos días. No me hubiera importado si un cierto compañero mío estuviera llevando a cabo dicho baño de esponja. Como si eso alguna vez fuera a suceder. Tal como lo había hecho en la estación, me froté con una esponja con gel de baño rápidamente antes de salir del baño hacia la sala de estar. No estaba tan mal como yo esperaba. Había un par de platos sucios, flanqueados por tres botellas de cerveza y un cenicero lleno a la mitad.
Agarré   todo   y   lo   llevé   a   la   cocina,   sólo   para enfrentarme con la pizza de hace dos días y un fregadero lleno de platos sucios que estaban empezando a oler mal. Volví a llenar el fregadero con agua caliente y dejé que se empaparan, mientras limpiaba el resto de la cocina. No pasó mucho tiempo. Tan pronto como terminé, intenté dar caza a algún alimento. No había nada en la nevera; sólo mostaza, mermelada y un trozo de queso que había iniciado, sin duda, su vida como amarillo, pero ahora estaba en algún lugar del espectro entre el azul y el negro. Traté de no respirar mientras lo tiré a la basura para luego eliminar la bolsa en el conducto de basura en el pasillo de mi departamento. Echaba de menos a mi señora de la limpieza. Marcia y su esposo se habían mudado fuera del estado y no había encontrado a nadie que la remplazase. Tendría que rectificar eso y pronto. La idea de tener que hacer mis propias tareas del hogar hacía  que  sudara  frío.  Era  un  lujo  pagar  a  alguien  que limpiar para mí, pero el gasto valía la pena, cada maldito centavo.
Con un suspiro, agarré un recipiente limpio de la alacena y lo llené de Cheerios con sabor a fruta. No podía cocinar una jodida mierda, así que subsistía sobre todo con comida para llevar, bocadillos y cereales. Podría haber ordenado algo, pero no quería molestarme en esperar para que fuera entregado el pedido. La primera cucharada me hizo vomitar. La leche estaba espantosa. Estaba tan mentalmente exhausto, que ni siquiera había pensado en comprobarla.  Escupí  el  bocado  que  no  había  tragado  de nuevo en el recipiente, lo llevé a la cocina y me resigné a ir a la cama con hambre. No sería la primera vez.
Inmediatamente después de que me tragué un par de Vicodin que había adquirido en el hospital, me metí en la cama y traté de ponerme cómodo. Era justo después de la medianoche.  Tomó  cerca  de  media  hora  hasta  que  las pastillas comenzaron a hacer su magia  y el latido en mi pecho y el dolor en mis muñecas disminuía a un dolor sordo. Había esperado que el cóctel de alcohol y pastillas fuera suficiente para noquearme rápidamente, pero aquí estaba, en  la  oscuridad, escuchando el  flujo  constante del  tráfico fuera de la ventana de mi dormitorio, el sueño me evadía.
A medida que daba vueltas, pensé en los acontecimientos de los últimos dos días. Pensé en Ramón, en los hermanos Valdez, y pensé en Harry. No podía entender cómo los hombres de Patricio y Niguel habían sido capaces de capturar a Harry tan fácilmente. A mí, si. Había estado borracho cuando me agarraron y, aunque me gustaba pensar que  era  un  policía  bastante  bueno  cuando  estaba  sobrio, cuando  tenía  unos  tragos  encima,  mi  agudeza  mental  se desvanecía  y  mi  instinto  me  eludía.  Supongo  que  tengo complacencia cuando bebo, me sentía invencible. Pero Harry por otro lado... Había sido la mitad del día cuando capturaron a  Harry, y sus instintos eran por lo general, incluso mejores que los míos. No podía creer que había sido descuidado como para permitir que un par de pesos pesados se acercasen sigilosamente a él, fuera del club de Andre...
O tal vez no lo había hecho. ¡Hijo de puta!
Me senté en la cama y pasé una mano por mi pelo corto, maldiciendo al idiota estúpido por lo que había hecho. Harry no era descuidado. Nunca sería tan estúpido como para dejar que alguien furtivamente se arrimara a él. Lo cual significaba que se había dejado capturar, a sabiendas de que lo llevarían a donde me tenían. Tuve una buena idea de llamar a ese lamentable culo y maldecirlo por un rato, pero ya era tarde y probablemente estaría durmiendo y me di cuenta de lo mucho que necesitaba el descanso. Mañana. Golpeé la almohada y me acomodé sobre ella. Mi reprimenda tendría que esperar hasta que lo viera la mañana siguiente.
Por supuesto, mi única revelación trajo más preguntas. ¿Por qué Harry habría hecho eso? ¿Estaba tan preocupado por mi bienestar, que había puesto su propia vida en peligro para protegerme? ¿Lo haría por cualquier compañero, o yo era un caso especial? La idea hizo propagar calidez a través de mi cuerpo, inevitablemente posándose sobre mi ingle. A mi polla le encantaba la idea de que Harry me cuidara mucho. No le importó un rábano que fuera hetero. Mi polla tenía una mente propia y se ponía dura ante el mero pensamiento.
Traté de pensar en otra cosa y distanciarme de mi erección, pero, inevitablemente, mis pensamientos siempre viajaban de nuevo a la cara hermosa, pero fuerte, de Harry. Imaginaba su expresión cuando entró en la habitación y vio mi torso cortado por la hoja de afeitar, con un dibujo muy parecido a las intrincadas líneas en un mapa del metro. Me acordé de cómo se veía cuando me burlé de él sobre encontrar a Andre atractivo y cómo su expresión se había suavizado cuando malditamente le pedí que me dejara pasar la noche en su sofá —sólo para que pudiera asegurarme de que estaba bien después del golpe en su cabeza, por supuesto. Pero sobre todo pensé en su sonrisa fácil, la curva sensual de sus labios carnosos, el sonido que él hacía cuando se echaba a reír y el despliegue de sus ojos cuando le decía algo estúpido sólo para poder escuchar su risa.
Con un gemido, deslicé mi mano derecha debajo de las sábanas y la envolví alrededor de mi polla desnuda. Cerré los ojos y mordí mi labio inferior entre los dientes, para ayudarme a restringir el gruñido de placer que se me escapaba cuando apreté el puño y comencé a acariciarme. El ojo de mi mente enfocada en cada rasgo de la cara de Harry, de sus expresivos ojos verdes y pómulos bien definidos hasta los labios carnosos de color rosa y el mentón fuerte, que estaba cubierto por lo general con un poquito de estopa.  Su pelo era más largo que el mío y en la parte superior con un estilo con demasiada laca para el cabello, para un hombre heterosexual. Siempre parecía que acababa de salir de un salón de belleza. Tenía la tez pálida, casi perfecta. Me encantaba que sus mejillas se inundaran de color cada vez que se esforzaba. No podía evitar imaginar poniéndose de ese color  mientras  lo  hacía  correrse  muy  duro.  Quería acariciarlo, chuparlo y hacerle gritar mi nombre mientras él me follaba. Se vería tan hermoso encima de mí, todo sudado y rosa por el orgasmo, que en mis sueños, sólo yo podría ofrecerle.
Moviendo mi otra mano para acunar mis bolas, pensé en cómo sería darle un beso. ¿Cómo sabría? ¿El beso sería tentativo o desenfrenado? ¿Sería dominante en la cama o preferiría un papel más sumiso? Moví mi mano más abajo y jugué con mis dedos en mi agujero, imaginando que eran las manos de Harry que me estaban tocando, con sus dedos Harry estaba acariciándome y preparándome antes de que me follara. Jesús, quería que me follara. La idea hizo que mis bolas se apretaran con una necesidad insoportable. Después de presionar un dedo con mayor firmeza en contra de mi agujero, empujando la punta justo en el interior, imaginé que era su dedo en mí, su polla. Con esa última imagen en mente, apreté la cabeza en la almohada y me corrí duro, lanzando largas cuerdas de semen sobre mi mano y estómago y diciendo en voz alta el nombre de Harry en mi habitación por lo demás tranquila.
Tomó unos minutos que mi respiración estuviera bajo control y la niebla de la lujuria se borrara de mi cerebro y luego, como siempre, la culpa se estableció en mi. Después, siempre me odiaba a mí mismo por reducir a Harry a nada más que un objeto sexual. Odiaba hacerlo objeto de algo así. A veces era difícil mirarlo a los ojos al día siguiente. Siempre imaginaba que él podría decirme que yo había estado fantaseando con él la noche anterior. Cuando esos ojos verdes conocedores se encontraban con los míos, sentía como si pudiera ver las imágenes que había tenido de él en mi mente. Mis fantasías siempre terminaban de la misma manera y estaba aterrado de que me odiase si supiera que había pensado que él me mantenía presionado contra el colchón, mientras que me follaba antes de correrse dentro de mi culo. Sabía que tenía que dejar de pensar en él de esa manera. Lo lastimaría si él lo supiera. Él se sentiría traicionado. A menudo bromeaba sobre mis defectos, pero aún no podía negar que Harry se merecía un mucho mejor amigo y compañero que yo.
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Mensaje por ElectricBlue13 Lun 24 Mar 2014, 9:16 pm

Tengo sueño y no estoy 100% lucida pero creo que Harry rompio con su novia porque esta confundido sobre Louis.ah
Sera cierto eso de que Harry se daria cuenta de lo Louis hizo pensando en el,solamente con mirarlo a los ojos?mmm si es asi Harry es dios(?
Ok bye liz,besos
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Mensaje por ElectricBlue13 Lun 24 Mar 2014, 9:16 pm

Tengo sueño y no estoy 100% lucida pero creo que Harry rompio con su novia porque esta confundido sobre Louis.ah
Sera cierto eso de que Harry se daria cuenta de lo Louis hizo pensando en el,solamente con mirarlo a los ojos?mmm si es asi Harry es dios(?
Ok bye liz,besos
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Mensaje por Jaidon. Mar 25 Mar 2014, 5:37 am

¡new reader! siguela pronto cielo. xx
Jaidon.
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Mensaje por Invitado Mar 25 Mar 2014, 11:26 am

Yo tambien tengo sueño y no estoy completamente lucida pero pienso algo parecido. 
Evidentemente no tenia motivos reales como para dejar a esa chica, y su actitud con Louis en ciertos momentos es celosa, posesiva, incluso tierna, aunque todo leve y muy disimulado, pero.. igual se nota JAJAJ
Incluso se dejo atrapar solo para encontrarlo, eso es sfdgdhfhy (?
Y pobre Lou, sufriendo en silencio creyendo que jamas podria tenerlo. 

Seguila pronto por favor! bye ♥
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Mensaje por Invitado Miér 09 Abr 2014, 8:25 pm

ElectricBlue13 escribió:Tengo sueño y no estoy 100% lucida pero creo que Harry rompio con su novia porque esta confundido sobre Louis.ah
Sera cierto eso de que Harry se daria cuenta de lo Louis hizo pensando en el,solamente con mirarlo a los ojos?mmm si es asi Harry es dios(?
Ok bye liz,besos
Ah, tranquila, yo siempre tengo sueño y nunca ando completa, Ah, estas lucida chica!
Ah lee mentes el tipo.
Saludoss:))))
Hey, tu siempre me llamas liz, y yo no tengo idea de como te llamas, así que ¿Cual es tu nombre?
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Mensaje por Invitado Miér 09 Abr 2014, 8:25 pm

babeofhoran escribió:¡new reader! siguela pronto cielo. xx
Holaaa.
Espero que te guste!:)
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Mensaje por Invitado Miér 09 Abr 2014, 8:27 pm

Debby escribió:Yo tambien tengo sueño y no estoy completamente lucida pero pienso algo parecido. 
Evidentemente no tenia motivos reales como para dejar a esa chica, y su actitud con Louis en ciertos momentos es celosa, posesiva, incluso tierna, aunque todo leve y muy disimulado, pero.. igual se nota JAJAJ
Incluso se dejo atrapar solo para encontrarlo, eso es sfdgdhfhy (?
Y pobre Lou, sufriendo en silencio creyendo que jamas podria tenerlo. 

Seguila pronto por favor! bye ♥
Ah, es buena esa!
De eso trata el drama!!! ahahahah Saludos:)))
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Mafiosos y Milagros. (Larry Stylinson) - Página 2 Empty Capitulo 3.

Mensaje por Invitado Miér 09 Abr 2014, 8:27 pm

A la mañana siguiente, tomé un taxi al bar de Andre a recoger mi coche. Cuando me presenté en la estación, Harry ya había llamado reportándose enfermo. Por un breve momento me sentí aliviado de no tener que verlo después de pensar en él mientras me masturbaba la noche anterior, pero la preocupación se estableció en mí. En los dos años que habíamos  sido  compañeros,  Harry  nunca  había  llamado para reportarse enfermo. Sabía que el golpe que había recibido  en  la  parte  de  atrás  de  la  cabeza  debería  ser doloroso, pero no había pensado que era lo suficientemente malo como para justificar tomarse todo el día en el trabajo. ¿Era  su  lesión  peor  de  lo  que  había  dejado  ver,  o  había alguna otra razón para su ausencia?
—Entonces, ¿qué fue lo que dijo cuando llamó? —Había empezado a bombardear con preguntas a Donahue después de que me dijera que tendría que sobrevivir el día sin mi  compañero en  la  solución de  la  delincuencia. Y  a partir  de  la  expresión  de  su  cara,  supe  que  se  estaba cansando de las preguntas.
El capitán frunció el ceño y resopló un suspiro. —Él dijo que tiene una migraña o algo así, ahora manos a la obra. ¿No  se  supone  que  estarías  en  el  hospital  esta  mañana interrogando a Diego?
—¿Te ha dicho cuán malo es? —seguí adelante—. ¿Crees que tal vez debería consultar a un médico o ir al hospital? 
El capitán enarcó una ceja. —No soy su maldito guardián, Tomlinson. ¿Por qué no lo llamas y lo averiguas? Ahora, ¿Diego?
Me tragué el resto de mis preguntas. —Estoy en eso. 
Traté de llamar a Harry antes de salir de la estación, pero  no  contestó  el  teléfono.  Me  preocupó  el  que  mi vergüenza se mostrara a través de mi voz, pero después de la tercera vez que intenté contactar con su número, estaba más preocupado por cómo le iba. Me debatí en conducir a su departamento  para  ver  cómo  estaba,  pero  sabía  que  el capitán reventaría si no metía mi culo en el hospital e interrogaba al jodido Diego. Decidí llamarlo tan pronto como terminara de entrevistar a Diego y esperaba que mi vergüenza se hubiera desvanecido para entonces.
En el momento en que llegué al hospital, la abogada de Diego estaba en la habitación con él. Francessca Suárez era una abogada defensora dura con la que había tenido trato anteriormente. Sabía antes de entrar en la habitación que tendría un momento difícil tratando de obtener toda la información de Diego, mientras que ella estuviera presente. Ella le aconsejó no responder a casi todas las preguntas que le hice. Después de tan sólo veinte minutos, ya estaba llegando al final de mi mecha ya corta.
—Su  cliente  está  acusado  de  asesinato  en  primer grado, señora Suárez. Cuando se le agreguen golpes y secuestro, es en su interés el cooperar plenamente con nosotros. ¿No le parece?
Ella entrecerró sus ojos de color marrón oscuro y se encontró con mi mirada. Su expresión era glacial y estaba seguro     de     que     estaba     destinada     a     intimidar. Afortunadamente, estaba acostumbrado a lidiar con los abogados que defendían a los delincuentes tanto como con los propios delincuentes.
—No lo he dicho una vez, sino que lo he dicho veinte veces hasta ahora, detective. Mi cliente no tiene la libertad de responder a sus preguntas. ¿Por qué no nos hace un favor a todos y trata de preguntarle algo diferente, eh?
Muy justo. Si ella quería algo diferente, le daría su diferente. No iba a llegar a ninguna parte siguiendo mi línea de preguntas acerca de los hermanos Valdez de todos modos, tampoco conseguiría que Diego hablara de Ramón.
—Señor González, hábleme de su conexión con el sacerdote y el rabino que asesinó a sangre fría.
Suárez me hizo una mueca. —¡Detective!
No le hice caso. Antes de que hubiera salido de la estación en la mañana me enteré de que el sacerdote era el Padre Henry Mulroney y el nombre del rabino era Ben Yaakov. Había estado esperando que fueran hombres comunes y corrientes disfrazados, no que fueran hombres religiosos reales, por así decirlo, pero no hubo suerte. El rabino era un judío ortodoxo, lo que tenía sentido por su aspecto con barba, sombrero y kipá. A pesar de ser un judío ortodoxo estaba sosteniendo una pistola apuntándole a un grupo de traficantes de drogas, no tenía ni idea. Pero la noticia más sorprendente fue que el sacerdote católico era casado. Eso había sorprendido hasta el infierno, si se me permite el juego de palabras. ¿Quién sabía que los sacerdotes católicos podían casarse? Claro como la mierda que yo no lo hacía. Pensé que tenían que tomar un voto de celibato o algo así.
 No era particularmente religioso, pero no era en absoluto anti-religioso. Lo que me ayudó a  dormir por la noche había sido siempre mi lema. Simplemente no podía creer que no sabía de este hecho. ¿Era de conocimiento general? ¿El Vaticano había emitido un nuevo decreto del que no oí hablar? Toda la situación se estaba volviendo más y más  extraña.  Y  vamos,  ¿con  qué  frecuencia  se  veían  a rabinos asesinar personas a sangre fría? ¿Qué pasaría para que  alguien  de  una  fe  tan  devota  de  los  santos mandamientos hiciera algo así? ¿Los rabinos siquiera creían en los mandamientos? Wow, realmente necesitaba educarme en esta materia. La iglesia y la sinagoga, donde cada hombre trabajaba,  estaban  en  mi  lista  de  lugares  para  visitar después de que hablara con la esposa del Padre Mulroney. Por supuesto, eso sería todo asumiendo que no fuera arrestado por estrangular a Diego y a su maldita abogada en primer lugar. Respiré hondo y conté hasta diez.
—Responde a la pregunta, Diego. ¿Cuál era tu relación con el Padre Mulroney y el Rabino Yaakov?
Suárez asintió con la cabeza dando su consentimiento, pero Diego se quedó con los labios apretados. Él utilizó su brazo sano para alcanzar el vaso de agua sobre la mesa junto a su cama y tomó un sorbo, mirándome desde la parte superior. Aunque eso no me desconcertó. Tenía que lidiar con gente tan miserable como él cada maldito día de la semana. Su terquedad sólo me incitaba a patear su culo más duro.
—Puede responder a esta  pregunta,  señor González —engatusó Suárez. Rodé mentalmente los ojos.
—No sé nada de ellos —dijo Diego—. Nunca los había visto antes de ese día. 
—Por lo tanto, un sacerdote y un rabino armados sólo pasaban por el vecindario buscando sacar de allí a algunos criminales de los bajos fondos —reflexioné en voz alta.
—No lo sé, estúpido —dijo Diego con malevolencia—. Te dije que nunca los había visto antes, pero estaban allí para reunirse con Ramón.
Es evidente que Diego no estaba familiarizado con el sarcasmo. Pero al menos estábamos yendo a alguna parte.
—¿De veras? ¿Y qué fue exactamente lo que querían con Ramón?
Una vez más, Suárez asintió con la cabeza.
—No lo sé. Ramón nunca me dice nada acerca de sus negocios.
Levanté una ceja con curiosidad. —¿Así que Ramón tiene relaciones comerciales con la iglesia y la sinagoga? Qué interesante. ¿Qué clase de negocios?
—Te lo dije, Ramón no me dice una mierda.
Eché un vistazo a Suárez y luego de vuelta a Diego. No esperaba obtener mucho de esta entrevista, porque lo que estaba recibiendo era casi nada. Entonces intenté un enfoque diferente. —Dices que  nunca viste  antes a  esos hombres. ¿Por qué matarlos?
Diego frunció el ceño. —Fue en defensa propia. Si no hubiera disparado primero, me habrían fusilado.
—¿En serio? —le pregunté, echándole un vistazo a Suárez, cuyo rostro estaba todavía impasible—. Porque si mi memoria no me falla, el sacerdote no tenía un arma en la mano,  pero  le  disparaste  de  todos  modos.  ¿Quieres explicarme eso?
 Diego frunció el ceño. —Yo...
—Tú le disparaste a sangre fría, Diego —continué—. Un hombre indefenso. Un sacerdote, nada menos. ¿Por qué? ¿Debido a que te sentiste ofendido? ¿Ofendido por esos hombres de pie, desarmados?
—Yo... yo pensaba que tenía un arma de fuego —dijo Diego al fin.
Ahora sí rodé los ojos. —Vas a tener que hacerlo mejor que eso. No tengo que explicarte cómo esa explicación te mantendrá a flote en un tribunal de justicia. Dame algo aquí. ¿Por qué los mataste? ¿Qué es lo que tenían sobre ti? ¿Les tenías miedo?
—¡No tengo miedo de una mierda! —Diego gritó con vehemencia—. Yo estaba... estaba cumpliendo órdenes.
—¿Órdenes de quién, Diego?
—Ramón.
—Me temo que tendrá que concluir nuestra entrevista de hoy, detective. Mi cliente está cansado y todavía está recuperándose de  un  disparo.  —Suárez estaba  tan  fresca como una maldita lechuga cuando me despidió y me dieron ganas de golpear algo.
Intenté mantener mi enojo bajo control. Quería presionar más a Diego. Sabía cuán caliente tenía la cabeza. Si seguía presionándolo, finalmente se rompería y revelaría algo que no quería decir. Sin embargo, con la presencia de Suárez, era poco probable que consiguiera nada más de él. No me gustaba entrevistar a la gente en el hospital de todos modos.  Prefería  hacerlo  en  la  estación  de  policía  donde estaba en mi propio territorio. Los sospechosos con miedo eran  más  fácilmente  influenciados  para  hablar  cuando estaban sentados en la sala de entrevistas con espejo por varias horas, mientras que los golpeaba con una pregunta tras otra. A veces me preguntaba si me decían lo que yo quería saber porque estaban hartos del sonido de mi voz. Diego no diría nada más. Esperaba encontrar más cuando visitara la iglesia y la sinagoga. O tal vez la esposa de Mulroney sabría lo que había estado haciendo su marido.
Lo que había descubierto era interesante. Ramón, que nunca hizo nada sin el consentimiento de los hermanos Valdez, estaba en el negocio con la iglesia y la sinagoga. Pero ¿qué tipo de negocio? ¿El sacerdote y el rabino habían sido asociados dispuestos, o los habrían persuadido a hacer la voluntad de Ramón en contra de su voluntad? Si hubieran sido empujados a algo que no estaban de acuerdo con vehemencia, podría de alguna manera explicar por qué los dos estaban en la zona de carga. Tal vez pensaron que podrían asustar a Ramón, presentándose allí pareciendo no intimidados. Eso podría haber sido lo que pasó, pero sinceramente no sabría qué más pensar. Había demasiadas preguntas y pocas respuestas.
—No hay problema —le dije alegremente—. Podemos continuar  nuestra  charla  cuando  Diego  se  sienta  mejor. —Asentí con la cabeza a su brazo vendado y podría haber sonreído un poco—. Ten cuidado con el brazo, ¿no, Diego?
En el momento en que salí del hospital, mi cabeza estaba dando vueltas. Tenía una larga lista de cosas que hacer, pero no sería capaz de concentrarme en ninguna de ellas hasta que no escuchara la voz de Harry, y supiera que él estaba bien. Aun cuando había estado entrevistando a Diego, Harry había estado a la vanguardia en mi mente y no había desarrollado el interrogatorio a mi máxima capacidad. Si hubiera presionado podría haber sido capaz de sacar más provecho de Diego, incluso con la presencia de Suárez, pero agradecí cuando dieron por concluida la entrevista. Mi único pensamiento era que por fin sería capaz de llamar a Harry.
Desbloqueé las puertas de mi auto en el estacionamiento del hospital y me senté en el asiento del conductor con el motor en marcha y la calefacción al máximo. La nieve había dejado de caer, pero una gruesa capa de ella cubría la tierra y, debajo, la capa delgada traidora de hielo significaba que las salas de emergencia estarían más ocupadas que de costumbre. Odiaba el invierno en Nueva York. La tasa de criminalidad era alta, pero se duplicaba en las vacaciones. La gente hacía cosas locas para asegurarse de que sus hijos tuvieran todo lo que querían para Navidad, cosas que tal vez no consideraban en otros momentos del año.
Mis dedos tamborileaban nerviosamente en el volante. Mi prioridad debería haber estado en la entrevista a la viuda de Mulroney, pero hasta que no hubiera hablado con Harry, sabía que no tendría mi cabeza en el juego. Y era sólo una llamada  telefónica  para  ver  cómo  estaba  mi  compañero, ¿verdad? No era como que fuera a atravesar la ciudad para verlo, aunque había pensado en hacer eso precisamente. Saqué mi celular y marqué el número de Harry. Tomó la llamada después de un par de timbrazos.
—Hola.
—Hola. —El saludo de Harry podría haber sido el mismo que el mío, pero la palabra surgió en torno a un suspiro que hacía que fuera fácil escuchar el cansancio en su voz. Odiaba oírlo sonar tan malditamente abatido.
—¿Cómo estás?
—Bien, supongo. Mi cabeza se siente como si me hubieran dado una paliza con un ladrillo pero, aparte de eso...  Lo  siento, no  podría  haber  hecho  alguna  cosa  hoy. ¿Hablaste con Diego?
—Sí, sólo lo vi. No supe mucho más que el hecho de que el sacerdote y el rabino hacían negocios con Ramón.
—¿Qué infierno de relación empresarial tiene Ramón con un sacerdote y un rabino?
—Tu conjetura es tan buena como la mía. Podría traficar algo en la iglesia donde el Padre Mulroney predicaba o en la sinagoga de Yaakov. Pero tengo que hablar con la esposa de Mulroney en primer lugar. ¿Sabías que los sacerdotes católicos podían casarse?
—No creo que los sacerdotes católicos puedan casarse, al menos no en este país, pero entiendo que otras denominaciones cristianas pueden. Estoy seguro de que los sacerdotes luteranos y anglicanos pueden casarse. Entonces, algunos de ellos se han convertido al catolicismo más tarde y, así, naturalmente, llevan a sus esposas con ellos. Aunque no creo que sea un proceso fácil. Pienso que tienen que pedir permiso al Vaticano.
—Huh —le contesté sin decir nada—. No sabía eso. APB no ha resultado nada de Ramón, por cierto, no es que yo lo esperase. La comadreja, evidentemente, ha ido bajo la tierra. Iré por el club de Andre después, y ver si ha oído algo.
—Oh —fue la respuesta sucinta de Harry.
Harry se quedó en silencio y yo me mordí el labio, debatiendo conmigo mismo antes de expresar la pregunta que estaba jugando en mi mente —¿Estás en realidad bien? 
—Ya me preguntaste eso.
—Bueno, sí, y tu respuesta fue vaga. No pareces tú mismo. ¿Hay algo que te molesta, con excepción de la cabeza quiero decir? —Ya estaba presionándolo otra vez, pero no podía evitarlo. Harry no estaba actuando como él. Estaba más silencioso que de costumbre —sus respuestas a mis preguntas parecían casi cautelosas.
Suspiró. —¿Estás haciendo algo esta noche?
—No, ¿por qué?
—¿Puedes venir y darte una vuelta?
La sola idea de ver a Harry causó un revoloteo en mi estómago, pero traté de mantener lejos la emoción de mi voz. —Depende. ¿Me vas a dar de comer?
Casi podía oír la sonrisa en la voz de Harry cuando respondió. —Cualquier cosa que quieras, Louis.
Estuve tentado de decirle que no hiciera promesas que no podía cumplir porque lo que yo quería de él era mucho más de lo que él estaba dispuesto a dar. En lugar de eso, dije simplemente: —Pasta, y no te olvides del chile.
—Hecho. ¿Nos vemos a las ocho?
—Estaré allí.
Colgué el teléfono con una sonrisa de comemierda en mis labios, pero muy pronto se desvaneció. Lo que realmente quería preguntar era la pregunta que me había estado comiendo desde que nos habíamos escapado de la bodega: “¿Estamos bien?” Sabía que la cabeza de Harry sanaría, pero estaba seguro de que algo más que eso le estaba molestando. A  menudo  bromeaba  e  intercambiábamos  insultos uno  al otro, pero en el bar la noche anterior, nuestra relación fácil se había sentido casi forzada. Mi mayor preocupación era que Harry se hubiera dado cuenta de lo que sentía por él y ese hecho lo hiciera sentir muy incómodo para estar cerca de mí. Suspiré y pasé una mano por mi cabello. No tenía sentido preocuparme por ello. Sólo tenía que esperar y ver cómo estaba actuando durante la cena.
Me puse el teléfono celular en el bolsillo de atrás y me fui por la ciudad para encontrarme con la señora Mulroney. Miré el reloj en el tablero. Sólo eran las doce y media. Tal vez a  Harry no  le  importaría  si  cayera  más  temprano.  A  él nunca le había importado antes.
Antes de dejar el hospital, llamé a la señora Mulroney para informarle que iría a visitarla para hacerle algunas preguntas. La casa que había compartido con su marido era una de cuatro pisos, una casa de piedra rojiza en el Upper West Side. Estaba en una calle agradable y parecía ser un lugar que bien podría valer unos seis mil. Mientras subía los escalones de la puerta de color negro brillante, tenía que preguntarme  cómo  un  sacerdote  católico  podía  permitirse este lugar. O yo estaba en la profesión equivocada o los negocios del Padre Mulroney con Ramón habían demostrado ser muy lucrativos. Podría ser que su familia tuviera dinero, supuse, pero mi carrera en  la policía de  Nueva York me había enseñado a desconfiar de todo el mundo hasta que demostraran ser dignos de confianza. Y eso incluía a los sacerdotes muertos que podrían —o no— haber estado en el negocio con el cártel de drogas local. A pesar de que no era particularmente religioso, una parte de mí se sentía culpable por sospechar que un sacerdote cometiera algún delito penal. Me enseñaron a creer en la santidad de la Iglesia, pero creía que los sacerdotes eran sólo humanos. Y si las denuncias de abusos sexuales que se habían vertido en contra del clero en los últimos cuarenta años me habían enseñado algo, era que los sacerdotes eran tan capaces de cometer delitos como cualquier otro hombre. Pulsé el timbre y esperé una respuesta.
Después de esperar sólo un momento, la cabeza de una mujer de ojos azules de unos veinticinco años abrió la puerta. Vestía impecablemente. Un vestido negro, que le llegaba a la rodilla se aferraba a sus suaves curvas. Sólo llevaba una cadena delicada de lo que debían haber sido perlas de agua dulce.
—Hola. ¿Puedo ayudarte? —me preguntó cortésmente. 
Saqué mi tarjeta de identificación y se la mostré a ella. —Detective Tomlinson. ¿Sería posible hablar con la señora Mulroney? Tengo que hacerle un par de preguntas. Ella me está esperando.
La joven bajó la mirada y asintió con la cabeza, haciéndose a un lado para permitirme la entrada. —Ella está en la sala de estar. Yo te llevaré con ella.«¿Sala de estar?» La expresión me tiró, me hizo sentir como  si  acabara  de  leer  las  páginas  de  una  novela  de Sherlock Holmes. La seguí a través del gran hall de entrada, deteniéndome a observar la grandeza de los alrededores. La escalera, los marcos de las puertas y el revestimiento eran de madera de caoba y si el suelo de parquet no era original, estaba muy, muy cerca de serlo. Era evidente la cantidad sustancial de dinero que había entrado en la restauración de la propiedad. La mujer se deslizó a través de una puerta a la derecha de la escalera que daba a una habitación aún más grande.
La “sala de estar” tenía una decoración un poco más moderna. Una chimenea de leña se establecía centrada en la pared junto a las ventanas. El mismo suelo de parquet fluía a través de la sala, unificando los dos espacios. Los techos parecían todavía más altos en esta sala. Un piano brillante, negro, tomaba el lugar de honor frente a la ventana y junto a él estaba colocada una silla de cuero color crema. Una mujer de mediana edad con canas en su pelo rubio estaba sentada en ella. Tenía la espalda erguida y sus piernas cruzadas en los tobillos. Estaba mirando por la ventana, de espaldas a la habitación, pero cuando entramos ella se volvió hacia nosotros.
—Mamá, este es el Detective Tomlinson. Él está aquí para hacerte algunas preguntas —dijo la joven. Ah, por lo que la joven era hija del Padre Mulroney.
La señora Mulroney asintió con la cabeza. Ella usó un pañuelo blanco de algodón para limpiarse sus ojos antes de meterlo en la manga de su suéter negro. Sin descruzar las piernas se puso de pie lentamente. Ella respiró mucho antes de que finalmente levantara la cabeza para mirarme a los ojos. Cruzó la habitación con pasos gráciles y elegantes y estrechó mi mano con firmeza, el fantasma de una sonrisa se dibujó en sus labios finos.
—Detective Tomlinson. Soy Elizabeth Mulroney y esta es mi hija Clara.
Asentí con la cabeza a cada mujer a su vez. —Lamento mucho su pérdida. Entiendo que esto debe ser un momento difícil para ambas, pero ¿le importaría si le hago algunas preguntas sobre su marido, señora Mulroney?
—Por supuesto que no, detective. Clara, ¿te importaría hacernos un poco de té?
Clara asintió con la cabeza y luego salió de la habitación. Me decepcionó que la señora Mulroney no me hubiera ofrecido una opción debido a que la suciedad en el hospital que se hacía pasar por café no se había acercado a abastecer mi dosis diaria de cafeína. Pensé que probablemente sería demasiado grosero si pedía café, por lo que me quedé en silencio. Tenía algunas preguntas difíciles acerca de los asuntos de su marido y no quería mover el bote. Iría a Starbucks tan pronto como me fuese.
—Detective, por favor, tome asiento. —La señora Mulroney hizo una seña a un sofá grande, de cuero color crema que hacía juego con la silla, cerca del piano. Era, como todo en la habitación, virgen, y aunque me puse un par de pantalones limpios por la mañana, me preocupaba si lo ensuciaría  al  sentarme  en  él.  Sin  embargo,  las  únicas opciones  de  otros  asientos  eran  un  reposapiés  de  gran tamaño que hacía juego con el sofá, la silla y el taburete del piano. Me encaramé incómodamente en el borde del sofá y esperé a que la señora Mulroney asumiera su posición original en la silla.
—Entonces, ¿qué es lo que le gustaría preguntarme, Detective Tomlinson?
Bueno, al menos ella era directa. Me salvó un infierno entero de mucho tiempo. Y dudaba de que ella estuviera de humor para charlar de todos modos.
—Señora Mulroney, ¿Conoce a Niguel y Patricio Valdez?
Ella frunció el ceño. —He oído hablar de ellos.
—¿Cómo?
Su rostro se transformó con una expresión aún más confusa a continuación. —Detective, todos los canales de noticias en el país están con su próximo juicio.
 —¿Qué pasa con Ramón Torres?
La señora Mulroney esperó un segundo antes de responder. Sus ojos se movieron de lado a lado hasta que finalmente levantó la vista para encontrarse con los míos. Llevaba un collar idéntico de perlas como su hija y lo acarició nerviosamente. —No estoy segura —ella lo cubrió.
—¿Su esposo nunca lo mencionó?
—No lo creo.
—¿Qué sabe acerca de los intereses empresariales de su marido?
—¿Sus intereses empresariales? Detective, mi marido es un, era —corrigió— un sacerdote. No estoy segura de entender lo que está insinuando.
—No quiero decir nada —dije con calma—. Sólo estoy haciendo unas cuantas preguntas. Por lo tanto, ¿su marido nunca le mencionó conocer a Ramón Torres o a los hermanos Valdez?
Ella  soltó  un  bufido.  —Mi  marido  no  estaba  en términos amistosos con los traficantes de drogas conocidos, detective, y le aseguro que yo hubiera sabido si los hombres estaban en la congregación de mi esposo.
—¿Conoce  las  circunstancias  de  la  muerte  de  su esposo, señora Mulroney?
Ella tragó saliva de forma visible y su voz era temblorosa cuando respondió. —El oficial de policía que vino aquí me dijo que recibió un disparo en el pecho.
—¿Y? —solicité.
 —Él no me dio mucha información, sólo dijo que había recibido un disparo en la calle por un delincuente de baja vida.
Parcialmente cierto, supongo, pero no dio más detalles sobre las circunstancias. Asentí con la cabeza en su lugar y la evalué. Lo que ella decía no se creía muy verosímil. ¿Acaso no había preguntado nada acerca de la desaparición de su marido, no quería saber más? Si yo acabara de recibir la noticia de que mi marido había sido asesinado, estoy absolutamente seguro de que movería el cielo y el infierno para averiguar qué le había ocurrido y quién era el responsable. ¿No le importaba? Había sido llamada a la morgue para identificar el cuerpo de su marido, temprano en la mañana después de que la oficina del Médico Forense lo había identificado, pero ella no había reportado su desaparición la noche anterior. ¿Por qué no?
—¿Tenía su esposo la costumbre de quedarse fuera de la casa durante la noche, señora Mulroney?
Su rostro se volvió de un tono feroz de rojo y apretó las perlas con tanta fuerza que me sorprendió que no las aplastase.
—¿Qu… qué quieres decir? —tartamudeó.
—Su esposo fue asesinado ayer por la tarde, señora. ¿No se dio cuenta de que no había vuelto a casa anoche?
Ella bajó la cabeza, sacó su pañuelo, se secó los ojos y luego se sonó la nariz. —Mi esposo y yo no...
Sus palabras fueron cortadas cuando su hija regresó a la habitación llevando una bandeja. El momento no podría haber sido peor. La señora Mulroney parecía recomponerse, mientras  que  Clara  colocaba  el  té  abajo  sobre  las  mesas laterales. No hice caso de su hija mientras ella trabajaba y mantuve los ojos en la señora Mulroney. Enderezó los hombros  y  una  expresión  pétrea,  casi  cerrada,  cubrió  su rostro como un velo.
—¿Quieres otra cosa, mamá?—preguntó Clara. Fruncí el ceño, mi mirada por último fue a la deriva de la hija a la señora Mulroney. Ella sin duda estaba manejando la noticia de la muerte de su padre muy bien. Mejor que su madre, incluso. Y ella sólo se había enterado de eso hacía unas pocas horas atrás. No podía entender por qué no estaba más molesta.  ¿Shock,  tal  vez?  Eso  no  se  sentía  bien.  Había tratado con familias en las garras de shock antes, pero esto era diferente. Algo estaba pasando. Parecía casi indiferente.
—Nada más, muchas gracias, querida —respondió la señora Mulroney sin problemas. Clara asintió con la cabeza y salió de la habitación sin decir ninguna palabra.
—Su hija parece estar sobrellevando bien la situación —comenté mientras tomaba una taza té.
—¿Qué se supone que significa eso? —la señora Mulroney preguntó con brusquedad.
Me encogí de hombros y levanté la taza a mis labios. El té estaba amargo, pero Clara no había traído nada de leche o azúcar. Tomé un trago. Mierda. Supongo que no habría necesidad de leche o azúcar porque no bebería esto. ¿Era una especie de mierda a base de hierbas? ¿Manzanilla, tal vez? Suspiré y coloqué la taza en el platillo.
—Quise decir exactamente lo que dije —le contesté a la señora Mulroney, finalmente—. Su hija lo está tomando bastante bien teniendo en cuenta que sólo se enteró de la muerte de su padre hace unas horas.
—Sí,  bueno,  nuestra  familia  es  fuerte,  ¿y  quiénes somos nosotros para cuestionar la voluntad de Dios?
No hice caso del último comentario. —¿Era su hija cercana a su padre?
—Por supuesto. ¿Qué quiere decir con eso? ¿Por qué no iba a serlo?
—Usted dígamelo.
—Se llevaban muy bien. Detective Tomlinson, no llego a ver que algo de esto tenga que ver con la muerte de mi marido.
Había aprendido a leer a la gente bastante bien desde que me uní a la fuerza. Era un magnífico policía antes de recibir mi tarjeta de identificación policial, hice una gran cantidad de arrestos. Mi instinto no siempre daba en el clavo pero, en este caso, mi instinto me decía que la señora Mulroney estaba mintiendo. El desprendimiento de Clara había despertado mi curiosidad. Si ella no estaba molesta por el asesinato de su padre, pues, eso iba en el sentido de mostrar qué tipo de relación habían tenido. ¿Por qué no se habían llevado bien? ¿A Clara le disgustaba su padre? ¿Era estricto  y  autoritario?  ¿La  molestaba  de  alguna  manera? ¿Habría descubierto algo de él que no le gustaba? Las respuestas a estas preguntas me podrían dar una visión más clara del tipo de hombre que había sido el Padre Mulroney. Y esa información era vital en este caso.
Necesitaba saber si el Padre Mulroney era el tipo de hombre que voluntariamente hubiera iniciado una relación de trabajo con los traficantes de drogas. No hice caso del último comentario de la señora Mulroney y decidí volver a examinar nuestra conversación anterior antes de que nos interrumpieran.
—Por lo tanto, señora Mulroney, ¿puede decirme por qué no reportó a su esposo como desaparecido cuando no regresó a casa anoche?
La señora Mulroney se me quedó mirando un instante antes de contestar. —Eso es personal —dijo al fin.
La fulminé con la mirada. —Su marido fue asesinado ayer y su muerte está bajo investigación. No hay nada personal aquí. Siempre puede acompañarme a la estación para responder a estas preguntas.
—Y él fue asesinado por un punk de la calle —dijo ella con frialdad—. ¿Soy sospechosa de algo, detective?«Sí».
—No, señora. ¿Pero no quiere que el asesino de su marido sea ajusticiado? Yo habría pensado que, dadas las circunstancias, le gustaría hacer todo lo que estuviera en su poder para ver que eso pasara. Y ayudarnos con nuestra investigación hará que todo sea más fácil. Ahora, ¿le importaría decirme por qué no reportó a su marido como desaparecido?
Ella suspiró y desvió la mirada. —Mi marido tenía una aventura —dijo en voz baja, rápidamente color inundó sus mejillas—. Supuse que estaba con ella. «Mierda». ¿Ahora el sacerdote estaba teniendo una aventura? Este  caso  empeoraba  en  cada  jodido  momento. 
—Ya  veo  —le  contesté  lentamente—.  ¿Sabe  quién  estaba teniendo una aventura con él?
Ella se mordió el labio inferior y asintió con la cabeza. —Sí. Una mujer de la congregación de mi esposo.
—¿Su nombre? —presioné.
—Mary. Su nombre es Mary Hamilton. 
Coloqué la taza y el plato sobre la mesa de al lado, saqué una pequeña libreta y un bolígrafo del bolsillo interior y garabateé el nombre. —¿Sabe cómo puedo ponerme en contacto con ella?
—Sí —dijo en torno a un suspiro—. Ella es... una amiga. O… lo era.
Traté de no dejar que la sorpresa en mi cara se mostrara,  pero  no  sé  si  logré  conseguirlo.  ¿Tenían  las mujeres en estos círculos el hábito de compartir a sus maridos? —¿Podría darme su número, por favor, señora?
Sin moverse, la señora Mulroney recitó el número. Lo copié abajo junto al nombre de la mujer y luego asentí con la cabeza. —¿Desde hace cuánto tiempo tenían el affaire?
—No lo sé exactamente. Cerca de nueve meses. Podría ser más tiempo.
—¿Cómo se enteró del affaire?
Suspiró. —Mary vino a verme hace unos seis meses y los dejé a ella y a mi marido a solas mientras yo fui a la cocina  para  buscar  unas  bebidas.  Cuando  regresé,  los escuché hablar desde detrás de la puerta. La conversación era álgida, por lo que escuché. Estaban hablando sobre el asunto, con toda franqueza. Mary estaba preguntándole cuándo iban a verse otra vez y mi marido le dijo que era difícil para él salir de la casa. No dije nada en ese momento, ni siquiera estaba segura si le iba a decir algo en absoluto, no estoy segura por qué. Supongo que esperaba que siguiera su curso. Pero entonces mi esposo y yo tuvimos una discusión un día y me enfrenté a él al respecto —no podía soportarlo más. Él me lo contó todo.
—¿Y no dejó de verla? —No estaba seguro de si la información tenía alguna relación con el caso, pero tenía curiosidad por saber la respuesta.
La señora Mulroney negó con la cabeza. —No. Hablamos de separarnos al principio, pero mi marido me aseguró que todo había terminado, que ya había dejado de verla. Sugirió ir a ver a un consejero para hablar de nuestros problemas. —Ella soltó un bufido—. Hasta que este asunto surgió, no creí que tuviéramos problemas, pero estuve de acuerdo. E incluso después de todo lo que había sucedido, le creí cuando dijo que nunca volvería a verla. Oh, él tenía sus defectos, y sabía que él había estado engañándome, pero nunca pensé que era un mentiroso sin remedio. Al final resultó que no lo conocía tan bien como pensaba. Unos tres meses más tarde los atrapé hablando juntos después de uno de los sermones de mi marido. Estaba claro que aún estaban viéndose.
—¿Ella no está casada? —le pregunté.
—Sí, pero su esposo, Mike, trabaja lejos la mayor parte del tiempo.
—¿Qué hace?
—Él es dueño de una empresa de transportes. Pasa mucho tiempo en México. «¿Transporte? ¿México?» Casi me atraganté con la sorpresa. Mentalmente, traté de conectar los puntos. ¿Podría ser posible que sólo hubiera conseguido un golpe de suerte en este maldito caso? Harry y yo habíamos estado tratando de averiguar  cómo  los  hermanos  Valdez  traían  su  cocaína. ¿Podrían estar usando la empresa de transporte del señor Hamilton? ¿Es así como el Padre Mulroney se había enredado  en  el  lío?  Tal  vez  él  había  estado  tratando  de proteger a Mary. Pero ¿qué pasaba con el rabino? ¿Cómo encajaba en todo el asunto?
La señora. Mulroney miró su reloj. —Me temo que tengo una reunión en breve con el director de la funeraria —dijo. Tomé la indirecta y asentí con la cabeza.
—Creo  que  tengo  todo  lo  que  necesito  por  ahora, señora Mulroney —dije lentamente y me puse de pie—. Pero si tengo más preguntas…
—¿En qué estaba mi marido involucrado? —Interrumpió  ella  en  voz  baja—.  Tengo  que  saber.  Sus preguntas...
Pasé la mano por encima de mi mandíbula mientras pensaba en cómo responder. —No lo sé todavía —le contesté, decidiendo que la honestidad era la mejor política—. Pero tan pronto como lo sepa, se lo haré saber.
—Gracias, detective.
La  señora  Mulroney  se  quedó  sentada  cuando  me dirigí hacia el vestíbulo. Clara salió de una puerta que sólo pude asumir llevaba a la cocina y pasó junto a mí para enseñarme el camino de salida. Ella programó su aparición a la perfección y me preguntaba si había estado escuchando la conversación desde el exterior de la puerta.
—Clara, ¿te importa si te hago un par de preguntas acerca de tu padre antes de que me vaya? —le pregunté con educación.
Ella dudó un momento y luego respondió: —Por supuesto que no.
 —¿Por casualidad notaste algo diferente acerca de tu padre recientemente? ¿Estaba actuando raro, lo que tal vez hablara de algo que lo preocupaba?
Clara se quedó callada por un momento. Ahora que podía echarle un vistazo de cerca, se veía cansada, tal vez incluso un poco triste, pero estaba muy lejos de la emoción profunda  y   agonizante  que   esperarías  de   alguien  que acababa  de  perder  a  un  padre.  Ella  frunció  los  labios mientras pensaba, con las cejas dibujadas muy ligeramente juntas. —No hay nada que se me ocurra. ¿Tiene esto que ver con el asesinato de mi padre? Había pensado que fue accidentalmente... quiero decir, que se encontraba en el lugar equivocado   en   el   momento   equivocado.   Asesinado   por sicarios.
—No estamos del todo seguros acerca de las circunstancias del asesinato de tu padre —le contesté—. Eso es lo que estamos tratando de averiguar. Si te acuerdas de algo que pienses puede ser de relevancia, ¿me llamarás?
—Por supuesto.
Metí  la  mano  en  el  bolsillo  de  mi  chaqueta  y  le entregué una tarjeta de visita con mi número de celular. —No importa cuán pequeño o poco importante pienses que pueda ser.
Ella tomó la tarjeta y le echó un vistazo antes de pasar junto a mí para abrir la puerta. Justo antes de que ella llegara a abrirla, el timbre sonó, sobresaltando a los dos. Clara me miró antes de abrir la puerta, y yo gemí en voz alta cuando vi a los dos agentes especiales de pie en la puerta.
—¿Qué infiernos están haciendo aquí? —les pregunté con los dientes apretados.
Ambos me ignoraron. Uno de los agentes, una mujer, mostró su tarjeta de identificación a Clara con una sonrisa con los labios apretados.
—Soy el agente especial Karen Leigh y este es mi compañero el agente especial Richard Connolly de la Oficina Federal de Investigaciones de Nueva York. ¿Podemos hablar con la señora Elizabeth Mulroney, por favor?
Las cejas de Clara se levantaron por la sorpresa, pero ella se hizo a un lado para permitir que los agentes entraran. Karen  Leigh  era  un  gran  dolor  en  mi  culo.  Era  de  mi estatura con un cuerpo atlético y un temperamento como el de un pit bull. Su presencia sin duda disparó mi interés. ¿Qué demonios estaban haciendo los federales hurgando en este caso? Ellos no habían participado en él hasta la fecha.
Leigh volvió su mirada helada sobre mí. —Nosotros dirigimos ahora esta investigación, detective. Le sugiero que nos dé cualquier información que pueda tener que sea relevante para nuestro caso. Nosotros lo tomaremos desde aquí.
El infierno que los dejaría. Me crucé con Leigh y su pareja Connolly en casos anteriores. Y la última vez habían intentado sacarme de mi propio caso, también. No había dejado que sucediera, y que me condenen si dejaba que lo hicieran en esta ocasión.
—¿Bajo la autoridad de quién? —le pregunté. Loco en realidad, yo era muy consciente de que tenía la autoridad o podría conseguirla, pero no había manera de que humildemente entregara un caso en el que me había estado rompiendo el culo en el último año. Podrían joderse.
Leigh abrió la boca para responder, pero su compañero levantó la mano para hacerla callar. Miró a Clara y luego a mí. —Este no es el momento para discutir esto —dijo razonablemente—. Detective, el Capitán Donahue sabe todo acerca de nuestra presencia. Tal vez debería hablar con él. Sugiero que nos reunamos más adelante para comparar notas.
Tenía  que  admitirlo,  me  gustaba  Connolly.  En  las pocas  ocasiones  en  que  nos  encontramos  en  el  pasado, siempre había sido amigable y, a menudo, la única persona que no permitía que Leigh y yo nos matásemos uno al otro.
Leigh frunció el ceño, pero no dijo nada. Asentí con la cabeza bruscamente y pasé junto a ellos. Yo hervía, apenas capaz de mantener una tapa sobre mi enojo. —Conocen mi número —gruñí.
Le di las gracias a Clara y salí a la fría tarde de invierno de Nueva York. Como trabajaba en Narcóticos, técnicamente no tenía nada que ver con la investigación del asesinato del Padre Mulroney, pero estaba indisolublemente ligado a mi caso de narcóticos y tenía que encontrar la conexión.
Bajé  las  escaleras  de  la  entrada  hacia  la  acera, echando humo y maldiciendo todo el camino de vuelta a mi coche. Eran boludeces, puras y simples. Si esperaban que yo jugase limpio en esto, podrían dar un salto corriendo por un muelle corto. Me debatí en llamar a Donahue, aunque no creía que agradeciera que le gritara obscenidades durante diez minutos por lo que me abstuve, pero mis dedos estaban con ganas de recoger mi celular para que pudiera rabiar a alguien que pudiera entender. Llamé a Harry. Ni siquiera esperé su saludo cuando tomó la llamada.
—¿Puedes creer esta jodida mierda? —despotriqué—. ¡Jodidos  federales! Ellos nos están arrebatando este  caso, ¿me oyes? Hemos trabajado nuestros culos en esto durante más de un año de mierda y ellos piensan que pueden simplemente bailar y...
—Uh, ¿Louis?
—...sacarnos lo que tanto trabajo nos costó. Como el infierno que vaya a...
—Louis.
—...dejarles esto en bandeja de jodida plata, vamos...
—¡Louis! —Harry gritó.
Me callé, de forma rápida. —¿Qué?
—Será  mejor  que  vayas  a  la  estación.  Yo  ya  estoy yendo para allí.
—Pensé que te habías tomando el día libre.
—Sí, bueno, eso era antes.
—¿Antes de qué? ¿Qué pasa?
—Tony Reyes está muerto.
Una bocina tocó en el camino detrás de mí y yo salté y maldije al celular, manteniéndolo más apretado contra mi oído. —Dilo de nuevo.
Harry soltó un largo suspiro. —Dieron con él, Louis. Dieron con Reyes. Lo mataron y al policía que lo vigilaba.
Me resistí a la tentación de tomar mi frustración sobre Harry y di patadas a la acera en su lugar. Dolía. —Nos vemos en la estación —le dije antes de colgar.

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Mensaje por Invitado Miér 16 Abr 2014, 2:57 am

Ese caso esta muy complicado y enredado. Estan jodidos con eso. 
Y ahora mas.
Y para colmo esto ultimo les arruino los planes de la cena :( we
Seguila pronto por favor, bye!
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Mafiosos y Milagros. (Larry Stylinson) - Página 2 Empty Re: Mafiosos y Milagros. (Larry Stylinson)

Mensaje por Invitado Lun 21 Abr 2014, 10:55 pm

Debby escribió:Ese caso esta muy complicado y enredado. Estan jodidos con eso. 
Y ahora mas.
Y para colmo esto ultimo les arruino los planes de la cena :( we
Seguila pronto por favor, bye!
Todo se complica y eso hace las cosas mejores:))
La sigo
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Mafiosos y Milagros. (Larry Stylinson) - Página 2 Empty Capitulo 4.

Mensaje por Invitado Lun 21 Abr 2014, 10:56 pm

—¿Cómo jodidos dieron con él? —pregunté a modo de saludo después de irrumpir en la oficina de Donahue sin ser invitado.
Harry ya estaba allí. Estaba sentado frente al escritorio del capitán y se veía bien. Bueno, está bien —se veía como la mierda, pero Harry podría tener un brazo y una pierna menos, y estar cubierto de ampollas y todavía se vería bien para mí… tal vez. Había un hombre trajeado en la silla junto a él, una pierna del pantalón caro a rayas cruzada sobre la otra. Otro hombre estaba a un lado, una expresión en blanco en su cara aburrida como lavaplatos. Yo los miraba con bastante recelo.
—¿Quién jodidos son estos?
Los labios del Capitán Donahue se torcieron y me miró con  el  ceño  fruncido.  —Los  agentes  especiales  Miller  y Bourne —dijo, asintiendo con la cabeza a cada uno de los agentes a su vez—. Este es el encantador detective del que les hablé. Louis Tomlinson.
Cada   uno   de   ellos   lanzó   una   mirada   rápida   y superficial por encima de mí antes de volver a Donahue. Ninguno habló.
El  agente  Miller  se  inclinó  casualmente  contra  la pared, agarrando una carpeta de manila como si contuviera los secretos del universo. Tenía endeble cabello rubio, muy corto,  y  una  cara  cuadrada.  Sus  labios  gruesos  estaban  apretados. El agente sentado al lado de Harry —Bourne— era un poco más interesante. Tenía el pelo marrón oscuro con vivos ojos azules del color de zafiros, con líneas de arrugas por la risa alrededor de los bordes. Era atractivo, pero su rostro era tan serio como el de su pareja, totalmente centrado.
—Y justo cuando pensaba que el día no podía ser en sí peor  —murmuré,  cruzando  la  habitación  y  tomando  el asiento vacío al otro lado de Harry. Me pregunté por qué Tweedledum no se había sentado en ella. Tal vez pensó que tendría una posición de mayor autoridad de pie—. ¿Qué diablos pasa con todos estos federales? Acabo de tener un encuentro con Leigh y Connolly.
—Apuesto que lo amaste —dijo Harry con seriedad.
—Lo mejor de mi día.
Harry sacudió la cabeza, una sonrisa irónica en los labios. —Tienes que salir más.
Aspiré con fuerza y cuando los ojos de Harry se encontraron con los míos, no podía contener la sonrisa que había estado amenazando con salir. Se extendió lentamente a través de mi cara. Los ojos de Harry brillaron cuando me miró y luego su boca se elevó en las esquinas para reflejar la mía. Dios, amaba ver esa sonrisa.
—Bien, si ustedes dos han terminado con el doble acto, podemos conseguir poner en marcha este espectáculo —dijo Donahue—.  En  respuesta  a  tu  pregunta,  creemos  que sabemos cómo llegaron a Reyes. ¿Agente Miller...?
El tipo que se veía aburrido y seguía en pie se aclaró la garganta y nos miró a Harry y a mí a la vez, como si estuviera cerciorándose de que tenía toda nuestra atención antes de hablar. Rodé los ojos. Sería justo decir que no me gustaban los federales. Sabía que ellos estaban haciendo su trabajo, como yo, pero me molestaba la forma en que eran capaces de dar un paseo después de todo el trabajo duro que ya estaba hecho y asumir el control, llevándose el crédito por la resolución de un caso que apenas habían tocado. No tenían ninguna vergüenza en ello, tampoco.
—Señores, aprecio lo ocupados que están, así que voy a intentar ser breve. —Su voz era baja y monótona y casi tan aburrida como el traje gris que llevaba con orgullo—. Hemos recibido información de que hay una fuga en alguna parte en este departamento. Tenemos sospechas sobre quién podría ser y yo…
—¡De ninguna manera! —solté, mirando a Donahue para que me respaldara.
Él frunció el ceño hacia mí. —Sólo escucha al hombre, Louis.
—¿Qué? ¿No crees esta mierda, verdad?
Donahue frunció los labios y sus cejas se arrugaron juntas concentrándose como si estuviera discutiendo internamente lo que iba a decirme. Suspiró profundamente antes de hablar. —He sospechado esto desde hace algún tiempo —dijo en voz baja.
Mi boca se abrió con sorpresa y miré a Harry para medir su reacción. Parecía tan sorprendido por la noticia como yo.
 —¿Una fuga? ¿Aquí? —Preguntó Harry, sus cejas reflejando las de Donahue—. ¿Estás seguro de eso?
Me volví hacia Donahue y fruncí el ceño. —¿No crees que nosotros…?
—Sigue la pista, Tomlinson —interrumpió el capitán—. ¿Crees que estaría diciéndoles acerca de esto si sospechara que uno de ustedes dos podría estar involucrado?
Me relajé un poco. Era un alivio que Donahue no pensara que Harry o yo mismo pudiéramos estar involucrados, pero odiaba que alguien con el que trabajaba pudiera estar en los bolsillos de los hermanos Valdez. El trabajo era bastante difícil sin un jodido idiota que lo hiciera más difícil. Comencé a enojarme, pero traté de mantener a raya mis emociones que burbujeaban.
—Muy bien —reconocí—. ¿Quién es?
El capitán miró a Miller, quien se limitó a asentir. —No lo sabemos con certeza.
—¿Pero? —solicité.
Bourne se inclinó hacia delante en su asiento y se encontró con mi mirada. —Nuestra fuente nos dice que Vaughn Jenkins es una de las fugas.
Me encogí de hombros ante la mención del nombre de Jenkins —él era un idiota, así que no me sorprendía—, pero luego el resto de lo que Bourne dijo empezó a hundirse en mi.
—¿Una de las fugas? —Le pregunté mirando de él a Donahue— ¿Crees que hay más de una persona implicada?
El Capitán Donahue asintió con la cabeza. —Un informante dijo a los agentes que Ramón Sánchez había estado hablando específicamente de dos detectives de aquí. Él sólo sabía el nombre de Jenkins. Ahora, no lo sabemos a ciencia cierta, pero tiene sentido que Anderson esté involucrado también.
—No.   —Negué   con   la   cabeza   firmemente—.   De ninguna maldita manera. Puedo creer que Jenkins esté implicado, pero ¿Tyson Anderson? ¡Infiernos, no! Es tan recto como ustedes.
—Ellos son pareja —señaló Donahue al tiempo.
Lo fulminé con la mirada. —Entonces ¿qué jodidos significa eso? Soy gay, Harry es mi pareja. ¿Eso lo hace gay por asociación?
Me volví para ver lo que Harry pensaba de este desarrollo, pero ni siquiera se encontró con mi mirada.
—Jesús, Louis, sé razonable. Difícilmente se pueden comparar las dos cosas —dijo el capitán—. Tiene sentido. Sería demasiado difícil para Jenkins moverse sin que su pareja sospechara que algo estaba pasando. Y como el informante dijo que hay dos hombres involucrados...
El agente especial Miller se apartó de la pared. —Hemos hecho algunas comprobaciones en las finanzas del señor Anderson, y parece que está en un buen montón de deudas. Ciertamente tiene la motivación.
Lanzó un archivo sobre la mesa delante de mí. Lo agarré y hojeé el contenido, pero ya sabía lo que iba a decir. Tyson era un libro abierto. Todo el mundo y su perro sabían cuánto dinero había pedido prestado para dar a su hija la boda de ensueño que quería hace seis meses y se esforzaba por  cumplir  con  los  pagos  de  su  hipoteca.  Pero  los  que estaban cerca de él, como yo y Harry, sabíamos que él había estado   trabajando   de   noche   para   pagar por   ello.   En seguridad en su mayoría. Estaba a cargo de las puertas de algunos de los clubes a los que yo solía ir y sabía que él trabajaba en la construcción en sus días libres también. Sí, está bien, tenía la motivación, pero eso no significaba nada. Tyson era un trabajador. Había sido criado bien y no podía creer ni por un segundo que fuera a estar involucrado en algo como esto.
Tiré el archivo de nuevo en el escritorio rodando mis ojos. —No es él —le dije a Donahue, evitando las miradas penetrantes de los dos agentes federales.
—Tengo  que  decir  que  estoy  de  acuerdo  con  Louis —dijo Harry—. Jenkins, seguro, pero Tyson no se involucraría en esta mierda.
El capitán suspiró y pasó una mano por su cara. —Lo siento, pero tenemos que seguir esta pista. Espero que nos estemos equivocando acerca de Tyson, también, pero hasta que no lo sepamos a ciencia cierta, no podemos darnos el lujo de correr ningún riesgo. Voy a llamar a Asuntos Internos. Ellos necesitan saber acerca de esto pronto.
Genial, justo lo que necesitábamos era que Asuntos internos estuviera mirando sobre nuestros hombros, observando cada maldito movimiento que hicimos.
—¿Qué tiene todo esto que ver con nosotros? —Harry preguntó.
—Ustedes van a ayudarnos a atraparlos con las manos en la masa —dijo Miller—. Si están a la altura.
Me resistí a la tentación de salir de mi silla y darle un par de puñetazos, a duras penas. Me volví hacia Donahue. —No hablas en serio acerca de esto, ¿no? ¿Qué pasa con los hermanos Valdez y Ramón? Uh, ¿y Diego? ¿El sacerdote y el rabino? ¿Ahora ustedes quieren que nosotros perdamos el tiempo tras Tyson y Anderson? ¡Esto es una mierda! ¿Saben lo  que  encontrarán  en  Tyson?  Nada,  porque  incluso  si Jenkins está participando, Tyson nunca se rebajaría al nivel de su compañero.
—Esperemos que sea así —dijo Donahue—. Sin embargo, hasta nuevo aviso, ambos van a estar ayudando a Miller y Bourne con su investigación. Hay un montón de horas  en  el  día,  Tomlinson.  Realizar  varias  tareas…  ¿te suena?
_______________
—Louis,  tómalo  con  calma,  ¿quieres?  —Harry  se aferró a mi brazo y trató de encontrarse con mi mirada. Lo ignoré.
Me tomé el resto de mi pinta y luego golpeé el vaso vacío sobre la mesa. No podía recordar la última vez que había estado tan jodidamente enojado con todo el maldito mundo. Bueno, tal vez cuando los hombres de Ramón me secuestraron, pero eso era diferente. Era natural sentir que querías matar a alguien en un radio de cincuenta millas cuando fuiste atado a una silla a la espera de que la mano derecha de un mafioso volviera a la habitación y te pegara un tiro.  Sin  embargo,  deberías  ser  capaz  de  confiar  en  tus propios malditos compañeros de trabajo, especialmente cuando tu vida estaba muy a menudo en sus manos. Debes ser capaz de confiar en tu capitán, para el caso, y no que sea un hijo de puta astuto. ¿A qué demonios estaba jugando?
 —¡Él no puede jodidamente hacernos esto! —Echaba chispas—. ¿Qué, piensa que no tenemos suficiente mierda en el plato ya? ¿Por qué nosotros? Hay un montón de otros detectives en el departamento para hacer el trabajo sucio por él.
Harry suspiró. —Él es el capitán. Puede hacer lo que jodidamente le guste y obviamente nos pidió hacer este trabajo porque confía en nosotros, a pesar de que tú eres siempre un gran dolor en el culo.
—¡Un año! Hemos estado investigando a Patricio y Niguel  por   un   maldito   año,   y   estamos   tan   cerca   de atraparlos. —Sostuve mi pulgar y el índice juntos frente a los ojos de  Harry para  dar  énfasis—. ¿Qué pasa  con Diego? ¿Qué pasa con Ramón? ¿Qué pasa con el maldito sacerdote y el rabino?
Harry hizo una mueca. —Vas a ir directo al infierno por eso.
Rodé  los  ojos. —Estamos  investigando  un  asesinato aquí.
—Uh, no me gusta recordarte esto, pero trabajamos en Narcóticos, no en Homicidio.
—¿De qué lado estás?
Harry levantó las manos a la defensiva frente a él. —Que yo sepa todos estábamos en el mismo lado.
—¿De veras? ¿Estuviste dormido las tres últimas jodidas horas que pasamos en la oficina de Donahue? Debido a que por la forma en que lo recuerdo, hay al menos dos de nosotros que no están en el mismo lado.
Harry soltó un largo suspiro. —No hay manera de que pueda ser Tyson.
—No jodas. —Me mordí el labio mientras estudiaba la cara de Harry. Todavía se veía cansado, pero mejor de lo que se veía antes. La reunión se había prolongado tanto tiempo que ya era demasiado tarde para ir a la sinagoga, y el aire fresco y nítido y la caminata hasta O'Reilly había añadido un poco de color a sus mejillas—. Definitivamente está todo conectado —le dije, expresando mis pensamientos al azar.
—¿Qué? ¿Tyson y el caso de Valdez?
—No. Diego asesinó al sacerdote y al rabino por una razón, ¿verdad? Tenía miedo de algo. Probablemente miedo de lo que pudieran decirnos si sobrevivían. Tú estabas allí, viste lo que pasó. El sacerdote no era una amenaza para Diego.
Procedí a decirle a Harry lo que había averiguado en mi entrevista con la señora Mulroney, que no era la gran cosa, pero lo que sabía era suficiente para hacer que las cejas de Harry se elevaran hasta que casi desaparecieron en la línea de su cabello.
—Espera, ¿el sacerdote estaba teniendo una aventura? Asentí.
—Sí. Y si un sacerdote puede romper uno de sus santos mandamientos, no creo que lo pensara dos veces antes de involucrarse con un grupo de traficantes de drogas.
Harry sacudió la cabeza, dejando escapar un largo suspiro. —Esta mierda sólo sigue mejorando.
Antes de salir de la oficina, había pedido una verificación de antecedentes completa sobre la amante del sacerdote, Mary Hamilton, y su esposo. Tenía la esperanza de tener algo por la mañana antes de que le hiciera una visita.
Me encogí de hombros y miré a mi pinta vacía. Harry estaba bebiendo cuidadosamente de un vaso de Coca-Cola, y me sentí culpable por retenerlo hasta tarde de nuevo cuando era evidente que todavía estaba dolorido. —¿Cómo está tu cabeza?
Tomó otro sorbo de su bebida, entonces esbozó una mueca de dolor. —Jodidamente, duele.
Me sonrió ampliamente y sacudí la cabeza. —Débil.
—Por tu manera de hablar no vas a obtener la cena, Louis. —Harry levantó una ceja impresionado—. Moléstame un poco más y vas a comer comida para llevar esta noche en solitario... otra vez.
—¿Todavía tienes ganas de cocinar? —Con toda honestidad me había olvidado de nuestros planes para la cena hasta que él lo planteó.
—¿Cuándo fue la última vez que comiste algo? —Harry inclinó la cabeza hacia un lado mientras me estudiaba—. Y estoy hablando de comida real, no de cereales.
—¡Hey! ¡El cereal es un importante grupo alimenticio! Y  me  comí  un  bagel  de  camino  al  trabajo  —dije  a  la defensiva. No sé por qué estaba a la defensiva, porque Harry sabía que yo no podía cocinar una mierda. Supongo que no me gustaba que él pensara en mí como un inútil.
—Vamos. Salgamos de aquí, mientras que todavía tenga ganas de cocinar.
No iba a discutir con eso. Cualquier excusa para estar a solas con Harry era buena para mí y saltaba encima de ella como una grave erupción. Dios, era tan predecible. No tardamos mucho en encontrar un taxi y quince minutos más tarde estábamos caminando a través de la puerta de su apartamento.
—Perdona el desorden —dijo de forma automática al entrar en la sala de estar.
Fruncí el ceño. No era más que una revista perdida en la abarrotada mesa de café de cristal. Debería ver el lío en el que se encontraba mi departamento a veces. Había días en que no podía encontrar un lugar para sentarme en toda la basura.
—Sí, realmente eres un vago —dije secamente, hundiéndome con un suspiro exagerado en los mullidos cojines de su sofá de cuero marrón. Me encantaba el apartamento de Harry. Era dos veces más grande que el mío y no había visto una rata en el edificio en todas las veces que lo había visitado. Ciertamente podía permitirme algo mejor que lo que tenía, pero mi espacio de vida nunca me había importado mucho, sobre todo después de algunas de las experiencias que había vivido durante mi crecimiento. Los bienes materiales nunca habían sido importantes. Después del pago del alquiler, servicios públicos y el mantenimiento de mi coche, mi salario permanecía casi intacto en el banco.
—Así que… ¿qué cocinarás, Chef Ramsey?
Harry se detuvo de camino a la cocina. —Pensé que querías la pasta con chile. Podría hacer otra cosa, o...
Le  saludé  con  una  sonrisa  irónica.  —Estaba bromeando. Ya sabes lo mucho que me encanta la pasta. Eres demasiado bueno para mí.
Harry desvió la mirada y se frotó la parte de atrás de su cuello antes de dirigirse a la cocina sacudiendo su cabeza. No podía estar seguro, pero pensé que había visto un ligero rubor extenderse por sus mejillas antes de irse. ¿Qué demonios fue eso? Las emociones de Harry siempre estaban claramente en su rostro. Si él estaba enojado, molesto, incómodo… todo estaba allí para que todos lo vieran. Estaba probablemente haciendo algo de la nada, pero su cambio de comportamiento en torno a mí últimamente era inquietante. Sólo esperaba que no se sintiese incómodo porque sospechara que yo tenía sentimientos por él.
—¿Necesitas ayuda? —grité.
Asomó  la  cabeza  en  todo  el  marco  de  la  puerta  y levantó una ceja, divertido. —¿Honestamente crees que te dejaría en cualquier lugar cerca de mi cocina, después del último fiasco?
—¡Oye, que no fue mi culpa! ¿Cómo diablos iba yo a saber que las cacerolas estaban hirviendo sin agua?
Harry rodó los ojos y se metió en la cocina. —Sólo siéntate y relájate —gritó por encima del hombro—. Ya lo tengo cubierto.
Me levanté y tomé mi chaqueta, lanzándola en el respaldo del sofá. Coloqué mi sobaquera sobre la mesa del café.  Para  matar  el  tiempo,  me  acerqué  a  la  ventana, mirando a través de las persianas. A pesar de que sólo vivía a pocas cuadras de distancia, Harry vivía en una zona más bonita que yo. Cruzando la calle había un pequeño parque donde nosotros a menudo salíamos ir a correr. Bueno, Harry corría. Yo me quedaba a la zaga sin aliento, pretendiendo que no le estaba mirando el culo. Me volví a mirar alrededor de la habitación ordenada, tratando de encontrar algo en que ocupar mi tiempo, mientras que Harry estaba ocupado en la cocina. Fui a su colección de CDs y perezosamente navegué a través de los títulos. Me divertía sin fin el que Harry no consiguiera alinearse con el siglo XXI y comprara un iPod. Quiero decir, ¿quién demonios escuchaba un CD en estos tiempos? Estaba a punto de ir a buscarlo para burlarme de él por esa razón una vez más, cuando algo me llamó la atención y me hizo sonreír tanto que mi boca dolía.
—¿Te importa si pongo algo de música? —grité.
—Por supuesto que no.
Sonriendo  con  malicia,  saqué  un  CD  de  la  base, encendí  el  reproductor  y  empujé  el  disco  a  través  de  la ranura.   Cuando   encontré   la   canción   correcta,   subí   el volumen y me sumergí en  el sofá. A tan sólo unos segundos después de que la intro de Dancing Queen de ABBA llenara la sala, Harry se apresuró a venir con una mirada mortificada en su rostro. Apretó el botón de parada.
—¿Seguro que no eres gay? —le pregunté, sonriendo como un idiota.
—No es mío —dijo Harry con rapidez.
Eso me hizo reír. Tiré la cabeza hacia atrás y solté una sonora carcajada. —No hay necesidad de que te avergüences, hombre, no hay nada malo con ABBA... si eres gay.
—Cállate —murmuró Harry expulsando el CD y volviendo a colocarlo en su caja—. En realidad no es mío.
—Me parece que protestas demasiado —bromeé.
Un momento después, los Kings of León comenzaron a tocar. —Eres un idiota, Louis.
—¿Alguna vez he pretendido ser otra cosa?
Harry hizo un gruñido con frustración y meneó la cabeza. —Es de Lizzie —murmuró antes de escabullirse en la cocina.
Eso  borró  la  sonrisa  de  mi  cara.  Me  pregunté  si pensaba en contarme esta noche acerca de su separación. Cuando me invitó a cenar había sonado como si quisiera hablar de algo importante. Tenía que dejar de acosarlo o él nunca se abriría para decirme nada.
Tiré la cabeza hacia atrás contra los cojines y escuché el ritmo de la música, pero apenas escuchaba una palabra de lo que la banda estaba cantando. Había mucho rodando en mi mente concerniente a Harry. Harry había bajado el volumen antes de salir y el ruido de fondo era tan relajante que me sentí a la deriva en el dulce olvido. Había sido un día largo y tedioso, y el sofá era increíblemente cómodo. Lo sabía, había pasado muchas noches en este sofá, cuando había estado demasiado borracho y demasiado cansado para arrastrar mi lamentable culo a mi casa.
Debí haberme dormido porque no escuché a Harry volver a la sala y el movimiento en el sofá junto a mí hizo que diera un salto. Mis ojos se abrieron de golpe y miré a mi izquierda para ver a Harry sentado a mi lado, una expresión de preocupación en su rostro.
—Lo siento —murmuré, frotándome el sueño de mis ojos.
—No te disculpes, has tenido un par de días intensos. Es necesario que descanses.
—Por lo menos no fui el que sufrió una conmoción cerebral —bromeé.
Harry soltó un bufido. —No, sólo conseguiste algunas obras de arte en su lugar. —Él asintió con la cabeza a mi pecho—. ¿Cómo estás?
Me escoció como una perra durante todo el maldito día. —Está bien. —Me encogí de hombros con indiferencia, sin querer admitir la verdad.
—Déjame ver.
Lo miré con recelo por un momento y luego tiré de la camiseta fuera de mis pantalones, subiéndola hasta las axilas. Harry siseó.
—Jesús, Louis —susurró—. Mira lo que te hicieron. 
Miré hacia el desastre que era mi pecho. Parte de ello estaba cubierto con una venda todavía, pero los cortes que se veían eran abundantes. Era una mierda. Nunca había sido demasiado  vanidoso,  pero  esperaba  no  quedar  con demasiadas cicatrices. Ya tenía suficientes problemas para echar un polvo. No es que tuviera que preocuparme sobre alguien en especial, habían pasado meses desde la última vez que tuve la tendencia de desahogarme con un cuerpo caliente y dispuesto.
Harry levantó la mano y la movió tímidamente por encima de mi pecho, como si quisiera tocar, pero no sabía si podría,  o  debería.  Juro  que  mi  maldito  aliento  quedó atrapado en mi garganta mientras esperaba a ver qué iba a hacer. Su mirada se levantó para encontrarse con la mía y los segundos pasaban, y yo era incapaz de apartar la mirada. Sus ojos de color verde esmeralda se llenaron de calidez y compasión y algo más que no pude identificar. Cuando su lengua serpenteaba a mojar sus labios, mi respiración era más rápida y mi polla se endureció en mis pantalones. Hubiera dado todo lo que tenía en ese momento para darle un beso, una sola vez, para sentir sus labios moviéndose contra los míos, para tomar su lengua en mi boca y saborearlo.
Fue Harry el que rompió el contacto visual entre nosotros. Cuando miró hacia abajo, parecía sorprendido al ver su mano aún levantada, con los dedos a un milímetro por encima de mi corazón. Yo quería decir algo para aligerar el ambiente, algo que me distrajera, algo que me impidiera agarrarlo y besarlo con el hambre desesperada que consumía cada una de mis horas de vigilia. Pero no sabía qué decir. No podía decir nada. Todo lo que podía hacer era mirarlo. Mirar y  esperar  y  desear  que  las  cosas  fueran  diferentes,  que Harry me quisiera como yo lo quería.
Cuando una alarma sonó en la cocina, se rompió cualquier hechizo que había sido arrojado entre nosotros, ¿o había sido sólo un producto de mi imaginación sobrecargada de impulso sexual? La mano de Harry cayó a su regazo y vi su nuez de Adán moverse en su garganta cuando tragó. Se puso de pie y salió de la habitación sin mirarme a los ojos de nuevo.
—La cena está lista —dijo en voz baja.
Cerré los ojos tan pronto como desapareció por la puerta. Mi pulso se aceleraba y mi polla estaba dura como el acero.  Tenía  que  calmarme.  Lo  que  necesitaba  era  un maldito cigarrillo. Saqué el paquete del bolsillo y lo restregué en mis manos. Harry siempre me ofrecía fumar en su departamento, pero yo sabía que a él no le gustaba, por lo que había dejado de hacerlo hace un tiempo. Siempre hacía sugerencias sobre que dejara de fumar e imagino que estaba empezando a asimilarlo. Con un suspiro, tiré el paquete en la mesa de café y esperé a que mi erección se calmara lo suficiente como para que pudiera seguir a Harry a la cocina.
Cuando entré por la puerta, Harry estaba amontonando la pasta en dos grandes platos. Él no se dio vuelta cuando entré y yo no tenía ni una pista de qué decir. Su espalda estaba alineada en línea recta y sus hombros estaban  rígidos.  No  sabía  qué  hacer  con  lo  que  había sucedido entre nosotros. Si no lo supiera mejor, habría dicho que Harry y yo compartimos un “momento”. Se había sentido como si algo pasara entre nosotros y había sido intenso. Lo que esperaba…
Cristo, ¿estaba enloqueciendo? ¿Viendo cosas que no estaban allí? ¿Podría realmente haber sido sólo una ilusión de mi parte? Era lo más probable.
La pequeña mesa de comedor de madera estaba ya arreglada, una vela blanca y delgada parpadeando suavemente en el centro. Parecía íntimo, como si hubiese sido colocada para una cita. Me tragué la noción absurda y tomé mi lugar habitual cerca de la puerta, apoderándome del vaso de vino blanco frente a mí. Bebí un poco de coraje holandés y luego lo dejé nuevamente sobre la mesa. Sin decir una palabra, Harry colocó los dos platos de pasta sobre la mesa, pero aun así no me miraba a los ojos.
—Voy por el queso parmesano —murmuró. Antes de que pudiera alejarse, en un impulso, extendí la mano y le agarré la muñeca. Frunció el ceño cuando su solemne mirada se encontró con la mía.
—¿Qué está pasando, Harry? —pregunté, sorprendido de lo sostenido de mi voz cuando hablé.
—Yo... yo rompí con Lizzie —dijo en voz baja.
Bueno, esa no era la respuesta que había estado esperando o deseando. Solté el brazo y agarré el tenedor. —Esto se ve bien.
Harry se sentó en la silla frente a mí. Podía sentir su mirada ardiente en la parte superior de mi cabeza, pero no levanté la vista. —Tú lo sabías, ¿no?
Hice una mueca. —Podría haber oído algo al respecto.
—Has hablado con Lizzie. —No era una pregunta por lo que no me molesté en responder—. ¿Por qué no dijiste nada?
—¿Por qué no lo hiciste tú? —contesté, finalmente, levantando mi mirada.
—Necesitaba  un  tiempo  para  pensar  acerca  de  las cosas —dijo Harry después de pensarlo un momento—. He estado... confundido.
Eso despertó mi interés. —¿Por qué?
 —Nosotros.
Tragué con fuerza. —¿Tú y Lizzie?
—No... Nosotros. —Su mirada era fuerte y penetrante. Su respuesta fue apenas audible, y no sabía qué hacer con eso. Antes de que pudiera formular una respuesta, Harry se inclinó sobre la mesa, tomó mi cara entre sus manos y me besó. Duro.
Mi cerebro entró en cortocircuito. Estaba tan sorprendido, tan completamente sorprendido, no me podía mover, ni siquiera teniendo tiempo para darle un beso en respuesta o para disfrutar de lo que estaba sucediendo. Tan pronto como había comenzado, terminó. Harry se retiró.
—Lo siento —dijo, poniéndose de pie—. Yo... —Él salió de la habitación sin terminar la frase.
«Mierda». —¡Harry, espera! —grité tras él. Cuando miré hacia abajo me di cuenta que todavía tenía el tenedor en mi mano. Lo dejé caer en el plato y moví mi silla hacia atrás, con la intención de seguirlo, pero antes de que llegase a la puerta, Harry volvió a aparecer.
—No es una buena idea, Louis. No va a funcionar. Yo no debería haber... No podemos hacer esto: somos compañeros. Creo que sería mejor que te fueras. —Tenía la mandíbula tensa y apretada y sus ojos se movían alrededor de la habitación, mirando a todas partes, menos a mí—. Por favor, sólo tienes que irte.
—¡El infierno que lo haré! —le respondí con frialdad. 
No  le  di  tiempo  para  responder. Cerré  la  distancia entre nosotros, me aferré a sus brazos y lo empujé contra la puerta,  rápidamente  cubriendo  su  boca  con  la  mía.  Dejó escapar  un  “Uf”  de sorpresa y  lo  usé para  mi  ventaja, empujando mi lengua dentro de su boca abierta. No sé en qué estaba pensando cuando le di el beso. Supongo que no estaba pensando en absoluto. Casi esperaba que Harry me rechazara, que me golpeara, pero hizo lo contrario. Él gimió en mi boca, se apoderó de mi cintura y me jaló más cerca, profundizando el beso. Sólo con eso estuve de nuevo duro como una maldita roca, mi polla presionando contra la incomodidad de la cremallera de mis pantalones. Quería correrme. Mejor aún, quería que Harry sacara mi polla y me hiciera llegar. El solo pensamiento de sus manos sobre mí, me hizo llorar.
Me molí contra él un poco, mareado por el beso, embriagado  por  su  sabor  y  la  sensación de  estar  con  él. Jesús, pero era bueno. Mejor de lo que había sido en todas las fantasías que había tenido sobre esto, y había tenido muchas, demasiadas para malditamente contarlas. Harry me devolvió el beso con una necesidad casi desesperada y cuando presionó la ingle contra la mía, me di cuenta que su polla estaba igual de dura que la mía. Estuve a punto de disparar en ese mismo momento, y no tenía ni idea de cómo me las arreglé para retener el orgasmo que se había construido tan de repente en la base de mi columna.
—Estás zumbando —dijo Harry en contra de mis labios.
—¿Eh? —Me aparté un poco, fascinado por el fuego en sus ojos. Respiraba con dificultad, con los labios hinchados por el duro beso. ¿Podría saber lo cerca que estaba de correrme?
—Tu celular —susurró Harry.
La niebla en mi cerebro se despejó lo suficiente para entender  su  significado.  —¡Joder!  —¿Por  qué  diablos  no  había apagado la maldita cosa? Con cada palabra que podía pensar con la que maldecir saqué el objeto infractor de mi bolsillo y apreté el botón para contestar. Estaba utilizando una mano para presionar a Harry en la puerta, la otra para mantener el teléfono contra mi oreja. Mis labios estaban casi tocándolo mientras hablaba en el teléfono, mi voz baja y rasposa. —Hola.
—Louis, es Andre.
«Maldita sea».
El cuerpo de Harry se puso tenso al oír el nombre y luego  trató  de  alejarme,  pero  lo  mantuve  firme, presionándolo contra la puerta. —¿Qué quieres?
—Bueno, esa no es una buena manera de hablar con un viejo amigo.
—No  somos  amigos  —le  contesté,  usando  toda  mi fuerza para mantener a Harry en su lugar.
Andre se echó a reír. —Como digas. Me enteré de lo que les sucedió a ti y a tu compañero.
Eso no me sorprendió. Andre era una fuente de conocimiento. Él sabía todo lo que estaba  pasando.  —¿Y? —presioné.
—Y, tengo algunas noticias sobre Ramón Torres. Pensé que estarías interesado.
—Si se trata de otro de tus juegos, puedes…
—No es eso —interrumpió él—. Ven al club. —Colgó el teléfono.
Harry inclinó la cabeza hacia delante, como si estuviera a punto de besarme de nuevo, en lugar de eso dijo en contra de mis labios: —Voy contigo.
Di un paso atrás y alisé mis manos sobre mi cabeza. Mi corazón todavía estaba latiendo fuertemente en mi pecho y mis labios hormigueaban por nuestro beso. —¿No crees que deberíamos hablar de lo que pasó en primer lugar?
—No, no lo creo. Voy por mi abrigo.
Restregué mis manos sobre mis ojos cuando Harry salió de la habitación, sin poder creer lo que acababa de suceder. Y no quería pensar en lo que había estado a punto de suceder. ¿De dónde diablos había salido? ¿Harry se arrepentía? Miré a los platos de pasta sin tocar sobre la mesa mientras trataba de poner mis pensamientos en orden. El beso había sido todo lo que había esperado y más, pero ¿qué significó para Harry? Por mucho que me consumiera por él y esperar a que las cosas fueran diferentes, lo cierto era que Harry era heterosexual. Acababa de salir de una relación de nueve meses con una de las más bellas mujeres que jamás había conocido. Y ella era una mujer, no había duda de eso. Lizzie era una mujer atractiva, delgada y curvilínea.
Entonces, ¿en qué me convertía eso? ¿Era yo una especie de experimento para él? ¿Estaba tratando en investigar lo gay con un hombre que sabía que iba a estar dispuesto  por  la  forma  en  que  se  sentía  por  él?  Odiaba pensar que Harry me usara como eso, pero ¿qué otra cosa se suponía que debía pensar? ¿Y qué significaría para nuestra relación de trabajo? Mi estómago dio un vuelco. ¿Qué pasaba si Harry no quería seguir asociado conmigo?
Cada nuevo pensamiento era más doloroso y más desagradable que el anterior. Traté de empujarlos a la parte trasera  de  mi  mente  y  entré  en  la  sala  de  estar  para recuperar mi cartuchera y chaqueta. Harry y yo tendríamos que sentarnos y hablar de todo esto después que volviéramos del club. No había manera de que pudiera permitir que el beso pasara entre nosotros, sin hablar de él. De ninguna manera. Lo seguí hasta la sala de estar y recuperé mi arma, deslizándola en su funda antes de agarrar la chaqueta.
—¿Listo? —Harry me preguntó desde la puerta. Su voz sonaba distante de repente, sin la emoción de antes, y cuando  lo  miré,  su  rostro  tenía  una  máscara  inexpresiva, cerrada, completamente cerrado a mí.
Suspiré,  asintiendo  con  la  cabeza  bruscamente  y agarré los cigarrillos de la mesa de café antes de seguirlo fuera del departamento.

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Mensaje por Invitado Mar 22 Abr 2014, 2:36 am

Dios, era cierto, la dejo porque estaba confundido, porque le gustaba Louis, omg.
Y ese beso fue muy intenso. ¿Como pudieron interrumpirles un momento como ese? agh
Lo peor del caso es que ahora Harry esta distante :S ojala no este arrepentido.
seguila pronto por favor, bye!
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