of heroes and monsters |nc|

Corría y corría por el bosque, de vez en cuando volteaba a ver si lo había perdido, pero él seguía detrás de ella. Estaba muerta del cansancio, las piernas le temblaban, su pulso era agitado, y no tenía más fuerzas para seguir. Con las únicas fuerzas que le quedaban corrió hasta una cueva, de pasillos interminables, que le daban a la joven un poco de curiosidad. Volteó una vez más para asegurarse de que estaba a salvo, suspiró al darse cuenta de que por fin había encontrado un lugar seguro. Tocaba las paredes de la extraña caverna mientras caminaba a un destino sin fin. Escuchó el agradable sonido del agua correr, corrió hacia el lugar del donde provenía el sonido y rápidamente sacó una botellita de su gastada mochila y la metió al agua, haciendo que esta se llene por completo y sacara en ella una sonrisa de alivio. Le dio grandes sorbos hasta vaciarla nuevamente y una vez más la volvió a cargar. Salió de ese lugar, recorriendo un poco más la oscura cueva, encendió su linterna y llegó hasta lo que era un pequeño lugar con sillones hechos de piedra, cubiertos con pieles de animales. Con un poco de miedo se acercó y tocó cada uno de los muebles… Escuchó el ruido de una ramita romperse y se sobresaltó, miró al suelo y se dio cuenta de que ella fue la causante de ese ruido. Se burló de ella en sus adentros. 

— ¿Nadie te enseñó a no entrar a la casa de un extraño sin su permiso? —dijo alguien a sus espaldas. 

Volteó rápidamente sacando una navaja del bolsillo trasero de su pantalón desgarrado por las caídas y golpes. Su respiración era agitada, y tenía mucho miedo de lo que le pudiera llegar a pasar con ese tipo. Extendió su brazo amenazadoramente y dejó ver el fino metal de su pequeña navaja. El chico comenzó a reír como un psicópata, lo que hizo que la castaña se sobresaltara. 

—Créeme.  No me harás daño con eso, princesa. —se acercó corriendo a ella y la tomó del cuello, apoyándola por la pared. Ella comenzó a patearlo con fuerza. No sentía su cuerpo, el aire no llegaba a sus pulmones y creyó que era su momento hasta que, despertó.

Se tocó la frente toda sudada y se levantó rápidamente de la cama tocando cada parte de su cuerpo asustada. Suspiró pesadamente y se sentó en el frío suelo con las manos en su rostro. Sólo fue un sueño. Levantó la cabeza y se paró, apoyándose contra la gran puerta de madera, y cerró los ojos. Varios minutos después, volvió  a la realidad y fue a darse una larga y relajante ducha.  

Era pasado el medio día, y Jessie se sentía muy cansada. Debía escribir un libro de 300 hojas, ni una más, ni una menos. Después de recibirse en la universidad, quiso enseñar en ella la carrera que ella había seguido. Pero para eso, debía seguir un extenso curso, de nuevo. Un fuerte ruido hizo que ella se sobresaltara y pegara un suave grito. Dio media vuelta, encontrándose con su madre, quien tenía los ojos rojos. Parecía haber llorado toda la semana.

— ¿Qué pasó? —preguntó ella preocupada.
—Mataron a tu hermano… —respondió su madre tirándose al suelo, mientras que su padre trataba de ayudarla. 

Sus ojos miraron fijamente a la pared, no podía asimilar lo que estaba pasando. Su hermano, ¿había muerto? ¿Este era otra pesadilla? Comenzó a negar rápidamente con la cabeza, se levantó de la silla y corrió a la habitación de su hermano. Él no estaba durmiendo como siempre lo hacía. 

Salió al patio corriendo, pero no lo encontró por ninguna parte. Poco a poco fue dándose cuenta de que esa pesadilla en su mente se estaba volviendo real. Abrió el portón encontrándose con un montón de sangre en la calle. Los vecinos rodeaban el gran charco y Jessie miraba atónita la escena. Ella no quería pensar que esa sangre provenía de su hermano. Pero lo que ella pensaba, lamentablemente no valía nada, ahora.

Se arrodilló en el suelo y comenzó a llorar desesperadamente. Carl, uno de sus vecinos quiso levantarla del suelo, pero ella se opuso mientras sólo se dedicaba a llorar y a lamentarse. El ruido de las sirenas alarmó a todo el vecindario, haciendo que niños salgan a los balcones de sus casas, al igual que sus padres. Y algunos miraban aterrados a Jessie. 
Ella no podía creer que el chico al que más amaba en el mundo, se había ido. 

[***]

Se miró por última vez al espejo, arregló su largo vestido negro y suspiró. Arregló el broche que llevaba en el cabello y miró al suelo. Sus ojos picaban y sus manos le ardían. Tomó un frasco de perfume y lo tiró al suelo violentamente, haciendo que este suelte miles de pedazos de un fino vidrio. Se arrodilló y sólo el ruido de sus sollozos se escuchaba en la habitación.

La puerta se abrió lentamente…

—Hija, es hora de irnos. 
—Ahora bajo, sólo —suspiró—, ya bajo.

Se levantó lentamente del suelo, limpiando el maquillaje de su rostro triste. Arregló un poco su ropa y después de un suspiro salió de su habitación. Bajo las escaleras y subió al auto, para así ir hasta el funeral de su hermano. Todo el viaje no hacía más que llorar y llorar. 

El funeral fue como ella pensó: triste y frío. Lo único que se veían eran rostros tristes y fríos. Las condolencias de las personas no harían que su hermano volviera a la vida, pero aún así, las aceptaba amablemente. Después del largo discurso dedicado a su hermano se quedó sentada en una silla, con la cabeza apoyada en el cajón de su hermano. Llorando hasta más no poder y deseando que todo esto sea un sueño.