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Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
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The Queen in the North
O W N :: Originales :: Originales :: One Shot's (originales)
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The Queen in the North
Words for the wind
Anya│19│Empire Bay
Historias cotas│One-shot's│Drabbles
Boberías que escribo en mis ataques de inspiración.
Historias cotas│One-shot's│Drabbles
Boberías que escribo en mis ataques de inspiración.
Última edición por targaryen el Vie 23 Mayo 2014, 2:16 am, editado 2 veces
wylan
Re: The Queen in the North
part one
Arcovia fue una vez una floreciente ciudad minera situada al norte del pequeño país Arias Nova. Arcovia no solo era la capital, era la mayor fuente de dinero para el resto de la población.
En 1890 se descubrió minas de oro en Movart y Grove dos ciudades al sur de Arcovia, no tardó mucho para que los mineros británicos acudieran a la zona, Arias Nova aceptó a los mineros extranjeros con la condición que estos ayudaran a los habitantes del país, la ayuda de los británicos no se hizo esperar y por treinta y tres años Arias Nova recibió el apoyo y protección de los extranjeros. Terminó convirtiéndose en un potente país, sin embargo, eso no duró para siempre tan pronto el oro comenzó a escasear los británicos se retiraron al igual que su ayuda.
Setenta y cuatro años después se descubrió oro en Arcovia, el hallazgo se mantuvo en secreto.
—Tal vez podríamos ir a casa de Skyler —sugirió Sam por cuarta vez. —Solo quieres ir con él porque quieres seguir jugando ese estúpido juego, Sam.
Respondió su novia entre risas. Sam le estaba besando el cuello ella sabía que lo hacía a propósito, sus besos la hacían perder el juicio. Ella amaba eso.
—Por esa razón y porque ese desgraciado aún me debe dinero —Sam se apartó unos centímetros. —Tengo una mejor idea, vayamos al puerto —Sam no espero la respuesta de su novia, él ya se encontraba de pie preparándose.
Astrid se quedó inmóvil por unos segundos.
—¿Quieres ir al puerto? —Preguntó esperando haber oído mal —Sí —replico él con una sonrisa de par en par. —¿Quieres ir al puerto con esta tormenta? —Sí, no tiene nada malo. —Contesto aún sonriendo.
Sam no entendía por qué su novia no quería ir, era el lugar favorito de ella; se conocieron en ese puerto además estaba lloviendo para Sam no había noche más romántica que esa.
Tomó unos minutos convencer a Astrid pero cuando al fin lo logró, Sam se dispuso hacer la noche inolvidable para Astrid.
—Deja de cambiar la estación, me distraes —ordenó a regañadientes, mientras Astrid hacia su mejor intento por obedecer a su novio, aunque él debería de estar acostumbrado que una vez dentro del auto Astrid se convierte en dueña y señora de la radio tal y como ella se autonombro.
—No es mi culpa que esta sea una zona muerta todo se escucha terrible —respondió apoyando su espalda contra el sillón del coche —Astrid, esta no es una zona muerta y todo se escucha bien —probablemente se debe a la tormenta, pensó, así que apagó la radio para que Astrid dejara de jugar con ella, tomó la mano de su novia con ternura. Poco después llegaron a un semáforo en luz roja Sam aprovechó ese momento para besar la mano de su novia, pero antes de que sus labios tocaran el suave dorso de la chica el estruendo de otro auto frenando los interrumpió ambos divisaron una luz blanca encaminándose a máxima velocidad hacia ellos.
El auto se disparó contra la joven pareja quienes por el impuso fueron llevados hasta una columna de hierro.
Astrid escuchó el eco de unas voces aterradas pidiendo ayuda. Posteriormente escuchó sirenas, no logró abrir sus ojos pero percibió destellos.
—¡Oye, tú! ¿Sigues en el mundo de los vivos? —preguntó una voz extraña a Astrid, ella no hizo mas que llevarse ambas manos a su cabeza, sabía que no calmaría el intenso dolor que sentía pero de igual forma lo hizo.
Astrid vislumbro a la persona que la llamó, veía borroso pero logro ver a una rubia. Giro su cabeza hacia su derecha y vio a otra chica ella estaba al igual que Astrid en una camilla pero inconsciente, poco a poco unió los cabos lo que pensó era una pesadilla era tan real como el dolor físico que la saturaba en ese momento.
Astrid consiguió con gran esfuerzo enfocar su mirada pero por ningún lugar había señal de Sam.
Astrid trató de incorporarse pero la otra chica se dio cuenta.
—¿Qué haces? —la chica rubia se levantó de su lugar —busco a Sam eso es lo que hago —dijo Astrid con la desesperación llenando su cuerpo —¿Quién es Sam? —preguntó la rubia fingiendo interés —él estaba conmigo en el auto, ¿Dónde diablos está?
Astrid no pudo aguantar más, las lágrimas que tanto trataba de contener escaparon.
La rubia tensó su quijada y miró al suelo deseando no haber despertado a la chica. Por suerte su hermano entro a la habitación seguramente él sabría como arreglar la situación.
—¿Tú sabes dónde está mi novio? —Astrid una vez más forzó su vista cuando entro el rubio a la habitación.
Los dos trataron de divagar la respuesta, sin embargo, Astrid perdía la paciencia y de la misma manera la rubia no soporto más y sin tacto alguno grito: —¡Esta muerto!
Su hermano se llevó la mano a su rostro y observo a la petrificada Astrid quien lo suponía, pero fue como una puñalada que alguien le afirmara.
—Murió en el lugar del accidente —siguió la rubia, su hermano le tomó por el brazo halando hacia abajo y suplicándole silencio.
Por un par de horas Astrid se mantuvo inerte, era como si alguien la hubiese puesto en pausa.
—¿Entonces dónde está su cuerpo? —susurró Astrid estremeciéndose al oír sus palabras —Donde ponen todos los cadáveres: la fosa —respondió la rubia como si nada con la mirada puesta en sus piernas.
—¿Qué? Pero él tiene familia ¿Qué hay de ellos? ¿Deben de contactarlos? —Astrid quiso levantarse de la cama —Estoy seguro que ya lo saben, pero igual deben de hacerlo.
Astrid escucho el tono triste del rubio. Ella seguía sin entender a que se referían las últimas palabras de él.
—¿Qué deben de hacer? —Astrid temía escuchar la respuesta, todo se tornaba raro.
El blondo sentado enfrentó la mirada de Astrid. —Deben quemarlos —dijo sin rodeos.
Astrid enfurecida se acerco a ellos.
—Por qué debería de creerles —gritó tan fuerte como le fue posible.
—porque esas son las reglas, “cualquier persona que muera debe ser quemada” —intervino la rubia.
—Si no nos crees puedes hablar con cualquiera fuera de esta sala y preguntarle, te dirán lo mismo —prosiguió su hermano con muy poco ánimo.
Astrid era una montaña rusa de emociones, miles de imagines se cruzaron por su cabeza no tenía idea que hacer o como responder o actuar; deseo nunca haber despertado.
En 1890 se descubrió minas de oro en Movart y Grove dos ciudades al sur de Arcovia, no tardó mucho para que los mineros británicos acudieran a la zona, Arias Nova aceptó a los mineros extranjeros con la condición que estos ayudaran a los habitantes del país, la ayuda de los británicos no se hizo esperar y por treinta y tres años Arias Nova recibió el apoyo y protección de los extranjeros. Terminó convirtiéndose en un potente país, sin embargo, eso no duró para siempre tan pronto el oro comenzó a escasear los británicos se retiraron al igual que su ayuda.
Setenta y cuatro años después se descubrió oro en Arcovia, el hallazgo se mantuvo en secreto.
—Tal vez podríamos ir a casa de Skyler —sugirió Sam por cuarta vez. —Solo quieres ir con él porque quieres seguir jugando ese estúpido juego, Sam.
Respondió su novia entre risas. Sam le estaba besando el cuello ella sabía que lo hacía a propósito, sus besos la hacían perder el juicio. Ella amaba eso.
—Por esa razón y porque ese desgraciado aún me debe dinero —Sam se apartó unos centímetros. —Tengo una mejor idea, vayamos al puerto —Sam no espero la respuesta de su novia, él ya se encontraba de pie preparándose.
Astrid se quedó inmóvil por unos segundos.
—¿Quieres ir al puerto? —Preguntó esperando haber oído mal —Sí —replico él con una sonrisa de par en par. —¿Quieres ir al puerto con esta tormenta? —Sí, no tiene nada malo. —Contesto aún sonriendo.
Sam no entendía por qué su novia no quería ir, era el lugar favorito de ella; se conocieron en ese puerto además estaba lloviendo para Sam no había noche más romántica que esa.
Tomó unos minutos convencer a Astrid pero cuando al fin lo logró, Sam se dispuso hacer la noche inolvidable para Astrid.
—Deja de cambiar la estación, me distraes —ordenó a regañadientes, mientras Astrid hacia su mejor intento por obedecer a su novio, aunque él debería de estar acostumbrado que una vez dentro del auto Astrid se convierte en dueña y señora de la radio tal y como ella se autonombro.
—No es mi culpa que esta sea una zona muerta todo se escucha terrible —respondió apoyando su espalda contra el sillón del coche —Astrid, esta no es una zona muerta y todo se escucha bien —probablemente se debe a la tormenta, pensó, así que apagó la radio para que Astrid dejara de jugar con ella, tomó la mano de su novia con ternura. Poco después llegaron a un semáforo en luz roja Sam aprovechó ese momento para besar la mano de su novia, pero antes de que sus labios tocaran el suave dorso de la chica el estruendo de otro auto frenando los interrumpió ambos divisaron una luz blanca encaminándose a máxima velocidad hacia ellos.
El auto se disparó contra la joven pareja quienes por el impuso fueron llevados hasta una columna de hierro.
Astrid escuchó el eco de unas voces aterradas pidiendo ayuda. Posteriormente escuchó sirenas, no logró abrir sus ojos pero percibió destellos.
—¡Oye, tú! ¿Sigues en el mundo de los vivos? —preguntó una voz extraña a Astrid, ella no hizo mas que llevarse ambas manos a su cabeza, sabía que no calmaría el intenso dolor que sentía pero de igual forma lo hizo.
Astrid vislumbro a la persona que la llamó, veía borroso pero logro ver a una rubia. Giro su cabeza hacia su derecha y vio a otra chica ella estaba al igual que Astrid en una camilla pero inconsciente, poco a poco unió los cabos lo que pensó era una pesadilla era tan real como el dolor físico que la saturaba en ese momento.
Astrid consiguió con gran esfuerzo enfocar su mirada pero por ningún lugar había señal de Sam.
Astrid trató de incorporarse pero la otra chica se dio cuenta.
—¿Qué haces? —la chica rubia se levantó de su lugar —busco a Sam eso es lo que hago —dijo Astrid con la desesperación llenando su cuerpo —¿Quién es Sam? —preguntó la rubia fingiendo interés —él estaba conmigo en el auto, ¿Dónde diablos está?
Astrid no pudo aguantar más, las lágrimas que tanto trataba de contener escaparon.
La rubia tensó su quijada y miró al suelo deseando no haber despertado a la chica. Por suerte su hermano entro a la habitación seguramente él sabría como arreglar la situación.
—¿Tú sabes dónde está mi novio? —Astrid una vez más forzó su vista cuando entro el rubio a la habitación.
Los dos trataron de divagar la respuesta, sin embargo, Astrid perdía la paciencia y de la misma manera la rubia no soporto más y sin tacto alguno grito: —¡Esta muerto!
Su hermano se llevó la mano a su rostro y observo a la petrificada Astrid quien lo suponía, pero fue como una puñalada que alguien le afirmara.
—Murió en el lugar del accidente —siguió la rubia, su hermano le tomó por el brazo halando hacia abajo y suplicándole silencio.
Por un par de horas Astrid se mantuvo inerte, era como si alguien la hubiese puesto en pausa.
—¿Entonces dónde está su cuerpo? —susurró Astrid estremeciéndose al oír sus palabras —Donde ponen todos los cadáveres: la fosa —respondió la rubia como si nada con la mirada puesta en sus piernas.
—¿Qué? Pero él tiene familia ¿Qué hay de ellos? ¿Deben de contactarlos? —Astrid quiso levantarse de la cama —Estoy seguro que ya lo saben, pero igual deben de hacerlo.
Astrid escucho el tono triste del rubio. Ella seguía sin entender a que se referían las últimas palabras de él.
—¿Qué deben de hacer? —Astrid temía escuchar la respuesta, todo se tornaba raro.
El blondo sentado enfrentó la mirada de Astrid. —Deben quemarlos —dijo sin rodeos.
Astrid enfurecida se acerco a ellos.
—Por qué debería de creerles —gritó tan fuerte como le fue posible.
—porque esas son las reglas, “cualquier persona que muera debe ser quemada” —intervino la rubia.
—Si no nos crees puedes hablar con cualquiera fuera de esta sala y preguntarle, te dirán lo mismo —prosiguió su hermano con muy poco ánimo.
Astrid era una montaña rusa de emociones, miles de imagines se cruzaron por su cabeza no tenía idea que hacer o como responder o actuar; deseo nunca haber despertado.
to be continued...
wylan
Re: The Queen in the North
Part One
Desde el principio de los tiempos ha existido una ley, la ley de la vida: Nacer, crecer, reproducirse y morir. Pero nadie le mencionó a la joven Emma Darlow que esa ley se podía quebrar, ¿Cómo? Sucedió de la siguiente manera: Emma tenía siete años, cinco meses, tres días y veinte minutos cuando por accidente se dio cuenta de su extraño don; devolver la vida a los muertos.
Emma jugaba con su prima en una vieja casa abandonada, el perfecto lugar para jugar cuanto y como quisieran sin ser reprendidas por sus padres. Ambas niñas conocían el lugar perfectamente, sus colores, olores e incluso el nombre de uno que otro vagabundo en busca de refugio.
Su prima fue la primera en notar ese peculiar nuevo aroma, por lo que decidió buscar de donde provenía tan extraña pestilencia y tan difícil de ignorar. Emma se unió a la búsqueda por dos razones: la primera fue porque no quería jugar por su cuenta y la segunda porque si su prima encontraba algo interesante sabía que no querría compartirlo con ella. Para ella el hedor pasaba a segundo término ya se había acostumbrado a los raros olores de aquella casa.
Emma se encontraba "buscando" por las habitaciones, más que buscar Emma lo tomaba como cualquier otro juego.
— ¡Emma, ven rápido! —exclamó su prima desde el también descuidado jardín de la casa.
Emma corrió tan veloz como le permitía el dañado terreno, imaginando que pudo haber encontrado su prima. Fuera lo que fuera ella quería jugar con eso. Sin embargo, por más que la joven Emma tratará de imaginar cual interesante objeto podría ser el encontrado por su prima, su inocente mente jamás habría estado preparada para presenciar semejante descubrimiento.
—Hay un señor justo ahí —señalo su prima el enorme agujero detrás de ella. Emma se sintió cual aventurera tal y como en las historias que le contaba su madre.
Ignorando la temerosa mirada reflejada en los ojos azules de prima Emma se acercó. El hombre dentro del hueco lucia terriblemente golpeado, despedía un hedor insoportable, tenía manchas de sangre por todo su rasgado traje.
Era una escena bastante trágica, a decir verdad.
—No me siento muy segura de esto, Em, deberíamos llamar a alguien —decía su prima alejándose lenta y cuidadosamente, con las manos a sus costados ligeramente elevadas, como si se preparaba para sostenerse de algo a sus espaldas.
—Creo que está dormido —supuso Emma, pero esa era una suposición incorrecta; el hombre yacía muerto desde las últimas catorce horas.
Emma estaba fascinada con el cadáver frente a ella. Increíble misterio la mente de aquella niña de siete años.
La joven Emma no solo tomó la osadía de observar aquel cadáver como si se tratase de algún espectáculo circense, sino también lo tocó y al hacerlo un cosquilleo viajo desde sus pies hasta la punta de su dedo índice; retornando la vida a aquel sujeto, éste abrió sus ojos y se levantó de golpe, Emma no daba crédito lo que sus ojos veían.
Las tres confundidas personas en ese descuidado jardín no podían descifrar que acaba de suceder permanecieron en silencio; un silencio pausado y sosegado, sin embargo, el tiempo no estaba del lado de ninguno de ellos. Pero así como Emma le devolvió la vida al malherido hombre se la quitó a su prima, ésta se desplomo cayendo en uno de los muchos hoyos en ese solar, el hombre reacciono ante la situación corriendo hasta la pequeña haciendo todo lo posible en él para reanimarla. Todo fue en vano. Emma ni bien digería la anterior escena —ver a otra persona ensangrentada e inconsciente— ahora se enfrentaba con la muerte de su prima.
Solo si Emma hubiese tenido el conocimiento de su misteriosa habilidad habría bastado un solo toque para revivir a su prima.
Emma jugaba con su prima en una vieja casa abandonada, el perfecto lugar para jugar cuanto y como quisieran sin ser reprendidas por sus padres. Ambas niñas conocían el lugar perfectamente, sus colores, olores e incluso el nombre de uno que otro vagabundo en busca de refugio.
Su prima fue la primera en notar ese peculiar nuevo aroma, por lo que decidió buscar de donde provenía tan extraña pestilencia y tan difícil de ignorar. Emma se unió a la búsqueda por dos razones: la primera fue porque no quería jugar por su cuenta y la segunda porque si su prima encontraba algo interesante sabía que no querría compartirlo con ella. Para ella el hedor pasaba a segundo término ya se había acostumbrado a los raros olores de aquella casa.
Emma se encontraba "buscando" por las habitaciones, más que buscar Emma lo tomaba como cualquier otro juego.
— ¡Emma, ven rápido! —exclamó su prima desde el también descuidado jardín de la casa.
Emma corrió tan veloz como le permitía el dañado terreno, imaginando que pudo haber encontrado su prima. Fuera lo que fuera ella quería jugar con eso. Sin embargo, por más que la joven Emma tratará de imaginar cual interesante objeto podría ser el encontrado por su prima, su inocente mente jamás habría estado preparada para presenciar semejante descubrimiento.
—Hay un señor justo ahí —señalo su prima el enorme agujero detrás de ella. Emma se sintió cual aventurera tal y como en las historias que le contaba su madre.
Ignorando la temerosa mirada reflejada en los ojos azules de prima Emma se acercó. El hombre dentro del hueco lucia terriblemente golpeado, despedía un hedor insoportable, tenía manchas de sangre por todo su rasgado traje.
Era una escena bastante trágica, a decir verdad.
—No me siento muy segura de esto, Em, deberíamos llamar a alguien —decía su prima alejándose lenta y cuidadosamente, con las manos a sus costados ligeramente elevadas, como si se preparaba para sostenerse de algo a sus espaldas.
—Creo que está dormido —supuso Emma, pero esa era una suposición incorrecta; el hombre yacía muerto desde las últimas catorce horas.
Emma estaba fascinada con el cadáver frente a ella. Increíble misterio la mente de aquella niña de siete años.
La joven Emma no solo tomó la osadía de observar aquel cadáver como si se tratase de algún espectáculo circense, sino también lo tocó y al hacerlo un cosquilleo viajo desde sus pies hasta la punta de su dedo índice; retornando la vida a aquel sujeto, éste abrió sus ojos y se levantó de golpe, Emma no daba crédito lo que sus ojos veían.
Las tres confundidas personas en ese descuidado jardín no podían descifrar que acaba de suceder permanecieron en silencio; un silencio pausado y sosegado, sin embargo, el tiempo no estaba del lado de ninguno de ellos. Pero así como Emma le devolvió la vida al malherido hombre se la quitó a su prima, ésta se desplomo cayendo en uno de los muchos hoyos en ese solar, el hombre reacciono ante la situación corriendo hasta la pequeña haciendo todo lo posible en él para reanimarla. Todo fue en vano. Emma ni bien digería la anterior escena —ver a otra persona ensangrentada e inconsciente— ahora se enfrentaba con la muerte de su prima.
Solo si Emma hubiese tenido el conocimiento de su misteriosa habilidad habría bastado un solo toque para revivir a su prima.
Segunda parte en proceso
wylan
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Dom 03 Nov 2024, 9:16 pm por hange.