The Tate project {Logan Lerman}

look at her, now look at me. i'm nothing, lerman.

—¿A dónde quieres llegar, Lerman? —ladró con un notorio enfado. La miré a los ojos y había una pizca de dolor en ellos. ¿Tan poco le podía agradar a una simple chica? Estaba más que confundido. Pensé que podía tenerla en mi cama con unas simples palabras, pero no fue así. ¿Qué mierda te pasa, Logan?, ¿acaso estás perdiendo tus encantos? No, es imposible.

No supe cómo responder a su pregunta. Quería ganar la apuesta, o sino me quedaría sin chicas. Pero, sinceramente, ahora me estaba arrepintiendo de haber aceptado.

—¿Tate? —preguntó una voz femenina detrás de mí. Los dos giramos hacia ella y nos encontramos con una pelirroja muy confundida. Si no me equivoco su nombre era Lexie Valentine, mejor amiga de Aspen. Recuerdo que estuve con ella una vez, y también que se había enamorado de mí y yo le rompí el corazón.

Le eché una mirada a Tara y esta me miró con fastidio. Bufó antes de irse y sacar a su amiga de los pasillos, entrando a la cafetería. No puede evitar mirar su trasero en ese pantalón ajustado. No era muy grande, tampoco pequeño. Era perfecto.

Negué con la cabeza, para mirar a mi amigo que esperaba tranquilamente apoyado contra los casilleros. Me acerqué a él y este sonrió.

—¿No la tienes fácil, eh? —preguntó burlonamente.

Rodé los ojos y me queje. —Va a volverme loco, ni siquiera sé de que o cómo hablarle.

—Pero, sigue en pie nuestra apuesta, ¿verdad?

—Dalo por hecho.

Después de despedirme con el rubio, seguí a Tara hasta la cafetería. Iba a hacer todo lo posible para que se fijara en mí. Cuando pasé por el baño de damas, una mano hizo que parara el paso. Emma Prescott tocó mi rostro y sonrió provocativamente.

—¿Tienes mucha hambre, cariño? —se alejó de mí para adentrarse más al baño y yo la seguí.

—Ni te imaginas —respondí con una sonrisa. Me merecía algo de diversión por lo menos. Toda esta semana me había dedicado a tratar de persuadir a Tara y ya estaba harto.


—¿Qué crees que querría? —Lexie arrugó la nariz.

—Molestarme, es más que obvio —bramó la morena. Podía escucharlas claramente desde el otro lado del estante de la biblioteca. Si no podía hacerla mía aún, por lo menos tendría que intentar ser su amigo.

Pude ver a través de los libros cómo caminaban hacia el pasillo en el que yo me encontraba. Tomé un libro rápidamente y escondí mi cara detrás de este. Si tenía suerte, no me reconocería aún.

La pelirroja le susurró algo a su amiga que no pude entender y se alejo de ella, dejándome la cancha libre para mí. Mientras Tara leía la tapa de un libro color azul yo caminé hacia ella aún leyendo el mío. En realidad no lo leía, tan sólo actuaba que lo hacía. Choqué con su hombro y los dos libros cayeron, aunque el mío lo tiré con intención. Nos agachamos al mismo tiempo para recogerlos.

—Lo siento, yo… —paró sus disculpas al encontrarse con mi rostro. Se alejó de mí bruscamente chocando contra la estantería, haciendo que esta se balanceara.
Reí ante tanta inocencia que había en su forma de ser.

—Te cuidado —avisé con una sonrisa. Ella me fulminó con la mirada y rió sarcástica y amargamente.

—Gracioso —susurró con enojo. Quiso levantar su libro, pero yo lo alcance primero, para luego ayudarla a levantarse —. Gracias —susurró apenas inaudible.

No sabía cómo hablarle, así que jugué con mis dedos, mientras ella trataba de descifrarme.

—¿Qué haces aquí? —indagó con desconfianza.

—Buscaba un libro para la clase de ciencias—dije torpemente. ¿Para ciencias, Lerman?, ¿en serio? Ni siquiera haces la tarea.

—¿Y la clase se trata de menopausia?

La miré confundido y ella me señaló el libro que tenía en mano. Me sorprendí al ver que era un libro de menopausia y instantáneamente me vino una imagen horrible a la cabeza.

—Sí… digo, no… —respondí más torpe que antes. Ella se echo a reír sin ningún miedo alguno. Sentí cómo mis mejillas se calentaban y miré hacia el otro lado. La bibliotecaria se nos acercó y nos obligó a que aguardáramos silencio, entonces Tara dejó de reír.

—Definitivamente eres un idiota, Lerman.

La boca se me abrió por sí sola. ¿Había escuchado bien? Sí, me había llamado idiota y no se arrepentía de hacerlo. Generalmente las chicas cómo ella no decían esas cosas.

—Que linda —sonreí con amargura.

Alguien se nos acercó y pude ver a mi amigo Jake a nuestro lado con la respiración agitada. ¿Qué quería ahora?

—Lerman, el profesor Dallas quiere verte. Ahora —dijo rápidamente para luego recuperar el aire. El profesor Dallas tenía matemáticas, de seguro estaba en problemas. Mi amiga morena quiso escaparse, pero Jake la interrumpió —. A ti también Tara.

Ella paró en seco, para luego dar la vuelta y marcharse sin decir ninguna palabra. La alcancé y caminamos los dos en silencio hasta la sala de matemáticas.

—Pasen —espetó el profesor. Dejó de escribir en su cuaderno y nos observó detenidamente a los dos —. Los llamé porqué necesito que la señorita Apen sea la tutora de Lerman —su voz sonaba tan calmada que hasta me dieron celos.

—¿Qué? —gritó Tara —. ¡No! Lo siento, no quiero ser tu tutora —se cruzó de brazos.

—Por favor, Aspen. Eres la mejor alumna, Logan aprenderá muy bien contigo.

Estrechó sus ojos hacia a mí y traté de sonreírle. Luego miró al maestro y suspiró pesadamente.

—Bien —dijo a regañadientes. El profesor sonrió y nos indicó que podíamos irnos. Salimos del salón y Tara dijo que podía ir a su casa esta tarde, para luego perderse entre los pasillos. Sonreí triunfante. Quizás no entender las matemáticas no es tan malo después de todo.