no me dejes ir | l.s

Unos cuantos toques en la puerta de mi departamento me obligaron a abrirla. Me sorprendí al ver la persona en frente de mí, pero solo le quede mirando. Las piernas me temblaban al igual que las manos y mi barbilla. No, en realidad todo mi cuerpo temblaba. Las palabras vacilaban en mi boca y solo se escuchaban torpes balbuceos. El corazón latía con fuerza en mi pecho, mi mirada era nerviosa y las lágrimas no tardaron en amenazar con llenar mis ojos. Mi respiración era cada vez más irregular. Estaba inestable, sentía que iba a desfallecer en cualquier momento y mi rostro mostraba un semblante extraño, al parecer. Todos esos sentimientos ya me eran raros, era imposible lo que yo pensaba al respecto de eso, pero tan solo su presencia me ponía nervioso, con su voz y simples roces. Sus palabras resonaron con fuerza en mis oídos, mi cerebro se aturdió y me paralice estúpidamente.

–  ¿Qué sucede? –Preguntó. Abrí mi boca y solo alcance a despegar mis labios cuando otra pregunta me detuvo. – ¿Estas bien? –Me limité a asentir. – ¿Los ratones te comieron la lengua? –Rió y negué con la cabeza, nuevamente la voz no me Salió.
– No. –Mi voz salió débil y frágil después de un rato. Una de mis manos me sostuvo contra la puerta, acomode mi cuerpo en una posición un tanto extraña y reí.
– ¿Nervioso? –Pregunto elocuente.
– No lo estoy, ¿por qué? –Nuevamente mis palabras vacilaron de mi boca y fruncí el ceño, haciéndome el desentendido.
– Pequeño grandote, ¿no confías en mí? ¿Estas nervioso?

Negué efusivamente, no entendía a que se debió esa pregunta repentina. El nerviosismo no se me tendría que notar tanto ¿cierto?

– ¿Estas en tus días? –Cuestiono burlesco.

Claramente me enojé un poco, levanté mi mano libre y cayó en su cabeza.

– No, tonto.

El no hizo nada ante el golpe, solo sonrió y libremente saco un mechón castaño que cubría uno de mis ojos y lo coloco detrás de mí oreja. Tragué saliva pesadamente y aparte automáticamente su mano de mi alcance, sus roces me estremecían aún más.

– Tengo noticias, por eso estoy aquí. –Dijo serio, lo que es raro en él. Sus palabras me revolvieron el estómago y se adentró en mi departamento. Yo aún apoyado en la puerta lo vi pasar y cerré suavemente la puerta y nuevamente me apoye en ella unos segundos.
– ¿Cuáles son las noticias? –Me acerque unos centímetros a él, de pronto, su mirada se volvió nerviosa y algo confusa.– Escúpelo, tu mirada me pone nervioso. –Le insistí, él tomó sus manos y suspiró. Me miró fijamente y frunció los labios.
–Voy a ser padre.

Al escuchar sus palabras casi me desmayo allí mismo. Todo se me dio vuelta y logre apoyarme de nuevo en la puerta. Una sonrisa irónica apareció en mi rostro notoriamente incrédulo y luego le mire. Al parecer ese romance de una noche se había convertido en algo demasiado serio a mi parecer.

– ¿Qué? –Mi voz sonó desgastada y sentí que todo se me destruía por dentro. Mis manos empezaron a temblar más que antes y sentía todo mi cuerpo pesado.

Eso tiene que ser mentira. Es mentira ¿no?

– Seré padre, y quiero que tú seas el padrino.

Una sonrisa se formó en sus labios, algo pícara. Vi lo feliz que se veía y me destruía aún más por dentro. Miles de preguntas se formaban en mi cabeza. ¿Por qué me sentía así? Siempre privé mi libertad por el sin darme cuenta… ¿y ahora esto?

– Felicidades, Louis.

Sonreí y lentamente me acerque a él y lo abrace para nada afectuosa mente. Me sentí frío, pero él me sostuvo en sus brazos con algo de fuerza. Creí que una lágrima se me caería en cualquier momento, pero con todas mis fuerzas me contuve demasiado dolido, no  debía llorar frente a el… debía ser fuerte.


Luego de un tiempo ya todo había empeorado, estaba allí de pie junto a ellos que sostenían una gran sonrisa en sus rostros y sus manos firmemente entrelazadas. Eleanor tenía su vientre como una pelota, su patético cabello castaño semi-recogido, con su sonrisa y su blanco vestido lleno de encajes y brillos. Y mi Louis elegantemente vestido con un traje.

Creí que lloraría ahí mismo delante de esa escena. ¿En qué me equivoque?

– Si hay alguien que se oponga a este matrimonio, que hable ahora o calle para siempre. –Dijo el sacerdote.

Sus palabras llegaron hasta mi destruido corazón, pero claro, callaría para siempre, porque soy un cobarde…

Y luego de unos minutos se escucharon esas palabras que se transformaron en verdaderos cuchillos para mí:

– Los declaro marido y mujer.

Mis manos estaban en forma de puño, no soportaba más, eso fue demasiado toxico. Veía sus labios fundirse en un cálido beso. Creí verme allí, junto a él, como siempre lo anhele. Pero no, estaba ella… y yo no. Tenía el maldito impulso de salir corriendo de la iglesia y olvidarme de eso, pero lo echo, echo esta. Mi madre me miro preocupada, pareciera como que sintiera mi dolor, pero sé que ella estaba feliz. Feliz por Johannah y Louis, que era como su segundo hijo.

Todo tenía que ser mentira.


Mis sentimientos estaban en una especie de coma donde no podía sentir nada. De pronto me sentí vacío e inestable, tendido en mi cama boca arriba, sentía las lágrimas recorrer mi rostro vagamente.

Parecía ser el fin en mi interior…


El niño ya tenía un año, mi pequeño ahijado. El que tal vez arruino mi vida y el principal culpable de que ellos contrajeran matrimonio.

Ya todo había cambiado, nada fue como antes. Nunca más me dijo “te quiero”. Louis se olvidó de mí. Nunca más lo vi frente a mi puerta, él se fue de esta casa con ella. Para siempre.

¿Dónde estás ahora? Esta curiosidad me mata.

Me sentí estremecer, unos leves espasmos me recorrieron el cuerpo sintiéndome enfermo. El lápiz que sostenía mi mano cayó al suelo, cada letra que escribí en aquella hoja describían crudamente como me sentía en este instante. El frío que me penetraba la piel llegándome a los huesos, mis manos sostenían mis piernas y aquella hoja que descansaba en mi regazo cayó al suelo.

Te necesito.


Miraba atentamente la ventana, admirando la luz blanquecina casi majestuosa de la luna que traspasaba las cortinas con facilidad.

Mi mirada estaba vacía, el dolor de mi corazón ya era algo común. Aunque no estuviera resignado del todo, ya era convincente de lo que tanto tenía miedo: amarlo más de la cuenta.

Estas cartas nunca te las entregaré.


Mi corazón siempre estuvo vacío, lleno de odio, quebradizo y desilusionado, pero él siempre estuvo ahí para darle algo de color a mi vida, pero se fue. Y nuevamente me sentí desilusionado. Él siempre me prometió estar conmigo en todas y de nunca dejarme solo… pero rompió esa linda promesa. La cual creí ingenuamente.

Oprimí todo sentimiento posible en mí y suspiré, cerré los ojos y deje que el sueño me llevara a otro sitio, fuera de allí.

Pero luego de un rato de sueño desperté y la cuchilla aún seguía a mi lado.


Habían pasado ya semanas y parecía ser ignorado, unos meses y parecía ser olvidado y un año basto para sentirme invisible y ser solo un simple y lindo recuerdo en su mente. Ya no sonreía, ya no sabía lo que era sentir felicidad.

“Yo nunca sería capaz de hacerte daño, cariño.”

Pero todo había acabado allí, esa dura imagen daba vueltas en mi cabeza. Que erróneo estaba cuando pensé en amarlo y pensaba ser correspondido. Pero me equivoque.

Amaba sin ser amado.


Ya no sufría más, ya que el filo de la cuchilla me ayudaría a eso. Una oscura lagrima resbalo por mi mejilla y pase ese filo por mis delgadas muñecas.

¿Por qué lo haces? Dime, ¿Por qué te auto flagelas?

Y había una sencilla y dolorosa respuesta; estaba enamorado de alguien inalcanzable.

La respiración se me cortó y una sonrisita se dibujó en mis labios, ya no sufriría por más años. La sangre recorría mis brazos, manchando la alfombra con el tinte rojo. Abrí con pesadez mis ojos y lo vi en frente de mí.

¿Qué hace en frente mío? ¿Cómo llego hasta aquí? ¿Cuánto tiempo había pasado? ¡Había quedado inconsciente!

Me movía de lado a lado, esperen…  ¿Me llamó “amor”?

La vida, se me iba. ¿Qué hice? ¿Por qué no me di cuenta antes? ¿Me amas? ¿Cómo yo a ti?

Su voz era lejana y hacía eco en mi cabeza…

Estaba helado como un hielo, perdí sangre y mucha. Mi cuerpo parecía muerto, no podía reaccionar y de seguro estuve allí en el suelo por horas.

Tu hijo… ¡¿No era tuyo?! ¿Qué dices? ¿Por qué yo no reacciono? Mis ojos se cierran, no los puedo abrir. ¡Ayúdame, Louis!

¿Estas llorando? ¿Por mí?

Solo lograba escuchar sus sollozos y mi escasa respiración. No me quiero ir Lou… no te quiero dejar solo. Pero esto es tú culpa.

¿Me amas? No amor… no llores por mí, ¡¿pero cómo creerte si te casaste con ella?! La prefieres a ella antes de mí… no a tu mejor amigo que tanto te ama. Me haces mal… ya no sé qué sentir. ¡Todo se volvió oscuridad! Mi corazón se está durmiendo con tu recuerdo, no despierta Lou… no… creo que me estoy yendo, ¿me escuchas? Escúchame, no es tan difícil. No me dejes ir.

La ambulancia llego y no pude recordar más. Nada más que sus temblorosas manos sujetando con fuerza mi cuerpo contra el de él, pidiendo desesperad amente no dejarlo… creí que me iría a la eternidad, donde todo es incierto.


Después de un año y medio, ya todo había pasado. Nunca le conté y tampoco contaría nada. Él se me declaro… cuando estaba en el peor momento, cuando todo se me tornaba borroso y poco claro. Y por eso, tenía miedo de que eso me jugara en contra y que haya sido producto de mi loca y confusa imaginación.


Entre a mi departamento como todos los días, pero algo me alarmó. La puerta estaba abierta y detrás de ella, él estaba leyendo mis viejas cartas sin permiso.

¡No! ¡No las leas! Grite en mi interior. Me desesperé cuando lo vi leyéndolas, me dio miedo pensar que me rechazaría. Odiaba pensar eso… pero ya era tarde, me estaba mirando con los ojos llenos de lágrimas.

– Perdóname, Hazz.

Su voz se quebró y corrió hacia mí para fundirnos en un abrazo. No moví ni un solo musculo, no quise reaccionar ante su tacto. Simplemente no pude.

– Yo te amo tanto… ni te imaginas como, Harry. –Dijo acariciando mi cabello, enredando sus dedos en él.
– Yo también te quise… pero la preferiste a ella… ¿Por qué? –Las palabras que salían de mi boca sonaban tan bajas que parecían susurros, aun dolía pronunciarlas.
– Lo sé y me equivoque Harry. ¡Me arrepiento de todo! Por eso perdóname, por favor. –Murmuro cerca de mi oído, al parecer lo de esa vez era cierto.
– No… sé quién soy para perdonarte, pero duele mucho recordar eso. –Aclaré. Ya sabía  que estaban separados, porque ella le mintió.
– Nunca quise hacerte daño.
– Lo hiciste y mucho. –Contradije.
– Hazza, tú no sabes lo que haría por ti.

Todo quedo en un profundo y casi incomodo silencio, pero me rendí ante él y nos compenetramos en un abrazo donde ninguno de los dos quería dar tregua, ninguno de los dos quería dejar de sentir el calor del otro. Su aliento estaba cerca del mío y casi respirábamos el mismo aire. Nuestros labios se rozaron levemente y lo atrape en los míos.

Todo fue mágico… cuando su lengua penetro mi boca con sumo cuidado y suavemente. Una débil guerra se formó, ambos luchábamos por el control. Su sabor me envolvió cada poro de mi piel, gemí levemente y un escalofrió me recorrió todo el cuerpo.

– Te quiero. –Susurro luego de separarnos.

Nuestras respiraciones estaban levemente agitadas, nuestros ojos se encontraron y nos miramos profundamente, mientras yo observaba cada uno de sus facciones que me enloquecían.

– Y yo te amo. –Murmure.
– No… Yo te amo más. –Sonrió y solo me ruborice.

Apoye mi cabeza en su hombro y enrede mis demos en su cabello mientras el sostenía mi cintura con ambas manos.

– Tonto… me hiciste sufrir mucho tiempo.


El no dijo nada ante mis palabras y solté lágrimas que estaban contenidas. Le escuche sollozar contra mi oído aprisionando fuerte nuestros cuerpos porque… simplemente ya sabía la razón; Yo.