» the flames begin beneath the sea.

well, no one told me about her, the way she lied. well no one told me about her, how many people cried. but it's too late to say you're sorry. how would i know? why should i care? please don't bother tryin' to find her, she's not there. well, let me tell you 'bout the way she looked, the way she'd act and the colour of her hair. her voice was soft and cool, her eyes were clear and bright. but she's not there. well, no one told me about her, what could i do? well, no one told me about her, though they all knew. but it's too late to say you're sorry. how would i know? why should i care? please don't bother tryin' to find her. she's not there. well let me tell you 'bout the way she looked, the way she'd act and the colour of her hair. her voice was soft and cool, her eyes were clear and bright. but she's not there, darling.

Todos dicen que los mayores son los ignorados y los menores son los mimados. ¿En serio? Si en realidad es así, ese no es mi caso. Ser menor me hace menos importante que los demás y ser mayor es de la misma forma. Soy ignorada de todas maneras en mi familia.

Él la necesitaba. Él la quería. Él respiraba, y ella era su aire. Él estaba enfermo, y ella era su cura. Él lloraba, y ella era sus lagrimas. Él reía, y ella lo hacía reír. Él era feliz, y ella era su felicidad. Pero un día, todo cambió. Ella se fue, ella no quería dejarlo, pero debía hacerlo. A ella le había llegado su tiempo. Su destino no era estar juntos y todos lo sabían. Él el dragón, y ella la princesa. Él comenzó a cambiar, a tomar una forma sobrenatural, a perder la razón, a perder la compasión, a perder su humanidad. Era una bomba y estaba a punto de detonar. Pero al ver a Jules, tan sola y tan indefensa, algo nació en su pecho, algo floreció en ese desolado desierto. Jules le recordaba a ella, a su amada. Y aunque debía dejar su coraza, aunque debía dejar todas esas llamas, él lo haría por ella. Él la quería, la necesitaba de la misma manera que siempre lo hizo. Había llegado la ahora de que él sería su príncipe y ella su princesa. Pero no todo es un cuento de hadas. Despierta.

— Creí que todavía me necesitaba cómo madre.
— Y aún lo hago.

Y hoy, esta noche. Contaré las estrellas por ella.

Te enamorarás una vez más. Eso pasará otra vez. Eso tan sólo será fantástico y extraordinario cómo la primera vez y tal vez igual de doloroso. Pero eso sé que va a suceder otra vez. Lo prometo.

Lleno de desesperación dentro de la oscuridad. Consiente y asustado, sostuvo el prisionero de una guerra. Quedándose sin aire, enterrando en una tristeza quiere salir de este mundo paralizante. Y los sonidos de los gritos, cuando un ser querido de la familia muere hace eco a través de una habitación vacía, donde un alma joven reside. Cuándo la noche es fría, y sientes cómo si nadie lo sabe lo que se siente al ser el único enterrado en este gran agujero. Tú puedes llegar hasta la salida del sol. Buscando una manera para escapar de la locura. Una gran necesidad de cambiar, porqué nosotros luchamos por mejores días. El daño y el dolor son cortes profundos de una hoja de afeitar. Sosteniendo en un grito de amor, abandonado y con miedo. Cuando la noche es fría, y sientes cómo si nadie lo sabe lo que se siente al ser el único enterrado en este gran agujero. Tú puedes llegar hasta la salida del sol. No voy a ir a la tumba hasta que se haga la diferencia; no voy a entrar a la tumba hasta que se haga la diferencia. De vez en cuando, surgen, entre los otros humanos, gente que parece destilar el amor tan natural cómo el sol, cuándo da calor. Pero tú puedes llegar hasta la salida del sol.

Primrose Everdeen había vivido toda su vida como una protegida de su hermana. Lo cual le había hecho creer que era un ser inútil que no servía para nada y que era débil. Por ello, cuando uno de los soldados del distrito trece preguntó por voluntarios para ir al Capitolio ella se ofreció. Quería sentirse valiente por una vez. Cuando llegó, tan solo corrió hacia una pequeña niña herida, esta la miro a los ojos, como si pidiera ayuda y Prim le dio su abrigo, dejando ver su colita de pato. Abrazó a la pequeña, pero esta vez observaba como su hermana corría hacia ella. Y cuando estallaron las bombas, Prim aún abrazaba a esa niña, sintiéndose por primera vez lo suficientemente valiente como para morir.

A veces pienso que la oscuridad es mi única amiga, ya que es lo único tengo. Cuándo escuché a mi mamá salir por la puerta, me quedé en el baño. Y lloré. Siempre lloro. Después de derramar varias lagrimas salí de allí y apagué la luz. ¿Y qué es lo que me encontré? Oscuridad. Una absoluta oscuridad. No tuve miedo, sé que ella es mi amiga. Le sonreí y ella me devolvió la sonrisa. Creo que fue la sonrisa más horrible y aún así hermosa que vi en mi vida. Estaba llena de dolor y también miedo, pero también era cálida, cómo si me dijera que todo iba a estar bien. Aunque las dos sabemos que no lo estará.

— Quédate, Tate.
— Eres lo más lindo que me paso, Lerman. Pero lo más triste también.

— Aún no entiendo cómo lo haces —confesó.
— ¿Hacer qué? —el rostro de la morena  se torno confundido, pero la sonrisa no se le borraba de él.
— Eso, llevarte su dolor. Aunque sea por un momento —se encogió de hombros, para luego marcharse. ¿En serio ella hacía eso?, ¿ella podía llegar a ser la sonrisa de Noah? No lo eres, Calypso. Eres más que eso.

— ¿Crees qué Arttie y Matt seguirán juntos? Digo, después de todo lo que pasaron, ¿qué les queda?
— Sé que Matt siempre amará a Arttie, que siempre sonreirá al verla feliz, que siempre se enojará al verla con otro, que llorará todas las noches al no tenerla a su lado. Pero también sé que siempre la lastimará, cómo ella lo hace con él. La primera vez que él la engañó fue mala suerte, cuándo ella lo hizo fue casualidad, pero dicen que la tercera es la vence y por engañarse mutuamente, ésta dolió más.

— Te quiero, Arttie.
— ¿Encontraste una razón para hacerlo? —indagó con la vista en la película que estaban a punto de rentar. Él castaño sonrió torpemente, cuándo una carcajada se le escapó.
— Si tan sólo supieras...

— ¿Confías en mí? —extendió su mano, pero la pelinegra negó.
— No aún, Matt —se encogió de hombros, para acercarse al rostro de Matthew y plantar un suave beso en su mejilla —. Pero creo que eres dulce —le regaló una dulce sonrisa y se marchó.