Conectarse
Últimos temas
miembros del staff
Beta readers
|
|
|
|
Equipo de Baneo
|
|
Equipo de Ayuda
|
|
Equipo de Limpieza
|
|
|
|
Equipo de Eventos
|
|
|
Equipo de Tutoriales
|
|
Equipo de Diseño
|
|
créditos.
Skin hecho por Hardrock de Captain Knows Best. Personalización del skin por Insxne.
Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
Crossfire (The Wicked Diary #1)
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
Página 1 de 1. • Comparte
Crossfire (The Wicked Diary #1)
Ficha de la serie
• Titulo: Crossfire
• Autor: Evey!
• Adaptación: completamente original, tanto trama como personajes. Prohibida su adaptación.
• Género: paranormal/fantasía, terror, drama.
• Contenido: escenas violentas.
• Advertencias:
-El lenguaje y vocabulario de esta novela es complejo, al igual que su redacción. No supone una lectura superficial y ligera.
-La novela tiene dos tipos distintos de narración. Por un lado, los capítulos normales escritos en tercera persona (narrador omnisciente). Por el otro, entradas del diario personal de la protagonista escritas en primera persona.
-Es una trama oscura y sus personajes son retorcidos. No hay héroes claros y abundan los grises.
-Se incluyen temáticas religiosas (Cielo, Infierno, Apocalipsis) debido a la presencia de ángeles y demonios, incluyendo a Lucifer.
-Si esperan romance, puedo advertir que no lo va a haber. Lás únicas escenas que puedan surgir van a estar narradas en el diario de la protagonista y serán más bien recuerdos dolorosos. No es una historia rosa, así que no esperen amor y felicidad.
-No hay final feliz... Ni triste. Hay final que abre nuevas puertas para la segunda novela.
-Cabe aclarar que la protagonista toma un cuerpo ajeno, perteneciente a otra chica. Por eso hay dos pbs distintos para Tabitha: el original (Lilly) y el de Evangeline (Kaya).
-Actualización lenta. Es una novela recientemente iniciada.
• Otras páginas: Wattpad, bajo el seudónimo EvangelineV.
Summary
Un híbrido no está destinado a sobrevivir por siempre. No está destinado a escapar de su castigo. No puede deshacerse de sus cadenas. Un híbrido ya no es dueño de su alma, solo es un recipiente que la aloja por tiempo reducido.
Tic, tac.
Las horas y los días pasan y la humanidad se escabulle por cada poro.
Tic, tac.
El Infierno espera. Y ella no podrá desasirse de las garras de Lucifer.
Tic, tac.
Las horas y los días pasan y la humanidad se escabulle por cada poro.
Tic, tac.
El Infierno espera. Y ella no podrá desasirse de las garras de Lucifer.
Casting
Lilly Collins / Kaya Scodelario - Tabitha
Nicholas Hoult - Sebastian
Mark Pellegrino - Lucifer
Alex Pettyfer - Josiah
Evey!
Re: Crossfire (The Wicked Diary #1)
Prólogo
Sus ojos refulgieron a la luz de la luna. Oscuros, devoradores, comenzaban a dejar ver furiosas vetas carmesí en su centro, extendiéndose como un reguero de ira. Tragué en seco, tratando de asir mi alma humana y mantenerla con vida. Pero era inútil, lo sabía. Y él también.
—Te lo dije —musitó, su voz resonando cavernosa, demasiado grave. Miré mis manos, ahora brillantes como si una llama estuviera a punto de envolverlas. Luego lo observé a él, su rostro cincelado en granito, sangre cayendo en ríos resecos por su pecho—. Estoy destinado a caer —plumas negras, abismales, asomaron por su espalda. Se extendieron en todo su esplendor, alzándose sus alas –replegadas hasta entonces– para cubrirnos en un perfecto y estrecho círculo.
—Estamos. Los dos —susurré al tiempo que las llamas se extendían por mis manos y brazos desnudos. Lucifer me reclamaba otra vez.
Mis ojos debieron arder de manera infernal. Mis pómulos parecían desintegrarse ante el calor que me envolvía e impactaba contra nuestros cuerpos. Las llamas se consumían intermitentemente, pero no acababan de extinguirse a pesar de mis esfuerzos internos. A pesar de la necesidad de quedarme en la Tierra aunque fuera por un minuto más.
No había resistido más que un año. Un mísero año, tan corto, tan fugaz, tan destructivo. Mi humanidad poco a poco se había ido diluyendo a causa de esa pequeña partícula corrupta que por la fuerza había entrado a mi cuerpo. Partícula que había conquistado más y más territorio, ennegreciendo las tierras áridas de mi corazón, cuerpo y alma aún más de lo que ya estaban. Aquella alma pútrida, demoníaca, consumió a la mía, que no distaba tanto en su condición.
Demonio. Ángel. Estábamos destinados a caer. Más bajo, más abajo, en lo profundo del abismo. Cayendo eternamente, cayendo sin fin. Cayendo, simplemente.
Ya no había gracia divina ni voluntad humana. Sebastian era un rebelde, yo era una condenada. Una condenada que hábilmente había escapado de su destino, a sabiendas de que el destino jamás dejaba escapar. Jamás.
—No volveré. No yo. Ya no habrá nada humano en mí. Solo un cuerpo, robado. No seré yo —dije, ahogándome, asfixiándome. Mis pulmones se sacudían violentamente de arriba abajo. Mis ojos estaban secos, pero lloraba por dentro.
—Serás tú. Siempre serás tú —asintió, al tiempo que las plumas de sus alas ardían junto conmigo misma. Despidieron haces azulados, delicados, cegadores.
Segundos después, solo quedaban cenizas y un cuerpo humano desgarrado.
Mi cuerpo. Mi alma. Ambos, perdidos.
—Te lo dije —musitó, su voz resonando cavernosa, demasiado grave. Miré mis manos, ahora brillantes como si una llama estuviera a punto de envolverlas. Luego lo observé a él, su rostro cincelado en granito, sangre cayendo en ríos resecos por su pecho—. Estoy destinado a caer —plumas negras, abismales, asomaron por su espalda. Se extendieron en todo su esplendor, alzándose sus alas –replegadas hasta entonces– para cubrirnos en un perfecto y estrecho círculo.
—Estamos. Los dos —susurré al tiempo que las llamas se extendían por mis manos y brazos desnudos. Lucifer me reclamaba otra vez.
Mis ojos debieron arder de manera infernal. Mis pómulos parecían desintegrarse ante el calor que me envolvía e impactaba contra nuestros cuerpos. Las llamas se consumían intermitentemente, pero no acababan de extinguirse a pesar de mis esfuerzos internos. A pesar de la necesidad de quedarme en la Tierra aunque fuera por un minuto más.
No había resistido más que un año. Un mísero año, tan corto, tan fugaz, tan destructivo. Mi humanidad poco a poco se había ido diluyendo a causa de esa pequeña partícula corrupta que por la fuerza había entrado a mi cuerpo. Partícula que había conquistado más y más territorio, ennegreciendo las tierras áridas de mi corazón, cuerpo y alma aún más de lo que ya estaban. Aquella alma pútrida, demoníaca, consumió a la mía, que no distaba tanto en su condición.
Demonio. Ángel. Estábamos destinados a caer. Más bajo, más abajo, en lo profundo del abismo. Cayendo eternamente, cayendo sin fin. Cayendo, simplemente.
Ya no había gracia divina ni voluntad humana. Sebastian era un rebelde, yo era una condenada. Una condenada que hábilmente había escapado de su destino, a sabiendas de que el destino jamás dejaba escapar. Jamás.
—No volveré. No yo. Ya no habrá nada humano en mí. Solo un cuerpo, robado. No seré yo —dije, ahogándome, asfixiándome. Mis pulmones se sacudían violentamente de arriba abajo. Mis ojos estaban secos, pero lloraba por dentro.
—Serás tú. Siempre serás tú —asintió, al tiempo que las plumas de sus alas ardían junto conmigo misma. Despidieron haces azulados, delicados, cegadores.
Segundos después, solo quedaban cenizas y un cuerpo humano desgarrado.
Mi cuerpo. Mi alma. Ambos, perdidos.
Evey!
Re: Crossfire (The Wicked Diary #1)
Diario - Hellbound
Me rescatarán, otra vez. Pudieron una, pudieron dos, ¿por qué no una tercera? Me rescatarán, como siempre, porque mi alma no pertenece a Lucifer. Mi alma es oscura, pero no infernal. Eres un demonio, esta no es tu alma y esta no eres tú. No eres nada.
Un día más. Otra tortura. Cadenas, espinas de hierro oxidado, fuego, marcas.
Diez días, diez torturas. Veinte torturas.
Cuarenta días. Perdí la cuenta de los cuerpos que mutilé y masacré. Pero el dolor no se olvida.
Pasaron años. Uno, dos, diez, incontables. Infinitos. Nunca terminaban. La urgencia se hizo piedra, tallada por mis múltiples heridas. La impaciencia fue estrangulada por férreas esposas de metal. Yo fui crucificada, al igual que mis esperanzas. Ningún ángel me rescató. Nadie vino por mí en esta oportunidad.
Lucifer me tomó como su pequeña novata. Recién alcanzada la veintena, cazadora de oficio desde mi adolescencia, vidente por pura casualidad, le placía tenerme controlada, sumida en su dolor. Era su favorita. Era su demonio, por fin, luego de su larga espera. “Desde tu alumbramiento, desde antes... Desde siempre. Estabas destinada a ser mía, Tabitha”. Fue lo único que le oí decir durante toda mi estadía en el Infierno. Lucifer nunca hablaba, nunca aparecía.
Pocos lo habían visto. Pocos, que eran especiales. Yo era especial, por algún motivo que no comprendía. A pesar de todo, no era un demonio. ¿No? Sodomizaba, lastimaba, tocaba fondo de existencias ajenas, finalizadas... Y una parte de mí lo disfrutaba. Pero la otra, ese rebelde e inexplicable retazo humano que flotaba perdido en mi interior, sufría con cada azote, con cada castigo. Tabitha. Era ella, no yo. Yo no sabía ni sé qué era... Qué soy. “Desde tu alumbramiento, desde antes... Desde siempre”. Era suya.
Un día más. Otra tortura. Cadenas, espinas de hierro oxidado, fuego, marcas.
Diez días, diez torturas. Veinte torturas.
Cuarenta días. Perdí la cuenta de los cuerpos que mutilé y masacré. Pero el dolor no se olvida.
Pasaron años. Uno, dos, diez, incontables. Infinitos. Nunca terminaban. La urgencia se hizo piedra, tallada por mis múltiples heridas. La impaciencia fue estrangulada por férreas esposas de metal. Yo fui crucificada, al igual que mis esperanzas. Ningún ángel me rescató. Nadie vino por mí en esta oportunidad.
Lucifer me tomó como su pequeña novata. Recién alcanzada la veintena, cazadora de oficio desde mi adolescencia, vidente por pura casualidad, le placía tenerme controlada, sumida en su dolor. Era su favorita. Era su demonio, por fin, luego de su larga espera. “Desde tu alumbramiento, desde antes... Desde siempre. Estabas destinada a ser mía, Tabitha”. Fue lo único que le oí decir durante toda mi estadía en el Infierno. Lucifer nunca hablaba, nunca aparecía.
Pocos lo habían visto. Pocos, que eran especiales. Yo era especial, por algún motivo que no comprendía. A pesar de todo, no era un demonio. ¿No? Sodomizaba, lastimaba, tocaba fondo de existencias ajenas, finalizadas... Y una parte de mí lo disfrutaba. Pero la otra, ese rebelde e inexplicable retazo humano que flotaba perdido en mi interior, sufría con cada azote, con cada castigo. Tabitha. Era ella, no yo. Yo no sabía ni sé qué era... Qué soy. “Desde tu alumbramiento, desde antes... Desde siempre”. Era suya.
Evey!
Re: Crossfire (The Wicked Diary #1)
Diario - Let go
Azazel es quien se encargó de mí durante todos mis años, como si fuera mi maestro y yo su aprendiz. Como si ser un demonio fuera una profesión, una carrera lenta como las torturas. Como si fuera un exquisito oficio que requiriera una práctica inigualable, feroz. Años, incontables. De repente era carne floja y maltratada, de repente era una figura intangible, apenas visible en el sulfuroso ambiente. Era todo y era nada, era cuerpo y era alma. Pero ninguno era mío y Azazel se encargaba de recordármelo con decidida constancia.
“¿Creíste ser libre? ¿Creíste escapar? ¿Creíste vivir? Solo prolongabas algo finito. Este es tu lugar, Lucifer es tu dueño”. Mientras Azazel repetía su infame discurso, yo asentía como un títere y recluía mi furia en alguna parte, esperando el momento oportuno para liberarla. Pensaba que nunca llegaría.
Llegó, después de un millar de almas. Después de que mi sangre negra y pútrida me envenenara. Morí más de una vez, morí cientos de veces, y aquella fue la peor. Caía más abajo, llegaba al último círculo del Infierno. Horror interno, orgullo ajeno, Azazel confiaba en que finalmente estaba lista. Ya era una cosechadora de terror, de agonía. Robaba líquidos vitales, influía aun más que mis elementos de tortura, castigaba con la mente, con oscuros pensamientos. El sufrimiento de los demás era mi alimento dulce y necesario y ya no me importaba calar en lo más hondo de mi propia repugnancia.
Me dejé ir.
“¿Creíste ser libre? ¿Creíste escapar? ¿Creíste vivir? Solo prolongabas algo finito. Este es tu lugar, Lucifer es tu dueño”. Mientras Azazel repetía su infame discurso, yo asentía como un títere y recluía mi furia en alguna parte, esperando el momento oportuno para liberarla. Pensaba que nunca llegaría.
Llegó, después de un millar de almas. Después de que mi sangre negra y pútrida me envenenara. Morí más de una vez, morí cientos de veces, y aquella fue la peor. Caía más abajo, llegaba al último círculo del Infierno. Horror interno, orgullo ajeno, Azazel confiaba en que finalmente estaba lista. Ya era una cosechadora de terror, de agonía. Robaba líquidos vitales, influía aun más que mis elementos de tortura, castigaba con la mente, con oscuros pensamientos. El sufrimiento de los demás era mi alimento dulce y necesario y ya no me importaba calar en lo más hondo de mi propia repugnancia.
Me dejé ir.
Evey!
Re: Crossfire (The Wicked Diary #1)
Freed
Ya no había un par de vívidos ojos avellana observándola desde el espejo. Ahora eran azules, profundos, veteados de odio. Por momentos negros, revelando su naturaleza. Finas cejas los enmarcaban, muy diferentes a aquellas de su anterior cuerpo, que era suyo. Este no lo era. Había llegado a la Tierra tomándolo para su propia conveniencia sin que su alma se resistiera.
Era frágil, endeble, humano. Era delicado y hermoso. Era temporal. No había recipiente que pudiera soportar el influjo demoníaco por mucho tiempo. Se dañaban, como una máquina cualquiera. Pero no tenían arreglo. Se desechaban como un pañuelo.
Dudaba que alguien fuera a preocuparse por Evangeline. Dudaba que alguien se hubiera preocupado por ella. En eso se parecían. Ninguna tenía familia, ninguna tenía amigos. Tenían despojos. Tenían muerte. Las dos eran sombras. Las dos eran nada, manojos de venas palpitantes y miembros alzándose cada mañana en busca de una respuesta. Evangeline no la encontró. Ella tampoco.
Había sido finalmente liberada. Muchísimos años habían pasado allí abajo y aquí solo uno. Uno, como el que había tenido y perdido a cambio de más dolor, aquel que parecía infinitamente lejano en aquel pasado donde su humanidad aún luchaba. Un año, nada más, que le había dado milenios de experiencia, surcando cada fibra, recorriendo cada tramado. Y la única huella visible eran esos ojos ávidos de una venganza silenciosa que la observaban en el espejo, esperando, esperando. La espera nunca acababa, tampoco el sufrimiento.
La persiguió durante su vida y también en su muerte. Estaba muerta. Pero eso no era novedad. Según creía, había muerto aquella noche, cuando tenía solo tres años, y luego se arrastró por el mundo fingiendo estar más viva que nunca. La sonrisa se empastaba en su rostro, cada vez más gastada, vieja, rota. Era como una pintura borroneada a la que la memoria intentaba anclarse para recordar lo que era ser feliz. Pero no había recuerdos suficientes. Todos ellos habían sido exterminados, pisoteados en la huída, enterrados sin funeral.
Unos pocos habían sobrevivido, pero ninguno traía consuelo. Eran espectros que se desplegaban en los recovecos de su mente, arañando con sus garras invisibles los últimos retazos de fragilidad. Su hermana era una imagen que poco a poco se volvía menos definida. Sus padres eran un fulgor anaranjado que se expandía quemándolo todo. Aquello siempre carcomía sus entrañas. Ellos ya no eran nada más que fuego y cenizas, más que gritos y llanto. Su hermana menor no era nada más que rizos envueltos en llamas.
Desde siempre.
Su destino estaba sellado. El Infierno la había convocado aún cuando la inocencia fluía por sus venas. No importaba cuánto hubiera intentado escapar de todo y de todos, al final el resultado sería –y era, efectivamente– el mismo. A sus tres años, hace tanto, tanto, había comenzado la partida que acabaría con su vida. Azazel había aparecido como un rapiñador y arrebató tres almas de una sola movida. Faltaba la suya. Pero Tabitha no estaba dispuesta a entregarse así sin más. No comprendía en lo absoluto lo que el juego representaba. Todavía no lo comprendía, ni creía que fuera a hacerlo jamás.
Los años se estancaron. Se apilaron uno encima del otro, sin cuidado, lentamente. La amenaza velada seguía en pie mientras la niña se convertía en una mujer rota y desesperada. El túnel se hacía cada vez más estrecho y no había aparente salida. Tabitha ya no podía seguir luchando, no podía mantenerse en pie por mucho más. No podía seguir corriendo sin mirar atrás.
Ciudad tras ciudad, los vidrios se empañaban al entrar en contacto con su aliento. Su vista ya no se enfocaba en el nuevo paisaje que la rodearía por quién sabe cuánto. Nunca se establecía. Desde sus quince, luego de escapar del orfanato de aquella ciudad que la vio nacer, lo único que había mantenido como constante era el abandono. Era una nómada, sin hogar, sin pertenencias, sin sueños, sin nada. La única carga que le pertenecía eran sus muertos. Sus sombras. Sus miedos. Todos ellos la acechaban, cada día, cada noche.
Y después de renegar de su pasado, de su presente... Tuvo que hacer las paces con él y abrazar su futuro. John fue el responsable de aquello. John fue, también, el último eslabón de la cadena. Gracias a él fue que Tabitha conoció el mundo que se ocultaba tras las miradas vacías, los ruidos perturbadores, los susurros nocturnos con aroma a muerte. Gracias a él su supervivencia, por un lapso no muy prolongado, se convirtió en vida. Ya no era una mera existencia. Ya no respiraba por el hecho de llenar sus pulmones e intoxicarse con un segundo más que la anclaba a esta Tierra. John le demostró la verdad que no había sabido ver y le había entregado un motivo por el que valía la pena seguir caminando, seguir levantándose cada mañana. Le había dado algo a lo que aferrarse para no rendirse.
Pero fue gracias a él también que murió una segunda vez. Luego de dos años de entrenamiento, de cazas, de experiencias compartidas, John también sufrió las consecuencias de haberse relacionado con Tabitha. Todo el que la rodeaba moría. Todo lo que tocaba terminaba por desaparecer de la manera más cruenta. Cruzarse en su camino y quedarse con ella era lo único que se necesitaba para firmar un acta de defunción.
¿De qué habían servido las lecciones? ¿De qué había servido saberlo todo? Podía argüir que no estaba loca, que no lo había imaginado todo... Pero esa era una cuestión que solo con ella misma podría discutir. Otra vez volvía a estar sola y otra vez volvía a cargar con la misma cruz, solo que más pesada. Azazel volvía a encerrarla. Le arrojó cadenas, la envolvió con ellas, tiró hasta dejarla sin aliento. Luego la dejó sola y hundida, ahogándose en la superficie. ¿Por qué no se la había llevado? Esa era su misión. Tomar a Tabitha, llevarla ante su rey, su amo y señor.
Desde siempre.
Era un hecho. Ella no era libre y ya lo había comprobado. Lucifer la quería junto a él pero ella no encontraba la razón de aquello. ¿Por qué? ¿Por qué ese deseo sulfuroso por tenerla? Había millones de almas vagando en el mundo y ella había sido la elegida. ¿Para qué? Era una cazadora recién hecha y su don había sido descubierto poco antes de la muerte de John. Era vidente. Pero eso no había servido para salvarlo y tampoco era lo suficientemente atractivo para que un ángel caído dueño del último confín dedicara años a su búsqueda.
No era nada, no era nadie.
Y aún así había terminado al servicio de quien le había arrebatado todo, hasta lo que no poseía. Todo. Todo. Todo...
La noche era demasiado fría y podía sentir el abrazo gélido del viento en su piel. No se acostumbraba a retomar los hábitos mundanos luego de su larga estancia en el Infierno, donde no había piel que cubrir ni sonrisa que fingir. Tampoco se acostumbraba al hecho de haber tenido que robar un cuerpo para su uso y beneficio propio. Pero no le quedaba otra opción, esta era su condena. Ahora ella era una rapiñadora encargada de cosechar almas, como si se tratara de juntar brillantes monedas en un frasco.
Vaya ironía. Se había convertido en un ser que tan solo hace un año atrás hubiera cazado sin dudarlo. Casi veinte años después de aquella vez, después de todas las idas y venidas de las cuales había sido protagonista en ese largo ínterin, había sucumbido a lo que los demás esperaban de ella. O eso se suponía. Seguía teniendo la misma chispa rebelde de siempre, aunque hubiera perdido su humanidad. En silencio, siempre en silencio, mantenía a ese pequeño destello vivo. Lucifer podría haber acabado con lo demás, pero no podría acabar con ello. Esa rebeldía era lo que la caracterizaba, formaba parte de su naturaleza, estaba enredada en sus cimientos. Eso no podía esfumarse. No tenía que esfumarse.
—Tabitha, apareciste... —aquella voz la perturbaba desde... Desde siempre. No sabía exactamente si era su acento, su cadencia u otro factor, pero la realidad es que no podía escuchar a aquel ser sin pensar lo peor.
—¿Cuándo no he aparecido? Vamos, vamos... Ya sabes que no rompo mis compromisos —replicó, sin siquiera mirarlo a los ojos. Sentía como estos la observaban, fijos en su figura. Su nueva figura.
—¿Llamas a esto compromiso? —río secamente—. Bueno, puedes llamarlo como quieras, da igual.
—Lo es. Si fuera por mí, estaría en cualquier otro lugar en vez de dejar que mi trasero se congele por ti, Josiah. Pero tenemos un trato.
—Ya, calma Bitter.
—Deberías dejar de llamarme así. No vaya a ser que alguien te arranque las alas.
—Cuando eras híbrido las cosas eran distintas... Empezando por eso —hizo una leve señal con su cabeza, refiriéndose evidentemente al precioso envoltorio que Tabitha había elegido para mezclarse entre los humanos.
—Oh, bueno, es claro que de híbrido a demonio no iba a haber muchos cambios y que permanecería igual que antes —puso sus ojos en blanco, ofuscada. Josiah, en ocasiones, parecía no poder tomar nada en serio—. ¿Hay novedades? Solo quiero sabes eso y me iré.
—Sebastian no se ha dejado ver en las últimas semanas... No sé cómo pretendes que tenga novedades.
—Por principio, no sé cómo pretendes que me reúna contigo como si fuéramos mejores amigos.
—Y no lo somos.
—No, no lo somos. No deberíamos ni hablarnos, de hecho.
—Soy el único lazo que tienes, Tabitha. Y, seamos sinceros, ¿cuándo hiciste lo que debías hacer? —cruzó sus brazos sobre su pecho, apoyando su espalda contra la pared. El callejón estaba completamente a oscuras y era imposible que alguien pudiera verlos allí. Era imposible que alguien supiera que un demonio y un ángel estaban manteniendo una conversación en la zona menos propicia de la ciudad.
—Un día vas a tener que aprender a cerrar tu santa boca —respondió en un gruñido al tiempo que extendía una de sus manos para agarrar su brazo izquierdo. Apretó con todas sus fuerzas hasta que un humo parduzco asomó entre piel y piel, obligando a Josiah a apartarse bruscamente—. Tú deberías saber que hice lo mejor que pude. Que yo sepa no fue a ti a quien Lucifer persiguió hasta el cansancio.
—Punto a tu favor. Lo siento, Bit... Tabitha. Todavía tengo que hacerme a la idea de que estás aquí, de vuelta y...
—Y no soy la misma de antes. No soy la adolescente testaruda que cazaba como si fuera una aventura de videojuego. Ya no.
—Bueno, lo de testaruda podemos dejarlo, ¿no?
—¿En serio eres uno de los juguetitos de Dios? Desconocía el hecho de que los ángeles fueran tan bromistas.
—Soy un ángel guardián, ¿qué esperabas? Llevo demasiado aquí, cientos de años... Uno termina por familiarizarse con todo lo que lo rodea.
—Te estás familiarizando con las peores cosas, aparentemente.
—Tabitha...
—No digas nada. Es pasado.
—¿Desde cuándo? Sigues atada a él, a ellos. Puedes engañar a quien quieras pero no a mí.
—¿Eso es todo lo que tienes para decir?
—No, no lo es. Si fuera por mí podríamos hablar por horas. Se acabó, Tabitha, ¿entiendes? Se acabó. Sebastian ya no es... Ya no es parte de nosotros. Se rebeló, cayó y ya no tiene perdón.
—Y una mierda con el perdón, ¡nadie lo tiene! Tengo que saber qué sucedió con él, Josiah. Necesito saberlo —susurró aquellas últimas palabras, cada una desgarrando su garganta.
—Necesitas olvidarte de eso. Tú no eres la misma, él tampoco lo es.
—Lo sé, lo sé. ¿Y qué? Todavía hay una promesa.
—¿Mantienes esa estupidez? Se acabó. Se acabó desde que él lo perdió todo y desde que tú pisaste el Infierno. Se acabó cuando te sumergiste en tu primera tortura —la ira se dejó entrever en su tono, haciendo que Tabitha ardiera por dentro. Nada había acabado. Esto recién comenzaba. Era un ciclo que volvía a iniciar.
—Sabes que esto no ha terminado. Mientras yo esté aquí, sigue en pie —sus ojos eran completamente negros, como el final del callejón. Su mandíbula estaba tensa, tensa, como una cuerda a punto de soltarse de su amarre para evitar romperse.
—No lo entiendes...
—Dime, ¡dime qué no entiendo!
—Hay rumores Tabitha... No lo sé a ciencia cierta pero lo más probable es que sea la verdad —dudó por un momento, sin tener en claro qué decir. Ella lo apuró con su mirada, revelando el fuego de mil infiernos juntos ardiendo al mismo tiempo—. Está encerrado, junto a otros de su clase.
—¿Encerrado? ¿Para qué? Azazel dejó sus delirios de grandeza y sus intentos de crear ejércitos —era historia vieja aquello de liderar a los ángeles caídos. Ahora Azazel solo era un sirviente más de Lucifer y cumplía cada deseo de su señor.
—No tiene nada que ver con él... Desconozco con qué está relacionado, pero no puede provenir nada bueno, sea lo que sea que se esté planeando. Son caídos, tú lo sabes. Los conoces.
—Sí, los conozco. Pero es Sebastian, no cualquier otro. No es lo mismo.
—No te engañes. Pon un cierre y deja de buscarlo. No vas a hallar ninguna respuesta que te plazca, solo complicarás más la situación. Además... Ya no hay amor. No hay nada —bajó su mirada, como si estuviera avergonzado por lo dicho. Ella simplemente rió, con soltura, despreocupada. La tensión, en parte, se había evaporado.
—¿Amor? ¿Piensas que lo hago por amor? Josiah, Josiah, Josiah... Dijiste conocerme y acabas de errar groseramente. Mírame por unos segundos y dime qué ves —exigió. Sus ojos ya habían adquirido su tono habitual.
—Solo veo a una chica de veintipocos, algo enojada.
—Error, de nuevo. Soy un demonio. Torturo y, por mucho que le pudiese pesar a mi antiguo yo, lo disfruto. Soy una ladrona de almas y de cuerpos, soy portadora de oscuridad. ¿Crees que queda una mísera gota de amor en mí? Pues no, no queda ninguna.
—Entonces, ¿para qué sigues insistiendo?
—Aliados, Josiah. Necesito aliados para comprar mi libertad.
Era frágil, endeble, humano. Era delicado y hermoso. Era temporal. No había recipiente que pudiera soportar el influjo demoníaco por mucho tiempo. Se dañaban, como una máquina cualquiera. Pero no tenían arreglo. Se desechaban como un pañuelo.
Dudaba que alguien fuera a preocuparse por Evangeline. Dudaba que alguien se hubiera preocupado por ella. En eso se parecían. Ninguna tenía familia, ninguna tenía amigos. Tenían despojos. Tenían muerte. Las dos eran sombras. Las dos eran nada, manojos de venas palpitantes y miembros alzándose cada mañana en busca de una respuesta. Evangeline no la encontró. Ella tampoco.
***
Había sido finalmente liberada. Muchísimos años habían pasado allí abajo y aquí solo uno. Uno, como el que había tenido y perdido a cambio de más dolor, aquel que parecía infinitamente lejano en aquel pasado donde su humanidad aún luchaba. Un año, nada más, que le había dado milenios de experiencia, surcando cada fibra, recorriendo cada tramado. Y la única huella visible eran esos ojos ávidos de una venganza silenciosa que la observaban en el espejo, esperando, esperando. La espera nunca acababa, tampoco el sufrimiento.
La persiguió durante su vida y también en su muerte. Estaba muerta. Pero eso no era novedad. Según creía, había muerto aquella noche, cuando tenía solo tres años, y luego se arrastró por el mundo fingiendo estar más viva que nunca. La sonrisa se empastaba en su rostro, cada vez más gastada, vieja, rota. Era como una pintura borroneada a la que la memoria intentaba anclarse para recordar lo que era ser feliz. Pero no había recuerdos suficientes. Todos ellos habían sido exterminados, pisoteados en la huída, enterrados sin funeral.
Unos pocos habían sobrevivido, pero ninguno traía consuelo. Eran espectros que se desplegaban en los recovecos de su mente, arañando con sus garras invisibles los últimos retazos de fragilidad. Su hermana era una imagen que poco a poco se volvía menos definida. Sus padres eran un fulgor anaranjado que se expandía quemándolo todo. Aquello siempre carcomía sus entrañas. Ellos ya no eran nada más que fuego y cenizas, más que gritos y llanto. Su hermana menor no era nada más que rizos envueltos en llamas.
Desde siempre.
Su destino estaba sellado. El Infierno la había convocado aún cuando la inocencia fluía por sus venas. No importaba cuánto hubiera intentado escapar de todo y de todos, al final el resultado sería –y era, efectivamente– el mismo. A sus tres años, hace tanto, tanto, había comenzado la partida que acabaría con su vida. Azazel había aparecido como un rapiñador y arrebató tres almas de una sola movida. Faltaba la suya. Pero Tabitha no estaba dispuesta a entregarse así sin más. No comprendía en lo absoluto lo que el juego representaba. Todavía no lo comprendía, ni creía que fuera a hacerlo jamás.
Los años se estancaron. Se apilaron uno encima del otro, sin cuidado, lentamente. La amenaza velada seguía en pie mientras la niña se convertía en una mujer rota y desesperada. El túnel se hacía cada vez más estrecho y no había aparente salida. Tabitha ya no podía seguir luchando, no podía mantenerse en pie por mucho más. No podía seguir corriendo sin mirar atrás.
Ciudad tras ciudad, los vidrios se empañaban al entrar en contacto con su aliento. Su vista ya no se enfocaba en el nuevo paisaje que la rodearía por quién sabe cuánto. Nunca se establecía. Desde sus quince, luego de escapar del orfanato de aquella ciudad que la vio nacer, lo único que había mantenido como constante era el abandono. Era una nómada, sin hogar, sin pertenencias, sin sueños, sin nada. La única carga que le pertenecía eran sus muertos. Sus sombras. Sus miedos. Todos ellos la acechaban, cada día, cada noche.
Y después de renegar de su pasado, de su presente... Tuvo que hacer las paces con él y abrazar su futuro. John fue el responsable de aquello. John fue, también, el último eslabón de la cadena. Gracias a él fue que Tabitha conoció el mundo que se ocultaba tras las miradas vacías, los ruidos perturbadores, los susurros nocturnos con aroma a muerte. Gracias a él su supervivencia, por un lapso no muy prolongado, se convirtió en vida. Ya no era una mera existencia. Ya no respiraba por el hecho de llenar sus pulmones e intoxicarse con un segundo más que la anclaba a esta Tierra. John le demostró la verdad que no había sabido ver y le había entregado un motivo por el que valía la pena seguir caminando, seguir levantándose cada mañana. Le había dado algo a lo que aferrarse para no rendirse.
Pero fue gracias a él también que murió una segunda vez. Luego de dos años de entrenamiento, de cazas, de experiencias compartidas, John también sufrió las consecuencias de haberse relacionado con Tabitha. Todo el que la rodeaba moría. Todo lo que tocaba terminaba por desaparecer de la manera más cruenta. Cruzarse en su camino y quedarse con ella era lo único que se necesitaba para firmar un acta de defunción.
¿De qué habían servido las lecciones? ¿De qué había servido saberlo todo? Podía argüir que no estaba loca, que no lo había imaginado todo... Pero esa era una cuestión que solo con ella misma podría discutir. Otra vez volvía a estar sola y otra vez volvía a cargar con la misma cruz, solo que más pesada. Azazel volvía a encerrarla. Le arrojó cadenas, la envolvió con ellas, tiró hasta dejarla sin aliento. Luego la dejó sola y hundida, ahogándose en la superficie. ¿Por qué no se la había llevado? Esa era su misión. Tomar a Tabitha, llevarla ante su rey, su amo y señor.
Desde siempre.
Era un hecho. Ella no era libre y ya lo había comprobado. Lucifer la quería junto a él pero ella no encontraba la razón de aquello. ¿Por qué? ¿Por qué ese deseo sulfuroso por tenerla? Había millones de almas vagando en el mundo y ella había sido la elegida. ¿Para qué? Era una cazadora recién hecha y su don había sido descubierto poco antes de la muerte de John. Era vidente. Pero eso no había servido para salvarlo y tampoco era lo suficientemente atractivo para que un ángel caído dueño del último confín dedicara años a su búsqueda.
No era nada, no era nadie.
Y aún así había terminado al servicio de quien le había arrebatado todo, hasta lo que no poseía. Todo. Todo. Todo...
***
La noche era demasiado fría y podía sentir el abrazo gélido del viento en su piel. No se acostumbraba a retomar los hábitos mundanos luego de su larga estancia en el Infierno, donde no había piel que cubrir ni sonrisa que fingir. Tampoco se acostumbraba al hecho de haber tenido que robar un cuerpo para su uso y beneficio propio. Pero no le quedaba otra opción, esta era su condena. Ahora ella era una rapiñadora encargada de cosechar almas, como si se tratara de juntar brillantes monedas en un frasco.
Vaya ironía. Se había convertido en un ser que tan solo hace un año atrás hubiera cazado sin dudarlo. Casi veinte años después de aquella vez, después de todas las idas y venidas de las cuales había sido protagonista en ese largo ínterin, había sucumbido a lo que los demás esperaban de ella. O eso se suponía. Seguía teniendo la misma chispa rebelde de siempre, aunque hubiera perdido su humanidad. En silencio, siempre en silencio, mantenía a ese pequeño destello vivo. Lucifer podría haber acabado con lo demás, pero no podría acabar con ello. Esa rebeldía era lo que la caracterizaba, formaba parte de su naturaleza, estaba enredada en sus cimientos. Eso no podía esfumarse. No tenía que esfumarse.
—Tabitha, apareciste... —aquella voz la perturbaba desde... Desde siempre. No sabía exactamente si era su acento, su cadencia u otro factor, pero la realidad es que no podía escuchar a aquel ser sin pensar lo peor.
—¿Cuándo no he aparecido? Vamos, vamos... Ya sabes que no rompo mis compromisos —replicó, sin siquiera mirarlo a los ojos. Sentía como estos la observaban, fijos en su figura. Su nueva figura.
—¿Llamas a esto compromiso? —río secamente—. Bueno, puedes llamarlo como quieras, da igual.
—Lo es. Si fuera por mí, estaría en cualquier otro lugar en vez de dejar que mi trasero se congele por ti, Josiah. Pero tenemos un trato.
—Ya, calma Bitter.
—Deberías dejar de llamarme así. No vaya a ser que alguien te arranque las alas.
—Cuando eras híbrido las cosas eran distintas... Empezando por eso —hizo una leve señal con su cabeza, refiriéndose evidentemente al precioso envoltorio que Tabitha había elegido para mezclarse entre los humanos.
—Oh, bueno, es claro que de híbrido a demonio no iba a haber muchos cambios y que permanecería igual que antes —puso sus ojos en blanco, ofuscada. Josiah, en ocasiones, parecía no poder tomar nada en serio—. ¿Hay novedades? Solo quiero sabes eso y me iré.
—Sebastian no se ha dejado ver en las últimas semanas... No sé cómo pretendes que tenga novedades.
—Por principio, no sé cómo pretendes que me reúna contigo como si fuéramos mejores amigos.
—Y no lo somos.
—No, no lo somos. No deberíamos ni hablarnos, de hecho.
—Soy el único lazo que tienes, Tabitha. Y, seamos sinceros, ¿cuándo hiciste lo que debías hacer? —cruzó sus brazos sobre su pecho, apoyando su espalda contra la pared. El callejón estaba completamente a oscuras y era imposible que alguien pudiera verlos allí. Era imposible que alguien supiera que un demonio y un ángel estaban manteniendo una conversación en la zona menos propicia de la ciudad.
—Un día vas a tener que aprender a cerrar tu santa boca —respondió en un gruñido al tiempo que extendía una de sus manos para agarrar su brazo izquierdo. Apretó con todas sus fuerzas hasta que un humo parduzco asomó entre piel y piel, obligando a Josiah a apartarse bruscamente—. Tú deberías saber que hice lo mejor que pude. Que yo sepa no fue a ti a quien Lucifer persiguió hasta el cansancio.
—Punto a tu favor. Lo siento, Bit... Tabitha. Todavía tengo que hacerme a la idea de que estás aquí, de vuelta y...
—Y no soy la misma de antes. No soy la adolescente testaruda que cazaba como si fuera una aventura de videojuego. Ya no.
—Bueno, lo de testaruda podemos dejarlo, ¿no?
—¿En serio eres uno de los juguetitos de Dios? Desconocía el hecho de que los ángeles fueran tan bromistas.
—Soy un ángel guardián, ¿qué esperabas? Llevo demasiado aquí, cientos de años... Uno termina por familiarizarse con todo lo que lo rodea.
—Te estás familiarizando con las peores cosas, aparentemente.
—Tabitha...
—No digas nada. Es pasado.
—¿Desde cuándo? Sigues atada a él, a ellos. Puedes engañar a quien quieras pero no a mí.
—¿Eso es todo lo que tienes para decir?
—No, no lo es. Si fuera por mí podríamos hablar por horas. Se acabó, Tabitha, ¿entiendes? Se acabó. Sebastian ya no es... Ya no es parte de nosotros. Se rebeló, cayó y ya no tiene perdón.
—Y una mierda con el perdón, ¡nadie lo tiene! Tengo que saber qué sucedió con él, Josiah. Necesito saberlo —susurró aquellas últimas palabras, cada una desgarrando su garganta.
—Necesitas olvidarte de eso. Tú no eres la misma, él tampoco lo es.
—Lo sé, lo sé. ¿Y qué? Todavía hay una promesa.
—¿Mantienes esa estupidez? Se acabó. Se acabó desde que él lo perdió todo y desde que tú pisaste el Infierno. Se acabó cuando te sumergiste en tu primera tortura —la ira se dejó entrever en su tono, haciendo que Tabitha ardiera por dentro. Nada había acabado. Esto recién comenzaba. Era un ciclo que volvía a iniciar.
—Sabes que esto no ha terminado. Mientras yo esté aquí, sigue en pie —sus ojos eran completamente negros, como el final del callejón. Su mandíbula estaba tensa, tensa, como una cuerda a punto de soltarse de su amarre para evitar romperse.
—No lo entiendes...
—Dime, ¡dime qué no entiendo!
—Hay rumores Tabitha... No lo sé a ciencia cierta pero lo más probable es que sea la verdad —dudó por un momento, sin tener en claro qué decir. Ella lo apuró con su mirada, revelando el fuego de mil infiernos juntos ardiendo al mismo tiempo—. Está encerrado, junto a otros de su clase.
—¿Encerrado? ¿Para qué? Azazel dejó sus delirios de grandeza y sus intentos de crear ejércitos —era historia vieja aquello de liderar a los ángeles caídos. Ahora Azazel solo era un sirviente más de Lucifer y cumplía cada deseo de su señor.
—No tiene nada que ver con él... Desconozco con qué está relacionado, pero no puede provenir nada bueno, sea lo que sea que se esté planeando. Son caídos, tú lo sabes. Los conoces.
—Sí, los conozco. Pero es Sebastian, no cualquier otro. No es lo mismo.
—No te engañes. Pon un cierre y deja de buscarlo. No vas a hallar ninguna respuesta que te plazca, solo complicarás más la situación. Además... Ya no hay amor. No hay nada —bajó su mirada, como si estuviera avergonzado por lo dicho. Ella simplemente rió, con soltura, despreocupada. La tensión, en parte, se había evaporado.
—¿Amor? ¿Piensas que lo hago por amor? Josiah, Josiah, Josiah... Dijiste conocerme y acabas de errar groseramente. Mírame por unos segundos y dime qué ves —exigió. Sus ojos ya habían adquirido su tono habitual.
—Solo veo a una chica de veintipocos, algo enojada.
—Error, de nuevo. Soy un demonio. Torturo y, por mucho que le pudiese pesar a mi antiguo yo, lo disfruto. Soy una ladrona de almas y de cuerpos, soy portadora de oscuridad. ¿Crees que queda una mísera gota de amor en mí? Pues no, no queda ninguna.
—Entonces, ¿para qué sigues insistiendo?
—Aliados, Josiah. Necesito aliados para comprar mi libertad.
Evey!
Temas similares
» Crossfire~One Direction
» Crossfire (Liam Payne & Harry Styles)
» WICKED GAME (Harry Styles y tu)
» The night that the Wicked Witch discovered the truth(Once Upon a Time y Tu)
» Wicked Fantasies |Niall Horan, Zayn Malik, Liam Payne y tu|.
» Crossfire (Liam Payne & Harry Styles)
» WICKED GAME (Harry Styles y tu)
» The night that the Wicked Witch discovered the truth(Once Upon a Time y Tu)
» Wicked Fantasies |Niall Horan, Zayn Malik, Liam Payne y tu|.
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
Página 1 de 1.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.
Miér 20 Nov 2024, 12:51 am por SweetLove22
» My dearest
Lun 11 Nov 2024, 7:37 pm por lovesick
» Sayonara, friday night
Lun 11 Nov 2024, 12:38 am por lovesick
» in the heart of the circle
Dom 10 Nov 2024, 7:56 pm por hange.
» air nation
Miér 06 Nov 2024, 10:08 am por hange.
» life is a box of chocolates
Mar 05 Nov 2024, 2:54 pm por 14th moon
» —Hot clown shit
Lun 04 Nov 2024, 9:10 pm por Jigsaw
» outoflove.
Lun 04 Nov 2024, 11:42 am por indigo.
» witches of own
Dom 03 Nov 2024, 9:16 pm por hange.