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Chico de Alquiler (Larry Stylinson) ¡HOT!
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
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Página 3 de 4. • 1, 2, 3, 4
Re: Chico de Alquiler (Larry Stylinson) ¡HOT!
Oh god fue tan aksjaaaaahkkshajdka
quiero otro capi...!!!!!
su Willy tuvo momentos inolvidables jajaja c:
siguela
quiero otro capi...!!!!!
su Willy tuvo momentos inolvidables jajaja c:
siguela
~Megan~
Re: Chico de Alquiler (Larry Stylinson) ¡HOT!
Me dio penita.
Por que yo queria Lou Bottom :(
Siguela
....
Por que yo queria Lou Bottom :(
Siguela
....
AlexaSwag.
Re: Chico de Alquiler (Larry Stylinson) ¡HOT!
Hola, soy nueva lectora, siguela, me encanta... :enamorado:
Jazz Sanchez
Re: Chico de Alquiler (Larry Stylinson) ¡HOT!
abycbdsycbcds me has mataado ah. Jajja, besito <3Dimples'sHarold escribió:Al final no cogió nada pero lo que ha roto no es lo que quería o.. no? me lío yo sola
son muy oñshfiudszgfpysdi
VaaneStylesHoran <3
Re: Chico de Alquiler (Larry Stylinson) ¡HOT!
Mas interesante ah, <3 q gusto que te halla encantado, besito :D Ahora subo :bye:Liseth escribió:me a encantado ohow espero el siguiente prontito ;) se igual o mejor aun muy interesante
VaaneStylesHoran <3
Re: Chico de Alquiler (Larry Stylinson) ¡HOT!
Holaaa Ale ;pAleCoexist escribió:Hola. Soy un nuevo y Fiel lector. Me llamo Alejandro, tengo 16, Soy LS Y Blah Blah Blah Me encanta esta Fic. En el primer capitulo lo que me mato fue que Lou dijiera ''— ¿Te gustaría que toque tu pene?''o Y yo asi de como que :gemz: Bueno el capitulo 2 Me encanto me quede como: :oooh: :bossassbitch: El capitulo 3 Tambien me encanto ahq :aah: :eaea: Bueno espero que la sigas, solo eso. c:
jajajaj ay me mataron de risa tus gifs ah, Y sobre tu firma :OH Yeah Baby, :D
Ahora subo :)
VaaneStylesHoran <3
Re: Chico de Alquiler (Larry Stylinson) ¡HOT!
¡¡Ahora subo linda! :D~Megan~ escribió:Oh god fue tan aksjaaaaahkkshajdka
quiero otro capi...!!!!!
su Willy tuvo momentos inolvidables jajaja c:
siguela
Oh yeah y lo que le esperan kdnufbudybdyau ah, xD Ahora subo cap ;D
VaaneStylesHoran <3
Re: Chico de Alquiler (Larry Stylinson) ¡HOT!
Ahora la sigo :DMyKryptonitLarry escribió:Tiienes que seguirla!!! :3
VaaneStylesHoran <3
Re: Chico de Alquiler (Larry Stylinson) ¡HOT!
Harry necesita que le den amor (? AHAlexis4Life escribió:Me dio penita.
Por que yo queria Lou Bottom :(
Siguela
....
'Ahora la sigo, beso :D
VaaneStylesHoran <3
Re: Chico de Alquiler (Larry Stylinson) ¡HOT!
¡Ahora baby! <3~Megan~ escribió:Siguela!!!!!! :priri:
VaaneStylesHoran <3
Re: Chico de Alquiler (Larry Stylinson) ¡HOT!
¡Holisss! <3Jazz Sanchez escribió:Hola, soy nueva lectora, siguela, me encanta... :enamorado:
que gusto, ahora la sigo :D
VaaneStylesHoran <3
Re: Chico de Alquiler (Larry Stylinson) ¡HOT!
Capitulo 4
Haciendo a un lado una revista científica y una caja de pizza vacía, Hazza se sentó en el sofá para ponerse los jeans y las botas negras que había comprado en Sinister Soles en Tottenham Court Road. Mientras ajustaba las hebillas a los lados especuló por qué Lou no se había preguntado cómo un chico de alquiler que supuestamente vivía en una caja en un callejón podía permitirse botas que costaban ciento cincuenta libras. Pero el tipo era un total nerd. Probablemente no tenía ni idea de cuánto costaban.
«¿Por qué tenía que admitir que me corto? Ahora va a pensar que soy una psicótico emo idiota que pasa su tiempo libre sentado en los cementerios leyendo poemas de Stevie Smith y Sylvia Plath »
Pero el hecho mismo de que lo hubiera admitido le hacía preguntarse sobre Lou y por qué había confiado en él. Nunca había admitido ante nadie que su forma de tratar con el dolor era crear aún más dolor. Hazza tomó su camisa negra y terminó de vestirse. En medio de la confusión de la sala estaba la laptop de Lou . Hazza miró hacia la puerta del dormitorio. Lo único que tenía que hacer era tomar la laptop e irse. Entonces vio un par de tarjetas de memoria. La información que su padre quería podría estar en una de ellas. Lou podría pensar que había tomado las cosas para venderlas. Pero incluso mientras metía el equipo en la mochila de imitación de cuero, el pensar en Lou despertando y ver que su laptop no estaba y lo creyera un ladrón común era insostenible. Era un hombre encantador, Hazza quería que Lou pensara bien de él. En el mismo instante, una imagen de lo que su padre le haría a él y a los gemelos le llegó y floreció en su mente mientras se dirigía hacia la puerta. Sin saber por qué, se arrastró de nuevo a la puerta de la habitación para darle una última mirada a Lou . Desnudo, su cuerpo delgado yacía sobre la cama en su lado, Lou era muy largo y delgado, casi tan huesudo como Hazza. Y tenía razón, su nariz era larga y estrecha, como halcón, pero le quedaba.
«Lo siento, Lou »
En silencio, a pesar de sus grandes botas, Hazza caminó a través del suelo de madera y se fue rápidamente. La casa estaba en silencio. Entró con cuidado a la escalera y salió a la oscura calle. A lo lejos sonó el Big Ben, las cinco.
«No puedo ir a casa. Odio estar allí. Los gemelos aun están dormidos, por lo que estarán a salvo »
Hazza se alejó del oasis del pequeño departamento de Lou , preguntándose cómo podría terminar la universidad, cuidar de los gemelos, mantener un techo sobre sus cabezas, y mantener a todos alimentados. Había dos opciones. Podría pasar el próximo par de años con el temor constante de una paliza, la preocupación de que los gemelos fueran lastimados, viendo a su madre beber hasta caer en coma, o matar al maldito bastardo que era la causa de todos sus problemas. Fuera de la estación de St. Pancras un carro móvil de té les daba té y sándwiches a las personas sin hogar. Siempre había una línea. Hazza se unió al final detrás de una anciana que olía peor que el callejón de Tisbury Court. Cuando llegó al frente, vio al hombre de pelo rizado con camisa negro y cuello blanco de sacerdote.
— ¿Puedo tomar una taza de té sin leche?
El hombre le entregó una taza de té fuerte.
— Sándwich de jamón con queso.
— No quiero un sándwich, gracias. De todos modos, soy un vegano.
— ¿Un qué?— El hombre lo miró impactado— Estás muy delgado. Debes comer algo.
— El té es genial. Gracias.— Hazza se fue y se sentó en un banco a beber de la taza astillada.
“Este es un té construido”, su mamá siempre decía eso cuando el té era demasiado fuerte y ella aun estaba lo suficientemente sobria como para darse cuenta. Hubo un momento en que ella le había hecho reír, cuando lo metía en la cama por la noche y le daba un beso y le hacía buenas comidas. Ahora, ella pasaba sus días como Hazza y los gemelos, tratando de evitar los puños de William Baillie.
— ¿Estás sin hogar?
Hazza levantó la vista de su taza cuando el hombre se sentó a su lado en el banco.
— No soy católico.
— Tampoco yo, soy anglicano.— Los ojos café del vicario eran muy amables, recordándole a Hazza por un minuto a Lou , pero el hombre estaba construido mucho más fuerte que Lou , era obeso, y probablemente tenía más de treinta y cinco años— La iglesia de Inglaterra, no la de Roma. Te encuentras sin hogar, porque para ser honesto, no lo pareces. Estás demasiado limpio.
¿Pensaría eso Lou ?
— Supongo que ve personas sin hogar todo el tiempo.
— Sí. Y te he visto por Tisbury Court un par de veces recientemente. La prostitución nunca es la respuesta. Siempre hay una manera de salir de los problemas.
— Sólo estaba tratando de decidir cómo.— «Matar a William Baillie o matar William Baillie »
.
— ¿Ya tienes una respuesta? Puedo rezar contigo si lo deseas.
Harry se encontró con su mirada.
— ¿Lo haces, ya sabes, la cosa de “juro guardar el secreto”,como lo hace un sacerdote católico?
— Sí. Puedo oír una confesión, y es sacrosanta.
— Bueno. Bien, aquí está mi confesión. Voy a matar a mi papá.
El horror se registró en los ojos del vicario mientras su boca se abría.
— ¿Qué? No, ¡no puedes hacer eso!
— No tengo elección, amigo. Es él o nosotros.— Harry le entregó la taza vacía y se alejó.
+º+
En la puerta principal Hazza se quitó las botas. Una mirada rápida a la sala le dijo que su madre estaba ya en la cama, ya sea perseguida arriba por su padre o por haber luchado hasta allí por su cuenta antes de que William Baillie se levantara. Escuchando, tan atento como un zorro, trató de oír a su padre. ¿Debería hacerlo ahora? No. Estaba muy cansado. Con el fin de evitar llegar a casa muy temprano había caminado gran parte del camino antes de tomar el metro y luego el autobús. Lo único que quería ahora era dormir. Rápidamente corrió de puntillas por la escalera, llevando sus botas en la mano. Si pudiera llegar a su habitación sin ver a su padre, podría esconderse en el armario a dormir un rato. No estaban permitidas las cerraduras en ninguna de las puertas dentro de la casa. Ni siquiera en el cuarto de baño. A nadie se le permitía evitar a William Baillie aunque lo quisieran.
En el oscuro interior del dormitorio de Hazza, acurrucados en su cama, estaban acostados los gemelos. Ellos gimieron cuando él abrió la puerta. —¿Qué sucede? —preguntó, no esperaba una respuesta—. Soy yo, Hazza. —Encendió la lámpara. Los gemelos estaban en la cama, como siempre lo hacían, uno envueltos alrededor del cuerpo del otro. Se sentaron con cuidado. Habían sido golpeados de nuevo—. ¿Golpeó su trasero con el cinturón? —Cuatro grandes ojos lo miraron en silencio—. Muéstrenme.
Los gemelos se quitaron el pijama a rayas rojas mostrando el final de su espalda y sus nalgas. Las lágrimas ardían en los ojos de Hazza, y la necesidad de cortarse burbujeaba en su interior. Se sentó en la cama y los jaló a sus brazos. A pesar de la cálida mañana, se estremeció incontrolablemente. »—¿Cuando lo hizo? ¿Ayer por la noche?
Nada. Se miraron fijamente, luego apoyaron la cabeza sobre sus hombros.
»—No se preocupen. Voy a matarlo pronto. Sólo tengo que encontrar la manera.
—Hazza. —La voz de Baillie los hizo saltar.
—Vamos, entremos en el armario, rápido —murmuró Hazza.
Los tres salieron de la cama y entraron al nido de almohadas y mantas que Hazza había en secreto acomodado allí. Por algún milagro su padre nunca había descubierto el bastante obvio escondite, porque hubiera estado aquí para ahora. Se acurrucaron juntos en la oscuridad, esperaron en silencio, oyendo la puerta del dormitorio abrirse, a su padre vagabundear por la habitación con sus pesadas botas militares antes de salir de nuevo. Durante mucho tiempo, Hazza sostuvo a sus hermanos gemelos junto a él, hasta que al final todos cayeron en un sueño agitado.
Louis estiró una mano con los ojos aun cerrados, esperando sentir el cálido y delgado cuerpo de Hazza a su lado. Nada. Decepción lo inundó cuando abrió los ojos. Hazza se había ido. Louis puso su mano sobre el lado de la cama en el que el joven se había dormido, lo encontró frío. Obviamente él se había ido hacía un tiempo. Y nuevamente se había ido sin que le pagara. «¿Dejaría una nota?», se preguntó esperanzado. «No seas ridículo, Louis. No era como si estuvieras en una relación o algo así, el chico no se fue temprano a trabajar, dejándote una nota para decirte adiós como una pareja normal».
Reacio a empezar el día solo, Louis se sentó en el borde de la cama. El recuerdo de joder a Hazza en la ducha lo inundó de nuevo, y tuvo una erección instantáneamente. Desnudo, se dirigió al baño. El preservativo usado y el paquete de aluminio seguían junto al desagüe. Louis los levantó y los apretó contra su nariz. El agua los había lavado llevándose cualquier rastro de Hazza. Pero él no podía tirarlos a la basura y los colocó con mucho cuidado en el borde de la pileta antes de abrir el grifo.
Louis rara vez se masturbaba, ni siquiera con su erección mañanera. Pensaba en la jornada de trabajo que tenía por delante hasta que distrajera a su willy y cayera flácido. Pero esta mañana veía por todas partes a Hazza. Los limpios azulejos blancos en la ducha desaparecieron cuando cerró los ojos y vio a Hazza frente a la pared, diciendo: “Jódeme”. Como si el joven estuviera aun allí, se apoyó contra la pared y tomó su pene. Con unos rápidos jalones y una caliente fricción de su mano provocó un orgasmo que sacudió su cuerpo y lo dejó sin aliento. ¿Estaba enamorado de un prostituto, o simplemente estaba llevando su primera relación sexual demasiado lejos en su mente? Viendo más de lo que era y sin duda más de lo que Hazza sentía.
«—Me gustaría que fueras mi novio, Hazza. —Si, bueno, a mi no. Soy un puto.»
Eso lo había resumido.
Después de un afeitado rápido, se vistió con sus habituales pantalones de pana y abrochó los botones de su camisa de un discreto color verde oscuro.
En comparación con Hazza era tan malditamente aburrido. Siempre pensó que cuando finalmente consiguiera un novio, sería un hombre como él, un académico que se fuera sin esperanza a la cama y nunca entendiera bromas o los puntos más finos de un discurso casual. Luego llegó Hazza, con su aguda mente y su experiencia sexual. Nunca iba a funcionar. Había llegado a quitarle los pantalones a un hombre como Hazza de la única manera posible, pagándole para que se los quitara.
En la sala se amonestó en voz alta: —Él no es tu novio. No seas un perdedor.
Dirigiendo su mirada hacia su desordenado escritorio, se detuvo en seco. Estaba seguro de que había dejado su laptop allí. Siempre estaba ahí. Cada día que llegaba a su casa, colgaba su abrigo en el armario, y dejaba su laptop en el escritorio con las llaves. ¿Era posible que hubiera dejado la laptop en el armario? Lo había hecho un par de veces antes, pero siempre encontraba su chaqueta sobre el escritorio, y la chaqueta no estaba allí. »—Tonta salchicha, Louis. —Su madre siempre le decía así—. Ha estado hirviendo afuera. No has usado tu chaqueta en un par de semanas.
Alivio junto con una ligera sensación de pánico se aferró a su vientre, Louis abrió el armario de los abrigos. Estaba la aspiradora de pie en el suelo, la manguera enroscada como una serpiente esperando a deslizarse hacia fuera. Una colección de zapatos, todos necesitando ser boleados, amontonados junto a él. Su viejo maletín con la hebilla rota que seguía planeando tirar estaba desplomado contra la pared.
Ninguna laptop. No Hazza.
Louis corrió de regreso a su escritorio y comenzó a revisar sus tarjetas de memoria. Tampoco estaban. —¡Mierda! —gritó. Él nunca decía mierda, por lo menos no en voz alta, pero era la única respuesta a su absoluta y completa estupidez. A pesar de su título en Oxford y su bien remunerado trabajo de enseñanza y el hacer investigación en la Escuela de Londres de Higiene y Medicina Tropical, el Doctor Louis Tomlinson era un absoluto tonto. Tendría que haber sido un bufón de la corte, no un científico. Confiaba en gente en la que no debía confiar. Le prestaba dinero a Tay, que nunca se lo devolvía. Él quería un prostituto de novio. Y ahora tenía que decirle a su jefe que el trabajo que le había asegurado a su departamento una concesión enorme para lograrlo había salido a la calle a algún lugar en las manos de Dios sabía quién.
Lágrimas de frustración rodaban por sus mejillas, y por un minuto completo, se entregó a eso. Lentamente recobró la compostura. No iba a hacerlo. Era un hombre hecho y derecho, y los hombres no lloran. Gracias a Dios nadie había estado allí para ser testigo de su colapso. En el baño se lavó la cara y con el maletín en su mano, se dirigió hacia la mañana cálida y luminosa.
Media hora más tarde, con la cabeza colgando como un escolar castigado, Louis se paró frente al escritorio del Doctor Crispín Howard y le explicó la pérdida de sus datos sin decirle que un chico de alquiler se los había robado. —Pero todo tiene una copia de seguridad en tarjetas de memoria. No he perdido nada
que no se pueda recuperar. Todo está en mi pequeña caja de seguridad en el laboratorio.
El Doctor Howard era un bajo, fornido y de piel oscura hombre de unos cincuenta años que, a pesar de sus deficiencias físicas, parecía pensar que era un regalo de Dios para el sexo débil. —Que tengas guardadas copias está muy bien, pero ¿quién demonios tiene en sus manos la información?
—No lo sé —mintió Louis. No era un buen mentiroso, y retorcerse las manos era probablemente un claro indicio. Las entrelazó detrás de la espalda—. La laptop debe haber sido robada para venderla. —¿Qué otra cosa iba a querer hacer Hazza con su laptop si no era venderla?—. Él probablemente va a limpiar el disco duro. De todos modos, nunca guardo nada importante en el disco duro.
—¿Qué pasa con el disco duro externo?
Sin pensarlo, Louis comenzó a retorcerse las manos otra vez. —Estaba todo en tarjetas de memoria, y se han ido también. De todos modos, todo está encriptado. Sólo un experto puede acceder a los datos.
—¿Quién? Dijiste él.
Presa del pánico, Louis soltó: —Estoy asumiendo que es un chico, probablemente un niño estúpido. En mi barrio irrumpen todo el tiempo. Adolescentes sin nada mejor que hacer. —Eso no era cierto, era un barrio muy seguro.
—Comtrex es una poderosa compañía farmacéutica. Nos dieron la concesión para ese insecticida en el que has estado trabajando y son exigentes sobre dónde va su dinero. Si haces cosas estúpidas, como perder información privilegiada, nos van a cortar. Ahora trata de conseguirla de regreso.
—Pero no sé quién la tomó —mintió Louis de nuevo.
—¿Estás seguro, Doctor Tomlinson? —El hombre lo miraba con escepticismo, como si supiera que Louis había estado teniendo sexo con un prostituto.
—Sí, Doctor Howard. Pero como he dicho, aun tengo la información. Sólo pensé que debería decirte que perdí mi laptop y las tarjetas de memoria, eso es todo. Será mejor que lo denuncie a la policía.
—¡No, no hagas eso! —La vehemencia del tono del hombre lo sorprendió, al mismo tiempo que se sintió aliviado. Lo último que quería era enviarle a Hazza los polis—. Podríamos perder la subvención de Comtrex si saben que tenemos bobos como tú trabajando para nosotros.
—Lo siento —murmuró Louis.
—Lo creo. —El Doctor Howard se levantó—. Tengo una reunión. Es mejor que vayas a trabajar.
En la puerta de la oficina del Doctor Howard, Louis se puso tenso cuando el hombre le preguntó: —¿Fue algún hombre que levantaste de una discoteca gay?
Louis se giró para ver una sonrisa en el rostro decidido del Doctor Howard.
»—Oh, vamos, Doctor Tomlinson. Todo el mundo sabe que eres un homosexual.
El horror lo inundó, y Louis preguntó: —¿Lo saben? ¿Cómo?
—Rara vez le prestas atención a las mujeres, y cuando lo haces, eres demasiado cortés con ellas.
Enderezándose más alto, Louis miró al hombre a los ojos, a pesar de que sentía sus mejillas tan caliente que tenían que estar rojas. Nunca le había agradado el Doctor Howard, y en ese momento lo odiaba. —Me educaron correctamente. Podría seguir el ejemplo de mi libro.
—¿En serio? —El Doctor Howard alzó ambas cejas, su sonrisa firmemente en su lugar. Ya era hora de que se reafirmara.
—¡Sí, en serio! Las jovencitas de mi clase se quejan de ti. Te llaman espeluznante.
Eso funcionó con creces. La tez oscura del hombre se puso más pálida y sus mejillas se pintaron de rosa. Sus finos labios se torcieron en una mueca de desprecio, pero no dijo nada.
Louis se dirigió de regreso a su laboratorio, ahora se sentía mucho mejor.
Después de una mañana de no lograr nada, vagando por el laboratorio pensando en el fantástico sexo que había tenido con Hazza y el hecho de que él le había robado, Louis se dirigió a Tisbury Court para buscar al pequeño ladrón. Realmente debería comer algo, pero no podía soportar la idea de comer. Hazza le había robado después de que había confiado en él. Su jefe le había llamado bobo. ¿Quién seguía diciendo bobo? Y luego el canalla lo había marginado.
Él era el mayor imbécil del mundo.
Como siempre, la zona bullía de tráfico peatonal. Los bares gay y las tiendas alineadas a lo largo de la calle de tiendas de moda y tiendas de ropa clásica. En el callejón al lado de Gimme Gimme, una tienda de regalos LGBT, Louis se detuvo a ver el escaparate. Una taza roja estampada con las palabras: “Alguna gente es gay, ve por él”, le llamó la atención. Si sólo fuera así de fácil. ¿Cómo iba a decirle a sus padres? Si todo el mundo sabía en su trabajo, y parecía que lo sabían, con el tiempo llegaría a casa, ya que su padre había sido profesor allí durante años antes de retirarse.
Con algo parecido a la repulsión, o tal vez simplemente consternación, Louis tomó nota de que el olor de la basura y la orina le molestaba mucho menos con cada viaje al callejón. Durante más de un minuto miró hacia arriba y hacia abajo la gran caja donde Hazza dormía. Quizás se había movido como una tortuga que llevaba su casa con él.
—Estás buscándolo, ¿no es así?
Lo que parecía ser un bulto de trapos sucios contra la pared se movió.
Lentamente el hombre se puso de pie. Louis vio nerviosamente hasta que un rostro surgió de entre un sombrero de lana sucia y la parte superior de un abrigo. —Estoy buscando al Gotico que suele estar aquí. —«¿El Gotico?» ¿Qué le hizo decir eso?
—No lo he visto desde que se fue contigo ayer. No viene mucho por aquí.
—Pero él vive aquí —señaló Louis.
—No, no lo hace. ¿Eres uno de esos pharmasexuales?
—Homosexuales —corrigió Louis—. ¡No! No lo soy. —Miró rápidamente a su alrededor, preguntándose por qué le importaba.
—Entonces, ¿por qué estaba haciéndote una paja contra la pared?
La sola idea de que los hubieran visto, aunque fuera solo un vagabundo, provocó una avalancha de rojo que corría del cuello de Louis hacia sus mejillas.
—Sí, sí, soy gay. —Louis alzó la voz, repitiendo—: ¡Yo soy gay!
—Mantén tu cabello —dijo el vagabundo—. De todos modos, ese niño está demasiado limpio para ser de la calle. ¿No te has dado cuenta de lo limpio que está?
Se había dado cuenta de que Hazza estaba limpio pero no había pensado que fuera inusual. —No tengo mucha experiencia con niños de la calle.
—Bueno, yo sí, y te lo digo, ese chico no vive en la calle. Está vendiendo su culo por un poco de dinero para su bolsillo o una emoción, eso es todo.
—¿A dónde va después de que sale de aquí? —Louis preguntó.
El anciano extendió una mano sucia. Las uñas eran largas, rotas y ennegrecidas. Por mucho que se resistía a ir más cerca, Louis sintió inmensa pena por el viejo. ¿Qué había pasado en su vida para caer tan bajo? Luchando con los bolsillos de sus pantalones de pana se encontró un par de monedas de dos libras. Las sacó y las dejo caer en la palma sucia, y luego esperó la información.
El hombre miró el dinero, asintió y se alejó. —No tengo la menor idea.
Louis caminó de regreso a Tisbury Court. Hazza había robado su laptop. El Doctor Howard pensaba que era un bobo y, probablemente, supuso que tenía un prostituto en su casa. Incluso el vagabundo que vivía en una caja lo había tomado por un tonto. Él era el epítome del científico tonto y, sin embargo, anoche, sólo por un momento, se había sentido como el hombre más sexy vivo. Pero si Hazza solo lo hubiera querido robar lo habría hecho en la primera oportunidad.
Las vibraciones en el bolsillo del pantalón le alertó de su teléfono celular. Lo sacó y vio el identificador de llamadas. — Hola, mamá. —Mientras hablaba, caminaba por la ruidosa calle, tomando nota de vez en cuando de un joven guapo, al verse atraído por la ropa negra y el maquillaje de ojos.
Sin darse cuenta, los Goticos habían pasado de ser atemorizantes a ser sexys.
—Estoy preparando la cena de tu cumpleaños, querido — dijo—. Mi bebé del solsticio de verano. Casi no puedo creerlo. Treinta años.
—Oh sí, mi cumpleaños —dijo Louis distraídamente. Salió a la calle y fue abordado por el sonido de las bocinas de los diferentes carros.
—¿No estás viendo lo que sucede, Louis? ¿Aun me necesitas para tomar tu mano al cruzar la calle?
—Fue otra persona, mamá, no yo. —Él no tenía ni idea de por qué mintió sobre algo tan trivial. Pero el hecho era que tenía suerte de cumplir treinta. Nunca prestaba atención en la calle. Tropezaba con la gente y los coches estacionados, perdía teléfonos celulares, en autobuses y taxis. ¡La persona en la que confió le robó!
—Bien. Vendrás a casa el fin de semana. —No era una pregunta. Nunca suponía que pudiera estar celebrando con amigos—. Taylor llegará el viernes porque no tiene clases los viernes. ¿Puedes venir con ella?
—No, no puedo tomar tiempo libre. Voy a alquilar un coche y conducir la mañana del sábado.
—¿Te gustaría traer a un amigo? —preguntó con una inflexión en la voz. Las palabras quedaron flotando en el aire. Él sabía que ella quería decir una chica.
—Sí, en realidad me gustaría —le dijo, preguntándose quién estaría dispuesto a acompañarlo. Mamá se decepcionaría cuando llegara solo como de costumbre, pero en ese momento no podía soportar decirle una vez más que estaba solo, como siempre.
—¡Oh, encantador! —Sonaba tan esperanzada que casi se retrae.
—Hasta el sábado, mamá.
Con los gemelos vestidos idénticos con jeans y sencillas camisetas blancas, Hazza les cepilló el cabello y luego cuidadosamente los trenzó en una larga trenza a cada uno.
—Bonitos y sencillos —dijo—. Vamos a comer.
Cuando salieron al pasillo, los gemelos miraron con cuidado a todos lados. Se le revolvió el estómago a Hazza ver que ellos siempre estaban tan nerviosos en su propia casa, pero él hacía lo mismo. Siempre en la búsqueda de William Baillie. Nunca pensaba en el hombre como su papá.
En fila india, encabezada por Hazza, de puntitas llegaron a la amplia escalera curva. La escalera era amplia pero aterrorizaba a los gemelos porque en el primer año que vivieron en esa casa o más o menos, ellos se arrastraban sobre sus manos y rodillas hacia arriba y hacia abajo. Pero su padre había salido detrás de ellos bastantes veces y les pateaba el trasero hasta que finalmente habían dominado subir las escaleras.
Por la puerta de la oficina la fuerte voz de Baillie llegaba al pasillo. Los gemelos se pusieron rígidos, apretándose el uno al otro. Hazza llevó un dedo a los labios, y les señaló hacia la puerta. Se quedaron en silencio al pie de la cocina mientras Hazza escuchaba. Cuando su padre dejó de hablar, otro hombre habló con un fuerte acento que se oía como alguien de un país africano.
Los gemelos ya habían comenzado a limpiar los platos del desayuno que había dejado su padre cuando Hazza se unió a ellos. Los tres se habían dormido en su armario. —Tienen que estarse muriendo de hambre. —Sacó una lata de sopa de tomate de la alacena y la calentó en el microondas en un recipiente de vidrio.
»—Tienen que aprender a prepararse algo de comer ustedes solos cuando yo no estoy.
Se morirían de hambre si él nunca regresara a casa. Su madre se había olvidado de darles de comer más de una vez cuando eran niños pequeños.
Los gemelos se quedaron mirando hacia la puerta y por el pasillo a la oficina de su padre. Por sus miradas, Hazza sabía que cuando él no estaba en casa, se dedicaban a evitar a su padre incluso si eso significaba no comer. Se sentaron en taburetes frente a la isla, mientras que Hazza les servía la sopa en tazas, porque no les gustaba usar cubiertos. Luego cortó pan de trigo en cubos.
Mientras comían, Hazza comenzó a hacerse un sándwich de hummus con pimientos picados, y aunque ninguno de ellos hablaba, el silencio de repente se hizo profundo. Detectando que los gemelos estaban en estado de alerta, Hazza se giró hacia la puerta para ver a William Baillie con las manos en las caderas con su habitual amenazante pose. Un hombre fornido, de piel muy oscura estaba a su lado. Por un aterrador momento Hazza pensó que el tipo era Idi Amin, hasta que recordó que el dictador ugandés había muerto hace mucho tiempo. —Él es el señor Ogwambi Maputwa —dijo Baillie.
—Hola —murmuró Hazza.
—Él es mi hijo, Hazza, y ellos son los gemelos —dijo Baillie.
—idénticos. Muy bonitos. —El hombre miró a los gemelos y luego a Hazza—. ¿Por qué le permites usar maquillaje alrededor de los ojos como una chica? ¿Es un marica? —preguntó el hombre, y luego se carcajeó.
—Es mejor que no lo sea, o lo voy a patear de aquí hasta Afganistán. —Baillie miró fijamente a Hazza, torciendo la boca en una mueca espantosa—. ¿Eres una jodida mujercita?
—No, señor —dijo Hazza. Odiaba negar ser gay, pero ¿qué otra cosa iba a hacer? ¿Admitirlo y lograr que le quebraran las costillas?
—Bien. ¿Dónde está la computadora?
—Voy a traerla —dijo Hazza. Miró a los aterrados gemelos. No quería dejarlos solos con los hombres, pero su mochila estaba en el pasillo por la puerta—. ¿Quieres que haga un poco de té y lo lleve a la oficina, señor? —preguntó en un tono cuidadosamente respetuoso—. Y llevaré la computadora.
El hombre africano sonrió. —Me gustaría un poco de té.
—Sí, hazlo —dijo Baillie—. Tres tazas. Hay alguien más aquí.
Los dos hombres se marcharon, y con una expresión de alivio en sus rostros los gemelos terminaron su sopa y pan rápidamente, mientras que Hazza preparaba una bandeja con el té, leche, azúcar, tres tazas y platos y un platón de galletas. Acomodó todo en la bandeja de manera que se viera perfecto
—Bien. —Hazza retiró los platos—. Salgan a jugar al jardín, y tomen algo de aire fresco. Afuera está agradable y cálido. — Obedeciéndolo como siempre hacían, los gemelos salieron al jardín de atrás y corrieron descalzos a su trampolín. Durante un par de minutos, Hazza se quedó en la puerta de atrás, observándolos saltar mientras una lenta sonrisa comenzó a florecer en sus hermosos rostros. «Los amo. Me ocuparé de ustedes, siempre. Se los prometo». Sería mejor que se diera prisa con el té antes de que su padre regresara a buscarlo.
En la oficina de su padre, los tres hombres estaban sentados mirando a Hazza batallar con la puerta, la bandeja y su mochila. Muy consciente de no querer verse más estúpido de como se sentía, Hazza dejó la bandeja en la mesa y luego sacó la laptop y las dos tarjetas de memoria.
—Será mejor que lo hayas hecho bien esta vez —dijo William Baillie.
—Esto era todo lo que tenía. —Sus manos temblaban, Hazza colocó la laptop en el escritorio delante de su padre, pero Baillie la deslizó hacia Maputwa mientras que el otro hombre estaba en la ventana—. ¿Sirvo el té, señor? —Hazza preguntó.
—Sírvelo —dijo Baillie.
—¿Qué es lo que sabe? —el hombre africano preguntó, mirando a Baillie como si Hazza no fuera más que un sirviente.
—Hazza no sabe nada. Sólo le dije que consiguiera la computadora.
Una amplia sonrisa dividió el rostro del hombre. —¿Hazza? ¿Es astuto y listo?
—La mayoría de las veces es un idiota, como los gemelos son retrasados.
«¡Por esto es por lo que vas a morir!»
Mientras servía el té, Hazza observaba al señor Maputwa abrir la laptop. El hombre jugó durante un momento antes de decir: — ¡Bingo! —y se carcajeó fuerte—. Ahora estamos en el negocio. — Parecía divertido por usar expresiones en inglés y se volvió a carcajear.
—¿Quieres té, Doctor Howard? —Baillie preguntó.
—Sí, gracias, Capitán Baillie.
A pesar de que estaba retirado, a William Baillie le gustaba que la gente reconociera su rango militar. Hazza sirvió té a los hombres y ofreció galletas.
Con una mirada en el plato casi tomó una. Tenía hambre, y el sándwich de hummus se quedó en la cocina, pero no quería ser reprendido por su padre por tomar una. —¿Necesita la laptop o simplemente lo que hay en ella, señor Maputwa?
El señor Maputwa lo miró de arriba a abajo antes de volver a trabajar en la computadora. —¿Por qué quieres saberlo, Hazza?
—Porque si no necesita la laptop, ¿puedo tenerla?
—Tienes una laptop. Te compré una nueva para esa estúpida maldita universidad de arte —dijo Baillie fuerte.
—Es muy difícil de entrar en La universidad de Artes de Londres —dijo Hazza en voz baja.
—¡Y si no fueras una jodida marica, el ejército te hubiera aceptado! —Baillie le gritó, poniéndose de pie. Su rostro se ponía rojo rápidamente cuando estaba enojado o frustrado.
Hazza sólo podía imaginar cómo los hombres bajo su mando se habían sentido con él. El señor Maputwa no mostró ninguna reacción en absoluto ante el repentino altercado, como si estuviera acostumbrado a ese comportamiento. Pero el Doctor Howard parecía incómodo. Aunque Hazza estaba acostumbrado del todo a los arrebatos repentinos de su padre, él siempre se encogía y miraba el suelo.
—¿El Ejército británico no aceptó al hijo de William Baillie? —preguntó el señor Maputwa con una sonrisa que mostraba una hilera de dientes fuertes y amarillos.
El funcionario en la oficina de reclutamiento a la que su padre lo había arrastrado a los dieciséis años lo había mirado de arriba abajo y dijo: “Parece que alistarse en el ejército es la última cosa que quiere hacer, Capitán Baillie”. Dirigiéndose a Hazza en un tono sorprendentemente amable, le había preguntado: “¿Qué es lo que quieres hacer, hijo?”
“Ir a la escuela de arte”. Hazza había respondido. Cuando llegaron a casa, su padre lo había golpeado hasta que todo su cuerpo estuvo negro por los moretones, pero al menos él nunca le había sugerido unirse al ejército de nuevo.
La ira era evidente en sus palabras cuando Baillie dijo: — No, no lo aceptaron.
—Uno de estos días debes llevarlo a Uganda, y yo lo entreno. Un padre nunca debe entrenar a su propio hijo. Debes dejar eso a otro hombre.
—¿Es pariente de Idi Amin? —En el momento en que Hazza oyó la palabra Uganda, las palabras se deslizaron fuera.
Durante un buen rato el hombre miró directamente a Hazza. El blanco de sus ojos estaba rojo por los vasos sanguíneos, el iris casi negro. Hazza había visto esos ojos muchas veces en las fiestas en las personas que estaban drogadas. Estaba seguro de que Maputwa estaba drogado. El hombre se veía como un real jodido loco.
—Un gran hombre —dijo—. No, no estoy relacionado con él. —Con un fuerte aplauso el señor Maputwa empujó la laptop y tomó una taza de té—. El disco duro fue borrado, aunque todo lo que necesitamos está en las tarjetas de memoria. Deja que se la quede si la quiere.
—Puedo conseguir treinta libras por ella de una chica en la universidad —dijo Hazza en voz baja.
—Muy emprendedor. —El señor Maputwa se metió varias galletas a su gran boca en una rápida sucesión y bebió su té. Con movimientos apresurados, Hazza volvió a llenar su taza.
—Será mejor que vaya a ver a los gemelos. —Miró a su padre, sin atreverse a moverse.
—Ve, y puedes vender esa cosa si quieres —dijo Baillie.
Inundado con alivio por poder dejar a los dos hombres que encontraba igualmente aterradores, Hazza tomó la laptop. En la puerta se detuvo brevemente para ver al hombre de Uganda tomar un maletín y dárselo a su padre. William Baillie lo abrió y sacó un fajo de billetes con una mano y con la otra sacó otro fajo. En silencio Hazza cerró la puerta.
Después de dejar la laptop en su mochila y llevarla a su habitación para más tarde, tomó los tenis de los gemelos y se unió a ellos en el jardín.
—Vengan, pónganse sus tenis. Iremos un momento al parque, y pueden ir a los columpios. —Sin decir una palabra, Alder y Arden obedecieron. Tomaron la mano de Hazza, y salieron por la puerta del jardín y caminaron hacia la calle. Esperando detrás de carro Lexus gris-plata de su padre estaba un coche largo y negro, con vidrios polarizados. Un conductor uniformado sentado en el asiento delantero fumaba un cigarrillo con las puertas abiertas.
¿Qué había en la laptop de Lou que quisiera tanto un hombre rico de Uganda que estaba dispuesto a pagar por ello con un maletín lleno de dinero en efectivo? ¿Y quién demonios era ese doctor?
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Holis, espero que les halla gustado el capi :D
El siguiente es mi favorito ha, <3 karate wii, despues entenderan
¡Bienvenidos nuevos lectores! ;D
¿de que país son? Me interesa saber <3
¡Beso!
Haciendo a un lado una revista científica y una caja de pizza vacía, Hazza se sentó en el sofá para ponerse los jeans y las botas negras que había comprado en Sinister Soles en Tottenham Court Road. Mientras ajustaba las hebillas a los lados especuló por qué Lou no se había preguntado cómo un chico de alquiler que supuestamente vivía en una caja en un callejón podía permitirse botas que costaban ciento cincuenta libras. Pero el tipo era un total nerd. Probablemente no tenía ni idea de cuánto costaban.
«¿Por qué tenía que admitir que me corto? Ahora va a pensar que soy una psicótico emo idiota que pasa su tiempo libre sentado en los cementerios leyendo poemas de Stevie Smith y Sylvia Plath »
Pero el hecho mismo de que lo hubiera admitido le hacía preguntarse sobre Lou y por qué había confiado en él. Nunca había admitido ante nadie que su forma de tratar con el dolor era crear aún más dolor. Hazza tomó su camisa negra y terminó de vestirse. En medio de la confusión de la sala estaba la laptop de Lou . Hazza miró hacia la puerta del dormitorio. Lo único que tenía que hacer era tomar la laptop e irse. Entonces vio un par de tarjetas de memoria. La información que su padre quería podría estar en una de ellas. Lou podría pensar que había tomado las cosas para venderlas. Pero incluso mientras metía el equipo en la mochila de imitación de cuero, el pensar en Lou despertando y ver que su laptop no estaba y lo creyera un ladrón común era insostenible. Era un hombre encantador, Hazza quería que Lou pensara bien de él. En el mismo instante, una imagen de lo que su padre le haría a él y a los gemelos le llegó y floreció en su mente mientras se dirigía hacia la puerta. Sin saber por qué, se arrastró de nuevo a la puerta de la habitación para darle una última mirada a Lou . Desnudo, su cuerpo delgado yacía sobre la cama en su lado, Lou era muy largo y delgado, casi tan huesudo como Hazza. Y tenía razón, su nariz era larga y estrecha, como halcón, pero le quedaba.
«Lo siento, Lou »
En silencio, a pesar de sus grandes botas, Hazza caminó a través del suelo de madera y se fue rápidamente. La casa estaba en silencio. Entró con cuidado a la escalera y salió a la oscura calle. A lo lejos sonó el Big Ben, las cinco.
«No puedo ir a casa. Odio estar allí. Los gemelos aun están dormidos, por lo que estarán a salvo »
Hazza se alejó del oasis del pequeño departamento de Lou , preguntándose cómo podría terminar la universidad, cuidar de los gemelos, mantener un techo sobre sus cabezas, y mantener a todos alimentados. Había dos opciones. Podría pasar el próximo par de años con el temor constante de una paliza, la preocupación de que los gemelos fueran lastimados, viendo a su madre beber hasta caer en coma, o matar al maldito bastardo que era la causa de todos sus problemas. Fuera de la estación de St. Pancras un carro móvil de té les daba té y sándwiches a las personas sin hogar. Siempre había una línea. Hazza se unió al final detrás de una anciana que olía peor que el callejón de Tisbury Court. Cuando llegó al frente, vio al hombre de pelo rizado con camisa negro y cuello blanco de sacerdote.
— ¿Puedo tomar una taza de té sin leche?
El hombre le entregó una taza de té fuerte.
— Sándwich de jamón con queso.
— No quiero un sándwich, gracias. De todos modos, soy un vegano.
— ¿Un qué?— El hombre lo miró impactado— Estás muy delgado. Debes comer algo.
— El té es genial. Gracias.— Hazza se fue y se sentó en un banco a beber de la taza astillada.
“Este es un té construido”, su mamá siempre decía eso cuando el té era demasiado fuerte y ella aun estaba lo suficientemente sobria como para darse cuenta. Hubo un momento en que ella le había hecho reír, cuando lo metía en la cama por la noche y le daba un beso y le hacía buenas comidas. Ahora, ella pasaba sus días como Hazza y los gemelos, tratando de evitar los puños de William Baillie.
— ¿Estás sin hogar?
Hazza levantó la vista de su taza cuando el hombre se sentó a su lado en el banco.
— No soy católico.
— Tampoco yo, soy anglicano.— Los ojos café del vicario eran muy amables, recordándole a Hazza por un minuto a Lou , pero el hombre estaba construido mucho más fuerte que Lou , era obeso, y probablemente tenía más de treinta y cinco años— La iglesia de Inglaterra, no la de Roma. Te encuentras sin hogar, porque para ser honesto, no lo pareces. Estás demasiado limpio.
¿Pensaría eso Lou ?
— Supongo que ve personas sin hogar todo el tiempo.
— Sí. Y te he visto por Tisbury Court un par de veces recientemente. La prostitución nunca es la respuesta. Siempre hay una manera de salir de los problemas.
— Sólo estaba tratando de decidir cómo.— «Matar a William Baillie o matar William Baillie »
.
— ¿Ya tienes una respuesta? Puedo rezar contigo si lo deseas.
Harry se encontró con su mirada.
— ¿Lo haces, ya sabes, la cosa de “juro guardar el secreto”,como lo hace un sacerdote católico?
— Sí. Puedo oír una confesión, y es sacrosanta.
— Bueno. Bien, aquí está mi confesión. Voy a matar a mi papá.
El horror se registró en los ojos del vicario mientras su boca se abría.
— ¿Qué? No, ¡no puedes hacer eso!
— No tengo elección, amigo. Es él o nosotros.— Harry le entregó la taza vacía y se alejó.
+º+
En la puerta principal Hazza se quitó las botas. Una mirada rápida a la sala le dijo que su madre estaba ya en la cama, ya sea perseguida arriba por su padre o por haber luchado hasta allí por su cuenta antes de que William Baillie se levantara. Escuchando, tan atento como un zorro, trató de oír a su padre. ¿Debería hacerlo ahora? No. Estaba muy cansado. Con el fin de evitar llegar a casa muy temprano había caminado gran parte del camino antes de tomar el metro y luego el autobús. Lo único que quería ahora era dormir. Rápidamente corrió de puntillas por la escalera, llevando sus botas en la mano. Si pudiera llegar a su habitación sin ver a su padre, podría esconderse en el armario a dormir un rato. No estaban permitidas las cerraduras en ninguna de las puertas dentro de la casa. Ni siquiera en el cuarto de baño. A nadie se le permitía evitar a William Baillie aunque lo quisieran.
En el oscuro interior del dormitorio de Hazza, acurrucados en su cama, estaban acostados los gemelos. Ellos gimieron cuando él abrió la puerta. —¿Qué sucede? —preguntó, no esperaba una respuesta—. Soy yo, Hazza. —Encendió la lámpara. Los gemelos estaban en la cama, como siempre lo hacían, uno envueltos alrededor del cuerpo del otro. Se sentaron con cuidado. Habían sido golpeados de nuevo—. ¿Golpeó su trasero con el cinturón? —Cuatro grandes ojos lo miraron en silencio—. Muéstrenme.
Los gemelos se quitaron el pijama a rayas rojas mostrando el final de su espalda y sus nalgas. Las lágrimas ardían en los ojos de Hazza, y la necesidad de cortarse burbujeaba en su interior. Se sentó en la cama y los jaló a sus brazos. A pesar de la cálida mañana, se estremeció incontrolablemente. »—¿Cuando lo hizo? ¿Ayer por la noche?
Nada. Se miraron fijamente, luego apoyaron la cabeza sobre sus hombros.
»—No se preocupen. Voy a matarlo pronto. Sólo tengo que encontrar la manera.
—Hazza. —La voz de Baillie los hizo saltar.
—Vamos, entremos en el armario, rápido —murmuró Hazza.
Los tres salieron de la cama y entraron al nido de almohadas y mantas que Hazza había en secreto acomodado allí. Por algún milagro su padre nunca había descubierto el bastante obvio escondite, porque hubiera estado aquí para ahora. Se acurrucaron juntos en la oscuridad, esperaron en silencio, oyendo la puerta del dormitorio abrirse, a su padre vagabundear por la habitación con sus pesadas botas militares antes de salir de nuevo. Durante mucho tiempo, Hazza sostuvo a sus hermanos gemelos junto a él, hasta que al final todos cayeron en un sueño agitado.
Louis estiró una mano con los ojos aun cerrados, esperando sentir el cálido y delgado cuerpo de Hazza a su lado. Nada. Decepción lo inundó cuando abrió los ojos. Hazza se había ido. Louis puso su mano sobre el lado de la cama en el que el joven se había dormido, lo encontró frío. Obviamente él se había ido hacía un tiempo. Y nuevamente se había ido sin que le pagara. «¿Dejaría una nota?», se preguntó esperanzado. «No seas ridículo, Louis. No era como si estuvieras en una relación o algo así, el chico no se fue temprano a trabajar, dejándote una nota para decirte adiós como una pareja normal».
Reacio a empezar el día solo, Louis se sentó en el borde de la cama. El recuerdo de joder a Hazza en la ducha lo inundó de nuevo, y tuvo una erección instantáneamente. Desnudo, se dirigió al baño. El preservativo usado y el paquete de aluminio seguían junto al desagüe. Louis los levantó y los apretó contra su nariz. El agua los había lavado llevándose cualquier rastro de Hazza. Pero él no podía tirarlos a la basura y los colocó con mucho cuidado en el borde de la pileta antes de abrir el grifo.
Louis rara vez se masturbaba, ni siquiera con su erección mañanera. Pensaba en la jornada de trabajo que tenía por delante hasta que distrajera a su willy y cayera flácido. Pero esta mañana veía por todas partes a Hazza. Los limpios azulejos blancos en la ducha desaparecieron cuando cerró los ojos y vio a Hazza frente a la pared, diciendo: “Jódeme”. Como si el joven estuviera aun allí, se apoyó contra la pared y tomó su pene. Con unos rápidos jalones y una caliente fricción de su mano provocó un orgasmo que sacudió su cuerpo y lo dejó sin aliento. ¿Estaba enamorado de un prostituto, o simplemente estaba llevando su primera relación sexual demasiado lejos en su mente? Viendo más de lo que era y sin duda más de lo que Hazza sentía.
«—Me gustaría que fueras mi novio, Hazza. —Si, bueno, a mi no. Soy un puto.»
Eso lo había resumido.
Después de un afeitado rápido, se vistió con sus habituales pantalones de pana y abrochó los botones de su camisa de un discreto color verde oscuro.
En comparación con Hazza era tan malditamente aburrido. Siempre pensó que cuando finalmente consiguiera un novio, sería un hombre como él, un académico que se fuera sin esperanza a la cama y nunca entendiera bromas o los puntos más finos de un discurso casual. Luego llegó Hazza, con su aguda mente y su experiencia sexual. Nunca iba a funcionar. Había llegado a quitarle los pantalones a un hombre como Hazza de la única manera posible, pagándole para que se los quitara.
En la sala se amonestó en voz alta: —Él no es tu novio. No seas un perdedor.
Dirigiendo su mirada hacia su desordenado escritorio, se detuvo en seco. Estaba seguro de que había dejado su laptop allí. Siempre estaba ahí. Cada día que llegaba a su casa, colgaba su abrigo en el armario, y dejaba su laptop en el escritorio con las llaves. ¿Era posible que hubiera dejado la laptop en el armario? Lo había hecho un par de veces antes, pero siempre encontraba su chaqueta sobre el escritorio, y la chaqueta no estaba allí. »—Tonta salchicha, Louis. —Su madre siempre le decía así—. Ha estado hirviendo afuera. No has usado tu chaqueta en un par de semanas.
Alivio junto con una ligera sensación de pánico se aferró a su vientre, Louis abrió el armario de los abrigos. Estaba la aspiradora de pie en el suelo, la manguera enroscada como una serpiente esperando a deslizarse hacia fuera. Una colección de zapatos, todos necesitando ser boleados, amontonados junto a él. Su viejo maletín con la hebilla rota que seguía planeando tirar estaba desplomado contra la pared.
Ninguna laptop. No Hazza.
Louis corrió de regreso a su escritorio y comenzó a revisar sus tarjetas de memoria. Tampoco estaban. —¡Mierda! —gritó. Él nunca decía mierda, por lo menos no en voz alta, pero era la única respuesta a su absoluta y completa estupidez. A pesar de su título en Oxford y su bien remunerado trabajo de enseñanza y el hacer investigación en la Escuela de Londres de Higiene y Medicina Tropical, el Doctor Louis Tomlinson era un absoluto tonto. Tendría que haber sido un bufón de la corte, no un científico. Confiaba en gente en la que no debía confiar. Le prestaba dinero a Tay, que nunca se lo devolvía. Él quería un prostituto de novio. Y ahora tenía que decirle a su jefe que el trabajo que le había asegurado a su departamento una concesión enorme para lograrlo había salido a la calle a algún lugar en las manos de Dios sabía quién.
Lágrimas de frustración rodaban por sus mejillas, y por un minuto completo, se entregó a eso. Lentamente recobró la compostura. No iba a hacerlo. Era un hombre hecho y derecho, y los hombres no lloran. Gracias a Dios nadie había estado allí para ser testigo de su colapso. En el baño se lavó la cara y con el maletín en su mano, se dirigió hacia la mañana cálida y luminosa.
Media hora más tarde, con la cabeza colgando como un escolar castigado, Louis se paró frente al escritorio del Doctor Crispín Howard y le explicó la pérdida de sus datos sin decirle que un chico de alquiler se los había robado. —Pero todo tiene una copia de seguridad en tarjetas de memoria. No he perdido nada
que no se pueda recuperar. Todo está en mi pequeña caja de seguridad en el laboratorio.
El Doctor Howard era un bajo, fornido y de piel oscura hombre de unos cincuenta años que, a pesar de sus deficiencias físicas, parecía pensar que era un regalo de Dios para el sexo débil. —Que tengas guardadas copias está muy bien, pero ¿quién demonios tiene en sus manos la información?
—No lo sé —mintió Louis. No era un buen mentiroso, y retorcerse las manos era probablemente un claro indicio. Las entrelazó detrás de la espalda—. La laptop debe haber sido robada para venderla. —¿Qué otra cosa iba a querer hacer Hazza con su laptop si no era venderla?—. Él probablemente va a limpiar el disco duro. De todos modos, nunca guardo nada importante en el disco duro.
—¿Qué pasa con el disco duro externo?
Sin pensarlo, Louis comenzó a retorcerse las manos otra vez. —Estaba todo en tarjetas de memoria, y se han ido también. De todos modos, todo está encriptado. Sólo un experto puede acceder a los datos.
—¿Quién? Dijiste él.
Presa del pánico, Louis soltó: —Estoy asumiendo que es un chico, probablemente un niño estúpido. En mi barrio irrumpen todo el tiempo. Adolescentes sin nada mejor que hacer. —Eso no era cierto, era un barrio muy seguro.
—Comtrex es una poderosa compañía farmacéutica. Nos dieron la concesión para ese insecticida en el que has estado trabajando y son exigentes sobre dónde va su dinero. Si haces cosas estúpidas, como perder información privilegiada, nos van a cortar. Ahora trata de conseguirla de regreso.
—Pero no sé quién la tomó —mintió Louis de nuevo.
—¿Estás seguro, Doctor Tomlinson? —El hombre lo miraba con escepticismo, como si supiera que Louis había estado teniendo sexo con un prostituto.
—Sí, Doctor Howard. Pero como he dicho, aun tengo la información. Sólo pensé que debería decirte que perdí mi laptop y las tarjetas de memoria, eso es todo. Será mejor que lo denuncie a la policía.
—¡No, no hagas eso! —La vehemencia del tono del hombre lo sorprendió, al mismo tiempo que se sintió aliviado. Lo último que quería era enviarle a Hazza los polis—. Podríamos perder la subvención de Comtrex si saben que tenemos bobos como tú trabajando para nosotros.
—Lo siento —murmuró Louis.
—Lo creo. —El Doctor Howard se levantó—. Tengo una reunión. Es mejor que vayas a trabajar.
En la puerta de la oficina del Doctor Howard, Louis se puso tenso cuando el hombre le preguntó: —¿Fue algún hombre que levantaste de una discoteca gay?
Louis se giró para ver una sonrisa en el rostro decidido del Doctor Howard.
»—Oh, vamos, Doctor Tomlinson. Todo el mundo sabe que eres un homosexual.
El horror lo inundó, y Louis preguntó: —¿Lo saben? ¿Cómo?
—Rara vez le prestas atención a las mujeres, y cuando lo haces, eres demasiado cortés con ellas.
Enderezándose más alto, Louis miró al hombre a los ojos, a pesar de que sentía sus mejillas tan caliente que tenían que estar rojas. Nunca le había agradado el Doctor Howard, y en ese momento lo odiaba. —Me educaron correctamente. Podría seguir el ejemplo de mi libro.
—¿En serio? —El Doctor Howard alzó ambas cejas, su sonrisa firmemente en su lugar. Ya era hora de que se reafirmara.
—¡Sí, en serio! Las jovencitas de mi clase se quejan de ti. Te llaman espeluznante.
Eso funcionó con creces. La tez oscura del hombre se puso más pálida y sus mejillas se pintaron de rosa. Sus finos labios se torcieron en una mueca de desprecio, pero no dijo nada.
Louis se dirigió de regreso a su laboratorio, ahora se sentía mucho mejor.
Después de una mañana de no lograr nada, vagando por el laboratorio pensando en el fantástico sexo que había tenido con Hazza y el hecho de que él le había robado, Louis se dirigió a Tisbury Court para buscar al pequeño ladrón. Realmente debería comer algo, pero no podía soportar la idea de comer. Hazza le había robado después de que había confiado en él. Su jefe le había llamado bobo. ¿Quién seguía diciendo bobo? Y luego el canalla lo había marginado.
Él era el mayor imbécil del mundo.
Como siempre, la zona bullía de tráfico peatonal. Los bares gay y las tiendas alineadas a lo largo de la calle de tiendas de moda y tiendas de ropa clásica. En el callejón al lado de Gimme Gimme, una tienda de regalos LGBT, Louis se detuvo a ver el escaparate. Una taza roja estampada con las palabras: “Alguna gente es gay, ve por él”, le llamó la atención. Si sólo fuera así de fácil. ¿Cómo iba a decirle a sus padres? Si todo el mundo sabía en su trabajo, y parecía que lo sabían, con el tiempo llegaría a casa, ya que su padre había sido profesor allí durante años antes de retirarse.
Con algo parecido a la repulsión, o tal vez simplemente consternación, Louis tomó nota de que el olor de la basura y la orina le molestaba mucho menos con cada viaje al callejón. Durante más de un minuto miró hacia arriba y hacia abajo la gran caja donde Hazza dormía. Quizás se había movido como una tortuga que llevaba su casa con él.
—Estás buscándolo, ¿no es así?
Lo que parecía ser un bulto de trapos sucios contra la pared se movió.
Lentamente el hombre se puso de pie. Louis vio nerviosamente hasta que un rostro surgió de entre un sombrero de lana sucia y la parte superior de un abrigo. —Estoy buscando al Gotico que suele estar aquí. —«¿El Gotico?» ¿Qué le hizo decir eso?
—No lo he visto desde que se fue contigo ayer. No viene mucho por aquí.
—Pero él vive aquí —señaló Louis.
—No, no lo hace. ¿Eres uno de esos pharmasexuales?
—Homosexuales —corrigió Louis—. ¡No! No lo soy. —Miró rápidamente a su alrededor, preguntándose por qué le importaba.
—Entonces, ¿por qué estaba haciéndote una paja contra la pared?
La sola idea de que los hubieran visto, aunque fuera solo un vagabundo, provocó una avalancha de rojo que corría del cuello de Louis hacia sus mejillas.
—Sí, sí, soy gay. —Louis alzó la voz, repitiendo—: ¡Yo soy gay!
—Mantén tu cabello —dijo el vagabundo—. De todos modos, ese niño está demasiado limpio para ser de la calle. ¿No te has dado cuenta de lo limpio que está?
Se había dado cuenta de que Hazza estaba limpio pero no había pensado que fuera inusual. —No tengo mucha experiencia con niños de la calle.
—Bueno, yo sí, y te lo digo, ese chico no vive en la calle. Está vendiendo su culo por un poco de dinero para su bolsillo o una emoción, eso es todo.
—¿A dónde va después de que sale de aquí? —Louis preguntó.
El anciano extendió una mano sucia. Las uñas eran largas, rotas y ennegrecidas. Por mucho que se resistía a ir más cerca, Louis sintió inmensa pena por el viejo. ¿Qué había pasado en su vida para caer tan bajo? Luchando con los bolsillos de sus pantalones de pana se encontró un par de monedas de dos libras. Las sacó y las dejo caer en la palma sucia, y luego esperó la información.
El hombre miró el dinero, asintió y se alejó. —No tengo la menor idea.
Louis caminó de regreso a Tisbury Court. Hazza había robado su laptop. El Doctor Howard pensaba que era un bobo y, probablemente, supuso que tenía un prostituto en su casa. Incluso el vagabundo que vivía en una caja lo había tomado por un tonto. Él era el epítome del científico tonto y, sin embargo, anoche, sólo por un momento, se había sentido como el hombre más sexy vivo. Pero si Hazza solo lo hubiera querido robar lo habría hecho en la primera oportunidad.
Las vibraciones en el bolsillo del pantalón le alertó de su teléfono celular. Lo sacó y vio el identificador de llamadas. — Hola, mamá. —Mientras hablaba, caminaba por la ruidosa calle, tomando nota de vez en cuando de un joven guapo, al verse atraído por la ropa negra y el maquillaje de ojos.
Sin darse cuenta, los Goticos habían pasado de ser atemorizantes a ser sexys.
—Estoy preparando la cena de tu cumpleaños, querido — dijo—. Mi bebé del solsticio de verano. Casi no puedo creerlo. Treinta años.
—Oh sí, mi cumpleaños —dijo Louis distraídamente. Salió a la calle y fue abordado por el sonido de las bocinas de los diferentes carros.
—¿No estás viendo lo que sucede, Louis? ¿Aun me necesitas para tomar tu mano al cruzar la calle?
—Fue otra persona, mamá, no yo. —Él no tenía ni idea de por qué mintió sobre algo tan trivial. Pero el hecho era que tenía suerte de cumplir treinta. Nunca prestaba atención en la calle. Tropezaba con la gente y los coches estacionados, perdía teléfonos celulares, en autobuses y taxis. ¡La persona en la que confió le robó!
—Bien. Vendrás a casa el fin de semana. —No era una pregunta. Nunca suponía que pudiera estar celebrando con amigos—. Taylor llegará el viernes porque no tiene clases los viernes. ¿Puedes venir con ella?
—No, no puedo tomar tiempo libre. Voy a alquilar un coche y conducir la mañana del sábado.
—¿Te gustaría traer a un amigo? —preguntó con una inflexión en la voz. Las palabras quedaron flotando en el aire. Él sabía que ella quería decir una chica.
—Sí, en realidad me gustaría —le dijo, preguntándose quién estaría dispuesto a acompañarlo. Mamá se decepcionaría cuando llegara solo como de costumbre, pero en ese momento no podía soportar decirle una vez más que estaba solo, como siempre.
—¡Oh, encantador! —Sonaba tan esperanzada que casi se retrae.
—Hasta el sábado, mamá.
Con los gemelos vestidos idénticos con jeans y sencillas camisetas blancas, Hazza les cepilló el cabello y luego cuidadosamente los trenzó en una larga trenza a cada uno.
—Bonitos y sencillos —dijo—. Vamos a comer.
Cuando salieron al pasillo, los gemelos miraron con cuidado a todos lados. Se le revolvió el estómago a Hazza ver que ellos siempre estaban tan nerviosos en su propia casa, pero él hacía lo mismo. Siempre en la búsqueda de William Baillie. Nunca pensaba en el hombre como su papá.
En fila india, encabezada por Hazza, de puntitas llegaron a la amplia escalera curva. La escalera era amplia pero aterrorizaba a los gemelos porque en el primer año que vivieron en esa casa o más o menos, ellos se arrastraban sobre sus manos y rodillas hacia arriba y hacia abajo. Pero su padre había salido detrás de ellos bastantes veces y les pateaba el trasero hasta que finalmente habían dominado subir las escaleras.
Por la puerta de la oficina la fuerte voz de Baillie llegaba al pasillo. Los gemelos se pusieron rígidos, apretándose el uno al otro. Hazza llevó un dedo a los labios, y les señaló hacia la puerta. Se quedaron en silencio al pie de la cocina mientras Hazza escuchaba. Cuando su padre dejó de hablar, otro hombre habló con un fuerte acento que se oía como alguien de un país africano.
Los gemelos ya habían comenzado a limpiar los platos del desayuno que había dejado su padre cuando Hazza se unió a ellos. Los tres se habían dormido en su armario. —Tienen que estarse muriendo de hambre. —Sacó una lata de sopa de tomate de la alacena y la calentó en el microondas en un recipiente de vidrio.
»—Tienen que aprender a prepararse algo de comer ustedes solos cuando yo no estoy.
Se morirían de hambre si él nunca regresara a casa. Su madre se había olvidado de darles de comer más de una vez cuando eran niños pequeños.
Los gemelos se quedaron mirando hacia la puerta y por el pasillo a la oficina de su padre. Por sus miradas, Hazza sabía que cuando él no estaba en casa, se dedicaban a evitar a su padre incluso si eso significaba no comer. Se sentaron en taburetes frente a la isla, mientras que Hazza les servía la sopa en tazas, porque no les gustaba usar cubiertos. Luego cortó pan de trigo en cubos.
Mientras comían, Hazza comenzó a hacerse un sándwich de hummus con pimientos picados, y aunque ninguno de ellos hablaba, el silencio de repente se hizo profundo. Detectando que los gemelos estaban en estado de alerta, Hazza se giró hacia la puerta para ver a William Baillie con las manos en las caderas con su habitual amenazante pose. Un hombre fornido, de piel muy oscura estaba a su lado. Por un aterrador momento Hazza pensó que el tipo era Idi Amin, hasta que recordó que el dictador ugandés había muerto hace mucho tiempo. —Él es el señor Ogwambi Maputwa —dijo Baillie.
—Hola —murmuró Hazza.
—Él es mi hijo, Hazza, y ellos son los gemelos —dijo Baillie.
—idénticos. Muy bonitos. —El hombre miró a los gemelos y luego a Hazza—. ¿Por qué le permites usar maquillaje alrededor de los ojos como una chica? ¿Es un marica? —preguntó el hombre, y luego se carcajeó.
—Es mejor que no lo sea, o lo voy a patear de aquí hasta Afganistán. —Baillie miró fijamente a Hazza, torciendo la boca en una mueca espantosa—. ¿Eres una jodida mujercita?
—No, señor —dijo Hazza. Odiaba negar ser gay, pero ¿qué otra cosa iba a hacer? ¿Admitirlo y lograr que le quebraran las costillas?
—Bien. ¿Dónde está la computadora?
—Voy a traerla —dijo Hazza. Miró a los aterrados gemelos. No quería dejarlos solos con los hombres, pero su mochila estaba en el pasillo por la puerta—. ¿Quieres que haga un poco de té y lo lleve a la oficina, señor? —preguntó en un tono cuidadosamente respetuoso—. Y llevaré la computadora.
El hombre africano sonrió. —Me gustaría un poco de té.
—Sí, hazlo —dijo Baillie—. Tres tazas. Hay alguien más aquí.
Los dos hombres se marcharon, y con una expresión de alivio en sus rostros los gemelos terminaron su sopa y pan rápidamente, mientras que Hazza preparaba una bandeja con el té, leche, azúcar, tres tazas y platos y un platón de galletas. Acomodó todo en la bandeja de manera que se viera perfecto
—Bien. —Hazza retiró los platos—. Salgan a jugar al jardín, y tomen algo de aire fresco. Afuera está agradable y cálido. — Obedeciéndolo como siempre hacían, los gemelos salieron al jardín de atrás y corrieron descalzos a su trampolín. Durante un par de minutos, Hazza se quedó en la puerta de atrás, observándolos saltar mientras una lenta sonrisa comenzó a florecer en sus hermosos rostros. «Los amo. Me ocuparé de ustedes, siempre. Se los prometo». Sería mejor que se diera prisa con el té antes de que su padre regresara a buscarlo.
En la oficina de su padre, los tres hombres estaban sentados mirando a Hazza batallar con la puerta, la bandeja y su mochila. Muy consciente de no querer verse más estúpido de como se sentía, Hazza dejó la bandeja en la mesa y luego sacó la laptop y las dos tarjetas de memoria.
—Será mejor que lo hayas hecho bien esta vez —dijo William Baillie.
—Esto era todo lo que tenía. —Sus manos temblaban, Hazza colocó la laptop en el escritorio delante de su padre, pero Baillie la deslizó hacia Maputwa mientras que el otro hombre estaba en la ventana—. ¿Sirvo el té, señor? —Hazza preguntó.
—Sírvelo —dijo Baillie.
—¿Qué es lo que sabe? —el hombre africano preguntó, mirando a Baillie como si Hazza no fuera más que un sirviente.
—Hazza no sabe nada. Sólo le dije que consiguiera la computadora.
Una amplia sonrisa dividió el rostro del hombre. —¿Hazza? ¿Es astuto y listo?
—La mayoría de las veces es un idiota, como los gemelos son retrasados.
«¡Por esto es por lo que vas a morir!»
Mientras servía el té, Hazza observaba al señor Maputwa abrir la laptop. El hombre jugó durante un momento antes de decir: — ¡Bingo! —y se carcajeó fuerte—. Ahora estamos en el negocio. — Parecía divertido por usar expresiones en inglés y se volvió a carcajear.
—¿Quieres té, Doctor Howard? —Baillie preguntó.
—Sí, gracias, Capitán Baillie.
A pesar de que estaba retirado, a William Baillie le gustaba que la gente reconociera su rango militar. Hazza sirvió té a los hombres y ofreció galletas.
Con una mirada en el plato casi tomó una. Tenía hambre, y el sándwich de hummus se quedó en la cocina, pero no quería ser reprendido por su padre por tomar una. —¿Necesita la laptop o simplemente lo que hay en ella, señor Maputwa?
El señor Maputwa lo miró de arriba a abajo antes de volver a trabajar en la computadora. —¿Por qué quieres saberlo, Hazza?
—Porque si no necesita la laptop, ¿puedo tenerla?
—Tienes una laptop. Te compré una nueva para esa estúpida maldita universidad de arte —dijo Baillie fuerte.
—Es muy difícil de entrar en La universidad de Artes de Londres —dijo Hazza en voz baja.
—¡Y si no fueras una jodida marica, el ejército te hubiera aceptado! —Baillie le gritó, poniéndose de pie. Su rostro se ponía rojo rápidamente cuando estaba enojado o frustrado.
Hazza sólo podía imaginar cómo los hombres bajo su mando se habían sentido con él. El señor Maputwa no mostró ninguna reacción en absoluto ante el repentino altercado, como si estuviera acostumbrado a ese comportamiento. Pero el Doctor Howard parecía incómodo. Aunque Hazza estaba acostumbrado del todo a los arrebatos repentinos de su padre, él siempre se encogía y miraba el suelo.
—¿El Ejército británico no aceptó al hijo de William Baillie? —preguntó el señor Maputwa con una sonrisa que mostraba una hilera de dientes fuertes y amarillos.
El funcionario en la oficina de reclutamiento a la que su padre lo había arrastrado a los dieciséis años lo había mirado de arriba abajo y dijo: “Parece que alistarse en el ejército es la última cosa que quiere hacer, Capitán Baillie”. Dirigiéndose a Hazza en un tono sorprendentemente amable, le había preguntado: “¿Qué es lo que quieres hacer, hijo?”
“Ir a la escuela de arte”. Hazza había respondido. Cuando llegaron a casa, su padre lo había golpeado hasta que todo su cuerpo estuvo negro por los moretones, pero al menos él nunca le había sugerido unirse al ejército de nuevo.
La ira era evidente en sus palabras cuando Baillie dijo: — No, no lo aceptaron.
—Uno de estos días debes llevarlo a Uganda, y yo lo entreno. Un padre nunca debe entrenar a su propio hijo. Debes dejar eso a otro hombre.
—¿Es pariente de Idi Amin? —En el momento en que Hazza oyó la palabra Uganda, las palabras se deslizaron fuera.
Durante un buen rato el hombre miró directamente a Hazza. El blanco de sus ojos estaba rojo por los vasos sanguíneos, el iris casi negro. Hazza había visto esos ojos muchas veces en las fiestas en las personas que estaban drogadas. Estaba seguro de que Maputwa estaba drogado. El hombre se veía como un real jodido loco.
—Un gran hombre —dijo—. No, no estoy relacionado con él. —Con un fuerte aplauso el señor Maputwa empujó la laptop y tomó una taza de té—. El disco duro fue borrado, aunque todo lo que necesitamos está en las tarjetas de memoria. Deja que se la quede si la quiere.
—Puedo conseguir treinta libras por ella de una chica en la universidad —dijo Hazza en voz baja.
—Muy emprendedor. —El señor Maputwa se metió varias galletas a su gran boca en una rápida sucesión y bebió su té. Con movimientos apresurados, Hazza volvió a llenar su taza.
—Será mejor que vaya a ver a los gemelos. —Miró a su padre, sin atreverse a moverse.
—Ve, y puedes vender esa cosa si quieres —dijo Baillie.
Inundado con alivio por poder dejar a los dos hombres que encontraba igualmente aterradores, Hazza tomó la laptop. En la puerta se detuvo brevemente para ver al hombre de Uganda tomar un maletín y dárselo a su padre. William Baillie lo abrió y sacó un fajo de billetes con una mano y con la otra sacó otro fajo. En silencio Hazza cerró la puerta.
Después de dejar la laptop en su mochila y llevarla a su habitación para más tarde, tomó los tenis de los gemelos y se unió a ellos en el jardín.
—Vengan, pónganse sus tenis. Iremos un momento al parque, y pueden ir a los columpios. —Sin decir una palabra, Alder y Arden obedecieron. Tomaron la mano de Hazza, y salieron por la puerta del jardín y caminaron hacia la calle. Esperando detrás de carro Lexus gris-plata de su padre estaba un coche largo y negro, con vidrios polarizados. Un conductor uniformado sentado en el asiento delantero fumaba un cigarrillo con las puertas abiertas.
¿Qué había en la laptop de Lou que quisiera tanto un hombre rico de Uganda que estaba dispuesto a pagar por ello con un maletín lleno de dinero en efectivo? ¿Y quién demonios era ese doctor?
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Holis, espero que les halla gustado el capi :D
El siguiente es mi favorito ha, <3 karate wii, despues entenderan
¡Bienvenidos nuevos lectores! ;D
¿de que país son? Me interesa saber <3
¡Beso!
VaaneStylesHoran <3
Re: Chico de Alquiler (Larry Stylinson) ¡HOT!
Siiii primera en comentar...
ahhh no puede ser que quiere ese doctor
y...va a matar a su padre...sii
niega ser gay.. o.0
SIGUELA
karate??? ya quiero que la sigas...
bueno..yo soy de Canadá c:
ahhh no puede ser que quiere ese doctor
y...va a matar a su padre...sii
niega ser gay.. o.0
SIGUELA
karate??? ya quiero que la sigas...
bueno..yo soy de Canadá c:
~Megan~
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