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Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
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— i need you to be strong.
O W N :: Zona Libre :: Zona Libre :: Sin Tabú
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Re: — i need you to be strong.
simply, is totally perfect, sweetness.♡Kitten. escribió:Why don't you love me? Kiss me, I can feel your heart tonight. It's killing me so, why don't you love me? Touch me. Tell me I'm your everything, the air you breathe. And why don't you love me, baby? Open up your heart tonight, 'cause I could be all that you need. Oooh, why don't you love me? Why don't you love me?
bigtimerush.
Re: — i need you to be strong.
siempre que comento algo sobre kat, pasa de pág, es una señal del destino (?) i'm sure, ah.
bigtimerush.
Re: — i need you to be strong.
necesito recuperar todas las nc's en dónde participaba, ¿ahora como coño lo hago? una chica de buen corazón que me ayude, pls.
bigtimerush.
Re: — i need you to be strong.
todas menos yo >:cKitten. escribió:no me jodan, la mayoría de los adolescentes hemos tenido sueños pornos.
bigtimerush.
Re: — i need you to be strong.
que cosa más fea es esta, omg.Deby. escribió:
Elena Gilbert nunca había sido tan incompletamente feliz. Obtenía el maravilloso don de la inteligencia, la belleza y la supremacía en la compasión, aunque dichos dotes no fueran muy evidentes para el resto de la población estudiantil, familiar o de carácter sumamente estándar que la rodeaba día a día. Era una adolescente seducida por la importancia que le conferían, con diecisiete años, se había convertido en una chica muy fuerte, que con una sonrisa, sabía cómo enfrentar una vida, que aunque pareciera perfecta, no lo era en lo absoluto. Habían pasado cuatro meses desde la lamentable muerte de sus padres (adoptivos, bajo la ignorancia de la joven), y ella aún conservaba ese vacío en el pecho que lograba muchas veces desanimarla o e incluso, abrumarla. Se albergaba en una pequeña localidad de Virginia, llamada corrientemente Mystic Falls, junto a su tía —que por razones de representación judicial había cedido a ser tutora legal de los Gilbert—, y su hermano menor, Jeremy Gilbert, quién, cabe destacar, luchaba por la esperanza de una realidad completamente diferente, muy lejos de las circunstancias cegadoras que componían sus vidas.
Un nuevo año escolar comienza y la vida de Elena parece marchar normal dentro de los cabales de un mundo perfecto —claramente falso—. Stefan Salvatore, la nueva codicia de Mystic Falls y un auténtico chico guapo, cumplía con las expectativas de una anomalía en la localidad, es decir, ¿quién se marcharía de Italia para vivir en los alrededores de la cotidianidad contrariada del pueblecito? Pero lo que muchos desconocían, era la verdadera razón de su exilio: Comenzar una nueva vida desviada de su naturaleza, un pasado, un presente y un cuestionable futuro intentando fingir ser quién no era. Le había atraído con un vistazo, una simple y sutil mirada bastó para que Elena se llenara de ilusiones y grandes expectativas: quería conocerle. Y aunque nadie podía resistirse a los encantos de Elena, él no fue la excepción.
Mientras tanto, un vampiro malo hace de las suyas en Mystic Falls, matando gente y seduciendo chicas para alimentarse de ellas. Stefan se da cuenta y descubre que su hermano Damon Salvatore —a quién no veía desde hacía ya tiempo—, fue el responsable de la reacción en cadena.
La chica aún humana no tenía ni la más mínima y remota idea del gran secreto de los Salvatore, escondido bajo la penumbra de los ignorantes durante ciento cuarenta seis años. Stefan es un vampiro que intenta vivir en paz entre humanos, mientras que su hermano Damon es la personificación del vampiro violento y brutal, sin sentimientos encontrados hacia su inexistente humanidad. Estos dos hermanos, quienes no lograron encontrar la paz en los últimos años, luchan imperceptiblemente por el amor de la joven, sobreponiendo sus ideales con el fin de conseguir su alma; aunque su manera de apreciar las cosas sea diferente, ambos son puros de corazón y su objetivo en común es mantener a Elena a salvo, cueste lo que cueste.
Más allá del complicado triángulo amoroso entre los dos chicos y Elena, se desatan un conjunto de evasiones descriptivas en Mystic Falls. La recuperación extraña y poco habitual en el hospital de Vicki Donovan causada por la herida en su cuello, alerta ferozmente a Stefan, quién usa sus habilidades para borrar de la memoria de Vicki a su atacante, pero es interrumpido por Matt, su hermano y en aquel momento, es novio de Elena. Simultáneamente, Elena y Damon se conocen por primera vez en la casa de los Salvatore, y su revelación sobre Stefan cada vez se acerca más a la verdad.
Varios sucesos toman su lugar en la trama, el mal presentimiento de Bonnie (la mejor amiga de Elena) sobre su relación con Stefan, el propósito concreto de Damon al robar un cristal antiguo (uno de los objetos históricos en la mansión de los Lockwood) la abrupta conclusión del consejo del pueblo sobre que los vampiros han regresado a Mystic Falls por los cuerpos sin sangre; previniendo que deben tener el reloj de bolsillo que pertenece a la familia Gilbert, la relación afectuosa entre Jeremy y Vicki, el descubrimiento de los poderes de Bonnie, decidiendo afrontarlos de una vez por todas, casualmente, el aturdimiento de Elena al conocer a un extraño que Stefan le recuerda a un hombre que conocía en 1953, el cuestionamiento solemne de Elena al preguntarse quién es Stefan Salvatore realmente, lo que lleva a Elena a exigir una explicación a Stefan sobre los terribles eventos que han estado sucediendo en Mystic Falls, la nerviosa y atemorizada conversación entre Stefan y la joven, explicándole a Elena su pasado con Damon y Katherine, la repentina transformación de Vicki en vampiro, alimentándose de Logan Fell, la terrorífica noche de Halloween en la casa encantada del instituto, la innecesaria ayuda de Damon al consejo, la llegada del nuevo y misteriosos profesor de historia Alaric Saltzman, la entrega de verbena a Elena para protegerse a sí misma y a las personas que ama y muchos otros eventos de mayor relevancia para la historia, en la primera temporada, de The Vampire Diaries.
Más secretos sobre la historia de los Salvatore son revelados, una tumba, una gran cantidad de vampiros anteaños y un secreto acerca de Katherine por descubrir, un pasado sobre los Gilbert del que Elena no quiere ser consciente en lo absoluto, la llegada de sus padres biológicos y un presente ensordecedor con el que vivir, con o sin ayuda.
- I love you — Capítulo 001.:
Aparté la vista y me dediqué a observar el suelo con el ceño fruncido y los labios entreabiertos. Pequeños cuadros blancos, grises y negros se entrelazaban entre sí.
—Meck —me había llamado, atrayendo mi perdida atención—, ¿Te sucede algo? —lidió con la voz baja y controlada.
Toda la cafetería se mantuvo en silencio ante el casual encuentro que disfrutaban con la vista, más para mí fue el infierno en su máximo esplendor. La cabeza me empezó a dar vueltas, girando sobre su eje de una manera poco coherente, de manera incesable ante sus ojos, nuevamente dilatados por la preocupación que demacraba su rostro.
Fue hasta a ese momento es que me percaté de que temblaba de pies a cabeza, temblaba tanto que mi cuerpo vibraba hasta que finalmente, me castañearon los dientes, la cafetería puso en marcha su movimiento y se me nubló la vista. ¿Era posible que mi cuerpo se comportara de esa manera, allí, parada en donde estaba? Llegué a pensar que mi razonamiento no tenía nada que ver con lo que mi cuerpo experimentaba, aquella sensación de inseguridad y temor.
Escuché un murmullo y noté, aturdida en todos los sentidos, una presión en mi mano derecha, que yacía con timidez sujetando mis libros al pecho. El temblor me distraía lo suficiente para impedirme determinar la procedencia de la ligera fuerza, tanto oral como corporal, que me bloqueaba la precisión que debía haber tenido para zafarme con rapidez.
Deseé ser invisible, así no tendría la necesidad de trastornar mi cerebro con la melancolía que me embargaría luego de que mis pensamientos fluyeran con claridad.
—Me parece que se está pasando de histérica. Sería mucho mejor que le aventaran una bofetada a ver si no entra en estado coma —insinuó una voz afina e imperceptible cerca de mí.
Lo suficientemente cerca como para que Liam gruñera por encima de esas voces que no cesaban, al menos fuera de la burbuja protectora que me permitía olvidar todo el suceso por un segundo.
Lastimosamente… ese segundo de maravillosa compasión pasó y me dejó sin aliento.
Forcejeé los pulmones en busca de aire para que pudiera respirar con más facilidad, mi pecho se contraía en busca de oxígeno y mi nariz parecía congelarse, de hecho, consideraba intentarlo aunque supiera que era una idiotez.
—Hubiera deseado que las cosas se desarrollaran de una manera… diferente y menos perjudicante para ti.
Entonces lo comprendí. Oh. Su mano se acoplaba a la mía en un entrelace desesperado por tirar de ella y arrastrarme lejos de aquel lugar.
No supe a qué se refería, así que esperé a que sus labios si quiera se movieran y me dieran una pista clave para comprender lo que desde tanto tiempo deseaba oír.
—Todo está bien, estás a salvo, todo está bien —entonaba él una y otra vez.
El persistente olor a pasto y la sensación rústica bajo mis pies me permitió darme cuenta de que ya habíamos atravesado medio campus central. Sus pies se movían con suma rapidez, tal vez quería tanto como yo huir de la realidad que consumía las alientas, escabulléndome junto a él. Cada paso que daba en firme se convertía en un suspiro de alivio para mí. Mi cabeza chocaba con su pecho a medida de que se aproximaba a un destino en específico, pero no parecía importarle.
Me atreví a mirarle el rostro y no me inmute de manera idiota ante lo que me daba a entender mediante sus escrúpulos y la idea de un significado que no quería responder, que mi mente no quería procesar, no ahora. ¿Qué era lo que yo había esperado, a parte del deseo que partió más allá de lo evidente? Era un desperdicio, una locura, tener los ojos tan llenos de lágrimas y aparentar creer que todo iba de maravillas.
Las paredes protectoras de mármol que traté de construir a mi alrededor, tan fuertes por fuera, pero tan ligeras al roce infranqueable, se derrumbaron más rápido de lo que había llegado a imaginar jamás. Siempre albergué la esperanza de una reserva de fuerzas que me dieran valor para afrontar cualquier cosa, pero… ya no existían.
El temor me acechaba y las ilusiones me destruían.
Un pequeño pero turbador lugar con olor a flores silvestres y clavitos de madera, se abrió paso tras una puerta de cristal que atravesamos sin pensarlo. La necesidad de protección se hizo presente, y arriesgamos encontrarnos con cualquier tipo de cosa, con la esperanza de sentirnos seguros, protegidos, por lo menos una vez en la vida. Tuve que bajar la cabeza para que pudieran entrar sin golpearme.
Tardé más o menos diez segundos eternos en acostumbrar la vista a la oscuridad que nos brindaba con confianza el lugar. Me pregunté cuanto habíamos caminado para llegar a esa habitación.
—¿Qué piensas hacer? —tartamudeé una vez que me sentó en su regazo, al final de lo que parecía un hueco muy mínimo, acariciándome cabello sin parar, aún sin esbozar expresión alguna.
La inmovilidad y rigidez que conservaba expresó la confusión que me suspendía.
Me sentí consternada por el gesto, pero al mismo tiempo desdichada. Una sencilla escapada de lo inevitable no significaba nada y por ende, no dejé que mis pensamientos fluyeran y me trasmitieran una idea equivocada a la original.
—Es duro… —realizó una pausa y, por primera vez desde el impasse me miró a los ojos—: ¿Cómo puedes soportarlo?
Sus ojos conmovieron mi roto corazón de una tristeza y pena casi absoluta. Él conocía mi dolor, sabia más que nadie por lo que estaba pasando y esa conexión visual me sirvió para ser fuerte durante ese momento… por él, para él, tragaría ese nudo en la garganta y me arriesgaría a hundirme en el cruel abismo de la desesperación, si eso era vital para su supervivencia.
Pegué mi cabeza a su pecho, y él empezó, de nuevo, a acariciarme el cabello, descendiendo por mi frente y mejillas.
Ya estaba listo para escucharme. Una pieza muy pequeña que enmendaba mi corazón, se partió, débilmente, por el recuerdo de mi padre, Brian; respiré hondo y pronto, el calor humano inconsciente que irradiaba Liam me arropó en su delicadeza.
—El cielo permanece oscuro cuando así lo deseamos, sin puntos esenciales para alumbrar los días y bajar las desesperanzas. Cuando nuestra idea de seguir adelante se enciende, también lo hacen las estrellas en el cielo, pequeños refuerzos de apoyo para casi alcanzar el bienestar. Así es mi vida, tan sombría y oscura como la noche, pero aun así contiene esas pequeñas luces que me dan vida, un poco, pero lo hacen —le dije, sintiendo como el alma se sublevaba dentro de mí y me causaba escalofríos.
»Nunca había compartido nada con nadie. Mi mente tenía respuestas mecánicas a los impulsos cotidianos, sabían predecir las preguntas y soltar las respuestas. Todo estaba sistematizado, desde la muerte de mi padre, no había querido sacar a la luz mis sentimientos y por esto, sabía, con antelación, que las iba a pagar muy caro, me estrellaría contra la pared de la agonía.
Presioné los ojos con fuerza y mis dedos se deslizaron inconscientemente por la muñeca de mi brazo, lugar de múltiples medios para drenar el agobio. Mi corazón tembló.
—Siempre existen altibajos, claro, tan abruptos e inesperados como un golpe en el estómago que te quita la respiración, pero su recuperación es tan reconfortante como un suspiro.
—¿Y qué pasa cuando no existen esos puntos de iluminación? —sonsacó, con la voz áspera y algo raspada.
—Nunca te faltaran, estarán ahí —atesté, carraspeando suavemente.
Deseé con todas mis fuerzas haberme asegurado de que mi mano no descansara sobre la muñeca, que, bajo el sweater azul cielono estuviera la evidencia de mi debilidad, el centro de mi vulnerabilidad.
—¿Meck? —inquirió con la voz sorpresivamente quebrada—. Explícame, por favor, qué es eso —demandó, ahora con la voz en un tono más elevado y exigente.
¿Sería capaz de mirar a través de la tela que recubría mis heridas? No le miré el rostro, no pude ser capaz de hacerlo. Apreté la muñeca, maltándome en exceso las heridas sonrosadas que se encontraban en proceso de sanación.
Gemí de dolor, y con ello, el flashback de la noche más arrebatadora y atroz de mi vida, me barrió la mente. Mi cuerpo se transportó al suceso y para mi desgracia, en esta inoportuna ocasión, no lo pude evitar.
—Ya —había gritado, al ver un auto que entraba en el estacionamiento, flaqueada de árboles—. A lo mejor es papá, que ha llegado ya.
Pero el coche que se detuvo ante nuestra puerta era blanco, no verde, como el de mi padre. Y encima tenía una de esas luces rojas giratorias, y en un lado se leía
POLICÍA DEL ESTADO.
Mamá sofocó un grito cuando dos policías de uniforme azul se acercaron a la puerta principal de nuestra casa y tocaron el timbre repetidas veces.
Parecía congelada. La mano le temblaba al apoyarla contra la garganta; el corazón le salía casi por los ojos oscureciéndolos. En mi corazón, sólo de observarla, despuntaba algo siniestro y espantoso.
Fue Jim Payne, el hermano mayor del padre de Liam, quién abrió la puerta e hizo entrar a los dos policías, que miraban a su alrededor nerviosamente, dándose cuenta sin duda alguna que aquella era una reunión de cumpleaños. Les bastaba con echar una ojeada al comedor y ver la mesa, preparada para una fiesta, los globos colgados de la araña y los regalos que había sobre el estante de cristal principal.
—¿Señora Henderson? —le había preguntado el más viejo de los dos a mi madre.
Mamá hizo un rígido ademán. Yo me acerqué a ella, como también Logan.
Jim permanecía con el rostro inescrutable y la mandíbula apretada. Tal vez él sabía lo que estaba ocurriendo, pues su hermano, el padre de Liam, quizás lo había llamado y advertido.
—Señora Henderson —comenzó a decir con una voz monótona que, inmediatamente, me llenó el corazón de temor—, lo sentimos muchísimo, pero ha ocurrido un accidente en la carretera Greenfield.
—¡Oh…! —suspiró mamá, tendiendo las manos para acercarnos a mí y a Logan hacia ella. Yo sentía temblar todo su cuerpo al igual que temblaba yo. Mis ojos estaban como hipnotizados por los botones de bronce de sus uniformes; no conseguía apartar la vista de ellos.
—En el accidente se vio implicado también su marido, señora Henderson —continúo el policía.
De la garganta sofocada de mamá se escapó un largo suspiro. Se tambaleó y habría caído de no ser porque Logan y yo la sostuvimos.
¿Es que no podrían dejarse de rodeos?
—Hemos interrogado a unos motoristas que vieron el accidente y, desde luego, no fue en absoluto culpa de su marido, señora Henderson —seguía recitando la voz del policía, sin mostrar emoción alguna—. Según nuestra versión del accidente, del que ya hemos informado, había un conductor con un «Ford» azul, que no hacía más que entrar y salir del carril izquierdo, según dicen borracho, y que chocó de frente contra el vehículo de su marido. Sumándole, al parecer que el daño fue demasiado grave como para salir intacto de éste suceso, por lo que perdió la vida instantáneamente.
Me sorprendió la desconsideración con la que expulsaban las palabras de su acostumbrada boca a las tragedias, no esperé que mostraran un poco de sensibilidad, pero tampoco impedía sutileza. La cuestión era, que los oídos me zumbaban y no podía bajo ninguna circunstancia poder escuchar más de lo que quería, y claro, lo que quería escuchar era la voz de mi padre suplicando que le besemos el rostro en cuanto llegase. No quería ser parte de la realidad que ya era un hecho, me negaba afrontarlo y obligar a mi cerebro a analizar sus palabras.
Nunca había visto una habitación llena de gente en que tan rápidamente reinara un espeso y abrumador silencio.
El rostro de Jim Payne parecía hacer conjeturas de sus palabras. Quizá, intentaba buscar una solución menos trágica para el desenlace de… de… el infortunio. El acompañamiento de su hermano junto a mi padre tenía que suponer algo para él y su familia, algo que incluían los mismos hechos que gritaban las conclusiones seguras.
—¿Y mi hermano..? —Jim le miró al policía, con el rostro ceniciento y los ojos cristalizados—. No está… no está… muerto, ¿verdad?
—Joven —declaró el policía de las canas notorias y las cejas hundidas, muy solemnemente—, no sabe usted cuanto lamento tener que darle tan malas noticias, y precisamente en un día como parecer ser éste —se detuvo un momento y observo a su alrededor, lleno de turbación—, lo siento muchísimo, joven…, todo el mundo hizo lo humanamente posible, pero, supongo que Dios ya lo tenía preparado, como todo.
Alguien que estaba sentado en el sofá, lanzó un grito, cargado con el pesar de la revelación.
Mamá no gritó. Sus ojos se volvieron oscuros, como distantes. La desesperación el dejo el precioso rostro sin su radiante colorido; se diría que se había convertido en una máscara. Yo la miraba fijamente, tratando de decirle con los ojos que nada de aquello podía ser verdad. ¡No, papá no estaba muerto! ¡No, mi papá no estaba muerto! ¡No podía estar muerto… no, no era posible! La muerte era para la gente vieja, para las personas enfermas… no para alguien tan querido y tan necesario y tan joven.
Y, sin embargo, mi madre estaba allí, con el rostro contraído en la concentración de su dolor, y a cada segundo que pasaba, veía como sus ojos parecían perderse más y más en la agonía de su rostro.
Me eché a llorar. Miles de lágrimas de las que no fui consciente retener, se golpeaban unas con otras y salían sin necesidad de inducirlas de mis ojos.
—Señora, tenemos unas cosas suyas que saltaron del auto al primer impacto. Hemos recuperado todo cuanto nos fue posible.
—¡Váyanse de aquí! —le grité al policía con la voz ronca por el nudo que se atascó en mi garganta—. ¡Váyanse de aquí! ¡No es mi papá! ¡Estoy segura de ello! Se ha parado en alguna tienda a comprar un helado y llegará de un momento a otro… ¡Váyanse de aquí! —me lancé contra el policía y le golpeé el pecho.
El hombre trato de mantenerse a distancias y, Logan se acercó también y tiró de mí.
—Haga el favor —pidió el policía—. ¿No podría alguien hacerse cargo de esta niña?
Los brazos de mi madre me rodearon los hombros, y me acercó a ella, apretándome. Los invitados murmuraban, conmocionados, y susurraban; la comida comenzaba a oler a quemado en el horno.
Esperaba a que alguien llegara de pronto y me cogiese de la mano y me dijese que Dios no se llevaba la vida de un hombre como mi padre, pero nadie se acercaba a mí. Solo Logan se me acercó, me rodeó la cintura con el brazo, y así nos encontramos los tres juntos: mamá, Logan y yo.
Fue Logan quién, finalmente, hizo un esfuerzo para hablar, y su voz era extraña, sin potencia vocal:
—¿Están completamente seguros de que la muerte fue instantánea? Habían tres personas implicadas, podía haber una posible confusión —el policía le miró a Logan, indignado por su acusación. Logan le ignoro olímpicamente—. Si el auto de papá se incendió, como naturalmente debió haber hecho, el que estaba dentro tuvo que quedar muy quemado, así que puede ser otra persona, no papá.
Gemidos hondos, ásperos, brotaron de la garganta de mi madre, como desgarrándola, pero a sus ojos no se asomó ninguna lagrima. ¡Ella sí creía! ¡Creía que aquellos hombres decían la verdad!
Los invitados, que habían venido elegantemente vestidos a la fiesta, nos rodearon, pronunciando esas frases consoladoras que dice la gente cuando la verdad no hay nada que decir.
—No sabes cuánto lo sentimos, Gemma, estamos verdaderamente horrorizados… es, terrible.
—¡Qué le haya pasado una cosa tan horrible a Brian!
—Nuestros días en la Tierra están contados; así es la vida, desde el mismo momento en que nacemos, nuestros días están contados.
Y así continuaron, lentos, como el agua filtrándose en cemento solidificado con el polvo de la desesperación. Papá estaba muerto, de verdad. Ya nunca más le veríamos vivo. Solo le veríamos en ese ataúd, tendido en una caja que acabaría hundiéndose en la tierra, con una lápida de mármol con su nombre y el día de su nacimiento, y el día de su muerte. Todos iguales, excepto el año.
Mis ojos y los de Logan se encontraron. El parecía tan sumido en la misma pesadilla que yo, su joven rostro parecía pálido y muy conmocionado; una expresión de vacío sombreaba sus ojos, impidiéndome ver más allá de lo que él quería revelarme.
—Alguien tiene que identificar el cadáver —dijo el policía.
Entonces me rendí ante la evidencia.
Salí corriendo de la habitación, salí huyendo de aquellas cosas que me desgarraban el corazón y me infundían un dolor mayor que cualquier otro dolor de los que había sentido hasta entonces. Salí huyendo de la enorme casa que me restregaba en la cara un sinfín de recuerdos inmensurables, corría y mi corazón no parecía detenerse y darme esa paz que tanto anhelaba, corrí y llegue al jardín, donde millones de estrellas brillaban a mitad de la noche y la brisa soplaba suavemente cargada de recientes fragancias primaverales.
Mis ojos parecían rocas, querían cerrarse y sucumbir, pero algo me lo impedía a toda costa. Visualicé entre la penumbra de la noche, una figura de mi tamaño, quizás un poco más grande, recargada en la puerta que conectaba nuestra casa con el jardín de los Payne. Había un sonido en particular, un sonido que no descifré… gemidos, tal vez.
¿Era que me estaba volviendo loca? Me preguntaba una y otra vez en el hilo de mis pensamientos, conforme con pasos lentos y temerosos me acercaba a aquella figura.
La tenue luz de la luna me permitió ver con dificultad de quién se trataba y el resultado de la visión, me dejo estupefacta. Aun así, nada de lo que pudiera llegar a sentir en aquel momento era comparado con el dolor que mi corazón gritaba, pero que mi mente no captaba.
—¿Liam? —pregunté, acercándome un poco más y así logrando ver sus mejillas blanquecinas impregnadas de un olor fuerte a sal y un brillo que las adornaba.
Había estado llorando, eso se podía notar. Sus labios se contraían en una línea dura; sus mejillas, tan regordetas y sonrosadas, no paraban de filtrar esas pequeñas lágrimas que de sus ojos se escapaban.
Sacudí la cabeza.
—Mi padre ha muerto —anunció, con la voz melancólica y entrecortada, una voz que a final, se quebró.
Aquello había sido un golpe en el estómago y un dolor de cabeza inmediato. Mi corazón, por unos segundos, detuvo su ritmo y se congeló en la espera de algún estimulo que me permitiera saber si aquel era el final.
Se me hacía muy difícil tratar de calmar mi respiración, por lo que hiperventilaba en mi interior y me preguntaba cuando esa presión en el pecho me dejaría de atormentar.
Mis labios iban a articular un «déjame en paz», pero su fuerza brutal me impidió siquiera pronunciar algo. Sus brazos, me envolvieron la cintura ágilmente, concentrando sus fuerzas en aquel agarre desesperado. No sentía la sangre circular, más no me importó. Mis manos se dirigieron rápidamente a su nuca, acariciándole el cabello y con cada pedazo de mi corazón roto, lloraba en silencio, sin que él llegara a poder oírme. Respiró hondo y eso se vio reflejado en mi pecho, segundos después, sentí como mi hombro se escurría de lágrimas sin detenerse.
No me fue posible guardar ese dolor desgarrador en el pecho y me vencí ante el alivio de saber que alguien, en medio de todo el mundo, entendía una mínima parte de lo que sentía.
Algo notable dentro de mí se removió con agite, lo que sirvió a duras penas para traerme a la realidad. Respiré hondo por la boca e intenté controlar mi sistema nervioso, que se desató irrevocablemente.
Todo permanecía igual, nada había cambiado. Liam seguía con la vista apuntando a ver mis ojos, pero a la vez sin ver nada, con los puños apretados con firmeza a sus costados y una delgada línea en sus labios que separaba la indiferencia con la preocupación.
Liam retiró mi mano del brazo y con delicadeza, logró levantarme de su tibio regazo, para así, poder tomar mis hombros entre sus manos temblorosas y sacudirme lo suficientemente fuerte como para que la cabeza se me descontrolara y mis ojos se desorbitaran, al mismo tiempo que una minúscula lagrima se acumulaba en su ojo.
No me sostuvo la mirada por mucho tiempo, la apartó instantáneamente y limpió con el dorso de su mano la lágrima que en su ojo, estuvo a punto de deslizarse. Tal vez lo menos que quería ahora era mostrarse débil, aunque fuera del todo incontrolable.
Le resté importancia a la sangre que de mis brazos brotaba como lago sin caudal, hasta llegar a empaparme el pantalón de mezclilla. Olía desagradablemente a una fusión esperada de óxido y sal, casi una esencia metálica; mi muñeca se estremeció por la sensación espesa y pesada que dejaba la sangre.
Payne parecía verdaderamente alarmado, miraba con los ojos abiertos como platos la sangre que se escurría por mi brazo, poco a poco y muy lentamente, notándose así al exterior del sweater. Reparó su mirada en mí, paralizado por el momento y perplejo.
—¿Qué? ¿Nunca habías visto a alguien sangrar? —intenté bromear, con la voz seducida por el deseo de que no me juzgara, no él, no ahora.
Suspiré al ver como no reaccionaba. Opté por arremangar el sweater hasta mi codo, pero la punzada de dolor que me invadió, provocó que se me escapara un quejido de los labios.
Luego de que de un minuto de fijación en la cuenta inmediata del asunto, quitó su camisa de mangas azul oscuro y su torso desnudo se exhibía ante mí.
Traté de acompasar la respiración a un ritmo común y corriente, evitando sobremanera agitar mi respiración y perder la poca calma que me restaba.
—Nunca te había visto a ti hacerlo, Meck —replicó.
Su camisa se encontraba llena de sangre por mis heridas. El proceso de sanación seria difícil. Las limpiaba una a una y se detenía observarlas por no más de tres segundos, con los ojos ardiéndole como fuego, bajo una careta de condescendencia.
—Fui una completa estupidez lo que hiciste —dijo, apretando la mandíbula.
…como si me odiara por ello y, no lo culpaba. Aun así, sentí la terrible necesidad de excusar mi comportamiento, por muy impulsivo e inútil de mi parte, todo tenía una razón que justificaba mis actos y precisamente, era algo injusto que pronunciara un par de palabras y aparentara conocerme.
—Viéndolo desde otra perspectiva, no lo es.
- Special Ladies — Capítulo 001.:
En medio de mi letargo y profundo escape continuo de la realidad, sentí un hormigueo recorrer mi cara poco a poco, provocando que mi rostro se contrajera precipitadamente en una sonrisa de satisfacción.
—Abre los ojos ya hermanita. Despierta antes de que se te haga más tarde. Mira que mi paciencia se agota y no quiero golpearte —escuché a lo lejos, un murmullo casi inaudible que tensó mi cuerpo.
Abrí los ojos de golpe tras gruñir sonoramente y tratar de tomar el rostro de Kendall y pellizcarlo hasta que quedaran marcas sangrantes, pero no pude; el fue más ágil que yo.
—Vaya, que sutil eres, Kendall —disipé con sarcasmo.
Estrujé mis ojos y tuve que pestañear varias veces antes de que mis grandes ojos color cielo se abrieran e inspeccionaran el rostro sonriente de mi hermano mayor. Lo tomé por la cintura y choqué su cuerpo contra el mío; mis ojos se cerraron con fuerza antes de captar su loción tan exquisita. Sus brazos envolvieron mi pequeño y frágil cuerpo en un dulce fortunio de su parte. La relación que manteníamos Kendall y yo sufría de un tormentoso temperamento, faceta que solo sirvió para que se uniera e intensificara aún más con el pasar de los años, logrando que a pesar de los defectos y las malas situaciones que teníamos que soportar, sirvieran de hincapié a un afecto mutuo y quizás sobreprotector.
La tenue y hasta casi indescifrable luz del sol que se colaba por mis ventanas, avisándonos sin emplear palabras clave que el día daba pie a su resplandor desde temprano, lo que quería decir que ya eran más de las seis en punto.
—Debo ir a trabajar, cariño —cortó Kendall deshaciendo el abrazo y obsequiándome, a su vez, el tierno brillo de sus ojos al observarme
.
Asentí en consentimiento y me levante de la cama algo aturdida; mis pies se colocaron de puntillas y despeiné su cabello que hasta ese momento permanecía perfectamente peinado de forma causal y moderna.
—Ñoña, ve a ducharte —su mano ejerció presión en mi espalda impulsándome a entrar al baño de sopetón.
Una carcajada fue lo que bastó para mi mente se concentrara solo en ella. Mi aseo personal no requería de más de dos horas, como en los casos de las chicas normales en particular. En menos de media hora, estuve lista para otro tedioso día laborioso. Me posicioné en frente del espejo de mi habitación y pude mirar una sonrisa totalmente falsa que esperaba a la soledad para derrumbarse, y, por fin, no aparecer hasta que nadie sospeche por lo que pasó. Sacudí mi cabello y retire la gorra con el logo de la franquicia digitalizado de mi escritorio, al mismo tiempo que la colocaba sobre mi cabeza.
—Vamos a ver que tanto hueles a frituras hoy, Dylan —me susurré a mí misma.
Siempre me consolaba el hecho de que lo que hacía, lo realizaba por una buena y única causa: mi familia. La razón de mi esfuerzo y dedicación, la raíz de mi esperanza. Desde que mis padre nos abandonó cuan caja llena de cachorritos mugrientos, nuestras vidas se vieron afectadas abruptamente con su partida y no solo el dolor emocional demandó territorio en nuestro hogar, sino que también se fue maximizando a tal punto de hacer deprimir muchísimo a mi madre, causándole una enfermedad de gravedad mortal. Agregando sin más que nuestra solvencia económica descendió a cero, dejándonos en la ruina, obligándonos a Kendall y a mí que adquiriésemos un trabajo para el sustento de todos.
Aún conservaba las esperanzas vagas de que, a pesar de las adversidades que se lanzaban hacia nosotros, pudiésemos tener una vida tranquila y muy dentro de las características de la alegría y el amor, del que carecíamos estos últimos días; pero sobretodo, albergaba la fe de que mi madre sobreviviera a su terrible enfermedad. Mis ojos se cristalizaron al instante de considerar mi razonamiento totalmente ilógico y fuera de lo real, a realidad me golpeaba con fuerza todas las mañanas al abrir mis ojos. Pero no cabía dudas de que mi descontrol de la situación demostraba mediante lágrimas que de mis ojos brotaban, que esta vez la cruda realidad había absorbido la poca fuerza que poseía.
El sonido de la puerta cerrarse contra el umbral de ésta, hizo eco en mi cabeza y con la mano debajo de mis ojos para limpiar las lágrimas, ladeé la cabeza y me encontré con un par de esmeraldas muy pequeñas, apagadas bajo el espesor de sus largas pestañas, enfocándome con atención.
—Sam, ¿Qué haces aquí? ¿No deberías estar ya con Kendall en la pastelería? —inquirí fingiendo una sonrisa genuina mientras me acercaba a mi hermanito menor.
Flexione las piernas hasta quedar a una altura frente a frente con Samuel, tomé su pequeña mano entre la mía y la besé, infundiéndole confianza.
—Te oí llorar y quería venir a verte antes de marcharme —se excusó aun con la misma mirada inicial, bajando su cabeza.
—Oh… No-no estaba lloran… —tartamudeé antes de que un siseo me hiciera cortar el rumbo de la mentira que estuve a punto de justificarle a Sam.
—No me mientas más, Dy —espetó en una melodía infantil muy madura a pesar de su corta edad.
—¿Qué dices, Samuel? Estoy bien —le mentí—. Mira —apunté con la barbilla la ranura de la puerta de la puerta, que estaba entreabierta dejando ver con claridad el perfil de Kendall—, te está esperando, anda.
Sus ojitos no se convencieron, pero aun así acercó su mano a mi rostro, limpiando las lágrimas de mis mejillas cuidadosamente; como si del juguete más preciado, hasta su favorito, se tratase.
—¿Me prometes que ya no lloraras más, Dy? Yo te puedo hacer feliz, estoy aquí contigo, ¿sí? —con la misma mano, acaricio mi cabello y yo solo pude tomar aire en un suspiro y asentir.
—Tu eres todo lo que necesite para sonreír, Sammy —repliqué besando sonoramente la coronilla de su cabellera rubia, como el oro en solido que lo representaba tal cual.
Me levanté de la cuclillas en la que me había puesto, y finalmente, entrelacé sus dedos entre los míos dirigiéndolo hacia mi puerta, a la espera de Kendizle.
—Sam, ve a buscar el almuerzo y tus juguetes, luego espérame en la cocina, ¿podrías? —Kendall chocó su puño con el de mi hermanito.
—De acuerdo. Nos vemos, Dy —me lanzó un beso pequeño para que Kendall no lo pudiera ver.
Le guiñé un ojo en respuesta. En unos segundos más, ya Sammy había desaparecido del pasillo principal que daba con los pares de habitaciones.
Seguramente había descifrado mal el brillo ansioso en los ojos de Kendall, la desilusión y todo rastro de esperanza se consumieron en un pestañeo, invocando mis lágrimas a salir.
—Mamá está empeorando, Dy. Hoy la llevare al médico, pero no es seguro que puedan atenderla. Esta mañana convulsionó de fiebre en mis manos y en realidad, está matándome a mí también —sollozó entre frases entrecortadas que provocaban que no llegara a sentir mi corazón palpitar.
No me gustó para nada que Kendall se mostrara débil ante mí, eso me daba a entender que ya le estaba afectando demasiado. Él no podía dejarme sola, no podía dejarme sucumbir. Mi roca de salvación no podía huir de mí, ni mucho menos hundirse a profundidades inalcanzables.
—Volveré lo más temprano posible del trabajo y te prometo que juntos la llevaremos a revisar con el esposo de la tía Molly. Todo va a estar bien, solo dame fuerza y una sonrisa, ¿vale?
Acerqué su pecho al mío, con mis dedos limpie el camino de lágrimas que ya tenían lugar en sus pálidas mejillas.
—Cuídate mucho, cielo. Nos veremos a la hora de la cena, traeré helado de chocolate suizo, Sammy te hará brownies y los cuatro veremos la trilogía de crespúsculo, ¿te parece? —me preguntó, ahora con el tono de voz más feliz, de cierta manera.
Deposito un beso sonoro y mojado en mi frente.
Carcajeé y le mostré una sonrisa única y especial, a la que solo tenían acceso completo Sam, Kendall y mi madre.{…}
«Dylan, espero que todo marche bien. Quiero verte después del trabajo, aunque tenía pensado ir a comer una hamburguesa con Zack dentro de un rato. Te manda un beso. Cualquier improvisto, te estoy avisando. Te amamos. Clara.»
Apagué la pantalla del móvil, pero aunque este no reflejara nada, salvo la sombra de un rostro demacrado, no pare de contemplarla.
El olor a hamburguesas, pollo, carne frita, patatas y helados al mismo tiempo no suponía ningún tipo de fastidio alguno para mí, pero si me irritaba sobremanera el balbuceo incesante de la clientela. Me desagradaban los bullicios y las conversaciones fuera de tono y aunque llevara dos meses de contrato, intentaba sin éxito acostumbrarme por completo, tal vez ni una pizca. Soy más de esas chicas a las que les gusta el silencio y la música clásica de fondo en cualquier ambiente. Me entraron unas ganas tremendas de llevar las palmas de mis manos a los oídos para evitar escuchar el gorgoteo que no paraba de aquellas personas, más el choque de dos manos juntarse hizo que ladeara mi cabeza inconscientemente.
—Menos distracción, mas ingreso, señorita Schmidt —exigió la jocosa y anticuada voz de mi jefe, Rafael Jewkins.
La postura soberbia y por supuesto, superior que mantenía me intimidó un poco, lo suficiente como para que concentrara mi atención el maquina manufacturera y el monitor que llevaba a sucesión las cuentas que requerían un chequeo. Luego de asesorarse de que todo estuviera bajo control con la despistada chica, se esfumó del lugar de la caja registradora, mi sección especificada de trabajo. Entorné los ojos y con un poco de mala suerte, las ganas de soportar algo que tanto detestaba no se largaron de mi secuencia pensativa.
La puerta de la franquicia de comida rápida se abrió de par en par, alborotando las hormonas de las chicas que darían suspiros de admiración y más por respirar el mismo aire que respira cualquier sujeto de atractivo parecido a una pila de perfección en su expresión más pura. Un hombre de, calculándole a simple vista, unos cuarenta y pico de años irrumpió en el lugar con elegancia y un porte que daba a indicar de forma inmediata, su nivel de riqueza económica; junto con otro joven que escondía debajo de una chaqueta negra su rostro y otro acompañante rizado que sonreía abiertamente de mejilla a mejilla, cautivando a más de una chica del lugar con sus adorables hoyuelos, debía apreciar.
Para mi cuestionamiento interno, nada común por cierto, era la primera vez que gente de ese tipo de vida llegara como de la nada a un restaurant de hamburguesas grasientas y patatas adictivas. Me sorprendió un poco, mas debido a mi conocimiento sobre esas personas, el tema dejo de opacar mi cabeza.
Después, todo recobró el sentido anterior de bienvenida en mi persona; y podía jurar y perjurar que las ganas que tenia de huir de semejante escena me pedían a gritos ser tomadas en cuenta. Lastimosamente, mis zapatos parecían haberse pegado al suelo con cemento, por ejemplo. Los miré deseando quemarlos con la mirada.
El joven de la chaqueta de cuero con capucha negra arrastró sus pies a la caja en donde yo yacia petrificada y lentamente, dejo caer su capucha hacia atrás. Posó sus manos en el mostrador y antes de que articulara palabra alguna, yo hablé primero:
—Buen día. ¿Qué se le ofrece? —imité la voz que estaba grabada en mi cerebro para cuando un cliente hacia su orden.
Monótona y repetitiva.
—Soy Justin Bieber, así que también es un placer —apuntó con una carcajada frustrada y seca al mismo tiempo.
¿Para qué se presentaba? Yo solo deseaba con ansias su orden y desapareciera de su vista; su sonrisa fuera más irónica y yo pudiera comenzar a respirar sin dificultad. Clavé los ojos en el monitor del computador y esperé no parecer una tonta.
—¿Se le ofrece algo? —repetí de nuevo, sin cambiar nada a mi expresión anterior.
Sus nudillos golpearon con suavidad en la mesa.
—Me podrías decir tú nombre.
Respingué, vencida, y pensé que lo mejor sería darle la cara y que se marchara de una buena vez por todas. Mis ojos impactaron con amabilidad en los suyos y parecí haberme hundido en una especie de ensoñación ridícula propia de los adolescentes.
El sujeto carraspeó, divirtiéndose con el asunto de ser jodidamente tentador en todos los sentidos.
—Dylan Schmidt —dije, sin más, siendo algo indiferente a lo que respectaba su belleza—. ¿Va a ordenar algo, joven?
—Dylan, es un placer muy grato, pero desearía que me llamaras por mi nombre, si no es mucho pedir.
Alzó una de sus rubias cejas y esperó pacientemente a que cumpliera con lo que él quería escuchar.
—Justin… —musité frunciendo los labios—. ¿Qué quieres?
No lo pensó dos veces antes de contestarme, mordiéndose el labio, poniendo en un hilo mi paciencia:
—Una sonrisa de tú parte, querida.
No pude evitar arrugar la nariz; comenzaba a fastidiarme, en verdad.
—Bien puedes mover el trasero hacia la salida y olvidarte de tus coqueteos por un segundo u ordenar de una buena vez, querido —contesté balbuceando cada palabra con inquietud.
Parpadeó confundido y me miró por un largo minuto, no creyéndose el fallo intento de sus tácticas seductoras ridículas; por mi parte, bien podría largarse y dejar de jugar con mi persona.
—Está bien.
Su respuesta hizo que sonreirá levemente, victoriosa. Nunca estaba de más esfumar el ego de un chico con un par de palabras grotescas. Más mi victoria respecto al desplome de su ego, no significo ningún tipo de gratitud en mí. Era medianamente imposible impedir que mis pensamientos de detuvieran y me dejaran el subconsciente en silencio, a diferencia de mi día a día, donde en mi mundo interpretaba las cosas de una forma más puntual y diferente, donde miles de vocecillas pequeñas atacaban mi subconsciente con cuestionamientos que eran de relevancia personal, atormentándome, pero controlando mis emociones lo que nos llevaría a una gama de decisiones más completas y de mayor rango racional, claro está.
El joven seductor de rizos alborotados y extraños, miraba la escena con una mueca claramente burlona tatuada en el semblante y los ojos enfocados hacia nuestra dirección, sin interés alguno en mostrar discreción. Me pregunte en mi fuero interno si aquel chico era su hermano y el hombre de aspecto moderno pero mayor era su padre; así, cabía destacar, que entre los dos muchachos no había parecido alguno que los asemejara con un parentesco.
Desvié la mirada hacia la nómina de pago que estaba resolviendo sin éxito, pues mi imprudencia provocaba varias preguntas sobre ellos se pasara por mi mente, atacando hechos y con eso, determinando conclusiones que ni yo sabía si eran acertadas al cien por ciento.
De repente, sentí como una mano rugosa me tomaba del antebrazo con soltura, lastimándome al contacto. Volteé, dispuesta a descifrar de quien se trataba y cuando lo hice, me topé con los oscuros y no muy amables ojos de Jewkins. ¿Qué estaba haciendo? No fui capaz de mirar a Justin, pues supuse que él ya se habría ido. Me equivoqué.
—Oiga, la está lastimando, déjela en paz —demandó Justin en un gruñido receloso.
—Suélteme ya —me defendí tratando de zafarme de su agarre.
—Vendrás conmigo, tengo que hablarte sobre algunas cosas —me soltó a regañadientes al intercambiar una mirada de duda con Bieber.
Me cuestioné que habría visto a través de ellos.
—Que sea la última vez que me pone un solo dedo encima —le dije sin perder los cabales del respeto.
Aunque me haya tratado inadecuadamente, no podía permitirme perder los buenos modales de una dama que mama me había inculcado con tanto esmero.
—Vale, vale. Acompáñame, Dylan —había cambiado por completo el tono de su voz, transformándolo en uno más cordial y menos agresivo.
Todavía Justin no le quitaba los ojos de encima, evidentemente hostil. Yo estaba en el medio de un altercado de miradas llenas de ira entre los dos, no sabía que parte de la conversación me había perdido.{…}
Las lágrimas se golpeaban en mis ojos con furor de decepción. Mi rostro estaba contraído en una mueca de indecisión. ¿Cómo se suponía que se lo diría a Kendall? Arruinaría lo que con tanto esfuerzo nos logró construir, estaríamos casi o igual que al principio. El sueldo pobre de Kendall no bastaba para todo un mes de sustento, cuidado y sólo duraba para una semana. Me regañaba mentalmente por haber perdido un empleo tan valioso, y no para mí, sino para mi familia. Veía a través de mis ojos, como el futuro estaba deslizándose en un abismo sin fondo; no sabía que haría. Jugueteé con mis dedos, el temor se apoderó de mí aunque no quise aceptarlo en ningún momento. Debía mantenerme fuerte, aunque yo misma sabía que todo cristal se quebraba.
Lleve las manos sudorosas a mi rostro y despegué de él los cabellos que se habían adherido a mi frente, que estaba perlada de sudor. Tenía que buscar una manera de irme a casa, sonreír con todas mis fuerzas y asegurar que todo cambiaria, que todo estaba bien, pero… no había nada que mi fe de que las cosas mejorasen pudiera hacer. Me sentía tan inútil, no tenía ningún poder sobre el destino y eso me afectaba. El contrapeso de la mejoría con el dolor se inclinaba al agobio, dejando tocar al suelo la mejoría. No quería que Sam se criara en un vecindario de mala muerte, quería que mantuviera presente los valores que le habíamos enseñado, pero la situación era tan critica que hasta eso iba a cambiar.
Finalmente, visualicé un rincón oscuro cerca de la salida trasera del local, ignoré que Jewkins me hubiera prohibido volver a pisar ese terreno; me senté en el duro y caliente asfalto, abrazándome a mí misma, dándome consuelo. Eso ocurría cuando no tenías a absolutamente nadie que te prometiera que las cosas estaban bien, que algún día la felicidad tocaría nuestros corazones… Kendall estaba lejos, inalcanzable, casi sentía su desesperanza, su decepción quemar mi pecho, mis ojos, mi corazón…
Una sola pregunta invadía mi razón, ¿Hasta dónde llegaríamos?
Mis ojos se cerraron lentamente, mi corazón se precipitó a detener su ritmo acelerado, mis piernas se debilitaban y mis ganas de seguir con vida se desvanecían.
—Dylan… —me había llamado con la voz apagada, casi desolada.
No obtuve el ánimo suficiente para volverme a ver su cara de ángel caído del cielo. Simplemente, no desadopté mi postura.
—Schmidt, el destino es algo tan… acertado y calculado. ¿Quién diría que hoy me toparía contigo? Siempre me ha afectado la debilidad de las chicas en sus momentos más difíciles, pero, eso algo totalmente natural, tomando en cuenta que es lo que te lastimó —un suspiro escapó de sus labios y percibí como la tonada de su voz era tan compasiva y sutil—. Tu hermano es una persona maravillosa, a decir verdad, uno de los mejores amigos que he tenido —me paralicé ante la mención de Kendall. Justin río levemente, para luego justificar sus palabras—: Lo conocí en la primaria pero nunca llegué a imaginar que tendría una hermana. Al principio me pareciste conocida, pero, nada que ver con algún tipo de asemejo, hasta que la determinación de tu voz te delató. Eres tan igual a él…
Mi mente estaba en blanco. Aferré mis rodillas a mi cuerpo en débil, solo que sin derramar ninguna lagrima, ya se había extinguido hace mucho.
—¿Eres alguien que me mandaron para minimizar mis agobios o… te burlaras de mí? —inquirí en un susurro, que al final, se quebró en la sintonía de aparentar ser lo que nunca seré: lo suficientemente fuerte.
—Yo seré lo que tú quieras que sea —me dijo, agregándole una pizca de dulzura.
Mi corazón se achicó por algo que no pude explicar mediante simples palabras ordinarias. Después de todo, siempre llega ese alguien que logra provocar en ti, un pequeño atisbo de luz que creías inexistente. Esa pizca del complemento del que carecías.
Estiré mis piernas y destapé mi rostro de la burbuja personal en la que me había sumido.
Me miró con ternura, traté de sonreírle lo mejor que pude. Me sentí culpable por el prototipo que le definí.
—Te conozco desde hace… —miró el reloj de su muñeca y se volvió hacia mí— aproximadamente, cuarenta minutos, por lo que no me has dicho que tipo de café te gusta, aunque permíteme predecir que es… —hizo un gesto pensativo y se colocó la mano en la barbilla.
—Moca late con crema de chocolate y una ración almendras endulzadas —adivinamos al unísono.
—Hay cosas que nunca cambian —admitió soltando una carcajada suave.
—Es el favorito de Kendall —le recordé mostrando la sinceridad de una sonrisa simple…
…. aunque no sabía por qué, él se merecía mucho más.
—Vamos al Starbucks más cercano, esta solo a unas cuadras —propuso él levantándose de mi rincón y tendiéndome la mano para ayudar.
—Me encantaría ir contigo, Bieber.{…}
—Lamento mucho lo de tu madre, Dy. En verdad no sabía, porque si hubiese sido lo contrario… no te lo habría siquiera recordado.
Se disculpó con una sonrisa de pena automática. Me acaricio la mano por encima de la mesa; sí que se sentía culpable.
—Gracias… por preocuparte de tal manera, Justin —agradecí y tomé su mano entre la mía, acariciándola con lentitud.
—No tienes por qué agradecer. Todo lo que hago, lo hago de corazón.
Le propiné una sonrisa encantadora. Tomé un sorbo de mi café, aunque me quemé la garganta y la lengua, no podía despegar la vista de la ventana. Aun me preocupaba la reacción de Kendall, nuestro futuro tan incierto…
Mi cerebro no podía analizar nada, estaba totalmente cegado por el giro inesperado que tomaron las cosas.
El respetó mi silencio, y lo interpreto como la toma de un segundo para volver a la realidad de nuestro mundo alejado de ella. Le miré de reojo, cuidando que no se percatara de esa pequeña acción. No sabía si era un agite falso de algún tipo de preocupación o quizás temor, pero no sabía por qué. Su mirada reflejaba una mezcla de estas dos emociones al él mirar la pantalla de su móvil. ¿Había recibido una mala noticia?
Mi estómago sufrió un retorcijón de emociones confusas. Ya no estaba el pasivo o seductor Justin, estaba un Justin atemorizado. Su nariz tenía pequeñas gotitas de sudor y sus labios estaban hinchados de tanto morderlos. Noté que quería gritarme algo, pero no podía, por alguna razón en específico.
Opté por no preguntar nada, y evadir ese detalle. No quería obligarlo a inventar una excusa para no comentar nada.
—Debo irme, Justin, fue un placer haber compartido la tarde contigo. Le mandaré tus saludos a Kendall. Con permiso —me levanté de mi asiento y le dirigí una sonrisa como despedida.
Su rapidez me dejo pasmada, me tomó abruptamente por el codo haciéndome girar sobre mis talones.
—No te puedes ir, Dylan.
—¿Por qué no? Tengo que ir a casa, ya es tarde —repliqué mirándole con confusión.
Soltó mi brazo con la expresión vacía.
—Lo siento, no… no quiero que te vayas… —alzó sus cejas en modo de respuesta.
Me apresuré a negar con la cabeza varias veces.
—Me quedaría, pero no puedo. Aunque si gustas, podrías venir conmigo y te quedas a cenar —ofrecí con la voz ronca a causa del improvisto de mi propuesta.
—Vale, vale. Me haría bien conversar con Kendall —aceptó, nervioso.
Sus ojos transmitían un mensaje, pero no supe cuál era. Tal vez era algo inconsciente y no tenía por qué preocuparme…
… todos mis intentos de evasión acerca de su evidente reflejo de angustia, decayeron con la rapidez con la que cae un vaso y se estrella contra el piso, rompiéndose en miles de pedazos. Mis ojos fueron los emisores de mi pronto miedo, lo que me causó un estremecimiento de pies a cabeza desagradable. Súbitamente, mis piernas perdieron su fuerza e impactaron contra el suelo en un golpe seco. Un grito desgarrador alarmó mis sentidos, a pesar de que me estaba consumiendo por el temor que me invadía.
—¡Dylan! —me llamó en el retumbo más alejado que noté de su voz— ¡Déjenla en paz!
Un hombre de aspecto fortachón y espeluznante, con violencia, golpeó mi mejilla. El líquido corrió de la parte derecha de mi rostro. Gemí de dolor y pataleé alejándome del sujeto que quería tomarme de alguna manera. Visualicé a lo lejos como Justin me miraba sin expresar emoción alguna, sin querer acercarse a ayudarme. No pude reprimir las ganas de llorar desconsoladamente, y las lágrimas me impidieron ver con claridad cómo se desataba la situación.
¿Por qué no me ayudaba? ¿Es que había fingido todo este tiempo?
Mi corazón no soportó por mucho ver su indiferencia, mis ojos se cerraban con pesadez, mis piernas se cansaban de forcejear… mis pulmones de respirar.
No le di tiempo a mi sensatez de interpretar todo, pues un pañuelo mojado fue posado sobre mi nariz.
Sammy, mi madre Ellen, Kendall…
Todo pasó como un flashback por mi memoria… y no salí a la superficie.
aún así quedé :meh:
bigtimerush.
Re: — i need you to be strong.
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audicionaría, pero no se me ocurre nada para las tramas. aún así, dios, amo esta película, espero que sea un éxito. no, corrijo, amo a jaden smith y a will, y a los rangers.♡
audicionaría, pero no se me ocurre nada para las tramas. aún así, dios, amo esta película, espero que sea un éxito. no, corrijo, amo a jaden smith y a will, y a los rangers.♡
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Re: — i need you to be strong.
no, i love you my cover girl♡Lizzie Boo escribió: acabo de darme cuenta que ni mi familia me quiere...
:c
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Re: — i need you to be strong.
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today is the day♡
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Re: — i need you to be strong.
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delena feels and me..
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Re: — i need you to be strong.
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joseph morgan is more perfect than you.
bigtimerush.
Re: — i need you to be strong.
DIP @DIPerazza 9 min
Mey me fav un twit, qué amable, ah
después no quieren que uno se ilusione.
Mey me fav un twit, qué amable, ah
después no quieren que uno se ilusione.
bigtimerush.
Re: — i need you to be strong.
y bueno, sí. como les decía... stalkeo mucho a lorena aká lore. no sé, me agrada tanto —después de todo—, es una hermosa chica y eso que no le agrado, pero ni un poquito, fíjense pues. ¡qué masoquista soy! ¿verdad?
y eso no es chupar medias, perras pendejas, se llama admiración. deberían practicarlo alguna vez.
y eso no es chupar medias, perras pendejas, se llama admiración. deberían practicarlo alguna vez.
bigtimerush.
Re: — i need you to be strong.
i feel famous. ah.♡Kitty Sykes. escribió:Omg, recién leí lo de Mey.
Pues bueno, primero: BIENVENIDA, Mey. Es un verdadero placer y honor tenerte acá. Me alegra que hayas decidido audicionar, sin más, disfruta de la nc.
Gracias por todos los cumplidos
P.D. Debemos tener tramas sí o sí.
bigtimerush.
Re: — i need you to be strong.
Kitty Sykes. escribió:OMG, Mey. Mis respetos, tienes más personajes que yo en cualquier nc. va a ser hermoso.
bigtimerush.
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