Perdidos entre la luz y la oscuridad{ Demonio.

Dos hijos de la combinación de la oscuridad y la luz, fueron separados en sus cunas del mundo divino en el cual reinaba sus dos figuras a seguir: Bastiaan y Dasha. La reina y madre de los dos híbridos, engaño a su esposo hace siglos atrás y llevo el engaño por el camino del tiempo, haciendo su amorío algo duradero que tuvo como fruto a dos criaturas: Achilles, portador de los labios del pecado y de la oscuridad; y a Achlys, la dama de la oscuridad y las sombras
Ambos hijos del rey del infierno; Alcander, y de la reina de los ángeles; Dasha. Ambos bebés desterrados de la tierra divina y los dos dejados en el exilio por ser los únicos híbridos, hijos de la luz y de la oscuridad. Perdidos dentro de lo que es su alma.

Años han pasado desde que Achlys y Achilles fueron destinados a separarse. Años desde que fueron llevados a distintos lugares, pero es hora de que se vuelvan a ver, es tiempo de que se encuentren o más bien, de que Achilles encuentre a Achlys. 
El joven oscuro tiene a las fuerzas de su padre –Alcander–, trabajando por encontrar a su hermana. Él no se siente bien y según los viejos sabios, ambos deben estar juntos para que todo sea equilibrio. 

¿Todo será equilibrio cuando ellos se encuentren? No. Nunca lo será, no importa donde se encuentren.

―No creo que debas salir hoy―dijo una señora de edad avanzada, con el cabello de color ceniza y adornado por unos mechones  blancos por las canas que revelaban su edad avanzada; y unos ojos grises casi plateados que se encontraban vidriosos la mayor parte del tiempo. 

Había una muchacha de cabellos negros como la noche y de piel blanquecina que se movía por todo el interior de la habitación en la que se encontraban ambas. La joven solo se movía de un lado a otro, ordenando cajas y posesiones no muy grandes. Al escuchar el comentario de su abuela solo volteó hacia ella y le dedicó una mirada asesina. 

―Qué una secta este tirando a chicas que tienen características como las mías no hará que viva con miedo hasta que vengan por mí. Prefiero salir y vivir feliz hasta que me maten―replicó con aparente desinterés, como sí su vida no le importara a pesar que de sí lo hacía, pero como ella dijo: Prefería seguir con su vida normal hasta que le llegara el momento. No podía imaginar el estar encerrada en la tienda de su abuela hasta que inevitablemente la encontraran, ¿Quién la encontraría? Nadie sabe… Lo único que se tiene entendido en la ciudad es que hay personas buscando a una chica y que asesinan a quienes puede que sean ella y terminan sin serlo.
―No hables de esa manera. Rezo todos los días por que no te pase nada, Achlys―respondió con indignación al comentario de su única nieta y familiar vivo―. Rezo para qué tú nunca seas encontrada como las demás chicas… Espero que pases desapercibida.
―No me digas Achlys, sabes que no me gusta―dijo con seriedad―. Y, tratare―culminó la conversación con esa última palabra, mientras tomaba su bolso y algunas otras pertenecías. Se dio paso por el piso de madera y abrió la puerta de cristal, de esa manera saliendo con rapidez, encaminada a “The Huntington National Bank”, el banco que quedaba más cerca a pesar de que tenía que caminar unos quince minutos por las calles de Columbus, Ohio hasta llegar a la 17 South High Street. 

Solo debía ir a cambiar algunos cheques, algo de rutina, dado que su abuela no podía ir. Achlys se encargaba de hacer cualquier transmite para su querida abuela. Achlys era una chica de veintiún años, de cabellos negros cual carbón y una tez tan blanca como la nieve. Era la dueña de unos ojos expresivos y de color azul como el cielo. 
Su belleza era algo que no podías pasar desapercibido, seas quien quieras… Nunca la podrías dejar pasar por la calle. 

―Apresure el paso, Achilles―ordenó con seriedad y un tono amenazador, al joven hermoso de cabellos negros que se encontraba justo detrás de él―Tu hermana sigue por aquí perdida. No puedo creer que luego de tantos años los estúpidos e incompetentes de los guardias no la pudieron encontrar… Es simplemente ridículo.
―Solo hay dos cosas con las cuales saber que es ella: Su cabello y sus ojos. Más nada, ¿y crees que es fácil encontrarla? ―dijo Achilles y luego soltó un bufido totalmente sonoro. 
―No voy a discutir con usted―terminó el hombre de espalda ancha y piel dorada, tenía unos ojos de color verde y facciones muy varoniles. 
―Mejor―replicó Achilles, soltando una risilla divertida mientras todas sus facciones se acomodaban a esta, achinando sus ojos celestes para dar paso a sus mejillas. 
―Achilles… Hayá va otra―dijo el hombre fornido, mientras hacía un ademán con su mentón, señalando a una chica de cabellos negros y lacios, con la piel algo morena y ojos azules oscuros. 
―Síguela. Yo te alcanzo luego―ordenó con semblante seriedad, como si algo hubiera cambiado, y lo había hecho. Él príncipe de las sombras empezó a sentir dificultades para respirar y solo se reclinó y apoyo sus manos sobre sus rodillas mientras tocia. 
―Deberíamos regresar, usted está empeorando y su padre no me perdonaría que su único hijo muriera en esta tierra―habló con rapidez mientras se acercaba a ayudar al joven de ojos azules. Este lo empujó con poca fuerza y lo alejó.
― ¡Sigue a la estúpida que viste! ―gritó mientras tocia repetidamente― ¡Ahora! ―gritó con las fuerzas que le quedaban para luego caer al suelo, solo sentado en el asfalto mientras miraba al hombre―Haz lo que digo, Cyril―culminó,  mientras sus ojos azules se clavaban en este hombre fornido.

Achilles miró a Cyril mientras seguía a la joven. Lo perdió de vista cuando dobló en una esquina y de esa manera; Achilles trato de valerse por sí mismo, en tan malas condiciones. Miró a las personas que pasaban por su lado, no tendían manos, no le trataban de ayudar, no sucedía nada como podía darse en el infierno. Él no era el heredero del infierno estando en esta tierra, él era a los ojos humanos: Otro ser inservible que solo esta para el consumo y daño del ambiente. Pero Achilles era fuerte, después de todo era un híbrido, superior a cualquier otra especie. 

Mientras se levantaba del pavimento, soltó un gemido profundo, producto del dolor que sentía en su cuerpo, un dolor que solo se comparaba con el que te rompieran los huesos, uno a uno. Sintió como todo se le retorcía, como si unas manos lo estrujaran para sacarle toda su esencia. Gritó con fuerza en el momento que se pudo mantener de pie, sus piernas dolían, cada hueso rogaba por no forzarse, cada musculo lo quería tirado en el suelo. Pero Achilles sabía que combatir llevaba a ganar y que la ganancia era, en este caso, vitalidad. 
Caminó con pasos pesados, pasos que no deseaban ser dados, pasos que no debían ser dados. 

Falta poco, pensó. Esto acabara… Lo hará.

Alcanzó la banca más cercana, sus manos fueron las primeras en apoyarse y en un momento fue todo su cuerpo. Agachó la cabeza mientras cerraba sus ojos con fuerza, sintiendo como el dolor salía de su cuerpo, siendo esa la parte más dolorosa de su padecimiento. Ambas manos apretaron las tablillas de manera, rompiendo estas, acompañando esa acción de otro grito, aún más fuerte que el anterior, algo que desgarraba el alma de cualquiera. 
Un grupo de personas se comenzó a acumular a los lados del hibrido, personas que habían escuchado el último grito que había dado. Todos afligidos por el joven, encantados por la imagen, seducidos por su aura invisible. Todos estaban mirándolo, expentantes de lo que le sucedia. 

Achilles sintió el último tirón, el más doloroso. Todo se fue llevado de su cuerpo con un último grito, uno que lo debilito al punto del que no podía manejarse, por lo que no podía manejar sus dones. Sus alas grises fueron desplegadas a sus lados, cubriendo por completo el asiento. La respiración del hibrido estaba agitada y él se encontraba en un estado de confusión por lo que lo menos que hacía era prestar atención a las personas que ahora se alejaban corriendo. Achilles se levantó torpemente de la banca semi-destruida y se elevó con un salto. Desapareciendo entre los edificios, en busca de un lugar en el cual dejarse caer, un lugar en el cual podría estar en paz.

El joven hibrido de los ojos azules se dejó caer desde muy poca altura, haciendo que su cuerpo quedara extendido sobre el techo de un edificio desconocido. Uno de no más de dos pisos de altura.
―Achlys―balbuceo sin mucha fuerza, llamando a su hermana, como si ella fuera  a rescatarlo y ayudarlo.
 
Sus ojos se cerraron pero él no quedo inconsciente. Solo estaba agotado por el reciente episodio que normalmente se daba todas las semanas, al menos un día.
 
Achilles se dejó sumir en los sonidos de la calle, las bocinas de los autos y las personas que gritaban cosas, ahora irreconocibles a sus oídos; y en su propia calma, esa que lo estaba abrumando y creándole un sentimiento de vacío extraño.
 
―Buenos días―contesto amablemente al saludo del guardia.
 
Achlys siguió caminando por dentro del banco. Llego a la primera taquilla libre y solo dejo un sobre blanco sobre el mostrador.
―Buenos días, quiero cobrar estos cheques… No están a mi nombre, son de…
― ¿Qué está pasando? ―pregunto desconcertada la encargada, sin prestarle la más mínima atención a Achlys y solo mirando el exterior del edificio.
 
Había una considerable cantidad de personas amontonadas enfrente de las puertas de cristal del banco, todos sostenían sus teléfonos celulares bien en alto mientras tomaban fotos o grababan el suceso en video.
Achlys fue picada por algo de ansiedad. Se sentía algo extraña, pero no era por las personas, pero no era por las personas, debía ser otra cosa. Caminó de nuevo hacia la salida del lugar y empujo a las personas hasta llegar a la otra acera y ver a un chico tirado de espaldas, pero eso no era un chico, era imposible. No era humano. Dos hermosas y largas alas grises se levantaban en su espalda y luego caían como cascadas a sus lados.
La joven se empezó a sentir mal, como si ese ente le importara, pero se supone que debía esta espantada por lo que estaba sucediendo. Por alguna razón ella estaba en paz y hasta una sonrisa inconsciente se formó en sus labios rosados. Pronto esa sonrisa traviesa se borró por un grito ahogado que dio una mujer.
 
Achilles se levantaba del techo del edificio. Todo le pesaba, hasta sus huesos eran algo duro de cargar. El grito de esa mujer lo alertaron y le devolvieron la conciencia. Ahora observaba a todos los que lo miraban, manteniendo una expresión seria y dura.
 
― ¡Cállense! ―gritó. Sus oídos seguían sensibles y su cabeza dolía.
  
La expresión del rostro de Achlys mientras miraba al joven era algo confuso. Sus ojos se cristalizaron, como si estuvieran dispuestos a llorar por ese grito de dolor; mientras que mantenía una sonrisa que se mantenía de felicidad por ver al joven no humano.
Algo se movió en su pecho, era su corazón que latía con más fuerza que en cualquier otro momento.
 
Achilles miraba a todos los que ahora corrían hasta que fijo su vista en la única persona que se quedó parada, solo observándolo. Luego miro sus facciones y su expresión. De pronto una pequeña sonrisa se asomó en su parecer duro e hizo que todo se relajara, incluso su cuerpo. Fue como una corriente que lo hizo sentirse mejor… Ella tenía que ser Achlys, debía serlo. Todo concordaba. Ojos azul celeste, cabello de color carbón y una piel tan blanca como nieve.
 
Achlys vio como la mirada del no humano se fijaba en ella y el miedo se esparció en su cuerpo. Empezó a correr como todos los demás. En una última vista miro como este joven se elevaba y luego caía al suelo, luego ella solo corrió y lo sintió detrás, corriendo tras ella. 
Los pasos detrás de ella cesaron por lo que pasó de correr y solo miro a los lados, nerviosa por la reciente desaparición de su persecutor. Se recostó de la pared del edificio más cercano y solo se dejó caer al suelo, cansada por la reciente y corta carrera.
 
El hibrido había elevado vuelo, solo se posó encima del techo de un edificio de parecer viejo y la miro: apoyada en una se las paredes del mismo edificio en el que él se encontraba y jadeando por el trajín.
Achilles se abalanzo de caída libre y cuando quedaba un metro para golpearse con el suelo, abrió sus alas y simplemente se dejó caer; cayendo como una pluma, justo frente a Achlys quien solo se pegó lo más que pudo al muro detrás de ella y cerro sus ojos, esperando que Achilles desapareciera.
― ¿Achlys? ―preguntó con cuidado, hablando como si de un niño chiquito se tratara.
― ¿Cómo sabes mi nombre? ―cuestiono la de los cabellos negros mientras abría sus ojos con lentitud.
― ¡Achlys! ―exclamó. Sonriente y feliz le tomo la mano a su hermana, esta temblaba incontrolablemente por lo que Achilles prefirió no asustarla más de lo que lo hacía y le soltó la mano mientras tomaba cierta distancia―. Te he buscado por mucho tiempo, hermana.
― ¿Ah? ―mascullo casi inaudiblemente.
―Nos reencontramos… Eso es lo único que debes saber por ahora―dijo sonriente.
 
Achlys temblaba con fuerza, intimidada por la fuerte figura que estaba parada frente a ella. Sus manos tiritaban mientras su brazo se extendía casi sin quererlo, algo le decía que debía confiar en él, era algo inexplicable. Sintió como su mano se aferra a la de él y luego él la levantaba y en un momento ambos estaban fundidos en un abrazo. Achlys se sintió sobre acogida por tantos sentimientos que jamás había experimentado, era algo totalmente extraño pero que le daba una confianza desgarradora.
 
― ¿Quién eres? ―preguntó en un susurro.
―Sera más fácil explicarte eso cuando te tranquilices…―dijo con cautela.
―Tienes alas y vuelas, olvídate de la tranquilidad―contestó. Se separó del no humano y solo miro sus facciones―. Estoy más que segura de que esto no es real…―susurro― No puede serlo.
―Lo es, hermanita, lo es―pronunció sonriente―. Llámame Achilles…
―Achilles―repitió. Era un nombre conocido, era algo que ya conocía. Solo subió su mirada y se encontró con los ojos de Achilles, cuales la miraban esperando algo―. ¿hermanita? ―pregunto ya tomando aún más distancia, ya topándose con el muro del edificio.
―Achlys, yo te puedo explicar. Solo quiero que me dejes hacer algo que te quitara todas tus dudas, algo que te aliviara el dolor que sientes en la espalda… Por favor―rogó.
  
Achlys alzo una ceja mientras miraba con cierta indignación al ser que le estaba dando tranquilidad. ¿Cómo él sabía que sufría de dolores en la espalda? ¿la espiaba?
 
― ¿Qué? Yo no quiero me alivien nada… y ¿Por qué me dices hermana? Te aseguro que no soy nada tuyo―gruñó con molestia. Lo que antes era amor, ahora era un sentimiento de resentimiento.
―Te dije que que te explicare, solo no te molestes y ven conmigo…―dijo extendiento su brazo hasta que su mano toco la de ella―. Por favor, nunca te haría daño.
 
Achilles miró expectante a su hermana, observando si recibía una respuesta. Pero su rostro era algo indescifrable. Él suspiró y simplemente la tomo en brazos y se elevó de un salto que lo disparo directo a una altura considerable.
 
―Por las buenas o por las malas, Achlys―susurró.
―Dejame abajo―gruñó entre dientes mientras forcejeaba en los brazos de su hermano.
 
Él híbrido sostuvo a su hermana mientras miraba la ciudad, mirando a donde iba a ir y en donde iba a encontrar a Cyril.
 
Nunca lo vas a encontrar, estúpido. Pensó algo molesto con sí mismo.
 
―Deja de molestar y copera, a menos de que quieras que le diga a padre la estupidez que estás haciendo―soltó sonando como un niño que iba a acusar a su hermana menor. Hasta él se escuchó a sí mismo ridículo y rio con levedad.
― ¡Tú eres el que me está molestando! ¡Achilles, bájame! ―gritaba forcejeando contra la fuerza de los bien formados brazos de su hermano― ¿Qué le vas a decir a padre? ―se burló soltando una risilla.
―Cállate, Achlys―susurró aun riendo muy bajo.
 
Achilles recupero la compostura y se dirigió por los cielos hasta la calle en la que estaba cuando su episodio sucedió. Él tenía todas las esperanzas de que Cyril estuviera esperándolo.