ＥＬＩＴＥ.

capítulo dos: princesa de la ciudad.

Charlotte Russel

—Es hora de levantarse, bella durmiente. —No quería admitirlo, pero la voz ronca al igual que suave de aquel castaño, lograba erizar los vellos de su nuca.
—¿Tenemos que irnos? ¿Ya? — Su piel tan suave era casi irreal. Luchaba contra la realidad para mantener vivo en su mente el aroma varonil del muchacho. —¿No podemos quedarnos un ratito más? — La sonrisa seductora que le había regalado su reputación, ahora se posaba en medio de sus delicadas facciones, haciendo sus mejores esfuerzos para convencer al chico que yacía recostado a su lado y así lograr su cometido.
—Eres una traviesa, Russel. —La miró atentamente a sus ojos verdes grisáceos, mientras una sonrisa sarcástica se extendía en su rostro, dejando ver unos hoyuelos enternecedores…
—No más que tú, Styles..

La joven respiraba erróneamente mientras tomaba asiento en su cama. Miró a diestra y siniestra, mas no había rastro del rizado. Pasó su mano por la melena castaña que caía despreocupadamente por sus hombros. Hasta que logró entrar en contacto con la realidad, fue que notó los ladridos de su hermano Daniel.
—¿Porqué, Charlotte? ¡Es un imbécil! —Repetía de manera furiosa. Charlotte observó confundida, se deshizo de las sábanas y se acercó a él, en un intento fallido de calmarlo.
—¿Qué es lo que te sucede, Dan?
—Estabas soñando con él, de nuevo. Era espeluznante, Charlie. Dices que no te atrae, pero con el correr de las noches mis ganas de partirle la cara crecen y crecen.

Un rubor carmesí se extendió por sus mejillas. La vergüenza la invadió al encontrarse frente a esa situación, bajo la prepotente mirada de su hermano mayor. Pero claro, duró muy poco. Elevó sus hombros con indiferencia y caminó al baño de su alcoba.
—¿Eso qué significa? ¡Charlotte! —Luego de unos minutos, Daniel siguió sus pasos para encontrarse a su hermana peinando con deleite su amada cabellera, tras terminar de higienizarse.
—Puedo cuidarme sola, ¿Lo olvidas? Ya, arréglate que no quiero llegar tarde. —Esparció una delicada capa de rubor rosado y pestañeó con delicadeza frente al gran tocador estilo Luis XV.

Giró una y otra vez frente al espejo, admirando lo bien que lucía. Una falda considerablemente corta colgaba de sus caderas. Un bléiser rosa oscuro sobre su camisa blanca, decorada con un moño en el centro de su cuello. Sus tacones Praga resonaron por todo el cuarto mientras corría en busca de su bolso Louis Vuitton a juego.
Daniel negaba desde la entrada de la alcoba, con una sonrisa burlona brillando en su rostro. Su hermana era terriblemente insoportable, y la amaba por ello.
—¿Y bien? —Giró como la princesa que se consideraba, realmente orgullosa de su logro.
—Increíblemente hermosa. —Halagó su hermano, tal y como sabía que a ella le encantaba oír.
—No esperaba una respuesta menos obvia. —Sonrió tierna, escondiendo tras un tono angelical sus típicos palabreríos arrogantes.


Charlotte, te ves estupenda, ¿Cómo lo haces, Charlotte?, ¡Charlie, amo tu atuendo!. Cualquier halago era bien recibido por la castaña. Esos y muchos más eran los que oía en el pasillo de Constance, luego de llegar. Incluso amistosamente recibió los piropos de aquel muchacho encargado de aparcar su nuevo Maserati Grancabrio. Un estudiante cualquiera, privilegiado de subir al automóvil de la heredera más linda de Constance. O al menos así pensaba él.

—¿Noticias para ponerme al tanto, chicas? —Winter Eastwood y Antoniette Bellard Côme esperaban ansiosamente a la castaña. Antoniette y ella habían acordado asistir juntas a la primer clase, mientras que Win, al ser Senior desigualaba sus horarios.
Ambas jóvenes de cabelleras cual oro brillante, no eran solo amigas de la heredera de los Russel, sino también sus confidentes, aliadas, cómplices, quienes sabían todo una de la otra… o eso creían ellas. Al menos lo aparentaban.
Así era la vida a menudo y nadie hacía nada para cambiarlo. Cuando creías saber lo suficiente del otro, siempre la otra cara de la moneda —Y no la más agradable— sorprendía a todos y delataba su verdadero ser. Que no se podía confiar en nadie, era ya un hecho. Al menos, entre amigas pertenecientes a la Elite solía haber envidia, secretos y mucha hipocresía. Pero, ¿A quién le importaba aquello? Eran millonarias, se divertían y tenían personas halagándolas por doquier.
—¿Quieres sorprenderte? Bien, escucha esto. ¿Adivina quién estuvo viendo con detenimiento el trasero de tu sensual hermano? —El casillero de Charlotte fue cerrado de golpe al oír las palabras de Antoniette. Winter miró casi asustada la mirada verde que irradiaba chispas, de su amiga.
—¿Discúlpame?
—No te sorprenderá saber que Tiffany Gardener ha estado muy entretenida observando a Daniel. —Tal parece que, Antoniette esperaba aquella reacción suya y aun así, continuó con el chisme.
—Ella parece querer…
—Corta ahí. —Demandó ocultando el tono rabioso de su voz. Miradas cómplices e inocentes se posaron en los ojos claros de sus amigas, mientras continuaban con su trabajo.

—¿Alguien ha visto a Charlotte Russel? ¿Alguien sabe si llegó Charlotte? —Aquella irritante voz totalmente inconfundible para ella, resonaba sin pudor en los pasillos de la impresionante arquitectura de Constance. —Allí estas, princesa. —Sus ojos se encontraron con los de él. Unos llenos de molestia, otros de satisfacción.

Harry Styles. El chico con el que disfrutaba discutir hasta quedarse sin voz. Dueño de los ojos más hermosos y cautivadores que haya visto, con el temperamento más irritante con el que haya podido tratar. Un caso perdido, seductor hasta la muerte, su enemigo desde que el Sr. Styles había tomado posesión de la mansión al lado de la suya. En sus ojos se escondían secretos peligrosos para ambos. Del odio que ella tenía hacia su persona, no cabía la menor duda, pero solo ellos dos sabían, que Charlotte era conocedora de los tatuajes que se escondían bajo su uniforme de etiqueta, y los misterios que cada uno de ellos guardaban.
—¿Cómo me dijiste?
—Princesa. —Su voz detonaba la indiferencia que su pregunta le causaba. Bufó con molestia.
—No me llames así.
—Tarde. Eres mi princesa. —La distancia se había acortado en cámara lenta entre ambos, cuando las ganas de golpear su hermoso rostro crecían y crecían.
—No soy tuya. —Atacó. Ahora se encontraba cruzada de brazos, intentando demostrar que no bromeaba, cuando lucía contrariamente.
—Por ahora, princesa. —Respondió hábilmente, respondiendo de igual manera a la mirada penetrante de la castaña.
—Detesto interrumpir. —Antoniette se abrió paso entre los estudiantes curiosos que observaban a sus compañeros en medio de esa batalla de miradas y se dirigió a su amiga. —Pero debemos asistir a la reunión, ¿Recuerdas? —Perfectamente sabía que aquella discusión podía seguir y seguir, hasta el final de clases. Era preferible cortarlo ahí.

—Claro, Toy. —Respondió sorprendentemente cariñosa, en un giro inesperado de su actitud. Le dedicó una cautivadora sonrisa a su “contrincante” abriéndose paso, una vez más, entre los demás alumnos.


—¿Por qué hiciste eso? —Ahora Charlotte llevaba una coleta mal hecha pero igual de bien parecida en su cabello. Winter le reprochó la actitud de amabilidad que hacía un rato había demostrado con una de sus compañeras de la clase media, Kitra.
La pobre había sido víctima de las palabras insoportables de Tiffany. Charlotte de por sí tenía mal concepto de ella y no dudó ni un segundo en correr en ayuda de su compañera, con quien compartía contrincante. Este tipo de ocasiones con abundancia ocurrían en su vida cotidiana, siempre estaba orgullosa de sí misma al alardear sobre sus buenas acciones. Aunque no lo veía como un error o algo malo, al fin y al cabo, eran buenas.
—Kitra es una buena chica. ¿Qué hemos hablado acerca de ayudar al prógimo? —Una paz tremendamente fingida se esparció por su rostro pálido. Sus amigas rodaron ambos ojos ante sus palabras inspiradoras. Sonrió alzándose de hombros al saber qué es lo correcto y que lo estaba haciendo… medianamente bien.
—¿Acaso piensas arruinar tu reputación al hablar sin vergüenza con cualquier plebeyo que se te cruce por delante? —Las palabras frías de Winter solo lograron hacer reír a su castaña amiga.
—Hasta mañana, chicas. —Se despidió al encontrarse con la mirada no muy “alegre” de su hermano Daniel. Con un bufido sabiendo lo que le esperaba, caminó a él.
—¿Se puede saber qué hablaron?
—Mi día estuvo estupendo, hermanito. ¿Y el tuyo?
—Deja de evadir el tema, sabes a quién me refiero.
—Eso no es de tu incumbencia.
—Charlotte, ¿Crees que me agrada la idea de saber que ese imbécil puede tratarte como si fueras su juguete sexual cada vez que quiera? —Las manos de Charlie fueron a parar a sus oídos, mientras fingía repulsión.
—No seas tan ordinario al frente de mí, estropeas mi inocencia. —La respuesta de su hermano fue nada más y nada menos que una mirada incrédula.
—Lamento reconocer que mi hermanita menor es quizá la menos inocente de este colegio. —Charlie sonrió picaronamente revoloteando sus pestañas, acto muy común en ella. Caminó al lado de su hermano camino a su Maserati, recibiendo cantidad de palabras lindas de parte del estudiante que, lealmente, había traído su automóvil hasta allí.
—No dejaré que nadie se aproveche de mí sin mi consentimiento, ¿Lo entiendes?
—Sé que eres perfectamente capaz de abstenerte a esos idiotas, pero no confío en ese imbécil. ¿Lo entiendes? —Imitó su tono llevándose una mirada de reproche de parte de su hermana.
—Él no conseguirá lo que desea. —Hizo una pausa. —Y por lo que desea me refiero a mí. —Una suave risita salió de sus labios antes de abrir la puerta del vehículo. —Los berrinches de ese niño de papi no funcionarán conmigo. —Su mirada fue más allá de su hermano, encontrándose con el más fiel de sus pretendientes, riendo de idioteces con sus amigos. Ambas miradas verdes se encontraron y una silenciosa declaración de guerra surgió. —Confía en mí. —La sonrisa maliciosa que a menudo pintaba sus labios hacía aparición con dedicatoria exclusiva para el rizado. Le guiñó un ojo a su hermano, quien por alguna extraña razón no creía ninguna de las palabras de Charlotte.
Quizá lo conseguiría, pero no sería fácil.
Cuando el motor del Maserati negro rugió debajo de ella, una dulce melodía sonó desde su IPhone, alertando la llegada de un nuevo mensaje de Gossip Girl, como fiel seguidora que se consideraba.
«¡Auch! ¿D tendrá razón respecto a H? Hasta la Queen Bee puede caer en la tentación…»
—Charlotte Russel es la tentación, amor.