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Guerra celestial.

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Guerra celestial.   Empty Guerra celestial.

Mensaje por ✝ Lu Wayland Jue 05 Dic 2013, 12:29 pm

Guerra celestial.   Fd1LiHm



Guerra Celestial.
_ _ _ _ _ _ _ _



Título : Guerra celestial.
Autor : Pastelito, yo.
Adaptación : No, es original.
Género : Drama, Romance.
Contenido : Violencia, alto lenguaje, 
homosexualidad
Advertencias : No.
Otras páginas : No.



_ _ _ _ _ _ _ _











Hola, para los que no me conocen, me llamo Luhana -revisa mi pvt para más info- .
Ésta es mi primera novela propia, la estoy escribiendo con mucho esfuerzo y amor, realmente es especial para mi, tanto ella, como sus personajes.
No soy una gran escritora, pero de veras me estoy esforzando, cualquier detalle que me puedan hacer notar para que me pula, será bienvenido :).
Espero que les guste!


Última edición por ✝ Lu Wayland el Vie 06 Dic 2013, 2:06 pm, editado 2 veces
✝ Lu Wayland
✝ Lu Wayland


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Guerra celestial.   Empty Re: Guerra celestial.

Mensaje por ✝ Lu Wayland Vie 06 Dic 2013, 2:16 pm

Guerra celestial.   93IPQZQ



Sinopsis

El cielo está en guerra, los ángeles, en peligro. Cuando un grupo de ángeles rebeldes toma el control de los cielos aprovechándose de la situación del arcángel Miguel, el caos comienza.
Las muertes de los mortales y los destrozos en la tierra se salen de control.
Mientras tanto, miles de kilómetros abajo, en la tierra, Amberley se enloquece en su rutinaria y aburrida vida, y desea que algo la saque del pozo en el que está, un poco de acción, de adrenalina. 
Y como si el cielo se lo hubiera enviado (Que irónico, ¿No?) dos enigmáticos muchachos aparecerán para darle a su vida un poco más que simple diversión. Ambos le ofrecen caminos y destinos distintos, íntimamente relacionados con las catástrofes celestiales, pero ¿Cuál es el correcto? ¿Estará preparada para las responsabilidades que conlleva?






_ _ _ _ _ _
✝ Lu Wayland
✝ Lu Wayland


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Guerra celestial.   Empty Re: Guerra celestial.

Mensaje por ✝ Lu Wayland Lun 09 Dic 2013, 5:17 pm

Guerra celestial.   703vbmi


Capítulo 1, primera parte.



Bucles sujetados con dos lazos rojos, rebotaban a lo largo del patio de la casa de la familia Schutz, en una tarde primaveral nada diferente a las demás.
La niña, de unos visibles pocos años de vida, correteaba de la mano con una flácida muñeca, hecha de tela con piernas largas. A decir verdad, la niña corría, mientras la muñeca era arrastrada por el piso por su cabeza y pies. Los pasos de la chica eran cortitos por sus cortas piernas, y porque eran restringidos por la larga campera que tenía puesta. Le llegaba hasta las rodillas y parecía haber sido rosado en algún momento, ahora era tierra con rosado por debajo, y tenía un gran estampado de Minnie en la espalda.
A lo largo del césped aparecían dientes de león, y la brisa que corría era calida y suave.
—  Quédate aquí, señorita Tiny, iré por chocolate caliente para ambas. – sonó la voz de la niña.  Había una mesa roja circular, y dos sillas pequeñas a juego de junto.  Colocó a su deshuesada amiga en una de ellas, y sus manos, terminadas en puños inhumanos, los colocó sobre la mesa,  así Tiny ya no se iría de lado cuando la sentara.
Rápidamente y con un trote de pasos cortos, la niña se perdió en una gran puerta de madera roja que llevaba al interior de la casa, específicamente a la cocina. Era un ambiente pequeño, decorada entera de celeste y blanco, la alacena de piso estaba a un lado de donde había ingresado la pequeña, frente a la alacena, una barra estrecha blanca, con la superficie celeste, y detrás de ésta, la heladera con demás electrodomésticos. Todo estaba tan reluciente de limpio, que parecía más una casa de los espejos.
El aire se llenaba de una música fuerte que venía desde la otra habitación, un tipo cantaba palabras que la niña no distinguía por el idioma, y si prestabas atención, bajo la música había el ruido de una aspiradora, y la voz de una mujer imitando sin éxito al cantante.
Algo nuevo empapó el cuarto, ésta vez, un olor.  Un olor exquisitamente familiar. Imitando a sus personajes de caricaturas favoritos, se paró en la punta de sus pies, inclinó la cara y amplió las fosas nasales, tratando de seguir a la fuente de éste aroma.
Luchando para mantener el equilibrio en la punta de sus pies y con pasos aún más cortos de lo acostumbrado, caminó hasta la barra del centro.
Para ese entonces, el hecho de que había ido por chocolate caliente se había esfumado de su pensamiento. Se había distraído totalmente.
Ella era tan bajita, y la barra tan inmensamente alta (o ella la veía así) que su campo de visión no le permitía ver la superficie y descubrir que habría que provocada ese delicioso olor.
Sujetó el borde de la superficie con sus pequeñas manos, e hizo fuerza para elevarse, pero con la cara roja de la fuerza  y un pequeño dolor, desistió. Optó por otro camino similar, sujetó con fuerza uno de los bancos circulares que acompañaban a la barra, y tiró de sí misma para arriba, primero apoyó una rodilla en el acolchado almohadón del asiento, y luego la otra, y luego ya estaba arriba.
¡Bingo! Sus verdes ojos se iluminaron. ¡Galletas con chocolate y nueces!
Tomó una, tan grande que su mano apenas podía sujetarla, y con cuidado bajó de la banca.
—  Iré a compartirla con Tiny – habló en voz alta.
Saltando de tal manera que sus lazos se movían de un lado al otro, regresó a donde estaba su flacucha y larga amiga. Solo que ella ya no estaba allí.
 
—  ¿Tiny? – llamó desconcertada, parada en el medio del patio y aún con la galleta en su mano. El patio de unos 50 metros cuadrados máximo, estaba vacío a excepción del juego de sillas y mesa, y un par de árboles creciendo aleatoriamente en el espacio.
—  No es hora de jugar a las escondidas – Le habló a la nada — ¡Traje algo rico!
Pero nadie respondió a su llamado, y por extraño que suene, esto le asustó.
— ¡Tiny! – su voz se convirtió en un lloriqueo histérico. Recorrió con la mirada el lugar, lo que delimitaba el pequeño patio, era una pequeña verja blanca de madera. Su casa era un conjunto de pequeñeces, incluyéndola.
Más atrás de la verja, era el comienzo de un bosquecito, no era tan espeso pero igualmente le daba miedo. Se imaginó la cantidad de monstruos que un lugar así podría cobijar ¿Tiny habría sido tan tonta de haber ido sola hasta allí? No, ella no se iría sin su permiso, pensó.
Para su mala suerte, entre los primeros árboles, apareció un brillo amarillo pato.  Entrecerró los ojos para enfocar su vista y sus miedos se hicieron realidad ¡Era el pelo de Tiny! Que consistía en unos cuantos hilos de lana simulando dos colas rubias.
Su labio inferior comenzó a temblar.
— Tiny… - susurró, giró la cabeza mirando hacia la puerta roja. - ¡Mamá! — llamó, pero nadie respondió.
Cuando giró su cabeza el cabello de Tiny seguía allí, sujetado por quién sabe que atroz monstruo, pero ahora, se movía con ferocidad hacia los lados. “¿¡Que le hacen a Tiny?!” pensó.
Se escucharon ruidos de hojas secas pisadas, y, en las penumbras, se divisaba un cuerpo moviéndose, a la vez que el rubio y lanoso cabello de la muñeca se acercaba moviéndose hacia varios lados.
Se paralizó por el miedo.
Entre los árboles algo gris apareció. Peludo, grande, y con ojos amarillos. Un lloriqueo de terror se escapó de los temblorosos labios de la niña.
El lobo, medía casi un metro de altura, sus patas eran grandes y fornidas, y estaba cubierto por una gruesa capa de pelaje gris.
En sus fauces, sostenía por la cintura al flácido cuerpo de Tiny, gruñía y su labio superior se elevaba mostrando sus negras encías. La muñeca colgaba tal como si estuviese muerta.
— ¡Suelta a Tiny! – vociferó valientemente la niña, y el gris animal le gruñó aún más fuerte en respuesta.
Ella dio un paso, con la idea de arrebatarle a su amiga de sus dientes, el lobo, en respuesta, bajó las orejas, estrechó los ojos, y se agazapó.
Mala señal.
Antes que pudiese parpadear, la bestia había saltado y estaba aterrizando tan cerca de la chica que podía oler su apestoso aliento. Intentó retroceder pero trastabilló,  y calló sentada, a la vez que liberaba la galleta que aún sostenía, aunque por la fuerza que le había ejercido estaba hecha migajas.
— No me hagas nada. – dijo, entre lloriqueos y balbuceos. Pero el lobo no parecía hacerle mucho caso.
No encontró su voz para llamar a la madre en busca de ayuda, el corazón latía tan fuerte que eso mismo evitaba una buena respiración, y lloraba sin siquiera darse cuenta.
Sus manos ardían, y no podía moverse, estaba aterrada como nunca antes.
Los ojos amarillos del animal eran brillantes, y poseían un brillo que no daba ningún buen augurio.
Con una sacudida de su enorme cabeza, lanzó a Tiny a lo lejos, la cual aterrizó con sus miembros en ángulos inhumanos. La niña se permitió mirarla un segundo antes de volver su atención a la criatura.
El lobo parecía hambriento, y si comida era lo que buscaba, vaya decepción se habría llevado con Tiny.
No encontraba su voz, no encontraba como moverse, siquiera recordaba como se respiraba correctamente.
Y no le dio tiempo de pensar en su futuro, cuando el lobo parecía furioso de verdad, movió la cabeza con las fauces abiertas de un lado a otro, gruñendo, y cuando vio la gran cabeza gris lanzarse hacia ella, supo que todo terminaría ahí.
Pero algo sucedió, una luz cegadora encendió todo el lugar, como si sacaran una foto con flash con una cámara inmensa.
El blanco era tan fuerte y puro que no pudo ver nada más, solo un brazo que se extendió frente  a ella, protegiéndola, y el aullido del lobo, similar a un cachorro herido, que se quejaba. El brazo frente a ella, era demasiado pequeño para ser de la madre, podría ser perfectamente de ella misma, pero contaba con una manga azul que se ajustaba con elástico a la muñeca, y un pequeño reloj de las tortugas ninjas la adornaba.





Comenten por favor, tanto si les gusta como si no tanto :)
✝ Lu Wayland
✝ Lu Wayland


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Guerra celestial.   Empty Re: Guerra celestial.

Mensaje por ✝ Lu Wayland Sáb 08 Feb 2014, 4:36 pm

Guerra celestial.   1798056_431142530356603_1624043848_n


Capítulo 1, segunda parte.

El duro y frío piso de madera me hizo despertar, auch. Adormilada y confundida intenté moverme, pero resulta que un enjambre de sábanas y mantas asesinas me tenían atrapada.
“Qué extraño, juraría haberme dormido en la cama” pensé, genial, hasta conmigo misma comenzaba a usar el sarcasmo. Estaba tan acostumbrada a él, que un día diría algo sarcástico en un robo, secuestro, o algo por el estilo, y amanecería con los peces.
Cuando pude moverme, sentí esa incómoda pero ya familiar punzada en las costillas, seguidas por el clásico dolor y mi clásico gemido de angustia. Casi todos los días era lo mismo, tenía alguno de esos sueños extraños y amanecería golpeada y en el piso. Lo bueno de todo esto es que al menos gracias a mi afición al paracaidismo amateur desde la cama, me levantaba en hora para el colegio. Luego de desperezarme y tronarme algunos huesos, miré mi despertador. Un macabro regalo por parte de mi madre cuando comencé secundario y al que nunca respeté, 6:47 p.m, casi una hora para irme.
Estos sueños extraños son recurrentes, los he tenido desde que cumplí los 17, hace ya más de un año. Pero éste sobre todo me persigue, y no tengo idea de qué significa. No les temo, a pesar de ser tan raros y espeluznantes, me reconfortan, es como charlar con un viejo amigo de memorias en común.
Mi cuarto no es la gran cosa, es pequeño como el resto de la casa, un pequeño piso en un edificio a 10 minutos del centro de Kales, apenas cabe mi cama, mi escritorio con la computadora y un pequeño placard de dos puertas, pero aprendí a adaptarlo a mi gusto. Pintándolo de lila con el techo blanco, y dándole mi toque personal con pósters de libros, afiches de películas, o artistas que me gustan, y el piso… bueno, el piso me dedico a decorarlo con medias sucias, ropa que no está ni para lavar ni para guardar, en fin, cosas casuales.
Entre mi decoración vanguardista encontré mis pantuflas a cuadros rojos, regalo de navidad de la abuela, las miré con cierto recelo, bleh, mejor eso que un horrible sweater. Calzada y un poco más espabilada caminé hasta el baño para comenzar con los preparativos.
Para llegar al pequeño baño de mi pequeña casa, tenía que bajar la pequeña escalera y atravesar la pequeña salta. Ok, basta Amberley. En definitiva tenía que bajar la escalera y atravesar la sala, el baño quedaba junto a la puerta del dormitorio de mamá.
Me cepillé los dientes y me miré al espejo al lavarme la cara, oh, sorpresa, otro nido de pájaros en esa cabeza. Luego vería que hacer.
Levanté mi vieja remera de Tokio Hotel que se convirtió en pijama, para examinar el dolor en las costillas. Uno, dos, tres pequeños moretones violetas aparecieron. Los hubo peores. Igualmente bajé mi camiseta e intenté caminar disimulando el dolor, mamá me había descubierto algunos semanas atrás y tenía la ferviente idea de que su única y responsable-buena hija salía con uno de esos tipos rockeros-malos-delincuentes que la maltrataba. Precioso mamá. Si supieras que el único hombre de mi vida es Yong, mi mejor amigo. Y es gay. Tan extremadamente gay.
Sonreí automáticamente al pensar en él. Yong era un chico asiático que va a mi mismo curso desde el comienzo de los tiempos. ¿Qué look llevará hoy? Él es así. Un día puede aparecer rubio platinado, y a los dos días ¡Bam! Cabello rosado, y a la semana ¡Ta-rán! Un hermoso cabello negro azabache. 
Caminé hasta la cocina seducida por el olor a café de máquina recién preparado. ¡Oh, hermoso café! Si supieras cuánto te amo.
Mamá estaba de espaldas, untando mantequilla sobre unas tostadas, y la cafetera humeante a su lado me estaba haciendo guiñadas.
— Buenos días – saludé, mientras me sentaba, o mejor dicho, me dejaba caer sobre una de las sillas a juego con la mesa.
Mamá dio un respingo de sorpresa.
— Amberley, amor, me has asustado. Buenos días. – saludó girando su cabeza hacia mi, con una sonrisa. Podía ver las oscuras ojeras bajo sus ojos miel, pero aún así, ella sonreiría. Eso era característico de mi madre, y por ello todos la adoraban. Contrario a mi, que tengo un mal genio fácil y suelo ser borde.
Mamá vestía su uniforme de enfermera, y ya se había hecho su característico rodete de cabellera negra en lo alto de la cabeza.
— ¿Tan temprano te vas a trabajar? – pregunté más bruscamente de lo que en realidad quería.
— Si, cariño. – contestó mientras me tendía una taza de hermoso y negro café, con un plato con tostadas, luego se sentó con su propio café que empezó a beber a sorbetones. 
— ¿Más horas extras, mamá? Te está consumiendo la vida, no deberías trabajar tanto. – Ya ven porque digo que soy borde. Sumándole que aún es de madrugada para mi y eso no me ponía precisamente linda, nunca.
Mamá suspiró en respuesta, ella siempre suspiraba resignada en respuesta.
— Lo precisamos, Amber. – Contestó, suave, pero sin mirar, concentrada en la borra de su bebida — Necesitamos el dinero. – Agregó más para si misma, y fue al fregadero a lavar su taza.
— ¡Entonces déjame trabajar! – repliqué, estaba insistiéndole en que me dejase conseguir un empleo desde que cumplí 18.
— Ya lo hemos discutido. – sentenció como para finalizar la conversación, pero no pudo evitar continuar. – No dejaré que trabajes mientras estudias, suficientes problemas tienes con los estudios ahora, si tienes menos tiempo libre, no quiero imaginar. 
— Yo no tengo problemas con los estudios – refunfuñé mordiendo una de mis tostadas. – Solo he suspendido algunas materias. – me excusé, hablando como podía a través de la comida. Que fina, Amberley.
Mamá rodó los ojos. En realidad, si tenía un “trabajo”. Algo así, ayudaba a la señora York con su vieja biblioteca cuando la bibliotecaria faltaba, no era cansador, solo atendía muy ocasionales clientes, y ni siquiera me pagaba con dinero, ella me daba libros. Definitivamente no contaba.
— Deja los trastos en la pileta, los lavaré al llegar, en el cajón del medio hay dinero para que pidas algo para cenar. – dijo mamá, y me besó en la frente a través de la mesa.
— ¿No vendrás a cenar tampoco?
— No, lo siento.
Y vi como mamá se perdió por la puerta, luego sentí el ruido de las llaves y la cerradura, y supe que se había ido.

Caminé bajo la cálida luz del sol matutino a la parada del autobús. Había convertido mi nido de pájaros en un moño desprolijo y cambiado mi pijama por jeans y la remera verde oscuro del colegio.
Esperé para tomar el que me dejaba en la esquina del colegio y subí con la mochila al hombro.
El mismo autobús, a la misma hora, con el mismo viejo y escuálido chofer que no sabe decir buenos días, y la misma gente.
Todos los días era igual. Las mismas caras aburridas de algunos adultos yendo a trabajar, mis compañeros de colegio perdidos en sus teléfonos o estudiando para un examen, y yo, que a esa hora de la mañana era lo más parecido a un ente que podrían encontrar.
Me senté donde siempre, tres filas antes de la puerta trasera junto a la ventanilla, y esperé que milagrosamente el viaje fuera menos tedioso de lo habitual. 
Estaba tan concentrada en la música que estaba escuchando de mi celular, que no había notado un detalle interesante.
Había alguien nuevo en el autobús.
Sí, señores. Mi viaje al colegio era tan aburridamente patético que había terminado memorizándome las caras de todos los que se tomaban el mismo autobús a diario.
Este chico estaba sentado dos filas delante de mi, también contra la ventanilla. Y bueno, no había nada mejor que hacer que fijarse en él.
Tenía el pelo oscuro, pero brillante, le llegaba hasta la nuca en mechones despeinados y lacios, se le veían los hombros, anchos, fuertes, cubiertos por una simple camiseta blanca.
Bueno, nada fuera de lo común. No es como que no hubiera chicos más guapos. No es como que siquiera supiera que era guapo, no podía verle la cara.
Pero, sin embargo, no apartaba la vista de él.
“Apártate, Amberley, sentirá tu mirada y quedarás como una acosadora”, me reté, pero no pude obedecerme.
Mi cerebro se desconectó de mis auriculares y pronto dejé de oír la música, un montón de pensamientos me invadieron.
¿Qué hacía ese chico allí? ¿Cómo se llamaba? ¿Cuántos años tendría?
Mi mundo comenzó a girar en una nuca y un par de hombros anchos. “Vaya, Amber ¿Tanto te urge un novio?”
Aparté todo pensamiento relacionado al extraño de mi cerebro, me hace mal tener tanto sueño.
Como cada mañana, el autobús entro al oscuro túnel de siempre, eso me sirvió para perder de vista al pelinegro y enfocarme en algo más, como en las manchas del vidrio de mi ventanilla.
Cuando el transporte volvió a la luz, peleé contra mi instinto de revisar al muchacho de nuevo. Y como cada vez que peleaba con mi instinto, perdí. Volteé la cabeza.
Maldición.
El chico no estaba.
¡El chico no estaba! ¿Qué diablos? Juro que hace 5 segundos estaba aquí. Imposible haberse bajado en medio del túnel.
Revisé con la mirada todo el lugar, nope, no estaba en ningún lado.
Mi corazón palpitó con angustia, y un sentimiento de pérdida me atravesó. Me dije a mi misma que era por perder lo único entretenido del viaje. Más aún así no me convencí del todo.
✝ Lu Wayland
✝ Lu Wayland


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Mensaje por Gabi1717 Mar 11 Feb 2014, 8:34 am

Me encanto,esta genial <3. Sube otro capitulo pronto:)
Gabi1717
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Guerra celestial.   Empty Re: Guerra celestial.

Mensaje por ✝ Lu Wayland Jue 13 Feb 2014, 3:20 pm

Gabi1717 escribió:Me encanto,esta genial <3. Sube otro capitulo pronto:)
Hola Gabi <3 Bueno sabes, anoche estaba teniendo una noche mala, que digo mala, de mierd*. Y entré a revisar OnlyWn, y con este simple comentario mi noche se volvió muchísimo mejor <3 Es la primer nove que escribo que todo es invención mía, y leer un comentario positivo ayuda muchísimo. Ahora actualizaré, muchisimas gracias :)♥
✝ Lu Wayland
✝ Lu Wayland


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Mensaje por ✝ Lu Wayland Jue 13 Feb 2014, 3:34 pm

Guerra celestial.   Large



Capítulo dos, primera parte.
Seguía un poco perturbada por el suceso. A lo mejor, había bajado antes del túnel. No, no. Lo hubiera visto. Y es imposible bajarse dentro del túnel.
Dios mío, que vida tan poco interesante tengo, para que temas tan irrelevantes no abandonen mi cabeza.
— Hello – sonó una voz cantarina haciéndome saltar de mi asiento. En algún momento de mi desajuste mental había llegado a mi pupitre y había sacado mis útiles. — ¿Distraída?
Carly se sentó a mi lado. Carly es mi mejor amiga junto con Yong, desde que bueno, puedo recordar. Tiene una gran cabellera pelirroja hasta la cintura, terminando en bucles, y está tan llena de pecas que con Yong juramos haberle encontrado todas las constelaciones en su cara.
— Un poco. – suspiré.
— Espero que estés concentrada en el examen de geografía hoy.
— ¿¡Qué examen de geografía?!
— Te caché – rió señalándome con un lápiz rosa que recién había sacado – No teníamos examen hoy, pero sí un montón de tarea. – Suspiró del modo en que me dice “pretendo que me quejo de la tarea pero en realidad me encanta hacerla”.
— Oh, - volví a la normalidad – Eso no es tan grave. 
— Es importante si planeas aprobar.
— ¿Quién te dijo a ti que yo quiero aprobar geografía? Muero por otro semestre junto al profesor Alaman y su hermosa verruga con nariz.
Ambas reímos fuerte llamando la atención de algunos compañeros, cosa que, con una rápida mirada asesina, revertí.
— Buen punto. – finalizó con una pequeña risa mi amiga justo cuando el señor Alaman entraba, con la frente más en alto de lo habitual, para comenzar con la clase.
— Buen día, alumnos, como todos recuerdan hoy es el comienzo del nuevo tema, estudiaremos las características geográficas del terreno … - Y entonces me perdí. No sé si me perdí en el cerquillo muy-aplastado-hacia-el-costado del profesor. Si una mosca viajera me distrajo. O si mi mente volvió al autobús.


— Entonces, vino esta chica con un short que debería ser considerado ropa interior y me dijo “eres demasiado lindo para ser gay”, y yo así de “hombre, ni que fuera heterosexual saldría contigo” – y toda la mesa estalló en risas.
Era la hora del almuerzo y estaba con mis mejores amigos en la misma mesa de siempre. Diablos. Que rutinaria podría llegar a ser mi vida. Necesitaba acción pronto.
Yong nos estaba contando su andanza con una chica heterosexual que conoció en un boliche el sábado por la noche. Hoy había aparecido de pelo negro, peinado hacia arriba con gel, se había vestido con unos pantalones de cuero y una campera de jeans, y se había delineado los ojos.
A simple vista, podrías jurar que era todo un rompe corazones heterosexual, bueno, hasta que abriera la boca.
— ¡Le has roto el corazón! – chilló Carly, falsamente indignada en medio de un ataque de risa.
— Ah. – dijo haciendo un ademán de manos para quitarle importancia. – Se acostumbrará a que le rompan cosas.
— ¡Yong! – El ataque de risa cesó, y lo miro con seriedad.
Aquí vamos.
— Ay no seas monja.
— ¡No soy monja! – la cara de Carly comenzó a combinar con su pelo.
— Dile eso a tu único novio en 18 años.
Carly estaba a punto de replicar cuando interferí.
— ¿No es más fácil frecuentar boliches gays así te ahorras a estas zorras?
— Es divertido – colocó un brazo en el respaldo de su silla. – Ya sabes, ver a las chicas desesperadas cuando les dices que eres gay.
— Eres malo. – reprochó Car con el ceño fruncido. Bravo, niña. Intento cortar la discusión y tu sigues llamando su atención.
— Y tú eres una monja. – Soltó, con ese acento y gesto que había visto tanto en dramas coreanos, estirando la boca y alzando la barbilla, amaba ese lado de Yong.
— Ya lo dijiste, ¡Invéntate algo nuevo!
Desgraciadamente (nótese mi sarcasmo, de nuevo) no pude descubrir como finalizó la discusión, ya que desactivé mis oídos por un momento. Esto era tan común, Yong y Carly pasaban peleándose, pero a la hora de abrazarse por horas hasta que el otro dejara de llorar, eran los primeros. Parecían hermanos.
Revolví el puré. No me apetece. 
Que blanco es, casi tanto como la camiseta de… “¡Amberley, estás perdiendo el juicio!”
Sacudí la cabeza y tomé la roja manzana, dándole un mordisco.
Miré a mi alrededor, nuestra mesa estaba bastante más alejada que el resto de los alumnos, casi en la punta derecha inferior de la cafetería.
Incluso estábamos más atrás que los chicos del club de robótica, que estaban unas mesas más adelantes tupidos de piezas metálicas y pañuelos descartables.
“Maravilloso, gastronómicamente hablando, estamos por debajo de la mayor fábrica de mocos del país”.
En diagonal hacia la izquierda, en la punta, estaba la mesa del equipo de fútbol. Ellos, tupidos de pelotas y un montón de animadoras que competían por cual podía llevar menos ropa sin ser echadas del colegio.
Siempre me sentí afortunada en ese aspecto, jamás fui popular o demasiado deseada por los chicos, pero tampoco tuve problemas con las animadoras como la mayoría de mi “especie”. Incluso Yong se peleó con una, cuando ésta criticó su peinado.
Se debe seguir arrepintiendo.
Y debe seguir sacándose barro del cuero cabelludo.
Y el mismo pensamiento de no haber pensado en el chico con complejo de Houdini me hizo recordarlo. Ugh, bien yo. 
— Tierra llamando a Amber. – 5 finos y recargados con anillos de oro dedos pasaron por mi campo de visión arrebatándome mi momento de intimidad conmigo misma. 
— Yong.
— ¿En dónde andabas?
— Seguro en el mundo del libro de turno. – intervino Carly. A lo mejor ya se habían reconciliado.
— Solo estaba distraída, no es nada.
— Bueno, no importa. – le quitó importancia mi amiga – Te decía si tienes los apuntes de la clase de hoy, me perdí algunas frases.
— Seguro – contesté vagamente y le tendí mi cuaderno.
Tomé el jugo en caja y comencé a beberlo, empezando a perderme de nuevo cuando…
— Em, Amber.
— Umh 
— ¿Qué son estos apuntes?
Resignada a que no tendría un rato para mi, miré a ver de que hablaba.
Era mi cuaderno, en la hoja que correspondería a hoy. 
Sin un apunte.
Nada.
Solo eran garabatos.
Dibujos de alas.
Y una vaga nuca con hombros anchos se asomaba en una esquina con plumón negro.
— Yo, este…
— ¡Eres un desastre! – me retó.
Y antes de que comenzara otra discusión, el timbre nos libró a los tres.
— Uf – se quejó Yong. – Dos hermosas horas de biología me aguardan, a ver que hermoso animal disecamos hoy. – Comentó con sarcasmo, le amo tanto.
— Mejor que sudar en los asquerosos pantaloncillos de gimnasia. – refunfuñó tal niña que es, Carly, que ahora tenía gimnasia.
— Te hacen ver sexy – comentó con un guiño Yong, tomando su mochila y yendo a la puerta, ambas los seguimos.
— Eres gay, que puedes saber tú.
— Sé que si ese culo tuyo fuera de hombre, me lo follaría.
— Desubicado.
— Monja.
— Guarro.
Y entonces por segunda vez me desconecté. Mis amigos tomaron un rumbo por el pasillo y yo tendría que ir por el otro, al salón de química. 
El pasillo estaba abarrotado de gente, chicos y chicas apresurados, empujando a todo en su camino para llegar a su casillero, parejas besándose en rincones, y profesores que no daban abasto dando reprimenda por todas las faltas.
Un chico alto, de cabello por los hombros y sobre el rostro, con grandes auriculares me pechó al pasar. No es que no pudiera correrse, venía caminando tan lento como yo. No me ofreció una mísera disculpa.
Volteé medio cuerpo para ofrecerle mi más envenenada mirada de odio justo en su espalda, y cuando me di vuelta, el corazón me dio un vuelco.
Sobre el final del pasillo, vi un pelo negro brillando con tanta intensidad que no tuve tiempo de preguntarme si era él, ¡Era él! ¡Chico Houdini, espera!
Me sentí extrañamente relajada, y el sentimiento de pérdida se convirtió en alivio. Como cuando tu gato se escapa de casa, y sufres, pero de buenas a primeras vuelve. ¿Qué tonterías estoy hablando? ¡Ni siquiera tengo un gato!
Seguí a Houdini con la mirada. En ningún momento volteó en mi dirección, solo caminaba de aquí para allá, perdido, en su órbita.
Pero nadie parecía percatarse de ello.
Nadie lo chocaba.
Dudaba que si quiera alguien hubiese notado su presencia.
Aún así, no podía verle la cara.
“Acércate, sé amigable” me animé. Siempre que quería hacer amigos terminaba pareciendo un tomate que sabía hablar, o a veces ni eso, porque me olvidaba como.
Ahí el tema de que mis únicos amigos los hice cuando era tan simple como decir “sé mi amigo” y ya.
Pero no tuve tiempo de meditar mi discurso de presentación cuando mis pies se movían hacia delante.
No podía evitarlo, era tan magnéticamente atrayente.
Un chico bastante grande, y créanme cuando digo grande, se atravesó y con su gran y sudada camiseta de The Big Bang Theory tapó mi campo de visión. Cuando al fin pasó estiré el cuello para seguirle pero… Houdini hizo de las suyas.
Otra vez.
Maldito sentimiento de pérdida.
Mi mandíbula se tensó y me tomó un gran esfuerzo no hacer una pataleta en el medio del pasillo. Así que pisando con fuerza me dirigí por fin a mi clase.
¿Qué clase de juego estás jugando, chico? 
Idiota, obviamente no está jugando a nada.
No te conoce.
No le podrías interesar.
Concéntrate en las moléculas del dióxido de carbono.
Así está mejor.
✝ Lu Wayland
✝ Lu Wayland


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