we're on fire, hazz.♡

Kande escribió:

Capítulo 16.

Isabella Bauer||Harry Styles

La ira nos descontrolara. No importa si esta guardada o expuesta, siempre tomara el control.

Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete o más golpes fue los que día a la bolsa de box. Cada golpe con más fuerza, más potencia y más agilidad, cada uno demostrando todo el odio que llevaba por dentro y trataba inútilmente de sacar de mi interior. Lo sabía muy bien, demasiado. Nadie podía entenderlo tampoco. No bastaban unos simples golpes para sacar toda la mierda que se guardaba en mi interior, ni siquiera las veces que me drogara, me cortara o tomara. Todo iba a seguir siendo una mierda y nada iba a cambiar incluso aunque yo quisiera, porque siempre iba a estar ahí los constantes escalofríos que me recordaban que este cuerpo en que yacía había sido tomado, hurtado y desgarrado.
Golpee aún más fuerte la bolsa, una y otra vez ante el solo pensar. No tenía que hacerlo, no tenía que pensar, por algo me había anotado a las clases de boxeo, para que mi mente quedara en blanco y agotar mi cuerpo y dormir toda la noche sin quedarme despierta horas y horas para recordarme a mí misma lo débil que podía ser.
La bolsa se balanceaba y seguí dándole golpes con mayor rapidez, casi podía jurar que me llevaría encima sino seguía golpeándola, pero mi propósito no era parar en ningún momento.
— ¡Bauer! ¡Detente! — escuche al entrenador gritarme.
Tome la bolsa en cuanto se dirigió hacia a mí y me voltee para verlo. Era un hombre alto y corpulento, de cabello negro y corto y ojos negros como la noche. Jack el "destripador" había sido uno de los grandes luchadores hacia veinte años atrás. Con sus cincuenta años se dedicaba a su gimnasio de boxeo y enseñarles a los jóvenes a controlar sus instintos, impulsos y su fuerza. Además, era el pretendiente de uno de mis hermanas y bien sabía que si quería ganarse a Anne, primero debía hacerle un gran descuento a la cuota mensual. Definitivamente, no entendía como Anne con sus treinta años seguía jugando con los hombres, o peor, hombres más grandes que ella.
—¿Dónde se supone que estas? ¿En una pelea callejera? ¡No puedes golpear así la bolsa sin mover tus pies! ¡Te lo he dicho mil veces!
Entrecerré los ojos y coloque mis manos sobre mi cadera. Viejo de mierda, poca era mi paciencia con las personas y este la estaba cagando en grande.
— Me dijiste que le golpeara a la bolsa hace más de una hora, ¿qué más tienes para mí? ¿Por qué no subes a uno de tus muchachos al ring?
— ¡Por supuesto que no! — replico. Sus ojos se movieron inquietos hacia mis muñecas vendadas. — Si golpeas muy fuerte y más si te enfrentas a alguien, tus heridas...
—Están bien, solo dame algo para entretenerme — espete con rudeza.
— Mocosa insolente — refunfuño, pero finalmente accedió.
Me coloque los protectores y también el de bucal, golpee los juzgantes mientras me subía al mediano ringo que tenía en mitad del gimnasio y comencé a mover los pies antes que mi contrincante llegara. Me sorprendí demasiado cuando observe esa cabellera de rulos castaña y sus ojos verdes me envolvieron. Harry Styles estaba enfrente de mí, mirándome con total tristeza y lastima mientras el también se preparaba para luchar. No iba a negar que el muchacho había estado pendiente de mi desde mi acto casi suicida — acto que no complete porque vinieron a cagarme todo — y por una parte creía que debía sentirme agradecía. La cuestión era que yo no me sentía agradecida en ninguna forma y lo único que quería era que el desapareciera del mapa. Cada vez que despertaba en el hospital deseaba estar sola, sin las molestas presencias de mis amigas, los cinco increíbles estúpidos o alguna de mis hermanas. Yo era más fuerte de lo que ellos pensaban, y no necesitaba su apoyo de mierda o siquiera sus palabras con contenido vacío.
Decepciones tuve muchas. No pienso cometer un error más.
La pelea comenzó y Harry se movía muy bien, mucho mejor que yo, pero sus golpes eran lentos y se me hacían fáciles esquivarlos. Lo golpee con fuerza esperando a que reaccione, pero en vez de ello solo se echaba hacia atrás. Gane el primer y segundo ring de esa manera. Solo quedaban diez y Styles parecía ni siquiera inmutarse por mis golpes, pero tampoco hacia nada para defenderse o siquiera darme.
En los siguientes siete ring — donde también fui ganadora — me la pase bajando la guardia y a la espera a que el me golpeara, lo hizo, pero sus golpes eran parecidos a los de una niña. Podía escuchar las risas y los murmullos de muchos hombres a mi alrededor, todos y cada uno burlándose de mí; no de Styles porque sabían que el solo estaba siendo blando porque yo era la única mujer de ese grupo de mugrosos.
Entonces me enfurecí demasiado, porque estaban pisoteando mi orgullo y sobre todo el estúpido de Harold. Y lo golpee con más fuerza, repetidas veces hasta que cayó al suelo. Me senté sobre él y conoce a golpear su lindo rostro mientras sentía como la adrenalina y el dolor se iba extendiendo por cada parte de mi cuerpo, de mi corazón y mi alma. Tenía ganas de llorar, quería pagar de golpearlo, pero mi ira era mucho más fuerte que todo.
El árbitro me separo tomándome de la cintura y todos comenzaron a gritar alrededor de que parara.
Me quite el protector bucal y se lo avente a Styles cuando se levantó. Le había roto el labio, la ceja derecha y estaba segura que le dejaría la cara inflamada.
— ¡¿Es que estás loca?! ¡Conoces perfectamente las reglas, Isabella! — me grito Jack.
— ¡Eso le pasa al muy hijo de puta por tomarme por idiota! — vocifere con fuerza — ¡Es obvio que es mejor que yo en el boxeo y solo me estaba dejando ganar!
— ¡Pero tampoco te da derecho a dejarlo de esa manera! ¡¿Es que acaso tú no piensas?! ¡Quedas suspendida dos meses, pendeja!
Apreté con fuerza mis puños y pensé en un momento en golpearlo, pero creí que era mejor ya no empeorar las cosas. El estúpido de Jack le contaría a Anne y todas mis hermanas me echarían la bronca después. Camine hasta los casilleros y busque mis cosas. Ni siquiera me importo salir a la calle toda sudada y despeinada, porque realmente si alguien se atrevía a decirme algo o darme alguna miradita, iba a bajarle todos los dientes sin dudarlo.
Aún faltaban veinte minutos para que Christian, mi cuñado, pasara a buscarme junto con los niños. Decidí ir a la cafetería que encontraba al lado y comer algo mientras los esperaba. Compre un sándwich y una cerveza y comencé a devorarme con rapidez mi orden.
— Isabella — levante mi cabeza y lo observe,  la sangre en su rostro había sido levemente curada y tampoco se había cambiado, solo traía su bolso azul oscuro sobre su hombro.
—¿Qué quieres, mariposita? — inquirí, tirando el sándwich sobre mi plato y fulminándolo con la mirada.
Parecía que dudaba un poco, hasta que finalmente pidió sentarse al frente mío. Negué con la cabeza.
— Largo.
— Pero...
— Largo, ¿o quieres que te eche a patadas?
Suspiro, pero no fue cualquier suspiro, fue uno como si supiera que conmigo no se pudiera hablar. Y si, por una parte el tenia razón, pero no significaba que lo odiara como cuando mis hermanas lo hacían. Realmente lo odiaba tanto.
— Lo lamento.
— ¿Ah sí? Yo no. — solté, recalcando una sonrisa cínica en mi rostro — Lastima que no pude seguir golpeándote. Tu cara bonita lo necesitaba bastante, mariposa.
Hello goodbye sonó desde mi celular y atendí con rapidez. Era Christian y me decía que estaba fuera del gimnasio.
— Adiós — deje los billetes sobre la mesa y pase de largo a Styles, golpeando su hombro contra el mío en el acto.
Salí de la cafetería y me subí a la camioneta de transporte de la empresa de mi cuñado. El fruncía el ceño y me señalo la cafetería.
— ¿Que ahora eres mudo? — levante las cejas divertida.
— ¿Qué diablos hacías allí? — sus ojos se entrecerraron y se abrieron de golpe cuando vieron salir a Styles — ¿Ese no es el chico que fue a verte y Grace saco a patadas más de una vez?
— Cállate.
— ¿Sabes que le tendré que decir a tu hermana? — levanto sus cejas en alto mientras prendía el motor del auto.
Levante las cejas al igual que él y coloque una sonrisa socarrona.
— ¿Sabes que tendré que decirle que en vez de quedarte a cuidarme te fuiste al casino?
Christian entrecerró sus ojos y me fulmino con la mirada. Deje caer mi espalda en el asiento y me encogí de hombros.
— No te atreverías a traicionarme, ¿verdad?
— Tu no me traiciones y yo no lo hare.
Finalmente, Christian y yo decidimos que todo quedaría en secreto. Mi hermana daba miedo cuando se enojaba y bien sabía yo que ninguno quería aguantarla toda una semana con un humor de perro. Solo esperaba que Chris cumpliera su palabra, de lo contrario iba a ser que lo mee un elefante.

{...}

— ¿Eh? ¿Ir a una cabaña con los ñoños? — apunte con mi tenedor al grupo de los cinco increíbles estúpidos. ¿Enserio? ¿Por qué Jebus me castigaba de esa manera?
— Vamos, Bella. Sera divertido — presiono Marie con una media sonrisa.
Negué con la cabeza. No pensaba ir a ninguna parte y Helenna estaba conmigo. En cambio, Cassie, Jasmine y Marie parecían extasiadas por ir. De ninguna manera iba a poder ir a esa cabaña a pasar unos días con ese grupo de atolondrados, y tampoco era que mis hermanas ya me habían dado la confianza suficiente como para soltar la correa que mantenían en mi cuello. Iba a ser jodido convencerlas y no tenía ganas de ponerme a discutir y tener dolores de cabeza.
— No creo que sea conveniente. A penas y los conocemos — asintió Helenna, totalmente desconfiada. Oh, ella sí que era mi amiga y no como las demás traidoras que estaban dispuestas a ir con esos idiotas.
— ¿Y eso que tiene? ¡Es en la playa! — exclamo Jasmine con una enorme sonrisa en su rostro. — No sean amargadas.
— No seas tan pesada — replico Helenna.
— No lo soy, solo quiero ir.
—¡Pues ve, mujer! — suspire, exasperada — No es necesario que vayas si o si con nosotras para pasarla bien, ¿no?
— Error. Si las necesitamos a ustedes dos para pasarla bien — acoto Cassie — Además, me la debes después de prestarte dinero para tu almuerzo.
Mire a mi bandeja y la enorme hamburguesa junto con un combo de papas fritas y una coca cola. Le levante el dedo del medio y la asesine con la mirada mientras me maldije por no haber cogido dinero de la despensa ese día a la mañana. Maldita alarma que no me despertaba antes.
— Te devuelvo el dinero mañana, Cassie.
— No, no me importa el dinero. Quiero que vayas, Isabella.
—  ¡No quiero! — insistí como una niña berrinchuda y todas se rieron de mí. Oh, pero que patética estaba quedado.
— Anímate, Bella — Marie sonrió dulcemente — Por favor, me encantaría pasar tiempo con ustedes.
Iba a decirle que pasaba tiempo con nosotras, pero mis ojos se desviaron hacia una parte de su cuello que no estaba tapado con su cabellera rubia. Allí había un gran y feo moretón que podría jurar que se lo hicieron hace poco.
Me mordí los labios para no preguntarle qué era lo que le había sucedido, porque sabía que iba a ser una pregunta estúpida al fin y al cabo. Me daba tanta impotencia no poder hacer algo contra sus padres. Varias veces quise ir a romperles el auto o algo que les doliera, ya que a ellos les importaba más lo material que otra cosa. Pero después se lo tomarían contra Marie y las consecuencias eran mucho peores. Aun así, Marie no quería dejar su casa por muchas veces que le insistí en que se marchara.
Decidí que esta vez perdería y asentí. Iría, pero si Styles o alguno de sus mariquitas venia y me molestaba, definitivamente iba a hacerlos arder en el infierno.
Uno que yo conocía a la perfección.

El rostro me dolía como mil demonios y, diablos, que jodidos golpes daba Bella como para dejarme echo una mierda. Se me había inflamado el rostro y tuve que faltar dos días al instituto, tomando analgésicos y poniéndome hielo en la cara. Por suerte había mejorado bastante y no estaba tan mal como antes, la inflamación ya había pasado y las heridas estaban cicatrizando poco a poco.
Tal vez no debí haber actuado de esa manera, de dejar que ella me golpeara solo porque temía darle algún golpe y se alejara de mí. Me sentía estúpido.
Coloque un poco de whisky sobre mi vaso y lo trague de golpe, no me importo que mi garganta ardiera como mil demonios, porque la cruda verdad me jodia bastante. No podía pensar que ella se alejaría cuando ella ya estaba lo bastante lejana de mí. Yo le era indiferente a Isabella. Lo sabía a la perfección y aun así no podía dejar de pensar un segundo en como estaba, en que estaba haciendo, y el porqué de sus reacciones.
Esas actitudes violentas, masoquistas y la manera en que solía moverse eran tan parecidas a Gemma después de… de lo que paso. Todo aquello me estaba envolviendo y me tiraba hacia el pasado, pero al mismo tiempo hacia el presente y el futuro. Dios sabia cuanto quería evitar a las personas que habían pasado lo mismo que mi hermana, no quería si quiera volver a sentir ese sentimiento de culpabilidad dentro de mí. Todo era tan jodido.
El teléfono sonó y di grandes zancadas para alcanzarlo.
—¿Hola?
—Harold, soy yo – dijo mi padre detrás de la línea — ¿Podrías pasar por la oficina y dejar los documentos que te envié? La máquina de fax no me anda y además…
Comenzó a hablar sobre la empresa y no sé qué cosas más porque sinceramente mi cabeza estaba en otro lugar. Solo asentía hasta que finalmente corto y me dispuse a buscar los documentos. No, no quería ir en auto porque sentía que me estaba sofocando aun con la ventana abierta, por lo que estacione a un lado y decidí caminar unas cuadras hasta la oficina. Tampoco quise ver a mi padre, solo le entregue los informes a la secretaria y me marche.
Necesitaba algo con tanta desesperación que me sentí desfallecer por un momento. Sabia con exactitud que era, pero no quería recurrir a ellas. No quería volver a los calmantes por más que el psiquiatra me había recomendado hacerlo. Era increíblemente jodido sentirme drogado y no poder tener control sobre mis emociones y mi cuerpo, porque ellos estaban dormidos, tranquilos y amarrados de alguna forma u otra.
Pero podía recurrir a drogas, a alcohol, a otras sustancias que lograban que la adrenalina se subiera un 100% a mi cuerpo y más tarde podría arrepentirme. Entonces recordé los ojos inyectados de sangre de Isabella y desistí de mi idea.
Un grito desgarrador me saco de mis casillas y fruncí el ceño. ¿Qué era lo que estaba sucediendo?
Corrí hacia donde podía escuchar los gritos y suplicas de una mujer, y cuando llegue a un callejón oscuro y sin salida, observe a tres hombres desnudando a una muchacha no más de quince años mientras intentaban penetrarla, algo imposible por la resistencia que ella oponía.
Mi cuerpo quedo duro, estático y no supe que debía hacer y cómo actuar. En mi mente se repitió la imagen de Gemma siendo desgarrada por mi padrastro mientras suplicaba una misericordia que no le fue otorgada.
—¡No veas, Harry! ¡No veas! ¡Vete, vete! – gritaba mientras lloraba y trataba de liberarse de Robín, sin resultado aparente.
Y observe la sonrisa del hombre, una sonrisa tan diabólica como si disfrutara el dolor que le estaba provocando.
Uno de los hombres golpeo a la muchacha y el otro se dispuso a volver a intentar a penetrarla.
Fue entonces que toda mi cordura se fue a la mierda y supe en ese momento que era capaz de matar.

{…}

Simone me miraba desde su escritorio mientras suspiraba y pasaba una mano por su rostro. Sabía que me había metido en un gran lio, no por defender a la pobre muchacha, sino por dejarlos casi muertos después de la golpiza que les había proporcionado. No hubo cargos en mi contra aunque se quiso, la muchacha había declarado que yo había sido el héroe y ellos los villanos y se comprobó que había sido víctima de un intento de violación. Los tres tipos habían estado borrachos y drogados al momento de arrinconarla y ahora estaban internados en terapia intensiva por la conmoción cerebral y los múltiples huesos que les había roto.
Los había golpeado con un palo de hierro que había encontrado en el suelo y no dude en golpearlos hasta que mi instinto asesino se apagara. Los golpee, los patee, incluso iba a cortarle las pelotas por hijos de puta, pero me resigne a pisárselas bien feo. Y ya estaba metido en problemas, porque me había transformado en una bestia sin importar las buenas o malas acciones. Había metido en líos no solo a Des, sino también a Simone que se encargaba de mi conducta y de controlar mis arranques.
—Quiero que tomes todas tus medicinas, Harold – dijo Simone, serio. – Pudiste haberlos matado.
—Ellos merecían morir – replique, cruzándome de brazos y mirándolo fijamente — ¿Qué hubiera hecho usted?
—Lo mismo que tú, pero no dejarlos casi al borde de la muerte.
Sentía que estaba exagerando un poco, esos hijos de puta querían quitarle toda pureza a esa muchacha y por suerte llegue a evitarlo. Aun así, ella tendría que vivir con múltiples traumas al saber que casi la violaban unos borrachos drogados.
—¿Esto es por Gemma, cierto?
Me tense un momento, pero decidí que no iba a mostrar cuanto me afectaba. Simone sabía que ese tema era tabú para mí, no me gustaba hablar de mi hermana con nadie por más que los psicólogos me insistían en que debía dejarlo salir. Yo no estaba preparado aun y dudaba que algún día lo estuviera.
El silencio nos inundó y trate de concentrarme en el paisaje que me brindaba más allá del vidrio de la ventana. Hacia un precioso día y nada me apetecía más que ir a la biblioteca, saludar a Beatriz y sentarme a leer un buen libro, perderme entre las palabras y fingir que por un momento no existo más allá de la historia.
—Está bien, Harold. No van a levantar cargos en tu contra y esos tipos estarán encerrados por un tiempo – acomodo un par de informes que tenía sobre la mesa y los guardo en un cajón – pero vamos a controlar tu medicamento y monitorear si lo tomas o no ¿de acuerdo?
No dije nada ni tampoco hice ningún gesto, ni siquiera lo mire. Ya me daba igual todo, solo quería escapar y dejar de sentirme tan angustiado.
Salí de la oficina de Simone, en vez de irme a mi siguiente clase, fui hasta la biblioteca como había programado. Beatriz me recibió con un cálido abrazo, tuvo que estirarse porque ella era más bajita que yo.
—Estoy muy orgullosa de ti, niño – murmuro contra mi oído. Se separó de mí y acaricio mi mejilla – Pero que feo te han dejado la cara. Ve y ponte cómodo. Más tarde te llevare unas galletas.
Si tan solo supiera que no fueron esos tipos, sino Isabella.
—Pensé que no nos dejaban comer aquí – replique un poco confundido.
— Pero esta vez será la excepción para ti – me guiño el ojo – Saldré por una hora, tengo que ir a ver a mi esposo que está un poco enfermito.
Despedí a Beatriz y fui hasta los estantes en busca de un libro. Me decidí por algo más clásico y tome el principito, de alguna manera u otra me hacía volver a sentirme un niño sin necesidad de preocuparme por los problemas que tenía que sobrellevar a esta edad. Llegue hasta la sala y vi la cabellera castaña oscura de Isabella, curiosamente ambos estábamos leyendo el mismo libro. Levanto la mirada y frunció el ceño cuando miro el libro que sostenía en sus manos.
—Pareciera que te gusta copiarme – murmuro con burla.
—No me copio, es solo una coincidencia – replique y me senté en uno de los sillones negros. Ella había colocadas piernas arriba del sillón y cerradas. – No puedes…
—Beatriz no me dijo nada, así que cierra la boca.
Decidí acatar la orden y ponerme a leer, pero antes que pudiera hacerlo, la voz de Isabella llamándome volvió toda mi concentración hacia ella.
—A pesar de haber dejado los tipos casi muertos, creo que lo que hiciste fue lo correcto – en su tono no distinguía burla como tampoco en su rostro, sino una pura sinceridad. – Y también fuiste muy valiente al detenerte. Yo no hubiera podido.
Inevitablemente, curve una sonrisa en mi rostro.
—Gracias, Isabella.
Y ella sonrió, lo que me dejo bien en claro que no importaba como ni cuando, pero ella tenía un absoluto poder sobre mí y presentía que iba a costarme el saber el porqué.

Deby. escribió:
Edito bc este es mi mensaje 6969