Conectarse
Últimos temas
miembros del staff
Beta readers
|
|
|
|
Equipo de Baneo
|
|
Equipo de Ayuda
|
|
Equipo de Limpieza
|
|
|
|
Equipo de Eventos
|
|
|
Equipo de Tutoriales
|
|
Equipo de Diseño
|
|
créditos.
Skin hecho por Hardrock de Captain Knows Best. Personalización del skin por Insxne.
Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
Desatame - Zayn Malik y Tu -
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
Página 1 de 1. • Comparte
Desatame - Zayn Malik y Tu -
- Titulo: Desatame.
- Autor: Julie Kenner.
- Adaptación: Si .. seguro la encontraran en muchos lados ya que es medio famosa la historia.
- Genero: Erótica-romántica; parecida a 50 sombras de Grey.
- Contenido: lenguaje obsceno en algunos capítulos (o en casi todos.) y muy caliente .
- Advertencias: No quiero lectoras fantasmas, subo si hay comentarios y creo que voy a subir seguido! :D
- Otras Paginas: NO, osea no subida por mi, pero si esta la descarga del libro y eso !
Sipnosis:
Un apuesto empresario acostumbrado a ver cumplidos sus más íntimos deseos. Una joven inteligente incapaz de someterse a nadie. Una pasión que los liberará a ambos de las cadenas del pasado.
____ siempre ha luchado por mantener el control de su propia vida.
Pero, tras conocer a Zayn Malik, tan arrogante como atractivo, todas sus convicciones se tambalean. ¿Es posible resistirse a la insólita propuesta que le hace Zayn?
Hii, mi nombre es soledad pero es demasiado largo, así que sol o sole va genial :)
NO quiero fantasmas, y tampoco espero ser la que tenga mas mensajes pero si algunas que me incentiven a seguir adaptándola .. beso !
A por cierto este es mi Twitter sigan me y las sigo :
https://twitter.com/SolPinta
Solee012
Capitulo I
La fría brisa del océano acaricia mis hombros desnudos y siento un escalofrío. Ojalá hubiera seguido el consejo de mi compañera de habitación y hubiera cogido un chal para esta noche. No llevo ni cuatro días en Los Ángeles y todavía no me he acostumbrado a que en verano la temperatura cambie según la posición del sol. En junio en Dallas hace calor; en julio, más calor, y en agosto es un infierno.
En California es distinto, y más junto a la playa. Lección número uno en L.A.: lleva siempre un jersey si vas a salir por la noche. Claro que también podría entrar en la casa y volver a la fiesta.
Mezclarme con los millonarios. Charlar con los famosos. Contemplar los cuadros como es de rigor. Al fin y al cabo se trata de una fiesta de inauguración de una exposición y mi jefe me ha hecho venir para que conozca, salude, charle y seduzca. No para que disfrute del panorama que parece cobrar vida ante mí: las nubes de un rojo intenso que estallan contra un cielo color naranja pálido y las olas azul-grisáceas que rielan con reflejos dorados.
Me agarro a la barandilla y me inclino un poco, atraída por la intensa e inalcanzable belleza de la puesta de sol. Lamento no haber traído la vieja Nikon que conservo desde el instituto, pero en todo caso no habría cabido en mi diminuto bolso de fantasía. Además, una funda de cámara enorme y un vestido negro de cóctel son dos cosas que no pegan ni con cola.
En cualquier caso me hallo ante mi primera puesta de sol en el Pacífico y estoy decidida a inmortalizar el momento. Cojo mi iPhone, saco una fotografía.
—Casi parece que los cuadros que hay dentro no valgan nada, ¿no?
Reconozco aquella voz grave pero femenina y cuando me doy la vuelta me encuentro con Evelyn Dodge, una actriz retirada convertida en representante y reconvertida en mecenas. Mi anfitriona de esta noche.
—Lo siento, sé que debo parecer una de esas turistas tontas, pero es que en Dallas no tenemos puestas de sol como esta.
—No te disculpes —me contesta—. El banco me la cobra todos los meses con el recibo de la hipoteca, así que ya puede ser espectacular.
Me echo a reír y enseguida me relajo.
— ¿Te escondes? —pregunta.
— ¿Perdón?
—Eres la nueva ayudante de Carl, ¿no? —dice refiriéndose a quien es mi nuevo jefe desde hace tres días.
—Sí. Me llamo ____ Fairchild.
—Ahora me acuerdo. ____ de Texas.
Me mira de arriba abajo y me pregunto si le habrá decepcionado que no lleve botas vaqueras y luzca una larga melena.
—Y ¿a quién se supone que has de seducir? —prosigue.
— ¿Seducir? —repito haciéndome la ingenua.
Arquea una ceja.
—Cariño, Carl preferiría caminar sobre ascuas antes que venir a una presentación como esta. Ha salido a pescar inversores, y tú eres el cebo.
—Carraspea ruidosamente—. No te preocupes, no te presionaré para que me digas de quién se trata. Además, no te culpo por ocultarte: Carl es brillante, pero también puede ser bastante cretino.
—Pues yo he firmado con la parte brillante —respondo, y Evelyn suelta una carcajada.
La verdad es que tiene razón cuando dice que soy un cebo.
«Ponte un vestido de cóctel, algo sexy», me dijo Carl.
« ¿En serio? ¿Me lo dice en serio?»
Tendría que haberle contestado que el vestido de cóctel se lo pusiera él, pero no lo hice. Quería el trabajo y había luchado para conseguirlo. En los últimos dieciocho meses, la empresa de Carl, C-Squared Technologies, había lanzado con éxito tres productos de internet. Eso ha captado la atención de la industria, y convertido a Carl en alguien a quien seguir de cerca.
Pero desde mi punto de vista había algo aún más importante: era un hombre de quien podría aprender. Por eso preparé mi entrevista de trabajo con un afán que bordeaba lo obsesivo. Conseguir el puesto ha significado un gran logro para mí. Así pues, ¿qué más daba si quería que llevara algo sexy? Era el pequeño precio que debía pagar.
«Mierda.»
—Bueno, creo que tengo que volver a mi papel de cebo.
—Vaya, parece que te he hecho sentir culpable o acomplejada. No me hagas caso. Deja que los de dentro se emborrachen. Siempre se cazan más moscas con un poco de alcohol. Confía en mí, sé lo que digo.
Tiene un paquete de cigarrillos en la mano. Saca uno para ella y me ofrece. Niego con la cabeza. Me encanta el aroma del tabaco porque me recuerda a mi abuelo, pero lo cierto es que no me gusta llenarme los pulmones de humo.
—Soy demasiado mayor y estoy demasiado acostumbrada como para dejarlo —dice—, pero por nada del mundo se me ocurriría fumar dentro de mi propia casa. Te lo juro, toda esa gente me comería viva. Espero que no vayas a soltarme un sermón sobre los peligros de ser una fumadora pasiva.
—No, claro que no —le prometí.
—Entonces ¿qué tal si me das fuego?
Le muestro mi bolso en miniatura.
—Una barra de carmín, la tarjeta de crédito, el carnet de conducir y el móvil.
— ¿Ni un condón?
—No creía que fuera esa clase de fiesta —respondo secamente.
—Ya sabía yo que me caerías bien. —Echa un vistazo alrededor—. ¿Qué birria de fiesta he organizado que no hay ni una puta vela en las mesas? Bueno, a la mierda…
Se lleva el cigarrillo sin encender a los labios e inhala con los ojos cerrados y expresión de deleite. No puedo evitar que me caiga bien. A diferencia del resto de las mujeres presentes, incluida yo, apenas lleva maquillaje, y su vestido se parece más a un caftán con un estampado de batik tan interesante como su portadora.
Es ordinaria, corpulenta, tozuda y segura de sí misma, lo que mi madre llamaría una descarada, pero yo la encuentro fascinante. Deja caer el cigarrillo y lo aplasta con la punta del zapato. Luego se da la vuelta y hace una seña a una de las camareras, una chica vestida de negro que lleva una bandeja llena de copas de champán.
La joven forcejea un momento con la corredera de cristal que da a la terraza y por un instante imagino que todas esas copas caen, se hacen añicos contra el suelo y esparcen fragmentos de cristal relucientes como diamantes.
Me veo agachada para recoger uno de los trozos y noto cómo su filo me corta la suave piel del pulgar cuando lo cojo con fuerza. Me imagino apretándolo y sintiendo la energía fluir a través del dolor, del mismo modo que otros confían su muerte a la pata de un conejo.
La fantasía se confunde con otros recuerdos y su fuerza hace que me estremezca. Es rápida y potente y un tanto inquietante porque hace tiempo que no necesito el dolor y no comprendo por qué pienso en él en este momento, cuando me siento segura y controlo la situación.
«Estoy bien —me digo—. Estoy bien, estoy bien, estoy bien.»
—Toma una, cariño —dice Evelyn, despreocupada, mientras me tiende una copa alta de champán.
Dudo, intento averiguar por su expresión si ha notado cómo mi máscara desaparecía por un instante, si ha podido entrever mi lado más oscuro. Pero no, su expresión es franca y alegre.
—No discutas —insiste cuando malinterpreta mi vacilación—. He comprado una docena de cajas y odio ver que se malgasta. Para mí no, demonios —añade al ver que la chica le entrega una copa—. Odio el champán. Tráeme un vodka helado, con cuatro aceitunas. Y date prisa, no querrás que me marchite como una hoja, ¿verdad?
La chica niega con la cabeza como si fuera un conejo asustado. Quizá el mismo al que le cortaron la pata para que diera buena suerte a otros.
Evelyn vuelve su atención hacia mí.
—Bueno, ¿qué te parece Los Ángeles? ¿Qué has visto, dónde has estado? ¿Ya te has comprado un mapa de las casas de los famosos? Por Dios, dime que no te has dejado engatusar por toda esa basura para turistas.
—De momento solo he visto muchos kilómetros de asfalto y el interior de mi apartamento.
—Pues es una pena. Pero por otra parte eso hace que me alegre de que Carl haya arrastrado tu flaco culo hasta aquí esta noche.
He engordado seis bienvenidos kilos desde la época en que mi madre controlaba cualquier cosa que me metía en la boca y, aunque me siento perfectamente feliz con las proporciones de mi culo, nunca se me ocurriría describirlo como flaco. De todas maneras, sé que Evelyn lo ha dicho como un cumplido, así que sonrío.
—Yo también me alegro de haber venido. Los cuadros son realmente interesantes.
—No, por favor, no empieces con la típica conversación educada —me interrumpe antes de que tenga tiempo de protestar—. Ni se te ocurra. Estoy segura de que lo dices de corazón, y en efecto, los cuadros son estupendos, pero se te está poniendo la cara de no haber roto un plato y no puedo con eso, sobre todo cuando empezaba a conocerte de verdad.
—Lo siento —contesto—. Te juro que no lo hago por quedar bien.
Me cae simpática y por eso no le digo que se equivoca, que no ha conocido a la verdadera ____ Fairchild, sino solo a la ____ social que, al igual que la Barbie Malibú, viene con un conjunto de accesorios. En mi caso no son un biquini y un descapotable, sino la Guía Elizabeth Fairchild para Reuniones Sociales.
Mi madre es una entusiasta de las normas, según ella eso es culpa de su educación sureña. En mis momentos de debilidad estoy de acuerdo con ella, pero la mayor parte de las veces opino que es una arpía controladora.
Empezó a inculcarme sus reglas la primera vez que me llevó a tomar el té, cuando yo tenía tres años, a La Mansión en Turtle Creek, en Dallas: cómo caminar, cómo hablar, cómo vestir, qué comer, qué y cuánto beber, qué clase de chistes contar…
Lo llevo todo en mi interior, cada truco, cada matiz, y luzco mi sonrisa de pasarela como una armadura frente al mundo. El resultado es que dudo que pudiera ser yo misma en una fiesta aunque mi vida dependiera de ello.
Sin embargo, esto es algo que Evelyn no necesita saber.
— ¿Dónde vives exactamente? —me pregunta.
—En Studio City. Comparto un apartamento con mi mejor amiga del instituto.
—O sea, de la 101 a trabajar y vuelta a casa. No me extraña que solamente hayas visto asfalto. ¿Nadie te ha dicho que deberías haber alquilado algo en el Westside?
—Demasiado caro para mí sola.
Ella parece sorprendida por mi respuesta. Cuando me esfuerzo, es decir cuando soy la ____ social, no puedo evitar dar la impresión de que provengo de una familia con dinero. Probablemente porque es así. Pero que mi familia tenga dinero no significa que yo lo tenga.
— ¿Cuántos años tienes?
—Veinticuatro.
Asiente con aire sabio, como si mi edad le hubiera revelado algún secreto sobre mí.
—No tardarás en desear tener un rincón para ti sola. Llámame cuando llegue el momento y te buscaremos un sitio con unas buenas vistas. No tan buenas como estas, claro, pero seguro que encontraremos algo mejor que una salida de autovía.
—Mi apartamento no está tan mal, en serio.
—Claro que no —responde en un tono que quiere decir justo lo contrario—. En cuanto a las vistas —señala el mar que se ha oscurecido y el cielo, que empieza a iluminarse de estrellas—, puedes venir cuando quieras y compartir las mías.
—Es posible que te tome la palabra —admito—. Me encantaría venir con una cámara en condiciones y sacar unas cuantas fotos.
—Pues ya lo sabes. Yo pongo el vino; y tú, el entretenimiento. Una joven suelta por la ciudad. ¿Será un drama? ¿Será una comedia romántica? Espero que no se trate de una tragedia. Me gusta una buena llantina tanto como a cualquier mujer, pero me caes bien. Necesitas un final feliz.
Me pongo en guardia, pero Evelyn no sabe que ha tocado una zona sensible. Después de todo, ese es el motivo de que me haya mudado a Los Ángeles. Una nueva vida. Una nueva historia. Una nueva ____.
Despliego la sonrisa de la ____ social y alzo mi copa.
—Por los finales felices y también por esta estupenda fiesta. Me temo que te he retenido demasiado tiempo.
—Tonterías —responde—. Soy yo quien te monopoliza, y ambas lo sabemos.
Entramos, y el barullo de las conversaciones estimuladas por el alcohol sustituye el tranquilo rumor del océano.
—Lo cierto es que soy una anfitriona pésima. Hago lo que me da la gana. Hablo con quien quiero y si mis invitados se sienten ninguneados, que se aguanten.
La miro boquiabierta. Casi puedo oír los gritos de mi madre desde Dallas.
—Además —prosigue—, se supone que esta fiesta no es en mi honor. He montado este sarao para presentar a Blaine y su obra en sociedad. Es él quien tiene que ocuparse de las relaciones públicas, no yo. Puede que me lo esté tirando, pero eso no me convierte en su niñera.
Evelyn acaba de echar por tierra la imagen de cómo debe comportarse la anfitriona del evento social más importante de la semana, y creo que solo por eso ya la quiero un poquito.
—Todavía no conozco a Blaine. Es ese, ¿verdad?
Señalo a un individuo alto y flaco como una espiga. Es calvo, pero luce una perilla rojiza. Estoy segura de que no se trata de su color natural. Una pequeña multitud revolotea en torno a él como las abejas cuando liban néctar de una flor. En cualquier caso su atuendo es igual de llamativo.
—Ahí tienes mi pequeño centro de atención —dice Evelyn—. El hombre del momento. Tiene talento, ¿no te parece?
Su mano señala el enorme salón. Las paredes están llenas de cuadros.
Salvo por unos cuantos sofás, todo el mobiliario ha sido retirado y sustituido por caballetes donde se exhiben las pinturas que no se han podido colgar.
Supongo que técnicamente hablando son retratos. Hay desnudos, pero no como los que uno vería en un libro de arte convencional. Hay algo inquietante en ellos, algo primitivo y provocador. Me doy cuenta de que han sido ejecutados por una mano experta. Sin embargo, me resultan turbadores, como si revelaran más de la persona que los observa que del pintor o del modelo.
Por lo que puedo apreciar soy la única de los presentes que reacciona de este modo. La gente que rodea a Blaine parece entusiasmada. Puedo oír los halagos desde donde estoy.
—He pescado un triunfador —dice Evelyn—. Pero veamos, ¿a quién te gustaría conocer? ¿Qué tal a Rip Carrington y a Lyle Tarpin? Con esos dos tienes asegurado el espectáculo, y tu compañera de piso se morirá de envidia si intentas ligártelos.
— ¿Tú crees?
Evelyn arquea las cejas.
— ¿Rip y Lyle? Llevan semanas peleándose por el fracaso de la nueva temporada de su serie en televisión. —Me mira con curiosidad—. ¿Me juras que no sabes quiénes son? ¡Pero si la noticia circula por todo internet!
—Lo siento —digo porque tengo la necesidad de disculparme—. En la Universidad no tenía tiempo para nada, y ya te puedes imaginar lo que supone trabajar para Carl. Y hablando de él… Miro a mi alrededor, pero no veo a mi jefe por ninguna parte.
—Pues eso constituye una importante laguna en tu educación —dice Evelyn—. La cultura, y la pop también lo es, resulta tan importante como… Por cierto, ¿qué has estudiado?
—No creo haberlo mencionado. Tengo un título superior en ingeniería electrónica y otro en informática.
—O sea, que además de guapa eres inteligente. ¿Ves?, eso es algo que tenemos en común. De todas maneras, debo decir que con tu preparación no entiendo por qué quieres ser la secretaria de Carl.
Me echo a reír.
—Es que no lo soy. De verdad. Carl buscaba alguien con experiencia en tecnología para que trabajara con él en el negocio; y yo, un puesto donde pudiera aprender cómo funciona una empresa y adquirir experiencia. Me parece que al principio dudó si contratarme o no porque mi preparación es sobre todo tecnológica, pero le convencí de que soy de las que aprenden deprisa.
Evelyn me mira de reojo.
—Eso me huele a ambición.
Hago un gesto de indiferencia.
—Estamos en Los Ángeles. ¿Acaso no es eso lo que mueve esta ciudad?
—Bien dicho. Carl tiene suerte de contar contigo. Resultará interesante comprobar cuánto tiempo es capaz de conservarte. Pero, a ver… ¿Quién podría interesarte de entre la gente que hay por aquí?
Recorre el salón con la mirada y finalmente señala a un hombre de unos cincuenta años que está de pie en un rincón, escuchando una conversación.
—Ahí tienes a Charles Maynard —dice—. Conozco a Charlie desde hace años. Da un miedo de mil demonios hasta que lo conoces, pero vale la pena. Sus clientes son famosos de renombre o personas muy influyentes con más dinero que Dios. Sea como sea, conoce las historias más jugosas.
— ¿Es abogado?
—Sí, en Bender, Twain & McGuire. Un bufete muy prestigioso.
—Lo conozco —respondo, contenta por poder demostrar que no soy una completa ignorante a pesar de no saber quiénes son Rip y Lyle—. Uno de mis mejores amigos trabaja allí. Empezó en Los Ángeles, pero ahora está en la oficina de Nueva York.
—Pues ven conmigo, Texas, te lo presentaré.
Damos un par de pasos en esa dirección, pero Evelyn me detiene de repente. Maynard ha cogido el móvil y está dando órdenes y gritando. Lo oigo soltar unas cuantas palabrotas y miro a Evelyn de soslayo, pero no parece darle importancia.
—En el fondo es un encanto —dice—. Puedes creerme, he trabajado con él. En mi época de representante firmamos más contratos de los que puedo recordar para rodar biografías con nuestros clientes. También luchamos juntos para evitar que ciertos secretos inconfesables llegaran a las pantallas. —Menea la cabeza como si reviviera aquellos días de gloria y después me da una palmadita en el brazo—. Bueno, esperaremos a que se calme un poco. Entretanto…
Deja las palabras en suspenso mientras vuelve a contemplar la habitación con una ligera mueca en la comisura de los labios.
—No creo que haya llegado —dice al cabo de un instante—, pero… ¡Sí! Ahí tienes alguien a quien deberías conocer. Además, si te gusta hablar de vistas bonitas, se está construyendo una casa que hace que las mías parezcan las de tu apartamento. —Señala hacia la entrada, pero lo único que alcanzo a ver son cabezas en movimiento y vestidos de alta costura—. No suele aceptar invitaciones, pero hace tiempo que nos conocemos.
Sigo sin poder ver de quién habla hasta que la multitud se aparta y lo veo de perfil. Se me erizan los pelos de los brazos, pero no tengo frío. Al contrario, de repente siento calor, mucho calor.
Es tan alto y apuesto que resulta ofensivo. Sin embargo es algo más que eso: no se trata de su aspecto, sino de su actitud. Domina la sala solamente con su presencia y me doy cuenta de que Evelyn y yo no somos las únicas que lo miran. Todo el mundo ha reparado en su llegada.
Él tiene que notar el peso de todas esas miradas, pero no parece que eso le perturbe lo más mínimo. Sonríe a la camarera con las copas de champán, coge una y empieza a conversar con una mujer que se le ha acercado con una gran sonrisa.
— ¡Maldita camarera! —protesta Evelyn—. No me ha traído el vodka.
Sin embargo apenas la oigo.
— Zayn Malik… —digo.
Mi voz me sorprende: es apenas un susurro.
Evelyn arquea tanto las cejas que veo su gesto con el rabillo del ojo.
—Bueno, ¿qué opinas? —pregunta—. Parece que he acertado, ¿no?
—Desde luego —reconozco—. El señor Malk es precisamente el hombre a quien deseo conocer.
En California es distinto, y más junto a la playa. Lección número uno en L.A.: lleva siempre un jersey si vas a salir por la noche. Claro que también podría entrar en la casa y volver a la fiesta.
Mezclarme con los millonarios. Charlar con los famosos. Contemplar los cuadros como es de rigor. Al fin y al cabo se trata de una fiesta de inauguración de una exposición y mi jefe me ha hecho venir para que conozca, salude, charle y seduzca. No para que disfrute del panorama que parece cobrar vida ante mí: las nubes de un rojo intenso que estallan contra un cielo color naranja pálido y las olas azul-grisáceas que rielan con reflejos dorados.
Me agarro a la barandilla y me inclino un poco, atraída por la intensa e inalcanzable belleza de la puesta de sol. Lamento no haber traído la vieja Nikon que conservo desde el instituto, pero en todo caso no habría cabido en mi diminuto bolso de fantasía. Además, una funda de cámara enorme y un vestido negro de cóctel son dos cosas que no pegan ni con cola.
En cualquier caso me hallo ante mi primera puesta de sol en el Pacífico y estoy decidida a inmortalizar el momento. Cojo mi iPhone, saco una fotografía.
—Casi parece que los cuadros que hay dentro no valgan nada, ¿no?
Reconozco aquella voz grave pero femenina y cuando me doy la vuelta me encuentro con Evelyn Dodge, una actriz retirada convertida en representante y reconvertida en mecenas. Mi anfitriona de esta noche.
—Lo siento, sé que debo parecer una de esas turistas tontas, pero es que en Dallas no tenemos puestas de sol como esta.
—No te disculpes —me contesta—. El banco me la cobra todos los meses con el recibo de la hipoteca, así que ya puede ser espectacular.
Me echo a reír y enseguida me relajo.
— ¿Te escondes? —pregunta.
— ¿Perdón?
—Eres la nueva ayudante de Carl, ¿no? —dice refiriéndose a quien es mi nuevo jefe desde hace tres días.
—Sí. Me llamo ____ Fairchild.
—Ahora me acuerdo. ____ de Texas.
Me mira de arriba abajo y me pregunto si le habrá decepcionado que no lleve botas vaqueras y luzca una larga melena.
—Y ¿a quién se supone que has de seducir? —prosigue.
— ¿Seducir? —repito haciéndome la ingenua.
Arquea una ceja.
—Cariño, Carl preferiría caminar sobre ascuas antes que venir a una presentación como esta. Ha salido a pescar inversores, y tú eres el cebo.
—Carraspea ruidosamente—. No te preocupes, no te presionaré para que me digas de quién se trata. Además, no te culpo por ocultarte: Carl es brillante, pero también puede ser bastante cretino.
—Pues yo he firmado con la parte brillante —respondo, y Evelyn suelta una carcajada.
La verdad es que tiene razón cuando dice que soy un cebo.
«Ponte un vestido de cóctel, algo sexy», me dijo Carl.
« ¿En serio? ¿Me lo dice en serio?»
Tendría que haberle contestado que el vestido de cóctel se lo pusiera él, pero no lo hice. Quería el trabajo y había luchado para conseguirlo. En los últimos dieciocho meses, la empresa de Carl, C-Squared Technologies, había lanzado con éxito tres productos de internet. Eso ha captado la atención de la industria, y convertido a Carl en alguien a quien seguir de cerca.
Pero desde mi punto de vista había algo aún más importante: era un hombre de quien podría aprender. Por eso preparé mi entrevista de trabajo con un afán que bordeaba lo obsesivo. Conseguir el puesto ha significado un gran logro para mí. Así pues, ¿qué más daba si quería que llevara algo sexy? Era el pequeño precio que debía pagar.
«Mierda.»
—Bueno, creo que tengo que volver a mi papel de cebo.
—Vaya, parece que te he hecho sentir culpable o acomplejada. No me hagas caso. Deja que los de dentro se emborrachen. Siempre se cazan más moscas con un poco de alcohol. Confía en mí, sé lo que digo.
Tiene un paquete de cigarrillos en la mano. Saca uno para ella y me ofrece. Niego con la cabeza. Me encanta el aroma del tabaco porque me recuerda a mi abuelo, pero lo cierto es que no me gusta llenarme los pulmones de humo.
—Soy demasiado mayor y estoy demasiado acostumbrada como para dejarlo —dice—, pero por nada del mundo se me ocurriría fumar dentro de mi propia casa. Te lo juro, toda esa gente me comería viva. Espero que no vayas a soltarme un sermón sobre los peligros de ser una fumadora pasiva.
—No, claro que no —le prometí.
—Entonces ¿qué tal si me das fuego?
Le muestro mi bolso en miniatura.
—Una barra de carmín, la tarjeta de crédito, el carnet de conducir y el móvil.
— ¿Ni un condón?
—No creía que fuera esa clase de fiesta —respondo secamente.
—Ya sabía yo que me caerías bien. —Echa un vistazo alrededor—. ¿Qué birria de fiesta he organizado que no hay ni una puta vela en las mesas? Bueno, a la mierda…
Se lleva el cigarrillo sin encender a los labios e inhala con los ojos cerrados y expresión de deleite. No puedo evitar que me caiga bien. A diferencia del resto de las mujeres presentes, incluida yo, apenas lleva maquillaje, y su vestido se parece más a un caftán con un estampado de batik tan interesante como su portadora.
Es ordinaria, corpulenta, tozuda y segura de sí misma, lo que mi madre llamaría una descarada, pero yo la encuentro fascinante. Deja caer el cigarrillo y lo aplasta con la punta del zapato. Luego se da la vuelta y hace una seña a una de las camareras, una chica vestida de negro que lleva una bandeja llena de copas de champán.
La joven forcejea un momento con la corredera de cristal que da a la terraza y por un instante imagino que todas esas copas caen, se hacen añicos contra el suelo y esparcen fragmentos de cristal relucientes como diamantes.
Me veo agachada para recoger uno de los trozos y noto cómo su filo me corta la suave piel del pulgar cuando lo cojo con fuerza. Me imagino apretándolo y sintiendo la energía fluir a través del dolor, del mismo modo que otros confían su muerte a la pata de un conejo.
La fantasía se confunde con otros recuerdos y su fuerza hace que me estremezca. Es rápida y potente y un tanto inquietante porque hace tiempo que no necesito el dolor y no comprendo por qué pienso en él en este momento, cuando me siento segura y controlo la situación.
«Estoy bien —me digo—. Estoy bien, estoy bien, estoy bien.»
—Toma una, cariño —dice Evelyn, despreocupada, mientras me tiende una copa alta de champán.
Dudo, intento averiguar por su expresión si ha notado cómo mi máscara desaparecía por un instante, si ha podido entrever mi lado más oscuro. Pero no, su expresión es franca y alegre.
—No discutas —insiste cuando malinterpreta mi vacilación—. He comprado una docena de cajas y odio ver que se malgasta. Para mí no, demonios —añade al ver que la chica le entrega una copa—. Odio el champán. Tráeme un vodka helado, con cuatro aceitunas. Y date prisa, no querrás que me marchite como una hoja, ¿verdad?
La chica niega con la cabeza como si fuera un conejo asustado. Quizá el mismo al que le cortaron la pata para que diera buena suerte a otros.
Evelyn vuelve su atención hacia mí.
—Bueno, ¿qué te parece Los Ángeles? ¿Qué has visto, dónde has estado? ¿Ya te has comprado un mapa de las casas de los famosos? Por Dios, dime que no te has dejado engatusar por toda esa basura para turistas.
—De momento solo he visto muchos kilómetros de asfalto y el interior de mi apartamento.
—Pues es una pena. Pero por otra parte eso hace que me alegre de que Carl haya arrastrado tu flaco culo hasta aquí esta noche.
He engordado seis bienvenidos kilos desde la época en que mi madre controlaba cualquier cosa que me metía en la boca y, aunque me siento perfectamente feliz con las proporciones de mi culo, nunca se me ocurriría describirlo como flaco. De todas maneras, sé que Evelyn lo ha dicho como un cumplido, así que sonrío.
—Yo también me alegro de haber venido. Los cuadros son realmente interesantes.
—No, por favor, no empieces con la típica conversación educada —me interrumpe antes de que tenga tiempo de protestar—. Ni se te ocurra. Estoy segura de que lo dices de corazón, y en efecto, los cuadros son estupendos, pero se te está poniendo la cara de no haber roto un plato y no puedo con eso, sobre todo cuando empezaba a conocerte de verdad.
—Lo siento —contesto—. Te juro que no lo hago por quedar bien.
Me cae simpática y por eso no le digo que se equivoca, que no ha conocido a la verdadera ____ Fairchild, sino solo a la ____ social que, al igual que la Barbie Malibú, viene con un conjunto de accesorios. En mi caso no son un biquini y un descapotable, sino la Guía Elizabeth Fairchild para Reuniones Sociales.
Mi madre es una entusiasta de las normas, según ella eso es culpa de su educación sureña. En mis momentos de debilidad estoy de acuerdo con ella, pero la mayor parte de las veces opino que es una arpía controladora.
Empezó a inculcarme sus reglas la primera vez que me llevó a tomar el té, cuando yo tenía tres años, a La Mansión en Turtle Creek, en Dallas: cómo caminar, cómo hablar, cómo vestir, qué comer, qué y cuánto beber, qué clase de chistes contar…
Lo llevo todo en mi interior, cada truco, cada matiz, y luzco mi sonrisa de pasarela como una armadura frente al mundo. El resultado es que dudo que pudiera ser yo misma en una fiesta aunque mi vida dependiera de ello.
Sin embargo, esto es algo que Evelyn no necesita saber.
— ¿Dónde vives exactamente? —me pregunta.
—En Studio City. Comparto un apartamento con mi mejor amiga del instituto.
—O sea, de la 101 a trabajar y vuelta a casa. No me extraña que solamente hayas visto asfalto. ¿Nadie te ha dicho que deberías haber alquilado algo en el Westside?
—Demasiado caro para mí sola.
Ella parece sorprendida por mi respuesta. Cuando me esfuerzo, es decir cuando soy la ____ social, no puedo evitar dar la impresión de que provengo de una familia con dinero. Probablemente porque es así. Pero que mi familia tenga dinero no significa que yo lo tenga.
— ¿Cuántos años tienes?
—Veinticuatro.
Asiente con aire sabio, como si mi edad le hubiera revelado algún secreto sobre mí.
—No tardarás en desear tener un rincón para ti sola. Llámame cuando llegue el momento y te buscaremos un sitio con unas buenas vistas. No tan buenas como estas, claro, pero seguro que encontraremos algo mejor que una salida de autovía.
—Mi apartamento no está tan mal, en serio.
—Claro que no —responde en un tono que quiere decir justo lo contrario—. En cuanto a las vistas —señala el mar que se ha oscurecido y el cielo, que empieza a iluminarse de estrellas—, puedes venir cuando quieras y compartir las mías.
—Es posible que te tome la palabra —admito—. Me encantaría venir con una cámara en condiciones y sacar unas cuantas fotos.
—Pues ya lo sabes. Yo pongo el vino; y tú, el entretenimiento. Una joven suelta por la ciudad. ¿Será un drama? ¿Será una comedia romántica? Espero que no se trate de una tragedia. Me gusta una buena llantina tanto como a cualquier mujer, pero me caes bien. Necesitas un final feliz.
Me pongo en guardia, pero Evelyn no sabe que ha tocado una zona sensible. Después de todo, ese es el motivo de que me haya mudado a Los Ángeles. Una nueva vida. Una nueva historia. Una nueva ____.
Despliego la sonrisa de la ____ social y alzo mi copa.
—Por los finales felices y también por esta estupenda fiesta. Me temo que te he retenido demasiado tiempo.
—Tonterías —responde—. Soy yo quien te monopoliza, y ambas lo sabemos.
Entramos, y el barullo de las conversaciones estimuladas por el alcohol sustituye el tranquilo rumor del océano.
—Lo cierto es que soy una anfitriona pésima. Hago lo que me da la gana. Hablo con quien quiero y si mis invitados se sienten ninguneados, que se aguanten.
La miro boquiabierta. Casi puedo oír los gritos de mi madre desde Dallas.
—Además —prosigue—, se supone que esta fiesta no es en mi honor. He montado este sarao para presentar a Blaine y su obra en sociedad. Es él quien tiene que ocuparse de las relaciones públicas, no yo. Puede que me lo esté tirando, pero eso no me convierte en su niñera.
Evelyn acaba de echar por tierra la imagen de cómo debe comportarse la anfitriona del evento social más importante de la semana, y creo que solo por eso ya la quiero un poquito.
—Todavía no conozco a Blaine. Es ese, ¿verdad?
Señalo a un individuo alto y flaco como una espiga. Es calvo, pero luce una perilla rojiza. Estoy segura de que no se trata de su color natural. Una pequeña multitud revolotea en torno a él como las abejas cuando liban néctar de una flor. En cualquier caso su atuendo es igual de llamativo.
—Ahí tienes mi pequeño centro de atención —dice Evelyn—. El hombre del momento. Tiene talento, ¿no te parece?
Su mano señala el enorme salón. Las paredes están llenas de cuadros.
Salvo por unos cuantos sofás, todo el mobiliario ha sido retirado y sustituido por caballetes donde se exhiben las pinturas que no se han podido colgar.
Supongo que técnicamente hablando son retratos. Hay desnudos, pero no como los que uno vería en un libro de arte convencional. Hay algo inquietante en ellos, algo primitivo y provocador. Me doy cuenta de que han sido ejecutados por una mano experta. Sin embargo, me resultan turbadores, como si revelaran más de la persona que los observa que del pintor o del modelo.
Por lo que puedo apreciar soy la única de los presentes que reacciona de este modo. La gente que rodea a Blaine parece entusiasmada. Puedo oír los halagos desde donde estoy.
—He pescado un triunfador —dice Evelyn—. Pero veamos, ¿a quién te gustaría conocer? ¿Qué tal a Rip Carrington y a Lyle Tarpin? Con esos dos tienes asegurado el espectáculo, y tu compañera de piso se morirá de envidia si intentas ligártelos.
— ¿Tú crees?
Evelyn arquea las cejas.
— ¿Rip y Lyle? Llevan semanas peleándose por el fracaso de la nueva temporada de su serie en televisión. —Me mira con curiosidad—. ¿Me juras que no sabes quiénes son? ¡Pero si la noticia circula por todo internet!
—Lo siento —digo porque tengo la necesidad de disculparme—. En la Universidad no tenía tiempo para nada, y ya te puedes imaginar lo que supone trabajar para Carl. Y hablando de él… Miro a mi alrededor, pero no veo a mi jefe por ninguna parte.
—Pues eso constituye una importante laguna en tu educación —dice Evelyn—. La cultura, y la pop también lo es, resulta tan importante como… Por cierto, ¿qué has estudiado?
—No creo haberlo mencionado. Tengo un título superior en ingeniería electrónica y otro en informática.
—O sea, que además de guapa eres inteligente. ¿Ves?, eso es algo que tenemos en común. De todas maneras, debo decir que con tu preparación no entiendo por qué quieres ser la secretaria de Carl.
Me echo a reír.
—Es que no lo soy. De verdad. Carl buscaba alguien con experiencia en tecnología para que trabajara con él en el negocio; y yo, un puesto donde pudiera aprender cómo funciona una empresa y adquirir experiencia. Me parece que al principio dudó si contratarme o no porque mi preparación es sobre todo tecnológica, pero le convencí de que soy de las que aprenden deprisa.
Evelyn me mira de reojo.
—Eso me huele a ambición.
Hago un gesto de indiferencia.
—Estamos en Los Ángeles. ¿Acaso no es eso lo que mueve esta ciudad?
—Bien dicho. Carl tiene suerte de contar contigo. Resultará interesante comprobar cuánto tiempo es capaz de conservarte. Pero, a ver… ¿Quién podría interesarte de entre la gente que hay por aquí?
Recorre el salón con la mirada y finalmente señala a un hombre de unos cincuenta años que está de pie en un rincón, escuchando una conversación.
—Ahí tienes a Charles Maynard —dice—. Conozco a Charlie desde hace años. Da un miedo de mil demonios hasta que lo conoces, pero vale la pena. Sus clientes son famosos de renombre o personas muy influyentes con más dinero que Dios. Sea como sea, conoce las historias más jugosas.
— ¿Es abogado?
—Sí, en Bender, Twain & McGuire. Un bufete muy prestigioso.
—Lo conozco —respondo, contenta por poder demostrar que no soy una completa ignorante a pesar de no saber quiénes son Rip y Lyle—. Uno de mis mejores amigos trabaja allí. Empezó en Los Ángeles, pero ahora está en la oficina de Nueva York.
—Pues ven conmigo, Texas, te lo presentaré.
Damos un par de pasos en esa dirección, pero Evelyn me detiene de repente. Maynard ha cogido el móvil y está dando órdenes y gritando. Lo oigo soltar unas cuantas palabrotas y miro a Evelyn de soslayo, pero no parece darle importancia.
—En el fondo es un encanto —dice—. Puedes creerme, he trabajado con él. En mi época de representante firmamos más contratos de los que puedo recordar para rodar biografías con nuestros clientes. También luchamos juntos para evitar que ciertos secretos inconfesables llegaran a las pantallas. —Menea la cabeza como si reviviera aquellos días de gloria y después me da una palmadita en el brazo—. Bueno, esperaremos a que se calme un poco. Entretanto…
Deja las palabras en suspenso mientras vuelve a contemplar la habitación con una ligera mueca en la comisura de los labios.
—No creo que haya llegado —dice al cabo de un instante—, pero… ¡Sí! Ahí tienes alguien a quien deberías conocer. Además, si te gusta hablar de vistas bonitas, se está construyendo una casa que hace que las mías parezcan las de tu apartamento. —Señala hacia la entrada, pero lo único que alcanzo a ver son cabezas en movimiento y vestidos de alta costura—. No suele aceptar invitaciones, pero hace tiempo que nos conocemos.
Sigo sin poder ver de quién habla hasta que la multitud se aparta y lo veo de perfil. Se me erizan los pelos de los brazos, pero no tengo frío. Al contrario, de repente siento calor, mucho calor.
Es tan alto y apuesto que resulta ofensivo. Sin embargo es algo más que eso: no se trata de su aspecto, sino de su actitud. Domina la sala solamente con su presencia y me doy cuenta de que Evelyn y yo no somos las únicas que lo miran. Todo el mundo ha reparado en su llegada.
Él tiene que notar el peso de todas esas miradas, pero no parece que eso le perturbe lo más mínimo. Sonríe a la camarera con las copas de champán, coge una y empieza a conversar con una mujer que se le ha acercado con una gran sonrisa.
— ¡Maldita camarera! —protesta Evelyn—. No me ha traído el vodka.
Sin embargo apenas la oigo.
— Zayn Malik… —digo.
Mi voz me sorprende: es apenas un susurro.
Evelyn arquea tanto las cejas que veo su gesto con el rabillo del ojo.
—Bueno, ¿qué opinas? —pregunta—. Parece que he acertado, ¿no?
—Desde luego —reconozco—. El señor Malk es precisamente el hombre a quien deseo conocer.
Solee012
Re: Desatame - Zayn Malik y Tu -
Espero que les guste, tal vez el sábado suba el capitulo II :)
Solee012
Capitulo II
2
Zayn Malik es el Santo Grial.» Eso es lo que Carl me había dicho aquella noche, justo después de: «Caramba, ___, qué sexy estás».
Creo que esperaba que me ruborizara, sonriera y le diera las gracias por sus amables palabras, pero como no lo hice, carraspeó y fue al grano.
—Supongo que sabes quién es Malik, ¿no?
—Ya has visto mi currículo —le recordé—. ¿Te has olvidado de la beca?
Durante cuatro de los cinco años que pasé en la Universidad de Texas tuve la suerte de ser la beneficiaria de una de las becas de Malik International, y cada semestre ese dinero marcó la diferencia entre el todo y la nada. De todas maneras, con beca o sin ella, hay que ser de otro planeta para no conocer al individuo en cuestión. A sus treinta años, el solitario campeón de tenis ha reunido los millones ganados en premios y patrocinios y se ha reinventado a sí mismo. Su fama de tenista no ha tardado en quedar eclipsada por su nueva faceta de emprendedor. El vasto Imperio de Malik genera millones todos los años.
—Claro, claro contestó Carl, distraído—. Bueno, el martes el Equipo Abril hará su presentación ante Malik Applied Technology.
En C-Squared, todos los equipos de producto llevan el nombre de un mes. No obstante, y a pesar de que tiene veintitrés empleados, la empresa todavía no ha echado mano de los meses de otoño e invierno.
—Eso es fantástico —le dije de corazón.
Tanto los inventores como los desarrolladores de software y los propietarios de nuevos negocios están dispuestos a todo con tal de lograr una entrevista con Zayn Malik. El hecho de que Carl hubiera conseguido semejante cita era la prueba definitiva de que mis esfuerzos por conseguir el trabajo habían valido la pena.
—Es increíble —ratificó Carl—. Vamos a enseñarle la versión beta del software de entrenamiento en 3D. Brian y David vendrán conmigo — añadió.
Se refería a los dos especialistas de software que habían escrito la mayor parte del código del producto. Si tenía en cuenta sus aplicaciones a todo lo relacionado con el deporte y el interés de Malik Applied Technology en la medicina deportiva y el entrenamiento, no me quedaba más remedio que reconocer que Carl se disponía a lanzar otro producto ganador.
—Quiero que nos acompañes a la reunión —me dijo, y logré evitar el ridículo que hubiera supuesto alzar el puño en señal de victoria—. Tenemos concertada una entrevista con Preston Rhodes. ¿Sabes quién es?
—No.
—Claro, nadie lo sabe porque Preston Rhodes es un don nadie.
Así que después de todo Carl no había conseguido un encuentro con Malik. No obstante yo tenía la sensación de saber adónde nos llevaba nuestra charla.
—A ver, ___, una adivinanza: ¿cómo se las arregla un genio en alza como yo para conseguir una cita en persona con un pez gordo como Zayn Malik?
—Haciendo contactos —contesté.
No había sido una estudiante de matrículas de honor por nada.
—Y para eso precisamente te he contratado —dijo mientras se dabagolpecitos en la sien y sus ojos recorrían mi vestido hasta detenerse en el escote.
Al menos no fue tan grosero como para decir abiertamente que confiaba en que esa noche sería mi escote —y no su producto— el que lograría interesar a Malik lo suficiente para que asistiera personalmente a la reunión. Con sinceridad , yo no creía que mis chicas estuvieran a la altura: soy atractiva, pero mi belleza es más del tipo «chica de la puerta de al lado», la clásica novia de Norteamérica. Además, me consta que a Malik le gustan las supermodelos de pasarela.
Tuve ocasión de comprobarlo hace seis años, cuando él todavía jugaba a tenis y yo seguía persiguiendo trofeos de belleza. Era el famoso de turno que había sido elegido para formar parte del jurado del concurso de Miss Tri-County Texas. Aunque apenas cruzamos cuatro palabras durante la recepción, el encuentro se grabó a fuego en mi memoria.
Me encontraba de pie ante el bufet, mirando fijamente las porciones de pastel de queso mientras me preguntaba si mi madre lo notaría en el caso de que me atreviera a comer solo una, cuando Zayn Malik se acercó con esa especie de seguridad en sí mismo que hace parecer arrogantes a muchos hombres, pero que en su caso lo volvía endemoniadamente sexy.
Me miró, miró los pasteles y cogió dos. Se los metió en la boca, los masticó, los tragó y me sonrió. Sus curiosos ojos —uno de color ámbar y el otro casi negro— parecían brillar de satisfacción.
Intenté pensar en algo ingenioso que decir, pero fracasé miserablemente; así que me quedé allí, con una sonrisa estúpida mientras me preguntaba si un beso suyo me proporcionaría «todo el sabor y cero calorías».
Se acercó, y mi respiración comenzó a acelerarse.
—Creo que somos almas gemelas, señorita Fairchild.
— ¿Perdón?
¿Se refería al pastel de queso? ¡Por Dios, esperaba no haber parecido envidiosa cuando se los había comido! Me moría solo de pensarlo.
—Me refiero a que ninguno de los dos desea estar aquí —explicó.
Ladeó la cabeza en dirección a la salida de emergencia más cercana, de repente me sobrevino la imagen de Malik cogiéndome de la mano y sacándome de allí. La claridad de ese pensamiento me asustó. Sin embargo, tener la certeza de que me iría con él sin pensarlo no me asustó en absoluto.
—Esto… yo… —farfullé.
Sus ojos sonrieron. Iba a decir algo, pero no llegué a saber qué era porque entonces Carmela D’Amato hizo su espectacular entrada y lo cogió del brazo.
—Zayn, cariño —dijo con un acento italiano tan intenso como su negro cabello ondulado—, nos tenemos que ir. Andiamo.
Nunca he sido aficionada a las revistas del corazón, pero no es fácil sustraerse al cotilleo sobre los famosos cuando se frecuentan los desfiles de belleza; así que había visto los titulares y las fotos que emparejaban al tenista famoso con la supermodelo italiana.
—Señorita Fairchild… —Se despidió con un ademán de cabeza y dio media vuelta para acompañar a Carmela a través de la multitud. Los observé alejarse y me consolé con la idea de haber visto en sus ojos cierta expresión de disgusto al marcharse. Disgusto y resignación.
Naturalmente, no lo había. ¿Por qué tenía que haberlo? Sin embargo, aquella pequeña fantasía me hizo soportable el resto del desfile.
En cualquier caso no le había comentado una palabra de aquel encuentro a Carl. Algunas cosas es mejor llevarlas con discreción.
Incluyendo lo impaciente que estoy por encontrarme de nuevo con Zayn Malik.
—Venga, Texas —dice Evelyn arrancándome de mi ensoñación—. Vamos a decirle hola.
Noto un golpecito en el hombro, me vuelvo y veo que Carl está detrás de mí. Tiene la sonrisa de quien acaba de echar un polvo, pero yo sé que no es por eso. Sencillamente está aturdido ante la posibilidad de hallarse cerca de Malik.
Bueno, yo también.
La gente se ha movido y oculta a mi hombre. Todavía no lo he visto de cara, solo de perfil, y ahora mismo ni eso. Evelyn va delante y se abre paso a pesar de que tiene que detenerse de vez en cuando a saludar a sus invitados. Mientras continuamos caminando un hombre de pecho prominente, vestido con una chaqueta de cuadros, se aparta y nos deja ver nuevamente a Zayn Malik.
Me parece incluso más impresionante que hace seis años. La impetuosidad de la juventud ha sido sustituida por la confianza que aporta la madurez. Es Jasón, es Hércules, es Perseo, una figura tan fuerte, bella y heroica que sin duda debe tener sangre de dioses en las venas. De lo contrario ¿cómo podría existir en este mundo un ser tan exquisito? Su rostro es un conjunto de líneas marcadas y ángulos que dan la impresión de haber sido esculpidos por la luz y la sombra. Lo dotan de una belleza de rasgos clásicos y al mismo tiempo único en su especie. Su pelo negro absorbe la luz igual que el ala de un cuervo, pero es mucho menos suave. Se diría que lo tiene revuelto por el viento, como si hubiera pasado el día en el mar. Un cabello contrasta con el pantalón cortado a medida y la impecable camisa blanca, lo que le confiere un aspecto de informal elegancia. No sorprende que sea capaz de sentirse igual de cómodo en una pista de tenis o en una reunión de accionistas.
Sus peculiares ojos llaman mi atención. Parecen tensos, peligrosos y llenos de oscuras promesas. Pero lo más importante es que me observan.
Me siguen a medida que me acerco a él.
Experimento una extraña sensación de déjà vu cuando cruzo el salón sintiéndome plenamente consciente de mi cuerpo, de mi postura, de cada uno de mis pasos. Es absurdo, pero me siento como si estuviera desfilando de nuevo.
Mantengo la vista al frente y evito mirarlo a los ojos. Me incomoda el nerviosismo que parece haberse apoderado de mí y tener la sensación de que es capaz de ver bajo la armadura que llevo encima de mi pequeño vestido negro.
Un paso y después otro.
No puedo evitarlo y lo miro. Nuestros ojos se encuentran, y siento como si me faltara el aire. Mi vieja fantasía se está haciendo realidad y me siento completamente perdida. La sensación de déjà vu se desvanece y solo queda este preciso instante, eléctrico y poderoso. Sensual.
Es como si estuviera flotando, pero no, estoy aquí, con el suelo bajo los pies, rodeada de paredes y con los ojos de Zayn Malik clavados en los míos. Veo ardor y propósito. Después no veo sino un deseo salvaje y primitivo, tan intenso que temo que me haga añicos con su empuje. Carl me coge por el codo y me ayuda a mantener el equilibrio. Solo entonces me doy cuenta de que he trastabillado.
— ¿Te encuentras bien?
—Son los zapatos nuevos, gracias.
Vuelvo a mirar a Malik, pero sus ojos se han vuelto inexpresivos. Su boca es una delgada línea. Fuera lo que fuese —y no dejo de preguntarme qué demonios habrá podido ser—, el momento ha pasado.
Cuando llegamos junto a él estoy casi convencida de que ha sido una jugarreta de mi imaginación.
A duras penas oigo las palabras de Evelyn cuando presenta a Carl. Soy la siguiente. Carl me pone la mano en el hombro y me empuja suavemente hacia delante. La noto sudada y pegajosa en mi piel desnuda y tengo que hacer un esfuerzo para no quitármela de encima.
—___ es la nueva ayudante de Carl —dice Evelyn.
Extiendo la mano.
—___ Fairchild. Es un placer.
No menciono que ya nos conocemos. No me parece el momento adecuado para recordarle que en una ocasión desfilé ante él en traje de baño. Malik me saluda con un frío «señorita Fairchild…» y hace caso omiso de la mano que le tiendo.
Siento un nudo en el estómago, y no sé si es por los nervios, por la decepción o por enfado. Malik mira a Carl y a Evelyn, pero evita claramente mis ojos.
—Disculpadme, pero debo atender un asunto urgente —les dice antes de desaparecer entre la multitud con la misma facilidad con la que un mago se desvanece en una nube de humo.
—Pero ¿qué demonios…? —pregunta Carl.
Por una vez Evelyn no dice palabra y se limita a mirarme con perplejidad mientras sus expresivos labios se fruncen en una mueca. De todas maneras no necesito palabras para saber lo que está pensando. Puedo ver claramente que se pregunta lo mismo que yo: ¿qué ha ocurrido?
Y algo más importante aún: ¿qué demonios he hecho mal?
Solee012
Capitulo III
3
Mi instante de mortificación nos envuelve durante lo que parece una eternidad. Luego Carl me coge del brazo y me aparta de Evelyn.
—Oye, ___…
Leo preocupación en su mirada.
—N… No pasa nada —le digo.
Me siento extrañamente aturdida y muy confusa. ¿Era esto realmente lo que esperaba con tantas ganas?
—Lo digo en serio, ___ —dice Carl tan pronto como ha puesto una prudente distancia entre nosotros y nuestra anfitriona—. ¿Qué coño ha sido eso?
—No lo sé.
— ¡Y una mierda! —replica—. ¿Lo conocías de antes y lo habías cabreado? ¿Tuviste una entrevista de trabajo con él antes de firmar conmigo? ¿Qué demonios has hecho, _______?
Me estremezco al oír mi nombre de pila.
—Yo no tengo nada que ver —respondo, porque deseo que sea cierto —. Malik es un tipo famoso y excéntrico. Se ha comportado como un grosero, pero no se ha tratado de nada personal. Es imposible.
Me doy cuenta de que he alzado la voz y trato de bajar el tono. Y respirar.
Cierro el puño izquierdo con tanta fuerza que me clavo las uñas. Me concentro en el dolor y en el sencillo acto de respirar. Necesito serenarme.Necesito estar tranquila. No puedo permitir que se me caiga la máscara de la ___ social.
Carl se mesa el cabello y suspira ruidosamente.
—Necesito un trago. Vamos.
—Yo estoy bien, gracias.
Estoy muy lejos de sentirme bien y lo único que deseo en esos momentos es estar sola. Al menos todo lo sola que se puede estar en una habitación llena de gente.
Veo que Carl tiene ganas de discutir y también que no ha decidido todavía lo que va a hacer. ¿Intentar acercarse nuevamente a Malik?
¿Marcharse de la fiesta y fingir que no ha ocurrido nada?
—Como quieras —gruñe por lo bajo.
Se aleja y alcanzo a oír que masculla « ¡mierda!» mientras se pierde entre la gente.
Respiro hondo y noto que la tensión de mis hombros cede. Me encamino hacia la terraza, pero veo que han descubierto mi rincón secreto y que al menos hay ocho personas que charlan y sonríen. No estoy de humor para charlar ni para sonreír.
Me desvío hacia uno de los caballetes que hay en medio de la sala y me quedo mirando fijam ente el cuadro. Muestra a una mujer desnuda y arrodillada en un suelo de baldosas. Tiene los brazos estirados por encima de la cabeza; y las muñecas, atadas con una cinta roja.
A su vez la cinta está anudada a una cadena que se alza verticalmente y se pierde fuera del cuadro. En los brazos de la mujer se aprecia tensión, como si estuviera tirando hacia abajo en un intento de liberarse. Su vientre es plano y tiene la espalda arqueada hacia delante, de manera que se le ven las costillas. Sus senos son pequeños. La mano del artista ha logrado plasmar el ligero enrojecimiento de sus pezones oscuros y erectos.
Su rostro resulta menos visible porque está vuelto de lado y rodeado de sombras. Da la impresión de que la modelo se avergüenza de sentirse excitada, de que se liberaría si pudiera. Pero no puede. Se encuentra atrapada ahí mientras expone su placer y su sonrojo a los ojos de todos.
Siento que un escalofrío me recorre la piel y me doy cuenta de que esa chica y yo tenemos algo en común. Acabo de sentir que un poder sensual se apoderaba de mí y he gozado con la experiencia, pero entonces Malik lo ha interrumpido como quien apaga la luz, y al igual que la modelo del cuadro me siento incómoda y avergonzada.
Bueno, pues que le den. Esa imbécil del cuadro puede sentirse avergonzada si quiere, pero yo no. He visto el deseo en los ojos de Malik y me he excitado. Punto y final. A otra cosa mariposa.
Miro con dureza a la modelo del lienzo. Es débil. No me gusta; y el cuadro, tampoco.
No he hecho más que dar media vuelta con la confianza recién recobrada cuando tropiezo con Zayn Malik en persona.
«Mierda.»
Su mano se desliza por mi cintura para ayudarme a no perder el equilibrio. Me zafo rápidamente pero no sin que mi mente haya procesado la sensación de contacto. Es firme y duro. Soy profundamente consciente de las partes de mi cuerpo que han chocado con el suyo: la palma de mi mano y mis pechos. La curva de mis caderas siente un persistente hormigueo ante la sorpresa de su tacto.
—Señorita Fairchild… —dice mientras me mira directamente con unos ojos que ya no son fríos ni inexpresivos. Me doy cuenta de que he dejado de respirar. Carraspeo y le ofrezco una breve y educada sonrisa, de las que dicen discretamente «déjame en paz».
—Le debo una disculpa —añade.
¿Ah?
—Sí, me la debe —contesto para mi sorpresa.
Aguardo, pero no dice más y se vuelve para mirar el cuadro.
—Es una obra interesante, pero usted habría sido mucho mejor modelo —comenta por fin.
« ¿Qué demonios…?»
—Es la peor disculpa que he oído en mi vida.
Me señala el rosto de la mujer.
—Es débil —comenta, y yo me olvido de las disculpas porque de repente me intriga la manera en que sus palabras me recuerdan mis anteriores pensamientos—. Supongo que puede haber quien se sienta atraído por el contraste entre deseo y vergüenza, pero yo prefiero algo más audaz, una sensualidad más segura de sí.
Me mira cuando dice esto último, y no sé si por fin está disculpándose por haberme desairado, felicitándome por mi compostura o simplemente siendo totalmente descortés. Opto por considerar que sus palabras son una forma de cumplido, de volver a empezar. Puede que no sea el planteamiento más acertado, pero sí el más halagador.
—Me complace que piense de ese modo, pero no soy de las que dan la talla como modelo.
Da un paso atrás y me mira de arriba abajo con deliberada lentitud.
Aunque solo sean unos pocos segundos su examen parece durar horas. La tensión crece entre los dos. Deseo acercarme para reducir la distancia que nos separa, pero no consigo moverme de donde estoy. Sus ojos se entretienen un instante en mis labios hasta que finalmente alza la cabeza y me mira a los ojos. Es entonces cuando me muevo. No puedo evitarlo. Me siento irresistiblemente atraída por la fuerza y el empuje de la tempestad que se está levantando en esos malditos ojos.
—No —dice sencillamente.
En un primer momento me siento confundida y creo que protesta por mi cercanía, pero entonces comprendo que es la respuesta a mi comentario de no dar la talla como modelo.
—Sí que la daría —prosigue—, pero no de esta manera, expuesta en una tela para que todo el mundo pueda verla. —Ladea ligeramente la cabeza a la izquierda, como si deseara contemplarme desde otro ángulo—. Sí —murmura de nuevo, pero sin explicarse más.
No soy propensa a ruborizarme, de modo que me fastidia notar que me arden las mejillas. Para ser alguien que acaba de deshacerse mentalmente de este hombre, estoy haciendo un triste papel a la hora de mantener el pabellón en alto.
—Esperaba tener la oportunidad de hablar con usted esta noche —le digo.
Arquea ligeramente las cejas con expresión de cortés curiosidad.
— ¿Ah, sí?
—Sí. Fui beneficiaria de una de sus becas y deseaba agradecérselo.
No dice ni palabra.
Continúo.
—Tuve que pagarme la universidad, de modo que su beca fue una gran ayuda. No creo que hubiera podido estudiar dos carreras sin su apoyo económico, así que le doy las gracias.
Sigo sin mencionar el desfile. Por lo que a mí se refiere, Damien Stark y yo estamos metidos un constante vuelta a empezar.
—Y ¿a qué se dedica ahora que ha salido de los sacrosantos muros del mundo académico?
Habla con tanta formalidad que comprendo que me está tomando el pelo. Decido hacer caso omiso y le respondo con la misma seriedad.
—Acabo de incorporarme a C-Squared. Soy la nueva ayudante de Carl Rosenfeld.
Es lo mismo que le ha dicho Evelyn, pero doy por hecho que no prestaba atención.
—Ya entiendo.
Lo dice de una manera que da a entender que no entiende nada en a0bsoluto.
— ¿Supone eso algún problema?
—Ninguno. Usted tiene dos carreras con un promedio de sobresaliente, unas recomendaciones estupendas de sus profesores, y tanto Cal Tech como el MIT la han aceptado para sus cursos de doctorado.
Lo miro, atónita. El comité de Malik International Fellowship adjudica treinta becas todos los años. ¿Cómo demonios sabe tanto de mi trayectoria académica?
—Sencillamente —prosigue—, me parece interesante que haya acabado como ayudante del propietario de la empresa en lugar de estar al frente de uno de sus equipos de desarrollo.
—Esto… yo…
No sé qué decir. La cabeza me da vueltas.
— ¿Se acuesta usted con su jefe, señorita Fairchild?
— ¿Qué?
—Lo siento si me pregunta ha sido poco clara. La repetiré: ¿se folla usted a Carl Rosenfeld?
— ¡Claro que no! —le espeto en el acto porque no puedo permitir que esa imagen flote en el ambiente.
Sin embargo lo lamento enseguida. En lugar de contestar tendría que haberlo abofeteado. ¿Qué clase de pregunta es esa?
— ¡Bien! —exclama con tanta firmeza y rotundidad que me olvido por completo de cualquier idea de azotarlo verbalmente.
Lo cierto es que mis pensamientos han dado un giro inesperado y me siento clara e inoportunamente excitada. Fulmino con la mirada a la mujer del retrato mientras mi odio hacia ella aumenta. No me siento especialmente satisfecha ni conmigo misma ni con Zayn Malik. Sin embargo, supongo que tenemos algo en común: en este momento me está imaginando sin mi pequeño vestido negro. Y yo también.
«Mierda.»
Malik ni siquiera se molesta en disimular su regocijo.
—Creo que acabo de escandalizarla, señorita Fairchild.
— ¡Qué demonios, claro que me ha escandalizado! ¿Qué esperaba?
En lugar de responder echa la cabeza hacia atrás y ríe. Es como si se le hubiera caído la máscara y pudiera atisbar al hombre que se oculta detrás.
Sonrío porque me gusta que compartamos ese rasgo.
— ¿Los demás podemos unirnos a la diversión?
Es Carl, y deseo desesperadamente decirle que no.
—Me alegro de volverlo a ver, señor Rosenfeld —dice Stark, con la máscara otra vez en su sitio.
Carl me mira y veo claramente la pregunta en sus ojos.
—Perdón, tengo que ir al baño sin falta —le digo.
Me escapo a la fría elegancia del tocador de Evelyn que tan previsoramente ha abastecido de enjuague bucal y laca. Hay incluso bastoncitos de rímel de usar y tirar. Veo un recipiente con sales exfoliantes con aroma a lavanda junto al lavamanos. Cojo un puñado, cierro los ojos y froto mientras imagino que me estoy desprendiendo de la concha de mi persona para dejar al descubierto algo nuevo y reluciente.
Me aclaro las manos con agua tibia y me acaricio la piel con la yema de los dedos. Mis manos han quedados suaves, tersas y sensuales.
Me encuentro con mis ojos en el espejo.
—No —susurro, pero mi mano se desliza hasta el borde de mi vestido y lo acaricia justo por encima de la rodilla. El cuerpo es ceñido en la cintura y las caderas, pero la falda tiene vuelo y ha sido diseñada para que ondee de forma sugerente cuando camino.
Mis dedos se deslizan por la rodilla y después suben despacio por el interior de los muslos. Veo mi rostro en el espejo y cierro los ojos porque lo que deseo ver es el rostro de Stark, sus ojos mirándome desde el espejo.
Hay sensualidad en la manera en que mis dedos acarician mi propia piel, un lánguido erotismo que en otros momentos podría crecer hasta convertirse en algo ardiente y explosivo. Sin embargo, no es eso lo que pretendo, sino lo que estoy destruyendo.
Me detengo cuando lo noto, el tejido irregular y abultado de la cicatriz que desde hace cinco años estropea la perfecta tersura de mi muslo interior. Lo presiono con la punta de los dedos y recuerdo el dolor que acompañó esa herida concreta. Fue la semana en que mi hermana Ashley murió, y yo me desmoroné bajo el peso de la pena.
Pero todo eso pertenece al pasado, así que cierro los ojos mientras noto el cuerpo caliente y la cicatriz palpitante bajo mi mano.
Cuando vuelvo a abrirlos solo me veo a mí misma: a ___ Fairchild de nuevo al mando.
Me envuelvo en mi renovada confianza como si fuera una manta y regreso a la fiesta. Ambos hombres me contemplan cuando me acerco. El rostro de Malik es inescrutable, pero Carl ni siquiera se molesta en disimular su alegría. Parece un niño de seis años la mañana de Navidad.
—Despídete, ___. Nos vamos. Tenemos mucho, mucho que hacer.
— ¿Ahora? —No me molesto siquiera en ocultar mi confusión.
—Resulta que el señor Malik estará fuera el martes, de modo que vamos a adelantar la reunión a mañana.
— ¿A un sábado?
— ¿Hay algún problema? —me pregunta Malik.
—No, claro que no, pero…
—El señor Malik quiere asistir —explica Carl—, asistir personalmente —añade, como si no me hubiera enterado la primera vez.
—De acuerdo, pero antes me gustaría despedirme de Evelyn.
Hago ademán de alejarme, pero la voz de Malik me lo impide.
—Me gustaría que la señorita Fairchild se quedara.
— ¿Perdón? —pregunta Carl y pone voz a mis pensamientos.
—Resulta que me estoy construyendo una casa que está casi terminada.
He venido esta noche para ver si encontraba un cuadro adecuado para una de las habitaciones y me gustaría contar con una opinión femenina. Como es natural me ocuparé de devolverla sana y salva a su casa.
—Bueno… —Carl parece a punto de protestar, pero lo piensa mejor y responde—: Desde luego. Seguro que ___ lo ayudará encantada.
¡Y un cuerno! Una cosa es que me haya puesto el condenado vestido y otra completamente distinta es saltarse el ensayo de la presentación solo porque un millonario ególatra acaba de chasquear los dedos, por muy bueno que esté.
Carl se vuelve hacia mí antes de que yo haya tenido tiempo de articular una respuesta coherente.
—Ya hablaremos mañana, ___ —dice—. La reunión será a las dos.
Se va y me deja hecha una furia junto a un Malik muy ufano.
—Pero ¿quién demonios se cree que es? —le pregunto.
—Sé perfectamente quién soy, señorita Fairchild. ¿Y usted?
—En ese caso quizá la pregunta adecuada sea quién demonios cree que soy yo.
— ¿Se siente atraída por mí?
— ¿Que si yo…? —farfullo. Sus palabras me han pillado desprevenida y procuro recobrar el equilibrio—. Esa no es la cuestión en absoluto.
Hace una mueca con la comisura del labio y me doy cuenta de que he dicho demasiado.
—Soy la ayudante de Carl —añado despacio y firmemente—, no la suya, y entre mis obligaciones no figura la de decorar su maldita casa.
No grito, pero mi tono de voz se tensa como un alambre; y mi cuerpo, más.
Malik, el muy condenado, no solo está totalmente a sus anchas, sino que incluso parece divertirse.
—Si entre sus obligaciones figura la de ayudar a su jefe a reunir capital, entonces es posible que deba reconsiderar su actitud. No creo que insultar a inversores potenciales sea la mejor táctica.
Me atraviesa una fría punzada de miedo ante la posibilidad de haberlo estropeado todo.
—Puede que no —contesto—, pero si va guardarse su dinero porque no he caído rendida a sus pies ni me he levantado las faldas, entonces no es la clase de hombre que dice la prensa. El Zayn Malik sobre el que he leído invierte en calidad, no en amistades o en relaciones sociales o porque crea que algún oscuro inventor necesita hacer negocio. El Zayn Malik que yo admiro se centra en el talento y solo en el talento. ¿O se trata solo de una cuestión de relaciones públicas?
Permanezco en mi sitio, muy erguida, dispuesta a soportar cualquier réplica verbal, pero no estoy preparada para la respuesta que recibo.
Malik se echa a reír.
—Tiene razón —dice—. No pienso invertir en C-Squared más de lo previsto porque haya conocido a Carl en esta fiesta o porque me la lleve austed a la cama.
—Oh.
Una vez más me arden las mejillas, y una vez más me ha desconcertado.
—Aun así, la quiero a mi lado.
Tengo la boca seca y debo tragar saliva antes de poder contestar.
— ¿Para ayudarlo a elegir un cuadro?
—Sí —me confirma—. Al menos por el momento.
Me esfuerzo por no pensar más allá.
—Y ¿por qué?
—Porque necesito una opinión sincera. La mayor parte de las mujeres que se cuelgan de mi brazo solo me dicen lo que creen que deseo escuchar y no lo que opinan de verdad.
—Yo no estoy colgada de su brazo, señor Malik.
Dejo que las palabras floten en el aire un momento. Acto seguido doy media vuelta con deliberada lentitud y me alejo. Noto que me mira, pero no me detengo ni me vuelvo. Sonrío despacio y añado un ligero contoneo a mis caderas. Es mi momento de triunfo y pretendo saborearlo.
Solo que la victoria no es tan dulce como esperaba. En realidad tiene un toque amargo porque en mi interior, muy en mi interior, no puedo evitar preguntarme cómo sería ir colgada del brazo de Zayn Malik.
Mi instante de mortificación nos envuelve durante lo que parece una eternidad. Luego Carl me coge del brazo y me aparta de Evelyn.
—Oye, ___…
Leo preocupación en su mirada.
—N… No pasa nada —le digo.
Me siento extrañamente aturdida y muy confusa. ¿Era esto realmente lo que esperaba con tantas ganas?
—Lo digo en serio, ___ —dice Carl tan pronto como ha puesto una prudente distancia entre nosotros y nuestra anfitriona—. ¿Qué coño ha sido eso?
—No lo sé.
— ¡Y una mierda! —replica—. ¿Lo conocías de antes y lo habías cabreado? ¿Tuviste una entrevista de trabajo con él antes de firmar conmigo? ¿Qué demonios has hecho, _______?
Me estremezco al oír mi nombre de pila.
—Yo no tengo nada que ver —respondo, porque deseo que sea cierto —. Malik es un tipo famoso y excéntrico. Se ha comportado como un grosero, pero no se ha tratado de nada personal. Es imposible.
Me doy cuenta de que he alzado la voz y trato de bajar el tono. Y respirar.
Cierro el puño izquierdo con tanta fuerza que me clavo las uñas. Me concentro en el dolor y en el sencillo acto de respirar. Necesito serenarme.Necesito estar tranquila. No puedo permitir que se me caiga la máscara de la ___ social.
Carl se mesa el cabello y suspira ruidosamente.
—Necesito un trago. Vamos.
—Yo estoy bien, gracias.
Estoy muy lejos de sentirme bien y lo único que deseo en esos momentos es estar sola. Al menos todo lo sola que se puede estar en una habitación llena de gente.
Veo que Carl tiene ganas de discutir y también que no ha decidido todavía lo que va a hacer. ¿Intentar acercarse nuevamente a Malik?
¿Marcharse de la fiesta y fingir que no ha ocurrido nada?
—Como quieras —gruñe por lo bajo.
Se aleja y alcanzo a oír que masculla « ¡mierda!» mientras se pierde entre la gente.
Respiro hondo y noto que la tensión de mis hombros cede. Me encamino hacia la terraza, pero veo que han descubierto mi rincón secreto y que al menos hay ocho personas que charlan y sonríen. No estoy de humor para charlar ni para sonreír.
Me desvío hacia uno de los caballetes que hay en medio de la sala y me quedo mirando fijam ente el cuadro. Muestra a una mujer desnuda y arrodillada en un suelo de baldosas. Tiene los brazos estirados por encima de la cabeza; y las muñecas, atadas con una cinta roja.
A su vez la cinta está anudada a una cadena que se alza verticalmente y se pierde fuera del cuadro. En los brazos de la mujer se aprecia tensión, como si estuviera tirando hacia abajo en un intento de liberarse. Su vientre es plano y tiene la espalda arqueada hacia delante, de manera que se le ven las costillas. Sus senos son pequeños. La mano del artista ha logrado plasmar el ligero enrojecimiento de sus pezones oscuros y erectos.
Su rostro resulta menos visible porque está vuelto de lado y rodeado de sombras. Da la impresión de que la modelo se avergüenza de sentirse excitada, de que se liberaría si pudiera. Pero no puede. Se encuentra atrapada ahí mientras expone su placer y su sonrojo a los ojos de todos.
Siento que un escalofrío me recorre la piel y me doy cuenta de que esa chica y yo tenemos algo en común. Acabo de sentir que un poder sensual se apoderaba de mí y he gozado con la experiencia, pero entonces Malik lo ha interrumpido como quien apaga la luz, y al igual que la modelo del cuadro me siento incómoda y avergonzada.
Bueno, pues que le den. Esa imbécil del cuadro puede sentirse avergonzada si quiere, pero yo no. He visto el deseo en los ojos de Malik y me he excitado. Punto y final. A otra cosa mariposa.
Miro con dureza a la modelo del lienzo. Es débil. No me gusta; y el cuadro, tampoco.
No he hecho más que dar media vuelta con la confianza recién recobrada cuando tropiezo con Zayn Malik en persona.
«Mierda.»
Su mano se desliza por mi cintura para ayudarme a no perder el equilibrio. Me zafo rápidamente pero no sin que mi mente haya procesado la sensación de contacto. Es firme y duro. Soy profundamente consciente de las partes de mi cuerpo que han chocado con el suyo: la palma de mi mano y mis pechos. La curva de mis caderas siente un persistente hormigueo ante la sorpresa de su tacto.
—Señorita Fairchild… —dice mientras me mira directamente con unos ojos que ya no son fríos ni inexpresivos. Me doy cuenta de que he dejado de respirar. Carraspeo y le ofrezco una breve y educada sonrisa, de las que dicen discretamente «déjame en paz».
—Le debo una disculpa —añade.
¿Ah?
—Sí, me la debe —contesto para mi sorpresa.
Aguardo, pero no dice más y se vuelve para mirar el cuadro.
—Es una obra interesante, pero usted habría sido mucho mejor modelo —comenta por fin.
« ¿Qué demonios…?»
—Es la peor disculpa que he oído en mi vida.
Me señala el rosto de la mujer.
—Es débil —comenta, y yo me olvido de las disculpas porque de repente me intriga la manera en que sus palabras me recuerdan mis anteriores pensamientos—. Supongo que puede haber quien se sienta atraído por el contraste entre deseo y vergüenza, pero yo prefiero algo más audaz, una sensualidad más segura de sí.
Me mira cuando dice esto último, y no sé si por fin está disculpándose por haberme desairado, felicitándome por mi compostura o simplemente siendo totalmente descortés. Opto por considerar que sus palabras son una forma de cumplido, de volver a empezar. Puede que no sea el planteamiento más acertado, pero sí el más halagador.
—Me complace que piense de ese modo, pero no soy de las que dan la talla como modelo.
Da un paso atrás y me mira de arriba abajo con deliberada lentitud.
Aunque solo sean unos pocos segundos su examen parece durar horas. La tensión crece entre los dos. Deseo acercarme para reducir la distancia que nos separa, pero no consigo moverme de donde estoy. Sus ojos se entretienen un instante en mis labios hasta que finalmente alza la cabeza y me mira a los ojos. Es entonces cuando me muevo. No puedo evitarlo. Me siento irresistiblemente atraída por la fuerza y el empuje de la tempestad que se está levantando en esos malditos ojos.
—No —dice sencillamente.
En un primer momento me siento confundida y creo que protesta por mi cercanía, pero entonces comprendo que es la respuesta a mi comentario de no dar la talla como modelo.
—Sí que la daría —prosigue—, pero no de esta manera, expuesta en una tela para que todo el mundo pueda verla. —Ladea ligeramente la cabeza a la izquierda, como si deseara contemplarme desde otro ángulo—. Sí —murmura de nuevo, pero sin explicarse más.
No soy propensa a ruborizarme, de modo que me fastidia notar que me arden las mejillas. Para ser alguien que acaba de deshacerse mentalmente de este hombre, estoy haciendo un triste papel a la hora de mantener el pabellón en alto.
—Esperaba tener la oportunidad de hablar con usted esta noche —le digo.
Arquea ligeramente las cejas con expresión de cortés curiosidad.
— ¿Ah, sí?
—Sí. Fui beneficiaria de una de sus becas y deseaba agradecérselo.
No dice ni palabra.
Continúo.
—Tuve que pagarme la universidad, de modo que su beca fue una gran ayuda. No creo que hubiera podido estudiar dos carreras sin su apoyo económico, así que le doy las gracias.
Sigo sin mencionar el desfile. Por lo que a mí se refiere, Damien Stark y yo estamos metidos un constante vuelta a empezar.
—Y ¿a qué se dedica ahora que ha salido de los sacrosantos muros del mundo académico?
Habla con tanta formalidad que comprendo que me está tomando el pelo. Decido hacer caso omiso y le respondo con la misma seriedad.
—Acabo de incorporarme a C-Squared. Soy la nueva ayudante de Carl Rosenfeld.
Es lo mismo que le ha dicho Evelyn, pero doy por hecho que no prestaba atención.
—Ya entiendo.
Lo dice de una manera que da a entender que no entiende nada en a0bsoluto.
— ¿Supone eso algún problema?
—Ninguno. Usted tiene dos carreras con un promedio de sobresaliente, unas recomendaciones estupendas de sus profesores, y tanto Cal Tech como el MIT la han aceptado para sus cursos de doctorado.
Lo miro, atónita. El comité de Malik International Fellowship adjudica treinta becas todos los años. ¿Cómo demonios sabe tanto de mi trayectoria académica?
—Sencillamente —prosigue—, me parece interesante que haya acabado como ayudante del propietario de la empresa en lugar de estar al frente de uno de sus equipos de desarrollo.
—Esto… yo…
No sé qué decir. La cabeza me da vueltas.
— ¿Se acuesta usted con su jefe, señorita Fairchild?
— ¿Qué?
—Lo siento si me pregunta ha sido poco clara. La repetiré: ¿se folla usted a Carl Rosenfeld?
— ¡Claro que no! —le espeto en el acto porque no puedo permitir que esa imagen flote en el ambiente.
Sin embargo lo lamento enseguida. En lugar de contestar tendría que haberlo abofeteado. ¿Qué clase de pregunta es esa?
— ¡Bien! —exclama con tanta firmeza y rotundidad que me olvido por completo de cualquier idea de azotarlo verbalmente.
Lo cierto es que mis pensamientos han dado un giro inesperado y me siento clara e inoportunamente excitada. Fulmino con la mirada a la mujer del retrato mientras mi odio hacia ella aumenta. No me siento especialmente satisfecha ni conmigo misma ni con Zayn Malik. Sin embargo, supongo que tenemos algo en común: en este momento me está imaginando sin mi pequeño vestido negro. Y yo también.
«Mierda.»
Malik ni siquiera se molesta en disimular su regocijo.
—Creo que acabo de escandalizarla, señorita Fairchild.
— ¡Qué demonios, claro que me ha escandalizado! ¿Qué esperaba?
En lugar de responder echa la cabeza hacia atrás y ríe. Es como si se le hubiera caído la máscara y pudiera atisbar al hombre que se oculta detrás.
Sonrío porque me gusta que compartamos ese rasgo.
— ¿Los demás podemos unirnos a la diversión?
Es Carl, y deseo desesperadamente decirle que no.
—Me alegro de volverlo a ver, señor Rosenfeld —dice Stark, con la máscara otra vez en su sitio.
Carl me mira y veo claramente la pregunta en sus ojos.
—Perdón, tengo que ir al baño sin falta —le digo.
Me escapo a la fría elegancia del tocador de Evelyn que tan previsoramente ha abastecido de enjuague bucal y laca. Hay incluso bastoncitos de rímel de usar y tirar. Veo un recipiente con sales exfoliantes con aroma a lavanda junto al lavamanos. Cojo un puñado, cierro los ojos y froto mientras imagino que me estoy desprendiendo de la concha de mi persona para dejar al descubierto algo nuevo y reluciente.
Me aclaro las manos con agua tibia y me acaricio la piel con la yema de los dedos. Mis manos han quedados suaves, tersas y sensuales.
Me encuentro con mis ojos en el espejo.
—No —susurro, pero mi mano se desliza hasta el borde de mi vestido y lo acaricia justo por encima de la rodilla. El cuerpo es ceñido en la cintura y las caderas, pero la falda tiene vuelo y ha sido diseñada para que ondee de forma sugerente cuando camino.
Mis dedos se deslizan por la rodilla y después suben despacio por el interior de los muslos. Veo mi rostro en el espejo y cierro los ojos porque lo que deseo ver es el rostro de Stark, sus ojos mirándome desde el espejo.
Hay sensualidad en la manera en que mis dedos acarician mi propia piel, un lánguido erotismo que en otros momentos podría crecer hasta convertirse en algo ardiente y explosivo. Sin embargo, no es eso lo que pretendo, sino lo que estoy destruyendo.
Me detengo cuando lo noto, el tejido irregular y abultado de la cicatriz que desde hace cinco años estropea la perfecta tersura de mi muslo interior. Lo presiono con la punta de los dedos y recuerdo el dolor que acompañó esa herida concreta. Fue la semana en que mi hermana Ashley murió, y yo me desmoroné bajo el peso de la pena.
Pero todo eso pertenece al pasado, así que cierro los ojos mientras noto el cuerpo caliente y la cicatriz palpitante bajo mi mano.
Cuando vuelvo a abrirlos solo me veo a mí misma: a ___ Fairchild de nuevo al mando.
Me envuelvo en mi renovada confianza como si fuera una manta y regreso a la fiesta. Ambos hombres me contemplan cuando me acerco. El rostro de Malik es inescrutable, pero Carl ni siquiera se molesta en disimular su alegría. Parece un niño de seis años la mañana de Navidad.
—Despídete, ___. Nos vamos. Tenemos mucho, mucho que hacer.
— ¿Ahora? —No me molesto siquiera en ocultar mi confusión.
—Resulta que el señor Malik estará fuera el martes, de modo que vamos a adelantar la reunión a mañana.
— ¿A un sábado?
— ¿Hay algún problema? —me pregunta Malik.
—No, claro que no, pero…
—El señor Malik quiere asistir —explica Carl—, asistir personalmente —añade, como si no me hubiera enterado la primera vez.
—De acuerdo, pero antes me gustaría despedirme de Evelyn.
Hago ademán de alejarme, pero la voz de Malik me lo impide.
—Me gustaría que la señorita Fairchild se quedara.
— ¿Perdón? —pregunta Carl y pone voz a mis pensamientos.
—Resulta que me estoy construyendo una casa que está casi terminada.
He venido esta noche para ver si encontraba un cuadro adecuado para una de las habitaciones y me gustaría contar con una opinión femenina. Como es natural me ocuparé de devolverla sana y salva a su casa.
—Bueno… —Carl parece a punto de protestar, pero lo piensa mejor y responde—: Desde luego. Seguro que ___ lo ayudará encantada.
¡Y un cuerno! Una cosa es que me haya puesto el condenado vestido y otra completamente distinta es saltarse el ensayo de la presentación solo porque un millonario ególatra acaba de chasquear los dedos, por muy bueno que esté.
Carl se vuelve hacia mí antes de que yo haya tenido tiempo de articular una respuesta coherente.
—Ya hablaremos mañana, ___ —dice—. La reunión será a las dos.
Se va y me deja hecha una furia junto a un Malik muy ufano.
—Pero ¿quién demonios se cree que es? —le pregunto.
—Sé perfectamente quién soy, señorita Fairchild. ¿Y usted?
—En ese caso quizá la pregunta adecuada sea quién demonios cree que soy yo.
— ¿Se siente atraída por mí?
— ¿Que si yo…? —farfullo. Sus palabras me han pillado desprevenida y procuro recobrar el equilibrio—. Esa no es la cuestión en absoluto.
Hace una mueca con la comisura del labio y me doy cuenta de que he dicho demasiado.
—Soy la ayudante de Carl —añado despacio y firmemente—, no la suya, y entre mis obligaciones no figura la de decorar su maldita casa.
No grito, pero mi tono de voz se tensa como un alambre; y mi cuerpo, más.
Malik, el muy condenado, no solo está totalmente a sus anchas, sino que incluso parece divertirse.
—Si entre sus obligaciones figura la de ayudar a su jefe a reunir capital, entonces es posible que deba reconsiderar su actitud. No creo que insultar a inversores potenciales sea la mejor táctica.
Me atraviesa una fría punzada de miedo ante la posibilidad de haberlo estropeado todo.
—Puede que no —contesto—, pero si va guardarse su dinero porque no he caído rendida a sus pies ni me he levantado las faldas, entonces no es la clase de hombre que dice la prensa. El Zayn Malik sobre el que he leído invierte en calidad, no en amistades o en relaciones sociales o porque crea que algún oscuro inventor necesita hacer negocio. El Zayn Malik que yo admiro se centra en el talento y solo en el talento. ¿O se trata solo de una cuestión de relaciones públicas?
Permanezco en mi sitio, muy erguida, dispuesta a soportar cualquier réplica verbal, pero no estoy preparada para la respuesta que recibo.
Malik se echa a reír.
—Tiene razón —dice—. No pienso invertir en C-Squared más de lo previsto porque haya conocido a Carl en esta fiesta o porque me la lleve austed a la cama.
—Oh.
Una vez más me arden las mejillas, y una vez más me ha desconcertado.
—Aun así, la quiero a mi lado.
Tengo la boca seca y debo tragar saliva antes de poder contestar.
— ¿Para ayudarlo a elegir un cuadro?
—Sí —me confirma—. Al menos por el momento.
Me esfuerzo por no pensar más allá.
—Y ¿por qué?
—Porque necesito una opinión sincera. La mayor parte de las mujeres que se cuelgan de mi brazo solo me dicen lo que creen que deseo escuchar y no lo que opinan de verdad.
—Yo no estoy colgada de su brazo, señor Malik.
Dejo que las palabras floten en el aire un momento. Acto seguido doy media vuelta con deliberada lentitud y me alejo. Noto que me mira, pero no me detengo ni me vuelvo. Sonrío despacio y añado un ligero contoneo a mis caderas. Es mi momento de triunfo y pretendo saborearlo.
Solo que la victoria no es tan dulce como esperaba. En realidad tiene un toque amargo porque en mi interior, muy en mi interior, no puedo evitar preguntarme cómo sería ir colgada del brazo de Zayn Malik.
Solee012
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
Página 1 de 1.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.
Miér 20 Nov 2024, 12:51 am por SweetLove22
» My dearest
Lun 11 Nov 2024, 7:37 pm por lovesick
» Sayonara, friday night
Lun 11 Nov 2024, 12:38 am por lovesick
» in the heart of the circle
Dom 10 Nov 2024, 7:56 pm por hange.
» air nation
Miér 06 Nov 2024, 10:08 am por hange.
» life is a box of chocolates
Mar 05 Nov 2024, 2:54 pm por 14th moon
» —Hot clown shit
Lun 04 Nov 2024, 9:10 pm por Jigsaw
» outoflove.
Lun 04 Nov 2024, 11:42 am por indigo.
» witches of own
Dom 03 Nov 2024, 9:16 pm por hange.