Dessert Sky |Harry Styles|

Recobré el aire que me faltaba respirando profundo, las lágrimas se retenían en mis ojos acumuladas, levante mi mano para acariciar su rostro en la pantalla donde él sonreía, frente a la cámara de la video llamada.

—Ellos son unos idiotas, cariño— volví a reír— pero aún me haces falta. Te amo y te extraño demasiado cielo.— pronunció él desde aquella habitación de hotel en Australia. — Las estrellas de aquí no brillan si no estás tú a mi lado, el cielo es aburrido.— terminó la oración.

—Para, Harry, por favor— murmuré bajo sonrojada, mirando hacia el suelo. Me quebraba totalmente al oírlo decir aquello.

—Es verdad, Bonnie. — dijo con aquella voz ronca que me estaba matando. — Mírame cielo.— pidió a lo que yo negué con la cabeza— Por favor...— él rogó, no podía resistir a aquel desafío que me ponía. Levanté la cabeza a verlo, sus ojos esmeralda me miraban con súplica. — Prometo regresar pronto, llevarte al desierto y contar las estrellas del cielo hasta el amanecer.— dijo con una sonrisa asomándose por sus labios.

—¿Como en nuestro sueño?— pregunté tímidamente ilusionada.

—Sí pequeña, como en nuestro sueño.

Sola, la almohada a mi lado estaba fría, gran recordatorio de que él no estaba junto a mí, sino todo lo contrario, al otro lado del mundo, sosteniendo un micrófono, explotando sus cuerdas vocales.

Tres meses, en otras palabras doce semanas, u ochenta y cuatro días con exactitud corrían en el calendario con aquel vacío. Llevaba separada de Harry por aquella cantidad de tiempo, que sonaba muy poco, pero realmente era un suplicio.

El verlo todas las mañanas al despertar, al igual de ser la última imagen que mis ojos captaban por las noches antes de quedar profundamente dormida en sus brazos, se había vuelto un hábito para mí. Y definitivamente aquellos tres simples meses parecían tan largos como si se tratasen de tres años, o inclusive décadas.

Las sábanas que me arropaban en medio de una cama matrimonial se encontraban tibias y aún tenían impregnado el aroma de él. Miraba al techo pensando en aquellas charlas interminables que teníamos antes de dormir, cuando imaginábamos que aquel techo pronto se volvía el cielo despejado del desierto, donde se podían apreciar todas las constelaciones que habían sido descubiertas.

Mi estómago rugió en medio del silencio que invadía mi dormitorio, me apiadaba de mi metabolismo hambriento, el día anterior apenas había comido algunos emparedados con zumo de naranja y el bote de helado de chocolate mientras veía cualquier película romántica que me recordara a mi chico de rizos.

Con pereza me levanté de la cama desordenada, abrí mi teléfono que yacía en la pequeña mesa de al lado, 12:08 pm. Definitivamente, pronto invernaría como un oso por toda la temporada antes de que empezara mi último año de escuela. Sin Harry, sin escuela, los días eran eternos y la soledad era mi única compañía en casa.

Bajé las escaleras con mis pantuflas a paso de tortuga, no tenía prisa alguna, aunque mi estómago gruñón no decía lo mismo. Entré a la cocina y todo estaba tal cual había estado la anterior semana y la previa a ésa también.

No había pasado mucho tiempo dentro de aquella habitación del apartamento que compartía con mi novio, salvo por el hecho de que iba por los emparedados que tenía congelados, sólo para calentarlos en el microondas, definitivamente era toda una vaga, me sorprendía el hecho de que me había bañado todos los días sin falta alguna.

Abrí la alacena, me preparé algo muy sencillo para desayunar, cereales con leche así calmaría el dolor de estómago que molestaba.

Un pío sonó en mi teléfono que yacía en la mesa, mientras la última gota de leche terminaba de atravesar mi garganta.

Seguía diariamente los pasos de la banda cuando estaban de tour, me reconfortaba al menos ver las fotografía de aquellos muchachos sonriendo a las cámaras al lado de chicas que cumplían su sueño con aquel flash en sus rostros.

Mi corazón latía a mil, cuando cruzaba miradas con la del rizado así se tratase de él, inmóvil en una imagen.

Desbloqueé mi teléfono introduciendo mi contraseña de cuatro dígitos, me estremecí de la emoción por querer verlo.

Mi pulgar se inmovilizó cuando vi aquella foto en Twitter, parpadeé con la intención de deshacer de mi vista aquella imagen, sin embargo no era mi imaginación, no eran alucinaciones mías por el miedo que tenía de tenerlo a tantos metros de distancia, aquella foto realmente andaba por Twitter, real o falsa, algo había pasado con Harry allá en Nueva Zelanda.