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Hate is p e r f e c t.
O W N :: Originales :: Originales :: One Shot's (originales)
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Hate is p e r f e c t.
por cherry hunt. Lun 14 Oct 2013, 6:31 pm
Miré el cuaderno, golpeando suavemente el bolígrafo contra el pupitre de la escuela. Mi estómago dolía, hoy era el día importante, hoy definitivamente lo haría. Sonreí para mi misma una última vez. El timbre sonó y yo, sin siquiera saludar al profesor, me retiré del aula junto con el resto de mis compañeros. ''Hoy, hoy es importante, no debo fallar''. En la salida del instituto, me esperaba mi hermano. Estaba seria, y así continuaría por el resto del día. Durante el camino a casa, no dijimos palabra alguna.
Entré a casa, viendo a mis otras dos hermanas. Subí las escaleras con indiferencia. Ya nada me importaba, toda esta pesadilla debía terminar. Me encerré en mi habitación y tomé todas las fotos en donde aparecíamos los cuatro. Las quemé, las exterminé, las hice desaparecer, toda y cada una de ellas eran cenizas que yacían en la alfombra de mi cuarto. Reí. Mis hermanas no eran tontas, en seguida, golpearon la puerta de mi habitación y yo, las dejé pasar, justo como lo planeado. Volví a reír para mi misma. Ellas preguntaron qué pasaba, yo me quedé en silencio y me puse de pie.
Me quedé parada unos tres minutos, luego a paso lento me dirigí hacia mi cama, levanté la almohada. Allí estaba, por fin, estaba decidida. Mis hermanas se miraron entre ellas, no entendían nada aún. Tomé el machete y lo oculté detrás de mi espalda. Me senté nuevamente y me acerqué a una de ellas, la tomé de la mejilla, estirándosela a la vez que rápidamente pasaba el filo del machete por su cuello. ¡Dulce victoria! Solamente quedaba una. La miré mientras que la alfombra pasaba de un color rosa pastel a un rojo carmesí. Ella pensaba correr, pero fui mucho más rápida. La tomé del brazo, tirándola hacia el suelo, subiendo encima, para ahorcarla con mis propias manos. Lo último que vio, fue mi hermosa sonrisa, satisfecha.
Abandoné mi habitación, mi hermano no había oído nada, estaba escuchando música con sus audífonos, escribiendo no sé que cosa. Me acerqué lentamente, desde atrás, y comencé a besarle el cuello. Se sorprendió y me miró asustado. Yo solamente seguí y susurré en su oído: --¿Qué pasa hermanito? ¿No quieres hacerme gritar como lo hacías con mis hermanas?--. Él no respondió, y me siguió la corriente. Se dio la vuelta, y me empujó, haciéndome caer al suelo. Me sujetó las muñecas con sus manos, realmente fuerte, dolía. Las ató y comenzó a desvestirme. Lo miré con temor, esto no se parecía a nada de lo que había echo con mis hermanas. Unas pequeñas lágrimas se escaparon de mis ojos.
Comencé a sentir dolor, lástima ahora por mi cuerpo que ardía por dentro. Le pedí que parara, pero él no lo hizo. Luego de media hora y cuarenta minutos, paró. Yacía desnuda, en el suelo, atada. Me sonrió y me desató. Me vestí sin decir nada. Ni siquiera sabía porqué lo había hecho de aquella manera. ¡Lo odiaba! ¡Lo odiaba! ¡Siempre había preferido a estas putas antes que a mí! Lo miré enfadada. Salí de su habitación, entrando a la mía para recoger el machete nuevamente. ¡No podía perdonar semejante preferencia ante ellas! Caminé a paso firmes, dando un último vistazo a ambos cuerpos que estaban tirados, deshaciéndose. A grata sorpresa, me encontré con mi hermano en el pasillo. Observó los cuerpos y puso cara de preocupación. Se alejaba lentamente de mí, y yo, me acercaba. Sonreí y lo empujé. Rodó, rodó y rodó hasta llegar al fin de las escaleras. Bajé estas a paso lento, viendo el futuro cadáver de mi hermano en el suelo de madera que apenas había sido lustrado. --Ya tuvimos suficiente diversión, no es así?-- musité, a la vez que clavaba el machete en mi garganta y dejaba sumergirme en la oscuridad. Ya, ya había sido suficiente para mí.
Entré a casa, viendo a mis otras dos hermanas. Subí las escaleras con indiferencia. Ya nada me importaba, toda esta pesadilla debía terminar. Me encerré en mi habitación y tomé todas las fotos en donde aparecíamos los cuatro. Las quemé, las exterminé, las hice desaparecer, toda y cada una de ellas eran cenizas que yacían en la alfombra de mi cuarto. Reí. Mis hermanas no eran tontas, en seguida, golpearon la puerta de mi habitación y yo, las dejé pasar, justo como lo planeado. Volví a reír para mi misma. Ellas preguntaron qué pasaba, yo me quedé en silencio y me puse de pie.
Me quedé parada unos tres minutos, luego a paso lento me dirigí hacia mi cama, levanté la almohada. Allí estaba, por fin, estaba decidida. Mis hermanas se miraron entre ellas, no entendían nada aún. Tomé el machete y lo oculté detrás de mi espalda. Me senté nuevamente y me acerqué a una de ellas, la tomé de la mejilla, estirándosela a la vez que rápidamente pasaba el filo del machete por su cuello. ¡Dulce victoria! Solamente quedaba una. La miré mientras que la alfombra pasaba de un color rosa pastel a un rojo carmesí. Ella pensaba correr, pero fui mucho más rápida. La tomé del brazo, tirándola hacia el suelo, subiendo encima, para ahorcarla con mis propias manos. Lo último que vio, fue mi hermosa sonrisa, satisfecha.
Abandoné mi habitación, mi hermano no había oído nada, estaba escuchando música con sus audífonos, escribiendo no sé que cosa. Me acerqué lentamente, desde atrás, y comencé a besarle el cuello. Se sorprendió y me miró asustado. Yo solamente seguí y susurré en su oído: --¿Qué pasa hermanito? ¿No quieres hacerme gritar como lo hacías con mis hermanas?--. Él no respondió, y me siguió la corriente. Se dio la vuelta, y me empujó, haciéndome caer al suelo. Me sujetó las muñecas con sus manos, realmente fuerte, dolía. Las ató y comenzó a desvestirme. Lo miré con temor, esto no se parecía a nada de lo que había echo con mis hermanas. Unas pequeñas lágrimas se escaparon de mis ojos.
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