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Cincuenta sombras de Malik (Ziam) - Página 5 Empty Re: Cincuenta sombras de Malik (Ziam)

Mensaje por AndyKP Miér 06 Nov 2013, 7:30 pm

Cincuenta sombras de Malik (Ziam) - Página 5 4242539333 Sjsjdjneksdf 
Te odio!! :muere:  Bueno no te odio pero odio que me hayas dejado como :gasp: :latigo:  Ayyy :( síguela mañana! 
Ahhkendkbwjbe ayyyyy yo te espero Cincuenta sombras de Malik (Ziam) - Página 5 4229596405 Cincuenta sombras de Malik (Ziam) - Página 5 2278276204 Cincuenta sombras de Malik (Ziam) - Página 5 1903305068 :quemierda: Cincuenta sombras de Malik (Ziam) - Página 5 3305821808 
Esta re-buena
AndyKP
AndyKP


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Cincuenta sombras de Malik (Ziam) - Página 5 Empty Re: Cincuenta sombras de Malik (Ziam)

Mensaje por Natalia101412 Jue 07 Nov 2013, 8:53 am


Ayyy lo primero de todo muchas gracias por hacer el maraton!! jajajaj tienes que seguir ese capitulo jajajajajaj que pasaraa? :) Me encanta esta novela! Gracias por adaptarlaa!
Besitoss adeuu 
Natalia101412
Natalia101412


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Cincuenta sombras de Malik (Ziam) - Página 5 Empty Re: Cincuenta sombras de Malik (Ziam)

Mensaje por Invitado Jue 07 Nov 2013, 1:19 pm

CAPITULO 21.
Poco a poco el mundo exterior invade mis sentidos y, madre mía, menuda invasión. Floto, con las extremidades desmadejadas y lánguidas, completamente exhausto. Estoy tumbado encima de él, con la cabeza en su pecho, y huele de maravilla: a ropa limpia y fresca y a algún gel corporal caro, y al mejor y más seductor aroma del planeta… a Zayn. No quiero moverme, quiero respirar ese elixir eternamente. Lo acaricio con la nariz y pienso que ojalá no tuviera el obstáculo de su camiseta. Mientras el resto de mi cuerpo recobra la cordura, extiendo la mano sobre su pecho. Es la primera vez que se lo toco. Tiene un pecho firme, fuerte. De pronto levanta la mano y me agarra la mía, pero suaviza el efecto llevándosela a la boca y besándome con ternura los nudillos. Luego se revuelve y se me pone encima, de forma que ahora me mira desde arriba.

—No —murmura, y me besa suavemente.

—¿Por qué no te gusta que te toquen? —susurro, contemplando desde abajo sus ojos verdes.

—Porque estoy muy jodido, Liam. Tengo muchas más sombras que luces. Cincuenta sombras más.

Ah… Su sinceridad me desarma por completo. Lo miro extrañado.

—Tuve una introducción a la vida muy dura. No quiero aburrirte con los detalles. No lo hagas y ya está.

Frota su nariz con la mía y se incorpora.

—Creo que ya hemos cubierto lo más esencial. ¿Qué tal ha ido?

Parece plenamente satisfecho de sí mismo y suena muy pragmático a la vez, como si acabara de poner una marca en una lista de objetivos. Aún estoy aturdido con el comentario sobre la «introducción a la vida muy dura». Resulta tan frustrante… Me muero por saber más, pero no me lo va a contar. Ladeo la cabeza, como él, y hago un esfuerzo inmenso por sonreírle.

—Si piensas que he llegado a creerme que me cedías el control es que no has tenido en cuenta mi nota media. —Le sonrío tímidamente—. Pero gracias por dejar que me hiciera ilusiones.

—Joven Payne, no es usted solo una cara bonita. Ha tenido seis orgasmos hasta la fecha y los seis me pertenecen —presume, de nuevo juguetón.

Me sonrojo y me asombro a la vez, mientras él me mira desde arriba. Frunce el ceño.

—¿Tienes algo que contarme? —me dice de pronto muy serio.

Lo miro ceñudo. Mierda.

—He soñado algo esta mañana.

—¿Ah, sí?

Me mira furioso.

Mierda, mierda. ¿A que ya la he liado?

—Me he corrido en sueños.

—¿En sueños?

—Y me he despertado.

—Apuesto a que sí. ¿Qué soñabas?

Mierda.

—Contigo.

—¿Y qué hacía yo?

Me vuelvo a tapar los ojos con el brazo y, como si fuera un niño pequeño, acaricio por un instante la fantasía de que, si yo no lo veo, él a mí tampoco.

—Liam, ¿qué hacía yo? No te lo voy a volver a preguntar.

—Tenías una fusta.

Me aparta el brazo.

—¿En serio?

—Sí.

Estoy muy colorado.

—Vaya, aún me queda esperanza contigo —murmura—. Tengo varias fustas.

—¿Marrón, de cuero trenzado?

Ríe.

—No, pero seguro que puedo hacerme con una.

Se inclina hacia delante, me da un beso breve, se pone de pie y coge sus boxers. Oh, no… se va. Miro rápidamente la hora: son solo las diez menos veinte. Salgo también escopeteado de la cama y cojo mis pantalones de chándal y mi camiseta de tirantes, y luego me siento en la cama, con las piernas cruzadas, observándolo. No quiero que se vaya. ¿Qué puedo hacer?

—Me revienta ponerme estas cosas —protesta, sosteniendo en alto el condón.

Lo deja en el suelo y se pone los vaqueros. Se sienta en la cama para ponerse los calcetines y los zapatos.

—¿Tienes médico? Tienes que hacerte las pruebas.

Niego con la cabeza. Ya estamos otra vez con las fusiones y adquisiciones, otro cambio de humor de ciento ochenta grados.

Frunce el ceño.

—Puedo pedirle al mío que pase a verte por tu piso. El domingo por la mañana, antes de que vengas a verme tú. O le puedo pedir que te visite en mi casa, ¿qué prefieres?

Sin agobios, ¿no? Otra cosa que me va a pagar… claro que esto es por él.

—En tu casa.

Así me aseguro de que lo veré el domingo.

—Vale. Ya te diré a qué hora.

—¿Te vas?

No te vayas… Quédate conmigo, por favor.

—Sí.

¿Por qué?

—¿Cómo vas a volver? —le susurro.

—Taylor viene a recogerme.

—Te puedo llevar yo. Tengo un coche nuevo precioso.

Me mira con expresión tierna.

—Eso ya me gusta más, pero me parece que has bebido demasiado.

—¿Me has achispado a propósito?

—Sí.

—¿Por qué?

—Porque le das demasiadas vueltas a las cosas y te veo tan reticente como a tu padrastro. Con una gota de alcohol ya estás hablando por los codos, y yo necesito que seas sincero conmigo. De lo contrario, te cierras como una ostra y no tengo ni idea de lo que piensas. In vino veritas, Liam.

—¿Y crees que tú eres siempre sincero conmigo?

—Me esfuerzo por serlo. —Me mira con recelo—. Esto solo saldrá bien si somos sinceros el uno con el otro.

—Quiero que te quedes y uses esto.

Sostengo en alto el segundo condón.

Me sonríe divertido y le brillan los ojos.

—Liam, esta noche me he pasado mucho de la raya. Tengo que irme. Te veo el domingo. Tendré listo el contrato revisado y entonces podremos empezar a jugar de verdad.

—¿A jugar?

Dios mío. Se me sube el corazón a la boca.

—Me gustaría tener una sesión contigo, pero no lo haré hasta que hayas firmado, para asegurarme de que estás listo.

—Ah. ¿O sea que podría alargar esto si no firmo?

Me mira pensativo, luego se dibuja una sonrisa en sus labios.

—Supongo que sí, pero igual reviento de la tensión.

—¿Reventar? ¿Cómo?

El dios que llevo dentro ha despertado y escucha atento.

Asiente despacio y sonríe, provocador.

—La cosa podría ponerse muy fea.

Su sonrisa es contagiosa.

—¿Cómo… fea?

—Ah, ya sabes, explosiones, persecuciones en coche, secuestro, cárcel…

—¿Me vas a secuestrar?

—Desde luego —afirma sonriendo.

—¿A retenerme en contra de mi voluntad?

Madre mía, cómo me pone esto.

—Por supuesto. —Asiente con la cabeza—. Y luego viene el IPA 24/7.

—Me he perdido —digo con el corazón retumbando en el pecho.

¿Lo dirá en serio?

—Intercambio de Poder Absoluto, las veinticuatro horas.

Le brillan los ojos y percibo su excitación incluso desde donde estoy.

Madre mía.

—Así que no tienes elección —me dice con aire burlón.

—Claro —digo sin poder evitar el sarcasmo mientras alzo la vista a las alturas.

—Ay, Liam Payne, ¿me acabas de poner los ojos en blanco?

Mierda.

—¡No! —chillo.

—Me parece que sí. ¿Qué te he dicho que haría si volvías a poner los ojos en blanco?

Joder. Se sienta al borde de la cama.

—Ven aquí —me dice en voz baja.

Palidezco. Uf, va en serio. Me siento y lo miro, completamente inmóvil.

—Aún no he firmado —susurro.

—Te he dicho lo que haría. Soy un hombre de palabra. Te voy a dar unos azotes, y luego te voy a follar muy rápido y muy duro. Me parece que al final vamos a necesitar ese condón.

Me habla tan bajito, en un tono tan amenazador, que me excita muchísimo. Las entrañas casi se me retuercen de deseo puro, vivo y pujante. Me mira, esperando, con los ojos encendidos. Descruzo las piernas tímidamente. ¿Salgo corriendo? Se acabó: nuestra relación pende de un hilo, aquí, ahora. ¿Le dejo que lo haga o me niego y se terminó? Porque sé que, si me niego, se acabó. ¡Hazlo!, me suplica el dios que llevo dentro. Mi subconsciente está tan paralizado como yo.

—Estoy esperando —dice—. No soy un hombre paciente.

Oh, Dios, por todos los santos… Jadeo, asustado, excitado. La sangre me bombea frenéticamente por todo el cuerpo, siento las piernas como flanes. Despacio, me voy acercando a él hasta situarme a su lado.

—Buen chico —masculla—. Ahora ponte de pie.

Mierda. ¿Por qué no acaba ya con esto? No sé si voy a sostenerme en pie. Titubeando, me levanto. Me tiende la mano y yo le doy el condón. De pronto me agarra y me tumba sobre su regazo. Con un solo movimiento suave, ladea el cuerpo de forma que mi tronco descansa sobre la cama, a su lado. Me pasa la pierna derecha por encima de las mías y planta el brazo izquierdo sobre mi cintura, sujetándome para que no me mueva. Joder.

—Sube las manos y colócalas a ambos lados de la cabeza —me ordena.

Obedezco inmediatamente.

—¿Por qué hago esto, Liam? —pregunta.

—Porque he puesto los ojos en blanco.

Casi no puedo hablar.

—¿Te parece que eso es de buena educación?

—No.

—¿Vas a volver a hacerlo?

—No.

—Te daré unos azotes cada vez que lo hagas, ¿me has entendido?

Muy despacio, me baja los pantalones de chándal. Jo, qué degradante. Degradante, espeluznante y excitante. Se está pasando un montón con esto. Tengo el corazón en la boca. Me cuesta respirar. Mierda… ¿me va a doler?

Me pone la mano en el trasero desnudo, me manosea con suavidad, acariciándome en círculos con la mano abierta. De pronto su mano ya no está ahí… y entonces me da, fuerte. ¡Au! Abro los ojos de golpe en respuesta al dolor e intento levantarme, pero él me pone la mano entre los omoplatos para impedirlo. Vuelve a acariciarme donde me ha pegado; le ha cambiado la respiración: ahora es más fuerte y agitada. Me pega otra vez, y otra, rápido, seguido. Dios mío, duele. No rechisto, con la cara contraída de dolor. Retorciéndome, trato de esquivar los golpes, espoleado por el subidón de adrenalina que me recorre el cuerpo entero.

—Estate quieto —protesta—, o tendré que azotarte más rato.

Primero me frota, luego viene el golpe. Empieza a seguir un ritmo: caricia, manoseo, azote. Tengo que concentrarme para sobrellevar el dolor. Procuro no pensar en nada y digerir la desagradable sensación. No me da dos veces seguidas en el mismo sitio: está extendiendo el dolor.

—¡Aaaggg! —grito al quinto azote, y caigo en la cuenta de que he ido contando mentalmente los golpes.

—Solo estoy calentando.

Me vuelve a dar y me acaricia con suavidad. La combinación de dolorosos azotes y suaves caricias me nubla la mente por completo.

Me pega otra vez; cada vez me cuesta más aguantar. Me duele la cara de tanto contraerla. Me acaricia y me suelta otro golpe.

Vuelvo a gritar.

—No te oye nadie, nene, solo yo.

Y me azota otra vez, y otra. Muy en el fondo, deseo rogarle que pare. Pero no lo hago. No quiero darle esa satisfacción. Prosigue con su ritmo implacable. Grito seis veces más. Dieciocho azotes en total. Me arde el cuerpo entero, me arde por su despiadada agresión.

—Ya está —dice con voz ronca—. Bien hecho, Liam. Ahora te voy a follar.

Me acaricia con suavidad el trasero, que me arde mientras me masajea en círculos y hacia abajo. De pronto me mete dos dedos, cogiéndome completamente por sorpresa. Ahogo un grito; la nueva agresión se abre paso a través de mi entumecido cerebro.

—Siente esto. Mira cómo le gusta esto a tu cuerpo, Liam. Te tengo durísimo.

Hay asombro en su voz. Mueve los dedos, metiendo y sacando deprisa.

Gruño y me quejo. No, seguro que no… Entonces los dedos desaparecen, y yo me quedo con las ganas.

—La próxima vez te haré contar. A ver, ¿dónde está ese condón?

Alarga la mano para cogerlo y luego me levanta despacio para ponerme boca abajo sobre la cama. Lo oigo bajarse la cremallera y rasgar el envoltorio del preservativo. Me baja los pantalones de chándal de un tirón y me levanta las rodillas, acariciándome despacio el trasero dolorido.

—Te la voy a meter. Te puedes correr —masculla.

¿Qué? Como si tuviera otra elección…

Y me penetra, hasta el fondo, y yo gimo ruidosamente. Se mueve, entra y sale a un ritmo rápido e intenso, empujando contra mi trasero dolorido. La sensación es más que deliciosa, cruda, envilecedora, devastadora. Tengo los sentidos asolados, desconectados, me concentro únicamente en lo que me está haciendo, en lo que siento, en ese tirón ya familiar en lo más hondo de mi vientre, que se agudiza, se acelera. NO… y mi cuerpo traicionero estalla en un orgasmo intenso y desgarrador.

—¡Ay, Liam! —grita cuando se corre él también, agarrándome fuerte mientras se vacía en mi interior.

Se desploma a mi lado, jadeando intensamente, y me sube encima de él y hunde la cara en mi pelo, estrechándome en sus brazos.

—Oh, nene —dice—. Bienvenido a mi mundo.

Nos quedamos ahí tumbados, jadeando los dos, esperando a que nuestra respiración se normalice. Me acaricia el pelo con suavidad. Vuelvo a estar tendido sobre su pecho. Pero esta vez no tengo fuerzas para levantar la mano y palparlo. Uf, he sobrevivido. No ha sido para tanto. Tengo más aguante de lo que pensaba. El dios que llevo dentro está postrado, o al menos calladito. Zayn me acaricia de nuevo el pelo con la nariz, inhalando hondo.

—Bien hecho, nene —susurra con una alegría muda en la voz.

Sus palabras me envuelven como una toalla suave y mullida del hotel Heathman, y me encanta verlo contento.

Me coge el tirante de la camiseta.

—¿Esto es lo que te pones para dormir? —me pregunta en tono amable.

—Sí, bueno, a veces duermo simplemente en calzoncillos —respondo medio adormilado.

—Deberías llevar seda, mi hermoso niño. Te llevaré de compras.

—Me gusta lo que llevo —mascullo, procurando sin éxito sonar indignado.

Me da otro beso en la cabeza.

—Ya veremos —dice.

Seguimos así unos minutos más, horas, a saber; creo que me quedo traspuesto.

—Tengo que irme —dice e, inclinándose hacia delante, me besa con suavidad en la frente—. ¿Estás bien? —añade en voz baja.

Medito la respuesta. Me duele el trasero. Bueno, lo tengo al rojo vivo. Sin embargo, asombrosamente, aunque agotado, me siento radiante. El pensamiento me resulta aleccionador, inesperado. No lo entiendo.

—Estoy bien —susurro.

No quiero decir más.

Se levanta.

—¿Dónde está el baño?

—Por el pasillo, a la izquierda.

Recoge el otro condón y sale del dormitorio. Me incorporo con dificultad y vuelvo a ponerme los pantalones de chándal. Me rozan un poco el trasero aún escocido. Me confunde mucho mi reacción.

Recuerdo que me dijo —aunque no recuerdo cuándo— que me sentiría mucho mejor después de una buena paliza. ¿Cómo puede ser? De verdad que no lo entiendo. Sin embargo, curiosamente, es cierto. No puedo decir que haya disfrutado de la experiencia —de hecho, aún haría lo que fuera por evitar que se repitiera—, pero ahora… tengo esa sensación rara y serena de recordarlo todo con una plenitud absolutamente placentera. Me cojo la cabeza con las manos. No lo entiendo.

Zayn vuelve a entrar en la habitación. No puedo mirarlo a los ojos. Bajo la vista a mis manos.

—He encontrado este aceite para niños. Déjame que te dé un poco en el trasero.

¿Qué?

—No, ya se me pasará.

—Liam —me advierte, y estoy a punto de poner los ojos en blanco, pero me reprimo enseguida.

Me coloco mirando hacia la cama. Se sienta a mi lado y vuelve a bajarme con cuidado los pantalones. Sube y baja, como las bragas de una puta, observa con amargura mi subconsciente. Le digo mentalmente adónde se puede ir. Zayn se echa un poco de aceite en la mano y me embadurna el trasero con delicada ternura: de desmaquillador a bálsamo para un culo azotado… ¿quién iba a pensar que resultaría un líquido tan versátil?

—Me gusta tocarte —murmura.

Y debo coincidir con él: a mí también que lo haga.

—Ya está —dice cuando termina, y vuelve a subirme los pantalones.

Miro de reojo el reloj. Son las diez y media.

—Me marcho ya.

—Te acompaño.

Sigo sin poder mirarlo.

Cogiéndome de la mano, me lleva hasta la puerta. Por suerte, Harry aún no está en casa. Aún debe de andar cenando con su padre, con Lauren y con Josh. Me alegra de verdad que no estuviera por aquí y pudiera oír mi castigo.

—¿No tienes que llamar a Taylor? —pregunto, evitando el contacto visual.

—Taylor lleva aquí desde las nueve. Mírame —me pide.

Me esfuerzo por mirarlo a los ojos, pero, cuando lo hago, veo que él me contempla admirado.

—No has llorado —murmura, y luego de pronto me agarra y me besa apasionadamente—. Hasta el domingo —susurra en mis labios, y me suena a promesa y a amenaza.

Lo veo enfilar el camino de entrada y subirse al enorme Audi negro. No mira atrás. Cierro la puerta y me quedo indefenso en el salón de un piso en el que solo pasaré dos noches más. Un sitio en el que he vivido feliz casi cuatro años. Pero hoy, por primera vez, me siento solo e incómodo aquí, a disgusto conmigo mismo. ¿Tanto me he distanciado de la persona que soy? Sé que, bajo mi exterior entumecido, no muy lejos de la superficie, acecha un mar de lágrimas. ¿Qué estoy haciendo? La paradoja es que ni siquiera puedo sentarme y hartarme de llorar. Tengo que estar de pie. Sé que es tarde, pero decido llamar a mi madre.

—¿Cómo estás, cielo? ¿Qué tal la graduación? —me pregunta entusiasmada al otro lado de la línea.

Su voz me resulta balsámica.

—Siento llamarte tan tarde —le susurro.

Hace una pausa.

—¿Liam? ¿Qué pasa? —dice, de pronto muy seria.

—Nada, mamá, me apetecía oír tu voz.

Guarda silencio un instante.

—Liam, ¿qué ocurre? Cuéntamelo, por favor.

Su voz suena suave y tranquilizadora, y sé que le preocupa. Sin previo aviso, se me empiezan a caer las lágrimas. He llorado tanto en los últimos días…

—Por favor, Liam —me dice, y su angustia refleja la mía.

—Ay, mamá, es por un chico.

—¿Qué te ha hecho?

Su alarma es palpable.

—No es eso.

Aunque en realidad, sí lo es. Oh, mierda. No quiero preocuparla. Solo quiero que alguien sea fuerte por mí en estos momentos.

—Liam, por favor, me estás preocupando.

Inspiro hondo.

—Es que me he enamorado de un tío que es muy distinto de mí y no sé si deberíamos estar juntos.

—Ay, cielo, ojalá pudiera estar contigo. Siento mucho haberme perdido tu graduación. Te has enamorado de alguien, por fin. Cielo, los hombres tienen lo suyo. ¿Cuánto hace que lo conoces?

Desde luego Zayn es de otra especie… de otro planeta.

—Casi tres semanas o así.

—Liam, cariño, eso no es nada. ¿Cómo se puede conocer a nadie en ese tiempo? Tómatelo con calma y mantenlo a raya hasta que decidas si es digno de ti.

Uau. La repentina perspicacia de mi madre me desconcierta, pero, en este caso, llega tarde. ¿Que si es digno de mí? Interesante concepto. Siempre me pregunto si yo soy digno de él.

—Cielo, te noto triste. Ven a casa, haznos una visita. Te echo de menos, cariño. A Bob también le encantaría verte. Así te distancias un poco y quizá puedas ver las cosas con un poco de perspectiva. Necesitas un descanso. Has estado muy liado.

Madre mía, qué tentación. Huir a Georgia. Disfrutar de un poco de sol, salir de copas. El buen humor de mi madre, sus brazos amorosos…

—Tengo dos entrevistas de trabajo en Seattle el lunes.

—Qué buena noticia.

Se abre la puerta y aparece Harry, sonriéndome. Su expresión se vuelve sombría cuando ve que he estado llorando.

—Mamá, tengo que colgar. Me pensaré lo de ir a veros. Gracias.

—Cielo, por favor, no dejes que un chico te trastoque la vida. Eres demasiado joven. Sal a divertirte.

—Sí, mamá. Te quiero.

—Te quiero muchísimo, Li. Cuídate, cielo.

Cuelgo y me enfrento a Harry, que me mira furioso.

—¿Te ha vuelto a disgustar ese capullo indecentemente rico?

—No… es que… eh… sí.

—Mándalo a paseo, Liam. Desde que lo conociste, estás muy trastornado. Nunca te había visto así.

El mundo de Harry Styles es muy claro: blanco o negro. No tiene los tonos de gris vagos, misteriosos e intangibles que colorean el mío. «Bienvenido a mi mundo.»

—Siéntate, vamos a hablar. Nos tomamos un vino. Ah, ya has bebido champán. —Examina la botella—. Del bueno, además.

Sonrío sin ganas, mirando aprensivo el sofá. Me acerco a él con cautela. Uf, sentarme.

—¿Te encuentras bien?

—Me he caído de culo.

No se le ocurre poner en duda mi explicación, porque soy una de las personas más descoordinadas del estado de Washington. Jamás pensé que un día me vendría bien. Me siento, con mucho cuidado, y me sorprende agradablemente ver que estoy bien.
Procuro prestar atención a Harry, pero la cabeza se me va al Heathman: «Si fueras mío, después del numerito que montaste ayer no podrías sentarte en una semana». Me lo dijo entonces, pero en aquel momento yo no pensaba más que en ser suyo. Todas las señales de advertencia estaban ahí, y yo estaba demasiado despistado y demasiado enamorado para reparar en ellas.

Harry vuelve al salón con una botella de vino tinto y las tazas lavadas.

—Venga.

Me ofrece una taza de vino. No sabrá tan bueno como el Bolly.

—Liam, si es el típico capullo que pasa de comprometerse, mándalo a paseo. Aunque la verdad es que no entiendo por qué tendría que suceder. En el entoldado no te quitaba los ojos de encima, te vigilaba como un halcón. Yo diría que estaba completamente embobado, pero igual tiene una forma curiosa de demostrarlo.

¿Embobado? ¿Zayn? ¿Una forma curiosa de demostrarlo? Ya te digo.

—Es complicado, Harry. ¿Qué tal tu noche? —pregunto.

No puedo hablar de esto con Harry sin revelarle demasiado, pero basta con una pregunta sobre su día para que se olvide del tema. Resulta tranquilizador sentarse a escuchar su parloteo habitual. La gran noticia es que Josh igual se viene a vivir con nosotros cuando vuelvan de vacaciones. Será divertido: con Josh es un no parar de reír. Frunzo el ceño. No creo que a Zayn le parezca bien, sobretodo si se entera que Josh es bisexual. Me da igual. Tendrá que tragar. Me tomo un par de tazas de vino y decido irme a la cama. Ha sido un día muy largo. Harry me da un abrazo y coge el teléfono para llamar a Louis.


Después de lavarme los dientes, echo un vistazo al cacharro infernal. Hay un correo de Zayn.

_________________________________
De: Zayn Malik
Fecha: 26 de mayo de 2013 23:14
Para: Liam Payne
Asunto: Usted

Querido joven Payne:
Es sencillamente exquisito. El chico más hermoso, inteligente, ingenioso y valiente que he conocido jamás. Tómese un ibuprofeno (no es un mero consejo). Y no vuelva a coger el Escarabajo. Me enteraré.

Zayn Malik
Presidente de Malik Enterprises Holdings, Inc.
_________________________________


¡Que no vuelva a coger mi coche! Tecleo mi respuesta.

_________________________________
De: Liam Payne
Fecha: 26 de mayo de 2013 23:20
Para: Zayn Malik
Asunto: Halagos

Querido señor Malik:
Con halagos no llegarás a ninguna parte, pero, como ya has estado en todas, da igual. Tendré que coger el Escarabajo para llevarlo a un concesionario y venderlo, de modo que no voy hacer ni caso de la bobada que me propones. Prefiero el tinto al ibuprofeno.

Li.
P.D.: Para mí, los varazos están dentro de los límites INFRANQUEABLES.
_________________________________


Le doy a «Enviar».

_________________________________
De: Zayn Malik
Fecha: 26 de mayo de 2013 23:26
Para: Liam Payne
Asunto: Los chicos frustrados no saben aceptar cumplidos

Querido joven Payne:
No son halagos. Debería acostarse.
Acepto su incorporación a los límites infranqueables.
No beba demasiado.
Taylor se encargará de su coche y lo revenderá a buen precio.

Zayn Malik
Presidente de Malik Enterprises Holdings, Inc.
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De: Liam Payne
Fecha: 26 de mayo de 2013 23:40
Para: Zayn Malik
Asunto: ¿Será Taylor el hombre adecuado para esa tarea?

Querido señor:
Me asombra que te importe tan poco que tu mano derecha conduzca mi coche, pero sí que lo haga un chico al que te follas de vez en cuando. ¿Cómo sé yo que Taylor me va a conseguir el mejor precio por el coche? Siempre me he dicho, seguramente antes de conocerte, que estaba conduciendo una auténtica ganga.

Li
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De: Zayn Malik
Fecha: 26 de mayo de 2013 23:44
Para: Liam Payne
Asunto: ¡Cuidado!

Querido joven Payne:
Doy por sentado que es el TINTO lo que le hace hablar así, y que el día ha sido muy largo. Aunque me siento tentado de volver allí y asegurarme de que no se siente en una semana, en vez de una noche.
Taylor es ex militar y capaz de conducir lo que sea, desde una moto a un tanque Sherman. Su coche no supone peligro alguno para él.
Por favor, no diga que es «un chico al que me follo de vez en cuando», porque, la verdad, me ENFURECE, y le aseguro que no le gustaría verme enfadado.

Zayn Malik
Presidente de Malik Enterprises Holdings, Inc.
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De: Liam Payne
Fecha: 26 de mayo de 2013 23:57
Para: Zayn Malik
Asunto: Cuidado, tú

Querido señor Malik:
No estoy seguro de que yo te guste, sobre todo ahora.

Señor Payne.
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De: Zayn Malik
Fecha: 27 de mayo de 2013 00:03
Para: Liam Payne
Asunto: Cuidado, tú

¿Por qué no me gustas, señor Payne?

Zayn Malik
Presidente de Malik Enterprises Holdings, Inc.
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De: Liam Payne
Fecha: 27 de mayo de 2013 00:09
Para: Zayn Malik
Asunto: Cuidado, tú

Porque nunca te quedas en casa.
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Hala, eso le dará algo en lo que pensar. Cierro el cacharro con una indiferencia que no siento y me meto en la cama. Apago la lamparita y me quedo mirando al techo. Ha sido un día muy largo, un vaivén emocional constante. Me ha gustado pasar un rato con Mark. Lo he visto bien y, curiosamente, le ha gustado Zayn. Jo, y la cotilla de Harry… Oír a Zayn decir que había pasado hambre. ¿De qué coño va todo eso? Dios, y el coche. Ni siquiera le he comentado a Harry lo del coche nuevo. ¿En qué estaría pensando Zayn?

Y encima esta noche me ha pegado de verdad. En mi vida me habían pegado. ¿Dónde me he metido? Muy despacio, las lágrimas, retenidas por la llegada de Harry, empiezan a rodarme por los lados de la cara hasta las orejas. Me he enamorado de alguien tan emocionalmente cerrado que no conseguiré más que sufrir —en el fondo, lo sé—, alguien que, según él mismo admite, está completamente jodido. ¿Por qué está tan jodido? Debe de ser horrible estar tan tocado como él; la idea de que de niño fuera víctima de crueldades insoportables me hace llorar aún más. Quizá si fuera más normal no le interesarías, contribuye con sarcasmo mi subconsciente a mis reflexiones. Y en lo más profundo de mi corazón sé que es cierto. Me doy la vuelta, se abren las compuertas… y, por primera vez en años, lloro desconsoladamente con la cara hundida en la almohada.

Los gritos de Harry me distraen momentáneamente de mis oscuros pensamientos.

«¿Qué coño crees que haces aquí?»

«¡Vale, pues no puedes!»

«¿Qué coño le has hecho ahora?»

«Desde que te conoció, se pasa el día llorando.»

«¡No puedes venir aquí!»

Zayn irrumpe en mi dormitorio y, sin ceremonias, enciende la luz del techo, obligándome a apretar los ojos.

—Dios mío, Liam —susurra.

La apaga otra vez y, en un segundo, lo tengo a mi lado.

—¿Qué haces aquí? —pregunto espantado entre sollozos.

Mierda, no puedo parar de llorar.

Enciende la lamparita y me hace guiñar los ojos de nuevo. Viene Harry y se queda en el umbral de la puerta.

—¿Quieres que eche a este gilipollas de aquí? —me dice irradiando una hostilidad termonuclear.

Zayn lo mira arqueando una ceja, sin duda asombrado por el halagador epíteto y su brutal antipatía. Niego con la cabeza y el me pone los ojos en blanco. Huy, yo no haría eso delante del señor Z.

—Dame una voz si me necesitas —me dice más serena—. Malik, estás en mi lista negra y te tengo vigilado. Sera mejor que no vuelvas a lastimar a mi Liam, porque hago que te arrepientas —le susurra furioso.

Él lo mira extrañado, y el da media vuelta y entorna la puerta, pero no la cierra.

Zayn me mira con expresión grave, el rostro demacrado. Lleva la americana de raya diplomática y del bolsillo interior saca un pañuelo y me lo da. Creo que aún tengo el otro por alguna parte.

—¿Qué pasa? —me pregunta en voz baja.

—¿A qué has venido? —le digo yo, ignorando su pregunta.

Mis lágrimas han cesado milagrosamente, pero las convulsiones siguen sacudiendo mi cuerpo.

—Parte de mi papel es ocuparme de tus necesidades. Me has dicho que querías que me quedara, así que he venido. Y te encuentro así. —Me mira extrañado, verdaderamente perplejo—. Seguro que es culpa mía, pero no tengo ni idea de por qué. ¿Es porque te he pegado?

Me incorporo, con una mueca de dolor por mi trasero escocido. Me siento y lo miro.

—¿Te has tomado un ibuprofeno?

Niego con la cabeza. Entorna los ojos, se pone de pie y sale de la habitación. Lo oigo hablar con Harry, pero no lo que dicen. Al poco, vuelve con pastillas y una taza de agua.

—Tómate esto —me ordena con delicadeza mientras se sienta en la cama a mi lado.

Hago lo que me dice.

—Cuéntame —susurra—. Me habías dicho que estabas bien. De haber sabido que estabas así, jamás te habría dejado.

Me miro las manos. ¿Qué puedo decir que no haya dicho ya? Quiero más. Quiero que se quede porque él quiera quedarse, no porque esté hecho una magdalena. Y no quiero que me pegue, ¿acaso es mucho pedir?

—Doy por sentado que, cuando me has dicho que estabas bien, no lo estabas.

Me ruborizo.

—Pensaba que estaba bien.

—Liam, no puedes decirme lo que crees que quiero oír. Eso no es muy sincero —me reprende—. ¿Cómo voy a confiar en nada de lo que me has dicho?

Lo miro tímidamente y lo veo ceñudo, con una mirada sombría en los ojos. Se pasa ambas manos por el pelo.

—¿Cómo te has sentido cuando te estaba pegando y después?

—No me ha gustado. Preferiría que no volvieras a hacerlo.

—No tenía que gustarte.

—¿Por qué te gusta a ti?

Lo miro.

Mi pregunta lo sorprende.

—¿De verdad quieres saberlo?

—Ah, créeme, me muero de ganas.

Y no puedo evitar el sarcasmo.

Vuelve a fruncir los ojos.

—Cuidado —me advierte.

Palidezco.

—¿Me vas a pegar otra vez?

—No, esta noche no.

Uf… Mi subconsciente y yo suspiramos de alivio.

—¿Y bien? —insisto.

—Me gusta el control que me proporciona, Liam. Quiero que te comportes de una forma concreta y, si no lo haces, te castigaré, y así aprenderás a comportarte como quiero. Disfruto castigándote. He querido darte unos azotes desde que me preguntaste si era gay.

Me sonrojo al recordarlo. Uf, hasta yo quise darme de tortas por esa pregunta. Así que el culpable de esto es Harry Styles: si hubiera ido el a la entrevista y le hubiera hecho la pregunta, sería él el que estaría aquí sentado con el culo dolorido. No me gusta la idea. ¿No es un lío todo esto?

—Así que no te gusta como soy.

Se me queda mirando, perplejo de nuevo.

—Me pareces encantador tal como eres.

—Entonces, ¿por qué intentas cambiarme?

—No quiero cambiarte. Me gustaría que fueras respetuoso y que siguieras las normas que te he impuesto y no me desafiaras. Es muy sencillo —dice.

—Pero ¿quieres castigarme?

—Sí, quiero.

—Eso es lo que no entiendo.

Suspira y vuelve a pasarse las manos por el pelo.

—Así soy yo, Liam. Necesito controlarte. Quiero que te comportes de una forma concreta, y si no lo haces… Me encanta ver cómo se sonroja y se calienta tu hermosa piel blanca bajo mis manos. Me excita.

Madre mía. Ya voy entendiendo algo…

—Entonces, ¿no es el dolor que me provocas?

Traga saliva.

—Un poco, el ver si lo aguantas, pero no es la razón principal. Es el hecho de que seas mío y pueda hacer contigo lo que quiera: control absoluto de otra persona. Y eso me pone. Muchísimo, Liam. Mira, no me estoy explicando muy bien. Nunca he tenido que hacerlo. No he meditado mucho todo esto. Siempre he estado con gente de mi estilo. —Se encoge de hombros, como disculpándose—. Y aún no has respondido a mi pregunta: ¿cómo te has sentido después?

—Confundido.

—Te ha excitado, Liam.

Cierra los ojos un instante y, cuando vuelve a abrirlos y me mira, le arden. Su expresión despierta mi lado oscuro, enterrado en lo más hondo de mi vientre: mi libido, despierta domado por él, pero aún insaciable.

—No me mires así —susurra.

Frunzo el ceño. Dios mío, ¿qué he hecho ahora?

—No llevo condones ni lubricante, Liam, y sabes que estás disgustado. En contra de lo que piensa tu compañero de piso, no soy ningún degenerado. Entonces, ¿te has sentido confundido?

Me estremezco bajo su intensa mirada.

—No te cuesta nada sincerarte conmigo por escrito. Por e-mail, siempre me dices exactamente lo que sientes. ¿Por qué no puedes hacer eso cara a cara? ¿Tanto te intimido?

Intento quitar una mancha imaginaria de la colcha azul y crema de mi madre.

—Me cautivas, Zayn. Me abrumas. Me siento como Ícaro volando demasiado cerca del sol —le susurro.

Ahoga un jadeo.

—Pues me parece que eso lo has entendido al revés —dice.

—¿El qué?

—Ay, Liam, eres tú el que me ha hechizado. ¿Es que no es obvio?

No, para mí no. Hechizado. El dios que llevo dentro está boquiabierto. Ni siquiera él se lo cree.

—Todavía no has respondido a mi pregunta. Mándame un correo, por favor. Pero ahora mismo, me gustaría dormir un poco. ¿Me puedo quedar?

—¿Quieres quedarte?

No puedo ocultar la ilusión que me hace.

—Querías que viniera.

—No has respondido a mi pregunta.

—Te mandaré un correo —masculla malhumorado.

Poniéndose en pie, se vacía los bolsillos: iPhone, llaves, cartera y dinero. Por Dios, lleva un montón de mierda en los bolsillos. Se quita el reloj, los zapatos, los calcetines, y deja la americana encima de mi silla. Rodea la cama hasta el otro lado y se mete dentro.

—Túmbate —me ordena.

Me deslizo despacio bajo las sábanas con una mueca de dolor, mirándolo fijamente. Madre mía, se queda. Me siento paralizado de gozoso asombro. Se incorpora sobre un codo, me mira.

—Si vas a llorar, llora delante de mí. Necesito saberlo.

—¿Quieres que llore?

—No en particular. Solo quiero saber cómo te sientes. No quiero que te me escapes entre los dedos. Apaga la luz. Es tarde y los dos tenemos que trabajar mañana.

Ya lo tengo aquí, tan dominante como siempre, pero no me quejo: está en mi cama. No acabo de entender por qué. Igual debería llorar más a menudo delante de él. Apago la luz de la mesita.

—Quédate en tu lado y date la vuelta —susurra en la oscuridad.

Pongo los ojos en blanco a sabiendas de que no puede verme, pero hago lo que me dice. Con sumo cuidado, se acerca, me rodea con los brazos y me estrecha contra su pecho.

—Duerme, nene —susurra, y noto su nariz en mi pelo, inspirando hondo.

Dios mío. Zayn Malik se queda a dormir. Al abrigo de sus brazos, me sumo en un sueño tranquilo.
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Cincuenta sombras de Malik (Ziam) - Página 5 Empty Re: Cincuenta sombras de Malik (Ziam)

Mensaje por Invitado Jue 07 Nov 2013, 1:20 pm

CAPITULO 22.
La llama de la vela quema demasiado. Parpadea y fluctúa con el aire abrasador, un aire que no alivia el calor. Las suaves alas de gasa se baten de un lado a otro en la oscuridad, rociando de escamas polvorientas el círculo de luz. Me esfuerzo por resistir, pero me atrae. Luego todo es muy luminoso y vuelo demasiado cerca del sol, deslumbrado por la luz, abrasándome y derritiéndome de calor, agotado de intentar mantenerme en el aire. Estoy ardiendo. El calor es asfixiante, sofocante. Me despierta.

Abro los ojos y me encuentro abrazado por Zayn Malik. Me envuelve como el patriota victorioso lo hace en su bandera. Está profundamente dormido, con la cabeza en mi pecho, el brazo por encima de mí, estrechándome contra su cuerpo, con una pierna echada por encima de las mías. Me asfixia con el calor de su cuerpo, y me pesa. Me tomo un momento para digerir que aún está en mi cama y dormido como un tronco, y que ya hay luz fuera, luz de día. Ha pasado la noche entera conmigo.

Tengo el brazo derecho extendido, sin duda en busca de algún sitio fresco y, mientras proceso el hecho de que aún está conmigo, se me ocurre que puedo tocarlo. Está dormido. Tímidamente, levanto la mano y paseo las yemas de los dedos por su espalda. Oigo un gruñido gutural de angustia, y se revuelve. Me acaricia el pecho con la nariz e inspira hondo mientras se despierta. Sus ojos cafés  soñolientos y parpadeantes, se topan con los míos por debajo de su mata de pelo alborotado.

—Buenos días —masculla, y frunce el ceño—. Dios, hasta mientras duermo me siento atraído por ti.

Se mueve despacio, despegando sus extremidades de mí mientras se orienta. Noto su erección contra mi cadera. Percibe mi cara de asombro y me dedica una sonrisa lenta y sensual.

—Mmm, esto promete, pero creo que deberíamos esperar al domingo.

Se inclina hacia delante y me acaricia la oreja con la nariz.

Me ruborizo, aunque ya estoy rojo como un tomate por su calor corporal.

—Estás ardiendo —susurro.

—Tú tampoco te quedas corto —me susurra él, y se aprieta contra mi cuerpo, sugerente.

Me sonrojo aún más. No me refería a eso. Se incorpora sobre un codo y me mira, divertido. Se inclina y, para mi sorpresa, me planta un suave beso en los labios.

—¿Has dormido bien? —me pregunta.

Asiento con la cabeza, mirándolo, y me doy cuenta de que he dormido muy bien salvo por la última media hora, en la que tenía demasiado calor.

—Yo también. —Frunce el ceño—. Sí, muy bien. —Arquea la ceja, a la vez sorprendido y confuso—. ¿Qué hora es?

Miro el despertador.

—Son las siete y media.

—Las siete y media… ¡mierda! —Salta de la cama y se pone los vaqueros.

Ahora me toca a mí sonreír divertido mientras me incorporo. Zayn Malik llega tarde y está nervioso. Esto es algo que no he visto antes. De pronto caigo en la cuenta de que el trasero ya no me duele.

—Eres muy mala influencia para mí. Tengo una reunión. Tengo que irme. Debo estar en Portland a las ocho. ¿Te estás riendo de mí?

—Sí.

Sonríe.

—Llego tarde. Yo nunca llego tarde. También esto es una novedad, señor Payne.

—Me siento viejo cuando me llamas señor.

—Ya eres un señor, un señor muy sexy.

Se pone la americana, se agacha y me coge la cabeza con ambas manos.

—El domingo —dice, y la palabra está preñada de una promesa tácita.

Las entrañas se me expanden y luego se contraen de deliciosa expectación. La sensación es exquisita.

Madre mía, si mi cabeza pudiera estar a la altura de mi cuerpo. Se inclina y me da un beso rápido. Coge sus cosas de la mesita y los zapatos, que no se pone.

—Taylor vendrá a encargarse de tu Escarabajo. Lo dije en serio. No lo cojas. Te veo en mi casa el domingo. Te diré la hora por correo.

Y, como un torbellino, desaparece.

Zayn Malik ha pasado la noche conmigo, y me siento descansado. Y no ha habido sexo, solo hemos hecho la cucharita. Me dijo que nunca había dormido con nadie, pero ya ha dormido tres veces conmigo. Sonrío y salgo despacio de la cama. Estoy más animado de lo que he estado en las últimas veinticuatro horas o así. Me dirijo a la cocina; necesito una taza de té.

Después de desayunar, me ducho y me visto rápidamente para mi último día en Clayton’s. Es el fin de una era: adiós a los señores Clayton, a la universidad, a Vancouver, a mi piso, a mi Escarabajo. Echo un vistazo al cacharro: son las 07:52. Tengo tiempo.

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De: Liam Payne
Fecha: 27 de mayo de 2013 08:05
Para: Zayn Malik
Asunto: Asalto y agresión: efectos secundarios

Querido señor Styles:
Querías saber por qué me sentí confundido después de que me… ¿qué eufemismo utilizo: me dieras unos azotes, me castigaras, me pegaras, me agredieras? Pues bien, durante todo el inquietante episodio, me sentí humillado, degradado y ultrajado. Y para mayor vergüenza, tienes razón, estaba excitado, y eso era algo que no esperaba. Como bien sabes, todo lo sexual es nuevo para mí. Ojalá tuviera más experiencia y, en consecuencia, estuviera más preparado. Me extrañó que me excitara.
Lo que realmente me preocupó fue cómo me sentí después. Y eso es más difícil de explicar con palabras. Me hizo feliz que tú lo fueras. Me alivió que no fuera tan doloroso como había pensado que sería. Y mientras estuve tumbado entre tus brazos, me sentí… pleno. Pero esa sensación me incomoda mucho, incluso hace que me sienta culpable. No me encaja y, en consecuencia, me confunde. ¿Responde eso a tu pregunta?
Espero que el mundo de las fusiones y adquisiciones esté siendo tan estimulante como siempre, y que no hayas llegado demasiado tarde.
Gracias por quedarte conmigo.

Liam.
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De: Zayn Malik
Fecha: 27 de mayo de 2013 08:24
Para: Liam Payne
Asunto: Libere su mente

Interesante, aunque el asunto del mensaje sea algo exagerado, señor Payne.
Respondiendo a su pregunta: yo diría «azotes», y eso es lo que fueron.
• ¿Así que se sintió humillado, degradado, injuriado y agredido? ¡Es tan Tess Durbeyfield…! Si no recuerdo mal, fue usted el que optó por la corrupción. ¿De verdad se siente así o cree que debería sentirse así? Son dos cosas muy distintas. Si es así como se siente, ¿cree que podría intentar abrazar esas sensaciones y digerirlas, por mí? Eso es lo que haría un sumiso.
• Agradezco su inexperiencia. La valoro, y estoy empezando a entender lo que significa. En pocas palabras: significa que es mío en todos los sentidos.
• Sí, estaba excitado, lo que a su vez me excitó a mí; no hay nada malo en eso.
• «Feliz» es un adjetivo que apenas alcanza a expresar lo que sentí. «Extasiado» se aproxima más.
• Los azotes de castigo duelen bastante más que los sensuales, así que nunca le dolerá más de eso, salvo, claro, que cometa alguna infracción importante, en cuyo caso me serviré de algún instrumento para castigarle. Luego me dolía mucho la mano. Pero me gusta.
• También yo me sentí pleno, más de lo que jamás podrías imaginar.
• No malgaste sus energías con sentimientos de culpa y pecado. Somos mayores de edad y lo que hagamos a puerta cerrada es cosa nuestra. Debe liberar su mente y escuchar a su cuerpo.
• El mundo de las fusiones y adquisiciones no es ni mucho menos tan estimulante como usted, señor Payne.

Zayn Malik
Presidente de Malik Enterprises Holdings, Inc.
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Oh, Dios… «mío en todos los sentidos». Se me entrecorta la respiración.

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De: Liam Payne
Fecha: 27 de mayo de 2013 08:26
Para: Zayn Malik
Asunto: Mayores de edad

¿No estás en una reunión?
Me alegro mucho de que te doliera la mano.
Y, si escuchara a mi cuerpo, ahora mismo estaría en Alaska.

Liam.
P.D.: Me pensaré lo de abrazar esas sensaciones.
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De: Zayn Malik
Fecha: 27 de mayo de 2013 08:35
Para: Liam Payne
Asunto: No ha llamado a la poli

Señor Payne:
Ya que lo pregunta, estoy en una reunión, hablando del mercado de futuros.
Por si no lo recuerda, se acercó a mí sabiendo muy bien lo que iba a hacer.
En ningún momento me pidió que parara; no utilizó ninguna palabra de seguridad.
Es adulto; toma sus propias decisiones.
Sinceramente, espero con ilusión la próxima vez que se me caliente la mano.
Es evidente que no está escuchando a la parte correcta de su cuerpo.
En Alaska hace mucho frío y no es un buen escondite. Le encontraría. Puedo rastrear su móvil, ¿recuerda?
Váyase a trabajar.

Zayn Malik
Presidente de Malik Enterprises Holdings, Inc.
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Miro ceñudo la pantalla. Tiene razón, claro. Yo decido. Mmm. ¿Dirá en serio lo de ir a buscarme? ¿Debería optar por escaparme una temporada? Contemplo un instante la posibilidad de aceptar el ofrecimiento de mi madre. Le doy a «Responder».

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De: Liam Payne
Fecha: 27 de mayo de 2013 08:36
Para: Zayn Malik
Asunto: Acosador

¿Has buscado ayuda profesional para esa tendencia al acoso?

Liam.
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De: Zayn Malik
Fecha: 27 de mayo de 2013 08:38
Para: Liam Payne
Asunto: ¿Acosador, yo?

Le pago al eminente doctor Atkin una pequeña fortuna para que se ocupe de mi tendencia al acoso y de las otras.
Vete a trabajar.

Zayn Malik
Presidente de Malik Enterprises Holdings, Inc.
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De: Liam Payne
Fecha: 27 de mayo de 2013 08:40
Para: Zayn Malik
Asunto: Charlatanes caros

Si me lo permites, te sugiero que busques una segunda opinión. No estoy seguro de que el doctor Atkin sea muy eficiente.

Señor Payne
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De: Zayn Malik
Fecha: 27 de mayo de 2013 08:43
Para: Liam Payne
Asunto: Segundas opiniones

Te lo permita o no, no es asunto tuyo, pero el doctor Atkin es la segunda opinión.
Vas a tener que acelerar en tu coche nuevo y ponerte en peligro innecesariamente. Creo que eso va contra las normas.
VETE A TRABAJAR.

Zayn Malik
Presidente de Malik Enterprises Holdings, Inc.
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De: Liam Payne
Fecha: 27 de mayo de 2013 08:47
Para: Zayn Malik
Asunto: MAYÚSCULAS CHILLONAS

Como soy el blanco de tu tendencia al acoso, creo que sí es asunto mío. No he firmado aún, así que las normas me la repampinflan. Y no entro hasta las nueve y media.

Señor Payne
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De: Zayn Malik
Fecha: 27 de mayo de 2013 08:49
Para: Liam Payne
Asunto: Lingüística descriptiva

¿«Repampinflan»? Dudo mucho que eso venga en el diccionario.

Zayn Malik
Presidente de Malik Enterprises Holdings, Inc.
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De: Liam Payne
Fecha: 27 de mayo de 2013 08:52
Para: Zayn Malik
Asunto: Lingüística descriptiva

Sale después de «acosador» y de «controlador obsesivo».
Y la lingüística descriptiva está dentro de mis límites infranqueables.
¿Me dejas en paz de una vez? Me gustaría irme a trabajar en mi coche nuevo.

Liam.
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De: Zayn Malik
Fecha: 27 de mayo de 2013 08:56
Para: Liam Payne
Asunto: Chicos difíciles pero divertidos

Me escuece la palma de la mano.
Conduzca con cuidado, señor Payne.

Zayn Malik
Presidente de Malik Enterprises Holdings, Inc.
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Es una gozada conducir el Audi. Tiene dirección asistida. Kevin, mi Escarabajo, no tiene nada de eso, así que se acabó el único ejercicio físico que hacía al día, que era el de conducir. Ah, pero, según las normas de Zayn, tendré que lidiar con un entrenador personal. Frunzo el ceño. Odio hacer ejercicio.

Mientras conduzco, trato de analizar los correos que hemos intercambiado. A veces es un hijo de puta condescendiente. Luego pienso en Trisha y me siento culpable. Claro que ella no lo parió. Uf, eso es todo un mundo de dolor desconocido para mí. Sí, soy adulto, gracias por recordármelo, Zayn Malik, y yo decido. El problema es que yo solo quiero a Zayn, no todo su… bagaje, y ahora mismo tiene la bodega completa de un 747. ¿Que me relaje y lo acepte, como un sumiso? Dije que lo intentaría, pero es muchísimo pedir.

Me meto en el aparcamiento de Clayton’s. Mientras entro, caigo en que me cuesta creer que hoy sea mi último día. Por suerte, hay jaleo en la tienda y el tiempo pasa rápido. A la hora de comer, el señor Clayton me llama desde el almacén. Está al lado de un mensajero en moto.

—¿Señor Payne? —pregunta el mensajero.

Miro intrigado al señor Clayton, que se encoge de hombros, tan perplejo como yo. Se me cae el alma a los pies. ¿Qué me habrá mandado Zayn ahora? Firmo el albarán del paquetito y lo abro enseguida. Es un iPhone. Se me desploma el ánimo por completo. Lo enciendo.

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De: Zayn Malik
Fecha: 27 de mayo de 2013 11:15.
Para: Liam Payne
Asunto: iPhone PRESTADO

Quiero poder localizarte a todas horas y, como esta es la forma de comunicación con la que más te sinceras, he pensado que necesitabas un iPhone.

Zayn Malik
Presidente de Malik Enterprises Holdings, Inc.
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De: Liam Payne
Fecha: 27 de mayo de 2013 13:22
Para: Zayn Malik
Asunto: Consumismo desenfrenado

Me parece que te hace falta llamar al doctor Atkin ahora mismo. Tu tendencia al acoso se está descontrolando.
Estoy en el trabajo. Te mando un correo cuando llegue a casa.
Gracias por este otro cacharrito.
No me equivocaba cuando te dije que eres un consumista compulsivo.
¿Por qué haces esto?

Liam.
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De: Zayn Malik
Fecha: 27 de mayo de 2013 13:24
Para: Liam Payne
Asunto: Muy sagaz para ser tan joven

Una muy buena puntualización, como de costumbre, señor Payne.
El doctor Atkin está de vacaciones.
Y hago esto porque puedo.

Zayn Malik
Presidente de Malik Enterprises Holdings, Inc.
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Me meto el cacharrito en el bolsillo, y ya lo odio. Escribir a Zatb me resulta adictivo, pero se supone que estoy trabajando. Me vibra una vez en el trasero —qué propio, me digo con ironía—, pero me armo de valor y lo ignoro.

A las cuatro, los señores Clayton reúnen a los demás empleados de la tienda y, con un discurso emotivo y embarazoso, me entregan un cheque por importe de trescientos dólares. En ese momento, se amontonan en mi interior los acontecimientos de las tres últimas semanas: exámenes, graduación, multimillonarios jodidos e intensos, desfloramiento, límites tolerables e infranqueables, cuartos de juego sin consolas, paseos en helicóptero, y el hecho de que mañana me mudo. Asombrosamente, logro mantener la compostura. Mi subconsciente está pasmado. Abrazo con fuerza a los Clayton. Han sido unos jefes amables y generosos, y los echaré de menos.


Harry está saliendo del coche cuando llego a casa.

—¿Qué es eso? —pregunta acusador, señalando el Audi.

No puedo resistirme.

—Un coche —espeto. Entrecierra los ojos y, por un momento, me pregunto si también el me va a tumbar en sus rodillas—. Mi regalo de graduación —digo con fingido desenfado.

Sí, me regalan coches caros todos los días. Se queda boquiabierto.

—Es un capullo generoso y arrogante, ¿no?

Asiento con la cabeza.

—He intentado rechazarlo, pero, francamente, es inútil esforzarse.

Harry frunce los labios.

—No me extraña que estés abrumado. He visto que al final se quedó.

—Sí.

Sonrío melancólico.

—¿Terminamos de empaquetar?

Asiento y lo sigo dentro. Miro el correo de Zayn.

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De: Zayn Malik
Fecha: 27 de mayo de 201313:40
Para: Liam Payne
Asunto: Domingo

¿Quedamos el domingo a la una?
La doctora te esperará en el Escala a la una y media.
Yo me voy a Seattle ahora.
Confío en que la mudanza vaya bien, y estoy deseando que llegue el domingo.

Zayn Malik
Presidente de Malik Enterprises Holdings, Inc.
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Madre mía, como si hablara del tiempo. Decido contestarle cuando hayamos terminado de empaquetar. Tan pronto resulta divertidísimo como se pone en plan formal e insoportable. Cuesta seguirlo. La verdad, es como si le hubiera enviado un correo a un empleado. Para fastidiar, pongo los ojos en blanco y me voy a empaquetar con Harry.


Harry y yo estamos en la cocina cuando alguien llama a la puerta. Veo a Taylor en el porche, impoluto con su traje. Detecto vestigios de su pasado militar en el corte de pelo al cero, su físico cuidado y su mirada fría.

—Señor Payne —dice—, he venido a por su coche.

—Ah, sí, claro. Pasa, iré a por las llaves.

Seguramente esto va mucho más allá de la llamada del deber. Vuelvo a preguntarme en qué consistirá exactamente el trabajo de Taylor. Le doy las llaves y nos acercamos en medio de un silencio incómodo —para mí— al Escarabajo azul claro. Abro la puerta y saco la linterna de la guantera. Ya está. No llevo ninguna otra cosa personal dentro de Kevin. Adiós, Kevin. Gracias. Acaricio su techo mientras cierro la puerta del copiloto.

—¿Cuánto tiempo llevas trabajando para el señor Malik? —le pregunto.

—Cuatro años, señor Payne.

De pronto siento una necesidad irrefrenable de bombardearlo a preguntas. Lo que debe saber este hombre de Zayn, todos sus secretos. Claro que probablemente habrá firmado un acuerdo de confidencialidad. Lo miro nervioso. Tiene la misma expresión taciturna de Mark, y me empieza a caer bien.

—Es un buen hombre, señor Payne —dice, y sonríe.

Luego se despide con un gesto, sube a mi coche y se aleja en él. El piso, el Escarabajo, los Clayton… todo ha cambiado ya. Meneo la cabeza mientras vuelvo a entrar en casa. Y el mayor cambio de todos es Zayn Malik. Taylor piensa que es «un buen hombre». ¿Puedo creerle?


A las ocho, cenamos comida china con Niall. Hemos terminado. Ya lo hemos empaquetado todo y estamos listos para el traslado. Niall trae varias botellas de cerveza; Harry y yo nos sentamos en el sofá, él se sienta en el suelo, con las piernas cruzadas, entre los dos. Vemos telebasura, bebemos cerveza y, a medida que va avanzando la noche y la cerveza va haciendo efecto, bulliciosos y emotivos, vamos rescatando recuerdos. Han sido cuatro años estupendos.

Mi relación con Niall ha vuelto a la normalidad, olvidado ya el conato de beso. Bueno, lo he metido debajo de la alfombra en la que está tumbado el dios que llevo dentro, comiendo uvas y tamborileando con los dedos, esperando con impaciencia el domingo. Llaman a la puerta y el corazón se me sube a la boca. ¿Será…?

Abre Harry y Louis prácticamente lo coge en volandas. Lo envuelve en un abrazo hollywoodiense que enseguida se convierte en un apasionado estrujón europeo. Por favor, marchaos a un hotel. Niall y yo nos miramos. Me espanta su falta de pudor.

—¿Nos vamos al bar? —le pregunto a Niall, que asiente enérgicamente.

A los dos nos incomoda demasiado el erotismo desenfrenado que se despliega ante nosotros. Harry me mira, sonrojado y con los ojos brillantes.

—Niall y yo vamos a tomar algo.

Le pongo los ojos en blanco. ¡Ja! Aún puedo poner los ojos en blanco cuando me plazca.

—Vale.

Sonríe.

—Hola, Louis. Adiós, Louis.

Me guiña uno de sus enormes ojos azules, y Niall y yo salimos por la puerta, riendo como dos adolescentes.

Mientras bajamos la calle despacio en dirección al bar, me cojo del brazo de Niall. Dios, es una persona tan normal. No había sabido valorarlo hasta ahora.

—Vendrás de todas formas a la inauguración de mi exposición, ¿verdad?

—Desde luego, Nialler. ¿Cuándo es?

—El 9 de junio.

—¿En qué día cae?

De repente me entra el pánico.

—Es jueves.

—Sí, sin problema… ¿Y tú vendrás a vernos a Seattle?

—Tratad de impedírmelo.

Sonríe.


Es tarde cuando vuelvo del bar. No veo a Harry ni Louis por ninguna parte, pero los oigo. Madre mía. Espero no ser tan escandaloso. Sé que Zayn no lo es. Me ruborizo de pensarlo y huyo a mi habitación. Tras un abrazo breve y por suerte nada embarazoso,
Niall se ha ido. No sé cuándo volveré a verlo, probablemente en la exposición de sus fotografías; aún me asombra que por fin haya conseguido exponer. Lo echaré de menos, y echaré de menos su encanto pueril. No he sido capaz de contarle lo del Escarabajo. Sé que se pondrá frenético cuando se entere, y con un tío que se me enfade tengo más que suficiente. Ya en mi cuarto, echo un ojo al cacharro infernal y, por supuesto, tengo correo de Zayn.

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De: Zayn Malik
Fecha: 27 de mayo de 2013 22:14
Para: Liam Payne
Asunto: ¿Dónde estás?

«Estoy en el trabajo. Te mando un correo cuando llegue a casa.»
¿Aún sigues en el trabajo, o es que has empaquetado el teléfono, el iPhone y el MacBook?
Llámame o me veré obligado a llamar a Louis.

Zayn Malik
Presidente de Malik Enterprises Holdings, Inc.
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Maldita sea… Niall… mierda.

Cojo el teléfono. Cinco llamadas perdidas y un mensaje de voz. Tímidamente, escucho el mensaje. Es Zayn.

«Me parece que tienes que aprender a lidiar con mis expectativas. No soy un hombre paciente. Si me dices que te pondrás en contacto conmigo cuando termines de trabajar, ten la decencia de hacerlo. De lo contrario, me preocupo, y no es una emoción con la que esté familiarizado, por lo que no la llevo bien. Llámame.»

Mierda, mierda. ¿Es que nunca me va a dar un respiro? Miro ceñudo el teléfono. Me asfixia. Con una honda sensación de miedo en la boca del estómago, localizo su número y pulso la tecla de llamada. Mientras espero a que conteste, se me sube el corazón a la boca. Seguramente le encantaría darme una paliza de cincuenta mil demonios. La idea me deprime.

—Hola —dice en voz baja, y su tono me descoloca, porque me lo esperaba furibundo, pero el caso es que suena aliviado.

—Hola —susurro.

—Me tenías preocupado.

—Lo sé. Siento no haberte respondido, pero estoy bien.

Hace una pausa breve.

—¿Lo has pasado bien esta noche? —me pregunta de lo más comedido.

—Sí. Hemos terminado de empaquetar y Harry y yo hemos cenado comida china con Niall.

Aprieto los ojos con fuerza al mencionar a Niall. Zayn no dice nada.

—¿Qué tal tú? —le pregunto para llenar el repentino silencio abismal y ensordecedor.

No pienso consentir que haga que me sienta culpable por lo de Niall.

Por fin, suspira.

—He asistido a una cena con fines benéficos. Aburridísima. Me he ido en cuanto he podido.

Lo noto tan triste y resignado que se me encoge el corazón. Lo recuerdo hace algunas noches, sentado al piano de su enorme salón, acompañado por la insoportable melancolía agridulce de la música que tocaba.

—Ojalá estuvieras aquí —susurro, porque de pronto quiero abrazarlo. Consolarlo. Aunque no me deje. Necesito tenerlo cerca.

—¿En serio? —susurra mansamente.

Madre mía. Si no parece él; se me eriza el cuero cabelludo de repentina aprensión.

—Sí —le digo.

Al cabo de una eternidad, suspira.

—¿Nos veremos el domingo?

—Sí, el domingo —susurro, y un escalofrío me recorre el cuerpo entero.

—Buenas noches.

—Buenas noches, señor.

Mi apelativo lo pilla desprevenido, lo sé por su hondo suspiro.

—Buena suerte con la mudanza de mañana, Liam.

Su voz es suave, y los dos nos quedamos pegados al teléfono como adolescentes, sin querer colgar.

—Cuelga tú —le susurro.

Por fin, noto que sonríe.

—No, cuelga tú.

Ahora sé que está sonriendo.

—No quiero.

—Yo tampoco.

—¿Estabas enfadado conmigo?

—Sí.

—¿Todavía lo estás?

—No.

—Entonces, ¿no me vas a castigar?

—No. Yo soy de aquí te pillo, aquí te mato.

—Ya lo he notado.

—Ya puede colgar, señor Payne.

—¿En serio quiere que lo haga, señor?

—Vete a la cama, Liam.

—Sí, señor.

Ninguno de los dos cuelga.

—¿Alguna vez crees que serás capaz de hacer lo que te digan?

Parece divertido y exasperado a la vez.

—Puede. Lo sabremos después del domingo.

Y pulso la tecla de colgar.

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Louis admira su obra. Nos ha reconectado la tele al satélite del piso de Pike Place Market. Harry y yo nos tiramos al sofá, riendo como bobos, impresionados por su habilidad con el taladro eléctrico. La tele de plasma queda rara sobre el fondo de ladrillo visto del almacén reconvertido, pero ya me acostumbraré.

—¿Ves, nene? Fácil.

Le dedica una sonrisa de dientes blanquísimos a Harry y el casi literalmente se derrite en el sofá.

Les pongo los ojos en blanco a los dos.

—Me encantaría quedarme, nene, pero mi hermana ha vuelto de París y esta noche tengo cena familiar ineludible.

—¿No puedes pasarte luego? —pregunta Harry tímidamente, con una dulzura impropia de el.

Me levanto y me acerco a la zona de la cocina fingiendo que voy a desempaquetar una de las cajas. Se van a poner pegajosos.

—A ver si me puedo escapar —promete.

—Bajo contigo—dice Harry sonriendo.

—Hasta luego, Li —se despide Louis con una amplia sonrisa.

—Adiós, Lou. Saluda a Zayn de mi parte.

—¿Solo saludar? —Arquea las cejas como insinuando algo.

—Sí.

Me guiña el ojo y me pongo colorado mientras él sale del piso con Harry.

Louis es un encanto, muy distinto de Zayn. Es agradable, abierto, cariñoso, muy cariñoso, demasiado cariñoso, con Harry. No se quitan las manos de encima el uno al otro; lo cierto es que llega a resultar violento… y yo me pongo verde de envidia.

Harry vuelve unos veinte minutos después con pizza; nos sentamos, rodeados de cajas, en nuestro nuevo y diáfano espacio, y nos la comemos directamente de la caja. La verdad es que el padre de Harry se ha portado. El piso no es un palacio, pero sí lo bastante grande: tres dormitorios y un salón inmenso con vistas a Pike Place Market. Son todo suelos de madera maciza y ladrillo rojo, y las superficies de la cocina son de hormigón pulido, muy práctico, muy actual. A los dos nos encanta el hecho de que vamos a estar en pleno centro de la ciudad.

A las ocho suena el interfono. Harry da un bote y a mí se me sube el corazón a la boca.

—Un paquete, señor Payne, señor Styles.

La decepción corre de forma libre e inesperada por mis venas. No es Zayn.

—Segundo piso, apartamento dos.

Harry abre al mensajero. La chica se queda boquiabierta al ver a Harry, con sus vaqueros ajustados, su camiseta y el pelo recogido con un gorrito muy adorable según mi perspectiva. Tiene ese efecto en las mujeres, y hombres. La chica sostiene una botella de champán con un globo en forma de helicóptero atado a ella. Harry lo despide con una sonrisa deslumbrante y me lee la tarjeta.

‘Liam, Harry:
Buena suerte en vuestro nuevo hogar.
Zayn Malik’

Harry mueve la cabeza en señal de desaprobación.

—¿Es que no puede poner solo «de Zayn»? ¿Y qué es este globo tan raro en forma de helicóptero?

—Charlie Tango.

—¿Qué?

—Zayn me llevó a Seattle en su helicóptero.

Me encojo de hombros.

Harry me mira boquiabierto. Debo decir que me encantan estas ocasiones, porque son pocas: Harry Styles, mudo y pasmado. Me doy el gustazo de disfrutar del instante.

—Pues sí, tiene helicóptero y lo pilota él —digo orgulloso.

—Cómo no… Ese capullo indecentemente rico tiene helicóptero. ¿Por qué no me lo habías contado?

Harry me mira acusador, pero sonríe, cabeceando con incredulidad.

—He tenido demasiadas cosas en la cabeza últimamente.

Frunce el ceño.

—¿Te las apañarás solo mientras estoy fuera?

—Claro —respondo tranquilizador.

Ciudad nueva, en paro… un novio de lo más rarito.

—¿Le has dado nuestra dirección?

—No, pero el acoso es una de sus especialidades —barrunto sin darle importancia.

Harry frunce aún más el ceño.

—Por qué será que no me sorprende. Me inquieta, Li. Por lo menos el champán es bueno, y está frío.

Por supuesto, solo Zayn enviaría champán frío, o le pediría a su secretaria que lo hiciera… o igual a Taylor. Lo abrimos allí mismo y localizamos nuestras tazas; son lo último que hemos empaquetado.

—Bollinger Grande Année Rosé 1999, una añada excelente.

Sonrío a Harry y brindamos.


Me despierto temprano en la mañana de un domingo gris después de una noche de sueño asombrosamente reparador, y me quedo tumbado mirando fijamente mis cajas. Deberías ir desempaquetando tus cosas, me regaña mi subconsciente, juntando y frunciendo sus labios. No, hoy es el día. El dios que llevo dentro está fuera de sí, dando saltitos primero con un pie y luego con el otro. La expectación, pesada y portentosa, se cierne sobre mi cabeza como una oscura nube de tormenta tropical. Siento las mariposas en el estómago, además del dolor más oscuro, carnal y cautivador que me produce el tratar de imaginar qué me hará. Luego, claro, tengo que firmar ese condenado contrato… ¿o no? Oigo el sonido de correo entrante en el cacharro infernal, que está en el suelo junto a la cama.

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De: Zayn Malik
Fecha: 29 de mayo de 2013 08:04
Para: Liam Payne
Asunto: Mi vida en cifras

Si vienes en coche, vas a necesitar este código de acceso para el garaje subterráneo del Escala: 146963.
Aparca en la plaza 5: es una de las mías.
El código del ascensor: 1880.

Zayn Malik
Presidente de Malik Enterprises Holdings, Inc.
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De: Liam Payne
Fecha: 29 de mayo de 2013 08:08
Para: Zayn Malik
Asunto: Una añada excelente

Sí, señor. Entendido.
Gracias por el champán y el globo de Charlie Tango, que tengo atado a mi cama.

Liam.
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De: Zayn Malik
Fecha: 29 de mayo de 2013 08:11
Para: Liam Payne
Asunto: Envidia

De nada.
No llegues tarde.
Afortunado Charlie Tango.

Zayn Malik
Presidente de Malik Enterprises Holdings, Inc.
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Pongo los ojos en blanco ante lo dominante que es, pero la última línea me hace sonreír. Me dirijo al baño, preguntándome si Louis volvería anoche y esforzándome por controlar los nervios.


Justo a las 12.55 h entro en el garaje del Escala y aparco en la plaza 5. ¿Cuántas plazas tiene? El Audi SUV está ahí, el R8 y dos Audi SUV más pequeños. Compruebo cómo llevo el pelo en el espejito iluminado de la visera de mi asiento. En el Escarabajo no tenía.

¡Ánimo! El dios que llevo dentro agita los pompones; lo tengo en modo animador. En el reflejo infinito de espejos del ascensor me miro el traje color azul. La última vez que me lo puse Zayn quiso quitármelo enseguida. Me excito al recordarlo. Qué sensación tan deliciosa… y luego recupero el aliento. Llevo la ropa interior que Taylor me compró. Me sonrojo al imaginar a ese hombre de pelo rapado recorrer los pasillos de TopMan. Se abren las puertas y me encuentro en el vestíbulo del apartamento número uno.

Cuando salgo del ascensor, veo a Taylor delante de la puerta de doble hoja.

—Buenas tardes, señor Payne —dice.

—Llámame Liam, por favor.

—Liam.

Sonríe.

—El señor Malik le espera.

Apuesto a que sí.

Zayn está sentado en el sofá del salón, leyendo la prensa del domingo. Alza la vista cuando Higgins me hace pasar. La estancia es exactamente como la recordaba; aunque solo hace una semana que estuve aquí, me parece que haga mucho más. Zayn parece tranquilo y sereno; de hecho, está divino. Viste vaqueros y una camisa suelta de lino blanco; no lleva zapatos ni calcetines. Tiene el pelo revuelto y despeinado, y en sus ojos hay un brillo malicioso. Se levanta y se acerca despacio a mí, con una sonrisa satisfecha en esos labios tan bien esculpidos.

Yo sigo inmóvil a la puerta del salón, paralizado por su belleza y la dulce expectación ante lo que se avecina. La corriente que hay entre nosotros está ahí, encendiéndose lentamente en mi vientre, atrayéndome hacia él.

—Mmm… ese traje —murmura complacido mientras me examina de arriba abajo—. Bienvenido de nuevo, señor Payne —susurra y, cogiéndome de la barbilla, se inclina y me deposita un beso suave en la boca.

El contacto de sus labios y los míos resuena por todo mi cuerpo. Se me entrecorta la respiración.

—Hola —respondo ruborizándome.

—Llegas puntual. Me gusta la puntualidad. Ven. —Me coge de la mano y me lleva al sofá—. Quiero enseñarte algo —dice mientras nos sentamos.

Me pasa el Seattle Times. En la página ocho, hay una fotografía de los dos en la ceremonia de graduación. Madre mía. Salgo en el periódico. Leo el pie de foto.

‘Zayn Malik y su amigo en la ceremonia de graduación de la Universidad Estatal de Washington, en Vancouver.’

Me echo a reír.

—Así que ahora soy tu «amigo».

—Eso parece. Y sale en el periódico, así que será cierto.

Sonríe satisfecho.

Está sentado a mi lado, completamente vuelto hacia mí, con una pierna metida debajo de la otra. Alarga la mano y me coloca un mechón de flequillo hacia la derecha con el índice. Mi cuerpo revive con sus caricias, ansioso y expectante.

—Entonces, Liam, ahora tienes mucho más claro cuál es mi rollo que la otra vez que estuviste aquí.

—Sí.

¿Adónde pretende llegar?

—Y aun así has vuelto.

Asiento tímidamente con la cabeza y sus ojos se encienden.

Mueve la cabeza, como si le costara digerir la idea.

—¿Has comido? —me pregunta de repente.

Mierda.

—No.

—¿Tienes hambre?

Se está esforzando por no parecer enfadado.

—De comida, no —susurro, y se le inflan las aletas de la nariz.

Se inclina hacia delante y me susurra al oído.

—Tan impaciente como siempre, señor Payne. ¿Te cuento un secreto? Yo también. Pero la doctora Greene no tardará en llegar. —Se incorpora—. Deberías comer algo —me reprende moderadamente.

Se me enfría la sangre hasta ahora encendida. Madre mía, la visita médica. Lo había olvidado.

—Háblame de la doctora Greene —digo para distraernos a los dos.

—Es la mejor especialista en su campo de Seattle. ¿Qué más puedo decir?

Se encoge de hombros.

—Pensaba que me iba a atender «tu» doctor.

—Creo que es preferible que te vea un especialista, ¿no? —me dice con suavidad.

Asiento. Madre mía, si de verdad es la mejor en su campo y la ha citado para que venga a verme en domingo, ¡a la hora de comer!, no quiero ni imaginarme la pasta que le habrá costado. 

Zayn frunce el ceño de pronto, como si hubiera recordado algo desagradable.

—Liam, a mi madre le gustaría que vinieras a cenar esta noche. Tengo entendido que Louis se lo va a pedir a Harry también. No sé si te apetece. A mí se me hace raro presentarte a mi familia.

¿Raro? ¿Por qué?

—¿Te avergüenzas de mí? —digo sin poder disimular que estoy dolido.

—Por supuesto que no —contesta poniendo los ojos en blanco.

—¿Y por qué se te hace raro?

—Porque no lo he hecho nunca.

—¿Por qué tú si puedes poner los ojos en blanco y yo no?

Me mira extrañado.

—No me he dado cuenta de que lo hacía.

—Tampoco yo, por lo general —espeto.

Zayn me mira furioso, estupefacto. Taylor aparece en la puerta.

—Ha llegado la doctora Greene, señor.

—Acompáñala a la habitación del señor Payne.

¡La habitación del señor Payne!

—¿Preparado para las pruebas? —me pregunta mientras se pone de pie y me tiende la mano.

—No irás a venir tú también, ¿no? —pregunto espantado.

Se echa a reír.

—Pagaría un buen dinero por mirar, créeme, Liam, pero no creo que a la doctora le pareciera bien.

Acepto la mano que me tiende, y Zayn tira de mí hacia él y me besa apasionadamente. Me aferro a sus brazos, sorprendido.

Me sostiene la cabeza con la mano hundida en mi pelo y me atrae hacia él, pegando su frente a la mía.

—Cuánto me alegro de que hayas venido —susurra—. Estoy impaciente por desnudarte.
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Cincuenta sombras de Malik (Ziam) - Página 5 Empty Re: Cincuenta sombras de Malik (Ziam)

Mensaje por Invitado Jue 07 Nov 2013, 1:20 pm

CAPITULO 23.

La doctora Greene es alta y rubia y va impecable, vestida con un traje de chaqueta azul marino. Me recuerda a las mujeres que trabajan en la oficina de Zayn. Es como un modelo de retrato robot, otra rubia perfecta. Lleva la melena recogida en un elegante moño. Tendrá unos cuarenta y pocos.

—Señor Malik.

Estrecha la mano que le tiende Zayn.

—Gracias por venir habiéndola avisado con tan poca antelación —dice Zayn.

—Gracias a usted por compensármelo sobradamente, señor Malik. Señor Payne.

Sonríe; su mirada es fría y observadora.

Nos damos la mano y enseguida sé que es una de esas mujeres que no soportan a la gente estúpida. Al igual que Harry. Me cae bien de inmediato. Le dedica a Zayn una mirada significativa y, tras un instante incómodo, él capta la indirecta.

—Estaré abajo —murmura, y sale de lo que va a ser mi dormitorio.

—Bueno, señor Payne. El señor Malik me paga una pequeña fortuna para que le atienda. Dígame, ¿qué puedo hacer por usted?


Tras un examen en profundidad, volvemos abajo, a la galería de arte que es el salón de Zayn. Está leyendo, sentado en el sofá. Un aria conmovedora suena en el equipo de música, flotando alrededor de Zayn, envolviéndolo con sus notas, llenando la estancia de una melodía dulce y vibrante. Por un momento, parece sereno. Se vuelve cuando entramos, nos mira y me sonríe cariñoso.

—¿Ya habéis terminado? —pregunta como si estuviera verdaderamente interesado.

Apunta el mando hacia la elegante caja blanca bajo la chimenea que alberga su iPod y la exquisita melodía se atenúa, pero sigue sonando de fondo. Se pone de pie y se acerca despacio.

—Sí, señor Malik. Cuídelo; es un joven hermoso e inteligente.

Zayn se queda tan pasmado como yo. Qué comentario tan inapropiado para una doctora. ¿Acaso le está lanzando una advertencia no del todo sutil? Zayn se recompone.

—Eso me propongo —masculla él, divertido.

Lo miro y me encojo de hombros, cortado.

—Le enviaré la factura —dice ella muy seca mientras le estrecha la mano.

Se vuelve hacia mí.

—Buenos días, y buena suerte, Li.

Me sonríe mientras nos damos la mano, y se le forman unas arruguitas en torno a los ojos. Surge Taylor de la nada para conducirla por la puerta de doble hoja hasta el ascensor. ¿Cómo lo hace? ¿Dónde se esconde?

—¿Cómo ha ido? —pregunta Zayn.

—Bien, gracias. Estoy totalmente sano. Pero, me ha dicho que tengo que abstenerme de practicar cualquier tipo de actividad sexual durante las cuatro próximas semanas.

A Zayn se le descuelga la mandíbula y yo, que ya no puedo aguantarme más, le sonrío como un bobo.

—¡Has picado!

Entrecierra los ojos y dejo de reír de inmediato. De hecho, parece bastante enfadado. Oh, mierda. Mi subconsciente se esconde en un rincón y yo, blanco como el papel, me lo imagino tumbándome otra vez en sus rodillas.

—¡Has picado! —me dice, y sonríe satisfecho. Me agarra por la cintura y me estrecha contra su cuerpo—. Es usted incorregible, señor Payne —murmura, mirándome a los ojos mientras me hunde los dedos en el pelo y me sostiene con firmeza.

Me besa, con fuerza, y yo me aferro a sus brazos musculosos para no caerme.

—Aunque me encantaría hacértelo aquí y ahora, tienes que comer, y yo también. No quiero que te me desmayes después —me dice a los labios.

—¿Solo me quieres por eso… por mi cuerpo? —susurro.

—Por eso y por tu lengua viperina —contesta.

Me besa apasionadamente, y luego me suelta de pronto, me coge de la mano y me lleva a la cocina. Estoy alucinando. Tan pronto estamos bromeando como…

Me abanico la cara encendida. Zayn es puro sexo ambulante, y ahora tengo que recobrar el equilibrio y comer algo. El aria aún suena de fondo.

—¿Qué música es esta?

—Es una pieza de Villa-Lobos, de sus Bachianas Brasileiras. Buena, ¿verdad?

—Sí —musito, completamente de acuerdo.

La barra del desayuno está preparada para dos. Zayn saca un cuenco de ensalada del frigorífico.

—¿Te va bien una ensalada César?

Uf, nada pesado, menos mal.

—Sí, perfecto, gracias.

Lo veo moverse con elegancia por la cocina. Parece que se siente muy a gusto con su cuerpo, pero luego no quiere que lo toquen, así que igual, en el fondo, no está tan a gusto. Todos necesitamos del prójimo… salvo, quizá, Zayn Malik.

—¿En qué piensas? —dice, sacándome de mi ensimismamiento.

Me ruborizo.

—Observaba cómo te mueves.

Arquea una ceja, divertido.

—¿Y? —pregunta con sequedad.

Me ruborizo aún más.

—Eres muy elegante.

—Vaya, gracias, señor Payne —murmura. Se sienta a mi lado con una botella de vino en la mano—. ¿Chablis?

—Por favor.

—Sírvete ensalada —dice en voz baja—. Come.

La ensalada César está deliciosa. Para mi sorpresa, estoy muerto de hambre y, por primera vez desde que hemos comido juntos, termino antes que él. El vino tiene un sabor fresco, limpio y afrutado.

—¿Impaciente como de costumbre, señor Payne? —sonríe mirando mi plato vacío.

Lo miro con los ojos entornados.

—Sí —susurro.

Se le entrecorta la respiración. Y, mientras me mira fijamente, noto que la atmósfera entre los dos va cambiando, evolucionando… se carga. Su mirada pasa de impenetrable a ardiente, y me arrastra consigo. Se levanta, reduciendo la distancia entre los dos, y me baja del taburete a sus brazos.

—¿Quieres hacerlo? —dice mirándome fijamente.

—No he firmado nada.

—Lo sé… pero últimamente te estás saltando todas las normas.

—¿Me vas a pegar?

—Sí, pero no para hacerte daño. Ahora mismo no quiero castigarte. Si te hubiera pillado anoche… bueno, eso habría sido otra historia.

Madre mía. Quiere hacerme daño… ¿y qué hago yo ahora? Me cuesta disimular el horror que me produce.

—Que nadie intente convencerte de otra cosa, Liam: una de las razones por las que la gente como yo hace esto es porque le gusta infligir o sentir dolor. Así de sencillo. A ti no, así que ayer dediqué un buen rato a pensar en todo esto.

Me arrima a su cuerpo y su erección me aprieta el vientre. Debería salir corriendo, pero no puedo. Me atrae a un nivel primario e insondable que no alcanzo a comprender.

—¿Llegaste a alguna conclusión? —susurro.

—No, y ahora mismo no quiero más que atarte y follarte hasta dejarte sin sentido. ¿Estás preparado para eso?

—Sí —digo mientras todo mi cuerpo se tensa al instante.

Uau…

—Bien. Vamos.

Me coge de la mano y, dejando todos los platos sucios en la barra de desayuno, nos dirigimos arriba. Se me empieza a acelerar el corazón. Ya está. Lo voy a hacer de verdad. El dios que llevo dentro da vueltas, encadenando piruetas. Zayn abre la puerta de su cuarto de juegos, se aparta para dejarme pasar y una vez más me encuentro en el cuarto rojo del dolor.

Sigue igual: huele a cuero, a pulimento de aroma cítrico y a madera noble, todo muy sensual. Me corre la sangre hirviendo por todo el organismo: adrenalina mezclada con lujuria y deseo. Un cóctel poderoso y embriagador. La actitud de Zayn ha cambiado por completo, ha ido variando paulatinamente, y ahora es más dura, más cruel. Me mira y veo sus ojos encendidos, lascivos… hipnóticos.

—Mientras estés aquí dentro, eres completamente mío —dice, despacio, midiendo cada palabra—. Harás lo que me apetezca. ¿Entendido?

Su mirada es tan intensa… Asiento, con la boca seca, con el corazón desbocado, como si se me fuera a salir del pecho.

—Quítate las Vans —me ordena en voz baja.

Trago saliva y, algo torpemente, me las quito. Se agacha, las coge y las deja junto a la puerta.

—Bien. No titubees cuando te pido que hagas algo. Ahora te voy a quitar el traje, algo que hace días que vengo queriendo hacer, si no me falla la memoria. Quiero que estés a gusto con tu cuerpo, Liam. Tienes un cuerpo que me gusta mirar. Es una gozada contemplarlo. De hecho, podría estar mirándolo todo el día, y quiero que te desinhibas y no te avergüences de tu desnudez. ¿Entendido?

—Sí.

—Sí, ¿qué?

Se inclina hacia mí con mirada feroz.

—Sí, señor.

—¿Lo dices en serio? —espeta.

—Sí, señor.

Me quita la chaqueta.

—Bien. Levanta los brazos por encima de la cabeza.

Hago lo que me pide y él me desabrocha el primer botón de la camisa y me la sube por el vientre, el pecho, los hombros y la cabeza. Retrocede para examinarme y, con aire ausente, la dobla sin quitarme el ojo de encima. La deja sobre la gran cómoda que hay junto a la puerta. Alarga la mano y me coge por la barbilla, abrasándome con su tacto.

—Te estás mordiendo el labio —dice—. Sabes cómo me pone eso —añade con voz ronca—. Date la vuelta.

Me doy la vuelta al momento, sin titubear. Me desabrocha el pantalón y tira de él hacia abajo, rozándome la piel con los dedos y con las uñas de los pulgares mientras me lo quita. El contacto me produce escalofríos y despierta todas las terminaciones nerviosas de mi cuerpo. Está detrás de mí, tan cerca que noto el calor que irradia de él, y me calienta, me calienta entero. Me ladea la cabeza. Recorre con la nariz mi cuello descubierto, inhalando todo el tiempo, y luego asciende de nuevo a la oreja. Los músculos de mi miembro se contraen, impulsados por el deseo. Maldita sea, apenas me ha tocado y ya lo deseo.

—Hueles tan divinamente como siempre, Liam —susurra al tiempo que me besa con suavidad debajo de la oreja.

Gimo.

—Calla —me dice—. No hagas ni un solo ruido. Date la vuelta —me ordena.

Hago lo que me manda, con la respiración agitada por una mezcla de miedo y deseo. Una mezcla embriagadora.

—Cuando te pida que entres aquí, vendrás así. Solo en calzoncillos. ¿Entendido?

—Sí.

—Sí, ¿qué?

Me mira furibundo.

—Sí, señor.

Se dibuja una sonrisa en sus labios.

—Buen chico. —Sus ojos ardientes atraviesan los míos—. Cuando te pida que entres aquí, espero que te arrodilles allí. —Señala un punto junto a la puerta—. Hazlo.

Extrañado, proceso sus palabras, me doy la vuelta y, con torpeza, me arrodillo como me ha dicho.

—Te puedes sentar sobre los talones.

Me siento.

—Las manos y los brazos pegados a los muslos. Bien. Separa las rodillas. Más. Más. Perfecto. Mira al suelo.

Se acerca a mí y, en mi campo de visión, le veo los pies y las espinillas. Los pies descalzos. También tiene tatuajes ahí. Si quiere que me acuerde de todo, debería dejarme tomar apuntes. Se agacha y me coge del pelo, luego me echa la cabeza hacia atrás para que lo mire. No duele por muy poco.

—¿Podrás recordar esta posición, Liam?

—Sí, señor.

—Bien. Quédate ahí, no te muevas.

Sale del cuarto.

Estoy de rodillas, esperando. ¿Adónde habrá ido? ¿Qué me va a hacer? Pasa el tiempo. No tengo ni idea de cuánto tiempo me deja así… ¿unos minutos, cinco, diez? La respiración se me acelera cada vez más; la impaciencia me devora de dentro afuera.
De pronto vuelve, y súbitamente me noto más tranquilo y más excitado, todo a la vez. ¿Podría estar más excitado? Le veo los pies. Se ha cambiado de vaqueros. Estos son más viejos, están rasgados, gastados, demasiado lavados. Madre mía, cómo me ponen estos vaqueros. Cierra la puerta y cuelga algo en ella.

—Buen chico, Liam. Estás precioso así. Bien hecho. Ponte de pie.

Me levanto, pero sigo mirando al suelo.

—Me puedes mirar.

Alzo la vista tímidamente y veo que él me está mirando fijamente, evaluándome, pero con una expresión tierna. Se ha quitado la camisa. Dios mío, quiero tocarlo. Lleva desabrochado el botón superior de los vaqueros.

—Ahora voy a encadenarte, Liam. Dame la mano derecha.

Le doy la mano. Me vuelve la palma hacia arriba y, antes de que pueda darme cuenta, me golpea en el centro con una fusta que ni siquiera le había visto en la mano derecha.
Sucede tan deprisa que apenas me sorprendo. Y lo que es más asombroso, no me duele. Bueno, no mucho, solo me escuece un poco.

—¿Cómo te ha sentado eso?

Lo miro confundido.

—Respóndeme.

—Bien.

Frunzo el ceño.

—No frunzas el ceño.

Extrañado, pruebo a mostrarme impasible. Funciona.

—¿Te ha dolido?

—No.

—Esto te va a doler. ¿Entendido?

—Sí —digo vacilante.

¿De verdad me va a doler?

—Va en serio —me dice.

Maldita sea. Apenas puedo respirar. ¿Acaso sabe lo que pienso? Me enseña la fusta. Marrón, de cuero trenzado. Lo miro de pronto y veo deseo en sus ojos brillantes, deseo y una pizca de diversión.

—Nos proponemos complacer, señor Payne —murmura—. Ven.

Me coge del codo y me coloca debajo de la rejilla. Alarga la mano y baja unos grilletes con muñequeras de cuero negro.

—Esta rejilla está pensada para que los grilletes se muevan a través de ella.

Levanto la vista. Madre mía, es como un plano del metro.

—Vamos a empezar aquí, pero quiero follarte de pie, así que terminaremos en aquella pared.

Señala con la fusta la gran X de madera de la pared.

—Ponte las manos por encima de la cabeza.

Lo complazco inmediatamente, con la sensación de que abandono mi cuerpo y me convierto en un observador ocasional de los acontecimientos que se desarrollan a mi alrededor. Esto es mucho más que fascinante, mucho más que erótico. Es con mucho lo más excitante y espeluznante que he hecho nunca. Me estoy poniendo en manos de un hombre hermoso que, según él mismo me ha confesado, está jodido de cincuenta mil formas. Trato de contener el momentáneo espasmo de miedo. Harry y Louis saben que estoy aquí.

Mientras me ata las muñequeras, se sitúa muy cerca. Tengo su pecho pegado a la cara. Su proximidad es deliciosa. Huele a gel corporal y a Zayn, una mezcla embriagadora, y eso me vuelve a traer al presente. Quiero pasear la nariz y la lengua por su torso tatuado. Bastaría con que me inclinara hacia delante…

Retrocede y me mira, con ojos entornados, lascivos, carnales, y yo me siento impotente, con las manos atadas, pero al contemplar su hermoso rostro y percibir lo mucho que me desea, noto que se me endurece la entrepierna. Camina despacio a mi alrededor.

—Está fabuloso atado así, señor Payne. Y con esa lengua viperina quieta de momento. Me gusta.

De pie delante de mí, me mete los dedos por los calzoncillos y, sin ninguna prisa, me los baja por las piernas, quitándomelos angustiosamente despacio, hasta que termina arrodillado delante de mí. Sin quitarme los ojos de encima, estruja mis calzoncillos en su mano, se los lleva a la nariz e inhala hondo. Dios mío, ¿en serio ha hecho eso? Me sonríe perversamente y se los mete en el bolsillo de los vaqueros.

Se levanta despacio, como un guepardo, me apunta al ombligo con el extremo de la fusta y va describiendo círculos, provocándome. Al contacto con el cuero, me estremezco y gimo.

Vuelve a caminar a mi alrededor, arrastrando la fusta por mi cintura. En la segunda vuelta, de pronto la sacude y me azota el trasero. Grito de sorpresa y todas mis terminaciones nerviosas se ponen alerta. Tiro de las ataduras. La conmoción me recorre entero, y es una sensación de lo más dulce, extraña y placentera.

—Calla —me susurra mientras camina a mi alrededor otra vez, con la fusta algo más alta recorriendo mi cintura.

Esta vez, cuando me atiza en el mismo sitio, lo espero. Todo mi cuerpo se sacude por el azote dolorosamente dulce.

Mientras da vueltas a mi alrededor, me atiza de nuevo, esta vez en el pezón, y yo echo la cabeza hacia atrás ante el zumbido de mis terminaciones nerviosas. Me da en el otro: un castigo breve, rápido y dulce. Su ataque me endurece, y gimo ruidosamente, tirando de las muñequeras de cuero.

—¿Te gusta esto? —me dice.

—Sí.

Me vuelve a azotar en el culo. Esta vez me duele.

—Sí, ¿qué?

—Sí, señor —gimoteo.

Se detiene, pero ya no lo veo. Tengo los ojos cerrados, intentando digerir la multitud de sensaciones que recorren mi cuerpo. Muy despacio, me rocía de pequeños picotazos con la fusta por el vientre, hacia abajo. Sé adónde se dirige y trato de mentalizarme, pero cuando me recorre el miembro, grito con fuerza.

—¡Por favor! —gruño.

—Calla —me ordena, y me vuelve a dar en el trasero.

No esperaba que esto fuera así… Estoy perdido. Perdido en un mar de sensaciones. De nuevo arrastra la fusta por mi miembro, desde abajo hasta la punta.

—Líquido preseminal, Liam. Abre los ojos y la boca.

Hago lo que me dice, completamente seducido. Me mete la punta de la fusta en la boca, como en mi sueño. Madre mía.

—Mira cómo sabes. Chupa. Chupa fuerte, nene.

Cierro la boca alrededor de la fusta y lo miro fijamente. Noto el fuerte sabor del cuero y el sabor salado de mi fluido. Le centellean los ojos. Está en su elemento.

Me saca la fusta de la boca, se inclina hacia delante, me agarra y me besa con fuerza, invadiéndome la boca con su lengua. Me rodea con los brazos y me estrecha contra su cuerpo. Su pecho aprisiona el mío y yo me muero de ganas por tocar, pero con las manos atadas por encima de la cabeza, no puedo.

—Oh, Liam, sabes fenomenal —me dice—. ¿Hago que te corras?

—Por favor —le suplico.

La fusta me sacude el trasero. ¡Au!

—Por favor, ¿qué?

—Por favor, señor —gimoteo.

Me sonríe, triunfante.

—¿Con esto?

Se apunta la boca entreabierta con el dedo índice.

—Sí, señor.

—¿Estás seguro?

Me mira muy serio.

—Sí, por favor, señor.

—Cierra los ojos.

Cierro los ojos. Empieza a besarme el cuerpo mientras desciende. Cuando llega a mi miembro de lo pete de golpe en la boca, una, dos, tres veces, una y otra vez, hasta que al final… ya, no aguanto más, y me corro, de forma espectacular, escandalosa, encorvándome debilitado. Las piernas me flaquean y él me rodea con sus brazos. Me disuelvo en ellos, apoyando la cabeza en su pecho, maullando y gimoteando mientras las réplicas del orgasmo me consumen. Me levanta, y de pronto nos movemos, mis brazos aún atados por encima de la cabeza, y entonces noto la fría madera de la cruz barnizada contra mi espalda, y él se está desabrochando los botones de los vaqueros. 

Me apoya un instante en la cruz mientras me prepara con los dedos. Se pone un condón, luego me coge por los muslos y me levanta otra vez.

—Levanta las piernas, nene, enróscamelas en la cintura.

Me siento muy débil, pero hago lo que me dice mientras él me engancha las piernas a sus caderas y se sitúa debajo de mí. Con una fuerte embestida me penetra, y vuelvo a gritar y él suelta un gemido ahogado en mi oído. Mis brazos descansan en sus hombros mientras entra y sale. Dios, llega mucho más adentro de esta forma.

Noto que vuelvo a acercarme al clímax. Maldita sea, no… otra vez, no… no creo que mi cuerpo soporte otro orgasmo de esa magnitud. Pero no tengo elección… y con una inevitabilidad que empieza a resultarme familiar, me dejo llevar y vuelvo a correrme, y resulta placentero, agonizante, intenso. Pierdo por completo la conciencia de mí mismo. Zayn me sigue y, mientras se corre, grita con los dientes apretados y se abraza a mí con fuerza.

Me la saca rápidamente y me apoya contra la cruz, su cuerpo sosteniendo el mío. Desabrocha las muñequeras, me suelta las manos y los dos nos desplomamos en el suelo. Me atrae a su regazo, meciéndome, y apoyo la cabeza en su pecho. Si tuviera fuerzas lo acariciaría, pero no las tengo. Solo ahora me doy cuenta de que aún lleva los vaqueros puestos.

—Muy bien, nene —murmura—. ¿Te ha dolido?

—No —digo.

Apenas puedo mantener los ojos abiertos. ¿Por qué estoy tan cansado?

—¿Esperabas que te doliera? —susurra mientras me estrecha en sus brazos, apartándome de la cara unos mechones de flequillo sueltos.

—Sí.

—¿Lo ves? Casi todo tu miedo está solo en tu cabeza. —Hace una pausa—. ¿Lo harías otra vez?

Medito un instante, la fatiga nublándome el pensamiento… ¿Otra vez?

—Sí —le digo en voz baja.

Me abraza con fuerza.

—Bien. Yo también —musita, luego se inclina y me besa con ternura en la nuca—. Y aún no he terminado contigo.

Que aún no ha terminado conmigo. Madre mía. Yo no aguanto más. Me encuentro agotado y hago un esfuerzo sobrehumano por no dormirme. Descanso en su pecho con los ojos cerrados, y él me envuelve todo, con brazos y piernas, y me siento… seguro, y a gusto. ¿Me dejará dormir, acaso soñar? Tuerzo la boca ante semejante idea y, volviendo la cara hacia el pecho de Zayn, inhalo su aroma único y lo acaricio con la nariz, pero él se tensa de inmediato… oh, mierda. Abro los ojos y lo miro. Él me está mirando fijamente.

—No hagas eso —me advierte.

Me sonrojo y vuelvo a mirarle el pecho con anhelo. Quiero pasarle la lengua por los tatuajes, besarlos y, por primera vez, me doy cuenta de que tiene algunas tenues cicatrices pequeñas y redondas, esparcidas por el pecho. ¿Varicela? ¿Sarampión?, pienso distraídamente.

—Arrodíllate junto a la puerta —me ordena mientras se incorpora, apoyando las manos en mis rodillas y liberándome del todo.

Siento frío de pronto; la temperatura de su voz ha descendido varios grados.

Me levanto torpemente, me escabullo hacia la puerta y me arrodillo como me ha ordenado. Me noto flojo, exhausto y tremendamente confundido. ¿Quién iba a pensar que encontraría semejante gratificación en este cuarto? ¿Quién iba a pensar que resultaría tan agotador? Siento todo mi cuerpo saciado, deliciosamente pesado. El dios que llevo dentro tiene puesto un cartel de NO MOLESTAR en la puerta de su cuarto.

Zayn se mueve por la periferia de mi campo de visión. Se me empiezan a cerrar los ojos.

—Le aburro, ¿verdad, señor Payne?

Me despierto de golpe y tengo a Zayn delante, de brazos cruzados, mirándome furioso. Mierda, me ha pillado echando una cabezadita; esto no va a terminar bien. Su mirada se suaviza cuando lo miro.

—Levántate —me ordena.

Me pongo en pie con cautela. Me mira y esboza una sonrisa.

—Estás destrozado, ¿verdad?

Asiento tímidamente, ruborizándome.

—Aguante, señor Payne. —Frunce los ojos—. Yo aún no he tenido bastante de ti. Pon las manos al frente como si estuvieras rezando.

Lo miro extrañado. ¡Rezando! Rezando para que tengas compasión de mí. Hago lo que me pide. Coge una brida para cables y me sujeta las muñecas con ella, apretando el plástico.

Madre mía. Lo miro de pronto.

—¿Te resulta familiar? —pregunta sin poder ocultar la sonrisa.

Dios… las bridas de plástico para cables. ¡Aprovisionándose en Clayton’s! Ahogo un gemido y la adrenalina me recorre de nuevo el cuerpo entero; ha conseguido llamar mi atención, ya estoy despierto.

—Tengo unas tijeras aquí. —Las sostiene en alto para que yo las vea—. Te las puedo cortar en un segundo.

Intento separar las muñecas, poniendo a prueba la atadura y, al hacerlo, se me clava el plástico en la piel. Resulta doloroso, pero si me relajo mis muñecas están bien; la atadura no me corta la piel.

—Ven.

Me coge de las manos y me lleva a la cama de cuatro postes. Me doy cuenta ahora de que tiene puestas sábanas de un rojo oscuro y un grillete en cada esquina.

—Quiero más… muchísimo más —me susurra al oído.

Y el corazón se me vuelve a acelerar. Madre mía.

—Pero seré rápido. Estás cansado. Agárrate al poste —dice.

Frunzo el ceño. ¿No va a ser en la cama entonces? Al agarrarme al poste de madera labrado, descubro que puedo separar las manos.

—Más abajo —me ordena—. Bien. No te sueltes. Si lo haces, te azotaré. ¿Entendido?

—Sí, señor.

—Bien.

Se sitúa detrás de mí y me agarra por las caderas, y entonces, rápidamente, me levanta hacia atrás, de modo que me encuentro inclinado hacia delante, agarrado al poste.

—No te sueltes, Liam —me advierte—. Te voy a follar duro por detrás. Sujétate bien al poste para no perder el equilibrio. ¿Entendido?

—Sí.

Me azota en el culo con la mano abierta. Au… Duele.

—Sí, señor —musito enseguida.

—Separa las piernas. —Me mete una pierna entre las mías y, agarrándome de las caderas, empuja mi pierna derecha a un lado—. Eso está mejor. Después de esto, te dejaré dormir.

¿Dormir? Estoy jadeando. No pienso en dormir ahora. Levanta la mano y me acaricia suavemente la espalda.

—Tienes una piel preciosa, Liam —susurra e, inclinándose, me riega de suaves y ligerísimos besos la columna.

Al mismo tiempo, pasa las manos por delante, me palpa el miembro suavemente.
Contengo un gemido y noto que mi cuerpo entero reacciona, revive una vez más para él.

Me mordisquea y me chupa la cintura, sin dejar de recorrerme el miembro, y mis manos aprietan con fuerza el poste exquisitamente tallado. Aparta las manos y lo oigo rasgar una vez más el envoltorio del condón y quitarse los vaqueros de una patada.

—Tienes un culo muy sexy y cautivador, Liam Payne. La de cosas que me gustaría hacerle. —Acaricia y moldea cada una de mis nalgas, luego sus manos se deslizan hacia abajo y me mete dos dedos—. Qué dilatado… Nunca me decepciona, señor Payne —susurra, y percibo fascinación en su voz—. Agárrate fuerte… esto va a ser rápido, nene.

Me sujeta las caderas y se sitúa, y yo me preparo para la embestida, pero entonces alarga la mano y me agarra del pelo, sosteniéndome la cabeza. Muy despacio, me penetra, tirándome a la vez del pelo… Ay, hasta el fondo. La saca muy despacio, y con la otra mano me agarra por la cadera, sujetando fuerte, y luego entra de golpe, empujándome hacia delante.

—¡Aguanta, Liam! —me grita con los dientes apretados.

Me agarro más fuerte al poste y me pego a su cuerpo todo lo que puedo mientras continúa su despiadada arremetida, una y otra vez, clavándome los dedos en la cadera. Me duelen los brazos, me tiemblan las piernas, me escuece el cuero cabelludo de los tirones… y noto que nace de nuevo esa sensación en lo más hondo de mi ser. Oh, no… y por primera vez, temo el orgasmo… si me corro… me voy a desplomar. Zayn sigue embistiendo contra mí, dentro de mí, con la respiración entrecortada, gimiendo, gruñendo. Mi cuerpo responde… ¿cómo? Noto que se acelera.

Pero, de pronto, tras metérmela hasta el fondo, Zayn se detiene.

—Vamos, Li, dámelo —gruñe y, al oírlo decir mi nombre, pierdo el control y me vuelvo todo cuerpo y torbellino de sensaciones y dulce, muy dulce liberación, y después pierdo total y absolutamente la conciencia.

Cuando recupero el sentido, estoy tumbado encima de él. Él está en el suelo y yo encima de él, con la espalda pegada a su pecho, y miro al techo, en un estado de glorioso poscoito, espléndido, destrozado. Ah, los mosquetones, pienso distraído; me había olvidado de ellos.

—Levanta las manos —me dice en voz baja.

Me pesan los brazos como si fueran de plomo, pero los levanto. Abre las tijeras y pasa una hoja por debajo del plástico.

—Declaro inaugurado este Liam —dice, y corta el plástico.

Río como un bobo y me froto las muñecas al fin libres. Noto que sonríe.

—Qué sonido tan hermoso —dice melancólico.

Se incorpora levantándome con él, de forma que una vez más me encuentro sentado en su regazo.

—Eso es culpa mía —dice, y me empuja suavemente para poder masajearme los hombros y los brazos.

Con delicadeza, me ayuda a recuperar un poco la movilidad.

—¿El qué?

Me vuelvo a mirarlo, intentando entender a qué se refiere.

—Que no rías más a menudo.

—No soy muy risueño —susurro adormecido.

—Oh, pero cuando ocurre, señor Payne, es una maravilla y un deleite contemplarlo.

—Muy florido, señor Malik —murmuro, procurando mantener los ojos abiertos.

Su mirada se hace más tierna, y sonríe.

—Parece que te han follado bien y te hace falta dormir.

—Eso no es nada florido —protesto en broma.

Sonríe y, con cuidado, me levanta de encima de él y se pone de pie, espléndidamente desnudo. Por un instante, deseo estar más despierto para apreciarlo de verdad. Coge los vaqueros y se los pone a pelo.

—No quiero asustar a Higgins, ni tampoco a la señora Jones —masculla.

—¿Higgins? 

—Taylor —Ah. Asiento.

Mmm… ya deben de saber que es un cabrón pervertido. La idea me preocupa.

Se agacha para ayudarme a ponerme en pie y me lleva hasta la puerta, de la que cuelga una bata de suave acolchado gris. Me viste pacientemente como si fuera un niño. No tengo fuerzas para levantar los brazos. Cuando estoy tapado y decente, se inclina y me da un suave beso, y en sus labios se dibuja una sonrisa.

—A la cama —dice.

Oh… no…

—Para dormir —añade tranquilizador al ver mi expresión.

De repente, me sube a su espalda y, acurrucado contra su hombro, me lleva a la habitación del pasillo donde esta mañana me ha examinado la doctora Greene. La cabeza me cuelga lánguidamente contra su torso. Estoy agotado. No recuerdo haber estado nunca tan cansado. Retira el edredón y me tumba y, lo que es aún más asombroso, se mete en la cama conmigo y me estrecha entre sus brazos.

—Duerme, precioso —me susurra, y me besa el pelo.

Y, antes de que me dé tiempo a hacer algún comentario ingenioso, estoy dormido.
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Cincuenta sombras de Malik (Ziam) - Página 5 Empty Re: Cincuenta sombras de Malik (Ziam)

Mensaje por Invitado Jue 07 Nov 2013, 1:21 pm

CAPITULO 24.
Unos labios tiernos me acarician la sien, dejando un reguero de besitos a su paso, y en el fondo quiero volverme y responder, pero sobre todo quiero seguir dormido. Gimo y me refugio debajo de la almohada.

—Liam, despierta —me dice Zayn en voz baja, zalamero.

—No —gimoteo.

—En media hora tenemos que irnos a cenar a casa de mis padres —añade divertido.

Abro los ojos a regañadientes. Fuera ya es de noche. Zayn está inclinado sobre mí, mirándome fijamente.

—Vamos, bello durmiente. Levanta. —Se agacha y me besa de nuevo—. Te he traído algo de beber. Estaré abajo. No vuelvas a dormirte o te meterás en un lío —me amenaza, pero en un tono moderado.

Me da otro besito y se va, y me deja intentando abrir del todo los ojos en la fría y oscura habitación.

Estoy despejado, pero de pronto me pongo nervioso. Madre mía, ¡voy a conocer a sus padres! Hace nada me estaba atizando con una fusta y me tenía atado con unas bridas para cables que yo mismo le vendí, por el amor de Dios… y ahora voy a conocer a sus padres. Será la primera vez que Harry los vea también; al menos el estará allí… qué alivio. Giro los hombros. Los tengo rígidos. Su insistencia en que tenga un entrenador personal ya no me parece tan disparatada; de hecho, va a ser imprescindible si quiero albergar la menor esperanza de seguir su ritmo.

Salgo despacio de la cama y observo que mi traje cuelga fuera del armario y mi camisa está en la silla. ¿Dónde tengo los calzoncillos? Miro debajo de la silla. Nada. Entonces me acuerdo de que se los metió en el bolsillo de los vaqueros. El recuerdo me ruboriza: después de que él… me cuesta incluso pensar en ello; de que él fuera tan… bárbaro. Frunzo el ceño. ¿Por qué no me ha devuelto los calzoncillos?

Me meto en el baño, desconcertado por la ausencia de ropa interior. Mientras me seco después de una gozosa pero brevísima ducha, caigo en la cuenta de que lo ha hecho a propósito. Quiere que pase vergüenza teniendo que pedirle que me devuelva los calzoncillos, y poder decirme que sí o que no. El dios que llevo dentro me sonríe. Dios… yo también puedo jugar a ese juego. Decido en ese mismo instante que no se los voy a pedir, que no voy a darle esa satisfacción; iré a conocer a sus padres sans culottes. ¡Liam Payne!, me reprende mi subconsciente, pero no le hago ni caso; casi me abrazo de alegría porque sé que eso lo va a desquiciar.

De nuevo en el dormitorio, me pongo la camisa, me pongo el traje y las Vans. Me cepillo el pelo rápidamente y le doy forma con cera, luego le echo un vistazo a la bebida que me ha traído. Es de color rosa pálido. ¿Qué será? Zumo de arándanos con gaseosa. Mmm… está deliciosa y sacia mi sed.

Vuelvo corriendo al baño y me miro en el espejo: ojos brillantes, mejillas ligeramente sonrosadas, sonrisa algo pícara por mi plan de los calzoncillos. Me dirijo abajo. Quince minutos. No está nada mal, Li.

Zayn está de pie delante del ventanal, vestido con esos pantalones de franela gris que me encantan, esos que le caen de una forma tan increíblemente sexy, y, por supuesto, una camisa de lino blanco. ¿No tiene nada de otros colores? Frank Sinatra canta suavemente por los altavoces del sistema sonido surround.

Se vuelve y me sonríe cuando entro. Me mira expectante.

—Hola —digo en voz baja, y mi sonrisa de esfinge se encuentra con la suya.

—Hola —contesta—. ¿Cómo te encuentras?

Le brillan los ojos de regocijo.

—Bien, gracias. ¿Y tú?

—Fenomenal, señor Payne.

Es obvio que espera que le diga algo.

—Frank. Jamás te habría tomado por fan de Sinatra.

Me mira arqueando las cejas, pensativo.

—Soy ecléctico, señor Payne —musita, y se acerca a mí como una pantera hasta que lo tengo delante, con una mirada tan intensa que me deja sin aliento.

Frank empieza de nuevo a cantar… un tema antiguo, uno de los favoritos de Mark: «Witchcraft». Zayn pasea despacio las yemas de los dedos por mi mejilla, y la sensación me recorre el cuerpo entero hasta llegar ahí abajo.

—Baila conmigo —susurra con voz ronca.

Se saca el mando del bolsillo, sube el volumen y me tiende la mano, sus ojos verdes prometedores, apasionados, risueños. Resulta absolutamente cautivador, y me tiene embrujado. Poso mi mano en la suya. Me dedica una sonrisa indolente y me atrae hacia él, pasándome la mano por la cintura.

Le pongo la mano libre en el hombro y le sonrío, contagiado de su ánimo juguetón. Empieza a mecerse, y allá vamos. Uau, sí que baila bien. Recorremos el salón entero, del ventanal a la cocina y vuelta al salón, girando y cambiando de rumbo al ritmo de la música. Me resulta tan fácil seguirlo…

Nos deslizamos alrededor de la mesa del comedor hasta el piano, adelante y atrás frente a la pared de cristal, con Seattle centelleando allá fuera, como el fondo oscuro y mágico de nuestro baile. No puedo controlar mi risa alegre. Cuando la canción termina, me sonríe.

—No hay nadie más lindo que tú —murmura, y me da un tierno beso—. Vaya, esto ha devuelto el color a sus mejillas, señor Payne. Gracias por el baile. ¿Vamos a conocer a mis padres?

—De nada, y sí, estoy impaciente por conocerlos —contesto sin aliento.

—¿Tienes todo lo que necesitas?

—Sí, sí —respondo con dulzura.

—¿Estás seguro?

Asiento con todo el desenfado del que soy capaz bajo su intenso y risueño escrutinio. Se dibuja en su rostro una enorme sonrisa y niega con la cabeza.

—Muy bien. Si así es como quiere jugar, señor Payne.

Me toma de la mano, coge su chaqueta, colgada de uno de los taburetes de la barra, y me conduce por el vestíbulo hasta el ascensor. Ah, las múltiples caras de Zayn Malik… ¿Seré algún día capaz de entender a este hombre tan voluble?

Lo miro de reojo en el ascensor. Algo le hace gracia: un esbozo de sonrisa coquetea en su preciosa boca. Temo que sea a mi costa. ¿Cómo se me ha ocurrido? Voy a ver a sus padres y no llevo ropa interior. Mi subconsciente me pone una inútil cara de «Te lo dije». En la relativa seguridad de su casa, me parecía una idea divertida, provocadora. Ahora casi estoy en la calle… ¡sin calzoncillos! Me mira de reojo, y ahí está, la corriente creciendo entre los dos. Desaparece la expresión risueña de su rostro y su semblante se nubla, sus ojos se oscurecen… oh, Dios.

Las puertas del ascensor se abren en la planta baja. Zayn menea apenas la cabeza, como para librarse de sus pensamientos y, caballeroso, me cede el paso. ¿A quién quiere engañar? No es precisamente un caballero. Tiene mis calzoncillos.

Higgins se acerca en el Audi grande. Zayn me abre la puerta de atrás y yo entro con toda la elegancia de la que soy capaz, teniendo presente que voy sin calzoncillos como un cualquiera. 

Cogemos la interestatal 5 a toda velocidad, los dos en silencio, sin duda cohibidos por la presencia de Higgins en el asiento del piloto. El estado de ánimo de Zayn es casi tangible y parece cambiar; su buen humor se disipa poco a poco cuando tomamos rumbo al norte. Lo veo pensativo, mirando por la ventanilla, y soy consciente de que se aleja de mí. ¿Qué estará pensando? No se lo puedo preguntar. ¿Qué puedo decir delante de Higgins?

—¿Dónde has aprendido a bailar? —inquiero tímidamente.

Se vuelve a mirarme, su expresión indescifrable bajo la luz intermitente de las farolas que vamos dejando atrás.

—¿En serio quieres saberlo? —me responde en voz baja.

Se me cae el alma al suelo. Ya no quiero saberlo, porque me lo puedo imaginar.

—Sí —susurro a regañadientes.

—A la señora Robinson le gustaba bailar.

Vaya, mis peores sospechas se confirman. Ella le enseñó, y la idea me deprime: yo no puedo enseñarle nada. No tengo ninguna habilidad especial.

—Debía de ser muy buena maestra.

—Lo era.

Siento que me pica el cuero cabelludo. ¿Se llevó lo mejor de él? ¿Antes de que se volviera tan cerrado? ¿O consiguió sacarlo de su ostracismo? Tiene un lado tan divertido y travieso… Sonrío sin querer al recordarme en sus brazos mientras me llevaba dando vueltas por el salón, tan inesperadamente, con mis calzoncillos guardadas en algún sitio.

Y luego está el cuarto rojo del dolor. Me froto las muñecas pensativo… es el resultado de que te hayan atado las manos con una fina cinta de plástico. Ella le enseñó todo eso también, o lo estropeó, dependiendo del punto de vista. O quizá habría llegado a ser como es a pesar de la señora R. En ese instante me doy cuenta de que la odio. Espero no conocerla nunca, porque, de hacerlo, no soy responsable de mis actos. No recuerdo haber sentido nunca semejante animadversión por nadie, y menos por alguien a quien no conozco. Mirando sin ver por la ventanilla, alimento mi rabia y mis celos irracionales.

Mi pensamiento vuelve a centrarse en esta tarde. Teniendo en cuenta cuáles creo que son sus preferencias, me parece que ha sido benévolo conmigo. ¿Estaría dispuesto a hacerlo otra vez? No voy a fingir remilgos que no siento. Pues claro que lo haría, si él me lo pidiera… siempre que no me haga daño y sea la única forma de estar con él.

Eso es lo importante. Quiero estar con él. El dios que llevo dentro suspira de alivio. Llego a la conclusión de que rara vez usa la cabeza para pensar, sino más bien otra parte esencial de su anatomía, que últimamente anda bastante expuesta.

—No lo hagas —murmura.

Frunzo el ceño y me vuelvo hacia él.

—¿Que no haga el qué?

No lo he tocado.

—No les des tantas vueltas a las cosas, Liam. —Alarga el brazo, me coge la mano, se la lleva a los labios y me besa los nudillos con suavidad—. Lo he pasado estupendamente esta tarde. Gracias.

Y ya ha vuelto a mí otra vez. Lo miro extrañado y sonrío tímidamente. Me confunde. Le pregunto algo que me ha estado intrigando.

—¿Por qué has usado una brida?

Me sonríe.

—Es rápido, es fácil y es una sensación y una experiencia distinta para ti. Sé que parece bastante brutal, pero me gusta que las sujeciones sean así. —Sonríe levemente—. Lo más eficaz para evitar que te muevas.

Me sonrojo y miro nervioso a Higgins, que se muestra impasible, con los ojos en la carretera. ¿Qué se supone que debo decir a eso?

Zayn se encoge de hombros con gesto inocente.

—Forma parte de mi mundo, Liam.

Me aprieta la mano, me suelta, y vuelve a mirar por la ventana.

Su mundo, claro, al que yo quiero pertenecer, pero ¿con sus condiciones? Pues no lo sé. No ha vuelto a mencionar ese maldito contrato. Mis reflexiones íntimas no me animan mucho. Miro por la ventanilla y el paisaje ha cambiado. Cruzamos uno de los puentes, rodeados de una profunda oscuridad. La noche sombría refleja mi estado de ánimo introspectivo, cercándome, asfixiándome.

Miro un instante a Zayn, y veo que me está mirando.

—¿Un dólar por tus pensamientos? —dice.

Suspiro y frunzo el ceño.

—¿Tan malos son? —dice.

—Ojalá supiera lo que piensas tú.

Sonríe.

—Lo mismo digo, nene —susurra mientras Higgins nos adentra a toda velocidad en la noche con rumbo a Bellevue.


Son casi las ocho cuando el Audi gira por el camino de entrada a una gran mansión de estilo colonial. Impresionante, hasta las rosas que rodean la puerta. De libro ilustrado.

—¿Estás preparado para esto? —me pregunta Zayn mientras Higgins se detiene delante de la imponente puerta principal.

Asiento con la cabeza y él me aprieta la mano otra vez para tranquilizarme.

—También es la primera vez para mí —susurra, y sonríe maliciosamente—. Apuesto a que ahora te gustaría llevar tu ropita interior —dice, provocador.

Me ruborizo. Me había olvidado de que no llevo calzoncillos. Por suerte, Higgins ha salido del coche para abrirme la puerta y no ha podido oír nada de esto. Miro ceñudo a Zayn, que sonríe de oreja a oreja mientras yo me vuelvo y salgo del coche.

La doctora Trisha Army-Malik nos espera en la puerta. Lleva un vestido de seda azul claro que le da un aire elegante y sofisticado. Detrás de ella está el señor Malik, supongo.

—Liam, ya conoces a mi madre, Trisha. Este es mi padre, Yaser.

—Señor Malik, es un placer conocerlo.

Sonrío y le estrecho la mano que me tiende.

—El placer es todo mío, Liam.

Sus ojos son dulces y afables.

—Liam, cuánto me alegro de volver a verte. —Trisha me envuelve en un cálido abrazo—. Pasa, querido.

—¿Ya ha llegado? —oigo gritar desde dentro de la casa.

Miro nervioso a Zayn.

—Esa es Doniya, mi hermana —dice en tono casi irritado, pero no lo suficiente.

Cierto afecto subyace bajo sus palabras; se le suaviza la voz y le chispean los ojos al pronunciar su nombre. Es obvio que Zayn la adora. Un gran descubrimiento. Y ella llega arrasando por el pasillo, con su pelo marrón como el chocolate, de mi altura porque lleva tacones y delgada. Debe de ser algo más joven que yo.

—¡Liam! He oído hablar tanto de ti…

Me abraza fuerte.

Madre mía. No puedo evitar sonreír ante su desbordante entusiasmo. Ella me arrastra al enorme vestíbulo.

Todo son suelos de maderas nobles y alfombras antiquísimas, con una escalera de caracol que lleva al segundo piso.

—Zayn nunca ha traído a un chico a casa —dice Doniya, y sus ojos oscuros brillan de emoción.

Veo que Zayn pone los ojos en blanco y arqueo una ceja. Él me mira risueño.

—Dony, cálmate —la reprende Trisha discretamente—. Hola, cariño —dice mientras besa a Zayn en ambas mejillas.

Él le sonríe cariñoso y luego le estrecha la mano a su padre.

Nos dirigimos todos al salón. Doniya no me ha soltado la mano. La estancia es espaciosa, decorada con gusto en tonos crema, marrón y azul claro, cómoda, discreta y con mucho estilo. Harry y Louis están acurrucados en un sofá, con sendas copas de champán en la mano. Harry se levanta como un resorte para abrazarme y Doniya por fin me suelta la mano.

—¡Hola, Li! —Sonríe—. Zayn —le saluda, con un gesto cortés de la cabeza.

—Harry —lo saluda Zayn igual de formal.

Frunzo el ceño ante este intercambio. Louis me abraza con efusión. ¿Qué es esto, «la semana de abrazar a Liam»? No estoy acostumbrado a semejantes despliegues de afecto. Zayn se sitúa a mi lado y me pasa el brazo por la cintura. Me pone la mano en la cadera y, extendiendo los dedos, me atrae hacia sí. Todos nos miran. Me incomoda.

—¿Algo de beber? —El señor Malik parece recuperarse—. ¿Prosecco?

—Por favor —decimos Zayn y yo al unísono.

Uf… qué raro ha quedado esto. Doniya aplaude.

—Pero si hasta decís las mismas cosas. Ya voy yo.

Y sale disparada de la habitación.

Me pongo como un tomate y, al ver a Harry sentado con Louis, se me ocurre de pronto que la única razón por la que Zayn me ha invitado es porque Harry está aquí. Probablemente Louis le preguntara a Harry con ilusión y naturalidad si quería conocer a sus padres. Zayn se vio atrapado, consciente de que me enteraría por Harry. La idea me enfurece. Se ha visto obligado a invitarme. El pensamiento me resulta triste y deprimente. Mi subconsciente asiente, sabio, con cara de «por fin te has dado cuenta, bobo».

—La cena está casi lista —dice Trisha saliendo de la habitación detrás de Doniya.

Zayn me mira y frunce el ceño.

—Siéntate —me ordena, señalándome el sofá mullido, y yo hago lo que me pide.

Él se sienta a mi lado pero no me toca.

—Estábamos hablando de las vacaciones, Liam —me dice amablemente el señor Malik—. Louis ha decidido irse con Harry y su familia a Barbados una semana.

Miro a Harry y el sonríe, con los ojos brillantes y muy abiertos. Está encantado. ¡Harry Styles, muestra algo de dignidad!

—¿Te tomarás tú un tiempo de descanso ahora que has terminado los estudios? —me pregunta el señor Malik.

—Estoy pensando en irme unos días a Georgia —respondo.

Zayn me mira boquiabierto, parpadeando un par de veces, con una expresión indescifrable. Oh, mierda. Esto no se lo había mencionado.

—¿A Georgia? —murmura.

—Mi madre vive allí y hace tiempo que no la veo.

—¿Cuándo pensabas irte? —pregunta con voz grave.

—Mañana, a última hora de la tarde.

Doniya vuelve al salón y nos ofrece sendas copas de champán llenas de Prosecco de color rosa pálido.

—¡Por que tengáis buena salud!

El señor Malik alza su copa. Un brindis muy propio del marido de una doctora; me hace sonreír.

—¿Cuánto tiempo? —pregunta Zayn en voz asombrosamente baja.

Maldita sea… se ha enfadado.

—Aún no lo sé. Dependerá de cómo vayan mis entrevistas de mañana.

Zayn aprieta la mandíbula y Harry pone esa cara suya de metomentodo y me sonríe con desmesurada dulzura.

—Liam se merece un descanso —le suelta sin rodeos a Zayn.

¿Por qué se muestra tan hostil con él? ¿Qué problema tiene?

—¿Tienes entrevistas? —me pregunta el señor Malik.

—Sí, mañana, para un puesto de becario en dos editoriales.

—Te deseo toda la suerte del mundo.

—La cena está lista —anuncia Trisha.

Nos levantamos todos. Harry y Louis salen de la habitación detrás del señor Malik y de Doniya. Yo me dispongo a seguirlos, pero Zayn me agarra de la mano y me para en seco.

—¿Cuándo pensabas decirme que te marchabas? —inquiere con urgencia.

Lo hace en voz baja, pero está disimulando su enfado.

—No me marcho, voy a ver a mi madre y solamente estaba valorando la posibilidad.

—¿Y qué pasa con nuestro contrato?

—Aún no tenemos ningún contrato.

Frunce los ojos y entonces parece recordar. Me suelta la mano y, cogiéndome por el codo, me conduce fuera de la habitación.

—Esta conversación no ha terminado —me susurra amenazador mientras entramos en el comedor.

Eh, para. No te enfades tanto y devuélveme los calzoncillos. Lo miro furioso.

El comedor me recuerda nuestra cena íntima en el Heathman. Una lámpara de araña de cristal cuelga sobre la mesa de madera noble y en la pared hay un inmenso espejo labrado y muy ornamentado. La mesa está puesta con un mantel de lino blanquísimo y un cuenco con petunias de color rosa claro en el centro. Impresionante.

Ocupamos nuestros sitios. El señor Malik se sienta a la cabecera, yo a su derecha y Zayn a mi lado. El señor Malik coge la botella de vino tinto y le ofrece a Harry. Doniya se sienta al lado de Zayn, le coge la mano y se la aprieta fuerte. Zayn le sonríe cariñoso.

—¿Dónde conociste a Liam? —le pregunta Doniya.

—Me entrevistó para la revista de la Universidad Estatal de Washington.

—Que Harry dirige —añado, confiando en poder desviar la conversación de mí.

Doniya sonríe entusiasmada a Harry, que está sentado enfrente, al lado de Louis, y empiezan a hablar de la revista de la universidad.

—¿Vino, Liam? —me pregunta el señor Malik.

—Por favor.

Le sonrío. El señor Malik se levanta para llenar las demás copas.

Miro de reojo a Zayn y él se vuelve a mirarme, con la cabeza ladeada.

—¿Qué? —pregunta.

—No te enfades conmigo, por favor —le susurro.

—No estoy enfadado contigo.

Lo miro fijamente. Suspira.

—Sí, estoy enfadado contigo.

Cierra los ojos un instante.

—¿Tanto como para que te pique la palma de la mano? —pregunto nervioso.

—¿De qué estáis cuchicheando los dos? —interviene Harry.

Me sonrojo y Zayn le lanza una feroz mirada de «métete en tus asuntos, Styles». Hasta Harry parece encogerse bajo su mirada.

—De mi viaje a Georgia —digo agradablemente, esperando diluir la hostilidad que hay entre los dos.

Harry sonríe, con un brillo perverso en los ojos.

—¿Qué tal en el bar el viernes con Niall?

Madre mía, Harry. Lo miro con los ojos como platos. ¿Qué hace? Me devuelve la mirada y me doy cuenta de que está intentando que Zayn se ponga celoso. Qué poco lo conoce…

Y yo que pensaba que me iba a librar de esta.

—Muy bien —murmuro.

Zayn se me arrima.

—Como para que me pique la palma de la mano —me susurra—. Sobre todo ahora —añade sereno y muy serio.

Oh, no. Me estremezco.

Reaparece Trisha con dos bandejas, seguida de una joven preciosa con coletas rubias y vestida elegantemente de azul claro, que lleva una bandeja de platos. Sus ojos localizan de inmediato a Zayn. Se ruboriza y lo mira entornando los ojos de largas pestañas impregnadas de rímel. ¿Qué?

En algún lugar de la casa empieza a sonar el teléfono.

—Disculpadme.

El señor Malik se levanta de nuevo y sale.

—Gracias, Gretchen —le dice Trisha amablemente, frunciendo el ceño al ver salir al señor Malik—. Deja la bandeja en el aparador, por favor.

Gretchen asiente y, tras otra mirada furtiva a Zayn, se marcha.

Así que los Malik tienen servicio, y el servicio mira de reojo a mi futuro amo. ¿Podría ir peor esta velada? Me miro ceñudo las manos, que tengo en el regazo.

Vuelve el señor Malik.

—Preguntan por ti, cariño. Del hospital —le dice a Trisha.

—Empezad sin mí, por favor.

Trisha sonríe mientras me pasa un plato y se va.

Huele delicioso: chorizo y vieiras con pimientos rojos asados y chalotas, salpicado de perejil. A pesar de que tengo el estómago revuelto por las amenazas de Zayn, de las miradas subrepticias de la bella Coletitas y del desastre de mi ropa interior desaparecida, me muero de hambre. Me ruborizo al caer en la cuenta de que ha sido el esfuerzo físico de esta tarde lo que me ha dado tanto apetito.

Al poco regresa Trisha, con el ceño fruncido. El señor Malik ladea la cabeza… como Zayn.

—¿Va todo bien?

—Otro caso de sarampión —suspira Trisha.

—Oh, no.

—Sí, un niño. El cuarto caso en lo que va de mes. Si la gente vacunara a sus hijos… —Menea la cabeza con tristeza, luego sonríe—. Cuánto me alegro de que nuestros hijos nunca pasaran por eso. Gracias a Dios, nunca cogieron nada peor que la varicela. Pobre Louis —dice mientras se sienta, sonriendo indulgente a su hijo. Louis frunce el ceño a medio bocado y se remueve incómodo en el asiento—. Zayn y Doniya tuvieron suerte. Ellos la cogieron muy flojita, algún granito nada más.

Doniya ríe como una boba y Zayn pone los ojos en blanco.

—Papá, ¿viste el partido de los Mariners? —pregunta Louis, visiblemente ansioso por cambiar de tema.

Los aperitivos están deliciosos, así que me concentro en comer mientras Louis, el señor Malik y Zayn hablan de béisbol.

Zayn parece sereno y relajado cuando habla con su familia. La cabeza me va a mil. Maldita sea Harry, ¿a qué juega? ¿Me castigará Zayn? Tiemblo solo de pensarlo. Aún no he firmado ese contrato. Quizá no lo firme. Quizá me quede en Georgia; allí no podrá venir a por mí.

—¿Qué tal en vuestra nueva casa, querido? —me pregunta Trisha educadamente.

Agradezco la pregunta, que me distrae de mis pensamientos contradictorios, y le hablo de la mudanza.

Cuando terminamos los entrantes, aparece Gretchen y, una vez más, lamento no poder tocar a Zayn con libertad para hacerle saber que, aunque lo hayan jodido de cincuenta mil maneras, es mío. Se dispone a recoger los platos, acercándose demasiado a Zayn para mi gusto. Por suerte, él parece no prestarle ninguna atención, pero el dios que llevo dentro está que arde, y no en el buen sentido de la palabra.

Harry y Doniya se deshacen en elogios de París.

—¿Has estado en París, Liam? —pregunta Doniya inocentemente, sacándome de mi celoso ensimismamiento.

—No, pero me encantaría ir.

Sé que soy la única de la mesa que jamás ha salido del país.

—Nosotros fuimos de luna de miel a París.

Trisha sonríe al señor Malik, que le devuelve la sonrisa.

Resulta casi embarazoso. Es obvio que se quieren mucho, y me pregunto un instante cómo será crecer con tus dos progenitores presentes.

—Es una ciudad preciosa —coincide Doniya—. A pesar de los parisinos. Zayn, deberías llevar a Liam a París —afirma rotundamente.

—Me parece que Liam preferiría Londres —dice Zayn con dulzura.

Vaya, se acuerda. Me pone la mano en la rodilla; me sube los dedos por el muslo. El cuerpo entero se me tensa en respuesta. No, aquí no, ahora no. Me ruborizo y me remuevo en el asiento, tratando de zafarme de él. Me agarra el muslo, inmovilizándome. Cojo mi copa de vino, desesperado.

Vuelve miss Coletitas Europeas, toda miradas coquetas y vaivén de caderas, trayendo el plato principal: ternera Wellington, me parece. Por suerte, se limita a servir los platos y se marcha, aunque se entretiene más de la cuenta con el de Zayn. Me observa intrigado al verme seguirla con la mirada mientras cierra la puerta del comedor.

—¿Qué tienen de malo los parisinos? —le pregunta Louis a su hermana—. ¿No sucumbieron a tus encantos?

—Huy, qué va. Además, monsieur Floubert, el ogro para el que trabajaba, era un tirano dominante.

Me da un golpe de tos y casi espurreo el vino.

—Liam, ¿te encuentras bien? —me pregunta Zayn solícito, quitándome la mano del muslo.

Su voz vuelve a sonar risueña. Oh, menos mal. Asiento con la cabeza y él me da una palmadita suave en la espalda, y no retira la mano hasta que está seguro de que me he recuperado.

La ternera está deliciosa, servida con boniatos asados, zanahoria, calabacín y judías verdes. Me sabe aún mejor porque Zayn consigue mantener el buen humor el resto de la comida. Sospecho que por lo bien que estoy comiendo. La conversación fluye entre los Malik, cálida y afectuosa, bromeando unos con otros. Durante el postre, una mousse de limón, Doniya nos obsequia con anécdotas de París y, en un momento dado, empieza a hablar en perfecto francés. Todos nos quedamos mirándola y ella se queda un tanto perpleja, hasta que Zayn le explica, en un francés igualmente perfecto, lo que ha hecho, y entonces ella rompe a reír como una boba. Tiene una risa muy contagiosa y enseguida estallamos todos en carcajadas.

Louis habla largo y tendido de su último proyecto arquitectónico, una nueva comunidad ecológica al norte de Seattle. Miro a Harry y veo que sigue con atención todas y cada una de sus palabras, con los ojos encendidos de deseo o de amor, aún no lo tengo claro. Él le sonríe y es como si se recordaran tácitamente alguna promesa.
Luego, nene, le está diciendo él sin hablar, y de pronto estoy excitado, muy excitado. Me acaloro solo de mirarlos.

Suspiro y miro de reojo a mi Cincuenta Sombras. Podría estar mirándolo eternamente. Tiene unos labios perfectos y me muero de ganas de besarlos, de sentirlos en mi cara, en mi cuerpo… en mi entrepierna. Me sonroja el rumbo de mis pensamientos. Me mira y levanta la mano para cogerme del mentón.

—No te muerdas el labio —me susurra con voz ronca—. Me dan ganas de hacértelo.

Trisha y Doniya recogen las copas del postre y se dirigen a la cocina mientras el señor Malik, Harry y Louis hablan de las ventajas del uso de paneles solares en el estado de Washington. Zayn, fingiéndose interesado en el tema, vuelve a ponerme la mano en la rodilla y empieza a subir por el muslo. Se me entrecorta la respiración y junto las piernas para evitar que llegue más lejos.

Detecto su sonrisa pícara.

—¿Quieres que te enseñe la finca? —me pregunta en voz alta. 

Sé que debo decir que sí, pero no me fío de él. Sin embargo, antes de que pueda responder, él se pone de pie y me tiende la mano. Poso la mía en ella y noto cómo se me contraen todos los músculos del vientre en respuesta a su mirada oscura y voraz.

—Si me disculpa… —le digo al señor Malik y salgo del comedor detrás de Zayn.

Me lleva por el pasillo hasta la cocina, donde Doniya y Trisha cargan el lavavajillas. A Coletitas Europeas no se la ve por ninguna parte.

—Voy a enseñarle el patio a Liam —le dice Zayn inocentemente a su madre.

Ella nos indica la salida con una sonrisa mientras Doniya vuelve al comedor.

Salimos a un patio de losa gris iluminado por focos incrustados en el suelo. Hay arbustos en maceteros de piedra gris y una mesa metálica muy elegante, con sus sillas, en un rincón. Zayn pasa por delante de ella, sube unos escalones y sale a una amplia extensión de césped que llega hasta la bahía. Madre mía, es precioso. Seattle centellea en el horizonte y la luna fría y brillante de mayo dibuja un resplandeciente sendero plateado en el agua hasta un muelle en el que hay amarrados dos barcos. Junto al embarcadero, hay una casita. Es un lugar tan pintoresco, tan tranquilo… Me detengo, boquiabierto, un instante.

Zayn tira de mí y las Vans se me humedecen por la hierba.

—Para, por favor.

Lo sigo tambaleándome.

Se detiene y me mira; su expresión es indescifrable.

—Las Vans. Me estoy empapando.

—Tranquilo —dice.

Se agacha, me coge y me carga al hombro. Chillo fuerte del susto, y él me da una palmada fuerte en el trasero.

—Baja la voz —gruñe.

Oh, no… esto no pinta bien, a mi subconsciente le tiemblan las piernas. Está enfadado por algo: podría ser por lo de Niall, lo de Georgia, lo de los calzoncillos, que me haya mordido el labio. Dios, mira que es fácil de enfadar.

—¿Adónde me llevas? —digo.

—Al embarcadero —espeta.

Me agarro a sus caderas, porque estoy cabeza abajo, y él avanza decidido a grandes zancadas por el césped a la luz de la luna.

—¿Por qué?

Me falta el aliento, ahí colgado de su hombro.

—Necesito estar a solas contigo.

—¿Para qué?

—Porque te voy a dar unos azotes y luego te voy a follar.

—¿Por qué? —gimoteo.

—Ya sabes por qué —me susurra furioso.

—Pensé que eras un hombre impulsivo —suplico sin aliento.

—Liam, estoy siendo impulsivo, te lo aseguro.

Madre mía.
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Mensaje por AndyKP Jue 07 Nov 2013, 3:14 pm

Aayyyyyy qghdfjsbkajdjjdjejjfjd azotes!!!:latigo: :latigo:  
Agdhdbhdhshsjjdb siguela!!
AndyKP
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Mensaje por ValeeS Jue 07 Nov 2013, 5:43 pm

Nooo como mierda la dejas asi?
ValeeS
ValeeS


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Mensaje por Natalia101412 Vie 08 Nov 2013, 8:18 am

Graciaas por este maraton enserio!! siguela cuanto antes que lo has dejado en la parte mas interesanteee :)
Natalia101412
Natalia101412


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Mensaje por Invitado Vie 15 Nov 2013, 6:14 pm

HOLA! estuve 2 dias leyendome toda la novela me encanta esta version! seguila porfa!!
besos
cami
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Mensaje por Invitado Lun 18 Nov 2013, 5:15 pm

CAPITULO 25.

Zayn cruza como un ciclón la puerta de madera de la casita del embarcadero y se detiene a pulsar unos interruptores. Los fluorescentes hacen un clic y zumban secuencialmente, y una luz blanca y cruda inunda el inmenso edificio de madera. Desde mi posición cabeza abajo, veo una impresionante lancha motora en el muelle, flotando suavemente sobre elagua oscura, pero apenas me da tiempo a fijarme antes de que me lleve por unas escaleras de madera hasta un cuarto en el piso de arriba.


Se detiene en el umbral, pulsa otro interruptor —halógenos esta vez, más suaves, con regulador de intensidad—, y estamos en una buhardilla de techos inclinados. Está decorada en el estilo náutico de Nueva Inglaterra: azul marino y tonos crema, con pinceladas de rojo. El mobiliario es escaso; solo veo un par de sofás.


Zayn me pone de pie sobre el suelo de madera. No me da tiempo a examinar mi entorno: no puedo dejar de mirarlo a él. Me tiene hipnotizado. Lo observo como uno observaría a un depredador raro y peligroso, a la espera de que ataque. Respira con dificultad, aunque, claro, me ha llevado a cuestas por todo el césped y ha subido un tramo de escaleras. En sus ojos mieles arde la rabia, el deseo y una lujuria pura, sin adulterar.


Madre mía. Podría arder por combustión espontánea solo con su mirada.


—No me pegues, por favor —le susurro suplicante.


Frunce el ceño y abre mucho los ojos. Parpadea un par de veces.


—No quiero que me azotes, aquí no, ahora no. Por favor, no lo hagas.


Lo dejo boquiabierto y, echándole valor, alargo la mano tímidamente y le acaricio la mejilla, siguiendo el borde de la mandíbula hasta el mentón. Es muy suave. Cerrando despacio los ojos, apoya la cara en mi mano y se le entrecorta la respiración. Levanto la otra mano y le acaricio el pelo. Me encanta su pelo. Su leve gemido apenas es audible y, cuando abre los ojos, me mira receloso, como si no entendiera lo que estoy haciendo.


Me acerco más y, pegado a él, tiro con suavidad de su pelo, acerco su boca a la mía y lo beso, introduciendo la lengua entre sus labios hasta entrar en su boca. Gruñe, y me abraza, me aprieta contra su cuerpo. Me hunde las manos en el pelo y me devuelve el beso, fuerte y posesivo. Su lengua y la mía se enredan, se consumen la una a la otra. Sabe de maravilla.


De pronto se aparta. Los dos respiramos con dificultad y nuestros jadeos se suman. Bajo las manos a sus brazos y él me mira furioso.


—¿Qué me estás haciendo? —susurra confundido.


—Besarte.


—Me has dicho que no.


—¿Qué? ¿No a qué?


—En el comedor, cuando has juntado las piernas.


Ah… así que es eso.


—Estábamos cenando con tus padres.


Lo miro fijamente, atónito.


—Nadie me ha dicho nunca que no. Y eso… me excita.


Abre mucho los ojos de asombro y lujuria. Una mezcla embriagadora. Trago saliva instintivamente. Me baja la mano al trasero. Me atrae con fuerza hacia sí, contra su erección.


Madre mía.


—¿Estás furioso y excitado porque te he dicho que no? —digo alucinado.


—Estoy furioso porque no me habías contado lo de Georgia. Estoy furioso porque saliste de copas con ese tío que intentó seducirte cuando estabas borracho y te dejó con un completo desconocido cuando te pusiste enfermo. ¿Qué clase de amigo es ese? Y estoy furioso y excitado porque has juntado las piernas cuando he querido tocarte.


Le brillan los ojos peligrosamente mientras me baja despacio el pantalón.


—Te deseo, y te deseo ahora. Y si no me vas a dejar que te azote, aunque te lo mereces, te voy a follar en el sofá ahora mismo, rápido, para darme placer a mí, no a ti.


El pantalón apenas me tapa ya el trasero desnudo. De pronto, me coge el miembro con la mano y con la otra me mete un dedo muy despacio. Contengo un gemido.


—Esto es mío —me susurra con rotundidad—. Todo mío. ¿Entendido?


Introduce y saca el dedo mientras me mira, evaluando mi reacción, con los ojos encendidos.


—Sí, tuyo —digo, mientras el deseo, ardiente y pesado, recorre mi torrente sanguíneo, trastocándolo todo: mis terminaciones nerviosas, mi respiración, mi corazón, que palpita como si quisiera salírseme del pecho, y la sangre, que me zumba en los oídos.


De pronto se mueve haciendo varias cosas a la vez: saca los dedos dejándome a medias, se baja la cremallera del pantalón, me empuja al sofá y se tumba encima de mí.


—Las manos sobre la cabeza —me ordena apretando los dientes, mientras se arrodilla, me separa más las piernas e introduce la mano en el bolsillo interior de la chaqueta.


Saca un condón, me mira con deseo, se quita la americana a tirones y la deja caer al suelo. Se pone el condón en la imponente erección.


Me llevo las manos a la cabeza y sé que lo hace para que no lo toque. Estoy excitadísimo. Noto que mis caderas lo buscan ya; quiero que esté dentro de mí, así, duro y fuerte. Oh, solo de pensarlo…


—No tenemos mucho tiempo. Esto va a ser rápido, y es para mí, no para ti. ¿Entendido? Como te corras, te doy unos azotes —dice apretando los dientes.


Madre mía… ¿y cómo paro?


De un solo empujón, me penetra hasta el fondo. Gruño alto, un sonido gutural, y saboreo la plenitud de su posesión. Pone las manos encima de las mías, sobre mi cabeza; con los codos me mantiene sujetos los brazos, y con las piernas me inmoviliza por completo. Estoy atrapado. Lo tengo por todas partes, envolviéndome, casi asfixiándome. Pero también es una delicia: este es mi poder, esto es lo que le puedo hacer, y me produce una sensación hedonista, triunfante. Se mueve rápido, con furia, dentro de mí; siento su respiración acelerada en el oído y mi cuerpo entero responde, fundiéndose alrededor de su miembro. No me tengo que correr. No. Pero recibo cada uno de sus embates, en perfecto contrapunto. Bruscamente y de repente, con una embestida final, para y se corre, soltando el aire entre los dientes. Se relaja un instante, de forma que siento el peso delicioso de todo su cuerpo sobre mí. No estoy dispuesto a dejarlo marchar; mi cuerpo busca alivio, pero él pesa demasiado y en ese momento no puedo empujar mis caderas contra él. De repente se retira, dejándome dolorido y queriendo más. Me mira furioso.


—No te masturbes. Quiero que te sientas frustrado. Así es como me siento yo cuando no me cuentas las cosas, cuando me niegas lo que es mío.


Se le encienden de nuevo los ojos, enfadado otra vez.


Asiento con la cabeza, jadeando. Se levanta, se quita el condón, le hace un nudo en el extremo y se lo guarda en el bolsillo de los pantalones. Lo miro, con la respiración aún alterada, e involuntariamente aprieto las piernas, tratando de encontrar algo de alivio. Zayn se sube la bragueta, se peina un poco con la mano y se agacha para coger su americana. Luego se vuelve a mirarme, con una expresión más tierna.


—Más vale que volvamos a la casa.


Me incorporo, algo inestable, aturdido.


—Toma, ponte esto.


Del bolsillo interior de la americana saca mis calzoncillos. Los cojo sin sonreír; en el fondo sé que me he llevado un polvo de castigo, pero he conseguido una pequeña victoria en el asunto de los calzoncillos. El dios que llevo dentro asiente, de acuerdo conmigo, y en su rostro se dibuja una sonrisa de satisfacción. No has tenido que pedírselos.


—¡Zayn! —grita Doniya desde el piso de abajo.


Zayn se vuelve y me mira con una ceja arqueada.


—Justo a tiempo. Dios, qué pesadita es cuando quiere.


Lo miro ceñudo, devuelvo deprisa los calzoncillos a su legítimo lugar y me levanto con toda la dignidad de la que soy capaz en mi estado. A toda prisa, intento arreglarme el pelo revuelto.


—Estamos aquí arriba, Doniya —le grita él—. Bueno, señor Payne, ya me siento mejor, pero sigo queriendo darle unos azotes —me dice en voz baja.


—No creo que lo merezca, señor Malik, sobre todo después de tolerar su injustificado ataque.


—¿Injustificado? Me has besado.


Se esfuerza por parecer ofendido.


Frunzo los labios.


—Ha sido un ataque en defensa propia.


—Defensa ¿de qué?


—De ti y de ese cosquilleo en la palma de tu mano.


Ladea la cabeza y me sonríe mientras Doniya sube ruidosamente las escaleras.


—Pero ¿ha sido tolerable? —me pregunta en voz baja.


Me ruborizo.


—Apenas —susurro, pero no puedo contener la sonrisa de satisfacción.


—Ah, aquí estáis —dice Doniya sonriéndonos.


—Le estaba enseñando a Liam todo esto.


Zayn me tiende la mano; su mirada es intensa.


Acepto su mano y él aprieta suavemente la mía.


—Harry y Louis están a punto de marcharse. ¿Habéis visto a esos dos? No paran de sobarse. —Doniya se finge asqueada, mira a Zayn y luego a mí—. ¿Qué habéis estado haciendo aquí?


Vaya, qué directa. Me pongo como un tomate.


—Le estaba enseñando a Liam mis trofeos de remo —contesta Zayn sin pensárselo un segundo, con cara de póquer total—. Vamos a despedirnos de Harry y Louis.


¿Trofeos de remo? Tira suavemente de mí hasta situarme delante de él y, cuando Doniya se vuelve para salir, me da un azote en el trasero. Ahogo un grito, sorprendido.


—Lo volveré a hacer, Liam, y pronto —me amenaza al oído.


Luego me abraza, con mi espalda pegada a su pecho, y me besa el pelo.


De vuelta en la casa, Harry y Louis se están despidiendo de Trisha y el señor Malik. Harry me da un fuerte abrazo.


—Tengo que hablar contigo de lo antipático que eres con Zayn —le susurro furioso al oído, y el me abraza otra vez.


—Le viene bien un poco de hostilidad; así se ve cómo es en realidad. Ten cuidado, Li… es demasiado controlador —me susurra—. Te veo luego.


YO SÉ CÓMO ES EN REALIDAD, ¡TÚ NO!, le grito mentalmente. Soy consciente de que lo hace con buena intención, pero a veces se pasa de la raya, y esta vez se ha pasado mucho. Lo miro ceñudo y el me saca la lengua, haciéndome sonreír sin querer. El Harry traviesa es una novedad; será influencia de Louis.


Los despedimos desde la puerta, y Zayn se vuelve hacia mí.


—Nosotros también deberíamos irnos… Tienes las entrevistas mañana.


Doniya me abraza cariñosamente cuando nos despedimos.


—¡Pensábamos que nunca encontraría a nadie! —comenta con entusiasmo.


Yo me sonrojo y Zayn vuelve a poner los ojos en blanco.


Frunzo los labios. ¿Por qué él sí puede y yo no? Quiero ponerle los ojos en blanco yo también, pero no me atrevo, y menos después de la amenaza en la casita del embarcadero.


—Cuídate, Liam, querido —me dice amablemente Trisha.


Zayn, avergonzado o frustrado por la efusiva atención que recibo del resto de los Malik, me coge de la mano y me acerca a su lado.


—No me lo espantéis ni me lo miméis demasiado —protesta.


—Zayn, déjate de bromas —lo reprende Trisha con indulgencia y una mirada llena de amor por él.


No sé por qué, pero me parece que no bromea. Observo subrepticiamente su interacción. Es obvio que Trisha lo adora, que siente por él el amor incondicional de una madre. Él se inclina y la besa con cierta rigidez.


—Mamá —dice, y percibo un matiz extraño en su voz… ¿veneración, quizá?


—Señor Malik… adiós y gracias por todo.


Le tiendo la mano, pero ¡también me abraza!


—Por favor, llámame Yasir. Confío en que volvamos a verte muy pronto, Liam.


Terminada la despedida, Zayn me lleva hasta el coche, donde nos espera Higgins. ¿Habrá estado esperando ahí todo el tiempo? Higgins me abre la puerta y entro en la parte trasera del Audi.


Noto que los hombros se me relajan un poco. Dios, qué día. Estoy agotado, física y emocionalmente. Tras una breve conversación con Higgins, Zayn se sube al coche a mi lado. Se vuelve para mirarme.


—Bueno, parece que también le has caído bien a mi familia —murmura.


¿También? La deprimente idea de por qué me ha invitado me vuelve de forma espontánea e inoportuna a la cabeza. Higgins arranca el coche y se aleja del círculo de luz del camino de entrada para adentrarse en la oscuridad de la carretera. Me giro hacia Zayn y lo encuentro mirándome fijamente.


—¿Qué? —pregunta en voz baja.


Titubeo un instante. No… Se lo voy a decir. Siempre se queja de que no le cuento las cosas.


—Me parece que te has visto obligado a traerme a conocer a tus padres —le susurro con voz trémula—. Si Louis no se lo hubiera propuesto a Harry, tú jamás me lo habrías pedido a mí.


No le veo la cara en la oscuridad, pero ladea la cabeza, sobresaltado.


—Liam, me encanta que hayas conocido a mis padres. ¿Por qué eres tan inseguro? No deja de asombrarme. Eres un chico joven, fuerte, independiente, pero tienes muy mala opinión de ti mismo. Si no hubiera querido que los conocieras, no estarías aquí. ¿Así es como te has sentido todo el rato que has estado allí?


¡Vaya! Quería que fuera, y eso es toda una revelación. No parece incomodarlo responderme, como sucedería si me ocultara la verdad. Parece complacido de verdad de que haya ido. Una sensación de bienestar se propaga lentamente por mis venas.
Mueve la cabeza y me coge la mano. Yo miro nervioso a Higgins.


—No te preocupes por Higgins. Contéstame.


Me encojo de hombros.


—Pues sí. Pensaba eso. Y otra cosa, yo solo he comentado lo de Georgia porque Harry estaba hablando de Barbados. Aún no me he decidido.


—¿Quieres ir a ver a tu madre?


—Sí.


Me mira con una expresión extraña, como si librara una especie de lucha interior.


—¿Puedo ir contigo? —pregunta al fin.


¿Qué?


—Eh… no creo que sea buena idea.


—¿Por qué no?


—Confiaba en poder alejarme un poco de toda esta… intensidad para poder reflexionar.


Se me queda mirando.


—¿Soy demasiado intenso?


Me echo a reír.


—¡Eso es quedarse corto!


A la luz de las farolas que vamos pasando, veo que tuerce la boca.


—¿Se está riendo de mí, señor Payne?


—No me atrevería, señor Malik —le respondo con fingida seriedad.


—Me parece que sí y creo que sí te ríes de mí, a menudo.


—Es que eres muy divertido.


—¿Divertido?


—Oh, sí.


—¿Divertido por peculiar o por gracioso?


—Uf… mucho de una cosa y algo de la otra.


—¿Qué parte de cada una?


—Te dejo que lo adivines tú.


—No estoy seguro de poder averiguar nada contigo, Liam —dice socarrón, y luego prosigue en voz baja—: ¿Sobre qué tienes que reflexionar en Georgia?


—Sobre lo nuestro —susurro.


Me mira fijamente, impasible.


—Dijiste que lo intentarías —murmura.


—Lo sé.


—¿Tienes dudas?


—Puede.


Se revuelve en el asiento, como si estuviera incómodo.


—¿Por qué?


Madre mía. ¿Cómo se ha vuelto tan seria esta conversación de repente? Se me ha echado encima como un examen para el que no estoy preparado. ¿Qué le digo? Porque creo que te quiero y tú solo me ves como un juguete. Porque no puedo tocarte, porque me aterra demostrarte algo de afecto por si te enfadas, me riñes o, peor aún, me pegas… ¿Qué le digo?


Miro un instante por la ventanilla. El coche vuelve a cruzar el puente. Los dos estamos envueltos en una oscuridad que enmascara nuestros pensamientos y nuestros sentimientos, pero para eso no nos hace falta que sea de noche.


—¿Por qué, Liam? —me insiste.


Me encojo de hombros, atrapado. No quiero perderlo. A pesar de sus exigencias, de su necesidad de control, de sus aterradores vicios. Nunca me había sentido tan vivo como ahora. Me emociona estar sentado a su lado. Es tan imprevisible, sexy, listo, divertido…
Pero sus cambios de humor… ah, y además quiere hacerme daño. Dice que tendrá en cuenta mis reservas, pero sigue dándome miedo. Cierro los ojos. ¿Qué le digo? En el fondo, querría más, más afecto, más del Zayn travieso, más… amor.


Me aprieta la mano.


—Háblame, Liam. No quiero perderte. Esta última semana…


Estamos llegando al final del puente y la carretera vuelve a estar bañada en la luz de neón de las farolas, de forma que su rostro se ve intermitentemente en sombras e iluminado. Y la metáfora resulta tan acertada. Este hombre, al que una vez creí un héroe romántico, un caballero de resplandeciente armadura, o el caballero oscuro, como dijo él mismo, no es un héroe, sino un hombre con graves problemas emocionales, y me está arrastrando a su lado oscuro. ¿No podría yo llevarlo hasta la luz?


—Sigo queriendo más —le susurro.


—Lo sé —dice—. Lo intentaré.


Lo miro extrañado y él me suelta la mano y me coge la barbilla, soltándome el labio que me estaba mordiendo.


—Por ti, Liam, lo intentaré.


Irradia sinceridad.


Y no hace falta que me diga más. Me desabrocho el cinturón de seguridad, me acerco a él y me subo a su regazo, cogiéndolo completamente por sorpresa. Enrosco los brazos alrededor de su cuello y lo beso con intensidad, con vehemencia y en un nanosegundo él me responde.


—Quédate conmigo esta noche —me dice—. Si te vas, no te veré en toda la semana. Por favor.


—Sí —accedo—. Yo también lo intentaré. Firmaré el contrato.


Lo decido sin pensar.


Me mira fijamente.


—Firma después de Georgia. Piénsatelo. Piénsatelo mucho, nene.


—Lo haré.


Y seguimos así sentados dos o tres kilómetros.


—Deberías ponerte el cinturón de seguridad —susurra reprobadoramente con la boca hundida en mi cabello, pero no hace ningún ademán de retirarme de su regazo.


Me acurruco contra su cuerpo, con los ojos cerrados, con la nariz en su cuello, embebiéndome de esa fragancia sexy a gel de baño almizclado y a Zayn, apoyando la cabeza en su hombro.


Dejo volar mi imaginación y fantaseo con que me quiere. Ah… y parece tan real, casi tangible, que una parte pequeñísima de mi desagradable subconsciente se comporta de forma completamente inusual y se atreve a albergar esperanzas. Procuro no tocarle el pecho, pero me refugio en sus brazos mientras me abraza con fuerza.


Y demasiado pronto, me veo arrancado de mi quimera.


—Ya estamos en casa —murmura Zayn, y la frase resulta tentadora, cargada de potencial.


En casa, con Zayn. Salvo que su casa es una galería de arte, no un hogar.


Higgins nos abre la puerta y yo le doy las gracias tímidamente, consciente de que ha podido oír nuestra conversación, pero su amable sonrisa tranquiliza sin revelar nada. Una vez fuera del coche, Harry me escudriña. Oh, no, ¿qué he hecho ahora?


—¿Por qué no llevas algo de más abrigo?


Se quita la chaqueta, ceñudo, y me la echa por los hombros.


Siento un gran alivio.


—No sé —contesto adormilado y bostezando.


Me sonríe maliciosamente.


—¿Cansado, señor Payne?


—Sí, señor Malik. —Me siento turbado ante su provocador escrutinio. Aun así, creo que debo darle una explicación—. Hoy me han convencido de que hiciera cosas que jamás había creído posibles.


—Bueno, si tienes muy mala suerte, a lo mejor consigo convencerte de hacer alguna cosa más —promete mientras me coge de la mano y me lleva dentro del edificio.


Madre mía… ¿Otra vez?


En el ascensor, lo miro. Había dado por supuesto que quería que durmiera con él y ahora recuerdo que él no duerme con nadie, aunque lo haya hecho conmigo unas cuantas veces. Frunzo el ceño y, de pronto, su mirada se oscurece. Levanta la mano y me coge la barbilla, soltándome el labio que me mordía.


—Algún día te follaré en este ascensor, Liam, pero ahora estás cansado, así que creo que nos conformaremos con la cama.


Inclinándose, me muerde el labio inferior con los dientes y tira suavemente. Me derrito contra su cuerpo y dejo de respirar a la vez que las entrañas se me revuelven de deseo. Le correspondo, clavándole los dientes en el labio superior, provocándole, y él gruñe. Cuando se abren las puertas del ascensor, me lleva de la mano hacia el vestíbulo y cruzamos la puerta de doble hoja hasta el pasillo.


—¿Necesitas una copa o algo?


—No.


—Bien. Vámonos a la cama.


Arqueo las cejas.


—¿Te vas a conformar con una simple y aburrida relación vainilla?


Ladea la cabeza.


—Ni es simple ni aburrida… tiene un sabor fascinante —dice.


—¿Desde cuándo?


—Desde el sábado pasado. ¿Por qué? ¿Esperabas algo más exótico?


El dios que llevo dentro asoma la cabeza por el borde de la barricada.


—Ay, no. Ya he tenido suficiente exotismo por hoy.


El dios que llevo dentro me hace pucheros, sin lograr en absoluto ocultar su desilusión.


—¿Seguro? Aquí tenemos para todos los gustos… por lo menos treinta y un sabores.


Me sonríe lascivo.


—Ya lo he observado —replico con sequedad.


Menea la cabeza.


—Venga ya, señor Payne, mañana le espera un gran día. Cuanto antes se acueste, antes le follaré y antes podrá dormirse.


—Es usted todo un romántico, señor Malik.


—Y usted tiene una lengua viperina, señor Payne. Voy a tener que someterlo de alguna forma. Ven.


Me lleva por el pasillo hasta su dormitorio y abre la puerta de una patada.


—Quédate quieto —me ordena.


Obedezco y, con tres simples movimientos, me quita toda la ropa, excepto los calzoncillos, como un mago.


—¡Tachán! —dice travieso.


Río y aplaudo educadamente. Él hace una elegante reverencia, riendo también. ¿Cómo voy a resistirme a él cuando es así? Deja mi ropa en la silla solitaria que hay junto a la cómoda.


—¿Cuál es el siguiente truco? —inquiero provocador.


—Ay, mi querido señor Payne. Métete en la cama —gruñe—, que enseguida lo vas a ver.


—¿Crees que por una vez debería hacerme el duro? —pregunto coqueto.


Abre mucho los ojos, asombrado, y veo en ellos un destello de excitación.


—Bueno… la puerta está cerrada; no sé cómo vas a evitarme —dice burlón—. Me parece que el trato ya está hecho.


—Pero soy buen negociador.


—Y yo. —Me mira, pero, al hacerlo, su expresión cambia; la confusión se apodera de él y la atmósfera de la habitación varía bruscamente, tensándose—. ¿No quieres follar? —pregunta.


—No —digo.


—Ah.


Frunce el ceño.


Vale, allá va… respira hondo.


—Quiero que me hagas el amor.


Se queda inmóvil y me mira alucinado. Su expresión se oscurece. Mierda, esto no pinta bien. ¡Dale un minuto!, me espeta mi subconsciente.


—Liam, yo…


Se pasa las manos por el pelo. Las dos. Está verdaderamente desconcertado.


—Pensé que ya lo habíamos hecho —dice al fin.


—Quiero tocarte.


Se aparta un paso de mí, involuntariamente; por un instante parece asustado, luego se refrena.


—Por favor —le susurro.


Se recupera.


—Ah, no, señor Payne, ya le he hecho demasiadas concesiones esta noche. La respuesta es no.


—¿No?


—No.


Vaya, contra eso no puedo discutir… ¿o sí?


—Mira, estás cansado, y yo también. Vámonos a la cama y ya está —dice, observándome con detenimiento.


—¿Así que el que te toquen es uno de tus límites infranqueables?


—Sí. Ya lo sabes.


—Dime por qué, por favor.


—Ay, Liam, por favor. Déjalo ya —masculla exasperado.


—Es importante para mí.


Vuelve a pasarse ambas manos por el pelo y maldice por lo bajo. Da media vuelta y se acerca a la cómoda, saca una camiseta y me la tira. La cojo, pensativo.


—Póntela y métete en la cama —me espeta molesto.


Frunzo el ceño, pero decido complacerlo. Volviéndome de espaldas, me pongo la camiseta lo más rápido que puedo para cubrir mi desnudez. Me dejo los calzoncillos puestos… he ido sin ellos casi toda la noche.


—Necesito ir al baño —digo con un hilo de voz.


Frunce el ceño, aturdido.


—¿Ahora me pides permiso?


—Eh… no.


—Liam, ya sabes dónde está el baño. En este extraño momento de nuestro acuerdo, no necesitas permiso para usarlo.


No puede ocultar su enfado. Se quita la camiseta y yo me meto corriendo en el baño.


Me miro en el espejo gigante, asombrado de seguir teniendo el mismo aspecto. Después de todo lo que he hecho hoy, ahí está el mismo chico corriente de siempre mirándome pasmado. ¿Qué esperabas, que te salieran cuernos y una colita puntiaguda?, me espeta mi subconsciente. ¿Y qué narices haces? Las caricias son uno de sus límites infranqueables. Demasiado pronto, imbécil. Para poder correr tiene que andar primero. Mi subconsciente está furioso, su ira es como la de Medusa: el pelo ondeante, las manos aferrándose la cara como en ‘El grito’ de Edvard Munch. Lo ignoro, pero se niega a volver a su caja. Estás haciendo que se enfade; piensa en todo lo que ha dicho, hasta dónde ha cedido. Miro ceñudo mi reflejo. Necesito poder ser cariñoso con él, entonces quizá él me corresponda.


Niego con la cabeza, resignado, y cojo el cepillo de dientes de Zayn. Mi subconsciente tiene razón, claro. Lo estoy agobiando. Él no está preparado y yo tampoco. Hacemos equilibrios sobre el delicado balancín de nuestro extraño acuerdo, cada uno en un extremo, vacilando, y el balancín se inclina y se mece entre los dos. Ambos necesitamos acercarnos más al centro. Solo espero que ninguno de los dos se caiga al intentarlo. Todo esto va muy rápido. Quizá necesite un poco de distancia. Georgia cada vez me atrae más. Cuando estoy empezando a lavarme los dientes, llama a la
puerta.


—Pasa —espurreo con la boca llena de pasta.


Zayn aparece en el umbral de la puerta con ese pantalón de pijama que se le desliza por las caderas y que hace que todas las células de mi organismo se pongan en estado de alerta. Lleva el torso descubierto y me embebo como si estuviera muerto de sed y él fuera agua clara de un arroyo de montaña. Me mira impasible, luego sonríe satisfecho y se sitúa a mi lado. Nuestros ojos se encuentran en el espejo, café y miel. Termino con su cepillo de dientes, lo enjuago y se lo doy, sin dejar de mirarlo. Sin mediar palabra, coge el cepillo y se lo mete en la boca. Le sonrío yo también y, de repente, me mira con un brillo risueño en los ojos.


—Si quieres, puedes usar mi cepillo de dientes —me dice en un dulce tono jocoso.


—Gracias, señor —sonrío con ternura y salgo al dormitorio.


A los pocos minutos viene él.


—Que sepas que no es así como tenía previsto que fuera esta noche —masculla malhumorado.


—Imagina que yo te dijera que no puedes tocarme.


Se mete en la cama y se sienta con las piernas cruzadas.


—Liam, ya te lo he dicho. De cincuenta mil formas. Tuve un comienzo duro en la vida; no hace falta que te llene la cabeza con toda esa mierda. ¿Para qué?


—Porque quiero conocerte mejor.


—Ya me conoces bastante bien.


—¿Cómo puedes decir eso?


Me pongo de rodillas, mirándolo.


Me pone los ojos en blanco, frustrado.


—Estás poniendo los ojos en blanco. La última vez que yo hice eso terminé tumbado en tus rodillas.


—Huy, no me importaría volver a hacerlo.


Eso me da una idea.


—Si me lo cuentas, te dejo que lo hagas.


—¿Qué?


—Lo que has oído.


—¿Me estás haciendo una oferta? —me pregunta pasmado e incrédulo.


Asiento con la cabeza. Sí… esa es la forma.


—Negociando.


—Esto no va así, Liam.


—Vale. Cuéntamelo y luego te pongo los ojos en blanco.


Ríe y percibo un destello del Zayn despreocupado. Hacía un rato que no lo veía. Se pone serio otra vez.


—Siempre tan ávido de información. —Me mira pensativo. Al poco, se baja con elegancia de la cama—. No te vayas —dice, y sale del dormitorio.


La inquietud me atraviesa como una lanza, y me abrazo a mi propio cuerpo. ¿Qué hace? ¿Tendrá algún plan malvado? Mierda. Supón que vuelve con una vara o algún otro instrumento de perversión. Madre mía, ¿qué voy a hacer entonces? Cuando vuelve, lleva algo pequeño en las manos. No veo lo que es, pero me muero de curiosidad.


—¿A qué hora es tu primera entrevista de mañana? —pregunta en voz baja.


—A las dos.


Lentamente se dibuja en su rostro una sonrisa perversa.


—Bien.


Y ante mis ojos, cambia sutilmente. Se vuelve duro, intratable… sensual. Es el Zayn dominante.


—Sal de la cama. Ponte aquí de pie. —Señala a un lado de la cama y yo me bajo y me coloco en un abrir y cerrar de ojos. Me mira fijamente, y en sus ojos brilla una promesa—. ¿Confías en mí? —me pregunta en voz baja.


Asiento con la cabeza. Me tiende la mano y en la palma lleva dos bolas de plata redondas y brillantes unidas por un grueso hilo negro.


—Son nuevas —dice con énfasis.


Lo miro inquisitivo.


—Te las voy a meter y luego te voy a dar unos azotes, no como castigo, sino para darte placer y dármelo yo.


Se interrumpe y sopesa la reacción de mis ojos muy abiertos.


¡Metérmelas! Ahogo un jadeo y se tensan todos los músculos del cuerpo. El dios que llevo dentro está haciendo la danza de los siete velos.


—Luego follaremos y, si aún sigues despierto, te contaré algunas cosas sobre mis años de formación. ¿De acuerdo?


¡Me está pidiendo permiso! Con la respiración acelerada, asiento. Soy incapaz de hablar.


—Buen chico. Abre la boca.


¿La boca?


—Más.


Con mucho cuidado, me mete las bolas en la boca.


—Necesitan lubricación. Chúpalas —me ordena con voz dulce.


Las bolas están frías, son lisas y pesan muchísimo, y tienen un sabor metálico. Mi boca seca se llena de saliva cuando explora los objetos extraños. Los ojos de Zayn no se apartan de los míos.


Dios mío, me estoy excitando. Me estremezco.


—No te muevas, Liam —me advierte—. Para.


Me las saca de la boca. Se acerca a la cama, retira el edredón y se sienta al borde.


—Ven aquí.


Me sitúo delante de él.


—Date la vuelta, inclínate hacia delante y agárrate los tobillos.


Lo miro extrañado y su expresión se oscurece.


—No titubees —me regaña con fingida serenidad y se mete las bolas en la boca.


Joder, esto es más sexy que la pasta de dientes. Sigo sus órdenes inmediatamente. Uf, ¿me llegaré a los tobillos? Descubro que sí, con facilidad. La camiseta se me escurre por la espalda, dejando al descubierto mi trasero. Menos mal que me he dejado los calzoncillos puestos, aunque supongo que no me van a durar mucho.


Me posa la mano con reverencia en el trasero y me lo acaricia suavemente. Entre mis piernas solo atisbo a ver las suyas, nada más. Cierro los ojos con fuerza cuando me aparta con delicadeza la ropa interior y me pasea un dedo despacio por mi entrada. Mi cuerpo se prepara con una mezcla embriagadora de gran impaciencia y excitación. Me mete un dedo y lo mueve en círculos con deliciosa lentitud. Oh, qué gusto. Gimo.


Se me entrecorta la respiración y lo oigo gemir mientras repite el movimiento. Retira el dedo y muy despacio inserta los objetos, primero una bola, luego la otra. Madre mía. Están a la temperatura del cuerpo, calentadas por nuestras bocas. Es una curiosa sensación: una vez que están dentro, no me las siento, aunque sé que están ahí.


Me recoloca los calzoncillos, se inclina hacia delante y sus labios depositan un beso tierno en mi trasero.


—Ponte derecho —me ordena y, tembloroso, me enderezo.


¡Huy! Ahora sí que las siento… o algo. Me agarra por las caderas para sujetarme mientras recupero el equilibrio.


—¿Estás bien? —me pregunta muy serio.


—Sí.


—Vuélvete.


Me giro hacia él.


Las bolas tiran hacia abajo y, sin querer, mi cuerpo se contrae alrededor de ellas. La sensación me sobresalta, pero no en el mal sentido de la palabra.


—¿Qué tal? —pregunta.


—Raro.


—¿Raro bueno o raro malo?


—Raro bueno —confieso ruborizándome.


—Bien. —Asoma a sus ojos un vestigio de humor—. Quiero un vaso de agua. Ve a traerme uno, por favor.


Oh.


—Y cuando vuelvas, te tumbaré en mis rodillas. Piensa en eso, Liam.


¿Agua? ¿Quiere agua ahora? ¿Para qué?


Cuando salgo del dormitorio, me queda clarísimo por qué quiere que me pasee; al hacerlo, las bolas me pesan dentro, me masajean internamente. Es una sensación muy rara y no del todo desagradable. De hecho, tengo una erección y se me acelera la respiración cuando me estiro para coger un vaso del armario de la cocina, y ahogo un jadeo. Madre mía. Igual tendría que dejarme esto puesto. Hacen que me sienta deseado. 


Cuando vuelvo, me observa detenidamente.


—Gracias —dice, y me coge el vaso de agua.


Despacio, da un sorbo y deja el vaso en la mesita de noche. En ella hay un condón, listo y esperando, como yo. Entonces sé que está haciendo esto para generar expectación. El corazón se me ha acelerado un poco. Centra su mirada de ojos verdes en mí.


—Ven. Ponte a mi lado. Como la otra vez.


Me acerco a él, la sangre me zumba por todo el cuerpo, y esta vez… estoy caliente. Excitado.


—Pídemelo —me dice en voz baja.


Frunzo el ceño. ¿Que le pida el qué?


—Pídemelo —repite, algo más duro.


¿El qué? ¿Un poco de agua? ¿Qué quiere?


—Pídemelo, Liam. No te lo voy a repetir más.


Hay una amenaza velada en sus palabras, y entonces caigo. Quiere que le pida que me dé unos azotes.


Madre mía. Me mira expectante, con la mirada cada vez más fría. Mierda.


—Azótame, por favor… señor —susurro.


Cierra los ojos un instante, saboreando mis palabras. Alarga el brazo, me agarra la mano izquierda y, tirando de mí, me arrastra a sus rodillas. Me dejo caer sobre su regazo, y me sujeta. Se me sube el corazón a la boca cuando empieza a acariciarme el trasero.


Me tiene ladeado otra vez, de forma que mi torso descansa en la cama, a su lado. Esta vez no me echa la pierna por encima, sino que me aparta el flequillo de la cara. Acto seguido, me agarra el pelo a la altura de la nuca para sujetarme bien. Tira suavemente y echo la cabeza hacia atrás.


—Quiero verte la cara mientras te doy los azotes, Liam —murmura sin dejar de frotarme suavemente el trasero.


Desliza la mano entre mis piernas y me aprieta el miembro, y la sensación global es… Gimo. Oh, la sensación es exquisita.


—Esta vez es para darnos placer, Liam, a ti y a mí —susurra.


Levanta la mano y la baja con una sonora palmada en la confluencia de los muslos y el trasero. Las bolas se impulsan hacia delante, dentro de mí, y me pierdo en un mar de sensaciones: el dolor del trasero, la plenitud de las bolas en mi interior y el hecho de que me esté sujetando. Mi cara se contrae mientras mis sentidos tratan de digerir todas estas sensaciones nuevas. Registro en alguna parte de mi cerebro que no me ha atizado tan fuerte como la otra vez. Me acaricia el trasero otra vez, paseando la mano abierta por mi piel, por encima de la ropa interior.


¿Por qué no me ha quitado los calzoncillos? Entonces su mano desaparece y vuelve a azotarme. Gimo al propagarse la sensación. Inicia un patrón de golpes: izquierda, derecha y luego abajo. Los de abajo son los mejores. Todo se mueve hacia delante en mi interior, y entre palmadas, me acaricia, me manosea, de forma que es como si me masajeara por dentro y por fuera. Es una sensación erótica muy estimulante y, por alguna razón, porque soy yo el que ha impuesto las condiciones, no me preocupa el dolor. No es doloroso en sí… bueno, sí, pero no es insoportable. Resulta bastante manejable y, sí, placentero… incluso. Gruño. Sí, con esto sí que puedo.


Hace una pausa para bajarme despacio los calzoncillos. Me retuerzo en sus piernas, no porque quiera escapar de los golpes sino porque quiero más… liberación, algo. Sus caricias en mi piel sensibilizada se convierten en un cosquilleo de lo más sensual. Resulta abrumador, y empieza de nuevo. Unas cuantas palmadas suaves y luego cada vez más fuertes, izquierda, derecha y abajo. Oh, esos de abajo. Gimo.


—Buen chico, Liam —gruñe, y se altera su respiración.


Me azota un par de veces más, luego tira del pequeño cordel que sujeta las bolas y me las saca de un tirón. Casi alcanzo el clímax; la sensación que me produce no es de este mundo. Con movimientos rápidos, me da la vuelta suavemente. Oigo, más que ver, cómo rompe el envoltorio del condón y, de pronto, lo tengo tumbado a mi lado. Me coge las manos, me las sube por encima de la cabeza y se desliza sobre mí, dentro de mí, despacio, ocupando el lugar que han dejado vacío las bolas. Gimo con fuerza.


—Oh, nene —me susurra mientras retrocede y avanza a un ritmo lento y sensual, saboreándome, sintiéndome.


Es la manera más suave en que me lo ha hecho nunca, y no tardo nada en caer por el precipicio, presa de una espiral de delicioso, violento y agotador orgasmo. Cuando me contraigo a su alrededor, disparo su propio clímax, y se desliza dentro de mí, sosegándose, pronunciando mi nombre entre jadeos, fruto de un asombro prodigioso y desesperado.


—¡Liam!


Guarda silencio, jadeando encima de mí, con las manos aún trenzadas en las mías por encima de mi cabeza. Por fin se vuelve y me mira.


—Me ha gustado —susurra, y me besa tiernamente.


No se entretiene con más besos dulces, sino que se levanta, me limpia con una toalla, me tapa con el edredón y se mete en el baño. Cuando vuelve, trae un frasco de loción blanca. Se sienta en la cama a mi lado.


—Date la vuelta —me ordena y, a regañadientes, me pongo boca abajo.


La verdad, no sé para qué tanto lío. Tengo mucho sueño.


—Tienes el culo de un color espléndido —dice en tono aprobador, y me extiende la loción refrescante por el trasero sonrosado.


—Déjalo ya, Malik —digo bostezando.


—Señor Payne, es usted único estropeando un momento.


—Teníamos un trato.


—¿Cómo te sientes?


—Estafado.


Suspira, se tiende en la cama a mi lado y me estrecha en sus brazos. Con cuidado de no rozarme el trasero escocido, vuelve a hacerme la cucharita. Me besa muy suavemente detrás de la oreja.


—La mujer que me trajo al mundo era una puta adicta al crack, Liam. Duérmete.


Dios mío… ¿y eso qué significa?


—¿Era?


—Murió.


—¿Hace mucho?


Suspira.


—Murió cuando yo tenía cuatro años. No la recuerdo. Yasir me ha dado algunos detalles. Solo recuerdo ciertas cosas. Por favor, duérmete.


—Buenas noches, Zayn.


—Buenas noches, Li.


Y me duermo, aturdido y agotado, y sueño con un niño de cuatro años y ojos   en un lugar oscuro, terrible y triste.
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Mensaje por AndyKP Lun 18 Nov 2013, 6:03 pm

Síguela!
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Mensaje por Natalia101412 Miér 20 Nov 2013, 7:11 am

Siguelaa!! :)
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Mensaje por AndyKP Lun 25 Nov 2013, 7:40 pm

Ccuando la sigues?!!! :wut: :lloro: :muere: Cincuenta sombras de Malik (Ziam) - Página 5 3305821808Cincuenta sombras de Malik (Ziam) - Página 5 638757701 
Estoy desesperada! :lou: Cincuenta sombras de Malik (Ziam) - Página 5 3258640905
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Mensaje por Invitado Lun 25 Nov 2013, 7:44 pm

AndyKP escribió:Ccuando la sigues?!!! :wut: :lloro: :muere: Cincuenta sombras de Malik (Ziam) - Página 5 3305821808Cincuenta sombras de Malik (Ziam) - Página 5 638757701 
Estoy desesperada! :lou: Cincuenta sombras de Malik (Ziam) - Página 5 3258640905
Lo lamento. la iba a seguir hoy pero debo escribir mas de cuatro capítulos para varias novelas diferentes. Tal vez mañana si la siga.
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