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Cincuenta sombras de Malik (Ziam)

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Cincuenta sombras de Malik (Ziam) - Página 12 Empty Re: Cincuenta sombras de Malik (Ziam)

Mensaje por Sol_ZS Sáb 08 Mar 2014, 10:56 pm

Por dios, no puedo dejar de leerlo!!  Cincuenta sombras de Malik (Ziam) - Página 12 3275125450  seguila cuando puedas :)
Sol_ZS
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Cincuenta sombras de Malik (Ziam) - Página 12 Empty Re: Cincuenta sombras de Malik (Ziam)

Mensaje por Invitado Dom 09 Mar 2014, 10:37 am

me fui de viaje y no pude subirles, pero he conseguido internet aqui, so, ya les subo.
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Cincuenta sombras de Malik (Ziam) - Página 12 Empty Re: Cincuenta sombras de Malik (Ziam)

Mensaje por Invitado Dom 09 Mar 2014, 10:44 am

capitulo 09.

No puedo reprimir el júbilo. Mi subconsciente me mira con la boca abierta, en silencio, atónito, y, con una amplia sonrisa grabada en la cara, levanto la vista anhelante hacia los ojos torturados de Zayn.

Su expresión tierna y dulce, como si buscara absolución, me conmueve a un nivel profundo y primario; sus dos pequeñas palabras son como maná celestial. Siento de nuevo el escozor del llanto en los ojos. Sí, me quieres. Sé que me quieres.

Ser consciente de ello es muy liberador, como si me hubiera deshecho de un peso aplastante. Este chico hermoso y herido, a quien un día consideré mi héroe romántico —fuerte, solitario, misterioso—, posee todos esos rasgos, pero también es frágil e inestable, y lleno de odio hacia sí mismo. Mi corazón está rebosante de alegría, pero también de dolor por su sufrimiento. Y en este momento sé que mi corazón es lo bastante grande para los dos. Confío… en que sea lo bastante grande para los dos.

Alzo la mano para tocar su querido y apuesto rostro, y le beso con dulzura, vertiendo todo el amor que siento en cada cariñosa caricia. Quiero devorarle bajo esta cascada de agua caliente. Zayn gime y me rodea entre sus brazos, y se aferra a mí como si fuera el aire que necesita para respirar.

—Oh, Li —musita con voz ronca—. Te deseo, pero no aquí.

—Sí —murmuro febril junto a su boca.

Cierra el grifo de la ducha y me da la mano, me lleva fuera y me envuelve con el albornoz. Coge una toalla, se la anuda en la cintura, y luego con otra más pequeña empieza a secarme el pelo cuidadosamente. Cuando se da por satisfecho, me pone la toalla alrededor de la cabeza. Él está detrás de mí y nuestras miradas convergen en el espejo, verde ardiente contra azul brillante, y se me ocurre una idea.

—¿Puedo corresponderte? —pregunto.

Él asiente, aunque frunce ligeramente el ceño. Cojo otra toalla esponjosa del montón que hay apilado junto al tocador, me pongo de puntillas a su lado y empiezo a secarle el pelo. Él se inclina hacia delante para facilitarme la tarea, y cuando capto ocasionalmente su mirada bajo la toalla, veo que sonríe como un crío.

—Hace mucho tiempo que nadie me hacía esto. Mucho tiempo —susurra, y entonces tuerce el gesto—. De hecho, no creo que nadie me haya secado nunca el pelo.

—Seguro que Anne sí lo hacía. ¿No te secaba el pelo cuando eras pequeño?

Niega con la cabeza, dificultándome la labor.

—No. Ella respetó mis límites desde el primer día, aunque le resultara doloroso. Fui un niño muy autosuficiente —dice en voz baja.

Siento una punzada en el pecho al pensar en aquel crío de ojos verdes que se ocupaba de sí mismo porque a nadie más le importaba. Es una idea terriblemente triste. Pero no quiero que mi melancolía me prive de esta intimidad floreciente.

—Bueno, me siento honrado —bromeo en tono cariñoso.

—Puede estarlo, señor Payne. O quizá sea yo el honrado.

—Eso ni lo dude, señor Malik —replico.

Termino de secarle el cabello, cojo otra toalla pequeña y me coloco detrás de él. Nuestros ojos vuelven a encontrarse en el espejo, y su mirada atenta e intrigada me impulsa a hablar.

—¿Puedo probar una cosa?

Al cabo de un momento, asiente. Con cautela, muy dulcemente, hago que la toalla descienda con suavidad por su brazo izquierdo, secando el agua que empapa su piel. Levanto la vista y escruto su expresión en el espejo. Parpadea y me mira con sus ojos ardientes.

Yo me inclino hacia delante, le beso el bíceps, y él entreabre levemente los labios. Le seco el otro brazo de igual modo, dejando un rastro de besos alrededor del bíceps, y en sus labios aparece una sonrisa fugaz. Cuidadosamente, le paso la toalla por la espalda bajo la tenue línea de carmín, que aún sigue visible. En la ducha no le froté por detrás.

—Toda la espalda —dice en voz baja—, con la toalla.

Inspira y aprieta los labios, y le seco rápidamente con cuidado de tocarle solo con la toalla.

Tiene una espalda tan atractiva: ancha, con hombros contorneados y todos los músculos perfectamente definidos. Realmente se cuida. Solo las cicatrices estropean esa maravillosa visión.

Me esfuerzo por ignorarlas y reprimo el abrumador impulso de besarlas todas y cada una. Cuando termino, él exhala con fuerza y yo me inclino hacia delante para recompensarle con un beso en el hombro. Le rodeo con los brazos y le seco el estómago. Nuestros ojos se encuentran nuevamente en el espejo, y tiene una expresión divertida, pero también cauta.

—Toma esto. —Le doy la toallita de manos y él arquea las cejas, desconcertado—. ¿Te acuerdas en Georgia? Hiciste que me tocara utilizando tus manos —añado.

Se le ensombrece la cara, pero no hago caso de su reacción y le rodeo con mis brazos. Los dos nos miramos en el espejo: su belleza, su desnudez…

Le cojo la mano, que me confía de buen grado, y se la muevo sobre el torso para secarlo con la toalla de forma lenta y algo torpe. Una, dos pasadas… y luego otra vez. Él está completamente inmóvil y rígido por la tensión, salvo sus ojos, que siguen mi mano que rodea la suya con firmeza.

Mi subconsciente observa con gesto de aprobación, su boca generalmente fruncida ahora sonríe, y yo me siento como el supremo maestro titiritero. De la espalda de Zayn emanan oleadas de ansiedad pero no deja de mirarme, aunque con ojos más sombríos, más letales… que revelan sus secretos, quizá.

¿Quiero entrar en ese territorio? ¿Quiero enfrentarme a sus demonios?

—Creo que ya estás seco —murmuro, dejando caer la mano y observando la inmensidad verde de su mirada en le espejo.

Tiene la respiración acelerada y los labios entreabiertos.

—Te necesito, Liam.

—Yo también te necesito.

Y al pronunciar esas palabras me impresiona su certeza absoluta. No puedo imaginarme sin Zayn, nunca.

—Déjame amarte —dice con voz ronca.

—Sí —contesto, y me da la vuelta, me toma entre sus brazos y sus labios buscan los míos, implorándome, apreciándome… amándome.


Me pasa los dedos a lo largo de la columna mientras nos miramos mutuamente, sumidos en la dicha poscoital, plenos. Tumbados juntos, yo boca abajo abrazando la almohada, él de costado, y yo gozando de la ternura de su caricia. Sé que ahora mismo necesita tocarme. Soy un bálsamo para él, una fuente de consuelo, ¿y cómo voy a negárselo? Yo siento exactamente lo mismo hacia él.

—Así que puedes ser tierno.

—Mmm… eso parece, señor Payne.

Sonrío complacido.

—No lo fuiste especialmente la primera vez que… hicimos esto.

—¿No? —dice malicioso—. Cuando te robé la virtud.

—No creo que la robaras —musito con picardía. Por Dios—. Creo que yo te entregué mi virtud bastante libremente y de buen grado. Yo también lo deseaba y, si no recuerdo mal, disfruté bastante.

Le sonrío con timidez y me muerdo el labio.

—Como yo, si mal no recuerdo, señor Payne. Mi único objetivo es complacer —añade y adquiere una expresión seria y relajada—. Y eso significa que eres mío, totalmente.

—Sí, lo soy —le contesto en un murmullo—. Me gustaría preguntarte una cosa.

—Adelante.

—Tu padre biológico… ¿sabes quién era?

La idea lleva un tiempo rondándome por la cabeza.

Arquea una ceja y luego niega.

—No tengo ni idea. No era ese salvaje que le hacía de chulo, lo cual está bien.

—¿Cómo lo sabes?

—Por una cosa que me dijo mi padre… Des.

Observo expectante a mi Cincuenta, a la espera.

—Siempre ávido por saber, Liam. —Suspira y mueve la cabeza—. El chulo encontró el cuerpo de la puta adicta al crack y telefoneó a las autoridades. Aunque tardaron cuatro días en encontrarlo. Él se fue, cerró la puerta… y me dejó con… con su cadáver.

Se le enturbia la mirada al recordarlo.

Inspiro con fuerza. Pobre criatura… la mera idea de semejante horror resulta dolorosamente inconcebible.

—La policía le interrogó después. Él negó rotundamente que tuviera algo que ver conmigo, y Des me dijo que no nos parecíamos en absoluto.

—¿Recuerdas cómo era?

—Liam, esa es una parte de mi vida en la que no suelo pensar a menudo. Sí, recuerdo cómo era. Nunca le olvidaré. —La expresión de Zayn se ensombrece y endurece, volviendo su rostro más anguloso, con una gélida mirada de rabia en sus ojos—. ¿Podemos hablar de otra cosa?

—Perdona. No quería entristecerte.

Niega con la cabeza.

—Es el pasado, Li. No quiero pensar en eso ahora.

—Bueno… ¿y cuál es esa sorpresa? —digo para cambiar de tema antes de que las sombras de Cincuenta se vuelvan contra mí.

Inmediatamente se le ilumina la cara.

—¿Te apetece salir a tomar un poco de aire fresco? Quiero enseñarte una cosa.

—Claro.

Me maravilla la rapidez con la que cambia de humor… tan voluble como siempre. Me mira risueño, con esa sonrisa espontánea y juvenil de «Solo soy un chaval», y mi corazón da un salto. Así que se trata de algo muy importante para él, lo noto. Me da un cachete en el trasero, juguetón.

—Vístete. Con unos vaqueros va bien. Espero que Higgins te haya metido algunos en la maleta.

Se levanta y se pone los calzoncillos. Oh… podría estar sentado aquí todo el día, viéndole moverse por la habitación.

—Arriba —ordena, tan autoritario como siempre.

Le miro, sonriente.

—Estoy admirando las vistas.

Y alza los ojos al cielo con aire resignado y divertido.

Mientras nos vestimos, me doy cuenta de que nos movemos con la sincronización de dos personas que se conocen bien, ambos muy atentos y pendientes del otro, intercambiando de vez en cuando una sonrisa tímida y una tierna caricia. Y caigo en la cuenta de que esto es tan nuevo para él como para mí.

—Sécate el pelo —ordena Zayn cuando estamos vestidos.

—Dominante como siempre —le digo bromeando, y se inclina para besarme la cabeza.

—Eso no cambiará nunca, nene. No quiero que te pongas enfermo.

Pongo los ojos en blanco, y él tuerce la boca, con expresión divertida.

—Sigo teniendo las manos muy largas, ¿sabe, señor Payne?

—Me alegra oírlo, señor Malik. Empezaba a pensar que habías perdido nervio —replico.

—Puedo demostrarte que no es así en cuanto te apetezca.

Zayn saca de su bolsa un jersey grande de punto trenzado color beis, y se lo echa con elegancia sobre los hombros. Con la camiseta blanca, los vaqueros negros ajustados, el pelo cuidadosamente peinado y ahora esto, parece salido de las páginas de una lujosa revista de moda.

Debería estar prohibido ser tan extraordinariamente guapo. Y no sé si es la distracción momentánea, la mera perfección de su aspecto o ser consciente de que me quiere, pero su amenaza ya no me da miedo. Así es él, mi Cincuenta Sombras.

Mientras cojo el secador, vislumbro ante mí un rayo de esperanza tangible. Encontraremos la vía intermedia. Lo único que hemos de hacer es tener en cuenta las necesidades del otro y acoplarlas. De eso soy capaz, ¿verdad?

Me observo en el espejo del vestidor. Llevo la camiseta que Higgins me compró y que ha metido en mi maleta. Tengo el pelo peinado como siempre, la cara enrojecida, los labios hinchados… Me los palpo, recordando los besos abrasadores de Zayn, y no puedo evitar que se me escape una sonrisa. «Sí, te quiero», me dijo.


—¿Dónde vamos exactamente? —pregunto mientras esperamos en el vestíbulo al empleado del aparcamiento.

Zayn se da golpecitos en un lado de la nariz y me guiña un ojo con aire conspiratorio, como si hiciera esfuerzos desesperados por contener su alegría. Francamente, esto es bastante impropio de mi Cincuenta.

Estaba así cuando fuimos a volar en planeador; quizá sea eso lo que vamos a hacer. Yo también le sonrío, radiante. Y me mira con ese aire de superioridad que le confiere esa sonrisa suya de medio lado. Se inclina y me besa tiernamente.

—¿Tienes idea de lo feliz que me haces? —pregunta en voz baja.

—Sí… lo sé perfectamente. Porque tú provocas el mismo efecto en mí.

El empleado del aparcamiento aparece a gran velocidad con el coche de Zayn y una enorme sonrisa en la cara. Vaya, hoy todo el mundo parece muy feliz.

—Un coche magnífico, señor —comenta al entregarle las llaves a Zayn.

Él le guiña un ojo y le da una propina escandalosamente generosa.

Yo le frunzo el ceño. Por Dios…


Mientras avanzamos entre el tráfico, Zayn está sumido en sus pensamientos. Por los altavoces suena la voz de una mujer joven, con un timbre precioso, rico, melodioso, y me pierdo en esa voz triste y conmovedora.

—Tengo que desviarme un momento. No tardaremos —dice con aire ausente, y me distrae de la canción.

Oh, ¿por qué? Estoy intrigado por conocer cuál es la sorpresa. El dios que llevo dentro está dando saltitos como un niño de cinco años.

—Claro —murmuro.

Aquí pasa algo. De pronto parece muy serio y decidido.

Entra en el aparcamiento de un enorme concesionario, para el coche y se gira hacia mí con expresión cauta.

—Hay que comprarte un coche —dice.

Le miro con la boca abierta. ¿Ahora? ¿En domingo? ¿Qué demonios…? Y esto es un concesionario de Saab.

—¿Un Audi no? —es la única tontería que se me ocurre decir, y el pobre, bendito sea, se ruboriza.

Zayn, avergonzado… ¡Esto es algo insólito!

—Pensé que te apetecería variar —musita incómodo, como si no supiera dónde meterse.

Oh, por favor… No hay que dejar pasar esta oportunidad única de burlarse de él.

—¿Un Saab? —pregunto.

—Sí. Un 9-3. Vamos.

—¿A ti qué te pasa con los coches extranjeros?

—Los alemanes y los suecos fabrican los coches más seguros del mundo, Liam.

¿Ah, sí?

—Creí que ya habías encargado un Audi A3 para mí.

Me mira con aire enigmático y divertido.

—Eso puede anularse. Vamos.

Baja tranquilamente del coche, se acerca a mi lado y me abre la puerta.

—Te debo un regalo de graduación —dice en voz baja, y me tiende la mano.

—Zayn, de verdad, no tienes por qué hacer esto.

—Sí, quiero hacerlo. Por favor. Vamos.

Su tono no admite réplica.

Yo me resigno a mi destino. ¿Un Saab? ¿Quiero yo un Saab? Me gustaba bastante el Audi Especial para Sumisos. Era muy práctico.

Claro que ahora está cubierto por una tonelada de pintura blanca… Me estremezco. Y él aún anda suelto por ahí.

Acepto la mano de Zayn, y nos dirigimos a la sala de exposición.

Troy Turniansky, el encargado de las ventas, se pega como una lapa a Cincuenta. Huele la venta. Tiene un peculiar acento que parece del otro lado del Atlántico… ¿inglés, quizá? Es difícil saberlo.

—¿Un Saab, señor? ¿De segunda mano?

Se frota las manos con fruición.

—Nuevo.

Zayn se pone muy serio.

¡Nuevo!

—¿Ha pensado en algún modelo, señor?

Y encima es un pelota.

—Un sedán deportivo 9-3 2.0T.

—Excelente elección, señor.

—¿De qué color, Liam? —me pregunta Zayn, ladeando la cabeza.

—Eh… ¿negro? —Me encojo de hombros—. De verdad, no hace falta que hagas esto.

Tuerce el gesto.

—El negro no se ve bien de noche.

Oh, por Dios. Resisto la tentación de poner los ojos en blanco.

—Tú tienes un coche negro.

Me mira con expresión ceñuda.

—Pues amarillo canario —digo, encogiéndome de hombros.

Zayn hace una mueca de desagrado: está claro que el amarillo canario no es su estilo.

—¿De qué color quieres tú que sea el coche? —le pregunto como si fuera un niño pequeño, lo cual es cierto en muchos aspectos.

Y ese inoportuno pensamiento me pone triste y me da que pensar.

—Plateado o blanco.

—Plateado, pues. Sabes que me quedaría con el Audi —añado, escarmentado por mis pensamientos.

Troy palidece al percatarse de que puede perder la venta.

—¿Quizá preferiría el descapotable, señor? —me pregunta, dando nerviosas y entusiastas palmaditas.

Mi subconsciente está avergonzado y disgustado, mortificado por todo este asunto de la compra del coche, pero el dios que llevo dentro le hace un placaje y le tira al suelo. ¿Un descapotable? ¡Para morirse…!

Zayn frunce el ceño y me echa un vistazo.

—¿El descapotable? —pregunta, arqueando una ceja.

Me ruborizo. Es como si tuviera una línea erótica directa con el dios que llevo dentro, algo que sin duda es muy cierto. A veces resulta muy incómodo. Me miro las manos.

Zayn se vuelve hacia Troy.

—¿Qué dicen las estadísticas de seguridad del descapotable?

Troy capta la vulnerabilidad de Zayn y, lanzándose a muerte, le recita todo tipo de cifras y estadísticas.

A Zayn le preocupa mi seguridad, está claro. Para él eso es como una religión y, como el fanático que es, escucha atentamente la consabida perorata de Troy. No cabe duda de que a Cincuenta le importa.

«Sí, te quiero.» Recuerdo las palabras entrecortadas que susurró esta mañana y una emoción resplandeciente se expande por mis venas como miel derretida. Este chico, este regalo de Dios a la humanidad, me quiere.

Me doy cuenta de que estoy mirándole sonriendo embobado, y cuando se percata de ello se queda desconcertado, aunque también divertido por mi expresión. Yo solo tengo ganas de abrazarme a mí mismo, de lo feliz que estoy.

—Yo también quiero un poco de eso que se ha tomado, señor Payne, sea lo que sea —cuchichea mientras Troy va hacia su ordenador.

—Lo que me he tomado eres tú, señor Malik.

—¿En serio? Pues la verdad es que parece que estés embriagado. —Me da un beso fugaz—. Y gracias por aceptar el coche. Esta vez ha sido más fácil que la anterior.

—Bueno, este no es un Audi A3.

Sonríe satisfecho.

—Ese no es un coche para ti.

—A mí me gustaba.

—Señor, ¿el 9-3? He localizado uno en nuestro concesionario de Beverly Hills. En un par de días podemos tenerlo aquí.

Troy está radiante por el éxito.

—¿De gama alta?

—Sí, señor.

—Excelente.

Zayn saca la tarjeta de crédito, ¿o es la de Higgins? Pensar en eso me pone nervioso. Me pregunto cómo estará Higgins, y si habrá encontrado a Michael en el apartamento. Me masajeo la frente. Sí, está también todo en bagaje que lleva consigo Zayn.

—Si quiere acompañarme, señor… —Troy echa un vistazo al nombre de la tarjeta—… Malik.


***


Zayn me abre la puerta, y yo ocupo el asiento del pasajero.

—Gracias —le digo en cuanto se sienta a mi lado.

Él sonríe.

—Lo hago con mucho gusto, Liam.

Zayn enciende el motor y vuelve a sonar la música.

—¿Quién es? —pregunto.

—Eva Cassidy.

—Tiene una voz preciosa.

—Sí, la tenía.

—Oh.

—Murió joven.

—Oh.

—¿Tienes hambre? No te terminaste el desayuno.

Me mira de reojo con expresión reprobatoria.

Oh, oh…

—Sí.

—Entonces comamos primero.

Zayn conduce hacia los muelles y después hacia el norte, por el viaducto Alaska Way. Es otro día precioso en Seattle. Llevamos varias semanas con buen tiempo, y eso no es habitual.

Zayn parece feliz y relajado mientras circulamos por la autovía escuchando la voz dulce y melancólica de Eva Cassidy. ¿Me había sentido así de cómodo con él antes? No lo sé.

Ahora sé que no me castigará y sus cambios de humor me preocupan menos, y también él parece más tranquilo conmigo. Gira a la izquierda, por la carretera de la costa, y finalmente deja el coche en un aparcamiento frente a un puerto deportivo enorme.

—Comeremos aquí. Espera, te abriré la puerta —dice de un modo que me indica que no es aconsejable moverse, y le veo rodear el coche.

¿Es que nunca se cansa de esto?


Caminamos de la mano hacia la zona del muelle, donde el puerto se extiende frente a nosotros.

—Cuántos barcos —comento, admirado.

Hay centenares, de todas las formas y tamaños, meciéndose sobre las tranquilas aguas del puerto deportivo. Fuera, en el estrecho de Puget, hay docenas de veleros oscilando al viento, gozando del buen tiempo. Es la viva imagen del disfrute al aire libre. Se ha levantado un poco de viento, así que me pongo la chaqueta.

—¿Tienes frío? —me pregunta, y me atrae hacia sí.

—No, simplemente disfrutaba de la vista.

—Yo me pasaría el día contemplándola. Ven por aquí.

Zayn me lleva a un bar inmenso situado frente al mar y se dirige hacia la barra. La decoración es más del estilo de Nueva Inglaterra que de la costa Oeste: paredes blancas encaladas, mobiliario azul claro y parafernalia marina colgada por todas partes. Es un local luminoso y alegre.

—¡Señor Malik! —El barman saluda afectuosamente a Zayn—. ¿Qué puedo ofrecerle hoy?

—Dante, buenos días. —Zayn asiente y los dos nos encaramamos a los taburetes de la barra—. El encantador caballero es Liam Payne.

—Bienvenido al local de SP —me dice dante con una cálida sonrisa.

Es negro y guapísimo, y me examina con sus ojos oscuros y, por lo que parece, da su visto bueno. Lleva un gran diamante en la oreja que centellea cuando me mira. Me cae bien al instante.

—¿Qué les apetece beber?

Miro a Zayn, que me observa expectante. Oh, va a dejarme escoger.

—Por favor, llámame Li, y tomaré lo mismo que Zayn.

Sonrío con timidez a Dante. Cincuenta sabe mucho más de vinos que yo.

—Yo tomaré una cerveza. Este es el único bar de Seattle donde puedes encontrar Adnam Explorer.

—¿Una cerveza?

—Sí —me dice risueño—. Dos Explorer, por favor, Dante.

Dante asiente y coloca las cervezas en la barra.

—Aquí también sirven una sopa de marisco deliciosa —comenta Zayn.

Me lo está preguntando.

—Sopa de marisco y cerveza suena estupendo —le digo sonriente.

—¿Dos sopas de marisco? —pregunta Dante.

—Por favor —le pide Zayn con amabilidad.

Nos pasamos la comida charlando, como no habíamos hecho nunca. Zayn está a gusto y tranquilo; tiene un aspecto juvenil, feliz y animado, pese a todo lo que pasó ayer. Me cuenta la historia de Malik Enterprises Holdings, Inc., y, cuanto más habla más noto su pasión por reflotar empresas con problemas, su confianza en la tecnología que está desarrollando y sus sueños de convertir en productivos extensos territorios del tercer mundo. Le escucho embelesado. Es divertido, inteligente, filantrópico y hermoso, y me quiere.

Llegado el momento, me acribilla a preguntas sobre Mark y mi madre, sobre el hecho de crecer en los frondosos bosques de Montesano, y sobre mis breves estancias en Texas y Las Vegas. Se interesa por saber mis películas y mis libros preferidos, y me sorprende comprender cuánto tenemos en común.

Mientras hablamos, se me ocurre pensar que ha pasado de ser el Alec de Thomas Hardy a ser Angel, de la corrupción y la degradación a los más altos ideales en un espacio de tiempo muy corto.

Terminamos de comer pasadas las dos. Zayn paga la cuenta a Dante, que se despide de nosotros afectuosamente.

—Este sitio es estupendo. Gracias por la comida —le digo a Zayn, que me da la mano al salir del bar.

—Volveremos —dice y caminamos por el muelle—. Quería enseñarte una cosa.

—Ya lo sé… y estoy impaciente por verla, sea lo que sea.


Paseamos de la mano por el puerto deportivo. Hace una tarde muy agradable. La gente está disfrutando del domingo, paseando a los perros, contemplando los barcos, vigilando a sus hijos que corren por el paseo.

A medida que avanzamos por el puerto, los barcos son cada vez más grandes. Zayn me conduce a un muelle y se detiene delante de un enorme catamarán.

—Pensé que podríamos salir a navegar esta tarde. Este barco es mío.

Madre mía. Debe de medir como mínimo doce metros, quizá unos quince. Dos elegantes cascos blancos, una cubierta, una cabina espaciosa, y sobresaliendo por encima de todo ello un impresionante mástil. Yo no sé nada de barcos, pero me doy cuenta de que este es especial.

—Uau… —musito maravillado.

—Construido por mi empresa —dice con orgullo, y siento henchirse mi corazón—. Diseñado hasta el último detalle por los mejores arquitectos navales del mundo y construido aquí en Seattle, en mi astillero. Dispone de sistema de pilotaje eléctrico híbrido, orzas asimétricas, una vela cuadra en el mástil…

—Vale… ya me he perdido, Zayn.

Sonríe de oreja a oreja.

—Es un barco magnífico.

—Parece realmente fabuloso, señor Malik.

—Lo es, señor Payne.

—¿Cómo se llama?

Me lleva a un costado para que pueda ver el nombre: Anne. Me quedo muy sorprendido.

—¿Le pusiste el nombre de tu madre?

—Sí. —Inclina la cabeza a un lado, un tanto desconcertado—. ¿Por qué te extraña?

Me encojo de hombros. No deja de sorprenderme: él siempre actúa de un modo tan ambivalente en su presencia…

—Yo adoro a mi madre, Liam. ¿Por qué no le iba a poner su nombre a un barco?

Me ruborizo.

—No, no es eso… es que…

Maldita sea, ¿cómo podría expresarlo?

—Liam, Anne Cox me salvó la vida. Se lo debo todo.

Yo le miro fijamente, y me dejo invadir por la veneración implícita en ese dulce reconocimiento. Y me resulta evidente, por primera vez, que él quiere a su madre. ¿Por qué entonces esa ambigüedad extraña y tensa hacia ella?

—¿Quieres subir a bordo? —pregunta emocionado y con los ojos brillantes.

—Sí, por favor —contesto sonriente.

Parece encantado. Me da la mano, sube dando zancadas por la pequeña plancha y me lleva a bordo. Llegamos a cubierta, situada bajo un toldo rígido.

En un lado hay una mesa y una banqueta en forma de U forrada de piel de color azul claro, con espacio para ocho personas como mínimo. Echo un vistazo al interior de la cabina a través de las puertas correderas y doy un respingo, sobresaltado al ver que allí hay alguien. Un hombre alto y rubio abre las puertas y sale a cubierta: muy bronceado, con el pelo rizado y los ojos castaños, vestido con un polo rosa de manga corta descolorido, pantalones cortos y náuticos. Debe de tener unos treinta y cinco años, más o menos.

—Mac —saluda Zayn con una sonrisa.

—¡Señor Malik! Me alegro de volver a verle.

Se dan la mano.

—Liam, este es Liam McConnell. Liam, este es mi novio, Liam Payne.

¡Novio! El dios que llevo dentro realiza un ágil arabesco. Sigue sonriendo por lo del descapotable. Tengo que acostumbrarme a esto: no es la primera vez que lo dice, pero oírselo pronunciar sigue siendo emocionante.

—¿Cómo está usted?

Liam y yo nos damos la mano.

—Llámeme Mac —me dice con amabilidad, y no consigo identificar su acento—. Bienvenido a bordo, señor Payne.

Tiene unos ojos castaños muy profundos.

—¿Qué tal se está portando, Mac? —interviene Zayn enseguida, y por un momento creo que está hablando de mí.

—Está preparada para el baile, señor —responde Mac en tono jovial.

Ah, el barco. El Anne. Qué tonto soy.

—En marcha, pues.

—¿Van a salir?

—Sí. —Zayn le dirige a Mac una sonrisa maliciosa—. ¿Una vuelta rápida, Liam?

—Sí, por favor.

Le sigo al interior de la cabina. Frente a nosotros hay un sofá de piel beis en forma de L, y sobre él, un enorme ventanal curvo ofrece una vista panorámica del puerto deportivo. A la izquierda está la zona de la cocina, muy elegante y bien equipada, toda de madera clara.

—Este es el salón principal. Junto con la cocina —dice Zayn, señalándola con un vago gesto.

Me coge de la mano y me lleva por la cabina principal. Es sorprendentemente espaciosa. El suelo es de la misma madera clara. Tiene un diseño moderno y elegante y una atmósfera luminosa y diáfana, aunque todo es muy funcional y no parece que Zayn pasa mucho tiempo aquí.

—Los baños están en el otro lado.

Señala dos puertas, y luego abre otra más pequeña y de aspecto muy peculiar que tenemos enfrente y entra. Se trata de un lujoso dormitorio. Oh…

Hay una enorme cama empotrada y todo es de tejidos azul pálido y madera clara, como su dormitorio en el Escala. Es evidente que Zayn escoge un motivo y lo mantiene.

—Este es el dormitorio principal. —Baja la mirada hacia mí, sus ojos verdes centellean—. Eres el primer chico que entra aquí, tampoco han entrado chicas, aparte de las de mi familia. —Sonríe—. Ellos no cuentan.

Su mirada ardiente hace que me ruborice y se me acelere el pulso. ¿De veras? Otra primera vez. Me atrae a sus brazos, sus dedos juguetean con mi cabello y me da un beso, intenso y largo. Cuando me suelta, ambos estamos sin aliento.

—Quizá deberíamos estrenar esta cama —murmura junto a mi boca.

¡Oh, en el mar!

—Pero no ahora mismo. Ven, Mac estará soltando amarras.

Hago caso omiso de la punzada de desilusión, él me da la mano y volvemos a cruzar el salón. Me señala otra puerta.

—Allí hay un despacho, y aquí delante dos cabinas más.

—¿Cuánta gente puede dormir en el barco?

—Es un catamarán con seis camarotes, aunque solo he subido a bordo a mi familia. Me gusta navegar solo. Pero no cuando tú estás aquí. Tengo que mantenerte vigilado.

Revuelve en un arcón y saca un chaleco salvavidas de un rojo intenso.

—Toma.

Me lo pasa por la cabeza y tensa todas las correas, y la sombra de una sonrisa aparece en sus labios.

—Te encanta atarme, ¿verdad?

—De todas las formas posibles —dice con una chispa maliciosa en la mirada.

—Eres un pervertido.

—Lo sé.

Arquea las cejas y su sonrisa se ensancha.

—Mi pervertido —susurro.

—Sí, tuyo.

Una vez me ha atado, me agarra por los costados del chaleco y me besa.

—Siempre —musita y, sin darme tiempo a responder, me suelta.

¡Siempre! Dios santo.

—Ven.

Me coge de la mano, salimos y subimos unos pocos escalones hasta una pequeña cabina en la cubierta superior, donde hay un gran timón y un asiento elevado. Mac está manipulando unos cabos en la proa del barco.

—¿Es aquí donde aprendiste todos tus trucos con las cuerdas? —le pregunto a Zayn con aire inocente.

—Los ballestrinques me han venido muy bien —dice, y me escruta con la mirada—. Señor Payne, parece que he despertado su curiosidad. Me gusta verte así, curioso. Tendré mucho gusto en enseñarte lo que puedo hacer con una cuerda.

Me sonríe con picardía y yo, impasible, le miro como si me hubiera disgustado. Le cambia la cara.

—Has picado —le digo sonriendo.

Zayn tuerce la boca y entorna los ojos.

—Tendré que ocuparme de ti más tarde, pero ahora mismo, tengo que pilotar un barco.

Se sienta a los mandos, aprieta un botón y el motor se pone en marcha con un rugido.

Mac se dirige raudo hacia un costado del barco, me sonríe y salta a la cubierta inferior, donde empieza a desatar un cabo. A lo mejor él también sabe hacer un par de trucos con las cuerdas. La inoportuna idea hace que me ruborice.

Mi subconsciente me mira ceñudo. Yo le respondo encogiéndome de hombros y miro a Zayn: le echo la culpa a Cincuenta. Él coge el receptor y llama por radio al guardacostas, y Mac grita que estamos preparados para zarpar.

Una vez más, me fascina la destreza de Zayn. Es tan competente. ¿Hay algo que este hombre no pueda hacer? Entonces recuerdo su concienzuda intentona de cortar y trocear un pimiento el pasado viernes en mi apartamento. Y sonrío al pensarlo.

Zayn conduce lentamente el Anne del embarcadero en dirección a la bocana del puerto. A nuestras espaldas queda el reducido grupo de gente que se ha congregado en el muelle para vernos partir. Los niños nos saludan y yo les devuelvo el saludo.

Zayn mira por encima del hombro, y luego hace que me siente entre sus piernas y señala las diversas esferas y dispositivos del puente de mando.

—Coge el timón —me ordena tan autoritario como siempre, y yo hago lo que me pide.

—A la orden, capitán —digo con una risita nerviosa.

Coloca sus manos sobre las mías, manteniendo el rumbo para salir de la bahía, y en cuestión de minutos estamos en mar abierto, surcando las azules y frías aguas del estrecho de Puget. Lejos del muro protector del puerto, el viento es más fuerte y navegamos sobre un mar encrespado y rizado.

No puedo evitar sonreír al notar el entusiasmo de Zayn; esto es tan emocionante… Trazamos una gran curva hasta situarnos rumbo oeste hacia la península Olympic, con el viento detrás.

—Hora de navegar —dice Zayn, lleno de excitación—. Toma, cógelo tú. Mantén el rumbo.

¿Qué?

Sonríe al ver mi cara de horror.

—Es muy fácil, nene. Sujeta el timón y no dejes de mirar por la proa hacia el horizonte. Lo harás muy bien, como siempre. Cuando se icen las velas, notarás el tirón. Limítate a mantenerlo firme. Yo te haré esta señal —pone la mano plana y la mueve como si se rajara el cuello—, y entonces puedes parar el motor. Es este botón de aquí. —Señala un gran interruptor negro—. ¿Entendido?

—Sí —asiento frenético y aterrorizado.

¡Madre mía… yo no tenía pensado hacer nada!

Me besa, baja rápidamente de la silla de capitán, y luego salta a la parte delantera del barco, donde se encuentra con Mac, y empieza a desplegar velas, a desatar cabos y a manipular cabrestantes y poleas. Ambos trabajan bien juntos, como un equipo, intercambiando a gritos diversos términos náuticos. Resulta reconfortante ver a Cincuenta interactuar con alguien con tanta espontaneidad.

Quizá Mac sea amigo de Cincuenta. Por lo que yo sé, no parece que tenga muchos amigos, pero la verdad es que yo tampoco. Bueno, al menos aquí en Seattle. Mi única amiga está de vacaciones, poniéndose morena en Saint James, en la costa oeste de Barbados.

Al pensar en Harry siento una punzada de dolor. Echo en falta a mi compañera de piso más de lo que creía cuando se fue. Espero que cambie de opinión y que regrese pronto a casa con su hermanastro Niall, en lugar de prolongar su estancia con el hermano de Zayn, Louis.

Zayn y Mac izan la vela mayor. Se hincha y se infla a merced del impetuoso viento, y de repente el barco de bandazos y acelera. Yo lo siento en el timón. ¡Uau!

Ellos se ponen a trajinar en la proa, y yo contemplo fascinado cómo la gran vela se iza en el mástil. El viento la agarra, expandiéndola y tensándola.

—¡Mantenlo firme, nene, y apaga el motor! —me grita Zayn por encima del viento, y me hace la señal de desconectar las máquinas.

Yo apenas oigo su voz, pero asiento entusiasmado, y contemplo al chico que amo, con el pelo totalmente alborotado, muy emocionado, sujetándose ante los cabeceos y los virajes del barco.

Aprieto el botón, cesa el rugido del motor, y el Anne navega hacia la península Olympic, deslizándose por el agua como si volara. Yo tengo ganas de chillar y gritar y jalear: esta es una de las experiencias más excitantes de mi vida… salvo quizá la del planeador, y puede que la del cuarto rojo del dolor.

¡Madre mía, cómo se mueve este barco! Me mantengo firme, sujetando el timón y tratando de conservar el rumbo, y Zayn vuelve a colocarse detrás de mí y pone sus manos sobre las mías.

—¿Qué te parece? —me pregunta, gritando sobre el rugido del viento y el mar.

—¡Zayn, esto es fantástico!

Esboza una radiante sonrisa de oreja a oreja.

—Ya verás cuando ice la vela globo.

Señala con la barbilla a Mac, que está desplegando la vela globo, de un rojo oscuro e intenso. Me recuerda las paredes del cuarto de juegos.

—Un color interesante —grito.

Él hace una mueca felina y me guiña un ojo. Oh, no es casualidad.

La vela globo, con su peculiar forma, grande y elíptica, se hincha y hace que el Anne coja gran velocidad. El barco toma el rumbo, navegando a toda marcha hacia el Sound.

—Velaje asimétrico. Para correr más —contesta Zayn a mi pregunta implícita.

—Es alucinante.

No se me ocurre nada mejor que decir. Mientras brincamos sobre las aguas, en dirección a las majestuosas montañas Olympic y la isla de Bainbridge, yo sigo con una sonrisa de lo más bobalicona en la cara. Al mirar hacia atrás, veo Seattle empequeñecerse en la distancia y, más allá, el monte Rainer.

Nunca me había dado cuenta realmente de lo hermoso y agreste que es el paisaje de los alrededores de Seattle: verde, exuberante y apacible, con enormes árboles de hoja perenne y acantilados rocosos con paredes escarpadas que se alzan aquí y allá. En esta gloriosa tarde soleada el entorno posee una belleza salvaje pero serena, que me corta la respiración. Tanta quietud asombrosa en comparación con la velocidad con que surcamos las aguas.

—¿A qué velocidad vamos?

—A quince nudos.

—No tengo ni idea de qué quiere decir eso.

—Unos veintiocho kilómetros por hora.

—¿Sólo? Parece mucho más.

Me acaricia la mano, sonriendo.

—Estás precioso, Liam. Es agradable ver tus mejillas con algo de color… y no porque te ruborices. Tienes el mismo aspecto que en las fotos de Stan.

Me doy la vuelta y le beso.

—Sabes cómo hacer que un chico lo pase bien, señor Malik.

—Mi único objetivo es complacer, señor Payne. —Me aparta el pelo y me besa la parte baja de la nuca, provocándome unos deliciosos escalofríos que me recorren toda la columna—. Me gusta verte feliz —murmura, y me abraza más fuerte.

Contemplo la inmensidad del agua azul, preguntándome qué debo haber hecho para que la suerte me haya sonreído y me haya enviado a este chico.

Sí, eres un cabrón con suerte, me replica mi subconsciente. Pero aún te queda mucho por hacer con él. No va a aceptar siempre esta chorrada de relación vainilla… vas a tener que transigir. Fulmino con la mirada a ese rostro insolente y mordaz, y apoyo la cabeza en el torso de Zayn. En el fondo sé que mi subconsciente tiene razón, aunque me niego a pensar en ello. No quiero estropearme el día.


***


Al cabo de una hora atracamos en una cala pequeña y guarecida de la isla de Bainbridge. Mac ha bajado a la playa en la lancha —no sé bien para qué—, pero me lo imagino, porque en cuanto pone en marcha el motor fueraborda, Zayn me coge de la mano y prácticamente me arrastra al interior de su camarote: es un chico con una misión.

Ahora está de pie ante mí, emanando su embriagadora sensualidad mientras sus dedos hábiles se afanan en desatar las correas de mi chaleco salvavidas. Lo deja a un lado y me mira intensamente con sus ojos oscuros, dilatados.

Yo estoy perdido y apenas me ha tocado. Levanta la mano y desliza lo dedos por mi barbilla, a lo largo del cuello, sobre el esternón, hasta alcanzar el primer botón de mi camisa, y siento que su caricia me abrasa.

—Quiero verte —musita, y desabrocha con destreza el botón.

Se inclina y besa con suavidad mis labios abiertos. Jadeo ansioso, excitado por la poderosa combinación de su cautivadora belleza, su cruda sexualidad en el confinamiento de este camarote, y el suave balanceo del barco. Él retrocede un paso.

—Desnúdate para mí —susurra con los ojos incandescentes.

Ah… Obedezco encantado. Sin apartar mis ojos de él, desabrocho despacio cada botón, saboreando su tórrida mirada. Oh, esto es embriagador. Veo su deseo: es palpable en su rostro… y en todo su cuerpo.

Dejo caer la camisa al suelo y me dispongo a desabrocharme los vaqueros.

—Para —ordena—. Siéntate.

Me siento en el borde de la cama y, con un ágil movimiento, él se arrodilla delante de mí, me desanuda rimero una zapatilla, luego la otra, y me las quita. Me coge el pie izquierdo, lo levanta, me da un suave beso en la base del pulgar y luego me roza con la punta de los dientes.

—¡Ah! —gimo al notar el efecto en mi entrepierna.

Se pone de pie con elegancia, me tiende la mano y me aparta de la cama.

—Continúa —dice, y retrocede un poco para contemplarme.

Yo me bajo la cremallera de los vaqueros, meto los pulgares en la cintura y deslizo la prenda por mis piernas. En sus labios juguetea una sonrisa pero sus ojos siguen sombríos.

Y no sé si es porque me hizo el amor esta mañana, y me refiero a hacerme realmente el amor, con dulzura, con cariño, o si es por su declaración apasionada —«sí… te quiero» pero no siento la menor vergüenza. Quiero ser sexy para este chico. Merece que sea sexy para él… y hace que me sienta sexy. Vale, esto es nuevo para mí, pero estoy aprendiendo gracias a su experta tutela. Y la verdad es que para él es algo nuevo también. Eso equilibra las cosas entre los dos, un poco, creo.

Llevo unos calzoncillos nuevos de una lujosa marca. Me los bajo despacio, los dejo caer hasta los tobillos y salgo de ellos con un elegante pasito, sorprendido por mi propio estilo.

Estoy de pie ante él, desnudo y sin la menor vergüenza, y sé que es porque me quiere. Ya no tengo que esconderme. Él no dice nada, se limita a mirarme fijamente. Solo veo su deseo, su adoración incluso, y algo más, la profundidad de su necesidad… la profundidad de su amor por mí.

Él se lleva la mano hasta la cintura, se levanta el jersey beis y se lo quita por la cabeza, seguido de la camiseta, sin apartar de mí sus vívidos ojos verdes. Luego se quita los zapatos y los calcetines, antes de disponerse a desabrochar el botón de sus pantalones.

Doy un paso al frente, y susurro:

—Déjame.

Frunce momentáneamente los labios en una muda exclamación, y sonríe:

—Adelante.

Avanzo hacia él, introduzco mis osados dedos por la cintura de sus pantalones y tiro de ellos, para obligarle a acercarse más. Jadea involuntariamente ante mi inesperada audacia y luego me mira sonriendo. Desabrocho el botón, pero antes de bajar la cremallera dejo que mis dedos se demoren, resiguiendo su erección a través de la suave tela. Él flexiona las caderas hacia la palma de mi mano y cierra los ojos unos segundos, disfrutando de mi caricia.

—Eres cada vez más audaz, Li, más valiente —musita, sujetándome la cara con las dos manos e inclinándose para besarme con ardor.

Pongo las manos en sus caderas, la mitad sobre su piel fría y la otra mitad sobre la cintura caída de sus pantalones.

—Tú también —murmuro pegado a sus labios, mientras mis pulgares trazan lentos círculos sobre su piel y él sonríe.

Allá voy.

Llevo las manos hasta la parte delantera de sus pantalones y bajo la cremallera. Mis intrépidos dedos atraviesan su vello púbico hasta su erección, y la cojo con firmeza.

Su garganta emite un ruido sordo, impregnándome con su suave aliento, y vuelve a besarme con ternura. Mientras muevo mi mano por su miembro, rodeándolo, acariciándolo, apretándolo, él me rodea con el brazo y apoya la palma de la mano derecha con los dedos separados en mitad de mi espalda. Con la mano izquierda en mi pelo, me retiene pegado a sus labios.

—Oh, te deseo tanto, nene —gime, y de repente se echa hacia atrás para quitarse pantalones y calzoncillos con un movimiento ágil y rápido.

Es una maravilla poder contemplar sin ropa cada milímetro de su cuerpo.

Es perfecto. Solo las cicatrices profanan su belleza, pienso con tristeza. Y son mucho más profundas que las de la simple piel.

—¿Qué pasa, Li? —murmura, y me acaricia tiernamente la mejilla con los nudillos.

—Nada. Ámame, ahora.

Me coge en sus brazos y me besa, entrelazando sus dedos en mis cabellos. Nuestras lenguas se enroscan, me lleva otra vez a la cama, me coloca encima con delicadeza y luego se tumba a mi lado.

Me recorre la línea de la mandíbula con la nariz mientras yo hundo las manos en su pelo.

—¿Sabes hasta qué punto es exquisito tu aroma, Li? Es irresistible.

Sus palabras logran, como siempre, inflamarme la sangre, acelerarme el pulso, y él desliza la nariz por mi garganta y a través de mi torso, mientras me besa con reverencia.

—Eres tan hermoso —murmura, y me atrapa la oreja con la boca y chupa despacio.

Gimo y mi cuerpo se arquea sobre la cama.

—Quiero oírte, nene.

Baja las manos a mi cintura, y yo me regodeo con el tacto de sus caricias, piel con piel… su ávida boca en mi cuello y sus diestros dedos acariciándome, tocándome, amándome. Se mueven sobre mis muslos, sobre mi trasero, y bajan por mi pierna hasta la rodilla, sin dejar en ningún momento de besarme y chuparme el cuello y la oreja.

Me coge por la rodilla, y de pronto me levanta la pierna y se la coloca alrededor de las caderas, provocándome un gemido, y no la veo, pero siento en la piel la sonrisa con que reacciona. Rueda sobre la cama, de manera que me quedo a horcajadas sobre él, y me entrega un envoltorio de aluminio.

Me echo hacia atrás y tomo su miembro en mis manos, y simplemente soy incapaz de resistirme ante su esplendor. Me inclino y lo beso, lo tomo en mi boca, enrollo la lengua a su alrededor y chupo con fuerza. Él jadea y flexiona las caderas para penetrar más a fondo en mi boca.

Mmm… sabe bien. Lo deseo dentro de mí. Vuelvo a incorporarme y le miro fijamente. Está sin aliento, tiene la boca abierta y me mira intensamente.

—Póntelo tú —jadea y me pasa el preservativo. Se chupa el dedo y se prepara para mí.

Abro rápidamente el envoltorio del preservativo y se lo coloco. Él me tiende las manos. Le cojo una y, con la otra, me pongo encima de él y, lentamente, le hago mío. 

Él cierra los ojos y su garganta emite un gruñido sordo.

Sentirle por dentro… dilatándose… colmándolo… —gimo suavemente—, es una sensación divina. Coloca sus manos sobre mi espalda y empiezo a moverme adelante y atrás, penetrándole con ímpetu.

Ah… es delicioso.

—Oh, nene —susurra, y de repente nos mueve y se sienta sobre mí y quedamos frente a frente, y la sensación es extraordinaria… de plenitud.

Gimo y se aferra a mis antebrazos, y yo le sujeto la cabeza con las manos y le miro a los ojos… intensos y verdes, ardientes de deseo.

—Oh, Li. Cómo me haces sentir —murmura, y me besa con pasión y anhelo ciego.

Yo le devuelvo los besos, aturdido por la deliciosa sensación de estar hundido en su interior.

—Oh, te quiero —musito.

Él emite un quejido, como si le doliera oír las palabras que susurro, y me tumba hacia atrás, poniéndose a horcajadas sobre mí sin romper nuestro preciado contacto, de manera que quedo debajo de él, y le agarro de la cintura.

Zayn baja la mirada hacia mí con maravillada adoración, y estoy seguro de reflejar su misma expresión cuando alargo la mano para acariciar su bellísimo rostro. Empieza a moverse muy despacio, y al hacerlo cierra los ojos y suspira levemente.

El suave balanceo del barco y la paz y el silencio del camarote, se ven únicamente interrumpidos por nuestras respiraciones entremezcladas, mientras él se mueve despacio, tan controlado y tan agradable… una sensación gloriosa. Pone su brazo sobre mi cabeza, con la mano en mi pelo, y con la otra me acaricia la cara mientras se inclina para besarme.

Estoy envuelto totalmente en él, mientras nos amamos, entrando y saliendo lentamente de él, y le saboreo, me saborea. Yo le toco… dentro de los límites estrictos: los brazos, el cabello, la parte baja de la espalda, su hermoso trasero… Y cuando aumenta más y más el ritmo de sus movimientos, se me acelera la respiración. Me besa en la boca, en la barbilla, en la mandíbula, y después me mordisquea la oreja. Oigo su respiración entrecortada cada vez que hace que le penetre con ímpetu.

Mi cuerpo empieza a temblar. Oh… esa sensación que ahora conozco tan bien… se acerca… Oh…

—Eso es, nene… Entrégate a mí… Por favor… Li —murmura, y sus palabras son mi perdición.

—¡Zayn! —grito, y él gime cuando nos corremos juntos, él sobre mi estómago, yo dentro de él.
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Mensaje por Invitado Dom 09 Mar 2014, 6:54 pm

ay dios! me encanta!
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Mensaje por PipeAlejandroMalik Dom 09 Mar 2014, 8:29 pm

Me encanta :3
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Mensaje por Invitado Lun 10 Mar 2014, 9:45 am

capitulo 10.
—Mac no tardará en volver —dice en voz baja.

—Mmm…

Abro los ojos parpadeantes y me encuentro con su dulce mirada verde. Dios… los suyos tienen un color extraordinario; sobre todo aquí, en mar abierto: reflejan la luz que reverbera en el agua y en el interior de la cabina a través de los pequeños ojos de buey.

—Aunque me encantaría estar aquí tumbado toda la tarde, Mac necesitará que le ayude con el bote. —Zayn se inclina sobre mí y me besa dulcemente. Coge la sábana y me limpia el estómago—. Estás tan hermoso ahora mismo, Li, todo despeinado y tan sexy. Hace que te desee aún más.

Sonríe y se levanta de la cama. Yo me tumbo boca abajo y admiro las vistas.

—Tú tampoco estás mal, capitán.

Chasqueo los labios admirado y él sonríe satisfecho.

Le veo deambular con elegancia por el camarote mientras se viste. Ese maravilloso chico y yo acabamos de hacer el amor tiernamente otra vez. Apenas puedo creer la suerte que tengo. Apenas puedo creer que ese chico sea mío. Se sienta a mi lado para ponerse los zapatos.

—Capitán, ¿eh? —dice con sequedad—. Bueno, soy el amo y señor de este barco.

Ladeo la cabeza.

—Tú eres el amo y señor de mi corazón, señor Malik. Y de mi cuerpo… y de mi alma.

Mueve la cabeza, incrédulo, y se inclina para besarme.

—Estaré en cubierta. Hay una ducha en el baño, si te apetece. ¿Necesitas algo? ¿Una copa? —pregunta solícito, y lo único que soy capaz de hacer es sonreírle.

¿Es este el mismo chico? ¿Es el mismo Cincuenta?

—¿Qué pasa? —dice como reacción a mi bobalicona sonrisa.

—Tú.

—¿Qué pasa conmigo?

—¿Quién eres tú y qué has hecho con Zayn?

Tuerce la boca y sonríe con tristeza.

—No está muy lejos, nene —dice suavemente, y hay un deje melancólico en su voz que hace que inmediatamente lamente haberle hecho esa pregunta. Pero Zayn sacude la cabeza para desechar la idea—. No tardarás en verle —dice sonriendo—, sobre todo si no te levantas.

Se acerca y me da un cachete fuerte en el culo, y yo chillo y me río al mismo tiempo.

—Ya me tenías preocupado.

—¿Ah, sí? —Zayn arquea una ceja—. Emites señales contradictorias, Liam. ¿Cómo podría alguien seguirte el ritmo? —Se inclina y vuelve a besarme—. Hasta luego, nene —añade y, con una sonrisa deslumbrante, se levanta y me deja a solas con mis dispersos pensamientos.


Cuando salgo a cubierta, Mac está de nuevo a bordo, pero enseguida se retira a la cubierta superior en cuanto abro las puertas del salón. Zayn está con su iPhone. ¿Hablando con quién?, me pregunto. Se me acerca, me atrae hacia él y me besa el cabello.

—Una noticia estupenda… bien. Sí… ¿De verdad? ¿La escalera de incendios?... Entiendo… Sí, esta noche.

Aprieta el botón de fin de llamada, y el ruido de los motores al ponerse en marcha me sobresalta. Mac debe de estar arriba, en el puente de mando.

—Hora de volver —dice Zayn, y me besa una vez más mientras me coloca de nuevo el chaleco salvavidas.


Cuando volvemos al puerto deportivo, con el sol a nuestra espalda poniéndose en el horizonte, pienso en esta tarde maravillosa. Bajo la atenta y paciente tutela de Zayn, he estibado una vela mayor, un foque y una vela balón, y he aprendido a hacer un nudo cuadrado, un ballestrinque y un nudo margarita. Él ha mantenido los labios prietos durante toda la clase.

—Puede que un día de estos te ate a ti —mascullo en tono gruñón.

Él tuerce el gesto, divertido.

—Primero tendrá que atraparme, señor Payne.

Sus palabras me traen a la cabeza la imagen de él persiguiéndome por todo el apartamento, la excitación, y después sus espantosas consecuencias. Frunzo el ceño y me estremezco. Después de aquello, le dejé.

¿Le dejaría otra vez ahora que ha reconocido que me quiere? Levanto la vista hacia sus claros ojos verdes. ¿Sería capaz de dejarle otra vez… me hiciera lo que me hiciese? ¿Podría traicionarle de ese modo? No. No creo que pudiera.

Me ha dado otro completo tour por este magnífico barco, explicándome todos los detalles del diseño, las técnicas innovadoras y los materiales de alta calidad que se utilizaron para construirlo. Recuerdo aquella primera entrevista, cuando le conocí. Entonces descubrí ya su pasión por los barcos. Creí que reservaba su entrega incondicional a los cargueros transoceánicos que construye su empresa… pero no, también los elegantes catamaranes de encanto tan sensual.

Y, por supuesto, me ha hecho el amor con dulzura, sin prisas. Recuerdo mi cuerpo arqueado y anhelante bajo sus expertas manos. Es un amante excepcional, de eso estoy seguro… aunque, claro, no tengo con quién compararle. Pero Harry hubiera alardeado más si esto fuera siempre así: no es propio de ella callarse los detalles.

Pero ¿durante cuánto tiempo le bastará con esto? No lo sé, y el pensamiento resulta muy perturbador.

Ahora se sienta y me rodea con sus brazos, y yo permanezco en la seguridad de su abrazo durante horas —o eso me parece—, en un silencio cómodo y fraterno, mientras el Anne se desliza y se acerca más y más a Seattle. Yo llevo el timón, y Zayn me avisa cada vez que tengo que ajustar el rumbo.

—Hay una poesía en navegar tan antigua como el mundo —me dice al oído.

—Eso suena a cita.

Noto que sonríe.

—Lo es. Antoine de Saint-Exupéry.

—Oh… me encanta ‘El principito’.

—A mí también.


***


Comienza a caer la noche cuando Zayn, con sus manos todavía sobre las mías, nos conduce al interior de la bahía. Las luces de los barcos parpadean y se reflejan en el agua oscura, pero todavía hay algo de claridad: el atardecer es agradable y luminoso, el preludio de lo que sin duda será una puesta de sol espectacular.

Una pequeña multitud se congrega en el muelle cuando Zayn hace girar despacio el barco, en un espacio relativamente pequeño. Lo hace con destreza, atracando de nuevo en el embarcadero del que habíamos zarpado. Mac salta a tierra y amarra el Anne a un noray.

—Ya estamos de vuelta —murmura Zayn.

—Gracias —susurro tímidamente—. Ha sido una tarde perfecta.

Zayn me sonríe.

—Yo pienso lo mismo. Quizá deberíamos matricularte en una escuela náutica, y así podríamos salir durante unos días, tú y yo solos.

—Me encantaría. Podríamos estrenar el dormitorio una y otra vez.

Se inclina y me besa bajo la oreja.

—Mmm… estoy deseándolo, Liam —susurra, y consigue que se me erice todo el vello del cuerpo.

¿Cómo lo hace?

—Vamos, el apartamento es seguro. Podemos volver.

—¿Y las cosas que tenemos en el hotel?

—Higgins ya las ha recogido.

¡Oh! ¿Cuándo?

—Hoy a primera hora —contesta Zayn antes de que le plantee la pregunta, después de haber examinado el Anne con su equipo.

—¿Y ese pobre hombre cuándo duerme?

—Duerme. —Zayn, desconcertado, arquea una ceja—. Simplemente cumple con su deber, Liam, y lo hace muy bien. Es una suerte contar con Paul.

—¿Paul?

—Paul Higgins.

Pensaba que Higgins era su nombre de pila. Paul… es un nombre que le pega: serio y responsable, fiable. Por alguna razón, eso me hace sonreír.

Zayn me mira pensativo y comenta:

—Tú aprecias a Higgins.

—Supongo que sí.

Su comentario me confunde. Él frunce el ceño.

—No me siento atraído por él, si es eso lo que te hace poner mala cara. Déjalo ya.

Zayn hace algo parecido a un mohín, como enfurruñado.

Dios… a veces es como un niño.

—Opino que Higgins cuida muy bien de ti. Por eso me gusta. Me parece un hombre que inspira confianza, amable y leal. Lo aprecio en un sentido paternal.

—¿Paternal?

—Sí.

—Bien, paternal.

Zayn parece analizar la palabra y su significado. Me echo a reír.

—Oh, Zayn, por favor, madura un poco.

Él abre la boca, sorprendido ante mi salida, pero luego piensa en lo que he dicho y tuerce el gesto.

—Lo intento —dice finalmente.

—Se nota. Y mucho —le digo con cariño, pero después pongo los ojos en blanco.

—Qué buenos recuerdos me trae verte hacer ese gesto, Liam —dice con una gran sonrisa.

—Bueno, si te portas bien a lo mejor revivimos alguno de esos recuerdos —replico con aire cómplice.

Él hace una mueca irónica.

—¿Portarme bien? —Levanta las cejas—. Francamente, señor Payne, ¿qué le hace pensar que quiera revivirlos?

—Seguramente porque, cuando lo he dicho, tus ojos han brillado como luces navideñas.

—Qué bien me conoces ya —dice con cierta sequedad.

—Me gustaría conocerte mejor.

Sonríe con dulzura.

—Y a mí a ti, Liam.


—Gracias, Mac.

Zayn estrecha la mano de McConnell y baja al muelle.

—Siempre es un placer, señor Malik. Adiós. Y, Li, encantado de conocerte.

Le doy la mano con timidez. Debe de saber a qué nos hemos dedicado Zayn y yo mientras él estaba en tierra.

—Que tengas un buen día, Mac, y gracias.

Me sonríe y me guiña el ojo, haciendo que me ruborice. Zayn me coge de la mano y subimos por el muelle hacia el paseo marítimo.

—¿De dónde es Mac? —pregunto, intrigado por su acento.

—Irlandés… del norte de Irlanda —concreta Zayn.

—¿Es amigo tuyo?

—¿Mac? Trabaja para mí. Ayudó a construir el Anne.

—¿Tienes muchos amigos?

Frunce el ceño.

—La verdad es que no. Dedicándome a lo que me dedico… no puedo cultivar muchas amistades. Solo está…

Se calla y se pone muy serio, y soy consciente de que iba a mencionar a la señora Robinson.

—¿Tienes hambre? —pregunta para cambiar de tema.

Asiento. La verdad es que estoy hambriento.

—Cenaremos donde dejé el coche. Vamos.

Al lado del SP hay un pequeño bistró italiano llamado Bee’s. Me recuerda al local de Portland: unas pocas mesas y reservados, con una decoración muy moderna y alegre, y una gran fotografía en blanco y negro de una celebración de principios de siglo.

Zayn y yo nos sentamos en un reservado, y echamos un vistazo al menú mientras degustamos un Frascati suave y delicioso. Cuando levanto la vista de la carta, después de haber elegido lo que quiero, Zayn me está mirando fijamente, pensativo.

—¿Qué pasa?

—Estás muy guapo, Liam. El aire libre te sienta bien.

Me ruborizo.

—Pues la verdad es que me arde la cara por el viento. Pero he pasado una tarde estupenda. Una tarde perfecta. Gracias.

En sus ojos brilla el cariño.

—Ha sido un placer —musita.

—¿Puedo preguntarte una cosa?

Estoy decidido a obtener información.

—Lo que quieras, Liam. Ya lo sabes.

Ladea la cabeza. Está encantador.

—No pareces tener muchos amigos. ¿Por qué?

Encoge los hombros y frunce el ceño.

—Ya te lo he dicho, la verdad es que no tengo tiempo. Están mis socios empresariales… aunque eso es muy distinto a tener amigos, supongo. Tengo a mi familia y ya está. Aparte de Caroline.

Ignoro que ha mencionado a esa bruja.

—¿Ningún amigo varón de tu misma edad para salir a desahogarte?

—Tú ya sabes cómo me gusta desahogarme, Liam. —Zayn hace una leve mueca—. Y me he dedicado a trabajar, a levantar mi empresa. —Parece desconcertado—. No hago nada más; salvo navegar y volar de vez en cuando.

—¿Ni siquiera en la universidad?

—La verdad es que no.

—¿Solo Caroline, entonces?

Asiente con cautela.

—Debes de sentirte solo.

Sus labios esbozan una media sonrisa melancólica.

—¿Qué te apetece comer? —pregunta, volviendo a cambiar de tema.

—Me inclino por el risoto.

—Buena elección.

Zayn avisa al camarero y da por terminada la conversación.

Después de pedir, me revuelvo incómodo en la silla y fijo la mirada en mis manos entrelazadas. Si tiene ganas de hablar, he de aprovecharlo.

Tengo que hablar con él de cuáles son sus expectativas, sus… necesidades.

—Liam, ¿qué pasa? Dime.

Levanto la vista hacia su rostro preocupado.

—Dime —repite con más contundencia, y su preocupación se convierte ¿en qué… miedo… ira?

Suspiro profundamente.

—Lo que más me inquieta es que no tengas bastante con esto. Ya sabes… para desahogarte.

Tensa la mandíbula y su mirada se endurece.

—¿He manifestado de algún modo que no tenga bastante con esto?

—No.

—Entonces, ¿por qué lo piensas?

—Sé cómo eres. Lo que… eh… necesitas —balbuceo.

Cierra los ojos y se masajea la frente con sus largos dedos.

—¿Qué tengo que hacer? —dice en voz tan baja que resulta alarmante, como si estuviera enfadado, y se me encoge el corazón.

—No, me has malinterpretado: te has comportado maravillosamente, y sé que solo han pasado unos días, pero espero no estar obligándote a ser alguien que no eres.

—Sigo siendo yo, Liam… con todas las cincuenta sombras de mi locura. Sí, tengo que luchar contra el impulso de ser controlador… pero es mi naturaleza, la manera en que me enfrento a la vida. Sí, espero que te comportes de una determinada manera, y cuando no lo haces supone un desafío para mí, pero también es un soplo de aire fresco. Seguimos haciendo lo que me gusta hacer a mí. Dejaste que te golpeara ayer después de aquella espantosa puja. —Esboza una sonrisa placentera al recordarlo—. Yo disfruto castigándote. No creo que ese impulso desaparezca nunca… pero me esfuerzo, y no es tan duro como creía.

Me estremezco y enrojezco al recordar nuestro encuentro clandestino en el dormitorio de su infancia.

—Eso no me importó —musito con timidez.

—Lo sé. —Sus labios se curvan en una sonrisa reacia—. A mí tampoco. Pero te diré una cosa, Liam: todo esto es nuevo para mí, y estos últimos días han sido los mejores de mi vida. No quiero que cambie nada.

¡Oh!

—También han sido los mejores de mi vida, sin duda —murmuro, y se le ilumina la cara.

El dios que llevo dentro asiente febril, dándome fuertes codazos. Vale, vale, ya lo sé…

—Entonces, ¿no quieres llevarme a tu cuarto de juegos?

Traga saliva y palidece, con el rostro totalmente serio.

—No, no quiero.

—¿Por qué no? —musito.

No es la respuesta que esperaba.

Y sí, ahí está… esa punzada de decepción. El dios que llevo dentro hace un mohín y da patadas en el suelo con los brazos cruzados, como un crío enfurruñado.

—La última vez que estuvimos allí me abandonaste —dice en voz baja—. Pienso huir de cualquier cosa que pueda provocar que vuelvas a dejarme. Cuando te fuiste me quedé destrozado. Ya te lo he contado. No quiero volver a sentirme así. Ya te he dicho lo que siento por ti.

Sus ojos verdes, enormes e intensos, rezuman sinceridad.

—Pero no me parece justo. Para ti no puede ser bueno… estar constantemente preocupado por cómo me siento. Tú has hecho todos esos cambios por mí, y yo… creo que debería corresponderte de algún modo. No sé, quizá… intentar… algunos juegos haciendo distintos personajes —tartamudeo, con la cara del color de las paredes del cuarto de juegos.

¿Por qué es tan difícil hablar de esto? He practicado todo tipo de sexo pervertido con este chico, cosas de las que ni siquiera había oído hablar hace unas semanas, cosas que nunca había creído posibles y, sin embargo, lo más difícil de todo es hablar de esto con él.

—Ya me correspondes, Li, más de lo que crees. Por favor, no te sientas así.

El Zayn despreocupado ha desaparecido. Ahora tiene los ojos muy abiertos con la expresión alarmada, y verlo así resulta desgarrador.

—Nene, solo ha pasado un fin de semana. Démonos tiempo. Cuando te marchaste, pensé mucho en nosotros. Necesitamos tiempo. Tú necesitas confiar en mí y yo en ti. Quizá más adelante podamos permitírnoslo, pero me gusta cómo eres ahora. Me gusta verte tan contento, tan relajado y despreocupado, sabiendo que yo tengo algo que ver en ello. Yo nunca he… —Se calla y se pasa la mano por el pelo—. Para correr, primero tenemos que aprender a andar.

De repente sonríe.

—¿Qué tiene tanta gracia?

—Atkin. Dice eso constantemente. Nunca creí que le citaría.

—Un atkinismo.

Zayn se ríe.

—Exacto.

Llega el camarero con los entrantes y la brocheta, y en cuanto cambiamos de conversación Zayn se relaja.

Cuando nos colocan delante nuestros pantagruélicos platos, no puedo evitar pensar en cómo he visto a Zayn hoy: relajado, feliz y despreocupado. Como mínimo ahora se ríe, vuelve a estar a gusto.

Cuando empieza a interrogarme sobre los lugares donde he estado, suspiro de alivio en mi fuero interno. El tema se acaba enseguida, ya que no he estado en ningún sitio fuera de Estados Unidos continental. En cambio, él ha viajado por todo el mundo, e iniciamos una charla más alegre y sencilla sobre todos los lugares que él ha visitado.


***


Después de la sabrosa y contundente cena. Zayn conduce de vuelta al Escala. Por los altavoces se oye la voz dulce y melodiosa de Eva Cassidy, y eso me proporciona un apacible interludio para pensar. He tenido un día asombroso: nuestra ducha; la admisión de Zayn; hacer el amor en el hotel y en el barco; comprar el coche. Incluso el propio Zayn se ha mostrado tan distinto… Es como si se hubiera desprendido de algo, o hubiera redescubierto algo, no sé.

¿Quién habría imaginado que pudiera ser tan dulce? ¿Lo sabría él?

Cuando le miro, él también parece absorto en sus pensamientos. Y caigo en la cuenta de que él no ha tenido en realidad una adolescencia… una normal, al menos.

Mi mente vaga errática hasta la fiesta de la noche anterior y mi baile con el doctor Atkin, y el miedo de Zayn a que este me lo hubiera contado todo sobre él. Zayn sigue ocultándome algo. ¿Cómo podemos avanzar en nuestra relación si él se siente de ese modo?

Cree que podría dejarle si le conociera. Cree que podría dejarle si fuera tal como es. Oh, este chico es muy complicado.

A medida que nos acercamos a su casa, empieza a irradiar una tensión que se hace palpable. Desde el coche examina las aceras y los callejones laterales, sus ojos escudriñan todos los rincones, y sé que está buscando a Michael. Yo empiezo también a mirar. Todos los chicos morenos son sospechosos, pero no le vemos.

Cuando entramos en el garaje, su boca se ha convertido en una línea tensa y adusta. Me pregunto por qué hemos vuelto aquí si va a estar tan nervioso y cauto. Sawyer está en el garaje, vigilando, y se acerca a abrirme la puerta en cuanto Zayn aparca al lado del SUV. El Audi destrozado ya no está.

—Hola, Sawyer —le saludo.

—Señor Payne. —Asiente—. Señor Malik.

—¿Ni rastro? —pregunta Zayn.

—No, señor.

Zayn asiente, me coge la mano y vamos hacia el ascensor. Sé que su cerebro no para de trabajar; está totalmente abstraído. En cuanto entramos se vuelve hacia mí.

No tienes permiso para salir de aquí solo bajo ningún concepto. ¿Entendido? —me espeta.

—De acuerdo.

Vaya… tranquilo. Sin embargo, su actitud me hace sonreír. Tengo ganas de abrazarme a mí mismo: este chico, tan dominante y brusco conmigo… Me asombra que hace solo una semana me pareciera tan amenazador cuando me hablaba para afrontar las situaciones. Está muy preocupado por lo de Michael, me quiere y quiere protegerme.

—¿Qué te hace tanta gracia? —murmura con un deje de ironía en la voz.

—Tú.

—¿Yo, señor Payne? ¿Por qué le hago gracia? —dice con un mohín.

Los mohines de Zayn son tan… sensuales.

—No pongas morritos.

—¿Por qué? —pregunta, cada vez más divertido.

—Porque provoca el mismo efecto en mí que el que tiene en ti que yo haga esto.

Y me muerdo el labio inferior.

Él arquea las cejas, sorprendido y complacido al mismo tiempo.

—¿En serio?

Vuelve a hacer un mohín y se inclina para darme un beso fugaz y casto.

Yo alzo los labios para unirlos a los suyos, y durante la milésima de segundo en que se rozan nuestras bocas, la naturaleza de su beso cambia, y un fuego arrasador originado en ese íntimo punto de contacto se expande por mis venas y me impulsa hacia él.

De pronto mis dedos se enredan en sus cabellos y él me empuja contra la pared del ascensor, sujeta mi cara entre sus manos y nuestras lenguas se entrelazan. Y no sé si los confines del ascensor hacen que todo sea más real, pero noto su necesidad, su ansiedad, su pasión.

Dios… Le deseo, aquí, ahora.

El ascensor se detiene con un sonido metálico, las puertas se abren y Zayn aparta ligeramente su cara de la mía, sus caderas aún inmovilizándome contra la pared y su erección presionando contra mi cuerpo.

—Vaya —murmura sin aliento.

—Vaya —repito, e inspiro una bocanada de aire para llenar mis pulmones.

Me mira con ojos ardientes.

—Qué efecto tienes en mí, Li.

Y con el pulgar resigue mi labio inferior.

Por el rabillo del ojo veo a Higgins, que da un paso atrás y queda fuera de mi vista. Me alzo para besar a Zayn en la comisura de esos labios maravillosamente perfilados.

—El que tú tienes en mí, Zayn.

Se aparta y me da la mano. Ahora tiene los ojos más oscuros, entornados.

—Ven —ordena.

Higgins sigue en la entrada, esperándonos con discreción.

—Buenas noches, Higgins —dice Zayn en tono cordial.

Señor Malik, señor Payne.

—Ayer fui el señor de Higgins —le digo sonriendo, y él se pone rojo.

—También suena bien, señor Payne —dice Higgins con total naturalidad.

—Yo pienso lo mismo.

Zayn me coge la mano con más fuerza, y pone mala cara.

—Si ya habéis terminado los dos, me gustaría un informe rápido.

Mira fijamente a Higgins, que ahora parece incómodo, y a mí se me encogen las entrañas. He sobrepasado el límite.

—Lo siento —le digo en silencio a Higgins, que se encoge de hombros y me sonríe con amabilidad antes de darme la vuelta para seguir a Zayn.

—Ahora vuelvo contigo. Antes tengo que decirle una cosa al señor Payne —le dice Zayn a Higgins, y sé que tengo problemas.

Zayn me lleva a su dormitorio y cierra la puerta.

—No coquetees con el personal, Liam —me reprende.

Abro la boca para defenderme, luego la cierro y vuelvo a abrirla otra vez.

—No coqueteaba. Era amigable… hay una diferencia.

—No seas amigable con el personal ni coquetees con ellos. No me gusta.

Oh. Adiós al Zayn despreocupado.

—Lo siento —musito y me miro las manos.

No me había hecho sentir como un niño pequeño en todo el día. Me coge la barbilla y me levanta la cabeza para que le mire a los ojos.

—Ya sabes lo celoso que soy —murmura.

—No tienes motivos para ser celoso, Zayn. Soy tuyo en cuerpo y alma.

Pestañea varias veces como si le costara procesar ese hecho. Se inclina y me besa fugazmente, pero sin la pasión que sentíamos hace un momento en el ascensor.

—No tardaré. Ponte cómodo —dice de mal humor, da media vuelta y me deja ahí plantado en el dormitorio, aturdido y confuso.

¿Por qué demonios podría tener celos de Higgins? Niego con la cabeza, sin poder dar crédito.

Miro el despertador y observo que acaban de dar las ocho. Decido preparar la ropa que llevaré mañana al trabajo. Subo a mi habitación y abro el vestidor. Está vacío. Todos los trajes han desaparecido. ¡Oh, no! Zayn me ha tomado la palabra y se ha deshecho de toda la ropa. Maldita sea…

Mi subconsciente me fulmina con la mirada. Bien, te lo mereces, por bocazas.

¿Por qué me ha tomado la palabra? Las advertencias de mi madre vuelven a resonar en mi cabeza: «La mayoría de los hombres son muy cuadriculados, cielo, se lo toman todo al pie de la letra». Observo el espacio vacío con desolación. Había prendas muy bonitas, como el traje gris que llevé al baile.

Paseo desconsolado por la habitación. Un momento… ¿qué está pasando aquí? También ha desaparecido el iPad. ¿Y dónde está mi Mac? Oh, no. Lo primero que pienso, de forma poco compasiva, es que quizá los haya robado Michael.

Bajo las escaleras corriendo y vuelvo al cuarto de Zayn. Sobre la mesita está mi Mac, mi iPad y mi mochila. Está todo aquí.

Abro la puerta del vestidor. Toda mi ropa está aquí también, compartiendo espacio con la de Zayn. ¿Cuándo ha ocurrido todo esto? ¿Por qué nunca me avisa cuando hace estas cosas?

Me doy la vuelta y él está de pie en el umbral.

—Ah, ya lo han traído todo —comenta con aire distraído.

—¿Qué pasa? —pregunto.

Tiene el semblante sombrío.

—Higgins cree que Michael entró por la escalera de emergencia. Debía de tener una llave. Ya han cambiado todas las cerraduras. El equipo de Higgins ha registrado todas las estancias del apartamento. No está aquí. —Hace una pausa y se pasa una mano por el pelo—. Ojalá hubiera sabido dónde estaba. Está esquivando todos nuestros intentos de encontrarlo, y necesita ayuda.

Frunce el ceño, y mi anterior enfado desaparece. Le abrazo. Él me envuelve con su cuerpo y me besa la cabeza.

—¿Qué harás cuando lo encuentres? —pregunto.

—El doctor Atkin tiene una plaza para él.

—¿Y qué pasa con su marido?

—No quiere saber nada de él —contesta Zayn con amargura—. Su familia vive en Australia. Creo que ahora anda por ahí solo.

—Qué triste…

—¿Te parece bien que haya hecho que traigan tus cosas aquí? Quería compartir habitación contigo —murmura.

Vaya, otro rápido cambio de tema.

—Sí.

—Quiero que duermas conmigo. Cuando estás conmigo no tengo pesadillas.

—¿Tienes pesadillas?

—Sí.

Le abrazo más fuerte. Por Dios… Más cargas del pasado. Se me encoge el corazón por este chico.

—Iba a prepararme la ropa para ir a trabajar mañana —aclaro.

—¡A trabajar! —exclama Zayn como si hubiera dicho una palabrota, me suelta y me fulmina con la mirada.

—Sí, a trabajar —replico, desconcertado ante su reacción.

Se me queda mirando sin dar crédito.

—Pero Michael aún anda suelta por ahí. —Hace una breve pausa—. No quiero que vayas a trabajar.

¿Qué?

—Eso es una tontería, Zayn. He de ir a trabajar.

—No, no tienes por qué.

—Tengo un trabajo nuevo, que me gusta. Claro que he de ir a trabajar.

¿A qué se refiere?

—No, no tienes por qué —repite con énfasis.

—¿Te crees que me voy a quedar aquí sin hacer nada mientras tú andas por ahí salvando al mundo?

—La verdad… sí.

Oh, Cincuenta, Cincuenta, Cincuenta… dame fuerzas.

—Zayn, yo necesito trabajar.

—No, no lo necesitas.

—Sí… lo… necesito —le repito despacio, como si fuera un crío.

—Es peligroso —dice torciendo el gesto.

—Zayn… yo necesito trabajar para ganarme la vida, y además no me pasará nada.

—No, tú no necesitas trabajar para ganarte la vida… ¿y cómo puedes estar tan seguro de que no te pasará nada?

Está prácticamente gritando.

¿Qué quiere decir? ¿Acaso piensa mantenerme? Oh, esto es totalmente ridículo. ¿Cuánto hace que le conozco… cinco semanas?

Ahora está muy enfadado. Sus tormentosos ojos centellean, pero no me importa en absoluto.

—Por Dios santo, Zayn, Michael estaba a los pies de tu cama y no me hizo ningún daño. Y sí, yo necesito trabajar. No quiero deberte nada. Tengo que pagar el préstamo de la universidad.

Aprieta los labios y yo pongo los brazos en jarras. No pienso ceder en esto. ¿Quién se cree que es?

—No quiero que vayas a trabajar.

—No depende de ti, Zayn. La decisión no es tuya.

Se pasa la mano por el pelo mientras sus ojos me fulminan. Pasamos segundos, minutos, sin dejar de retarnos con la mirada.

—Sawyer te acompañará.

—Zayn, no es necesario. No tiene ninguna lógica.

—¿Lógica? —gruñe—. O te acompaña, o verás lo ilógico que puedo ser para retenerte aquí.

¿No sería capaz? ¿O sí?

—¿Qué harías exactamente?

—Ah, ya se me ocurriría algo, Liam. No me provoques.

—¡De acuerdo! —acepto, levantando las dos manos para apaciguarle.

Maldita sea… Cincuenta ha vuelto para vengarse.

Permanecemos ahí de pie, fulminándonos con la mirada.

—Muy bien: Sawyer puede venir conmigo, si así te quedas más tranquilo —cedo finalmente, y pongo los ojos en blanco.

Zayn entorna los suyos y avanza hacia mí, amenazante. Inmediatamente, doy un paso atrás. Él se detiene y suspira profundamente, cierra los ojos y se mesa el cabello con las dos manos. Oh, no. Cincuenta sigue en plena forma.

—¿Quieres que te enseñe el resto del apartamento?

¿Enseñarme el…? ¿Es una broma?

—Vale —musito cauteloso.

Nuevo cambio de rumbo: el señor Voluble ha vuelto. Me tiende la mano y, cuando la acepto, aprieto la mía con suavidad.

—No quería asustarte.

—No me has asustado. Solo estaba a punto de salir corriendo —bromeo.

—¿Salir corriendo? —dice Zayn, abriendo mucho los ojos.

—¡Es una broma!

Por Dios…

Salimos del vestidor y aprovecho el momento para calmarme, pero la adrenalina sigue circulando a raudales por mi cuerpo. Una pelea con Cincuenta no es algo que pueda tomarse a la ligera.

Me da una vuelta por todo el apartamento, enseñándome las distintas habitaciones. Aparte del cuarto de juegos y tres dormitorios más en el piso de arriba, descubro con sorpresa que Higgins y la señora Jones disponen de un ala para ellos solos: una cocina, un espacioso salón y un cuarto para cada uno. La señora Jones todavía no ha vuelto de visitar a su hermana, que vive en Portland.

En la planta baja me llama la atención un cuarto situado enfrente de su estudio: una sala con una inmensa pantalla de televisión de plasma y varias videoconsolas. Resulta muy acogedora.

—¿Así que tienes una PlayStation? —bromeo.

—Sí, pero soy malísimo. Louis siempre me gana. Tuvo gracia cuando creíste que mi cuarto de juegos era algo como esto.

Me sonríe divertido, su arrebato ya olvidado. Gracias a Dios que ha recobrado el buen humor.

—Me alegro que me considere gracioso, señor Malik —contesto con altanería.

—Pues lo es usted, señor Payne… cuando no se muestra exasperante, claro.

—Suelo mostrarme exasperante cuando usted es irracional.

—¿Yo? ¿Irracional?

—Sí, señor Malik, irracional podría ser perfectamente su segundo nombre.

—Yo ya tengo segundo nombre.

—Pues irracional le quedaría muy bien.

—Creo que eso es opinable, señor Payne.

—Me interesaría conocer la opinión profesional del doctor Atkin.

Zayn sonríe.

—Mi segundo nombre es Edward.

—Pues no lo usas.

—Prefiero Zayn. Ven —ordena.

Salgo de la sala de la televisión detrás de él, cruzamos el gran salón hasta el pasillo principal, pasamos por un cuarto de servicio y una bodega impresionante, y llegamos al despacho de Higgins, muy amplio y bien equipado. Higgins se pone de pie cuando entramos. Hay espacio suficiente para albergar una mesa de reuniones para seis. Sobre un gran escritorio hay una serie de monitores. No tenía ni idea de que el apartamento tuviera circuito cerrado de televisión. Por lo visto controla la terraza, la escalera, el ascensor de servicio y el vestíbulo.

—Hola, Higgins. Le estoy enseñando el apartamento a Liam.

Higgins asiente pero no sonríe. Me pregunto si le habrán amonestado también. ¿Y por qué sigue trabajando todavía? Cuando le sonrío, asiente educadamente. Zayn me coge otra vez de la mano y me lleva a la biblioteca.

—Y, por supuesto, aquí ya has estado.

Zayn abre la puerta. Señalo con la cabeza el tapete verde de la mesa de billar.

—¿Jugamos? —pregunto.

Zayn sonríe, sorprendido.

—Vale. ¿Has jugado alguna vez?

—Un par de veces —miento, y él entorna los ojos y ladea la cabeza.

—Eres un mentiroso sin remedio, Liam. Ni has jugado nunca ni…

—¿Te da miedo competir? —pregunto, pasándome la lengua por los labios.

—¿Miedo de un crío como tú? —se burla Zayn con buen humor.

—Una apuesta, señor Malik.

—¿Tan seguro está, señor Payne? —Sonríe divertido e incrédulo al mismo tiempo—. ¿Qué le gustaría apostar?

—Si gano yo, vuelves a llevarme al cuarto de juegos.

Se me queda mirando, como si no acabara de entender lo que he dicho.

—¿Y si gano yo? —pregunta, una vez recuperado de su estupefacción.

—Entonces, escoges tú.

Tuerce el gesto mientras medita la respuesta.

—Vale, de acuerdo. ¿A qué quieres jugar: billar americano, inglés o a tres bandas?

—Americano, por favor.

De un armario situado bajo una de las estanterías, Zayn saca un estuche de piel alargado. En el interior forrado en terciopelo están las bolas de billar. Con rapidez y eficiencia, coloca las bolas sobre el tapete. Creo que nunca he jugado en una mesa tan grande. Zayn me da un taco y un poco de tiza.

—¿Quieres sacar?

Finge cortesía. Está disfrutando: cree que va a ganar.

—Vale.

Froto la punta del taco con la tiza, y soplo para eliminar la sobrante. Miro a Zayn a través de las pestañas y su semblante se ensombrece.

Me coloco en línea con la bola blanca y, con un toque rápido y limpio, impacto en el centro del triángulo con tanta fuerza que una bola listada sale rodando y cae en la tronera superior derecha. El resto de bolas han quedado diseminadas.

—Escojo las listadas —digo con ingenuidad y sonrío a Zayn con timidez.

Él asiente divertido.

—Adelante —dice educadamente.

Consigo que entren en las troneras otras tres bolas en rápida sucesión. Estoy dando saltos de alegría por dentro. En este momento siento una gratitud enorme hacia Stan por haberme enseñado a jugar al billar, y a jugar tan bien. Zayn observa impasible, sin expresar nada, pero parece que ya no se divierte tanto. Fallo la bola listada verde por un pelo.

—¿Sabes, Liam?, podría estar todo el día viendo cómo te inclinas y te estiras sobre esta mesa de billar —dice con pícara galantería.

Me ruborizo. Él sonríe satisfecho. Intenta despistarme del juego, el muy cabrón. Se quita el jersey beis, lo tira sobre el respaldo de una silla, me mira sonriente y se dispone a hacer la primera tirada.

Se inclina sobre la mesa. Se me seca la boca. Oh, ahora sé a qué se refería. Zayn, con vaqueros ajustados y una camiseta blanca, inclinándose así… es algo digno de ver. Casi pierdo el hilo de mis pensamientos. Mete cuatro bolas rápidamente, y luego falla al intentar introducir la blanca.

—Un error de principiante, señor Malik —me burlo.

Sonríe con suficiencia.

—Ah, señor Payne, yo no soy más que un pobre mortal. Su turno, creo —dice, señalando la mesa.

—No estarás intentando perder a propósito, ¿verdad?

—No, no, Liam. Con el premio que tengo pensado, quiero ganar. —Se encoge de hombros con aire despreocupado—. Pero también es verdad que siempre quiero ganar.

Le miro desafiante con los ojos entornados. Muy bien, entonces… Me paseo alrededor de la mesa, agachándome a la menor oportunidad y dejando que Zayn le eche un vistazo a mi trasero. A este juego pueden jugar dos. Le miro.

—Sé lo que estás haciendo —murmura con ojos sombríos.

Ladeo la cabeza con coquetería, acaricio el taco y deslizo la mano arriba y abajo muy despacio.

—Oh, estoy decidiendo cuál será mi siguiente tirada —señalo con aire distraído.

Me inclino sobre la mesa y golpeo la bola naranja para dejarla en una posición mejor. Me planto directamente delante de Zayn y cojo el resto de debajo de la mesa. Me coloco para la próxima tirada, recostado sobre el tapete. Oigo que Zayn inspira con fuerza y, naturalmente, fallo el tiro. Maldición…

Él se coloca detrás de mí mientras todavía estoy inclinado sobre la mesa, y pone las manos en mis nalgas. Mmm…

—¿Está contoneando esto para provocarme, señor Payne?

Y me da una palmada, fuerte.

Jadeo.

—Sí —contesto en un susurro, porque es verdad.

—Ten cuidado con lo que deseas, nene.

Me masajeo el trasero mientras él se dirige hacia el otro extremo de la mesa, se inclina sobre el tapete y hace su tirada. Golpea la bola roja, y la mete en la tronera izquierda. Apunta a la amarilla, superior derecha, y falla por poco. Sonrío.

—Cuarto rojo, allá vamos —le provoco.

Él apenas arquea una ceja y me indica que continúe. Yo apunto a la bola verde y, por pura chiripa, consigo meter la última bola naranja.

—Escoge la tronera —murmura Zayn, y es como si estuviera hablando de otra cosa, de algo oscuro y desagradable.

—Superior izquierda.

Apunto a la bola negra y le doy, pero fallo. Por mucho, Maldita sea.

Zayn sonríe con malicia, se inclina sobre la mesa y, con un par de tiradas, se deshace de las dos lisas restantes. Casi estoy jadeando al ver su cuerpo ágil y flexible reclinándose sobre el tapete. Se levanta, pone tiza al taco y me clava sus ojos ardientes.

—Si yo gano…

¿Oh, sí?

—Voy a darte unos azotes y después te follaré sobre esta mesa.

Dios… Todos los músculos de mi cuerpo se contraen y mi erección palpita.

—Superior derecha —dice en voz baja, apunta a la bola negra y se inclina para tirar.
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Cincuenta sombras de Malik (Ziam) - Página 12 Empty Re: Cincuenta sombras de Malik (Ziam)

Mensaje por Invitado Lun 10 Mar 2014, 9:45 am

capitulo 11.
Con elegante soltura, Zayn le da a la bola blanca y esta se desliza sobre la mesa, roza suavemente la negra y oh… muy despacio, la negra sale rodando, vacila en el borde y finalmente cae en la tronera superior derecha de la mesa de billar.

Maldición.

Él se yergue y en su boca se dibuja una sonrisa de triunfo tipo «Te tengo a mi merced, Payne». Baja el taco y se acerca hacia mí pausadamente, con el cabello revuelto, sus vaqueros y su camiseta blanca. No tiene aspecto de presidente ejecutivo: parece un chico malo de un barrio peligroso. Madre mía, está terriblemente sexy.

—No tendrás mal perder, ¿verdad? —murmura sin apenas disimular la sonrisa.

—Depende de lo fuerte que me pegues —susurro, agarrándome al taco para apoyarme.

Me lo quita y lo deja a un lado, introduce los dedos en el cuello de mi camisa y me atrae hacia él.

—Bien, enumeraremos las faltas que has cometido, señor Payne. —Y cuenta con sus dedos largos—. Uno, darme celos con mi propio personal. Dos, discutir conmigo sobre el trabajo. Y tres, contonear tu delicioso trasero delante de mí durante estos últimos veinte minutos.

En sus ojos verdes brilla una tenue chispa de excitación. Se inclina y frota su nariz contra la mía.

—Quiero que te quites los pantalones y esa camisa tan provocativa. Me encantan tus bíceps, Liam. Quítatelos, ahora.

Me planta un beso leve como una pluma en los labios, se encamina sin ninguna prisa hacia la puerta y la cierra con llave.

Cuando se da la vuelta y me clava la mirada, sus ojos arden. Yo me quedo totalmente paralizado como un zombi, con el corazón desbocado, la sangre hirviendo, incapaz de mover un músculo. Y lo único que puedo pensar es: Esto es por él… repitiéndose en mi mente como un mantra una y otra vez.

—La ropa, Liam. Parece ser que aún la llevas puesta. Quítatela… o te la quitaré yo.

—Hazlo tú.

Por fin he recuperado la voz, y suena grave y febril. Zayn sonríe encantado.

—Oh, señor Payne. No es un trabajo muy agradable, pero creo que estaré a la altura.

—Por lo general está siempre a la altura, señor Malik.

Arqueo una ceja y él sonríe.

—Vaya, señor Payne, ¿qué quiere decir?

Al acercarse a mí, se detiene en una mesita empotrada en una de las estanterías. Alarga la mano y coge una regla de plástico transparente de unos treinta centímetros. La sujeta por ambos extremos y la dobla, sin apartar los ojos de mí.

Oh, Dios… el arma que ha escogido. Se me seca la boca.

De pronto estoy acalorado y sofocado y totalmente duro. Únicamente Zayn puede excitarme solo con mirarme y flexionar una regla. Se la mete en el bolsillo trasero de sus vaqueros y camina tranquilamente hacia mí, sus oscuros ojos cargados de expectativas. Sin decir palabra, se arrodilla delante de mí y empieza a desatarme las Vans, con rapidez y eficacia, y me las quita. Yo me apoyo en el borde de la mesa de billar para no caerme. Al mirarle durante todo el proceso, me sobrecoge la profundidad del sentimiento que albergo por este hombre tan hermoso e imperfecto. Le amo.

Me agarra de las caderas, introduce los dedos por la cintura de mis vaqueros y desabrocha el botón y la cremallera. Me observa a través de sus largas pestañas, con una sonrisa extremadamente salaz, mientras me despoja poco a poco de los pantalones. Yo doy un paso a un lado y los dejo en el suelo, encantado de llevar estos calzoncillos tan bonitos, y él me aferra por detrás de mis piernas y desliza la nariz por mi miembro. Estoy a punto de derretirme.

—Me apetece ser brusco contigo, Li. Tú tendrás que decirme que pare si me excedo —murmura.

Oh, dios… Me besa… ahí abajo. Yo gimo suavemente.

—¿Palabra de seguridad? —susurro.

—No, palabra de seguridad, no. Solo dime que pare y pararé. ¿Entendido? —Vuelve a besarme, sus labios me acarician. Oh, es una sensación tan maravillosa... se levanta, con la mirada intensa—. Contesta —ordena con voz de terciopelo.

—Sí, sí, entendido.

Su insistencia me confunde.

—Has estado enviándome mensajes y emitiendo señales contradictorias durante todo el día, Liam —dice—. Me dijiste que te preocupaba que hubiera perdido nervio. No estoy seguro de qué querías decir con eso, y no sé hasta qué punto iba en serio, pero ahora lo averiguaremos. No quiero volver al cuarto de juegos todavía, así que ahora podemos probar esto. Pero si no te gusta, tienes que prometerme que me lo dirás.

Una ardorosa intensidad, fruto de su ansiedad, sustituye a su anterior arrogancia.

Oh, no, por favor, no estés ansioso, Zayn.

—Te lo diré. Sin palabra de seguridad —repito para tranquilizarle.

—Somos amantes, Liam. Los amantes no necesitan palabras de seguridad. —Frunce el ceño—. ¿Verdad?

Supongo que no —murmuro. Madre mía… ¿cómo voy a saberlo?—. Te lo prometo.

Busca en mi rostro alguna señal de que a mi convicción le falte coraje, y yo me siento nervioso, pero excitado también. Me hace muy feliz hacer esto, ahora que sé que él me quiere. Para mí es muy sencillo, y ahora mismo no quiero pensarlo demasiado.

Poco a poco aparece una enorme sonrisa en su cara. Empieza a desabrocharme la camisa y sus diestros dedos terminan enseguida, pero no me la quita. Se inclina y coge un taco.

Oh, Dios ¿qué va a hacer con eso? Me estremezco de miedo.

—Juega muy bien, señor Payne. Debo decir que estoy sorprendido. ¿Por qué no metes la bola negra?

Se me pasa el miedo y hago un pequeño mohín, preguntándome por qué tiene que sorprenderse este cabrón sexy y arrogante. El dios que llevo dentro está calentando en segundo plano, haciendo sus ejercicios en el suelo… con una sonrisa henchida de satisfacción.

Yo coloco la bola blanca. Zayn da una vuelta alrededor de la mesa y se pone detrás de mí cuando me inclino para hacer mi tirada. Pone la mano sobre mi muslo derecho y sus dedos me recorren la pierna, arriba y abajo, hasta el culo y vuelven a bajar con una leve caricia.

—Si sigues haciendo eso, fallaré —musito con los ojos cerrados, deleitándome en la sensación de sus manos sobre mí.

—No me importa si fallas o no, nene. Solo quería verte así: medio vestido, recostado sobre mi mesa de billar. ¿Tienes idea de lo erótico que estás en este momento?

Enrojezco, y el dios que llevo dentro sujeta una rosa entre los dientes y empieza a bailar un tango. Inspiro profundamente e intento no hacerle caso, y me coloco para tirar. Es imposible. Él me acaricia el trasero, una y otra vez.

—Superior izquierda —digo en voz baja, y le doy a la bola.

Él me pega un cachete, fuerte, directamente sobre las nalgas.

Es algo tan inesperado que chillo. La blanca golpea la negra, que rebota contra el almohadillado de la tronera y se sale. Zayn vuelve a acariciarme el trasero.

—Oh, creo que has de volver a intentarlo —susurra—. Tienes que concentrarte, Liam.

Ahora jadeo, excitado por este juego. Él se dirige hacia el extremo de la mesa, vuelve a colocar la bola negra, y luego hace rodar la blanca hacia mí. Tiene un aspecto tan carnal, con sus ojos oscuros y una sonrisa maliciosa… ¿Cómo voy a resistirme a este chico? Cojo la bola y la alineo, dispuesto a tirar otra vez.

—Eh, eh —me advierte—. Espera.

Oh, le encanta prolongar la agonía. Vuelve otra vez y se pone detrás de mí. Y cierro los ojos cuando empieza a acariciarme el muslo izquierdo otra vez, y después el trasero nuevamente.

—Apunta —susurra.

No puedo evitar un gemido, el deseo me retuerce las entrañas. E intento, realmente intento, pensar en cómo darle a la bola negra con la bola blanca. Me inclino hacia la derecha, y él me sigue. Vuelvo a inclinarme sobre la mesa, y utilizando hasta el último vestigio de mi fuerza interior, que ha disminuido considerablemente desde que sé lo que pasará en cuanto golpee la bola blanca, apunto y tiro otra vez. Zayn vuelve a azotarme otra vez, fuerte.

¡Ay! Vuelvo a fallar.

—¡Oh, no! —me lamento.

—Una vez más, nene. Y, si fallas esta vez, haré que recibas de verdad.

¿Qué? ¿Recibir qué?

Coloca otra vez la bola negra y se acerca de nuevo, tremendamente despacio, hasta donde estoy, se queda detrás de mí. Echo las nalgas hacia atrás hasta encontrar su mano, y él me da un leve cachete.

—¿Impaciente, señor Payne?

Sí. Te deseo.

—Bien, acabemos con esto.

Me baja con delicadeza los calzoncillos por los muslos y me los quita. No veo lo que hace con ellos, pero me deja con la sensación de estar muy expuesto, y me planta un beso suave en cada nalga.

—Tira, nene.

Quiero gimotear, está muy claro que no lo conseguiré. Sé que voy a fallar. Alineo la blanca, le pego y, por culpa de la impaciencia, fallo el golpe a la negra de forma flagrante. Espero el azote… pero no llega. En lugar de eso, él se inclina directamente encima de mí, me recuesta sobre la mesa, me quita el taco de la mano y lo hace rodar hasta la banda. Le noto, duro, contra mi trasero.

—Has fallado —me dice bajito al oído. Tengo la mejilla contra el tapete—. Pon las manos planas sobre la mesa.

Hago lo que me dice.

—Bien. Ahora voy a pegarte, y así la próxima vez a lo mejor no fallas.

Se mueve y se coloca a mi izquierda, con su erección pegada a mi cadera.

Gimo y siento el corazón en la garganta. Empiezo a respirar entrecortadamente y un escalofrío ardiente e intenso corre por mis venas. Él me acaricia el culo y coloca la otra mano ahuecada sobre mi nuca, sus dedos agarrándome el cabello, mientras con el codo me presiona la espalda hacia abajo. Estoy completamente indefenso.

—Abre las piernas —ordena.

Abro las piernas, jadeando. La regla me golpea de nuevo. Ay… escuece, pero el chasquido contra la piel suena peor de lo que es en realidad.

Cierro los ojos y absorbo el dolor. No es demasiado terrible, y la respiración de Zayn se intensifica. Me pega una y otra vez, y gimo. No estoy seguro de cuántos azotes más podré soportar… pero el oírle, saber lo excitado que está, alimenta mi propio deseo y mi voluntad de seguir. Estoy pasando al lado oscuro, a un lugar de mi psique que no conozco bien, pero que ya he visitado antes, en el cuarto de juegos… con la experiencia Tallis. La regla vuelve a golpearme, y gimo en voz alta. Y Zayn responde con un gruñido. Me pega otra vez… y otra… y una más… más fuerte esta vez… y hago un gesto de dolor.

—Para.

La palabra sale de mi boca antes de darme cuenta de que la he dicho. Zayn deja la regla inmediatamente y me suelta.

—¿Ya basta?

—Sí.

—Ahora quiero follarte —dice con voz tensa.

—Sí —murmuro, anhelante.

Él se desabrocha la cremallera, mientras yo gimo tumbado sobre la mesa, sabiendo que será brusco.

Me maravilla una vez más cómo he llevado —y sí, disfrutado— lo que ha hecho hasta este momento. Es muy turbio, pero es muy él.


Desliza dos dedos dentro de mí y los mueve en círculos. La sensación es exquisita. Cierro los ojos, deleitándome con la sensación. Oigo cómo rasga el envoltorio, y ya está detrás de mí, entre mis piernas, separándolas más.

Se hunde en mi interior lentamente. Sujeta con firmeza mis caderas, vuelve a salir de mí, y esta vez me penetra con fuerza haciéndome gritar. Se queda quieto un momento.

—¿Otra vez? —dice en voz baja.

—Sí… estoy bien. Déjate llevar… llévame contigo —murmuro sin aliento.

Con un quejido ronco, sale de nuevo y entra de golpe en mí, y lo repite una y otra vez lentamente, con un ritmo deliberado de castigo, brutal, celestial.

Oh… Mis entrañas empiezan a acelerarse. Él lo nota también, e incrementa el ritmo, empuja más, más deprisa, con mayor dureza… y sucumbo, y exploto en un orgasmo devastador que me arrebata el alma y me deja exhausto y derrotado.

Apenas soy consciente de que Zayn también se deja ir, gritando mi nombre, con los dedos clavados en mis caderas, y luego se queda quieto y se derrumba sobre mí. Nos deslizamos hasta el suelo, y me acuna en sus brazos.

—Gracias, Boo —musita, cubriendo mi cara ladeada de besos dulces y livianos.

Abro los ojos y los levanto hacia él, asombrado por como me ha llamado, y me abraza con más fuerza.

—Tienes una rozadura en la mejilla por culpa del tapete —susurra, y me acaricia la cara con ternura—. ¿Qué te ha parecido?

Sus ojos están muy abiertos, cautelosos.

—Intenso, delicioso. Me gusta brutal, Zayn, y también me gusta tierno. Me gusta que sea contigo.

Él cierra los ojos y me abraza aún más fuerte.

Madre mía. Estoy exhausto.

—Tú nunca fallas, Li. Eres precioso, inteligente, audaz, divertido, sexy, y agradezco todos los días que fueras tú quien vino a entrevistarme y no Harry Edwards. —Me besa el pelo. Yo sonrío y bostezo pegado a su pecho—. Pero ahora estás muy cansado —continúa—. Vamos. Un baño y a la cama.


***


Estamos en la bañera de Zayn, uno frente al otro, cubiertos de espuma hasta la barbilla, envueltos en el dulce aroma del jazmín. Zayn me masajea los pies, por turnos. Es tan agradable que debería ser ilegal.

—¿Puedo preguntarte una cosa?

—Claro. Lo que sea, Li, ya lo sabes.

Suspiro profundamente y me incorporo sentado con un leve estremecimiento.

—Mañana, cuando vaya a trabajar, ¿puede Sawyer limitarse a dejarme en la puerta de la oficina y pasar a recogerme al final del día? Por favor, Zayn, por favor —le pido.

Sus manos se detienen y frunce el ceño.

—Creía que estábamos de acuerdo con eso —se queja.

—Por favor suplico.

—¿Y a la hora de comer qué?

—Ya me prepararé algo aquí y así no tendré que salir, por favor.

Me besa el empeine.

—Me cuenta mucho decirte que no —murmura, como si creyera que es una debilidad por su parte—. ¿De verdad que no saldrás?

—No.

—De acuerdo.

Yo le sonrío, radiante.

—Gracias.

Me apoyo sobre las rodillas, haciendo que el agua se derrame por todas partes, y le beso.

—De nada, señor Payne. ¿Cómo está tu trasero?

—Dolorido, pero no mucho. El agua me calma.

—Me alegro de que me dijeras que parara —dice, y me mira fijamente.

—Mi trasero también.

Sonríe.


***


Me tiendo en la cama, muy cansado. Solo son las diez y media, pero me siento como si fueran las tres de la madrugada. Este ha sido uno de los fines de semana más agotadores de mi vida.

—¿La señorita Acton no incluyó ningún pijama? —pregunta Zayn con un deje reprobatorio cuando me mira.

—No tengo ni idea. Me gusta llevar tus camisetas —balbuceo, medio dormido.

Relaja el gesto, se inclina y me besa la frente.

—Tengo trabajo. Pero no quiero dejarte solo. ¿Puedo usar tu portátil para conectarme con el despacho? ¿Te molestaré si me quedo a trabajo aquí?

—No es mi portátil.

Y me duermo.


***


Suena la alarma, despertándome de golpe con la información del tráfico. Zayn sigue durmiendo a mi lado. Me froto los ojos y echo un vistazo al reloj. Las seis y media… demasiado temprano.

Fuera llueve por primera vez desde hace siglos, y hay una luz amarillenta y tenue. Me siento muy a gusto y cómodo en este inmenso monolito moderno, con Zayn a mi lado. Me desperezo y me giro hacia el delicioso hombre que está junto a mí. Él abre los ojos de golpe y parpadea, medio dormido.

—Buenos días.

Sonrío, le acaricio la cara y me inclino para besarle.

—Buenos días, nene. Normalmente me despierto antes de que suene el despertador —murmura, asombrado.

—está puesto muy temprano.

—Así es, señor Payne. —Zayn sonríe de oreja a oreja—. Tengo que levantarme.

Me besa y sale de la cama. Yo vuelvo a dejarme caer sobre las almohadas. Vaya, despertarme un día laborable al lado de Zayn Malik. ¿Cómo ha ocurrido esto? Cierro los ojos y me quedo adormilado.

—Venga, dormilón, levanta.

Zayn se inclina sobre mí. Está afeitado, limpio, fresco… mmm, qué bien huele. Lleva una camisa blanca impoluta y traje negro, sin corbata: el señor presidente ha vuelto. Dios bendito, qué guapo está así también.

—¿Qué pasa? —pregunta.

—Ojalá volvieras a la cama.

Separa los labios, sorprendido por mi insinuación, y sonríe casi con timidez.

—Es usted insaciable, señor Payne. Por seductora que resulte la idea, tengo reunión a las ocho y media, así que tengo que irme enseguida.

Oh, me he quedado dormido, una hora más o menos. Maldita sea. Salto de la cama, ante la expresión divertida de Zayn.


Me ducho y me visto a toda prisa, y me pongo la ropa que preparé anoche: unos pantalones granate, camisa blanca con el cuello azul marino y tirantes a juego, todo ello parte de mi nuevo guardarropa. Me cepillo el pelo y me lo peino con el secador y lo fijo con cera, y luego salgo de la enorme habitación, sin saber realmente qué me espera. ¿Cómo voy a ir al trabajo?

Zayn está tomando café en la barra del desayuno. La señora Jones está en la cocina haciendo tortitas y friendo beicon.

—Estás muy guapo —murmura Zayn.

Me pasa un brazo alrededor y me besa bajo la oreja. Por el rabillo del ojo, observo que la señora Jones sonríe. Me ruborizo.

—Buenos días, señor Payne —dice ella, y me pone las tortitas y el beicon delante.

—Oh, gracias. Buenos días —balbuceo.

Madre mía, no me costaría nada acostumbrarme a esto.

—El señor Malik dice que le gustaría llevarse el almuerzo al trabajo. ¿Qué le apetecería comer?

Miro de reojo a Zayn, que hace esfuerzos por no sonreír. Entorno los ojos.

Un sándwich… ensalada. La verdad, no me importa —digo esbozando una amplia sonrisa a la señora Jones.

—Ya improvisaré una bolsa con el almuerzo para usted, señor.

—Por favor, señora Jones, llámeme Li.

—Li.

Sonríe y se da la vuelta para prepararme un té.

Vaya… esto es una gozada.

Me doy la vuelta y ladeo la cabeza mirando a Zayn, desafiándole: venga, acúsame de coquetear con la señora Jones.

—Tengo que irme, Boo. Higgins vendrá a recogerte y te dejará en el trabajo con Sawyer.

—Solo hasta la puerta.

—Sí. Solo hasta la puerta. —Zayn pone los ojos en blanco—. Pero ve con cuidado.

Yo echo un vistazo alrededor y atisbo a Higgins en la puerta de entrada. Zayn se pone de pie, me coge la barbilla y me besa.

—Hasta luego, nene.

—Que tengas un buen día en la oficina, Hazza —digo a sus espaldas.

Él se vuelve, me deslumbra con su maravillosa sonrisa, y luego se va. La señora Jones me ofrece una taza de té, y de golpe me siento incómodo por estar aquí los dos solos.

—¿Cuánto hace que trabaja para Zayn? —pregunto, pensando que debo darle conversación.

—Unos cuatro años —contesta amablemente, y empieza a prepararme la bolsa del almuerzo.

—¿Sabe?, puedo hacerlo yo… —musito, avergonzado de que tenga que hacer esto para mí.

—Usted cómase el desayuno, Li. Este es mi trabajo, y me gusta. Es agradable ocuparse de alguien aparte del señor Higgins y el señor Malik.

Y me dedica una mirada llena de dulzura.

Mis mejillas enrojecen de placer, y siento ganas de acribillar a preguntas a esta mujer. Debe de saber tanto sobre Cincuenta… Sin embargo, a pesar de su actitud amable y cordial, también es muy profesional. Sé que si empiezo a interrogarla, solo conseguiré incomodarnos a los dos, de manera que termino de desayunar en un confortable silencio, interrumpido únicamente por sus preguntas sobre mis preferencias gastronómicas.

Veinticinco minutos después, Sawyer aparece en la entrada del salón. Me he cepillado los dientes y estoy listo para irme. Cojo mi bolsa de papel marrón con el almuerzo; ni siquiera recuerdo que mi madre hiciera esto por mí. Sawyer y yo bajamos en ascensor hasta la planta baja. Él también se muestra muy taciturno, inexpresivo. Higgins espera sentado al volante del Audi, y yo subo al asiento de atrás en cuanto Sawyer me abre la puerta.

—Bueno días, Higgins —digo, animoso.

—Señor Payne.

Sonríe.

—Higgins, lamento lo de ayer y mis comentarios inapropiados. Espero no haberte causado problemas.

Higgins me mira con semblante perplejo por el espejo retrovisor, mientras se incorpora al tráfico de Seattle.

—Señor Payne, yo no suelo tener problemas —dice para tranquilizarme.

Ah, bien. Quizá Zayn no le reprendió. Solo fue a mí, entonces, pienso con amargura.

—Me alegra saberlo, Higgins.


Jack me mira, examinando mi aspecto mientras me dirijo hacia mi escritorio.

—Buenos días, Li. ¿El fin de semana, bien?

—Sí, gracias. ¿Y el tuyo?

—Ha estado bien. Toma asiento… tengo trabajo para ti.

Me siento frente al ordenador. Parece que lleve años sin acudir al trabajo. Lo conecto y abro el correo electrónico… y, naturalmente, hay un e-mail de Zayn.


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De: Zayn Malik
Fecha: 13 de junio de 2013 08:24
Para: Liam Payne
Asunto: Jefe

Buenos días, señor Payne.
Solo quería darle las gracias por un fin de semana maravilloso, a pesar de todo el drama.
Espero que no se marche, nunca.
Y solo recordarle que las novedades sobre SIP no pueden comunicarse hasta dentro de cuatro semanas.
Borre este e-mail en cuanto lo haya leído.
Tuyo.

Zayn Malik
Presidente de Malik Enterprises Holdings, Inc., jefe del jefe de tu jefe
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¿Espera que no me marche nunca? ¿Quiere que me vaya a vivir con él? Dios santo… Si apenas le conozco. Aprieto la tecla de borrar.


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De: Liam Payne
Fecha: 13 de junio de 2013 09:03
Para: Zayn Malik
Asunto: Mandón

Querido señor Malik:
¿Me estás pidiendo que me vaya a vivir contigo? Y, por supuesto, recordaré que la evidencia de tus épicas capacidades de acoso debe permanecer en secreto durante cuatro semanas. ¿Extiendo un cheque a nombre de Afrontarlo Juntos y se lo mando a tu padre? Por favor, no borres este e-mail.
Por favor, contéstalo.
TQ xxx

Liam Payne
Ayudante de Jack Hyde, editor de SIP
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—¡Li!

El grito de Jack me hace dar un salto.

—Sí.

Me sonrojo y él me mira con el ceño fruncido.

—¿Todo bien?

—Claro.

Me levanto con cierta dificultad y voy a su despacho con la libreta de notas. 

—Bien. Como seguramente recuerdas, el jueves voy a ese Simposio sobre Ficción en Nueva York. Tengo los billetes y la reserva, pero me gustaría que vinieras conmigo.

—¿A Nueva York?

—Sí. Tendríamos que irnos el miércoles y pasar allí la noche. Creo que será una experiencia muy instructiva para ti. —Sus ojos se oscurecen cuando dice esto, pero sonríe educadamente—. ¿Podrías ocuparte de organizar todo lo necesario para el viaje? ¿Y de reservar una habitación adicional en el hotel donde me alojaré? Creo que Sabrina, mi anterior ayudante, dejó la información necesaria por ahí.

—De acuerdo —digo, esbozando una débil sonrisa.

Maldición. Vuelvo a mi mesa. Esto no le sentará bien a Cincuenta… pero lo cierto es que quiero ir. Parece una auténtica oportunidad, y estoy seguro de que puedo mantener a Jack a raya si tiene intenciones ocultas. En mi ordenador está la respuesta de Zayn.


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De: Zayn Malik
Fecha: 13 de junio de 2013 09:20
Para: Liam Payne
Asunto: ¿Mandón, yo?

Sí. Por favor.

Zayn Malik
Presidente de Malik Enterprises Holdings, Inc.
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Vaya… quiere que me vaya a vivir con él. Oh, Zayn… es demasiado pronto. Me cojo la cabeza entre las manos e intento recuperar la cordura. Es lo que necesito después de mi extraordinario fin de semana. No he tenido un momento para pensar y tratar de entender todo lo que he experimentado y descubierto estos dos últimos días.


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De: Liam Payne
Fecha: 13 de junio de 2013 09:20
Para: Zayn Malik
Asunto: Atkinismos

Zayn:
¿Qué pasó con eso de andar antes de correr?
¿Podemos hablarlo esta noche, por favor?
Me han pedido que vaya a un congreso en Nueva York el jueves.
Supone pasar allí la noche del miércoles.
Pensé que debías saberlo.

L x

Liam Payne
Ayudante de Jack Hyde, editor de SIP
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De: Zayn Malik
Fecha: 13 de junio de 2013 09:21
Para: Liam Payne
Asunto ¿QUÉ?

Sí. Hablemos esta noche.
¿Irás solo?

Zayn Malik
Presidente de Malik Enterprises Holdings, Inc.
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De: Liam Payne
Fecha: 13 de junio de 2013 09 :30
Para: Zayn Malik
Asunto: ¡Nada de Mayúsculas Chillonas ni Gritos en Lunes por la Mañana!

¿Podemos hablar de eso esta noche?

L x

Liam Payne
Ayudante de Jack Hyde, editor de SIP
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De: Zayn Malik
Fecha: 13 de junio de 2013 09:35
Para: Liam Payne
Asunto: No Sabes lo que son Gritos Todavía

Dime. 
Si vas con ese canalla con el que trabajas, entonces la respuesta es no, por encima de mi cadáver.

Zayn Malik
Presidente de Malik Enterprises Holdings, Inc.
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Se me encoge el corazón. Maldita sea… ni que fuera mi padre.


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De: Liam Payne
Fecha: 13 de junio de 2013 09:46
Para: Zayn Malik
Asunto: No, TÚ no sabes lo que son gritos todavía

Sí. Voy con Jack.
Yo quiero ir. Lo considero una oportunidad emocionante.
Y nunca he estado es Nueva York.
No hagas una montaña de un grano de arena.

Liam Payne
Ayudante de Jack Hyde, editor de SIP
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De: Zayn Malik
Fecha: 13 de junio de 2013 09:50
Para: Liam Payne
Asunto: No, TÚ no sabes lo que son gritos todavía

Liam:
No estoy haciendo una montaña de un jodido grano de arena.
La respuesta es NO.

Zayn Malik
Presidente de Grey Enterprises Holdings, Inc.
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—¡No! —le grito a mi ordenador, haciendo que toda la oficina se paralice y se me quede mirando.

Jack saca la cabeza de su despacho.

—¿Todo bien, Li?

—Sí. Perdón —musito—. Yo… esto… acabo de perder un documento.

Las mejillas me arden por la vergüenza. Él me sonríe, pero con expresión desconcertada. Respiro profundamente un par de veces y tecleo rápidamente una respuesta. Estoy muy enfadado.


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De: Liam Payne
Fecha: 13 de junio de 2013 09:55
Para: Zayn Malik
Asunto: Cincuenta Sombras

Zayn:
Tienes que controlarte.
NO voy a acostarme con Jack: ni por todo el té de China.
Te QUIERO. Eso es lo que pasa cuando dos personas se quieren.
CONFÍAN la una en la otra.
Yo no pienso que tú vayas a ACOSTARTE, AZOTAR, FOLLAR, o DAR LATIGAZOS a nadie más. Yo tengo FE y CONFIANZA en ti.
Por favor, ten la AMABILIDAD de hacer lo mismo conmigo.

Li.

Liam Payne
Ayudante de Jack Hyde, editor de SIP
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Permanezco sentado esperando su respuesta. No recibo nada. Llamo a la compañía aérea y reservo mi billete, asegurándome de ir en el mismo vuelo que Jack. Oigo el aviso de un nuevo correo.


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De: Flack, Rebecca
Fecha: 13 de junio de 2013 10:15
Para: Liam Payne
Asunto: Cita para almorzar

Querido Liam:
Me gustaría mucho quedar contigo. Creo que empezamos con mal pie, y me gustaría arreglarlo. ¿Estás libre algún día de esta semana?

Rebecca Flack
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Oh, no… ¡la señora Robinson, no! ¿Cómo demonios ha conseguido mi dirección de correo electrónico? Me cojo la cabeza entre las manos. ¿Qué más puede pasar hoy?

Suena mi teléfono, levanto cansinamente la cabeza y contesto mirando el reloj. Solo son las diez y veinte, y ya desearía no haber salido de la cama de Zayn.

—Despacho de Jack Hyde, soy Li Payne.

Una voz dolorosamente familiar me increpa:

—¿Podrías, por favor, borrar el último e-mail que me has enviado e intentar ser un poco más prudente con el lenguaje que utilizas en los correos de trabajo? Ya te lo dije, el sistema está monitorizado. Yo haré todo lo posible para minimizar los daños desde aquí.

Y cuelga.

Santo Dios… Me quedo mirando el teléfono. Zayn me ha colgado. Este chico está pisoteando mi incipiente carrera profesional… ¿y va y me cuelga? Fulmino el auricular con la mirada, y si no estuviera completamente paralizado, sé que mi mirada terrorífica lo pulverizaría.

Accedo a mis correos electrónicos, y borro el último que le he enviado. No es tan grave. Solo mencionaba los azotes y, bueno, los latigazos. Vaya, si le avergüenza tanto no debería hacerlo, maldita sea. Cojo el iPhone y le llamo al móvil.

—¿Qué? —gruñe.

—Me voy a Nueva York tanto si te gusta como si no —le digo entre dientes.

—Ni se te ocurra…

Cuelgo, dejándole a mitad de la frase. Siento una descarga de adrenalina por todo el cuerpo. Ya está… para que se entere. Estoy muy enfadado.

Respiro profundamente, intentando recuperar la compostura. Cierro los ojos, e imagino que estoy en mi lugar soñado. Mmm… el camarote de un barco, con Zayn. Rechazo la imagen porque ahora mismo estoy tan enfadado con él que no puede estar presente en mi lugar soñado.

Abro los ojos, cojo tranquilamente mi libreta de notas y repaso con cuidado mi lista de cosas por hacer. Inspiro larga y profundamente: he recobrado el equilibrio.

—¡Li! —grita Jack, y me sobresalto—. ¡No reserves ese vuelo!

—Oh, ya es demasiado tarde. Ya lo he hecho —contesto.

Él sale de su despacho y se me acerca con paso enérgico. Parece disgustado.

—Mira, ha pasado una cosa. Por la razón que sea, de repente todos los gastos de viajes y hoteles han de tener la aprobación de la dirección. La orden viene de muy arriba. Voy a subir a ver a Roach. Al parecer, acaba de implementarse una moratoria de todos los gastos. No lo entiendo.

Jack se pellizca el puente de la nariz y cierra los ojos.

La sangre prácticamente deja de circular por mis venas, me pongo pálido y se me hace un nudo en el estómago. ¡Cincuenta!

—Coge mis llamadas. Voy a ver qué tiene que decir Roach.

Me guiña el ojo y se va a ver a su jefe… no al jefe de su jefe.

Maldito seas, Zayn Malik… De nuevo me hierve la sangre.


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De: Liam Payne
Fecha: 13 de junio de 2013 10:43
Para: Zayn Malik
Asunto: ¿Qué has hecho?

Por favor, no interfieras en mi trabajo.
Tengo verdaderas ganas de ir a ese congreso.
No debería habértelo preguntado.
He borrado el e-mail problemático.

Liam Payne
Ayudante de Jack Hyde, editor de SIP
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De: Zayn Malik
Fecha: 13 de junio de 2013 10:43
Para: Liam Payne
Asunto: ¿Qué has hecho?

Solo protejo lo que es mío.
Ese e-mail que enviaste en un arrebato se ha eliminado del servidor de SIP, igual que los e-mails que yo te mando.
Por cierto, en ti confío totalmente. En él no.

Zayn Malik
Presidente de Malik Enterprises Holdings, Inc.
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Compruebo si aún tengo sus correos, y han desaparecido. La influencia de este chico no tiene límites. ¿Cómo lo hace? ¿A quién conoce que pueda acceder subrepticiamente a las profundidades de los servidores de SIP y eliminar e-mails? Estoy jugando en una liga muy superior a la mía.


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De: Liam Payne
Fecha: 13 de junio de 2013 10:48
Para: Zayn Malik
Asunto: Madura un poco

Zayn:
No necesito que me protejan de mi propio jefe.
Quizá él intente algo, pero yo me negaré.
Tú no puedes interferir. No está bien, y supone ejercer un control a demasiados niveles.

Liam Payne
Ayudante de Jack Hyde, editor de SIP
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De: Zayn Malik
Fecha: 13 de junio de 2013 10:50
Para: Liam Payne
Asunto: La respuesta es NO

Li:
Yo he presenciado lo «eficaz» que eres para librarte de una atención que no deseas. Recuerdo que fue así como tuve el placer de pasar mi primera noche contigo. Ese fotógrafo, como mínimo, siente algo por ti. Ese canalla, en cambio, no. Es un conquistador profesional e intentará seducirte. Pregúntale qué pasó con la última ayudante, y con el anterior.
No quiero discutir por esto.
Si quieres ir a Nueva York, yo te llevaré. Podemos ir este fin de semana. Tengo un apartamento allí.

Zayn Malik
Presidente de Malik Enterprises Holdings, Inc.
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¡Oh, Zayn! No se trata de eso. Esto es muy frustrante. Y él, cómo no, también tiene un apartamento allí. ¿Dónde más tendrá propiedades? Y era de esperar que sacara a relucir a Stan. ¿Es que nunca me libraré de eso? Estaba borracho, por Dios. Yo nunca me emborracharía con Jack.

Me quedo mirando la pantalla, pero supongo que no puedo seguir discutiendo con él por e-mail. Tendré que esperar el momento oportuno, esta noche. Miro el reloj. Jack aún no ha vuelto de su reunión con Jerry, y todavía tengo que solucionar lo de Rebecca. Vuelvo a leer su correo electrónico y decido que el mejor modo de abordar esto es enviárselo a Zayn. Desviar su atención hacia ella en lugar de hacia mí.


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De: Liam Payne
Fecha: 13 de junio de 2013 11:15
Para: Zayn Malik
Asunto: Re Cita para almorzar o Carga irritante

Zayn:
Mientras tú estabas muy ocupado interfiriendo en mi carrera y salvándote el culo por mis imprudentes misivas, yo he recibido el siguiente correo de la señora Flack. No tengo ningunas ganas de verme con ella… y aunque las tuviera, no se me permite salir de este edificio. Cómo ha conseguido mi dirección de correo electrónico, la verdad es que no lo sé. ¿Qué sugieres que haga? Te adjunto su e-mail:

‘Querido Liam:
Me gustaría mucho quedar para comer contigo. Creo que empezamos con mal pie, y me gustaría arreglarlo. ¿Estás libre algún día de esta semana?

Rebecca Flack’

Liam Payne
Ayudante de Jack Hyde, editor de SIP
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De: Zayn Malik
Fecha: 13 de junio de 2013 11:23
Para: Liam Payne
Asunto: Carga irritante

No te enfades conmigo. Lo único que me preocupa es tu bienestar. Si te pasara algo, no me lo perdonaría nunca.
Yo me ocuparé de la señora Flack.

Zayn Malik
Presidente de Malik Enterprises Holdings, Inc.
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De: Liam Payne
Fecha: 13 de junio de 2013 11:32
Para: Zayn Malik
Asunto: Hasta luego

¿Podemos hablarlo esta noche, por favor?
Intento trabajar, y tus continuas interferencias me distraen mucho.

Liam Payne
Ayudante de Jack Hyde, editor de SIP
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Jack vuelve después de las doce y me dice que mi viaje a Nueva York está descartado, aunque él si que irá, pero no puede hacer nada para cambiar la política de la dirección. Entra en su despacho y cierra de un portazo. Obviamente está furioso. ¿Por qué está tan indignado?

En el fondo, yo sé que sus intenciones no son en absoluto honorables, pero estoy seguro de que podría manejarle, y me pregunto qué sabe Zayn sobre los anteriores ayudantes de Jack. Aparto esos pensamientos de mi mente y sigo trabajando, pero tomo la decisión de intentar hacer que Zayn cambie de opinión, aunque las posibilidades sean escasas.

A la una en punto, Jack asoma la cabeza por la puerta del despacho.

—Li, ¿podrías traerme por favor algo para comer?

—Claro. ¿Qué te apetece?

—Pastrami con pan de centeno, sin mostaza. Te daré el dinero cuando vuelvas.

—¿Algo para beber?

—Coca-Cola, por favor. Gracias, Li.

Se mete en su despacho.

Oh, no. Le prometí a Zayn que no saldría. Suspiro. No se enterará. Iré muy rápido.

En recepción, Claire me ofrece su paraguas porque llueve a cántaros. Al salir por la puerta principal, echo una mirada furtiva en ambas direcciones bajo el inmenso paraguas. Todo parece en orden. Ni rastro del Chico Fantasma.

Bajo con paso decidido la calle en dirección a la tienda, esperando pasar inadvertido. Sin embargo, a medida que me voy acercando mayor es la escalofriante sensación de que me vigilan, y no sé si es mi agudizada paranoia o si es verdad. Maldita sea. Espero que no se trate de Michael con un arma.

Solo es fruto de tu imaginación, me suelta mi subconsciente. ¿Quién demonios querría dispararte?

En cuestión de quince minutos, estoy de vuelta… sano y salvo, y aliviado. Creo que la exagerada paranoia y la vigilancia extremadamente protectora de Zayn están empezando a afectarme.

Cuando le llevo el almuerzo, Jack está hablando por teléfono. Levanta la vista, tapando el auricular.

—Gracias, Li. Como no vienes conmigo, tendrás que quedarte hasta tarde. Necesito estos informes. Espero que no tuvieras planes.

Me sonríe afectuosamente y me ruborizo.

—No, no pasa nada —le digo con una sonrisa radiante y el corazón encogido.

Esto no acabará bien. Zayn se pondrá hecho una fiera, seguro.

Cuando vuelvo a mi mesa, decido no decírselo inmediatamente, porque eso le daría tiempo de sobra para interferir de algún modo. Me siento y me como el sándwich de ensalada de pollo que me preparó esta mañana la señora Jones. Es delicioso. Un sándwich exquisito.

Naturalmente, si me fuera a vivir con Zayn, ella me prepararía el almuerzo todos los días de la semana. La idea me produce desasosiego. Yo nunca he soñado con grandes riquezas ni con todo lo que eso conlleva… solo con el amor. Encontrar a alguien que me quiera y no intente controlar todos mis movimientos. Suena el teléfono.

—Despacho de Jack Hyde…

—Me aseguraste que no saldrías —me interrumpe Zayn en un tono frío y duro.

Se me encoge el corazón por enésima vez en el día de hoy. Por favor… ¿Cómo diantres lo ha sabido?

—Jack me envió a comprarle el almuerzo. No podía decir que no. ¿Me tienes vigilado?

Se me eriza el vello al pensarlo. No me extraña que fuera tan paranoico: había alguien vigilándome. Me enfurece pensarlo.

—Por eso es por lo que no quería que volvieras al trabajo —gruñe Zayn.

—Zayn, por favor. Estás siendo… —tan Cincuenta—… muy agobiante.

—¿Agobiante? —susurra, sorprendido.

—Sí. Tienes que dejar de hacer esto. Hablaré contigo esta noche. Desgraciadamente, hoy tengo que trabajar hasta tarde porque no puedo ir a Nueva York.

—Liam, yo no quiero agobiarte —dice en voz baja, horrorizado.

—Bien, pues lo haces. Y ahora tengo trabajo. Ya hablaremos luego.

Cuelgo. Estoy rendido y ligeramente deprimido.

Después de un fin de semana maravilloso, la realidad se impone. Nunca he tenido tantas ganas de marcharme. Huir a algún lugar tranquilo y apartado donde pueda reflexionar sobre este chico, sobre cómo es y sobre cómo tratar con él. En cierta medida sé que es una persona destrozada —ahora lo veo claramente—, y eso resulta desgarrador y agotador a la vez. A partir de los pocos retazos de información sobre su vida que me ha dado, entiendo por qué. Un niño que no recibió el amor que necesitaba; un entorno de malos tratos espantoso; una madre incapaz de protegerle y que murió delante de él.

Me estremezco. Mi pobre Cincuenta… Soy suyo, pero no para tenerme encerrado en una jaula dorada. ¿Cómo voy a conseguir que entienda eso?

Sintiendo un gran peso en el corazón, me pongo sobre el regazo uno de los manuscritos que Jack quiere que resuma y sigo leyendo. No se me ocurre ninguna solución sencilla para el problema del control enfermizo de Zayn. Tendré que hablarlo con él más tarde, cara a cara.

Al cabo de media hora, Jack me envía un documento que debo adecentar y pulir para que mañana puedan imprimirlo a tiempo para el congreso. Eso me llevará toda la tarde e incluso hasta la noche. Me pongo a ello.

Cuando levanto la vista, son más de las siete y la oficina está desierta, aunque aún hay luz en el despacho de Jack. No me había dado cuanta de que todo el mundo se había ido, pero ya casi he terminado. Le vuelvo a mandar el documento a Jack para que lo apruebe, y reviso mi bandeja de entrada. No hay nada de Zayn, así que echo un vistazo rápido a mi iPhone, y justo en ese momento me sobresalta su zumbido: es Zayn.

—Hola —murmuro.

—Hola, ¿cuándo acabarás?

—Hacia las siete y media, creo.

—Te esperaré fuera.

—Vale.

Se le nota muy callado, nervioso incluso. ¿Por qué? ¿Estará temeroso de mi reacción?

—Sigo enfadado contigo, pero nada más —susurro—. Tenemos que hablar de muchas cosas.

—Lo sé. Nos vemos a las siete y media.

Jack sale de su despacho.

—Tengo que dejarte. Hasta luego.

Cuelgo.

Miro a Jack, que se acerca con aire despreocupado hacia mí.

—Necesito que hagas un par de cambios. Ya te he vuelto a enviar el informe.

Mientras guardo el documento, se inclina sobre mí, muy cerca… incómodamente cerca. Me roza el brazo con el suyo. ¿Por accidente? Yo retrocedo, pero él finge no darse cuenta. Su otra mano descansa en el respaldo de mi silla y me toca la espalda. Yo me incorporo para no apoyarme en el respaldo.

—Páginas dieciséis y veintitrés, y ya estará —murmura con la boca a unos centímetros de mi oreja.

Su proximidad me produce una sensación desagradable en la piel, pero procuro ignorarla. Abro el documento y empiezo a introducir los cambios, nervioso. Él sigue inclinado sobre mí, y todos mis sentidos están en alerta máxima. Resulta muy molesto e incómodo, y por dentro estoy chillando: ¡Apártate!

—En cuanto esto esté hecho, ya se podrá imprimir. Ya organizarás eso mañana. Gracias por quedarte hasta tarde para terminarlo, Li.

Su voz es suave, amable, como si estuviera acechando a un animal herido. Se me revuelve el estómago.

—Creo que lo mínimo que puedo hacer es recompensarte con una copa rápida. Te la mereces.

Me coloca hacia un lado un mechón el flequillo y me acaricia el lóbulo de la oreja.

Yo me encojo, apretando los dientes, y aparto la cabeza. ¡Maldita sea! Zayn tenía razón. No me toques.

—De hecho, esta noche no puedo.

Ni ninguna otra noche, Jack.

—¿Solo una rápida? —intenta persuadirme.

—No, no puedo. Pero gracias.

Jack se sienta en el borde de mi mesa y frunce el ceño. En el interior de mi cabeza suena con fuerza una alarma. Estoy solo en la oficina. No puedo marcharme. Inquieto, echo un vistazo al reloj. Faltan cinco minutos para que llegue Zayn.

—Yo creo que formamos un gran equipo, Li. Siento no haber podido conseguir lo del viaje a Nueva York. No será lo mismo sin ti.

Seguro que no. Sonrío levemente, porque no se me ocurre qué decir. Y por primera vez en todo el día, siento un ligerísimo alivio por no poder ir.

—¿Así que has tenido un buen fin de semana? —pregunta suavemente.

—Sí, gracias.

¿Qué pretende con esto?

—¿Viste a tu novio?

—Sí.

—¿A qué se dedica?

Es el amo de tu culo…

—A los negocios.

—Interesante. ¿Qué clase de negocios?

—Oh, está metido en asuntos muy diversos.

Jack ladea la cabeza y se inclina hacia mí, invadiendo mi espacio privado… otra vez.

—Estás muy evasivo, Li.

—Bueno, telecomunicaciones, industria y agricultura.

Jack arquea las cejas.

—Cuántas cosas… ¿Para quién trabaja?

—Trabaja por cuenta propia. Si el documento te parece bien, me gustaría marcharme, si estás de acuerdo.

Se aparta. Mi espacio privado vuelve a estar a salvo.

—Claro. Perdona, no pretendía retenerte —miente.

—¿A qué hora cierra el edificio?

—El vigilante está hasta las once.

—Bien.

Sonrío, y mi subconsciente se recuesta en su butaca, aliviado de saber que no estamos solos en el edificio. Apago el ordenador y me levanto, listo para irme.

—¿Te gusta, entonces? ¿Tu novio?

—Le quiero —contesto, y miro directamente a los ojos de Jack.

—Ya. —Jack tuerce el gesto y se levanta de mi escritorio—. ¿Cómo se apellida?

Enrojezco.

—Malik. Zayn Malik —mascullo.

Jack se queda con la boca abierta.

—¿El soltero más rico de Seattle? ¿Ese Zayn Malik?

—Sí. El mismo.

Sí, ese Zayn Malik, tu futuro jefe, que se te merendará si vuelves a invadir mi espacio privado.

—Ya me pareció que me era familiar —dice Jack, sombrío, y vuelve a levantar una ceja—. Bien, pues es un hombre con suerte.

Me lo quedo mirando. ¿Qué contesto a eso?

—Que pases una buena noche, Li.

Jack sonríe, pero esa sonrisa no se refleja en sus ojos, y regresa a toda prisa a su despacho sin volver la vista.

Suspiro, aliviado. Bien, puede que este problema ya esté solucionado. Cincuenta ha vuelto a obrar su magia. Su nombre me basta como talismán, y ha hecho que ese hombre se retirara con la cola entre las piernas. Me permito una sonrisita victoriosa. ¿Lo ves, Zayn? Incluso tu nombre me protege; no tienes que molestarte en tomar esas medidas tan drásticas. Ordeno mi mesa y miro el reloj. Zayn ya debe de estar fuera.

El Audi está aparcado en la acera, y Higgins se apresura a bajar para abrirme la puerta de atrás. Nunca me he alegrado tanto de verle, y entro a toda prisa en el coche para guarecerme.

Zayn está en el asiento de atrás, y clava en mí sus ojos, muy abiertos y prudentes. Con la mandíbula tensa y prieta, preparado para mi rabia.

—Hola —musito.

—Hola —contesta con cautela.

Se me acerca, me coge la mano y la aprieta fuerte, y se me derrite un poco el corazón. Estoy muy confuso. Ni siquiera he decidido qué tengo que decirle. 

—¿Sigues enfadado?

—No lo sé —murmuro.

Él levanta mi mano y me acaricia los nudillos con besos livianos y delicados.

—Ha sido un día espantoso —dice.

—Sí, es verdad.

Pero, por primera vez desde que se fue a trabajar esta mañana, empiezo a relajarme Solo estar con él es como un bálsamo relajante, y todos esos líos con Jack, y el intercambio de e-mails beligerantes, y el incordio añadido que supone Rebecca, se desvanecen. Solo estamos yo y mi controlador obsesivo, en la parte de atrás del coche.

—Ahora que estás aquí ha mejorado —dice en voz baja.

Seguimos sentados en silencio mientras Higgins avanza entre el tráfico vespertino, ambos meditabundos y contemplativos; pero noto que Zayn también se va relajando lentamente, mientras pasa el pulgar suavemente sobre mis nudillos con un ritmo tenue y calmo.

Higgins nos deja en la puerta del edificio del apartamento, y ambos nos refugiamos rápidamente en el interior. Zayn me coge la mano esperamos el ascensor, y sus ojos controlan la entrada del edificio.

—Deduzco que todavía no habéis encontrado a Michael.

—No. Welch sigue buscándolo —reconoce, consternado.

Llega el ascensor y entramos. Zayn baja la vista hacia mí con sus ojos verdes inescrutables. Oh, está sencillamente guapísimo, con el pelo alborotado, la camisa blanca, el traje oscuro. Y de repente ahí está, surgida de la nada, esa sensación. Oh, Dios… el anhelo, el deseo, la electricidad. Si fuera visible, sería una intensa aura azul a nuestro alrededor y extendiéndose entre los dos; es algo muy fuerte. Él me mira y separa los labios.

—¿Tú lo sientes? —musita.

—Sí.

—Oh, Li.

Con un leve gruñido, me agarra y sus brazos se deslizan a mi alrededor, y poniendo una mano en mi nuca inclina mi cabeza hacia atrás, mientras sus labios buscan los míos. Hundo los dedos en su cabello y le acaricio la mejilla, mientras él me empuja contra la pared del ascensor.

—Odio discutir contigo —jadea a mi boca, y su beso tiene una cualidad de pasión y desespero que es un reflejo de lo que yo siento.

El deseo estalla en mi cuerpo, toda la tensión del día buscando salida, presionando contra él, exigiendo más. Somos solo lenguas y aliento y manos y caricias, y una sensación dulce, muy dulce. Pone la mano en mi cadera y me desabrocha pantalón, bruscamente. Sus dedos me acarician el miembro.

—Santo Dios, llevas tirantes —masculla con asombro reverente, mientras con el pulgar me acaricia la piel por encima de uno de ellos—. Quiero ver esto —suspira, y desengancha los tirantes, me baja el pantalón y vuelve a engancharlos a los calzoncillos.

Da un paso atrás y aprieta el botón de parada, y el ascensor se detiene poco a poco entre los pisos veintidós y veintitrés. Tiene los ojos turbios, los labios entreabiertos y respira con dificultad, como yo. Nos miramos fijamente, sin tocarnos. Yo agradezco el sostén de la pared que tengo detrás, mientras me deleito en el atractivo sensual y carnal de este hermoso hombre.

—Desabróchate los dos botones de arriba de la camisa —murmura, con los ojos muy abiertos.

Me hace sentir tan lascivo… Alargo una mano ansiosa y desabrocho los dos botones, y uno de mis tatuajes queda a la vista.

Él traga saliva.

—¿Tienes idea de lo atractivo que estás ahora mismo?

Yo me muerdo el labio con toda intención. Él cierra un segundo los ojos, y luego vuelve a abrirlos, ardientes. Avanza y apoya las manos en las paredes del ascensor, a ambos lados de mi cara. Está todo lo cerca que puede, sin tocarme.

Levanto el rostro para mirarle a los ojos, y él se inclina y me acaricia la nariz con la suya: ese es el único contacto entre los dos. Estoy tan excitado, encerrado en este ascensor con él. Le deseo… ahora.

—Yo creo que sí, señor Payne. Yo creo que le gusta volverme loco.

—¿Yo te vuelvo loco? —susurro.

—En todos los sentidos, Liam. Eres un dios.

Y se me acerca, me coge una pierna por encima de la rodilla y se la coloca alrededor de la cintura, todo lo que le permiten mis pantalones medio bajados, de modo que ahora estoy de pie sobre una pierna y apoyado contra él. Le siento pegado a mí, le noto duro y anhelante sobre mi erección, mientras desliza los labios por mi garganta. Gimo y le rodeo el cuello con los brazos.

—Voy a tomarte ahora —masculla y, en respuesta, arqueo la espalda y me pego a él, anhelando el contacto.

Del fondo de su garganta surge un quejido ronco y quedo, y cuando se desabrocha la cremallera me excito aún más.

—Abrázame fuerte, nene —murmura, y como por arte de magia saca un envoltorio plateado que sostiene frente a mi boca.

Yo lo cojo con los dientes, él tira, y lo rasgamos entre los dos.

—Buen chico. —Se aparta ligeramente para ponerse el condón—. Dios, espero que no le tengas demasiado cariño a estos calzoncillos. Vas a ensuciarlos.

Me da la vuelta y me apoya bruscamente contra la pared del ascensor. La sangre bombea frenética por mis venas y jadeo de deseo.

—Chupa —ordena jadeante.

Me lleva el dedo a la boca y yo lo chupo con vehemencia. Lo saca de repente con un gruñido, me aparta el calzoncillo hacia un lado y lo introduce en mi interior, haciendo círculos.

—Te deseo, Li —susurra a mi oído y me gira la cara para besarme.

Sus palabras son embriagadoras, y olvido la angustia que he pasado durante el día. Y solo somos él y yo, haciendo lo que mejor hacemos. Sin apartar sus ojos de mí, Zayn se hunde en mi interior. Mi cuerpo cede y echo la cabeza hacia atrás, con los ojos cerrados, gozando de sentirle dentro. Él se retira y entra de nuevo, muy lento, muy suave. Gimo.

—Eres mío, Liam —susurra pegado a mi cuello.

—Sí. Tuyo. ¿Cuándo te convencerás? —jadeo.

Él gruñe y empieza a moverse, a moverse de verdad. Y yo sucumbo a su ritmo incesante, saboreo cada embestida, hacia delante y hacia atrás, su respiración entrecortada, su necesidad de mí reflejando la mía de él.

Esto hace que me sienta poderoso, fuerte, deseado, amado… amado por este chico fascinante, complicado, a quien yo también amo con todo mi corazón. Él empuja más y más fuerte, sin aliento, y se pierde en mí mientras yo me pierdo en él.

—Oh, nene —gime Zayn, rozándome el hombro con los dientes, y alcanzo un intenso orgasmo. Descargándome en los calzoncillos. Él se para, me sujeta fuerte, y también llega al clímax mientras susurra mi nombre.

Ahora que Zayn, exhausto y tranquilo, ha recuperado el aliento, me besa con ternura. Me mantiene de pie contra la pared del ascensor, tenemos las mejillas pegadas, y siento mi cuerpo como gelatina, débil, pero gratificado y saciado por el orgasmo.

—Oh, Li —susurra—. Te necesito tanto.

Me besa la mejilla.

—Y yo a ti, Zayn.

Me suelta, me sube el pantalón, me coloca bien los tirantes y me abrocha los botones de la camisa. Luego marca una combinación numérica en el panel y vuelve a poner en marcha el ascensor, que arranca bruscamente y me lanza a sus brazos.

—Higgins debe de estar preguntándose dónde estamos —dice sonriendo con malicia.

Oh, no… Me paso los dedos por el pelo alborotado en un vano intento de disimular la evidencia de nuestro encuentro sexual, pero enseguida desisto. Y para rematar, noto los calzoncillos mojados.

—Ya estás bien —dice Zayn con una mueca de ironía, mientras se sube la cremallera del pantalón y se mete el condón en el bolsillo.

Y una vez más vuelve a ser la imagen personificada del emprendedor americano, aunque en su caso la diferencia es mínima, porque su pelo casi siempre tiene ese aspecto alborotado. Ahora sonríe relajado y sus ojos tienen un encantador brillo juvenil. ¿Por qué se apacigua tan fácilmente?

Se abre la puerta, y Higgins está allí esperando.

—Un problema con el ascensor —musita Zayn cuando salimos.

Yo soy incapaz de mirar a la cara a ninguno de los dos, y cruzo a toda prisa la puerta doble del dormitorio de Zayn en busca de una muda de ropa interior.


***


Cuando vuelvo, Zayn se ha quitado la chaqueta y está sentado en la barra del desayuno charlando con la señora Jones. Ella sonríe afable y dispone dos platos de comida caliente para nosotros. Mmm, huele muy bien: coq au vin, si no me equivoco. Estoy hambriento.

—Espero que les guste, señor Malik, Li —dice, y se retira.

Zayn saca una botella de vino blanco de la nevera, y nos sentamos a cenar. Me cuenta lo cerca que está de perfeccionar un teléfono móvil con energía solar. Está animado y emocionado con el proyecto, y entonces sé que su día no ha ido tan mal del todo.

Le pregunto por sus propiedades. Sonríe irónico, y resulta que solo tiene apartamentos en Nueva York, en Aspen, y el del Escala. Nada más. Cuando terminamos, recojo su plato y el mío y los llevo al fregadero.

—Deja eso, Gail lo hará —dice.

Me doy la vuelta y le miro, y él me responde fijando sus ojos en mí. ¿Llegaré a acostumbrarme a que alguien limpie lo que voy dejando por ahí?

—Bien, ahora que ya está más dócil, señor Payne, ¿hablaremos sobre lo de hoy?

—Yo opino que el que está más dócil eres tú. Creo que se me da bastante bien eso de domarte.

—¿Domarme? —resopla, divertido. Cuando yo asiento, arruga la frente como si meditara mis palabras—. Sí, Liam, quizá si se te dé bien.

—Tenías razón sobre Jack —digo entonces en voz baja y serio, y me inclino sobre la encimera de la isla de la cocina para estudiar se reacción.

A Zayn le cambia la cara y se le endurece la mirada.

—¿Ha intentado algo? —pregunta con una voz gélida y letal.

Yo niego con la cabeza para tranquilizarle.

—No, Zayn, y no lo hará. Hoy le he dicho que soy tu novio, y enseguida ha reculado.

—¿Estás seguro? Podría despedir a ese cabrón —replica Zayn.

Envalentonado por el vino, suspiro.

—Sinceramente, Zayn, deberías dejar que yo solucione mis problemas. No puedes prever todas las contingencias para intentar protegerme. Resulta asfixiante, Zayn. Si no dejas de interferir a todas horas, no progresaré nunca. Necesito un poco de libertad. A mí jamás se me ocurriría meterme en tus asuntos.

Él se me queda mirando.

—Yo solo quiero que estés seguro y a salvo, Liam. Si te pasara algo, yo…

Se calla.

—Lo sé, y entiendo por qué sientes ese impulso de protegerme. Y en parte me encanta. Sé que si te necesito estarás ahí, como yo lo estaré por ti. Pero si albergamos alguna esperanza de futuro para los dos, tienes que confiar en mí y en mi criterio. Claro que a veces me equivocaré, que cometeré errores, pero tengo que aprender.

Me mira fijamente, con una expresión ansiosa que me incita a acercarme a él, hasta colocarme de pie entre sus piernas, mientras sigue sentado en el taburete de la barra. Le cojo las manos para que me rodee con ellas, y luego apoyo las mías en sus brazos.

—No puedes interferir en mi trabajo. No está bien. No necesito que aparezcas como un caballero andante para salvarme. Ya sé que quieres controlarlo todo, y entiendo el porqué, pero no puedes hacerlo siempre. Es una meta imposible… tienes que aprender a dejar que las cosas pasen. —Le acaricio la cara con una mano mientras él me observa con los ojos muy abiertos—. Y si eres capaz de hacer eso, de concederme eso, vendré a vivir contigo —añado en voz baja.

Inspira bruscamente, sorprendido.

—¿De verdad?

—Sí.

—Pero si no me conoces…

Frunce el ceño y de pronto parece ahogado por la emoción, algo totalmente impropio de Cincuenta.

—Te conozco lo suficiente, Zayn. Nada de lo que me cuentes sobre ti hará que me asuste y salga huyendo. —Le paso los nudillos por la mejilla suavemente. Su rostro pasa de la angustia a la duda—. Pero si pudieras dejar de presionarme… —suplico.

—Lo intento, Liam. Pero no podía quedarme quieto y dejar que fueras a Nueva York con ese… canalla. Tiene una reputación espantosa. Ninguno de sus ayudantes ha durado más de tres meses, y nunca se han quedado en la empresa. Yo no quiero eso para ti, Boo. —Suspira—. No quiero que te pase nada. Me aterra la idea de que te hagan daño. No puedo prometerte que no interferiré, no, si no creo que puedes salir mal parado. —Hace una pausa y respira hondo—. Yo te quiero, Liam. Utilizaré todo el poder que tengo a mi alcance para protegerte. No puedo imaginar la vida sin ti.

Madre mía. El dios que llevo dentro, mi subconsciente y yo miramos boquiabiertos y estupefactos a Cincuenta.

Tres palabritas de nada. Mi mundo se paraliza, vacila, y luego empieza a girar sobre un nuevo eje; y yo saboreo el momento mirando sus sinceros y hermosos ojos verdes.

—Yo también te quiero, Zayn.

Y le beso, y el beso se intensifica.

Higgins, que ha entrado sin que le viéramos, carraspea. Zayn se echa hacia atrás, sin dejar de mirarme intensamente. Se pone de pie y me rodea la cintura con el brazo.

—¿Sí? —le espeta a Higgins.

—La señora Flack está subiendo, señor.

—¿Qué?

Higgins se encoge de hombros a modo de disculpa. Zayn respira hondo y sacude la cabeza.

—Bueno, esto se pone interesante —masculla. Y me dedica una mueca de resignación.

¡Maldita sea! ¿Por qué no nos dejará en paz esa condenada mujer?
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Mensaje por Invitado Lun 10 Mar 2014, 2:25 pm

ay! la puta! que pasara!!!
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Mensaje por AndyKP Lun 10 Mar 2014, 7:01 pm

Dioooooos la amo!! 
Síguela!
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Mensaje por Zeus A. Mar 11 Mar 2014, 6:16 pm

ok....mori, sabes? esto puede con migo! PUEDE!
Zayn me molesta._. si yo tuviera un novio asi sabes como le meto una cachetada._. okya xD MUCHAS GRACIAS POR LOS CAAAAAPS!!! genia, te amo, mucho, en serio
Subela cuando puedas! ;) muchas gracias en serio!
Zeus A.
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Mensaje por PipeAlejandroMalik Mar 11 Mar 2014, 10:35 pm

La dejas en la mejor parte D:
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Mensaje por LittleRabbit69 Miér 12 Mar 2014, 2:37 pm

OMG
Síguela
Síguela
Tienes que seguirla
OMG ! Se quedo en la mejor parte ,
La señora Robinson va subiendo
LittleRabbit69
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Mensaje por Zeus A. Miér 12 Mar 2014, 8:15 pm

sabes? me pones muy nerviosa xD es como que wefjweiofjwiofej QUIERO SABER QUE PASA° SIGUELA POR FAVOOOOOOOOOOOOR O MUEROOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!
Zeus A.
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Mensaje por Invitado Vie 14 Mar 2014, 11:10 am

capitulo 12.
—¿Hablaste hoy con ella? —le pregunto a Zayn mientras esperamos la llegada de la señora Robinson.

—Sí.

—¿Qué le dijiste?

—Le dije que tú no querías verla, y que yo entendía perfectamente tus motivos. También le dije que no me gustaba que actuara a mis espaldas.

Tiene una mirada inexpresiva que no trasluce nada.

Ay, Dios.

—¿Y ella qué dijo?

—Eludió la responsabilidad como solo ella sabe hacerlo.

Hace una mueca con los labios.

—¿Para qué crees que ha venido?

—No tengo ni idea —responde Zayn, encogiéndose de hombros.

Higgins vuelve a entrar en el salón.

—La señora Flack —anuncia.

Y ahí está… ¿Por qué ha de ser tan endiabladamente atractiva? Va toda vestida de negro: vaqueros ajustados, una blusa que realza su silueta perfecta, y el cabello brillante y sedoso como un halo.

Zayn me atrae hacia él.

—Rebecca —dice, y parece confuso.

Ella me mira estupefacta y se queda paralizada. Le cuesta recuperar la voz y parpadea.

—Lo siento. No sabía que estabas acompañado, Zayn. Es lunes —dice como si eso explicara su presencia aquí.

—Novio —responde Zayn a modo de explicación, mientras ladea la cabeza y le dedica una sonrisa fría.

En la cara de ella aparece lentamente un gesto de inmensa satisfacción. Todo resulta muy desconcertante.

—Claro. Hola, Liam. No sabía que estabas aquí. Sé que no quieres hablar conmigo, y lo entiendo.

—¿Ah, sí? —respondo en voz baja, y la miro a la cara de un modo que nos sorprende a ambos.

Ella frunce levemente el ceño y avanza un paso más para entrar en la habitación.

—Sí, he captado el mensaje. No he venido a verte a ti. Como he dicho, Zayn no suele tener compañía entre semana. —Hace una pausa—. Tengo un problema y necesito hablarlo con Zayn.

—¿Ah? —Zayn se yergue—. ¿Quieres beber algo?

—Sí, por favor.

Zayn le sirve una copa de vino, mientras Rebecca y yo seguimos observándonos mutuamente con cierta incomodidad. Ella juguetea con un gran anillo de plata que lleva en el dedo corazón, y yo no sé dónde mirar. Finalmente me dedica una sonrisita crispada, se acerca a la cocina y se sienta en el taburete del extremo de la isla. Es obvio que conoce bien el sitio y que se mueve por él con naturalidad.

¿Me quedo? ¿Me marcho? Oh, qué difícil es esto. Mi subconsciente mira ceñudo a Rebecca con su expresión más abiertamente hostil.

Hay tantas cosas que quiero decirle a esa mujer, y ninguna es agradable. Pero es amiga de Zayn —su única amiga—, y por mucho odio que sienta por ella, soy educado por naturaleza. Decido quedarme y me siento, con toda la elegancia de la que soy capaz, en el taburete que ocupaba Zayn. Él nos sirve vino en las copas y se sienta entre ambos en la barra del desayuno. ¿Se da cuenta de lo raro que es todo esto?

—¿Qué pasa? —le pregunta a Rebecca.

Ella me mira nerviosa, y Zayn me coge la mano.

—Liam está ahora conmigo —dice ante su pregunta implícita, y me aprieta la mano.

Yo me sonrojo y mi subconsciente, olvidada ya la cara de arpía, sonríe radiante.

Rebecca suaviza el gesto como si se alegrara por él. Como si realmente se alegrara por él. Oh, no entiendo en absoluto a esta mujer, y su presencia me incomoda y me pone nervioso.

Ella inspira profundamente, se remueve inquieta y se sienta en el borde del taburete. Se mira las manos con nerviosismo, y empieza a dar vueltas sin parar al anillo de plata de su dedo corazón.

¿Cuál es su problema? ¿Qué yo esté presente? ¿Provoco ese efecto en ella? Porque yo siento lo mismo: no la quiero aquí. Ella levanta la cabeza y mira a Zayn directamente a los ojos.

—Me están haciendo chantaje.

Por Dios. No es eso lo que esperaba que dijera. Zayn se pone tenso. ¿Alguien ha descubierto su afición por los jóvenes menores de edad maltratados y vapuleados por la vida? Reprimo mi repulsión, y por un momento acude a mi mente esa frase sobre el burlador burlado. Mi subconsciente se frota las manos con mal disimulado placer. Bien.

—¿Cómo? —pregunta Zayn, y su voz refleja claramente el espanto.

Ella coge su enorme bolso de piel, un diseño exclusivo, saca una nota y se la entrega.

—Ponla aquí y ábrela.

Zayn señala la barra con el mentón.

—¿No quieres tocarla?

—No. Huellas dactilares.

—Zayn, tú sabes que no puedo ir a la policía con esto.

¿Por qué estoy escuchando? ¿Es que ella está tirándose a otro pobre chico?

Deja la nota delante de él, que se inclina para leerla.

—Solo piden cinco mil dólares —dice como si no le diera importancia—. ¿Tienes idea de quién puede ser? ¿Alguien de la comunidad?

—No —contesta ella con su voz dulce y melosa.

—¿Linc?

¿Linc? ¿Quién es ese?

—¿Qué? ¿Después de tanto tiempo? No creo —masculla ella.

—¿Lo sabe Isaac?

—No se lo he dicho.

¿Quién es Isaac?

—Creo que él debería saberlo —dice Zayn.

Ella niega con la cabeza, y ahora me siento fuera de lugar. No quiero saber nada de esto. Intento soltar mi mano de la de Zayn, pero él me retiene con fuerza y se vuelve a mirarme.

—¿Qué pasa? —pregunta.

—Estoy cansado. Creo que me voy a la cama.

Sus ojos escrutan los míos… ¿buscando acaso qué? ¿Censura? ¿Aprobación? ¿Hostilidad? Yo intento mantenerme impertérrito.

—De acuerdo —dice—. Yo no tardaré.

Me suelta y me pongo de pie. Zayn me mira con cautela. Yo sigo impasible y le devuelvo la mirada sin expresar nada.

—Buenas noches, Liam —me dice con una leve sonrisa.

—Buenas noches —musito con frialdad.

Me doy la vuelta para marcharme. La tensión me resulta insoportable. En cuanto salgo de la estancia ellos reanudan la conversación.

—No creo que yo pueda hacer gran cosa, Rebecca —le dice Zayn—. Si es una cuestión de dinero… —Se interrumpe—. Puedo pedirle a Welch que investigue.

—No, Zayn, solo quería que lo supieras —dice ella.

Desde fuera del salón la oigo comentar:

—Se te ve feliz.

—Lo soy —contesta Zayn.

—Mereces serlo.

—Ojalá eso fuera verdad.

—Zayn… —replica en tono reprobador.

Yo me quedo paralizado, y escucho atentamente sin poder evitarlo.

—¿Sabe él lo negativo que eres contigo mismo? ¿En todos los aspectos?

—Él me conoce mejor que nadie.

—¡Vaya! Eso me ha dolido.

—Es la verdad, Rebecca. Con él no necesito jueguecitos. Y lo digo en serio, déjale en paz.

—¿Cuál es su problema?

—Tú… lo que fuimos. Lo que hicimos. Él no lo entiende.

—Haz que lo entienda.

—Eso es el pasado, Rebecca, ¿y por qué voy a querer contaminarle con nuestra jodida relación? Él es bueno y dulce e inocente, y, milagrosamente, me quiere.

—Eso no es un milagro, Zayn —le replica ella con afecto—. Confía un poco en ti mismo. Eres una auténtica joya. Ya te lo he dicho muchas veces. Y él parece encantador también. Fuerte. Alguien que te hará frente.

No oigo la respuesta de Zayn. Así que soy fuerte… ¿en serio? La verdad es que no me siento así.

—¿Lo echas de menos? —continúa Rebecca.

—¿El qué?

—Tu cuarto de juegos.

Se me corta la respiración.

—La verdad es que eso no es asunto tuyo, maldita sea —le espeta Zayn.

Oh.

—Perdona —replica Rebecca sin sentirlo realmente.

—Creo que deberías irte. Y, por favor, otra vez llama antes de venir.

—Lo siento, Zayn —dice, y a juzgar por el tono, esta vez es de verdad—. ¿Desde cuándo eres tan sensible? —vuelve a reprenderle.

—Rebecca, nosotros tenemos una relación de negocios que ha sido enormemente provechosa para ambos. Dejémoslo así. Lo que hubo entre los dos forma parte del pasado. Liam es mi futuro, y no quiero ponerlo en peligro de ningún modo, así que ahórrate toda esa mierda.

¡Su futuro!

—Ya veo.

—Mira, siento que tengas problemas. Quizá deberías enfrentarte directamente y plantarles cara.

Ahora su tono es más suave.

—No quiero perderte, Zayn.

—Para eso debería de ser tuyo, Rebecca —le espeta de nuevo.

—No quería decir eso.

—¿Qué querías decir?

Está enfadado, su tono es brusco.

—Oye, no quiero discutir contigo. Tu amistad es muy importante para mí. Me alejaré de Liam. Pero si me necesitas, aquí estaré. Siempre.

—Liam cree que estuvimos juntos el sábado pasado. En realidad tú me llamaste por teléfono y nada más. ¿Por qué le dijiste lo contrario?

—Quería que supiera cuanto te afectó que se marchara. No quiero que te haga daño.

—Él ya lo sabe. Se lo he dicho. Deja de entrometerte. Francamente, te estás comportando como una madraza muy pesada.

Zayn parece más resignado y Rebecca se ríe, pero su risa tiene un deje triste.

—Lo sé. Lo siento. Ya sabes que e preocupo por ti. Nunca pensé que acabarías enamorándote, Zayn, y verlo es muy gratificante. Pero no podría soportar que él te hiciera daño.

—Correré el riesgo —dice con sequedad—. ¿Seguro que no quieres que Welch investigue un poco?

Rebecca lanza un gran suspiro.

—Supongo que eso no perjudicaría a nadie.

—De acuerdo. Le llamaré mañana por la mañana.

Les oigo hablar un poco más del tema. Como viejos amigos, como dice Zayn. Solo amigos. Y ella se preocupa por él… quizá demasiado. Bueno, como haría cualquiera que le conociera bien.

—Gracias, Zayn. Y lo siento. No pretendía entrometerme. Me voy. La próxima vez llamaré.

—Bien.

¡Se marcha! ¡Oh, maldita sea! Recorro a toda prisa el pasillo hasta el dormitorio de Zayn y me siento en la cama. Zayn entra poco después.

—Se ha ido —dice cauteloso, pendiente de mi reacción.

Yo levanto la vista, le miro e intento formular mi pregunta.

—¿Me lo contarás todo sobre ella? Intento entender por qué crees que te ayudó. —Me callo y pienso a fondo mi siguiente frase—. Yo la odio, Zayn. Creo que te hizo un daño indecible. Tú no tienes amigos. ¿Fue ella quien los alejó de ti?

Él suspira y se pasa la mano por el pelo.

—¿Por qué coño quieres saber cosas de ella? Tuvimos una historia hace mucho tiempo, ella solía darme palizas de muerte y yo me la tiraba de formas que tú ni siquiera imaginas, fin de la historia.

Me pongo pálido. Oh, no, está enfadado… conmigo.

—¿Por qué estás tan enfadado?

—¡Porque toda esa mierda se acabó! —grita, ceñudo.

Suspira exasperado y menea la cabeza.

Estoy banco como la cera. Dios. Me miro las manos unidas en mi regazo. Yo solo pretendo entenderlo.

Se sienta a mi lado.

—¿Qué quieres saber? —pregunta con aire cansado.

—No tienes que contármelo. No quiero entrometerme.

—No es eso, Liam. No me gusta hablar de todo aquello. He vivido en una burbuja durante años, sin que nada me afectara y sin tener que justificarme ante nadie. Ella siempre ha sido mi confidente. Y ahora mi pasado y mi futuro colisionan de una forma que nunca creí posible.

Le miro, y él me está observando con los ojos muy abiertos.

—Nunca imaginé mi futuro con nadie, Liam. Tú me das esperanzas y haces que me plantee todo tipo de posibilidades —se queda pensando.

—Os he estado escuchando —susurro, y vuelvo a mirarme las manos.

—¿Qué? ¿Nuestra conversación?

—Sí.

—¿Y? —dice en todo resignado.

—Ella se preocupa por ti.

—Sí, es verdad. Y yo por ella, a mi manera, pero eso no se puede ni comparar siquiera a lo que siento por ti. Si es que se trata de eso…

—No estoy celoso. —Me duele que piense eso… ¿o si lo estoy? Maldita sea. Quizá sea eso—. Tú no la quieres —murmuro.

Él vuelve a suspirar. Se le nota de nuevo enfadado.

—Hace mucho tiempo creí que la quería —dice con los dientes apretados.

Oh.

—Cuando estábamos en Georgia… dijiste que no la querías.

—Es verdad.

Frunzo el ceño.

—Entonces te amaba a ti, Liam —susurra—. He volado cinco mil kilómetros solo para verte. Eres la única persona por la que he hecho algo así.

Oh, Dios… No lo entiendo, en aquel momento él todavía me quería como sumiso. Frunzo más el ceño.

—Mis sentimientos por ti son muy diferentes de los que sentí nunca por Rebecca —dice a modo de explicación.

—¿Cuándo lo supiste?

Se encoge de hombros.

—Es irónico, pero fue Rebecca quien me lo hizo notar. Ella me animó a ir a Georgia.

¡Lo sabía! Lo supe en Savannah. Le miro, impasible.
¿Y ahora qué? Quizá ella esté realmente de mi parte y solo le preocupa que yo pueda hacerle daño a Zayn. Pensar en eso me duele. Yo nunca desearía hacerle daño. Ella tiene razón: ya le han herido bastante.

Puede que no sea tan mala, después de todo. Niego con la cabeza. No quiero aceptar su relación con Zayn. La desapruebo. Sí, eso es. Es un personaje despreciable que se aprovechó de un adolescente vulnerable y le arrebató es etapa de su vida, diga lo que diga él:

—¿Así que la deseabas? Cuando eras más joven.

—Sí.

Ah.

—Me enseñó muchísimas cosas. Me enseño a creer en mí mismo.

Ah.

—Pero ella también te daba unas palizas terribles.

Él sonríe con cariño.

—Sí, es verdad.

—¿Y a ti te gustaba?

—En aquella época, sí.

—¿Tanto que querrías hacérselo a otros?

Abre los ojos de par en par y se pone serio.

—Sí.

—¿Ella te ayudó con eso?

—Sí.

—¿Fue también tu sumisa?

—Sí.

Por Dios…

—¿Y esperas que me caiga bien? —digo con voz amarga y quebradiza.

—No. Aunque eso me facilitaría muchísimo la vida —dice con cautela—. Comprendo tu reticencia.

—¡Reticencia! Dios, Zayn… si se hubiera tratado de tu hijo, ¿qué sentirías?

Se me queda mirando, como si no comprendiera del todo la pregunta. Tuerce el gesto.

—Nadie me obligó a estar con ella. Lo elegí yo, Liam —murmura.

Así no voy a llegar a ninguna parte.

—¿Quién es Linc?

—Su ex marido.

—¿Linc el maderero?

—El mismo —dice sonriendo.

—¿E Isaac?

—Su actual sumiso.

Oh, no.

—Tiene veintimuchos años, Liam. Ya sabes, es un adulto que sabe lo que hace —añade enseguida, al interpretar correctamente mi expresión de repugnancia.

—Tu edad —musito.

—Mira, Liam, como le he dicho a Rebecca, ella forma parte de mi pasado. Tú eres mi futuro. No permitas que se entrometa entre nosotros, por favor. Y la verdad, ya estoy harto de este tema. Voy a trabajar un poco. —Se pone de pie y me mira—. Déjalo estar, por favor.

Yo levanto la vista y le observo, tozudo.

—Ah, casi me olvido —añade—. Tu coche ha llegado un día antes. Está en el garaje. Higgins tiene la llave.

Uau… ¿el Saab?

—¿Podré conducirlo mañana?

—No.

—¿Por qué no?

—Ya sabes por qué no. Y eso me recuerda que, si vas a salir de la oficina, me lo hagas saber. Sawyer estaba allí, vigilándote. Por lo visto, no puedo fiarme de que cuides de ti mismo —dice en tono de reproche, y consigue que vuelva a sentirme como un niño descarriado… otra vez.

Y me dan ganas de volver a plantarle cara, pero ya está bastante exaltado por lo de Rebecca y no quiero presionarle más. Si embargo no puedo evitar comentar:

—Por lo visto, yo tampoco puedo fiarme de ti —digo entre dientes—. Podrías haberme dicho que Sawyer me estaba vigilando.

—¿Quieres discutir por eso también? —replica.

—NO sabía que estuviéramos discutiendo. Creía que nos estábamos comunicando —mascullo malhumorado.

Él cierra los ojos un segundo y hace esfuerzos para reprimir el mal genio. Yo trago saliva y le miro, ansioso. No sé cómo acabará esto.

—Tengo trabajo —dice en voz baja, y seguidamente sale de la habitación.

Exhalo con fuerza. No me había dado cuenta de que estaba conteniendo la respiración. Me tumbo otra vez en la cama, mirando el techo.

¿Alguna vez podremos tener una conversación que no termine en discusión? Resulta agotador.

Simplemente, aún no nos conocemos bien. ¿Realmente quiero venirme a vivir con él? Ni siquiera sé si debería prepararle una taza de té o de café mientras está trabajando. ¿Debería interrumpirle? No tengo ni idea de qué le gusta y qué no.

Es evidente que está harto de todo el tema de Rebecca… y tiene razón: tengo que olvidarlo. Dejarlo correr. Bien, al menos no espera que me haga amigo de ella, y confío en que ahora Rebecca deje de acosarme para que nos veamos.

Salgo de la cama y voy hacia el ventanal. Abro la puerta del balcón y me acerco a la barbilla de vidrio. Su transparencia me pone nervioso. Está muy alto, y el aire es fresco, frío.

Contemplo las luces de Seattle centelleando allá fuera. Zayn está tan lejos de todo, aquí arriba en su fortaleza. No tiene que rendir cuentas ante nadie. Acababa de decirme que me quería, y entonces vuelve a interponerse toda esa porquería por culpa de esa espantosa mujer. Pongo los ojos en blanco. Su vida es muy complicada. Él es muy complicado.

Respiro hondo, echo un último vistazo a la ciudad que se extiende a mis pies como un manto dorado, y decido telefonear a Mark. Hace tiempo que no hablo con él. Tenemos una conversación breve, como de costumbre, pero me cuesta que está bien y que estoy interrumpiendo un partido de fútbol importante.

—Espero que vaya todo bien con Zayn —dice con naturalidad, y sé que su intención es obtener información, pero que en realidad no lo quiere saber.

—Sí. Estamos muy bien.

Más o menos, y me voy a vivir con él. Aunque no hemos concretado fechas.

—Te quiero, papá.

—Yo también te quiero, Li.

Cuelgo y miro el reloj. Solo son las diez. Estoy inquieto y tenso.

Me doy una ducha rápida y, cuando vuelvo a la habitación, decido ponerme uno de los pantalones de pijama de Neiman Marcus que me envió Catherine Acton. Zayn siempre se queja de mis camisetas. Hay tres. Escojo los azules y me los pongo. La tela se desliza por mi piel, acariciándome mientras me cubre las piernas. Es de un satén finísimo y buenísimo, que transmite una sensación de lujo. ¡Uau! Me miro en el espejo. Estoy sin camiseta. Mi reflejo es tan elegante… y tan impropio de mí.

Cojo la bata a juego y decido ir a buscar un libro a la biblioteca. Puedo leer con mi iPad, pero en este momento me apetece la comodidad y la solidez física de un libro. Dejaré tranquilo a Zayn. Quizá recupere el buen humor cuando haya terminado de trabajar.

En la biblioteca de Zayn hay una cantidad ingente de libros. Tardaría una eternidad en revisarlos título por título. Le echo un vistazo a la mesa de billar y, al recordar la noche anterior, me ruborizo. Sonrío al ver que la regla sigue en el suelo. La recojo y golpeo en la mano. ¡Ay! Escuece.

¿Por qué no puedo aceptar un poco más de dolor por mi chico? Dejo la regla sobre la mesa con cierto abatimiento y sigo buscando un buen libro para leer.

La mayoría son primeras ediciones. ¿Cómo puede haber reunido una colección como esta en tan poco tiempo? Quizá el trabajo de Higgins incluya la adquisición de libros. Me decido por ‘Rebecca’, de Daphne de Maurier. Lo leí hace mucho tiempo. Sonrío, me acurruco en una de las mullidas butacas y leo la primera frase: Anoche soné que había vuelto a Manderley…


Me despierto de golpe cuando Zayn me toca un brazo.

—Hola —murmura hundiendo la nariz en mi pelo—, te has quedado dormido. No te encontraba. Ven, te llevaré a la cama.

Me carga sobre su espalda. Adormecido, le echo los brazos al cuello y aspiro su aroma —oh, qué bien huele—, mientras él me lleva otra vez al dormitorio. Me tumba en la cama y me arropa.

—Duerme, nene —susurra, y me besa en la frente.


Me despierto sobresaltado de un sueño convulso y me quedo momentáneamente desorientado. Reacciono mirando con ansiedad a los pies de la maca, pero allí no hay nadie. Del salón llega el tenue sonido de una compleja melodía de piano.

¿Qué hora es? Miro el despertador: las dos de la madrugada. ¿Habrá dormido algo Zayn? Apartando la bata que todavía llevo puesta y que se me enreda en las piernas, bajo de la cama.

Me quedo de pie en la penumbra del salón, escuchando. Zayn está absorto en la música. Parece tranquilo y a salvo en su burbuja de luz. Y la pieza que interpreta es una melodía cadenciosa, con partes que me resultan familiares. Pero es muy compleja. Es un intérprete maravilloso. ¿Por qué siempre me sorprendo ante ello?

La escena en conjunto parece diferente de algún modo, y entonces me doy cuenta de que la tapa del piano está bajada y el entorno parece más diáfano. Él levanta la vista y nuestras miradas se encuentran. Sus ojos verdes se iluminan bajo el difuso resplandor de la lámpara. Sigue tocando, sin la menor vacilación ni fallo, mientras yo me voy acercando. Me sigue con sus ojos, que se embeben de mí, arden y resplandecen. Cuando llego a su lado, deja de tocar.

—¿Por qué paras? Era precioso.

—¿Tienes idea de lo deseable que estás en este momento? —dice en voz baja.

Oh.

—Ven a la cama —susurro, y sus ojos refulgen cuando me tiende la mano.

La acepto, él tira repentinamente de mí y caigo en su regazo. Me rodea con sus brazos y me acaricia la nuca con la nariz, por detrás de la oreja, y un escalofrío me recorre la columna.

—¿Por qué nos peleamos? —murmura, y sus dientes me rozan el lóbulo.

Mi corazón late con fuerza y empieza a palpitar desbocado, y mi cuerpo se enardece.

—Porque nos estamos conociendo, y tú eres tozudo y cascarrabias y gruñón y difícil —murmuro sin aliento, y ladeo la cabeza para facilitarle el acceso a mi cuello.

Él baja la nariz por mi garganta, y noto que sonríe.

—Soy todas esas cosas, señor Payne. Me asombra que me soporte. —Me mordisquea el lóbulo y yo gimo—. ¿Es siempre así? —suspira.

—No tengo ni idea.

—Yo tampoco.

Tira del cinturón de mi bata, la abre, y desliza una mano que me acaricia el cuerpo, el torso. Se me pone la piel de gallina con sus tiernas caricias. Él sigue bajando hacia la cintura, hasta la cadera.

—Es muy agradable tocarte. Tienes un cuerpo perfecto.

Tira suavemente de mi vello púbico y me provoca un gemido, mientras con la otra mano me agarra el pelo de la nuca. Me echa la cabeza hacia atrás y me besa con una lengua anhelante, despiadada, hambrienta. Yo respondo con un quejido y acaricio ese rostro tan querido. Con una mano me baja el pantalón, con delicadeza, despacio, seductor. Me acaricia el trasero desnudo.

De repente se levanta, sobresaltándome. Me coloca sobre el piano con los pies apoyados en las teclas, que emiten notas discordantes e inconexas, mientras sus manos suben por mis piernas y me separan las rodillas. Me sujeta las manos.

—Túmbate —ordena, sin soltarme las manos mientras yo me recuesto sobre el piano.

Noto en la espalda la tapa dura y rígida. Me libera las manos y me separa mucho las piernas. Mis pies bailan sobre las teclas, sobre las notas más graves y agudas.

Ay, Dios. Sé que va a hacer, y la expectativa… Cuando me besa el interior de la rodilla gimo con fuerza. Luego me mordisquea mientras sube por la pierna hasta el muslo. Yo flexiono los pies y vuelven a sonar los acordes discordantes. Cierro los ojos y, cuando su mano alcanza mi miembro, me rindo a él.

Me besa… ahí… Oh, Dios… ahora sopla ligeramente la punta antes de envolverme con la lengua. Empuja para separarme más las piernas, y yo me siento tan expuesto… tan vulnerable. Me coloca bien, apoya las manos en mis costados, y su lengua sigue torturándome, sin cuartel, sin descanso… sin piedad. Yo alzo las caderas para unirme y acompasarme a su ritmo.

—Oh, Zayn, por favor —gimo.

—Ah, no, nene, todavía no —dice con un deje burlón, pero noto que me acelero al ritmo de él, y entonces se detiene.

—No —gimoteo.

—Esta es mi venganza, Li —gruñe suavemente—. Si discutes conmigo, encontraré el modo de desquitarme con tu cuerpo.

Dibuja un rastro de besos a través de mi vientre, su manos recorren mis muslos hacia arriba, rozando, masajeando, seduciendo. Me rodea el ombligo con la lengua, mientras sus manos —y sus pulgares… oh, sus pulgares— llegan a mi entrada.

—¡Ah! —grito cuando uno de ellos penetra en mi interior.

Mi espalda se arquea y se separa de la tapa del piano, y me retuerzo bajo sus caricias. Es casi insoportable.

—¡Zayn! —grito, y me sumerjo en una espiral descontrolada de deseo. 

Él se apiada de mí y se separa. Me levanta los pies del teclado, me empuja y me desliza sobre la tapa del piano. Se arrodilla un momento para ponerse un condón. Se cierne sobre mí y yo jadeo, le miro con anhelo febril, y me doy cuenta de que está desnudo. ¿Cuándo se ha quitado la ropa?

Él baja la mirada hacia mí con ojos asombrados, maravillados de amor y pasión, y resulta embriagador.

—Te deseo tanto —dice y muy despacio, de forma exquisita, se hunde en mí.


Estoy tumbado sobre él, exhausto, siento las extremidades pesadas y lánguidas. Ambos estamos encima del piano. Oh, Dios. Es mucho más cómodo estar encima de Zayn que sobre el piano. Con cuidado de no tocarle el torso, apoyo la mejilla en él y me quedo inmóvil. No protesta, y escucho su respiración, que se ralentiza como la mía. Me acaricia con ternura el pelo.

—¿Tomas té o café por las noches? —pregunto, medio dormido.

—Qué pregunta tan rara —dice también adormilado.

—Se me ocurrió llevarte un té al estudio, y entonces caí en la cuenta de que no sabía si te apetecería.

—Ah, ya. Por las noches agua o vino, Li. Aunque a lo mejor debería probar el té.

Baja la mano cadenciosamente por mi espalda y me acaricia con ternura.

—La verdad es que sabemos muy poco uno del otro —murmuro.

—Lo sé —dice en tono afligido.

Me siento y le miro fijamente.

—¿Qué pasa? —pregunto.

Él mueve la cabeza, como si quisiera deshacerse de una idea desagradable. Levanta una mano y me acaricia la mejilla, con los ojos brillantes, muy serio.

—Te quiero, Li Payne —dice.


***


A las seis en punto suena la alarma con la información del tráfico, y me despierta bruscamente de un perturbador sueño sobre rubias de intensa cabellera y chicos de pelo oscuro. No entiendo de qué va todo esto, pero me olvido al momento porque Zayn Malik me envuelve el cuero como la seda, con su mata de pelo rebelde sobre mi pecho, una mano apoyada en mi hombro y una pierna echada por encima de mí, sujetándome. Él sigue durmiendo y yo tengo demasiado calor. Pero no hago caso de esa incómoda sensación, e intento pasarle los dedos por el pelo con suavidad. Se mueve, levanta sus brillantes ojos verdes y sonríe adormilado. Oh, Dios… es adorable.

—Buenos días, precioso —dice.

—Buenos días, precioso tú también.

Le devuelvo la sonrisa. Me besa, se desenreda para incorporarse, se apoya en un codo y me mira.

—¿Has dormido bien?

—Sí, a pesar de esa interrupción de anoche.

Su sonrisa se ensancha.

—Mmm. Tú puedes interrumpirme así siempre que quieras.

Vuelve a besarme.

—¿Y tú? ¿Has dormido bien?

—Contigo siempre duermo bien, Liam.

—¿Ya no tienes pesadillas?

—No.

Frunzo el ceño y me atrevo a preguntar.

—¿Sobre qué son tus pesadillas?

Él arquea una ceja y su sonrisa se desvanece. Maldita sea… mi estúpida curiosidad.

—Son imágenes de cuando era muy pequeño, según dice el doctor Atkin. Algunas muy claras, otras menos.

Se queda pensativo un momento, sin dejar de acariciarme la piel con el pulgar.

—Recuerdo a la puta adicta al crack preparando algo en el horno. Recuerdo el olor. Creo que era un pastel de cumpleaños. Para mí. Y luego recuerdo la llegada de Cher, cuando ya estaba con mis padres. A mi madre le preocupaba mi reacción, pero yo adoré a aquel bebé desde el primer momento. La primera palabra que dije fue «Cher». Recuerdo mi primera clase de piano. La señora Kathie, la profesora, era extraordinaria. Y también criaba caballos.

Sonríe con nostalgia.

—Dijiste que tu madre te salvó la vida. ¿Cómo?

Su expresión soñadora desaparece, y me mira como si yo fuera incapaz de sumar dos más dos.

—Me adoptó —dice sin más—. La primera vez que la vi creí que era un ángel. Iba vestida de blanco, y fue tan dulce y tranquilizadora mientras me examinaba… Nunca lo olvidaré. Si ella me hubiera rechazado. O si Des me hubiera rechazado… —Se encoge de hombros y echa un vistaza al despertador a su espalda—. Todo esto es un poco demasiado profundo para esta hora de la mañana —musita.

—Me he prometido a mí mismo que te conocería mejor.

—¿Ah, sí, señor Payne? Yo creía que solo quería saber si prefería café o té. —Sonríe—. De todas formas, se me ocurre una forma mejor de que me conozcas —dice, empujando las caderas hacia mí sugerentemente.

—Creo que en ese sentido ya te conozco bastante —replico con altivez, haciéndole sonreír aún más.

—Pues yo creo que nunca te conoceré bastante en ese sentido —murmura—. Está claro que despertarse contigo tiene ventajas —dice en un tono seductor que me derrite por dentro.

—¿Tienes que levantarte ya? —pregunto con voz baja y ronca.

Oh… lo que provoca en mí…

—Esta mañana no. Ahora mismo solo deseo estar en un sitio, señor Payne —dice con un brillo lascivo en los ojos.

—¡Zayn! —jadeo sobresaltado cuando, de pronto, le tengo encima, sujetándome contra la cama.

Me coge las manos, me las coloca sobre la cabeza y empieza a besarme el cuello.

—Oh, señor Payne. —Sonríe con su boca contra mi piel, y su mano recorre mi cuerpo y empieza a bajarme despacio el pantalón de satén, provocándome unos calambres deliciosos—. Ah, lo que me gustaría hacerte —murmura.

Y el interrogatorio se acaba, y yo estoy perdido.

La señora Jones me sirve tortitas y beicon para desayunar, y una tortilla y beicon para Zayn. Estamos sentados de lado frente a la barra, cómodos y en silencio.

—¿Cuándo conoceré a Claude, tu entrenador, para ponerle a prueba? —pregunto.

Zayn me mira y sonríe.

—Depende de si quieres ir a Nueva York este fin de semana o no; a menos que quieras verle entre semana, a primera hora de la mañana. Le pediré a Andrea que consulte su horario y te lo diga.

—¿Andrea?

—Mi asistente personal.

Ah, sí.

—Una de tus muchas rubias —bromeo.

—No es mía. Trabaja para mí. Tú eres mío.

Yo trabajo para ti —murmuro en tono mordaz.

Él sonríe, como si lo hubiera olvidado.

—Eso también —replica, y su sonrisa se ensancha de forma contagiosa.

—Quizá Claude pueda enseñarme kickboxing —le advierto.

—¿Ah, sí? ¿Para enfrentarte a mí con más garantías? —Zayn levanta una ceja, divertido— Pues adelante, señor Payne.

Ahora se le ve tan condenadamente feliz, comparado con el mal humor de anoche cuando se fue Rebecca, que me desarma totalmente. A lo mejor es por todo el sexo… a lo mejor es eso lo que le pone tan contento.

Echo un vistazo al piano a nuestra espalda, y me deleito en el recuerdo de anoche.

—Has vuelto a levantar la tapa del piano.

—La bajé anoche para no molestarte. Por lo visto no funcionó, pero me alegro.

Zayn esboza una sonrisa lasciva mientras se lleva un trozo de tortilla a los labios. Yo me pongo de todos los colores y le devuelvo la sonrisa.

Oh sí… esos gloriosos momentos sobre el piano.

La señora Jones se inclina sobre la barra y me coloca delante una bolsa de papel con mi almuerzo, y yo me sonrojo, avergonzado.

—Para después, Li. De atún, ¿vale?

—Sí, sí. Gracias, señora Jones.

Le sonrío con timidez.

Ella me devuelve una sonrisa afectuosa y abandona la estancia. Para proporcionarnos un poco de intimidad, supongo.

—¿Puedo preguntarte una cosa?

Su expresión divertida se esfuma.

—Claro.

—¿Y no te enfadarás?

—¿Es sobre Rebecca?

—No.

—Entonces no me enfadaré.

—Pero ahora tengo una pregunta adicional.

—¿Ah?

—Que sí es sobre ella.

Él pone los ojos en blanco.

—¿Qué? —dice, ahora ya exasperado.

—¿Por qué te enfadas tanto cuando te pregunto por ella?

—¿Sinceramente?

—Creía que siempre eras sincero conmigo —replico.

—Procuro serlo.

Le miro con los ojos entornados.

—Eso suena a evasiva.

—Yo siempre soy sincero contigo, Li. No me interesan los jueguecitos. Bueno, no ese tipo de jueguecitos —matiza, y su mirada se enardece.

—¿Qué tipo de jueguecitos te interesan?

Inclina la cabeza hacia un lado y me sonríe con complicidad.

—Señor Payne, se distrae usted con usted con mucha facilidad.

Me echo a reír. Tiene razón.

—Usted es una distracción en muchos sentidos, señor Malik.

Veo bailar en sus ojos verdes una chispa jocosa.

—La canción que más me gusta del mundo es tu risa, Liam. Dime, ¿cuál era tu primera pregunta? —dice suavemente, y creo que se está riendo de mí.

Intento torcer el gesto para expresar mi desagrado, pero me gusta el Cincuenta juguetón… es divertido. Me encantan estas bromas matutinas. Arrugo la frente, intentando recordar mi pregunta.

—Ah, sí. ¿Solo veías a tus sumisos los fines de semana?

—Sí, eso es —contesta, y me mira nervioso.

Le sonrío.

—Así que nada de sexo entre semana.

Se ríe.

—Ah, ahí querías ir a parar. —Parece vagamente aliviado—. ¿Por qué crees que hago ejercicio todos los días laborables?

Ahora se está riendo claramente de mí, pero no me importa. Soy tan feliz que tengo ganas de abrazarme. Otra primera vez… bueno, varias primeras veces.

—Parece muy satisfecho de sí mismo, señor Payne.

—Lo estoy, señor Malik.

—Tienes motivos. —Sonríe—. Ahora cómete el desayuno.

Oh, el dominante Cincuenta… siempre al acecho.


Estamos en la parte de atrás del Audi, con Higgins al volante. Me dejará en el trabajo, y después a Zayn. Sawyer va en el asiento del copiloto.

—¿No dijiste que el hermano de tu compañera de piso llegaba hoy? —pregunta Zayn como sin darle importancia, sin que ni su voz ni su rostro expresen nada.

—¡Oh, Josh! —exclamo—. Me había olvidado. Oh, Zayn, gracias por recordármelo. Tendré que volver al apartamento.

Le cambia la cara.

—¿A qué hora?

—No sé exactamente a qué hora llegará.

—No quiero que vayas solo a ningún sitio —dice tajante.

—Ya lo sé —musito, y reprimo la tentación de mirar con los ojos en blanco al señor Exagerado— ¿Sawyer estará espiando… esto… vigilando hoy?

Miro de reojo y con timidez a Sawyer, y compruebo que tiene la parte de atrás de las orejas teñida de rojo.

—Sí —replica Zayn con una mirada glacial.

—Sería más fácil si fuera conduciendo el Saab —mascullo en tono arisco.

—Sawyer tendrá un coche y podrá llevarte el apartamento, a la hora que sea.

—De acuerdo. Supongo que Josh se pondrá en contacto conmigo durante el día. Ya te haré saber los planes entonces.

Se me queda mirando, sin decir nada. Ah, ¿en qué estará pensando?

—Vale —acepta—. A ningún sitio solo, ¿entendido? —dice, haciendo un gesto de advertencia con el dedo.

—Sí, Z —musito.

Parece un amago de sonrisa en su cara.

—Y quizá deberías usar solo tu iPhone… te mandaré los correos ahí. Eso debería evitar que el informático de mi empresa pase una mañana demasiado entretenida, ¿de acuerdo? —dice en tono sardónico.

—Sí, Zayn.

No lo puedo evitar. Le miro con los ojos en blanco, y él me sonríe maliciosamente.

—Vaya, señor Payne, me parece que se me está calentando la mano.

—Ah, señor Malik, usted siempre tiene la mano caliente. ¿Qué vamos a hacer con eso?

Se ríe, pero entonces se ve interrumpido por su iPhone, que debe de estar en silencio, porque no suena. Al ver el identificador de llamada, Zayn frunce el ceño.

—¿Qué pasa? —espeta al teléfono, y luego escucha con atención.

Yo aprovecho la oportunidad para observar sus adorables facciones: su nariz recta, el cabello rizoso que le cae sobre la frente porque aún no se lo ha echado hacia atrás… Su expresión cambia de incrédula a divertida, haciendo que deje de comérmelo subrepticiamente con los ojos y preste atención.

—Estás de broma… Vaya… ¿Cuándo te dijo eso? —Zayn se carcajea, casi sin ganas—. No, no te preocupes. Tú no tienes por qué disculparte. Estoy encantado de que haya una explicación lógica. Me parecía una cantidad de dinero ridículamente pequeña… No tegno la menor duda de que tienes en mente un plan creativo y diabólico para vengarte. Pobre Isaac. —Sonríe—. Bien… Adiós.

Cuelga el teléfono de golpe y, aunque de pronto su mirada parece cautelosa, curiosamente también se le ve aliviado.

—¿Quién era? —pregunto.

—¿De verdad quieres saberlo? —inquiere en voz baja.

Y esa respuesta me basta para saberlo. Niego con la cabeza y observo por la ventanilla el día gris de Seattle, sintiéndome consternado. ¿Por qué ella es incapaz de dejarle en paz?

—Eh…

Me coge la mano y me besa los nudillos, uno por uno, y de pronto me chupa el meñique, con fuerza. Después me muerde con suavidad.

¡Dios…! Tiene una línea erótica que comunica directamente con mi entrepierna. Jadeo y, nervioso, miro de reojo a Higgins y Sawyer, y después a Zayn, que tiene los ojos sombríos y me obsequia con una sonrisa prolongada y sensual.

—No te agobies, Liam —murmura—. Ella pertenece al pasado.

Y me planta un beso en el centro de la palma de la mano que me provoca un cosquilleo por todo el cuerpo, y mi enojo momentáneo queda olvidado.


—Buenos días, Liam —saluda Jack mientras me dirijo hacia mi mesa—. Bonitos pantalones.

Me ruborizo. Los pantalones forman parte de mi nuevo guardarropa, cortesía de mi novio increíblemente rico. Son unos pantalones azul claro algo ajustados, que llevo con una camisa blanca. A Zayn le gustan, creo. Sonrío por dentro al pensarlo, pero enseguida recupero una anodina sonrisa profesional destinada a mi jefe.

—Buenos días, Jack.

Inicio mi jornada pidiendo un mensajero para que lleve a imprimir sus folletos. Él asoma la cabeza por la puerta de su despacho.

—Li, ¿podrías traerme un café, por favor?

—Claro.

Voy hacia la cocina y me encuentro con Claire, la recepcionista, que también está preparando café.

—Hola, Li —dice alegremente.

—Hola, Claire.

Charlamos un poco sobre la reunión del fin de semana con su numerosa familia, en la cual disfrutó muchísimo, y yo le cuento que salí a navegar con Zayn.

—Tienes un novio de ensueño, Li —me dice con los ojos brillantes. 

Estoy tentado a mirarla con expresión maravillada.

—No está mal.

Sonrío, y ambos nos echamos a reír.


—¡Cuánto has tardado! —me increpa Jack cuando llego.

¡Oh!

—Lo siento.

Me ruborizo y luego tuerzo el gesto. He tardado lo normal. ¿Qué le pasa? A lo mejor está nervioso por algo.

Él mueve la cabeza, arrepentido.

—Perdona, Li. No pretendía gritarte, cielo.

¿Cielo?

—En dirección se está tramando algo y no sé qué es. Estate atento, ¿vale? Si oyes algo por ahí… sé que los demás habláis entre vosotros.

Me sonríe con aire cómplice y siento unas ligeras náuseas. No tiene ni idea de qué hablamos los empleados. Además, yo ya sé lo que está pasando.

—Me lo harás saber, ¿verdad?

—Claro —digo entre dientes—. He mandado a imprimir el folleto. Estará listo a las dos en punto.

—Estupendo. Toma. —Me entrega un montón de manuscritos—. Necesito una sinopsis del primer capítulo de todos estos, y luego archívalos.

—Me pondré a ello.

Me siento aliviado al salir de su despacho y ocupar mi mesa. Ah, no me resulta nada fácil disponer de información confidencial. ¿Qué hará Jack cuando se entere? Se me hiela la sangre. Algo me dice que se enfadará bastante. Echo un vistazo a mi iPhone y sonrío. Hay un e-mail de Zayn.


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De: Zayn Malik
Fecha: 14 de junio de 2013 09:23
Para: Liam Payne
Asunto: Amanecer

Me encanta despertarme contigo por la mañana.

Zayn Malik
Total y absolutamente enamorado presidente de Malik Enterprises Holdings, Inc.
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Tengo la sensación de que la sonrisa que aparece en mi cara la parte en dos.


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De: Liam Payne
Fecha: 14 de junio de 2013 09:35
Para: Zayn Malik
Asunto: Anochecer

Querido y absolutamente enamorado:
A mí también me encanta despertarme contigo. Aunque yo adoro estar contigo en la cama y en los ascensores y encima de los pianos y en mesas de billar y en barcos y y escritorios y duchas y bañeras y atado a extrañas cruces de madera y en inmensas camas de cuatro postes con sábanas de satén rojo y en casitas de embarcaderos y en dormitorios de infancia.

Tuyo

Loco por el sexo e insaciable xx
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De: Zayn Malik
Fecha: 14 de junio de 2013 09:37
Para: Liam Payne
Asunto: Hardware húmedo

Querido loco por el sexo e insaciable:
Acabo de espurrear el café encima de mi teclado.
Creo que nunca me había pasado algo así.
Admiro a un chico que se entusiasma tanto por la geografía.
¿Debo deducir que solo me quiere por mi cuerpo?

Zayn Malik
Total y absolutamente escandalizado presidente de Malik Enterprises Holdings, Inc.
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De: Liam Payne
Fecha: 14 de junio de 2013 09:42
Para: Zayn Malik
Asunto: Riendo como un tonto… y duro también

Querido total y absolutamente escandalizado:
Siempre.
Tengo que trabajar.
Deja de molestarme.

LS amp; I xx
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De: Zayn Malik
Fecha: 14 de junio de 1023 09:50
Para: Liam Payne
Asunto: ¿He de hacerlo?

Querido LS amp; I:
Como siempre, sus deseos son órdenes para mí.
Me encanta que estés duro y riendo como un tonto.
Hasta luego, nene.

X

Zayn Malik
Total y absolutamente enamorado, escandalizado y embrujado presidente de Malik Enterprises Holdings, Inc.
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Dejo el iPhone y me pongo a trabajar.


A la hora del almuerzo, Jack me pide que vaya a comprarle algo de comer. En cuanto salgo de su despacho, llamo a Zayn.

—Liam —contesta inmediatamente con voz cariñosa y acariciante.

¿Cómo consigue este chico que me derrita por teléfono?

—Zayn, Jack me ha pedido que vaya a comprarle la comida.

—Cabrón holgazán —maldice.

No le hago caso, y continúo:

—Así que voy a comprarla. Quizá sería más práctico que me dieras el teléfono de Sawyer, y así no tendría que molestarte.

—No es ninguna molestia, nene.

—¿Estás solo?

—No. Aquí hay seis personas que me miran atónitos preguntándose con quién demonios estoy hablando.

Oh, no…

—¿De verdad? Musito aterrado.

—Sí. De verdad. Mi novio —informa, apartándose del teléfono.

¡Madre mía!

—Esto… tengo que colgar.

Estoy seguro de que nota cuánto me avergüenza interrumpirle.

—Se lo comentaré a Sawyer. —Se ríe—. ¿Has sabido algo de tu amigo?

—Todavía no. Será usted el primero en enterarse, señor Malik.

—Bien. Hasta luego, nene.

—Adiós, Zayn.

Sonrío. Cada vez que me dice eso, me hace sonreír… tan impropio de Cincuenta, pero en cierto modo, también tan de él.


Cuando salgo al cabo de pocos segundos, Sawyer ya me está esperando en la puerta del edificio.

—Señor Payne —me saluda muy formal.

—Sawyer —asiento a modo de respuesta, y nos encaminamos juntos hacia la tienda.

Con Sawyer no me siento tan cómodo como con Higgins. Él sigue vigilando la calle mientras caminamos por la acera. De hecho, consigue ponerme más nervioso, y también yo acabo haciendo lo mismo.

¿Está Michael rondando por aquí cerca? ¿O nos hemos contagiado todos de la paranoia de Zayn? ¿Forma parte esto de sus cincuenta sombras? Lo que daría por tener una inocente conversación de media hora con el doctor Atkin para averiguarlo.

No se ve nada raro, solo Seattle a la hora del almuerzo: gente que sale a comer con prisas, que va de compras o a reunirse con amigos. Veo a dos mujeres jóvenes que se abrazan al encontrarse.

Echo de menos a Harry. Solo hace dos semanas que se fue de vacaciones, pero me parecen las dos semanas más largas de mi vida. Han pasado tantas cosas… Harry no me creerá cuando se lo cuente. Bueno, se lo contaré parcialmente, una versión sujeta a un acuerdo de confidencialidad. Frunzo el ceño. Tengo que hablar con Zayn de eso. ¿Cómo reaccionaría Harry si se enterase? Palidezco al pensarlo. Tal vez regrese hoy con Josh. Esa posibilidad me hace temblar de emoción, pero no lo creo probable. Seguramente se quedará en Barbados con Louis.

—¿Dónde se pone cuándo está esperando y vigilando en la calle? —le pregunto a Sawyer mientras hacemos cola para la comida.

Está situado delante de mí, de cara a la puerta, controlando continuamente la calle y a todo el que entra. Resulta inquietante.

—Me siento en la cafetería que hay al otro lado de la calle, señor Payne.

—¿No es muy aburrido?

—Para mí no, señor. Es a lo que me dedico —dice con frialdad.

Me sonrojo.

—Perdone, no pretendía…

Al ver su expresión amable y comprensiva, me quedo sin palabras.

—Por favor, señor Payne. Mi trabajo es protegerle. Y eso es lo que hago.

—Ni rastro de Michael, ¿entonces?

—No, señor.

Frunzo el ceño.

—¿Cómo sabe qué aspecto tiene?

—He visto una fotografía suya.

—Ah, ¿la lleva encima?

—No, señor. —Se da un golpecito en la cabeza—. La guardo en la memoria.

Pues claro. La verdad es que me gustaría examinar bien una fotografía de Michael para ver cómo era antes de convertirse en el Chico Fantasma. Me pregunto si Zayn me dejaría tener una copia. Sí, seguramente sí… por mi seguridad. Urdo un plan, y mi subconsciente se relame y asiente entusiasmado.


Los folletos llegan a la oficina, y me alivia ver que han quedado muy bien. Llevo uno despacho de Jack. Se le ilumina la mirada: no sé si es por mí o por el folleto. Opto por creer que se trata de esto último.

—Están muy bien, Li. —Lo hojea tranquilamente—. Sí, buen trabajo. ¿Vas a ver a tu novio esta noche?

Tuerce el labio al decir «novio».

—Sí. Vivimos juntos.

Es una verdad a medias. Bueno, en este momento si es cierto, así que no es más que una mentira inocente. Espero que con eso baste para disuadirle.

—¿Se molestaría si fueras conmigo a tomar una copa rápida esta noche? Para celebrar todo el trabajo que has hecho.

—Tengo un amigo que vuelve a la ciudad esta noche, y saldremos todos a cenar.

Y estaré ocupado todas las noches, Jack.

—Ya veo. —Suspira, exasperado—. ¿Quizá cuando vuelva de Nueva York, entonces?

Levanta las cejas, expectante, y se le enturbia la mirada de forma sugerente.

Oh, no… Esbozo una sonrisa evasiva y reprimo un estremecimiento.

—¿Te apetece un café o un té? —pregunto.

—Café, por favor —dice en voz baja y ronca, como si estuviera pidiendo otra cosa.

Maldita sea. Ahora me doy cuenta de que no piensa rendirse. Oh… ¿qué hago?

Cuando salgo de su despacho respiro hondo, ya mucho más tranquilo. Jack me pone muy tenso. Zayn no se equivoca con él, y en parte me molesta que tenga razón.

Me siento a mi mesa y suena mi iPhone: número que no reconozco.

—Li Payne.

—¡Hola, Payno!

El alegre tono de Josh me coge momentáneamente desprevenido.

—¡Josh! —casi grito de alegría—. ¿Cómo estás?

—Encantado de haber vuelto. Estaba francamente harto del sol y de ponches de ron, y de mi hermana perdidamente enamorada de ese tipo tan importante. Ha sido infernal, Li.

—¡Ya! Mar, arena, sol y ponches de ron recuerda mucho al «Infierno» de Dante —contesto entre risas—. ¿Dónde estás?

—En el aeropuerto, esperando a que salga mi maleta. ¿Qué estás haciendo tú?

—Estoy en el trabajo. Sí, tengo un trabajo remunerado —replico ante su exclamación de asombro—. ¿Quieres venir a buscar las llaves? Luego podemos vernos en el apartamento.

—Me parece estupendo. Nos vemos dentro de cuarenta y cinco minutos, una hora como mucho. ¿Me das la dirección?

Le doy la dirección de SIP.

—Nos vemos ahora, Josh.

—Hasta luego, nene —dice, y cuelga.

¿Qué? ¿Josh también? ¡No! Y caigo en la cuenta de que acaba de pasar una semana con Louis. Rápidamente le escribo un correo electrónico a Zayn.


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De: Liam Payne
Fecha: 14 de junio de 2013 14:55
Para: Zayn Malik
Asunto: Visitas procedentes de climas soleados

Queridísimo total y absolutamente EEE:
Josh ha vuelto, y va a venir a buscar las llaves del apartamento.
Me gustaría mucho comprobar que está bien instalado.
¿Por qué no me recoges después del trabajo? ¿Podríamos ir al apartamento y después salir TODOS a cenar algo?
¿Invito yo?

Tuyo.

Li xx
Aún LS&I

Liam Payne
Ayudante de Jack Hyde, editor de SIP
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De: Zayn Malik
Fecha: 14 de junio de 2013 15:05
Para: Liam Payne
Asunto: Cenar fuera

Apruebo tu plan. ¡Menos lo de que pagues tú!
Invito yo.
Te recogeré a las seis en punto.

X

P.D.: ¡¡¡Por qué no utilizas tu iPhone!!!

Zayn Malik
Total y absolutamente enfadado presidente de Malik Enterprises Holdings, Inc.
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De: Liam Payne
Fecha: 14 de junio de 2013 15:11
Para: Zayn Malik
Asunto: Mandón

Bah, no seas tan rudo ni te enfades tanto.
Todo está en clave.
Nos vemos a las seis en punto.

Li x

Liam Payne
Ayudante de Jack Hyde, editor de SIP
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De: Zayn Malik
Fecha: 14 de junio de 2013 15:18
Para: Liam Payne
Asunto: Chico exasperante

¡Rudo y enfadado!
Ya te daré yo rudo y enfadado.
Y tengo muchas ganas.

Zayn Malik
Total y absolutamente más enfadado, pero sonriendo por alguna razón desconocida, presidente de Malik Enterprises Holdings, Inc.
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De: Liam Payne
Fecha: 14 de junio de 2013 15:23
Para: Zayn Malik
Asunto: Promesas, promesas

Adelante, señor Malik.
Yo también tengo muchas ganas. ;D

Li x

Liam Payne
Ayudante de Jack Hyde, editor de SIP
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No contesta pero tampoco espero que lo haga. Le imagino quejándose de las señales contradictorias, y al pensarlo sonrío. Fantaseo un momento sobre lo que puede hacerme, pero acabo revolviéndome en la silla. Mi subconsciente me mira con aire reprobatorio por encima de sus gafas de pasta: Sigue trabajando.


Al cabo de un rato, suena el teléfono de mi mesa. Es Claire, de recepción.

—Aquí hay un chico muy mono que viene a verte. Tenemos que salir juntos de copas algún día, Li. Seguro que tú conoces a muchos tíos buenos —dice entre dientes a través del auricular en tono cómplice.

¡Josh! Cojo las llaves de mi bolsa, y corro al vestíbulo.

Madre mía… Cabello rubio recién teñido, bronceado espectacular y unos ojos azules que me miran resplandecientes desde el sofá de piel verde. En cuanto me ve, Josh se pone de pie y viene hacia mí con la boca abierta.

—Uau, Li. —Me mira con el ceño fruncido mientras se inclina para darme un abrazo.

—Estás estupendo —le digo sonriendo.

—Tú estás… vaya… diferente. Más sofisticado. ¿Qué ha pasado? ¿Te has cambiado el peinado? ¿La ropa? ¡No sé, Payno, pero estás muy atractivo!

Siento que me arden las mejillas.

—Oh, Josh. Es solo la ropa que llevo para trabajar —le regaño medio en broma.

Claire, que nos está mirando desde su mostrador, arquea una ceja y sonríe con ironía.

—¿Qué tal por Barbados?

—Divertido.

—¿Cuándo vuelve Harry?

—El y Louis vuelven el viernes. Parece que van bastante en serio —dice Josh, alzando la mirada al cielo.

—La he echado de menos.

—¿Sí? ¿Cómo te ha ido con el magnate?

—¿El magnate? Suelto una risita—. Bueno, está siendo interesante. Esta noche nos invita a cenar.

—Genial.

Josh parece sinceramente encantado. ¡Uf!

—Toma. —Le entrego las llaves—. ¿Tienes la dirección?

—Sí. Hasta luego, nene. —Se agacha y me besa la mejilla. ¡Un beso!

—¿Eso lo dice Louis?

—Sí, por lo visto se pega.

—Pues sí. Hasta luego.

Le sonrío y él recoge la enorme bolsa que ha dejado junto al sofá verde y sale del edificio.

Cuando me doy la vuelta, Jack me está mirando desde el otro extremo del vestíbulo, con expresión inescrutable. Yo le sonrío, radiante, y me dirijo de vuelta a mi mesa, consciente en todo momento de que no me quita la vista de encima. Está empezando a crisparme los nervios. ¿Qué hago? No tengo ni idea. Tendré que esperar a que vuelva Harry. A el se le ocurriría algún plan. Pensar eso disipa mi inquietud, y cojo el siguiente manuscrito.


A las seis menos cinco, suena el teléfono de mi mesa. Es Zayn.

—Ha llegado el malhumorado Rudo y Enfadado —dice, y sonrío.

Cincuenta sigue juguetón. El dios que llevo dentro aplaude, feliz como un crío.

—Bien, aquí Loco por el Sexo e Insaciable. Deduzco que ya estás fuera —digo.

—Efectivamente, señor Payne. Tengo ganas de verle —dice en tono cálido y seductor, y mi corazón empieza a brincar, frenético.

—Lo mismo digo, señor Malik. Ahora salgo.

Cuelgo.

Apago el ordenador y cojo la bolsa y mi chaqueta.

—Me voy, Jack —le aviso.

—Muy bien, Li. ¡Gracias por lo de hoy! Que lo pases bien.

—Tú también.

¿Por qué no puede ser así siempre? No lo entiendo.


El Audi está aparcado junto al bordillo, y cuando me acerco a Zayn baja del coche. Se ha quitado la americana, y lleva esos pantalones grises que le sientan tan bien, mis favoritos. ¿Cómo puede ser para mí este dios griego? Y me encuentro sonriendo como un idiota ante su sonrisita tonta.

Lleva todo el día comportándose como un novio enamorado… enamorado de mí. Este chico adorable, complejo e imperfecto está enamorado de mí, y yo de él. De pronto siento en mi interior un gran estallido de júbilo, y saboreo este fugaz momento en el que me siento capaz de conquistar el mundo.

—Señor Payne, está usted tan fascinante como esta mañana.

Zayn me atrae hacia él y me besa intensamente.

—Usted también, señor Malik.

—Vamos a buscar a tu amigo.

Me sonríe y me abre la puerta del coche.

Mientras Higgins nos lleva hacia el apartamento, Zayn me habla del día que ha tenido, mucho mejor que el de ayer, por lo visto. Le miro arrobado mientras intenta explicarme el enorme paso adelante que ha dado el departamento de ciencias medioambientales de la WSU en Vancouver. Apenas comprendo el significado de sus palabras, pero me cautivan su pasión y su interés por ese tema. Quizá así es como será nuestra relación: habrá días malos y días buenos, y si los buenos son como este, no pienso tener ninguna queja. Me entrega una hoja.

—Estas son las horas que Claude tiene libres esta semana —dice.

¡Ah! El preparador.

Cuando nos acercamos al edificio de mi apartamento, saca su iPhone del bolsillo.

—Malik —contesta—. ¿Qué pasa, Ros?

Escucha atentamente, y veo que la conversación será larga.

—Voy a buscar a Josh. Serán dos minutos —articulo en silencio, levantando dos dedos.

Él asiente; es obvio que está muy enfrascado en la conversación. Higgins me abre la puerta con una sonrisa afable. Yo le correspondo; incluso Higgins lo nota. Pulso el timbre del interfono y grito alegremente.

—Hola, Josh, soy yo. Ábreme.

La puerta se abre con un zumbido y subo las escaleras hasta el apartamento. Caigo en la cuenta de que no he estado aquí desde el sábado por la mañana. Parece que haya pasado mucho más tiempo. Josh me ha dejado la puerta abierta. Entro y, no sé por qué, pero cuando estoy dentro me quedo paralizado instintivamente. Tardo un momento en darme cuenta de que es porque hay una persona pálida y triste de pie junto a la encimera de la isla de la cocina, sosteniendo un pequeño revolver: es Michael, que me observa impasible.
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Cincuenta sombras de Malik (Ziam) - Página 12 Empty Re: Cincuenta sombras de Malik (Ziam)

Mensaje por Invitado Vie 14 Mar 2014, 11:10 am

capitulo 13.

Dios santo…

Está ahí, mirándome con semblante inexpresivo e inquietante, y con una pistola en la mano. La voz de mi conciencia ha sufrido un desmayo letal del que no creo que despierte ni inhalando sales.

Parpadeo repetidamente mirando a Michael mientras la mente me va a mil por hora. ¿Cómo ha entrado? ¿Dónde está Josh? ¡Por Dios…! ¿Dónde está Josh?

El miedo creciente y helador que atenaza mi corazón se convierte en terror, y se me erizan todos y cada uno de los folículos del cuero cabelludo. ¿Y si le ha hecho daño? Mi respiración empieza a acelerarse y la adrenalina y un pánico paralizante invaden todo mi cuerpo. Mantén la calma, mantén la calma… repito mentalmente como un mantra una y otra vez.

Él ladea la cabeza y me mira como si fuera un fenómeno de barraca de feria. Pero aquí el fenómeno no soy yo.

Siento que he tardado un millón de años en procesar todo esto, cuando en realidad apenas ha transcurrido una fracción de segundo. El semblante de Michael se mantiene del todo inexpresivo, y su aspecto es tan desaliñado y enfermizo como la primera vez que le vi. Sigue llevando esa sudadera mugrienta, y parece necesitar desesperadamente una ducha. El pelo, grasiento y lacio, se le pega a la cara, y sus ojos claros se ven apagados, turbios y vagamente confusos.

Pese a que la boca se me ha quedado seca, intento hablar.

—Hola… ¿Michael, verdad? —alcanzo a decir.

Él sonríe, pero una sonrisa auténtica; sus labios se curvan de un modo desagradable.

—Él habla —susurra, y su voz es un sonido fantasmagórico, suave y ronco a la vez.

—Sí, hablo —le digo con dulzura, como si e dirigiera a un niño—. ¿Estás solo? ¿Dónde está Josh?

Cuando pienso que puede haber sufrido algún daño, se me desboca el corazón.

Se le demuda la cara de tal modo que creo que está a punto de echarse a llorar. Parece tan desvalido…

—Solo —susurra—. Solo.

Y la profundidad de la tristeza que contiene esa única palabra me desgarra el alma. ¿Qué quiere decir? ¿Yo estoy solo? ¿Está él solo? ¿Está solo porque le ha hecho daño a Josh? Oh… no… tengo que combatir el llanto inminente y el miedo asfixiante que me oprimen la garganta.

—¿Qué estás haciendo aquí? ¿Puedo ayudarte?

Pese al sofocante ahogo que siento, mis palabras logran conformar un discurso atento, sereno y amable. Él frunce el ceño, como si mis preguntas le aturdieran por completo. Pero no emprende ninguna acción violenta contra mí. Sigue sosteniendo la pistola con gesto relajado. Yo no hago caso de la opresión que siento en el cerebro e intento otra táctica.

—¿Te apetece un té?

¿Por qué estoy preguntándole si quiere té? Esa es la respuesta de Mark ante cualquier situación de crisis emocional, y me surge en un momento totalmente inapropiado. Dios… si me viera ahora mismo le daría un ataque. Él ya habría echado mano de su preparación militar y a estas alturas ya lo habría desarmado. De hecho, no me está apuntando con la pistola. A lo mejor puedo acercarme. Michael mueve lentamente la cabeza de un lado a otro, como si destensara el cuello.

Inspiro una preciada bocanada de aire para tratar de calmar el pánico que me dificulta la respiración, y avanzo hacia la isla de la cocina. Michael tuerce el gesto, como si no entendiera del todo qué estoy haciendo, y se desplaza un poco para seguir plantado frente a mí. Cojo el hervidor con una mano temblorosa y lo lleno bajo el grifo. Conforme me voy moviendo, mi respiración se va normalizando. Sí, si él quisiera matarme, seguramente ya me habría disparado. Me mira perplejo, con una curiosidad ausente. Mientras enciendo el interruptor de la tetera, no puedo dejar de pensar en Josh. ¿Estará herido? ¿Atado?

—¿Hay alguien más en el apartamento? —pregunto con cautela.

Él inclina la cabeza hacia un lado y, con la mano derecha —la que no sostiene el revólver, coge un mechón de su flequillo grasiento y empieza a juguetear con él, a darle vueltas y a enrollarlo. Resulta evidente que es un gesto que hace cuando está nervioso, y al fijarme en ese detalle me impresiona nuevamente cuánto se parece a mí. Mi ansiedad está llegando a un nivel que casi me resulta insoportable, y espero su respuesta con la respiración contenida.

—Solo. Completamente solo —murmura.

Eso me tranquiliza. Quizá Josh no esté aquí. Esa sensación de alivio me da fuerzas.

—¿Estás seguro de que no quieres té ni café?

—No tengo sed —contesta en voz baja, y da un paso cauteloso hacia mí.

Mi sensación de fortaleza se evapora. ¡Dios…! Empiezo a jadear otra vez de miedo, siento cómo circula, denso y tempestuoso, por mis venas. Sin embargo, haciendo acopio de todo mi valor, me doy la vuelta y saco un par de tazas del armario.

—¿Qué tienes tú que yo no tenga? —pregunta, y su voz tiene la entonación cantarina de un niño pequeño.

—¿A qué te refieres, Michael? —pregunto con toda la amabilidad de la que soy capaz.

—El Amo, el señor Malik, permite que le llames por su nombre.

—Yo no soy su sumiso, Michael. Esto… el Amo entiende que yo soy incapaz e inadecuado para cumplir ese papel.

Él inclina la cabeza hacia el otro lado. Es un gesto de lo más inquietante y antinatural.

—I… na… de… cua… do. —Experimente la palabra, la dice en voz alta, tratando de saber qué sensación le produce en la lengua—. Pero el Amo es feliz. Yo le he visto. Ríe y sonríe. Esas reacciones son raras… muy raras en él.

Oh.

—Tú te pareces a mí. —Michael cambia de actitud, y eso me pilla por sorpresa; creo que por primera vez fija realmente sus ojos en mí—. Al Amo le gustan obedientes y que se parezcan a ti y a mí. Los demás y las demás, todos lo mismo… todas lo mismo… y sin embargo tú duermes en su cama. Yo te vi.

¡Oh, no! Él estaba en la habitación. No eran imaginaciones mías.

—¿Tú me viste en su cama? —susurro.

—Yo nunca dormí en la cama del Amo —murmura.

Es como un espectro etéreo, perdido. Como una persona a medias. Parece tan leve y frágil, y a pesar de que lleva un arma, de pronto siento una abrumadora compasión por él. Ahora sujeta la pistola con las dos manos, y yo abro tanto los ojos que amenazan con salírseme de las órbitas.

—¿Por qué al Amo le gustamos así? Eso me hace pensar que… que… el Amo es oscuro… el Amo es un hombre oscuro, pero yo le quiero.

No, no lo es, grito en mi fuero interno. Él no es oscuro. Él es bueno, y no está sumido en la oscuridad. Está conmigo, a plena luz. Y ahora él está aquí, intentando arrastrarle de vuelta a las sombras con la retorcida idea de que le quiere.

—Michael, ¿quieres darme la pistola? —pregunto con suavidad.

Sus manos se aferran con más fuerza y se lleva la pistola al pecho.

—Esto es mío. Es lo único que me queda. —Acaricia el arma con delicadeza—. Así él podrá reunirse con su amor.

¡Santo Dios! ¿Qué amor… Zayn? Siento como si me hubiera dado un puñetazo en el estómago. Sé que él aparecerá en cualquier momento para averiguar por qué estoy tardando tanto. ¿Tiene la intención de dispararle? La idea es tan terrorífica que se me forma un nudo enorme en la garganta. Se hincha y me duele, y casi me ahoga, al igual que el miedo que se acumula y me oprime el estómago.

Justo en ese momento, la puerta se abre de golpe y Zayn aparece en el umbral, seguido de Higgins.

Los ojos de Zayn se fijan en mí durante un par de segundos, me observan de la cabeza a los pies, y detecto un centelleo de alivio en su mirada. Pero ese alivio desaparece en cuanto clava la vista en Michael y se queda inmóvil, centrado en él, sin vacilar lo más mínimo. Lo observa con una intensidad que yo no había visto nuca, con ojos salvajes, enormes, airados y asustados.

Oh, no… oh, no.

Michael abre mucho los ojos y por un momento se diría que recobra la cordura. Parpadea varias veces y sujeta el arma con más fuerza.

Contengo el aliento, y mi corazón empieza a palpitar con tanta fuerza que oigo la sangre bombeando en mis oídos. ¡No, no, no!

Mi mundo se sostiene precariamente en manos de este pobre chico destrozado. ¿Disparará? ¿A los dos? ¿Solo a Zayn? Es una idea atroz.

Pero después de una eternidad, durante la cual el tiempo queda en suspenso a nuestro alrededor, él agacha un poco la cabeza y alza la mirada hacia él a través de sus pestañas con expresión contrita.

Zayn levanta la mano para indicarle a Higgins que no se mueva. El rostro lívido de este revela su furia. Nunca le había visto así, pero se mantiene inmóvil mientras Zayn y Michael se miran el uno al otro.

Me doy cuenta de que estoy conteniendo la respiración. ¿Qué hará Michael? ¿Qué hará Zayn? Pero se limitan a seguir mirándose. Zayn tiene una expresión cruda, cargada de una emoción que desconozco. Podría ser lástima, miedo, afecto… ¿o es amor? ¡No, por favor… amor, no!

Zayn lo fulmina con la mirada y, con una lentitud agónica, la atmósfera del apartamento cambia. La tensión ha aumentado de tal manera que percibo su conexión, la electricidad que hay entre ambos.

¡No! De repente siento que yo soy el intruso, el que interfiere entre ellos, que siguen mirándose fijamente. Yo soy un advenedizo, un voyeur que espía una escena íntima y prohibida detrás de unas cortinas corridas.

El brillo que arde en la mirada de Zayn se intensifica y su porte cambia sutilmente. Parece más alto, de rasgos más angulosos, más frío, más distante. Reconozco esa pose. Le he visto así antes… en su cuarto de juegos.

De nuevo se me eriza todo el vello. Este es el Zayn dominante, y parece muy a gusto en su papel. No sé si es algo innato o aprendido, pero, con el corazón encogido y el estómago revuelto, veo cómo responde Michael. Separa los labios, se le acelera la respiración y, por primera vez, el rubor tiñe sus mejillas. ¡No! Es angustioso presenciar esa visión fugaz del pasado de Zayn.

Finalmente, Zayn articula una palabra en silencio. No sé cuál es, pero tiene un efecto inmediato en Michael. Él cae de rodillas al suelo, con la cabeza gacha, y sus manos sueltan la pistola, que golpea con un ruido sordo el suelo de madera. Dios santo…

Zayn se acerca tranquilamente a donde ha caído el arma, se inclina con agilidad para recogerla, y luego se la mete en el bolsillo de la americana. Mira una vez más a Michael, que sigue dócilmente arrodillado junto a la encimera de la isla.

—Liam, ve con Higgins —ordena.

Higgins cruza el umbral y se me queda mirando.

—Josh —susurro.

—Abajo —contesta expeditivo, sin apartar los ojos de Michael.

Abajo. No aquí. Josh está bien. Un fuerte estremecimiento de alivio me recorre todo el cuerpo, y por un momento creo que voy a desmayarme.

—Liam…

En la voz de Zayn hay un deje de advertencia.

Le miro, y de pronto soy incapaz de moverme. No quiero dejarle… dejarle con él. Él se coloca al lado de Michael, que permanece arrodillado a sus pies. Se cierne sobre Michael, le protege. Michael está tan quieto… es antinatural. No puedo dejar de mirarles a los dos… juntos…

—Por el amor de Dios, Liam, ¿por una vez en tu vida puedes hacer lo que te dicen y marcharte?

Con una voz fría como un témpano de hielo, Zayn me fulmina con la mirada y frunce el ceño. Tras la calma deliberada con que pronuncia esas palabras, se oculta una furia palpable.

¿Furioso conmigo? Dios, no. ¡Por favor… no! Me siento como si me hubiera dado un bofetón. ¿Por qué quiere quedarse con él?

—Higgins. Lleva al señor Payne abajo. Ahora.

Higgins asiente y yo miro a Zayn.

—¿Por qué? —susurro.

—Vete. Vuelve al apartamento. —La frialdad de sus ojos me fulmina—. Necesito estar a solas con Michael —dice en tono apremiante.

Creo que intenta transmitir una especie de mensaje, pero estoy tan alterado por todo lo sucedido que no estoy seguro. Observo a Michael y veo aparecer una levísima sonrisa en sus labios, pero aparte de eso sigue totalmente impasible. Un sumiso total.
¡Santo Dios! Se me hiela el corazón.

Esto es lo que él necesita. Esto es lo que le gusta. ¡No…! Siento unas terribles ganas de llorar.

—Señor Payne. Li…

Higgins me tiende la mano, suplicándome que vaya con él. Yo estoy inmovilizado por el terrorífico espectáculo que tengo ante mí. Esto confirma mis peores temores y acrecienta todas mis inseguridades. Zayn y Michael juntos… el Amo y su sumiso.

—Higgins —insiste Zayn, y Higgins me carga como hace Zayn cuando no quiero ir a algún sitio.

Lo último que veo es a Zayn acariciándole la cabeza a Michael con ternura, mientras le dice algo en voz baja.

¡No!

Mientras Higgins me lleva escaleras abajo, yaciendo inerte en sus brazos, intento asimilar lo que ha pasado en los últimos diez minutos… ¿O han sido más? ¿O menos? He perdido la noción del tiempo.

Zayn y Michael, Michael y Zayn… ¿juntos? ¿Qué está haciendo con él ahora?

—¡Joder, Li! ¿Qué coño está pasando?

Me siento aliviado al ver a Josh, caminando nerviosamente arriba y abajo por el vestíbulo, todavía cargado con su enorme bolsa. ¡Oh, gracias a Dios que está bien! Cuando Higgins me deja en el suelo, prácticamente me abalanzo sobre él, rodeándole el cuello con los brazos.

—Josh. ¡Oh, gracias a Dios!

Le abrazo muy fuerte. Estaba tan preocupado que, por un momento, obtengo cierto respiro del pánico creciente que siento respecto a lo que está ocurriendo arriba en mi apartamento.

—¿Qué coño está pasando, Li? ¿Quién es este tío?

—Oh, perdona, Josh. Este es Higgins. Trabaja para Zayn. Higgins, este es Josh, el hermanastro de mi compañera de piso.

Se saludan con un leve movimiento de cabeza.

—Li, ¿qué está pasando ahí arriba? Estaba buscando las llaves del apartamento cuando esos tíos aparecieron de la nada y me las quitaron. Uno de ellos era Zayn…

Josh se queda sin palabras.

—Llegaste tarde… Gracias a Dios.

—Sí. Me encontré con un amigo de Pullman… y nos tomamos una copa rápida. ¿Qué está pasando ahí arriba?

—Hay un chico, un ex de Zayn. En nuestro apartamento. Se ha vuelto loco, y Zayn está…

Se me quiebra la voz, y se me llenan los ojos de lágrimas.

—Eh… —susurra Josh y me abraza con fuerza—. ¿Alguien ha llamado a la policía?

—No, no se trata de eso.

Sollozo pegado a su pecho y, en cuanto empiezo, ya no puedo parar de llorar, las lágrimas liberando toda la tensión de este último episodio. Josh me abraza más fuerte, pero noto que está desconcertado.

—Venga, Li, vamos a tomar una copa.

Me da unas palmaditas en la espalda con cierta incomodidad. De repente, yo también me siento incómodo, y avergonzado, y lo que realmente quiero es estar solo. Pero asiento y acepto su oferta. Quiero alejarme de aquí, alejarme de lo que sea que esté pasando arriba.

Me vuelvo hacia Higgins.

—¿Habíais registrado el apartamento? —le pregunto lloroso, limpiándome la nariz con el dorso de la mano.

—A primera hora de la tarde. —Higgins se encoge de hombros a modo de disculpa y me ofrece un pañuelo. Parece destrozado—. Lo siento, Li —murmura.

Frunzo el ceño. Pobre… se le ve que se siente muy culpable. No quiero hacer que se sienta aún peor.

—Al parecer tiene una extraordinaria capacidad para eludirnos —añade, y vuelve a torcer el gesto.

—Josh y yo nos vamos a tomar una copa rápida y después volveremos al Escala.

Me seco los ojos.

Higgins se apoya en un pie y luego en otro, visiblemente nervioso.

—El señor Malik quería que volviera directamente al apartamento —dice en voz baja.

—Bueno, pero ahora ya sabemos dónde está Michael. —No puedo evitar que mi voz revele un deje de amargura—. Así que ya no necesitamos tantas medidas de seguridad. Dile a Zayn que nos veremos luego.

Higgins abre la boca para hablar, pero vuelve a cerrarla prudentemente.

—¿Quieres dejarle la bolsa a Higgins? —le pregunto a Josh.

—No. Me la llevo, gracias.

Josh se despide de Higgins con un movimiento de cabeza y después me acompaña fuera. Y entonces me acuerdo, demasiado tarde, de que me he dejado la bolsa en el asiento de atrás del Audi. No llevo nada encima.

—Mi cartera…

—No te preocupes —murmura Josh, su rostro expresando una gran preocupación—. No pasa nada, pago yo.


Escogemos un bar situado en la acera de enfrente y nos sentamos en unos taburetes de madera junto a la ventana. Quiero ver lo que pasa: quién entra y, sobre todo, quién sale. Josh me pasa una botella de cerveza.

—¿Problemas con un ex? —pregunta en tono afable.

—Es un poco más complicado que eso —musito, adoptando repentinamente una actitud más reservada.

No puedo hablar de esto: he firmado un acuerdo de confidencialidad. Y, por primera vez, lo lamento realmente. Además, Zayn no ha dicho nada de rescindirlo.

—Tengo tiempo —dice Josh muy atento, y toma un buen trago de cerveza.

—Él es un ex de Zayn, de hace varios años. Abandonó a su marido por otro tipo. Y al cabo de un par de semanas o así, ese tipo murió en un accidente de coche. Y ahora ha vuelto para perseguir a Zayn.

Me encojo de hombros. Ya está, no he revelado demasiado.

—¿Perseguir a Zayn?

—Tenía una pistola.

—¡Hostia!

—De hecho no amenazó a nadie con ella. Creo que pretendía dispararse a sí mismo. Pero por eso yo estaba tan preocupado por ti. No sabía si estabas en el apartamento.

—Ya. Por lo que dices, ese chico no está bien.

—No, no está bien.

—¿Y ahora qué está haciendo Zayn con él?

Palidezco de golpe y noto que la bilis me sube a la garganta.

—No lo sé —susurro.

Josh abre los ojos como platos… por fin lo ha entendido.

Esto es lo que me angustia. ¿Qué diablos están haciendo? Hablar, espero. Solo hablar. Pero lo único que visualizo mentalmente es su mano, acariciando tiernamente el pelo de Michael.

Michael está trastornado y Zayn se preocupa por él; eso es todo, intento racionalizar. Pero, en el fondo de mi mente, mi subconsciente mueve la cabeza con tristeza.

Es más que eso. Michael era capaz de satisfacer sus necesidades de una forma que yo no puedo. La idea resulta terriblemente deprimente.

Intento centrarme en todo lo que hemos hecho estos últimos días: en su declaración de amor, sus divertidos coqueteos, su alegría. Pero las palabras de Caroline vuelven para burlarse de mí. Es verdad lo que dicen sobre los fisgones.

«¿No echas de menos… tu cuarto de juegos?»

Me termino la cerveza en un tiempo récord, y Josh me pasa otra. No soy muy buena compañía esta noche, pero aun así él se queda conmigo charlando e intentando levantarme el ánimo, y me habla de Barbados y de las payasadas de Harry y
Louis, lo cual es una maravillosa distracción. Pero solo es eso… una distracción.

Mi mente, mi corazón, mi alma siguen todavía en ese apartamento con mi Cincuenta Sombras y el chico que había sido su sumiso. Un chico que cree que todavía le ama. Una chico que se parece a mí.

Mientras nos bebemos la tercera cerveza, un enorme vehículo con los vidrios ahumados aparca junto al Audi delante del edificio. Reconozco al doctor Atkin, que baja acompañado de una mujer vestida con una especie de bata azul claro. Atisbo a Higgins, que les hace entrar por la puerta principal.

—¿Quién es ese? —pregunta Josh.

—Es el doctor Atkin. Zayn le conoce.

—¿Qué tipo de doctor es?

—Psiquiatra.

—Ah.

Ambos seguimos observando y, al cabo de unos minutos, vuelven a salir. Zayn lleva a Michael rodeado por los hombros y envuelto en una manta. ¿Qué? Veo con horror cómo suben al vehículo y se alejan a toda velocidad.

Josh me mira con expresión compasiva, y yo me siento desolado, totalmente desolado.

—¿Puedo tomar algo más fuerte? —le pregunto a Josh, sin voz apenas.

—Claro. ¿Qué te apetece?

—Un brandy. Por favor.

Josh asiente y se acerca a la barra. Yo miro por la ventana hacia la puerta principal. Al cabo de un momento, Higgins sale, se sube al Audi y se dirige hacia el Escala… ¿siguiendo a Zayn? No lo sé.

Josh me planta delante una gran copa de brandy.

—Venga, Payno. Vamos a emborracharnos.

Me parece la mejor proposición que me han hecho últimamente. Brindamos, bebo un trago del líquido ardiente y ambarino, y agradezco esa intensa sensación de calor que me evade del espantoso dolor que brota en mi corazón.


Es tarde y me siento bastante aturdido. Josh y yo no tenemos llaves para entrar en mi apartamento. Él insiste en acompañarme caminando hasta el Escala, aunque él no se quedará. Ha telefoneado al amigo al que se encontró antes y con el que se tomó una copa, y han quedado que dormirá en su casa.

—Así que es aquí donde vive el magnate.

Josh silba, impresionado.

Asiento.

—¿Seguro que no quieres que me quede contigo? —pregunta.

—No, tengo que enfrentarme a esto… o simplemente acostarme.

—¿Nos vemos mañana?

—Sí. Gracias, Josh.

Le doy un abrazo.

—Todo saldrá bien, Payno —me susurra al oído.

Me suelta y me observa mientras yo me dispongo a entrar en el edificio.

—Hasta luego —grita.

Yo le dedico una media sonrisa y le hago un gesto de despedida, y después pulso el botón para llamar al ascensor.

Salgo del ascensor y entro al piso de Zayn. Higgins no me está esperando, lo cual es inusual. Abro la doble puerta y voy hacia el salón. Zayn está al teléfono, caminando nervioso junto al piano.

—Ya está aquí —espeta. Se da la vuelta para mirarme y cuelga el teléfono—. ¿Dónde coño estabas? —gruñe, pero no se acerca.

¿Está enfadado conmigo? ¿Él es el que acaba de pasar Dios sabe cuánto tiempo con su ex novio lunático, y está enfadado conmigo?

—¿Has estado bebiendo? —pregunta, consternado.

—Un poco.

No creía que fuera tan obvio.

Gime y se pasa la mano por el pelo.

—Te dije que volvieras aquí —dice en voz baja, amenazante—. Son las diez y cuarto. Estaba preocupado por ti.

—Fui a tomar una copa, o tres, con Josh, mientras tú atendías a tu ex —le digo entre dientes—. No sabía cuánto tiempo ibas a estar… con él.

Entorna los ojos y da unos cuantos pasos hacia mí, pero se detiene.

—¿Por qué lo dices en ese tono?

Me encojo de hombros y me miro los dedos.

—Li, ¿qué pasa?

Y por primera vez detecto en su voz algo distinto a la ira. ¿Qué es? ¿Miedo?

Trago saliva, intentando decidir qué decir.

—¿Dónde está Michael?

Alzo la mirada hacia él.

—En un hospital psiquiátrico de Fremont —dice con expresión escrutadora—. Li, ¿qué pasa? —Se acerca hasta situarse justo delante de mí—. ¿Cuál es el problema? —musita.

Niego con la cabeza.

—Yo no soy bueno para ti.

—¿Qué? —murmura, y abre los ojos, alarmado—. ¿Por qué piensas eso? ¿Cómo puedes pensar eso?

—Yo no puedo ser todo lo que tú necesitas.

—Tú eres todo lo que necesito.

—Solo verte con él… —se me quiebra la voz.

—¿Por qué me haces esto? Esto no tiene que ver contigo, Li. Sino con él. —Inspira profundamente, y vuelve a pasarse la mano por el pelo—. Ahora mismo es un chico muy enfermo.

—Pero yo lo sentí… lo que teníais juntos.

—¿Qué? No.

Intenta tocarme y yo retrocedo instintivamente. Deja caer la mano y se me queda mirando. Se le ve atenazado por el pánico.

—¿Vas a marcharte? —murmura con los ojos muy abiertos por el miedo.

Yo no digo nada mientras intento reordenar el caos de mi mente.

—No puedes hacerlo —suplica.

—Zayn… yo…

Lucho por aclarar mis ideas. ¿Qué intento decir? Necesito tiempo, tiempo para asimilar todo esto. Dame tiempo.

—¡No, no! —dice él.

—Yo…

Mira con desenfreno alrededor de la estancia buscando… ¿qué? ¿Una inspiración? ¿Una intervención divina? No lo sé.

—No puedes irte, Li. ¡Yo te quiero!

—Yo también te quiero, Zayn, es solo que…

—¡No, no! —dice desesperado, y se lleva las manos a la cabeza.

—Zayn…

—No —susurra, y en sus ojos muy abiertos brilla el pánico.

De repente cae de rodillas ante mí, con la cabeza gacha, y las manos extendidas sobre los muslos. Inspira profundamente y se queda muy quieto.

¿Qué?

—Zayn, ¿qué estás haciendo?

Él sigue mirando al suelo, no a mí.

—¡Zayn! ¿Qué estás haciendo? —repito con voz estridente. Él no se mueve—. ¡Zayn, mírame! —ordeno aterrado.

Él levanta la cabeza sin dudarlo, y me mira pasivamente con sus fríos ojos cafes: parece casi sereno… expectante.

Dios santo… Zayn. El sumiso.
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