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Cincuenta sombras de Malik (Ziam)

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Cincuenta sombras de Malik (Ziam) - Página 11 Empty Re: Cincuenta sombras de Malik (Ziam)

Mensaje por Zeus A. Dom 02 Mar 2014, 6:40 pm

cuando la seguiras?? :( siguela cuando puedas ;)
Zeus A.
avatar


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Cincuenta sombras de Malik (Ziam) - Página 11 Empty Re: Cincuenta sombras de Malik (Ziam)

Mensaje por Lohan212 Lun 03 Mar 2014, 3:18 pm

Sigueeeela :'C me mata la espera...
Lohan212
Lohan212


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Cincuenta sombras de Malik (Ziam) - Página 11 Empty Re: Cincuenta sombras de Malik (Ziam)

Mensaje por Zeus A. Mar 04 Mar 2014, 11:11 am

jojooooo seguí de pagina e.e que capa soy xD sigueela! plis
Zeus A.
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Cincuenta sombras de Malik (Ziam) - Página 11 Empty Re: Cincuenta sombras de Malik (Ziam)

Mensaje por LittleRabbit69 Mar 04 Mar 2014, 11:12 am

Siguelaaaaaa
Porfavor
LittleRabbit69
LittleRabbit69


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Cincuenta sombras de Malik (Ziam) - Página 11 Empty Capitulo 06.

Mensaje por Invitado Mar 04 Mar 2014, 6:50 pm

capitulo 06.

Mi mano se agarra al cabello de Zayn, mientras mi boca se aferra febril a la suya, absorbiéndole, deleitándose al sentir su lengua contra la mía. Y él hace lo mismo, me devora. Es el paraíso.

De pronto me levanta un poco, coge el bajo de mi camiseta, me la quita de un tirón y la tira al suelo.

—Quiero sentirte —me dice con avidez junto a mi boca, mientras mueve las manos por mi espalda.

Me empuja de nuevo sobre la cama, me aprieta contra el colchón y lleva su boca a mi cuello. Yo enredo los dedos es su cabello mientras el sigue recorriéndome el cuello con la lengua, llega a la oreja y sopla ligeramente.

Grito, y la sensación se apodera de todo mi cuerpo, y vigoriza y tensa mi miembro.

—Sí, nene, déjame oírte —murmura junto a mi piel ardiente.

Dios, quiero tenerlo dentro, ahora. Baja un poco, juega con mi pezón con la boca, tira, y hace que me retuerza y me contorsione y suspire por él. Noto su deseo mezclado con… ¿qué? Veneración. Es como si me estuviera adorando.

Busca con la mano mis pantalones, desabrocha el botón con destreza, baja la cremallera, introduce la mano dentro de mis calzoncillos y comienza a acariciarme el miembro. Respira entre los dientes.

—Oh, nene —exhala y se cierne sobre mí, mirándome intensamente a los ojos.

—Te deseo —musito.

Su boca busca de nuevo la mía, y siento su anhelante desesperación, su necesidad de mí.

Esto es nuevo —nunca había sido así, salvo quizá cuando volví de Georgia—, y sus palabras de antes vuelven lentamente a mí… «Necesito saber que estamos bien. Solo sé hacerlo de esta forma.»

Pensar en eso me desarma. Saber que le afecto de ese modo, que puedo proporcionarle tanto consuelo haciendo esto… y entonces, me doy cuenta de que tiene la mano por detrás de su espalda, por dentro del pantalón. Oh, Dios. ¿Va dejarme hacerlo de nuevo?

Él se sienta, agarra mis pantalones por los bajos y me los quita de un tirón, y luego los calzoncillos.

Sin dejar de mirarme fijamente, se pone de pie, saca un envoltorio plateado del bolsillo y me lo lanza, y después se quita los pantalones y los calzoncillos con un único y rápido movimiento.

Yo rasgo el paquetito con avidez, y cuando vuelve a tumbarse a mi lado le intentó poner el preservativo, pero me frena. Se tumba de espaldas.

—Es para ti, póntelo —ordena, y me coloca entre sus piernas de un tirón—. Quiero verte.

Oh… Me coloco el preservativo despacio.

Me conduce, y yo me deslizo dentro de él con cierta indecisión. Cierra los ojos y flexiona las caderas para encontrarse conmigo, y le colmo, le dilato, y cuando exhala su boca dibuja una O perfecta.

Oh, es una sensación tan agradable… poseerle.

Me coge las manos, y no sé si es para que mantenga el equilibrio o para impedir que le toque, aun cuando ya he trazado mi mapa.

—Me gusta mucho sentirte —murmura.

Yo me alzo de nuevo, embriagado por el poder que tengo sobre él, viendo cómo Zayn Malik se descontrola debajo de mí. Me suelta las manos y me sujeta por la espalda, y yo apoyo las manos sobre sus brazos. Le penetro bruscamente y le hago gemir.

—Eso es, nene —dice con voz entrecortada.

Yo echo la cabeza atrás y hago exactamente eso. Eso que él hace tan bien.

Me muevo, acompasándome a su ritmo con perfecta simetría, ajeno a cualquier pensamiento lógico. Solo soy sensación, perdido en este abismo de placer. Adelante y atrás… una y otra vez… Oh, sí… Abro los ojos, bajo la vista hacia él con la respiración jadeante, y veo que me está mirando con ardor.

—Mi Li —musita.

—Sí —digo con la voz desgarrada—. Siempre.

Él lanza un gemido, vuelve a cerrar los ojos y echa la cabeza hacia atrás. Oh, Dios… Ver a Zayn desatado basta para sellar mi destino, y alcanzo el clímax entre gritos, todo me da vueltas y, exhausto, me derrumbo sobre él. Sigo moviéndome, por mucho que me cueste, porque sé que él también tiene que llegar.

—Oh, nene —gime cuando se abandona y, sin soltarme, se deja ir.


***


Tengo la cabeza apoyada sobre su pecho, en la zona prohibida. Mi mejilla reposa sobre los tatuajes de las golondrinas. Jadeo, radiante, y reprimo el impulso de juntar los labios y besarle.

Estoy tumbado sobre él, recuperando el aliento. Me acaricia el pelo y me pasa la mano por la espalda y me toca, mientras su respiración se va tranquilizando.

—Eres precioso.

Levanto la cabeza para mirarle con semblante escéptico. Él responde frunciendo el ceño e inmediatamente se sienta y, cogiéndome por sorpresa, me rodea con el brazo y me sujeta firmemente. Yo me aferro a sus bíceps; estamos frente a frente.

—Eres… precioso —repite con tono enfático.

—Y tú eres a veces extraordinariamente dulce.

Y le beso con ternura.

Me levanta para hacer que salga de él, y yo me estremezco. Se inclina hacia delante y me besa con suavidad.

—No tienes ni idea de lo atractivo que eres, ¿verdad?

Me ruborizo. ¿Por qué sigue con eso?

—Todos esos chicos que van detrás de ti… ¿eso no te dice nada?

—¿Chicos? ¿Qué chicos?

—¿Quieres la lista? —dice con desagrado. —Ese fotógrafo está loco por ti; el tipo de la ferretería; el hermanastro de tu compañera de piso. Tu jefe —añade con amargura.

—Oh, Zayn, eso no es verdad.

—Créeme. Te desean. Quieren lo que es mío.

Me acerca de golpe y yo levanto los brazos, colocándolos sobre sus hombros con las manos en su cabello, y le miro con ironía.

—Mío —repite, con un destello de posesión en la mirada.

—Sí, tuyo —le tranquilizo sonriendo.

Parece apaciguado, y yo me siento muy cómodo en su regazo, acostado en una cama a plena luz del día, un sábado por la tarde… ¿Quién lo hubiera dicho? Su exquisito cuerpo conserva las marcas de pintalabios. Veo que han quedado algunas manchas en la funda del edredón, y por un momento me pregunto qué hará la señora Jones con ellos.

—La línea sigue intacta —murmuro, y con el índice resigo osadamente la marca de su hombro. Él parpadea y de pronto se pone rígido—. Quiero explorar.

Me mira suspicaz.

—¿El apartamento?

—No. Estaba pensando en el mapa del tesoro que he dibujado en tu cuerpo.

Mis dedos arden por tocarle.

Arquea las cejas, intrigado, y la incertidumbre le hace pestañear. Yo froto mi nariz contra la suya.

—¿Y qué supondría eso exactamente, señor Payne?

Retiro la mano de su hombro y deslizo los dedos por su cara.

—Solo quiero tocarte por todas las partes que pueda.

Zayn atrapa mi dedo con los dientes y me muerde suavemente.

—Ay —protesto, y él sonríe y de su garganta brota un gemido sordo.

—De acuerdo —dice y me suelta el dedo, pero su voz revela aprensión—. Espera.

Se incorpora un poco debajo de mí, vuelve a levantarme, se limpia con la toalla el torso, me quita el preservativo y lo tira al suelo, junto a la cama.

—Franco te ha cortado muy bien el pelo. Me encanta.

¿Qué?

—Deja de cambiar de tema.

Me coloca a horcajadas sobre él. Me apoyo en sus piernas flexionadas, con los pies a ambos lados de sus caderas. Él se recuesta sobre los brazos.

—Toca lo que quieras —dice muy serio.

Parece nervioso, pero intenta disimularlo.

Sin dejar de mirarle a los ojos, me inclino y paso el dedo por debajo de la marca de pintalabios, sobre sus abdominales. Se estremece y paro.

—No es necesario —susurro.

—No, está bien. Es que tengo que… adaptarme. Hace mucho tiempo que no me acaricia nadie —murmura.

—¿La señora Robinson? —digo sin pensar, y curiosamente consigo hacerlo en un tono libre de amargura o rencor.

Él asiente; es evidente que se siente incómodo.

—No quiero hablar de ella. Nos amargaría el día.

—Yo no tengo ningún problema.

—Sí lo tienes, Li. Te sulfuras cada vez que la menciono. Mi pasado es mi pasado. Y eso es así. No puedo cambiarlo. Tengo suerte de que tú no tengas pasado, porque si no fuera así me volvería loco.

Yo frunzo el ceño, pero no quiero discutir.

—¿Te volverías loco? ¿Más qué ahora? —digo sonriendo, confiando en aliviar la tensión.

Tuerce la boca.

—Loco por ti.

La felicidad inunda mi corazón.

—¿Debo telefonear al doctor Atkin?

—No creo que haga falta —dice secamente.

Se mueve otra vez y baja las piernas. Yo vuelvo a posar los dedos en su vientre y dejo que deambulen sobre su piel. De nuevo se estremece.

—Me gusta tocarte.

Mis dedos bajan hasta su ombligo y al vello que nace ahí. Él separa los labios y su respiración se altera, sus ojos se oscurecen y noto debajo de mí cómo crece su erección. Por Dios… Segundo asalto.

—¿Otra vez? —musito.

Sonríe.

—Oh, sí, señor Payne, otra vez.


***


Qué forma tan deliciosa de pasar una tarde de sábado. Estoy bajo la ducha, lavándome distraídamente, con cuidado de no mojarme el pelo y pensando en las dos últimas horas. Parece que Zayn y la vainilla se llevan bien.

Hoy ha revelado mucho de sí mismo. Tengo que hacer un gran esfuerzo para intentar asimilar toda la información y reflexionar sobre lo que he aprendido: la cantidad de dinero que gana —vaya, es obscenamente rico, algo sencillamente extraordinario en alguien tan joven— y los dossieres que tiene sobre mí y todos sus castaños sumisos. Me pregunto si estarán todos en ese archivador.

Mi subconsciente me mira con gesto torvo y menea la cabeza: Ni se te ocurra. Frunzo el ceño. ¿Solo un pequeño vistazo?

Y luego está Michael: posiblemente armado por ahí, en alguna parte… amén de su lamentable gesto musical, todavía presente en el iPod de Zayn. Y algo aún peor: la pedófila señora Robinson: es algo que no me cabe en la cabeza, y tampoco quiero. No quiero que ella sea un fantasma de resplandeciente cabellera dentro de nuestra relación. Él tiene razón y me subo por las paredes cuando pienso en ella, así que quizá lo mejor sea no hacerlo.

Salgo de la ducha y me seco, y de pronto me invade una angustia inesperada.

Pero ¿quién no se subiría por las paredes? ¿Qué persona normal, cuerda, le haría eso a un chico de quince años? ¿Cuánto ha contribuido ella a su devastación? No puedo entender a esa mujer. Y lo que es peor: según él, ella le ha ayudado. ¿Cómo?

Pienso en sus cicatrices, esa desgarradora manifestación física de una infancia terrorífica y un recordatorio espantoso de las cicatrices mentales que debe de tener. Mi dulce y triste Cincuenta Sombras. Ha dicho cosas tan cariñosas hoy… Está loco por mí.

Me miro al espejo. Sonrío al recordar sus palabras, mi corazón rebosa de nuevo, y mi cara se transforma con una sonrisa bobalicona. Quizá conseguiremos que esto funcione. Pero ¿cuánto más estará dispuesto a hacerlo sin querer golpearme porque he rebasado alguna línea arbitraria?

Mi sonrisa se desvanece. Esto es lo que no sé. Esta es la sombra que pende sobre nosotros. Sexo pervertido sí, eso puedo hacerlo, pero ¿qué más?

Mi subconsciente me mira de forma inexpresiva, y por una vez no me ofrece consejos sabios y sardónicos. Vuelvo a mi habitación para vestirme.

Zayn está en el piso de abajo arreglándose, haciendo no sé bien qué, así que dispongo del dormitorio para mí solo. Aparte de todos los trajes del armario, los cajones están llenos de ropa interior nueva. Escojo unos calzoncillos negros todavía con la etiqueta del precio: quinientos cuarenta dólares. 

Estoy sacando el traje del armario cuando Zayn entra sin llamar. ¡Vaya, está impresionante! Se queda inmóvil, mirándome, sus ojos cafes resplandecientes, hambrientos. Noto que todo mi cuerpo se ruboriza. Lleva una camisa blanca con el cuello abierto y pantalones sastre, negros. Veo que la línea del pintalabios sigue en su sitio, y él no deja de mirarme.

—¿Puedo ayudarle, señor Malik? Deduzco que su visita tiene otro objetivo, aparte de mirarme embobado…

—Estoy disfrutando bastante de la fascinante visión, señor Payne, gracias —comenta turbadoramente, y da un paso más, arrobado—. Recuérdame que le mande una nota personal de agradecimiento a Catherine Acton.

Tuerzo el gesto. ¿Quién es esa?

—La asesora persona de compras de Neiman —contesta como si me leyera el pensamiento.

—Ah.

—Estoy realmente anonadado.

—Ya lo veo. ¿Qué quieres, Zayn? —pregunto, dedicándole mi mirada displicente.

Él contraataca con su media sonrisa y saca las bolas de plata del bolsillo, y me quedo petrificado. ¡Santo Dios! ¿Quiere azotarme? ¿Ahora? ¿Por qué?

—No es lo que piensas —dice enseguida.

—Acláramelo —musito.

—Pensé que podrías ponerte esto esta noche.

Y todas las implicaciones de la frase permanecen suspendidas entre nosotros mientras voy asimilando la idea.

—¿A la gala benéfica?

Estoy atónito.

Él asiente despacio y sus ojos se ensombrecen.

Oh, Dios.

—¿Me pegarás después?

—No.

Por un momento siento una leve punzada de decepción.

Él se ríe.

—¿Es eso lo que quieres?

Trago saliva. No lo sé.

—Bueno, tranquilo que no voy a tocarte de ese modo, aunque me supliques.

Oh. Esto es nuevo.

—¿Quieres jugar a este juego? —continúa, con las bolas en la mano—. Siempre puedes quitártelas si no aguantas más.

Le fulmino con la mirada. Está tan increíblemente seductor: un tanto descuidado, el pelo revuelto, esos ojos claros, pero a la vez oscuros que dejan traslucir pensamientos eróticos, esa boca maravillosamente esculpida, y esa sonrisa tan sexy y divertida en los labios.

—De acuerdo—acepto en voz baja.

¡Dios, sí! El dios que llevo dentro ha recuperado la voz y grita por las esquinas.

—Buen chico. —Zayn sonríe—. Ven aquí y te las colocaré.

Me lleva junto a la cama pero no se sienta, sino que se dirige hacia la única silla de la habitación. La coge y la coloca delante de mí.

—Cuando yo haga la señal, te agachas y te apoyas en la silla. ¿Entendido? —dice con voz grave.

—Sí.

—Bien. Ahora abre la boca —ordena, sin levantar la voz.

Hago lo que me dice, pensando que va a meterme las bolas en la boca otra vez para lubricarlas. Pero, no, desliza su dedo índice entre sus labios.

Oh…

—Chupa —dice.

Me inclino hacia delante, le sujeto la mano y obedezco. Puedo ser muy obediente cuando quiero.

Sabe a jabón… mmm. Chupo con fuerza, y me reconforta ver que abre los ojos de par en par, separa los labios y aspira. Se mete las bolas en la boca mientras le rodeo el dedo con la lengua y le practico una felación. Cuando intenta retirarlo, le clavo los dientes.

Sonríe y mueve la cabeza con gesto reprobatorio, de manera que le suelto. Hace un gesto con la cabeza, y me inclino y me agarro a ambos lados de la silla. Aparta mis calzoncillos a un lado y me mete un dedo muy lentamente, haciéndolo girar despacio, de manera que lo siento en todo mi cuerpo. No puedo evitar que se me escape un gemido.

Retira el dedo un momento y, con mucha suavidad, inserta las bolas una a una y empuja para meterlas hasta el fondo. En cuanto están en su sitio, vuelve a colocarme y ajustarme los calzoncillos y me besa el trasero. Desliza las manos por mis piernas, del tobillo a la cadera, y besa con ternura la parte superior de ambos muslos.

—Me gustan tus piernas, señor Payne —susurra.

Se yergue y, sujetándome las caderas, tira hacia él para que note su erección.

—Puede que cuando volvamos a casa te posea así, Liam. Ya puedes incorporarte.

Siento el peso de las bolas empujando y tirando dentro de mí, y me siento terriblemente excitado, mareado. Zayn se inclina detrás de mí y me besa en el hombro.

—Compré esto para que lo llevaras en la gala del sábado pasado. —Me rodea con su brazo y extiende la mano. En la palma hay una cajita roja con la palabra «Cartier» impresa en la tapa—. Pero me dejaste, así que nunca tuve ocasión de dártelo.

¡Oh!

—Esta es mi segunda oportunidad —musita nervioso, con la voz preñada de una emoción desconocida.

Cojo la caja y la abro, vacilante. Dentro resplandece un reloj. Tiene la esfera redonda, con las manecillas en azul. Es precioso, simple y clásico. El que yo mismo habría escogido si alguna vez tuviera la oportunidad de comprar en Cartier.

—Es maravilloso —musito, y lo adoro porque es el reloj que nos da una segunda oportunidad—. Gracias.

El cuerpo de Zayn, pegado al mío, se destensa, se relaja, y vuelve a besarme en el hombro.

—¿Te pondrás el traje gris claro? —pregunta.

—Sí. ¿Te parece bien?

—Claro. Te dejo para que te arregles.

Y se encamina hacia la puerta sin mirar atrás.


***


He entrado en un universo alternativo. El joven que me devuelve la mirada desde el espejo parece digno de la alfombra roja. Su traje es sencillamente espectacular. Puede que yo mismo escriba a Catherine Acton. Se ajusta en las zonas adecuadas y realza mi cuerpo.

Mi pelo sigue peinado perfectamente, como me lo dejó Franco. El constante movimiento de las bolas de plata me provoca un leve rubor y tengo una erección. Sí, son la garantía de que esta noche tendré color en las mejillas. Meneo la cabeza pensando en las audaces ocurrencias eróticas de Zayn. Me miro una última vez y voy a buscar a mi Cincuenta Sombras.

Está en el pasillo, hablando con Higgins y otros tres hombres, de espaldas a mí. Las expresiones de sorpresa y admiración de estos alertan a Zayn de mi presencia. Se da la vuelta mientras yo me quedo ahí plantado, esperando incómodo.

Se me seca la boca. Está impresionante… Esmoquin negro, pajarita negra, y su semblante de asombro y admiración al verme. Camina hacia mí y me besa el pelo.

—Liam. Estás deslumbrante.

Su cumplido delante de Higgins y los otros tres hombres hace que me ruborice.

—¿Una copa de champán antes de salir?

—Por favor —musito, con celeridad excesiva.

Zayn le hace una señal a Higgins, que se dirige al vestíbulo con sus tres acompañantes.

Zayn saca una botella de champán de la nevera.

—¿El equipo de seguridad? —pregunto.

—Protección personal. Están a las órdenes de Higgins, que también está entrenado para ello.

Zayn me ofrece una copa de champán.

—Es muy versátil.

—Sí, lo es. —Zayn sonríe—. Estás adorable, Liam. Salud.

Levanto la copa y la entrechoca con la mía. El champán es de color rosa pálido. Tiene un delicioso sabor chispeante y ligero.

—¿Cómo estás? —me pregunta con la mirada encendida.

—Bien, gracias.

Le sonrío con dulzura, sin expresar nada y sabiendo perfectamente que se refiere a las bolas de plata.

Hace un gesto de satisfacción.

—Toma, necesitarás esto. —Me tiende una bolsa de terciopelo que estaba sobre la encimera, en la isla de la cocina—. Ábrela —dice entre sorbos de champán.

Intrigado, cojo la bolsa y saco una elaborada máscara de disfraz plateada.

—Es un baile de máscaras —dice con naturalidad.

—Ya veo.

Es preciosa. Ribeteada con un lazo de plata y una exquisita filigrana alrededor de los ojos.

—Esto realzará tus maravillosos ojos, Liam.

Yo le sonrío con timidez.

—¿Tú llevarás una?

—Naturalmente. Tienen una cualidad muy liberadora —añade, arqueando una ceja y sonriendo.

Oh. Esto va a ser divertido.

—Ven. Quiero enseñarte una cosa.

Me tiende la mano y me lleva hacia el pasillo, hasta una puerta junto a la escalera. La abre y me encuentro ante una enorme habitación, de un tamaño aproximado al de su cuarto de juegos, que debe de quedar justo encima de esta sala. Está llena de libros. Vaya, una biblioteca con todas las paredes atestadas, desde el suelo hasta el techo. En el centro hay una mesa de billar enorme, iluminada con una gran lámpara de Tiffany en forma de prisma triangular.

—¡Tienes una biblioteca! —exclamo asombrado y abrumado por la emoción.

—Sí, Louis la llama «el salón de las bolas». El apartamento es muy espacioso. Hoy, cuando has mencionado lo de explorar, me he dado cuenta de que nunca te lo había enseñado. Ahora no tenemos tiempo, pero pensé que debía mostrarte esta sala, y puede que en un futuro no muy lejano te desafíe a una partida de billar.

Sonrío de oreja a oreja.

—Cuando quieras.

Siento un inmenso regocijo interior. A Stan y a mí nos encanta el billar. Nos hemos pasado los últimos tres años jugando, y soy todo un experto. Stan ha sido un magnífico maestro.

—¿Qué? —pregunta Zayn, divertido.

¡Oh, no!, me reprocho. Realmente debería dejar de expresar cada emoción en el momento en que la siento.

—Nada —contesto enseguida.

Zayn entorna los ojos.

—Bien, quizá el doctor Atkin pueda desentrañar tus secretos. Esta noche le conocerás.

—¿A ese charlatán tan caro?

Oh, vaya.

—El mismo. Se muere por conocerte.


Mientras vamos en la parte de atrás del Audi en dirección norte. Zayn me da la mano y me acaricia los nudillos con el pulgar. Me estremezco, noto la sensación en mi entrepierna. Reprimo el impulso de gemir, ya que Higgins está delante sin los auriculares de iPod, junto a uno de esos agentes de seguridad que creo que se llama Sawyer.

Estoy empezando a notar un dolor sordo y placentero en mi miembro, provocado por las bolas, que me hacen tener erecciones por el más mínimo roce con Zayn. Me pregunto cuánto podré resistir sin algún… ¿alivio? Subo las caderas, intentando buscar algo de fricción. Al hacerlo, se me ocurre de pronto algo que lleva dándome vueltas en la cabeza.

—¿De dónde has sacado el pintalabios? —le pregunto a Zayn en voz baja.

Sonríe y señala al frente.

—De Higgins —articula en silencio.

Me echo a reír.

—Oh…

Y me paro en seco… las bolas.

Me muerdo el labio. Zayn me mire risueño y con un brillo malicioso en los ojos. Sabe perfectamente lo que se hace, como el animal sexy que es.

—Relájate —musita—. Si te resulta excesivo…

Se le quiebra la voz y me besa con dulzura cada nudillo, por turnos, y luego me chupa la punta del meñique.

Ahora sé que lo hace a propósito. Cierro los ojos mientras un deseo oscuro se expande por mi cuerpo. Me rindo momentáneamente a esa sensación, y comprimo los músculos de mi cuerpo.

Cuando abro los ojos, Zayn me está observando fijamente, como un príncipe tenebroso. Debe de ser por el esmoquin y la pajarita, pero parece mayor, sofisticado, un libertino fascinantemente apuesto con intenciones licenciosas. Sencillamente, me deja sin respiración. Estoy subyugado por su sexualidad, y, si tengo que darle crédito, él es mío. Esa idea hace que brote una sonrisa en mi cara, y él me responde con otra resplandeciente.

—¿Y qué nos espera en esa gala?

—Ah, lo normal —dice Zayn jovial.

—Para mí no es normal.

Sonríe cariñosamente y vuelve a besarme la mano.

—Un montón de gente exhibiendo su dinero. Subasta, rifa, cena, baile… mi madre sabe cómo organizar una fiesta —dice complacido, y por primera vez en todo el día me permito sentir cierta ilusión ante la velada.

Una fila de lujosos coches sube por el sendero de la mansión Malik. Grandes farolillos de papel rosa pálido cuelgan a lo largo del camino, y, mientras nos acercamos lentamente con el Audi, veo que están por todas partes. Bajo la temprana luz del anochecer parecen algo mágico, como si entráramos en un reino encantado. Miro de reojo a Zayn. Qué apropiado para mi príncipe… y florece en mí una alegría infantil que eclipsa cualquier otro sentimiento.

—Pongámonos las máscaras.

Zayn esboza una amplia sonrisa y se coloca su sencilla máscara negra, y mi príncipe se transforma en alguien más oscuro, más sensual.

Lo único que veo de su cara es su preciosa boca perfilada y su enérgica barbilla. Mi corazón late desbocado al verle. Me pongo la máscara, ignorando el profundo anhelo que invade todo mi cuerpo.

Higgins aparca en el camino de la entrada, y un criado abre la puerta del lado de Zayn. Sawyer se apresura a bajar para abrir la mía.

—¿Listo? —pregunta Zayn.

—Más que nunca.

—Estás radiante, Liam.

Me besa la mano y sale del coche.

Una alfombra verde oscuro se extiende sobre el césped por un lateral de la mansión hasta los impresionantes terrenos de la parte de atrás. Zayn me rodea con el brazo en ademán protector, apoyando la mano en mi hombro y, bajo la luz de los farolillos que iluminan el camino, recorremos la alfombra verde junto con un nutrido reguero de gente formado por la élite más ganada de Seattle, ataviados con sus mejores galas y luciendo máscaras de todo tipo. Dos fotógrafos piden a los invitados que posen para las fotos con el emparrado de hiedra al fondo.

—¡Señor Malik! —grita uno de ellos.

Zayn asiente, me atrae hacia sí y posamos rápidamente para una foto. ¿Cómo saben que es él? Por su característica mata rebelde de cabello rizado, sin duda.

—¿Dos fotógrafos? —le pregunto.

—Uno es del Seattle Times; el otro es para tener un recuerdo. Luego podremos comprar la copia.

Oh, mi foto en la prensa otra vez. Michael acude fugazmente a mi mente. Así es como me descubrió, por un posado con Zayn. La idea resulta inquietante, aunque me consuela saber que estoy irreconocible gracias a la máscara.

Al final de la fila de invitados, sirvientes con uniformes blancos portan bandejas con resplandecientes copas de champán, y agradezco a Zayn que me pase una para distraerme de mis sombríos pensamientos.

Nos acercamos a una gran pérgola blanca, donde cuelgan versiones más pequeñas de los mismos farolillos de papel. Bajo ella, brilla una pista de baile con suelo ajedrezado en blanco y negro, rodeada por una valla baja con entradas por tres lados. En cada una hay dos elaboradas esculturas de unos cisnes de hielo. El cuarto lado de la pérgola, está ocupado por un escenario, en el que un cuarteto de cuerda interpreta una pieza suave, hechizante, etérea, que no reconozco. El escenario parece dispuesto para una gran banda, pero de momento no se ve rastro de los músicos, así que imagino que la actuación será más tarde. Zayn me coge de la mano y me lleva entre los cisnes hasta la pista, donde los demás invitados se están congregando, charlando y bebiendo copas de champán.

Más allá, hacia la orilla, se alza una inmensa carpa, abierta por el lado más cercano a nosotros, de modo que puedo vislumbrar las mesas y las sillas formalmente dispuestas. ¡Hay muchísimas!

—¿Cuánta gente vendrá? —le pregunto a Zayn, impresionado por el tamaño de la carpa.

—Creo que unos trescientos. Tendrás que preguntárselo a mi madre —me dice sonriendo.

—¡Zayn!

Una joven aparece entre la multitud y le echa los brazos al cuello, e inmediatamente sé que es Doniya. Lleva un elegante traje largo de gasa color rosa pálido que deja ver los tatuajes que tiene por los brazos, con una máscara veneciana exquisitamente trabajada a juego. Está deslumbrante. 

—¡Li! ¡Oh, estás guapísimo! —Me da un breve abrazo—. Tienes que venir a conocer a mis amigos. Ninguno se cree que Zayn tenga por fin pareja.

Aterrado, miro a Zayn, que se encoge de hombros como diciendo «Ya sé que es imposible, yo tuve que convivir con ella durante años», y deja que Doniya me conduzca hasta un grupo compuesto por tres chicas y un chico, todos con trajes caros y impecablemente acicalados. Y, por un momento, me siento más agradecido que nunca por el traje que Zayn me ha proporcionado.

Doniya hace rápidamente las presentaciones. Tres se muestran dulces y agradables, pero Lily, creo que se llama, me mira con expresión agria bajo su máscara roja.

—Estaba claro que Zayn era gay —dice disimulando su rencor con una gran sonrisa falsa.

Doniya hace un mohín.

—Lily… compórtate. Está claro que Zayn tiene un gusto excelente para los hombres, pero estaba esperando a que apareciera el adecuado, ¡y, por razones obvias, no has sido tú!

Lily se pone del color de su máscara, y yo también. ¿Puede haber una situación más incómoda?

—Señoritas, señor, ¿podría recuperar a mi acompañante, por favor?

Zayn desliza el brazo alrededor de mis hombros y me atrae hacia él. Las tres chicas se ruborizan y sonríen nerviosas: el invariable efecto de su perturbadora sonrisa. Doniya me mira, pone los ojos en blanco, y no me queda otro remedio que echarme a reír.

—Encantado de conoceros —digo mientras Zayn tira de mí—. Gracias —le susurro, cuando estamos ya a cierta distancia.

—He visto que Lily estaba con Doniya. Es una persona horrible.

—Le gustas —digo secamente.

Él se estremece.

—Pues el sentimiento no es mutuo. Ven, te voy a presentar a algunas personas.


Paso la siguiente media hora inmerso en un torbellino de presentaciones. Conozco a dos actores de Hollywood, a otros dos presidentes ejecutivos y a varias eminencias médicas. Por Dios… es imposible que me acuerde de tantos nombres.

Zayn no se separa de mí, y se lo agradezco. Francamente, la riqueza, el glamour y el nivel de puro derroche del evento me intimidan. Nunca he asistido a un acto parecido en mi vida.

Los camareros vestidos de blanco circulan grácilmente con más botellas de champán entre la multitud creciente de invitados, y me llena la copa con una regularidad preocupante. No debo beber demasiado, me repito a mí mismo, pero empiezo a sentirme algo aturdido, y no sé si es por el champán, por la atmósfera cargada de misterio y excitación que crean las máscaras, o por las bolas de plata que llevo en secreto. Resulta cada vez más difícil ignorar el dolor sordo que se extiende bajo mi cintura.

—¿Así que trabaja en SIP? —me pregunta un caballero calvo con una máscara de oso que le cubre la mitad de la cara… ¿o de perro?—. He oído rumores acerca de una OPA hostil.

Me ruborizo. Una OPA hostil lanzada por un hombre que tiene más dinero que sentido común, y que es un acosador nato.

—Yo solo soy un humilde ayudante, señor Eccles. No sé nada de esas cosas.

Zayn no dice nada y sonríe beatíficamente a Eccles.

—¡Damas y caballeros! —El maestro de ceremonias, con una impresionante máscara de arlequín blanca y negra, nos interrumpe—. Por favor, vayan ocupando sus asientos. La cena está servida.

Zayn me da la mano y seguimos al bullicioso gentío hasta la inmensa carpa.

El interior es impresionante. Tres enormes lámparas de araña lanzan destellos irisados sobre las telas de seda marfileña que conforman el techo y las paredes. Debe de haber unas treinta mesas como mínimo, que me recuerdan al salón privado del hotel Heathman: copas de cristal, lino blanco y almidonado cubriendo las sillas y las mesas, y en el centro, un exquisito arreglo de peonías rosa pálido alrededor de un candelabro de plata. Al lado hay una cesta de exquisiteces envueltas en hilo de seda.

Zayn consulta el plano de la distribución y me lleva a una mesa del centro. Doniya y Trisha Army-Malik ya están sentadas, enfrascadas en una conversación con un joven al que no conozco. Trisha lleva un deslumbrante vestido verde menta con una máscara veneciana a juego. Está radiante, se la ve muy relajada, y me saluda con afecto.

—¡Li, qué gusto volver a verte! Y además tan espléndido.

—Madre —la saluda Zayn con formalidad, y la besa en ambas mejillas.

—¡Ay, Zayn, qué protocolario! —le reprocha ella en broma.

Los padres de Trisha, el señor y la señora Army, vienen a sentarse a nuestra mesa. Tienen un aspecto exuberante y juvenil, aunque resulte difícil asegurarlo bajo sus máscaras de bronce a juego. Se muestran encantados de ver a Zayn.

—Abuela, abuelo, me gustaría presentaros a Liam Payne.

La señora Army me acapara de inmediato.

—¡Oh, por fin ha encontrado a alguien, qué encantador, y qué lindo! Bueno, espero que le conviertas en un hombre decente, Liam —comenta efusivamente mientras me da la mano.

Qué vergüenza… Doy gracias al cielo por la máscara.

Trisha acude en mi rescate.

—Madre, no incomodes a Li.

—No hagas caso a esta vieja tonta, querido. —El señor Army me estrecha la mano—. Se cree que, como es tan mayor, tiene el derecho divino a decir cualquier tontería que se le pase por esa cabecita loca.

—Li, este en mi acompañante, Sean.

Doniya presenta tímidamente al joven. Al darme la mano, me dedica una sonrisa traviesa y un brillo divertido baila en sus ojos castaños.

—Encantado de conocerte, Sean.

Zayn estrecha la mano de Sean y le observa con suspicacia. No me digas que la pobre Doniya tiene que sufrir también a su sobreprotector hermano. Sonrío a Doniya con expresión compasiva.

Lance y Janine, unos amigos de Trisha, son la última pareja en sentarse a nuestra mesa, pero el señor Des Malik sigue sin aparecer.

De pronto, se oye el zumbido de un micrófono, y la voz del señor Malik retumba por encima del sistema de megafonía, logrando acallar el murmullo de voces. Des, de pie sobre un pequeño escenario en un extremo de la carpa, luce una impresionante máscara dorada de Polichinela.

—Damas y caballeros, quiero darles la bienvenida a nuestro baile benéfico anual. Espero que disfruten de lo que hemos preparado para ustedes esta noche, y que se rasquen los bolsillos para apoyar el fantástico trabajo que hace nuestro equipo de Afrontarlo Juntos. Como saben, esta es una causa a la que estamos muy vinculados y que tanto mi esposa como yo apoyamos de todo corazón.

Nervioso, observo de reojo a Zayn, que mira impasible, creo, hacia el escenario. Se da cuenta y me sonríe.

—Ahora les dejo con el maestro de ceremonias. Por favor, tomen asiento y disfruten —concluye Des.

Después de un aplauso cortés, regresa el bullicio a la carpa. Estoy sentado entre Zayn y su abuelo. Contemplo admirado la tarjeta blanca en la que aparece mi nombre escrito con elegante caligrafía plateada, mientras un camarero enciende el candelabro con una vela larga. Des se une a nosotros, y me sorprende besándome en ambas mejillas.

—Me alegra volver a verte, Li —murmura.

Está realmente magnífico con su extraordinaria máscara dorada.

—Damas y caballeros, escojan por favor quién presidirá su mesa —dice el maestro de ceremonias.

—¡Oh… yo, yo! —dice Doniya inmediatamente, dando saltitos entusiasmados en su asiento.

—En el centro de sus mesas encontrarán un sobre —continúa el maestro de ceremonias—. ¿Serían todos ustedes tan amables de sacar, pedir, tomar prestado o si es preciso robar un billete de la suma más alta posible, escribir su nombre en él y meterlo dentro del sobre? Presidentes de mesa, por favor, vigilen atentamente los sobres. Más tarde los necesitaremos.

Maldición… He venido sin dinero. ¡Qué tonto… es una gala benéfica!

Zayn saca dos billetes de cien dólares de su cartera.

—Toma —dice.

¿Qué?

—Luego te lo devuelvo —susurro.

Él tuerce levemente la boca. Sé que no le ha gustado, pero no dice nada. Escribo mi nombre con su pluma —es negra, con una flor blanca en el capuchón—, y Doniya va pasando el sobre.

Encuentro delante de mí otro tarjetón con el menú impreso en letras plateadas.


BAILE DE MÁSCARAS A BENEFICIO DE «COPING TOGETHER»
MENÚ

• Tarta de salmón con nata líquida y pepinos sobre tostada de Brioche.
• Alban Estate RoussTrisha 2006.
• Magret de pato de Muscovy asado.
• Puré cremoso de alcachofas de Jerusalén.
• Cerezas picotas asadas con tomillo, foie gras 
• Châteneaunef-du-Pape Vieilles Vignes 2006
• Domaine de la Janasse.
• Mousse caramelizada de nueces.
• Higos confitados, Sabayon, helado de arce.
• Vin de Constance 2004 Klein Constattia.
• Surtido de quesos y panes locales.
• Alban Estate Grenache 2006
• Café y petits tours.


Bueno, eso justifica la cantidad de copas de cristal de todos los tamaños que atiborran el espacio que tengo asignado en la mesa. Nuestro camarero ha vuelto, y nos ofrece vino y agua. A mis espaldas, están cerrando los faldones de la carpa por donde hemos entrado, mientras que, en la parte delantera, dos miembros del servicio retiran la lona para revelar ante nuestros ojos la puesta de sol sobre Seattle y la bahía Meydenbauer.

La vista es absolutamente impresionante, con las luces centelleantes de Seattle a lo lejos y la calma anaranjada y crepuscular de la bahía reflejando el cielo opalino. Qué maravilla. Resulta tan tranquilo y relajante…

Diez camareros, llevando cada uno una bandeja, se colocan de pie entre los asientos. Acto seguido, cada uno va sirviendo los entrantes en silencio y con una sincronización total, y luego desaparecen. El salmón tiene un aspecto delicioso, y me doy cuenta de que estoy hambriento.

—¿Tienes hambre? —musita Zayn para que solo pueda oírle yo.

Sé que no se refiere a la comida, y los músculos de mi cuerpo responden.

—Mucha —susurro, y le miro desafiante.

Zayn separa los labios e inspira.

¡Ja! ¿Lo ves? Yo también sé jugar a este juego.

El abuelo de Zayn enseguida me da conversación. Es un anciano encantador, muy orgulloso de su hija y de sus tres nietos.

Me resulta extraño pensar en Zayn de niño. El recuerdo de las cicatrices de sus quemaduras me viene repentinamente a la mente, pero lo desecho de inmediato. Ahora no quiero pensar eso, aunque sea el auténtico motivo de esta velada, por irónico que resulte.

Ojalá Harry estuviera aquí con Louis. Ella encajaría muy bien: si Harry tuviera delante esta gran cantidad de tenedores y cuchillos no se amilanaría… y además, tomaría el mando de la mesa. Me la imagino discutiendo con Doniya sobre quién debería presidir la mesa, y esa imagen me hace sonreír.

La conversación fluye agradablemente entre los comensales. Doniya se muestra muy amena, como siempre, eclipsando bastante al pobre Sean, que básicamente se limita a permanecer callado, como yo. La abuela de Zayn es la más locuaz. También tiene un sentido del humor mordaz, normalmente a costa de su marido. Empiezo a sentir un poco de lástima por el señor Army.

Zayn y Lance charlan animadamente sobre un dispositivo que la empresa de Zayn está desarrollando, inspirado en el principio de E.F. SchumaDoniya de «Lo pequeño es hermoso». Es difícil seguir lo que dicen. Por lo visto Zayn pretende impulsar el desarrollo de las comunidades más pobres del planeta por medio de la tecnología eólica: mediante dispositivos que no necesitaban electricidad, ni pilas, y cuyo mantenimiento es mínimo.

Verle tan implicado es algo fascinante. Está apasionadamente comprometido en mejorar la vida de los más desfavorecidos. A través de su empresa de telecomunicaciones, pretende ser el primero en sacar al mercado un teléfono móvil eólico.

Vaya… No tenía ni idea. Quiero decir que conocía su pasión por querer alimentar al mundo, pero esto…

Lance parece incapaz de comprender esa idea de Zayn de ceder tecnología sin patentarla. Me pregunto vagamente cómo ha conseguido ganar Zayn tanto dinero, si está tan dispuesto a cederlo todo.


A lo largo de la cena, un flujo constante de hombres con elegantes esmóquines y máscaras oscuras se acerca a la mesa, deseosos de conocer a Zayn. Le estrechan la mano e intercambian amables comentarios. Él me presenta a algunos, pero no a otros. Me intriga saber cómo y el porqué de tal distinción.

Durante una de esas conversaciones, Doniya se inclina hacia delante y me sonríe.

—Li, ¿colaborarás en la subasta?

—Por supuesto —le contesto con excesiva prontitud.


Cuando llega el momento de los postres, ya se ha hecho de noche y yo me siento francamente incómodo. Tengo que librarme de las bolas. El maestro de ceremonias se acerca a nuestra mesa antes de que pueda retirarme, y con él, si no me equivoco, viene miss Coletitas europeas.

¿Cómo se llamaba? Hansel, Gretel… Gretchen.

Va enmascarada, naturalmente, pero sé que es ella porque no le quita la vista de encima a Zayn. Se ruboriza, y yo, egoístamente, estoy más que encantado de que él no la reconozca en absoluto.

El maestro de ceremonias nos pide el sobre y, con una floritura elocuente y experta, le pide a Trisha que saque el billete ganador. Es el de Sean, y le premian con la cesta envuelta en seda.

Yo aplaudo educadamente, pero me resulta imposible seguir concentrándome en el ritual.

—Si me perdonas —susurro a Zayn.

Me mira atentamente.

—¿Tienes que ir al baño?

Yo asiento.

—Te acompañaré —dice con aire misterioso.

Me pongo de pie.

—¡No, Zayn, tú no! Yo acompañaré a Li.

Doniya se pone de pie antes de que Zayn pueda protestar. Él tensa la mandíbula y sé que está contrariado. Y, francamente, yo también. Tengo… necesidades. Me encojo de hombros a modo de disculpa y él se sienta enseguida, resignado.

Cuando volvemos me siento un poco mejor, aunque el alivio de quitarme las bolas no ha sido tan inmediato como esperaba. Ahora las tengo guardadas en el bolsillo de dentro de la chaqueta del traje.

¿Por qué creí que podría soportarlas toda la noche? Sigo anhelante… quizá pueda convencer a Zayn para que me acompañe más tarde a la casita del embarcadero. Al pensarlo me ruborizo, y cuando me siento le observo de reojo. Él me mira de frente, y la sombra de una sonrisa brota en sus labios.

Uf… ya no está enfadado por haber perdido la oportunidad; aunque quizá yo si lo esté. Me siento frustrado; irritado incluso. Zayn me aprieta la mano y ambos escuchamos atentos a Des que está de nuevo en el escenario hablando sobre Afrontarlo Juntos. Zayn me pasa otra tarjeta: una lista con los precios de la subasta. La repaso rápidamente.


REGALOS SUBASTADOS, Y SUS GENEROSOS DONANTES, A BENEFICIO DE «COPING TOGETHER»

• Bate de béisbol firmado por los Mariners (Dr. Emily Mainwaring)
• Bolso, cartera y llavero Gucci (Andrea Washington)
• Vale para dos personas por un día en el Esclavo de «Bavern Center» (Caroline Flack)
• Diseño de paisaje y jardín (Gia Matteo) 
• Estuche de selección de productos de belleza Coco de Mer (Elizabeth Austin)
• Espejo veneciano (Sr. Y Sra. J. Bailey)
• Dos cajas de vino de Alban Estates a escoger (Alban Estates)
• 2 tickets VIP para XTY en concierto (Srta. L. Yesyov)
• Jornada en las carreras de Daytona (Dr. A. F. M. Lace-Field)
• Conducir un Aston Martin DB7 durante un día (Sr. Y Sra. L. W. Nora)
• Óleo, «En el Azul» de J. Trouton (Kelly Trouton)
• Clase de vuelo sin motor (Escuela de vuelo Soaring Seattle)
• Fin de semana para dos en el Hotel Heathman de Portland (Hotel Heathman)
• Estancia de fin de semana en Aspen, Colorado – 6 plaxas (Sr. H. Malik)
• Estancia de una semana a bordo del yate «Susiecue» - 6 plazas, amarrado en Sta. Lucía (Dc y Sra. Larin)
• Una semana en el lago Adriana, Montana – 8 plazas (Sr. y Dra. Malik)


Madre mía… Miro a Zayn con expresión atónita.

—¿Tú tienes una propiedad en Aspen? —siseo.

La subasta está en marcha y tengo que hablar en voz baja.

Él asiente, sorprendido e irritado por mi salida de tono, creo. Se lleva un dedo a los labios para hacerme callar.

—¿Tienes propiedades en algún otro sitio?

Él asiente e inclina la cabeza en señal de advertencia.

La sala entera irrumpe en aplausos y vítores: uno de los regalos ha sido adjudicado por doce mil dólares.

—Te lo contaré luego —dice Zayn en voz baja. Y añade, malhumorado—: Yo quería ir contigo.

Bueno, pero no has venido. Hago un mohín y me doy cuenta de que sigo quejoso, y es sin duda por el frustrante efecto de las bolas. Y cuando veo el nombre de la señora Robinson en la lista de generosos donantes, me pongo aún de más mal humor.

Echo un vistazo alrededor de la carpa para ver si la localizo, pero no consigo ver su deslumbrante cabello. Seguramente Zayn me habría avisado si ella estuviera invitada esta noche. Permanezco sentado, dándole vueltas a la cabeza y aplaudiendo cuando corresponde, a medida que los lotes se van vendiendo por cantidades de dinero astronómicas.

Le toca el turno a la estancia en la propiedad de Zayn en Aspen, que alcanza los veinte mil dólares.

—A la una, a las dos… —anuncia el maestro de ceremonias.

Y en ese momento no sé qué es lo que se apodera de mí, pero de repente oigo mi propia voz resonando claramente sobre el genio.

—¡Veinticuatro mil dólares!

Todas las máscaras de la mesa se vuelven hacia mí, sorprendidas, maravilladas, pero la mayor reacción de todas se produce a mi lado. Noto que da un respingo y siento cómo su cólera me inunda como las olas de una gran marea.

—Veinticuatro mil dólares, ofrecidos por el encantador caballero de plata, a la una, a las dos… ¡Adjudicado! 

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Cincuenta sombras de Malik (Ziam) - Página 11 Empty Re: Cincuenta sombras de Malik (Ziam)

Mensaje por Invitado Mar 04 Mar 2014, 6:59 pm

capitulo 07.
Maldita sea… ¿realmente acabo de hacer eso? Debe de ser el alcohol. He bebido bastante champán, más cuatro copas de cuatro vinos diferentes. Levanto la vista hacia Zayn, que está aplaudiendo.

Dios… va a enfadarse mucho, ahora que estamos tan bien. Mi subconsciente ha decidido finalmente hacer acto de presencia, y luce la cara de ‘El grito’ de Edvard Munch.

Zayn se inclina hacia mí, con una falsa sonrisa estampada en la cara. Me besa en la mejilla y después se acerca más para susurrarme al oído, con una voz muy fría y controlada:

—No sé si ponerme de rodillas y adorarte o si darte unos azotes que te dejen sin aliento.

Oh, yo sé lo que quiero ahora mismo. Levanto los ojos parpadeantes para mirarle a través de la máscara. Ojalá pudiera interpretar su expresión.

—Prefiero la segunda opción, gracias —susurro desesperado, mientras el aplauso se va apagando.

Él separa los labios e inspira bruscamente. Oh, esa boca escultural… la quiero sobre mí, ahora. Muerdo por él. Me obsequia con una radiante sonrisa que me deja sin respiración.

—Estás sufriendo, ¿eh? Veremos qué podemos hacer para solucionar eso —insinúa, mientras desliza el índice por mi barbilla.

Su caricia resuena en el fondo de mis entrañas, allí donde el dolor ha germinado y se ha extendido. Quiero abalanzarme sobre él aquí, ahora mismo, pero volvemos a sentarnos para ver cómo subastan el siguiente lote.

Me cuesta mucho permanecer quieto. Zayn me rodea el hombro con el brazo y me acaricia la espalda continuamente con el pulgar, provocando deliciosos hormigueos que bajan por mi espina dorsal. Sujeta mi mano con la que tiene libre, se la lleva a los labios y luego la deja sobre su regazo.

Lenta y furtivamente, de manera que no me doy cuenta de su juego hasta que ya es demasiado tarde, va subiendo mi mano por su pierna hasta llegar a su erección. Ahogo un grito, y con el pánico impreso en los ojos miro alrededor de la mesa, pero todo el mundo está concentrado en el escenario. Gracias a Dios que llevo máscara.

Aprovecho la ocasión y le acaricio despacio, dejando que mis dedos exploren. Zayn mantiene su mano sobre la mía, ocultando mis audaces dedos, mientras su pulgar se desliza suavemente sobre mi nuca. Abre la boca y jadea imperceptiblemente, y esa es la única reacción que capto a mi inexperta caricia. Pero significa mucho. Me desea. Mi cuerpo se contrae por debajo de la cintura. Empieza a ser insoportable.

El último lote de la subasta es una semana en el lago Adriana. Naturalmente, el señor y la doctora Malik tienen una casa en aquel hermoso paraje de Montana, y la puja sube rápidamente, pero yo apenas soy consciente de ello. Le noto crecer bajo mis dedos y eso hace que me sienta muy poderoso.

—¡Adjudicado por ciento diez mil dólares! —proclama triunfantemente el maestro de ceremonias.

Toda la sala prorrumpe en aplausos, y yo me sumo a ellos de mala gana, igual que Zayn, poniendo fin a nuestra diversión.

Se vuelve hacia mí con una expresión sugerente en los labios.

—¿Listo? —musita sobre la efusiva ovación.

—Sí —grita Doniya—. ¡Ha llegado el momento!

¿Qué? No. Otra vez no.

—¿El momento de qué?

—La Subasta del Baile Inaugural. ¡Vamos!

Se levanta y me tiende la mano.

Yo miro de reojo a Zayn, que está, creo, frunciéndole el ceño a Doniya, y no sé si reír o llorar, pero al final opto por la primera opción. Rompo a reír en un estallido catártico de adolescente nervioso, al vernos frustrados nuevamente por ese torbellino de energía rosa que es Doniya. Zayn me observa fijamente y, al cabo de un momento, aparece la sombra de una sonrisa en sus labios.

—El primer baile será conmigo, ¿de acuerdo? Y no será en la pista —me dice lascivo al oído.

Mi risita remite en cuanto la expectativa aviva las llamas del deseo. ¡Oh, sí! El d
Dios que llevo dentro ejecuta una perfecta pirueta en el aire.

—Me apetece mucho.

Me inclino y le beso castamente en los labios. Echo un vistazo alrededor y me doy cuenta de que el resto de los comensales de la mesa están atónitos. Naturalmente, nunca habían visto a Zayn acompañado de un chico.

Él esboza una amplia sonrisa y parece… feliz.

—Vamos, Li —insiste Doniya.

Acepto la mano que me tiende y la sigo al escenario, donde se han congregado otros diez chicos y chicas más. Y veo con cierta inquietud que Lily está entre ellos.

—¡Damas y caballeros, el momento cumbre de la velada! —grita el maestro de ceremonias por encima del bullicio—. ¡El momento que todos estaban esperando! ¡Estos doce encantadores jóvenes han aceptado subastar su primer baile al mejor postor!

Oh, no. Enrojezco de la cabeza a los pies. No me había dado cuenta de qué iba todo esto. ¡Qué humillante!

—Es por una buena causa —sisea Doniya al notar mi incomodidad—. Además, ganará Zayn —añade poniendo los ojos en blanco—. Me resulta inconcebible que permita que alguien puje más que él. No te ha quitado los ojos de encima en toda la noche.

Eso es… Tú concéntrate solo en que es para una buena causa, y en que Zayn ganará. Después de todo, no le viene de unos pocos dólares.

¡Pero eso implica que se gaste más dinero en ti!, me gruñe mi subconsciente. Pero yo no quiero bailar con ninguna otra persona… no podría bailar con nadie más, y además, no se va a gastar el dinero en mí, va a donarlo a la beneficencia. ¿Cómo los veinticuatro mil dólares que ya se ha gastado en ti?, prosigue mi subconsciente, entornando los ojos.

Maldita sea. Parece que me he dejado llevar con esa puja impulsiva. ¿Y por qué estoy discutiendo conmigo mismo?

—Ahora, acérquense por favor y echen un buen vistazo a quien podría acompañarles en su primer baile. Doce jóvenes hermosos y complacientes.

¡Santo Dios! Me siento como si estuviera en un mercado de carne. Contemplo horrorizado a la veintena de personas, como mínimo, que se aproxima a la zona del escenario, Zayn incluido. Se pasean con despreocupada elegancia entre las mesas, deteniéndose a saludar una o dos veces por el camino. En cuanto los interesados están reunidos alrededor del escenario, el maestro de ceremonias procede.

—Damas y caballeros, de acuerdo con la tradición del baile de máscaras, mantendremos el misterio oculto tras las mismas y utilizaremos únicamente los nombres de pila. En primer lugar tenemos a la encantadora Jada.

Jada también se ríe nerviosamente como una colegiala. Tal vez no esté tan fuera de lugar. Va vestida de pies a cabeza de tafetán azul marino con una máscara a juego. Dos jóvenes dan un paso al frente, expectantes. Qué afortunada, Jada…

—Jada habla japonés con fluidez, tiene el título de piloto de combate y es gimnasta olímpica… mmm. —El maestro de ceremonias guiña un ojo—. ¿Cuál es su oferta inicial?

Jada se queda boquiabierta ante las palabras del maestro de ceremonias: obviamente, todo lo que ha dicho en su presentación no son más que bobadas graciosas. Sonríe con timidez a los dos postores.

—¡Mil dólares! —grita uno.

La puja alcanza rápidamente los cinco mil dólares.

—A la una… a las dos… adjudicada… —proclama a voz en grito el maestro de ceremonias—… ¡al caballero de la máscara!

Y naturalmente, como todos los demás congregados frente al escenario llevan máscara, estallan las carcajadas y los aplausos jocosos. Jada sonríe radiante a su comprador y abandona a toda prisa el escenario.

—¿Lo ves…? ¡Es divertido! —murmura Doniya, y añade—: Espero que Zayn consiga tu primer baile, porque… no quiero que haya pelea.

—¿Pelea? —replico horrorizado.

—Oh, sí. Cuando era más joven era muy temperamental —dice con un ligero estremecimiento.

¿Zayn metido en una pelea? ¿El refinado y sofisticado Zayn, aficionado a la música coral del periodo Tudor? No me entra en la cabeza. El maestro de ceremonias me distrae de mis pensamientos con la siguiente presentación: una joven vestida de rojo, con una larga melena azabache.

—Permitan que les presente ahora a la maravillosa Mariah. Ah… ¿qué podemos decir de Mariah? Es una experta espadachina, toca el violonchelo como una auténtica concertista y es campeona de salto con pértiga… ¿Qué les parece? ¿Cuánto estarían dispuestos a ofrecer por un baile con la deliciosa Mariah?

Mariah se queda mirando al maestro de ceremonias, y entonces alguien grita, muy fuerte:

—¡Tres mil dólares!

Es un hombre enmascarado con cabello rubio y barba.

Se produce una contraoferta, y Mariah acaba siendo adjudicada por cuatro mil dólares a una mujer.

Zayn no me quita los ojos de encima. El pendenciero Cox-Malik… ¿quién lo habría dicho?

—¿Cuánto hace de eso? —le pregunto a Doniya.

Me mira, desconcertada.

—¿Cuántos años tenía Zayn cuando se metía en peleas?

—Al principio de la adolescencia. Solía volver a casa con el labio partido y los ojos morados, y mis padres estaban desesperados. Le expulsaron de los colegios. Llegó a causar serios daños a algunos de sus oponentes.

La miro boquiabierto.

—¿Él no te lo había dicho? —Suspira—. Tenía bastante mala fama entre mis amigos. Durante años fue considerado una auténtica persona non grata. Pero a los quince o dieciséis se le pasó.

Y se encoge de hombros.

Santo Dios… Otra pieza del rompecabezas que encaja en su sitio.

—Entonces, ¿cuánto ofrecen por el despampanante Bill?

—Cuatro mil dólares —dice una voz femenina desde el lado izquierdo de la multitud.

Bill sonríe, encantado.

Yo dejo de prestar atención a la subasta. Así que Zayn era un chico problemático en el colegio, que se metía en peleas. Me pregunto por qué. Le miro fijamente. Lily nos vigila atentamente.

—Y ahora, permítanme que les presente al precioso Li.

Oh, no… ese soy yo. Nervioso miro de reojo a Doniya, que me empuja al centro del escenario. Afortunadamente no me caigo, pero quedo expuesto a la vista de todo el mundo, terriblemente avergonzado. Cuando miro a Zayn, me sonríe satisfecho. Cabrón…

—El precioso Li toca seis instrumentos musicales, habla mandarín con fluidez y le encanta el futbol… Bien, damas, caballeros…

Y antes de que termine la frase, Zayn interrumpe al maestro de ceremonias fulminándolo con la mirada:

—Diez mil dólares.

Oigo el grito entrecortado y atónito de Lily a mis espaldas.

Oh, no…

—Quince mil

¿Qué? Todos nos volvemos a la vez hacia un hombre alto y impecablemente vestido, situado a la izquierda del escenario. Yo miro perplejo a Zayn. Madre mía, ¿qué hará ante eso? Pero él se rasca la barbilla y obsequia al desconocido con una sonrisa irónica. Es obvio que Zayn le conoce. El hombre le responde con una cortés inclinación de cabeza.

—¡Bien, caballeros! Por lo visto esta noche contamos en la sala con unos contendientes de altura.

El maestro de ceremonias se gira para sonreír a Zayn y la emoción emana a través de su máscara de arlequín. Se trata de un gran espectáculo aunque en realidad sea a costa mía. Tengo ganas de llorar.

—Veinte mil —contraataca Zayn tranquilamente.

El bullicio del gentío ha enmudecido. Todo el mundo nos mira a mí, a Zayn y al misterioso hombre situado junto al escenario.

—Veinticinco mil —dice el desconocido.

¿Puede haber una situación más bochornosa?

Zayn le observa impasible, pero se está divirtiendo. Todos los ojos están fijos en él. ¿Qué va a hacer? Tengo un nudo en la garganta. Me siento mareado. 

—Cien mil dólares —dice, y su voz resuena alta y clara por toda la carpa.

—¿Qué diablos…? —masculla perceptiblemente Lily detrás de mí, y un murmullo general de asombro jubiloso se alza entre la multitud.

El desconocido levanta las manos en señal de derrota, riendo, y Zayn le dirige una amplia sonrisa. Por el rabillo del ojo, veo a Doniya dando saltitos de regocijo.

—¡Cien mil dólares por el encantador Li! A la una… a las dos…

El maestro de ceremonias mira al desconocido, que niega con la cabeza con fingido reproche, pero se inclina caballerosamente.

—¡Adjudicado! —grita triunfante.

Entre un ensordecedor clamor de vítores y aplausos, Zayn avanza, me da la mano y me ayuda a bajar del escenario. Me mira con semblante irónico mientras yo bajo, me besa el dorso de la mano, la coloca alrededor de su brazo y me conduce fuera de la carpa.

—¿Quién era ese? —pregunto.

Me mira.

—Alguien a quien conocerás más tarde. Ahora quiero enseñarte una cosa. Disponemos de treinta minutos antes de que termine la subasta. Después tenemos que regresar para poder disfrutar de ese baile por el que he pagado.

—Un baile muy caro —musito en tono reprobatorio.

—Estoy seguro de que valdrá la pena, hasta el último centavo.

Me sonríe maliciosamente. Oh, tiene una sonrisa maravillosa, y vuelvo a sentir ese dolor que florece con plenitud en mis entrañas.

Estamos en el jardín. Yo creía que iríamos a la casita del embarcadero, y siento una punzada de decepción al ver que nos dirigimos hacia la gran pérgola, donde ahora se está instalando la banda. Hay por lo menos veinte músicos, y unos cuántos invitados merodeando por el lugar, fumando a hurtadillas. Pero como toda la acción está teniendo lugar en la carpa, nadie se fija mucho en nosotros.

Zayn me lleva a la parte de atrás de la casa y abre la puerta acristalada que da a un salón enorme y confortable que yo no había visto antes. Él atraviesa la sala desierta hacia una gran escalinata con una elegante barandilla de madera pulida. Me toma de la mano que tenía enlazada en su brazo y me conduce al segundo piso, y luego por el siguiente tramo de escaleras hacia el tercero. Abre una puerta blanca y me hace pasar a un dormitorio.

—Esta era mi habitación —dice en voz baja, quedándose junto a la puerta y cerrándola a sus espaldas.

Es amplia, austera, con muy poco mobiliario. Las paredes son blancas, al igual que los muebles; hay una espaciosa cama doble, una mesa y una silla, y estantes abarrotados de libros y diversos trofeos, al parecer de kickboxing. De las paredes cuelgan pósters de grupos de música.

Lo que más llama mi atención es un panel de corcho sobre el escritorio, cubierto con miles de fotos, banderines de los Mariners y entradas de conciertos. Es un fragmento de la vida del joven Zayn. Dirijo de nuevo la mirada hacia el impresionante y apuesto chico que ahora está en el centro de la habitación. Él me mira con aire misterioso, pensativo y sexy.

—Nunca había traído a nadie aquí —murmura.

—¿Nunca? —susurro.

Niega con la cabeza.

Trago saliva convulsamente, y el dolor que ha estado molestándome las dos últimas horas ruge ahora, salvaje y anhelante. Verle ahí plantado sobre la moqueta azul marino con es máscara… supera lo erótico. Le deseo. Ahora. De la forma que sea. He de reprimirme para no lanzarme sobre él y desgarrarle la ropa. Él se acerca a mi lento y cadencioso.

—No tenemos mucho tiempo, Liam, y tal como me siento ahora mismo, no necesitaremos mucho. Date la vuelta. Deja que te quite la ropa. —Yo me giro, mirando hacia la puerta, y agradezco que haya echado el pestillo. Él se inclina y me susurra al oído—: Déjate la máscara.

Yo respondo con un gemido, y mi cuerpo se tensa.

Él me desliza la chaqueta del traje, me desabrocha la camisa rozándome la piel con esos dedos largos, quemándome a su paso. Con un movimiento rápido me quita los pantalones junto con los zapatos. Cuando tiene toda mi ropa en la mano, se da la vuelta y la deja con destreza sobre el respaldo de la silla. Se quita la chaqueta, la coloca sobre mi ropa. Se detiene y me observa un momento, embebiéndose de mí. Yo me quedo en ropa interior, deleitándome con su mirada sensual.

—¿Sabes, Liam? —dice en voz baja mientras avanza hacia mí y se desata la pajarita, de manera que cuelga a ambos lados del cuello, y luego se desabrocha los tres botones de arriba de la camisa—. Estaba tan enfadado cuando compraste mi lote en la subasta que me vinieron a la cabeza ideas de todo tipo. Tuve que recordarme a mí mismo que el castigo no forma parte de las opciones. Pero luego te ofreciste. —Baja la vista hacia mí a través de la máscara—. ¿Por qué hiciste eso? —musita.

—¿Ofrecerme? No lo sé. Frustración… demasiado alcohol… una buena causa —musito sumiso, y me encojo de hombros.

¿Quizá para llamar su atención?

En aquel momento le necesitaba. Ahora le necesito más. El dolor ha empeorado y sé que él puede aliviarlo, calmar su rugido, y la bestia que hay en mí saliva por la bestia que hay en él. Zayn aprieta los labios, ahora no son más que una fina línea, y se lame despacio el labio superior. Quiero esa lengua en mi miembro.

—Me juré a mi mismo que no volvería a pegarte, aunque me lo suplicaras.

—Por favor —suplico.

—Pero luego me di cuenta de que en este momento probablemente estés muy incómodo, y eso no es algo a lo que estés acostumbrado.

Me sonríe con complicidad, ese cabrón arrogante, pero no me importa porque tiene toda la razón.

—Sí —musito.

—Así que puede que haya cierta… flexibilidad. Si lo hago, has de prometerme una cosa.

—Lo que sea.

—Utilizarás las palabras de seguridad si las necesitas, y yo simplemente te haré el amor, ¿de acuerdo?

—Sí.

Estoy jadeando. Quiero sus manos sobre mí.

Él traga saliva, luego me da la mano y se dirige hacia la cama. Aparta el cobertor, se sienta, coge la almohada y la coloca a un lado. Levanta la vista para verme de pie a su lado, y de pronto tira fuerte de mi mano, de manera que caigo sobre su regazo. Se mueve un poco hasta que mi cuerpo queda apoyado sobre la cama y mi pecho está encima de la almohada. Se inclina hacia delante y me acaricia el pelo.

—Pon las manos detrás de la espalda —murmura.

¡Oh…! Se quita la pajarita y la utiliza para atarme rápidamente las muñecas, de modo que mis manos quedan atadas sobre la parte baja de la espalda.

—¿Realmente deseas esto, Liam?

Cierro los ojos. Es la primera vez desde que le conozco que realmente quiero esto. Lo necesito.

—Sí —susurro.

—¿Por qué? —pregunta en voz baja mientras me acaricia el trasero con la palma de la mano.

Yo gimo en cuanto su mano entra en contacto con mi piel. No sé por qué… Tú me dijiste que no pensara demasiado. Después de un día como hoy… con la discusión sobre el dinero, Michael, la señora Robinson, ese dossier sobre mí, el mapa de zonas prohibidas, esta espléndida fiesta, las máscaras, el alcohol, las bolas de plata, la subasta… deseo esto.

—¿He de tener un motivo?

—No, nene, no hace falta —dice—. Solo intento entenderte.

Su mano izquierda se curva sobre mi cintura, sujetándome sobre su regazo, y entonces levanta la palma derecha de mi trasero y golpea con fuerza, justo donde se unen mis muslos. Ese dolor conecta directamente con el de mi miembro.

Oh, Dios… gimo con fuerza. Él vuelve a pegarme, exactamente en el mismo sitio. Suelto otro gemido.

—Dos —susurra—. Con doce bastará.

¡Oh…! Tengo una sensación muy distinta a la de la última vez: tan carnal, tan… necesaria. Zayn me acaricia el culo con los largos dedos de sus manos, y mientras tanto yo estoy indefenso, atado y sujeto contra el colchón, a su merced, y por mi propia voluntad. Me azota otra vez, ligeramente hacia el costado, y otra, en el otro lado, luego se detiene, me baja los calzoncillos y me los quita. Desliza suavemente otra vez la palma de la mano sobre mi trasero antes de seguir golpeando… cada escozor del azote alivia mi anhelo, o lo acrecienta… no lo sé. Me someto al ritmo de los cachetes, absorbiendo cada uno de ellos, saboreando cada uno de ellos.

—Doce —murmura en voz baja y ronca.

Vuelve a acariciarme el trasero, baja la mano hasta mi entrada y hunde lentamente dos dedos en mi interior, y los mueve en círculo, una y otra vez, torturándome.

Lanzo un gruñido cuando siento que mi cuerpo me domina, y llego al clímax, convulsionándome. Es tan intenso, inesperado y rápido…

—Muy bien, nene —musita satisfecho.

Me desata las muñecas, manteniendo los dedos dentro de mí mientras sigo tumbado sobre él, jadeando, agotado.

—Aún no he acabado contigo, Liam —dice, y se mueve sin retirar los dedos.

Desliza mis rodillas hasta el suelo, de manera que ahora estoy inclinado y apoyado sobre la cama. Se arrodilla en el suelo detrás de mí y se baja la cremallera. Saca los dedos de mi interior, y escucho el familiar sonido cuando rasga el paquetito plateado.

—Abre las piernas —gruñe, y yo obedezco.

Y, de un golpe, me penetra por detrás.

—Esto va a ser rápido, nene —murmura, y, sujetándome las caderas, sale de mi interior y vuelve a entrar con ímpetu.

—Ah —grito, pero la plenitud es celestial.

Impacta directamente contra ese punto en mi interior, una y otra vez, y lo alivia con cada embestida dura y dulce. La sensación es alucinante, justo lo que necesito. Y me echo hacia atrás para unirme a él en cada embate.

—Li, no —resopla, e intenta inmovilizarme.

Pero yo le deseo tanto que me acoplo a él en cada embestida.

—Mierda, Li —sisea cuando se corre, y el atormentado sonido me lanza de nuevo a una espiral de orgasmo sanador, que sigue y sigue, haciendo que me retuerza y dejándome exhausto y sin respiración.

Zayn se inclina, me besa el hombro y luego sale de mí. Me rodea con sus brazos, apoya la cabeza en mitad de mi espalda, y nos quedamos así, los dos arrodillados junto a la cama. ¿Cuánto? ¿Segundos? Minutos incluso, hasta que se calma nuestra respiración. El dolor en el miembro ha desaparecido, y lo que siento es una serenidad satisfecha y placentera.

Zayn se mueve y me besa la espalda.

—Creo que me debe usted un baile, señor Payne —musita.

—Mmm —contesto, saboreando la ausencia de dolor y regodeándome en esa sensación.

Él se sienta sobre los talones y tira de mí para colocarme en su regazo.

—No tenemos mucho tiempo. Vamos.

Me besa el pelo y me obliga a ponerme de pie.

Yo protesto, pero vuelvo a sentarme en la cama, recojo los calzoncillos del suelo y me los pongo. Me acerco doliente a la silla para recuperar mi ropa. Zayn se está anudando la pajarita, después de haberse arreglado un poco él y también la cama.

Y mientras vuelvo a ponerme el traje, miro las fotografías del panel. Zayn cuando era un adolescente hosco, pero aún así igual de atractivo que ahora: con Louis y Doniya en las pistas de esquí; solo en París, con el Arco de Triunfo de fondo; en Londres; en Nueva York; en el Gran Cañón; en la ópera de Sidney; incluso en la Muralla China. El amo Malik ha viajado mucho desde muy joven.

Hay entradas de varios conciertos: US, Rolling Stones, The Fray, Sheryl Crow; la Filarmónica de Nueva York interpretando ‘Romeo y Julieta’ de Prokofiev… ¡qué mezcla tan ecléctica! Y en la esquina, una foto tamaño carnet de una joven. En blanco y negro. Me suena, pero que me aspen si la identifico. No es la señora Robinson gracias a Dios.

—¿Quién es? —pregunto.

—Nadie importante —contesta mientras se pone la chaqueta y se ajusta la pajarita.

—Entonces, ¿por qué la tienes en el panel?

—Un descuido por mi parte. ¿Qué tal la pajarita? 

Levanta la barbilla como un niño pequeño, y yo sonrío y se la arreglo.

—Ahora perfecto.

—Como tú —murmura, me atrae hacia él y me besa apasionadamente—. ¿Estás mejor?

—Mucho mejor, gracias, señor Malik.

—El placer ha sido mío, señor Payne.


Los invitados se están congregando en la gran pérgola. Zayn me mira complacido —hemos llegado justo a tiempo—, y me conduce a la pista de baile.

—Y ahora, damas y caballeros, ha llegado el momento del primer baile. Señor y doctora Malik, ¿están listos?

Des asiente y rodea con sus brazos a Trisha.

—Damas y caballeros de la Subasta del Baile Inaugural, ¿estás preparados?

Todos asentimos. Doniya está con alguien que no conozco. Me pregunto qué ha pasado con Sean.

—Pues empecemos. ¡Adelante, Sam!

Un joven aparece en el escenario en medio de un cálido aplauso, se vuelve hacia la banda que está a sus espaldas y chasquea los dedos. Los conocidos acordes de «I’ve Got You Under My Skin» inundan el aire.

Zayn me mira sonriendo, me toma en sus entre sus brazos y empieza a moverse. Oh, baila tan bien que es muy fácil seguirle. Nos sonreímos mutuamente como tontos, mientras me hace girar alrededor de la pista.

—Me encanta esta canción —murmura Zayn, y baja los ojos hacia mí—. Resulta muy apropiada.

Ya no sonríe, está serio.

—Yo también te tengo —respondo—. Al menos te tenía en tu dormitorio.

Frunce los labios, pero es incapaz de disimular su regocijo.

—Señor Payne — me reprocha en tono de broma—, no tenía ni idea de que pudiera ser tan grosero.

—Señor, Malik, yo tampoco. Creo que es a causa de todas mis experiencias recientes. Han sido muy educativas.

Para ambos.

Zayn vuelve a estar serio, y se diría que estamos los dos solos con la banda. En nuestra burbuja privada.

Cuando termina la canción, los dos aplaudimos. Sam, el cantante, saluda con elegancia y presenta a su banda.

—¿Puedo interrumpir

Reconozco al hombre que pujó por mí en la subasta. Zayn me suelta de mala gana, pero parece también divertido.

—adelante, Liam, este es Tom Atkin. Tom, Liam.

¡Oh, no! 

Zayn sonríe y se aleja con paso tranquilo hacia un lateral de la pista de baile.

—¿Cómo estás, Liam? —dice el doctor Atkin en tono afable, y me doy cuenta de que es inglés.

—Hola —balbuceo.

La banda inicia otra canción, y el doctor Atkin me toma entre sus brazos. Esto es raro. Es mucho más joven de lo que me imaginaba, aunque no puedo verle la cara. Lleva una máscara parecida a la de Zayn. Es alto, pero no tanto como Zayn, ni tampoco se mueve con su gracia natural.

¿Qué le digo? ¿Por qué Zayn está tan jodido? ¿Por qué ha apostado por mí? Eso es lo único que quiero preguntarle, pero me parece una grosería en cierto sentido.

—Estoy encantado de conocerte por fin, Liam. ¿Lo estás pasando bien? —pregunta.

—Lo estaba —murmuro.

—Oh, espero no ser el responsable de tu cambio de humor.

Me obsequia con una sonrisa breve y afectuosa que hace que me sienta algo más a gusto.

—Usted es el psiquiatra, doctor Atkin. Dígamelo usted.

Sonríe.

—Ese es el problema, ¿verdad? ¿Qué soy psiquiatra?

Se me escapa una risita.

—Me siento un poco intimidado y avergonzado, porque me preocupa lo que pueda revelarme. Y la verdad es que lo único que quiero hacer es preguntarle acerca de Zayn.

Sonríe.

—En primer lugar, estamos en una fiesta, de manera que no estoy de servicio —musita con aire cómplice—. Y, es segundo, lo cierto es que no puedo hablar contigo sobre Zayn. Además —bromea—, le necesitamos al menos hasta Navidad.

Doy un respingo, atónito.

—Es una broma de médicos, Liam.

Me ruborizo, incómodo, y me siento un poco ofendido. Está bromeando a costa de Zayn.

—Acaba de confirmar lo que he estado diciéndole a Zayn… que no es usted más que un charlatán carísimo —le reprocho.

El doctor Atkin reprime una carcajada.

—Puede que tengas parte de razón.

—¿Es usted inglés?

—Sí. Nacido en Londres.

—¿Y cómo acabó usted aquí?

—Por una feliz circunstancia.

—No es muy extrovertido, ¿verdad?

—No tengo mucho que contar. La verdad es que soy una persona muy aburrida.

—Eso es ser muy autocrítico.

—Típico de los británicos. Forma parte de nuestro carácter nacional.

—Ah.

—Y podría acusarte a ti de los mismo, Liam.

—¿De ser también una persona aburrida, doctor Atkin?

Suelta un bufido.

—No, Liam, de no ser extrovertido.

—No tengo mucho que contar —replico sonriendo.

—Lo dudo, sinceramente.

Y, de forma inesperada, frunce el ceño.

Me ruborizo, pero entonces la música cesa y Zayn vuelve a aparecer a mi lado. El doctor Atkin me suelta.

—Ha sido un placer conocerte, Liam.

Vuelve a sonreírme afectuosamente, y tengo la sensación de haber pasado una especie de prueba encubierta.

—Tom —le saluda Zayn con un gesto de la cabeza.

—Zayn —le devuelve el saludo al doctor Atkin, luego gira sobre sus talones y desaparece entre la multitud.

Zayn me coge entre sus brazos para el siguiente baile.

—Es mucho más joven de lo que me esperaba —le digo en un murmullo—. Y tremendamente indiscreto.

—¿Indiscreto? —pregunta Zayn, ladeando la cabeza.

—Ah, sí, me lo ha contado todo.

Zayn se pone rígido.

—Bien, en ese caso, voy a decirle a Higgins que vaya a por el coche. Estoy seguro de que ya no querrás tener nada que ver conmigo —añade en voz baja.

Me paro en seco.

—¡No me ha contado nada!

Mi voz rezuma pánico.

Zayn parpadea y el alivio inunda su cara. Me acoge de nuevo en sus brazos.

—Entonces disfrutemos del baile.

Me dedica una sonrisa radiante, me hace girar al compás de la música, y yo me tranquilizo.

¿Por qué ha pensado que querría dejarle? No tiene sentido.

Bailamos dos temas más, y me doy cuenta de que tengo que ir al baño.

—No tardaré.

Al dirigirme hacia el baño, una voz suave me sobresalta, me doy la vuelta y veo a una mujer con un vestido de terciopelo negro, largo y ceñido. Lleva una máscara singular. Le cubre la cara hasta la nariz, pero también el cabello. Está echa de elaboradas filigranas de oro, algo realmente extraordinario.

—Me alegro mucho de encontrarte a solas —dice en voz baja—. Me he pasado toda la velada queriendo hablar contigo.

—Perdone, pero no sé quien es.

Se aparta la máscara de la cara y se suelta el pelo.

¡Oh, no! Es la señora Robinson.

—Lamento haberte sobresaltado.

La miro boquiabierto. Madre mía… ¿qué diablos querrá esta mujer de mí?

No sé qué dicta el protocolo acerca de relaciones socialmente con pederastas. Ella me sonríe con dulzura y me indica con un gesto que me siente a su mesa. Y, dado que carezco de todo punto de referencia y estoy anonadado, hago lo que me pide por educación, agradeciendo no haberme quitado la máscara.

—Seré breve, Liam. Sé lo que piensas de mí… Zayn me lo contó.

La observo impasible, sin expresar nada, pero me alegro de que lo sepa. Así que me ahorro tener que decírselo y ella puede ir al grano Hay una parte de mí que se muere por saber qué tendrá que decirme.

Hace una pequeña pausa y echa un vistazo por encima de mi hombro.

—Higgins nos está vigilando.

Echo un vistazo de reojo y le veo examinando la carpa desde el umbral. Sawyer le acompaña. Miran a todas partes salvo a nosotros.

—No tenemos mucho tiempo —dice apresuradamente—. Ya debes tener claro que Zayn está enamorado de ti. Nunca le había visto así, nunca —añade, enfatizando la última palabra.

¿Qué? ¿Qué me quiere? No. ¿Por qué me dice ella esto? ¿Para tranquilizarme? No entiendo nada.

—Él no te lo dirá porque probablemente ni siquiera sea consciente de ello, a pesar de que se lo he dicho, pero Zayn es así. No acepta con facilidad ningún tipo de emoción o sentimiento positivo que pueda experimentar. Se maneja mucho mejor con lo negativo. Aunque seguramente eso ya lo has comprobado por ti mismo. No se valora en absoluto.

Todo me da vueltas. ¿Zayn me quiere? ¿Él no me lo ha dicho, y esta mujer tiene que explicarle qué es lo que siente? Todo esto me supera.

Un aluvión de imágenes acude a mi mete: el iPad, el planeador, coger un avión privado para ir a verme, todos sus actos, su posesividad, cien mil dólares por un baile… ¿Es eso amor?

Y oírlo de boca de esta mujer, que ella tenga que confirmármelo, es, francamente, desagradable. Preferiría oírselo a él.

Se me encoge el corazón. Zayn cree que no vale nada. ¿Por qué?

—Yo nunca le he visto tan feliz, y es evidente que tú también sientes algo por él. —Una sonrisa fugaz brota en sus labios—. Eso es estupendo, y os deseo lo mejor a los dos. Pero lo que quería decir es que, si vuelves a hacerle daño, iré a por ti, señorito, y eso no te gustará nada.

Me mira fijamente, perforándome el cerebro con sus gélidos ojos mieles que intentan llegar más allá de la máscara. Su amenaza es tan sorprendente, tan descabellada, que se me escapa sin querer una risita incrédula. De todas las cosas que podía decirme, esta era la que menos esperaba de ella.

—¿Te parece gracioso, Liam? —masculla consternada—. Tú no le viste el sábado pasado.

Palidezco y me pongo serio. No es agradable imaginar a Zayn infeliz, y el sábado pasado le abandoné. Tuvo que recurrir a ella. Esa idea me descompone. ¿Por qué estoy aquí sentado escuchando toda esta basura, y de ella, nada menos? Me levanto despacio, sin dejar de mirarla.

—Me sorprende su desfachatez, señora Flack. Zayn y yo no tenemos nada que ver con usted. Y si le abandono y usted viene a por mí, la estaré esperando, no tenga ninguna duda de ello. Y quizá le pague con su misma moneda, para resarcir al pobre chico de quince años del que usted abusó y al que probablemente destrozó aún más de lo que ya estaba.

Se queda estupefacta.

—Y ahora, si me perdona, tengo mejores cosas que hacer en vez de perder el tiempo con usted.

Me doy la vuelta, sintiendo una descarga de rabia y adrenalina por todo el cuerpo, y me dirijo hacia la entrada de la carpa, donde están Higgins y Zayn, que acaba de llegar, con aspecto nervioso y preocupado.

—Estás aquí —musita, y frunce el ceño al ver a Caroline.

Yo paso por su lado sin detenerme, sin decir nada, dándole la oportunidad de escoger entre ella o yo. Elige bien.

—Li —me llama. Me paro y le miro mientras él acude a mi lado—. ¿Qué ha pasado?

Y baja los ojos para observarme, con la inquietud grabada en la cara.

—¿Por qué no se lo preguntas a tu ex? —replico con acidez.

Él tuerce la boca y su mirada se torna gélida.

—Te lo estoy preguntando a ti.

No levanta la voz, pero el tono resulta mucho más amenazador.

Nos fulminamos mutuamente con la mirada.

Muy bien, ya veo que esto acabará en una pelea si no se lo digo.

—Me ha amenazado con ir a por mí si vuelvo a hacerte daño… armada con un látigo, seguramente —le suelto.

El alivio se refleja en su cara y dulcifica el gesto con expresión divertida.

—Seguro que no se te ha pasado por alto la ironía de la situación —dice, y noto que hace esfuerzos para que no se le escape la risa.

—¡Esto no tiene gracia, Zayn!

—No, tienes razón. Hablaré con ella —dice, adoptando un semblante serio, pero sonriendo aún para sí.

—Eso ni pensarlo —replico cruzando los brazos, nuevamente indignado.

Parpadea, sorprendido ante mi arrebato.

—Mira, ya sé que estás atado a ella financieramente, si me permites el juego de palabras, pero…

Me callo. ¿Qué le estoy pidiendo que haga? ¿Abandonarla? ¿Dejar de verla? ¿Puedo hacer eso?

—Tengo que ir al baño —digo al fin con gesto adusto.

Él suspira e inclina la cabeza a un lado. ¿Se puede ser más sensual? ¿Es la máscara, o simplemente él?

—Por favor, no te enfades. Yo no sabía que ella estaría aquí. Dijo que no vendría. —Emplea un tono apaciguador, como si hablara con un niño. Alarga la mano y resigue con el pulgar el mohín que dibuja mi labio inferior—. No dejes que Caroline nos estropee la noche, por favor, Liam. Solo es una vieja amiga.

«Vieja», esa es la palabra clave, pienso con crueldad mientras él me levanta la barbilla y sus labios rozan mi boca con dulzura. Yo suspiro, pestañeo, rendido. Él se yergue y me sujeta del codo.

—Te acompañaré al baño y así no volverán a interrumpirte.

Me conduce a través del jardín hasta los lujosos baños portátiles. Doniya me dijo que los habían instalado para la gala, pero no sabía que hubiera modelos de lujo.

—Te espero aquí, nene —murmura.

Cuando salgo, estoy de mejor humor. He decidido no dejar que la señora Robinson me arruine la noche, porque seguramente eso es lo que ella quiere. Zayn se ha alejado un poco y habla por teléfono, apartado de un reducido grupo que está charlando y riendo. A medida que me acerco, oigo lo que dice.

—¿Por qué cambiaste de opinión? Creía que estábamos de acuerdo. Bien, pues déjale en paz —dice muy seco—. Esta es la primera relación que he tenido en mi vida, y no quiero que la pongas en peligro basándote en una preocupación por mí totalmente infundada. Déjale… en… paz. Lo digo enserio, Caroline. —Se calla y escucha—. No, claro que no. —Y frunce ostensiblemente el ceño al decirlo. Levanta la vista y me ve mirándole—. Tengo que dejarte. Buenas noches.

Aprieta el botón y cuelga.

Yo inclino la cabeza a un lado y arqueo una ceja. ¿Por qué la ha telefoneado?

—¿Cómo está la vieja amiga?

—De mal humor —responde mordaz—. ¿Te apetece volver a bailar? ¿O quieres irte? —Consulta su reloj—. Los fuegos artificiales empiezan dentro de cinco minutos.

—Me encantan los fuegos artificiales.

—Pues nos quedaremos a verlos. —Me pasa un brazo alrededor del hombro y me atrae hacia él—. No dejes que ella se interponga entre nosotros, por favor.

—Se preocupa por ti —musito.

—Sí, y yo por ella… como amiga.

—Creo que para ella es más que una amistad.

Tuerce el gesto.

—Liam, Caroline y yo… es complicado. Compartimos una historia. Pero solo es eso, historia. Como ya te he dicho muchas veces, es una buena amiga. Nada más. Por favor, olvídate de ella.

Me besa el cabello, y, para no estropear nuestra noche, decido dejarlo correr. Tan solo intento entender.

Caminamos de la mano hacia la pista de baile. La banda sigue en plena actuación.

—Liam.

Me doy la vuelta y ahí está Des.

—Me preguntaba si me harías el honor de concederme el próximo baile.

Me tiende la mano. Zayn se encoge de hombros, sonríe y me suelta, y yo dejo que Des me lleve a la pista de baile. Otra vez, esto es raro, como cuando bailé con el doctor Atkin. Sam, el líder de la banda, empieza a cantar «Come Fly with Me», y Des me pasa el brazo por la cintura y me conduce girando suavemente hacia el gentío.

—Quería agradecerte tu generosa contribución a nuestra obra benéfica, Liam.

Por el tono, sospecho que está dando un rodeo para preguntarme si puedo permitírmelo.

—Señor Stules…

—Llámame Des, por favor, Li.

—Estoy encantado de poder contribuir. Recibí un dinero que no esperaba, y no lo necesito. Y la causa lo vale.

Él me sonríe, y yo sopeso la conveniencia de hacerle un par de preguntas inocentes. Carpe diem, sisea mi subconsciente, ahuecando la mano en torno a su boca.

—Zayn me ha hablado un poco de su pasado, así que considero muy apropiado apoyar este proyecto —añado, esperando que eso anime a Des a desvelarme algo del misterio que rodea su hijo.

Él se muestra sorprendido.

—¿Te lo ha contado? Eso es realmente insólito. Está claro que ejerces un efecto positivo en él, Liam. No creo haberle visto nunca tan… tan… optimista.

Me ruborizo.

—Lo siento, no pretendía incomodarte.

—Bueno, según mi limitada experiencia, él es un chico muy peculiar —apunto.

—Sí —corrobora Des.

—Por lo que me ha contado Zayn, los primeros años de su infancia fueron espantosamente traumáticos.

Des frunce el ceño, y me preocupa haber ido demasiado lejos.

—Mi esposa era la doctora de guardia cuando le trajo la policía. Estaba en los huesos, y seriamente deshidratado. No hablaba. —Des, sumido en ese terrible recuerdo, ajeno al alegre compás de la música que nos rodea, tuerce otra vez el gesto—. De hecho, estuvo casi dos años sin hablar. Lo que finalmente le sacó de su mutismo fue tocar el piano. Ah, y la llegada de Doniya, naturalmente.

Me sonríe con cariño.

—Toca maravillosamente bien. Y ha conseguido tantas cosas en la vida que debe de estar muy orgulloso de él —digo con la voz casi quebrada.

¡Dios santo! Estuvo dos años sin hablar.

—Inmensamente. Es un joven muy decidido, muy capaz, muy brillante. Pero, entre tú y yo, Liam, verlo cómo está esta noche… relajado, comportándose como alguien de su edad… eso es lo que realmente nos emociona a su madre y a mí. Eso es lo que estábamos comentando hoy mismo. Y creo que debemos darte las gracias por ello.

Una sensación de rubor me invade de la cabeza a los pies. ¿Qué debo decir ahora?

—Siempre ha sido un chico muy solitario. Nunca creímos que le veríamos con alguien. Sea lo que sea lo que estás haciendo con él, por favor, sigue haciéndolo. Nos gusta verle feliz. —De pronto se calla, como si fuera él quien hubiera ido demasiado lejos—. Lo siento, no pretendía incomodarte.

Niego con la cabeza.

—A mí también me gusta verle feliz —musito, sin saber qué más decir.

—Bien, estoy encantado de que hayas venido esta noche. Ha sido un auténtico placer veros a los dos juntos.

Mientras los últimos acordes de «Come Fly with Me» se apagan, Des me suelta y se inclina educadamente, y yo hago lo mismo, imitando su cortesía.

—Ya está bien de bailar con ancianos.

Zayn ha vuelto a aparecer. Des se echa a reír.

—No tan «anciano», hijo. Todo el mundo sabe que he tenido mis momentos.

Des me guiña un ojo con aire pícaro, y se aleja con paso tranquilo y elegante.

—Me parece que le gustas a mi padre —susurra Zayn mientras observa a Des mezclándose entre el gentío.

—¿Cómo no voy a gustarle? —comento, coqueto, mordiéndome el labio.

—Bien dicho, señor Payne. —Y me arrastra a sus brazos en cuanto la banda empieza a tocar «It Had to Be You»—. Baila conmigo —susurra, seductor.

—Con mucho gusto, señor Malik —le respondo sonriendo, y él me lleva de nuevo bailando a través de la pista.


***


A medianoche bajamos paseando hasta la orilla, entre la carpa y el embarcadero, donde los demás asistentes a la fiesta se han reunido para contemplar los fuegos artificiales. El maestro de ceremonias, de nuevo al mando, ha permitido que nos quitáramos las máscaras para poder ver mejor el espectáculo. Zayn me rodea con el brazo, pero soy muy consciente de que Higgins y Sawyer están cerca, probablemente porque ahora estamos en medio de una multitud. Miran hacia todas partes excepto al embarcadero, donde dos pirotécnicos vestidos de negro están haciendo los últimos preparativos. Al ver a Higgins, pienso en Michael. Quizá esté aquí. Oh, Dios… La idea me provoca escalofríos, y me acurruco junto a Zayn. Él baja la mirada y me abraza más fuerte.

—¿Estás bien, nene? ¿Tienes frío?

—Estoy bien.

Echo un vistazo hacia atrás y veo, cerca de nosotros, a los otros dos guardaespaldas, cuyos nombres he olvidado. Zayn me coloca delante de él y me rodea los hombros con los brazos.

De repente, los compases de una pieza clásica retumban en el embarcadero y dos cohetes se elevan en el aire, estallando con una detonación ensordecedora sobre la bahía e iluminándola por entero con una fastuosa lluvia luminosa sobre las tranquilas aguas de la bahía. Contemplo con la boca abierta cómo se elevan varios cohetes más, que estallan en el aire en un caleidoscopio de colores.

No recuerdo haber visto nunca una exhibición pirotécnica tan impresionante, excepto quizá en televisión, y allí nunca se ven tan bien. Está todo perfectamente acompasado con la música. Una salva tras otra, una explosión tras otra, y luces incesantes que despiertan las exclamaciones admiradas de la multitud. Es algo realmente sobrecogedor.

Sobre el puente de la bahía, varas fuentes de luz plateadas se alzan unos seis metros en el aire, cambiando de color: de azul al rojo, luego al naranja y de nuevo al gris plata… y cuando la música alcanza el crescendo, estallan aún más cohetes.

Empieza a dolerme la mandíbula por culpa de la bobalicona sonrisa de asombro que tengo grabada en la cara. Miro de reojo a Cincuenta, y él está igual, maravillado como un niño ante el sensacional espectáculo. Para acabar, una andanada de seis cohetes surca el aire y explotan simultáneamente bañándonos en una espléndida luz dorada, mientras la multitud irrumpe en un aplauso frenético y entusiasta.

—Damas y caballeros —proclama el maestro de ceremonias cuando los vítores decrecen—. Solo un apunte más que añadir a esta extraordinaria velada: su generosidad ha alcanzado la cifra total de ¡un millón ochocientos cincuenta y tres mil dólares!

Un aplauso espontáneo brota de nuevo, y sobre el puente aparece un mensaje con las palabras «Gracias de parte de Afrontarlo Juntos», formadas por líneas centelleantes de luz plateada que brillan y refulgen sobre el agua.

—Oh, Zayn… esto es maravilloso.

Levanto la vista, fascinado, y él se inclina para besarme.

—Es hora de irse —murmura, y una enorme sonrisa se dibuja en su hermoso rostro al pronunciar esas palabras tan prometedoras.

De repente, me siento muy cansado.

Alza de nuevo la vista, buscando entre la multitud que empieza a dispersarse, y ahí está Higgins. Se dicen algo sin pronunciar palabra.

—Quedémonos por aquí un momento. Higgins quiere que esperemos hasta que la gente se vaya.

Ah.

—Creo que ha envejecido cien años por culpa de los fuegos artificiales —añade.

—¿No le gustan los fuegos artificiales?

Zayn me mira con cariño y niega con la cabeza, pero no aclara nada.

—Así que Aspen, ¿eh? —dice, y sé que intenta distraerme de algo.

Funciona.

—Oh… no he pagado la puja —digo apurado.

—Puedes mandar el talón. Tengo la dirección.

—Estabas realmente enfadado.

—Sí, lo estaba.

Sonrío.

—La culpa es tuya y de tus jueguecitos.

—Te sentías bastante abrumado por toda la situación, señor Payne. Y el resultado ha sido de lo más satisfactorio, si no recuerdo mal. —Sonríe lascivo—. Por cierto, ¿dónde están?

—¿Las bolas de plata? En mi bolsillo.

—Me gustaría recuperarlas. —Me mira risueño—. Son un artilugio demasiado potente para dejarlo en tus inocentes manos.

—¿Tienes miedo de que vuelva a sentirme abrumado, con otra persona quizá?

Sus ojos brillan peligrosamente.

—Espero que eso no pase —dice con un deje de frialdad en la voz—. Pero no, Li. Solo deseo tu placer.

Uau.

—¿No te fías de mí?

—Se sobreentiende. Y bien, ¿vas a devolvérmelas?

—Me lo pensaré.

Me mira con los ojos entornados.

Vuelve a sonar música en la pista de baile, pero ahora en un DJ el que ha puesto un tema, con un bajo que marca un ritmo impecable.

—¿Quieres bailar?

Estoy muy cansado, Zayn. Me gustaría irme, si no te importa.

Zayn mira a Higgins, este asiente, y nos encaminamos hacia la casa siguiendo a un grupo de invitados bastante ebrios. Agradezco que Zayn me de la mano; me duelen los pies por culpa del calzado nuevo.

Doniya se acerca dando saltitos.

No os iréis ya, ¿verdad? Ahora empieza la música auténtica. Vamos, Li me dice, cogiéndome de la mano.

—Doniya —la reprende Zayn—, Liam está muy cansado. Nos vamos a casa. Además, mañana tenemos un día importante.

¿Ah, sí?

Doniya hace un mohín, pero sorprendentemente no presiona a Zayn.

—Tenéis que venir algún día de la próxima semana. Li, tal vez podríamos ir juntos de compras.

—Claro, Doniya.

Sonrío, aunque en el fondo de mi mente me preguntó cómo, porque yo tengo que trabajar para vivir.

Me da un beso fugaz y luego abraza fuerte a Zayn, para sorpresa de ambos. Y algo todavía más extraordinario: apoya las manos en las solapas de su chaqueta y él, indulgente, se limita a bajar la vista hacia ella.

—Me gusta verte tan feliz —le dice Doniya con dulzura y le besa en la mejilla—. Adiós, que os divirtáis.

Y corre a reunirse con sus amigos que la esperan, entre ellos Lily, quien, despojada de la máscara, tiene una expresión aún más amarga si cabe.

Me pregunto vagamente dónde estará Sean.

—Les diremos buenas noches a mis padres antes de irnos. Ven.

Zayn me lleva a través de un grupo de invitados hasta donde están Trisha y Des, que se despiden de nosotros con simpatía y cariño.

—Por favor, vuelve cuando quieras, Liam, ha sido un placer tenerte aquí —dice Trisha afectuosamente.

Me siento un poco superado tanto por su reacción como por la de Des. Por suerte, los padres de Trisha ya se han ido, así que al menos me he ahorrado su efusividad.

Zayn y yo vamos tranquilamente de la mano hasta la entrada de la mansión, donde una fila interminable de coches espera para recoger a los invitados. Miro a Cincuenta. Parece feliz y relajado. Es un auténtico placer verle así, aunque sospecho que no tiene nada de extraño después de un día tan extraordinario.

—¿Vas bien abrigado? —me pregunta.

—Sí, gracias —respondo, colocándome un poco la chaqueta del traje.

—He disfrutado mucho de la velada, Liam. Gracias.

—Yo también. De unas partes más que otras —digo sonriendo.

Él también sonríe y asiente, y luego arquea una ceja.

—No te muerdas el labio —me advierte de un modo que me altera la sangre.

—¿Qué querías decir con que mañana es un día importante? —pregunto para distraer mi mente.

—Tengo una sorpresa para ti.

Le miro fijamente mientras varios invitados pasan por nuestro lado sin hacernos caso. Su expresión es muy seria. 

Alargo la mano y él parpadea levemente, pero se queda quieto. Cojo una punta de su pajarita, tiro de ella y la desato, dejando a la vista el botón superior de su camisa. Lo desabrocho con cuidado.

—Así estás muy sensual —susurro.

De hecho, siempre está sensual, pero así aún más.

Sonríe.

—Tengo que llevarte a casa. Ven.

Cuando llegamos al coche, Sawyer le entrega un sobre a Zayn. Frunce el ceño y me mira cuando Higgins me abre la puerta para que suba. Por alguna razón, Higgins parece aliviado. Zayn entra en el coche y me da el sobre, sin abrir, mientras Higgins y Sawyer ocupan sus asientos delante.

—Va dirigido a ti. Alguien del servicio se lo dio a Sawyer. Sin duda, de parte de otro corazón cautivo.

Zayn hace una mueca. Es obvio que la idea le desagrada.

Miro la nota. ¿De quién será? La abro y me apresuro a leerla bajo la escasa luz. Oh, no… ¡es de ella! ¿Por qué no me deja en paz?

‘Puede que te haya juzgado mal. Y está claro que tú me has juzgado mal a mí. Llámame si necesitas llenar alguno de los espacios en blanco; podríamos quedar para comer. Zayn no quiere que hable contigo, pero estaría encantada de poder ayudar. No me malinterpretes, apruebo lo vuestro, créeme… pero si le haces daño, no sé lo que haría… Ya le han hecho bastante daño.
Llámame: (206) 279-6261.
Sra. Robinson.’

¡Maldita sea, ha firmado como «Sra. Robinson»! Él se lo contó. Cabrón…

—¿Se lo dijiste?

—¿Decirle qué?

—Que yo la llamo señora Robinson —replico.

—¿Es de Caroline? —Zayn se queda estupefacto—. Esto es ridículo —exclama. Se pasa una mano por el cabello y le noto indignado—. Mañana hablaré con ella. O el lunes —masculla malhumorado.

Y aunque me avergüenza admitirlo, una parte muy pequeña de mí se alegra. Mi subconsciente asiente sagazmente. Caroline le está irritando, y eso solo puede ser bueno… seguro. Decido no decir nada más de momento, pero me guardo la nota en el bolsillo y, para asegurarme de que recupere el buen humor, le devuelvo las bolas.

—Hasta la próxima —murmuro.

Él me mira; es difícil ver su cara en la oscuridad, pero creo que está complacido. Me coge la mano y la aprieta.

Contemplo la noche a través de la ventanilla, pensando en este día tan largo. He aprendido mucho sobre él, he recopilado muchos detalles que faltaban —los salones, el mapa corporal, su infancia—, pero todavía queda mucho por descubrir. ¿Y qué hay de la señora R.? Sí, se preocupa por él, y además mucho, se diría. Eso lo veo claro, y también que él se preocupe por ella… pero no del mismo modo. Ya no sé qué pensar. Tanta información me empieza a dar dolor de cabeza.


***


Zayn me despierta justo cuando paramos frente al Escala.

—¿Tengo que llevarte en brazos? —pregunta, cariñoso.

Yo meneo la cabeza medio dormido. Ni hablar.

Al entrar en el ascensor, me apoyo en él y recuesto la cabeza en su hombro. Sawyer está delante de nosotros y no deja de removerse, incómodo.

—Ha sido un día largo, ¿eh, Liam?

Asiento.

—¿Cansado?

Asiento.

—No estás muy hablador.

Asiento y sonríe.

—Ven. Te llevaré a la cama.

Me da la mano y salimos del ascensor, pero cuando Sawyer levanta la mano nos pararnos en el vestíbulo. Y basta esa fracción de segundo para despertarme totalmente. Sawyer le habla a la manga de s chaqueta. No tenía ni idea de que llevara una radio.

—Entendido, H —dice, y se vuelve hacia nosotros—. Señor Malik, han rajado los neumáticos y han embadurnado de pintura el Audi del señor Payne.

Qué horror… ¡Mi coche! ¿Quién habrá sido? Y en cuanto me formulo la pregunta mentalmente, sé la respuesta: Michael. Levanto la vista hacia Zayn, que está pálido.

—A Higgins le preocupa que quien lo haya hecho pueda haber entrado en el apartamento y que aún siga ahí. Quiere asegurarse.

—Entiendo. —Zayn suspira—. ¿Y qué piensa hacer?

—Está subiendo en el ascensor de servicio con Ryan y Reynolds. Lo registrarán todo y luego nos darán luz verde. Yo esperaré con ustedes, señor.

—Gracias, Sawyer. —Zayn tensa el brazo que me rodea el hombro—. El día de hoy no para de mejorar. —Suspira amargamente, con la boca pegada a mi cabello—. Escuchad, yo no soporto quedarme aquí esperando. Sawyer, ocúpate del señor Payne. No dejes que entre hasta que esté todo controlado. Estoy seguro de que Higgins exagera. Él no puede haber entrado en el apartamento.

¿Qué?

—No, Zayn… tienes que quedarte aquí conmigo —le ruego.

Zayn me suelta.

—Haz lo que dicen, Liam. Espera aquí.

¡No!

—¿Sawyer? —dice Zayn.

Sawyer abre la puerta del vestíbulo para dejar que Zayn entre en el apartamento, y después cierra la puerta y se coloca delante de ella, mirándome impasible.

Oh, no… ¡Zayn! Imágenes de todo tipo acuden a mi mente, pero lo único que puedo hacer es quedarme a esperar.
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Cincuenta sombras de Malik (Ziam) - Página 11 Empty Re: Cincuenta sombras de Malik (Ziam)

Mensaje por Invitado Mar 04 Mar 2014, 7:08 pm

capitulo 08.

Sawyer vuelve a hablarle a su manga.

—Higgins, el señor Malik ha entrado en el apartamento.

Parpadea, coge el auricular y se lo saca del oído, probablemente porque acaba de recibir un contundente improperio por parte de Higgins.

Oh, no… si Higgins está preocupado…

—Por favor, déjeme entrar —le ruego.

—Lo siento, señor Payne. No tardaremos mucho. —Sawyer levanta ambas manos en gesto exculpatorio—. Higgins y los chicos están entrando ahora mismo en el apartamento.

Ahhh… Me siento tan impotente. De pie y completamente inmóvil, escucho muy atento, pendiente del menor sonido, pero lo único que oigo es mi propia respiración convulsa. Es fuerte y entrecortada, me pica el cuero cabelludo, tengo la boca seca y me siento mareado. Por favor, que no le pase nada a Zayn, rezo en silencio.


No tengo ni idea de cuánto tiempo ha pasado, y seguimos sin oír nada. Probablemente eso sea buena señal: no hay disparos. Me pongo a dar vueltas alrededor de la mesa del vestíbulo y a contemplar los cuadros de las paredes para intentar distraer mi mente.

La verdad es que nunca me había fijado: hay dieciséis, todas obras figurativas y de temática religiosa: la Madona y el Niño. Qué extraño…

Zayn no es religioso… ¿o sí? Todas las pinturas del gran salón son abstractas; estas son muy distintas. No consiguen distraer mi mente durante mucho rato. ¿Dónde está Zayn?

Observo a Sawyer, que me mira impasible.

—¿Qué está pasando?

—No hay novedades, señor Payne.

De repente se mueve el pomo de la puerta. Sawyer se gira rápidamente y saca una pistola de la cartuDoniyaa del hombro.

Me quedo petrificado. Zayn aparece en el umbral.

—Vía libre —dice.

Mira a Sawyer con el ceño fruncido, y este aparta la pistola y da un paso atrás para dejarme pasar.

—Higgins ha exagerado —gruñe Zayn, y me tiende la mano.

Yo le miro con la boca abierta, incapaz de moverme, absorbiendo cada detalle: su cabello despeinado, la tensión que expresan sus ojos, la rigidez en la mandíbula, los dos botones desabrochados del cuello de la camisa. Parece que haya envejecido diez años. Sus ojos me observan con aire sombrío y preocupado.

—No pasa nada, nene. —Se me acerca, me rodea con sus brazos y me besa en el pelo—. Ven, estás cansado. Vamos a la cama.

—Estaba tan angustiado —murmuro con la cabeza apoyada en su torso, disfrutando de su abrazo e inhalando su dulce aroma.

—Lo sé. Todos estamos nerviosos.

Sawyer ha desaparecido, seguramente está dentro del apartamento.

—Sinceramente, señor Malik, sus ex están resultando ser muy problemáticos —musito con ironía.

Zayn se relaja.

—Sí, es verdad.

Me suelta, me da la mano y me lleva por el pasillo hasta el gran salón.

—Higgins y su equipo están revisando todos los armarios y rincones. Yo no creo que esté aquí.

—¿Por qué iba a estar aquí? No tiene sentido.

—Exacto.

—¿Podría entrar?

—No veo cómo. Pero Higgins a veces es excesivamente prudente.

—¿Has registrado tu cuarto de juegos? —susurro.

Inmediatamente Zayn me mira y arquea una ceja.

—Sí, está cerrado con llave… pero Higgins y yo lo hemos revisado.

Lanzo un suspiro, profundo y purificador.

—¿Quieres una copa o algo? —pregunta Zayn.

—No. —Me siento exhausto—. Solo quiero irme a la cama.

La expresión de Zayn se dulcifica.

—Ven. Deja que te lleve a la cama. Se te ve agotado.

Yo tuerzo el gesto. ¿Él no viene? ¿Quiere dormir solo?

Cuando me lleva a su dormitorio me siento aliviado. Saco las cosas de mis bolsillos sobre la cómoda, y veo la nota de la señora Robinson.

—Mira. —Se la paso a Zayn—. No sé si quieres leerla. Yo prefiero no hacer caso.

Zayn le echa una breve ojeada y aprieta la mandíbula.

—No estoy seguro de qué espacios en blanco pretende llenar —dice con desdén—. Tengo que hablar con Higgins. —Baja la vista hacia mí—. Deja que te quite la ropa.

—¿Vas a llamar a la policía por lo del coche? —le pregunto mientras me doy la vuelta.

Me quita la chaqueta. Posa los dedos en la camisa, desabrochándome los botones y la desliza por mi cuerpo. Pasa al pantalón y me quito los zapatos para que pueda bajármelos.

—No, no quiero que la policía esté involucrada en esto. Michael necesita ayuda, no la intervención de la policía, y yo no les quiero por aquí. Simplemente hemos de redoblar nuestros esfuerzos para encontrarlo.

Se inclina y me planta un beso cariñoso en el hombro.

—Acuéstate —ordena, y luego se va.

Me tumbo y miro al techo, esperando a que vuelva. Cuántas cosas han pasado hoy, hay tanto que procesar… ¿Por dónde empiezo?


Me despierto de golpe, desorientado. ¿Me he quedado dormido? Parpadeo al mirar hacia la tenue luz del pasillo que se filtra a través de la puerta entreabierta del dormitorio, y observo que Zayn no está conmigo. ¿Dónde está? Levanto la vista. Plantada, a los pies de la cama, hay una sombra. ¿Zayn? ¿Vestido de negro? Es difícil de decir.

Aturdido, alargo la mano y enciendo la luz de la mesita, y me doy rápidamente la vuelta para mirar, pero allí no hay nadie. Meneo la cabeza. ¿Lo he imaginado? ¿Soñado?

Me siento y miro alrededor de la habitación, dominado por una sensación de intranquilidad vaga e insistente… pero estoy solo.

Me froto los ojos. ¿Qué hora es? ¿Dónde está Zayn? Miro el despertador: son las dos y cuarto de la madrugada.

Aún aturdido, salgo de la cama y voy a buscarle, desconcertado por mi imaginación hiperactiva. Ahora veo cosas. Debe de ser la reacción a los espectaculares acontecimientos de la velada.

El salón está vacío y solo hay encendida una de las tres lámparas que penden sobre la barra del desayuno. Pero la puerta de su estudio está entreabierta y le oigo hablar por teléfono.

—No sé por qué me llamas a estas horas. No tengo nada qué decirte… Bueno, pues dímelo ahora. No tienes por qué dejar una nota.

Me quedo parado en la puerta, escuchando con cierto sentimiento de culpa. ¿Con quién habla?

—No, escúchame tú. Te lo pedí y ahora te lo advierto. Déjale tranquilo. Él no tiene nada que ver contigo. ¿Lo entiendes?

Suena beligerante y enfadado. No sé si llamar a la puerta.

—Ya lo sé. Pero lo digo enserio, Caroline, joder. Déjale en paz. ¿Lo quieres por triplicado? ¿Me oyes?... Bien. Buenas noches.

Cuelga de golpe el teléfono del escritorio.

Oh, maldita sea. Llamo discretamente a la puerta.

—¿Qué? —gruñe, y me dan ganas de correr a esconderme.

Se sienta a su escritorio con la cabeza entre las manos. Alza la vista con expresión feroz, pero al verme dulcifica el gesto enseguida. Tiene los ojos muy abiertos y cautelosos. De pronto se le ve tan cansado, que se me encoge el corazón.

Parpadea, y me mira de arriba abajo, demorándose en mis piernas desnudas. Me he puesto una de sus camisetas.

—Deberías llevar algo más elegante, Liam —susurra—. Pero, incluso con mi camiseta, estás precioso.

Oh, un cumplido inesperado.

—Te he echado en falta —digo—. Ven a la cama.

Se levanta despacio de la silla. Todavía lleva la camisa blanca y los pantalones negros. Pero ahora sus ojos brillan, cargados de promesas… aunque también tienen un matiz de tristeza. Se queda de pie frente a mí, mirándome fijamente pero sin tocarme.

—¿Sabes lo que significas para mí? —murmura—. Si te pasara algo por culpa mía…

Se le quiebra la voz, arruga la frente y aparece en su rostro un destello de dolor casi palpable. Parece tan vulnerable, y su temor es tan evidente.

—No me pasará nada —le aseguro con dulzura. Me acerco para acariciarle la cara, paso los dedos sobre sus mejillas, sorprendentemente suaves—. Siempre vas afeitado —musito, incapaz de ocultar mi fascinación por el hermoso y dolido chico que tengo delante.

Resigo el perfil de su labio inferior y luego bajo los dedos hasta su garganta, hasta un leve resto de pintalabios en la base del cuello. Se le acelera la respiración. Mis dedos llegan hasta su camisa y bajan hasta el primer botón abrochado.

—No voy a tocarte. Solo quiero desabrocharte la camisa —murmuro.

Él abre mucho los ojos y me mira con expresión alarmada. Pero no se mueve y no me lo impide. Yo desabotono muy despacio el primero, mantengo la tela separada de la piel y bajo cautelosamente hasta el siguiente, y repito la operación lentamente, muy concentrado en lo que hago.

No quiero tocarle. Bueno, sí… pero no lo haré. En el cuarto botón reaparece la línea roja, y levanto los ojos y le sonrío con timidez.

—Volvemos a estar en territorio familiar.

Trazo la línea con los dedos antes de desabrochar el último botón. Le abro la camisa y paso a los gemelos, y retiro las dos gemas de negro bruñido, una después de otra.

—¿Puedo quitarte la camisa? —pregunto en voz baja.

Él asiente, todavía con los ojos muy abiertos, mientras yo se la quito por encima de los hombros. Se libera las manos y se queda desnudo ante mí de cintura para arriba. Es como si, una vez sin camisa, hubiese recuperado la calma, y me sonríe satisfecho.

—¿Y qué pasa con mis pantalones, señor Payne? —pregunta, arqueando la ceja.

—En el dormitorio. Te quiero en la cama.

—¿Sabe, señor Payne? Es usted insaciable.

—No entiendo por qué.

Le cojo de la mano, le saco del estudio y le llevo al dormitorio. La habitación está helada.

—¿Tú has abierto la puerta del balcón? —me pregunta con gesto preocupado cuando entramos en su cuarto.

—No, no recuerdo haberlo hecho. Recuerdo que examiné la habitación cuando me desperté. Y la puerta estaba cerrada, seguro.

Oh, no… Se me hiela la sangre, y miro a Zayn pálido y con la boca abierta.

—¿Qué pasa? —inquiere, con los ojos muy fijos en mí.

—Cuando me desperté… había alguien aquí —digo en un susurro—. Pensé que eran imaginaciones mías.

—¿Qué? —Parece horrorizado, sale al balcón, mira fuera, y luego vuelve a entrar en la habitación y echa el cerrojo de la puerta—. ¿Estás seguro? ¿Quién era? —pregunta con voz de alarma.

—Un hombre, creo. Estaba oscuro. Me acababa de despertar.

—Vístete —me ordena—. ¡Ahora!

—Mi ropa está arriba —señalo quejumbroso.

Abre uno de los cajones de la cómoda y saca un par de pantalones de deporte.

—Ponte esto.

Saca también una camiseta y se la pone rápidamente. Coge el teléfono que tiene al lado y aprieta dos botones.

—Sigue aquí, joder —masculla al auricular.

Unos tres segundos después, Higgins y otro guardaespaldas irrumpen en el dormitorio de Zayn, quien les informa brevemente de lo ocurrido.

—¿Cuánto hace? —me pregunta Higgins en tono muy expeditivo. Todavía lleva puesta la americana. ¿Es que este hombre nunca duerme?

—Unos diez minutos —balbuceo, sintiéndome culpable por algún motivo.

—Él conoce el apartamento como la palma de su mano —dice Zayn—. Estará escondido en alguna parte. Encontradle. Me llevo a Liam de aquí. ¿Cuándo vuelve Gail?

—Mañana por la noche, señor.

—Que no vuelva hasta que el apartamento sea seguro. ¿Entendido? —ordena Zayn.

—Sí, señor. ¿Irá usted a Ballevue?

—No pienso cargar a mis padres con este problema. Hazme una reserva en algún lado.

—Sí, señor. Le llamaré para decirle dónde.

—¿No estamos exagerando un poco? —pregunto.

Zayn me fulmina con la mirada.

—Puede que vaya armado —replica.

—Zayn, estaba ahí parado a los pies de la cama. Podría haberme disparado si hubiera querido.

Zayn hace una breve pausa para refrenar su mal humor, o al menos eso parece.

—No estoy dispuesto a correr ese riesgo —dice en voz baja pero amenazadora—. Higgins, Liam necesita calzado.

Zayn se mete en el vestidor mientras el otro guardaespaldas me vigila. No recuerdo como se llama, Ryan quizá. No deja de mirar al pasillo y las ventanas del balcón, alternativamente. Pasados un par de minutos Zayn vuelve a salir con sus pantalones negros ajustados y el bléiser de rayas y una bandolera de piel. Me pone una chaqueta vaquera sobre los hombros.

—Vamos.

Me sujeta fuerte de la mano y casi tengo que correr para seguir su paso enérgico hasta el gran salón.

—No puedo creer que pudiera estar escondido aquí —musito, mirando a través de las puertas del balcón.

—Este sitio es muy grande. Todavía no lo has visto todo.

—¿Por qué no le llamas, simplemente, y le dices que quieres hablar con él?

—Liam, está trastornado, y puede ir armado —dice irritado.

—¿De manera que nosotros huimos y ya está?

—De momento… sí.

—¿Y si intenta disparar a Higgins?

—Higgins sabe mucho del manejo de armas —replica de mala gana—, y será más rápido con la pistola que él.

—Mark estuvo en el ejército. Me enseñó a disparar.

Zayn levanta las cejas y, por un momento, parece totalmente perplejo.

—¿Tú con un arma? —dice incrédulo.

—Sí. —Me siento ofendido—. Yo sé disparar, señor Malik, de manera que más le vale andarse con cuidado. No solo debería preocuparse de ex sumisos trastornados.

—Lo tendré en cuenta, señor Payne —contesta secamente, aunque divertido, y me gusta saber que, incluso en esta situación absurdamente tensa, puedo hacerle sonreír.

Higgins nos espera en el vestíbulo y me entrega mi pequeña maleta y mis Vans negras. Me deja atónito que haya hecho mi equipaje con algo de ropa. Le sonrío con tímida gratitud, y él corresponde enseguida para tranquilizarme. E, incapaz de reprimirme, le doy un fuerte abrazo. Le he cogido por sorpresa y, cuando le suelto tiene las mejillas sonrojadas.

—Ten mucho cuidado —murmuro.

—Sí, señor Payne —musita.

Zayn me mira con el ceño fruncido, y luego a Higgins, con aire confuso, mientras este sonríe imperceptiblemente y se ajusta la corbata.

—Hazme saber dónde nos alojaremos —dice Zayn.

Higgins se saca la cartera de la americana y le entrega a Zayn una tarjeta de crédito.

—Quizá necesitará esto cuando llegue.

Zayn asiente.

—Bien pensado.

Llega Ryan.

—Sawyer y Reynolds no han encontrado nada —le dice a Higgins.

—Acompaña al señor Malik y al señor Payne al parking —ordena Higgins.


El parking está desierto. Bueno, son casi las tres de la madrugada. Zayn me hace entrar a toda prisa en el asiento del pasajero del R8, y mete mi maleta y su bolsa en le maletero de delante. A nuestro lado está el Audi, hecho un auténtico desastre: con todas las ruedas rajadas y embadurnado de pintura blanca. La visión resulta aterradora, y agradezco a Zayn que me lleve lejos de aquí.

—El lunes tendrás el coche de sustitución —dice Zayn, abatido, al sentarse a mi lado.

—¿Cómo supo él que era mi coche?

Él me mira ansioso y suspira.

—Él tenía un Audi A3. Les compro uno a todos mis sumisos… es uno de los coches más seguros de su gama.

Ah.

—Entonces no era un regalo de graduación.

—Liam, a pesar de lo que yo esperaba, tú nunca has sido mi sumiso, de manera que técnicamente si es un regalo de graduación.

Sale de la plaza de aparcamiento y se dirige a toda velocidad hacia la salida.

A pesar de lo que él esperaba. Oh, no… Mi subconsciente menea la cabeza con tristeza. Siempre volvemos a lo mismo.

—¿Sigues esperándolo? —susurro.

Suena el teléfono del coche.

—Malik —responde Zayn.

—Fairmont Olympic. A mi nombre.

—Gracias. Y, Higgins… ten mucho cuidado.

Higgins se queda callado.

—Sí, señor —dice en voz baja, y Zayn cuelga.

Las calles de Seattle están desiertas, y Zayn recorre a toda velocidad la Quinta Avenida hacia la interestatal 5. Una vez en la carretera, con rumbo hacia el norte, aprieta el acelerador tan a fondo que el impulso me empuja contra el respaldo de mi asiento.

Le miro de reojo. Está sumido en sus pensamientos, irradiando un silencio absoluto y meditabundo. No ha contestado a mi pregunta. Mira a menudo el retrovisor, y me doy cuenta de que comprueba que no nos sigan. Quizá por eso vamos por la interestatal 5. Yo creía que el Fairmont estaba en Seattle.

Miro por la ventanilla, e intento ordenar mi mente exhausta e hiperactiva. Si él quería hacerme daño, tuvo su gran oportunidad en el dormitorio.

—No. No es eso lo que espero, ya no. Creí que había quedado claro.

Zayn interrumpe con voz dulce mis pensamientos.

Le miro y me envuelvo con la chaqueta vaquera, aunque no sé si el frío proviene de mi interior o del exterior.

—Me preocupa, ya sabes… no ser bastante para ti.

—Eres mucho más que eso. Por el amor de Dios, Liam, ¿qué más tengo que hacer?

Háblame de ti. Dime que me quieres.

—¿Por qué creíste que te dejaría cuando te dije que el doctor Atkin me había contado todo lo que había que saber de ti?

Él suspira profundamente, cierra los ojos un momento y se queda un buen rato sin contestar.

—Liam, no puedes ni imaginar siquiera hasta dónde llega mi depravación. Y eso no es algo que quiera compartir contigo.

—¿Y realmente crees que te dejaría si lo supiera? —digo en voz alta, sin dar crédito. ¿Es que no comprende que le quiero? —. ¿Tan mal piensas de mí?

—Sé que me dejarás —dice con pesar.

—Zayn… eso me resulta casi inconcebible. No puedo imaginar estar sin ti.

Nunca…

—Ya me dejaste una vez… No quiero volver a pasar por eso.

—Caroline me dijo que estuvo contigo el sábado pasado —susurro.

—No es cierto —dice, torciendo el gesto.

—¿No fuiste a verla cuando me marché?

—No —replica enfadado—. Ya te he dicho que no… y no me gusta que duden de mí —advierte—. No fui a ninguna parte el pasado fin de semana. Me quedé en casa montando el planeador que me regalaste. Me llevó mucho tiempo —añade en voz baja.

Mi corazón se encoge de nuevo. La señora Robinson dijo que estuvo con él. ¿Estuvo con él o no? Ella miente. ¿Por qué?

—Al contrario de lo que piensa Caroline, no acudo corriendo a ella con todos mis problemas, Liam. No recurro a nadie. Quizá ya te hayas dado cuenta de que no hablo demasiado —dice, agarrando con fuerza el volante.

—Des me ha dicho que estuviste dos años sin hablar.

—¿Eso te ha dicho?

Zayn aprieta los labios en una fina línea.

—Yo le presioné un poco para que me diera información.

Me miro los dedos, avergonzado.

—¿Y que más te ha dicho mi padre?

—Me ha contado que tu madre fue la doctora que te examinó cuando te llevaron al hospital. Después de que te encontraran en tu casa.

Zayn sigue totalmente inexpresivo… cauto.

—Dijo que estudiar piano te ayudó. Y también Doniya.

Al oír ese nombre, sus labios dibujan una sonrisa de cariño. Al cabo de un momento, dice:

—Debía de tener unos seis meses cuando llegó. Yo estaba emocionado, Louis no tanto. Él ya había tenido que aceptar mi llegada. Era perfecta. —Su voz, tan dulce y triste, resulta sobrecogedora—. Ahora ya no tanto, claro —musita, y recuerdo aquellos momentos en el baile en que consiguió frustrar nuestras lascivas intenciones.

Se me escapa la risa.

Zayn me mira de reojo.

—¿Le parece divertido, señor Payne?

—Parecía decidida a que no estuviéramos juntos.

Él suelta una risa apática.

—Sí, es bastante hábil. —Alarga la mano y me acaricia la rodilla—. Pero al final lo conseguimos. —Sonríe y vuelve a echar una mirada al retrovisor—. Creo que no nos han seguido.

Da la vuelta para salir de la interestatal 5 y se dirige otra vez al centro de Seattle.

—¿Puedo preguntarte algo sobre Caroline?

Estamos parados ante un semáforo.

Me mira con recelo.

—Si no hay más remedio… —concede de mala gana, pero no dejo que su enfado me detenga.

—Hace tiempo me dijiste que ella te quería de un modo que para ti era aceptable. ¿Qué querías decir con eso?

—¿No es evidente? —pregunta.

—Para mí no.

—Yo estaba descontrolado. No podía soportar que nadie me tocara. Y sigo igual. Y pasé una etapa difícil en la adolescencia, cuando tenía catorce o quince años y las hormonas revolucionadas. Ella me enseñó una forma de liberar presión.

Oh.

—Doniya me dijo que eras un camorrista.

—Dios, ¿por qué ha de ser tan charlatana mi familia? Aunque la culpa es tuya. —Estamos parados ante otro semáforo y me mira con los ojos entornados—. Tú engatusas a la gente para sacarle información.

Menea la cabeza fingiendo disgusto.

—Doniya me lo contó sin que le dijera nada. De hecho, se mostró bastante comunicativa. Estaba preocupada porque provocaras una pelea si no me conseguías en la subasta —apunto indignado.

—Ah, nene, de eso no había el menor peligro. No permitiría que nadie bailara contigo.

—Se lo permitiste al doctor Atkin.

—Él siempre es la excepción que confirma la regla.

Zayn toma el impresionante y frondoso camino de entrada que lleva al hotel Fairmont Olympic, y se detiene cerca de la puerta principal, junto a una pintoresca fuente de piedra.

—Vamos.

Baja del coche y saca el equipaje. Un mozo acude corriendo, con cara de sorpresa, sin duda por la hora tan tardía de nuestra llegada. Zayn le lanza las llaves del coche.

—A nombre de Higgins —dice.

El mozo asiente y no puede reprimir su alegría cuando se sube al R8 y arranca. Zayn me da la mano y se dirige al vestíbulo.

Mientras estoy a su lado en la recepción del hotel, me siento totalmente ridículo. Ahí estoy yo, en el hotel más prestigioso de Seattle, vestido con una chaqueta vaquera que me queda grande, unos pantalones de deporte y una camiseta vieja, al lado de este hermoso y elegante dios griego. No me extraña que la recepcionista nos mire a uno y a otro como si la suma no cuadrara. Naturalmente, Zayn la intimida. Se ruboriza y tartamudea, y yo pongo los ojos en blanco. Madre mía, si hasta le tiemblan las manos…

—¿Necesita… que le ayuden… con las maletas, señor Higgins? —pregunta, y vuelve a ponerse colorada.

—No, ya las llevaremos el señor Higgins y yo.

¡Señor Higgins! Pero si ni siquiera llevo anillo… Pongo las manos detrás de la espalda.

—Están en la suite Cascade, señores Higgins, piso once. Nuestro botones les ayudará con el equipaje.

—No hace falta —dice Zayn cortante—. ¿Dónde están los ascensores?

La ruborizada señorita se lo indica, y Zayn vuelve a cogerme de la mano. Echo un breve vistazo al vestíbulo, suntuoso, impresionante, lleno de butacas mullidas y desierto, excepto por una mujer de cabello oscuro sentada en un acogedor sofá, dando de comer pequeños bocaditos a su perro. Levanta la vista y nos sonríe cuando nos ve pasar hacia los ascensores. ¿Así que el hotel acepta mascotas? ¡Qué raro para un sitio tan majestuoso!


La suite consta de dos dormitorios y un salón comedor, provisto de un piano de cola. En el enorme salón principal arde un fuego de leña. Por Dios… la suite es más grande que mi apartamento. 

—Bueno, señor Higgins, no sé usted, pero yo necesito una copa —murmura Zayn mientras se asegura de cerrar la puerta.

Deja mi maleta y su bolsa sobre la otomana, a los pies de la gigantesca cama de matrimonio con dosel, y me lleva de la mano hasta el gran salón, donde brilla el fuego de la chimenea. La imagen resulta de lo más acogedor. Me acerco y me caliento las manos mientras Zayn prepara bebidas para ambos.

—¿Armañac?

—Por favor.

Al cabo de un momento se reúne conmigo junto al fuego y me ofrece una copa de brandy.

—Menudo día, ¿eh?

Asiento y sus ojos me miran penetrantes, preocupados.

—Estoy bien —susurro para tranquilizarle—. ¿Y tú?

—Bueno, ahora mismo me gustaría beberme esto y luego, si no estás demasiado cansado, llevarte a la cama y perderme en ti.

—Me parece que eso podremos arreglarlo, señor Higgins —le sonrío tímidamente, mientras él se quita los zapatos y los calcetines.

—Señor Higgins, deje de morderse el labio —susurra Zayn.

Bebo un sorbo de armañac, ruborizado. Es delicioso y se desliza por mi garganta dejando una sedosa y caliente estela. Cuando levanto la vista, Zayn está bebiendo un sorbo de brandy y mirándome con ojos oscuros, hambrientos.

—Nunca dejas de sorprenderme, Liam. Después de un día como el de hoy… o más bien ayer, no sales corriendo despavorido. Me tienes alucinado. Eres realmente fuerte.

—Tú eres el motivo fundamental de que me quede —murmuro—. Ya te lo dije, Zayn, no me importa lo que hayas hecho, no pienso irme a ninguna parte. Ya sabes lo que siento por ti.

Tuerce la boca como si dudara de mis palabras, y arquea una ceja como si le doliera oír lo que estoy diciendo. Oh, Zayn, ¿qué tengo que hacer para que te des cuenta de lo que siento?

Dejar que te pegue, dice maliciosamente mi subconsciente. Y yo le frunzo el ceño.

—¿Dónde vas a colgar los retratos que me hizo Stan? —digo para intentar que mejore su ánimo.

—Eso depende.

Relaja el gesto. Es obvio que este tema de conversación le apetece mucho más.

—¿De qué?

—De las circunstancias —dice con aire misterioso—. Su exposición sigue abierta, así que no tengo que decidirlo todavía.

Ladeo la cabeza y entorno los ojos.

—Puede poner la cara que quiera, señor Payne. No diré nada —bromea.

—Puedo torturarte para sacarte la verdad.

Levanta una ceja.

—Francamente, Liam, creo que no deberías hacer promesas que no puedas cumplir.

Oh, ¿eso es lo que piensa? Dejo mi copa en la repisa de la chimenea, alargo el brazo y, ante la sorpresa de Zayn, cojo la suya y la pongo junto a la mía.

—Eso habrá que verlo —murmuro.

Y con total osadía —espoleado sin duda por el brandy—, le tomo de la mano y le llevo al dormitorio. Me detengo a los pies de la cama. Zayn intenta que no se le escape la risa.

—¿Qué vas a hacer conmigo ahora que me tienes aquí, Liam? —susurra en tono burlón.

—Lo primero, desnudarte. Quiero terminar lo que empecé antes.

Apoyo las manos en las solapas de su chaqueta, con cuidado de no tocarle, y él no pestañea pero contiene la respiración.

Le retiro la chaqueta de los hombros con delicadeza, y él sigue observándome. De sus ojos, cada vez más abiertos y ardientes, ha desaparecido cualquier rastro de humor, y me miran… ¿cautos…? Su mirada tiene tantas interpretaciones. ¿Qué está pasando? Dejo su chaqueta en la otomana.

—Ahora la camiseta —murmuro.

La cojo por el bajo y la levanto. Él me ayuda, alzando los brazos y retrocediendo, para que me sea más fácil quitársela. Una vez que lo he conseguido, baja los ojos y me mira atento. Ahora solo lleva esos provocadores pantalones negros ajustados que le sientan tan bien. Se ve la franja de los calzoncillos.

Mis ojos ascienden ávidos por su estómago prieto hasta los restos de la frontera de carmín, borrosa y corrida, y luego hasta el torso. Solo pienso en recorrer con la lengua los tatuajes de las golondrinas para disfrutar de su sabor.

—¿Y ahora qué? —pregunta con los ojos en llamas.

—Quiero besarte aquí.

Deslizo el dedo sobre su vientre, de un lado de la cadera al otro.

Separa los labios e inspira entrecortadamente.

—No pienso impedírtelo —musita.

Le cojo la mano.

—Pues será mejor que te tumbes —murmuro, y le llevo a un lado de nuestra enorme cama de matrimonio.

Parece desconcertado, y se me ocurre que quizá nadie ha llevado la iniciativa con él desde… ella. No, no vayas por ahí.

Aparto la colcha y él se sienta en el borde de la cama, mirándome, esperando, con ese gesto serio y cauteloso. Yo me pongo delante de él y me quito su chaqueta vaquera, dejándola caer al suelo, y luego sus pantalones de deporte.

Él se frota las yemas de los dedos con el pulgar. Sé que se muere por tocarme, pero reprime el impulso. Yo suspiro profundamente y, armándome de valor, me quito la camiseta hasta quedar totalmente desnudo ante él. Sin apartar los ojos de los míos, él traga saliva y abre los labios.

—Eres perfecto, Liam —murmura.

Tomo su cara entre las manos, le levanto la cabeza y me inclino para besarle. Un leve gruñido brota de su garganta.

Cuando le beso en los labios, me sujeta las caderas y, casi sin darme cuenta, me tumba debajo de él, y me obliga a separar las piernas con las suyas, de forma que queda encajado sobre mi cuerpo, entre mis piernas. Desliza una mano sobre mi muslo, por encima de mi miembro, y lo oprime, lo masajea, y después sigue su camino hasta apoyar la mano a lado de mi cabeza.

Yo gimo y alzo la pelvis involuntariamente, me pego a él y me froto deliciosamente contra la costura de su cremallera y contra su creciente erección. Deja de besarme y baja la vista hacia mí, perplejo y sin aliento. Flexiona las caderas y su erección empuja contra la mía… Sí, justo ahí.

Cierro los ojos y jadeo, y él vuelve a hacerlo, pero esta vez yo también empujo, y saboreo su respuesta en forma de quejido mientras vuelve a besarme. Él sigue con esa lenta y deliciosa tortura… frotándome, frotándose. Y siento que tiene razón, perderme en él… es embriagador hasta el punto de excluir todo lo demás. Todas mis preocupaciones quedan eliminadas. Estoy aquí, en este momento, con él: la sangre hierve en mis venas, zumba con fuerza en mis oídos mezclada con el sonido de nuestra respiración jadeante. Hundo mis manos en su cabello, reteniéndole pegado a mi boca y consumiéndole con una lengua tan avariciosa como la suya. Deslizo los dedos por sus brazos hasta la parte baja de su espalda, hasta la cintura de sus pantalones, e intrépidamente introduzco mis manos anhelantes por dentro, acuciándole… olvidándolo todo, salvo nosotros.

—Conseguirás intimidarme, Li —murmura de pronto; a continuación, se aparta de mí y se pone de rodillas. Se baja los pantalones con destreza y me entrega un paquetito plateado—. Tú me deseas, nene, y está claro que yo te deseo a ti. Ya sabes qué hacer.

Con dedos ansiosos y diestros, rasgo el envoltorio y le coloco el preservativo. Él me sonríe con la boca abierta y los ojos enturbiados, llenos de promesa carnal. Se lleva un dedo a la boca y lo chupa para después meterlo dentro de mí, preparando mi cuerpo para recibir el suyo. Se inclina sobre mí, me frota la nariz con la suya, y despacio, con los ojos cerrados, remplaza los dedos por su miembro y entra deliciosamente en mí.

Me aferro a sus brazos y levanto la barbilla, gozando de la exquisita sensación de que me posea. Me pasa los dientes por el mentón, se retira, y vuelve a deslizarse en mi interior… muy despacio, con mucha suavidad, mucha ternura, mientras con los codos y las manos a ambos lados de mi cara oprime mi cuerpo con el suyo.

—Tú haces que me olvide de todo. Eres la mejor terapia —jadea, y se mueve a un ritmo dolorosamente lento, saboreándome centímetro a centímetro.

—Por favor, Zayn… más deprisa —murmuro, deseando más, ahora, ya.

—Oh, no, nene, necesito ir despacio.

Me besa suavemente, mordisquea con cuidado mi labio inferior y absorbe mis leves quejidos.

Yo hundo más las manos en su cabello y me rindo a su ritmo, mientras lenta y firmemente mi cuerpo asciende más y más alto hasta alcanzar la cima, y luego se precipita brusca y rápidamente mientras llego al clímax.

—Oh, Li…

Y con mi nombre en sus labios como una bendición, alcanza el orgasmo.


***


Tiene la cabeza apoyada en mi abdomen y me rodea con sus brazos. Mis dedos juguetean con su cabello revuelto, y seguimos así, tumbados, durante no sé cuánto tiempo. Es muy tarde y estoy muy cansado, pero solo deseo disfrutar de la tranquila serenidad de haber hecho el amor con Zayn, porque eso es lo que hemos hecho: hacer el amor, dulce y tierno.

Él también ha recorrido un largo camino, como yo, en muy poco tiempo. Tanto, que digerirlo resulta casi excesivo. Por culpa de ese espantoso pasado suyo, estoy perdiendo de vista ese recorrido, simple y sincero, que ha hecho conmigo.

—Nunca me cansaré de ti. No me dejes —murmura, y me besa en el vientre.

—No pienso irme a ninguna parte, y creo recordar que era yo el que quería besarte el vientre —refunfuño medio dormido.

Él sonríe pegado a mi piel.

—Ahora nada te lo impide, nene.

—Estoy tan cansado que no creo que pueda moverme.

Zayn suspira y se mueve de mala gana, se tumba a mi lado, apoya la cabeza sobre el codo y tira de la colcha para taparnos. Me mira con ojos centelleantes, cálidos, amorosos.

—Ahora duérmete, nene.

Me besa el pelo, me rodea con el brazo y me dejo llevar por el sueño.


***


Cuando abro los ojos, la luz que inunda la habitación me hace parpadear con fuerza. Siento la cabeza totalmente embotada por la falta de sueño. ¿Dónde estoy? Ah… el hotel…

—Hola —murmura Zayn, sonriéndome con cariño.

Está tumbado a mi lado en la cama, completamente vestido. ¿Cuánto lleva ahí? ¿Me ha estado observando todo ese tiempo? De pronto, esa mirada insistente me provoca una timidez increíble y me arde la cara.

—Hola —murmuro, y doy gracias por estar tumbado boca abajo—. ¿Cuánto tiempo llevas mirándome?

—Podría estar contemplándote durante horas, Liam. Pero solo llevo aquí unos cinco minutos. —Se inclina y me besa con dulzura—. ¿Has dormido bien? —pregunta dulcemente—. Roncabas tanto que parecía que así era, la verdad.

Oh, el Cincuenta juguetón y bromista.

—¡Yo no ronco! —replico irritado.

—No. No roncas.

Me sonríe. Alrededor del cuello sigue visible una tenue línea de pintalabios rojo.

—¿Te has duchado?

—No. Te estaba esperando.

—Ah… vale. ¿Qué hora es?

—Las diez y cuarto. Me dictaba el corazón que no debía despertarte más pronto.

—Me dijiste que no tenías corazón.

Sonríe con tristeza, pero no contesta.

—Han traído el desayuno. Para ti tortitas y beicon. Venga, levanta, que empiezo a sentirme solo.

Me da un palmetazo en el culo que me hace pegar un salto y levantarme de la cama.

Mmm… una demostración de afecto al estilo Zayn.

Me desperezo, y me doy cuenta de que me duele todo… sin duda como resultado de tanto sexo, y de bailar y andar todo el día por ahí. Salgo a rastras de la cama y voy hacia el suntuoso cuarto de baño totalmente equipado, mientras repaso mentalmente los acontecimientos del día anterior. Cuando salgo, me pongo uno de los extraordinariamente sedosos albornoces que están colgados en un abarra dorada del baño.

Michael, el chico que se parece a mí: esa es la imagen más perturbadora que suscita todo tipo de conjeturas en mi cerebro, eso y su fantasmagórica presencia en el dormitorio de Zayn. ¿Qué buscaba? ¿A mí? ¿A Zayn? ¿Para hacer qué? ¿Y por qué diablos ha destrozado mi coche?

Zayn dijo que me proporcionaría otro Audi, como el de todos sus sumisos. No me gusta esa idea. Pero, como fui tan generoso con el dinero que me dio, ya no puedo hacer nada.

Entro en el salón principal de la suite: ni rastro de Zayn. Finalmente le localizo en el comedor. Me siento a la mesa, agradeciendo el impresionante desayuno que tengo delante. Zayn está leyendo los periódicos del domingo y bebiendo café. Ya ha terminado de desayunar. Me sonríe.

—Come. Hoy necesitarás estar fuerte —bromea.

—¿Y eso por qué? ¿Vas a encerrarme en el dormitorio?

El dios que llevo dentro se despierta bruscamente, desaliñado y con pinta de acabar de practicar sexo.

—Por atractiva que resulte la idea, tenía pensado salir hoy. A tomar un poco el aire.

—¿No es peligroso? —pregunto en tono ingenuo, intentando que mi voz no suene irónica, sin conseguirlo.

Zayn cambia de cara y su boca se convierte en una fina línea.

—El sitio al que vamos, no. Y este asunto no es para tomárselo en broma —añade con severidad, entornando los ojos.

Me ruborizo y bajo la vista a mi desayuno. Después de todo lo que pasó ayer y de lo tarde que nos acostamos, no tengo ganas ahora de que me riñan. Me como el desayuno en silencio y de mal humor.

Mi subconsciente me mira y menea la cabeza. Cincuenta no bromea con mi seguridad; a estas alturas ya debería saberlo. Tengo ganas de mirarle con los ojos en blanco para hacerle ver que está exagerando pero me contengo.

De acuerdo, estoy cansado y molesto. Ayer tuve un día muy largo y he dormido poco. Y además, ¿por qué él tiene que estar fresco como una rosa? La vida es tan injusta…

Se levanta bruscamente de la mesa. 

—Vamos a ducharnos —masculla finalmente, y es evidente que sigue ofendido por mi irónico comentario.

¿Es que no podemos tener una mañana normal y tranquila? Inspiro fuerte y, dejando el desayuno a medias, me levanto.

—Claro —digo con aire ausente, y él tuerce el gesto.

—Vamos.

Y me coge la mano con fuerza, malhumorado. Va dando largas zancadas hasta el baño, llevándome casi a rastras. Por lo visto, no soy el único que está disgustado. Abre el grifo y se desnuda deprisa antes de volverse hacia mí.

—No sé por qué te has enfadado, o si solo estás de mal humor porque has dormido poco —dice mientras me desata el albornoz—. Pero quiero que me lo cuentes. 

Le miro con los ojos en blanco.

—No me pasa nada, Zayn.

Me coge por las solapas del albornoz, me atrae hacia él y me abraza con cariño, me besa el pelo y aprieta mi cabeza contra su pecho. Me quedo absorto en los tatuajes de su torso, pegados contra mi mejilla. ¡Ah, si pudiera acariciarle...!

—Li, yo no estoy acostumbrado a esto —murmura—. Mi inclinación natural sería darte una paliza, pero dudo que quieras eso.

Por Dios…

—No, no lo quiero. Pero esto ayuda.

Abrazo más fuerte a Zayn, y permanecemos un buen rato entrelazados es ese peculiar abrazo, Zayn desnudo y yo en albornoz. Una vez más me siento desarmado ante su sinceridad. No sabe nada de relaciones personales, y yo tampoco, salvo lo que he aprendido de él. Bueno, él me ha pedido fe y paciencia; quizá yo debería hacer lo mismo.

—Ven, vamos a ducharnos —dice Zayn finalmente, y me suelta.

Da un paso atrás y me quita el albornoz. Entro tras él bajo el torrente de agua, y levanto la cara hacia la cascada. Cabemos los dos bajo esa inmensa roseta. Zayn coge el champú y empieza a lavarse el pelo. Me lo pasa y yo procedo a hacer lo mismo.

Oh, esto es muy agradable. Cierro los ojos y me rindo al placer del agua caliente y purificadora. Mientras me aclaro la espuma siento sus manos sobre mí enjabonándome el cuerpo: los hombros, los brazos, las axilas, el pecho, la espalda. Me da la vuelta con delicadeza y me atrae hacia él, mientras sigue bajando por mi cuerpo: el estómago, el vientre, sus dedos hábiles sobre mi miembro… mmm… mi trasero. Oh, es muy agradable y muy íntimo. Me da la vuelta para tenerme de frente otra vez.

—Toma —dice en voz baja, y me entrega el gel—. Quiero que me limpies los restos de pintalabios.

Inmediatamente abro los ojos y los clavo en los suyos. Me mira intensamente, mojado, hermoso. Con sus preciosos y brillantes ojos verdes que no traslucen nada.

—No te apartes mucho de la línea, por favor —apunta, tenso.

—De acuerdo —murmuro, intentando absorber la enormidad de lo que acaba de pedirme que haga: tocarle en el límite de la zona prohibida.

Me echo un poco de jabón en la mano y froto ambas palmas para hacer espuma; luego las pongo sobre sus hombros y, con cuidado, lavo la raya de carmín de cada costado. Él se queda quieto y cierra los ojos con el rostro impasible, pero respira entrecortadamente, y sé que no es por deseo sino por miedo. Y eso me hiere en lo más profundo.

Con dedos temblorosos resigo cuidadosamente la línea por el costado de su torso, enjabonando y frotando suavemente, y él traga saliva con la barbilla rígida como si apretara los dientes. ¡Ahhh! Se me encoge el corazón y tengo la garganta seca. Oh, no… Estoy a punto de romper a llorar.

Dejo de echarme más jabón en la mano y noto que se relaja. No puedo mirarle. No soporto ver su dolor: es abrumador. Ahora soy yo quien traga saliva.

—¿Listo? —murmuro, y mi tono trasluce con toda claridad la tensión del momento.

—Sí —accede con voz ronca y preñada de miedo.

Coloco con suavidad las manos a ambos lados de su torso, y él vuelve a quedarse paralizado.

Esto me supera por completo. Me abruma su confianza en mí, me abruma su miedo, el daño que le han hecho a este chico maravilloso, perdido e imperfecto.

Tengo los ojos bañados en lágrimas, que se derraman por mi rostro mezcladas con el agua de la ducha. ¡Oh,Zayn! ¿Quién te hizo esto?

Con cada respiración entrecortada su diafragma se mueve convulso, y siento su cuerpo rígido, que emana oleadas de tensión mientras mis manos resiguen y borran la línea. Oh, si pudiera borrar tu dolor, lo haría… Haría cualquier cosa, y lo único que deseo es besar todas y cada una de las cicatrices, borrar a besos esos años de espantoso abandono. Pero ahora no puedo hacerlo, y las lágrimas caen sin control por mis mejillas.

—No, por favor, no llores —susurra con voz angustiada mientras me envuelve con fuerza entre sus brazos—. Por favor, no llores por mí.

Y estallo en sollozos, escondo la cara en su cuello, mientras pienso en mi niñito perdido en un océano de miedo y dolor, asustado, abandonado, maltratado… herido más allá de lo humanamente soportable.

Se aparta, me sujeta la cabeza entre las manos y la echa hacia atrás mientras se inclina para besarme.

—No llores, Li, por favor —murmura junto a mi boca—. Fue hace mucho tiempo. Anhelo que me toques y acaricies, pero soy incapaz de soportarlo, simplemente. Me supera. Por favor, por favor, no llores.

—Yo también quiero tocarte. Más de lo que te imaginas. Verte así… tan dolido y asustado. Zayn… me hiere profundamente. Te amo tanto…

Me acaricia el labio inferior con el pulgar.

—Lo sé, lo sé.

—Es muy fácil quererte. ¿Es que no lo entiendes?

—No, nene. No lo entiendo.

—Pues lo es. Yo te quiero, y tu familia también. Y Caroline y Michael, aunque lo demuestren de un modo extraño, pero también te quieren. Mereces ser querido.

—Basta. —pone un dedo sobre mis labios y niega con la cabeza en un gesto agónico—. No puedo oír esto. Yo no soy nada, Liam. Soy un chico vacío por dentro. No tengo corazón.

—Sí, sí lo tienes. Y yo lo quiero, lo quiero todo. Eres un chico bueno, Zayn, un chico bueno de verdad. No lo dudes. Mira lo que has hecho… lo que has conseguido —digo entre sollozos—. Mira lo que has hecho por mí… a lo que has renunciado por mí —susurro—. Yo lo sé. Sé lo que sientes por mí.

Baja la vista y me mira, con ojos muy abiertos y aterrados. Solo se oye el chorro de agua cayendo sobre nosotros.

—Tú me quieres —musito.

Abre aún más los ojos, y también la boca. Inspira profundamente, como si le faltara el aire. Parece torturado… vulnerable.

—Sí —murmura—. Te quiero.
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Mensaje por Invitado Miér 05 Mar 2014, 7:25 pm

—Sí —murmura—. Te quiero. escribió:

Quede en coma por eso! a dios que buena historia! por favor no te tardeds anto la proxima jajaja
besos
cami
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Mensaje por AndyKP Miér 05 Mar 2014, 7:56 pm

Sigue síguela!!!! Enserio la amo!
AndyKP
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Mensaje por Lohan212 Miér 05 Mar 2014, 8:44 pm

Ah? Que? O.O aaaaw :C por que? Por que la dejas allí??????????? Siguela pronto decir 4 hubiera estado mejor.
Lohan212
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Mensaje por LittleRabbit69 Miér 05 Mar 2014, 9:13 pm

Oh por dios !

Has omitido lo más importante , no pusiste fondeado la doctora llega. Y le dice que puede que. Quede embarazado , ( lo cual es imposible , pero si no queda embarazado no hay tercer libro) ósea tercera temporada .
Tienes que seguirla ......
Yihad quería que libro se embarazara ,
En el libro real la noticia es la que pone de mal humor a ana ( Liam ) , y luego sucede lo demás de la ducha
Donde lo lava
Esa parte está entre el desayuno y la ducha
Porque lo omitiste
Porqueeeeeee !
Yo quería a li embarazado
Siguelaaaaaa
LittleRabbit69
LittleRabbit69


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Mensaje por PipeAlejandroMalik Jue 06 Mar 2014, 12:19 pm

Es bueno saber de ti. Mil gracias por este maratón. Síguela pronto
PipeAlejandroMalik
PipeAlejandroMalik


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Mensaje por Zeus A. Jue 06 Mar 2014, 4:26 pm

como que Li queda embarazado?? xD no me vengan con cosas raras jajaja Liam esta bien asi ajjaja
Zeus A.
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Mensaje por PipeAlejandroMalik Vie 07 Mar 2014, 4:13 pm

Si pueden y tienen un tiempo, pásense por mi novela. Soy nuevo escritor de verdad que agradecería que me dieran su opinión sobre ella. Muchas gracias :)
Aquí el link:
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PipeAlejandroMalik
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Mensaje por Directioner122 Vie 07 Mar 2014, 11:23 pm

Siguela en  cuanto puedas, cada vez se pone mas interesante  :P
Directioner122
Directioner122


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