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Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
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La Bibliotecaria (Harry Styles y tu) HOT
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
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Re: La Bibliotecaria (Harry Styles y tu) HOT
Capitulo 3
Una chica con una camiseta de la Universidad de Nueva York y el pelo teñido de rojo le entregó un arrugado montón de peticiones de libros.
—¿Qué hago? ¿Espero aquí?
La chica se inclinó sobre el mostrador.
—Puedes esperar en una de las mesas hasta que salga tu número en el tablón. Entonces podrás recoger tus libros —le explicó ella.
Ya se había acostumbrado al predecible ritmo del mostrador de préstamos: las primeras horas de la mañana eran tranquilas, el pico de actividad llegaba por la tarde y las últimas horas tenían un ritmo más lento, cuando la gente se iba marchando para cenar; algunos regresarían, otros no.
sabía que era afortunada por pasar los días en el que podría calificarse como el lugar más hermoso de la ciudad. Y aunque su trabajo no suponía un gran desafío intelectual, le aportaba cierta satisfacción entregar los libros a los usuarios de la biblioteca, que aguardaban con impaciencia. Mientras observaba las filas y filas de gente inclinadas sobre libros y portátiles, se preguntaba en qué estaría trabajando cada uno de ellos. ¿La próxima gran novela americana se escribiría en aquella sala? ¿Se inventaría algo? ¿Se redescubriría la historia?
Pero, a veces, cuando había una tregua, se sentía inquieta.
—¿Por qué no lees algo? —le dijo Alex, un estudiante de la Universidad de Nueva York delgado y fibroso, un poco torpe pero dulce como una mascota, que trabajaba a tiempo parcial llevando los libros de las diversas salas al mostrador de préstamos.
—¿Nos permiten leer aquí? —preguntó .
—A mí nadie me ha dicho nunca nada —respondió él—. Y tú y yo sabemos que Sloan no pierde ninguna oportunidad de tirarse al cuello de cualquiera de nosotros. Así que yo diría que no hay problema.
pensó que quizá Alex y ella pudiesen ser amigos, aunque nunca había tenido ningún amigo varón. Su madre siempre le advertía de que los chicos no podían ser verdaderos amigos de una chica,
porque sólo querían una cosa.
Pero Alex parecía sinceramente amable. Aunque sentía que, de algún modo, lo había decepcionado cuando él le dijo que le gustaba su corte de pelo, tan a lo Bettie Page, y ella le había preguntado quién era Bettie Page.
Alex la había mirado divertido, como si no estuviera seguro de si hablaba en serio o en broma.
—Ya sabes... la legendaria pin-up. Una de pelo negro y flequillo corto.
Ella había asentido, aunque no tenía ni idea de sobre quién le estaba hablando. La gente le decía a veces que se parecía a tal chica de algún programa... o a Zooey Deschanel.
Había visto a esa actriz en una telecomedia y, a pesar de que podía haber cierta similitud en el tono de piel, el corte de pelo e incluso los rasgos faciales, en su opinión, la estrafalaria efervescencia de Zooey Deschanel hacía que cualquier comparación con ella resultara absurda. Ahora tendría que buscar en Google a esa tal Bettie Page.
—¿Habrá abierto ya el puesto de comida? —preguntó Alex.
Desde sus primeros días de trabajo, hacía unas cuantas semanas, los dos habían cogido la costumbre de salir juntos a comprarse una hamburguesa o un perrito caliente en el puesto de comida rápida de la esquina de la calle Cuarenta y uno. Pero ese día había pensado proponerle a Margaret que comiesen juntas.
Subió la escalera sur hasta el cuarto piso, que albergaba las primeras ediciones, los manuscritos y las cartas y también la Sala de Juntas. Después de pasar ante otra sala cerrada, encontró a Margaret anotando una pila de libros en un registro.
—¿Haces todo esto a mano?
—Sí. Tenemos a alguien en prácticas que lo introduce en el ordenador. Yo no puedo perder el tiempo con esas máquinas.
—Venía a ver si te apetece que comamos juntas. He traído comida y podríamos sentarnos fuera...
Margaret ya estaba negando con la cabeza.
—Los martes no almuerzo —respondió. no estaba segura de qué decir. Margaret añadió—: Cuando te haces mayor, necesitas comer y dormir menos. Ya lo verás.
—Oh, vale. Bueno, hasta luego entonces. Ah, por cierto, ¿qué hay en la Sala 402?
—La colección Styles. Se necesita un permiso especial para visitarla. En ella hay primeras ediciones de Virginia Woolf y Charles Dickens.
—Solía recorrer toda la biblioteca una vez al año cuando era niña, pero no la recuerdo.
—La construyeron hace unos cinco años. La familia Styles donó veinte millones de dólares. Fue cuando reformaron toda la Sala Principal de Lectura. ¿Recuerdas que permaneció cerrada más de un año?
asintió.
—Antes la Sala Styles estaba abierta. Yo pasé algún tiempo en ella, pero no he vuelto ahí desde que hay que pedir permiso.
—¿A quién hay que pedirle permiso?
Margaret se encogió de hombros.
no era una persona que ignorara la autoridad, pero no entendía que se pretendiera mantener las obras ocultas al personal. Era lógico que el público en general no pudiera entrar en esa sala a su antojo, pero sin duda no pasaría nada si ella echaba un vistazo.
Las oscuras puertas de bronce de la estancia tenían talladas las palabras «Sala Jasper T. Styles» en letras doradas en el dintel de mármol. se acercó con cautela y pensó que si las puertas estaban cerradas con llave, el dilema de si debía o no echar un vistazo quedaría resuelto. Apoyó la mano en el picaporte dorado y, tras sólo unos segundos de vacilación, empujó hacia abajo. La puerta no estaba cerrada con llave y se abrió.
Lo primero en lo que se fijó fue en que la sala tenía un estilo mucho más simple que las otras estancias de la biblioteca. Era de estilo clásico inglés y las paredes estaban cubiertas de libros desde el suelo hasta el techo, guardados en estanterías de madera y cristal. En el centro, había una larga mesa de madera oscura, casi como una mesa de comedor, rodeada por butacas antiguas tapizadas en cuero rojo.
En ese momento se dio cuenta de que no estaba sola.
Desde un rincón de la sala, un espacio oculto a la vista desde la entrada, le llegaba un extraño sonido, casi un gemido. Cuando ------------avanzó, vio a una mujer desnuda inclinada sobre un banco de mármol, estaba apoyada en los brazos, con la cabeza gacha y su larga melena casi arrastrando por el suelo. Detrás de ella, un hombre, también desnudo, la agarraba por las caderas y la embestía con una ferocidad tal que llegó a preguntarse si lo que estaba viendo era una mujer sumida en el placer o en el dolor.
Una parte de sí misma, la parte práctica y racional, sabía que debería darse la vuelta e irse de allí a toda prisa, pero otra parte, una que no terminaba de comprender, estaba fascinada.
Con el corazón desbocado, se dio cuenta rápidamente de que lo que estaba viendo, definitivamente, era una escena de placer. El ritmo constante de los dos cuerpos moviéndose juntos, los descontrolados gemidos de la mujer y el brillo del sudor, que pudo distinguir incluso desde aquella distancia, en sus largos brazos, reflejaban puro éxtasis. Sabía que no debía estar allí y, como si se castigara a sí misma por la infracción, su cuerpo la traicionó con un ardiente destello de excitación entre las piernas.
Avergonzada, intentó apartar la vista, pero en vez de eso acabó fijándola en la cara del hombre y, para su asombro, se dio cuenta de que lo conocía. Aquel rebelde pelo castaño, los ojos verdes, las facciones bien definidas...: era el que había atrapado la tapa de su termo en la escalera su primer día de trabajo. Y por su sonrisa cuando sus ojos se encontraron, pareció que él también la había reconocido
Última edición por isabellita102 el Mar 10 Sep 2013, 8:04 pm, editado 1 vez
isabellita102
Re: La Bibliotecaria (Harry Styles y tu) HOT
Última edición por isabellita102 el Lun 09 Sep 2013, 10:04 pm, editado 1 vez
isabellita102
Re: La Bibliotecaria (Harry Styles y tu) HOT
lo he intentado de mil maneras pero sigo sin poder.... tengo que borrar la palabra link y poner el lin o como me estoy volviendo loca ayudame please :`(isabellita102 escribió:ahhhhhhhh gracias jejejeej lo voy a intentar ;)Mar_love1D escribió:Para agregar imagenes tenes que poner esto:isabellita102 escribió:Chicas soy algo nueva en esto me podrian decir como hago para poner fotos es q no puedo :(donde dice Link pones el link de la imagen y listo. :)
- Código:
[img] Link [/img]
isabellita102
Re: La Bibliotecaria (Harry Styles y tu) HOT
- Código:
[img]http://i39.tinypic.com/2qjbwd4.jpg[/img]
isabellita102
Re: La Bibliotecaria (Harry Styles y tu) HOT
Si, borras la palabra "Link" y pegas el link directo de la imagen.isabellita102 escribió:lo he intentado de mil maneras pero sigo sin poder.... tengo que borrar la palabra link y poner el lin o como me estoy volviendo loca ayudame please :`(isabellita102 escribió:ahhhhhhhh gracias jejejeej lo voy a intentar ;)Mar_love1D escribió:Para agregar imagenes tenes que poner esto:isabellita102 escribió:Chicas soy algo nueva en esto me podrian decir como hago para poner fotos es q no puedo :(donde dice Link pones el link de la imagen y listo. :)
- Código:
[img] Link [/img]
ᴍᴀʀ.
Re: La Bibliotecaria (Harry Styles y tu) HOT
Es como lo hiciste acá, pero escribis solo lo que pusiste dentro.isabellita102 escribió:
- Código:
[img]http://i39.tinypic.com/2qjbwd4.jpg[/img]
(quedaría así)
ᴍᴀʀ.
Re: La Bibliotecaria (Harry Styles y tu) HOT
Harry la vió! :gasp: :gasp:
Ya quiero saber como va a reaccionar Harry!
Please Seguila!
Adoré el cap.
:bye:
PD: Espero que te haya servido de ayuda lo de las imagenes. :)
Ya quiero saber como va a reaccionar Harry!
Please Seguila!
Adoré el cap.
:bye:
PD: Espero que te haya servido de ayuda lo de las imagenes. :)
ᴍᴀʀ.
Re: La Bibliotecaria (Harry Styles y tu) HOT
bienvenida :) ya subo :)¡Giovi! escribió:
¡Nueva lectora!
Siguela:D
isabellita102
Re: La Bibliotecaria (Harry Styles y tu) HOT
jejejej bueno ahora subo :) y seguire intentando lo de las imagenes jijijijiji gracias por ayudarme ;):aah:Mar_love1D escribió:Harry la vió! :gasp: :gasp:
Ya quiero saber como va a reaccionar Harry!
Please Seguila!
Adoré el cap.
:bye:
PD: Espero que te haya servido de ayuda lo de las imagenes. :)
isabellita102
Re: La Bibliotecaria (Harry Styles y tu) HOT
nuevo capitulo
CAPITULO 4
retrocedió, salió de la sala y tuvo la precaución de cerrar la puerta, con manos temblorosas.
Lo primero que experimentó fue vergüenza por haberse sentido atraída por aquella sucia escena. No debería haberse quedado mirando, debería haber salido corriendo de inmediato. O, mejor aún, haberlos detenido. Su vergüenza se tornó en furia. Estaban en una biblioteca. ¿Qué le pasaba a la gente?
Respiró hondo, fortalecida por la indignación. Una vez en la seguridad del pasillo, bajó rápidamente la escalera sur hasta la rotonda de fuera de la Sala del Catálogo.
De nuevo a salvo en la zona más pública de la biblioteca, fue capaz de recuperar la compostura y regresar al mostrador de préstamos, donde Alex estaba repantigado en una silla, jugando al Temple Run con su iPhone.
—Hay muy poco movimiento hoy —comentó—. Ni siquiera los empollones quieren estar aquí dentro con veinticuatro grados de temperatura y sol en la calle.
asintió y colocó la bolsa de papel marrón de la comida sobre la mesa. La parte de arriba estaba humedecida por el sudor de sus manos. Alex miró la bolsa extrañado.
—¿No habías ido a comer?
—No tengo hambre.
La miró con recelo.
—¿Qué te pasa?
—Nada —respondió.
Se sentía tan sucia y avergonzada como si hubiera sido ella la mujer inclinada sobre el banco de mármol. Y sabía que se sentía así porque, por mucho que odiara admitirlo, a pesar del atroz sacrilegio, por un fugaz momento deseó haberlo sido.
Pero ¿qué le pasaba? Tenía que ser la influencia de Carly; todo aquel alocado trasiego nocturno en el apartamento la estaba afectando. Y también la falta de sueño. Vivía con alguien que no tenía ningún sentido del pudor. Su madre tenía razón: nada bueno podía salir de su traslado a Nueva York.
—Si tú lo dices... Pues yo me muero de hambre, así que iré a comprarme algo al puesto de fuera. ¿Quieres que te traiga alguna cosa?
Se levantó de un salto y se sacó los auriculares del bolsillo de la chaqueta.
estaba lidiando aún con su perturbador descubrimiento y no quería que Alex se fuera. Ella se había marchado de la sala, pero no podía olvidar lo que había visto. Se preguntó si debería informar a Sloan del incidente, pero sólo pensarlo hizo que le entraran náuseas.
—Espera, ¿puedo decirte una cosa? —preguntó.
—Claro —respondió Alex—. ¿Hamburguesa o perrito?
Su mente formó las palabras, pero su boca no fue capaz de articularlas.
—No me gusta la comida del puesto de la calle —dijo finalmente.
Alex meneó la cabeza.
—De acuerdo, Finch. Gracias por la información.
Desde el rellano del tercer piso pudo oír la música rap procedente de su apartamento. Soltó un suspiro y siguió subiendo. Cuando metió la llave en la puerta, supo que no podría escuchar ni sus propios pensamientos aunque se encerrara en su dormitorio.
—Eh, ¿qué tal? —la saludó un chico sentado en el sofá y fumando una gran pipa.
—De vuelta a casa después del trabajo —respondió .
Al menos conocía al chico, era uno de los más regulares de Carly. En otras circunstancias, probablemente lo habría llamado su novio, pero considerando que el responsable de los golpes del cabezal a las dos de la mañana de la noche anterior había sido otro, le pareció que «novio» no era el calificativo más apropiado.
—¿Te importa bajar la música? —gritó .
—¿No te gusta J.?
Ella tiene un culo en el que se perdería un tanga
y arriba, ah, dos bultitos como dos picadas.
entró en su habitación y cerró la puerta. Al parecer, iba a ser otra noche de exilio autoimpuesto hasta que Carly se marchara, si es que salía esa noche. Deseó poder hacer algunos amigos en la biblioteca para tener con quien salir de vez en cuando.
De repente, la música bajó como veinte decibelios. A continuación, oyó que llamaban a su puerta y, a regañadientes, la entreabrió.
—¿Mejor? —preguntó Derek.
—¿Qué? Ah, ¿la música? Sí, gracias.
—¿Por qué no sales nunca? —preguntó él.
—¿Perdona?
—Carly dice que no te ha visto salir nunca del apartamento por la noche.
sintió que se ponía colorada.
—Diría que eso no es asunto vuestro.
—Tía, no te ofendas. Sólo digo que puedes salir con nosotros esta noche. Vamos a ver un espectáculo en Rivington. Te prometo que estarás en casa antes de que te conviertas en calabaza.
Ella negó con la cabeza.
—No, gracias.
CAPITULO 4
retrocedió, salió de la sala y tuvo la precaución de cerrar la puerta, con manos temblorosas.
Lo primero que experimentó fue vergüenza por haberse sentido atraída por aquella sucia escena. No debería haberse quedado mirando, debería haber salido corriendo de inmediato. O, mejor aún, haberlos detenido. Su vergüenza se tornó en furia. Estaban en una biblioteca. ¿Qué le pasaba a la gente?
Respiró hondo, fortalecida por la indignación. Una vez en la seguridad del pasillo, bajó rápidamente la escalera sur hasta la rotonda de fuera de la Sala del Catálogo.
De nuevo a salvo en la zona más pública de la biblioteca, fue capaz de recuperar la compostura y regresar al mostrador de préstamos, donde Alex estaba repantigado en una silla, jugando al Temple Run con su iPhone.
—Hay muy poco movimiento hoy —comentó—. Ni siquiera los empollones quieren estar aquí dentro con veinticuatro grados de temperatura y sol en la calle.
asintió y colocó la bolsa de papel marrón de la comida sobre la mesa. La parte de arriba estaba humedecida por el sudor de sus manos. Alex miró la bolsa extrañado.
—¿No habías ido a comer?
—No tengo hambre.
La miró con recelo.
—¿Qué te pasa?
—Nada —respondió.
Se sentía tan sucia y avergonzada como si hubiera sido ella la mujer inclinada sobre el banco de mármol. Y sabía que se sentía así porque, por mucho que odiara admitirlo, a pesar del atroz sacrilegio, por un fugaz momento deseó haberlo sido.
Pero ¿qué le pasaba? Tenía que ser la influencia de Carly; todo aquel alocado trasiego nocturno en el apartamento la estaba afectando. Y también la falta de sueño. Vivía con alguien que no tenía ningún sentido del pudor. Su madre tenía razón: nada bueno podía salir de su traslado a Nueva York.
—Si tú lo dices... Pues yo me muero de hambre, así que iré a comprarme algo al puesto de fuera. ¿Quieres que te traiga alguna cosa?
Se levantó de un salto y se sacó los auriculares del bolsillo de la chaqueta.
estaba lidiando aún con su perturbador descubrimiento y no quería que Alex se fuera. Ella se había marchado de la sala, pero no podía olvidar lo que había visto. Se preguntó si debería informar a Sloan del incidente, pero sólo pensarlo hizo que le entraran náuseas.
—Espera, ¿puedo decirte una cosa? —preguntó.
—Claro —respondió Alex—. ¿Hamburguesa o perrito?
Su mente formó las palabras, pero su boca no fue capaz de articularlas.
—No me gusta la comida del puesto de la calle —dijo finalmente.
Alex meneó la cabeza.
—De acuerdo, Finch. Gracias por la información.
Desde el rellano del tercer piso pudo oír la música rap procedente de su apartamento. Soltó un suspiro y siguió subiendo. Cuando metió la llave en la puerta, supo que no podría escuchar ni sus propios pensamientos aunque se encerrara en su dormitorio.
—Eh, ¿qué tal? —la saludó un chico sentado en el sofá y fumando una gran pipa.
—De vuelta a casa después del trabajo —respondió .
Al menos conocía al chico, era uno de los más regulares de Carly. En otras circunstancias, probablemente lo habría llamado su novio, pero considerando que el responsable de los golpes del cabezal a las dos de la mañana de la noche anterior había sido otro, le pareció que «novio» no era el calificativo más apropiado.
—¿Te importa bajar la música? —gritó .
—¿No te gusta J.?
Ella tiene un culo en el que se perdería un tanga
y arriba, ah, dos bultitos como dos picadas.
entró en su habitación y cerró la puerta. Al parecer, iba a ser otra noche de exilio autoimpuesto hasta que Carly se marchara, si es que salía esa noche. Deseó poder hacer algunos amigos en la biblioteca para tener con quien salir de vez en cuando.
De repente, la música bajó como veinte decibelios. A continuación, oyó que llamaban a su puerta y, a regañadientes, la entreabrió.
—¿Mejor? —preguntó Derek.
—¿Qué? Ah, ¿la música? Sí, gracias.
—¿Por qué no sales nunca? —preguntó él.
—¿Perdona?
—Carly dice que no te ha visto salir nunca del apartamento por la noche.
sintió que se ponía colorada.
—Diría que eso no es asunto vuestro.
—Tía, no te ofendas. Sólo digo que puedes salir con nosotros esta noche. Vamos a ver un espectáculo en Rivington. Te prometo que estarás en casa antes de que te conviertas en calabaza.
Ella negó con la cabeza.
—No, gracias.
Última edición por isabellita102 el Mar 10 Sep 2013, 8:08 pm, editado 1 vez
isabellita102
Re: La Bibliotecaria (Harry Styles y tu) HOT
CAPITULO 5
La calle Rivington era el lugar más extraño que había visto nunca.
Con sus oscuras esquinas, las bellas mujeres esclavas de la moda que se paseaban por las aceras con sus cigarrillos y las extrañas fachadas que te hacían preguntarte si eran bares o tiendas. Todo eso hizo que deseara haberse quedado en la cama cuando Derek —esa vez, acompañado por Carly— volvió a llamar a su puerta para insistirle en que saliera con ellos.
Como no deseaba quedarse en casa y seguir obsesionándose con la escena que había presenciado en la biblioteca, finalmente accedió.
Giraron por la calle Norfolk y caminaron hasta el final de la misma, donde llegaron a su destino, un bar llamado Nurse Bettie.
—Totó, me parece que ya no estamos en Kansas —bromeó , usando la famosa frase del Mago de Oz. Carly puso los ojos en blanco.
—Tú..., relájate —le dijo.
El bar era un local pequeño, con poca luz, techo de paneles metálicos y paredes de ladrillo llenas de fotografías vintage en marcos dorados y plateados. La barra era de madera oscura, y detrás había unas estanterías con coloridas botellas de licor. El sonido de la música francesa pop llenaba la sala.
Enfrente de la barra había una larga mesa alta con taburetes de asiento rojo. y Carly se sentaron en los dos últimos libres y Derek se acercó a la barra para pedir la bebida.
Carly se puso a navegar con su iPhone. Siempre parecía que estuviera aburrida y se preguntó si eso sería propio de ella o algún rasgo común de la gente que había crecido en Manhattan. Ella, por su parte, no podía imaginarse indiferente a lo que la rodeaba en Nueva York. Cada esquina, cada vendedor de comida, cada ruidosa multitud la dejaba maravillada.
—¿Cuál es tu nombre de usuario en Twitter? —preguntó Carly.
—Eh... —respondió .
Su compañera escribió algo en el teléfono.
—¿A ? —preguntó.
—¿A qué?
Carly bajó el teléfono y la miró haciendo un evidente esfuerzo por no perder la paciencia.
—¿Estás en Twitter? —quiso saber.
—Creo que no —contestó .
Derek se acercó y les dio una copa a cada una.
—Dos Moscow Mules —anunció.
Carly bebió.
—Hum. Bien. ¿Qué lleva?
—Vodka Ketel 1, zumo de lima y cerveza de jengibre —explicó Derek.
lo probó, pero no le gustó y dejó el cóctel en un pequeño saliente que tenía detrás.
—¿A qué hora empieza el espectáculo? —preguntó Carly.
no pudo oír la respuesta de Derek, porque la susurró directamente en la boca de Carly antes de que empezaran a darse el lote.
Ella apartó la vista e intentó imaginarse dónde podría haber un espectáculo en una sala tan pequeña.
—¿De qué va el espectáculo? —preguntó.
No le respondieron. Esperaba que fuera música en directo, quizá un cantante de blues. Eso encajaría con el ambiente del bar.
Cuando finalmente sus dos acompañantes recordaron que ella estaba allí, hicieron un esfuerzo por darle conversación.
—Entonces, ¿qué hace una bibliotecaria durante todo el día? —preguntó Derek, amable.
Carly la miró expectante. no supo si fue por la presión que sentía de que tenía que participar de algún modo en la velada, porque todas aquellas semanas sintiéndose fuera de lugar al final le hubiesen hecho mella o por la sincera necesidad de confiar en alguien, pero soltó:
—Bueno, hoy me he encontrado con una pareja practicando sexo.
Derek se animó.
—¿En la biblioteca?
—Sí —contestó .
—Quizá me haya precipitado al rechazar ese lugar —comentó Carly.
tomó otro sorbo de su bebida. Seguía estando malísima.
—Nueva York está lleno de exhibicionistas —aseguró Derek.
—¿Y qué has hecho? —quiso saber Carly.
—Nada. He salido corriendo de la sala.
Carly y Derek parecieron reflexionar al respecto.
—Supongo que no se podía hacer otra cosa. A menos que hubieses tenido la oportunidad de sumarte al juego —comentó Derek.
Carly se rió y dijo:
—¡Así se habla!
A pesar de que lo habían convertido en una broma, se sintió aliviada al hablar de ello. No sabía qué la disgustaba más, si la idea de que alguien profanara de ese modo su preciosa biblioteca, o el hecho de que no sólo conocía al perpetrador, sino que le había parecido atractivo.
—No se lo he dicho a nadie, pero quizá debería decírselo a mi jefa. Quiero decir, ¿y si los hubiera encontrado un niño?
sabía que eso era improbable, teniendo en cuenta que había entrado en una área restringida. Pero fue el mejor modo que encontró de expresar su indignación.
—¿Era gente normal o tenían aspecto de pervertidos? —preguntó Carly.
Una imagen de los ojos oscuros del hombre y de su rostro inquietantemente apuesto surgió en la mente de .
—¿Qué aspecto tiene un pervertido? —inquirió Derek.
—¡Pues alguien como tú! —exclamó Carly, al tiempo que le daba un puñetazo en el brazo.
A las once, el bar estaba abarrotado. Todo el mundo se iba moviendo para conseguir un sitio lo más cerca posible del fondo de la sala y en seguida descubrió el motivo.
La música pop francesa fue sustituida por la canción Blueberry Hill, de Fats Domino, instantáneamente reconocible. El fondo de la sala se convirtió en un escenario bañado por las luces azules y doradas de unos focos que había en el techo.
La escena iluminada consistía en un pequeño horno de aspecto antiguo y una mesa de formica cuadrada. Junto al horno apareció una hermosa mujer. La melena negra le llegaba por los hombros y llevaba un flequillo corto. Iba ataviada con un anticuado vestido a cuadros, muy ceñido en la cintura y con falda de vuelo y con un delantal en el que se leía: «Ama de casa feliz». se fijó en que llevaba zapatos de charol negro con plataforma.
—Lleva el mismo corte de pelo que tú —observó Derek.
Carly la miró.
—Sí —asintió—. Tienes que mejorar ese estilo tuyo hippie de blusas y faldas largas que llevas de cuello para abajo. Pero tu pelo está muy a la moda.
—No quería dejarme el flequillo tan corto, pero se me fue la mano en un lado y tuve que igualarlo...
—Sea como sea, tú mantenlo así —insistió Carly—. Te queda bien.
La mujer del escenario se inclinó para abrir la puerta del horno y el vestido se le subió lo suficiente como para dejar a la vista las medias y el liguero. La multitud aplaudió y unos cuantos gritaron. sintió el primer rubor de confusión, pero mantuvo la expresión imperturbable.
La actriz sacó una tarta del horno y la llevó a la mesa. Luego hizo todo un numerito para quitarse el delantal y se abanicó con él antes de lanzárselo al público. De nuevo, la multitud estalló en vítores y aplausos. A continuación, hundió un dedo en el centro de la tarta, lo sacó y se lo lamió.
—¿Qué es esto? —le preguntó a Carly.
—Chist. Tú mira.
La mujer se abanicó entonces con una servilleta y le dio la espalda al público. Con una mano, se bajó la cremallera del vestido, despacio, y lo dejó caer al suelo. apenas podía oír la música por encima de los aplausos y los silbidos. Entonces, la actriz se dio la vuelta, ataviada sólo con un sujetador de satén rojo y copas acabadas en punta, unas bragas rojas, el liguero, medias y zapatos.
—¿Esto es un club de striptease?
—¡No! Es burlesque —le explicó Carly—. No me digas que no has visto nunca un espectáculo de burlesque.
«Debe de estar de broma», pensó .
La mujer se desabrochó el sujetador y se deslizó los tirantes por los hombros. apartó la vista, pero cuando volvió a mirar a hurtadillas hacia el escenario, el sujetador estaba en el suelo y lo único que cubría los redondeados y prietos pechos de la mujer era un brillante parche rojo en cada pezón.
Entonces sacó un cuchillo y empezó a cortar la tarta. El contraste entre el exuberante cuerpo casi desnudo y la doméstica tarea que estaba realizando era confuso. Había los suficientes elementos cotidianos como para que sintiera que no estaba viendo algo realmente sexual.
Pero, en ese momento, la actriz cogió uno de los trozos de tarta y le dio un mordisco. Un poco del relleno de mermelada de arándanos le cayó entre los pechos y ella adoptó una exagerada expresión consternada; se deslizó un dedo por el vientre hasta el escote, recogiendo con él el relleno y se lo lamió con los ojos entornados de deseo, mientras se pasaba la lengua por la mano.
se estremeció, sintió que aquella mujer no podría parecer más lasciva si se estuviera tocando en el escenario. Y sintió cómo su propia respiración se aceleraba, se le endurecían los pezones y le hacían cosquillas dentro del sujetador.
—Me voy a casa —decidió.
—No seas ridícula. El espectáculo acaba de empezar —protestó Carly.
—Estoy cansada —replicó.
Se bajó de un salto del taburete y se abrió paso entre toda aquella gente hasta la puerta, donde había una larga cola esperando para entrar.
Se preguntó por qué siempre se sentía más a salvo en la calle.
La calle Rivington era el lugar más extraño que había visto nunca.
Con sus oscuras esquinas, las bellas mujeres esclavas de la moda que se paseaban por las aceras con sus cigarrillos y las extrañas fachadas que te hacían preguntarte si eran bares o tiendas. Todo eso hizo que deseara haberse quedado en la cama cuando Derek —esa vez, acompañado por Carly— volvió a llamar a su puerta para insistirle en que saliera con ellos.
Como no deseaba quedarse en casa y seguir obsesionándose con la escena que había presenciado en la biblioteca, finalmente accedió.
Giraron por la calle Norfolk y caminaron hasta el final de la misma, donde llegaron a su destino, un bar llamado Nurse Bettie.
—Totó, me parece que ya no estamos en Kansas —bromeó , usando la famosa frase del Mago de Oz. Carly puso los ojos en blanco.
—Tú..., relájate —le dijo.
El bar era un local pequeño, con poca luz, techo de paneles metálicos y paredes de ladrillo llenas de fotografías vintage en marcos dorados y plateados. La barra era de madera oscura, y detrás había unas estanterías con coloridas botellas de licor. El sonido de la música francesa pop llenaba la sala.
Enfrente de la barra había una larga mesa alta con taburetes de asiento rojo. y Carly se sentaron en los dos últimos libres y Derek se acercó a la barra para pedir la bebida.
Carly se puso a navegar con su iPhone. Siempre parecía que estuviera aburrida y se preguntó si eso sería propio de ella o algún rasgo común de la gente que había crecido en Manhattan. Ella, por su parte, no podía imaginarse indiferente a lo que la rodeaba en Nueva York. Cada esquina, cada vendedor de comida, cada ruidosa multitud la dejaba maravillada.
—¿Cuál es tu nombre de usuario en Twitter? —preguntó Carly.
—Eh... —respondió .
Su compañera escribió algo en el teléfono.
—¿A ? —preguntó.
—¿A qué?
Carly bajó el teléfono y la miró haciendo un evidente esfuerzo por no perder la paciencia.
—¿Estás en Twitter? —quiso saber.
—Creo que no —contestó .
Derek se acercó y les dio una copa a cada una.
—Dos Moscow Mules —anunció.
Carly bebió.
—Hum. Bien. ¿Qué lleva?
—Vodka Ketel 1, zumo de lima y cerveza de jengibre —explicó Derek.
lo probó, pero no le gustó y dejó el cóctel en un pequeño saliente que tenía detrás.
—¿A qué hora empieza el espectáculo? —preguntó Carly.
no pudo oír la respuesta de Derek, porque la susurró directamente en la boca de Carly antes de que empezaran a darse el lote.
Ella apartó la vista e intentó imaginarse dónde podría haber un espectáculo en una sala tan pequeña.
—¿De qué va el espectáculo? —preguntó.
No le respondieron. Esperaba que fuera música en directo, quizá un cantante de blues. Eso encajaría con el ambiente del bar.
Cuando finalmente sus dos acompañantes recordaron que ella estaba allí, hicieron un esfuerzo por darle conversación.
—Entonces, ¿qué hace una bibliotecaria durante todo el día? —preguntó Derek, amable.
Carly la miró expectante. no supo si fue por la presión que sentía de que tenía que participar de algún modo en la velada, porque todas aquellas semanas sintiéndose fuera de lugar al final le hubiesen hecho mella o por la sincera necesidad de confiar en alguien, pero soltó:
—Bueno, hoy me he encontrado con una pareja practicando sexo.
Derek se animó.
—¿En la biblioteca?
—Sí —contestó .
—Quizá me haya precipitado al rechazar ese lugar —comentó Carly.
tomó otro sorbo de su bebida. Seguía estando malísima.
—Nueva York está lleno de exhibicionistas —aseguró Derek.
—¿Y qué has hecho? —quiso saber Carly.
—Nada. He salido corriendo de la sala.
Carly y Derek parecieron reflexionar al respecto.
—Supongo que no se podía hacer otra cosa. A menos que hubieses tenido la oportunidad de sumarte al juego —comentó Derek.
Carly se rió y dijo:
—¡Así se habla!
A pesar de que lo habían convertido en una broma, se sintió aliviada al hablar de ello. No sabía qué la disgustaba más, si la idea de que alguien profanara de ese modo su preciosa biblioteca, o el hecho de que no sólo conocía al perpetrador, sino que le había parecido atractivo.
—No se lo he dicho a nadie, pero quizá debería decírselo a mi jefa. Quiero decir, ¿y si los hubiera encontrado un niño?
sabía que eso era improbable, teniendo en cuenta que había entrado en una área restringida. Pero fue el mejor modo que encontró de expresar su indignación.
—¿Era gente normal o tenían aspecto de pervertidos? —preguntó Carly.
Una imagen de los ojos oscuros del hombre y de su rostro inquietantemente apuesto surgió en la mente de .
—¿Qué aspecto tiene un pervertido? —inquirió Derek.
—¡Pues alguien como tú! —exclamó Carly, al tiempo que le daba un puñetazo en el brazo.
A las once, el bar estaba abarrotado. Todo el mundo se iba moviendo para conseguir un sitio lo más cerca posible del fondo de la sala y en seguida descubrió el motivo.
La música pop francesa fue sustituida por la canción Blueberry Hill, de Fats Domino, instantáneamente reconocible. El fondo de la sala se convirtió en un escenario bañado por las luces azules y doradas de unos focos que había en el techo.
La escena iluminada consistía en un pequeño horno de aspecto antiguo y una mesa de formica cuadrada. Junto al horno apareció una hermosa mujer. La melena negra le llegaba por los hombros y llevaba un flequillo corto. Iba ataviada con un anticuado vestido a cuadros, muy ceñido en la cintura y con falda de vuelo y con un delantal en el que se leía: «Ama de casa feliz». se fijó en que llevaba zapatos de charol negro con plataforma.
—Lleva el mismo corte de pelo que tú —observó Derek.
Carly la miró.
—Sí —asintió—. Tienes que mejorar ese estilo tuyo hippie de blusas y faldas largas que llevas de cuello para abajo. Pero tu pelo está muy a la moda.
—No quería dejarme el flequillo tan corto, pero se me fue la mano en un lado y tuve que igualarlo...
—Sea como sea, tú mantenlo así —insistió Carly—. Te queda bien.
La mujer del escenario se inclinó para abrir la puerta del horno y el vestido se le subió lo suficiente como para dejar a la vista las medias y el liguero. La multitud aplaudió y unos cuantos gritaron. sintió el primer rubor de confusión, pero mantuvo la expresión imperturbable.
La actriz sacó una tarta del horno y la llevó a la mesa. Luego hizo todo un numerito para quitarse el delantal y se abanicó con él antes de lanzárselo al público. De nuevo, la multitud estalló en vítores y aplausos. A continuación, hundió un dedo en el centro de la tarta, lo sacó y se lo lamió.
—¿Qué es esto? —le preguntó a Carly.
—Chist. Tú mira.
La mujer se abanicó entonces con una servilleta y le dio la espalda al público. Con una mano, se bajó la cremallera del vestido, despacio, y lo dejó caer al suelo. apenas podía oír la música por encima de los aplausos y los silbidos. Entonces, la actriz se dio la vuelta, ataviada sólo con un sujetador de satén rojo y copas acabadas en punta, unas bragas rojas, el liguero, medias y zapatos.
—¿Esto es un club de striptease?
—¡No! Es burlesque —le explicó Carly—. No me digas que no has visto nunca un espectáculo de burlesque.
«Debe de estar de broma», pensó .
La mujer se desabrochó el sujetador y se deslizó los tirantes por los hombros. apartó la vista, pero cuando volvió a mirar a hurtadillas hacia el escenario, el sujetador estaba en el suelo y lo único que cubría los redondeados y prietos pechos de la mujer era un brillante parche rojo en cada pezón.
Entonces sacó un cuchillo y empezó a cortar la tarta. El contraste entre el exuberante cuerpo casi desnudo y la doméstica tarea que estaba realizando era confuso. Había los suficientes elementos cotidianos como para que sintiera que no estaba viendo algo realmente sexual.
Pero, en ese momento, la actriz cogió uno de los trozos de tarta y le dio un mordisco. Un poco del relleno de mermelada de arándanos le cayó entre los pechos y ella adoptó una exagerada expresión consternada; se deslizó un dedo por el vientre hasta el escote, recogiendo con él el relleno y se lo lamió con los ojos entornados de deseo, mientras se pasaba la lengua por la mano.
se estremeció, sintió que aquella mujer no podría parecer más lasciva si se estuviera tocando en el escenario. Y sintió cómo su propia respiración se aceleraba, se le endurecían los pezones y le hacían cosquillas dentro del sujetador.
—Me voy a casa —decidió.
—No seas ridícula. El espectáculo acaba de empezar —protestó Carly.
—Estoy cansada —replicó.
Se bajó de un salto del taburete y se abrió paso entre toda aquella gente hasta la puerta, donde había una larga cola esperando para entrar.
Se preguntó por qué siempre se sentía más a salvo en la calle.
Última edición por isabellita102 el Mar 10 Sep 2013, 8:13 pm, editado 1 vez
isabellita102
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