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Novela (Cancelada) Larry stylinson: "¿Por qué me hiciste daño?"

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Mensaje por Rociosg Dom 06 Oct 2013, 10:39 pm

Hola, mi nombre es Rocío, tengo 15 y soy de Perú. Mi gustos son el helado de cafe o menta, las zanahorias, los chocolates, las pastas, los tigres, el color morado o rojo, etc.Mis hobbies son leer, cantar y tambien escribo historias o canciones. Esta sera la primera novela que escribo en esta pagina... y en internet en general (xd). Quizas no sea apropiado empezar con una categoria de novela asi.. pero es lo que queria escribir... y pues, espero les guste, gracias a todos los que la lean, saludos :).


Última edición por Rociosg el Mar 12 Nov 2013, 6:18 pm, editado 1 vez
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Mensaje por BrookneyJ Lun 07 Oct 2013, 2:48 pm

De que se va a tratar??
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Novela (Cancelada) Larry stylinson: "¿Por qué me hiciste daño?" Empty Re: Novela (Cancelada) Larry stylinson: "¿Por qué me hiciste daño?"

Mensaje por Rociosg Mar 08 Oct 2013, 6:35 pm

Novela ¿Por qué me hiciste daño?
 
Nombre: ¿Por qué me hiciste daño?
Autora: R.A.S o Rociosg
Adaptación: No, es mía
Género: Drama, Suspenso
Advertencias: Contenido homosexual, violencia, sexo explícito, vocabulario vulgar
Otras páginas: No
 
Prólogo

 
Todo sucede en un seminario, aquí se desarrollará los peores sucesos de Louis, porque Harry no perdona. El pasado lo persigue, no puede olvidar tan fácil todas las lágrimas que derramó por un desgraciado. Y llegará en busca de placer, pero más que nada… Venganza.
 

Capítulo I


Estaba caminando por un sendero oscuro y con lodo. Estuve a punto de caer de bruces como 5 veces. No sé cómo no me atoraba en un fango. Seguía caminando, pero en lo más profundo y lejano del camino se proyectaba una luz. Aceleré mis pasos, lo cual era raro, ahora si podía caminar con más facilidad. Estaba llegando a la luz. Intentaba ver más allá pero no lo lograba. De repente todo se oscureció. Ya no había camino. No había lodo, ni la luz. Solo se veía una sombra. Por la contextura parecía hombre. Me intente mover pero no podía, ni hablar si quiera. Esa sombra no me daba miedo, pero lo que si me asusto es que se iba acercando cada vez más a mí con cada pestañeo. Después de 20 pestañeos por nerviosismo y porque quería lograr enfocar mis ojos para poder  ver mejor en la oscuridad y poder ver más, la sombra del hombre –sí, era hombre– estaba a solo 20 centímetros de mí. Y aun así no lograba ver bien su rostro. Sus ojos parecían amarillos o grises, no podía ver bien. Paso una ráfaga de luz y todo se cegó de una luz blanca. Parpadeé como 50 veces, y finalmente pude ver si quiera algo más que su sombra. Era muy blanco o era el efecto de la luz cegadora. Tenía cabello rizado color castaño, ojos verdes muy claros –nunca había visto unos ojos así–, nariz semirrecta, labios rojos casi rosados muy carnosos y gruesos, –debe besar increíble– pensé. Era muy hermoso, pero no tengo idea de quién es. Después de que toda la luz se desvaneciera, alguien me susurró en el oído –supongo que era él–, una voz muy ronca pero favorablemente sexy.
 
Louis, no te vayas, te quiero… Louis, Louis, Louis, por favor… no te vayas… Lou… Louis… Louis… Louis…
 
La voz se fue alejando. ¿Cómo sabía mi nombre? Qué tonto, es obvio. Seguro estoy soñando, y en la vida real ni me conoce...
 
Desperté por un sonido agudo, mi alarma. En realidad todo fue un sueño. Un muy extraño sueño. Para empezar, ¿por qué soñé con él? Cómo se llamará…
Me di cuenta que no había apagado mi alarma porque mi mamá, Jay, vino hasta mi habitación para pedirme que la apague y que me levante para salir al seminario. Sí, seminario.  Tengo 19 años y quiero ser sacerdote. De niño siempre soñé con enseñar, educar o dictar clases, o sea, ser profesor. Pero también me gustaba leer la Biblia. Ese fue el primer libro que leí y lo termine de leer en 2 semanas. Por eso decidí fusionar mis más grandes gustos: enseñar y la vida religiosa. Era fascinante descubrir cada versículo nuevo para mí, página tras página iba encantándome más la vida de Jesús y su forma de vivir. Ayudar a los demás, dar amor, compartir es algo maravilloso, se siente una paz incontenible. Soy feliz ayudando, no me importa si se burlan de mí por querer ser sacerdote y ser virgen por siempre –me dicen gay, virgen María y otras cosas por mi decisión vocacional– si voy a ser feliz eternamente en el reino de Dios.
Precisamente por eso me voy de mi escuela normal, porque necesito alejarme de todas esas personas que me dan intranquilidad e inseguridad, y porque necesito una educación más especialidad con respecto a mi vocación, el sacerdocio.
Me levanté de mi cama, me estiré y me sonaron los músculos y huesos – ¡au!–. Tendí mi cama y me dirigí al baño queda en mi misma habitación. Me miré al espejo, tengo un poco de ojeras. Ayer me desvelé estudiando por si acaso tomaran un examen oral sorpresa para saber qué tan preparados estamos para ser sacerdotes o qué se yo. Me lavé la cara, me cepillé los dientes, me afeité la poquita barba que me había crecido, hice mis necesidades y me metí a la ducha. Salí del baño con una toalla blanca enrollada en mi cadera y con mi cabello empapado goteando agua. Caminé hasta el closet y cogí una camisa blanca de lino, una camisa manga 3/4 azul marino, un pantalón rojo sujetados a mi cuerpo por unos suspensores blancos con rayas verticales azules y una raya roja en el medio de estas y unas zapatillas blancas. Mi personalidad es muy alegre, bromista, sociable. Así que, mi vestimenta va de acuerdo con cómo soy, medio loco y divertido.
Dejé toda mi ropa en la cama y fui a secarme el cuerpo y mi cabello. Físicamente soy atractivo, lo sé porque no soy ciego. Además que mucha gente me lo ha dicho, no sólo mi mamá y mis hermanas, por si acaso. Tengo el cabello lacio color castaño muy rebelde–es difícil estar bien peinado teniendo este cabello–, ojos azules con un poco de verde, casi turquesa, nariz semi respingada y labios rosados muy finos. Mido 1,75 cm. No soy tan alto pero tampoco soy un enano. Amo el fútbol y cantar. He cantado varias veces en colectas para beneficio de colegios pobres y en campañas benéficas he jugado partidos.
Terminé de secarme el cuerpo y prendí la secadora y me sequé el cabello. Salí del baño nuevamente y caminé hasta mi cama para coger mi ropa y vestirme. Terminé de vestirme y regrese al baño para peinarme –o intentar peinarme–. Cogí la maleta que estaba cerca del closet lista con toda la ropa que usaría todo esa semana. ¿Olvidé contar que era un internado? Creo que sí… bueno, sí, todos los postulantes a sacerdotes tienen que estudiar 7 años como mínimo antes de trabajar en un Diócesis o en alguna capilla como obispo. Mucho tiempo, lo sé. Pero valdrá la pena. Caminé hasta la puerta con la maleta en mi mano. Me despedí dramáticamente de mi cuarto, lo iba a extrañar mucho. Salí al pasillo del resto de los cuartos del segundo piso y me dirigí hacia las escaleras. Bajé al primer piso, fui hasta la cocina para desayunar y me encontré a mi mamá preparando mi desayuno –espero que sea mi desayuno porque tengo mucha hambre–, me acerqué a ella, le dije “Buenos días, Jay” y la abracé por atrás. Al parecer no me había visto ni escuchado porque recién cuando la abracé se sorprendió y casi grita. Me reí de su reacción y me dio un pequeño golpe en la cabeza.
Buenos días, Lou. ¿Cómo amaneciste hoy, cariño?– dijo tierna y afectuosa como siempre.
Bien, mamá. Sólo algo nostálgico y quizás algo triste– sonreí con tristeza, miraba el piso y a veces sus ojos.
Lou, no te pongas triste. No te vas para siempre. Estaremos unidos aun, y nos veremos todos los fines de semana– sonrió y me abrazó. Le devolví el abrazo. Hice todo lo posible por no llorar, pero no lo logré. Lloré en su cuello, mientras ella me consolaba deslizando paulatinamente su mano por mi espalda.
Después de ese largo abrazo, nos separamos y empezamos a desayunar. Mis hermanas –Lottie, Fizzie y las gemelas Phoebe y Daysi– aún no bajan a desayunar. Me preocupe y fui a verlas. Subí las escaleras, me acerqué a la habitación que las 4 compartían, y toqué su puerta.
–Niñas, ábranme, soy yo– les dije, pero no contestaron ni abrieron. Volví a tocar, pero más fuerte.
–¡Niñas! Voy a entrar sin permiso si no abren ahora mismo...– dije alzando la voz, casi gritando. No abrieron, así que caminé hasta el cuarto de huéspedes donde guardamos los muebles viejos. Fui hasta la repisa con cajones, busqué en todos ellos hasta encontrar el juego de llaves de toda la casa. Mientras caminaba hasta el cuarto de mis hermanas iba viendo cuál es la llave correcta. La encontré y metí la llave en la cerradura, –Sí le hace– sonreí porque si era la llave. Giré la llave 2 veces, y por fin abrió. Empujé lentamente la puerta. Cuando entré me llevé una gran sorpresa. Mis hermanas estaban haciendo un montón de “souvenirs” para mí. Eran peluches, fotos, cartas, posters, etc. Estaban tan ocupadas en lo suyo que no notaron que ya las había descubierto.Tocí falsamente para que me notaran. Todas voltearon sincronizadas a verme. Se impresionaron, abrieron los ojos como platos y sus bocas tenían forma de “o”. Me reí por sus caras. Se sonrojaron e intentaron ocultar los recuerdos, pero era inútil, ya vi todo.
– ¡Boo! ¿Cómo entraste aquí?– dijo Fizzie apenada
–Con algo llamado llave– dije sarcástico y le sonreí
–Bueno... ya lo viste... ¿Te gustan?– dijo Phoebe tímida
–Mmm...–Me pongo serio– ¡Sííí! –me rio y voy a abrazarlas –Gracias, niñas. Ahora tendré con qué decorar la habitación que me asignen en “San Francisco”– reí sin ganas de reír.
– ¿Usarás los posters que te vamos a regalar para decorar tu cuarto?– preguntó Lottie emocionada
– Sí, ¿Por qué no?– pregunté extrañado
–Pueees... porque... son de *Cof* Jus *Cof* Justin *Cof* Bieber...– dijeron su nombre intercalando tosidos, se creen vivas...
– ¿Qué? ¿De verdad? ¡Aaaaah! ¡Gracias, niñas, las amo! –dije sarcástico y fingiendo emoción
–Lo siento, es que no sabemos cuál es tu cantante favorito...– dijo Phoebe triste y con los ojos brillosos
–Nenas, no se pongan así. No me gusta Justin Bieber, me gusta Ed Sheeran. Pero igual no importa, lo que más importa es su intención. Así no me hubieran dado ni un poster yo las habría recordado y extrañado un montón. Son las niñas más hermosas y tiernas que hacen más interesantes mis días. Las echaré de menos, mucho...– termine mi mini discurso con la voz quebrada y derramando una lágrima traviesa.
– ¡Awww...! Nosotras también te extrañaremos mucho, Boo bear... ¡Apapacho!– gritó Fizzie y todas saltaron hacia mí para darme abrazo de oso y de pasada hacerme cosquillas.
Niñas... noo... ¡Aahhh! ¡No me pellizquen! Y menos ahí...– dije lo último en voz baja porque está de más decirlo
–Jajaja... ¡Déjanos divertirnos con tu trasero un rato, Boo! No seas chillón...– dijo Fizzie carcajeándose y todas pellizcándome las nalgas
– ¡No! Ya no, niñas. Ahora si tenemos que bajar a desayunar. Mamá se va a preocupar– dije y me separe de su “apapacho” para imponer autoridad
–Ashh... Está bien. Vamos, chicas– dijo Lottie, siempre fue la más madura, además que es la mayor de todas
– ¡Así me gusta! Obedientes y sumisas– dije con tono enfático para burlarme
– ¡Cállate, Boo! Que tú eres más obediente que nosotras. Vas a ser sacerdote...– dijo Fizzie en voz baja lo último, intentando sonar graciosa, pero eso me afectó un poco
– ¡Já! ¿Me rio?– dije algo enojado por su comentario un día antes de ir al Seminario. Qué apropiado
– Boo, no le hagas caso. Si ser sacerdote es para ti muy importante y te hace feliz, pues entonces hazlo. ¡Sé el mejor sacerdote que nunca he conocido!– dijo Daysi dando ánimos, y si que lo logró
–Gracias, Daysi. Lo haré por eso, porque sé que allí seré feliz, con Dios.
Bajaron las escaleras con más bromas y risas. Quien no reía mucho era Fizzie, quizás estaba reflexionando sobre su comentario de hace unos minutos. Llegaron a la cocina y se sentaron todos a desayunar. Todos comíamos felices. Fizzie apenas había tocado su plato. Se le veía triste y algo deprimida. Todas comían y charlaban, no se habían dado cuenta de cómo estaba Fizzie. Me atreví a preguntarle qué le pasaba.
Fizzie... ¿Estás bien?– pregunté cauteloso
–Mmm... Sí, claro– dijo sin mirarme y con la voz apagada
Fizzie, si es porque me voy. No te entristezcas, vendré a verlas todos los fines de semana. Además que no me dejarían quedarme a dormir esos días– dije en tono sarcástico para intentar hacerla reír, pero no funcionó.
–Bueno, también es eso. Pero... lo que pasa es que... Creo que no debí decirte eso... lo de que serás más obediente...– dijo con la voz algo quebrada, como si quisiera llorar. La interrumpí porque ya sabía a lo que quería llegar.
–Fizzie, Fizzie, escúchame. No importa lo que me hayas dicho, o lo que me digas, siempre seré tu hermanito, te protegeré y te querré siempre. Ya no importa eso. Sé que lo hiciste para molestarme. Admito que me dolió, pero eso no importa. Yo sé que ahora estás arrepentida y eso cuenta mucho para mí. Así que ánimos, come para que mamá no bote el desayuno. Piensa en los niños que no comen, Fizzie...– dije lo último en tono cantarín para que así se riera. Esta vez sí lo logré.
–Gracias, Boo. Te quiero mucho...– derramó unas lágrimas y se las limpie. Inmediatamente se puso a comer más animada que antes.
 
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Novela (Cancelada) Larry stylinson: "¿Por qué me hiciste daño?" Empty Re: Novela (Cancelada) Larry stylinson: "¿Por qué me hiciste daño?"

Mensaje por Rociosg Mar 08 Oct 2013, 8:40 pm

BrookneyJ escribió:De que se va a tratar??
Trata de un chico que quiere ser sacerdote, en su anterior colegio le hacian bullying, por eso se cambia de colegio y se interna al Seminario "San Francisco". Pero allí sufriera peor que en su anterior colegio, porque lo que sufrirá no se llama bullying, si no peor que eso.
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Mensaje por Rociosg Jue 10 Oct 2013, 11:10 am

Hola a todos!
Aquí otro capítulo. No se desesperen, las escenas fuertes llegarán pronto... Espero lo disfruten... Saludos :)


 
Capítulo II
 
Terminamos de desayunar. Las chicas y mamá fueron a sus habitaciones para arreglarse. Querían estar bellas para despedirme. Espero sea eso.
 
Yo me encargué de lavar las lozas en las que comimos. Una vez que terminé de lavar subí a mi habitación. Aunque ya me había despedido de ella quería aprovechar estos últimos minutos a solas en mi "guarida". Además, tengo que ocultar las revistas porno... Ok no... Pero igual quería asegurarme de que no estaba olvidando nada importante.
 
Entré a mi cuarto y estaba como lo había dejado hace media hora. La cama tendida, las cortinas cerradas, mi buró en orden. Caminé hasta el baño y apenas entre me fijé si había olvidado mi rasuradora. Sí, la había olvidado. Gracias a Dios se me ocurrió subir... Luego de verificar todo mi cuarto bajé al primer piso.
 
Allí ya se encontraban mi mamá y 3 de mis hermanas, faltaba Lottie. Por qué demorará tanto...
 
A los pocos segundos me respondieron la pregunta. Lottie bajo vestida muy coqueta y parecía una señorita. Vestía un polo crop rosado con rayas horizontales blancas, un short jean hasta los muslos y unas converse blancas. Todos nos asombramos. Yo sé que es una etapa, querrá estar a la moda, tener 5000 zapatos y tacones, ropa de marca, etc. Pero no pensé que sería tan pronto. Bajo los escalones remilgadamente, cosa que no coincidía con su vestimenta. Se sonrojó levemente y nos sonrió. Se veía genial, no se podía negar, pero esa chica no parecía mi dulce hermanita, y lo digo por su ropa.
 
–Ya estoy lista. ¿Vamos?– dijo de lo más tranquila
–Mmm... Sí, vamos– dijo mi madre aun sorprendida por el cambio de Lottie.
–Estoy impresionado. Extrañamente se ve bien– le murmuré a mi mamá.
–Sí, se ve bien, pero presiento que ese cambio no solo será físico, sino también psicológico y mental. Espero no se comporte de manera rebelde. Es lo que más me preocupa– dijo algo afligida y melancólica.
–Tranquila, mamá. Es parte de ser adolescente– le puse una mano en el hombro y se lo apreté un poco tratando de transmitirle mi apoyo. Ella me sonrió y me acarició la mejilla.
 
Salimos por la puerta, yo jalando mi maleta y ellas con sus respectivos bolsos. Llegamos hasta la camioneta. Mi mamá en el asiento de piloto, yo en el copiloto y las niñas en los de atrás. En todo el camino fuimos conversando, riendo, bromeando, hasta cantando. Llegamos al seminario "San Francisco" y bajamos de la camioneta. Me detuve un minuto viendo la infraestructura del internado. Me emocionó ver de nuevo ese lugar. Allí podré seguir mi camino espiritual. Rápidamente fui a la maletera y saqué mi maleta. Regresé mi mirada al internado y sonreí. Cerré la maletera y caminé hasta mi familia. Aquí viene la despedida, temporal, obviamente.
–Mamá...– dije con voz nostálgica.
–Hijo....– dijo Jay devolviéndome la broma indirecta.
–Boo bear...– dijo Daysi triste, pero nos reímos de la secuencia del juego.
–Ya, en serio. Chicas, las voy a extrañar mucho. Sus gritos, sus berrinches...– bromeé y me fulminaron con la mirada –Ok, no es cierto. También extrañaré eso, pero más que nada extrañaré pasar lindos momentos con mis hermanas– dije y no se hizo esperar el coro de "awww" de toda mi familia.
–Ya, ya. No nos pongamos sentimentales. Además, las veré seguido– dije tratando de convencerlas.
–Sí, pero no será lo mismo...– dijo Fizzie acongojada
–Prometo reponer mi ausencia durante la semana saliendo a pasear los fines de semana con ustedes... Claro, si quieren...– dije tímido
– ¡Claro que queremos! ¿Verdad, chicas?– preguntó Phoebe entusiasmada
– ¡Claro que sí!– dijeron en uní sonido
–Bien... ya tengo que irme si no me cerrarán la puerta en la cara...– advertí divertido
–Oohh... está bien– dijo Daysi con voz apagada
–Nos vemos el fin de semana, mujercitas. Cuídense. Extráñenme, pero no tanto– dije divertido, las abracé y me despedí de ellas.
 
Caminé hasta la entrada del internado, estaba a 10 metros. Luego observo que llega un taxi negro. De éste bajan 3 personas: 2 mujeres, una de cabello negro de aproximadamente 35 años –supongo es la mamá–, la otra de cabello lacio castaño de aprox. 25 años y un chico de cabello rizado castaño de aprox. 20 años. Una familia como la mía, sin padre. El mío ya está con Dios.
 
Esfumé esos pensamientos melancólicos, y finalmente ingresé a "San Francisco". Atravesé todo el jardín principal. Era hermoso, había muchos árboles y flores. También había bancas, postes de luz, algunas tiendas, farmacia y enfermería. Era como una mini ciudad, seguro para no extrañar tanto el exterior. Seguí caminando hasta cruzar el umbral de la puerta del vestíbulo. El vestíbulo era muy grande, las paredes eran blancas, el piso de madera color caoba y había una escalera estilo barroco dividida en 2 que terminaban en cada extremo y en medio de ellas, en el primer piso, una puerta. También había cuadros, mayormente de santos o vírgenes. Felizmente no estaba vacío porque si no me perdía. Me acerqué a un hombre mayor con poco cabello canoso que vestía con un hábito marrón. Debe ser un obispo o diácono.
 
–Buenos días, disculpe señor, acabo de llegar, soy alumno nuevo, ¿Me podría decir dónde debo ir para que me den mis horarios y el número de mi habitación?– pregunté tímido pero con firmeza
–Sí, claro, cómo no. Vaya al despacho del Rector que se encuentra debajo de las escaleras. Aquella puerta que vez allí- me señaló la puerta que estaba entre las escaleras– esa es el despacho del rector.
–Ohh... Ok, muchas gracias, señor– le tendí mi mano para saludarlo
–No hay de qué. Mi nombre es Paul Higgins, soy el consejero y obispo que hace las misas y confiesa en el internado– acercó su mano a la mía y la agitamos formando un saludo cordial
–Mucho gusto, señor Higgins. Soy Louis Tomlinson, alumno nuevo. Bueno, de eso ya se dio cuenta...– farfullé en voz baja por lo obvio que fue decir que soy nuevo
–Jajaja... Un gusto, igualmente. Bueno, debo seguir mi camino y tú hacia esa puerta– apuntó con su cabeza la puerta del despacho del rector –Mucha suerte en tu primer día, Tomlinson. Hasta luego– se despidió con un "hasta luego" porque quizás lo vería más tarde.
 
Primer día y ya me cayó bien un docente. Pensé que sería malo mi primer día, pero no, todo hasta el momento transcurría bien.
 
Caminé hasta la mencionada puerta y toqué 3 veces. “Oficina del Rector – Simon Cowell”. Desde adentro se oía una voz indicando que pasara. Hice caso y giré la perilla de la puerta. Entré con mi maleta. Apenas entré lo primero que vi fue una veladora en la pared con la virgen María de cerámica, y a su alrededor 4 velas blancas chicas algo derretidas. El despacho era chico, paredes color beige con cuadros de variedad de paisajes y uno que otro santo, piso alfombrado color marrón rojizo, un pequeño escritorio con cúmulos de hojas y una lapicera contenida de muchos lapiceros negros y azules. Detrás de ese escritorio había un hombre serio con mirada fría y con aspecto conservador. Cabello negro sin canas –a pesar de verse como un hombre de 50 años– pensé, ojos marrones oscuros, nariz ancha, pocas arrugas y labios finos color rosa pálido. Vestía un terno negro y una camisa negra con alzacuello blanco, siempre de ese color porque representa pureza.
Dejé mi maleta cerca de la entrada y me quedé parado esperando a que me invite a sentarme. Lo hizo y me senté en uno de los asientos de cuero que estaban frente a su escritorio.
–Buenas días, señor...– recordé su nombre antes de parecer un despistado –Cowell. Mi nombre es Louis Tomlinson– dije con voz firme y segura
–Buenos días, Señor Tomlinson. Mucho gusto– dijo y me dio la mano para que se la estrechara
–El gusto es mío, señor– cogí su mano y la agité en señal de saludo –Bueno...– rompimos el saludo –Vine para que usted me dé mis horarios y el número de mi cuarto– dije yendo de frente al grano
–Claro, acá están sus horarios– saca una hoja de las muchas que tenía encima de su escritorio y me la entrega – y ésta...– rebusca en un cajón que no logró ver, y saca una llave con un llavero con diseño de un número 26 y también me la da –es la llave de tu habitación que compartirás con...– lee en un papel el nombre de mi compañero de cuarto –Harold Styles. Bueno... eso era todo, ¿Cierto?– arqueó una ceja porque espera que no tenga más dudas, y no, no las tengo.
Sí, eso era todo, señor Cowell. Gracias por su atención– estiro mi mano para despedirme, la recibe y la agita
–No te preocupes, ese es mi trabajo– sonríe. Me tuteó, lo cual es raro. Además, es la primera vez que lo veo sonreír. Si sonriera más seguido parecería una persona más amable y buena, aunque en realidad lo es. Separamos nuestras manos.
–Bueno, hasta luego, señor. Gracias de nuevo– me pongo de pie, inmediatamente él también.
–Lo acompaño a la puerta– informa, y camina conmigo hasta la puerta. Se adelanta para poder abrirme la puerta– Espero no lo vea muy seguido en mi oficina. Pórtese bien, cuídese y disfrute de esta semana libre para conocer el internado y la gente de acá– abre la puerta, cojo mi maleta y salgo por la puerta.
–No se preocupe, señor. No recibirá quejas de mí. Mi trabajo es ser un buen estudiante para mañana más tarde ser un buen pastor– le sonreí –Hasta luego, señor– me despedí y caminé hasta las escaleras para poder instalarme en mi cuarto temporal. Sentí su mirada en mi nuca mientras avanza hasta el centro del vestíbulo hasta que escuché que cerró su puerta.
Caminé hasta la escalera del lado izquierdo y me di cuenta que allí estaba el chico del taxi. Lo reconocí por su cabellera rizada, ya que antes no pude verlo porque estaba volteado mirando hacia la calle. Su rostro me era familiar. Sé que lo he visto, pero no sé dónde. Me está mirando, y yo a él. Justo en el momento que estoy por subir el primer escalón el chico rizado se pone de pie y me pongo nervioso. Por un momento creí que era porque me iba a saludar o preguntar algo. Pero no. Yo seguía subiendo las escaleras mientras lo veía caminar hacia la oficina del Director, –Quizás es otro alumno nuevo como yo– pensé, y terminé de subir la escalera justo cuando él entro a la oficina del Sr. Cowell.
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Mensaje por Rociosg Vie 11 Oct 2013, 5:12 pm

Capítulo III

Caminé por un pasillo con muchas puertas blancas y números en éstas. Puerta número 5... Número 6... 7... 8... Estaban intercaladas entre una pared y la otra. Puerta N° 25... Y finalmente la N° 26. Saqué la llave que tenía en el bolsillo trasero de mi pantalón y la inserté en la cerradura. Giré la perilla lentamente, así sería más emocionante. Abrí la puerta completamente y me sorprendí un poco. Esperaba un cuarto chico, paredes azules y piso blanco, 2 roperos, 2 camas y ya. Pero no, así no está decorado el cuarto. Es bonito. Las paredes son blancas sin ningún cuadro y el piso es alfombrado color marrón amarillento –qué inteligentes, así nosotros decoramos el cuarto como queramos–. Hay 2 camas de plaza y media, tendidas con edredones blancos con diseños azules y grises, 2 cómodas, 2 veladores y 2 computadores de escritorio. Cerré la puerta y dejé mi maleta cerca de ésta. Observé el cuarto detenidamente y poder imaginar cómo decorar la habitación. Volteé a la derecha y vi 2 puertas, blancas también. Me acerqué a la cercana, la que está a la izquierda y la abrí. Era el baño. Un baño muy bonito. Sencillo pero bonito. Paredes color melón, piso blanco, un espejo cuadrado, un lavamanos con mueble, un inodoro y una ducha con cortina blanca. Salí cerrando la puerta y entré a la puerta que quedaba. Era un “Walking Closet” grande y bonito. Era muy grande para mí solo. En ese momento recordé que no dormiría solo. Mi compañero de habitación se llama Harold... Mmm... ¿Harold qué...? Ah, sí Harold Styles.
Salí del closet –jajaja, literalmente– y fui hasta donde estaba mi maleta. La cogí y la arrastré al closet. Quería ponerme ropa más cómoda. Cerré la puerta y me quité la camisa, los zapatos y, luego el pantalón, quedándome sólo con mi bóxer negro. Coloqué la camisa y el pantalón en un cajón donde, a partir de ahora, sería el “cesto de ropa sucia”. Puse los zapatos en el espacio donde se colocan. Abrí mi maleta y saqué la ropa y las zapatillas que iba a usar. Cogí un polo gris con rayas negras diagonales, un pantalón beige y unas Vans negras. Me coloqué el pantalón, y escuché el ruido de una puerta abriéndose. Supuse que era Harold, mi compañero que recién llegaba. Espero nos llevemos bien porque estaremos compartiendo habitación todo un año. Salí con el pantalón y las zapatillas puestas, pero sin polo. Me lo terminaría de poner afuera. Allí estaba el chico del taxi, el chico de rulos que me crucé cuando subía las escaleras. Nos miramos unos segundos, aunque él más miraba mi torso aun desnudo porque no me coloqué el polo. Eso no me molestó, pero me pareció extraña su actitud. Yo fui el primero en romper el hielo para poder conocernos.
–Hola, soy Louis Tomlinson– sonreí mostrando mis dientes –Tú debes de ser Harold. Mucho gusto– estiré la mano con la que no cogía mi polo para saludarlo educadamente. Pero no llegó nunca su mano.
–Antes que nada, No me interesa tu amistad ¿Me entiendes? Llámame Harry porque Harold... no me gusta, lo odio. Yo aquí vine con un propósito. Divertirme con el primer idiota virgen que me crucé. Y justamente ese eres tú. Te vi desde que bajé de mi taxi y... ahora sólo pienso en follar ese lindo culo que te manejas... ¿Dónde quieres que sea tu primera vez, princesa?– dijo sardónico y con una sonrisa cínica. Yo me congelé y empecé a temblar. Todo lo que dijo me asustó y me impactó. Me quiere violar o eso entendí. Se acercó a mí y yo, por instinto, retrocedí unos pasos. Siguió caminando hacia mí mientras yo retrocedía. Pero ya no pude retroceder más por la pared. Nos mirábamos, él con lujuria y deseo y yo con miedo. Dejé de mirarlo para poder buscar con la mirada una salida segura y escapar del enfermo de Harry. No encontré ninguna buena opción. De repente se me ocurrió correr hacia el baño, la puerta que está detrás de mí. Me giré para abrir la puerta y encerrarme en el baño, escapando de Harry. Logré cerrar la puerta con seguro y me senté en piso, recostando mi espalda en la fría puerta. Recordé que no me he colocado el polo. Se quedó afuera porque sin darme cuenta lo solté cuando Harry me dijo esas crudas palabras. En este momento me siento más tranquilo sin él cerca acechándome. ¿Qué fue todo eso que me dijo? Nunca seremos amigos, estoy de acuerdo, no me agradó. Además que intentó violarme. Vino con un propósito. Divertirse con el primer virgen que vea. Y lamentablemente ese soy yo. Eso quiere decir que no es virgen. O sea que él está pecando. No puede ser sacerdote y aun así está aquí. Si me violaba dejaría de ser virgen y ya no podría prepararme para ser sacerdote. Debo tener mucho cuidado con Harry. Debo mantener mi celibato. Debo cuidarme. Tengo que salir de aquí sin que me vea. ¿Seguirá allí afuera? Ya no escucho ningún ruido más que el pequeño eco de mi respiración aun agitada. Me levanté del suelo y quité el seguro. Giré la perilla lentamente para evitar hacer ruido y abro la puerta despacio. Efectivamente ya no hay nadie. Ni su maleta. Sigo caminando y veo mi polo en el piso. Me agacho para recogerlo. Cuando estoy erguido siento unas manos coger mi cara y mi cintura. La mano que está en mi cara tiene un pañuelo que huele raro. Me asusté, sé que es Harry. Forcejeé, intenté pedir ayuda y sacar sus manos que ahora ambas sujetan el pañuelo contra mi cara. De repente siento mucho sueño. Pierdo fuerzas y me desvanezco, volviéndose todo negro.
 
Narra Harry
 

Cuando por fin el somnífero hizo efecto lo cargué y lo puse en la cama del lado derecho. Miré hacia la puerta y verifiqué si tenía seguro. No tenía, así que fui y lo puse. Regresé donde Louis y me subí a horcajadas encima de sus piernas. Es muy guapo y tiene buen cuerpo. Me tocó un sexy y lindo chico para desvirgar. Pasé mis manos por todo su torso y lamí sus pectorales y sus pezones. Acerqué mi cara a su cuello y chupé suavemente para no dejar marca porque no quiero que se entere aún de que lo haré mío. Seguí chupando y mordiendo un poco su cuello y fui subiendo pasando mi lengua por su mandíbula y dejando pequeñas mordidas hasta que llegué a sus labios. Los lamí porque estaba inconsciente y no me iba a devolver el beso, además que, probablemente, ni consciente lo haría. Eran unos labios delgados muy bonitos. Sabían bien. Besarlo consciente debe saber mucho mejor. Quizás lo intente en uno de estos días. Bajé de nuevo a su cuello para seguir lamiéndolo mientras mis manos bajaron hasta su pantalón. Desabroché y bajé el cierre, y me deshice de su pantalón y su bóxer. Ahora estaba completamente desnudo. Tiene un gran miembro. Es un desperdicio de hombre por querer ser sacerdote y nunca poder usarlo. Acaricié su miembro dormido y escuché un jadeo que pareció gemido. Esta drogado pero reacciona ante mis estímulos. Sonreí satisfecho y dejé de acariciarlo porque empezaba a ponerse duro y eso no me convenía. Volteé su cuerpo dejándolo boca abajo y me desabroché el pantalón, quitándomelos. Me quedé en bóxer. Separé un poco sus nalgas, acerqué una mano a su entrada y metí un dedo. Soltó un pequeño gemido que más parecía de dolor que de placer y su cuerpo se tensó. Moví mi dedo formando círculos en su interior intentando ampliar su estrecha entrada. Claramente es virgen porque está muy apretado. Metí el segundo dedo y esta vez gruñó. Abrí mis dedos en forma de tijera para expandirlo más y suspiró. Metí un dedo más y esta vez no hizo ningún ruido. Ya estaba bien dilatado. Me bajé de su cuerpo y fui a ver un condón en mi maleta. Regresé con el paquete plateado y me subí encima de Louis, a horcajadas. Me quité el bóxer, rompí la envoltura del condón y me lo coloqué. Le separé las piernas y me coloqué entre ellas. Cogí mi miembro erecto y lo alineé a su entrada para invadirlo. Metí apenas dos centímetros de mi miembro y él gritó y gimió de dolor. Es razonable, acabo de quitarle la virginidad. Seguí metiéndoselo hasta entrar completamente en él. Esperé unos segundos a que se adaptara al tamaño de mi pene y empecé a moverme. Hacía movimientos lentos pero firmes. Louis gimió algunas veces, pero de placer, ya no de dolor. Ahora aumenté la velocidad de mis embestidas y el vaivén de mis caderas se hizo más notorio y frenético. Seguí penetrándolo más rápido y luego hice un movimiento dentro de él que me permitió dar justo en su próstata. Louis gritó más fuerte y, aún dormido, sus manos se movieron un poco, agarrando el edredón fuertemente, como si necesitara cogerse. Lo penetré duro en esa zona hasta que empecé a sentir esa sensación de que ya me venía. Exploté en su interior y me caí sobre su espalda, descansando del orgasmo. Salí lentamente de él, me quité el condón, le hice un nudo y me acosté al costado de su cuerpo inmóvil. Solo se movía su espalda, inhalando y exhalando. Me paré de la cama y me puse mi bóxer y pantalón. Recogí su polo, su pantalón y su bóxer y lo vestí. Lo cargué y lo metí en la cama dentro del edredón. Se veía tierno y angelical. ¿Cómo pude violar a ese hombre que ahora se veía tranquilamente dormido? Él no tiene la culpa de mi pasado. No... No la tiene, pero igual quería vengarme de todo el abuso que sufrí todos estos años con ese... hijo de puta. Lo siento, Louis, pero quién pagará los platos rotos serán tú y tu perfecto culo.
Rociosg
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