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Beautiful Bastard Nick y (_Tn) (terminada)
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: Beautiful Bastard Nick y (_Tn) (terminada)
holaaaaaaa
ciin reportandose como nueva lectora...
ooo por dios como amooo esta novela me hice completamente adicta..
esta increibleeeeeeeeeeeeee !
extrañaba tus adaptaciones :')
please siiguelaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa
ciin reportandose como nueva lectora...
ooo por dios como amooo esta novela me hice completamente adicta..
esta increibleeeeeeeeeeeeee !
extrañaba tus adaptaciones :')
please siiguelaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa
Ciin :)
Re: Beautiful Bastard Nick y (_Tn) (terminada)
Ciin :) escribió:holaaaaaaa
ciin reportandose como nueva lectora...
ooo por dios como amooo esta novela me hice completamente adicta..
esta increibleeeeeeeeeeeeee !
extrañaba tus adaptaciones :')
please siiguelaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa
Bienvenida Ciin es bueno tenerte una vez mas x aqui
sigue disfrutado de los siguientes capítulos
ElitzJb
Re: Beautiful Bastard Nick y (_Tn) (terminada)
Capítulo 8
1/3.
Cuando abrió la puerta y ambos nos encontramos cara a cara con Mina, me quedé helada.
—¿Qué era exactamente lo que estabais haciendo los dos ahí dentro? — preguntó mientras su mirada pasaba de uno a otro.
Una recapitulación de todo lo que podía haber oído me pasó en un segundo por la cabeza y sentí un calor que se extendía por toda mi piel.
Me atreví a mirar al señor Jonas justo cuando él hacía lo mismo. Después
me volví hacia Mina y negué con la cabeza.
—Nada, teníamos que hablar. Eso es todo —intenté fingir, pero sabía que el temblor de mi voz me delataba.
—Oh, he oído algo ahí dentro y no tengo la más mínima duda de que no era hablar —dijo sonriendo burlonamente.
—No seas ridícula, Mina. Estábamos discutiendo un tema de trabajo —dijo él intentando pasar a su lado.
—¿En el baño? —preguntó.
—Sí. Me habéis mandado aquí arriba para que viniera a buscarla y ahí es donde la he encontrado.
Ella se puso delante de él para bloquearle el camino.
—¿Crees que soy tonta? No es ningún secreto que vosotros no «habláis», ¡gritáis!
¿Y ahora? ¿Estáis saliendo?
—¡No! —gritamos los dos a la vez y nuestras miradas se encontraron durante un breve momento antes de apartarlas rápidamente.
—Vale, así que solo estáis follando —dijo y ninguno de los dos fue capaz de encontrar las palabras para responder. La tensión en ese pasillo era tan densa que llegué a considerar brevemente cuánto daño podía provocar
un salto desde una ventana del tercer piso—. ¿Cuánto tiempo lleváis así?
—Mina. —empezó él negando con la cabeza y por una vez llegué a sentirme mal por su incomodidad. Nunca le había visto así antes. Era como si en todo ese tiempo no se le hubiera ocurrido que podía haber consecuencias aparte de nuestra propia confusión.
—¿Cuánto tiempo, Nick ? ¿(_Tn) ? —dijo mirándonos a los dos.
—Yo. nosotros solo. —empecé, pero ¿qué iba a decir? ¿Solo qué? ¿Cómo podía explicar aquello?—. Nosotros.
—Cometimos un error. Ha sido un
error.
Su voz cortó de raíz mis pensamientos y lo miré en shock. ¿Por qué me molestaba tanto que hubiera dicho eso? Había sido un error, pero oírselo decir. me dolía.
No pude apartar los ojos de él aunque ella empezó a hablar.
—Error o no, tenéis que parar. ¿Y si hubiera sido Susan? Y Nick , ¡eres su jefe! ¿Es que se te ha olvidado eso? — suspiró profundamente—. Mirad, vosotros dos sois adultos y no sé lo que está pasando aquí, pero sea lo que sea, que no se entere Elliott.
Una oleada de náuseas me embargó
ante la idea de que Elliott se enterara de aquello y lo decepcionado que iba a estar. No podía soportarlo.
—Eso no será un problema —dije evitando a propósito la mirada de Nick —. Pretendo aprender de mi error. Disculpadme.
Pasé al lado de ambos y me dirigí a las escaleras, el enfado y el dolor me provocaban un peso muerto en el fondo del estómago. La fuerza de mi ética del trabajo y mi motivación siempre me habían mantenido a flote en los peores momentos de mi vida: las rupturas, la muerte de mi madre, los malos momentos con los amigos. Mi valor
como empleada de Jonas Media Group ahora estaba manchado por mis propias dudas. ¿Le estaba haciendo verme de forma diferente porque me lo estaba tirando? Ahora que parecía haber registrado (por fin) que si los demás se enteraban de lo nuestro podía ser algo malo para él, ¿empezaría a cuestionar mi juicio a nivel global?
Yo era más inteligente que todo aquello. Y ya era hora de que empezara a actuar en consecuencia.
Me recompuse antes de salir afuera y volver a mi asiento junto a Ian .
—¿Va todo bien? —me preguntó.
Volví la cabeza y me permití mirarlo
durante un momento. Realmente era bastante mono: pelo oscuro bien peinado, una cara amable y los ojos azules más bonitos que había visto en mi vida. Tenía todo lo que yo debería estar buscando.
Levanté la mirada un segundo después cuando el señor Jonas volvió a la mesa con Mina, pero la aparté rápidamente.
—Sí, es que no me encuentro muy bien —dije volviéndome otra vez hacia Ian —. Creo que voy a tener que retirarme ya.
—Vamos —dijo Ian levantándose para apartarme la silla—. Te
acompañaré al coche.
Me despedí sintiendo, incómoda, la palma de Ian en la parte baja de mi espalda mientras salíamos de la casa. Una vez en la entrada, me dedicó una sonrisa tímida y me cogió la mano.
—Ha sido un placer conocerte, (_Tn) . Me gustaría poder llamarte alguna vez y tal vez salir a comer como te he dicho.
—Déjame tu teléfono —le dije.
Una parte de mí se sentía mal por hacer aquello; estar con un hombre en el piso de arriba no hacía ni veinte minutos y ahora darle mi número a otro. Pero ya era hora de dejar atrás aquello y una cita
para comer con un chico agradable parecía un buen punto de partida.
Su sonrisa se ensanchó cuando le devolví el teléfono y él me dio su tarjeta. Me cogió la mano y se la llevó a los labios.
—Te llamo el lunes. Con suerte las flores no se habrán marchitado del todo.
—Lo que importa es la intención — le dije sonriendo—. Gracias.
Parecía tan sincero, tan feliz por la simple posibilidad de volver a verme que se me ocurrió que yo debería estar sonriendo como una tonta o sintiendo mariposas en el estómago. Pero la verdad es que tenía ganas de vomitar.
—Debería irme.
Ian asintió y me abrió la puerta del coche.
—Claro. Espero que te mejores. Conduce con cuidado y que tengas buenas noches, (_Tn) .
—Buenas noches, Ian .
Cerró la puerta. Encendí el motor y con la mirada fija adelante me alejé de la casa de la familia de mi jefe.
A la mañana siguiente, en yoga, consideré la posibilidad de abrirle mi corazón a Julia. Antes estaba bastante segura de que podía manejar las cosas
yo sola, pero después de pasar una noche entera mirando al techo y volviéndome loca, me di cuenta de que necesitaba desfogarme con alguien.
Estaba Sara, y ella mejor que nadie podría entender lo desquiciante que podía ser mi jefe macizo. Pero también trabajaba para Joe y no quería ponerla en una posición incómoda, pidiéndole que guardara un secreto tan grande como aquel. Sabía que Mina no tendría ningún problema en hablar conmigo si se lo pedía, pero había algo en el hecho de que ella fuera parte de la familia, y además sabiendo lo que podía haber oído, que me hacía sentir bastante
incómoda.
Había veces que realmente deseaba que mi madre siguiera viva. Solo pensar en ella me produjo un profundo dolor en el pecho y se me llenaron los ojos de lágrimas. Mudarme allí para pasar los últimos años de su vida con ella había sido la mejor decisión que había tomado en mi vida. Y aunque vivir tan lejos de mi padre y mis amigos había sido duro a veces, sabía que todo ocurre por una razón. Solo deseaba que esa razón se diera prisa y se manifestara de una vez.
¿Podría decírselo a Julia? Tenía que admitir que estaba aterrada por lo que podía pensar de mí. Pero más que eso,
estaba aterrada por decírselo en voz alta a alguien.
—Vale, no dejas de mirarme —me dijo—. O tienes algo en mente o te estoy avergonzando porque estoy sudada y horrible.
Intenté no decirle nada, intenté no darle importancia y dejar que pensara que estaba diciendo tonterías. Pero no pude. El peso y la presión de las últimas semanas me estaban aplastando y antes de que pudiera controlarlo, mi barbilla empezó a temblar y empecé a berrear como un bebé.
—Eso era lo que me parecía. Vamos, (_Tn) —me ofreció la mano, me
ayudó a levantarme y, recogiendo todas nuestras cosas, me llevó hacia la puerta.
Veinte minutos, dos mimosas y una crisis nerviosa después, estaba mirando la expresión de espanto de Julia en nuestro restaurante favorito. Se lo conté todo: lo de romperme las bragas, que me gustaba que me rompiera las bragas, los diferentes sitios, los «te odio» de la mitad de las sesiones, que Mina nos había pillado, mi culpa por sentir que estaba traicionando a Elliott y a Susan, lo de Ian , las declaraciones trogloditas del señor Jonas y, por fin, mi miedo a estar en la relación más insana de la historia del mundo y, sin ningún poder
en absoluto.
Cuando levanté la vista para mirarla, hice una mueca de dolor; ella tenía una cara como si acabara de ver un accidente de coche.
—Vale, vamos a ver si lo he entendido bien.
Asentí mientras esperaba que continuara.
—Te estás acostando con tu jefe.
Me encogí un poco.
—Bueno, técnicamente no.
Ella levantó la mano para que no terminara la frase.
—Sí, sí. Eso lo he entendido. ¿Y ese es el mismo jefe al que te refieres
cariñosamente como «el atractivo cabrón»?
Suspiré profundamente y asentí de nuevo.
—Pero lo odias.
—Correcto —murmuré apartando la mirada—. Odio. Eso es lo que siento: mucho odio.
—No quieres estar con él, pero no puedes mantenerte alejada.
—Dios, suena mucho peor oírselo decir a otra persona —gruñí y escondí la cara entre las manos—. Suena ridículo.
—Pero los momentos sexis... Son buenos —dijo con un toque de humor en
la voz.
—«Buenos» no es suficiente para describirlos, Julia. Ni fenomenales, intensos, alucinantes y asombrosos como de multiorgasmo es suficiente para describirlos.
—¿«Asombrosos como de multiorgasmo» existe?
Me froté la cara con las manos y volví a suspirar.
—Cállate.
—Bueno —respondió pensativa y carraspeó—. Supongo que lo de la polla pequeña no era un problema después de todo.
Dejé que mi cabeza cayera sobre
mis brazos que estaban encima de la mesa.
—No. No, sin duda eso no es un problema —levanté la vista un poco al oír el sonido de risas ahogadas—. ¡Julia! ¡Esto no tiene ninguna gracia!
—Perdona que discrepe. Hasta tú tienes que ver la gran locura que es esto. De todas las personas que he conocido, eres la última que yo habría imaginado que podía acabar en esta situación. Siempre has sido tan seria, con todos y cada uno de los pasos de tu vida planificados. Vamos, has tenido muy pocos novios de verdad y has estado con ellos lo que todo el mundo consideraba
una cantidad absurda de tiempo antes de acostaros. Este hombre tiene que ser algo de otro mundo.
—Sé que no hay nada malo en tener una relación puramente sexual con alguien. puedo con eso. Sé que a veces puedo ser demasiado controladora, pero lo peor es el hecho que siento que no tengo control sobre mí misma cuando estoy con él. Es que ni siquiera me gusta y aun así. sigo cayendo.
Julia le dio un sorbo a su mimosa y prácticamente pude ver los engranajes de su cerebro trabajando mientras reflexionaba sobre lo que le acababa de decir.
—¿Qué es lo que te importa?
Levanté la vista para mirar a Julia, comprendiendo por dónde iba.
—Mi trabajo. Mi vida después de esto. Mi valor como empleada. Saber que mi contribución marca la diferencia.
—¿Puedes sentirte bien en todos esos aspectos y follártelo a la vez?
Me encogí de hombros, incapaz de desenmarañar mis pensamientos sobre ese tema.
—No lo sé. Si yo sintiera que son cosas independientes, tal vez. Pero nuestras únicas interacciones se producen en el trabajo. No hay ningún momento en que esto no vaya tanto de
trabajo como de sexo.
—Entonces tienes que encontrar una forma de dejar de hacerlo. Necesitas mantener la distancia.
—No es tan fácil —respondí, negando con la cabeza y empecé a divagar—. Trabajo para él. No puedo evitar fácilmente todos los momentos a solas con él. He jurado varias veces que no volveríamos a tener sexo y he vuelto a tenerlo a las pocas horas; es ridículo.
Y además, tenemos que ir a un congreso dentro de dos semanas. El mismo hotel, muy cerca todo el tiempo. ¡Y con camas!
—(_Tn) , pero ¿qué te ocurre? —me preguntó Julia con un tono asombrado—.
¿Es que quieres que esto continúe?
—¡No! ¡Claro que no!
Ella me miró escéptica.
—Lo que pasa. es que soy diferente con él. Es como si quisiera cosas que nunca había querido antes y tal vez debería permitirme querer esas cosas. Solo desearía que fuera otra persona la que me hiciera desearlas, alguien agradable, como Ian por ejemplo. Mi jefe no tiene nada de agradable.
—¿Tu jefe te hace querer qué? ¿Qué te den azotes y esas cosas? —inquirió Julia con una risita, pero cuando yo aparté la vista oí que soltaba una
exclamación ahogada—. Oh, Dios mío, ¿te ha dado azotes?
La miré con los ojos como platos.
—Julia, ¿no puedes decirlo más alto? Creo que el tío del fondo no te ha oído —en cuanto me aseguré de que nadie nos estaba mirando, me aparté unos mechones sueltos de la frente y respondí—. Mira, ya sé que tengo que parar esto, pero yo.
Me detuve porque sentí que se me ponía toda la piel de gallina. Se me quedó el aliento atravesado en la garganta y me volví lentamente para mirar hacia la puerta.
Era él, desaliñado y vestido con una
camiseta negra y vaqueros, zapatillas de deporte y el pelo más despeinado que de costumbre. Me di la vuelta para mirar a Julia mientras sentía que toda la sangre había abandonado mi cara.
—(_Tn) , ¿qué ocurre? Parece que hubieras visto un fantasma —dijo Julia extendiendo la mano por encima de la mesa para tocarme el brazo.
Tragué con dificultad en un intento por recuperar mi voz, y después la miré.
—¿Ves a ese hombre que hay junto a la puerta? ¿El alto y guapo? —ella levantó un poco la cabeza para mirar y yo le di una patada por debajo de la mesa—. ¡No seas tan descarada! Es mi
jefe.
Julia abrió mucho los ojos y se quedó con la boca abierta.
—¡Madre mía! —exclamó y negó con la cabeza mientras le miraba de arriba abajo—. No lo decías en broma, (_Tn) . Es un cabrón realmente atractivo. No sería yo la que lo echara de mi cama. O mi coche. O el probador. O el ascensor o.
—¡Julia! ¡No me estás ayudando!
—¿Quién es la rubia? —preguntó señalándola.
Me volví para ver cómo un camarero llevaba hasta su mesa al señor Jonas con una rubia alta con las piernas
muy largas. La mano de él estaba apoyada en la parte baja de la espalda de la chica. Sentí en el pecho una terrible punzada de celos.
—Pero qué cabrón —exclamé entre dientes—. Después de lo que hizo anoche. Tiene que estar de broma.
Justo cuando estaba a punto de responderme, el teléfono de Julia sonó y ella lo buscó en su bolso. El saludo de «¡Hola, cariño!» me comunicó que era su prometido y que esa llamada le iba a llevar un rato.
Vblví a mirar al señor Jonas , hablando y riéndose con la rubia. No podía apartar los ojos de ellos. Él
estaba todavía más atractivo en ese ambiente relajado: sonreía y le bailaban los ojos cuando se reía. «¡Gilipollas!» Como si hubiera podido oír mis pensamientos, él levantó la cabeza y nuestras miradas se encontraron. Apreté la mandíbula y aparté la vista, tirando la servilleta sobre la mesa. Tenía que salir de allí.
—Ahora vuelvo, Julia.
Ella asintió y me despidió con la mano distraídamente, sin dejar su conversación. Me levanté y pasé junto a su mesa asegurándome de evitar su mirada. Acababa de doblar la esquina y ya veía la seguridad del baño de señoras
cuando sentí una mano fuerte en mi antebrazo.
—Espera.
Esa voz provocó un relámpago en mi interior.
«Muy bien, (_Tn) , puedes hacerlo. Simplemente vuélvete, míralo y dile que se vaya a la mierda. Es un cabrón que dijo anoche que tú eras un error y hoy aparece con una rubia delante de tus narices».
Cuadré los hombros y me giré para mirarlo. «Mierda». De cerca estaba aún más guapo. Nunca le había visto de otra forma que no fuera perfectamente arreglado, pero obviamente no se había
afeitado aquella mañana y yo sentí la necesidad desesperada de notar cómo su barba me raspaba las mejillas.
O los muslos.
—¿Qué coño quieres? —le escupí, arrancando el brazo de su mano. Sin la ventaja que me daban los tacones, él era mucho más alto que yo. Tenía que levantar la vista para mirarlo a la cara, pero pude ver unas leves ojeras bajo sus ojos. Parecía cansado. Bueno, le estaba bien empleado. Si pasaba las noches tan mal como yo, eso me alegraba.
Se pasó las manos por el pelo y miró a nuestro alrededor incómodo.
—Quería hablar contigo. Para
explicarte lo de anoche.
—¿Y qué hay que explicar? — pregunté señalando con la cabeza hacia el comedor y la rubia que todavía estaba sentada en su mesa. Sentí una presión aguda en el pecho—. «Un cambio de ambiente». Ya veo. Me alegro de haberte encontrado aquí así. Me recuerda por qué esto que hay entre nosotros es una mala idea. No quiero estar follándome indirectamente a todas las demás mujeres.
—Pero ¿de qué demonios estás hablando? —me preguntó mirándome—. ¿Hablas de Emily?
—¿Así se llama? Bueno, pues que
usted y Emily tengan una comida muy agradable, señor Jonas —me di la vuelta para irme pero me detuvo de nuevo agarrándome el brazo—. Suéltame.
—¿Y por qué te importa?
Nuestra discusión había empezado a atraer la atención del personal que pasaba de camino a la cocina. Después de echar un vistazo alrededor, él me metió en el baño de señoras y cerró la puerta con el pestillo.
«Fantástico, otro baño».
Le aparté de un empujón cuando se acercó.
—Pero ¿qué crees que estás haciendo? ¿Y qué quieres decir con que
por qué me importa? «Follaste» conmigo anoche, diciéndome que no podía querer salir con Ian y ahora estás aquí con otra. No sé por qué he permitido que se me olvidara que eres un mujeriego. Tu comportamiento es justo el que cabía esperar. Con quien estoy enfadada es conmigo —estaba tan furiosa que prácticamente me estaba clavando las uñas en las palmas de las manos.
—¿Es que crees que estoy aquí con una «cita»? —soltó el aire lentamente y negó con la cabeza—. Esto es increíble, joder. Emily es una amiga. Dirige una organización sin ánimo de lucro que
Jonas Media apoya. Eso es todo. Tenía que haber quedado con ella el lunes para firmar unos papeles pero ha tenido un cambio de última hora en un vuelo y se va del país esta tarde. No he estado con nadie desde el. —hizo una pausa para pensar mejor sus palabras—. Desde que nosotros. ya sabes. —terminó haciendo un movimiento impreciso señalándonos a ambos.
«¿Qué?»
Nos quedamos allí de pie, mirándonos el uno al otro mientras intentaba dejar que me calaran aquellas palabras. No se había acostado con nadie más. Pero ¿eso era posible? Sabía
con seguridad que era un donjuán. Yo personalmente había visto la colección siempre creciente de mujeres florero que llevaba a los eventos corporativos, eso sin mencionar las historias sobre él que iban de boca en boca por todo el edificio. E incluso si lo que estaba diciendo era cierto, eso no cambiaba el hecho de que seguía siendo mi jefe y que todo aquello estaba muy mal.
—¿Todas esas mujeres que se lanzan a tus brazos y no te has tirado a ninguna? Oh, estoy conmovida —me volví hacia la puerta.
—No es tan difícil de creer —gruñó y pude sentir su mirada atravesándome
la espalda.
—¿Sabes qué? No importa. Todo ha sido un error, ¿no?
—De eso es de lo que quería hablarte —se acercó y su olor (a miel y a salvia) me envolvió. De repente me sentí atrapada, como si no hubiera suficiente oxígeno en aquella diminuta habitación. Necesitaba salir de allí inmediatamente. ¿Qué me había dicho Julia hacía menos de cinco minutos? Que no me quedara a solas con él. Buen consejo. Me gustaban mucho estas bragas en concreto y no quería verlas hechas jirones y en su bolsillo.
«Vale, eso no es más que una
mentira».
—¿Vas a volver a ver a Ian ? —me preguntó desde detrás de mí. Tenía la mano en el picaporte. Todo lo que tenía que hacer era girarlo y estaría a salvo. Pero me quedé helada, mirando aquella maldita puerta durante lo que me parecieron varios minutos.
—¿Y eso importa?
—Creía que ya habíamos hablado de eso anoche —dijo y noté su aliento cálido en mi pelo.
—Sí, dijimos muchas cosas anoche —sus dedos subieron por mi brazo y deslizaron el fino tirante de la camiseta por mi hombro.
—No quería decir que fue un error —susurró contra mi piel—. Me entró el pánico.
—Eso no significa que no sea verdad —mi cuerpo se apoyó instintivamente contra él y ladeé un poco la cabeza para permitirle un mejor acceso—. Y ambos lo sabemos.
—De todas formas no debería haberlo dicho —me colocó la coleta por encima del hombro y sus suaves labios bajaron por mi espalda—. Vuélvete.
Una palabra. ¿Cómo era posible que esa simple palabra me hiciera cuestionármelo todo? Una cosa era que me apretara contra una pared o me
agarrara por la fuerza, pero ahora lo estaba dejando todo a mi elección. Me mordí el labio con fuerza e intenté obligarme a girar el picaporte. De hecho la mano me tembló antes de caer derrotada contra mi costado.
Me volví y levanté la vista para mirarlo a los ojos.
Él apoyó la mano en mi mejilla, rozándome el labio inferior con el pulgar. Nuestras miradas se unieron y justo cuando pensaba que no podría esperar un segundo más, él me acercó a su cuerpo y apretó su boca contra la mía.
En cuanto nos besamos, mi cuerpo dejó de resistirse y de repente parecía
que no podía estar lo bastante cerca. El bolso cayó sobre el suelo de baldosas a mis pies y enterré las manos en su pelo, tirando de él hacia mí. Él me apoyó contra la pared y me pasó las manos por el cuerpo, levantándome un poco. Me las metió dentro de los pantalones de yoga y las dejó sobre mi trasero.
—Joder, pero ¿qué llevas? —se quejó contra mi cuello, con las palmas pasando una y otra vez sobre el satén rosa. Me levantó del todo, yo le rodeé la cintura con las piernas y él me apretó más contra la pared. Gimió y me cogió el lóbulo de la oreja entre los dientes.
Me bajó un lado de la camiseta y se
metió uno de mis pezones en la boca. Yo dejé caer la cabeza, que golpeó contra la pared, cuando sentí el roce de su cara sin afeitar contra mi pecho. Un sonido estridente se oyó, sacándome de mi ensimismamiento. Oí que él soltaba un juramento. Era mi teléfono. Me bajó y se apartó. En su cara ya había aparecido su habitual ceño fruncido.
Me arreglé la ropa rápidamente, cogí mi bolso e hice una mueca cuando vi la foto que aparecía en la pantalla.
—Julia —respondí sin aliento.
—(_Tn) , ¿estás en el baño follándote a ese hombre macizo?
—Ahora mismo vuelvo, ¿vale? —
colgué y metí el teléfono en el bolso. Lo miré y sentí que mi lado racional volvía tras la breve interrupción—. Tengo que irme.
—Mira, yo. —le cortó mi teléfono que volvió a sonar.
Contesté sin molestarme en mirar la pantalla.
—¡Dios, Julia! ¡No estoy aquí follándome a ningún macizo!
—¿(_Tn) ? —la voz confundida de Ian fue la que me llegó a través del teléfono.
—Oh. hola —«Mierda». No podía estar pasándome esto a mí.
—Me alegro de oír que no te. estás
follando. a ¿un macizo? —dijo Ian riéndose tenso.
—¿Quién es? —preguntó Nick con un gruñido.
Le puse la mano sobre los labios y le dediqué la mirada más sucia que pude.
—Oye, no puedo hablar ahora mismo.
—Sí, siento molestarte un domingo, pero es que no podía dejar de pensar en ti. No quiero crearte ningún problema ni nada, pero justo después de que te fueras comprobé mi correo y tenía una confirmación de que habían entregado tus flores.
—¿Ah, sí? —pregunté con fingido interés. Tenía los ojos fijos en los de Nick .
—Sí, y parece que quien firmó la entrega fue Nick Jonas .
ElitzJb
Re: Beautiful Bastard Nick y (_Tn) (terminada)
Capítulo 9
2/3.
La observé mientras varias expresiones cruzaban su cara: vergüenza, irritación y después. ¿curiosidad? Conseguí distinguir vagamente la voz de un hombre al otro lado y sentí que el troglodita de mi interior se despertaba de nuevo. ¿Quién demonios la estaba llamando?
De repente ella entornó los ojos y algo en mi interior me dijo que debería ponerme nervioso.
—Bueno, muchas gracias por decírmelo. Sí. Sí, lo haré. Vale. Sí, te
llamaré cuando me decida. Gracias por llamar, Ian .
¿Ian ? «El cabrón de Cignoli».
Ella colgó y volvió a meter el teléfono en el bolso lentamente. Mirando al suelo negó con la cabeza y se le escapó una breve carcajada antes de que una sonrisa malévola apareciera en sus labios.
—¿Hay algo que quiera decirme, señor Jonas ? —me preguntó dulcemente y no sé por qué eso me puso aún más nervioso.
Rebusqué en mi cerebro, pero no se me ocurría nada. «¿De qué estará hablando?»
—He tenido una conversación de lo más extraña —me dijo—. Parece que Ian ha comprobado su correo esta mañana y tenía una confirmación de entrega de sus flores. ¿Y a que no sabes lo que decía en ella?
Ella se acercó un paso hacia mí e instintivamente yo di un paso atrás. No me gustaba la dirección que estaba tomando aquello.
—Parece que alguien firmó la entrega.
«Oh, mierda».
—El nombre que había en la confirmación era Nick Jonas .
«Jo-der». ¿Por qué demonios firmé
con mi nombre? Intenté pensar una respuesta, pero de repente tenía la mente en blanco. Obviamente mi silencio le dijo a ella todo lo que necesitaba saber.
—¡Hijo de puta! Firmaste la entrega y después me mentiste —me dio un empujón en el pecho y sentí el instinto repentino de protegerme los huevos—. ¿Por qué has hecho eso?
Tenía la espalda contra la pared y buscaba frenéticamente una salida alternativa.
—Yo. ¿qué? —balbuceé. Parecía que el corazón se me iba a salir del pecho.
—En serio. ¿Por qué demonios lo
has hecho?
Necesitaba una respuesta y la necesitaba rápido. Me pasé las manos por el pelo por enésima vez en los últimos cinco minutos y decidí que probablemente lo mejor era confesar.
—No lo sé, ¿vale? —le grité—. Solo es que. ¡joder!
Ella sacó su teléfono y pareció mandar un mensaje a alguien.
—¿Qué haces? —pregunté.
—No es que sea asunto tuyo, pero le estoy diciendo a Julia que siga sin mí. No pienso salir de aquí hasta que me digas la verdad —me miró fijamente y sentí la furia que la estaba consumiendo.
Pensé durante un segundo en decirle a Emily lo que estaba pasando, pero ella me había visto salir detrás de (_Tn) ; seguro que se lo había imaginado para entonces.
—¿Y bien?
La miré a los ojos y dejé escapar un profundo suspiro. No había forma de que yo pudiera explicarlo sin que pareciera que había perdido la cabeza.
—Vale, sí, yo las recogí.
Se me quedó mirando con la respiración acelerada y los puños cerrados con tanta fuerza que tenía los nudillos blancos.
—¿Y?
—Y. las tiré —mientras estaba allí de pie delante de ella me di cuenta de que me merecía toda su furia. Había estado siendo injusto. No le estaba ofreciendo nada pero seguía poniéndome en el camino de alguien que podría hacerla feliz.
—Joder, eres increíble —dijo entre dientes.
Supe que estaba haciendo todo lo que podía para no lanzarse hacia mí y darme una paliza.
—Explícame por qué hiciste eso — añadió.
Y ahí llegaba la parte que no sabía explicar.
—Porque. —me rasqué la parte de atrás de la cabeza. Odiaba haberme metido en aquella situación—. Porque no quiero que salgas con Ian .
—De todos los imbéciles, machistas. Pero ¿quién demonios te crees que eres? Que nos enrollemos no significa que puedas tomar decisiones sobre mi vida. No somos pareja, no estamos saliendo. Dios, ¡si ni siquiera nos caemos bien! —gritó.
—¿Y crees que eso yo no lo sé? No tiene sentido, lo sé, ¿vale? Pero es que cuando vi las flores. Vamos, ¡pero si eran putas rosas!
Puso una expresión como si
estuviera a punto de hacer que me mandaran a prisión inmediatamente.
—Pero ¿es que te estás metiendo algo? ¿Y qué tiene que ver el hecho de que fueran rosas con nada de esto?
—¡Tú odias las rosas! —cuando dije eso, su cara se quedó seria y su mirada se volvió suave y oscura. Yo seguí divagando—. Las vi y reaccioné, sin más. No me paré a pensarlo. Solo imaginar que él pudiera tocarte. — cerré los puños junto a los costados y dejé la frase sin terminar mientras intentaba recuperar la compostura. Me estaba enfadando más y más por segundos: conmigo por ser débil y dejar
que las emociones se me fueran de las manos, otra vez, y con ella por tenerme así de esa forma inexplicable.
—Vale, mira —dijo inspirando hondo para calmarse—. No voy a decir que estoy de acuerdo con lo que has hecho, pero lo entiendo. hasta cierto punto.
La miré asombrado.
—Mentiría si dijera que yo no me he sentido igualmente posesiva contigo — dijo reticente.
No me podía creer lo que estaba oyendo. ¿Acababa de admitir que se sentía igual que yo?
—Pero eso no cambia el hecho de
que me mentiste. Y en mi propia cara. Puede que seas un gilipollas arrogante la mayor parte del tiempo, pero hasta ahora siempre has sido alguien que confiaba en que iba a ser sincero conmigo.
Hice una mueca de dolor. Tenía razón.
—Lo siento —mi disculpa se quedó en el aire y no sé cuál de los dos se mostró más sorprendido por ella.
—Demuéstralo.
Me miró totalmente serena, ni una pizca de emoción se veía en sus facciones. ¿Qué quería decir? Entonces lo entendí. «Demuéstralo». No podíamos hablar porque las palabras
solo nos llevaban a tener más problemas. Pero ¿esto? Esto era lo que éramos y si ella iba a darme esa oportunidad de compensarla por lo que había hecho, yo iba a aprovecharla.
La odiaba tanto en aquel momento. Odiaba que tuviera razón y yo no, y odiaba que me estuviera obligando a elegir. Y odiaba cuánto la deseaba, eso era lo que más odiaba de todo.
Crucé la distancia que había entre los dos y le coloqué la mano en la nuca. La atraje hacia mí, mirándola a los ojos mientras acercaba su boca a la mía. Había un desafío no expresado allí. Ninguno de los dos se iba a echar atrás
ni a admitir que esto (fuera lo que fuera) estaba más allá de nuestro control.
O tal vez ya lo habíamos admitido los dos.
En cuanto nuestros labios se tocaron, me llenó ese rumor familiar que me recorría todo el cuerpo.
Metí las manos profundamente entre su pelo, obligándola a echar la cabeza hacia atrás y a aceptar todo lo que le estaba dando. Puede que todo aquello fuera por ella, pero sin duda yo iba a ser quien lo controlara. Apreté mi cuerpo contra el suyo y gemí al notar como cada una de sus curvas encajaban contra las mías. Quería que esa necesidad
desapareciera, quedarme satisfecho y seguir adelante; pero cada vez que la tocaba era mejor de lo que recordaba.
Me puse de rodillas, le agarré las caderas y la acerqué más a mí mientras mis labios seguían la línea de la cintura de sus pantalones. Le subí la camiseta y le besé cada centímetro de piel visible, disfrutando de cómo se le tensaban los músculos mientras yo exploraba. Levanté la vista para mirarla, metiendo los dedos por dentro de la cintura del pantalón. Sus ojos estaban cerca y se estaba mordiendo el labio inferior. Sentí como se me endurecía por la anticipación de lo que estaba a punto de
hacer.
Le bajé los pantalones y vi cómo se le ponía la piel de gallina al hacer descender los dedos por sus piernas. Metió los dedos entre mi pelo y tiró con fuerza y yo gemí y volví a mirarla. Seguí el borde de la delicada ropa interior de seda y me detuve en las finas cintas de sus caderas.
—Son casi demasiado bonitas para estropearlas —dije enredándome una cinta en cada mano—. Casi —con un breve tirón se rompieron con facilidad, lo que me permitió tirar de la tela rosa para quitársela y poder metérmela en el bolsillo.
Una sensación de urgencia me embargó entonces y liberé rápidamente una de sus piernas para colocarla sobre mi hombro y besarle la suave piel del interior del muslo.
—Oh, mierda —dijo exhalando y pasándome las manos por el pelo—. Oh, mierda, por favor.
Cuando por primera vez le acaricié y después le lamí lentamente el clítoris, ella me agarró el pelo con fuerza y movió las caderas contra mi boca. Unas palabras ininteligibles salieron de sus labios en un susurro ronco, y ver cómo se deshacía del todo delante de mis ojos hizo que me diera cuenta de que ella
estaba tan indefensa ante todo aquello como yo. Estaba enfadada conmigo, tan enfadada que probablemente parte de ella quería enrollarme la pierna alrededor del cuello y estrangularme, pero al menos me estaba dejando hacerlo algo que era, de muchas formas, mucho más íntimo que solamente follar. Yo estaba de rodillas, pero ella estaba desnuda y vulnerable.
Estaba caliente y húmeda y sabía tan dulce como parecía.
—Podría devorarte entera —le susurré apartándome lo justo para poder ver su expresión. Le di un beso en la cadera y murmuré—: Esto sería mucho
mejor si pudiera tumbarte en alguna parte. En la mesa de la sala de reuniones, tal vez.
Ella me tiró del pelo para acercarme otra vez a ella.
—Por ahora esto está bien así para mí. No te atrevas a parar.
Estuve a punto de admitir en voz alta que no podía y que estaba empezando a detestar la idea de siquiera intentarlo, pero pronto me vi perdido en su piel otra vez. Quería memorizar todas las súplicas y las maldiciones que salían de su boca sabiendo que yo era la razón de las mismas. Gemí contra ella, lo que la hizo soltar una exclamación y retorcer el
cuerpo para acercarlo. Deslicé dos dedos en su interior y le tiré de la cadera con la otra mano para animarla a que encontrara su ritmo junto conmigo. Ella empezó a mover las caderas, lentamente al principio, apretándose contra mí, y después más rápido. Pude sentir cómo se tensaba: las piernas, el abdomen y las manos en mi pelo.
—Estoy muy cerca —jadeó y sus movimientos se volvieron titubeantes, irregulares y un poco salvajes y, joder, yo no me sentía nada salvaje en ese momento.
Quería morderla y chuparla, enterrar mis dedos en su interior y volverla loca.
Me preocupé por si me estaba volviendo demasiado brusco, pero su respiración pasó a unos leves jadeos y después a unas súplicas tensas. Entonces giré la muñeca y empujé más adentro y ella gritó, sus piernas temblaron y el clímax la embargó.
Frotándole la cadera le bajé lentamente la pierna y me quedé observando sus pies por si acaso intentaba darme una patada de todas formas. Me pasé un dedo por el labio y contemplé cómo ella volvía a la realidad.
Me apartó y se colocó la ropa rápidamente, mirándome arrodillado
delante de ella. La realidad volvió cuando los diferentes sonidos de gente comiendo al otro lado de la puerta se mezclaron con el sonido de nuestra respiración trabajosa.
—No te he perdonado —me dijo, se agachó para coger su bolso, quitó el pestillo de la puerta y salió del baño.
Yo me levanté despacio y vi cómo la puerta se cerraba tras ella mientras intentaba entender lo que acababa de pasar. Debería estar furioso. Pero sentí que la comisura de la boca se me elevaba para formar una sonrisa y estuve a punto de echarme a reír por lo absurdo de todo aquello.
Maldita sea, lo había vuelto a hacer. Me estaba ganando y eso que estábamos jugando a mi propio juego.
La noche fue un infierno. Apenas dormí ni comí y sufría una erección prácticamente constante desde que salí del restaurante el día anterior. Cuando me dirigí al trabajo, sabía que lo tenía muy crudo. Ella iba a hacer todo lo que pudiera para torturarme y castigarme por haberla mentido; lo enfermizo era que. yo lo estaba deseando.
Me sorprendió encontrar su mesa vacía cuando llegué. «Qué raro», pensé,
ella casi nunca llegaba tarde. Entré en mi despacho y empecé a poner las cosas en orden para empezar el día. Quince minutos después estaba hablando por teléfono cuando oí que la puerta exterior se cerraba de un portazo. Bueno, sin duda ella no me iba a decepcionar; oí que se cerraban de golpe cajones y archivadores y supe que iba a ser un día interesante.
A las diez y cuarto me interrumpió mi intercomunicados
—Señor Jonas —su voz tranquila llenó la habitación y a pesar de su obvia irritación, me vi sonriendo mientras pulsaba el botón para responder.
—¿Sí, señorita Mills? —le contesté y oí que la sonrisa se reflejaba en mi tono.
—Tenemos que estar en la sala de reuniones dentro de quince minutos. Y usted tiene que salir a mediodía para comer con el presidente de Kelly Industries a las doce y media. Stuart lo esperará en el aparcamiento.
—¿Usted no me acompaña? —parte de mí se preguntó si estaba evitando quedarse a solas conmigo. No sabía muy bien cómo sentirme por eso.
—No, señor. Solo la dirección —oí el ruido de papeles mientras ella seguía hablando—. Además, hoy tengo que
hacer algunos preparativos para el viaje a San Diego.
—Saldré dentro de un momento — solté el botón y me puse de pie para ajustarme la corbata y la chaqueta.
Cuando salí de mi despacho, mis ojos se posaron en ella inmediatamente. Si tenía alguna duda sobre si me iba a hacer sufrir, se disipó justo en ese momento. Ella estaba inclinada sobre su mesa con un vestido de seda azul que mostraba sus largas piernas delgadas de una forma perfecta. Tenía el pelo recogido sobre la cabeza y cuando se giró hacia mí, vi que llevaba las gafas puestas. ¿Cómo iba a ser capaz de
hablar de forma coherente con ella sentada a mi lado?
—¿Listo, señor Jonas ? —sin esperar respuesta, cogió sus cosas y empezó a caminar por el pasillo. De repente, parecía que sus caderas se movían más. La muy descarada me estaba provocando.
De pie en el ascensor lleno de gente, nuestros cuerpos se vieron apretados el uno contra el otro involuntariamente y yo tuve que reprimir un gemido. Pudo ser mi imaginación, pero me pareció ver el principio de una sonrisa cuando ella rozó «accidentalmente» mi miembro semierecto. Dos veces.
Durante las dos horas siguientes pasé mi propio infierno personal. Cada vez que la miraba, estaba haciendo algo para volverme loco: lanzaba miradas traviesas, se lamía el labio inferior, cruzaba y descruzaba las piernas o se retorcía con aire ausente un mechón con el dedo. Incluso se le cayó un boli y puso la mano despreocupadamente en mi muslo cuando se agachó para recogerlo.
En la comida que tenía después, me sentí a la vez agradecido por librarme del tormento que estaba suponiendo, y desesperado por volver a sufrirlo. Asentí y hablé en los momentos apropiados, pero no estaba realmente
allí. Y por supuesto que mi padre fue consciente de que estaba de un humor especialmente silencioso y hosco.
Cuando íbamos de vuelta a la oficina, empezó a sermonearme.
—Durante tres días tú y (_Tn) vais a estar juntos en San Diego sin la pantalla que supone el trabajo de oficina, y no va a haber nadie para meterse entre ambos. Espero que la trates con el máximo respeto. Y antes de que te pongas a la defensiva —añadió levantando ambas manos en cuanto notó que iba a rebatirle —, también he hablado de esto con (_Tn) .
Abrí mucho los ojos y lo miré.
¿Había hablado con la señorita Mills sobre «mi» conducta profesional?
—Sí, soy consciente de que no eres solo tú —dijo mientras entrábamos en un ascensor vacío—. Ella me ha asegurado que hace todo lo que puede. ¿Por qué crees que, desde el principio, te propuse como su tutor para las prácticas? No tenía ni la más mínima duda de que estaría a la altura de tus expectativas.
Joe estaba en silencio a su lado, con una sonrisa de suficiencia en la cara.
«Gilipollas».
Fruncí un poco el ceño al darme
cuenta de lo que pasaba: ella había hablando en mi defensa. Podía haberme hecho parecer un déspota sin problema, pero en vez de eso ella había aceptado parte de la culpa.
—Papá, admito que mi relación con ella es poco convencional —empecé, rezando para que no supiera lo cierta que era en realidad esa frase—. Pero te aseguro que eso no interfiere de ninguna forma en mi capacidad para llevar el negocio. No tienes nada de qué preocuparte.
—Bien —dijo mi padre cuando llegamos a mi despacho.
Entré y me encontré a la señorita
Mills al teléfono, de espaldas a la puerta, hablando en un tono casi inaudible.
—Bueno, tengo que dejarte, papá. Tengo que ocuparme de unas cosas y te cuento en cuanto pueda. Duerme un poco, ¿vale? —dijo en voz baja. Tras una breve pausa rió, pero no dijo nada más durante en momento. Ni yo ni los dos hombres que estaban a mi lado nos atrevimos a decir nada—. Yo también te quiero, papá.
Mi estómago se tensó al oír aquellas palabras y la forma en que tembló su voz al decirlas. Cuando se volvió en su silla, se sobresaltó al encontrarnos ahí a los
tres.
Empezó a recoger unos papeles que había sobre su mesa rápidamente.
—¿Qué tal ha ido la reunión?
—Perfectamente, como siempre — dijo mi padre—. Tú y Sara habéis hecho un gran trabajo ocupándoos de todo. No sé que harían mis hijos sin vosotras dos.
Ella levantó un poco una ceja y vi que se esforzaba por no mirarme y regodearse.
Pero entonces su cara mostró una expresión de desconcierto y me di cuenta de que yo estaba sonriéndole de oreja a oreja, esperando ver un poco de su típico descaro.
De repente puse la mejor cara que pude y me dirigí a mi despacho. Solo entonces me percaté de que no la había visto sonreír ni una sola vez desde que habíamos vuelto y la encontramos hablando por teléfono.
ElitzJb
Re: Beautiful Bastard Nick y (_Tn) (terminada)
Capítulo 10
3/3.
Mi cabeza no estaba funcionando en ese momento. Tenía que enseñarle unas cosas al señor Jonas antes de que se fuera, tenía unos documentos que tenía que firmar, pero sentía como si estuviera caminando por arenas movedizas, la conversación con mi padre dándome vueltas sin parar en la cabeza. Cuando entré en el despacho del señor Jonas me quedé mirando los papeles que llevaba en las manos, dándome cuenta de todas las cosas que tenía que organizar ese día: billetes de avión, alguien que se
ocupara de mi correo, tal vez la contratación de un trabajador temporal para el tiempo que estuviera fuera. Pero ¿cuánto tiempo iba a estar fuera?
Me di cuenta de que el señor Jonas estaba comentando algo (en voz alta) en mi dirección. Pero ¿qué estaba diciendo? Apareció en mi visión y oí el final de lo que decía:
—... apenas está prestando atención. Dios, señorita Mills, ¿es que necesito escribírselo?
—¿Podemos dejar este jueguecito por hoy? —le pregunté cansada.
—El. ¿el qué?
—Esta rutina de jefe gilipollas.
Él abrió mucho los ojos y frunció el ceño.
—¿Perdón?
—Me he dado cuenta de que te encanta ser un cabrón de los que hacen historia conmigo, y reconozco que es algo sexy a veces, pero llevo un día terrible y de verdad te agradecería que simplemente te limitaras a no hablarme. A mí —estaba a punto de echarme a llorar y sentía una presión dolorosa en el pecho—. Por favor.
Parecía que alguien le hubiera deslumbrado con unos faros, mirándome fijamente a la vez que parpadeaba. Por fin dijo:
—¿Qué ha pasado?
Tragué saliva, arrepintiéndome de mi salida de tono. Las cosas siempre iban mejor con él cuando conseguía mantener la compostura.
—He reaccionado mal cuando me ha gritado. Discúlpeme.
Él se levantó y empezó a caminar hacia mí, pero en el último minuto se detuvo y se sentó en la esquina de su mesa, jugueteando incómodo con un pisapapeles de cristal.
—No, quiero decir que ¿por qué llevas un día tan horrible? ¿Qué está pasando? —su voz era muy suave y nunca le había oído hablar así aparte de
en los momentos de sexo. Esta vez hablaba en voz baja y no era para mantener en secreto la conversación, parecía realmente preocupado.
No quería hablar con él de aquello porque en parte esperaba que se burlara de mí. Pero una parte mayor estaba empezando a sospechar que no lo haría.
—Le han hecho unas pruebas a mi padre. Tenía problemas para comer.
El señor Jonas se puso serio.
—¿Comer? ¿Es una úlcera?
Le expliqué lo que sabía, que era algo que había empezado de repente y que las primeras pruebas mostraban una pequeña masa en el esófago.
—¿Puedes ir a casa?
Me lo quedé mirando.
—No lo sé. ¿Puedo?
Él hizo una mueca de dolor y parpadeó.
—¿Tan cabrón soy en realidad?
—A veces —me arrepentí inmediatamente, porque no, nunca había hecho que me hiciera pensar que me impidiera acompañar a mi padre enfermo.
Asintió y tragó con dificultad mientras miraba por la ventana.
—Te puedes tomar todo el tiempo que necesites, por supuesto.
—Gracias.
Me quedé mirando al suelo, esperando que continuara con la lista de tareas del día. Pero el silencio llenó el despacho. Podía ver por el rabillo del ojo que había vuelto a girarse y ahora me miraba.
—¿Estás bien? —dijo en voz tan baja que ni siquiera estaba segura de haberlo oído.
Pensé en mentirle para acabar con aquella conversación tan extraña. Pero en vez de eso le dije:
—La verdad es que no.
Estiró la mano y me la metió entre el pelo.
—Cierra la puerta del despacho —
me pidió.
Asentí, un poco decepcionada por que me echara de esa forma.
—Le traeré los contratos del departamento legal.
—Quería decir que cierres la puerta pero que te quedes.
Oh.
«Oh».
Me volví y caminé por la gruesa alfombra en completo silencio. La puerta del despacho se cerró con un sonoro clic.
—Pon el pestillo.
Giré el pestillo y sentí que se acercaba hasta que noté su respiración
cálida en la nuca.
—Déjame tocarte. Déjame hacer algo.
Él lo había entendido. Sabía lo que podía darme: distracción, alivio, placer ante esa oleada de dolor. Yo no respondí porque sabía que no necesitaba hacerlo. Había ido a cerrar la puerta después de todo.
Pero entonces sentí sus labios apretándose suavemente contra mi hombro y subiendo por mi cuello.
—Hueles. tan bien —me dijo soltándome el vestido donde lo llevaba atado detrás del cuello—. Siempre se me queda tu olor impregnado durante
horas.
No dijo si eso era algo bueno o malo y yo me di cuenta de que no me importaba. Me gustaba que oliera como yo cuando ya no estaba.
Cuando bajó las manos hasta las caderas, me volví para mirarlo y él se inclinó para besarme en un solo movimiento fluido. Esto era diferente. Su boca era suave, casi pidiéndome permiso. No había nada de indecisión en el beso (nunca había nada de indecisión en él), pero ese beso parecía más un gesto de cariño y menos la señal de una batalla perdida.
Me bajó el vestido por los hombros
y cayó al suelo. Él se aparto un poco, dándome solo el espacio para dejar que el aire fresco de la oficina me refrescara su calor de la piel.
—Eres preciosa.
Antes de que pudiera procesar la forma tan suave en que había dicho esas nuevas palabras, él puso una sonrisita y se inclinó para besarme a la vez que me agarraba las bragas, las retorcía y las rompía.
Eso ya era habitual.
Bajé las manos hasta sus pantalones, pero él se apartó negando con la cabeza. Metió la mano entre mis piernas y encontró la piel suave y húmeda. Su
respiración se aceleró contra mi mejilla. Sus dedos, no sabía cómo, eran fuertes y a la vez cuidadosos, y le salían palabras sucias con voz profunda: me decía que era preciosa y muy guarra. Me decía que era una tentación y cómo lo hacía sentir.
Me dijo cuántas ganas tenía de oír el sonido que hacía al correrme.
E incluso cuando lo hice, boqueando y agarrando las hombreras de su traje, lo único que podía pensar era en que yo también quería tocarlo. Que quería, igual que él, oírlo perderse en mí. Y eso me aterraba.
Él sacó los dedos, rozando con ellos mi sensible clítoris al hacerlo, y se
estremeció involuntariamente.
—Lo siento, lo siento —me susurró en respuesta, besándome la mandíbula, la barbilla, el.
—No lo sientas —le dije apartando la boca de la suya. La repentina intimidad que me ofrecía, además de todo lo que había pasado ese día, era muy desconcertante, demasiado.
Apoyó su frente contra la mía durante unos segundos antes de asentir una sola vez. Me sentí devastada de repente porque me di cuenta de que siempre había asumido que él tenía todo el poder y yo ninguno, pero en ese momento supe que podía tener tanto
poder sobre él como quisiera. Solo tenía que ser lo bastante valiente para ejercerlo.
—Me iré de la ciudad este fin de semana. Y no sé cuánto tiempo estaré fuera.
—Bueno, entonces vuelva al trabajo mientras aún está aquí, señorita Mills.
Continuara...
bueno mis amores ojala y les alla encantado estos tres capitulos...
cambo de tema como se tomaron la noticia de nuestro nicho
con novia yo por supuesto no muy bien pero bueno
no puedo hacer nada :(.
en fin nos leeremos después okis gracias x estar alli siempre
pendiente de la nove se les quiere bye
cambo de tema como se tomaron la noticia de nuestro nicho
con novia yo por supuesto no muy bien pero bueno
no puedo hacer nada :(.
en fin nos leeremos después okis gracias x estar alli siempre
pendiente de la nove se les quiere bye
ElitzJb
Re: Beautiful Bastard Nick y (_Tn) (terminada)
GUUUAAUUU!!!... ELLLOS NO SE DAN CUENTA QUE VIVEN EL UNO PARA EL OOTROOO????... Y DE LO OTROOO NO SABIA!!!!!.... PERO AUNQUE ESTE TRISTE ESPERO QUE NICK SEA FELIZ CON SU NOVIA!!!!.... POR QUE SU FELICIDAD ES COMO SI FUERA LA MIA!!!!... SE LO MERECE ... IGUAL QUE SUS HERMANOS!!!
chelis
Re: Beautiful Bastard Nick y (_Tn) (terminada)
awww Nicholas me matas!
Es tan sexy y los dos se quieren aunque no quieran reconocerlo!
siguela!!
Es tan sexy y los dos se quieren aunque no quieran reconocerlo!
siguela!!
aranzhitha
Re: Beautiful Bastard Nick y (_Tn) (terminada)
al fin !!!!
estos dos capitulos fueron como que los dos se dieron cuenta que sienten algo mas...
solo falta que admitan que se quieren y listo !!! amo su pareja :L
please siiguelaaaaaaaaaaaaaa
p/d: y por lo de Nick... me senti con el corazon roto cuando me entere :(
pero olivia es muy linda... y al parecer son felices juntos asi que esta bien... la acepto :P
estos dos capitulos fueron como que los dos se dieron cuenta que sienten algo mas...
solo falta que admitan que se quieren y listo !!! amo su pareja :L
please siiguelaaaaaaaaaaaaaa
p/d: y por lo de Nick... me senti con el corazon roto cuando me entere :(
pero olivia es muy linda... y al parecer son felices juntos asi que esta bien... la acepto :P
Ciin :)
Re: Beautiful Bastard Nick y (_Tn) (terminada)
Capítulo 11
Cuando amaneció el jueves, supe que teníamos que hablar. Yo iba a estar fuera de la oficina todo el viernes, así que el jueves era nuestro último día juntos antes de que se fuera. Había estado con su tutor del máster toda la mañana, y yo, según pasaban los minutos, me iba poniendo cada vez más nervioso acerca de. todo. Estaba bastante seguro de que la interacción en mi despacho del día anterior nos había revelado a ambos que ella estaba lentamente llegándome cada vez más.
Quería estar con ella casi todo el tiempo y no solo en plan «desnudos y salvajes». Quería estar cerca de ella y mi propia necesidad de autoconservación llevaba toda la semana dándome la lata.
¿Qué había dicho ella? «No quiero querer esto. No es bueno para mí». Y solo cuando nos descubrió Mina, al salir del baño, entendí de verdad lo que quería decir (_Tn) . Había estado odiando mi deseo por ella porque era la primera vez en mi toda vida que era incapaz de sacar algo de mi cabeza a la fuerza y centrarme en el trabajo, pero nadie (ni siquiera mi familia) me culparía por sentirme atraído por (_Tn) .
Por el contrario, ella siempre se vería afectada por la mala reputación de ser una mujer que se había acostado con el jefe para ascender. Para alguien tan brillante y tan dedicada como ella, esa asociación sería una constante y dolorosa espina.
Hacía bien en poner distancia entre nosotros. Esa necesidad que sentíamos cuando estábamos juntos era totalmente insana. Nada bueno podía salir de ahí y decidí una vez más utilizar el tiempo que íbamos a estar separados para volver a centrarme. Cuando entré en mi despacho después de comer, me sorprendió encontrarla sentada en su mesa, muy
ocupada trabajando en algo en su ordenador.
—No sabía que iba a venir esta tarde —dije intentando mantener mi voz alejada de cualquier emoción.
—Sí, tenía que ocuparme de unos preparativos de última hora para San Diego y todavía tengo que hablar de mi ausencia con usted —dijo sin apartar la vista del monitor del ordenador.
—¿Por qué no viene a mi despacho entonces?
—No —me dijo rápidamente—. Creo que podemos hablar de esto aquí fuera —me lanzó una mirada traviesa y me hizo un gesto para señalar la silla
que tenía delante—. ¿Por qué no se sienta, señor Jonas ?
«Ah, la ventaja de jugar en casa». Me senté frente a ella.
—Sé que mañana no va a estar, así que no hay razón para que yo venga entonces. Me he dado cuenta de que no le gusta tener asistente, pero he buscado un reemplazo temporal para las dos semanas que voy a estar ausente y ya le he dado a Sara una lista detallada de su agenda y las cosas que necesita. Dudo que vaya a haber ningún problema, pero, por si acaso, ella me ha prometido estar pendiente de usted también —levantó una ceja desafiante y yo puse los ojos en
blanco.
Ella continuó:
—Tiene todos mis números, incluyendo el de la casa de mi padre en Bismarck, por si necesita algo.
Comprobó una lista que tenía delante y me di cuenta de lo serena y eficiente que se estaba mostrando. No es que no supiera que era todas esas cosas, pero me resultó aún más evidente entonces. Nuestras miradas se encontraron y ella prosiguió:
—Llegaré a California unas horas antes que usted, así que lo recogeré en el aeropuerto.
Seguimos mirándonos unos minutos
más y yo estuve casi seguro de que ambos estábamos pensando lo mismo: San Diego iba a ser una prueba tremenda.
La atmósfera del despacho empezó a cambiar lentamente, el silencio diciendo mucho más de lo que cualquier palabra podía decir. Apreté con fuerza la mandíbula cuando noté que se le había acelerado la respiración. Necesité toda mi fuerza de voluntad para no rodear su mesa y acercarme a besarla.
—Que tenga buen viaje, señorita Mills —le dije satisfecho de que mi voz no traicionara mi agitación interna. Me puse de pie, y añadí—: La veré en San
Diego entonces.
—Sí.
Asentí y entré en mi despacho, cerrando la puerta detrás de mí. No la vi durante el resto del día y por una vez, nuestra tensa despedida me pareció algo completamente inadecuado.
Estuve todo el fin de semana pensando cómo viviría su ausencia durante dos semanas. Por un lado sería agradable estar en el trabajo sin distracciones, pero por otro me pregunté si me sentiría raro al no tenerla. Ella había sido una constante en mi vida
durante casi un año y, a pesar de nuestras diferencias, saber que estaba por allí se había convertido en algo reconfortante.
Sara entró en el despacho a las nueve en punto, sonriendo ampliamente al acercarse a mí. La seguía una morena atractiva de veintitantos que me presentó como Kelsey, mi asistente temporal. Ella me miró con una sonrisa tímida y vi cómo Sara le ponía una mano en el hombro para tranquilizarla.
Decidí que iba a utilizar aquello como una oportunidad. Le iba a demostrar a todo el mundo que mi reputación solo era resultado de trabajar
con alguien tan cabezota como la señorita Mills.
—Encantado de conocerte, Kelsey —dije sonriendo y ofreciéndole la mano para estrechar la suya. Ella me miró extrañada, con los ojos un poco vidriosos.
—Encantada de conocerlo también, señor —dijo mirando a Sara. Ella miró mi mano desconcertada y después me miró a mí antes de dirigirse a Kelsey.
—Está bien. Ya hemos repasado todo lo que dejó (_Tn) . Ahí está tu mesa —llevó a la chica a la silla de la señorita Mills.
Sentí una extraña sensación al ver la
imagen de otra persona sentada allí. Sentí que mi sonrisa vacilaba y me volví hacia Sara.
—Si necesita algo, ya te lo hará saber. Estaré en mi despacho.
Kelsey dimitió antes de comer. Aparentemente «fui un poco brusco» cuando ella provocó un pequeño incendio en el microondas de la sala de descanso. La última vez que la vi estaba llorando y salía corriendo por la puerta chillando algo sobre un entorno de trabajo hostil.
El segundo asistente temporal, un chico que se llamaba Isaac, llegó a eso de las dos de la tarde. Isaac parecía muy
inteligente y yo estaba deseando trabajar con alguien que no fuera una chica emotiva. Pronto me encontré sonriendo ante el repentino giro que habían dado los acontecimientos. Por desgracia, me alegré demasiado pronto.
Todas las veces que pasaba junto a Isaac, sentado ante su ordenador, él estaba conectado a internet viendo fotos de gatitos o algún vídeo musical. Minimizaba rápidamente la ventana, pero desafortunadamente para Isaac, yo no soy un idiota integral. Le dije diplomáticamente que no se molestara en venir al día siguiente.
La tercera no resultó mucho mejor.
Se llamaba Jill; hablaba demasiado, llevaba la ropa demasiado ceñida y la forma con que masticaba la tapa de su bolígrafo me recordaba a un animal que intentara liberarse de una trampa. No tenía nada que ver con la forma en que la señorita Mills sujetaba pensativamente el extremo del boli entre los dientes cuando estaba muy enfrascada en sus pensamientos. Eso era algo sutil y sexy; esto era obsceno. Inaceptable. El martes por la tarde ya no estaba.
La semana continuó más o menos igual. Pasé por diferentes asistentes. Oí la risa atronadora de mi hermano en el
pasillo al lado de mi despacho más de una vez. «Imbécil». Él ni siquiera trabajaba en esta planta. Empecé a sentir que la gente estaba disfrutando demasiado con mi infortunio e incluso empecé a verlo incluso como un caso de recoger lo que había sembrado.
Aunque no tenía ninguna duda de que Sara había informado a la señorita Mills de mis pesadillas con los asistentes temporales, recibí varios mensajes de texto de ella durante la primera semana para ver cómo iban las cosas. Empecé a esperarlos con ansiedad, mirando incluso mi teléfono periódicamente para comprobar que no me había perdido la
alerta de llegada. Odiaba admitirlo, pero en este punto habría vendido hasta mi coche para tenerla de vuelta a ella y a sus maneras de arpía.
Además de echar de menos su cuerpo, algo que necesitaba desesperadamente, también echaba de menos el fuego que había entre nosotros. Ella sabía que yo era un cabrón y lo aguantaba. No tenía ni idea de por qué, pero lo hacía. Durante esa primera semana que estuvimos separados empezó a crecer el respeto que tenía por su profesionalidad.
Cuando pasó la segunda semana sin un solo mensaje de ella, me encontré
preguntándome qué estaría haciendo y con quién. También me pregunté si habría intercambiado más llamadas con Ian . Estaba bastante seguro de que no habían vuelto a verse y de que ella y yo habíamos llegado a una precaria tregua con respecto al incidente de las flores. Aun así, no sabía si él habría vuelto a llamarla para ver cómo iban las cosas y si intentaría empezar algo mientras ella estaba en su casa.
Su casa. ¿Estaba en su casa ahora, con su padre? ¿O ya consideraba Chicago como su casa? Por primera vez se me pasó por la cabeza que si su padre estaba muy enfermo, ella podría decidir
volver a Dakota del Norte para estar con él.
Joder.
Empecé a hacer la maleta para el vuelo del domingo por la noche cuando oí que mi teléfono sonaba en la cama, al lado de mi maletín. Al leer el nombre de la pantalla sentí un leve escalofrío.
Lo recogeré mañana a las 11.30. Terminal B, cerca de los monitores de llegadas. Mándeme un mensaje cuando aterrice.
Me quedé quieto un momento mientras me hacía a la idea de que íbamos a estar juntos al día siguiente.
De nada. ¿Ha ido todo bien?
Me quedé un poco sorprendido de que me preguntara por el resto de la semana. Estábamos en un territorio desconocido. Mientras trabajábamos ella me escribía mensajes y correos electrónicos con frecuencia, pero normalmente nos limitábamos a simples respuestas de sí y no. Nunca nada personal. ¿Era posible que ella hubiera pasado una semana tan frustrante como la mía?
Muy bien. ¿Y tú? ¿Cómo está tu
Me reí y pulsé «Enviar»; esa situación se estaba volviendo cada vez más extraña. Menos de un minuto después recibí otro mensaje.
Todo bien. Lo he echado de menos pero tengo ganas de volver a casa.
«A casa». Me fijé en las palabras que había elegido y tragué saliva; de repente sentía mucha tensión en el pecho.
Mañana nos vemos.
Puse el despertador del teléfono, lo coloqué en la mesita de noche y me senté en la cama al lado de mi equipaje. Iba a verla en menos de doce horas.
Y no estaba muy seguro de cómo me hacía sentir eso.
ElitzJb
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