Another Universe |N.C.|

Owwwwww, NIAAAALL! COSITA HERMOSA! Tan tierno el bebé c':
Que lindo quedó el capítulo! de verdad que si:3
ME MUERO POR LEER MÁS*-*

Ahorita se los subo, perdón por la tardanza!

Pero valió la pena la espera:B NO TE ODIAMOS, CÓMO PODRÍAMOS ODIAR A LA MENTECITA DETRÁS DE ESE HERMOSO Y TIERNO ZAYN?*---*
lksñlasklañsakslañsa me gustó mucho:3

¡OH, POR DIOS! ¡HA ESTADO COMPLETAMENTE MAGNÍFICO! Me encanta Sabina, de verdad que si:'3 Se me hace una chica tan directa, tan protectora, como lkasakslkaskas, no sé, la adoro*-*
Y Ed c': kalskasklas el novio perfecto*-* pero Hazza lo será más, yo sé que si(?)
ALÉJATE, SWIFT, ALÉJATE DEL PELIRROJO!(? (Aunque yo los shipeo:$(?)
Me encantó*-* Qué idea tan original esa de la cuenta nueva, ME FASCINÓ*-* estoy en "*-*" total, o sea, ENCANTADA(?)
lkaskasaksñasñaslañslaslas muero por leer más!*-*

Por cierto... Casi le atinas(?) 
Me llamo Alejandra:B También con A c; (? pero sólo díganme Ale:3
Soy de Monterrey, México:D

Yo ando un poco perdida:$
Me pueden decir sus nombres y de dónde son?:3

Capítulo 7

Liam&Amy

Who's that girl? where's she from? why she's living my life?.

A veces es triste pensar que hay tantas personas que cambian completamente frente a las cámaras. Recuerdo que idolatraba tanto a Madona, allá por hace unos tres años atrás. La cosa cambió cuando tuve la oportunidad de hablar con ella como por cinco minutos. No digo que sea mala, ni nada, es sólo que la imagen que te venden es… bueno, ¡Es Madona!
Y a veces me pregunto si mis fans me conocieran tendrían la misma opinión de mí. Probablemente les parecería la persona más aburrida de toda la tierra.
Si me vieran ahora, en la misma pijama que hace tres días estaba limpia, el cabello negro peleando contra el color azul eléctrico que tengo desde hace un mes, la cara lavada, los tatuajes sobre mi piel reseca, sin zapatos y tirada en el sofá, comiendo helado como si no hubiera mañana, mientras veo álbumes de fotos antiguos, probablemente huirían de mí más rápido de lo que se dice “quidditch”… Ok, no, olvídenlo. Apuesto a que muchos muggles ni siquiera saben qué es el quidditch… En fin, no voy a ponerme a explicar lo que JK ya ha dejado escrito.
Cambiémoslo por… “Supercalifragilispicuespialidoso”. Y si lo dicen rápido, créanme que les aplaudo.
No voy a meterme en problemas de fonética o explicaciones de deportes mágicos, me dedicaré a describir la pequeña fotografía vieja que sostengo entre mis manos.
Está desgastada, amarillenta. Fue sacada por una Polaroid cuando yo tenía unos cinco o seis años. En ella está el abuelo, la abuela y yo.
Trágame, tierra. Porque ver a Amy Romero con ganas de llorar mientras ve una patética foto familiar no es algo que ocurra todos los días.
De hecho, no es algo que ocurra con frecuencia. O que haya ocurrido alguna vez. Ni siquiera sé que es eso que siento en el pecho, que oprime mi lado izquierdo y me retuerce las entrañas. No sé por qué de pronto mi garganta está atada en un nudo O también, puedo suponer que se debe a esa visita de cada mes… Si saben a lo que me refiero. Bah. Supongo que los extraño. Supongo que aquellas veces que deseé tanto escapar de esa maldita y sofocante ciudad no pensé en que escapándome, también escaparía de mi vida.


Tenía tantas ganas de dejar ese ambiente árido, esos estúpidos uniformes que nos obligaban a llevar los cinco días a la semana, esos pupitres asquerosos y más usados que una computadora del cibercafé… Esa comida llena de picante y a veces tan fastidiosa.
Tenía ganas de cambiar el calor extremoso por un clima frío, los uniformes patéticos por algo sofisticado, los pupitres por bancas, la comida regional por algo más elegante… Tenía ganas de tener dinero, de vestir como quisiera sin necesidad de verme con la billetera apretada, o sentir que les estaba robando a mis padres.
Quería vivir en una casa grande, siempre limpia, ordenada. Quería dejar de tener ese tonto acento marcado que tenemos los norteños.
Pero ahora no se ve tan malo. Quiero decir, si, nunca me gustó eso, pero… bueno, a veces lo extraño. Extraño despertar y ver un cerro en el horizonte, extraño despertar con el aroma a la salsa picante y huevos estrellados que se están cocinando a las 5:30 am. Extraño ir a esa aburrida secundaria con sobrepoblación de alumnos, soportar a esos profesores sin experiencia, que pretendían enseñarte valores. Extraño tanto a México. Extraño tanto poder hablar en mi idioma natal, con fluidez, espontáneamente.
Sé inglés, eso está claro, pero no es lo mismo.
Vivo en una casa enorme. Tiene todos los lujos que alguna vez soñé. Y aún así no me siento completa. Es como si los pisos, pulidos hasta el cansancio; las obras de arte, la mueblería exquisita y todas esas estupideces no lograran satisfacerme.
Tengo una casa, pero no tengo un hogar. Tengo dinero, pero no tengo amor. Tengo fama, pero no tengo felicidad.
…. Nah, mentía. Soy muy feliz. Bueno, a mi manera. Estoy acostumbrada a esto, estoy viviendo el sueño, todo está bien. Cuando subo al escenario y las luces están apagadas, miro hacia la gente y no puedo evitar sonreír de manera nerviosa. Me presentaré al lado de mis mejores amigas frente a miles y miles de personas que gritan nuestros nombres. Es algo totalmente loco, algo que… ni yo misma puedo explicar (bah, pero es que yo misma no puedo explicar casi nada que se refiera a sentimientos).
Supongo que cuando estoy en el escenario soy yo misma. Soy feliz. Ahí no soy “la latina” o “Amy” o “la que niega sus raíces”, ahí sólo soy yo. Y eso es lo más fantástico que hay en el mundo.
 Creo que no todos mis amigos son realmente quienes dicen ser, pero tengo a las chicas y no necesito nada más.
Abro mi computadora, dejo mi bote de helado vacío a un lado y tecleo mi antigua dirección electrónica, para después poner mi contraseña. No les diré qué es, pero… tiene que ver con violar, lechuza, café y pizza. ¡Já! Apuesto a que nadie ha pensado en alguna mejor.
No tengo notificaciones. Inmediatamente me pongo como desconectada. Siempre hago eso, es más como un extraño ritual para ver cómo andan las cosas por allá.
Fotos de mi prima, fotos de la abuela en su cumpleaños, fotos de un gato, fotos… fotos, fotos, más fotos y… ¡Esperen!, ¿eso es…? Oh, sí, más fotos.
Al instante me aburro. Continuo bajando con la barrita espaciadora hasta que alcanzo a reconocer a mi antiguo “platónico” de secundaria. No ha cambiado nada, definitivamente. A su lado está… Oh, por Dios. ¡No puede ser ella!
Ugh. Ugh. UUUGGH.
Esa idiota de cabellos esponjados y sonrisa de crema dental barata lo abraza por la cintura. Es la misma chica que tiene fotos con mis mejores amigas, con mi familia.
Es esa chica rara que tiene sólo a su papá. Mi abuela la cuida por las tardes a pesar de ir en la universidad; le cocina, le lava, le plancha… Y ella sólo está ahí. Diciéndole que es la mejor mujer del mundo, diciendo que mi habitación está demasiado desordenada y que soy una ingrata.
Como dije, es una estúpida. Y se está robando mi vida.
Se supone que no debería importarme, es decir, ¡SOY MIEMBRA DE LA BANDA MÁS FAMOSA DEL MOMENTO! Pero no es como si… como si pudiera controlar el sentimiento. Es algo que me carcome por dentro. Quiero volver y decirle que ese es mi puesto. Que soy yo la que debería estar usando ese vestido ajustado en la graduación, que soy yo la que debería caminar al lado de él, que soy yo quien debería salir con MIS AMIGAS a tomar un café o comer una pizza… Pero no soy yo.
Yo ya no soy esa chica. Yo soy la chica de cabello azul que canta en una banda, que viste de negro y que no tiene novio.
Soy Amy y punto. Y jamás podré ser como esa estúpida Ana.
Ni es que quiera serlo. PUAJ. Ana es una empollona de buenas calificaciones, perfecto cabello, piel sin ninguna cicatriz o mancha, nada de piercings y viste faldas de encaje y blusas coquetas. En otras palabras, es todo lo que yo, afortunadamente, no soy.
{***}
Termino de lavar los platos. Nunca me gustó hacerlo, pero es algo que simplemente tienes que hacer o perecerás las consecuencias.
Sí, ya sé lo que piensan. Una cantante famosa debe tener gente que le limpie y todo. Y lo tengo. Sólo que hoy tuvieron el día libre y… bueno, es mi deber mantener la casa como la dejaron. De hecho, no soy muy sucia. Por supuesto que me encanta el desastre y esas cosas, pero no en mi casa.
Es algo raro, pero supongo que es parte de mí.
Oh, y es que hay tantas cosas raras en mí. Joder, ayer creo que casi me matan. Bueno, me fue mejor que a Sabina, pero… para mí es una tortura aguantar a la prensa. Simplemente la odio. Detesto que intenten preguntarnos por nuestra vida privada, como si la vida pública no fuese suficientemente importante. Idiotas. Y por si quedaban dudas, me refiero a la horrible entrevista que tuvimos.
En sí, el día empezó horrible.
Nos levantamos a las 4:30 am, nos bañamos  y tenemos que pasar por peinado y maquillaje (algo sencillo) a manos de Lou, cambiarnos, desayunar algo ligero, lavarnos los dientes y demás.
Fuimos a una prueba de vestuario. En otras palabras, la cosa más horrible del mundo.
Nuestro diseñador quería hacernos vestir ropa totalmente… hermosa. Sí, sé que no debería quejarme, pero es que… ¡Parecíamos modelos! Y no estamos para eso. Estamos para cantar. Debemos lucir como nosotras mismas y ya.
Pero el problema no fue ese. Oh, no… ¡El problema fue peor! El pendejo me mandó a medirme un vestido más pegado que mi propia piel, y ¿adivinan qué? Mis raíces latinas –y esa cadera grande – me prohibieron bajar el vestido más allá de mi cintura. Es algo que yo ya sospechaba, pero nunca sospeché que… bueno, que el idiota se molestase.
Fue como:
-¡Oh, por Dios! ¿¡Qué te sucede!? ¡Vas a romperlo! ¡Quítenle mi vestido a esa gorda!
Y yo estaba como:
-¿Quieres que te jodan o prefieres que lo haga yo?
Y antes de que pudiese responderme, las chicas me miraron con advertencia. Sabina tenía el ceño fruncido, pero seguía en su lucha contra un asistente que estaba terco con probarle unos zapatos de plataforma de casi veinte centímetros.
Ally me miró divertida, como si la escena fuese lo más gracioso del mundo. Y ahora que lo recuerdo, creo que sí lo fue. Debe ser gracioso ver a una chica con el ceño fruncido, luciendo ropa interior de Bob Esponja (que estaba en oferta) con un vestido enrollado alrededor de su cintura, amenazando a un hombre unos diez centímetros más pequeño que ella, con un pañuelo rosa en el cuello y expresión de terror en su rostro.
Annie y Emi se miraron entre ellas, cómplices. Expectantes. Esperando el momento de separar mi puño del rostro de esa mariquita.
Pero las sorprendí. No lo golpeé. Aun cuando moría de ganas por hacerlo. Sólo… le di donde más le dolería.
ROMPÍ SU SUCIO, APESTOSO Y MÁS-APRETADO-QUE-EL-INFIERNO VESTIDO.
Tomé la tela por la mitad y la estiré con fuerza. Lo rasgué lo más que pude.
Los ojos de las chicas saliéndose de sus órbitas. Sabina con una sonrisa queriendo escaparse de sus labios, Ally soltando una carcajada, Annie algo sonrojada, aguantando una risita, mientras que Emi se le unía a Ally.
Paul abrió los ojos como platos, mirándome amenazante, pero casi con un rubor subiéndose a sus mejillas. Lou hizo una mueca divertida, debatiéndose entre reírse o molestarse. Terminé de caminar con el vestido rasgado ahora sí cubriendo mis caderas, pero con un vestido en ruinas. Llegué hasta el vestidor con el vestido en una pieza, ya estando ahí volví a ponerme mis jeans y camiseta y salí arrojándoles los restos de ese maldito vestido.
-Me disculparía, si no fuera porque estoy harta de esos vestidos hechos para mujer que no come. –les sonreí a los presentes, tomé mi bolso y salí lo más rápido que pude.


Así que ahora era la única que no tenía que ponerse para la entrega de premios de mañana en la noche.
Supongo que tendré que salir de compras. Puedo, no sé, comprar un vestido común y corriente y arreglarlo, o ir a esas tiendas “para ricos” y conseguir algo lindo para complementar con algo más… de estrella.
Ah, odio estas cosas.
Encendí el televisor y comencé a juguetear con el control remoto, haciendo zapping como loca. Estuve pasándome casi la mitad de canales de la lista, hasta que encontré Disney Channel. Justo en ese momento estaban dando Hannah Montana.
Ah, ¡aquellos bellos tiempos donde lo más rubio que veíamos en Miley era la peluca! Cuando lo más loco que hacía era mentir para irse a una fiesta de secundaria, en lugar de hacer el “twerk” y esas cosas tan… aterrorizantes.
Admiro a Miley y creo que es una gran persona, pero… Dios, a veces me espanta. Quiero decir, parece como si quisiera quitarse a Hannah Montana de su piel, a pesar de que nadie se atreva a mirarla como algo más que como Miley. Obviamente, siempre será Hannah Montana, pero no es algo malo. ¡A todos nos gustaba Hannah Montana! Y lo admito, yo me consideraba gran fan.
Obviamente, hablamos del tiempo en que tenía como unos trece o catorce, así que… bueno, para mí ella era genial.
Me recosté en el sofá y continué viendo la serie.
Es increíble como los fans al verte con ropa diferente, cabello diferente, maquillaje diferente y sin reporteros, cámaras o reflectores, pueden creerte otra persona.
… ¡BINGOOO!
Subí corriendo las escaleras. ¡Tenía que estar por alguna parte! Seguí corriendo por todo el pasillo hasta que encontré la puerta deseada. La abrí con ansiedad y me encaminé hasta la gran pila de cajas.
La habitación estaba poco iluminada, sólo contaba con una ventana de cortinas algo socavadas, con una mota de polvo por toda superficie que se encontraba en el lugar. Llegué hasta donde se encontraba una caja con puntos de colores, pintada con gises, y la abrí con desesperación.
¡Ahí estaba! ¡Justo como antes!
Tomé el material sintético entre mis manos y me levanté, corriendo hacia mi cuarto.
No sé si las pelucas se laven, pero huele tanto a polvo que… bueno, necesita ser lavada.
{***}
Dos  horas más tarde, y después de descubrir que la peluca si era de cabello natural, bañarme y cambiarme, terminé por colocarla sobre mi cabeza.
Bueno, la verdad es que el rojo nunca fue mi color pero no me sentaba nada mal. Terminé colocándome un suéter color negro.
Salí a recorrer las calles, en busca del estúpido vestido que usaría mañana en la noche.
Acabé recorriendo un centro comercial común, con un helado en la mano, mientras observaba los escaparates de las tiendas.
Minutos antes me había comprado unas lentillas de color café en una óptica y ya las tenía bien colocadas.
El oculista me miró como si estuviese loca, más cuando sólo era por estética. En sus palabras, “¿quién en su sano juicio querría ocultar esos ojos tan lindos?” Bueno, nunca dije que tuviera un juicio sano. O siquiera juicio.
Detesto tanto cuando la gente presume su color de piel, de ojos o de cabello como un atractivo. Puaj. ¡No somos caballos! No importa de qué colores seamos.
Y no es el color de los ojos, es la mirada que te dan con ellos. Por eso sé que los míos no son precisamente lindos.
Continué caminando por el lugar. Concentrándome en mi  helado de vainilla. ¡Casi había olvidado el sabor de un helado baratísimo, de máquina! No es como si no comiéramos helado, pero con todo esto de la banda, parecería que nos están acostumbrando a cosas caras y estiradas. No nos molesta, tampoco nos encanta, simplemente nos dedicamos a aceptarlo y ya.
Veo un vestido en un aparador. Frente a él, está un chico solitario, también comiendo un helado. Parece concentrado, observando el pedazo de tela negro. Me acerco lentamente, sin prestarle mucha atención. Sólo veo los detalles del vestido.
Quizá con un cinturón… o una chaqueta de otro color, unas medias y unos botines, se vea bien… o quizá deba resaltar el negro usando un color blanco, o… Agh, no sé, pero el vestido se ve perfecto.
No me doy cuenta de cuando, pero junto al chico aparecen otros tres, sonrientes. Uno es de piel morena, otro rubio y otro castaño.
-¿Ahora te gustan los vestidos, Payne? – le pregunta el moreno. –
El chico que se encontraba primero se gira para verlo. Tiene el rostro amable, pero trato de no prestarle mucha atención. Tengo otras ocupaciones que hacer. Sigo observando el vestido a una distancia considerable de ellos, pero no la suficiente como para tener el placer de ignorar su plática.
Si hay algo que odio, es a los grupos de adolescentes patéticos que andan en esos lugares sólo buscando chicas. De seguro ellos son iguales.
-Estaba pensando, que eso le quedaría fantástico a Amy. –murmura el chico, como si tuviese miedo de ser escuchado.
Demasiado tarde, amigo.
-Se ve muy de su estilo. ¿Crees que lo usaría también alguna de las chicas? Ya sabes, a veces comparten ropa –sonríe el rubio, observando el vestido con atención. – Me encantaría ver a Annie en eso.
-Pero… ¿no crees que también la vería Skandar? –pregunta el castaño de ojos lindos. –
-¡Ugh, cállate! Skandar tiene prohibido ver a mi esposa.
Un momento, ¿hablan de nosotras? ¡Qué tierno!
No es sarcasmo.
-A veces me parece que alucinas, hermano – responde el moreno mirando al rubio. –
El castaño de ojos cafés sigue viendo el vestido.
-Iremos a apartar una mesa en McDonald’s, ¿vienes o te esperamos, Liam? –le pregunta el rubio, al ver que a quien también llaman Payne sigue sin dejar de ver el aparador.

-Iré en un rato –les sonríe, despegando la vista por una milésima de segundo.
Los chicos asienten y se alejan de la escena. Me acerco más al aparador, inevitablemente, acercándome más al chico.
-Ese no es tu color, Payne –dice burlón un gorila de unos ciento noventa y cinco centímetros de alto. –
-No lo estaba viendo para mí –murmura, como si se debatiera entre contestarle o no.-
Y parece vulnerable. Joder, ¡hasta parece un panda! Hago una mueca, acercándome cada vez más. Me doy cuenta de que tiene una carpeta de Without Reason en su brazo.
El matón también la observa, se la arrebata y observa la imagen con atención. Su rostro exhibe una sonrisa estúpida, perruna. Sus ojos recorren la imagen de nuestros rostros y parece satisfacerse. Asqueroso.
-Pasaría el resto de mi vida follándolas una por una. ¿Tú no, Payne? ¿o es que eres muy marica? –se ríe de su propio chiste.  Pronto le quita el helado y comienza a lamerlo de una manera repugnante. –
-Déjalas en paz –murmura el afectado, buscando defendernos antes que defenderse a sí mismo.
-Y esas piernas… ¡Interminables! Ah, las cosas que no les haría. Mira esta cosita rubia, se ve que tiene un lado malo, debe ser toda una fiera –el muy patán continúa hablando. – Y esta morena… Ah, esa boquita podría hacer maravillas –sus ojos lujuriosos pasan de Sabina a Ally. – Ella terminaría sin poder caminar por una semana –le guiña un ojo al cada vez más enfadado y asustado, Payne. –Y esta cosita debe ser Emi, ¿no es así? ¡Sus vecinos se aprenderían mi nombre! Te apuesto el mundo a que sí. –y por último, acaricia la carpeta. Payne tensa su mandíbula, estoy a pasos de ellos. – Y aquí tenemos a Andy…  - Es Amy, imbécil, respondo en mi mente, pero no puede escucharme. – Ah. Lamería esos pechos hasta desfallecer.
Y, literalmente, lame la carpeta. Puaj. Apuesto a que quedan rastros de helado sobre mi pecho. Ugh. Sólo de pensarlo quiero vomitar mi desayuno.
El chico le tira un puñetazo en el rostro. Justo después de hacerlo se ve muy asustado, como arrepentido. El matón mira al debilucho con chispas de enfado en sus ojos. Va a golpearlo y va a hacerlo duro. Apresuro mis pasos, en dos zancadas estoy frente a ellos.
-¿Le puedes dar lo que le pertenece? –le pregunto lo más educado que puedo, mi voz suena como un gruñido.-
-¿O si no qué, preciosa? –murmura, continuando lamiendo la carpeta. Siento un escalofrío y unas intensas ganas de vomitar. Instintivamente cruzo mis brazos sobre mi pecho. –
-O si no te parto tu flácido trasero de mono con malaria –respondo sonriendo dulcemente. –
El chico sigue mostrándose arrepentido, hay una pizca de una emoción aun no identificada en sus ojos. Noto que sus ojos son lindos. Cafés, si, pero tienen una mirada interesante. Hay algo en esos ojos, algo que los hace cálidos. Contrario a los míos.
El matón suelta una carcajada. Me observa de arriba abajo, deteniéndose en mis piernas cubiertas por unas medias algo rotas de color negro.
-¿Y cómo podría suced… -no dejo que termine cuando mi puño se estrella contra su nariz. Mis ojos tratando de taladrarlo. Parece que mis ojos naturalmente fríos como el hielo vencen el café artificial de las lentillas. –
Su ceño se frunce. Sus puños se aprietan a sus costados y me lanza esa mirada de “será-mejor-que-corras-o-te-romperé-el-rostro-y-arrancaré-tu-cabello”. No me muevo ni un centímetro, al contrario, levanto mi barbilla, encarándolo.
Nunca voy a mostrarme débil frente a un chico. Una vez que lo haces, esa es tu perdición.
-No debiste hacer eso. –murmura, “amenazante”. –
-¿O si no qué, horrible? –imito su tono de voz, poniendo una mano en mi cintura. – Aléjate, imbécil, o vas a arrepentirte –murmuro con mi voz gélida. –
Arroja la carpeta y se larga.
Le sigo con la mirada, tratando de perforar su espalda. La víctima, o Payne –como escuché a sus amigos decirle- me mira con atención, una sonrisa de vergüenza en su rostro. Pronto descubre que la carpeta está no muy lejos y se agacha para recogerla. Me hinco frente a él.
-No deberías de dejar que sus comentarios te importaran –trato de sonar amable, pero mi voz sigue sonando fría. –
-No debe… ¡Nunca nadie debe expresarse así de una chica! –hace una mueca, observando su carpeta. Todas nosotras tenemos baba en lugares donde, probablemente, jamás hayamos tenido en realidad. –
Una sonrisa de pronto se planta en mi rostro.
-Te sorprendería saber las veces que hemos escuchado esas cosas –y pronto me arrepiento de haberlo dicho. –
-¿Te han molestado? ¿Quién fue? ¡Oye, deberías de acusarlos con…! –lo interrumpo. –
-Oh, no, no. Eso es darles importancia. A esas personas tienes que acabarlas tu mismo. –él frunce el ceño, como analizando mis palabras. –
-Gracias. –murmura después de unos segundos. –
-No debes agradecerme. Fuiste tú quien… -iba a decir “nos defendió”, pero inmediatamente me retracté. – quien mostró su caballerosidad –perfecto, ahora vomitas arco iris, Amy. Me golpeo mentalmente. – Así que… ¿Reasoner boy, eh?
-¡Hasta el último de mis días! –su rostro parece más alegre, olvidándose de que está hablando con una desconocida. – ¿A ti te gustan?
-Algo. Creo que podrían ser mis mejores amigas –murmuro y casi me río de mi propia broma. Una sonrisa traviesa se plasma en mi rostro y él no parece notarlo. –
-Soy Liam. –extiende su mano, buscando presentarse. Seguimos hincados en frente del aparador. –
-Soy… eh… Rose. –leo el letrero que está tras él, es una tienda de ropa interior o algo así. Trato de hacer aparecer una sonrisa de autosuficiencia, pero sigo reprendiéndome por haber escogido un nombre tan… pasteloso. Si es que eso es una palabra. –
-Un gusto, Rose. –sonríe. –
-El gusto es mío, Liam. –trato de devolverle la sonrisa. Noto que ya no tengo mi helado en las manos, miro hacia atrás y lo encuentro desparramado en el suelo. -
-También perdiste tu helado –apunta él, mirando hacia donde estaba mi postre.-
 Le miro con atención. Se ve extremadamente tranquilo, pasivo, tan… vulnerable. Siento un pinchazo en mi corazón. Unas ganas tremendas de defender al chico que mide unos diez centímetros más que yo, pero que parece un dulce peluche de feria –de esos que nunca me han gustado del todo -.
-No importa. De todas formas, iba a entrar a la tienda y no me dejarían si trajera el helado. –apunto, él asiente. –
-Ha sido un placer conocerte, Rose –sonríe. – Espero nos veamos después. No todos los días te encuentras con una hermanita Reasoner Girl que te ayuda a pelear contra un Reasonator. –parece dulce. –
Frunzo el ceño. ¿Qué demonios es un Reasonator? He visto ese término en twitter antes, así como un término despectivo que le dan los reasoners a los que no son tan… efusivos. O eso creo, no podría decirlo.
-Era sólo un sucio muggle –murmuro, y termino arrepintiéndome. Él eleva su mirada hacia mí, queriendo traspasarme. –
-Hablas como Amy. –observa, yo le concedo un punto por su astucia. –
-Si tu platónica es Sabina, tienes que lucir como su compañera en el bromance, ¿no crees? –le guiño el ojo. –
-Yo shipeo más a Amy con Ally, o quizá con Emi. Pero ahora que lo pienso, con Sabina no estaría nada mal –sonríe, siguiéndome el juego. –
-¿Vienes mucho por aquí?
Y eso suena más patético de lo que sonó en mi cabeza. Diez puntos menos para Slytherin, Amy. ¡Genial, avergonzándote de nuevo! ¿Por qué nunca leo las revistas de las chicas? Quizá ahí dieran consejos sobre como comportarte y lucir cool.
Casi nunca hablo, cuando hablo o soy muy fría, o me pasan estas cosas.
El chico se ruboriza. Sonrío para mis adentros.
-Casi todos los días. La tienda oficial está en el segundo piso.
-Lo siento por tu carpeta –digo después. - ¿Quisieras una nueva?
-Eran edición limitada –suspira. –
-Yo sé… eh, mi prima trabaja en una de esas tiendas, creo que debe quedar una por ahí. Si tú quisieras, podríamos arreglar para vernos y dártela o algo así –no estoy interesada en él, ¿ok? Es sólo que es un reasoner boy que acaba de pasar un  mal rato y es mi deber hacerlo cambiar. –
-¿Qué te parece mañana? –pregunta él, sigue ruborizado. –
-Cool. –Asiento con la cabeza, me despido con la mano y entro sin más en la tienda. –
Noto una mirada que me sigue hasta que llego a la mitad de la tienda. Sonrío. Es gracioso como ni siquiera un Reasoner Boy pareció reconocerme.
{***}
Después de un buen rato, terminé saliendo de la tienda con mi vestido. Le pediría a Emi una chaqueta de cuero de color vino o algo así para más tarde, quizá un morado o… o algo de color lindo. Las medias ya las tenía, probablemente usaría las mismas botas del tour y ¡listo!
Claro, tendría que ofrecerles mi extraño guardarropa a ellas por si necesitaban algo.
Llegué a mi casa, había un montón de reporteros afuera. Fruncí el ceño mientras me bajaba del taxi. Mi auto seguía estacionado. Saqué mi iPhone del bolsillo de mi pantalón. Tenía cinco mensajes.
“Vamos a tu casa, espéranos. Xx –Ally”
“doooooondee estaaaas? D: -Annie”
“¡ÁBRENOS LA MALDITA PUERTA, JESSICA! –Sabina”
“Es en serio, Am, el suelo está frío, por favor, ábrenos :3 –Emi”
“Ya estamos todas, a dónde fuiste? Xx-Ally”
“ya no es divertidooooo –Annie”
“Jessica, sal en este instante. Sabina”
“Encontramos tu llave, ¡ya no puedes escapar! Xx –Ally”
Mordí la esquina de mis labios. Probablemente querrían matarme… ¡O aún peor! ¡Se comieron mi helado!
Supongo que a veces necesito ordenar mis prioridades, ¿eh? Me reí para mis adentros de mi propia broma.
Me acerqué a la puerta, ignorando a los paparazzis con una maestría que sólo aprendes con el tiempo. Ninguno me hacía preguntas, ninguno me reconocía. Supongo que pensaron que sería una estilista nueva o algo así. Justo antes de abrir la puerta, uno de ellos me miró con desprecio.
-¿Alguien va a darnos información de lo que sucede ahí dentro? ¡Necesitamos la nota!
-Búsquenla en otro lado. –levanté el dedo “grosero” y entré en la casa sin más, cerrándoles la puerta en el rostro. –
Inmediatamente escuché un grito agudo que reconocería como el de Emi.
-¡UNA LADRONA, UNA LADRONA! –dijo Emi, algo asustada. Supongo que me veía atemorizante. –
-¡Sal de aquí, desconocida! –dijo Paul, mirándome como si esperase encontrar respuestas o una posible agresión.-
-Pero…

-Nah, era broma. Lindo disfraz, Amy –dijo burlona, Ally. Yo sonreí de lado. Obviamente estas chicas me reconocerían en cualquier lado. –
-¿Qué le hiciste a tu cabello? –murmura Annie con atención. –
-Es una peluca. –hago una mueca. –
-¿Y esas lentillas? Pensé que tus ojos te gustaban –dijo Sabina, sin darle mucha importancia. –
-Bueno, es que yo… erm… quise salir a pasear sin que me molestaran –mordí mi lengua, no tenía qué contarles de lo sucedido en el centro comercial, no porque no confiase en ellas, sino porque es de ese tipo de cosas que decides mantener para ti misma, esas que son ridículas pero para ti suponen algo. –
-Ok, está bien –dice Ally, tratando de quitar la atención a algo más. – ¿Ya tienes lo que usarás mañana o te arrepientes de haber rasgado el vestido? –bromea. –
-Compré otro. Uno de la talla necesaria para una mujer que come –bromeé también, y escuché las risitas de mis compañeras. –
Continuamos platicando de trivialidades, cosas sin importancia. Sumergiéndonos en esa aura de confianza que sólo se logra con esas almas que parecen haber sido hechas para estar juntas.
Somos las mejores amigas, decididamente. Aún cuando seamos probablemente las personas más diferentes.

You can't always get what you want .88(?: