Once Upon a Time | NC| One Direction

:c Gosh, lkajdlkjasldkaslk aun no puedo creer que hayan borrado los temas de las fichas  de todas maneras ya posteé la ficha en el nuevo muro :c

Cambiando el tema; Jen amé tú cap ;-; y me encantó demasiado la personalidad de Vitoria y como llevaste la historia de Romeo&Julieta a ellos ;-; aksdjalks quiero dejar un enorme comentario pero tengo sueño :c klsjdaklasd así que lo dejaré mañana ;-;

espero que Kande pueda subir pronto
Por cierto, kladjalskdjalsd las firmas se ven hermosas :hemozas: somos lo mejor (?) ah  

¿que me toca a mí? y yo no sabía aksdjlaksd loco ;-; perdón, ando terribleh' (?) de distraída :c me pondré a escribir e intentaré subir lo más pronto posible <3
Las amo, cabras<3

¡Bienvenida! nos alegra muchísimo que te guste esta fic ;_; y además que te agrade como escribimos espero poder subir pronto, linda muchas gracias por pasarte y comentar <33
¡Saludos!

— ¡Hasta el fondo! – animo a Boris a acabar con el contenido de la botella antes de ponerme a cantar como una verdadera descerebrada.


Escucho la letra de la canción de One Republic y, en medio de mi estado de ebriedad, siento que parte de la letra está dirigida a mí en estos momentos porque no he parado de pensar en las miradas que el señor conejo me ha entregado durante los últimos días. Puede que, tanto a Boris como a las demás les cause gracia el hecho que Niall esté metido también en mis clases extra de teatro, pero tener que aceptar que debo verlo cara a cara más de diez horas durante la semana, es completamente humillante.


Sostengo el vaso  entre mis dedos y me lo llevo a la boca sin pensarlo dos veces. El amargo licor recorre mi garganta y llega a mí estómago, calentándolo por completo. Las risas y los malos chistes son abundantes producto del estado en el que nos encontramos las cuatro.

— ¡Vacía la botella, chica conejo! – chilla Vi, juntando las palmas de sus manos y aplaudiendo como una foca extasiada.

Alzo la botella de vodka entre mis manos y la llevo hasta mis labios empinándola por completo. Me dejo llevar sin nada que me censure, intento dejar de lado mis preocupaciones como mis responsabilidades, no quiero que nada me limite ahora.

Termino de beber el contenido de la botella y las tres chicas estallan en aplausos y bromas. Sonrío conforme una vez que es el turno de Susanne para alzar la botella y beber hasta el fondo. Susanne como Vitoria están tiradas en el sofá, Boris está echada en el suelo a unos cuantos metros de mí y tengo la sensación de que algo le molesta, pero como ella me ha dejado bien en claro, no soy su madre y no tendría por qué estar al pendiente de ella, a pesar de que sea la única chica a la cual he considerado parte de mi familia desde que mi padre me dejó con mí abuela, Marcia.

El alcohol hace un rápido efecto e mí y comienzo a reír por lo que sea que están hablando, las chicas se están deshaciendo a carcajadas a causa de mi historia y el señor conejo, pero no me importa. Mi estado no me permite que algo como eso me importe, estoy más concentrada en acabar con el contenido de alcohol que hay en la botella, aunque lo lamente mañana por la mañana.


Finalmente, estoy lo suficientemente borracha como para hacer bromas con mi propia situación. Río como una hiena histérica ante las ocurrencias de Vitoria y las anécdotas de Susanne, no obstante, Boris continúa en un segundo plano y no sé si es por el hecho de que le incomoda mi presencia, o está ocultándome algo.

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No debería haber bebido tanto y menos sabiendo que tenía clases al día siguiente. Tampoco debería haber dejado que Boris y Susanne se saltaran sus clases de literatura a causa de la resaca, pero como Boris me remarcó una y otra vez; no soy su madre.

Retomo mi camino por los pasillos de la universidad hacia mis clases de orientación teatral. No sé en qué estaba pensando cuando decidí sacar un doble título con mención en fotografía y actuación.
Sostengo el bolso y me limito a avanzar, con la vista clavada en el piso. La cabeza me martillea y estoy segura que si abro la boca, nada coherente saldrá de ahí. Mis pensamientos se encuentran lo bastante dispersos como para hilar algo que tenga sentido.

Una vez que el alcohol se escapa de mi cuerpo, las preocupaciones me vuelven a inundar.
Mi abuela no me ha llamado y cuando yo intento llamarla, no habla conmigo más de medio minuto, cosa que me preocupa totalmente y que he tratado de contarle a Boris, pero con sus constantes cambios de humor, se me ha hecho imposible.

La idiota de Boriska me ha estado evitando, y ya me cansé de estar preocupada por ella. Ya no es una niña, pero parece que aun no lo sabe.

A unos cuantos metros de mí se encuentra el salón al cual me dirijo. Mis compañeros se encuentran fuera del él, fumando unos cuantos cigarrillos y riendo con su buen humor. Les sonrío y los saludo antes de ingresar al salón con la cabeza gacha y con un dolor de cabeza que aumenta exponencialmente a medida que los minutos transcurren.

Gruño por lo bajo cuando comienzo  sentir un martilleo constante en mi cabeza, las píldoras que tomé en la mañana no han hecho ningún efecto aun. Suspiro y me encojo en el banco en el cual me he sentado.

Llevo mi mano a mi cabeza y masajeo mis sienes lentamente, con cuidado de no mover mis gafas de lectura, las que disimulan, en cierta medida, las enormes bolsas bajo mis ojos.

— ¿Mala noche? – pregunta un chico con tono burlón.

Abro un ojo y me encuentro con la sonrisa socarrona de Alex junto a mí. El chico acomoda sus cabellos oscuros antes de tomar asiento a mi lado como siempre suele hacerlo.

— No tienes idea – contesto con una pequeña sonrisa asomándose en mis labios.

— Tú aspecto lo dice todo – vuelve a contestar con sorna y una mueca burlona. – pareces que te acaba de arrollar un tren. Luces terrible, Lenny.

— Gracias, siempre sabes que decir para que una chica se sienta bien – ruedo los ojos y lo escucho reír.

— Sabes a lo que me refiero – se burla achinando los ojos oscuros.

— No, no lo sé – le sigo el juego, a pesar de mi deprimente estado.

— Claro que sí – contesta riendo suavemente.

— He dicho que no, Alexander.

— Pues, mi querida Lencie, yo sé que tú sabes lo que te he querido decir.

Lo miro seriamente, el me mira sin torcer el gesto y, finalmente, nos rompemos en carcajadas. Poco me importa el hecho de que mi cabeza esté martillando y taladrando, necesito reír y necesito despejar mi mente.

— Eres un idiota – carcajeo al momento que la clase comienza a ingresar al salón.

— Lo sé, pero así me quieren – contesta encogiéndose de hombros.

Soltando mi última carcajada, me acomodo en el asiento. Estoy un poco más despierta y, aunque las píldoras no hayan hecho efecto aún, no me siento tan mierda como debería sentirme después de tomarme casi una botella de vodka y algo más.

Comienzo a sacar mis apuntes y un lápiz en cuanto Alex continúa soltando frases sin sentido haciéndome reír a mí y a quienes nos rodean, su especialidad siempre ha sido ser un payaso.

— Bien, alumnos – el profesor Martin ingresa al salón. – Buenos días – continúa  hablando y acomodándose en el centro del salón. Junta las manos y echa una mirada a todos los estudiantes, por lo que en respuesta, puedo escuchar más de un suspiro de mis compañeras.

El señor Martin, debe tener aproximadamente unos treinta y algo.  Es alto y delgado, macizo y bien formado. Es el causante de más de un suspiro de mis compañeras, con su cabello castaño oscuro y sus ojos azules como el mar. Él sabe el efecto que tiene sobre las chicas, y, para mi suerte, no estoy dentro de ellas.

Comienza a hablar sobre la producción teatral que impartirá este semestre nuestro grupo de teatro este semestre, nada más y nada menos que Romeo y Julieta. Las chicas suspiran y los chicos se miran con caras burlonas y yo, ruedo los ojos. El profesor se explaya sobre lo que espera lograr con la obra, a donde quiere llegar con ella y cuales serán las clases que se unirán a la causa para que la producción quede perfecta, como él lo quiere.

Apoyo mi codo en la mesa y dejo caer mi barbilla en la palma de mi mano mientras que con mi otra mano comienzo a jugar con un mechón de mi cabello. Tengo sueño y estoy cansada.

— Entonces, así será como el profesor Horan me ayudará tanto en el plano musical como en la obra en sí.

Y es ahí donde creo morir.

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¿Morir? Sí, por favor.

Ahora es cuando desearía estar cavando mi propia tumba, a unos doscientos metros bajo tierra, para que no tenga nunca la oportunidad de salir ni vivir nuevamente una humillación como ésta.

No puedo apartar mi vista del piso. Siento la mirada de Niall clavada en mí mientras que el profesor pone su propuesta sobre la mesa y él, se mantiene apoyado en el escritorio, con los brazos cruzados y una expresión tan serena que jamás pensaría que él sería capaz de humillar a una mujer de la manera en la que él me humilló a mí.

— Es por eso que me gustaría que ustedes dos – el profesor Martin nos señala a Alex y a mí –  estén trabajando con el señor Horan en la música y los ambientes de la obra.

Miro a Alexander, quien parece estar feliz de poder participar más que como un simple tramoya en la obra, mientras que yo quiero hundir mi cabeza en un agujero en el suelo –como los ñandú- y nunca salir de ahí.

Mis mejillas se tiñen de rojo cuando Niall me mira a la espera de mi respuesta. ¡No, no y no! ¡Jamás lo haría!

— ¿Qué dices, Lens? – Inquiere Alex – será divertido – me da un leve empujón con su hombro de manera juguetona.

— Sí, más de lo que crees – murmuro con los dientes más que apretados, sin mirar hacia el rubio que me dejó semidesnuda en una cama.

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— ¡Quítate! – grito, saliendo hecha un desastre del salón de teatro. - ¡Déjame pasar, imbécil! – chillo como una verdadera descerebrada.

Mi ritmo cardíaco está por las nubes y mi dignidad se encuentra en los confines del inframundo. ¿Por qué he dicho que sí? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Qué no he aprendido nada en estos años? ¡Yo puedo decir que no si así lo deseo!

Mi temperatura corporal está más alta de lo normal, mis manos sudan y tiemblan a la misma vez por lo que acabo de aceptar.

¿Cómo es posible que él también vaya a estar ahí? Esto no puede esta pasando, no me puede estar pasando. Ya tengo suficiente con verlo los lunes y viernes. Ahora, además de esos días, tendré que verlo durante los ensayos de la maldita obra y ayudarlo con lo que necesite. ¡¿Por qué a mí?!

Me abro paso entre la multitud de estudiantes entre codazos y manotazos. No soy consiente ni como ni cuando llego hasta las mesas en las que se encuentra Boris y, para mi suerte, está sola.

La saludo con aire nervioso, pero no parece darse cuenta de mi estado de ánimo. Algo anda mal con ella, lo sé. Lo sé porque la conozco mejor de lo que me conozco a mí misma.

— Hey, Boris – logro decir una vez que mis nervios han decido calmarse.

Boris levanta la mirada y me observa con sus ojos grises de los pies a la cabeza, pero no dice nada. Parece estar meditando cada una de mis palabras. ¿Y a ésta que le picó ahora?

— Hey, Lenny llamando a tierra a Boris – chasqueo los dedos delante de sus ojos intentando llamar su atención.

— Maldita sea, ¿quieres dejarme en paz por unos segundos? – espeta con la mirada enfurecida y yo solo parpadeo. Algo no va bien.

— ¿Qué sucede contigo, Boriska? – la reto, sin bajar mi guardia, alzando las cejas y la mirada cuando ella suelta el aire que tenía contenido.

— Quieres parar por un par de segundos – pide nuevamente con gesto cansado.

— ¿A qué te refieres? – parpadeo echándome hacia atrás en la silla.

— No eres mi madre como para que deba rendirte cuentas – contesta bruscamente.

— Lo sé – frunzo el ceño – solo quería saber – ahora soy yo quien contesta con tono serio.

— Es que tú siempre quieres saber, Lencie. Me estás hartando, me está hartando que te comportes como si fueras mí madre solo por el hecho de que jamás tuviste una… mierda.

Mis ojos se llenan de lágrimas al instante que oigo esas palabras salir de la boca de Boris. Abre la boca y se lleva sus manos hacia esta, siendo consiente, por primera vez, de lo que acaba de decir. Acaba de dar en mi fibra sensible, en mi talón de Aquiles y no parece importarle nada más que eso.

Ella sabe el por qué me comporto así, y yo sé porque ella es así. Pero jamás se lo he restregado en la cara.

— Lenny – me llama, pero no contesto. Me quedo en la silla intentando calmar el desastre que se ha formado en mi interior. – Lenny, mírame. Lo siento, no fue mi intención. Es, sólo que… yo…

— Está bien – hablo antes de que prosiga – está todo bien.

Masculla algo entre dientes antes de que tome mis cosas con la intención de marcharme de ahí. A lo lejos veo a Vitoria acercarse con Susanne hacia donde nos encontramos.

— Lencie, lo siento.

— Ya lo has dicho – murmuro tomando mis pertenencias de la mesa.

— ¡Oh, por favor! – Exclama Boris alzando los brazos - ¡No hagas un numerito, Lens! – me advierte con tono serio y una mirada fulminante.

— ¿Numerito? ¿Qué no haga un numerito? – repito con voz cada vez más chillona – pero si me lo pide la chica sacada de masacre en Texas, la que no es capaz de ver que me preocupa porque eres, prácticamente, la única familia que tengo – alzo la voz y ella parpadea, quienes nos rodean, de pronto se han quedado en silencio.

— Te estás comportando como una imbécil.

— Serás tú la imbécil – entrecierro los ojos.

— ¿Qué miran todos? ¿Se les perdió algo? – De pronto Boris se levanta y deja caer sus manos sobre la mesa – Detente. – me dice como si yo fuese la que empezó con toda esta mierda.

— Por favor – suspiro con sarcasmo, ruedo los ojos y suelto el aire contenido – yo no soy la que está armando un numerito, Boris. – Observo como sus nudillos se vuelven blancos – tampoco soy la que se cabreó de la otra, a pesar de toda la mierda que sobrellevamos juntas. – el tono de mi voz comienza a elevarse y el nudo en mi garganta a acrecentarse.

— Lencie – vuelve a repetir a modo de advertencia.

La carbonizo con la mirada. Me importa una reverenda mierda que Susanne y Vitoria nos estén mirando como si estuviésemos a punto de desatar una pelea en medio del campus, que los idiotas se hayan callado y que nos estén mirando expectantes para que la pelea comience. Quiero dejar en claro las cosas con Boris y si debo hacer un escándalo, lo haré sin dudar.

Boris y yo estamos separadas por la mesa que se encuentra en el medio. En cualquier momento saltaré encima de ella y comenzaré a golpearla para que entienda toda  mi frustración. No es nada nuevo, no es nada que no hayamos echo antes. Pero tampoco nos sentimos orgullosas de arreglar las cosas a golpes, pero a veces, es la única manera en la que las cosas nos entran en la cabeza.

— Creo que es hora de que ustedes dos se separen – logro escuchar una voz masculina a lo lejos.

Ambas, Boris y yo, volteamos la cabeza para encontrarnos con Brasil y con Zayn acercándose a nosotras. Frunzo los labios y el entrecejo antes de darme cuenta que es lo que va a pasar.

— ¡Bajame! – grito golpeando la enorme espalda de Brasil.

— Lo siento, pequeña. Pero no lo haré hasta que las cosas se calmen.

— Bájame ahora – apretó los dientes y percibo como, poco a poco, la sangre se mueve hacia mi cabeza.

— Lo siento, pero no. Ahora tú y yo vamos a alejarnos de Boris y vamos a calmarnos – murmura como si fuese una especie de retrasada mental.

— Ten en cuenta que cuando mis pies toquen el suelo, no te salvarás de mí – amenazo golpeando su espalda.

— No sabía que las vegetarianas eran tan enérgicas – ríe entre dientes.

— Que no coma carne no significa que no tenga fuerzas – golpeo nuevamente su espalda. Consiente del espectáculo que ambos estamos dando mientras él se aleja de una muy enfadada Boris, quien golpea con la misma intensidad que yo, a Zayn. Salvo que ella, si da pelea ante la situación.

Estoy cansada, cabeza abajo, molesta y dolida por lo que acaba de decirme. He sido avergonzada, humillada y ahora estoy dolida. ¿Qué más se puede pedir?

— Señor Brasil.

Mierda, veo sus zapatos. ¡Joder, no!

Brasil se voltea rápidamente y con el movimiento logra que me dé un mareo. Me sujeto a su espalda y siento como mi sangre se mueve con mayor rapidez a msi mejillas en cuanto Niall comienza a hablar nuevamente con Brasil. Comienzo a patalear aun más fuerte, quiero salir corriendo de ahí.

— Me podría explicar – murmura pensativo – ¿qué es lo que hace con una estudiante sobre su hombro?

Si antes estaba molesta, ahora estoy por matar a alguien.  ¿Por qué no puedo desaparecer simplemente? la existencia de todos sería más fácil.

Brasil le explica vagamente que es lo que acaba de evitar, mientras deja que mis pies toquen el suelo en cuanto el profesor Horan se lo pide. Acomodo mis ropas sin mirarlo y el sigue escuchando atentamente al muchacho. Cuando le da la despedida y me dispongo a correr lo más rápido que puedo de ahí, él me detiene.

— Señorita Tisdale – me llama y me encojo sobre mí misma antes de voltearme. – Venga a mi oficina, por favor.

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Tiemblo. Tiemblo como una maldita hoja de papel ante la mirada de Niall clavada en mí. No me quiero mover, no quiero decir nada ni hacer nada mientras que él se apoya en su escritorio y sube su mano hacia su barbilla, analizando la situación, aparentemente.

Me siento como una niña de cinco años que está a punto de ser regañada por su madre, bueno, pero peor.

— ¿Estás bien? – su pregunta me desconcierta, y me hace mirarlo directamente a los ojos.

Sinceramente no. No lo estoy.

Da un paso hacia mí e instintivamente retrocedo. Esto no puede pasar a nada más, nada más de lo que casi pasó y que, gracias a Dios, no llegó a nada más.

Niall estira su brazo tomando mi muñeca rápidamente. Mantengo mi ceño fruncido y mis labios apretados en un intento de descifrar que es lo que está haciendo, pero cuando sus brazos me rodean me doy cuenta de que es muy tarde para tratar de huir.

Mis hormonas alteradas comienzan a moverse, cada terminación nerviosa de mi cuerpo se activa y mis pensamientos se disipan de mi cabeza cuando sus labios hacen un suave contacto con los míos. No soy consiente de nada más, salvo de sus labios sobre los míos.

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¿Qué mierda hice? ¿Qué está mal conmigo?

Corro con respiraciones irregulares fuera de los pasillos de la universidad hacia los estudios de baile y danza, el único lugar que puede estar vacío en estos momentos. No quiero que nadie me vea en este estado y tampoco me pienso arriesgar a llegar a casa para toparme con Boris.  De eso ni hablar.

Corro a todo lo que dan mis pies hacia el lugar que parece estar vacío. Las clases de danza no comienzan hasta las cinco de la tarde y apenas son las tres. Abro las enormes puertas y entro al primer estudio que veo. Cierro la puerta tras de mí, cierro mis ojos y me dejo caer lentamente hacia el suelo, apoyada en la pared.

El pitido en mis oídos va desapareciendo rápidamente y una música, que parece hip-hop, va tomando su lugar. Abro los ojos al segundo en el que la música se detiene y un par de ojos me contemplan con frialdad.

Jesús, hay una Barbie en la zona.

— Lo siento, muñeca – me obligo a decir – no sabia que estaba ocupado.

Posa sus manos en las caderas y por primera vez, la reconozco. Tatiane me observa sin decir nada, su ceño permanece fruncido y su rostro inexpresivo.

— ¿No deberías estar en clases? – me pregunta de manera directa y yo solo me encojo de hombros.

— Supongo que estoy acá por la misma razón que tú – explico más calmada.

Asiente con la cabeza y no dice nada más. Tampoco pregunto nada más. Permanece en silencio hasta que se acerca para sentarse junto a mí, no me molesta su compañía y, al parecer, a ella no le molesta la mía.

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