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~Moon~ {Capítulo Nueve}
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
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~Moon~ {Capítulo Nueve}
Nombre: Saga Amore Amore: Moon
Autor: J.M Adams
Adaptación: No
Género: Drama, romance, Hot, misterio, suspenso...
Advertencias: Escenas subidas de todo y palabras vulgares.
Otras páginas: No
Hola a todos! Me llamo Jocelyne, pero me llaman Joe o Jocy. Bueno, esta es una novela un poco de misterio y para descubrir el Clan que esconden los chicos de Niall y el mismo, vais a tener que utilizar vuestras maravillosas mentes :) Voy a ir dando pistas a medida de la novela y bueno, QUE QUIERO VER MUCHOS COMENTARIOS DE VOSOTRAS POR LO MENOS AUNQUE NO OS GUSTE
Autor: J.M Adams
Adaptación: No
Género: Drama, romance, Hot, misterio, suspenso...
Advertencias: Escenas subidas de todo y palabras vulgares.
Otras páginas: No
MOON
◆ Prólogo ◆
—Mantente alejada de ellos, Riley —me dice Avalon, meneando la cabeza con brusquedad—. Es un juego en el que no puedes meterte.
—Yo sólo quiero encontrar a Charlotte y llevarla conmigo a casa —replico, sintiéndome helada por dentro.
—No lo comprendes, ¿verdad? Ya no te pertenece. Una vez que entra, es propiedad de Niall y los suyos. No puedes hacer nada —niega con la cabeza otra vez, y me mira con ojeras.
—En ese caso, seré una de ellos. Estoy decidida a hacer lo que sea por ella. Me da igual el precio que...
—¡No! —me interrumpe, con su mata de pelo blanco sobre la frente—. Olvídala. En esa luna nueva, huye lejos. Corre. Escondete pero nunca mires atrás. Ellos huelen tu miedo. Ellos pueden encontrarte...
Trago saliva, sin entender nada de lo que me dice. La carta de los lobos sigue en mi mano, tambaleándose de maneta violenta, cuando ella se pone en pie y mete algo en mi bolsillo.
—Corre.
Entonces escucho sus pasos, rápidos y peligrosos que se acercan hacia la casa de Avalon. Mi corazón da un vuelco y corro, sin fijarme en las siluetas que me persiguen.
—Yo sólo quiero encontrar a Charlotte y llevarla conmigo a casa —replico, sintiéndome helada por dentro.
—No lo comprendes, ¿verdad? Ya no te pertenece. Una vez que entra, es propiedad de Niall y los suyos. No puedes hacer nada —niega con la cabeza otra vez, y me mira con ojeras.
—En ese caso, seré una de ellos. Estoy decidida a hacer lo que sea por ella. Me da igual el precio que...
—¡No! —me interrumpe, con su mata de pelo blanco sobre la frente—. Olvídala. En esa luna nueva, huye lejos. Corre. Escondete pero nunca mires atrás. Ellos huelen tu miedo. Ellos pueden encontrarte...
Trago saliva, sin entender nada de lo que me dice. La carta de los lobos sigue en mi mano, tambaleándose de maneta violenta, cuando ella se pone en pie y mete algo en mi bolsillo.
—Corre.
Entonces escucho sus pasos, rápidos y peligrosos que se acercan hacia la casa de Avalon. Mi corazón da un vuelco y corro, sin fijarme en las siluetas que me persiguen.
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Hola a todos! Me llamo Jocelyne, pero me llaman Joe o Jocy. Bueno, esta es una novela un poco de misterio y para descubrir el Clan que esconden los chicos de Niall y el mismo, vais a tener que utilizar vuestras maravillosas mentes :) Voy a ir dando pistas a medida de la novela y bueno, QUE QUIERO VER MUCHOS COMENTARIOS DE VOSOTRAS POR LO MENOS AUNQUE NO OS GUSTE
Última edición por JocelyneAdams el Sáb 10 Ago 2013, 4:46 pm, editado 6 veces
Jockie.
Re: ~Moon~ {Capítulo Nueve}
CAPÍTULO UNO
http://25.media.tumblr.com/e1c0de4cec3123086ec6b31554d7bf54/tumblr_mp3mfrO9Os1rt3nc4o1_400.gif
Frío. Lluvía. Gente. Movimiento. Cansancio. Eso es lo que me llena la mente, de una manera desordenada mientras la música golpea el aire intoxicado de alcohol. Estoy embriagada. Tal vez, demasiado sorprendida por toda la gente que se agrupa en la pista se baile de colores. Quizás, repleta del dolor que araña las plantas de mis pies. Me obligo a sentarme en la barra, con aquel vestido tan sumamente ajustado y tan molestamente corto que, no puedo evitar recibir miradas de adolescentes de la pista. Que el barman, de unos veinticinco años, no me pare de invitar a copas que yo, no toco y dejo que se acumulen en la barra.
Y todo esto, me puede superar. Porque yo no soy una fiestera. Porque yo no soy de las que beben. Porque simplemente, soy una joven universitaria de veintiún años la cual, no quiere salir de fiesta pero se ha visto sometida a un chantaje. Un gran chantaje producido por la chica de pelo castaño y piel oscura con ojos verdes que baila pegada a un chico que probablemente no conozca. Y ella, por lástima, es mi mejor amiga. La culpable de que lleve éste horrendo vestido sacado de su armario, de que me haya maquillado, de ser el blanco de millones de hombres ebrios y la culpable de que, suspenda mi examen de mañana.
Las luces neónicas iluminan la pista, entremezclándose con la niebla artificial y la música de discoteca. Jugueteo con el bolso de mano dorado, una imitación de Praga. Lo abro y lo cierro, repitiendo el acto tantas veces como mi impaciencia me lo permite. Y es que, a estas horas, tendría que estar estudiando mi global de Filosofia. No aburriéndome en la barra de una discoteca mientras Charlotte liga con un tipo que solo la quiere de un polvo de una sola noche. Y lo sé porque soy capaz de estudiar su rostro y sus ojos. Me muerdo el labio con fuerza y me apoyo en la barra, cerrando los ojos.
Las palmas las siento frias y entumecidas y el corazón en la cabeza, desbocado aunque no haya tomado ni un solo trago. Debería de ponerme en pie, salir de la discoteca y pedir un taxi aunque, supongo que a estas horas ningún taxi de Manhattan me llevará a la universidad. Me dedico a suspirar derrotada.
— ¿Estas bien, preciosa? —me pregunta una voz masculina, a mi espalda.
Me siento sobresaltada y me giro, balanceándome en el taburete. Y puedo notar como mi respiración se me congela por unos instantes y mis ojos se llenan de sorpresa. Y no sé si es por el simple hecho de que aquel chico me ha dado un susto de muerte o, por el impresionante atractivo que tiene. Pero no me dejo intimidar. Ni sorprender. No contesto. Le ignoro y regreso la vista a la barra y las doce copas de cristal llenas y colocadas en un círculo.
Me intento concentrar en la aceituna que se tambalea en la copa con forma de triángulo que contiene un líquido de color oro verdoso, con burbujas flotando por el espacio de color. O en el vaso de cubo que contiene el culo del baso repleto de lo que debería de ser vodka y una rodaja de limón fina que se sostiene del borde. Pero no llego a mantener la concentración en su mejor estado, ya que la voz del chico sigue llamándome y de mi mente no se llega a eliminar su rostro y figura.
Deseo que Charlotte decida rendirse y regresar a mi lado. Que me diga que se siente agotada y que es tarde pero eso sería imposible. Impropio de Charlotte Brown.
— Parece que tu amiga se está divirtiendo mucho —comenta el chico a mi lado.
Su aliento es frío y roza con firmeza mi lóbulo, provocándome oleadas de escalofrios que recorren mi piel y me erizan los pelos de la nuca. El chico se ha sentado a mi lado, con sus largas piernas firmes y sus cabellos revueltos de una manera que cualquier chica hubiera visto sexy pero que yo, simplememte veo atractiva .
Sigo su mirada, de un tono que no sabría definir ya que las luces de la discoteca no me dejan definir. Y allí se encuentra mi mejor amiga, bailando demasiado pegada con un chico dos años mayor que nosotras. Es alto, con cabellos rubios y mandíbula cuadrada. Ella le sonríe y supongo que, me tocará esta noche ir sola a la Universidad para después, recibir lo que sería la Rutina de Charlotte , que consistirá en llamar al chico. Intentar quedar. Darse cuenta que es un jodido cabrón y ver maratón de películas antigüas mientras engulle kilos y kilos de tarrinas de helado de fresa. Y yo, consolarla. Escuchar los defectos del chico, sus tontas quedadas y las ilusiones destrozadas . Comprar cajas de pañuelos cada dos horas en la tienda que está a dos calles más abajo de mi apartamento, helado en el supermercado del centro y alquilar películas malas y en negro y blanco. Maratones de drama, tipo serie B por las tardes y sacar la manta de punto de diferentes tonos violáceos que suelo sacar cuando Charlotte esta deprimida.
Para después, no poder decir te lo dije y volver a salir dos semanas después a la misma discoteca para luego reiniciar aquella rutina. Pestañeo y desvió la vista, sintiéndome con los ojos llorosos por las luces.
— Me llamo Niall —se presenta el chico, aunque yo no le haya preguntado el nombre—. ¿Y tú?
No le presto atención. No me interesa nada de él. Siento que la música está apunto de hacer que los altavoces estallen y mi cabeza asique, me pongo en pie. Los tacones de diez centímetros de color dorados me hacen tambalearme, ya que no estoy acostumbrada a llevar semejantes máquinas de tortura. No veo a Charlotte.
— ¿Ya te vas? —me pregunta el chico, poniéndose en pie a mi lado.
Es alto ahora que me doy cuenta y es la típica mezcla Príncipe Azul de Disney y Chico Rebelde sin Causa que le encantaría a Charlotte. Le esquivo, buscando con la mirada a mi mejor amiga. La gente sigue en la pista y, juraría que hay más personas que antes. Me hago paso entre personas, brazos, piernas y codos. Puedo sentir el dulce hormigueo de sus pieles desnudas y la música tecno lo suficientemente alta como para dejarme sorda si me aproximo demasiado a los altavoces.
Y siento la sensación y el deber de llamar a Charlotte, aunque sé que ella no me podrá escuchar pero, me preocupa que haya desaparecido. Como si la niebla artificial y teñida por las luces de la discoteca la hubieran absorvido y no hubieran dejado ningún rastro de ella. Me inclinó hacía un lado, poniéndome en puntillas y estirando el cuello. Intentando localizarla entre esta masa en movimiento. Y puedo imaginarme el bochornoso aspecto que doy. Me abro sitio hacia los baños, intentando no tropezar con algo e ignorando miradas de chicos. Me apoyo en la pared, con las plantas de los pies rojas y regañándome por haberme dejado chantajear por mi amiga.
Acomodo mi melena de color cobre con mechas rubias naturales en el hombro desnudo, dejando que caíga por encima de mi pecho izquierdo. Siento el calor en las sienes, líquido y resvaladizo, pegándome el cabello a la nuca. Me siento frustrada y con la cabeza llena de dolor. Mis oidos se taponan y no me doy cuenta de la presencia que se ha serpenteado a mi lado hasta que, siento su cálido aliento en mi mejilla y su voz en mi cabeza.
— Tu amiga, se ha ido —me anuncia.
Me encuentro en la calle, con el frío mordiendo mis piernas y los pies entumecidos. Las farolas parpadean, fallando en ocasiones y dejándome en una oscuridad que no llega más allá que la siguiente farola. Las calles estan desoladas salvo por aquella figura alta y que cojea que soy yo. Yo acompañada por un enorme dolor de pies, el cabello humedo y los ladridos de perros de los chalets.
No he conseguido un taxi y, no me ha quedado otra opción que andar los diez kilómetros de distancia entre la discoteca de Manhattan y la Universidad de Nueva York. Las hojas del otoño estan esparcidas por el suelo, en tonos cobres, dorados, marrones y rojos que me recuerdan a una puesta de Sol. Las decoraciones de Halloween estan ya presentes en las casas y los restaurantes. Las calabazas naranjas, con sonrisas recortadas con una navaja, ojos en forma de triángulo y velas metidas en su interior estan colocadas en hileras, en los jardines y en forma de pegatinas; las fantasmas con sábanas blancas y grilletes, con una bola de cañón colgante; las brujas de pelo negro, piel verde y narices ganchudas con verrujas, montadas en escobas de madera, con gatos negros con ojos de color amarillo. Y es que, eso es Halloween. Comercio.
Atravieso la calle, cruzando sin mirar mientras de mi boca se escapan volutas de vaho blancas. Puedo sentir mis ojos llorosos por la humedad y decido, después de unos segundos que lo mejor será dormir en el apartamento o en la casa de mi madre, que se encuentra a una manzana. Consulto mi reloj de pulsera, y me doy cuenta de que son las dos de la mañana. Me encamino hacia la casa de mi madre, atravesando el barrio en el que crecí, que se encuentra en Brooklyn.
Puedo ver, que ella todavía no ha decorado la casa. Que su casa parece descuadrar con todos aquellos decorados de monstruos de Halloween y sé que, lo más probable es que se haya olvidado y tenga que ayudarla. Entro en el jardín. Siento la hierba húmeda bajo mis pies, con las puntas finas cosquilleando la piel. Me acerco a la puerta principal, de color blanca y con el número 13 y me agacho, levantando el felpudo en el que se puede leer Welcome . Saco la llave de color plateada, que puede abrir la puerta principal.
Sé que mi madre estará durmiendo a estas horas y que, mi padrastro, Jeremiah estará con ella. Introduzco la llave en la cerradura y la giro, abriendo los cerrojos. Entro, con los tacones en una mano y el bolso en la otra. Me recibe ese familiar olor a magdalenas y madera de caoba. De los ganchos de la entrada cuelgan llaves y, hay una larga hilera de fotos y abrigos. Ando de puntillas, recordando esos días en los que todavía era una adolescente de dieciseis años y salia hasta tarde.
En los momentos en los que no me quedaba otro remedio que entrar de puntillas en casa y esperar a que mi madre no se diera cuenta de mi salida. Como que nunca pasaba. Todo está más o menos como lo recuerdo. Las paredes pintadas de un tono naranja crema y las fotos de vacaciones y cumpleaños inundando las paredes. El dulce olor a canela y repostería que tiene cada rincón de la casa. Encuentro la luz de la cocina encendida, de un tono dorado. Escucho el sonido del zumbido del horno resonar y el corazón se me encoge y el estómago me gruñe con fuerza.
Asomo la cabeza, sintiéndome una completa intrusa y chismosa aunque esta era en la casa donde crecí y mi madre la mujer que me crió durante estos últimos veinte años. Encuentro a mi madre, de espaldas. Con ese delantal de cuadros rosas y blancos que me recuerda a un mantel de picnic y esos pantalones de pijama largos de color amarillo. Ese cabello del mismo tono que el mio, recogido en una coleta de caballo, salpicado por canas plateadas.
Sus manos trabajan en una masa blanda y de color crema y puedo advertir desde aquí las salpicaduras de harina en su piel.
— Hola Riley —me saluda, provocando que dé un respingo.
— ¿Sabias qué estaba aquí? —pregunto, acercándome a ella.
Ella me mira por encima de su hombro, regalándome una sonrisa acusadora. Sus ojos tienen el mismo color que el azul del mar en la noche, cosa que yo no tuve el placer de heredar.
— Claramente —contesta, regresando su atención a la masa.
Me siento diminuta, aunque yo le saque a mi madre una cabeza y muchos centímetros de más.
— ¿Cómo? —cuestiono, dejando los tacones en la entrada de la cocina.
— Telepatía —me mira y suelta una carcajada ante mi cara de desconcierto—. Te he visto entrar en el jardín y he oido como abrias la puerta —se encoge de hombros—. Si intentas sorprenderme Riley Eleanor O'Donell, intenta trabajarlo más.
La sonrio, y tomo asiento.
— ¿Y cuál es la razón para que me deslumbres con tu presencia, jovencita? —me pregunta, metiendo la bandeja en el horno.
— Bueno pregunta —la sonrio—. Quería visitarte, mama.
Mi madre se limpia las manos en el delantal, dejando trazados blancos.
— Oh cielo, eso no te lo puedes creer ni tú —me dice, tomando asiento.
Pongo los ojos en blanco, con mis labios curvados en una sonrisa.
— De acuerdo. Fuí con Charlotte a una discoteca y bueno, ella se fue sin mi. Había conocido a un chico y se marchó sin avisar asique decidí ir a casa pero, a la una de la mañana no hay taxis disponibles y decidí venir a casa andando porque, la residencia esta muy lejos y el apartamento también —hago una mueca—. ¿Podría dormir esta noche?
Mi madre entrecierra los ojos, provocando que envidie esos ojos rodeados por largas pestañas y de un tono marino que, comparado con mis ojos mieles son preciosos.
— Claro que sí, cariño —coloca un mechón de cabello detrás de su oreja—. Está casa siempre tendrá las puertas abiertas para ti.
Asiento, algo mareada.
— ¿Quieres ir a dormir?
Asiento una vez más y me pongo en pie. Le doy un beso en la mejilla, murmurando un buenas noches ronco y subiendo las escaleras, donde se encuentra mi cuarto. Y entro. Y veo que todo está como lo dejé, salvo las sábanas de color multicolores que han sido sustituidas por unas de un color verde. Me meto en el baño, deshaciéndome del maquillaje de mi cara y del vestido corto que me está matando. Acabo en ropa interior, con aquel sujetador de color azul cielo y esas braguitas a juego que me hacen sentirme infantil. Me recogo el cabello y me marcho a la cama. Siento las sábanas frías junto a mi piel. Acabo dormida.
Y todo esto, me puede superar. Porque yo no soy una fiestera. Porque yo no soy de las que beben. Porque simplemente, soy una joven universitaria de veintiún años la cual, no quiere salir de fiesta pero se ha visto sometida a un chantaje. Un gran chantaje producido por la chica de pelo castaño y piel oscura con ojos verdes que baila pegada a un chico que probablemente no conozca. Y ella, por lástima, es mi mejor amiga. La culpable de que lleve éste horrendo vestido sacado de su armario, de que me haya maquillado, de ser el blanco de millones de hombres ebrios y la culpable de que, suspenda mi examen de mañana.
Las luces neónicas iluminan la pista, entremezclándose con la niebla artificial y la música de discoteca. Jugueteo con el bolso de mano dorado, una imitación de Praga. Lo abro y lo cierro, repitiendo el acto tantas veces como mi impaciencia me lo permite. Y es que, a estas horas, tendría que estar estudiando mi global de Filosofia. No aburriéndome en la barra de una discoteca mientras Charlotte liga con un tipo que solo la quiere de un polvo de una sola noche. Y lo sé porque soy capaz de estudiar su rostro y sus ojos. Me muerdo el labio con fuerza y me apoyo en la barra, cerrando los ojos.
Las palmas las siento frias y entumecidas y el corazón en la cabeza, desbocado aunque no haya tomado ni un solo trago. Debería de ponerme en pie, salir de la discoteca y pedir un taxi aunque, supongo que a estas horas ningún taxi de Manhattan me llevará a la universidad. Me dedico a suspirar derrotada.
— ¿Estas bien, preciosa? —me pregunta una voz masculina, a mi espalda.
Me siento sobresaltada y me giro, balanceándome en el taburete. Y puedo notar como mi respiración se me congela por unos instantes y mis ojos se llenan de sorpresa. Y no sé si es por el simple hecho de que aquel chico me ha dado un susto de muerte o, por el impresionante atractivo que tiene. Pero no me dejo intimidar. Ni sorprender. No contesto. Le ignoro y regreso la vista a la barra y las doce copas de cristal llenas y colocadas en un círculo.
Me intento concentrar en la aceituna que se tambalea en la copa con forma de triángulo que contiene un líquido de color oro verdoso, con burbujas flotando por el espacio de color. O en el vaso de cubo que contiene el culo del baso repleto de lo que debería de ser vodka y una rodaja de limón fina que se sostiene del borde. Pero no llego a mantener la concentración en su mejor estado, ya que la voz del chico sigue llamándome y de mi mente no se llega a eliminar su rostro y figura.
Deseo que Charlotte decida rendirse y regresar a mi lado. Que me diga que se siente agotada y que es tarde pero eso sería imposible. Impropio de Charlotte Brown.
— Parece que tu amiga se está divirtiendo mucho —comenta el chico a mi lado.
Su aliento es frío y roza con firmeza mi lóbulo, provocándome oleadas de escalofrios que recorren mi piel y me erizan los pelos de la nuca. El chico se ha sentado a mi lado, con sus largas piernas firmes y sus cabellos revueltos de una manera que cualquier chica hubiera visto sexy pero que yo, simplememte veo atractiva .
Sigo su mirada, de un tono que no sabría definir ya que las luces de la discoteca no me dejan definir. Y allí se encuentra mi mejor amiga, bailando demasiado pegada con un chico dos años mayor que nosotras. Es alto, con cabellos rubios y mandíbula cuadrada. Ella le sonríe y supongo que, me tocará esta noche ir sola a la Universidad para después, recibir lo que sería la Rutina de Charlotte , que consistirá en llamar al chico. Intentar quedar. Darse cuenta que es un jodido cabrón y ver maratón de películas antigüas mientras engulle kilos y kilos de tarrinas de helado de fresa. Y yo, consolarla. Escuchar los defectos del chico, sus tontas quedadas y las ilusiones destrozadas . Comprar cajas de pañuelos cada dos horas en la tienda que está a dos calles más abajo de mi apartamento, helado en el supermercado del centro y alquilar películas malas y en negro y blanco. Maratones de drama, tipo serie B por las tardes y sacar la manta de punto de diferentes tonos violáceos que suelo sacar cuando Charlotte esta deprimida.
Para después, no poder decir te lo dije y volver a salir dos semanas después a la misma discoteca para luego reiniciar aquella rutina. Pestañeo y desvió la vista, sintiéndome con los ojos llorosos por las luces.
— Me llamo Niall —se presenta el chico, aunque yo no le haya preguntado el nombre—. ¿Y tú?
No le presto atención. No me interesa nada de él. Siento que la música está apunto de hacer que los altavoces estallen y mi cabeza asique, me pongo en pie. Los tacones de diez centímetros de color dorados me hacen tambalearme, ya que no estoy acostumbrada a llevar semejantes máquinas de tortura. No veo a Charlotte.
— ¿Ya te vas? —me pregunta el chico, poniéndose en pie a mi lado.
Es alto ahora que me doy cuenta y es la típica mezcla Príncipe Azul de Disney y Chico Rebelde sin Causa que le encantaría a Charlotte. Le esquivo, buscando con la mirada a mi mejor amiga. La gente sigue en la pista y, juraría que hay más personas que antes. Me hago paso entre personas, brazos, piernas y codos. Puedo sentir el dulce hormigueo de sus pieles desnudas y la música tecno lo suficientemente alta como para dejarme sorda si me aproximo demasiado a los altavoces.
Y siento la sensación y el deber de llamar a Charlotte, aunque sé que ella no me podrá escuchar pero, me preocupa que haya desaparecido. Como si la niebla artificial y teñida por las luces de la discoteca la hubieran absorvido y no hubieran dejado ningún rastro de ella. Me inclinó hacía un lado, poniéndome en puntillas y estirando el cuello. Intentando localizarla entre esta masa en movimiento. Y puedo imaginarme el bochornoso aspecto que doy. Me abro sitio hacia los baños, intentando no tropezar con algo e ignorando miradas de chicos. Me apoyo en la pared, con las plantas de los pies rojas y regañándome por haberme dejado chantajear por mi amiga.
Acomodo mi melena de color cobre con mechas rubias naturales en el hombro desnudo, dejando que caíga por encima de mi pecho izquierdo. Siento el calor en las sienes, líquido y resvaladizo, pegándome el cabello a la nuca. Me siento frustrada y con la cabeza llena de dolor. Mis oidos se taponan y no me doy cuenta de la presencia que se ha serpenteado a mi lado hasta que, siento su cálido aliento en mi mejilla y su voz en mi cabeza.
— Tu amiga, se ha ido —me anuncia.
~Amore Amore Moon~
Me encuentro en la calle, con el frío mordiendo mis piernas y los pies entumecidos. Las farolas parpadean, fallando en ocasiones y dejándome en una oscuridad que no llega más allá que la siguiente farola. Las calles estan desoladas salvo por aquella figura alta y que cojea que soy yo. Yo acompañada por un enorme dolor de pies, el cabello humedo y los ladridos de perros de los chalets.
No he conseguido un taxi y, no me ha quedado otra opción que andar los diez kilómetros de distancia entre la discoteca de Manhattan y la Universidad de Nueva York. Las hojas del otoño estan esparcidas por el suelo, en tonos cobres, dorados, marrones y rojos que me recuerdan a una puesta de Sol. Las decoraciones de Halloween estan ya presentes en las casas y los restaurantes. Las calabazas naranjas, con sonrisas recortadas con una navaja, ojos en forma de triángulo y velas metidas en su interior estan colocadas en hileras, en los jardines y en forma de pegatinas; las fantasmas con sábanas blancas y grilletes, con una bola de cañón colgante; las brujas de pelo negro, piel verde y narices ganchudas con verrujas, montadas en escobas de madera, con gatos negros con ojos de color amarillo. Y es que, eso es Halloween. Comercio.
Atravieso la calle, cruzando sin mirar mientras de mi boca se escapan volutas de vaho blancas. Puedo sentir mis ojos llorosos por la humedad y decido, después de unos segundos que lo mejor será dormir en el apartamento o en la casa de mi madre, que se encuentra a una manzana. Consulto mi reloj de pulsera, y me doy cuenta de que son las dos de la mañana. Me encamino hacia la casa de mi madre, atravesando el barrio en el que crecí, que se encuentra en Brooklyn.
Puedo ver, que ella todavía no ha decorado la casa. Que su casa parece descuadrar con todos aquellos decorados de monstruos de Halloween y sé que, lo más probable es que se haya olvidado y tenga que ayudarla. Entro en el jardín. Siento la hierba húmeda bajo mis pies, con las puntas finas cosquilleando la piel. Me acerco a la puerta principal, de color blanca y con el número 13 y me agacho, levantando el felpudo en el que se puede leer Welcome . Saco la llave de color plateada, que puede abrir la puerta principal.
Sé que mi madre estará durmiendo a estas horas y que, mi padrastro, Jeremiah estará con ella. Introduzco la llave en la cerradura y la giro, abriendo los cerrojos. Entro, con los tacones en una mano y el bolso en la otra. Me recibe ese familiar olor a magdalenas y madera de caoba. De los ganchos de la entrada cuelgan llaves y, hay una larga hilera de fotos y abrigos. Ando de puntillas, recordando esos días en los que todavía era una adolescente de dieciseis años y salia hasta tarde.
En los momentos en los que no me quedaba otro remedio que entrar de puntillas en casa y esperar a que mi madre no se diera cuenta de mi salida. Como que nunca pasaba. Todo está más o menos como lo recuerdo. Las paredes pintadas de un tono naranja crema y las fotos de vacaciones y cumpleaños inundando las paredes. El dulce olor a canela y repostería que tiene cada rincón de la casa. Encuentro la luz de la cocina encendida, de un tono dorado. Escucho el sonido del zumbido del horno resonar y el corazón se me encoge y el estómago me gruñe con fuerza.
Asomo la cabeza, sintiéndome una completa intrusa y chismosa aunque esta era en la casa donde crecí y mi madre la mujer que me crió durante estos últimos veinte años. Encuentro a mi madre, de espaldas. Con ese delantal de cuadros rosas y blancos que me recuerda a un mantel de picnic y esos pantalones de pijama largos de color amarillo. Ese cabello del mismo tono que el mio, recogido en una coleta de caballo, salpicado por canas plateadas.
Sus manos trabajan en una masa blanda y de color crema y puedo advertir desde aquí las salpicaduras de harina en su piel.
— Hola Riley —me saluda, provocando que dé un respingo.
— ¿Sabias qué estaba aquí? —pregunto, acercándome a ella.
Ella me mira por encima de su hombro, regalándome una sonrisa acusadora. Sus ojos tienen el mismo color que el azul del mar en la noche, cosa que yo no tuve el placer de heredar.
— Claramente —contesta, regresando su atención a la masa.
Me siento diminuta, aunque yo le saque a mi madre una cabeza y muchos centímetros de más.
— ¿Cómo? —cuestiono, dejando los tacones en la entrada de la cocina.
— Telepatía —me mira y suelta una carcajada ante mi cara de desconcierto—. Te he visto entrar en el jardín y he oido como abrias la puerta —se encoge de hombros—. Si intentas sorprenderme Riley Eleanor O'Donell, intenta trabajarlo más.
La sonrio, y tomo asiento.
— ¿Y cuál es la razón para que me deslumbres con tu presencia, jovencita? —me pregunta, metiendo la bandeja en el horno.
— Bueno pregunta —la sonrio—. Quería visitarte, mama.
Mi madre se limpia las manos en el delantal, dejando trazados blancos.
— Oh cielo, eso no te lo puedes creer ni tú —me dice, tomando asiento.
Pongo los ojos en blanco, con mis labios curvados en una sonrisa.
— De acuerdo. Fuí con Charlotte a una discoteca y bueno, ella se fue sin mi. Había conocido a un chico y se marchó sin avisar asique decidí ir a casa pero, a la una de la mañana no hay taxis disponibles y decidí venir a casa andando porque, la residencia esta muy lejos y el apartamento también —hago una mueca—. ¿Podría dormir esta noche?
Mi madre entrecierra los ojos, provocando que envidie esos ojos rodeados por largas pestañas y de un tono marino que, comparado con mis ojos mieles son preciosos.
— Claro que sí, cariño —coloca un mechón de cabello detrás de su oreja—. Está casa siempre tendrá las puertas abiertas para ti.
Asiento, algo mareada.
— ¿Quieres ir a dormir?
Asiento una vez más y me pongo en pie. Le doy un beso en la mejilla, murmurando un buenas noches ronco y subiendo las escaleras, donde se encuentra mi cuarto. Y entro. Y veo que todo está como lo dejé, salvo las sábanas de color multicolores que han sido sustituidas por unas de un color verde. Me meto en el baño, deshaciéndome del maquillaje de mi cara y del vestido corto que me está matando. Acabo en ropa interior, con aquel sujetador de color azul cielo y esas braguitas a juego que me hacen sentirme infantil. Me recogo el cabello y me marcho a la cama. Siento las sábanas frías junto a mi piel. Acabo dormida.
Jockie.
Re: ~Moon~ {Capítulo Nueve}
YOOOO AMOOO TU NOVEEE esta genial tienes que seguirla Primer y fiel lectora baby si necesitas chica para Liam dimee !!!
P.D: síguela me llamo Andy
P.D: síguela me llamo Andy
andylovatic
Re: ~Moon~ {Capítulo Nueve}
Hola Hermosa:3 Me alegro que ames mi novela! No creo necesitar chicas pero por ser la primera (hago excepcion por ti) puedes estar con Leeyum.
Jockie.
Re: ~Moon~ {Capítulo Nueve}
CAPÍTULO DOS
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Galletas. Magdalenas. Bacon. Zumo de naranja. No es ni la mitad de la comida que se encuentra en la mesa, en una hilera de alimentos que me hacen sentirme ligeramente mareada. El café está ardiendo, soltando humo blanco desde la taza de color gris con estampados de flores y los platos de comida no dejan de aparecer en la mesa mientras mi madre se mueve de lado a lado, llevando y trayendo.
— Comete los huevos revueltos y el zumo de naranja —me ordena mi madre, agarrando un plato limpio y dejando otro.
Me siento como en el instituto, cuando ella no paraba de hacerme engullir cosas con la escusa de eres una adolescente y estas en edad de crecimiento . Jeremiah lee el periódico en la cabeza de la mesa, mordiendo una tostada con aceite y tomate. Levanta la mirada del periódico y me regala una sonrisa que provoca que mi corazón se detenga de terror y asco. Desvio la mirada con violencia y miro el plato.
— No puedo comer todo esto —replico, señalando el plato—. Por no decir que si lo hago, no podré coger el autobús que me lleve a la residencia y tendré que verme obligada a llegar tarde.
— No pasa nada. Jeremy puede llevarte, ¿a que si amor?
Jeremy levanta la mirada y nos mira, por encima de sus gafas que reposan en el caballete de su nariz aguilera.
— Jum... claro que sí. No hay problema.
Me siento pálida y asustada.
— No hace falta —las palabras se atropeyan unas contra otras—. Igualmente, tendría que pasarme a ver a Lottie y... devolver un libro. Si, un libro de Sociales.
No sé mentir y mi madre me mira preocupada.
— ¿Tienes fiebre? —pregunta con ademán de poner su mano en mi frente y tomarme la temperatura.
Me aparto, con una frágil sonrisa falsa.
— No. Estoy bien, en serio —miro mi reloj y me pongo en pie—. Llego tarde. Me voy.
Sé que ella está apunto de decirme algo porque, Gabriella O'Donell es así y siempre tiene que tener la última palabra. Le doy un beso en la mejilla.
— Tendrías que poner los adornos de Halloween antes de mañana.
Me coloco la chaqueta de deporte de color blanca y me aliso los pantalones vaqueros que he encontrado en el armario.
— Cierto —me sigue hasta la entrada—. ¿Me vendrás a ayudar a decorar?
— Claro —contesto—. Me pasaré sobre las seis.
Ella asiente, cruzando sus delgados brazos sobre su pecho y mirándome atentamente.
— Adiós mamá.
Y salgo por la puerta.
— Comete los huevos revueltos y el zumo de naranja —me ordena mi madre, agarrando un plato limpio y dejando otro.
Me siento como en el instituto, cuando ella no paraba de hacerme engullir cosas con la escusa de eres una adolescente y estas en edad de crecimiento . Jeremiah lee el periódico en la cabeza de la mesa, mordiendo una tostada con aceite y tomate. Levanta la mirada del periódico y me regala una sonrisa que provoca que mi corazón se detenga de terror y asco. Desvio la mirada con violencia y miro el plato.
— No puedo comer todo esto —replico, señalando el plato—. Por no decir que si lo hago, no podré coger el autobús que me lleve a la residencia y tendré que verme obligada a llegar tarde.
— No pasa nada. Jeremy puede llevarte, ¿a que si amor?
Jeremy levanta la mirada y nos mira, por encima de sus gafas que reposan en el caballete de su nariz aguilera.
— Jum... claro que sí. No hay problema.
Me siento pálida y asustada.
— No hace falta —las palabras se atropeyan unas contra otras—. Igualmente, tendría que pasarme a ver a Lottie y... devolver un libro. Si, un libro de Sociales.
No sé mentir y mi madre me mira preocupada.
— ¿Tienes fiebre? —pregunta con ademán de poner su mano en mi frente y tomarme la temperatura.
Me aparto, con una frágil sonrisa falsa.
— No. Estoy bien, en serio —miro mi reloj y me pongo en pie—. Llego tarde. Me voy.
Sé que ella está apunto de decirme algo porque, Gabriella O'Donell es así y siempre tiene que tener la última palabra. Le doy un beso en la mejilla.
— Tendrías que poner los adornos de Halloween antes de mañana.
Me coloco la chaqueta de deporte de color blanca y me aliso los pantalones vaqueros que he encontrado en el armario.
— Cierto —me sigue hasta la entrada—. ¿Me vendrás a ayudar a decorar?
— Claro —contesto—. Me pasaré sobre las seis.
Ella asiente, cruzando sus delgados brazos sobre su pecho y mirándome atentamente.
— Adiós mamá.
Y salgo por la puerta.
~Amore Amore Moon~ [/cente]
[justify]Entro en el aula, con el bolso colgándome del hombro y los brazos llenos de libros y cuadernos. La clase esta medio llena, con los universitarios de tercer año hablando todavía. El profesor de Historia Americana no ha llegado todavía y yo me siento aliviada aunque, cuando levanto la vista para mirar donde suele estar sentada Lottie, ella no está. Arrugo el ceño y dejo las cosas en mi mesa, mientras el bolso se desliza por mi hombro y cae al suelo.
Me siento en la silla, buscando a mi amiga con la mirada y preguntándome si pensará venir a clase, si estará bien.
— Hola Ri —me saluda una voz a mi espalda, que me asusta.
Me giro, y me siento aliviada al ver a mi compañero de al lado, Kyle.
— Hola Ky —le digo, volviendo a mi posición inicial.
Él se desliza a mi lado, como una anguila escurridiza.
— ¿Qué tal os lo pasasteis ayer? —me pregunta, jugando con un bolígrafo azul.
— Oh... lo de siempre —me encojo de hombros quitándole importancia—. Lottie se quedó ligando con un chico y acabo dejándome en la discoteca sola. Tuve que volver a casa andando. Bueno, dormí en la casa de mi madre y cogí el autobús hacía la universidad.
Kyle arruga el ceño, con sus cejas castañas uniéndose.
— ¿Lottie te dejó sola en la discoteca?
Asiento y le miro.
— Ya sabes como es Lottie... —me vuelvo a encoger de hombros.
— Supongo —parece confuso durante unos instantes.
Pestañeo y después busco los apuntes para el examen de filosofía.
— ¿Has estudiado? —le pregunto, sin levantar la vista del papel de cuadros lleno de apuntes con mala letra.
— La verdad es que sí —parece satisfecho consigo mismo y me sonrie—, ¿y tú?
Niego con la cabeza, sintiéndome frustrada por dentro. Tan sólo tengo dos horas para estudiar quince hojas de apuntes y un tema entero. Todos callan repentinamente cuando el profesor entra. Lleva un traje de color marrón, con una camisa de color blanca y una corbata roja manchada en la punta por café negro.
— Buenos días, chicos —saluda, mirándonos a todos.
Todos responden, menos yo. Estoy demasiado preocupada pensando en donde se ha metido Lottie. No aparece. Guardo los apuntes en una carpeta y ésta, acaba en el bolso. El profesor Fricherman deja su maletín en la mesa, sacando libros y libros. Podría decir que, esta clase se me va a hacer eterna.
— Bien chicos —suspira—. Hablemos un poco de...
El sonido de un teléfono le interrumpe. Es parecido al timbre de una casa y proviene del aula. Para ser más acertados, del bolsillo del profesor. Hace un movimiento con la mano, indicando que esperemos un momento y sale de la clase, cerrando con suavidad la puerta de madera.
— Oye Ri —me llama Kyle.
Giro la cabeza y mis ojos color miel chocan con su mirada penetrante de color verde que hace que las chicas del curso se derritan como la mantequilla en una parrilla.
— Dime.
— ¿Vendrás a la fiesta de Halloween que voy a celebrar? —me pregunta, arrascándose la nuca de manera nerviosa.
La palabra fiesta hace que me estremezca por dentro, con un largo escalofrío que acaricia mi espalda.
— No sé —hago una mueca—. Pensaba ayudar a mi madre con lo de las chuches y...
— A Gabriella no le importará que vengas a la fiesta —arruga el ceño—. Será divertido, Riley. Habrá música, comida, bebida... ¡e incluso una adivina!
Suelto una carcajada.
— Ya veremos —me limito a contestar—. Además, no sé que ponerme y estoy preocupada por Lottie. Es raro que no haya venido a clase.
— Alquila un disfraz y no te preocupes —pone una mano en mi hombro—. Seguro que estará bien. Se habrá levantado con resaca y en la cama de un desconocido y habrá decidido quedarse a dormir.
Y sé que Kyle dice eso con la intención de tranquilizarme pero, por alguna razón, sus palabras me intraquilizan más. Alimentan mi nerviosismo y mis dudas pero fingo que le creo. El profesor Fricherman regresa, con el ceño arrugado y la cara llena de preocupación.
— Podeis iros —nos anuncia, guardando sus cosas en el maletín.
Estamos confundidos y después, todos exclaman de entusiasmo. Las siguientes clases, me las paso preocupada. No queda ni rastro de Lottie.
[center] ~Amore Amore Moon~ [justify]Entro en el aula, con el bolso colgándome del hombro y los brazos llenos de libros y cuadernos. La clase esta medio llena, con los universitarios de tercer año hablando todavía. El profesor de Historia Americana no ha llegado todavía y yo me siento aliviada aunque, cuando levanto la vista para mirar donde suele estar sentada Lottie, ella no está. Arrugo el ceño y dejo las cosas en mi mesa, mientras el bolso se desliza por mi hombro y cae al suelo.
Me siento en la silla, buscando a mi amiga con la mirada y preguntándome si pensará venir a clase, si estará bien.
— Hola Ri —me saluda una voz a mi espalda, que me asusta.
Me giro, y me siento aliviada al ver a mi compañero de al lado, Kyle.
— Hola Ky —le digo, volviendo a mi posición inicial.
Él se desliza a mi lado, como una anguila escurridiza.
— ¿Qué tal os lo pasasteis ayer? —me pregunta, jugando con un bolígrafo azul.
— Oh... lo de siempre —me encojo de hombros quitándole importancia—. Lottie se quedó ligando con un chico y acabo dejándome en la discoteca sola. Tuve que volver a casa andando. Bueno, dormí en la casa de mi madre y cogí el autobús hacía la universidad.
Kyle arruga el ceño, con sus cejas castañas uniéndose.
— ¿Lottie te dejó sola en la discoteca?
Asiento y le miro.
— Ya sabes como es Lottie... —me vuelvo a encoger de hombros.
— Supongo —parece confuso durante unos instantes.
Pestañeo y después busco los apuntes para el examen de filosofía.
— ¿Has estudiado? —le pregunto, sin levantar la vista del papel de cuadros lleno de apuntes con mala letra.
— La verdad es que sí —parece satisfecho consigo mismo y me sonrie—, ¿y tú?
Niego con la cabeza, sintiéndome frustrada por dentro. Tan sólo tengo dos horas para estudiar quince hojas de apuntes y un tema entero. Todos callan repentinamente cuando el profesor entra. Lleva un traje de color marrón, con una camisa de color blanca y una corbata roja manchada en la punta por café negro.
— Buenos días, chicos —saluda, mirándonos a todos.
Todos responden, menos yo. Estoy demasiado preocupada pensando en donde se ha metido Lottie. No aparece. Guardo los apuntes en una carpeta y ésta, acaba en el bolso. El profesor Fricherman deja su maletín en la mesa, sacando libros y libros. Podría decir que, esta clase se me va a hacer eterna.
— Bien chicos —suspira—. Hablemos un poco de...
El sonido de un teléfono le interrumpe. Es parecido al timbre de una casa y proviene del aula. Para ser más acertados, del bolsillo del profesor. Hace un movimiento con la mano, indicando que esperemos un momento y sale de la clase, cerrando con suavidad la puerta de madera.
— Oye Ri —me llama Kyle.
Giro la cabeza y mis ojos color miel chocan con su mirada penetrante de color verde que hace que las chicas del curso se derritan como la mantequilla en una parrilla.
— Dime.
— ¿Vendrás a la fiesta de Halloween que voy a celebrar? —me pregunta, arrascándose la nuca de manera nerviosa.
La palabra fiesta hace que me estremezca por dentro, con un largo escalofrío que acaricia mi espalda.
— No sé —hago una mueca—. Pensaba ayudar a mi madre con lo de las chuches y...
— A Gabriella no le importará que vengas a la fiesta —arruga el ceño—. Será divertido, Riley. Habrá música, comida, bebida... ¡e incluso una adivina!
Suelto una carcajada.
— Ya veremos —me limito a contestar—. Además, no sé que ponerme y estoy preocupada por Lottie. Es raro que no haya venido a clase.
— Alquila un disfraz y no te preocupes —pone una mano en mi hombro—. Seguro que estará bien. Se habrá levantado con resaca y en la cama de un desconocido y habrá decidido quedarse a dormir.
Y sé que Kyle dice eso con la intención de tranquilizarme pero, por alguna razón, sus palabras me intraquilizan más. Alimentan mi nerviosismo y mis dudas pero fingo que le creo. El profesor Fricherman regresa, con el ceño arrugado y la cara llena de preocupación.
— Podeis iros —nos anuncia, guardando sus cosas en el maletín.
Estamos confundidos y después, todos exclaman de entusiasmo. Las siguientes clases, me las paso preocupada. No queda ni rastro de Lottie.
— Por favor, deje su mensaje después de la señal —me dice la voz, ya por vigesima vez.
— Em... Hola Charlotte. Creo que éste es el... vigesimo cuarto mensaje que te dejo en tu buzón de voz y... bueno, dame un toque en cuanto hayas escuchado este... estos mensajes. Ah, por cierto, soy Riley.
Cuelgo, mirando la pantalla. Llevo toda la tarde intentando contactar con ella. La he llamado a su teléfono, a su casa, a la de su hermano pero, simplemente ha desaparecido. Y eso me preocupa porque ella no es de esas. No suele ser de esas chicas que desaparecen asi, sin más, por las buenas. Dejo el teléfono en la mesa del campus y me llevo las manos a la cabeza.
— ¿Has tenido suerte? —me pregunta Kyle, con los ojos brillando de preocupación.
— No —contesto, sintiendo mi voz apagada por las manos que cubren mi rostro.
— ¿Quieres ir a su apartamento a buscarla? —cuestiona, dándole un trago a mi botella de agua.
— No em... seguro que estará bien —y creo que las palabras que suelto son más bien para mi.
Siento sudor en las mejillas y frío en la frente. Hace frio fuera y me siento helada. No sé por qué se me ha ocurrido ser tan estúpida de decidir comer fuera cuando el cielo esta nublado y el viento es una brisa helada que me esta destrozando la cabeza. Abro la fiambrera, sacando el sandwich que claramente no tengo pensado en comer ya que no tengo apetito. Lo desenvuelvo, despedazando la corteza en trocitos pequeños y blandos.
— Entonces, ¿de qué piensas disfrazarte? —me pregunta Kyle, girando el tapón de mi botella.
Agradezco el cambio de tema y me encojo de hombros.
— Podrías ir de bruja. O vampira —me propone.
— Tal vez —meneo la cabeza—. ¿Tu de que irás?
Él sonrie, de forma enigmática y contesta, con ese tono de misterio que sabe que tanto me irrita.
— Ya lo verás.
Entrecierro los ojos, fulminándolo con la mirada.
— ¿A qué hora será la fiesta?
— Empezará a las nueve de la noche y, supongo que acabará un poco después de media noche.
— Oh, genial —meto un trozo de jamón en mi boca y lo mastico—. Y debo de suponer que, será en tu apartamento diminuto, ¿no?
Él ríe y niega con la cabeza.
— En la casa de mis padres. Estan de vacaciones por Europa, haciendo un tour para abrir horizontes y esas cosas —hace una mueca—. Supongo que ahora mismo estarán por la Toscana o alguna parte de Italia.
— ¿Y si vienen antes de lo previsto?
— No lo harán —sonrie—. Les falta visitar todavía España y Luxemburgo y, conociendo a mi madre, no saldrán de Europa hasta que hayan visto todo.
Rio y meneo la cabeza.
— Oye... tenía pensado que podriamos ir a... comprar tu disfraz esta tarde.
— Lo siento Kyle pero le he prometido a mi madre decorar la casa para antes de mañana y bueno, seguramente tendrá algo por la buhardilla que me pueda poner —me pongo el bolso y cojo los trozos descuartizados de mi sandwich—. Además, es una simple fiesta y tengo que ir a llevar al tinte el vestido de Lottie.
Él asiente y me da un beso en la mejilla.
— Nos vemos mañana.
— Claro.
Me despido y camino hacía la parada de autobús. No puedo parar de sentirme observada. Como si examinará alguien todos mis movimientos pero cuando me giro para ver si hay alguien, me encuentro sola y pienso que estoy loca. O por lo menos, que me estoy volviendo.
Jockie.
Re: ~Moon~ {Capítulo Nueve}
JocelyneAdams escribió:Hola Hermosa:3 Me alegro que ames mi novela! No creo necesitar chicas pero por ser la primera (hago excepcion por ti) puedes estar con Leeyum.
Oh muchísimas gracias guapura !!! te amodoro ahorita te mando mi ficha te quiero <3
andylovatic
Re: ~Moon~ {Capítulo Nueve}
Nombre:Andrea Castillo
Apodo:Andy,Tomatito
Edad:17
Descripción física: Mido 1.72 , soy delgada ,con curvas no me gusta presumir [b class="coloradmin" style="color: rgb(201, 113, 113);"]de[/b] ellas , mi cabello es castaño ni tan oscuro ni tan claro con las puntas rubias , mi tez es bronceada , tengo largas pestañas rizadas acompañadas por mis grandes ojos cafes oscuro , mis labios son carnosos [b class="coloradmin" style="color: rgb(201, 113, 113);"]de[/b] color rosado , mis mejillas tienen un poco [b class="coloradmin" style="color: rgb(201, 113, 113);"]de[/b] rosa (natural) siempre me aprietan los cachetes por que dicen que soy cachetona ;3 tengo largas piernas y muy bien formadas ya que me encantan los deportes y practico ballet dicen que paresco muñeca por ser tan tierna y bonita (me considero una persona normal)y tengo un tatuaje [b class="coloradmin" style="color: rgb(201, 113, 113);"]de[/b] infinito en [b class="coloradmin" style="color: rgb(201, 113, 113);"]la[/b] muñeca .
Descirpcion psicológica:Soy muy extrovertida y loca habeces soy rebelde pero no demasiado [b class="coloradmin" style="color: rgb(201, 113, 113);"]la[/b] verdad soy muy coqueta y vanidosa me encanta hacer nuevos amigos, adoro los retos ,soy un poco celosa me gusta que respeten lo que es mio , me encanta ayudar a los demás y soy demasiado bondadosa,tierna y romántica.
Historia: Cuando era pequeña me hacían bulling lo que causo que me cortara y que padeciera [b class="coloradmin" style="color: rgb(201, 113, 113);"]de[/b] anorexia y bulimia me estrezaba demasiado ya que mis padres querían que fuera perfecta mi madre me hacia concursar en desfilez [b class="coloradmin" style="color: rgb(201, 113, 113);"]de[/b] belleza y modelar hasta los 14 años hasta que se dio cuenta [b class="coloradmin" style="color: rgb(201, 113, 113);"]de[/b] lo que padecia (estuve en recuperación 2años).
Gustos:Cantar,las películas [b class="coloradmin" style="color: rgb(201, 113, 113);"]de[/b] terror,camianar bajo [b class="coloradmin" style="color: rgb(201, 113, 113);"]la[/b] lluvia, fotografía,leer,modelar,comer,adoro [b class="coloradmin" style="color: rgb(201, 113, 113);"]la[/b] moda ,ir [b class="coloradmin" style="color: rgb(201, 113, 113);"]de[/b] compras,fiestas,conocer gente,bailar,el chocolate tocar [b class="coloradmin" style="color: rgb(201, 113, 113);"]la[/b] guitarra el piano y dibujar.
Disgustos:Las mentiras,gente superficial,que me utilizen mi mayor miedo es perder
[b class="coloradmin" style="color: rgb(201, 113, 113);"]la[/b] gente que quiero.
Hobbies: Hacer todo lo que me gusta
Familia:Mis dos padres y mi [b class="coloradmin" style="color: rgb(201, 113, 113);"]hermana[/b] Paola
Nacionalidad:Latina (Mexicana)
Habilidades:Tocar [b class="coloradmin" style="color: rgb(201, 113, 113);"]la[/b] guitarra,el piano,y las artes
Chico:Liam
Apodo:Andy,Tomatito
Edad:17
Descripción física: Mido 1.72 , soy delgada ,con curvas no me gusta presumir [b class="coloradmin" style="color: rgb(201, 113, 113);"]de[/b] ellas , mi cabello es castaño ni tan oscuro ni tan claro con las puntas rubias , mi tez es bronceada , tengo largas pestañas rizadas acompañadas por mis grandes ojos cafes oscuro , mis labios son carnosos [b class="coloradmin" style="color: rgb(201, 113, 113);"]de[/b] color rosado , mis mejillas tienen un poco [b class="coloradmin" style="color: rgb(201, 113, 113);"]de[/b] rosa (natural) siempre me aprietan los cachetes por que dicen que soy cachetona ;3 tengo largas piernas y muy bien formadas ya que me encantan los deportes y practico ballet dicen que paresco muñeca por ser tan tierna y bonita (me considero una persona normal)y tengo un tatuaje [b class="coloradmin" style="color: rgb(201, 113, 113);"]de[/b] infinito en [b class="coloradmin" style="color: rgb(201, 113, 113);"]la[/b] muñeca .
Descirpcion psicológica:Soy muy extrovertida y loca habeces soy rebelde pero no demasiado [b class="coloradmin" style="color: rgb(201, 113, 113);"]la[/b] verdad soy muy coqueta y vanidosa me encanta hacer nuevos amigos, adoro los retos ,soy un poco celosa me gusta que respeten lo que es mio , me encanta ayudar a los demás y soy demasiado bondadosa,tierna y romántica.
Historia: Cuando era pequeña me hacían bulling lo que causo que me cortara y que padeciera [b class="coloradmin" style="color: rgb(201, 113, 113);"]de[/b] anorexia y bulimia me estrezaba demasiado ya que mis padres querían que fuera perfecta mi madre me hacia concursar en desfilez [b class="coloradmin" style="color: rgb(201, 113, 113);"]de[/b] belleza y modelar hasta los 14 años hasta que se dio cuenta [b class="coloradmin" style="color: rgb(201, 113, 113);"]de[/b] lo que padecia (estuve en recuperación 2años).
Gustos:Cantar,las películas [b class="coloradmin" style="color: rgb(201, 113, 113);"]de[/b] terror,camianar bajo [b class="coloradmin" style="color: rgb(201, 113, 113);"]la[/b] lluvia, fotografía,leer,modelar,comer,adoro [b class="coloradmin" style="color: rgb(201, 113, 113);"]la[/b] moda ,ir [b class="coloradmin" style="color: rgb(201, 113, 113);"]de[/b] compras,fiestas,conocer gente,bailar,el chocolate tocar [b class="coloradmin" style="color: rgb(201, 113, 113);"]la[/b] guitarra el piano y dibujar.
Disgustos:Las mentiras,gente superficial,que me utilizen mi mayor miedo es perder
[b class="coloradmin" style="color: rgb(201, 113, 113);"]la[/b] gente que quiero.
Hobbies: Hacer todo lo que me gusta
Familia:Mis dos padres y mi [b class="coloradmin" style="color: rgb(201, 113, 113);"]hermana[/b] Paola
Nacionalidad:Latina (Mexicana)
Habilidades:Tocar [b class="coloradmin" style="color: rgb(201, 113, 113);"]la[/b] guitarra,el piano,y las artes
Chico:Liam
andylovatic
Re: ~Moon~ {Capítulo Nueve}
No pasa nada. Me encanta tu ficha, sabes, Entras en la novela. Tardaras un poquito en aparecer pero apareceras en la temporada y en las tres que vienen(:
Jockie.
Re: ~Moon~ {Capítulo Nueve}
JocelyneAdams escribió:No pasa nada. Me encanta tu ficha, sabes, Entras en la novela. Tardaras un poquito en aparecer pero apareceras en la temporada y en las tres que vienen(:
WOW enserio ?' no importa muchas gracias !! no olvides seguirla
andylovatic
Re: ~Moon~ {Capítulo Nueve}
Tranquila qur no me olvido de seguirla. La sigo maniana si hay mas comentarios*-* Y no me des las gracias preciosa
Jockie.
Re: ~Moon~ {Capítulo Nueve}
CAPÍTULO TRES
http://t3.gstatic.com/images?q=tbn:ANd9GcStFxpQy8modtJk_6Wl9uQ3fZOya3eie58xIJiMgShp8pV2Bq9I_-OmdOcz
Fantasmas. Brujas. Gatos. Calaberas. Calabazas. Tumbas. Muertos vivientes. Eso es un corto resumen de lo que es Halloween y los decorados llenos de polvo de mi madre. Las calabazas naranjas estan esparcidas por el salón y el jardín, junto a varias tumbas llenas de telarañas falsas y arañas de plástico. En la entrada, una réplica de la muerte a tamaño real. Con su guadaña y su hoja en curva, su túnica de color negra y sus esqueléticas manos. Colgando de la puerta principal, un cartel en el que se puede leer truco o trato . Debo de admitirlo, me ha quedado genial la decoración de Halloween. Ya han pasado dos días desde que no he visto a Lottie y, supongo que estará enferma.
Me encuentro en el baño de la casa de mi madre, dándome los últimos retoques a mi disfraz de Caperucita Roja. Los labios pintados de rojo salvaje, con las mejillas pintadas de un tono rosado. Llevo una peluca de color rubia, intentando que me de la imagen de una niña adorable no de una universitaria la cual su mejor amiga ha desaparecido. Llevo un vestido con una caperuza de color rojo intenso, con el nudo desatado ya que no sé como hacerlo exactamente bien. Puedo oler las chuches desde el baño, junto al jengibre y el caramelo. Salgo del baño, agradeciendo que esta vez haya decidido ponerme zapatos formales y planos de color negro. Una donación de mi tia Janett. Entro en la cocina, mirando a mi madre.
Lleva el disfraz de todos los años. Su vestido de color negro y morado, con telarañas en los pliegues y esos zapatos oscuros de abuela. Su sombrero negro, con una flor de color morada en un lado y su piel teñida de verde, con una nariz falsa y una arruga de mentira. La escoba esta apoyada en el marco de la puerta y la mesa de madera esta llena de cuencos de colores naranjas y negros repletos de caramelos y otros dulces caseros.
— Estas muy bien —me dice, regalándome una sonrisa.
— Gracias aunque, no sé anudarme esto —hago una mueca con la boca, señalando la caperuza.
Mi madre se acerca a mi, diciendo:
— Déjame a mi.
Observo como sus manos trabajan en el nudo, firmes y seguros. Puedo ver las venas azuladas de sus manos y los huesos. La piel tensa y blanca que la caracteriza y los largos dedos.
— ¿Vendrás para estas Navidades a casa? —me pregunta y me siento ligeramente nerviosa.
— No sé —tartamudeo—. Le prometí a papá que iba a pasar las vacaciones de Navidad en California con él.
— ¿Con Kimberly?
Me encojo de hombros, y ella suelta el lazo, un poco molesta.
— Supongo —mi voz es suave y mis ojos examinan el lazo—. Además, creo que vendrá Mike para pasar con vosotros las Navidades.
Mi madre bufa, con el ceño arrugado y sus ojos entrecerrados.
— Sabes que no estas obligada a ir a California a ver a tu padre, ¿no?
— Lo sé —me retuerzo y miro el reloj—. Tengo que irme. Ya nos veremos.
Ella asiente, todavía pensativa y yo le doy un beso en la mejilla, para después salir corriendo de casa. Hace frio, más de lo que hizo anoche pero menos que esta mañana. Los niños ya salen de las casas, con sus disfraces y sus bolsas vacias, ansiosos de llenarlas de caramelos. La casa de los padres de Kyle estan a dos manzanas de la casa de mi madre y, puedo deducir que andando llegaré. No lo que se dice puntual del todo pero si llegaré. Camino entre millones de niños disfrazados y me siento como un gigante entre diminutos enanos. Sigo pensándolo. Charlotte no da ninguna señal de vida. No me ha devuelto las llamadas. No esta en casa. Ni siquiera, a regresado al apartamento en dos noches y estoy preocupada.
He pensado en llamar a la policia pero Kyle piensa que exagero. Él me dice que seguro que ella estará en su fase de amor. Que estará tan anodada con el chico de la discoteca que seguro que se habrá olvidado de nosotros. Yo simplemente, no le creo. Hay algo. Algo que me dice que las cosas no estan bien y que a Charlotte le pasa algo porque, a pesar de que ella sea la persona más irresponsable, descuidada y extrovertida que conozco desde que era una cria, ella no nos haria eso. Y con eso me refiero a que no desapareceria del mapa asi como asi sin dejar rastro. Y estoy decidida a encontrarla. Las cosas no marchan bien y me estoy volviendo loca totalmente. Porque la veo en todos lados.
Me estremezco al sentir la brisa del viento colarse en mis mangas y me detengo. Estoy frente a la casa de los padres de Kyle. Siniestramente, la música no suena. Las luces estan encendidas pero no se escucha nada. Entro, sintiéndome repentinamente nerviosa sin razón. Tal vez tendría que haberme quedado en casa de mi madre y haberla ayudado con los crios y los caramelos. A lo mejor todavía no es demasiado tarde. Toco la puerta, con la mirada baja y me siento mucho más aliviada al ver a otras personas invitadas de la universidad esperar en el porche de madera, conmigo. Las macetas llenas de flores que suele tener la madre de Kyle, Miranda, han desaparecido y sido sustituidas por calabazas naranjas iluminadas por dentro por velas de color negras que desprenden un hedor a incienso. El porche esta lleno de telarañas y polvo de plástico, con pequeños decorados de Halloween que desde la acera no se pueden advertir demasiado bien.
— ¿Has llamado? —me pregunta la chica disfrazada de novia cadáver que reconozco enseguida como Caroline Adams.
— Sí —musito tímida.
— Pero, ¿hay alguien en la casa? —cuestiona un chico disfrazado de espantapájaros, con la paja de color amarilla cayendo por su sombrero a quien identifico como Eric Da'Hall.
Me encogo de hombros y alzo el puño una vez más, con la intención de tocar hasta que alguien nos abra cuando, una especie de Catwoman lo hace. Es alta y mi corazón se queda helado al ver que es Charlotte por un momento, hasta que su imagen se transforma borrosa y se vuelve el de otra persona.
— Pasad —nos dice.
Obedezco, cuando ella abre la puerta un poco más permitiéndonos entrar. Eric y Caroline me siguen, hablando entre ellos de manera que yo solo capto palabras sueltas que no deberian de interesarme.
— ¿Y Kyle? —pregunto, mirando a Catwoman.
Ella deja de enroscar su látigo en el brazo. Sonrie de manera feroz, con sus ojos azules brillando ferozmente y contesta:
— En la cocina.
Después me da la espalda y se funde con la masa de personas disfrazadas. Ahora es cuando puedo escuchar la música, alta y ruidosa y percibo el hedor del líquido que se encuentra en los vasos de plástico rojos. Las luces naranjas, negras y blancas iluminan una pista de baile improvisada, con todos los muebles desplazados. Me muevo entre la gente, recordando de mala manera la discoteca de hace dos noches y siento un escalofrío que recorre mi cuerpo de manera fria y violenta. Entro en la cocina, llena de personas y porquerias en el suelo y la mesa.
Kyle no esta y mi corazón se encoge repentinamente al sentir como una mano cálida me coge del brazo y me lleva a la pista de baile. Lo único que alcanzo a ver son unas botas de color negra y una capa del mismo tono. No llego a alzar la vista ya que la mano me mantiene el mentón apuntando al suelo. Pienso que es Kyle y que me quiere llevar a bailar cosa que es extraña de por si. El calor se pega a mis mejillas y a la peluca que aumenta en picor.
— ¿De qué vas disfrazado? —pregunto, consiguiéndome deshacerme de la mano férrea y mirando su rostro.
Descubro un antifaz que tapa sus ojos y un sombrero. Una camisa abierta por el cuello en forma de V, mostrando un perfecto pecho y una cicatriz plateada que nace en la clavícula y se pierde en el disfraz. La capa dancea a nuestro alrededor y de su cinturón cuelga una espada enfundada.
— ¿Del Zorro? —pero él no me contesta.
Simplemente me lleva al ritmo de la música repentinamente lenta, con el rostro serio y los ojos nublados.
— ¿Ha venido Charlotte?
No dice nada y yo trago saliva con fuerza. Le miro directamente a sus ojos pero, descubro que no son del tono verde mestizo que suelen ser. Que su cabello, que había pensado que era castaño es rubio y es más bajo que Kyle. Sus ojos, celestes en realidad brillan, como los de un animal y me observan. Sus labios se curvan en una sonrisa burlona y sus labios, perfectos y rosados deletrean mi nombre de manera atractiva.
— Veo que nos volvemos a ver —comenta de manera cantarina.
Me intento soltar de sus manos, pero son demasiado fuertes.
— ¿Intentando escapar? —me pregunta—. No soy tan malo como crees, Caperucita.
Mi corazón me da un vuelco, de manera que me quedo sin aliento y siento que me ruborizo rapidamente. Agradezco llevar maquillaje.
— No te asustes, seré breve —sus ojos contactan con los mios y se agacha, de manera que sus labios tocan mi oreja—. Charlotte ya no es de los tuyos, ¿entiendes? No la llames. No la busques. No te pertenece, Caperucita. Ahora, está en el bando de los otros. En mi bando asique, hazle el favor de no buscarla nunca más y te lo digo por tu bien porque, si llegas a pisar mi territorio en busca de tu amiguita , mi gente te destrozara esa preciosa carita que tienes —se separa de mi y me da un beso en la mejilla, de manera que sus labios quedan manchados de maquillaje blanco y rojo—. Ahora, si me disculpas, Charlotte me espera.
Y sigo su mirada, donde ella se encuentra recostada en el umbral de la puerta principal, vestida de cazadora de vampiros, con una ballesta de mentira asomándose por su espalda. A su lado se encuentra una chica alta, de cabellos rubios y ojos verdes que va disfrazada exactamente igual que Charlotte y al lado de la rubia, un joven de mi edad con cabellos rizados y ojos verdes esmeraldas. Niall me mira durante unos segundos y después camina rumbo hacía la puerta. Mi rostro está livido y me encuentro en shock. Cuando me doy cuenta, Niall ha cerrado la puerta y yo estoy corriendo hacía ella pero hay algo que me lo impide. Una mano delgaducha que me tira hacia el cuerpo de la que forma parte.
— Ri, te estaba buscando. La vidente ya ha llegado —ésta si que es la voz de Kyle.
Me giro hacía él, en shock.
— ¿Te ocurre algo?
Va disfrazado exactamente igual que Niall y puedo advertir que ella se va.
— Tengo que irme —farfullo de manera incoherente—. Charlotte... esta fuera. ¡La he visto!
Kyle arruga el ceño y me sigue, con paso decidido. Abro la puerta, esperando que ella esté andando por la calle pero, lo que me llego a encontrar es nada. La calle despejada y la mirada preocupada de Kyle en mi nuca. Me giro, intentando contarle lo que ha ocurrido pero, sólo puedo farfullar y soltar palabras incomprensibles.
— Estas cansada —su voz es suave—. Vamos a ver a la vidente.
Me encuentro en el baño de la casa de mi madre, dándome los últimos retoques a mi disfraz de Caperucita Roja. Los labios pintados de rojo salvaje, con las mejillas pintadas de un tono rosado. Llevo una peluca de color rubia, intentando que me de la imagen de una niña adorable no de una universitaria la cual su mejor amiga ha desaparecido. Llevo un vestido con una caperuza de color rojo intenso, con el nudo desatado ya que no sé como hacerlo exactamente bien. Puedo oler las chuches desde el baño, junto al jengibre y el caramelo. Salgo del baño, agradeciendo que esta vez haya decidido ponerme zapatos formales y planos de color negro. Una donación de mi tia Janett. Entro en la cocina, mirando a mi madre.
Lleva el disfraz de todos los años. Su vestido de color negro y morado, con telarañas en los pliegues y esos zapatos oscuros de abuela. Su sombrero negro, con una flor de color morada en un lado y su piel teñida de verde, con una nariz falsa y una arruga de mentira. La escoba esta apoyada en el marco de la puerta y la mesa de madera esta llena de cuencos de colores naranjas y negros repletos de caramelos y otros dulces caseros.
— Estas muy bien —me dice, regalándome una sonrisa.
— Gracias aunque, no sé anudarme esto —hago una mueca con la boca, señalando la caperuza.
Mi madre se acerca a mi, diciendo:
— Déjame a mi.
Observo como sus manos trabajan en el nudo, firmes y seguros. Puedo ver las venas azuladas de sus manos y los huesos. La piel tensa y blanca que la caracteriza y los largos dedos.
— ¿Vendrás para estas Navidades a casa? —me pregunta y me siento ligeramente nerviosa.
— No sé —tartamudeo—. Le prometí a papá que iba a pasar las vacaciones de Navidad en California con él.
— ¿Con Kimberly?
Me encojo de hombros, y ella suelta el lazo, un poco molesta.
— Supongo —mi voz es suave y mis ojos examinan el lazo—. Además, creo que vendrá Mike para pasar con vosotros las Navidades.
Mi madre bufa, con el ceño arrugado y sus ojos entrecerrados.
— Sabes que no estas obligada a ir a California a ver a tu padre, ¿no?
— Lo sé —me retuerzo y miro el reloj—. Tengo que irme. Ya nos veremos.
Ella asiente, todavía pensativa y yo le doy un beso en la mejilla, para después salir corriendo de casa. Hace frio, más de lo que hizo anoche pero menos que esta mañana. Los niños ya salen de las casas, con sus disfraces y sus bolsas vacias, ansiosos de llenarlas de caramelos. La casa de los padres de Kyle estan a dos manzanas de la casa de mi madre y, puedo deducir que andando llegaré. No lo que se dice puntual del todo pero si llegaré. Camino entre millones de niños disfrazados y me siento como un gigante entre diminutos enanos. Sigo pensándolo. Charlotte no da ninguna señal de vida. No me ha devuelto las llamadas. No esta en casa. Ni siquiera, a regresado al apartamento en dos noches y estoy preocupada.
He pensado en llamar a la policia pero Kyle piensa que exagero. Él me dice que seguro que ella estará en su fase de amor. Que estará tan anodada con el chico de la discoteca que seguro que se habrá olvidado de nosotros. Yo simplemente, no le creo. Hay algo. Algo que me dice que las cosas no estan bien y que a Charlotte le pasa algo porque, a pesar de que ella sea la persona más irresponsable, descuidada y extrovertida que conozco desde que era una cria, ella no nos haria eso. Y con eso me refiero a que no desapareceria del mapa asi como asi sin dejar rastro. Y estoy decidida a encontrarla. Las cosas no marchan bien y me estoy volviendo loca totalmente. Porque la veo en todos lados.
Me estremezco al sentir la brisa del viento colarse en mis mangas y me detengo. Estoy frente a la casa de los padres de Kyle. Siniestramente, la música no suena. Las luces estan encendidas pero no se escucha nada. Entro, sintiéndome repentinamente nerviosa sin razón. Tal vez tendría que haberme quedado en casa de mi madre y haberla ayudado con los crios y los caramelos. A lo mejor todavía no es demasiado tarde. Toco la puerta, con la mirada baja y me siento mucho más aliviada al ver a otras personas invitadas de la universidad esperar en el porche de madera, conmigo. Las macetas llenas de flores que suele tener la madre de Kyle, Miranda, han desaparecido y sido sustituidas por calabazas naranjas iluminadas por dentro por velas de color negras que desprenden un hedor a incienso. El porche esta lleno de telarañas y polvo de plástico, con pequeños decorados de Halloween que desde la acera no se pueden advertir demasiado bien.
— ¿Has llamado? —me pregunta la chica disfrazada de novia cadáver que reconozco enseguida como Caroline Adams.
— Sí —musito tímida.
— Pero, ¿hay alguien en la casa? —cuestiona un chico disfrazado de espantapájaros, con la paja de color amarilla cayendo por su sombrero a quien identifico como Eric Da'Hall.
Me encogo de hombros y alzo el puño una vez más, con la intención de tocar hasta que alguien nos abra cuando, una especie de Catwoman lo hace. Es alta y mi corazón se queda helado al ver que es Charlotte por un momento, hasta que su imagen se transforma borrosa y se vuelve el de otra persona.
— Pasad —nos dice.
Obedezco, cuando ella abre la puerta un poco más permitiéndonos entrar. Eric y Caroline me siguen, hablando entre ellos de manera que yo solo capto palabras sueltas que no deberian de interesarme.
— ¿Y Kyle? —pregunto, mirando a Catwoman.
Ella deja de enroscar su látigo en el brazo. Sonrie de manera feroz, con sus ojos azules brillando ferozmente y contesta:
— En la cocina.
Después me da la espalda y se funde con la masa de personas disfrazadas. Ahora es cuando puedo escuchar la música, alta y ruidosa y percibo el hedor del líquido que se encuentra en los vasos de plástico rojos. Las luces naranjas, negras y blancas iluminan una pista de baile improvisada, con todos los muebles desplazados. Me muevo entre la gente, recordando de mala manera la discoteca de hace dos noches y siento un escalofrío que recorre mi cuerpo de manera fria y violenta. Entro en la cocina, llena de personas y porquerias en el suelo y la mesa.
Kyle no esta y mi corazón se encoge repentinamente al sentir como una mano cálida me coge del brazo y me lleva a la pista de baile. Lo único que alcanzo a ver son unas botas de color negra y una capa del mismo tono. No llego a alzar la vista ya que la mano me mantiene el mentón apuntando al suelo. Pienso que es Kyle y que me quiere llevar a bailar cosa que es extraña de por si. El calor se pega a mis mejillas y a la peluca que aumenta en picor.
— ¿De qué vas disfrazado? —pregunto, consiguiéndome deshacerme de la mano férrea y mirando su rostro.
Descubro un antifaz que tapa sus ojos y un sombrero. Una camisa abierta por el cuello en forma de V, mostrando un perfecto pecho y una cicatriz plateada que nace en la clavícula y se pierde en el disfraz. La capa dancea a nuestro alrededor y de su cinturón cuelga una espada enfundada.
— ¿Del Zorro? —pero él no me contesta.
Simplemente me lleva al ritmo de la música repentinamente lenta, con el rostro serio y los ojos nublados.
— ¿Ha venido Charlotte?
No dice nada y yo trago saliva con fuerza. Le miro directamente a sus ojos pero, descubro que no son del tono verde mestizo que suelen ser. Que su cabello, que había pensado que era castaño es rubio y es más bajo que Kyle. Sus ojos, celestes en realidad brillan, como los de un animal y me observan. Sus labios se curvan en una sonrisa burlona y sus labios, perfectos y rosados deletrean mi nombre de manera atractiva.
— Veo que nos volvemos a ver —comenta de manera cantarina.
Me intento soltar de sus manos, pero son demasiado fuertes.
— ¿Intentando escapar? —me pregunta—. No soy tan malo como crees, Caperucita.
Mi corazón me da un vuelco, de manera que me quedo sin aliento y siento que me ruborizo rapidamente. Agradezco llevar maquillaje.
— No te asustes, seré breve —sus ojos contactan con los mios y se agacha, de manera que sus labios tocan mi oreja—. Charlotte ya no es de los tuyos, ¿entiendes? No la llames. No la busques. No te pertenece, Caperucita. Ahora, está en el bando de los otros. En mi bando asique, hazle el favor de no buscarla nunca más y te lo digo por tu bien porque, si llegas a pisar mi territorio en busca de tu amiguita , mi gente te destrozara esa preciosa carita que tienes —se separa de mi y me da un beso en la mejilla, de manera que sus labios quedan manchados de maquillaje blanco y rojo—. Ahora, si me disculpas, Charlotte me espera.
Y sigo su mirada, donde ella se encuentra recostada en el umbral de la puerta principal, vestida de cazadora de vampiros, con una ballesta de mentira asomándose por su espalda. A su lado se encuentra una chica alta, de cabellos rubios y ojos verdes que va disfrazada exactamente igual que Charlotte y al lado de la rubia, un joven de mi edad con cabellos rizados y ojos verdes esmeraldas. Niall me mira durante unos segundos y después camina rumbo hacía la puerta. Mi rostro está livido y me encuentro en shock. Cuando me doy cuenta, Niall ha cerrado la puerta y yo estoy corriendo hacía ella pero hay algo que me lo impide. Una mano delgaducha que me tira hacia el cuerpo de la que forma parte.
— Ri, te estaba buscando. La vidente ya ha llegado —ésta si que es la voz de Kyle.
Me giro hacía él, en shock.
— ¿Te ocurre algo?
Va disfrazado exactamente igual que Niall y puedo advertir que ella se va.
— Tengo que irme —farfullo de manera incoherente—. Charlotte... esta fuera. ¡La he visto!
Kyle arruga el ceño y me sigue, con paso decidido. Abro la puerta, esperando que ella esté andando por la calle pero, lo que me llego a encontrar es nada. La calle despejada y la mirada preocupada de Kyle en mi nuca. Me giro, intentando contarle lo que ha ocurrido pero, sólo puedo farfullar y soltar palabras incomprensibles.
— Estas cansada —su voz es suave—. Vamos a ver a la vidente.
Jockie.
Re: ~Moon~ {Capítulo Nueve}
CAPÍTULO CUATRO
Velas. Cartas del tarot. Una toga. Pulseras de plata. Incienso. Eso es lo primero que piensas al pensar en una adivina . Y debo de suponer que tendrá que ser una mujer de setenta años y ropa estúpida la que me deba de leer el futuro. La que deba de timarme pero, sin embargo, cuando entro en la tienda que se encuentra en el jardín de los padres de Kyle, no es lo que me espera. Es una mujer, de unos veinticinco años como mucho con cabello blanco y liso y unos ojos tan preciosos y enigmáticos que me producen escalofrios. Kyle me ha dejado sola, con la escusa de que no puede dejar a sus invitados solos y que, estará en la puerta de la tienda antes de que yo salga. Y aquí estoy, frente a una mujer que me deberá de sacar cuatro años como mucho. Lleva una especie de toga de color negra, con la capucha echada a la espalda y sus ojos pintados al estilo egipcio mirándome atentamente. Se encuentra sentada frente a una mesa redonda, donde hay un mantel de color ciruela con estrellas plateadas. Encima de la mesa hay una bola de cristal y al lado de ésta, un montón de lo que deberan de ser cartas del futuro.
— Bienvenida —me dice, sonriendo de manera perezosa.
Sus dedos largos estan llenos de anillos dorados y plateados y un tatuaje en forma de luna creciente se encuentra en su muñeca desnuda. Titubeo, encontrándome bajo el umbral de la tienda.
— Pasa y toma asiento, chica.
Obedezco, con las piernas temblando por el frio de fuera y sentándome en una butaca de color azul marina. Es cómodo el asiento. La capa me rodea el cuerpo y la peluca descansa en mi regazo.
— ¿Quieres qué te lea el futuro? —me pregunta, girando el anillo de su mano derecha.
Parpadeo y titubeo. Podría decirle que no. Que no creo en su cuento de yo soy capaz de leerte el futuro y contarte lo que te pasará por una tarifa de timadora y que no pienso malgastar mi valioso tiempo en éste lugar. Que mi mejor amigo me considera una loca y que, mi mejor amiga Charlotte —la cual consideraba desaparecida— se ha marchado con tres personas las cuales nunca he visto en mi vida y que, una de ellas me ha amenazado a muerte con que no me acerque a su territorio a por mi mejor amiga.
— Claro —contesto, soltándome el cabello y mirando las cartas.
La adivina asiente, mientras suelta las cartas y las barajea con agilidad.
— ¿Cómo te llamas, muchacha? —me pregunta, con los ojos clavados en las cartas.
— Riley —musito tímida.
Ella sonrie.
— Bonito nombre —comenta mientras coloca las cartas frente a ella, de manera que parece un abanico—. Bien, Riley, te voy a leer las cartas. Debes de elegir una carta, la que desees. La que te mande más vibraciones... como calor, ¿entiendes?
Asiento y me fijo en el abanico de cartas de color azul noche con estrellas blancas. Mi brazo se estira, alcanzando a duras penas las cartas de la mesa.
— Cierra los ojos y siente —me ordena, con su voz aterciopelada en mi mente.
Me siento extraña al participar en esta clase de cosas porque para empezar, yo no creo en el destino. El tacto de las cartas bajo mis dedos es suave y frío. Liso. Empuño los ojos, sin saber muy bien que hacer. Si concentrarme o no. Finalmente cojo una carta al azar y la giro, abriendo mis ojos de color mieles y mirando el rostro de la adivina.
Ella suelta un suspiro, de manera agradable y me mira. Bajo la mirada a mi mano, donde mis dedos sostienen con delicadeza una carta del tarot. Es rectangular y larga, con la imagen de tres personas pintadas a mano. Por encima de sus cabezas, se encuentra un cupido de color carne, que sostiene un arco y apunta a una de las tres personas. Sus alas son de un hermoso color azul y sus cabellos son dorados y rizados, de manera despeinada. Detrás del cupido se encuentra un Sol pintado de blanco y sus rayos estan pintados de bonitos amarillos, rojos y azules. El chico del centro viste una túnica de rojo intenso, provocando que resalte más que el resto. Su cabeza esta descubierta, dejando libres cabellos rubios y sus piernas, desnudas. A la derecha del hombre de la túnica se encuentra una mujer bella. Lleva un vestido, de mangas blancas y faldas y pliegues azules, por encima del rojo de su vestimenta. Su mano izquierda esta posada en el corazón de hombre mientras que su mano derecha apunta hacía abajo. Sus sueltos y cobres castaños cabellos caen por su pecho en hondas naturales y su cuerpo esta girado a la izquierda pero mirando al frente. La otra mujer, la de la izquierda, viste de rojo oscuro aunque sus mangas amplias son azules y su cabello, es del mismo tono, pero rizado. Su cuerpo está girado a la derecha y su mano izquierda esta apoyada de manera elegante en el hombro del hombre y el brazo derecho apunta hacía el suelo.
— El enamorado —anuncia la mujer, con una sonrisa ponzoñosa en la cara—. Buena carta.
Me siento con la curiosidad de preguntarle que significa aquella carta antigüa que se encuentra en mi mano, de manera que se balancea en mis dedos enfundados en guantes blancos.
— Representa a una persona inquieta, agradable y sociable pero que duda e intenta ser objetiva en el momento de tomar decisiones —chasquea la lengua de manera irritante—. Tambien puede indicar amor compartido o no, la entrega, o el sacrificio personal por una buena causa o un ser querido.
— ¿Es un carta buena? —pregunto, soltándola de manera que quede frente a ella en la mesa.
Ella suelta una carcajada y me mira, con sus ojos penetrantes bajo la luz de las velas.
— Podría decirse que, no es una carta buena pero, tampoco una mala. Es más bien... neutra. Facilita los contactos y las relaciones —se encoge de hombros, como si aquellas palabras lo dijeran todo.
Aprieto mis labios de manera nerviosa cuando la mujer deja la carta a un lado y me dice:
— Te quedan otras tres cartas, Riley. Vamos a ver que te repará el futuro.
Muerdo mi labio inferior y cierro los ojos, con la intención de acabar todo esto de manera rápida, antes de que las cosas se precipiten de manera violenta. La siguiente carta que escojo tiene la misma silueta que la otra, aunque esta vez en la parte superior de la carta se encuentra un número en el alfabeto romano que no tardo en identificar como el doce.
El dibujo consiste en un hombre que esta colgado del revés, por un pie. Su pie está rodeado por una gruesa soga de color blanca que se pierde en el inicio del dibujo. El hombre está apoyado sobre dos árboles amarillos que nacen de espesas matas de hierba color verde, donde hay en cada uno seis ramas cortadas perfectamente. El tronco donde se encuentra colgado el hombre también es verde. El hombre se encuentra vestido por una chaqueta de color azul turquesa de mangas cortas y rojas y faldones amarillos. Sus piernas estan cubiertas por medias rojas que estan por debajo de calcetines azules. El Ahorcado tiene los cabellos de color azules, igual que la chica de la izquierda de la carta del enamorado . Alrededor del cuerpo, se encuentran los capullos de mariposas sujetas por finas hebras plateadas como la luna.
— El Ahorcardo —sus labios se entreabren—. Indica la existencia de una atadura, de sujeción, física, psíquica o espiritual que trae consigo sacrificio, dolor, una renuncia en favor de un fin que se considera superior, o un estado de impotencia momentánea. Normalmente, cuando el Ahorcado aparece en posición normal, el resultado final es bueno o en el peor de los casos, con una mala carta acompañante, significa hospitalización, por ejemplo. A la hora de aparecer invertido —sus ojos se oscurecieron—. El final es malo contra la suerte del consultante.
Me encojo por dentro, pensado en las dos cartas.
— No quiero seguir con esto —musito de manera suave.
La adivina niega, de manera testadura.
— Las dos últimas cartas, Riley. Y después, si así lo deseas, podrás marcharte al exterior e intentar olvidarte aunque, te advierto, mis predicciones nunca fallan.
Suspiro con fuerza, aunque una parte de mi sabe que quiero continuar.
— De acuerdo —me inclino hacía delante, cerrando los ojos y pensando en que cuando más rapido coja la carta, antes me marcharé.
Cojo la primera que sienten mis dedos y, la giro, contemplando de manera hipnotizandote la carta. Su número es el dieciocho. En la parte superior aparece una luna creciente de color azul, rodeada por veintinueve rayos, siete blancos, siete azules y quince rojos y de la misma caen diecinueve lágrimas inventidas, ocho azules, cinco amarillas y seis rojas. En el plano se encuentran dos perros de color carne y de perfil, cara a cara con la lengua fuera y aullando. El suelo es de un tono amarillo pastoso. A los laterales se encuentran dos torres amarillas y dos matas de hierba del mismo color. En la parte inferior, dentro de un estanque azul estriado de color negro, hay un cangrejo.
— La Luna —me mira de soslayo, cuando suelto la carta agotada—. ¿Que puedo decir de esta carta? Consiste en una carta... digamos que a la hora de referirse a personas, habla sobre personas emotivas, soñadoras y pasivas. Más bien, superfiviales y dependientes o preocupadas por cuestiones familiares o, simplemente, por cuestiones intrasendentes. A la hora de no aplicarse a las personas, revela superficialidad, estados emotivos, pasividad, desilusiones, caprichos, fantasías, credubilidad, indiscreción, exceso de imaginación, impresionabilidad, falsa segurida, multiplicidad de pequeñas cosas, situaciones equívocas, tendencia a dejarse llevar por instintos primarios...
Asiento, tirando de la peluca de manera violenta y contemplando la carta que ha conseguido de repente un encanto atrayente para mi.
— La última.
Hago un asentimiento con la cabeza, fijandome en las sombras proyectadas por las velas negras en las paredes de la tienda y estiro mi brazo. Agarro la carta, la última que se encuentra en aquella fila y la giro, dispuesta a ver cualquier cosa pero, cuando levanto la mirada de mis manos para clavarla en la de la adivina, ella esta más livida y sus ojos estan abiertos.
Miro la carta, con el número trece y me encojo por dentro a reconocer la única carta del tarot que me sé: la muerte. En el centro de la carta se encuentra un esqueleto con una guadaña a mano y varias cabezas, manos y pies esparcidos por el suelo. El esqueleto está cubierto por una fina capa de color rosa carne. El mango de la guadaña es amarillo y la hoja roja. El fondo de la carta es blanco y el suelo de color negro, con algunas briznas de color azules y amarillas. Tan sólo se puede ver un pie del esqueleto, el que queda detrás, mientras que el otro inicia el paso y se pierde en mi vista.
— La muerte —las palabras salen temblorosas de sus labios—. Supongo que conocerás el significado de ésta carta, ¿no?
Me encojo de hombros, nerviosa.
— Muerte, tragedias... —mis palabras mueren en la garganta aunque yo no crea en estas cosas.
Ella asiente, de manera gravitatoria.
— Oye yo... —niego con la cabeza, poniéndome en pie—. Debería de irme. Mi amigo me estará esperando y... —carraspeo de manera nerviosa.
Ella se pone en pie.
— Claro.
Asiento, como si eso fuera todo y estoy apunto de pasar el umbral de la tienda cuando, su delgaducha mano me rodea el brazo.
— No sé si esto es buena idea pero... aquí tienes mi número, por si quieres... —se encoge de hombros—. Ya sabes.
Asiento, aceptando la tarjeta y guardándola en mi bolsillo. Ella me suelta y yo salgo de aquel horno.
Cuando miro la tarjeta, me doy cuenta de que, uno: no es una tarjeta de visita, si no la carta de los perros aullando; dos: no son perros ahora, si no lobos y tres: se llama Avalon y, para colmar el agua del vaso, vive exactamente en el bosque. Fuera de Manhattan. Suspiro y regreso a la fiesta.
— Bienvenida —me dice, sonriendo de manera perezosa.
Sus dedos largos estan llenos de anillos dorados y plateados y un tatuaje en forma de luna creciente se encuentra en su muñeca desnuda. Titubeo, encontrándome bajo el umbral de la tienda.
— Pasa y toma asiento, chica.
Obedezco, con las piernas temblando por el frio de fuera y sentándome en una butaca de color azul marina. Es cómodo el asiento. La capa me rodea el cuerpo y la peluca descansa en mi regazo.
— ¿Quieres qué te lea el futuro? —me pregunta, girando el anillo de su mano derecha.
Parpadeo y titubeo. Podría decirle que no. Que no creo en su cuento de yo soy capaz de leerte el futuro y contarte lo que te pasará por una tarifa de timadora y que no pienso malgastar mi valioso tiempo en éste lugar. Que mi mejor amigo me considera una loca y que, mi mejor amiga Charlotte —la cual consideraba desaparecida— se ha marchado con tres personas las cuales nunca he visto en mi vida y que, una de ellas me ha amenazado a muerte con que no me acerque a su territorio a por mi mejor amiga.
— Claro —contesto, soltándome el cabello y mirando las cartas.
La adivina asiente, mientras suelta las cartas y las barajea con agilidad.
— ¿Cómo te llamas, muchacha? —me pregunta, con los ojos clavados en las cartas.
— Riley —musito tímida.
Ella sonrie.
— Bonito nombre —comenta mientras coloca las cartas frente a ella, de manera que parece un abanico—. Bien, Riley, te voy a leer las cartas. Debes de elegir una carta, la que desees. La que te mande más vibraciones... como calor, ¿entiendes?
Asiento y me fijo en el abanico de cartas de color azul noche con estrellas blancas. Mi brazo se estira, alcanzando a duras penas las cartas de la mesa.
— Cierra los ojos y siente —me ordena, con su voz aterciopelada en mi mente.
Me siento extraña al participar en esta clase de cosas porque para empezar, yo no creo en el destino. El tacto de las cartas bajo mis dedos es suave y frío. Liso. Empuño los ojos, sin saber muy bien que hacer. Si concentrarme o no. Finalmente cojo una carta al azar y la giro, abriendo mis ojos de color mieles y mirando el rostro de la adivina.
Ella suelta un suspiro, de manera agradable y me mira. Bajo la mirada a mi mano, donde mis dedos sostienen con delicadeza una carta del tarot. Es rectangular y larga, con la imagen de tres personas pintadas a mano. Por encima de sus cabezas, se encuentra un cupido de color carne, que sostiene un arco y apunta a una de las tres personas. Sus alas son de un hermoso color azul y sus cabellos son dorados y rizados, de manera despeinada. Detrás del cupido se encuentra un Sol pintado de blanco y sus rayos estan pintados de bonitos amarillos, rojos y azules. El chico del centro viste una túnica de rojo intenso, provocando que resalte más que el resto. Su cabeza esta descubierta, dejando libres cabellos rubios y sus piernas, desnudas. A la derecha del hombre de la túnica se encuentra una mujer bella. Lleva un vestido, de mangas blancas y faldas y pliegues azules, por encima del rojo de su vestimenta. Su mano izquierda esta posada en el corazón de hombre mientras que su mano derecha apunta hacía abajo. Sus sueltos y cobres castaños cabellos caen por su pecho en hondas naturales y su cuerpo esta girado a la izquierda pero mirando al frente. La otra mujer, la de la izquierda, viste de rojo oscuro aunque sus mangas amplias son azules y su cabello, es del mismo tono, pero rizado. Su cuerpo está girado a la derecha y su mano izquierda esta apoyada de manera elegante en el hombro del hombre y el brazo derecho apunta hacía el suelo.
— El enamorado —anuncia la mujer, con una sonrisa ponzoñosa en la cara—. Buena carta.
Me siento con la curiosidad de preguntarle que significa aquella carta antigüa que se encuentra en mi mano, de manera que se balancea en mis dedos enfundados en guantes blancos.
— Representa a una persona inquieta, agradable y sociable pero que duda e intenta ser objetiva en el momento de tomar decisiones —chasquea la lengua de manera irritante—. Tambien puede indicar amor compartido o no, la entrega, o el sacrificio personal por una buena causa o un ser querido.
— ¿Es un carta buena? —pregunto, soltándola de manera que quede frente a ella en la mesa.
Ella suelta una carcajada y me mira, con sus ojos penetrantes bajo la luz de las velas.
— Podría decirse que, no es una carta buena pero, tampoco una mala. Es más bien... neutra. Facilita los contactos y las relaciones —se encoge de hombros, como si aquellas palabras lo dijeran todo.
Aprieto mis labios de manera nerviosa cuando la mujer deja la carta a un lado y me dice:
— Te quedan otras tres cartas, Riley. Vamos a ver que te repará el futuro.
Muerdo mi labio inferior y cierro los ojos, con la intención de acabar todo esto de manera rápida, antes de que las cosas se precipiten de manera violenta. La siguiente carta que escojo tiene la misma silueta que la otra, aunque esta vez en la parte superior de la carta se encuentra un número en el alfabeto romano que no tardo en identificar como el doce.
El dibujo consiste en un hombre que esta colgado del revés, por un pie. Su pie está rodeado por una gruesa soga de color blanca que se pierde en el inicio del dibujo. El hombre está apoyado sobre dos árboles amarillos que nacen de espesas matas de hierba color verde, donde hay en cada uno seis ramas cortadas perfectamente. El tronco donde se encuentra colgado el hombre también es verde. El hombre se encuentra vestido por una chaqueta de color azul turquesa de mangas cortas y rojas y faldones amarillos. Sus piernas estan cubiertas por medias rojas que estan por debajo de calcetines azules. El Ahorcado tiene los cabellos de color azules, igual que la chica de la izquierda de la carta del enamorado . Alrededor del cuerpo, se encuentran los capullos de mariposas sujetas por finas hebras plateadas como la luna.
— El Ahorcardo —sus labios se entreabren—. Indica la existencia de una atadura, de sujeción, física, psíquica o espiritual que trae consigo sacrificio, dolor, una renuncia en favor de un fin que se considera superior, o un estado de impotencia momentánea. Normalmente, cuando el Ahorcado aparece en posición normal, el resultado final es bueno o en el peor de los casos, con una mala carta acompañante, significa hospitalización, por ejemplo. A la hora de aparecer invertido —sus ojos se oscurecieron—. El final es malo contra la suerte del consultante.
Me encojo por dentro, pensado en las dos cartas.
— No quiero seguir con esto —musito de manera suave.
La adivina niega, de manera testadura.
— Las dos últimas cartas, Riley. Y después, si así lo deseas, podrás marcharte al exterior e intentar olvidarte aunque, te advierto, mis predicciones nunca fallan.
Suspiro con fuerza, aunque una parte de mi sabe que quiero continuar.
— De acuerdo —me inclino hacía delante, cerrando los ojos y pensando en que cuando más rapido coja la carta, antes me marcharé.
Cojo la primera que sienten mis dedos y, la giro, contemplando de manera hipnotizandote la carta. Su número es el dieciocho. En la parte superior aparece una luna creciente de color azul, rodeada por veintinueve rayos, siete blancos, siete azules y quince rojos y de la misma caen diecinueve lágrimas inventidas, ocho azules, cinco amarillas y seis rojas. En el plano se encuentran dos perros de color carne y de perfil, cara a cara con la lengua fuera y aullando. El suelo es de un tono amarillo pastoso. A los laterales se encuentran dos torres amarillas y dos matas de hierba del mismo color. En la parte inferior, dentro de un estanque azul estriado de color negro, hay un cangrejo.
— La Luna —me mira de soslayo, cuando suelto la carta agotada—. ¿Que puedo decir de esta carta? Consiste en una carta... digamos que a la hora de referirse a personas, habla sobre personas emotivas, soñadoras y pasivas. Más bien, superfiviales y dependientes o preocupadas por cuestiones familiares o, simplemente, por cuestiones intrasendentes. A la hora de no aplicarse a las personas, revela superficialidad, estados emotivos, pasividad, desilusiones, caprichos, fantasías, credubilidad, indiscreción, exceso de imaginación, impresionabilidad, falsa segurida, multiplicidad de pequeñas cosas, situaciones equívocas, tendencia a dejarse llevar por instintos primarios...
Asiento, tirando de la peluca de manera violenta y contemplando la carta que ha conseguido de repente un encanto atrayente para mi.
— La última.
Hago un asentimiento con la cabeza, fijandome en las sombras proyectadas por las velas negras en las paredes de la tienda y estiro mi brazo. Agarro la carta, la última que se encuentra en aquella fila y la giro, dispuesta a ver cualquier cosa pero, cuando levanto la mirada de mis manos para clavarla en la de la adivina, ella esta más livida y sus ojos estan abiertos.
Miro la carta, con el número trece y me encojo por dentro a reconocer la única carta del tarot que me sé: la muerte. En el centro de la carta se encuentra un esqueleto con una guadaña a mano y varias cabezas, manos y pies esparcidos por el suelo. El esqueleto está cubierto por una fina capa de color rosa carne. El mango de la guadaña es amarillo y la hoja roja. El fondo de la carta es blanco y el suelo de color negro, con algunas briznas de color azules y amarillas. Tan sólo se puede ver un pie del esqueleto, el que queda detrás, mientras que el otro inicia el paso y se pierde en mi vista.
— La muerte —las palabras salen temblorosas de sus labios—. Supongo que conocerás el significado de ésta carta, ¿no?
Me encojo de hombros, nerviosa.
— Muerte, tragedias... —mis palabras mueren en la garganta aunque yo no crea en estas cosas.
Ella asiente, de manera gravitatoria.
— Oye yo... —niego con la cabeza, poniéndome en pie—. Debería de irme. Mi amigo me estará esperando y... —carraspeo de manera nerviosa.
Ella se pone en pie.
— Claro.
Asiento, como si eso fuera todo y estoy apunto de pasar el umbral de la tienda cuando, su delgaducha mano me rodea el brazo.
— No sé si esto es buena idea pero... aquí tienes mi número, por si quieres... —se encoge de hombros—. Ya sabes.
Asiento, aceptando la tarjeta y guardándola en mi bolsillo. Ella me suelta y yo salgo de aquel horno.
Cuando miro la tarjeta, me doy cuenta de que, uno: no es una tarjeta de visita, si no la carta de los perros aullando; dos: no son perros ahora, si no lobos y tres: se llama Avalon y, para colmar el agua del vaso, vive exactamente en el bosque. Fuera de Manhattan. Suspiro y regreso a la fiesta.
Jockie.
Re: ~Moon~ {Capítulo Nueve}
*O* ame los capítulos !!! que mas pasara ??' siguelaa !!! que me muero con ganas de saber !! ;3
P.D amoo tu novela pasate por la mia me gustaría saber que piensas , eres una gran escritora
https://onlywn.activoforo.com/t50944-over-the-moon-harry-stylestu?highlight=over+the+moon
Atte: Andy
P.D amoo tu novela pasate por la mia me gustaría saber que piensas , eres una gran escritora
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Atte: Andy
andylovatic
Re: ~Moon~ {Capítulo Nueve}
Me alegro de que te haya gustado los capitulos. La sigo ahora mismo(: Paso ahora mismo<3
Jockie.
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