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Solo los tontos creen en el amor Louis, NIall y Harry

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Solo los tontos creen en el amor Louis, NIall y Harry Empty Solo los tontos creen en el amor Louis, NIall y Harry

Mensaje por LarrySandZiallS Sáb 15 Jun 2013, 5:56 pm

Nombre: Solo los tontos creen en el amor (LARRY STYLINSON Y NIALL HORAN)
Autor: No soy yo solo la adapte
Adaptación: Si, es adaptada de un libro
Género: Romance
Advertencias: Ninguna, tal vez alguno que otro vocabulario vulgar
Otras páginas: SI....
 
 
 
 
Solo los tontos creen en el amor
Sinopsis
Louis es un periodista treintañero, irónico e inseguro que tiene mucha imaginación (demasiado). Su vida siempre ha sido “un poco” inestable, pero parece que la suerte por fin la suerte le sonríe; lo han contratado en el programa más glamuroso de la televisión y Zayn, el guionista estrella, ha caído rendido a sus pies.
De repente todo empieza a torcerse:
Sus padres se quieren divorciar, su jefe le hace la vida imposible, su relación con Zayn es un caos…. Y también esta Harry, un atractivo cámara de la televisión que siempre va rodeado de su cohorte de admirador@s.
Ni siquiera el propio Louis puede prever hacia dónde va a arrastrar esta situación.
¿Quién vendrá a rescatarlo de su caos? ¿Sobrevivirá a tantas peripecias? ¿Encontrara el amor verdadero?
LarrySandZiallS
LarrySandZiallS


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Solo los tontos creen en el amor Louis, NIall y Harry Empty Primer capitulo (Preludio Hay Empezo Todo)

Mensaje por LarrySandZiallS Sáb 15 Jun 2013, 7:28 pm

En los últimos tiempos me sorprendo tomando decisiones sin pensarlas demasiado. No se si uno puede sorprenderse a si mismo.¡Zas!, aparece una decisión y te preguntas: pero quien la ha tomado?, ¿he sido yo acaso? Quiza el termino "sorprender" sea un poco desmesurado en este caso. Lo cierto es que soy una persona muy insegura y, hasta hace poco, cada resolución me costaba desvelos, arranques retrocesos, meandros y meandros de pensamientos. Pero de pronto parece que se hubiera levantado una puerta secreta y mis decisiones escaparan de mi como una marea desbocada, llevándose todo por delante. Como por ejemplo la decisión de cambiar de trabajo.
Ahí empezó todo
Estaba tan a gusto en la redacción de mi periódico, pequeña y confortable, a la medida de una capital de provincias, también pequeña pero no siempre confortable: aun recuerdo cuando tenia que hacer los reportajes anuales de grandes nevadas y me echaba al monte con mi fotógrafo, a diez grados bajo cero, o las huelgas periódicas de los mineros que terminaban invariablemente en la batalla campal entre Guardia Civil y manifestantes, Louis Tomlinson, reconocelo, tan confortable no era, pero si previsible, si sorpresas ni estrés.
Ahora en cambio estas inmersa en un torbellino que no controlas y que nunca sabes a quien se va a llevar por delante. "Televisión es esto", como diría mi jefe.
Y la verdad es que no creía estar hecha para este mundo de reacciones instantáneas y decisiones ultrarrapidas. cuando me llamaron de la cadena de televisión porque les había gustado mi vídeo, tarde un rato en reaccionar. ¿Que vídeo? ¿De que cadena? Se me había olvidado por completo. Me encontraba en una aldea de la montaña leonesa, cubriendo la Fiesta Anual del Pastor, un acontecimiento definible a través de tres conceptos:olor a oveja, sabor a oveja y zapatos sucios de barro.Ah, y aire libre, claro, aire libre cuajado de nubarrones que amenazaban con descargar su furia otoñal sobre la multitud arracimada en torno a las humeantes calderas de cordero. En resumen, que entre los ladridos de los mastines, las voces de los pastores y la pésima cobertura era incapaz de entender una palabra.
Súbitamente, tuve una iluminación y eche a correr por los prados esquivando a ovejas, perros y ganaderos con mi fotógrafo detrás, quien pensaba que perseguía una primicia,y al abrigo de un arbusto escuche la propuesta:coordinador de redacción en un  nuevo programa de entrevistas, ¿Me interesaba?, me pagarían tal y tal, ¿me parecía bien el sueldo? Como no respondía porque estaba intentando asimilar lo que me llegaba a través del aurícula a la vez que espantaba al fotógrafo a manotazos, debieron de creer que me parecía poco dinero y me subieron a 6.000 euros de golpe. Entonces reaccione: Por supuesto que me interesaba, aunque claro necesitaba tiempo para pensarlo, porque tendría que dejar mi puesto actual, tan estupendo... Entonces fingí que lo que meditaba durante cinco segundos y, por supuesto, acepté. Por fin volvía a Madrid.

Aún ahora, muchos meses después, me asombra que me llamaran. Habría tantos y tan buenos candidatos, me digo, sin embargo, fui yo el elegido. Eso me levanta bastante el ánimo. Cuando estoy alicaída me lo repito como un mantra. Aunque en el 
fondo me queda la duda de si no se confundieron de persona. La convocatoria del puesto me llegó a través de mi amigo Liam Payne, también llamada, más que nada por abreviar su extravagante nombre, Li, la buena de Li.

Me llamó una tarde a la redacción de La Voz Leonesa, donde
yo trabajaba por entonces, desde su despacho de Madrid. Era subdirector de una revista literaria. Lo había visitado en la redacción y me había sorprendido que una plantilla tan minúscula fuera capaz de sacar adelante un proyecto tan excelente y, sinceramente, tan aburrido: entrevistas de diez páginas, reportajes de otras diez. Cuando se lo comentaba, Li se reía y afirmaba que los míos sobre el precio de la remolacha o las plagas de topillos eran muchísimo peores. Tenía razón, no se lo iba a discutir. El caso es que la bueno de Li me leyó la convocatoria del trabajo por telé-

fono. Le dije que se fuera al cuerno. Pero el no se arredró.
—Buscan a un treintañero con experiencia en periodismo, de
buena apariencia, que hable idiomas y con rapidez de reflejos.
Ése eres tú —insistió. Contemplé el techo de fluorescentes en hileras y me asombré

una vez más de que cada día fallara una fila distinta. Un día funcionaban las pares y otro las impares. Las leyes internas de los fluorescentes eran insondables.

—Li, déjame tranquilo, pareces mi representante. Estoy bien aquí. Es la primera vez que tengo un sueldo decente desde...

—me quedé en suspenso por un instante— desde que terminé
la carrera. —Solté una carcajada—. Es decir, es la primera vez y punto.

—Te conozco. Seguro que estarás aburridísimo. Además, tú odias el campo.

Me conocía, sí. Su último argumento me decidió. Releí la convocatoria, que me había enviado por correo electrónico. La cuestión de la rapidez de reflejos me desconcertó: ¿cómo se demuestra?, ¿te hacen una prueba de atletismo? Solicitaban también un vídeo en el que hablara de mi carrera y de mis aspiraciones.

Me lo tomé como un juego: no tenía nada que perder. Le pedí a mi hermano Josh que me grabara con su cámara. Una tarde de finales de verano, fuimos al chalet del pueblo, rescatamos un viejo butacón de escay rojo y lo colocamos en medio del

huerto, entre un surco de berzas y una mata de tomates. Me senté allí bien erguido, ocultando con las rodillas los agujeros de la
tapicería, y con mi pantalón y mis zapatillas y sin papeles ni guión empecé a desgranar mi vida.

—Estamos aquí, en el campo, delante de la casa en que nací 
—mentira—, escuchando el canto de los pájaros 
—verdad—, y ¿qué tiene eso que ver con la televisión? Nada...

El resto fue un monólogo delirante en el que les hablé de mi paso por la facultad en Madrid, de mis años en Berlín, de cómo un día me harté de Alemania y decidí regresar a mi tierra, volver a mis raíces, bla, bla, bla. Aunque lo que no conté fue la verdadera razón de mi retorno: después de infinidad de intentos, había sido incapaz de encontrar un trabajo estable en Alemania, así que cedí a los ruegos de mis padres. Papá movió sus influencias y me consiguió un puesto de redactor en La Voz Leonesa, el periódico local de León. Lo acepté muy a mi pesar. No tenía otra

cosa.
En fin, que la convocatoria llegó en el mejor momento, cuando comenzaba a estar harto de lo que se suele denominar «anodina existencia de una ciudad de provincias». De mi provincia. No,
no soy un esnob insoportable que quiera negar sus orígenes.
Adoro mi tierra, ¡oh, mi tierra, sus verdes valles, sus picos escarpados, sus sotos salvajes!, pero en pequeñas dosis, claro. He intentado apasionarme por el campo, seguir las enseñanzas de mi padre, quien, desde que tengo memoria, ha pretendido transmitirme un conocimiento que, inconscientemente, mi cerebro rechaza. Toda mi vida he sufrido sus lecciones en diálogos absurdos que seguían un patrón más o menos similar:

—Eso es trigo —señalando una finca de espigas—; eso, cebada —señalando otro terreno con lo que parecían idénticas espigas—; pero atiende, a ver, ¿qué es eso?
Yo observaba en silencio un sembrado cuajado de plantas con
grandes hojas oscuras.
—¿Acelgas? —aventuraba con voz insegura.
—No, no, remolacha, pero qué inútil eres —gritaba papá
exasperado, y realmente me hacía sentir tonto de remate.
A pesar de ello, de tener la absoluta certeza de que no estaba predestinado para dedicarme al campo, cuando abandoné Berlín decidí emprender con energía mi nueva etapa en León y hacer un esfuerzo por adaptarme. Pero mi determinación rápidamente se fue desinflando. Vivía con mis padres en la casa del pueblo, un

caserón que había construido el abuelo Rafael con sus propias manos hacía más de sesenta años. Con sus propias (enormes) manos: ladrillo a ladrillo, puerta a puerta, manija a manija.
Todo torcido y enrevesado.
En el primer piso, mis abuelos; en el segundo, nosotros, es decir, papá, mamá y yo. Me sentía como si la máquina del tiempo me hubiera catapultado de nuevo a la infancia. ¿Era yo la que me escapaba de puntillas para evitar que mi abuela y mi madre metieran las narices en mi vida?

«Haz esto, haz lo otro, come más, no vayas tan tarde a la cama, acompáñame al supermercado.» De repente, yo parecía el chico para todo: «Anda, tantos años sin Louis y ahora nos damos cuenta de lo útil que puede ser», parecía el lema de mi familia.

Y, mientras tanto, mis trajes, mis zapatos elegantes y mi iPod, guardados en el fondo del armario, junto con mi vida social y cultural: sin cine, sin amigos, ¡sin hombres! Para colmo, cada mañana tenía que conducir 40 kilómetros hasta León y, por la noche, otros tantos de vuelta. Con niebla, con nieve, con lluvia

torrencial, todos los días el mismo paisaje desolado, las mismas
aldeas desiertas.
Al quinto mes, la monotonía se cernía sobre mí como una
nube tóxica. Y mi estado de ánimo no era ni siquiera negro, sino
más bien gris, descolorido y apático. Sólo me salvaban de esa especie de letargo invernal las llamadas de Li y las visitas de Josh, que vivía en Madrid y traía consigo un polvo sucio y urbano con sabor a calles llenas de gente, a escaparates, a librerías, a neones, a agitación, a vida. Precisamente a la vida que a mí me

gustaba.
Así que envié el vídeo a la convocatoria, y mientras lo llevaba
a la oficina de correos tenía la sensación de que era un mensaje lanzado al espacio en una cápsula diminuta que seguramente se perdería en la inmensidad del universo. «Aló, aló, ¿hay alguien ahí?», gritaba una vocecilla desde la cápsula espacial Rescue Louis.

Y aunque parezca un milagro, alguien la escuchó: les gustó, en
serio, en el canal de televisión encontraron la puesta en escena muy original. Sobre todo porque por delante de la cámara cruzaron todo tipo de animales: una bandada de palomas; el mastín de mi padre, que dejó caer sus noventa kilos sobre mis sandalias; las vacas del vecino que asomaban sus cabezotas por el borde del encuadre. Supongo que les debí de parecer un tanto

exótica, tan compuesta y arreglado en medio del campo y sin inmutarme lo más mínimo por el Arca de Noé que bullía a mi alrededor.
—Louis, nos ofrecen a una actriz porno para el programa, dice que fue amante de Mario Conde.

—Loouis, hay un señor al teléfono que dice que tiene una prueba sobre los negocios turbios del ex presidente del Gobierno.
—Looouisss, los de Dolce y Gabbana están cabreados porque la modelo de ayer no se quiso poner su ropa.

—Loooouissss, el cirujano de la Preysler amenaza con ponernos una querella por decir su nombre...

Louis, Louis, Louis. Y Louis atiende llamadas, preguntas, dudas.
Para todo tiene que tener una palabra, una respuesta, una solución. Qué frenesí. Desde que volví a Madrid mi vida ha dado un vuelco, a veces parece que avanza tan rápido que me va a dejar atrás. Que no voy a estar a la altura. Que no voy a ser lo suficientemente brillante, lo suficientemente encantador, lo suficientemente atractivo. Porque en la televisión la palabra clave es «seducir». Seducir a todas horas y a todo el mundo, a tu jefe, al estilista, a las cámaras, al público, a los invitados del programa y, sobre todo, a la secretaria de redacción, que es quien maneja los hilos por detrás. Sonreír, caminar con elegancia y no poner nunca una

mala cara. Mostrar siempre el gesto de «tranquilos, lo tengo bajo
control». En eso aún me falta práctica. Es muy difícil correr de un lado a otro organizándolo todo, pidiéndole a un attrezista que

retire el martillo y los clavos que se ha dejado a la vista; a la maquilladora que, por favor, le limpie el rímel que se le ha corrido a la invitada; a la invitada que, por favor, deje ya la botella de whisky, que la voz le va a salir un poco gangosa; y a la documentalista que averigüe si la invitada ha vuelto con su ex marido porque hay

una pregunta fundamental que trata de ello y nadie se ha preocupado de comprobarlo. «Sonríe, sonríe, Louis», me digo, pero me temo que a veces me asoma el rictus ancestral del campo, y siento ganas de sacar una hoz y segar unas cuantas cabezas.

Recuerdo cuando me hicieron la entrevista para el puesto. Yo había llegado el día antes a Madrid. Esa noche dormí en el apartamento liliputiense de mi hermano. Estaba eufórico, nervioso, me temblaban tanto las manos que estuve a punto de desencadenar una catástrofe en la escasa vajilla de Josh. Nos acostamos tarde, bromeando hasta el último minuto a costa de la televisión y del absurdo mundo que la rodea. Hasta que apagamos la luz y, echada sobre un colchón en el suelo, sentí su voz caer sobre mí como un chorro de agua helada.

—Por fin te has decidido.
—Por fin, ¿qué?
—¿Acaso querías quedarte en el pueblo para siempre?
—Hay gente que vive allí; sin ir más lejos, tus padres. No es
tan horrible: el campo, la vida sana, la familia... —repliqué no
muy convencida.
—Ja, no estás hecha para eso, Louis. Mírate, con treinta y tres
años, sin novio ni ganas de tenerlo. Has vivido en Madrid, en
Berlín, sin trabajo fijo, mudándote de piso cada año como un
nómada. En el fondo desprecias a las familias tradicionales.
Me quedé sin habla. ¿De verdad despreciaba yo esa vida? No
y no. Simplemente no había surgido la oportunidad de sentar
cabeza.
—Ya me llegará el momento.
—Lo dudo.
—Tú, sabelotodo, tienes treinta y tampoco novia ni trabajo
fijo. Ni ganas de ninguna de las dos cosas —le dije. Estaba empezando a cabrearme.
Pero él no se calló, cuando cogía carrerilla era imparable.
—¿Te das cuenta de que ningún miembro de nuestra familia se
ha movido de la comarca desde hace generaciones? Nosotros somos los primeros. Es una carga muy pesada: romper con todo.
Al escucharlo, me sentí como una pionera. el primero de mi familia que había vivido en otro país. el primero que había cumplido treinta y tres sin marido ni niños. Me emocioné. Y acto seguido me entristecí: pobre mamá, pobre papá, había defraudado sus expectativas. «Pero, Louis, ahora vas a empezar una nueva vida 
—me dije—. Les darás una buena sorpresa: ¡serás el mejor!

Te harán entrevistas en La Voz Leonesa. Vaya, qué contenta se pondrá tu madre.»

Me revolví en el colchón incapaz de relajarme, la persiana cerraba mal y por sus rendijas se colaba una luz mortecina que dibujaba contornos fantasmales a los objetos de mi alrededor. Divisé una gran bola de tamo agazapada bajo la cama de Josh.
Intenté dormir, pero apenas pegué ojo en toda la noche. Soñé
con las caras de mis abuelos, de mis tíos abuelos, de todos los
parientes que recordaba, rostros huesudos que bailaban sobre un
páramo azotado por el viento mientras yo, en un descapotable
rojo, me alejaba con las manos extendidas.
Me desperté antes que Joah y me encerré en el baño. La imagen que me devolvió el espejo no me hizo sentir muy optimista: el rostro demasiado pálido, de cejas demasiado finas, y aunque los ojos tenían un brillante color azul, eran un poco

saltones. Y ¿qué decir de la frente, amplia como una pista de aterrizaje? Me peiné con flequillo para ocultarlo, me vestí con el conjunto que había comprado en León hacía dos días. La chaqueta formaba extraños pliegues en la cintura, y la

el pantalon, demasiado grande, se retorcía a cada paso. Me arrepentí de
no haberle permitido a mamá que me acompañara a elegirlo. Ella
se habría dado cuenta de esos detalles.
Me senté en el borde de la bañera; mi euforia del día anterior se había esfumado. Escuché la lluvia golpeando el muro exterior.

Un ruido insistente, acuciante. «Louis 
—me dije—, súbete y arranca ya de una vez.»

—Louis, ¡necesito entrar urgentemente! —gritó Josh aporreando la puerta.
Le abrí muy despacio. Lanzó un silbido al verme.
—¡Pareces un ejecutivo! —exclamó mientras me empujaba—. ¡Suerte! No te dejes amedrentar por esos hijos de puta de la tele. Ya sabes, los Tomlinson han levantado un imperio con sus propias manos —añadió riéndose.

Me cogí con un imperdible la cinturilla del pantalon y abandoné el apartamento sin estar seguro de nada, ni de lo que llevaba puesto, ni de mí mismo, ni de lo que quería en la vida. Todo era una nebulosa tan turbia como aquel día de otoño. Luché contra mi desgana y contra el agua que me azotaba inmisericorde los tobillos. El viento era casi huracanado.

Agradecí el calor del metro, a pesar del olor a humedad y a sudor que inundaba los vagones. El suburbano me dejó casi enfrente del edificio del canal de televisión, una mole de hormigón y acero en medio de un barrio de casas decimonónicas. Delante

de la entrada había una marquesina de vidrio y, cuando me disponía a atravesarlO, una enorme maceta se estrelló contra ella haciéndose añicos sobre mi cabeza. Salté hacia un lado, aterrada.

La palmera se quedó allí, destripada contra el vidrio, y una cascada de tierra resbaló por un lateral salpicándome los zapatos.
No era muy buen presagio que digamos.
Con ese excelente ánimo, subí los veinte pisos hasta la redacción. La secretaria me indicó que me sentara en una silla encajada entre una pila de libros y una torre de revistas. Reinaba el caos absoluto. Los papeles se caían de las estanterías, había un Superman hinchable colgado del techo y, en la otra esquina, la figura de

una mujer desnuda a tamaño natural hacía las veces de perchero.
La gente entraba y salía sin cesar y la algarabía era poco menos que infernal. Estuve más de una hora esperando, y mi nerviosismo se incrementaba de manera exponencial a los minutos que iban transcurriendo. ¿Qué debía hacer? ¿Preguntar? ¿Quedarme en mi rincón? Si preguntaba, ¿no parecería muy ansiosa?, si me quedaba allí sentado, ¿no daría una pésima impresión de quien debería ser un agresivo periodista de televisión?

Varias veces vi pasar a la secretaria, una mujer en los cincuenta y pico, muy erguida, elegante, con el pelo impecablemente teñido de rubio. Luego supe que su marido era un publicista millonario y que ella sólo trabajaba por vocación. Por vocación militar, por la satisfacción del deber cumplido, diría yo, porque cuando

abría la boca todo lo que salía de allí eran órdenes que parecían irrevocables. Ahora la conozco mejor y hasta le encuentro su

parte tierna, pero al principio me parecía una figura aterradora, mucho más que el subdirector del programa o que la mismísima

presentadora.
Ese día me sentó en la esquina y se olvidó de mí. Y cuando acababa de hacer acopio de las fuerzas necesarias para levantarme

y preguntarle cuándo me tocaría, irrumpió en la redacción la presentadora del programa y el mundo pareció detenerse por un instante. Cesaron las conversaciones y todas las cabezas se volvieron disimuladamente hacia ella, que entró como una exhalación y se parapetó tras la puerta de su despacho. Vislumbré una figura pequeña, envuelta en pieles, que dejó tras de sí un rastro dulzón a

perfume caro. Lo reconocí al instante: J´adore, de Dior. Era el que
usaba mi madre, coincidencia que me sobresaltó en extremo, y
que aún hoy me sobresalta cada vez que me acerco a Zayn. ¿Cómo puede ser que mi madre se ponga los domingos para ir a misa la misma colonia que Zayn Malik, una estrella de la televisión?

Pero ésa no fue la única sorpresa del día. En cuanto Niall cerró la puerta, se oyó una carcajada general. Miré a la secretaria de redacción buscando ayuda, pero ella parecía totalmente absorta en la tarea de colocar la correspondencia en ordenados montoncitos. Más tarde, me enteré de lo que era un secreto a voces:

Isabella acababa de operarse y ése era el primer día que volvía al trabajo después de dos semanas de baja a causa de lo que, oficialmente, había sido una gripe intestinal. Pero en aquel momento yo no entendía nada, y menos aún cuando el propio Niall salió de su despacho a pasitos cortos y rapidísimos, se

acercó a mí y, casi literalmente, me arrastró tras el cerrando la
puerta con estruendo.
—¡Por fin! —dijo con una sonrisa profesional—. Teníamos
ganas de tenerte entre nosotros.
La contemplé un instante, incapaz de apartar los ojos de sus dientecillos relucientes, . ¿Se habría confundido de persona? Entonces se sentó tras el escritorio cruzando las piernas, los zapatos me apuntaban por debajo de la mesa. A su espalda había un ventanal cubierto por un estor blanco y la luz exterior entraba tamizada y fría, rodeándola como un halo. Todo

en el era pequeño: nariz, boca, manos, hasta su cabellera, . Me miró o,
más bien, intuí que me miraba porque no se había quitado sus
enormes gafas de sol, y continuó:
—Ya has visto la redacción, no es muy grande, pero todos tenemos muchas ganas de trabajar y muchas ideas. ¿Qué te parece?
—Es perfecto —balbuceé.
Entonces el hizo un ruidito, una carcajada totalmente impostada.
—No será para tanto. Pero con la experiencia que tú tienes...
—añadió quitándose las gafas y entornando los ojos con complicidad—. Claro, has trabajado en Berlín. Ahí seguro que todo funciona como un reloj suizo. —Se rió de su propio chiste y su cabello brillante se agitó.
En ese momento, me di cuenta de que no se habían confundido de candidato, simplemente habían leído mi currículo y se habían imaginado lo que no estaba escrito. Yo había trabajado en un canal alemán, sí, en la Deutsche Welle, pero mi labor consistía en traducir las noticias de la emisión en alemán a la emisión en

español. Nada más. El plató de televisión lo había pisado una vez
y por curiosidad. Pero Zayn no me dejó continuar con mis elucubraciones:

—Quiero que me ayudes a sacar adelante este programa. Es
una idea novedosa que se me ha ocurrido a mí. A mí. —Hizo una
pausa para espiar mi reacción, pero como aparentemente fue
nula, bajó la voz como si estuviera contándome un secreto—.
Entrevistas en profundidad con personajes que estén de actualidad y tengan algo que contar. Nada de telebasura. Telebrain. Y reportajes. Hacer pensar.

Aunque yo no era un experto en televisión, la idea no me
pareció especialmente «novedosa».
—Lo llamaré Le Coq, ¿qué te parece? —continuó—. Es francés, suena chic. El gallo que todo lo sabe, el gallo con su plumaje vistoso... —Me sonrió pasándose la mano por su espesa cabellera. La ahuecó ligeramente—. Un programa con celebrities e intelectuales.

Dio una palmadita en la mesa con aspecto de estar muy satisfecho de sí mismo. Tenía las uñas muy cortas. Me di cuenta de que probablemente se las
mordía y eso me hizo gracia. No era tan perfecto.
—Entonces —me atreví a preguntar—, ¿le interesa mi currículo? Porque yo...
—Pues claro. —Descolgó el teléfono—: Meli, que venga Benito —ordenó y se puso las gafas de nuevo.
Benito, el subdirector del programa, entró con gran parsimonia, se sentó ceremoniosamente y cruzó las piernas con delicadeza. Zayn empezó a golpear el cristal de la mesa con la punta metálica de su estilográfica Montblanc. Tap, tap. El ruidito sonaba como los golpes de un metrónomo gigante midiendo el ritmo

que querría imprimir a la conversación.
—Benito, éste es Louis, el nuevo coordinador —explicó con
impaciencia.
—Ah, ¿de qué programa?
El tap, tap se aceleró hasta el alegro.
—Del nuestro, claro —contestó Zayn con violencia contenida—. Quiero que lo presentes a la redacción y le des unas directrices de cómo se trabaja aquí. Será tu mano derecha.
—¿Dónde se va a sentar?
El tap, tap era ya un pizzicato enloquecido. Sin interrumpirlo,
Zayn se bajó las gafas hasta la punta de la nariz y fulminó a
Benito con la mirada.
—Adiós, tengo mucho que hacer. Encantado —dijo alargándome una mano regordeta, fría e increíblemente suave—. En cuanto tengas todo bajo control, nos reunimos.

Salí del despacho un poco mareado, incapaz de digerir de golpe lo que había sucedido allí dentro. La última frase resonaba aún en mi cerebro: «En cuanto tengas todo bajo control». ¿Qué se suponía que debía mantener bajo control?

Tomé aire, pensando que mi trabajo iba a ser mucho más difícil de lo que parecía y, de pronto, tropecé con un hombre que pasaba a toda velocidad cargado de papeles. Se detuvo con un sobresalto y me sonrió. Era la sonrisa más resplandeciente que yo

había visto nunca, iluminando sus facciones regulares y la sombra cobriza de su barba.
Iluminando todo excepto sus ojos. Allí vi algo que no sé si me
gustó. Vi que me daba un repaso de arriba abajo y supe lo que
cruzó por su cerebro: me calibró, exactamente como se calibra a
una oveja o a una vaca, raza, edad, peso, apariencia saludable.
Conocía ese gesto porque lo había visto en los tratantes de ganado. Me calibró y pensé, juro que pensé: «Con éste no quiero saber nada, tiene pinta de hacer sufrir». Era Niall uno parecía serio y melancólico; el otro, bromista y seductor.

«Ojos que están pidiendo un polvo», me contó más tarde que
alguien le había dicho. Lo que no me contó es quién era el, la
que se lo había dicho. Alguna de sus innumerables mujeres, historias, ex, amantes o qué sé yo.
este es el primer capitulo y quiero decirles que en la sinopsis no es zayn, sino es niall es que me confundi pero en los capitulos va  a aparecer como niall, porque la historia es de louis, niall y harry
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Solo los tontos creen en el amor Louis, NIall y Harry Empty Re: Solo los tontos creen en el amor Louis, NIall y Harry

Mensaje por LarrySandZiallS Sáb 15 Jun 2013, 7:29 pm

espero comentarios y subo el segundo capitulo
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Mensaje por Snowflake. Sáb 15 Jun 2013, 7:38 pm

Holii nueva y fiel lectora!!!Dime nico y si necesitas alguna chica me avisas :D y me dices lo que necesitas saber de mi soy nueva
Siguelaa
Snowflake.
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Mensaje por LarrySandZiallS Sáb 15 Jun 2013, 7:52 pm

Adrianamalik escribió:Holii nueva y fiel lectora!!!Dime nico y si necesitas alguna chica me avisas :D y me dices lo que necesitas saber de mi soy nueva
Siguelaa hola nico, a mi dime nikky, me llamo nicol y lamentablemente no necesito o con el paso del tiempo te aviso y que alegria mi primer lectora, tu crees que esta muy largo porque si es asi lo hago en 2 o 3 partes para que no sea tan largo, tu que dices quiero  tu opinion
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Solo los tontos creen en el amor Louis, NIall y Harry Empty adelanto del proximo capitulo

Mensaje por LarrySandZiallS Sáb 15 Jun 2013, 7:59 pm

El monstruoso Autobús rojo emitió un rugido de furia, 
o eso me pareció, y los viajeros que esperaban en la parada lo 
corearon con protestas de impaciencia: jubilados con zapatos relucientes, latinoamericanas de ancas generosas y señoronas estiradas envueltas en sus abrigos de falso visón.

—Bueno, no eres de las que está aquí por estar. Por eso pensé 
en sentarte cerca de la ventana. 
Se dio la vuelta y siguió repartiendo la correspondencia. No sé 
si me había convencido la peculiar explicación, pero miré por 
aquella ventana que parecía tan importante: un sembrado de tejados rojos, azoteas con tiestos y patios de vecinos se extendía 
hasta el horizonte.

Benito apareció con un fajo de guiones de programas anteriores que colocó con mucha delicadeza sobre el centro exacto de 
su escritorio. 
—Son para ti —dijo, y, con una sonrisa beatífica, fue desmenuzando entre sus poderosas mandíbulas un discurso aburrido y 
lleno de tópicos que ni siquiera recuerdo.

Volví a prestarle atención a Niall, que continuaba con su 
charla suave pero insidiosa. Era obvio que estaba flirteando. Me 
sentía halagado y a la vez asqueada, acababa de llegar y ya tenía un 
moscón alrededor. Sin embargo, mientras escuchaba su voz, profunda y rica, notaba algo que me conmovía a mi pesar. El tipo 
daba la sensación de estar desprotegido. 

En cuanto el cámara desapareció, la tormenta de ideas absurdas se disipó y la reunión volvió a su curso, más bien tedioso, 
como si nada hubiera sucedido. El último en hablar fue Benito, 
que se limitó a hacer un resumen de lo que habían dicho los 
demás.

y mas
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Mensaje por Snowflake. Dom 16 Jun 2013, 9:03 am

Hazla como tu quieras, pero creo que seria mas facil si lo divides en partes pero tu decides y tengo una duda un poco estupida pero fue que me confundí Louis es una mujer o un hombre?Es que me confundo porque a veces aparece los verbos con a y a veces con o.
Siguela Nikky que me dejaste con un pocito de intriga.
Snowflake.
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Solo los tontos creen en el amor Louis, NIall y Harry Empty Re: Solo los tontos creen en el amor Louis, NIall y Harry

Mensaje por LarrySandZiallS Dom 16 Jun 2013, 10:25 am

Adrianamalik escribió:Hazla como tu quieras, pero creo que seria mas facil si lo divides en partes pero tu decides y tengo una duda un poco estupida pero fue que me confundí Louis es una mujer o un hombre?Es que me confundo porque a veces aparece los verbos con a y a veces con o.
Siguela Nikky que me dejaste con un pocito de intriga.
Mmm te explico lo que pasa es que el libro es basado en una mujer, pero hay algunas cosas que si toca hacerlas en a y otras con o, y mañana la sigo es que hoy es un dia para estar con papi
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Solo los tontos creen en el amor Louis, NIall y Harry Empty Re: Solo los tontos creen en el amor Louis, NIall y Harry

Mensaje por Snowflake. Dom 16 Jun 2013, 6:42 pm

Ohh ok ya entendi xd mi dia de padres lo pase en una piscina y estoy que si caigo en una cama no hay dios que me levante xd
Bueno ya siguela cuando puedas
Besos Nico xx ;)

LarrySandZiallS escribió:
Adrianamalik escribió:Hazla como tu quieras, pero creo que seria mas facil si lo divides en partes pero tu decides y tengo una duda un poco estupida pero fue que me confundí Louis es una mujer o un hombre?Es que me confundo porque a veces aparece los verbos con a y a veces con o.
Siguela Nikky que me dejaste con un pocito de intriga.
Mmm te explico lo que pasa es que el libro es basado en una mujer, pero hay algunas cosas que si toca hacerlas en a y otras con o, y mañana la sigo es que hoy es un dia para estar con papi
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Solo los tontos creen en el amor Louis, NIall y Harry Empty Das Grosse Leben 1/?

Mensaje por LarrySandZiallS Lun 17 Jun 2013, 12:03 pm

El monstruoso autobús rojo emitio un rugido de furia, o eso me parecio, y los viajeros que esperaban en la para lo corearon con protestas de impaciencia: jubilados con zapatos relucientes, latinoamericanas de ancas generosas y señoronas estiradas envueltas en sus abrigos de falso vison.
El taxista bajo su pesada humanidad del automovil, se remango la camisa por encima de los codos y, tras pasarse ola mano por su pelo egominado, se acerco a mi ventanilla dispuesto a presentar batala. Apage la musica, el ritmo frenetico de Bob Dylan y su Rollin and Tumblin no parecia muy adecuado al momento de tension que se avesinaba. O si, Rollon and Tumblin'.
-No sabe que esto es el carril bus taxi, solo para autobuses y taxis como su propio nombre indica?- grito a travez del cristal que yo me negaba a bajar.
En mi mente solo vabia un pensamiento llegaba tarde al trabajo. Era mi primer dia y llegaba tarde. Habia decidido ir en coche. Me traje del pueblo mi viejo citroën AX negro. Sorprendentemente arranco a la primera y pense que era un buen augurio.
Pero hacia años que no conducia por Madrid. En veinte minutos ya estaba perdido y requeteperdido. Las casas con balcones enrejados y zapaterias en los bajos, las esquinas con su quiosco de la Once, las viejas que se lanzaban a cruzar por cualquier lado...
Todo me parecia igual. Llevaba un mapa en el asiento de al lado y entre semaforo y semaforo le echaba un vistazo cada vez mas angustiado. Llegaba tarde, tarde, tarde.
Ell taxista comenzo a golpear el cristal con el puño,su coche estaba aparcado un metro delante del mio, y un metro detras rugia el autobus. A los lados se levantaban unas absurdas barreras de plastico azul que me impedian moverme. Estaba atrapado. Cerre los ojos sin saber que hacer, a lo mejor cuando los abriera todo habria desaparecido, No? De pronto, la puerta del asiento del copiloto se abrio y alguien se asomo la cabeza:
-Arranque, arranque y avance muy despacio- dijo una voz masculina y serena.
Un policia me sonreia con confianza. Cinco pensamientos atravesaron mi mente al mismo tiempo: que tio tan guapo; si le hago caso chocare contra el taxi; si choco, el taxista me va a linchar; si me lincha, este pli me defendera, puesto que esa es su labor; y asi, por lo menos, el claxon del autobus dejara de machacarme los timpanos. Arranque y me pegue a la parte trasera del taxi. El taxista dio un brinco, miro al policia agitando las manos al aire,como si estuviera ahogandose en un mar picadoy corrio hacia su cocho. El policia estiro los brazos y nos hizo señas para que avanzaramos. Al pasar a su lado baje la ventanilla.
-Tenga cuidado con el carril bus- me advirtio, y se agacho hasta ponerse a mi altura. Me miro unos segundos sin decir nada, sus ojos brillaron con insolencia---: Todo el dia entre taxistas y autobuseros..., al menos una cara bastante atractivo.
Se irgio de nuevo e hizo un gesto energico: vamos, vamos.
Levante el pie del embrague y contemple fugazmente al policia por el retrovisor mientras su rostro desaparecia de mi campo de vision. Era un hombre bello, como diria Li.«Bello» es un adjetivo que rara vez se aplica a genero maculino y, sin embargo, es muy defintorio. Es un paso mas alla de guapo. El mundo esta repleto de hombres guapos. En Alemania los habia por todas partes: atleticos, de cabello pajizo y su rostro de huesos amplios. Al cruzarmelos en el metro o pesaleando furiosamente sobre sus bicicletas, me imaginaba que solo podian hacer gestos rotundos y tener pensamientos nobles bajo aquellas frentes despejadas. Pero de repente hablaban y el hechizo. Se rompia. Mas que hablar parecia que solo moviesen los labios, y lo hacias independientemente del resto de los musculos, como si las palabras surgieran de un lugar muy lejano y muy frio, y por eso salieran a la luz con un eco metalico. Pero aquel hombre poseia otra perfeccion: ojos grandes, boca grande, nariz grande, y todo moviendose a la vez. Como un ser realem nte vivo. «Ay, Louis, que necesitada estas de hobres», me dije. Entonces reaccione: llegaba tradisimo. Si hubiera sabido que en aquella resaccion la norma era precisamente llegar tardici$o, me habrian evitado la angustia. Quza hasta hubiera tenido el valor de pedirle el telefono al poli que me salvo.
Llegue a la redaccion con el alma en vilo. Me imaginaba a todos laborano como hormigas, excepto yo, que llegaba tarde, tardisimo, y que cuando entrara volverian la cabeza y me lanzarian miradas acusadoras. Sin embargo, tras pasar el contron de la puerta princial y subir los 20 pisos, me encontre la redaccion vacia. La unica persona a la vista era Meli, la secretaria de redaccion, que tomaba cafe en su mesa mientras hojeaba revistas del corazon. Al verme, me ofrecio una taza y un paquete de barritas de muesli. Miro el reloj y gdijo:
- En doce minutos estoy contigo.
Dijo doce, ni un minuto mas ni uno menos, y se enfrasco de nuevo en su apacionante lectura. Que debia hacer yo? Eche un vistazo a mi alrededor. Vi una pila de periodicos encima de una mesa y me acerque a poe uno.
-!No los toques!- grito Meli y. De sobresalto, se me cayeron todos al suelo--. Yo reparto los periodicos. Uno para cada uno. Ya te lo ponre en tu sitio. No te preocupes que yo siempre- recalco la palabra-, siempre llego la primera.
Volvi a colocar los diarios encima de la mesa y me quede sin saber que hacer. Temia hacer algo que quebrara las sacrosantas reglas de Meli. Sai al vestibulo a ver si encontraba una maquina de cafe. Las puertas del ascensor se abrieron: alli estaba Niall.
Este es una parte del capitulo yo creo que se divide en. Partes mañana subo la segunda parte
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Solo los tontos creen en el amor Louis, NIall y Harry Empty Re: Solo los tontos creen en el amor Louis, NIall y Harry

Mensaje por Snowflake. Mar 18 Jun 2013, 7:09 pm

Siguela cuando puedas
Snowflake.
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