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"Sucedio en Otoño "(Nick y tu) [ADAPTACIÓN]
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: "Sucedio en Otoño "(Nick y tu) [ADAPTACIÓN]
Hola nueva lectora , mi nombre es Florencia , soy de Uruguay
y estoy encantada con tu novela! bueno de hecho esto encantada con toda la saga de las Floreros :D las amo , Jajaja debo admitir que soy una pelotuda porque leei la saga toda desordenada ! porque no tenía ni idea que era saga , hacía tiempo que habia leido el diablo en el inviero y luego leei escando en primavera que fue cuando me di cuenta que era una saga, después merodeando por el foro encontré esta! que realmente está fasinante, ESPERO QUE LA SIGAS PRONTO ! y también me atrevería a pedirte que adaptaras Secretos De Una Noche De Verano que es la primera parte de la saga, porque al parecer estaba en el foro pero la borraron, de lo contrario si sabes donde puedo leer la novela con Nick y tu me avisas :D muchas Gracias
y estoy encantada con tu novela! bueno de hecho esto encantada con toda la saga de las Floreros :D las amo , Jajaja debo admitir que soy una pelotuda porque leei la saga toda desordenada ! porque no tenía ni idea que era saga , hacía tiempo que habia leido el diablo en el inviero y luego leei escando en primavera que fue cuando me di cuenta que era una saga, después merodeando por el foro encontré esta! que realmente está fasinante, ESPERO QUE LA SIGAS PRONTO ! y también me atrevería a pedirte que adaptaras Secretos De Una Noche De Verano que es la primera parte de la saga, porque al parecer estaba en el foro pero la borraron, de lo contrario si sabes donde puedo leer la novela con Nick y tu me avisas :D muchas Gracias
Flor
Re: "Sucedio en Otoño "(Nick y tu) [ADAPTACIÓN]
por dios si no subes un capitulo me voy a volver LOCA.
Flor
Re: "Sucedio en Otoño "(Nick y tu) [ADAPTACIÓN]
Primero los Replies:
Florencia L.OGracias y bienvenida a esta novela. Prometi 4 caps por cada lectora nueva y aquí vienen. Con gusto subiré Secretos de una noche de verano en cuanto esta acabe. Sí es la primera de toda la saga y es de Annabelle y Simón Hunt, la segunda es esta Sucedió en otoño de Lillian y el Conde de Westcliff Marcus Mardsen, el tercero es el diablo en invierno de Evangeline y Sebastian Lord St. Vincent, la cuarta es Escándalo en Primavera con Daisy y Matthew Swift y finalmente hay uno extra que es secreto por ahora, lo diré luego. - En todas será Nick y tú ¿ok?-. Las subiré todas siempre y cuando Dios me permita hacerlo. C: Lo prometo.
.McDonalds.#' El Final está cerca, con este post sólo resta el último capítulo y el Epílogo.
CHICAS QUIERO DECIRLES QUE SI TIENEN PREGUNTAS, DUDAS HÁGANLAS Y LAS RESPONDERÉ EN CADA POST. YA SEA SOBRE MÍ Y MI VIDA, O SOBRE NOVELAS QUE QUIERAN LEER Y LES RECOMIENDE ETC... c: Las amo. Aquí van lso 4 capítulos fracias a Florencia nuestra nueva lectora.
{20°} Capítulo Veinte
Florencia L.OGracias y bienvenida a esta novela. Prometi 4 caps por cada lectora nueva y aquí vienen. Con gusto subiré Secretos de una noche de verano en cuanto esta acabe. Sí es la primera de toda la saga y es de Annabelle y Simón Hunt, la segunda es esta Sucedió en otoño de Lillian y el Conde de Westcliff Marcus Mardsen, el tercero es el diablo en invierno de Evangeline y Sebastian Lord St. Vincent, la cuarta es Escándalo en Primavera con Daisy y Matthew Swift y finalmente hay uno extra que es secreto por ahora, lo diré luego. - En todas será Nick y tú ¿ok?-. Las subiré todas siempre y cuando Dios me permita hacerlo. C: Lo prometo.
.McDonalds.#' El Final está cerca, con este post sólo resta el último capítulo y el Epílogo.
CHICAS QUIERO DECIRLES QUE SI TIENEN PREGUNTAS, DUDAS HÁGANLAS Y LAS RESPONDERÉ EN CADA POST. YA SEA SOBRE MÍ Y MI VIDA, O SOBRE NOVELAS QUE QUIERAN LEER Y LES RECOMIENDE ETC... c: Las amo. Aquí van lso 4 capítulos fracias a Florencia nuestra nueva lectora.
{20°} Capítulo Veinte
No estaba claro si había sido Daisy quien «destapara la olla», como se decía en Nueva York, o si habían sido las noticias que trajera Annabelle, a quien tal vez su marido hubiera informado acerca de la escena de la biblioteca. De lo único que _____________ podía estar segura, cuando se unió al resto de las floreros para el aperitivo de media mañana en la sala de desayunos, era de que sus amigas lo sabían. Podía leerlo en sus rostros: en la cara desconcertada de Evie, en el aire conspirador de Daisy y en la estudiada indiferencia de Annabelle. _____________ se sonrojó y evitó la mirada de todas mientras se sentaba a la mesa. Siempre había mantenido una fachada de cinismo y la había utilizado como defensa contra la vergüenza, el miedo o la soledad... Sin embargo, en ese momento se sentía inusualmente vulnerable,
Annabelle fue la primera en romper el silencio.
-Hasta ahora, ésta ha sido una mañana de lo más aburrida. - Con un gesto elegante, se llevó la mano a la boca para ocultar un fingido bostezo-. Espero que haya alguien que pueda animar la conversación. ¿Algún chisme que compartir, por casualidad? -Su mirada burlona se clavó en la expresión consternada de _____________. Un sirviente se acercó para llenar la taza de té de la mayor de las Bow¬man y Annabelle esperó hasta que se hubo apartado de la mesa pa¬ra continuar-. Has aparecido bastante tarde esta mañana, querida. ¿No has dormido bien?
_____________ entre cerró los ojos para observar a su jovial y sarcástica amiga, mientras oía toser a Evie, que estuvo a punto de ahogarse con un sorbo de té.
-En realidad, no.
Annabelle sonrió; tenía un aspecto absolutamente radiante.
- ¿Por qué no nos cuentas tus noticias, _____________, antes de que yo os cuente las mías? Aunque dudo de que las mías puedan considerarse ni la mitad de interesantes.
-Al parecer, ya estáis enteradas de todo -musitó _____________, que trató de ahogar su bochorno con un largo trago de té.
Puesto que lo único que consiguió fue abrasarse la lengua, dejo la taza sobre la mesa y se obligó a enfrentar la mirada de Annabelle, que se había suavizado y le ofrecía un alegre apoyo.
- ¿Te encuentras bien, querida? -preguntó Annabelle con delicadeza.
-No lo sé -admitió _____________-. No sé ni cómo me siento. Estoy entusiasmada y feliz, pero también, de algún modo...
- ¿Asustada? -murmuró Annabelle.
- La _____________ de hacía un mes habría preferido que la torturaran hasta la muerte antes que admitir por un momento el miedo que sentía... pero se descubrió asintiendo.
-No me gusta estar indefensa ante un hombre que no es conocido precisamente por su sensibilidad o por su misericordia. Es evidente que nuestros temperamentos no encajan muy bien.
-Pero ¿te atrae físicamente? -preguntó Annabelle.
-Por desgracia, sí.
- ¿Y por qué lo consideras una desgracia?
-Porque sería mucho más fácil casarse con un hombre con el que se comparte una amistad superficial en lugar de... de...
Las tres jóvenes se inclinaron hacia ella para no perder palabra.
-¿En lugar d-de qué? -preguntó Evie, con los ojos abiertos de par en par.
-En lugar de esta ardiente, desgarradora, colosal y, sin duda, indecente pasión.
-Madre del amor hermoso... -dijo Evie casi sin aliento al tiempo que se reclinaba en su silla; Annabelle, por el contrario, no dejaba de sonreír y Daisy, fascinada, contemplaba a su hermana con curiosidad.
- ¿Y todo eso por un hombre cuyos besos no son más que «pa¬sables»? -preguntó Annabelle.
Los labios de _____________ se curvaron en una sonrisa mientras con¬templaba las vaporosas profundidades de su taza de té.
- ¿Quién se habría imaginado que un tipo tan almidonado, de esos que se abrochan la camisa hasta el cuello, pudiera ser tan dife¬rente en el dormitorio?
-Contigo imagino que no puede evitarlo -señaló Annabelle.
_____________ levantó la vista de su taza.
- ¿Por qué lo dices? -preguntó con cautela, temiendo por un instante que Annabelle estuviese haciendo referencia a los efectos del perfume.
-En el momento en que entras en una habitación, el conde se anima visiblemente. Es obvio que lo tienes fascinado. Apenas se puede mantener una conversación con él, porque siempre anda estirando el cuello para escuchar lo que dices y observar todos y ca¬da uno de tus movimientos.
- ¿De veras? -A pesar de que estaba encantada con semejante información, _____________ se esforzó por parecer indiferente-. ¿Por qué no lo habías mencionado antes?
-No quería entrometerme, puesto que me parecía que cabía la posibilidad de que prefirieras las atenciones de lord St. Vincent.
_____________ dio un respingo y apoyó la frente sobre una mano. Les contó la bochornosa escena que había tenido lugar entre Nicholas, St. Vincent y ella esa misma mañana; las jóvenes le expresaron su comprensión y compartieron su malestar.
-Lo único que evita que sienta compasión por lord St. Vincent es la certeza de saber que ha roto una buena cantidad de corazones y causado bastantes lágrimas en el pasado... -dijo Annabelle-. Por tanto, es justo que ahora sepa qué se siente al ser rechazado.
-De cualquier forma, tengo la sensación de haberlo engañado- dijo _____________, que se sentía culpable-. Además, él se lo tomó muy bien. No pronunció palabra de reproche alguna. No puedo evitar tenerle cariño, aunque sólo sea por eso.
-T-ten cuidado -sugirió Evie con suavidad-. Por lo que he oído, lord St. Vincent no parece de los que renuncian con tatas facilidad. Si se acerca a ti de nuevo, prométeme que no accederás a encontrarte a solas con él.
_____________ observó a su preocupada amiga con una sonrisa.
-Evie, eso ha sonado muy cínico. Muy bien, te lo prometo. Sin embargo, no hay razón para preocuparse. No creo que lord St. Vincent sea lo bastante estúpido como para convertir en su enemigo a alguien tan poderoso como el conde. -Y, puesto que deseaba cambiar de tema, concentró su atención en Annabelle-. Ahora que ya os he contado todo, ha llegado la hora de que tú hagas lo mismo. ¿De qué se trata?
Con una mirada resplandeciente en los ojos y la luz del sol arrancando destellos de su lustroso cabello, Annabelle tenía el aspecto de una niña de doce años. Desvió la mirada a un lado para asegurarse de que nadie las oía.
-Estoy casi segura de que estoy embarazada -susurró-. He tenido algunos síntomas últimamente... náuseas y somnolencia y es el segundo mes que no tengo la menstruación.
Todas se quedaron boquiabiertas de la alegría y, a escondidas, Daisy estiró el brazo por encima de la mesa para apretar la mano de Annabelle.
- iQué noticias tan maravillosas, querida! ¿Lo sabe el señor Hunt?
La sonrisa de Annabelle se tornó arrepentida.
-Todavía no. Deseo estar del todo segura antes de decírselo. Y quiero guardado en secreto durante tanto tiempo como me sea posible.
- ¿Por qué? -preguntó _____________.
-Porque, tan pronto como lo sepa, se volverá tan excesivamente protector que no podré ir a ningún sitio sola.
Conociendo como conocían a Simón Hunt y su apasionada preocupación por todo lo que tenía que ver con Annabelle, las floreros asintieron en silencio. Una vez que Hunt se enterara de la llegada del bebé, rondaría a su embarazada esposa como un halcón.
-Esto es todo un triunfo -exclamó Daisy en voz baja-. Florero el año pasado, madre éste. Todo está saliendo a las mil maravillas para ti, querida.
-Y _____________ será la siguiente- añadió Annabelle con una sonrisa.
_____________, que tenía los nervios de punta, sintió un aguijonazo a medio camino entre el placer y la alarma al escuchar esas palabras.
- ¿Qué pasa? -preguntó Daisy en voz queda mientras las otras dos conversaban animadamente acerca de la llegada del be¬bé. Pareces preocupada. ¿Tienes dudas? Supongo que es de lo más normal.
-Si me caso con él, ten por seguro que nos llevaremos como el perro y el gato -dijo _____________ con inquietud.
Daisy le dedicó una sonrisa.
- ¿No te parece que le estás dando demasiadas vueltas a vues¬tras diferencias? Tengo la sospecha de que el conde y tú sois más parecidos de lo que crees.
- ¿Y en qué podríamos parecernos?
-Piénsalo bien -le aconsejó su hermana menor con una son¬risa-. Estoy segura de que se te ocurrirá algo.
Tras convocar a su hermana y a su madre al salón de los Mars¬den, Nicholas permaneció en pie ante ellas con las manos entrelazadas a la espalda. Se encontraba en la inusual postura de tener que confiar en lo que le decía el corazón, en lugar de seguir los dictados de la razón. Eso no era muy propio de los Marsden. La familia era famosa por su larga línea de antecesores fríos y calculadores, con la excepción de Aline y de Livia. Nicholas, por su parte, había seguido el típico prototipo Marsden... hasta que _____________ Bowman había entrado en su vida con la sutileza de un huracán.
En esos momentos, el compromiso que había llevado a cabo con esa joven testaruda le proporcionaba una sensación de paz que no había conocido nunca. Una mueca de diversión tironeó de los diminutos músculos de su rostro al preguntarse cómo le diría a la con¬, condesa que finalmente tendría una nuera... que, además, era la última muchacha que ella habría elegido para esa posición.
Livia estaba sentada en una silla cercana mientras que la conde¬sa, como siempre, ocupaba el canapé. Nicholas no pudo evitar asombrarse ante la diferencia que había entre sus miradas: la de su herma¬na, cálida y expectante; la de su madre, indiferente y cautelosa.
-Ahora que has conseguido levantarme de mi descanso de medio día -dijo la condesa con acritud-, te ruego que digas de una vez lo que tienes en mente, milord. ¿Qué noticias tienes nos? ¿Qué asunto resulta tan importante que has tenido que citarme a una hora tan inconveniente? Alguna carta irrelevante acerca del mocoso engendro de tu hermana, supongo. Bien, ¡acabemos con ello!
Nicholas tensó la mandíbula. Cualquier intención que tuviera de darle las noticias de forma amable se desvaneció al escuchar esa desagradable referencia a su sobrino recién nacido. De pronto, se sintió muy satisfecho con la perspectiva de informar a madre de que todos y cada uno de sus nietos, incluyendo al futuro heredero del título, serían medio norteamericanos.
-Estoy seguro de que le agradará saber que he decidido su consejo y finalmente he elegido una esposa -dijo sin levantar la voz-. Pese a que aún no le he hecho una proposición formal, tengo buenas razones para creer que me aceptará cuando así sea.
La condesa parpadeó con incredulidad, demostrando un fallo en su compostura.
Livia lo observó con una sonrisa interrogante. En sus ojos apareció un súbito y malicioso brillo de alegría que le indicó a Nicholas que había adivinado la identidad de la novia anónima.
-Me parece maravilloso -dijo-. ¿Por fin has encontrado a alguien que te aguante, Nicholas?
Él le devolvió la sonrisa.
-Eso parece. Aunque sospecho que será necesario adelantar los planes de boda antes de que ella recobre el buen juicio y salga huyendo.
-Tonterías -replicó la condesa con brusquedad-. Ninguna mujer huiría ante la perspectiva de casarse con el conde de Westcliff. Estás en posesión del título más antiguo de Inglaterra. El día que te cases, le otorgarás a tu esposa más dignidades aristocráticas que cualquier otra cabeza sin coronar sobre la faz de la Tierra. Ahora dime por quién te has decantado.
-Por la señorita _____________ Bowman.
La condesa emitió un jadeo displicente.
-Ya basta de bromas absurdas, Westcliff. Quiero el nombre de la muchacha.
Livia se estremeció de sincero deleite. Tras dirigirle a Nicholas una mirada radiante, se inclinó hacia su madre y dijo con un susu¬rro perfectamente audible:
-Creo que está hablando en serio, madre. Se trata realmente de la señorita Bowman.
-¡No puede ser! -La condesa parecía horrorizada. Casi se podía ver los capilares estallando bajo la piel de sus mejillas-. ¡Exijo que renuncies a esta insensatez, Westcliff, y que recuperes el buen juicio! ¡No toleraré tener a esa atrocidad de criatura como mi nuera!
-Pues tendrá que hacerla -dijo Nicholas de forma implacable.
-Podrías elegir a cualquier muchacha de aquí o del continente… jóvenes de porte y linaje aceptable...
-Es a la señorita Bowman a quien deseo.
-Jamás se adaptará al molde de una esposa Marsden.
-Entonces, habrá que romper el molde.
La condesa rió con rudeza, un sonido tan desagradable que Li¬via tuvo que aferrarse a los brazos de su sillón para evitar taparse los oídos con las manos.
- ¿Qué clase de locura te ha poseído? ¡Esa chica Bowman no es más que una plebeya! ¿Cómo puedes considerar siquiera la idea de cargar a tus hijos con una madre que menoscabará nuestras tradiciones, despreciará nuestras costumbres y se burlará de todos los buenos modales? ¿Cómo es posible que una esposa semejante te parezca adecuada? ¡Por el amor de Dios, Westcliff! -La furiosa condesa se detuvo un momento para recuperar el aliento. Pasó la mirada de Nicholas a Livia y explotó-: ¿Cuál es la fuente de la infernal obsesión de esta familia por los americanos?
-Una pregunta de lo más interesante, madre -dijo Livia con jovialidad-. Por alguna razón, ninguno de sus vástagos puede soportar la idea de casarse con alguien de su propia clase. ¿Por qué crees que será, Nicholas?
-Me da la impresión de que la respuesta no resultaría halaga¬dora para ninguno de nosotros -dijo él con ironía.
-Tienes la obligación de casarte con una joven de buena cuna -grito la condesa con el rostro desfigurado por la furia-. La única razón de tu existencia es la de continuar el linaje de la familia y preservar el título y sus propiedades para tus herederos. Y, hasta ahora, has fracasado estrepitosamente.
- ¿Fracasado? -interrumpió Livia con una mirada iracunda-. Nicholas ha cuadruplicado la fortuna familiar desde que padre murió, por no mencionar lo mucho que ha mejorado las vidas de todos los criados y arrendatarios de sus propiedades. Ha patrocinado numerosas causas humanitarias en el Parlamento y ha creado empleo para más de un centenar de hombres en la industria de las locomotoras; además, es el hermano más amable que alguien pudiera desear jam...
-Livia -interrumpió Nicholas con un murmullo-, no hay ninguna necesidad de que me defiendas.
- ¡Por supuesto que la hay! Después de todo lo que has hecho por los demás, ¿por qué no ibas a poder casarte con la chica que has elegido, una chica con carácter, además de adorable, debo añadir, sin tener que soportar las estúpidas lecciones de madre acerca del linaje familiar?
La condesa dirigió una mirada perversa a su hija menor. -No eres tú la más indicada para participar en una discusión sobre el linaje familiar, niña, teniendo en cuenta el hecho de que ni siquiera puedes considerarte una Marsden. ¿O es necesario que te recuerde que eres el resultado de la relación de una única noche con un lacayo que estaba de visita? El difunto conde no tuvo más remedio que aceptarte para que no lo tacharan de cornudo, pero aún así…
-Livia -interrumpió Nicholas con suavidad al tiempo que extendía la mano hacia su hermana, que se había puesto pálida.
Las noticias estaban lejos de sorprenderla, pero la condesa jamás se había atrevido a admitirlo de forma abierta hasta esos momentos. La joven se puso en pie y se acercó a él de inmediato, con los ojos brillantes en su pálido rostro. Nicholas le rodeó la espalda con un brazo protector y la apretó contra sí al tiempo que le murmuraba al oído:
-Será mejor que te marches ahora. Hay cosas que debo decir… y no quiero que quedes atrapada en el fuego cruzado.
-Está bien -dijo Livia, cuya voz no mostraba más que un deje de temblor-. No me importa lo que diga… hace mucho que perdió el poder de hacerme daño.
-Pero a mí sí que me importa -replicó él con gentileza-. Ve a buscar a tu marido y deja que te consuele mientras yo me encar¬go de la condesa.
Livia levantó la mirada para observarlo, ya mucho más calmada.
-Iré a buscarlo -dijo-, aunque no necesito consuelo.
-Buena chica. -Le dio un beso en la frente.
Sorprendida por la muestra de afecto, Livia soltó una risilla y se apartó de él.
- ¿Sobre qué estáis cuchicheando? -exigió saber la condesa, malhumorada.
Nicholas la ignoró mientras acompañaba a su hermana hasta la puerta y la cerraba con cuidado después de que saliera. Cuando se giró de nuevo para enfrentarse a la condesa, su rostro tenía una ex¬presión sombría.
-Las circunstancias del nacimiento de Livia no tienen nada que ver con su carácter- dijo-, y sí mucho con el suyo, madre. Me im¬porta un comino si quiere liarse con un criado o si carga con un hi¬jo suyo... pero me importa muchísimo que trate de culpar a Livia por ello. Ha vivido bajo la sombra de sus crímenes durante toda su vida, y ha pagado muy caro las pasadas indulgencias de su madre.
-No pediré disculpas por satisfacer mis necesidades -espetó la condesa-. En ausencia de afecto por parte de tu padre, tuve que buscar mi propio placer allí donde lo encontrara.
-Y dejó que Livia cargara con todo el peso de la culpa. -Frun¬ció los labios-. Aunque fui testigo de la forma en que fue maltra¬tada y descuidada cuando era niña, no pude hacer nada para prote¬gerla en aquel momento. Sin embargo, ahora sí puedo. No habrá mas menciones sobre este tema en su presencia. Jamás. ¿Lo ha en¬tendido?
A pesar del timbre quedo de su voz, la furia volcánica que ardía en su interior debió de reflejarse en ella, ya que la condesa no dis¬cutió ni emitió protesta alguna. Se limitó a tragar saliva con fuerza y a asentir con la cabeza.
Pasó todo un minuto antes de que ninguno de los dos consi¬guiera poner en orden sus emociones de nuevo. La condesa fue la primera en lanzarse a la ofensiva.
-Westcliff, dijo de forma controlada-, ¿se te ha ocurrido pensar que tu padre habría despreciado a esa chica Bowman lo que representa?
Nicholas la observó sin reflejar emoción alguna.
-No -dijo a la postre-, no se me había ocurrido pensarlo.
Su difunto padre llevaba ausente de sus pensamientos tanto tiempo que a Nicholas no se le había ocurrido preguntarse que impresión le causaría _____________ Bowman. El hecho de que su madre creyera que eso podría importarle lo más mínimo resultaba sorprendente.
Asumiendo que le había dado algo en qué pensar, la condesa lo presionó con creciente determinación.
-Siempre deseaste complacerlo y a menudo lo conseguiste, a pesar de que en raras ocasionxxes lo reconociera -prosiguió-. Tal vez no me creas cuando te digo que, por encima de todo, lo único que quería tu padre era tu bienestar. Deseaba convertirte en un hombre merecedor del título, un hombre poderoso del que jamás pudieran aprovecharse. Un hombre como él. Y, en su mayor parte tuvo éxito.
Aquellas palabras pretendían halagar a Nicholas; sin embargo, tuvieron el efecto contrario y lo golpearon como un hachazo en el pecho.
-No, no es cierto -dijo con voz ronca.
-Sabes qué clase de mujer habría querido que engendrara a sus nietos -añadió la condesa -. Esa chica Bowman no te merece, Westcliff, no merece ni tu título ni tu sangre. Imagínate un encuentro entre ellos dos... entre ella y tu padre. Sabes muy bien lo mucho que la habría despreciado.
De pronto, Nicholas se imaginó a _____________ enfrentándose al demonio que había sido su padre, quien había aterrorizado a todas las personas que había conocido. No le cupo duda de que _____________ habría reaccionado ante el viejo conde con su acostumbrada impertinencia. No se habría acobardado ante él ni lo más mínimo.
Como continuaba en silencio, la condesa habló en un tono más suave.
-Está claro que tiene sus encantos. Puedo entender muy bien los atractivos que los de las clases inferiores pueden tener para nosotros: algunas veces apelan a nuestros deseos por lo exótico. Y no supone ninguna sorpresa el hecho de que tú, como todos los hom¬bres, ansíes variedad en las mujeres que eliges. Si la deseas, no du¬des en poseerla. La solución es evidente: después de que ambos estéis casados con otras personas, podréis mantener una relación hasta que te canses de ella. Los aristócratas siempre encontramos el amor fuera del matrimonio; es la mejor manera, como no tardarás descubrir.
La estancia se sumió en un inquietante silencio mientras la men¬te de Nicholas hervía con los recuerdos horripilantes y los ecos amar¬gos de las voces largo tiempo silenciadas. A pesar de que despreciaba el papel de mártir y de que nunca se había visto a sí mismo desde esa perspectiva, no podía negar que, durante la mayor parte de su vida, sus necesidades habían quedado relegadas a un segundo pla¬no lo que tuvo que cargar con los deberes y las responsabilida¬des que le habían impuesto. En esos momentos, por fin había encontrado una mujer que le ofrecía toda la calidez y la alegría que durante tanto tiempo le habían negado... y, por todos los infiernos, tenía derecho a exigir el apoyo de su familia y sus amigos, sin im¬portar las reservas que pudieran albergar. Sus pensamientos se aventuraron hacia un territorio más tenebroso cuando consideró los primeros años de su vida, en los que su padre había enviado lejos a cualquiera por quien Nicholas sintiera el más mínimo afecto. Para evitar que se volviera débil. Para evitar que dependiera de nadie que no fuera él mismo. Aquello había establecido las pautas de soledad que habían regido la vida de Nicholas hasta aquel instante. Pero nunca más.
Y en cuanto a la sugerencia de su madre, eso de que tuviera una aventura con _____________ una vez que ambos estuviesen casados con otras personas, le resultó ofensiva hasta lo más profundo de su alma. No sería otra cosa que una perversa imitación de la relación sincera que ambos se merecían.
-Escúcheme bien -dijo cuando finalmente pudo recuperar el suficiente juicio como para hablar-. Antes de que comenzara esta conversación, estaba decidido a convertirla en mi esposa. Pero, en caso de que algo hubiera podido aumentar mi determinación, sus palabras lo han conseguido. Que no le quepa duda de que hablo muy en serio cuando digo que _____________ Bowman es la única mujer de este mundo con la que jamás consideraré casarme. Sus hijos serán mis herederos o, de lo contrario, el linaje de los Marsden acabará conmigo. De ahora en adelante, mi preocupación principal será su bienestar. Cualquier palabra, gesto o acto que ponga en peligro su felicidad provocará las peores consecuencias imaginables. Jamás le dará motivos para creer que siente otra cosa que no sea felicidad por nuestro matrimonio. La primera palabra que me indique lo contrario le valdrá un largo viaje en carruaje lejos de la propiedad. Lejos de Inglaterra. Para siempre.
-No puedes estar hablando en serio. Estás enfadado. Más tarde, cuando te hayas calmado, hablaremos...
-No estoy enfadado. Estoy hablando completamente en serio.
- ¡Te has vuelto loco!
-No, señora mía. Por primera vez en mi vida, tengo la oportunidad de ser feliz... y no pienso desaprovecharla.
-Estúpido... -murmuró la condesa, que se estremecía por la furia.
-Sea cual sea el resultado, casarme con ella es la cosa menos estúpida que he hecho jamás -replicó él antes de despedirse con una breve reverencia.
{21°} Capítulo Veintiuno[/center]
Un poco más tarde, esa misma mañana, Annabelle se excusó de la sala de desayunos con un murmullo de disculpa.
-Me siento bastante mareada otra vez -dijo-. Creo que me retiraré a mi habitación durante un rato. Por suerte, el señor Hunt está fuera, cabalgando, y no se enterará de que vaya dormir la siesta.
-T… te a … acompañaré a tu habitación -dijo Evie, preocupada.
-Ay, Evie, querida, no hay ninguna necesidad...
-Será la excusa perfecta para evitar a la tía Florence, que-que muy probablemente me esté buscando.
-Bien, en ese caso, te lo agradezco. -Tras reprimir una nueva oleada de náuseas, Annabelle se apoyó agradecida en el brazo de Evie y ambas se marcharon.
_____________ y Daisy siguieron a la pareja.
-No creo que pueda ocultárselo durante mucho más tiempo al señor Hunt, ¿no te parece?-musitó Daisy.
-A este paso, no -susurró _____________ en respuesta-. Estoy segura de que ya sospecha algo, porque Annabelle suele disfrutar de una salud de hierro.
-Tal vez. De cualquier forma, he oído que los hombres a veces son un poco despistados para estas cosas...
Justo al salir de la estancia, vieron a lady Olivia, que caminaba por el pasillo con una expresión demudada en su hermoso rostro. Era muy extraño verla fruncir el ceño, puesto que por lo general era una mujer particularmente alegre. _____________ se preguntó qué podría haberla molestado.
Al levantar la mirada, lady Olivia vio a las dos hermanas y su semblante se iluminó. Sus labios esbozaron una cálida sonrisa.
-Buenos días.
A pesar de que lady Olivia era sólo dos o tres años mayor que _____________, parecía infinitamente más madura, con los ojos de de mujer que había conocido grandes tristezas en su pasado. Y era esas experiencias desconocidas, tan alejadas de las que había vivido ella, las que conseguían que _____________ se sintiera un poco torpe al lado de lady Olivia. Aunque la hermana del conde era una conversadora fascinante, a uno le daba la sensación de que había preguntas que no debían hacerse y temas que no debían tocarse.
-Me dirigía al invernadero de cítricos.
-No la retrasaremos, entonces -replicó _____________, hechizada por la leve similitud del rostro de la mujer con el de Westcliff... Nada significativo, pero había un cierto aire en la mirada, y la sonrisa…
-Vengan conmigo -pidió lady Olivia. Guiada al parecer por un súbito impulso, estiró el brazo para agarrar la mano de _____________ y entrelazó sus pequeños dedos con los de la mayor de las Bowman, mucho más largos-. Acabo de tener una conversación de lo más interesante con el conde. Me encantaría discutirla con usted.
Ay, Dios bendito. Por lo visto, se lo habla contado a su hermana. Y muy probablemente también a su madre. _____________ le dirigió una disimulada mirada de pánico a Daisy, quien demostró no ser de ninguna ayuda.
-Yo vaya la biblioteca a buscar una novela -anunció su hermana con voz alegre-. La que estoy leyendo es bastante decepcionante, así que no pienso acabarla.
-Mire en la última fila de la derecha, en la segunda estantería empezando por abajo -le aconsejó lady Olivia-. Y busque detrás de los libros que hay delante. He escondido mis novelas favoritas allí… historias perversas que ninguna chica debería leer. La corromperán de forma irremediable.
Los oscuros ojos de Daisy se iluminaron ante semejante infor¬mación.
- ¡Vaya, gracias! -Salió pitando sin volver la vista atrás y lady Olivia esbozó una sonrisa.
-Venga-dijo ésta, tirando de _____________ a través de la sala de desayunos-. Si vamos a ser hermanas, hay cosas que quiero que sepa. Soy una valiosísima fuente de información, y en estos momentos me siento bastante parlanchina.
Con una sonrisa en los labios, _____________ la acompañó al inverna¬dero, al que se accedía a través de una de las puertas de la sala de de¬sayunos. Era un sitio cálido y fragante en el que se podía sentir el sol de mediodía y donde el calor ascendía a través de los respiraderos enrejados del suelo.
-No es del todo cierto que vayamos a ser hermanas -señaló _____________, que se sentó junto a lady Olivia en un asiento de mimbre con un respaldo francés curvado-. Si el conde ha dado a entender que se ha establecido algún compromiso...
-No, no ha ido tan lejos. No obstante, nos hizo saber que sus intenciones hacia usted eran bastante serias. -Los ojos castaño-verdosos de lady Olivia reflejaban una alegre expresión interrogante que no por ello dejaba de ser suspicaz-. No hay duda de que debería mostrarme comedida y diplomática, pero es que no puedo soportar¬lo más, tengo que preguntarlo... ¿Piensa aceptar su proposición?
_____________, que jamás se había quedado sin palabras, descubrió que en esos momentos tartamudeaba tanto como Evie.
-Yo... Yo...
-Perdóneme -se disculpó lady Olivia, compadeciéndose de ella-. Cualquiera que me conozca bien podrá asegurarle que me encanta entrometerme en los asuntos de los demás. Espero no ha¬berla ofendido.
-No.
-Estupendo. Nunca he conseguido llevarme bien con la gente que se ofende con facilidad.
-Yo tampoco -confesó _____________, cuyos hombros se relajaron un tanto, y ambas sonrieron-. Milady, estando las cosas como están… aunque puede que usted no conozca los detalles, a menos que el conde…
-No -le aseguró lady Olivia con amabilidad-. Como siempre, mi hermano parece tener los labios sellados en lo que se refiere a los detalles. Es un hombre odiosamente reservado al que le gusta atormentar a la gente inquisitiva como yo. Continúe.
-La verdad es que quiero aceptar su proposición-dijo con franqueza-. Pero tengo algunas reservas.
-No es de extrañar -comentó lady Olivia de inmediato-. Nicholas es un hombre abrumador. No hay nada que no haga bien y se encarga de que todo el mundo sea consciente de ello. Uno puede acometer una sencilla tarea como lavarse los dientes sin que él le señale si es mejor comenzar por los molares o por incisivos.
-Exacto.
-Es un hombre terriblemente exasperante -continuo lady Olivia- que insiste siempre en ver las cosas de forma absoluta: bien o mal, bueno o malo. Es testarudo y dominante, por no mencionar su incapacidad para admitir que a veces se equivoca.
Estaba claro que lady Olivia pretendía explayarse con los defectos de Nicholas, pero _____________ sintió una repentina oleada de furia protectora. Después de todo, no era justo hacer un retrato semejante de él.
-Puede que todo eso sea cierto -dijo-, pero hay que admitir que lord Westcliff es honesto. Siempre mantiene su palabra. Y, aun cuando se muestra autoritario, lo único que pretende es hacer lo que cree que es mejor para los demás.
-Supongo... -dijo lady Olivia sin mucha convicción, y eso alentó a _____________ a seguir con el tema.
-Además, la mujer que se case con lord Westcliff jamás deberá temer que él se pierda por el mal camino. Le será fiel. Hará que se sienta segura, porque siempre cuidará de ella y jamás perderá la cabeza en una emergencia.
-Pero es muy inflexible -insistió lady Olivia.
-En realidad, no...
-Y frío -añadió lady Olivia con un pesaroso gesto negativo de la cabeza.
-No, por Dios -negó _____________-, en absoluto. Es el hombre más… -Se detuvo de repente, y se puso como un tomate al contemplar la sonrisa satisfecha de lady Olivia. Acababan de arrinco¬narla con suma delicadeza.
-Señorita Bowman -murmuró la mujer-, habla usted como mujer enamorada y espero fervientemente que lo sea, porque a Nicholas le ha costado mucho tiempo encontrarla... y me rompería el corazón comprobar que el amor que le profesa no es correspon¬dido.
_____________ dio un respingo al notar el violento vuelco de su corazón.
-El no me ama-dijo con voz trémula-. Al menos, no ha di¬cho nada a ese respecto.
-No me sorprende. Mi hermano tiende a expresar sus senti¬mientos con obras más que con palabras. Tendrá que ser paciente con él.
- Sí, ya me doy cuenta -replicó _____________ de forma enigmática y la otra mujer se echó a reír.
-Nunca lo he conocido tan bien como mi hermana mayor, Aline. Ambos tienen una edad mucho más parecida, y ella era su confidente antes de que se fuera a América con su marido. Era Ali¬ne quien me explicaba muchas cosas sobre Nicholas siempre que yo estaba a punto de asesinarlo.
_____________ permaneció inmóvil mientras escuchaba con atención la suave y sosegada voz de la mujer. No se había dado cuenta hasta ese momento de lo mucho que deseaba comprender a Nicholas. Nunca antes había entendido por qué los amantes se preocupaban por coleccionar recordatorios: cartas, mechones de pelo, un guante perdi¬do un anillo... Sin embargo, en ese instante supo lo que era sentir¬se obsesionada con alguien. La embargaba un deseo compulsivo de averiguar hasta los más pequeños detalles acerca de un hombre que parecía absolutamente sincero y que, sin embargo, resultaba muy difícil de conocer.
Lady Olivia colocó un brazo sobre el respaldo curvado del canapé y contempló con atención el andamio lleno de plantas que ha¬bía junto a ellas.
-Hay cosas acerca de su pasado que Nicholas jamás revelará a nadie, ya que considera que las quejas son poco masculinas y pre¬feriría que lo torturaran hasta la muerte antes que ser objeto de compasión. Y si alguna vez descubre que le he contado algo a usted me arrancará la cabeza.
-Se me da bien guardar secretos -le aseguró _____________.
Lady Olivia le dirigió una breve sonrisa y clavó los ojos en la punta de su propio zapato, que asomaba bajo los volantes del dobladillo de su vestido.
-En ese caso, encajará bien con los Marsden. Si hay algo que tengamos en abundancia, son secretos. Y a ninguno de nosotros nos gusta que el pasado guíe nuestras vidas. Nicholas, Aline y yo sufrimos de distintas formas las acciones de nuestros padres, ninguno de los cuales, en mi opinión, estuvo jamás preparado para tener hijos. Mi madre nunca se ha interesado por nadie que no fuera ella misma, ni por nada que no la afectara de forma directa. Y a mi padre le importaba un rábano cualquiera de sus hijas.
-Lo siento -dijo _____________ con sinceridad.
-No lo sienta; su indiferencia fue una bendición, y nosotras lo sabíamos. Para Nicholas fue peor, ya que era la víctima de las maníacas ideas de mi padre acerca de cómo debía criarse el heredero Westcliff. -Pese a que la voz de lady Olivia era queda y resuelta, _____________ sintió un escalofrío y se frotó las mangas del vestido con las manos para aliviar la desagradable sensación-. Mi padre no toleraba en su hijo otra cosa que no fuese la perfección. Estableció unas expectativas ridículamente altas respecto a todos los aspectos de la vida de Nicholas y lo castigaba de forma terrible cada vez que él no estaba a la altura. Nicholas aprendió a soportar las palizas sin derramar una lágrima ni demostrar signo alguno de rebelión, ya que si lo hacía el castigo se duplicaba. Y padre se mostraba implacable cuando descubría alguna debilidad. Una vez le pregunté a Aline por qué Nicholas nunca les había tenido cariño a los perros... y ella me contó que, cuando era niño, tenía miedo de un par de sabuesos que mi padre poseía como mascotas. Los perros notaban su miedo y se mostraban bastante agresivos con él, ladrándole y gruñéndole siempre que lo veían. Cuando mi padre descubrió el pánico que le daban a Nicholas, lo encerró a solas con ellos en una habitación para obligarlo a enfrentarse a lo que más temía. No quiero ni imaginar lo que debió ser para un niño de cinco años que lo encerraran con esas bestias durante horas.- Sonrió con amargura-. Puede estar segura de que mi padre le daba a la frase «echar a los perros» un sentido lite¬ral. Cuando debió haber protegido a su hijo, eligió en cambio con¬finarlo en un infierno.
_____________ la observó sin parpadear. Trató de decir algo, de pregun¬tar algo, pero tenía un nudo en la garganta. Nicholas se mostraba siempre tan seguro de sí mismo que resultaba casi imposible ima¬ginarlo como un niño asustado. Y, sin embargo, gran parte de su reserva se debía a esa dolorosa lección que había aprendido en la infancia, según la cual nadie podía ayudado. Nadie lo protegería de sus miedos. De forma ridícula, y pese a que Nicholas era un hombre hecho y derecho, _____________ deseó poder consolar al niñito que ha¬bía sido.
-Mi padre deseaba que su heredero fuera un hombre indepen¬diente y de corazón duro -continuó lady Olivia-, de modo que nadie pudiera aprovecharse de él jamás. Y, en consecuencia, cada vez que veía que Nicholas se encariñaba con alguien, con su niñera favorita, por ejemplo, lo despedía de inmediato. Mi hermano des¬cubrió que mostrar afecto por alguien tendría como resultado que le enviaran lejos a esa persona. Se volvió distante con todos aquellos a los que amaba y que no quería perder, lo que nos incluía a Aline a mí. Por lo que he podido comprobar, las cosas mejoraron cuan¬do lo enviaron a la escuela, donde sus amigos se convirtieron en una familia improvisada.
Así que ésa era la razón de que Nicholas siguiera manteniendo una firme amistad con St. Vincent, pensó _____________.
- ¿Y su madre jamás intervino a favor de sus hijos? -preguntó. -No, estaba demasiado preocupada por sus propios asuntos. Ambas guardaron silencio durante un rato. Lady Olivia esperó con paciencia a que _____________ preguntara algo, ya que parecía ser cons¬ciente de que la muchacha necesitaba tiempo para asimilar lo que le había contado.
-Debió de ser un alivio para todos cuando el anterior conde murió -murmuró.
-Sí. Es muy triste que lo único que pueda decirse acerca de la vida de un hombre sea que el mundo mejoró con su ausencia.
-No consiguió que su hermano fuera un hombre frío y sin co¬razón.
-No, claro que no -murmuró lady alivia-. Me alegro que se dé cuenta de eso, querida. Nicholas ha llegado muy lejos sin embargo todavía necesita mucha... alegría en su vida.
En lugar de apaciguar su curiosidad acerca de Nicholas, lo único que había conseguido la conversación era plantear más preguntas, un sinfín de preguntas. De cualquier forma, su relación con lady Olivia era todavía demasiado reciente y superficial como para saber a ciencia cierta hasta dónde podía indagar sin que sus preguntas fueran rechazadas con educación.
-Hasta donde usted sabe, milady -se aventuró _____________ al fina-, ¿ha considerado lord Westcliff con seriedad alguna vez la idea de casarse? Sé que una vez hubo una mujer por la que albergó ciertos sentimientos...
-Ah, eso... En realidad, no fue nada. Nicholas se habría cansado de ella con rapidez si St. Vincent no se la hubiera robado. Créame, si mi hermano hubiera deseado luchar por ella la mujer habría sido suya. Lo que nunca pareció comprender, y lo que todos los demás vimos con claridad, fue que aquello no había sido más que una estratagema por parte de la dama para despertar sus celos e inducirlo a que se casara con ella. Sin embargo, su plan fracasó porque Nicholas no estaba realmente interesado en ella. No fue más que otra en la lista de mujeres... Bueno, como podrá suponer, a Nicholas jamás le ha faltado atención femenina. En ese sentido está un poco consentido, ya que se podría decir que las mujeres prácticamente se han arrojado a sus brazos desde que alcanzó la edad conveniente. -Le dirigió a _____________ una mirada risueña-. Estoy segura de que le ha resultado toda una novedad encontrar a una mujer que se atreve de veras a mostrarse en desacuerdo con él.
-No estoy muy segura de que «novedad» fuera la palabra que él habría elegido -replicó _____________ con ironía-. De cualquier forma, cuando no me gusta algo de lo que hace, no dudo en decírselo.
-Estupendo -respondió lady alivia-. Eso es precisamente lo que mi hermano necesita. Existen pocas mujeres (y pocos hombres, a decir verdad) que se atrevan a contradecirlo. Es un hombre fuerte que necesita una esposa con la misma fuerza para equilibrar su carácter.
¬_____________ se descubrió alisando sin necesidad las faldas de su ves¬tido verde claro mientras apuntaba con cautela:
-Si lord Westcliff y yo nos casáramos... se enfrentaría a muchas objeciones por parte de sus parientes y amigos, ¿no es cierto? En especial, por parte de la condesa.
-Sus amigos jamás se atreverían -replicó lady Olivia al ins¬tante-. En cuanto a mi madre... -Vaciló y luego dijo con fran¬queza-: Ya ha dejado muy claro que no la aprueba. Dudo mu¬cho que lo haga alguna vez. No obstante, eso la deja a usted en vasta compañía, puesto que desaprueba a casi todo el mundo. ¿Le preocupa que ella se oponga al matrimonio?
-Me resulta halagador hasta extremos insospechados -dijo _____________, lo que provocó que lady Olivia se deshiciera en carcajadas.
-Vaya, me cae usted muy bien -jadeó-. Debe casarse con Nicholas, puesto que nada me agradaría más que tenerla como cu¬ñada. -Después de serenarse, contempló a _____________ con una sonrisa calida-. Y tengo una razón de lo más egoísta para esperar que lo acepte. A pesar de que el señor Shaw y yo no tenemos planes para trasladarnos en breve a Nueva York, sé que ese día no tardará en llegar. Cuando ocurra, sería un alivio para mí que Nicholas estuviese casado con alguien a quien le importara, puesto que sus dos her¬manas estarán muy lejos. -Se levantó del banco y se alisó las fal¬das-. La razón de que le haya contado todo esto es porque quiero que comprenda por qué a Nicholas le resulta tan difícil entregarse al namor. Difícil, pero no imposible. Mi hermana y yo hemos conseguido por fin librarnos del pasado con la ayuda de nuestros mari¬dos; pero las cadenas de Nicholas son muchísimo más pesadas. Sé que no es un hombre al que resulte fácil amar. No obstante, si usted pu¬diera reunirse con él a mitad de camino... quizás a algo más que a mitad de camino... creo que jamás se arrepentiría.
La propiedad estaba llena de ajetreados sirvientes, que recor¬daban a un panal de abejas mientras se afanaban con la complicada tarea de hacer el equipaje con las pertenencias de sus respectivos se¬ñores y señoras. El grueso de los invitados partiría en dos días, aunque algunos ya se estaban marchando. Sin embargo, eran pocos los que sentían la inclinación de partir antes de tiempo, ya que nadie quería perderse el baile de despedida que se ofrecería la última noche de la fiesta.
_____________ se vio obligada con bastante frecuencia a estar en compañía de su madre, puesto que ésta se encargaba de supervisar (o de molestar, para decido con más precisión) las tareas de un par de doncellas mientras las muchachas doblaban y empaquetaban los cientos de artículos en los enormes baúles con correajes de cuero que habían viajado en el barco de vapor con ellos y que un criado acababa de subir a la habitación. Tras el sorprendente giro que habían tomado los acontecimientos dos días atrás, _____________ esperaba a cada momento que su madre reprochara todos y cada uno de sus gestos y sus palabras, en un esfuerzo por asegurar su compromiso con lord Westcliff. Sin embargo, Mercedes se mostraba sorprendentemente callada e indulgente y parecía elegir las palabras con extremo cuidado siempre que se dirigía a ella. Y lo que era más, ni siquiera mencionaba a Westcliff.
- ¿Qué es lo que le pasa?-le preguntó _____________ a Daisy, atónita ante el comportamiento dócil de su madre.
Era muy agradable no tener que reñir y enfrentarse con Mercedes, pero, al mismo tiempo, _____________ habría esperado que en esos momentos su madre la acosara como una brigada de caballería a la carga. Daisy se encogió de hombros y replicó de forma traviesa:
-Lo único que se puede asumir es que, puesto que siempre has hecho lo contrario de lo que te ha dicho y has conseguido atrapar a lord Westcliff, madre ha decidido dejar el asunto en tus manos. Estoy segura de que se volverá sorda y muda a cualquier cosa que digas mientras consigas retener el interés del conde.
-Entonces... ¿no dirá nada si me escabullo hasta la habitación del conde esta noche?
Daisy soltó una carcajada.
-Lo más probable es que te ayudara a llegar hasta allí si se lo pidieras. -Le dirigió a _____________ una mirada inquisitiva-. ¿Y qué vas a hacer con lord Westcliff a solas en su habitación?
_____________ sintió que se ruborizaba.
-Negociar.
-Vaya, ¿así es como lo llamas?
Reprimiendo una sonrisa, _____________ entrecerró los ojos.
-No te hagas la graciosa o no te contaré los detalles más jugo¬sos después.
-No necesito que me los cuentes -dijo Daisy con altanería-. He estado leyendo las novelas que me recomendó lady Olivia... y me atrevería a decir que ahora sé más que Annabelle y tú juntas.
_____________ no pudo evitar echarse a reír.
-Querida, no estoy segura de que esas novelas sean muy pre¬cisas en la descripción que hacen de los hombres o de... de... eso.
Daisy frunció el entrecejo.
- ¿En qué no son precisas?
-Bueno, en realidad no hay ningún tipo de... ya sabes, niebla color lavanda, ni nada de desmayos ni conversaciones floridas.
Daisy la contempló con sincera decepción.
- ¿Ni siquiera un desmayo chiquitín?
-Por el amor de Dios, no querrías desmayarte... podrías per¬derte algo.
-Sí, sí que querría. Al principio me gustaría ser plenamente consciente, y luego me gustaría desmayarme durante el resto del acontecimiento.
_____________ la observó con una especie de diversión que rayaba en la perplejidad.
- ¿Por qué?
-Porque parece terriblemente incómodo. Por no decir repul¬sivo.
-Pues no lo es.
- ¿Que no es qué? ¿Incómodo o repulsivo?
-Ninguna de las dos cosas -afirmó _____________ con tono práctico, pese a que se esforzaba por no echarse a reír-. En serio, Daisy. De lo contrario, te lo diría. Es maravilloso. De verdad que sí.
Su hermana pequeña lo consideró un instante y después la mi¬ró con escepticismo.
-Si tú lo dices...
Con una sonrisa para sus adentros, _____________ pensó en la tarde que tenía por delante y sintió un escalofrío de entusiasmo ante la perspectiva¬ de estar a solas con Nicholas. La conversación que había mantenido en el invernadero con lady Olivia le había hecho comprender lo asombroso que resultaba que el conde hubiera bajado la guardia con ella hasta los extremos en que lo había hecho.
Quizá no era del todo cierto que su relación fuera a estar llena de peleas. Después de todo, y como rezaba el refrán, «Dos no discuten si uno no quiere.» Tal vez pudiera encontrar distintas formas de decidir cuándo merecía la pena luchar por algo y cuando podría sencillamente pasarlo por alto. Y Westcliff ya había dado muestras de estar dispuesto a acomodarse a ella. Por ejemplo, esa disculpa en la biblioteca, cuando Nicholas podría haber aplastado, su orgullo y había elegido no hacerla. Ésas no eran las acciones típicas de un hombre intransigente.
_____________ creía que si tan sólo tuviera un poco más de mano izquierda, como Annabelle, podría gozar de una mejor oportunidad para manejar a Nicholas. No obstante, siempre había sido demasiado sincera y directa como para disfrutar con los ardides femeninos.
«En fin -pensó con ironía-, he llegado hasta aquí sin ardides…, supongo que podré apañármelas si sigo cometiendo errores colosales como he estado haciendo hasta ahora.»
Sorteando de forma distraída algunos artículos que se encontraban en el vestidor del rincón, _____________ apartó a un lado las cosas que era indispensable dejar fuera del equipaje hasta su partida, dos días más tarde: su cepillo con el mango de plata, un puñado de horquillas, un nuevo par de guantes... Hizo una pausa cuando sus dedos se cerraron en torno al frasco de perfume que le había dado el señor Nettle.
-Ay, Dios mío... -murmuró al tiempo que se sentaba en la estilizada silla tapizada con terciopelo. Observó con atención el resplandeciente frasco que tenía sobre la palma-. Daisy... ¿crees que tendría que decirle al conde que utilicé una poción de amor con él?
Su hermana pequeña pareció horrorizarse ante la simple mención de la idea.
-Yo diría que no. ¿Por qué tendrías que decírselo?
- ¿Cuestión de honestidad?
-La honestidad está sobrevalorada. Como alguien dijo alguna vez: «El secreto es la esencia fundamental de los asuntos del corazón.»
-Fue el duque de Richelieu -afirmó _____________, que había leído el mismo libro de filosofía para las lecciones de la escuela-. Y la cita exacta es: «El secreto es la esencia fundamental de los asuntos de Estado.»
-Tienes que tener en cuenta que era francés -señaló Daisy-. Estoy segura de que también se refería a los asuntos del corazón.
_____________ se echó a reír y le dirigió una mirada cariñosa a su her¬mana.
-Tal vez sí. Pero no quiero tener secretos con lord Westcliff.
-Bueno, está bien. Pero recuerda mis palabras: no será una his¬toria de amor verdadera si no guardas unos cuantos secretillos.
Danne G.
Re: "Sucedio en Otoño "(Nick y tu) [ADAPTACIÓN]
{22°} Capítulo Veintidós[/center]
A una hora convenientemente tardía, cuando parte de los invitados se había retirado a sus habitaciones y el resto aún se demoraba en la planta baja jugando a las cartas o al billar, _____________ salió a hurtadillas de su habitación con la intención de encontrarse con Nicholas. Cruzó el pasillo de puntillas y se detuvo en seco al ver a un hombre de pie, apoyado contra una de las paredes justo donde dos amplios pasillos se cruzaban. El hombre dio un paso hacia delante y ella reconoció de inmediato al ayuda de cámara de Nicholas.
-Señorita -la saludó él con actitud serena-, el señor me ha ordenado que le muestre el camino.
-Se cual ese el camino. Y él sabe que yo sé cuál es el camino. ¿Qué demonios está haciendo usted aquí?
-El señor no desea que usted deambule sola por los pasillos.
-Por supuesto-replicó ella-. Alguien podría acosarme. Hasta seducirme, incluso.
El ayuda de cámara, que al parecer estaba acostumbrado al sarcasmo y que, además, sabía a ciencia cierta que ella no se dirigía a las habitaciones del conde para un encuentro inocente, se dio la vuelta y comenzó a andar.
Fascinada por la discreción del hombre, _____________ no pudo evitar pregúntale:
-Dígame: ¿suele el conde requerirlo a menudo para que acom¬pañe a jóvenes casaderas hasta sus aposentos?
-No, señorita -fue su imperturbable respuesta.
- ¿Me lo diría si fuese de otro modo?
-No, señorita -respondió con el mismo tono de voz, lo que consiguió arrancarle una sonrisa a _____________.
- ¿El conde es un buen patrón?
-Es un patrón excelente, señorita.
-Supongo que diría eso mismo aunque fuese un ogro.
-No, señorita. En ese caso, me limitaría a responder que es un patrón aceptable. No obstante, cuando digo que es un patrón excelente eso es exactamente lo que quiero decir.
-Mmm... -_____________ se sintió alentada por las palabras del ayu¬da de cámara-. ¿Habla con la servidumbre? Me refiero a si les agradable que hagan un buen trabajo y ese tipo de cosas.
-No más de lo apropiado, señorita.
- ¿Eso quiere decir «nunca»?
-La expresión más adecuada sería «excepcionalmente», se¬ñorita.
Puesto que el hombre no parecía inclinado a mantener una con¬versación después de ese último comentario, _____________ lo siguió en silencio hasta que llegaron a los aposentos de Nicholas. El ayuda de cámara la acompañó hasta la entrada, utilizó las yemas de los dedos para dar unos leves golpecitos en la puerta y esperó a que llegara una respuesta desde el interior.
- ¿Por qué hace eso?-susurró _____________-. ¿Por qué no golpea la, puerta con los nudillos en lugar hacer eso con los dedos? Parece que esté arañando la puerta.
-La condesa lo prefiere así, es más sosegado para sus nervios.
- ¿Y el conde también lo prefiere?
-Dudo mucho que le importe que se haga de un modo u otro, señorita.
_____________ frunció el ceño en actitud reflexiva. En el pasado, había escuchado a otros criados arañar las puertas de sus patrones y sus oídos norteamericanos siempre se habían sorprendido ante algo tan extraño... como si se tratara de un perro que raspara la puerta para que lo dejaran entrar.
La puerta se abrió en ese momento y _____________ sintió una descarga de intensa felicidad en cuanto vio el atezado rostro de Nicholas. Sus facciones mostraban una expresión impasible, aunque sus ojos tenían un brillo cálido.
-Eso es todo -le dijo al criado sin apartar la vista de _____________ mientras extendía el brazo para hacerla pasar.
-Sí, milord. -El ayuda de cámara desapareció con la rapidez que dictaba la discreción.
Cuando Nicholas observó a _____________ tras cerrar la puerta, el brillo de sus ojos se intensificó y apareció una sonrisa en las comisuras de sus labios. Estaba tan apuesto, con sus austeras facciones iluminadas por la mezcla de la luz de la lámpara y el resplandor del fuego, que _____________ se vio asaltada por un dulce escalofrío. En lugar de estar ataviado con su habitual atuendo impecable, se había quitado chaqueta y el cuello abierto de la camisa blanca dejaba entrever parte de su suave piel morena. Ella había besado ese hueco triangular que se veía en la base de la garganta... había dejado que su lengua vagara sobre él...
_____________ apartó la mirada de Nicholas mientras trataba de deshacerse de esos recuerdos tan abrasadores. De inmediato, sintió que él colocaba los esbeltos dedos sobre su mejilla ruborizada y le giraba la cabeza para que volviera a mirarlo. La yema del pulgar se deslizó sobre su barbilla.
-He pasado todo el día deseándote -le confesó en voz queda.
El corazón de _____________ comenzó a latir con más fuerza y la mejilla que sus dedos acariciaban se tensó con una sonrisa.
-Ni siquiera te dignaste a mirarme durante la cena.
-Tenía miedo de hacerla.
- ¿Por qué?
-Porque sabía que, si lo hacía, me resultaría imposible no acabar convirtiéndote en mi siguiente plato.
_____________ bajó los parpados al notar que él la acercaba hacia su cuerpo y deslizaba una mano por su espalda. Sentía los pechos y la cintura hinchados en exceso bajo la presión restrictiva del corsé y, de súbito, deseó librarse de él. Aspiró tanto aire como le permitieron las ballenas y, al hacerla, percibió un olor a especias dulzonas en el aire.
- ¿Qué es eso? -murmuró antes de volver a inhalar la fragancia-. Canela, vino...
Se dio la vuelta entre los brazos de Nicholas y echó un vistazo por la espaciosa habitación. Más allá de la cama de cuatro postes, junto a la ventana, se había dispuesto una mesita. Sobre ella había un pla¬to cubierto por una tapadera plateada, del que ascendían unas cuantas volutas de vapor de olor dulce. Perpleja, se giró de nuevo para mirar a Nicholas.
-Acércate y mira lo que es -le dijo él.
Muerta de curiosidad, _____________ se acercó para investigar. Tras coger la tapadera por el asa, que estaba envuelta en una servilleta de lino, la alzó y una suave nube de olor delicioso se alzó en el aire. Contempló el plato con momentáneo desconcierto y, después, pro¬rrumpió en carcajadas. De pie sobre su base en el plato de porcela¬na blanca, había cinco peras perfectas cuya carne brillaba con un tinte carmesí, lo que indicaba que habían sido escalfadas en vino. Bajo ellas, se extendía una ligera crema de color ámbar, aromatizada con canela y miel.
-Puesto que no fui capaz de sacar la pera de la botella para ti, ésta era la mejor alternativa -dijo la voz de Nicholas a sus espaldas.
_____________ cogió una cuchara, la hundió en la carne tierna de una de las peras y se la llevó a los labios, fascinada. El trozo templado de fruta bañada en vino se disolvió en su boca y el sabor dulce de la miel le provocó un cosquilleo en el fondo de la garganta.
-Mmm... -murmuró con los ojos cerrados por el placer. Nicholas, que encontraba la situación bastante graciosa, la instó
AI darse la vuelta para observar su rostro. Su mirada se posó en la comisura de los labios de _____________, donde brillaba una descarriada gota de crema de miel. Inclinó la cabeza, la besó y lamió la pegajo¬sa gota. La caricia de sus labios incrementó el placentero anhelo que ella sentía en su interior.
-Deliciosa -susurró él antes de cubrir los labios de _____________ con más firmeza, hasta que la joven sintió que su sangre se convertía en un torrente de chispas incandescentes.
_____________ se atrevió a compartir el sabor del vino y la canela con él y, vacilante comenzó a explorar el interior de la boca de Nicholas con la lengua. La respuesta de él fue tan alentadora que la muchacha le rodeó el cuello con los brazos para acercarse más a su cuerpo. Él sí que era delicioso... El sabor de su boca resultaba limpio y fresco, y el contacto de ese cuerpo sólido y esbelto le resultaba inmensamente excitante. Los pulmones de _____________ se expandían con entrecortadas bocanadas de aire debido a la presión de las ballenas del corsé y, al final, tuvo que interrumpir el beso y aspirar hondo.
-No puedo respirar -le dijo.
Sin decir una palabra, Nicholas le dio la vuelta y le desabrochó el vestido. Cuando llegó al corsé, desató las cintas y las aflojó con una serie de eficientes tirones, hasta que las ballenas se aflojaron y _____________ pudo respirar aliviada.
- ¿Por qué lo llevas tan ceñido? -le escuchó preguntar _____________.
-Porque, de otro modo, no me quedarían bien los vestidos. Y porque, según mi madre, los caballeros ingleses prefieren que sus mujeres tengan una cintura estrecha.
Nicholas resopló mientras volvía a colocarla de cara a él.
-Los caballeros ingleses preferimos que las mujeres tengan las cinturas un poco más anchas si eso evita que se desmayen por falta de oxígeno. En ese sentido, somos bastante prácticos.
Al darse cuenta de que la manga del vestido de _____________ había resbalado para dejar a la vista uno de sus blancos hombros, inclinó la cabeza para depositar un beso en la suave curva. La liviana caricia de los labios de Nicholas sobre su piel hizo que la mucha se estremeciera y que se acurrucara contra él cuando las sensaciones comenzaron a arremolinarse en su interior, como lo haría un reflejo sobre el agua templada por el sol. Con los ojos cerrados, ella alzo las manos hacia el pelo de Nicholas y sus dedos sintieron una especie de descarga al percibir la sedosa textura de los gruesos mechones. El ritmo de su corazón se desbocó por completo y comenzó a retorcerse con desasosiego entre los brazos del conde, que estaba trazando un camino ascendente de besos sobre su garganta.
-_____________. -Su voz sonaba ronca y pesarosa-. Es demasiado pronto. Te prometí... -Se detuvo para depositar un beso sobre el delicado hueco de la base de la oreja-. Te prometí que íbamos a negociar los términos -continuó con tranquilidad.
- ¿Términos? -repitió ella de forma distraída mientras le agarraba la cabeza con ambas manos para obligarlo a que la besara de nuevo en la boca.
-Sí, yo... -Nicholas se interrumpió para tomar sus labios y co¬menzó a besarla con pasión.
_____________, mientras tanto, exploró su rostro y su cuello; deslizó las yemas de los dedos sobre los fuertes contornos de sus pómulos y su mentón, sobre los rígidos músculos de su cuello. El olor de la piel masculina la embriagaba con cada inspiración. Deseaba pegarse a él hasta que no quedara ni un solo milímetro de distancia entre ellos. De repente, la joven sintió que la fuerza y la duración de los besos le resultaban insuficientes.
Al ser consciente de que la muchacha perdía el control por momentos, Nicholas la apartó un poco sin hacer caso de sus gimoteos de protesta. Él mismo sentía la respiración acelerada en la garganta y le costaba un tremendo esfuerzo poner en orden sus desperdiga¬dos pensamientos.
-Pequeña... -Comenzó a acariciarle la espalda y los hombros con las manos en suaves círculos-. Despacio. Despacio. Tendrás todo lo que desees. No tienes que luchar para conseguirlo.
_____________ asintió con brusquedad. Jamás había sido tan conscien¬te de la diferencia tan grande entre sus respectivas vivencias; Nicholas era capaz de poner freno a su intensa pasión mientras que ella se sentía abrumada por completo. Los labios del conde se posaron sobre la enfebrecida piel de su frente y siguieron la curva de una
-Será mejor para ti... para los dos... que vayamos despacio-murmuró-. No quiero tomarte de forma apresurada.
_____________ se descubrió frotándose con fuerza contra la cara y las manos del hombre, como si fuera una gata que exigiera ser acari¬ciada.
Nicholas introdujo una mano por la espalda abierta de su vestido en busca de la piel desnuda que se extendía sobre el borde del cor¬sé y dejó escapar un suspiro al comprobar la suavidad de la piel femenina.
-Todavía no -protestó con un murmullo enronquecido, aun¬que no quedó muy claro si hablaba consigo mismo o con _____________. Abarcó la vulnerable curva del cuello de la muchacha con una ma¬no y volvió a inclinar la cabeza para darse un festín con sus entreabiertos, con su barbilla y con su garganta-. Eres tan dulce… -musitó con voz entrecortada.
Pese a estar inmersa en el arrebato de deseo, _____________ no pudo reprimir una sonrisa.
- ¿Tú crees?
Nicholas volvió a buscar sus labios para darle otro beso hambriento.
-Muy dulce -confirmó en un ronco susurro-. Aunque de haber sido un hombre con menos carácter, a estas alturas ya me habrías cortado la cabeza.
El comentario arrancó una breve carcajada a la muchacha.
-Ahora entiendo la atracción que existe entre nosotros. Somos un peligro para todo el mundo salvo para nosotros mismos. Algo así como una pareja de puerco espines. -Se apartó de Nicholas al recordar algo-. Hablando de atracción... -Sentía las piernas un poco inestables y caminó hacia la cama en busca del firme soporte que ésta le proporcionaría. En cuanto se apoyó contra uno de los postes, murmuró-: Tengo que confesarte algo.
La luz dibujó los musculosos y elegantes contornos de su cuerpo cuando el conde se acercó a ella. Llevaba unos amplios pantalones a la moda que marcaban ligeramente la forma de sus esbeltas ¬piernas y que hacían bien poco por ocultar los poderosos músculos que cubrían.
-Eso no me sorprende. -Colocó una mano sobre el poste de la cama, justo sobre la cabeza de ella, y adoptó una pose relajada-. ¿Me va a gustar esta confesión o no?
-No lo sé. -_____________ metió la mano en el bolsillo secreto de su vestido, disimulado entre los amplios pliegues de las faldas, en busca del frasquito de perfume-. Aquí está.
-¿Qué es esto? -Tras coger el frasco que le ofrecían, Nicholas lo abrió y aspiró el perfume-. Perfume -dijo, antes de mirar a _____________ con una expresión interrogante.
-No es un perfume cualquiera -replicó ella con aprensión-. Es la razón de que te sintieras tan atraído por mí en un principio.
Él volvió a oler el perfume de nuevo.
- ¿Cómo dices?
-Lo compré en una perfumería bastante antigua de Londres. Es un afrodisíaco.
Una repentina sonrisa bailoteó en los ojos de Nicholas.
- ¿Dónde has aprendido esa palabra?
-Me la enseñó Annabelle. Y es cierto: es un afrodisíaco -in¬sistió _____________ con ahínco-. Tiene un ingrediente especial que, según me dijo el vendedor, me ayudaría a atraer a un pretendiente.
- ¿Y cuál es ese ingrediente especial?
-No me lo dijo. Pero funcionó. ¡Y no te rías, porque sí que funcionó! Percibí el efecto que ejercía sobre ti el día que jugamos al rounders, cuando me besaste detrás del seto. ¿No te acuerdas?
Nicholas parecía encontrar gracioso el asunto, pero resultaba evi¬dente que no creía que un perfume lo hubiera seducido. Volvió a lle¬varse el frasco a la nariz antes de murmurar:
-Recuerdo que percibí la fragancia. No obstante, ya me sentía atraído por ti mucho antes por otras razones.
-Mentiroso -lo acusó ella-. Me odiabas.
Él negó con la cabeza
-Nunca te he odiado. Tu presencia me incomodaba, me irrita¬ba y me atormentaba, pero eso no significa que te odiara, ni mucho menos.
-El perfume funcionó -insistió _____________-. No fuiste el único que reaccionó ante su fragancia. Annabelle lo probó con su mari¬do... y jura que la mantuvo despierta toda la noche.
-Cariño -le dijo Nicholas con sequedad-. Desde el día que se conocieron, Hunt se ha comportado como un perro en celo siem¬pre que se encuentra cerca de Annabelle. Cuando se trata de su es¬posa, es un comportamiento típico en él.
-¡Pero no era un comportamiento típico en ti! No demostras¬te ni una pizca de interés por mí hasta que utilicé este perfume, y la primera vez que lo oliste...
-¿Acaso estás afirmando que mi reacción habría sido la misma con cualquier mujer que lo llevara? -interrumpió con una mirada aterciopelada en sus ojos negros.
_____________ abrió la boca para responder, pero la cerró de golpe al recordar que Nicholas no había demostrado interés alguno en las demás floreros durante el experimento.
-No -admitió-. Pero parece que conmigo sí que marcó la diferencia.
Una lenta sonrisa curvó los labios de Nicholas.
-_____________, te he deseado desde la primera vez que te tuve entre mis brazos. Y no tiene nada que ver con tu maldito perfume. Sin embargo... -Aspiró el aroma una vez más antes de volver a colocar el diminuto tapón en su sitio-. Sé cuál es el ingrediente secreto.
_____________ lo miró de hito en hito.
- ¡No lo sabes!
-Sí que lo sé -afirmó él con aire satisfecho.
- ¡Menudo sabelotodo! -exclamó _____________ a camino entre el fastidio y la diversión-. Como mucho, puedes suponer cuál es el ingrediente. Yo no he podido descubrirlo y te aseguro que si yo no puedo descubrirlo, tú no...
-Sé con certeza de qué se trata -la informó él.
-Pues dímelo.
-No. Creo que dejaré que lo descubras tú sola.
-¡Dímelo! -Se abalanzó sobre él con impaciencia y comenzó a darle golpes con los puños cerrados sobre el pecho. La mayoría de los hombres habrían retrocedido ante la fuerza de los puñetazos, pero Nicholas se limitó a reírse a carcajadas sin moverse de su sitio-. Westcliff, si no me dices lo que es en este preciso instante.
-¿Me torturarás? Lo siento, eso no funcionará. Ya estoy más que acostumbrado. -Tras cogerla en brazos con sorprendente facilidad, la arrojó sobre la cama como si fuera un saco de patatas.
Antes de que _____________ pudiera moverse siquiera un centímetro, ya lo tenía encima, gruñendo entre risas mientras ella lo golpeaba con todas sus fuerzas.
- ¡Conseguiré que me lo digas! -exclamó.
La muchacha rodeó una de las piernas de Nicholas con la suya y le asestó un empujón en el hombro izquierdo. Los años que pasara luchando contra sus hermanos durante su infancia le habían enseñado unos cuantos trucos. No obstante, Nicholas bloqueaba cada movimiento con facilidad y su cuerpo parecía un amasijo de músculos elásticos y acerados. Resultó ser muy ágil, a pesar de lo mucho que pesaba.
-No representas ningún desafío para mí -se burló al tiempo que permitía que _____________ rodara para colocarse encima de él por un instante. Cuando vio que ella intentaba mantenerlo inmovilizado, giró de nuevo y la apresó bajo su cuerpo una vez más-. No me digas que eso es lo mejor que sabes hacer...
-Bastardo arrogante -murmuró _____________ que renovó sus es¬fuerzos-. Podría ganarte... si no llevara vestido...
-Puede que tus deseos se hagan realidad -replicó él con una sonrisa. Un instante después, la mantuvo inmovilizada sobre el colchón, con cuidado de no hacerle daño con los jugueteos amoro¬sos-. Ya es suficiente -le dijo-. Eres incansable. Lo dejaremos en un empate.
-Todavía no -jadeó ella, que seguía decidida a ganarle.
- ¡Por el amor de Dios! Pequeña salvaje... es hora de rendirse- dijo con una nota de humor en la voz.
- ¡Jamás! -Peleó como una posesa para liberarse, aunque le temblaban los brazos debido al cansancio.
-Relájate -le oyó murmurar con voz acariciante y abrió los ojos de par en par al sentir la dureza del cuerpo masculino que se abría camino entre sus muslos. _____________ comenzó a jadear y aban¬donó la lucha-. Despacio... -Nicholas bajó la parte delantera de su vestido y atrapó sus brazos durante un instante-. Tranquila -susurró.
Con el corazón desbocado, la muchacha permaneció inmóvil mientras lo miraba fijamente. La luz era muy tenue en esa parte de la habitación y la cama estaba envuelta en sombras. La oscura silue¬ta de Nicholas se cernió sobre ella y sus manos la movieron de un la¬do a otro para quitarle el vestido y desatarle el corsé. Y, entonces, de repente, _____________ descubrió que comenzaba a respirar demasiado fuerte y demasiado rápido... Y sentir su mano acariciándole el tor¬so con el fin de relajarla sólo consiguió empeorar las cosas.
Su piel había adquirido tal sensibilidad que la simple caricia del aire parecía irritarla y despertar un hormigueo por todo su cuerpo. Comenzó a temblar mientras el conde le quitaba la enagua, las me¬dias y los pololos, y cada roce ocasional de sus nudillos o de la yema de sus dedos lograba que diera un respingo.
Nicholas se puso en pie junto a la cama y la miró fijamente al tiempo que se despojaba de su ropa con deliberada lentitud. A esas alturas, _____________ ya se hallaba familiarizada con ese cuerpo, escultural y elegante, y también con la anhelante excitación que despertaba en cada centímetro de su sensitiva piel. Dejó escapar un gemido gutural cuando se reunió con ella sobre el colchón y la acurrucó sobre la cálida piel de su torso. Al percibir los continuos temblores que asaltaban a la muchacha, el conde deslizó la mano sobre la pálida superficie de su espalda y aferró la firme curva de sus nalgas. Allí donde la tocaba, _____________ sentía unas oleadas de intenso alivio seguidas por un anhelo aún más placentero.
Nicholas la besó despacio, en profundidad, acariciando con la lengua los sedosos confines de su boca hasta que _____________ gimió de placer. Acto seguido, se trasladó hasta sus pechos y los cubrió de besos ligeros y húmedos, al tiempo que su lengua le prodigaba fugaces caricias sobre los pezones. La engatusó y la cortejó como si ella no estuviese ya inflamada y temblando de deseo; como si el aliento no escapara de sus labios en suplicantes sollozos que le rogaban que aliviara aquella dolorosa necesidad. Cuando sus pechos estuvieron hinchados y sus pezones se hubieron contraído hasta no ser más que dos puntas endurecidas, tomó uno en la boca y comenzó a tirar de él con firmeza mientras apoyaba una de las manos sobre el vientre de _____________.
Ella sintió que algo en su interior se tensaba, una necesidad apremiante que hizo que perdiera la cabeza. Le temblaba la mano visiblemente cuando buscó la de Nicholas y la aferró para acercarla hasta el húmedo vello de su entrepierna. El hombre esbozó una sonrisa sobre uno de sus pechos antes de trasladarse hacia el otro pezón para introducirlo en la húmeda suavidad de su boca. El tiempo pareció detenerse mientras _____________ sentía los dedos de Nicholas abriéndose camino a través de los suaves rizos antes de rozar la húmeda protuberancia que se ocultaba entre los pliegues de su sexo. Señor... sus dedos eran ligeros como una pluma mientras la acariciaba con delicada insistencia, incitándola primero para luego apaciguarla y volver a incitarla después, hasta que _____________ gritó al alcanzar la increíble liberación, moviendo las caderas con fuerza contra la mano de Nicholas.
Tras acurrucarla de forma protectora contra su pecho, Nicholas comenzó a acariciarle las temblorosas extremidades. Mientras recorría de forma reverente el cuerpo de _____________ con las manos, le susurraba palabras cariñosas contra los labios entreabiertos; palabras de adoración, pero también de deseo.
_____________ no fue consciente del momento exacto en el que las ca¬ricias de Nicholas dejaron de resultarle relajantes y comenzaron a ex¬citarla, pero comenzó a sentir que, poco a poco, él iba despertando en ella una sensación tras otra. Su corazón alcanzó de nuevo un rit¬mo frenético y comenzó a retorcerse bajo el cuerpo del hombre. Nicholas le separó los muslos y le alzó un poco las rodillas antes de penetrarla con lentitud. La íntima molestia de la invasión hizo que _____________ diera un respingo. Estaba tan duro, tanto dentro como lucra de ella, que sus músculos se tensaron de forma instintiva en torno a él, pese a que nada habría podido detener aquel poderoso convite. Él se movió con profundas y placenteras embestidas que lo hundían en el estrecho canal de su sexo con una ternura infinita. Cada movimiento parecía provocar un delicioso estremecimiento en las profundidades del cuerpo de la joven y el dolor no tardó en transformarse en un pinchazo apenas perceptible. _____________ comenzó a sentirse enfebrecida y desesperada cuando percibió que se acercaba otro clímax. Se quedó desconcertada cuando él se apartó de pronto.
-Nicholas -sollozó-. ¡Por el amor de Dios! ¡No te pares, por favor…!
Tras silenciarla con un beso, la alzó y le dio la vuelta con cuida¬do para dejarla tumbada sobre el vientre. Aturdida y temblorosa, _____________ sintió que le colocaba una almohada bajo las caderas y luego otra más, de modo que quedó apoyada sobre ellas y expuesta ante él, que se arrodilló de inmediato entre sus muslos. La acarició con los dedos, separó los pliegues de su sexo y, al instante, la penetró de nuevo, haciendo que los gemidos de _____________ se volvieran in¬controlables. Indefensa, giró la cabeza y apoyó la mejilla sobre el colchón mientras Nicholas le sujetaba las caderas con firmeza. La embistió con más fuerza que antes, penetrándola, acariciándola, dándole placer con aquel ritmo deliberado... que la llevó a traspasar el umbral de la cordura, La joven comenzó a suplicar, a sollozar, a gemir e incluso a maldecir, y le oyó emitir una suave carcajada antes de conducirla hacia una explosión de placer devastadora.
Su cuerpo se tenso con una serie e espasmos en torno a sexo de Nicholas, llevándolo a un orgasmo que arrancó un gemido ronco de su garganta.
Jadeante, Nicholas apoyó su cuerpo sobre el de _____________ y besó en la nuca, con su sexo aún enterrado en ella.
La joven, que descansaba pasivamente bajo él, se humedeció los labios hinchados y murmuró:
- ¿Y tú te atreves a llamarme salvaje?
Se quedó sin aliento cuando lo notó reír entre dientes y sintió que el vello de su pecho le frotaba la espalda como si de terciopelo se tratara.
Si bien _____________ estaba plácidamente exhausta tras haber hecho el amor, lo último que quería era dormir. Estaba maravillada por todo lo que había descubierto sobre ese hombre al que una vez tachara con desdén de «aburrido» y «pelmazo», y que había demostrado no ser ninguna de las dos cosas. Estaba empezando a descubrir que el conde de Westcliff tenía un lado tierno que le mostraba a muy poca gente. Además, le daba la impresión de que el hombre sentía cierto afecto por ella, pero le daba miedo hacer conjeturas a ese respecto, puesto que los sentimientos que parecían rebosar de su propio corazón se habían convertido en algo demasiado intenso.
Nicholas le enjugó el sudor que cubría su cuerpo con un paño fresco y húmedo y le colocó la camisa que él mismo se había quitado poco antes y que aún conservaba el olor de su piel. A continuación, le llevó un plato con una pera escalfada y una copa de vino dulce e incluso permitió que ella le diera unos trocitos de fruta, cuya textura era suave como la seda. Cuando hubo saciado su apetito, _____________ dejó a un lado el plato vacío y la cuchara, y se dio la vuelta para acurrucarse junto a Nicholas. Tras apoyarse sobre un codo, el conde la miró sin dejar de juguetear perezosamente con su cabello.
- ¿Te molesta que no haya permitido que St, Vincent se quedara contigo?
Ella lo miró con una sonrisa perpleja.
- ¿Por qué me lo preguntas? No creo que tengas remordimientos de conciencia ¿verdad?
Nicholas negó con la cabeza.
-Sólo me preguntaba si te arrepientes de lo que ha sucedido. Asombrada y conmovida por semejante necesidad de reafirmación, _____________ comenzó a juguetear con los oscuros rizos de su pecho.
-No -le contestó con sinceridad-. Es atractivo y me agra¬da... pero no lo deseo.
-Sin embargo, estuviste considerando la posibilidad de casar¬te con él.
-Bueno -admitió-, tengo que reconocer que me habría gustado ser una duquesa... Pero sólo para fastidiarte.
En el rostro de Nicholas apareció una sonrisa. Se vengó de ella propinándole un pellizco en un pecho que le arrancó un chillido.
-No podría haber soportado verte casada con otro -confesó él.
-No creo que lord St. Vincent tenga dificultad alguna para en¬contrar otra heredera que sirva para sus propósitos.
-Tal vez. Pero no hay muchas mujeres con una fortuna equi¬parable a la tuya... y, desde luego, nadie cuenta con tu belleza.
Esbozando una sonrisa por el cumplido, _____________ gateó hasta apoyarse sobre él y colocó una pierna entre las de Nicholas.
_Dime más cosas. Quiero oír cómo recitas versos sobre mis encantos.
Tras sentarse en la cama, Nicholas la alzó con una facilidad que le dejó pasmada y la colocó a horcajadas sobre sus caderas. Pasó un dedo por la pálida piel de la muchacha que quedaba expuesta a tra¬vés del cuello abierto de su camisa.
-Nunca se me dieron bien los versos -contestó él-. Los Mars¬den no somos de los que se recrean con la poesía. Sin embargo...
-Hizo una pausa para admirar a la joven de esbeltas extremidades que se encontraba a horcajadas sobre él, con el enmarañado cabello hasta la cintura-. Lo que sí puedo decirte es que pareces una princesa pagana con ese cabello negro enredado y esos brillantes ojos oscuros.
- ¿Y...? -lo animó _____________ mientras le colocaba los brazos al¬rededor del cuello.
Nicholas colocó las manos a ambos lados de la estrecha cintura de _____________ y las deslizó más abajo para aferrarle los muslos, esbeltos y fuertes.
-Y que todos los sueños eróticos que he tenido acerca de tus magníficas y blancas piernas palidecen ante la realidad.
- ¿Has soñado con mis piernas? -preguntó _____________, que se retorció al sentir que las palmas de las manos de Nicholas ascendían a la cara interna de sus muslos en una perezosa exploración.
-Por supuesto que sí. -Sus manos desaparecieron bajo el borde de la camisa-. Enroscadas alrededor de mi cintura -murmuró con un tono de voz cada vez más profundo-. Aferrándose fuerza a mí mientras me montabas...
_____________ abrió los ojos de par en par al sentir que Nicholas le acariciaba con los pulgares los delicados pliegues externos de su sexo.
- ¿Cómo? -preguntó con debilidad. Inhaló una trémula boca nada de aire al notar que él la abría con caricias suaves pero firmes.
Sus dedos le hacían algo delicioso, aunque sus hábiles movimientos quedaban ocultos bajo la camisa. _____________ se estremeció y observó la intensa concentración que reflejaba el rostro masculino mientras jugueteaba con ella. Estaba utilizando algunos de sus dedos para penetrarla, mientras que otros le acariciaban con maestría esa pequeña y sensitiva protuberancia que parecía arder bajo sus caricias.
-Pero las mujeres no... -comenzó a decir confusa y sin aliento-. No de ese modo. Al menos... ay... nunca había oído que...
-Algunas lo hacen -murmuró él al tiempo que la incitaba de tal manera que la hizo gemir-. Mi ángel temerario... creo que tendré que enseñarte cómo se hace.
En su inocencia, _____________ no acabó de comprender a qué se refería hasta que él la alzó de nuevo para colocarla en la posición, adecuada y la ayudó a deslizarse sobre la rígida y turgente longitud de su erección hasta que quedó empalada por completo sobre él. Más sorprendida de lo que era capaz de expresar, _____________ se movió Con indecisión al principio, dirigida por los roncos murmullos de Nicholas y la paciente guía de sus manos, que la aferraban por las caderas. Pasado unos instantes, encontró su propio ritmo.
-Eso es -la animó él, apenas sin resuello-. Así se hace... Nicholas introdujo las manos de nuevo bajo la camisa, en busca del anhelante botón que se escondía entre los pliegues de su sexo. Lo acarició en círculos con el pulgar, logrando un electrizante contrapunto a los movimientos descendentes de la muchacha. La presión que ejercía era tan deliciosa que una nueva oleada de pasión re¬corrió las terminaciones nerviosas de la joven. Nicholas no desvió la mirada de sus ojos, embriagado con su expresión de placer. El menor hecho de saber que no apartaba la vista de ella desencadenó el éx¬tasis de _____________, que se vio estremecida por una serie de espasmos de profunda satisfacción y dejó que su cuerpo, su corazón y su mente se llenaran con la imagen del hombre. Nicholas la aferró por la cin¬tura y la sujetó con firmeza mientras elevaba las caderas para bus¬car el clímax e inundarla con su propio placer.
Incapaz de pensar con coherencia y literalmente exhausta, _____________ se desplomó sobre él y apoyó la cabeza sobre su torso. Escu¬chó el estruendoso latido de su corazón durante unos minutos, has¬ta que alcanzó un ritmo parecido a la normalidad.
- ¡Dios mío! -murmuró él. La rodeó con los brazos, pero des¬pués los dejó caer a los lados, como si el simple hecho de abrazarla supusiera demasiado esfuerzo-. _____________, _____________...
- ¿Sí? -Ella parpadeó soñolienta, experimentando de súbito una necesidad abrumadora de dormir.
-He cambiado de idea con respecto a la negociación. Puedes tener lo que quieras. Cualquier condición que impongas, cualquier cosa que esté en mis manos, la tendrás. Sólo dime que serás mi es¬posa para que mi mente pueda descansar.
_____________ se las compuso para alzar la cabeza y mirarlo a los ojos, cuyos párpados estaban medio cerrados.
-Si éste es un ejemplo de tu habilidad para negociar, déjame de¬cirte que tus asuntos empresariales me preocupan mucho -le di¬jo-. Espero que no claudiques con tanta facilidad ante las deman¬das de tus socios.
-No. Y tampoco me acuesto con ellos.
Los labios de _____________ dibujaron una lánguida sonrisa. Si Nicholas estaba dispuesto a arriesgarse, ella no iba a ser menos.
-En ese caso, y para que tu mente descanse, Westcliff... sí. Seré tu esposa. Aunque debo advertirte algo: tal vez te arrepientas de no haber negociado cuando descubras mis condiciones. Puede que quie¬ra ocupar un cargo en la compañía jabonera, por ejemplo...
-Que Dios me ayude -musitó él y, con un suspiro de felici¬dad, se durmió.
{23°} Capítulo Veintitrés[/center]
_____________ pasó casi toda la noche en la cama de Nicholas. Se despertó de vez en cuando para encontrarse envuelta por el calor de su cuerpo y el de las suaves capas de lino, seda y lana. Nicholas debía de estar exhausto después de haber hecho el amor, porque apenas emitía ruido alguno y casi no se movía. No obstante, cuando se fue acercando la mañana, fue el primero en levantarse. Perdida en un agradable sopor, _____________ protestó cuando él la despertó.
-Casi ha amanecido -le susurró Nicholas al oído-. Abre los ojos. Tengo que llevarte a tu habitación.
-No -protestó ella, adormilada-. Dentro de unos minutos. Más tarde. -Trató de acurrucarse de nuevo entre sus brazos. La cama estaba tan cálida y el aire era tan frío... Además, sabía que el suelo estaría helado bajo los pies.
Nicholas la besó en la coronilla y la incorporó hasta dejarla sentada.
-Ahora -insistió con gentileza al tiempo que le acariciaba la espalda-. La doncella aparecerá para preparar la chimenea... y muchos invitados saldrán a cazar esta mañana, lo que significa que se levantarán pronto.
-Algún día tendrás que explicarme por qué los hombres sienten esa insana alegría al salir antes del amanecer para deambular por campos fangosos y matar animalitos -gruño _____________ a la par que se arrebujaba contra su poderoso pecho.
-Porque nos gusta medirnos contra la naturaleza. Y, lo que es más importante, nos proporciona una excusa para beber antes del mediodía.
La joven sonrió y le acarició el hombro con la nariz al tiempo que deslizaba los labios sobre la tersa piel masculina.
-Tengo frío -susurró-. Métete conmigo bajo las mantas.
Nicholas gruñó por la tentación que ella representaba y se obli¬gó a abandonar la cama. De inmediato, _____________ se acurrucó bajo las sábanas, apretando los suaves pliegues de la camisa de Nicholas con¬tra su cuerpo. Pese a todo, él no tardó en regresar totalmente ves¬tido y en sacarla de debajo de las mantas.
-Quejarte no te servirá de nada -le dijo mientras la envolvía en una de sus batas-. Vas a volver a tu habitación. No pueden ver¬ te conmigo a estas horas.
- ¿Tienes miedo de un escándalo? -preguntó _____________.
-No. Aunque, por naturaleza, tiendo a conducirme con dis¬creción siempre que es posible.
-Siempre tan caballeroso -se burló ella, que levantó los bra¬zos para que le anudara el cinturón de la bata-. Deberías casarte con una joven que fuera tan discreta como tú.
-Ya, pero esas jóvenes no son ni la mitad de entretenidas que las perversas.
- ¿Eso soy? -preguntó ella mientras le rodeaba los hombros con los brazos-. ¿Una chica perversa?
-Sin duda alguna -respondió Nicholas antes de cubrir la boca de la muchacha con la suya.
Daisy se despertó al oír que alguien arañaba la puerta con los de¬dos. Entrecerró los ojos y vio que la luz todavía estaba teñida con los colores del amanecer; su hermana se encontraba delante del lavama¬nos, desenredándose el cabello. La menor de las Bowman se incor¬poró en la cama y se apartó el pelo de la cara antes de preguntar:
- ¿Quién podrá ser?
-Voy a ver.
Ya ataviada con un vestido mañanero en otomán de seda de color rojo oscuro, _____________ se acercó a la puerta y abrió una rendija.
A juzgar por lo que Daisy pudo ver, se trataba de una criada con un mensaje. A continuación, se produjo una breve conversación y, a pesar de que Daisy no pudo discernir las palabras, sí captó cierto tono de sorpresa en la voz de su hermana, que acabó tornándose en enfado.
-Muy bien -dijo _____________ con sequedad-. Dile que lo han. Aunque no veo la necesidad de tanto secretismo.
La criada desapareció y _____________ cerró la puerta, ceñuda.
- ¿Qué pasa? -preguntó Daisy-. ¿Qué te ha dicho? ¿Quién la ha enviado?
-No pasa nada -:replicó _____________, tras lo que añadió con bastante ironía-: Se supone que no puedo decirlo.
-Oí algo sobre secretismo.
-Bueno, no es más que un asuntillo del que tengo que ocuparme. Te lo explicaré este mediodía... Sin duda, tendré una historia de lo más entretenida y pintoresca que contaras.
- ¿Está relacionado con lord Westcliff?
-De forma indirecta. -El ceño de _____________ se despejó y, de repente, pareció radiante de felicidad. Quizá más feliz de lo que Dais)' la había visto jamás-. Por Dios, Daisy, es repugnante lo mucho que deseo estar con él. Me da la sensación de que hoy vaya hacer algo tremendamente estúpido. Como ponerme a cantar de repente o algo por el estilo. Por los clavos de Cristo, ni se te ocurra permitír¬melo.
-Por supuesto que no -prometió Daisy, que le devolvió la sonrisa-. ¿Eso quiere decir que estás enamorada?
-Yo no he dicho eso -afirmó _____________ con presteza-. Incluso si lo estuviera... y no estoy admitiendo nada... jamás sería la primera en decirlo. Es cuestión de orgullo. Además, hay muchas posibilidades de que él no dijera lo mismo y me respondiera con un amable «gracias», en cuyo caso tendría que matarlo. O suicidarme.
-Espero que el conde no sea tan terco como tú -comentó Daisy.
-No lo es -le aseguró _____________. Aunque lo crea. -Algunos recuerdos íntimos la hicieron soltar una carcajada y llevarse una mano a la frente-. Señor, Daisy -dijo con regocijo malévolo-, voy a ser una condesa espantosa.
-Mejor decirlo de otra forma... -replicó Daisy con diplo¬macia-. Digamos, en cambio, que serás una condesa «poco con¬vencional».
-Puedo ser el tipo de condesa que quiera -dijo _____________, a ca¬ballo entre el placer y el asombro-. Eso dice Westcliff... Y a decir verdad, creo que habla en serio.
Tras un ligero desayuno a base de té y tostadas, _____________ salió a la terraza posterior de la mansión. Con los codos apoyados en la ba¬laustrada, contempló la vasta extensión de jardines, con sus sen¬deros meticulosamente delimitados y las amplias franjas de setas cuajados de rosas, además de los tejos podados con cuidado, que proporcionaban encantadores rincones escondidos para explorar. Su sonrisa se desvaneció al recordar que, justo en ese momento, la condesa la aguardaba en la Corte de las Mariposas, tras haber en¬viado a una de las criadas para que le dijera el lugar de la cita.
La condesa deseaba mantener una charla' en privado con _____________... y no era una buena señal que quisiera hacerla a tanta distan¬cia de la mansión. Dado que la mujer tenía dificultad para caminar -razón por la que usaba un bastón o se dejaba llevar en silla de rue¬das de vez en cuando-, llegar hasta el jardín secreto le supondría una ardua tarea. Habría sido mucho más sencillo y sensato encon¬trarse en el salón Marsden, ubicado en la planta superior de la man¬sión. No obstante, tal vez lo que quería decirle la condesa fuera de índole tan privada que no podía arriesgarse a que alguien oyera algo. A _____________ no le cabía ninguna duda de cuál era el motivo por el que la condesa le había pedido que no le contara nada a nadie acer¬ca de ese encuentro. Si Nicholas se enteraba, insistiría hasta llegar al final del asunto más tarde... algo que ninguna de ellas quería que su¬cediera. Además, _____________ no tenía la menor intención de esconderse detrás de Nicholas. Se enfrentaría a la condesa ella sola.
Por supuesto, esperaba toda una diatriba. La relación que mante¬nía con la mujer le había enseñado que ésta tenía una lengua viperina y que poseía un poder ilimitado para herir con sus palabras. Cosa que, sin embargo no le importaba. Cada sílaba que pronunciara la condesa resbalaría por el cuerpo de _____________ como las gotas de llu¬via que caen contra una ventana, por la sencilla razón de que estaba segura de que nada podría impedir su boda con Nicholas. Eso significaba que la condesa tendría que darse cuenta de que mantener una relación cordial con su futura nuera redundaría en su propio beneficio. En caso contrario, se harían la vida imposible la una a la otra.
_____________ esbozó una sonrisa de desagrado mientras descendía el largo tramo de escalones que conducían al jardín y salía al frío ambiente matutino.
-Ya voy, vieja zorra -musitó-. Demuéstrame de lo que eres capaz.
La puerta de la Corte de las Mariposas estaba entreabierta cuando llegó. Tras enderezar los hombros, _____________ compuso una expresión de fría indiferencia y entró en el recinto. La condesa se encontraba sola en el jardín secreto, si ningún criado en las proximidades que la atendiera. Estaba sentada en el banco circular como si se tratara de un trono y junto a ella reposaba el bastón decorado con joyas. Tal y como era de esperar, lucía una expresión pétrea y, por un instante, _____________ estuvo a punto de estallar en carcajadas cuando se le ocurrió que la mujer parecía un diminuto guerrero que sólo se conformaría con una indiscutible victoria.
-Buenos días -saludó _____________ con voz agradable al tiempo que se acercaba a ella-. Ha elegido usted un lugar encantador para nuestro encuentro, milady. Espero que la caminata desde la mansión no la haya extenuado.
-Eso es sólo de mi incumbencia -replicó la condesa-, no de la suya.
A pesar de que esos ojos negros y separados en exceso no demostraban emoción alguna, _____________ sintió un súbito ramalazo de frío. No se trataba de miedo, pero sí de una trepidación instintiva que no había sentido en sus encuentros anteriores.
-Me limitaba a expresar cierto interés por su comodidad -comentó _____________ al tiempo que levantaba las manos en un falso gesto defensivo-. No volveré a provocarla con algún otro intento de mantener una relación cordial, mi lady. Le ruego que vaya al grano y diga lo que tenga en mente. He venido para escucharla.
-Por su propio bien, así como por el de mi hijo, espero que lo haga.-Sus palabras traslucían cierta debilidad distante, hecho que dejó a la misma condesa un tanto perpleja, puesto que creía que no había necesidad alguna de decir tales cosas. Sin duda, de todas las discusiones que había mantenido a lo largo de su vida, ésa en con-creto no la había esperado jamás-. De haberme imaginado que una joven de su procedencia pudiera atraer al conde, le habría puesto punto y final a este asunto mucho antes. Mi hijo no está en su sano juicio; de otra forma, jamás habría cometido esta locura.
Cuando la anciana se detuvo para tomar aire, _____________ se oyó pre¬guntar en voz baja:
-¿Por qué lo llama locura? Hace unas cuantas semanas, afirmó que yo podría atrapar a un aristócrata británico. ¿Por qué no al pro¬pio conde? ¿Sus objeciones se basan en un desagrado personal o...?
- ¡Chiquilla estúpida! -exclamó la condesa-. Mis objeciones se basan en el hecho de que, en quince generaciones de herederos Marsden, ninguno se ha casado con alguien que no perteneciera a la aristocracia. ¡Y mi hijo no será el primer conde en hacerla! Puesto que proviene de un país sin tradiciones, cultura ni vestigios de no¬bleza, usted no entiende nada acerca de la importancia de la sangre. Si el conde se casara con usted, no sólo supondría un fracaso para él, sino también para mí; por no mencionar que conllevaría la caída en desgracia de todos los hombres y mujeres relacionados con el blasón de la familia Marsden.
La pomposidad del comentario estuvo a punto de arrancarle una carcajada a _____________... hasta que se dio cuenta, por primera vez, de que lady Westcliff creía en la inviolabilidad del linaje noble de los Marsden como si fuera un credo. Mientras la condesa se esforzaba por recuperar la compostura, _____________ se preguntó cómo podría di¬rigir la conversación hacia asuntos personales y apelar a los sen-timientos que la condesa albergaba por su hijo en lo más profundo de su alma... si es que eso era posible.
A _____________ no se le daba muy bien hablar con franqueza de sus sentimientos. Prefería hacer comentarios ingeniosos, o cínicos, ya que siempre le había parecido demasiado peligroso hablar con el co¬razón. No obstante, aquello era importante. Y tal vez le debiera un poco de sinceridad a la mujer con cuyo hijo pretendía casarse en breve.
_____________ se expresó con deliberada lentitud.
-Milady, estoy segura de que desea la felicidad de su hijo por encima de todo. Mi intención es hacerle entender que yo deseo exactamente lo mismo. Es cierto que no provengo de una familia noble y que tampoco poseo los refinamientos que usted habría preferido... -Se detuvo con una sonrisa burlona-. Ni siquiera estoy segura de lo que es un «blasón». Pero creo... creo que podría hacer feliz a Westcliff. Al menos, podría aliviar sus preocupaciones un poco... y le aseguro que no me comportaré como una completa tarambana. No le quepa duda de que, al menos, jamás trataré de avergonzarlo ni de ofenderla a usted...
-¡No pienso tolerar más estos patéticos gimoteos! -explotó la condesa-. Todo lo referente a usted me ofende. No la aceptaría siquiera como criada en mi propiedad... ¡Y mucho menos como señora! Mi hijo no siente nada por usted. Para él, no es más que un síntoma de las desavenencias pasadas con su padre. Usted no es más que una forma de rebelión, una venganza inútil contra un fantasma. Y cuando se canse de la novedad que supone su nueva esposa, el conde acabará por odiarla tanto como yo. Pero entonces ya será demasiado tarde. El linaje estará arruinado.
_____________ mantuvo el rostro impasible, aunque era consciente de que se había quedado pálida. Comprendió que nadie la había mirado con verdadero odio hasta ese momento. Era evidente que la condesa le deseaba todo tipo de males, salvo la muerte... o tal vez ésta también. Sin embargo, en vez de acongojarse, llorar o protestar, _____________ decidió lanzar un contraataque.
-Puede que se case como venganza contra usted, milady. En cuyo caso, me alegro de convertirme en el medio para alcanzar tal fin.
Los ojos de la condesa se abrieron como platos.
-¡Cómo se atreve! -exclamó con voz ronca.
A pesar de la tentación de añadir algo más, _____________ temió provocarle una apoplejía a la condesa. Y pensó, no sin cierta malicia, que matar a la madre de su prometido no era la mejor manera de comenzar un matrimonio. Se tragó las palabras mordaces que tenía en la punta de la lengua y miró a la condesa con los ojos entrecerrados.
-Supongo que hemos dejado claras nuestras posturas. Aunque tenía la esperanza de que nuestra conversación acabara de otra manera, debo admitir que las noticias son algo desconcertantes. Tal vez con el tiempo lleguemos a algún tipo de entendimiento.
-Sí... llegaremos a un entendimiento. -Había una sutil nota venenosa en la voz de la mujer y _____________ tuvo que suprimir el im¬pulso de retroceder al ver la malevolencia de su mirada.
De repente, la desagradable conversación hizo que se sintiera helada y sucia; lo único que deseaba era alejarse todo lo posible de esa mujer. Sin embargo, la condesa no podría hacerle nada mientras Nicholas siguiera deseándola, se recordó.
-Voy a casarme con él-afirmó con serenidad, ya que sentía la necesidad de dejar bien claro ese punto.
-Por encima de mi cadáver -susurró la condesa.
Tras levantarse del asiento, cogió el bastón para mantener el equi¬librio. Preocupada por la debilidad física de la mujer, _____________ se dis¬puso a prestarle ayuda. Sin embargo, se contuvo al ver la mirada de desprecio absoluto que le dirigió la condesa, ya que sospechaba que la anciana bien podría pegarle con el bastón.
El agradable sol de la mañana se colaba a través del velo de bru¬ma que quedaba suspendido sobre el jardín; unas cuantas maripo¬sas de la variedad Dama Pintada desplegaron las alas para revolo¬tear por encima de las flores entreabiertas. Era un jardín precioso, un escenario que resultaba incongruente con las crueles palabras que se habían pronunciado. _____________ siguió a la anciana en su lenta pro¬cesión hacia la salida de la Corte de las Mariposas.
-Permítame que le abra la puerta -se ofreció _____________. La con¬desa aguardó con el porte de una reina y, a continuación, traspasó el umbral del jardín secreto-. Tendríamos que habernos reunido en un lugar más apropiado -dijo _____________, incapaz de contenerse-. Después de todo, podríamos haber discutido de igual forma den¬tro de la mansión, y usted no se habría visto obligada a caminar tanto.
Lady Westcliff prosiguió su marcha sin prestarle la más mínima atención. En ese momento ocurrió algo de lo más extraño: la con¬desa hizo un comentario, pero no se molestó en decirlo por enci¬ma del hombro, sino que giró la cabeza hacia un lado, como si ha¬blara con otra persona.
-Puede proceder.
-¿Milady? -preguntó _____________, confundida, mientras se disponía a salir del jardín secreto.
Con vertiginosa rapidez, alguien le tapó la boca y la sujetó desde atrás con una fuerza brutal. Antes de que pudiera moverse o hablar, le colocaron algo sobre la boca y la nariz. El miedo le hizo abrir los ojos de par en par y trató de forcejear, de moverse, mientras sus pulmones Intentaban con desesperación conseguir algo de aire. El trapo que una mano enorme apretaba contra su rostro estaba impregnado con algún fluido dulzón, cuyos efluvios se extendían con rapidez por las fosas nasales, la garganta, el pecho, la cabeza... Una oleada rápida y perniciosa que hizo que su cuerpo se colapsara miembro a miembro como si de un castillo de naipes se tratara. Dejó de sentir los brazos y las piernas y luego se sumió en una oscuridad insondable. Por último, cerró los ojos al tiempo que el sol se tornaba negro.
Nicholas, que regresaba de un desayuno tardío en el pabellón del lago tras la jornada de caza, se detuvo al pie de la enorme escalinata de la parte posterior de la mansión. Uno de los participantes de la cacería, un anciano que había sido amigo de la familia durante más de veinticinco años, lo había detenido para presentarle sus quejas acerca de otro de los huéspedes.
-Disparó cuando no le tocaba -dijo el anciano, iracundo-, no una vez ni dos, sino tres veces. Y para empeorar las cosas, declaró que había abatido una de las piezas a las que yo disparé. En todos los años que llevo cazando en Stony Cross Park, jamás me había topado con semejante grosería...
Nicholas lo interrumpió con solemne cortesía para asegurarse que no sólo hablaría con ese invitado tan insolente, sino que le enviaría una invitación al anciano para que la semana siguiente pudiera cazar y disparar a su antojo. Apaciguado hasta cierto punto, el agraviado anciano se alejó de Nicholas tras murmurar unas cuantas quejas más acerca de los invitados maleducados que no tenían ni idea de lo que era la caballerosidad en el campo. Con una sonrisa lastimera, Nicholas ascendió los escalones que conducían a la terraza trasera. Fue entonces cuando vio a Hunt, que también acababa de regresar y que se encontraba inclinado hacia su esposa. Resul-taba evidente que Annabelle estaba preocupada por algo, ya que ha¬blaba en susurros con su marido sin dejar de clavarle los dedos en la manga de su chaqueta.
Cuando subió las escaleras, se le acercaron Daisy Bowman y su amiga Evie, quien, como era habitual, no fue capaz de mirarlo a los ojos. Tras ejecutar una ligera reverencia, Nicholas le dirigió una son¬risa a Daisy y pensó que no le costaría mucho tomarle cariño a la muchacha. La delicadeza de su figura y la dulzura de su exuberan-te ánimo le recordaban a su hermana Livia de joven. No obstante, en aquellos momentos, se había apagado la acostumbrada vivacidad de su expresión y tenía las mejillas pálidas.
-Milord, me alegro de que haya regresado -murmuró Dai¬sy-. Hay un... asunto privado que nos preocupa un poco...
-¿ En qué puedo ayudar? -preguntó Nicholas de inmediato., Una ligera brisa le agitó el cabello cuando inclinó la cabeza hacia la Joven.
Al parecer, Daisy no sabía muy bien cómo explicarlo.
-Se trata de mi hermana -le dijo, tensa-. No la encontramos por ningún sitio. Hace cinco horas que la vi por última vez. Se mar¬chó para cumplir algún tipo de encargo, pero no me explicó de qué se trataba. Al ver que no regresaba, me puse a buscada yo misma. Y, después, me ayudaron las demás floreros... quiero decir, Evie y Annabelle. No hemos visto a _____________ ni en la mansión ni en los jar¬dines. Incluso me he acercado al pozo de... los deseos, por si hubie¬ra ido allí por alguna razón. No es normal que desaparezca de esta manera. Al menos, no sin mí. Tal vez sea demasiado pronto para preocuparse, pero... -Se detuvo y frunció el ceño, como si bus¬cara una forma de librarse de las preocupaciones pero se descubrie¬ra incapaz de hacerlo-. Ha ocurrido algo horrible, milord. Lo pre¬siento.
Nicholas mantuvo el rostro impasible, pese a sentir una puñala¬da de preocupación en su interior. Hizo un rápido recuento mental de las posibles razones que podrían explicar su ausencia, desde las más frívolas hasta las más importantes; pero, aun así, nada parecía tener sentido. _____________ no era tan estúpida como para alejarse mucho de la mansión y se y, a pesar de lo mucho que le gustaban las travesuras, no gastaría una broma tan pesada. Tampoco parecía probable que hubiera ido de visita, puesto que no conocía a nadie del pueblo y, además, no habría abandonado la propiedad sola. ¿Estaría herida? ¿Le habría pasado algo?
Mientras el corazón le latía a un ritmo desbocado, sus ojos abandonaron el delicado rostro de Daisy para observar a Evie Jenner mientras decía con voz serena:
-Tal vez haya ido a los establos y...
-No, mi-milord -dijo Evie Jenner-. Ya fui a preguntar y resulta que todos los caballos están allí y que ninguno de los mozos ha visto a _____________ hoy.
Nicholas hizo un breve gesto de asentimiento.
-Organizaré grupos de búsqueda para examinar la casa y los alrededores -dijo-. La encontraremos en menos de una hora.
Reconfortada al parecer por sus ademanes bruscos, Daisy dejó escapar un tembloroso suspiro.
-¿Qué puedo hacer yo?
-Cuénteme más cosas sobre ese recado. -Nicholas clavó la mi rada en sus grandes ojos castaños-. ¿De qué hablaron antes de que se marchara?
-Una de las criadas vino esta mañana para entregarle un mensaje y...
-¿A qué hora? -interrumpió Nicholas con sequedad.
-Sobre las ocho.
-¿Quién era la criada?
-No lo sé, milord, Apenas pude oír nada, ya que la puerta sólo estaba entreabierta mientras hablaron. Además, la criada llevaba la cofia del uniforme, así que ni siquiera puedo decirle cuál era su color de pelo.
Hunt y Annabelle se unieron a la conversación, -Interrogaré al ama de llaves y a las criadas -dijo Hunt.
-Bien. -Impaciente por ponerse en marcha, Nicholas musitó-: Comenzaré a buscar por los alrededores. -Reuniría a un grupo de sirvientes y a unos cuantos invitados, incluyendo al padre de _____________, para que lo ayudaran. Hizo un rápido cálculo del tiempo que _____________ llevaba ausente y de la distancia que podría haber recorrido a pie a través del agreste terreno-. Empezaremos por los jardines e iremos ampliando el cerco hasta unos quince kilómetros alrededor de la mansión. -Clavó la mirada en Hunt, señaló las puertas con un gesto de la cabeza y ambos comenzaron a alejarse.
-Milord -lo llamó Daisy con voz ansiosa, retrasándolo un poco-. La va a encontrar, ¿verdad?
-Sí -respondió sin vacilación alguna-. Y después pienso es¬trangularla.
Ese comentario arrancó una sonrisa preocupada a Daisy, que no apartó la vista de él mientras se marchaba.
El estado de ánimo de Nicholas pasó de una honda frustración a una preocupación insoportable a medida que avanzaba el inter¬minable mediodía. Thomas Bowman, que estaba convencido de que aquello no era más que otra de las travesuras de su hija, se unió al grupo de jinetes encargados de buscarla por los prados y bosques de las cercanías, mientras que otro grupo de voluntarios se dirigió a los riscos del río. La residencia de soltero, la casa del guarda, la casa del administrador, la fresquera, la capilla, el invernadero, la bo¬dega, los establos y sus alrededores... todo se inspeccionó palmo a palmo. Daba la sensación de que se había buscado en todos los rin¬cones de Stony Cross Park sin encontrar nada, ni una huella ni un guante olvidado, que diera indicios de lo que le había sucedido a _____________.
Mientras que Nicholas recorría a caballo los bosques y campos hasta que los flancos de Brutus se empaparon de sudor y comenzó a echar espuma por la boca, Simón permaneció en la mansión para interrogar sistemáticamente a los criados. Nicholas sabía que era el único hombre a quien podía confiarle esa tarea, puesto que estaba seguro de que la llevaría a cabo con la misma eficiencia y rigor que él mismo emplearía. Además, el conde no se encontraba de humor para hablarle con paciencia a nadie. Lo que quería era empezar a romper cabezas, arrancar la información que deseaba de la inde¬fensa garganta de quien fuera. El hecho de saber que _____________ se en¬contraba perdida o tal vez herida en algún lugar, despertaba en él una emoción desconocida, tan ardiente como un rayo y tan fría como el hielo... una emoción que acabó por identificar como mie¬do. La seguridad de _____________ era demasiado importante para él. No podía soportar la posibilidad de que _____________ se encontrara en una situación peligrosa y que él no fuera capaz de ayudarla. Que no fuera capaz de encontrarla siquiera.
-¿Va a ordenar que se draguen los estanques y el lago, milord? -preguntó el sirviente principal, William, después de resumir los resultados de la búsqueda hasta ese momento.
Nicholas lo observó con la mirada vacía mientras notaba que el zumbido de sus oídos se hacía más penetrante y agudo y que el martilleo del pulso se había vuelto doloroso.
-Todavía no -se oyó decir con una voz sorprendentemente tranquila-. Vaya mi estudio para hablar con el señor Hunt. Podrá encontrarme allí si se descubre algo en los próximos minutos.
-Sí, milord.
El conde se dirigió a grandes zancadas hacia el estudio, donde Hunt interrogaba a los criados uno a uno. Nicholas entró sin llamar. Vio que Hunt se encontraba tras el enorme escritorio de cedro, con la silla ladeada para poder mirar a la cara a una pálida criada que St. había sentado frente a él. La muchacha se puso en pie al ver a Nicholas y consiguió hacer una nerviosa reverencia.
-Siéntate -dijo Nicholas con sequedad.
Puede que fuera su tono de voz, la adusta expresión de su rostro o, tal vez, su mera presencia, lo que provocó que ella se deshiciera el llanto. La atenta mirada de Nicholas se clavó en Simón Hunt, quien contemplaba a la doncella con una tranquila aunque implacable tenacidad.
-Milord -dijo Hunt en voz baja, pero su mirada no se aparto de los llorosos ojos de la criada mientras ésta sollozaba contra su manga-, después de entrevistar a esta joven... Gertie... durante algunos minutos, resulta evidente que puede tener información relevante sobre ese recado misterioso que la señorita Bowman tenía que hacer esta mañana y su posterior desaparición. No obstante, creo que el miedo a que la despidan puede hacer que Gertie guarde silencio. Si tú, como su patrón, pudieras proporcionarle alguna garantía...
-No te despediré -le dijo Nicholas a la doncella con dureza- si me dices lo que sabes en este mismo momento. En caso contrario, no sólo te despediré, sino que me aseguraré de que te juzgan por cómplice en la desaparición de la señorita Bowman...
Gertie miró al conde con los ojos como platos, y sus sollozos se convirtieron de inmediato en un tartamudeo aterrorizado.
-Mi-milord... me... me en-enviaron para entregarle un mensa¬je a la señorita Bowman esta mañana, pero me advirtieron que no debía decírselo a nadie... Ella quería reunirse en secreto con la joven en el jardín de las mariposas... y me dijo que si decía una palabra me despediría...
-¿ Quién te envió? -exigió saber Nicholas, cuya sangre hervía de furia-. ¿ Con quién tenía que encontrarse la señorita Bowman? ¡Dímelo, maldita sea!
-Me envió la condesa -susurró Gertie, espantada al parecer por la expresión del rostro del conde-. Me envió lady Westcliff, milord.
Antes incluso de que la última palabra abandonara los labios de la muchacha, Nicholas ya había salido en tromba de la estancia y se dirigía a la escalera principal, presa de una furia asesina.
-¡Westcliff! -gritó Simón Hunt, que lo siguió a la carrera-. Westcliff... maldito seas, espera...
Nicholas se limitó a apresurar el paso, subiendo los escalones de tres en tres. Él mejor que nadie sabía de lo que era capaz la con¬desa... y su alma se vio envuelta por una negra nube de pánico al saber que, de un modo u otro, bien podría haber perdido ya a _____________ a esas alturas.
-Casi ha amanecido -le susurró Nicholas al oído-. Abre los ojos. Tengo que llevarte a tu habitación.
-No -protestó ella, adormilada-. Dentro de unos minutos. Más tarde. -Trató de acurrucarse de nuevo entre sus brazos. La cama estaba tan cálida y el aire era tan frío... Además, sabía que el suelo estaría helado bajo los pies.
Nicholas la besó en la coronilla y la incorporó hasta dejarla sentada.
-Ahora -insistió con gentileza al tiempo que le acariciaba la espalda-. La doncella aparecerá para preparar la chimenea... y muchos invitados saldrán a cazar esta mañana, lo que significa que se levantarán pronto.
-Algún día tendrás que explicarme por qué los hombres sienten esa insana alegría al salir antes del amanecer para deambular por campos fangosos y matar animalitos -gruño _____________ a la par que se arrebujaba contra su poderoso pecho.
-Porque nos gusta medirnos contra la naturaleza. Y, lo que es más importante, nos proporciona una excusa para beber antes del mediodía.
La joven sonrió y le acarició el hombro con la nariz al tiempo que deslizaba los labios sobre la tersa piel masculina.
-Tengo frío -susurró-. Métete conmigo bajo las mantas.
Nicholas gruñó por la tentación que ella representaba y se obli¬gó a abandonar la cama. De inmediato, _____________ se acurrucó bajo las sábanas, apretando los suaves pliegues de la camisa de Nicholas con¬tra su cuerpo. Pese a todo, él no tardó en regresar totalmente ves¬tido y en sacarla de debajo de las mantas.
-Quejarte no te servirá de nada -le dijo mientras la envolvía en una de sus batas-. Vas a volver a tu habitación. No pueden ver¬ te conmigo a estas horas.
- ¿Tienes miedo de un escándalo? -preguntó _____________.
-No. Aunque, por naturaleza, tiendo a conducirme con dis¬creción siempre que es posible.
-Siempre tan caballeroso -se burló ella, que levantó los bra¬zos para que le anudara el cinturón de la bata-. Deberías casarte con una joven que fuera tan discreta como tú.
-Ya, pero esas jóvenes no son ni la mitad de entretenidas que las perversas.
- ¿Eso soy? -preguntó ella mientras le rodeaba los hombros con los brazos-. ¿Una chica perversa?
-Sin duda alguna -respondió Nicholas antes de cubrir la boca de la muchacha con la suya.
Daisy se despertó al oír que alguien arañaba la puerta con los de¬dos. Entrecerró los ojos y vio que la luz todavía estaba teñida con los colores del amanecer; su hermana se encontraba delante del lavama¬nos, desenredándose el cabello. La menor de las Bowman se incor¬poró en la cama y se apartó el pelo de la cara antes de preguntar:
- ¿Quién podrá ser?
-Voy a ver.
Ya ataviada con un vestido mañanero en otomán de seda de color rojo oscuro, _____________ se acercó a la puerta y abrió una rendija.
A juzgar por lo que Daisy pudo ver, se trataba de una criada con un mensaje. A continuación, se produjo una breve conversación y, a pesar de que Daisy no pudo discernir las palabras, sí captó cierto tono de sorpresa en la voz de su hermana, que acabó tornándose en enfado.
-Muy bien -dijo _____________ con sequedad-. Dile que lo han. Aunque no veo la necesidad de tanto secretismo.
La criada desapareció y _____________ cerró la puerta, ceñuda.
- ¿Qué pasa? -preguntó Daisy-. ¿Qué te ha dicho? ¿Quién la ha enviado?
-No pasa nada -:replicó _____________, tras lo que añadió con bastante ironía-: Se supone que no puedo decirlo.
-Oí algo sobre secretismo.
-Bueno, no es más que un asuntillo del que tengo que ocuparme. Te lo explicaré este mediodía... Sin duda, tendré una historia de lo más entretenida y pintoresca que contaras.
- ¿Está relacionado con lord Westcliff?
-De forma indirecta. -El ceño de _____________ se despejó y, de repente, pareció radiante de felicidad. Quizá más feliz de lo que Dais)' la había visto jamás-. Por Dios, Daisy, es repugnante lo mucho que deseo estar con él. Me da la sensación de que hoy vaya hacer algo tremendamente estúpido. Como ponerme a cantar de repente o algo por el estilo. Por los clavos de Cristo, ni se te ocurra permitír¬melo.
-Por supuesto que no -prometió Daisy, que le devolvió la sonrisa-. ¿Eso quiere decir que estás enamorada?
-Yo no he dicho eso -afirmó _____________ con presteza-. Incluso si lo estuviera... y no estoy admitiendo nada... jamás sería la primera en decirlo. Es cuestión de orgullo. Además, hay muchas posibilidades de que él no dijera lo mismo y me respondiera con un amable «gracias», en cuyo caso tendría que matarlo. O suicidarme.
-Espero que el conde no sea tan terco como tú -comentó Daisy.
-No lo es -le aseguró _____________. Aunque lo crea. -Algunos recuerdos íntimos la hicieron soltar una carcajada y llevarse una mano a la frente-. Señor, Daisy -dijo con regocijo malévolo-, voy a ser una condesa espantosa.
-Mejor decirlo de otra forma... -replicó Daisy con diplo¬macia-. Digamos, en cambio, que serás una condesa «poco con¬vencional».
-Puedo ser el tipo de condesa que quiera -dijo _____________, a ca¬ballo entre el placer y el asombro-. Eso dice Westcliff... Y a decir verdad, creo que habla en serio.
Tras un ligero desayuno a base de té y tostadas, _____________ salió a la terraza posterior de la mansión. Con los codos apoyados en la ba¬laustrada, contempló la vasta extensión de jardines, con sus sen¬deros meticulosamente delimitados y las amplias franjas de setas cuajados de rosas, además de los tejos podados con cuidado, que proporcionaban encantadores rincones escondidos para explorar. Su sonrisa se desvaneció al recordar que, justo en ese momento, la condesa la aguardaba en la Corte de las Mariposas, tras haber en¬viado a una de las criadas para que le dijera el lugar de la cita.
La condesa deseaba mantener una charla' en privado con _____________... y no era una buena señal que quisiera hacerla a tanta distan¬cia de la mansión. Dado que la mujer tenía dificultad para caminar -razón por la que usaba un bastón o se dejaba llevar en silla de rue¬das de vez en cuando-, llegar hasta el jardín secreto le supondría una ardua tarea. Habría sido mucho más sencillo y sensato encon¬trarse en el salón Marsden, ubicado en la planta superior de la man¬sión. No obstante, tal vez lo que quería decirle la condesa fuera de índole tan privada que no podía arriesgarse a que alguien oyera algo. A _____________ no le cabía ninguna duda de cuál era el motivo por el que la condesa le había pedido que no le contara nada a nadie acer¬ca de ese encuentro. Si Nicholas se enteraba, insistiría hasta llegar al final del asunto más tarde... algo que ninguna de ellas quería que su¬cediera. Además, _____________ no tenía la menor intención de esconderse detrás de Nicholas. Se enfrentaría a la condesa ella sola.
Por supuesto, esperaba toda una diatriba. La relación que mante¬nía con la mujer le había enseñado que ésta tenía una lengua viperina y que poseía un poder ilimitado para herir con sus palabras. Cosa que, sin embargo no le importaba. Cada sílaba que pronunciara la condesa resbalaría por el cuerpo de _____________ como las gotas de llu¬via que caen contra una ventana, por la sencilla razón de que estaba segura de que nada podría impedir su boda con Nicholas. Eso significaba que la condesa tendría que darse cuenta de que mantener una relación cordial con su futura nuera redundaría en su propio beneficio. En caso contrario, se harían la vida imposible la una a la otra.
_____________ esbozó una sonrisa de desagrado mientras descendía el largo tramo de escalones que conducían al jardín y salía al frío ambiente matutino.
-Ya voy, vieja zorra -musitó-. Demuéstrame de lo que eres capaz.
La puerta de la Corte de las Mariposas estaba entreabierta cuando llegó. Tras enderezar los hombros, _____________ compuso una expresión de fría indiferencia y entró en el recinto. La condesa se encontraba sola en el jardín secreto, si ningún criado en las proximidades que la atendiera. Estaba sentada en el banco circular como si se tratara de un trono y junto a ella reposaba el bastón decorado con joyas. Tal y como era de esperar, lucía una expresión pétrea y, por un instante, _____________ estuvo a punto de estallar en carcajadas cuando se le ocurrió que la mujer parecía un diminuto guerrero que sólo se conformaría con una indiscutible victoria.
-Buenos días -saludó _____________ con voz agradable al tiempo que se acercaba a ella-. Ha elegido usted un lugar encantador para nuestro encuentro, milady. Espero que la caminata desde la mansión no la haya extenuado.
-Eso es sólo de mi incumbencia -replicó la condesa-, no de la suya.
A pesar de que esos ojos negros y separados en exceso no demostraban emoción alguna, _____________ sintió un súbito ramalazo de frío. No se trataba de miedo, pero sí de una trepidación instintiva que no había sentido en sus encuentros anteriores.
-Me limitaba a expresar cierto interés por su comodidad -comentó _____________ al tiempo que levantaba las manos en un falso gesto defensivo-. No volveré a provocarla con algún otro intento de mantener una relación cordial, mi lady. Le ruego que vaya al grano y diga lo que tenga en mente. He venido para escucharla.
-Por su propio bien, así como por el de mi hijo, espero que lo haga.-Sus palabras traslucían cierta debilidad distante, hecho que dejó a la misma condesa un tanto perpleja, puesto que creía que no había necesidad alguna de decir tales cosas. Sin duda, de todas las discusiones que había mantenido a lo largo de su vida, ésa en con-creto no la había esperado jamás-. De haberme imaginado que una joven de su procedencia pudiera atraer al conde, le habría puesto punto y final a este asunto mucho antes. Mi hijo no está en su sano juicio; de otra forma, jamás habría cometido esta locura.
Cuando la anciana se detuvo para tomar aire, _____________ se oyó pre¬guntar en voz baja:
-¿Por qué lo llama locura? Hace unas cuantas semanas, afirmó que yo podría atrapar a un aristócrata británico. ¿Por qué no al pro¬pio conde? ¿Sus objeciones se basan en un desagrado personal o...?
- ¡Chiquilla estúpida! -exclamó la condesa-. Mis objeciones se basan en el hecho de que, en quince generaciones de herederos Marsden, ninguno se ha casado con alguien que no perteneciera a la aristocracia. ¡Y mi hijo no será el primer conde en hacerla! Puesto que proviene de un país sin tradiciones, cultura ni vestigios de no¬bleza, usted no entiende nada acerca de la importancia de la sangre. Si el conde se casara con usted, no sólo supondría un fracaso para él, sino también para mí; por no mencionar que conllevaría la caída en desgracia de todos los hombres y mujeres relacionados con el blasón de la familia Marsden.
La pomposidad del comentario estuvo a punto de arrancarle una carcajada a _____________... hasta que se dio cuenta, por primera vez, de que lady Westcliff creía en la inviolabilidad del linaje noble de los Marsden como si fuera un credo. Mientras la condesa se esforzaba por recuperar la compostura, _____________ se preguntó cómo podría di¬rigir la conversación hacia asuntos personales y apelar a los sen-timientos que la condesa albergaba por su hijo en lo más profundo de su alma... si es que eso era posible.
A _____________ no se le daba muy bien hablar con franqueza de sus sentimientos. Prefería hacer comentarios ingeniosos, o cínicos, ya que siempre le había parecido demasiado peligroso hablar con el co¬razón. No obstante, aquello era importante. Y tal vez le debiera un poco de sinceridad a la mujer con cuyo hijo pretendía casarse en breve.
_____________ se expresó con deliberada lentitud.
-Milady, estoy segura de que desea la felicidad de su hijo por encima de todo. Mi intención es hacerle entender que yo deseo exactamente lo mismo. Es cierto que no provengo de una familia noble y que tampoco poseo los refinamientos que usted habría preferido... -Se detuvo con una sonrisa burlona-. Ni siquiera estoy segura de lo que es un «blasón». Pero creo... creo que podría hacer feliz a Westcliff. Al menos, podría aliviar sus preocupaciones un poco... y le aseguro que no me comportaré como una completa tarambana. No le quepa duda de que, al menos, jamás trataré de avergonzarlo ni de ofenderla a usted...
-¡No pienso tolerar más estos patéticos gimoteos! -explotó la condesa-. Todo lo referente a usted me ofende. No la aceptaría siquiera como criada en mi propiedad... ¡Y mucho menos como señora! Mi hijo no siente nada por usted. Para él, no es más que un síntoma de las desavenencias pasadas con su padre. Usted no es más que una forma de rebelión, una venganza inútil contra un fantasma. Y cuando se canse de la novedad que supone su nueva esposa, el conde acabará por odiarla tanto como yo. Pero entonces ya será demasiado tarde. El linaje estará arruinado.
_____________ mantuvo el rostro impasible, aunque era consciente de que se había quedado pálida. Comprendió que nadie la había mirado con verdadero odio hasta ese momento. Era evidente que la condesa le deseaba todo tipo de males, salvo la muerte... o tal vez ésta también. Sin embargo, en vez de acongojarse, llorar o protestar, _____________ decidió lanzar un contraataque.
-Puede que se case como venganza contra usted, milady. En cuyo caso, me alegro de convertirme en el medio para alcanzar tal fin.
Los ojos de la condesa se abrieron como platos.
-¡Cómo se atreve! -exclamó con voz ronca.
A pesar de la tentación de añadir algo más, _____________ temió provocarle una apoplejía a la condesa. Y pensó, no sin cierta malicia, que matar a la madre de su prometido no era la mejor manera de comenzar un matrimonio. Se tragó las palabras mordaces que tenía en la punta de la lengua y miró a la condesa con los ojos entrecerrados.
-Supongo que hemos dejado claras nuestras posturas. Aunque tenía la esperanza de que nuestra conversación acabara de otra manera, debo admitir que las noticias son algo desconcertantes. Tal vez con el tiempo lleguemos a algún tipo de entendimiento.
-Sí... llegaremos a un entendimiento. -Había una sutil nota venenosa en la voz de la mujer y _____________ tuvo que suprimir el im¬pulso de retroceder al ver la malevolencia de su mirada.
De repente, la desagradable conversación hizo que se sintiera helada y sucia; lo único que deseaba era alejarse todo lo posible de esa mujer. Sin embargo, la condesa no podría hacerle nada mientras Nicholas siguiera deseándola, se recordó.
-Voy a casarme con él-afirmó con serenidad, ya que sentía la necesidad de dejar bien claro ese punto.
-Por encima de mi cadáver -susurró la condesa.
Tras levantarse del asiento, cogió el bastón para mantener el equi¬librio. Preocupada por la debilidad física de la mujer, _____________ se dis¬puso a prestarle ayuda. Sin embargo, se contuvo al ver la mirada de desprecio absoluto que le dirigió la condesa, ya que sospechaba que la anciana bien podría pegarle con el bastón.
El agradable sol de la mañana se colaba a través del velo de bru¬ma que quedaba suspendido sobre el jardín; unas cuantas maripo¬sas de la variedad Dama Pintada desplegaron las alas para revolo¬tear por encima de las flores entreabiertas. Era un jardín precioso, un escenario que resultaba incongruente con las crueles palabras que se habían pronunciado. _____________ siguió a la anciana en su lenta pro¬cesión hacia la salida de la Corte de las Mariposas.
-Permítame que le abra la puerta -se ofreció _____________. La con¬desa aguardó con el porte de una reina y, a continuación, traspasó el umbral del jardín secreto-. Tendríamos que habernos reunido en un lugar más apropiado -dijo _____________, incapaz de contenerse-. Después de todo, podríamos haber discutido de igual forma den¬tro de la mansión, y usted no se habría visto obligada a caminar tanto.
Lady Westcliff prosiguió su marcha sin prestarle la más mínima atención. En ese momento ocurrió algo de lo más extraño: la con¬desa hizo un comentario, pero no se molestó en decirlo por enci¬ma del hombro, sino que giró la cabeza hacia un lado, como si ha¬blara con otra persona.
-Puede proceder.
-¿Milady? -preguntó _____________, confundida, mientras se disponía a salir del jardín secreto.
Con vertiginosa rapidez, alguien le tapó la boca y la sujetó desde atrás con una fuerza brutal. Antes de que pudiera moverse o hablar, le colocaron algo sobre la boca y la nariz. El miedo le hizo abrir los ojos de par en par y trató de forcejear, de moverse, mientras sus pulmones Intentaban con desesperación conseguir algo de aire. El trapo que una mano enorme apretaba contra su rostro estaba impregnado con algún fluido dulzón, cuyos efluvios se extendían con rapidez por las fosas nasales, la garganta, el pecho, la cabeza... Una oleada rápida y perniciosa que hizo que su cuerpo se colapsara miembro a miembro como si de un castillo de naipes se tratara. Dejó de sentir los brazos y las piernas y luego se sumió en una oscuridad insondable. Por último, cerró los ojos al tiempo que el sol se tornaba negro.
Nicholas, que regresaba de un desayuno tardío en el pabellón del lago tras la jornada de caza, se detuvo al pie de la enorme escalinata de la parte posterior de la mansión. Uno de los participantes de la cacería, un anciano que había sido amigo de la familia durante más de veinticinco años, lo había detenido para presentarle sus quejas acerca de otro de los huéspedes.
-Disparó cuando no le tocaba -dijo el anciano, iracundo-, no una vez ni dos, sino tres veces. Y para empeorar las cosas, declaró que había abatido una de las piezas a las que yo disparé. En todos los años que llevo cazando en Stony Cross Park, jamás me había topado con semejante grosería...
Nicholas lo interrumpió con solemne cortesía para asegurarse que no sólo hablaría con ese invitado tan insolente, sino que le enviaría una invitación al anciano para que la semana siguiente pudiera cazar y disparar a su antojo. Apaciguado hasta cierto punto, el agraviado anciano se alejó de Nicholas tras murmurar unas cuantas quejas más acerca de los invitados maleducados que no tenían ni idea de lo que era la caballerosidad en el campo. Con una sonrisa lastimera, Nicholas ascendió los escalones que conducían a la terraza trasera. Fue entonces cuando vio a Hunt, que también acababa de regresar y que se encontraba inclinado hacia su esposa. Resul-taba evidente que Annabelle estaba preocupada por algo, ya que ha¬blaba en susurros con su marido sin dejar de clavarle los dedos en la manga de su chaqueta.
Cuando subió las escaleras, se le acercaron Daisy Bowman y su amiga Evie, quien, como era habitual, no fue capaz de mirarlo a los ojos. Tras ejecutar una ligera reverencia, Nicholas le dirigió una son¬risa a Daisy y pensó que no le costaría mucho tomarle cariño a la muchacha. La delicadeza de su figura y la dulzura de su exuberan-te ánimo le recordaban a su hermana Livia de joven. No obstante, en aquellos momentos, se había apagado la acostumbrada vivacidad de su expresión y tenía las mejillas pálidas.
-Milord, me alegro de que haya regresado -murmuró Dai¬sy-. Hay un... asunto privado que nos preocupa un poco...
-¿ En qué puedo ayudar? -preguntó Nicholas de inmediato., Una ligera brisa le agitó el cabello cuando inclinó la cabeza hacia la Joven.
Al parecer, Daisy no sabía muy bien cómo explicarlo.
-Se trata de mi hermana -le dijo, tensa-. No la encontramos por ningún sitio. Hace cinco horas que la vi por última vez. Se mar¬chó para cumplir algún tipo de encargo, pero no me explicó de qué se trataba. Al ver que no regresaba, me puse a buscada yo misma. Y, después, me ayudaron las demás floreros... quiero decir, Evie y Annabelle. No hemos visto a _____________ ni en la mansión ni en los jar¬dines. Incluso me he acercado al pozo de... los deseos, por si hubie¬ra ido allí por alguna razón. No es normal que desaparezca de esta manera. Al menos, no sin mí. Tal vez sea demasiado pronto para preocuparse, pero... -Se detuvo y frunció el ceño, como si bus¬cara una forma de librarse de las preocupaciones pero se descubrie¬ra incapaz de hacerlo-. Ha ocurrido algo horrible, milord. Lo pre¬siento.
Nicholas mantuvo el rostro impasible, pese a sentir una puñala¬da de preocupación en su interior. Hizo un rápido recuento mental de las posibles razones que podrían explicar su ausencia, desde las más frívolas hasta las más importantes; pero, aun así, nada parecía tener sentido. _____________ no era tan estúpida como para alejarse mucho de la mansión y se y, a pesar de lo mucho que le gustaban las travesuras, no gastaría una broma tan pesada. Tampoco parecía probable que hubiera ido de visita, puesto que no conocía a nadie del pueblo y, además, no habría abandonado la propiedad sola. ¿Estaría herida? ¿Le habría pasado algo?
Mientras el corazón le latía a un ritmo desbocado, sus ojos abandonaron el delicado rostro de Daisy para observar a Evie Jenner mientras decía con voz serena:
-Tal vez haya ido a los establos y...
-No, mi-milord -dijo Evie Jenner-. Ya fui a preguntar y resulta que todos los caballos están allí y que ninguno de los mozos ha visto a _____________ hoy.
Nicholas hizo un breve gesto de asentimiento.
-Organizaré grupos de búsqueda para examinar la casa y los alrededores -dijo-. La encontraremos en menos de una hora.
Reconfortada al parecer por sus ademanes bruscos, Daisy dejó escapar un tembloroso suspiro.
-¿Qué puedo hacer yo?
-Cuénteme más cosas sobre ese recado. -Nicholas clavó la mi rada en sus grandes ojos castaños-. ¿De qué hablaron antes de que se marchara?
-Una de las criadas vino esta mañana para entregarle un mensaje y...
-¿A qué hora? -interrumpió Nicholas con sequedad.
-Sobre las ocho.
-¿Quién era la criada?
-No lo sé, milord, Apenas pude oír nada, ya que la puerta sólo estaba entreabierta mientras hablaron. Además, la criada llevaba la cofia del uniforme, así que ni siquiera puedo decirle cuál era su color de pelo.
Hunt y Annabelle se unieron a la conversación, -Interrogaré al ama de llaves y a las criadas -dijo Hunt.
-Bien. -Impaciente por ponerse en marcha, Nicholas musitó-: Comenzaré a buscar por los alrededores. -Reuniría a un grupo de sirvientes y a unos cuantos invitados, incluyendo al padre de _____________, para que lo ayudaran. Hizo un rápido cálculo del tiempo que _____________ llevaba ausente y de la distancia que podría haber recorrido a pie a través del agreste terreno-. Empezaremos por los jardines e iremos ampliando el cerco hasta unos quince kilómetros alrededor de la mansión. -Clavó la mirada en Hunt, señaló las puertas con un gesto de la cabeza y ambos comenzaron a alejarse.
-Milord -lo llamó Daisy con voz ansiosa, retrasándolo un poco-. La va a encontrar, ¿verdad?
-Sí -respondió sin vacilación alguna-. Y después pienso es¬trangularla.
Ese comentario arrancó una sonrisa preocupada a Daisy, que no apartó la vista de él mientras se marchaba.
El estado de ánimo de Nicholas pasó de una honda frustración a una preocupación insoportable a medida que avanzaba el inter¬minable mediodía. Thomas Bowman, que estaba convencido de que aquello no era más que otra de las travesuras de su hija, se unió al grupo de jinetes encargados de buscarla por los prados y bosques de las cercanías, mientras que otro grupo de voluntarios se dirigió a los riscos del río. La residencia de soltero, la casa del guarda, la casa del administrador, la fresquera, la capilla, el invernadero, la bo¬dega, los establos y sus alrededores... todo se inspeccionó palmo a palmo. Daba la sensación de que se había buscado en todos los rin¬cones de Stony Cross Park sin encontrar nada, ni una huella ni un guante olvidado, que diera indicios de lo que le había sucedido a _____________.
Mientras que Nicholas recorría a caballo los bosques y campos hasta que los flancos de Brutus se empaparon de sudor y comenzó a echar espuma por la boca, Simón permaneció en la mansión para interrogar sistemáticamente a los criados. Nicholas sabía que era el único hombre a quien podía confiarle esa tarea, puesto que estaba seguro de que la llevaría a cabo con la misma eficiencia y rigor que él mismo emplearía. Además, el conde no se encontraba de humor para hablarle con paciencia a nadie. Lo que quería era empezar a romper cabezas, arrancar la información que deseaba de la inde¬fensa garganta de quien fuera. El hecho de saber que _____________ se en¬contraba perdida o tal vez herida en algún lugar, despertaba en él una emoción desconocida, tan ardiente como un rayo y tan fría como el hielo... una emoción que acabó por identificar como mie¬do. La seguridad de _____________ era demasiado importante para él. No podía soportar la posibilidad de que _____________ se encontrara en una situación peligrosa y que él no fuera capaz de ayudarla. Que no fuera capaz de encontrarla siquiera.
-¿Va a ordenar que se draguen los estanques y el lago, milord? -preguntó el sirviente principal, William, después de resumir los resultados de la búsqueda hasta ese momento.
Nicholas lo observó con la mirada vacía mientras notaba que el zumbido de sus oídos se hacía más penetrante y agudo y que el martilleo del pulso se había vuelto doloroso.
-Todavía no -se oyó decir con una voz sorprendentemente tranquila-. Vaya mi estudio para hablar con el señor Hunt. Podrá encontrarme allí si se descubre algo en los próximos minutos.
-Sí, milord.
El conde se dirigió a grandes zancadas hacia el estudio, donde Hunt interrogaba a los criados uno a uno. Nicholas entró sin llamar. Vio que Hunt se encontraba tras el enorme escritorio de cedro, con la silla ladeada para poder mirar a la cara a una pálida criada que St. había sentado frente a él. La muchacha se puso en pie al ver a Nicholas y consiguió hacer una nerviosa reverencia.
-Siéntate -dijo Nicholas con sequedad.
Puede que fuera su tono de voz, la adusta expresión de su rostro o, tal vez, su mera presencia, lo que provocó que ella se deshiciera el llanto. La atenta mirada de Nicholas se clavó en Simón Hunt, quien contemplaba a la doncella con una tranquila aunque implacable tenacidad.
-Milord -dijo Hunt en voz baja, pero su mirada no se aparto de los llorosos ojos de la criada mientras ésta sollozaba contra su manga-, después de entrevistar a esta joven... Gertie... durante algunos minutos, resulta evidente que puede tener información relevante sobre ese recado misterioso que la señorita Bowman tenía que hacer esta mañana y su posterior desaparición. No obstante, creo que el miedo a que la despidan puede hacer que Gertie guarde silencio. Si tú, como su patrón, pudieras proporcionarle alguna garantía...
-No te despediré -le dijo Nicholas a la doncella con dureza- si me dices lo que sabes en este mismo momento. En caso contrario, no sólo te despediré, sino que me aseguraré de que te juzgan por cómplice en la desaparición de la señorita Bowman...
Gertie miró al conde con los ojos como platos, y sus sollozos se convirtieron de inmediato en un tartamudeo aterrorizado.
-Mi-milord... me... me en-enviaron para entregarle un mensa¬je a la señorita Bowman esta mañana, pero me advirtieron que no debía decírselo a nadie... Ella quería reunirse en secreto con la joven en el jardín de las mariposas... y me dijo que si decía una palabra me despediría...
-¿ Quién te envió? -exigió saber Nicholas, cuya sangre hervía de furia-. ¿ Con quién tenía que encontrarse la señorita Bowman? ¡Dímelo, maldita sea!
-Me envió la condesa -susurró Gertie, espantada al parecer por la expresión del rostro del conde-. Me envió lady Westcliff, milord.
Antes incluso de que la última palabra abandonara los labios de la muchacha, Nicholas ya había salido en tromba de la estancia y se dirigía a la escalera principal, presa de una furia asesina.
-¡Westcliff! -gritó Simón Hunt, que lo siguió a la carrera-. Westcliff... maldito seas, espera...
Nicholas se limitó a apresurar el paso, subiendo los escalones de tres en tres. Él mejor que nadie sabía de lo que era capaz la con¬desa... y su alma se vio envuelta por una negra nube de pánico al saber que, de un modo u otro, bien podría haber perdido ya a _____________ a esas alturas.
Danne G.
Re: "Sucedio en Otoño "(Nick y tu) [ADAPTACIÓN]
{24°} Capítulo Veinticuatro
_____________ era consciente de que alguien la empujaba con irritante insistencia. Poco a poco, comprendió que se encontraba en el interior de un carruaje que se bamboleaba y sacudía sobre el camino a enorme velocidad. Un olor horrible lo impregnaba todo... una especie de disolvente muy fuerte, parecido a la trementina. Mientras se esforzaba por salir del estado de estupor, se dio cuenta de que tenía la oreja apoyada sobre una dura almohada rellena de algún material muy compacto. Se sentía fatal, como si la hubieran envenenado. Le ardía la garganta con cada bocanada de aire que daba y las náuseas la asaltaban en oleadas. Emitió un gemido de protesta al tiempo que su nublada mente intentaba deshacerse de unos sueños de lo más desagradables.
Cuando abrió los ojos, vio algo sobre ella... un rostro que parecía acercarse y luego desaparecer a su antojo. Trató de preguntar algo con el fin de descubrir qué estaba sucediendo, pero su cerebro parecía estar desconectado del resto de su cuerpo y, pese a que era vagamente consciente de que estaba diciendo algo, las palabras que salieron de sus labios no fueron más que una serie de murmullos incoherentes.
-Silencio. -Una mano de dedos largos se movió sobre su cabeza y le masajeó el cráneo y las sienes-. Descansa. Pronto despertarás, querida. Ahora descansa y respira.
Confundida, _____________ cerró los ojos y trató de tomar las riendas de su mente con el fin de recuperar al menos un ápice de su funcio¬namiento habitual. Tras un instante, consiguió conectar la voz que había escuchado con una imagen.
-Sainvincen... -murmuró, pese a que no conseguía mover bien la lengua.
-Sí, amor.
Lo primero que sintió fue alivio. Un amigo. Alguien que podría ayudarla. No obstante, el alivio se quedó en nada a medida que sus instintos empezaron a detectar una seria amenaza y giró la cabeza sobre lo que resultó ser el muslo de St. Vincent. El nauseabundo olor que la abrumaba... provenía de su rostro y de su nariz. Le es¬cocían los ojos a causa de los efluvios de esa sustancia y alzó las ma¬nos de modo instintivo para arañarse la piel en un intento de des¬ hacerse de ella.
St. Vincent atrapó su muñeca y murmuró:
-No, no... Yo te ayudaré. Baja las manos, amor. Buena chica. Bebe un poco de esto. Sólo un sorbo o lo vomitarás.
La joven notó que algo se apoyaba sobre sus labios... un frasco, una cantimplora de cuero o una botella... y que un reguero de agua fresca se derramaba en el interior de su boca. Tragó de buena gana y se mantuvo inmóvil cuando sintió el roce de un lienzo húmedo sobre las mejillas, la nariz y el mentón.
-Pobrecita -murmuró St. Vincent al tiempo que le secaba el sudor de la garganta y de la frente-. El idiota que te trajo hasta mí debió de utilizar el doble de la dosis de éter necesaria. Tendrías que haber despertado hace un buen rato.
«Éter. El idiota que te trajo hasta mí..»
_____________ se vio asaltada por los primeros destellos de compren¬sión y contempló a St. Vincent con desconcierto; no obstante, lo único que distinguió fueron los contornos de su rostro y el color de su pelo, un dorado oscuro semejante al baño de oro de los antiguos iconos eslavos.
-No veo bien... -susurró.
-Pasará dentro de unos minutos.
-Éter... -_____________ seguía dándole vueltas a esa palabra, que le sonaba vagamente familiar. La había oído antes, en una botica o en otro sitio similar. Éter... un aceite de vitriolo dulce... de efectos intoxicantes y que, de modo ocasional, se utilizaba en ciertos procedimientos médicos-. ¿Por qué? -preguntó, sin saber muy bien si el temblor incontrolable que sufría se debía al efecto de una intoxicación por éter o al hecho de yacer indefensa en los brazos de un enemigo.
Aunque no podía distinguir con claridad la expresión del ros¬tro de St. Vincent, _____________ escuchó la nota contrita de su voz.
-La forma en que te secuestraron no fue decisión mía, querida. De otro modo, me habría asegurado de que te trataran con más delicadeza. Lo único que me dijeron fue que, si te quería, tendría que recogerte sin demora o serías despachada de otra manera. Conociendo a la condesa, no me habría sorprendido que hubiera elegido ahogarte en el lago como si fueses un gato metido en un saco.
-La condesa -repitió _____________ con voz débil. Aún le resultaba difícil utilizar la lengua, que notaba hinchada y pastosa. La saliva le llenaba la boca, un efecto secundario del éter-. Westcliff... dígale -Se moría de ganas de ver a Nicholas. Deseaba escuchar su voz ronca, sentir sus manos amorosas y la dura calidez de ese cuerpo apoyado contra el suyo. Sin embargo, Nicholas no sabía dónde estaba ni lo que le había sucedido.
-Tu destino acaba de sufrir un giro, gatita -le dijo St. Vincent con voz suave mientras volvía a acariciarle el pelo. _____________ se preguntó si ese hombre podría leerle los pensamientos-. No tiene sentido que preguntes por Westcliff... ahora estás fuera de su alcance.
_____________ se movió con torpeza y trató de sentarse; sin embargo, lo único que consiguió fue rodar a un lado y estar a punto de caerse al suelo del carruaje.
-Tranquila -murmuró el hombre, sujetándola con una leve presión sobre los hombros-. Todavía no estás preparada para sentarte sin ayuda. No. No te muevas. Lo único que conseguirás será marearte.
Pese a que se despreció por dio, _____________ no pudo evitar emitir un gemido angustiado cuando se desplomó de nuevo sobre el regazo de St. Vincent y apoyó la cabeza sobre su muslo.
- ¿Qué está haciendo? -consiguió preguntar, aunque el esfuerzo la hizo jadear y tuvo que reprimir las ganas de vomitar-. ¿Adónde vamos?
-A Gretna Green. Vamos a casarnos, cariño.
Resultaba difícil pensar a través del pánico y las náuseas que la embargaban.
-No pienso cooperar -susurró finalmente, tragando saliva una y otra vez.
-Me temo que no te quedará más remedio -replicó él como si tal cosa-. Conozco ciertos métodos que me asegurarían tu parti¬cipación, aunque preferiría no tener que ocasionarte un daño inne¬cesario. Y, tras la ceremonia, la oportuna consumación hará que nuestra unión sea permanente.
- Westcliff no lo aceptará -graznó ella-. Sea lo que sea lo que usted haga. ÉL… él me rescatará.
La voz de St. Vincent llegó hasta ella como una caricia.
-Para entonces, no tendrá ningún derecho legal sobre ti, cari¬ño. Y, puesto que lo conozco desde mucho antes que tú, sé que no te querrá después de que yo te haya poseído.
-No si es una violación -fue la sofocada respuesta de _____________, que sintió la palma del vizconde deslizándose con suavidad sobre su hombro-. No me culpará.
-No será una violación -replicó el hombre con delicadeza-. Si algo he aprendido, querida, es cómo... bueno, no pienso jactarme de ello. No obstante, en lugar de discutir inútilmente sobre los tec¬nicismos, puedo asegurarte que, pese a que Westcliff no te culpe, tampoco se arriesgará a que su esposa dé a luz al bastardo de otro hombre. Del mismo modo, tampoco aceptará a una mujer que ha¬ya sido mancillada. Te hará saber (de mala gana, por supuesto) que lo mejor para todas las partes implicadas será dejar las cosas tal y co¬mo estén. Y después se casará con la joven inglesa decorosa que de¬bería haber elegido desde un principio. Mientras que tú... -su dedo trazó la curva de una trémula mejilla- serás ideal para mí. Me atrevería a decir que tu familia hará las paces conmigo muy pronto. Son de esa clase de personas que buscan el lado positivo en las épo¬cas de necesidad.
_____________ no estaba de acuerdo con ese análisis, al menos en lo con¬cerniente a Nicholas. Ella tenía mucha más fe en su fidelidad. Sin em¬bargo, no le apetecía comprobar la veracidad de la hipótesis de St. Vincent; en especial todo lo relacionado con la parte de la consumación. Yació inmóvil durante un minuto y descubrió con gran alivio que la visión se le aclaraba y que las náuseas desaparecían y poco a poco, aunque las oleadas de saliva amarga seguían llenándole la boca. Dado que ya se había recuperado de la confusión inicial y del primer arrebato de pánico, pudo por fin utilizar su entorpecido cerebro lo suficiente como para pensar. Aunque una parte de sí misma estaba a punto de explotar de rabia, era consciente de que ponerse furiosa no le reportaría ningún beneficio. Era mucho mejor tratar de recuperar el juicio e intentar pensar con lógica.
-Quiero sentarme -dijo sin más.
St. Vincent pareció sorprendido y admirado por semejante despliegue de tranquilidad.
-En ese caso, hazlo despacio y permíteme servirte de apoyo hasta que te orientes.
Una lluvia de chispas blancas y azules entorpeció la visión de _____________ hasta que consiguió colocarse en uno de los rincones del carruaje. Tras una nueva bocanada de saliva y otra oleada de debilidad, consiguió recuperar la compostura. Descubrió que tenía el vestido desabrochado y que la parte delantera se había bajado hasta la cintura, de modo que la enagua arrugada quedaba a la vista. Le dio un vuelco el corazón al verse de semejante guisa y trató en vano de reunir los dos extremos del vestido. Levantó la vista para lanzarle una mirada acusadora a St. Vincent. El semblante del hombre tenía una expresión seria, pero sus ojos resplandecían de jovialidad -No. No te he violado -murmuró-. Todavía. Prefiero que mis víctimas estén conscientes. De cualquier forma, apenas respirabas y temí que la sobredosis de éter y la presión del corsé acabara contigo. Te quité el corsé, pero no fui capaz de volver a abotonarte el vestido.
-Más agua -exigió ella con voz ronca, antes de tomar un sorbo de la cantimplora de cuero que él le ofreció.
Observó a St. Vincent con expresión pétrea, en busca de algún vestigio de aquel encantador compañero que conociera en Stony Cross Park. Lo único que consiguió ver fueron los desapasionados ojos de un hombre que no se detendría ante nada para lograr sus propósitos. Carecía de principios, de sentido del honor y de debi¬lidad humana alguna. Podría gritar, chillar o suplicar... y nada con¬seguiría ablandarlo. St. Vincent no vacilaría en hacer cualquier co¬sa, incluso violarla, para obtener lo que quería.
-¿ Por qué yo? -preguntó _____________ con voz desapasionada-. ¿Por qué no secuestrar a otra muchacha poco dispuesta que tenga dinero?
-Porque tú eras la opción más conveniente. Y, en términos económicos, eres la mejor dotada con mucha diferencia.
-Además, quería herir a Westcliff -añadió ella-. Porque está celoso de él.
-Querida, eso es llevar las cosas un poco lejos. No se me ocu¬rriría cambiar mi vida por la de Westcliff, con toda esa infernal car¬ga de responsabilidades que tiene. Lo único que pretendo es mejo¬rar mis circunstancias.
-¿ Y para eso está dispuesto a tomar por esposa a alguien que le odia? -preguntó _____________ al tiempo que se frotaba los ojos, aún pegajosos y un tanto nublados-. Si cree que podré perdonarle al¬gún día, es que es un idiota presuntuoso y egocéntrico. Haré todo lo que esté en mi poder para convertirle en un desgraciado. ¿Eso es lo que quiere?
-En este momento, gatita, lo único que quiero es tu dinero. Más tarde descubriremos de qué modo puedo suavizar tus senti¬mientos hacia mí. Y en el caso de que eso fallara, siempre podría en¬viarte a una de mis propiedades campestres más remotas, donde lo único que podrías hacer para entretenerte sería contemplar las va¬cas y las ovejas por la ventana.
_____________ comenzó a sentir un dolor palpitante en la cabeza. Se co¬locó los dedos sobre las sienes y presionó con fuerza, en un inten¬to de aliviar la molestia.
-No me subestime -le advirtió con los ojos cerrados, mien¬tras sentía que su corazón se transformaba en una piedra dura y fría-. Convertiré su vida en un infierno. Puede que incluso le asesine.
Una suave carcajada carente de humor fue la respuesta a seme¬jante amenaza.
-Sin duda, alguien lo hará algún día. Bien podría ser mi esposa.
_____________ guardó silencio y apretó los ojos con mas fuerza para aliviar el amenazante escozor de unas lágrimas que de poco le iban a servir. De cualquier forma, no iba a echarse a llorar. Aguardaría momento oportuno... y si la única forma de escapar de él era asesinándolo, lo haría con mucho gusto.
Para cuando Nicholas llegó a los aposentos privados de la condesa, con Simón pegado a sus talones, la conmoción había llamado la atención de la mitad de la servidumbre. Concentrado tan solo en llegar hasta la zorra maliciosa que era su madre, Nicholas apenas fue consciente de las atónitas expresiones de los criados que dejaba atrás. Pasó por alto los consejos de su amigo, que le pedía que se tranquilizara, que se abstuviera de enfrentar ese asunto hecho una furia y que se comportara de modo racional. Nicholas no se había sentido tan lejos de la cordura en toda su vida.
Cuando se dispuso a abrir la puerta de los aposentos de su madre, descubrió que estaba cerrada con llave. Dio unos cuantos tirones violentos al tirador.
-Abre- rugió-¡Abre ahora mismo!
Tras un momento de silencio, se oyó la asustada voz de una doncella desde el interior.
-Milord… la condesa me pide que le comunique que está descansando.
-Yo mismo la enviaré al puto descanso eterno si no abre esta puerta ahora mismo-bramó Nicholas.
-Milord, por favor…
Nicholas retrocedió tres o cuatro pasos antes de abalanzarse contra la puerta, que se agitó sobre los goznes y, tras emitir un crujido, cedió un poco. Se oyeron los chillidos de pánico de un par de invitadas que se encontraban en el pasillo y que habían sido testigos del sorprendente ataque de furia.
-¡Dios santo!-exclamó una de ellas en dirección a la otra-¡Se ha vuelto loco!
Nicholas volvió a retroceder y se abalanzó una vez más contra la puerta, consiguiendo en esa ocasión que saltara algunos trozos del revestimiento de madera. En ese momento, sintió que las manos de Simón Hunt lo aferraban por la espalda y se dio la vuelta con el puño en alto, preparado para enfrentarse a un ataque desde todos los frentes.
-¡Por el amor de Dios! -musitó Hunt al tiempo que retroce¬día un par de pasos con las manos alzadas en un gesto defensivo. Había cierta tensión en sus facciones y tenía los ojos abiertos de par en par mientras contemplaba a Nicholas como si fuese un extra¬ño-. Westcliff...
-¡Maldita sea! ¡Apártate de mi camino!
-Con mucho gusto. Pero déjame señalarte que, si se diera la si¬tuación contraria, tú serías el primero en aconsejarme que mantu¬viera una actitud fría y...
Pasando por alto las advertencias de su amigo, Nicholas se gi¬ró de nuevo hacia la puerta y le atizó una patada fuerte y precisa a la desvencijada cerradura con el tacón de la bota. El chillido de la doncella atravesó el vano de la puerta en el mismo instante en que ésta se abría de par en par. Tras entrar en tromba en el recibidor, Nicholas se dirigió hacia el dormitorio, donde la condesa se hallaba sentada en un sillón junto a la chimenea. Totalmente vestida y ador¬nada con incontables collares de perlas, la mujer lo contempló con una expresión de divertido desdén.
Con la respiración entrecortada, Nicholas se acercó hasta ella sin¬tiendo que una furia asesina le recorría las venas. Resultaba eviden¬te que la condesa no tenía ni idea de que se encontraba en un pe¬ligro mortal porque, de ser así, no le habría dado una bienvenida tan serena.
-Estamos pletóricos de pasión animal hoy, ¿no es cierto? -le preguntó-. Has pasado de ser un caballero a convertirte en un bru¬to salvaje a una velocidad pasmosa. Debo felicitar a la señorita Bow¬man por su eficiencia.
- ¿Qué has hecho con ella?
- ¿Con ella? -El semblante de la mujer se burló de él al fingir una inocente perplejidad-. ¿Qué demonios quieres decir, West¬cliff?
-Te reuniste con ella esta mañana en la Corte de las Mariposas. -Nunca paseo tan lejos de la mansión -replicó la condesa con altanería-. Qué afirmación más ridícula...
La mujer dejó escapar un chillido estridente cuando Nicholas la sujetó y tiró de los collares de perlas para tensarlos contra su garganta.
-¡Dime dónde está o te rompo el cuello como si fuese una espoleta!
Simón Hunt lo sujetó desde atrás una vez más, decidido a impedir que Nicholas cometiera un asesinato.
-¡Westcliff!
Nicholas intensificó la presión que ejercía sobre las perlas. Clavó la mirada en el rostro de su madre sin pasar por alto el brillo triunfal que iluminaba las profundidades de sus ojos. No dejó de mirarla ni siquiera cuando oyó la voz de su hermana Livia.
-¡Nicholas! -exclamó la joven con urgencia-. Nicholas, ¡escúchame! Tienes mi permiso para estrangularla más tarde, Incluso estoy dispuesta a ayudarte. Pero espera al menos a que descubramos lo que ha hecho.
Nicholas tiró más y más de las sartas de perlas, hasta que los ojos de la condesa parecieron estar a punto de salirse de sus hundidas cuencas.
-El único valor que tienes para mí reside en que conoces el paradero de _____________ -le dijo en voz baja-. Si no puedo conseguir que me lo digas, te mandaré al infierno. Dímelo o te estrangularé para averiguarlo. Y créeme cuando te digo que me parezco lo bastante a mi padre como para hacerla sin pensármelo dos veces.
-Sí, desde luego que te pareces a él-contestó la condesa con voz enronquecida. Al notar que la presión de las manos de Nicholas sobre su cuello disminuía un tanto, sonrió con malévola satisfacción-. Ya veo que todas tus pretensiones de ser mejor, más noble y más sabio que tu padre se han quedado en agua de borrajas, Esa tal Bowman te ha envenenado sin ni siquiera...
-¡Ahora! -rugió Westcliff.
Por primera vez, la expresión de la condesa demostró cierta inquietud, si bien no perdió la soberbia.
-Admito que me reuní con la señorita Bowman esta mañana en la Corte de las Mariposas... y allí fue donde me contó sus intenciones de huir con lord St. Vincent. Por lo visto había decidido fugarse con el.
- ¡Eso es mentira! -gritó Livia con indignación al tiempo que se oía un estallido de airadas voces femeninas procedente de la en¬trada: las floreros, que negaban con fervor la afirmación de la con¬desa.
Nicholas soltó a su madre como si acabara de quemarse. Lo pri¬mero que sintió fue un profundo alivio al saber que _____________ estaba viva. No obstante, el alivio fue seguido de inmediato por la com¬prensión de que, si bien se encontraba con vida, se hallaba muy lejos de estar a salvo. Puesto que no deseaba volver a verla jamás y se sen¬tía incapaz de hablarle, el conde se alejó de su madre. Sus ojos se en¬contraron con Simón Hunt. Tal y como era de esperar, Hunt había empezado a hacer cálculos sin pérdida de tiempo.
-La llevará a Gretna Green, por supuesto... y tendrán que via¬jar hacia el este, en dirección a la carretera principal de Hertford¬shire -murmuró-. No se arriesgará a viajar por los caminos se¬cundarios por temor a quedar atrapado en el lodo o a que se rompa una rueda a causa del mal estado de la calzada. Desde Hertfordshi¬re hay unas cuarenta y cinco horas de viaje hasta Escocia... A una
velocidad aproximada de dieciséis kilómetros por hora y teniendo en cuenta las paradas adicionales para cambiar el tiro de caballos...
-¡Jamás les daréis alcance! -gritó la condesa con una risotada estridente-. ¡Te dije que me saldría con la mía, Westcliff!
-¡Cierre la boca, vieja bruja! -gritó Daisy Bowman con im¬paciencia desde la puerta de entrada. Sus ojos parecían enormes en un rostro que había perdido el color-. Lord Westcliff, ¿quiere que vaya corriendo a los establos para ordenar que ensillen un caballo? -Dos caballos -replicó Simón Hunt resueltamente-. Yo voy con él.
- ¿Que ca ....
-Ebony y Yasmin -contestó Nicholas.
Eran sus dos mejores caballos árabes, una raza que se caracte¬rizaba por recorrer enormes distancias a gran velocidad. No eran tan rápidos como los purasangres, pero soportarían un paso endemoniado durante horas y viajarían a una velocidad tres veces supe¬rior a la del carruaje de St. Vincent.
Daisy desapareció en un abrir y cerrar de ojos, tras lo cual Nicholas le dijo a su hermana:
-Ocúpate de que la condesa haya desaparecido para cuando regrese -le ordenó de modo sucinto-. Que se lleve todo lo que necesite y que abandone la propiedad.
- ¿Adónde quieres que la envíe? -le preguntó Livia que, aunque pálida, mantenía una actitud serena.
-Me importa un bledo, siempre que comprenda que no debe regresar jamás.
Al darse cuenta de que la estaban echando o, más bien, exiliando, la mujer se levantó del sillón.
- ¡No te desharás de mí de semejante manera! ¡No pienso tolerarlo, señor mío!
-Y adviértele a la condesa -le dijo Nicholas a Livia- que si la señorita Bowman llegara a sufrir algún daño, por leve que sea, ya puede ir rezando para que no la encuentre jamás.
El conde salió de la habitación a grandes zancadas y se abrió paso a empujones entre la pequeña multitud que se había congregado en el pasillo. Simón Hunt, que iba tras él, se detuvo tan solo para murmurarle algo a Annabelle y depositar un beso en su frente. Ella lo miró con preocupación y se mordió los labios para evitar gritar su nombre.
Tras una prolongada pausa, se oyó decir a la condesa:
-Me da igual lo que me suceda. Me doy por satisfecha con saber que he conseguido evitar que arruinara el linaje familiar.
Livia se dio la vuelta para observar a su madre con una mirada en la que se mezclaban la compasión y el desprecio.
-Nicholas no falla jamás -le dijo con suavidad-. Se pasó la mayor parte de la infancia aprendiendo a realizar hazañas imposibles. Y ahora que por fin ha encontrado a alguien por quien le merece la pena luchar... ¿de veras cree que va a permitir que algo se interponga en su camino?
Cuando abrió los ojos, vio algo sobre ella... un rostro que parecía acercarse y luego desaparecer a su antojo. Trató de preguntar algo con el fin de descubrir qué estaba sucediendo, pero su cerebro parecía estar desconectado del resto de su cuerpo y, pese a que era vagamente consciente de que estaba diciendo algo, las palabras que salieron de sus labios no fueron más que una serie de murmullos incoherentes.
-Silencio. -Una mano de dedos largos se movió sobre su cabeza y le masajeó el cráneo y las sienes-. Descansa. Pronto despertarás, querida. Ahora descansa y respira.
Confundida, _____________ cerró los ojos y trató de tomar las riendas de su mente con el fin de recuperar al menos un ápice de su funcio¬namiento habitual. Tras un instante, consiguió conectar la voz que había escuchado con una imagen.
-Sainvincen... -murmuró, pese a que no conseguía mover bien la lengua.
-Sí, amor.
Lo primero que sintió fue alivio. Un amigo. Alguien que podría ayudarla. No obstante, el alivio se quedó en nada a medida que sus instintos empezaron a detectar una seria amenaza y giró la cabeza sobre lo que resultó ser el muslo de St. Vincent. El nauseabundo olor que la abrumaba... provenía de su rostro y de su nariz. Le es¬cocían los ojos a causa de los efluvios de esa sustancia y alzó las ma¬nos de modo instintivo para arañarse la piel en un intento de des¬ hacerse de ella.
St. Vincent atrapó su muñeca y murmuró:
-No, no... Yo te ayudaré. Baja las manos, amor. Buena chica. Bebe un poco de esto. Sólo un sorbo o lo vomitarás.
La joven notó que algo se apoyaba sobre sus labios... un frasco, una cantimplora de cuero o una botella... y que un reguero de agua fresca se derramaba en el interior de su boca. Tragó de buena gana y se mantuvo inmóvil cuando sintió el roce de un lienzo húmedo sobre las mejillas, la nariz y el mentón.
-Pobrecita -murmuró St. Vincent al tiempo que le secaba el sudor de la garganta y de la frente-. El idiota que te trajo hasta mí debió de utilizar el doble de la dosis de éter necesaria. Tendrías que haber despertado hace un buen rato.
«Éter. El idiota que te trajo hasta mí..»
_____________ se vio asaltada por los primeros destellos de compren¬sión y contempló a St. Vincent con desconcierto; no obstante, lo único que distinguió fueron los contornos de su rostro y el color de su pelo, un dorado oscuro semejante al baño de oro de los antiguos iconos eslavos.
-No veo bien... -susurró.
-Pasará dentro de unos minutos.
-Éter... -_____________ seguía dándole vueltas a esa palabra, que le sonaba vagamente familiar. La había oído antes, en una botica o en otro sitio similar. Éter... un aceite de vitriolo dulce... de efectos intoxicantes y que, de modo ocasional, se utilizaba en ciertos procedimientos médicos-. ¿Por qué? -preguntó, sin saber muy bien si el temblor incontrolable que sufría se debía al efecto de una intoxicación por éter o al hecho de yacer indefensa en los brazos de un enemigo.
Aunque no podía distinguir con claridad la expresión del ros¬tro de St. Vincent, _____________ escuchó la nota contrita de su voz.
-La forma en que te secuestraron no fue decisión mía, querida. De otro modo, me habría asegurado de que te trataran con más delicadeza. Lo único que me dijeron fue que, si te quería, tendría que recogerte sin demora o serías despachada de otra manera. Conociendo a la condesa, no me habría sorprendido que hubiera elegido ahogarte en el lago como si fueses un gato metido en un saco.
-La condesa -repitió _____________ con voz débil. Aún le resultaba difícil utilizar la lengua, que notaba hinchada y pastosa. La saliva le llenaba la boca, un efecto secundario del éter-. Westcliff... dígale -Se moría de ganas de ver a Nicholas. Deseaba escuchar su voz ronca, sentir sus manos amorosas y la dura calidez de ese cuerpo apoyado contra el suyo. Sin embargo, Nicholas no sabía dónde estaba ni lo que le había sucedido.
-Tu destino acaba de sufrir un giro, gatita -le dijo St. Vincent con voz suave mientras volvía a acariciarle el pelo. _____________ se preguntó si ese hombre podría leerle los pensamientos-. No tiene sentido que preguntes por Westcliff... ahora estás fuera de su alcance.
_____________ se movió con torpeza y trató de sentarse; sin embargo, lo único que consiguió fue rodar a un lado y estar a punto de caerse al suelo del carruaje.
-Tranquila -murmuró el hombre, sujetándola con una leve presión sobre los hombros-. Todavía no estás preparada para sentarte sin ayuda. No. No te muevas. Lo único que conseguirás será marearte.
Pese a que se despreció por dio, _____________ no pudo evitar emitir un gemido angustiado cuando se desplomó de nuevo sobre el regazo de St. Vincent y apoyó la cabeza sobre su muslo.
- ¿Qué está haciendo? -consiguió preguntar, aunque el esfuerzo la hizo jadear y tuvo que reprimir las ganas de vomitar-. ¿Adónde vamos?
-A Gretna Green. Vamos a casarnos, cariño.
Resultaba difícil pensar a través del pánico y las náuseas que la embargaban.
-No pienso cooperar -susurró finalmente, tragando saliva una y otra vez.
-Me temo que no te quedará más remedio -replicó él como si tal cosa-. Conozco ciertos métodos que me asegurarían tu parti¬cipación, aunque preferiría no tener que ocasionarte un daño inne¬cesario. Y, tras la ceremonia, la oportuna consumación hará que nuestra unión sea permanente.
- Westcliff no lo aceptará -graznó ella-. Sea lo que sea lo que usted haga. ÉL… él me rescatará.
La voz de St. Vincent llegó hasta ella como una caricia.
-Para entonces, no tendrá ningún derecho legal sobre ti, cari¬ño. Y, puesto que lo conozco desde mucho antes que tú, sé que no te querrá después de que yo te haya poseído.
-No si es una violación -fue la sofocada respuesta de _____________, que sintió la palma del vizconde deslizándose con suavidad sobre su hombro-. No me culpará.
-No será una violación -replicó el hombre con delicadeza-. Si algo he aprendido, querida, es cómo... bueno, no pienso jactarme de ello. No obstante, en lugar de discutir inútilmente sobre los tec¬nicismos, puedo asegurarte que, pese a que Westcliff no te culpe, tampoco se arriesgará a que su esposa dé a luz al bastardo de otro hombre. Del mismo modo, tampoco aceptará a una mujer que ha¬ya sido mancillada. Te hará saber (de mala gana, por supuesto) que lo mejor para todas las partes implicadas será dejar las cosas tal y co¬mo estén. Y después se casará con la joven inglesa decorosa que de¬bería haber elegido desde un principio. Mientras que tú... -su dedo trazó la curva de una trémula mejilla- serás ideal para mí. Me atrevería a decir que tu familia hará las paces conmigo muy pronto. Son de esa clase de personas que buscan el lado positivo en las épo¬cas de necesidad.
_____________ no estaba de acuerdo con ese análisis, al menos en lo con¬cerniente a Nicholas. Ella tenía mucha más fe en su fidelidad. Sin em¬bargo, no le apetecía comprobar la veracidad de la hipótesis de St. Vincent; en especial todo lo relacionado con la parte de la consumación. Yació inmóvil durante un minuto y descubrió con gran alivio que la visión se le aclaraba y que las náuseas desaparecían y poco a poco, aunque las oleadas de saliva amarga seguían llenándole la boca. Dado que ya se había recuperado de la confusión inicial y del primer arrebato de pánico, pudo por fin utilizar su entorpecido cerebro lo suficiente como para pensar. Aunque una parte de sí misma estaba a punto de explotar de rabia, era consciente de que ponerse furiosa no le reportaría ningún beneficio. Era mucho mejor tratar de recuperar el juicio e intentar pensar con lógica.
-Quiero sentarme -dijo sin más.
St. Vincent pareció sorprendido y admirado por semejante despliegue de tranquilidad.
-En ese caso, hazlo despacio y permíteme servirte de apoyo hasta que te orientes.
Una lluvia de chispas blancas y azules entorpeció la visión de _____________ hasta que consiguió colocarse en uno de los rincones del carruaje. Tras una nueva bocanada de saliva y otra oleada de debilidad, consiguió recuperar la compostura. Descubrió que tenía el vestido desabrochado y que la parte delantera se había bajado hasta la cintura, de modo que la enagua arrugada quedaba a la vista. Le dio un vuelco el corazón al verse de semejante guisa y trató en vano de reunir los dos extremos del vestido. Levantó la vista para lanzarle una mirada acusadora a St. Vincent. El semblante del hombre tenía una expresión seria, pero sus ojos resplandecían de jovialidad -No. No te he violado -murmuró-. Todavía. Prefiero que mis víctimas estén conscientes. De cualquier forma, apenas respirabas y temí que la sobredosis de éter y la presión del corsé acabara contigo. Te quité el corsé, pero no fui capaz de volver a abotonarte el vestido.
-Más agua -exigió ella con voz ronca, antes de tomar un sorbo de la cantimplora de cuero que él le ofreció.
Observó a St. Vincent con expresión pétrea, en busca de algún vestigio de aquel encantador compañero que conociera en Stony Cross Park. Lo único que consiguió ver fueron los desapasionados ojos de un hombre que no se detendría ante nada para lograr sus propósitos. Carecía de principios, de sentido del honor y de debi¬lidad humana alguna. Podría gritar, chillar o suplicar... y nada con¬seguiría ablandarlo. St. Vincent no vacilaría en hacer cualquier co¬sa, incluso violarla, para obtener lo que quería.
-¿ Por qué yo? -preguntó _____________ con voz desapasionada-. ¿Por qué no secuestrar a otra muchacha poco dispuesta que tenga dinero?
-Porque tú eras la opción más conveniente. Y, en términos económicos, eres la mejor dotada con mucha diferencia.
-Además, quería herir a Westcliff -añadió ella-. Porque está celoso de él.
-Querida, eso es llevar las cosas un poco lejos. No se me ocu¬rriría cambiar mi vida por la de Westcliff, con toda esa infernal car¬ga de responsabilidades que tiene. Lo único que pretendo es mejo¬rar mis circunstancias.
-¿ Y para eso está dispuesto a tomar por esposa a alguien que le odia? -preguntó _____________ al tiempo que se frotaba los ojos, aún pegajosos y un tanto nublados-. Si cree que podré perdonarle al¬gún día, es que es un idiota presuntuoso y egocéntrico. Haré todo lo que esté en mi poder para convertirle en un desgraciado. ¿Eso es lo que quiere?
-En este momento, gatita, lo único que quiero es tu dinero. Más tarde descubriremos de qué modo puedo suavizar tus senti¬mientos hacia mí. Y en el caso de que eso fallara, siempre podría en¬viarte a una de mis propiedades campestres más remotas, donde lo único que podrías hacer para entretenerte sería contemplar las va¬cas y las ovejas por la ventana.
_____________ comenzó a sentir un dolor palpitante en la cabeza. Se co¬locó los dedos sobre las sienes y presionó con fuerza, en un inten¬to de aliviar la molestia.
-No me subestime -le advirtió con los ojos cerrados, mien¬tras sentía que su corazón se transformaba en una piedra dura y fría-. Convertiré su vida en un infierno. Puede que incluso le asesine.
Una suave carcajada carente de humor fue la respuesta a seme¬jante amenaza.
-Sin duda, alguien lo hará algún día. Bien podría ser mi esposa.
_____________ guardó silencio y apretó los ojos con mas fuerza para aliviar el amenazante escozor de unas lágrimas que de poco le iban a servir. De cualquier forma, no iba a echarse a llorar. Aguardaría momento oportuno... y si la única forma de escapar de él era asesinándolo, lo haría con mucho gusto.
Para cuando Nicholas llegó a los aposentos privados de la condesa, con Simón pegado a sus talones, la conmoción había llamado la atención de la mitad de la servidumbre. Concentrado tan solo en llegar hasta la zorra maliciosa que era su madre, Nicholas apenas fue consciente de las atónitas expresiones de los criados que dejaba atrás. Pasó por alto los consejos de su amigo, que le pedía que se tranquilizara, que se abstuviera de enfrentar ese asunto hecho una furia y que se comportara de modo racional. Nicholas no se había sentido tan lejos de la cordura en toda su vida.
Cuando se dispuso a abrir la puerta de los aposentos de su madre, descubrió que estaba cerrada con llave. Dio unos cuantos tirones violentos al tirador.
-Abre- rugió-¡Abre ahora mismo!
Tras un momento de silencio, se oyó la asustada voz de una doncella desde el interior.
-Milord… la condesa me pide que le comunique que está descansando.
-Yo mismo la enviaré al puto descanso eterno si no abre esta puerta ahora mismo-bramó Nicholas.
-Milord, por favor…
Nicholas retrocedió tres o cuatro pasos antes de abalanzarse contra la puerta, que se agitó sobre los goznes y, tras emitir un crujido, cedió un poco. Se oyeron los chillidos de pánico de un par de invitadas que se encontraban en el pasillo y que habían sido testigos del sorprendente ataque de furia.
-¡Dios santo!-exclamó una de ellas en dirección a la otra-¡Se ha vuelto loco!
Nicholas volvió a retroceder y se abalanzó una vez más contra la puerta, consiguiendo en esa ocasión que saltara algunos trozos del revestimiento de madera. En ese momento, sintió que las manos de Simón Hunt lo aferraban por la espalda y se dio la vuelta con el puño en alto, preparado para enfrentarse a un ataque desde todos los frentes.
-¡Por el amor de Dios! -musitó Hunt al tiempo que retroce¬día un par de pasos con las manos alzadas en un gesto defensivo. Había cierta tensión en sus facciones y tenía los ojos abiertos de par en par mientras contemplaba a Nicholas como si fuese un extra¬ño-. Westcliff...
-¡Maldita sea! ¡Apártate de mi camino!
-Con mucho gusto. Pero déjame señalarte que, si se diera la si¬tuación contraria, tú serías el primero en aconsejarme que mantu¬viera una actitud fría y...
Pasando por alto las advertencias de su amigo, Nicholas se gi¬ró de nuevo hacia la puerta y le atizó una patada fuerte y precisa a la desvencijada cerradura con el tacón de la bota. El chillido de la doncella atravesó el vano de la puerta en el mismo instante en que ésta se abría de par en par. Tras entrar en tromba en el recibidor, Nicholas se dirigió hacia el dormitorio, donde la condesa se hallaba sentada en un sillón junto a la chimenea. Totalmente vestida y ador¬nada con incontables collares de perlas, la mujer lo contempló con una expresión de divertido desdén.
Con la respiración entrecortada, Nicholas se acercó hasta ella sin¬tiendo que una furia asesina le recorría las venas. Resultaba eviden¬te que la condesa no tenía ni idea de que se encontraba en un pe¬ligro mortal porque, de ser así, no le habría dado una bienvenida tan serena.
-Estamos pletóricos de pasión animal hoy, ¿no es cierto? -le preguntó-. Has pasado de ser un caballero a convertirte en un bru¬to salvaje a una velocidad pasmosa. Debo felicitar a la señorita Bow¬man por su eficiencia.
- ¿Qué has hecho con ella?
- ¿Con ella? -El semblante de la mujer se burló de él al fingir una inocente perplejidad-. ¿Qué demonios quieres decir, West¬cliff?
-Te reuniste con ella esta mañana en la Corte de las Mariposas. -Nunca paseo tan lejos de la mansión -replicó la condesa con altanería-. Qué afirmación más ridícula...
La mujer dejó escapar un chillido estridente cuando Nicholas la sujetó y tiró de los collares de perlas para tensarlos contra su garganta.
-¡Dime dónde está o te rompo el cuello como si fuese una espoleta!
Simón Hunt lo sujetó desde atrás una vez más, decidido a impedir que Nicholas cometiera un asesinato.
-¡Westcliff!
Nicholas intensificó la presión que ejercía sobre las perlas. Clavó la mirada en el rostro de su madre sin pasar por alto el brillo triunfal que iluminaba las profundidades de sus ojos. No dejó de mirarla ni siquiera cuando oyó la voz de su hermana Livia.
-¡Nicholas! -exclamó la joven con urgencia-. Nicholas, ¡escúchame! Tienes mi permiso para estrangularla más tarde, Incluso estoy dispuesta a ayudarte. Pero espera al menos a que descubramos lo que ha hecho.
Nicholas tiró más y más de las sartas de perlas, hasta que los ojos de la condesa parecieron estar a punto de salirse de sus hundidas cuencas.
-El único valor que tienes para mí reside en que conoces el paradero de _____________ -le dijo en voz baja-. Si no puedo conseguir que me lo digas, te mandaré al infierno. Dímelo o te estrangularé para averiguarlo. Y créeme cuando te digo que me parezco lo bastante a mi padre como para hacerla sin pensármelo dos veces.
-Sí, desde luego que te pareces a él-contestó la condesa con voz enronquecida. Al notar que la presión de las manos de Nicholas sobre su cuello disminuía un tanto, sonrió con malévola satisfacción-. Ya veo que todas tus pretensiones de ser mejor, más noble y más sabio que tu padre se han quedado en agua de borrajas, Esa tal Bowman te ha envenenado sin ni siquiera...
-¡Ahora! -rugió Westcliff.
Por primera vez, la expresión de la condesa demostró cierta inquietud, si bien no perdió la soberbia.
-Admito que me reuní con la señorita Bowman esta mañana en la Corte de las Mariposas... y allí fue donde me contó sus intenciones de huir con lord St. Vincent. Por lo visto había decidido fugarse con el.
- ¡Eso es mentira! -gritó Livia con indignación al tiempo que se oía un estallido de airadas voces femeninas procedente de la en¬trada: las floreros, que negaban con fervor la afirmación de la con¬desa.
Nicholas soltó a su madre como si acabara de quemarse. Lo pri¬mero que sintió fue un profundo alivio al saber que _____________ estaba viva. No obstante, el alivio fue seguido de inmediato por la com¬prensión de que, si bien se encontraba con vida, se hallaba muy lejos de estar a salvo. Puesto que no deseaba volver a verla jamás y se sen¬tía incapaz de hablarle, el conde se alejó de su madre. Sus ojos se en¬contraron con Simón Hunt. Tal y como era de esperar, Hunt había empezado a hacer cálculos sin pérdida de tiempo.
-La llevará a Gretna Green, por supuesto... y tendrán que via¬jar hacia el este, en dirección a la carretera principal de Hertford¬shire -murmuró-. No se arriesgará a viajar por los caminos se¬cundarios por temor a quedar atrapado en el lodo o a que se rompa una rueda a causa del mal estado de la calzada. Desde Hertfordshi¬re hay unas cuarenta y cinco horas de viaje hasta Escocia... A una
velocidad aproximada de dieciséis kilómetros por hora y teniendo en cuenta las paradas adicionales para cambiar el tiro de caballos...
-¡Jamás les daréis alcance! -gritó la condesa con una risotada estridente-. ¡Te dije que me saldría con la mía, Westcliff!
-¡Cierre la boca, vieja bruja! -gritó Daisy Bowman con im¬paciencia desde la puerta de entrada. Sus ojos parecían enormes en un rostro que había perdido el color-. Lord Westcliff, ¿quiere que vaya corriendo a los establos para ordenar que ensillen un caballo? -Dos caballos -replicó Simón Hunt resueltamente-. Yo voy con él.
- ¿Que ca ....
-Ebony y Yasmin -contestó Nicholas.
Eran sus dos mejores caballos árabes, una raza que se caracte¬rizaba por recorrer enormes distancias a gran velocidad. No eran tan rápidos como los purasangres, pero soportarían un paso endemoniado durante horas y viajarían a una velocidad tres veces supe¬rior a la del carruaje de St. Vincent.
Daisy desapareció en un abrir y cerrar de ojos, tras lo cual Nicholas le dijo a su hermana:
-Ocúpate de que la condesa haya desaparecido para cuando regrese -le ordenó de modo sucinto-. Que se lleve todo lo que necesite y que abandone la propiedad.
- ¿Adónde quieres que la envíe? -le preguntó Livia que, aunque pálida, mantenía una actitud serena.
-Me importa un bledo, siempre que comprenda que no debe regresar jamás.
Al darse cuenta de que la estaban echando o, más bien, exiliando, la mujer se levantó del sillón.
- ¡No te desharás de mí de semejante manera! ¡No pienso tolerarlo, señor mío!
-Y adviértele a la condesa -le dijo Nicholas a Livia- que si la señorita Bowman llegara a sufrir algún daño, por leve que sea, ya puede ir rezando para que no la encuentre jamás.
El conde salió de la habitación a grandes zancadas y se abrió paso a empujones entre la pequeña multitud que se había congregado en el pasillo. Simón Hunt, que iba tras él, se detuvo tan solo para murmurarle algo a Annabelle y depositar un beso en su frente. Ella lo miró con preocupación y se mordió los labios para evitar gritar su nombre.
Tras una prolongada pausa, se oyó decir a la condesa:
-Me da igual lo que me suceda. Me doy por satisfecha con saber que he conseguido evitar que arruinara el linaje familiar.
Livia se dio la vuelta para observar a su madre con una mirada en la que se mezclaban la compasión y el desprecio.
-Nicholas no falla jamás -le dijo con suavidad-. Se pasó la mayor parte de la infancia aprendiendo a realizar hazañas imposibles. Y ahora que por fin ha encontrado a alguien por quien le merece la pena luchar... ¿de veras cree que va a permitir que algo se interponga en su camino?
Danne G.
Re: "Sucedio en Otoño "(Nick y tu) [ADAPTACIÓN]
Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhh!!!!! me encantó ! muy hermosoo tu capitulo ! creo que ya se cual es la sorpresa pero no la quiero estragar , es una nove que está antes que toda la saga? ahh y El diablo en el invieron y escandalo en primavera ya las subieron :/
Flor
Re: "Sucedio en Otoño "(Nick y tu) [ADAPTACIÓN]
Florencia L.O escribió:Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhh!!!!! me encantó ! muy hermosoo tu capitulo ! creo que ya se cual es la sorpresa pero no la quiero estragar , es una nove que está antes que toda la saga? ahh y El diablo en el invieron y escandalo en primavera ya las subieron :/
No, de hecho es después de todas las noves. Lisa lo escribió como un bocadillo final. C: Okeey subiré las restantes y luego veremos que quieren que suba más.
Danne G.
Re: "Sucedio en Otoño "(Nick y tu) [ADAPTACIÓN]
*_* yo no te pido que subas las otras dos (el diablo en el invieron y escandalo en primavera) porque ya las leei pero si después quieres subieras genial! aunque te pediría que primero subieras Secretos de una noche de verano y la sorpresa *_* ! jajaj y después que buscaras otra saga que sea de epoca o otra novela de epoca ( ya estoy abusando lo se u.u que horrible de mi parte! ) te agrege en mis amigos aseptame si quieres :D
Flor
Re: "Sucedio en Otoño "(Nick y tu) [ADAPTACIÓN]
nueva lectora ayer comence a leer tu nove y me encanto siguela porfis
oxoxoxoxoxoox
oxoxoxoxoxoox
Bell Salvatore
Re: "Sucedio en Otoño "(Nick y tu) [ADAPTACIÓN]
Antes que todo quiero decirles que este les subo el último capítulo y el epílogo, espero hallan disfrutado de esta maravillosa novela escrita por una increíble mujer Lisa Kleypas a quien respeto y me le quito el sombrero por crear estas fantásticas historias llenas de romance y pasión. La reina del romance.
Ahora bien chicas quiero que POR FAVOR, todas se pongan de acuerdo en que quieren que siga publicando, si desean un cambio de genero o que suba todo lo posible sobre novelas de la época victoriana. Por ahora los futuros proyectos son Secreto en una noche de verano que es la primera novela de la saga Wallflowers y que ustedes tanto han pedido dado que no la ha subido y puesto que ya El diablo en invierno y Escándalo en primavera fueron subidas, no las repetiré. El otro proyecto es aquel bocadillo secreto que escribió Lisa para cerrar con broche de oro la saga, es muy bella la historia. Comenten pregunten y díganme sus opiniones y sugerencias. Les subiré todo inmediatamente después de que pasen 2 días en los cuales ustedes podrán sus gustos y opiniones aquí, después de dos días empezaré a subir Secretos de una noche de verano una vez acabemos esa subiré la otra ¿Vale?
Replies
Florencia L.O: Ya te acepte querida, ¿Te he dicho que adoro tus comentarios? Son muy sonrientes y alegres. Ahora como ya habrás leído allá arriba subiré en dos días {En los que ustedes comentaran lo que quieren y con quien} Secretos de una noche de verano y luego la sorpresa. En cuanto a lo demás, seguiré subiendo novelas de épocas tengo MONTONES de Lisa hay ufff y tengo de otras escritoras excelentes.
cl@udit@: Hola Hermosa, bienvenida. Como ya vez se ha terminado esta novela, pero espero poderte seguir viendo en las que subiré. Recuerda que son adaptaciones, C: les dejaré los links cuando empeice a subir y espero verte allá.
Espero sus coments durante dos días chicas. Disfruten el final de esta nove.
{25°} Capítulo Veinticinco
A pesar del miedo y la preocupación, los efectos residuales del éter hicieron que ____________ durmiera sentada en el carruaje, con la cabeza apoyada sobre el acolchado terciopelo de uno de los laterales. Fue el cese del movimiento lo que la despertó. Le dolía la espalda y tenía los pies fríos y entumecidos. Mientras se frotaba los doloridos ojos, se preguntó si lo habría soñado todo. Deseaba despertar en la silenciosa y pequeña habitación de Stony Cross Park... o, mejor aún, en la espaciosa cama que había compartido con Nicholas. Al abrir los ojos, vio el interior del carruaje de St. Vincent y se le cayó el alma a los pies.
Le temblaban los dedos cuando estiró la mano para apartar con torpeza la cortinilla de la ventana. La noche estaba cayendo y el sol del atardecer lanzaba sus últimos y desapacibles rayos a través de un pequeño robledal. El carruaje se había detenido frente a una posada que, según el cartel situado a un lado de la entrada principal, se llamaba El Toro y las Fauces. Era un establecimiento grande, con unos establos que podían albergar a unos cien caballos, y que contaba con tres edificios adosados para hospedar a los viajeros que hicieran uso del camino de portazgo principal.
Al notar un movimiento en el asiento contiguo, ____________ comenzó a girarse y tensó el cuerpo al sentir que le sujetaban con cuidado las muñecas a la espalda.
- ¿Qué...? -preguntó al tiempo que le ajustaban unos aros de metal alrededor de las muñecas. Tiró de los brazos, pero le resultaba imposible zafarse-. Maldito bastardo -dijo, y la voz le temblaba por la furia-. Cobarde asqueroso. Maldito... -Su voz quedó amortiguada cuando le metieron un trozo de tela en la boca y le ataron una mordaza para asegurado en su lugar.
-Lo siento -le susurró St. Vincent al oído, si bien no parecía en absoluto arrepentido-. No debes tirar de las muñecas, gatita. Lo único que conseguirás será magullártelas sin necesidad. -Sus cálidos dedos se cerraron en torno a los gélidos puños de ella -.Un juguete interesante, éste -musitó al tiempo que pasaba la yema de un dedo bajo el metal para acariciarle la muñeca-. Conozco a algunas mujeres que le tienen mucho cariño. -Giró el cuerpo rígido de ella entre sus brazos y sonrió al ver el furioso desconcierto que reflejaba la expresión de la joven-. Qué inocente... será un enorme placer enseñarte.
Aunque tenía la lengua seca, ____________ comenzó a empujar con ella contra la mordaza al tiempo que reflexionaba sobre la criatura hermosa y traicionera que era St. Vincent. Un villano debería tener el pelo negro, estar cubierto de verrugas y ser tan monstruoso por fuera como lo era por dentro. Resultaba una enorme injusticia que a una bestia desalmada como St. Vincent la hubieran bendecido con semejante belleza.
-Regresaré en un instante -le dijo-. No te muevas... e intenta no causar ningún problema.
«Maldito asno pomposo», pensó ____________ con amargura cuando una oleada de pánico le provocó un nudo en la garganta. Contempló a St. Vincent sin parpadear mientras él abría la puerta y se alejaba del carruaje. La creciente penumbra del atardecer la envolvió por completo. Obligándose a respirar con regularidad, ____________ trató sobreponerse al miedo y pensar. Lo más probable es que llegara un momento, un instante, en el que tuviera una oportunidad de escapar. Sólo tenía que esperar.
Era muy probable que en Stony Cross Park hubieran descubierto su ausencia muchas horas atrás. Ya estarían buscándola… perdiendo el tiempo, preocupándose… y, mientras tanto, la condesa aguardaría en silenciosa complacencia, satisfecha al saber que se había deshecho con habilidad de al menos uno de esos molestos americanos. ¿En qué estaría pensando Nicholas en esos momentos? ¿Qué estaría...? No, no podía permitirse darle vueltas a esas ideas, porque lo único que había conseguido era que le escocieran los ojos, y no estaba dispuesta a llorar. St. Vincent no tendría la satisfacción de ver ninguna muestra de debilidad por su parte.
Retorció las manos en el interior de las esposas y trató de imaginar qué clase de mecanismo de cierre tendrían; sin embargo, dada la posición en la que se encontraba, resultó del todo inútil. Relajó la espalda contra el asiento y contempló la puerta hasta que ésta se abrió de nuevo.
St. Vincent volvió a subir al carruaje y le hizo un gesto al conductor. El vehículo dio un pequeño salto cuando se puso en marcha en dirección al patio que había tras la posada.
-Dentro de un momento te llevaré arriba, a tu habitación, donde podrás atender tus necesidades. Por desgracia, no tenemos tiempo para cenar, pero te prometo que mañana por la mañana disfrutarás de un desayuno decente.
En cuanto el carruaje volvió a detenerse, St. Vincent la agarró de la cintura y tiró de ella hacia su cuerpo; sus ojos azules resplandecieron al atisbar sus pechos bajo la delgada enagua cuando la parte delantera del vestido se abrió. Tras cubrirla con su abrigo para esconder las esposas y la mordaza, se la echó al hombro.
-Ni se te ocurra forcejear o ponerte a dar patadas -le oyó decir, aunque el sonido de su voz quedaba amortiguado por la capa de paño-. Puede que decida retrasar nuestro viaje para demostrarte con exactitud por qué mis amiguitas encuentran las esposas tan agradables.
Gracias a aquella plausible amenaza de violación, ____________ permaneció inmóvil mientras él la sacaba del carruaje y atravesaba el patio trasero de la posada camino a una escalera exterior. Alguien que pasó a su lado debió de interesarse por la mujer que llevaba sobre el hombro, porque el vizconde respondió con una carcajada pesarosa:
-Mi amorcito está un poquito achispada, me temo. Siente cierta debilidad por la ginebra. Le hace ascos al buen coñac francés y se dedica a la ruina blanca, la muy tonta.
Los comentarios arrancaron una sincera carcajada masculina, y ____________ comenzó a temblar de furia. Contó el número de escalones que subía St. Vincent... Veintiocho, con un descansillo entre los tramos. Estaban en la planta superior del edificio, que disponía de una puerta de acceso a una hilera de habitaciones interiores. Casi asfixiada bajo el abrigo, ____________ trató de adivinar cuántas puertas bajaban atrás mientras St. Vincent avanzaba por el pasillo. Entraron en una de las habitaciones, cuya puerta cerró el vizconde con el pie.
Tras llevar a ____________ hasta la cama, la dejó encima con sumo cuidado, le quitó el abrigo y apartó los enredados mechones de caballos que habían caído sobre su rostro sonrojado.
-Quiero asegurarme de que han enganchado un tiro de caballos decente -murmuró el hombre con los ojos brillantes como gemas, e igual de fríos-. No tardaré en volver.
____________ se preguntó si ese hombre habría albergado alguna vez un sentimiento verdadero por algo o por alguien, o si se limitaba a pasar por la vida como un actor sobre el escenario: fingiendo la expresión que precisaba para conseguir sus propósitos. El vizconde vio algo en la mirada inquisitiva de ____________ que desdibujó su sonrisa e hizo que sus modales se tornaran prácticos y fríos cuando comenzó a sacar algo del interior del abrigo. Una llave, descubrió ella con una súbita punzada de ansiedad en el pecho. Tras colocarla de lado, St. Vincent abrió las esposas. ____________ no pudo reprimir un suspiro de alivio al sentir que sus brazos quedaban libres. Sin embargo, su libertad de movimientos apenas duró unos instantes. El hombre agarró sus muñecas y le sujetó los brazos con exasperante facilidad para levantados hasta los barrotes del cabecera de la cama, con el fin de volver a esposada. ____________ trató de que la tarea no le resultara fácil, pero aún no había recuperado las fuerzas.
Tendida en la cama frente a él con los brazos por encima de la cabeza, ____________ lo miró con cautela, sin dejar de mover la boca bajo la mordaza. St. Vincent examinó su cuerpo con una mirada insolente con el fin de dejar claro que estaba completamente a su merced.
«Por favor, Señor, no dejes que…», pensó ____________. No apartó la vista de él ni se acobardó, ya que tenía la impresión de que, en parte, se había mantenido a salvo hasta esos momentos gracias a que no le había demostrado miedo. Se le formó un doloroso nudo en la garganta cuando vio que el vizconde levantaba una de sus expertas manos hacia la piel expuesta de la parte superior de su pecho y le acariciaba el borde de la enagua.
-Ojalá tuviéramos tiempo para jugar -dijo con ligereza.
Sin apartar la mirada del rostro de ____________, deslizó los dedos hasta la curva de su pecho y lo acarició hasta que la muchacha sintió que se le endurecía el pezón. Avergonzada y furiosa, ____________ respiró con rapidez a través de la nariz.
Muy despacio, St. Vincent apartó la mano y se alejó de la cama. -Pronto -murmuró, aunque no estaba claro si se refería a su regreso del establo de la posada o a sus intenciones de acostarse con ella.
____________ cerró los ojos y escuchó el sonido de sus pasos sobre el suelo. Después, oyó el ruido de la puerta al abrirse y cerrarse, seguido del chasquido de la cerradura cuando echó la llave desde fuera. Sin dejar de retorcerse sobre el colchón, ____________ estiró el cuello para echar un vistazo a las esposas que la sujetaban a la cama. Estaban hechas de acero, unidas por una cadena y tenían grabadas las palabras: «Higby-Dumfries N.O 30. Acero garantizado. Manufactura británica.» Cada manilla poseía un cierre y un gozne individual; estaban unidas a la cadena con unas lengüetas que habían sido insertadas a través de los extremos de los goznes y soldadas al acero de las manillas.
____________ se retorció hasta colocarse en una posición más elevada y consiguió desprender una de las horquillas que aún permanecían en su desarreglado peinado. Enderezó la horquilla, curvó uno de los extremos con un giro de los dedos y lo insertó en la pequeña cerradura en busca de la diminuta palanca interior. El extremo de la horquilla se deslizó en varias ocasiones sobre la palanca, que resultó ser bastante difícil de forzar. Tras soltar una maldición cuando la horquilla se torció a causa de la presión, ____________ la sacó, la enderezó y probó una vez más sin dejar de ejercer presión con el dorso de la muñeca contra la parte interna de la manilla. De repente oyó un súbito chasquido y el cierre se abrió.
Se levantó de la cama como impulsada por un resorte y se tambaleó hasta la puerta con las esposas colgando de una muñeca. Se arrancó la mordaza, escupió el guiñapo húmedo de tela y, acto seguido, arrojó ambos trapos a un lado para ponerse a trabajar con la puerta. Con la ayuda de otra horquilla, forzó la cerradura con pasmosa habilidad.
-Gracias a Dios -musitó cuando la puerta se abrió.
Oyó voces y ruidos procedentes de la taberna de la planta de abajo y calculó que las posibilidades de encontrar a un buen samaritano que la ayudara eran mucho más altas en el interior del edificio que en los aledaños del establo, donde los criados y los cocheros trajinaban de un lado para otro. Tras echar un rápido vistazo al pasillo, para asegurarse de que no venía nadie, traspasó el umbral de la puerta.
Consciente del desaliño de sus ropas y de que su corpiño estaba abierto, ____________ juntó los extremos del vestido y se apresuró a dirigirse hacia la escalera interior del edificio. El corazón le latía con fuerza en el pecho y la cabeza le iba a estallar por el ruido. La desesperación que la embargaba hacía que se sintiera capaz de cualquier cosa. Al parecer, su cuerpo obedecía a alguna fuerza ajena a su voluntad que lograba que sus pies volaran por las escaleras con un ímpetu temerario.
Tras bajar el último escalón, ____________ corrió hacia la estancia principal de la posada. La gente se detuvo a media palabra para volverse a mirada con expresión perpleja. Atisbó una mesa grande y una., cuantas sillas en uno de los rincones, donde había un grupo forma do por cuatro caballeros bien vestidos; sin perder un segundo, ____________ corrió hacia ellos.
-Necesito hablar con el posadero -dijo sin más preámbulos-. O con el encargado. Con cualquiera que pueda ayudarme. Necesito...
Se detuvo de golpe al oír que pronunciaban su nombre y miró por encima del hombro, temiendo que St. Vincent hubiera descubierto su huida. Todo su cuerpo se tensó, dispuesto a presentar batalla. Sin embargo, no había ni rastro del vizconde ni asomo alguno de los brillantes reflejos ambarinos de su cabello dorado.
Oyó esa voz de nuevo, un sonido grave que le llegó al alma.
-____________.
Le temblaron las piernas al ver a un esbelto hombre moreno que se acercaba desde la entrada. «No puede ser», pensó al tiempo que parpadeaba con fuerza para aclararse la visión, que debía de estar jugándole una mala pasada. Se tambaleó un poco cuando se volvió para mirado a la cara.
-Westcliff -susurró y se tambaleó hacia delante.
El resto de la estancia pareció desvanecerse. Nicholas, cuyo rostro parecía pálido bajo el bronceado, la observaba con una intensidad abrasadora, como si temiera que pudiese desaparecer. Aceleró el paso y, cuando llegó hasta ella, ____________ se vio envuelta en un poderoso apretón. La rodeó con los brazos y la sujetó con fuerza contra su pecho.
-Dios mío -murmuró el conde al tiempo que enterraba la cara en su cabello.
-Has venido -musitó ____________, que temblaba de arriba abajo-. Me has encontrado.
No podía creer que fuera posible. Olía a caballo y a sudor, y tenía la ropa helada debido al aire del exterior. Al sentir los temblores que sacudían el cuerpo de la joven, Nicholas la acurrucó bajo su chaqueta sin dejar de susurrar palabras cariñosas contra su pelo.
-Nicholas -dijo ____________ con voz ronca-. ¿Me he vuelto loca? Dios, por favor, tienes que ser real. No te vayas...
-Estoy aquí. -Su voz sonó grave y estremecida-. Estoy aquí y no vaya irme a ninguna parte. -Se apartó un poco y su mirada azabache la examinó de la cabeza a los pies al tiempo que sus manos inspeccionaban con urgencia todo el cuerpo de ____________-. Mi amor, mi bien... ¿estás herida? -Había encontrado las esposas mientras deslizaba los dedos a lo largo del brazo. Tras levantarle la muñeca, contempló el instrumento metálico con una expresión inescrutable. Respiró hondo y su cuerpo comenzó a estremecerse con una especie de furia primitiva-. Maldita sea, vaya enviado de cabeza al infierno...
-Estoy bien -se apresuró a decide ____________-. No me ha hecho daño.
El conde se llevó la mano de la muchacha a la boca, la besó con fuerza y mantuvo los dedos apretados contra su mejilla. ____________ sentía cómo su aliento le golpeaba la muñeca en rápidas sucesiones.
-____________, ¿te hizo...?
Al leer la pregunta en sus aterrorizados ojos, esas palabras que Nicholas parecía no atreverse a pronunciar, ella susurró con voz ronca:
-No, no ha sucedido nada. No hubo tiempo.
-Aún así, voy a matado. -El tono letal que destilaba su voz hizo que a ____________ se le erizara el vello de la nuca. Al darse cuenta de que tenía el corpiño abierto, Nicholas la soltó el tiempo necesario para quitarse la chaqueta y colocada sobre sus hombros. De pronto, se quedó inmóvil-. Ese olor... ¿qué es?
____________ comprendió que su piel y sus ropas aún retenían la nociva fragancia y vaciló un instante antes de responder:
-Éter -dijo por fin, tratando de que sus temblorosos labios esbozaran una sonrisa tranquilizadora al ver que los ojos de Nicholas se dilataban hasta convertirse en un par de estanques negros-. No fue tan malo, en realidad. He dormido la mayor parte del día. Aparte de algunas náuseas, no...
De la garganta del conde escapó un gruñido animal mientras la apretaba contra él una vez más.
-Lo siento. Lo siento mucho, ____________, mi amor... ahora estas a salvo. Jamás permitiré que vuelva a ocurrirte nada. Te lo juro por mi vida. Estás a salvo.
Tomó la cabeza de la joven entre sus manos y deslizó los labios sobre los de ella en un beso que fue breve, suave y, pese a todo, tan asombrosamente intenso que ella se sintió mareada. ____________ cerró los ojos y se apoyó contra él, temiendo que no fuera real, temiendo despertar de un momento a otro y encontrarse de nuevo con St. Vincent. Nicholas susurró palabras reconfortantes contra sus labios y mejillas, y la sujetó en un abrazo que parecía suave, pero que ni diez hombres podrían haber deshecho. Al echar un vistazo desde las seguras profundidades de su abrazo, ____________ vio la alta figura de Simón Hunt acercándose a ellos.
-Señor Hunt -dijo con cierta sorpresa mientras los labios de Nicholas recorrían su sien.
Hunt la miró con evidente preocupación,
- ¿Se encuentra bien, señorita Bowman?
Tuvo que retorcerse un poco para zafarse de la tierna exploración de la boca de Nicholas cuando respondió sin aliento:
-Si, gracias a Dios. Sí. Como puede ver, estoy ilesa.
-Eso supone un alivio indecible -replicó Hunt con una sonrisa-. Su familia y amigos estaban muy preocupados por su ausencia.
-La condesa... -comenzó ____________, pero se detuvo de golpe para tratar de encontrar una manera de explicar la magnitud de la traición que se había llevado a cabo contra Nicholas. De cualquier forma, al mirado vio la infinita preocupación que reflejaban esos ojos negros y se preguntó cómo podía haber creído alguna vez que ese hombre carecía de sentimientos.
-Sé lo que ocurrió -dijo Nicholas con suavidad a la par que le alisaba el pelo-. N o tendrás que volver a veda jamás. Cuando lleguemos a Stony Cross Park, ya se habrá marchado.
A pesar de las preguntas y preocupaciones que la embargaban, ____________ se sintió abrumada por un súbito cansancio. La pesadilla había llegado a su fin y parecía que, por el momento, no había nada más que pudiera hacer. Aguardó dócilmente, con la mejilla apoyada sobre el firme soporte del hombro de Nicholas, apenas consciente de la conversación que tenía lugar.
-…Tengo que encontrar a St. Vincent -decía Nicholas.
-No -replicó Simón Hunt con vehemencia-. Yo encontraré a St. Vincent. Tú cuida de la señorita Bowman.
-Necesitamos estar a solas.
-Creo que hay una pequeña habitación cerca... En realidad, es más bien un vestíbulo...
La voz de Hunt se apagó y ____________ se dio cuenta de que una nueva y feroz tensión se apoderaba del cuerpo de Nicholas. Sus músculos sufrieron un cambio letal antes de girarse para echar un vistazo en dirección a las escaleras.
St. Vincent, que había entrado a la habitación alquilada desde el otro lado de la posada y la había encontrado vacía, descendía en esos instantes los escalones. Se detuvo en mitad del tramo de peldaños y observó el curioso cuadro que tenía ante él: los grupos de espectadores desconcertados, el agraviado posadero... y el conde de Westcliff, que lo miraba con ávida sed de sangre.
La posada al completo guardó silencio durante un escalofriante momento, de modo que el gruñido quedo de Westcliff se oyó a la perfección:
-Te juro que voy a descuartizarte.
Mareada, ____________ musitó:
-Nicholas, espera...
Sin más ceremonias, fue arrojada sobre Simón Hunt, que la cogió por instinto mientras Nicholas corría a toda prisa hacia las escaleras. En lugar de rodear la barandilla, la sorteó de un salto y aterrizó sobre los escalones como un gato. Lo que siguió a continuación fue apenas un borrón de movimientos. St. Vincent trató de llevar a cabo una retirada estratégica, pero Nicholas se arrojó hacia arriba, lo agarró por las piernas y le hizo caer. Lucharon cuerpo a cuerpo, maldijeron e intercambiaron una andanada de puñetazos demoledores hasta que St. Vincent trató de darle una patada al conde en la cabeza. Nicholas rodó para evitar la pesada bota y se vio forzado a soltar a su adversario durante un segundo. El vizconde aprovechó ese instante para dirigirse a toda prisa escaleras arriba y Nicholas corrió tras él. No tardaron en quedar fuera de la vista. Una entusiasta multitud de hombres los siguió gritando consejos, intercambiando comentarios y soltando vehementes exclamaciones acerca del espectáculo que ofrecían ese par de aristócratas peleándose como gallos.
Pálida, ____________ miró a Simón Hunt, que esbozaba una media sonrisa.
- ¿Es que no piensa ayudado? -quiso saber.
-Caramba, desde luego que no. Westcliff jamás me perdonaría que lo interrumpiera. Es su primera pelea de taberna. -La mirada de Hunt recorrió a la joven de forma amistosa.
Ella se tambaleó un poco y Hunt le colocó una de sus enormes manos en el centro de la espalda para guiarla hasta el grupo de sillas más cercano. Del piso superior llegó una cacofonía de sonidos y porrazos que retumbaron en la planta baja e hicieron que el edificio entero se estremeciera; acto seguido, se oyeron los crujidos de los muebles al romperse y el tintineo de los cristales hechos añicos.
-Ahora -comentó Hunt ignorando el tumulto-, si me deja echarle un vistazo a lo que queda de las esposas, es posible que pueda hacer algo al respecto.
-No puede -afirmó ____________ con desanimada certeza-. St. Vincent tiene la llave en el bolsillo, y me he quedado sin horquillas.
Tras sentarse junto a ella, Hunt cogió la muñeca de la que colgaban las esposas, las observó con detenimiento y dijo con lo que a ella le pareció una inapropiada satisfacción:
-Menuda suerte tiene. Un par de Higby-Dumfries del número treinta.
____________ le dirigió una mirada burlona.
-Me da la impresión de que es usted un entusiasta de las esposas.
Él hizo un mohín con los labios:
-No, pero tengo un par de amigos que trabajan para la ley. Y éstas fueron utilizadas por la Nueva Policía hasta que se descubrió un defecto de diseño. Ahora es posible encontrar una docena de Higby- Dumfries en cualquier tienda de empeño de Londres. - ¿De qué defecto de diseño se trata?
Por toda respuesta, Hunt ajustó la manilla que se cerraba en torno a su muñeca y colocó el gozne y el cerrojo hacia abajo. Hizo una pausa al oír de nuevo el crujido de un mueble al romperse en la planta superior y sonrió al contemplar el ceño fruncido de ____________.
_Iré a ver qué pasa -dijo con resignación-. Pero primero... -Sacó un pañuelo del bolsillo con una mano y lo introdujo entre la esposa de acero y su muñeca a modo de acolchado interior-. Ya está. Eso ayudará a amortiguar la fuerza del golpe.
-¿ Golpe? ¿Qué golpe?
-No se mueva.
____________ soltó un chillido cuando sintió que el hombre alzaba su muñeca esposada sobre la mesa y la dejaba caer con fuerza sobre la parte inferior del gozne. El porrazo sirvió para sacudir el mecanismo de palancas del interior del cierre y la manilla se abrió como por arte de magia. Atónita, ____________ observó a Hunt con una pequeña sonrisa al tiempo que se frotaba la muñeca.
-Gracias. Yo...
Se oyó un nuevo estruendo, en esa ocasión justo sobre sus cabezas, acompañado de un coro de gritos exultante s procedente de los espectadores, que hizo que las paredes se estremecieran. Por encima de la algarabía, resonaban las estridentes quejas del posadero, que temía que su establecimiento pronto se viera reducido a escombros.
-Señor Hunt -exclamó ____________-, ¡de verdad me gustaría que pudiera prestarle alguna ayuda a lord Westcliff!
Las cejas de Hunt se arquearon con sorna.
-No tendrá miedo de que St. Vincent lo venza, ¿verdad?
-La cuestión no es si tengo o no la suficiente confianza en las habilidades de lucha de lord Westcliff -replicó ____________ con impaciencia-. El hecho es que tengo demasiada confianza en ellas. Y preferiría no tener que acudir como testigo a un juicio por asesinato, por no mencionar el resto de consideraciones.
-En eso tiene razón. -Tras ponerse en pie, Hunt volvió a doblar el pañuelo y lo devolvió al bolsillo de su chaqueta. Se encaminó hacia las escaleras con un breve suspiro y masculló-: Me he pasado la mayor parte del día tratando de evitar que mate a alguien.
____________ nunca pudo recordar con exactitud lo que ocurrió durante el resto de esa tarde, ya que permaneció semiinconsciente, apoyada contra Nicholas. Él no dejó de rodearle la espalda con uno de esos fuertes brazos para sostener parte de su peso. Pese a su estado desaliñado y sus magulladuras, Nicholas irradiaba la energía vital de un hombre viril y saludable que había salido airoso de una pelea. ____________ se dio cuenta de que Westcliff no dejaba de dar órdenes y de que todos los demás parecían ansiosos por complacerlo. Se acordó que permanecerían en El Toro y las Fauces durante la noche, y que Hunt partiría para Stony Cross Park con las primeras luces del alba. Por lo pronto, Hunt subió a St. Vincent, o a lo que quedaba de él, a su carruaje y lo envió a su residencia de Londres. Al parecer, el vizconde no sería procesado por sus fechorías, ya que eso sólo serviría para convertir aquel episodio en un gigantesco escándalo.
Una vez que todo quedó bien dispuesto, Nicholas llevó a ____________ hasta la habitación más grande de la posada, donde disfrutarían de una cena y un baño tan pronto como fuera posible. La estancia, estaba escasamente amueblada, pero muy limpia; poseía una cama amplia, de sábanas almidonadas y cubierta con unas colchas suaves y algo descoloridas. Dos doncellas colocaron una vieja bañera de cobre frente a la chimenea y la llenaron con agua procedente de unos calderos humeantes. Mientras ____________ esperaba a que el agua se entibiara lo suficiente, Nicholas la obligó a comerse un cuenco de sopa, que estaba bastante pasable pese a que sus ingredientes resultaban imposibles de identificar.
- ¿Qué son esos trocitos marrones? -preguntó ____________ con suspicacia mientras abría la boca a regañadientes para que él pudiera darle otra cucharada.
-Da igual. Traga.
- ¿Cordero? ¿Ternera? ¿Tenía cuernos en un principio? ¿Pezuñas? ¿Plumas? ¿Escamas? No me gusta comer algo que no sé ni qué...
-Un poco más -dijo él de forma implacable al tiempo que le metía de nuevo la cuchara en la boca.
-Eres un tirano.
-Lo sé. Bebe un poco de agua.
Una vez que se hubo resignado a aceptar sus modales autoritarios -tan sólo por esa noche-, ____________ consiguió terminar la ligera cena. La comida le había devuelto parte de las fuerzas y se sentía revitalizada cuando Nicholas la atrajo hacia su regazo.
-Ahora -dijo con voz queda mientras la acurrucaba contra su pecho-, cuéntame lo que ha ocurrido. Desde el principio.
No pasó mucho tiempo antes de que ____________ se encontrara hablando animadamente, de hecho, casi parloteando, para describir su encuentro con lady Westcliff en la Corte de las Mariposas, así como los acontecimientos que habían sucedido a continuación. Debió de parecer abrumada en algunos momentos, porque Nicholas interrumpía en ocasiones el torrente de palabras con murmullos reconfortantes, con gestos preocupados e infinitamente tiernos. Cada vez que le acariciaba el cabello con los labios, ____________ podía notar que la calidez del aliento del hombre se filtraba hasta su cuero cabelludo. Se fue relajando de forma gradual contra él, y comenzó a sentir las extremidades pesadas y fláccidas.
- ¿Cómo conseguiste persuadir a la condesa para que confesara con tanta rapidez?-preguntó ____________-. Estaba convencida de que guardaría silencio durante días, de que preferiría morir antes que admitir nada.
-Me temo que ésa fue la opción que le di.
Ella abrió los ojos de par en par.
-Vaya -susurró-. Lo siento, Nicholas. Es tu madre, después de todo...
-Sólo en el sentido técnico de la palabra-dijo con sequedad-. No albergaba ningún sentimiento filial hacia ella antes, pero de haberlo tenido se habría extinguido sin duda después del día de hoy. Está claro que ya ha hecho bastante daño en su vida. Trataremos de mantenerla en Escocia de ahora en adelante, o quizás en algún lugar del extranjero.
- ¿Te habló la condesa acerca de la conversación que mantuvimos? -inquirió ____________ con cautela.
Nicholas sacudió la cabeza con una mueca en los labios. -Me dijo que habías decidido fugarte con St. Vincent.
- ¿Fugarme? -repitió ____________, atónita-. Como si yo de verdad hubiera... Como si yo lo hubiera preferido a... -Se interrumpió de golpe, horrorizada al imaginar lo que él habría sentido. Pese a que no había derramado una sola lágrima en todo el día, el hecho de pensar que Nicholas se hubiera preguntado siquiera por un instante si otra mujer lo había dejado por St. Vincent... Sencillamente, fue demasiado. Estalló en ruidosos sollozos que los sorprendieron a ambos-. No lo creíste, ¿verdad? ¡Dios mío, dime que no lo hiciste!
-Por supuesto que no. -La miró con perplejidad y se apresuró a coger una de las servilletas de la mesa para enjugar el torrente de lágrimas de su rostro-. No, no llores...
-Te amo, Nicholas. -Tras arrebatarle la servilleta, ____________ se sonó ruidosamente la nariz y continuó llorando mientras decía-: Te amo. No me importa ser la primera en decirlo; ni siquiera me importa si soy la única. Tan sólo quiero que sepas lo mucho que…
-Yo también te amo -dijo él con voz ronca-. ____________…por favor, no llores. Me estás matando. Basta.
Ella asintió y se sonó una vez más; le habían salido manchas en la piel, tenía los ojos hinchados y la nariz no dejaba de gotear. No obstante, la visión de Nicholas parecía sufrir algún tipo de alteración ya que, tras sujetarle la cabeza entre las manos, depositó un fuerte beso sobre su boca y dijo con voz ronca:
-Eres preciosa.
El comentario, a pesar de ser indudablemente sincero, logró que ella estallara en risillas tontas que se mezclaron con los últimos sollozos. Envolviéndola en un abrazo que a punto estuvo de aplastarla, Nicholas preguntó con voz apagada:
-Mi amor, ¿nadie te ha dicho nunca que no es de buena educación reírse cuando un hombre se está declarando?
Ella se sonó la nariz con un último y poco elegante resoplido.
-Me temo que soy un caso perdido. ¿Todavía quieres casarte conmigo?
-Sí. Ahora mismo.
El asombro que le causó el comentario hizo que dejara de llorar.
- ¿Qué?
-No quiero regresar contigo a Hampshire. Quiero llevarte a Gretna Green. La posada tiene su propio servicio de carruajes... así que alquilaré uno por la mañana y llegaremos a Escocia dentro de un par de días.
-Pero... todo el mundo espera una boda respetable en la iglesia... -No puedo esperar más. Me importa un comino la respetabilidad.
Una sonrisa titubeante se abrió paso en el rostro de ____________ cuando se imaginó la cantidad de gente que se habría quedado atónita al oírle decir algo así.
-Será un escándalo, ya lo sabes. El conde de Westcliff huyendo para celebrar una boda apresurada en Gretna Green...
-Pues comencemos con un escándalo, entonces.
La besó y ella le respondió con un gemido gutural, arqueándose y aferrándose a él hasta que el conde introdujo más profundamente la lengua y apretó más sus labios para darse un festín con el sedoso interior de su boca.
Entre jadeos, Westcliff se apartó de su boca para dirigirse hacia su palpitante garganta.
-Di: «Sí, Nicholas» -ordenó el conde.
-Sí, Nicholas.
Sus ojos negros se tornaron incandescentes al mirarla, y ____________ percibió que había una multitud de cosas que el hombre quería decirle. No obstante, lo único que salió de sus labios fue:
-Ha llegado la hora de tu baño.
Podría haberlo hecho sin ayuda, pero él insistió en desvestirla y bañarla como si fuera una niña. Relajada bajo sus atenciones, contempló su moreno rostro a través del velo de vapor que se elevaba desde la bañera. Sus movimientos eran deliberadamente lentos mientras le enjabonaba y le frotaba el cuerpo hasta que estuvo sonrosada y brillante. Tras alzarla en brazos de la bañera, la secó con una toalla.
-Levanta los brazos -murmuró.
Ella miró de soslayo la prenda desgastada que Nicholas sujetaba en la mano.
- ¿Qué es eso?
-Un camisón de la mujer del posadero -replicó él al tiempo que se lo pasaba por la cabeza.
____________ metió los brazos en las mangas y suspiró al percibir la limpia fragancia que la envolvió. El camisón tenía un color indefinible y le quedaba demasiado grande, pero se sintió reconfortada por sus suaves y desgastados pliegues.
Tras acurrucarse en la cama, ____________ observó cómo Nicholas se bañaba y se secaba, cómo se contraían y relajaban los músculos de su espalda; ese cuerpo soberbio era un regalo para la vista. Una sonrisa irresistible curvó los labios de la joven al darse cuenta de que ese hombre extraordinario le pertenecía... y de que jamás estaría segura de cómo había logrado ganarse su bien protegido corazón. Nicholas apagó la lámpara y se acercó a la cama; ____________ se acomodó contra él con entusiasmo mientras el hombre se deslizaba bajo las sábanas. La envolvió su esencia fresca, que se mezclaba con el olor a jabón y unos leves toques de sol y de sal. La muchacha deseó poder hundirse en ese maravilloso olor; deseó besarlo y acariciar cada centímetro de su cuerpo.
-Hazme el amor, Nicholas -susurró.
La oscura silueta masculina se alzó sobre ella y una mano comenzó a juguetear con su cabello.
-Mi amor... -dijo con una nota de risueña ternura en la voz-. Desde esta mañana te han amenazado, drogado, secuestrado, esposado y acarreado a través de Inglaterra… ¿Es que no has tenido bastante para un día?
Ella negó con la cabeza.
-Antes estaba un poco cansada, pero ahora me he despejado. Me resultaría imposible dormir.
Por alguna razón, aquello lo hizo reír por lo bajo. Separó su cuerpo del de ella. Al principio ____________ creyó que pretendía colocarse al otro lado de la cama, pero después sintió que le alzaban el bajo del camisón. Se le aceleró la respiración. El grueso tejido subió más y más, hasta que sus pechos quedaron expuestos, con los pezones endurecidos. La boca de Nicholas recorrió su piel en un rastro suave y ardiente de caricias y pequeños mordiscos que despertaron sensaciones inesperadas allí por donde pasaba: en el punto más sensible de los costados, en la aterciopelada curva inferior del pecho, en el delicado borde del ombligo... Cuando ____________ trató de acariciarlo, él le colocó las manos a los lados con suavidad, hasta que ella comprendió que quería que se quedara completamente quieta. Comenzó a respirar de modo acompasado y pro' fundo al tiempo que los músculos de su vientre y de sus piernas se estremecían con el placer que recorría su cuerpo como gotas de mercurio. En su camino de descenso al lugar secreto y húmedo que se encontraba entre sus muslos, Nicholas mordisqueó y besó su piel, y ____________ separó las piernas al instante cuando sintió su contacto. Se encontraba expuesta y completamente vulnerable; cada terminación nerviosa chisporroteaba con una excitación que rayaba en el dolor. Un agudo y débil gemido escapó de su garganta cuando él comenzó a lamer el oscuro triángulo; cada caricia de esa lengua sobre la piel rosada y húmeda despertaba una oleada de placer que la recorría por entero. Nicholas siguió torturando la zona con la lengua, haciéndole cosquillas y abriéndola aún más; continuó con ese rítmico y dulce tormento durante algunos minutos, hasta que ____________ notó una sensación de pesadez en las piernas y se dio cuenta de que su respiración se había transformado en lánguidos gemidos. Al final, Nicholas deslizó los dedos profundamente en su interior y la joven gritó, retorciéndose al llegar al clímax, estremeciéndose como si fuera a partirse en dos a causa del placer.
Mareada, sintió que él le bajaba el camisón.
-Ahora es tu turno -musitó ____________, y acurrucó la cabeza sobre su hombro mientras él la apretujaba contra su pecho-. Tú no...
-Duerme -le susurró el conde-. Ya me llegará el turno mañana.
-Todavía no estoy cansada -insistió ____________.
-Cierra los ojos -dijo Nicholas al tiempo que dejaba vagar la mano hacia su trasero con movimientos circulares. Le acarició la frente y los delicados párpados con los labios-. Descansa. Tienes que recuperar las fuerzas, pequeña... porque, una vez que estemos casados, no podré dejarte en paz. Querré amarte cada hora, cada minuto del día. -La apretó con más fuerza contra sí-. No hay nada en este mundo más hermoso que tu sonrisa... ni sonido más dulce que el de tu risa... No hay mayor placer que poder rodearte con mis brazos. Hoy me he dado cuenta de que no podré vivir sin ti, por muy testaruda y alborotadora que seas. Eres mi única esperanza de felicidad, tanto en esta vida como en la siguiente. Dime, ____________, amor mío... ¿cómo es posible que te hayas colado en lo más profundo de mi corazón? -Hizo una pausa para besar la piel húmeda de la joven y sonrió al escuchar que un leve ronquido femenino rompía el apacible silencio.
EPÍLOGO
A la honorable condesa de Westcliff Marsden Terrace, Upper Brook Street, nº, 2 Londres.
Querida lady Westcliff:
Ha sido a la vez un honor y una agradable sorpresa para mí recibir su carta. Permítame que le exprese mis felicitaciones por su reciente matrimonio. Pese a que afirma con modestia ser usted la única beneficiada por su reciente unión con lord Westcliff, debo tomarme la libertad de disentir. Tras haber tenido la suerte de conocerla, puedo asegurar que el gran beneficiado ha sido el conde al conseguir la mano de una dama tan encantadora y de modales tan exquisitos...
- ¿Encantadora? - interrumpió Daisy con sequedad-. Qué poco te conoce.
-Y de modales exquisitos -le recordó ____________ con indisimulada altanería antes de volver a fijar su mirada en la carta del señor Nettle-. Y continúa: «Tal vez si su hermana pequeña se pareciera más a usted, también podría encontrar alguien con quien casarse.»
-¡Te lo estas inventando! -exclamó Daisy, que se inclinó sobre una otomana e intentó aferrar la carta al tiempo que ____________ se defendía con una estridente carcajada.
Annabelle, que estaba sentada en una silla cercana, sonrió por encima del borde de la taza de té mientras tomaba un sorbo de la infusión en un intento por asentar su estómago. Ya les había confesado que tenía la intención de contarle a su esposo esa misma tarde que estaba embarazada, puesto que cada vez le resultaba más difícil ocultar su estado.
Las tres estaban en uno de los salones de Marsden Terrace. Unos cuantos días antes, ____________ y Nicholas habían regresado a Hampshire tras su «matrimonio furtivo», tal y como se conocían esos asuntos en Gretna Green. ____________ había agradecido en silencio que la condesa hubiera desaparecido de la propiedad, al igual que todo rastro de su presencia. La condesa viuda, se corrigió ____________, que se ponía bastante nerviosa cada vez que se acordaba de que era ella quien ostentaba en esos momentos el título de condesa de Westcliff. Nicholas no había tardado mucho en llevarla a Londres, puesto que tenía que supervisar los trabajos que se estaban llevando a cabo en la fundición junto con el señor Hunt, además de atender otros asuntos de negocios. En cuestión de días, y tras haber organizado los planes con la mayor de las prisas, los Westcliff se marcharían de luna de miel a Italia... lo más lejos posible de Mercedes Bowman, que no había dejado de quejarse por el hecho de que la hubieran privado de la gran boda que siempre había soñado para su hija.
-Daisy, quítate de encima -gritó ____________ con afabilidad al tiempo que empujaba a su hermana pequeña-. Lo admito, me he inventado esa última parte. Deja de hacer eso, vas a romper la carta. ¿Por dónde iba?
Tras asumir la expresión de dignidad que se le suponía a la esposa de un conde, ____________ volvió a levantar la carta y leyó con aires de importancia.
-El señor Nettle continúa con su larga lista de encantadores cumplidos y me desea que sea feliz con la familia Marsden...
- ¿Le dijiste que tu suegra intentó deshacerse de ti? - preguntó Daisy.
-Y, para terminar -continuó ____________, haciendo caso omiso de su hermana-, responde a mi pregunta sobre el perfume.
Las otras dos jóvenes la miraron con sorpresa. Los ojos de Annabelle se abrieron como platos por la curiosidad.
- ¿Le preguntaste cuál era el ingrediente secreto?
-Por el amor de Dios, ¿cuál era? -exigió saber Daisy-. ¡Dímelo! ¡ Dímelo!
-Puede que os decepcione un poco la respuesta -dijo ____________, víctima de una repentina timidez-. De acuerdo con el señor Nettle, el ingrediente secreto es... ninguno.
Daisy pareció indignada.
- ¿No hay ingrediente secreto? ¿No es una poción de amor de verdad? ¿Me he estado embadurnando en esa cosa para nada?
-Vaya leer lo que dice: «Tenía la esperanza de que si usted se atrevía a creer un poco en la magia ésta podría conferirle la suficiente confianza como para atraer al candidato adecuado. El éxito que ha obtenido al atrapar el corazón de lord Westcliff es el resultado de su propio encanto y, de hecho, el ingrediente adicional de la fragancia no era más que usted misma...» -Tras dejar la carta en su regazo, ____________ sonrió al contemplar el semblante irritado de su hermana- . Pobre Daisy. Siento que no hubiera magia, después de todo.
-¡Diantres! -masculló Daisy-. Tendría que haberlo imaginado.
-Lo más extraño es que Westcliff sí que lo sabía -añadió ____________ pensativa-. La noche que le hablé del perfume, me dijo que sabía a ciencia cierta cuál era el ingrediente secreto. Y esta mañana antes de que le enseñara la carta del señor Nettle, me dio su respuesta... que ha resultado ser correcta. -Una lenta sonrisa le ilumino el rostro-. Ese arrogante sabelotodo... -murmuró con cariño.
-Espera a que se lo diga a Evie -comentó Daisy-. Se sentirá tan disgustada como yo.
Annabelle la miró con unas cuantas arrugas en su hermosa frente.
- ¿Todavía no ha contestado a la carta que le enviaste, Daisy?
-No. La familia de Evie la mantiene encerrada a cal y canto de nuevo. Dudo de que le dejen enviar o recibir cartas. Y lo que más me preocupa es que, antes de que se marcharan de Stony Cross Park, su tía no dejaba de soltar indirectas acerca de que el compromiso con el primo Eustace era casi un hecho. Las otras dos jóvenes gruñeron.
-Por encima de mi cadáver -juró ____________ con fiereza-. ¿Sois conscientes de que tendremos que utilizar medidas extremas si queremos librar a Evie de los grilletes familiares y encontrarle un buen partido?
-Y lo haremos -fue la confiada réplica de Daisy-. Créeme, querida, si pudimos encontrarte un marido a ti, podremos hacer cualquier cosa.
-Ahora sí que te la has ganado -dijo ____________, que saltó del asiento y comenzó a avanzar de forma amenazadora hacia su hermana con un cojín en alto.
Con una risilla, Daisy se escondió tras el primer mueble que encontró y le gritó:
- ¡Recuerda que ahora eres una condesa! ¿Dónde está tu dignidad?
-He debido de perderla en algún sitio -informó ____________ antes de lanzarse a la alegre persecución.
Mientras tanto...
-Lord St. Vincent, hay una visita en la puerta. Le he informado de que no se encuentra en casa, pero insiste en verlo.
La biblioteca estaba helada y a oscuras, salvo por la débil luz que provenía de los rescoldos de la chimenea. El fuego no tardaría en extinguirse... y, sin embargo, Sebastián parecía incapaz de moverse lo justo para añadir otro leño, a pesar de que la pila estaba al alcance 'de su mano. Aunque la casa entera hubiera estallado en llamas, no hubiera bastado para calentarlo. Se encontraba vacío y entumecido, como un cuerpo sin alma, y se enorgullecía de ello. Requería un talento especial que un hombre alcanzara su actual estado de depravación.
- ¿A estas horas? -murmuró Sebastián con actitud desinteresada mientras clavaba la vista en la copa de cristal tallado llena de brandy que sostenía en la mano para no mirar a su mayordomo.
Se entretenía en girar el pie de la copa entre sus largos dedos, Lo que quería esa desconocida no era ningún misterio. A pesar de que no había previsto plan alguno para esa noche, Sebastián se dio cuenta de que, por una vez, no estaba de humor para acostarse con nadie.
-Deshazte de ella -ordenó con frialdad-. Dile que mi cama ya está ocupada.
-Sí, milord.
El mayordomo se marchó y Sebastián se recostó de nuevo en el sillón, estirando las largas piernas por delante de su cuerpo.
Apuró el brandy de un sorbo mientras meditaba sobre su problema más acuciante: el dinero... o, más bien, la falta de él. Sus acreedores se estaban volviendo cada vez más agresivos y no podía seguir ignorando la gran cantidad de deudas que había contraído. Puesto que sus esfuerzos por conseguir la fortuna que tanto necesitaba mediante un matrimonio con ____________ Bowman habían fracasado, tendría que conseguir el dinero de alguna otra persona. Conocía a algunas mujeres ricas que podrían concederle un préstamo a cambio de los favores personales que tan bien se le daban. Otra opción sería...
- ¿Milord?
Sebastián levantó la vista, ceñudo.
-Por el amor de Dios, ¿y ahora qué?
-La mujer no se marchará, milord. Insiste en verlo.
St. Vincent dejó escapar un suspiro exasperado.
-Si tan desesperada está, dile que pase. Aunque será mejor que le adviertas que lo único que va a conseguir de mí esta noche es un revolcón rápido y una despedida todavía más rápida.
Una voz joven y nerviosa resonó a las espaldas del mayordomo, lo que reveló el hecho de que la persistente visitante lo había seguido.
-Eso no es precisamente lo que yo tenía en mente.
La mujer rodeó al criado y entró en la estancia, oculta en el interior de un abrigo con capucha.
Obedeciendo la orden implícita en los' ojos de. Sebastián, el mayordomo se retiró y los dejó a solas.
Sebastián apoyó la cabeza en el respaldo del sillón y observó a la misteriosa dama con mirada desapasionada. Se le pasó por la mente la extraña idea de que tal vez llevara una pistola bajo el abrigo. Quizá fuera una de las muchas mujeres que habían amenazado con matarlo en el pasado... una que por fin había reunido el valor para llevar a cabo su juramento. Le importaba un bledo. Él mismo le daría permiso para que le disparara, siempre que lo hiciera como era debido y no lo estropeara todo con una chapuza. Permaneció relajado contra el respaldo del sillón y murmuró:
-Quítese la capucha.
Ella alzó una mano delgada y pálida para obedecer. La capucha se deslizó sobre un cabello tan rojo que eclipsaba los rescoldos del fuego.
Sebastián sacudió la cabeza con asombro cuando reconoció a la joven. Se trataba de esa ridícula criatura de la fiesta en Stony Cross Park. Una chiquilla tímida y tartamuda que, con su cabello rojo y su voluptuosa figura, podría convertirse en una compañía agradable siempre que mantuviera la boca cerrada. En realidad, nunca habían hablado. La señorita Jenner, recordó... aunque nunca se había preocupado por averiguar su nombre de pila; y si lo había hecho, lo había olvidado nada más escucharlo. La muchacha tenía los ojos más grandes y redondos que hubiera visto jamás, como los ojos de una mu-ñeca de cera... o los de una niñita. La mirada de la señorita Jenner vagó con lentitud por su rostro, sin dejar de advertir los moratones que aún le quedaban como recuerdo de la pelea con Westcliff.
Estúpida, pensó Sebastián con desprecio, preguntándose si habría ido allí para reprenderlo por haber secuestrado a su amiga. No. Ni siquiera ella podría ser tan tonta como para arriesgar su virtud y, hasta donde ella sabía, su propia vida al presentarse sola en su casa. - ¿Ha venido a la guarida del diablo, querida? -preguntó.
Ella se acercó con expresión decidida y, sorprendentemente, sin rastro de miedo.
-Usted no es el diablo. No es más que un hombre. Uno con bas-bastantes defectos.
Por primera vez en muchos días, Sebastián sintió el leve impulso de sonreír. Una llama de renuente interés se avivó en él.
-Sólo porque el rabo y los cuernos no se vean, niña, no significa que deba descartar esa posibilidad. El diablo se oculta bajo muchos disfraces.
-Pues entonces estoy aquí para hacer un trato, como Fausto. -Hablaba muy despacio, como si tuviera que pensar cada palabra antes de pronunciarla-. Tengo una propuesta para usted, milord.
Y se acercó al fuego, emergiendo de las sombras que los rodeaban a ambos.
Querida lady Westcliff:
Ha sido a la vez un honor y una agradable sorpresa para mí recibir su carta. Permítame que le exprese mis felicitaciones por su reciente matrimonio. Pese a que afirma con modestia ser usted la única beneficiada por su reciente unión con lord Westcliff, debo tomarme la libertad de disentir. Tras haber tenido la suerte de conocerla, puedo asegurar que el gran beneficiado ha sido el conde al conseguir la mano de una dama tan encantadora y de modales tan exquisitos...
- ¿Encantadora? - interrumpió Daisy con sequedad-. Qué poco te conoce.
-Y de modales exquisitos -le recordó ____________ con indisimulada altanería antes de volver a fijar su mirada en la carta del señor Nettle-. Y continúa: «Tal vez si su hermana pequeña se pareciera más a usted, también podría encontrar alguien con quien casarse.»
-¡Te lo estas inventando! -exclamó Daisy, que se inclinó sobre una otomana e intentó aferrar la carta al tiempo que ____________ se defendía con una estridente carcajada.
Annabelle, que estaba sentada en una silla cercana, sonrió por encima del borde de la taza de té mientras tomaba un sorbo de la infusión en un intento por asentar su estómago. Ya les había confesado que tenía la intención de contarle a su esposo esa misma tarde que estaba embarazada, puesto que cada vez le resultaba más difícil ocultar su estado.
Las tres estaban en uno de los salones de Marsden Terrace. Unos cuantos días antes, ____________ y Nicholas habían regresado a Hampshire tras su «matrimonio furtivo», tal y como se conocían esos asuntos en Gretna Green. ____________ había agradecido en silencio que la condesa hubiera desaparecido de la propiedad, al igual que todo rastro de su presencia. La condesa viuda, se corrigió ____________, que se ponía bastante nerviosa cada vez que se acordaba de que era ella quien ostentaba en esos momentos el título de condesa de Westcliff. Nicholas no había tardado mucho en llevarla a Londres, puesto que tenía que supervisar los trabajos que se estaban llevando a cabo en la fundición junto con el señor Hunt, además de atender otros asuntos de negocios. En cuestión de días, y tras haber organizado los planes con la mayor de las prisas, los Westcliff se marcharían de luna de miel a Italia... lo más lejos posible de Mercedes Bowman, que no había dejado de quejarse por el hecho de que la hubieran privado de la gran boda que siempre había soñado para su hija.
-Daisy, quítate de encima -gritó ____________ con afabilidad al tiempo que empujaba a su hermana pequeña-. Lo admito, me he inventado esa última parte. Deja de hacer eso, vas a romper la carta. ¿Por dónde iba?
Tras asumir la expresión de dignidad que se le suponía a la esposa de un conde, ____________ volvió a levantar la carta y leyó con aires de importancia.
-El señor Nettle continúa con su larga lista de encantadores cumplidos y me desea que sea feliz con la familia Marsden...
- ¿Le dijiste que tu suegra intentó deshacerse de ti? - preguntó Daisy.
-Y, para terminar -continuó ____________, haciendo caso omiso de su hermana-, responde a mi pregunta sobre el perfume.
Las otras dos jóvenes la miraron con sorpresa. Los ojos de Annabelle se abrieron como platos por la curiosidad.
- ¿Le preguntaste cuál era el ingrediente secreto?
-Por el amor de Dios, ¿cuál era? -exigió saber Daisy-. ¡Dímelo! ¡ Dímelo!
-Puede que os decepcione un poco la respuesta -dijo ____________, víctima de una repentina timidez-. De acuerdo con el señor Nettle, el ingrediente secreto es... ninguno.
Daisy pareció indignada.
- ¿No hay ingrediente secreto? ¿No es una poción de amor de verdad? ¿Me he estado embadurnando en esa cosa para nada?
-Vaya leer lo que dice: «Tenía la esperanza de que si usted se atrevía a creer un poco en la magia ésta podría conferirle la suficiente confianza como para atraer al candidato adecuado. El éxito que ha obtenido al atrapar el corazón de lord Westcliff es el resultado de su propio encanto y, de hecho, el ingrediente adicional de la fragancia no era más que usted misma...» -Tras dejar la carta en su regazo, ____________ sonrió al contemplar el semblante irritado de su hermana- . Pobre Daisy. Siento que no hubiera magia, después de todo.
-¡Diantres! -masculló Daisy-. Tendría que haberlo imaginado.
-Lo más extraño es que Westcliff sí que lo sabía -añadió ____________ pensativa-. La noche que le hablé del perfume, me dijo que sabía a ciencia cierta cuál era el ingrediente secreto. Y esta mañana antes de que le enseñara la carta del señor Nettle, me dio su respuesta... que ha resultado ser correcta. -Una lenta sonrisa le ilumino el rostro-. Ese arrogante sabelotodo... -murmuró con cariño.
-Espera a que se lo diga a Evie -comentó Daisy-. Se sentirá tan disgustada como yo.
Annabelle la miró con unas cuantas arrugas en su hermosa frente.
- ¿Todavía no ha contestado a la carta que le enviaste, Daisy?
-No. La familia de Evie la mantiene encerrada a cal y canto de nuevo. Dudo de que le dejen enviar o recibir cartas. Y lo que más me preocupa es que, antes de que se marcharan de Stony Cross Park, su tía no dejaba de soltar indirectas acerca de que el compromiso con el primo Eustace era casi un hecho. Las otras dos jóvenes gruñeron.
-Por encima de mi cadáver -juró ____________ con fiereza-. ¿Sois conscientes de que tendremos que utilizar medidas extremas si queremos librar a Evie de los grilletes familiares y encontrarle un buen partido?
-Y lo haremos -fue la confiada réplica de Daisy-. Créeme, querida, si pudimos encontrarte un marido a ti, podremos hacer cualquier cosa.
-Ahora sí que te la has ganado -dijo ____________, que saltó del asiento y comenzó a avanzar de forma amenazadora hacia su hermana con un cojín en alto.
Con una risilla, Daisy se escondió tras el primer mueble que encontró y le gritó:
- ¡Recuerda que ahora eres una condesa! ¿Dónde está tu dignidad?
-He debido de perderla en algún sitio -informó ____________ antes de lanzarse a la alegre persecución.
Mientras tanto...
-Lord St. Vincent, hay una visita en la puerta. Le he informado de que no se encuentra en casa, pero insiste en verlo.
La biblioteca estaba helada y a oscuras, salvo por la débil luz que provenía de los rescoldos de la chimenea. El fuego no tardaría en extinguirse... y, sin embargo, Sebastián parecía incapaz de moverse lo justo para añadir otro leño, a pesar de que la pila estaba al alcance 'de su mano. Aunque la casa entera hubiera estallado en llamas, no hubiera bastado para calentarlo. Se encontraba vacío y entumecido, como un cuerpo sin alma, y se enorgullecía de ello. Requería un talento especial que un hombre alcanzara su actual estado de depravación.
- ¿A estas horas? -murmuró Sebastián con actitud desinteresada mientras clavaba la vista en la copa de cristal tallado llena de brandy que sostenía en la mano para no mirar a su mayordomo.
Se entretenía en girar el pie de la copa entre sus largos dedos, Lo que quería esa desconocida no era ningún misterio. A pesar de que no había previsto plan alguno para esa noche, Sebastián se dio cuenta de que, por una vez, no estaba de humor para acostarse con nadie.
-Deshazte de ella -ordenó con frialdad-. Dile que mi cama ya está ocupada.
-Sí, milord.
El mayordomo se marchó y Sebastián se recostó de nuevo en el sillón, estirando las largas piernas por delante de su cuerpo.
Apuró el brandy de un sorbo mientras meditaba sobre su problema más acuciante: el dinero... o, más bien, la falta de él. Sus acreedores se estaban volviendo cada vez más agresivos y no podía seguir ignorando la gran cantidad de deudas que había contraído. Puesto que sus esfuerzos por conseguir la fortuna que tanto necesitaba mediante un matrimonio con ____________ Bowman habían fracasado, tendría que conseguir el dinero de alguna otra persona. Conocía a algunas mujeres ricas que podrían concederle un préstamo a cambio de los favores personales que tan bien se le daban. Otra opción sería...
- ¿Milord?
Sebastián levantó la vista, ceñudo.
-Por el amor de Dios, ¿y ahora qué?
-La mujer no se marchará, milord. Insiste en verlo.
St. Vincent dejó escapar un suspiro exasperado.
-Si tan desesperada está, dile que pase. Aunque será mejor que le adviertas que lo único que va a conseguir de mí esta noche es un revolcón rápido y una despedida todavía más rápida.
Una voz joven y nerviosa resonó a las espaldas del mayordomo, lo que reveló el hecho de que la persistente visitante lo había seguido.
-Eso no es precisamente lo que yo tenía en mente.
La mujer rodeó al criado y entró en la estancia, oculta en el interior de un abrigo con capucha.
Obedeciendo la orden implícita en los' ojos de. Sebastián, el mayordomo se retiró y los dejó a solas.
Sebastián apoyó la cabeza en el respaldo del sillón y observó a la misteriosa dama con mirada desapasionada. Se le pasó por la mente la extraña idea de que tal vez llevara una pistola bajo el abrigo. Quizá fuera una de las muchas mujeres que habían amenazado con matarlo en el pasado... una que por fin había reunido el valor para llevar a cabo su juramento. Le importaba un bledo. Él mismo le daría permiso para que le disparara, siempre que lo hiciera como era debido y no lo estropeara todo con una chapuza. Permaneció relajado contra el respaldo del sillón y murmuró:
-Quítese la capucha.
Ella alzó una mano delgada y pálida para obedecer. La capucha se deslizó sobre un cabello tan rojo que eclipsaba los rescoldos del fuego.
Sebastián sacudió la cabeza con asombro cuando reconoció a la joven. Se trataba de esa ridícula criatura de la fiesta en Stony Cross Park. Una chiquilla tímida y tartamuda que, con su cabello rojo y su voluptuosa figura, podría convertirse en una compañía agradable siempre que mantuviera la boca cerrada. En realidad, nunca habían hablado. La señorita Jenner, recordó... aunque nunca se había preocupado por averiguar su nombre de pila; y si lo había hecho, lo había olvidado nada más escucharlo. La muchacha tenía los ojos más grandes y redondos que hubiera visto jamás, como los ojos de una mu-ñeca de cera... o los de una niñita. La mirada de la señorita Jenner vagó con lentitud por su rostro, sin dejar de advertir los moratones que aún le quedaban como recuerdo de la pelea con Westcliff.
Estúpida, pensó Sebastián con desprecio, preguntándose si habría ido allí para reprenderlo por haber secuestrado a su amiga. No. Ni siquiera ella podría ser tan tonta como para arriesgar su virtud y, hasta donde ella sabía, su propia vida al presentarse sola en su casa. - ¿Ha venido a la guarida del diablo, querida? -preguntó.
Ella se acercó con expresión decidida y, sorprendentemente, sin rastro de miedo.
-Usted no es el diablo. No es más que un hombre. Uno con bas-bastantes defectos.
Por primera vez en muchos días, Sebastián sintió el leve impulso de sonreír. Una llama de renuente interés se avivó en él.
-Sólo porque el rabo y los cuernos no se vean, niña, no significa que deba descartar esa posibilidad. El diablo se oculta bajo muchos disfraces.
-Pues entonces estoy aquí para hacer un trato, como Fausto. -Hablaba muy despacio, como si tuviera que pensar cada palabra antes de pronunciarla-. Tengo una propuesta para usted, milord.
Y se acercó al fuego, emergiendo de las sombras que los rodeaban a ambos.
Danne G.
Re: "Sucedio en Otoño "(Nick y tu) [ADAPTACIÓN]
aaaaaaaaaaaaaahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh !!!! acabo de leer el primero comentarios todavía no eh leido el final de la novela, bueno yo quiero que sigas en este genero *_* amor todo lo que tiene que ver con romanze y epoca! jajajaj me encanta como tu escribes *_* gracias me alegro que te gusten mis comentarios jaja :oops:
y también estoy fasinada con Lisa, la escritora de la saga es mi escritora favorita porque desde que leei parte de la saga no encuentro novela mejor - estoy enamorada de como esecribe esta mujer y como adaptas tu claro (L Bueno me voy a leer! jajaj, dentro de un rato vas a ver algun otro ''grito'' mio por aqui!
y también estoy fasinada con Lisa, la escritora de la saga es mi escritora favorita porque desde que leei parte de la saga no encuentro novela mejor - estoy enamorada de como esecribe esta mujer y como adaptas tu claro (L Bueno me voy a leer! jajaj, dentro de un rato vas a ver algun otro ''grito'' mio por aqui!
Flor
Re: "Sucedio en Otoño "(Nick y tu) [ADAPTACIÓN]
Oh por dios! lo ame ! te juro que lo ame !
el mejor final del mundo *-* jajaja!
y no sabía que enganchaba una novela con la otra la verdad es que me quedé encanta!
el mejor final del mundo *-* jajaja!
y no sabía que enganchaba una novela con la otra la verdad es que me quedé encanta!
Flor
Re: "Sucedio en Otoño "(Nick y tu) [ADAPTACIÓN]
AWW ESTUVO HERMOSO ESE FINAL!!!
LA ENCONTRO :cheers:
AHG!!!! ST VINCENT LA TENIA!!!! QUE MALDITO LUEGO LA PELEA
JAJJAJAJAJ ME LO IMAGINABA Y ME MORIA DE LA RISA JAJAJ xD
LA VISTA ERA MUUUY LINDA JAJJAJAJA
Si sigue con esta epoca!!!!
Sube otra please!!!
AME esta nove :D
Sube otra please!!!!!
LA ENCONTRO :cheers:
AHG!!!! ST VINCENT LA TENIA!!!! QUE MALDITO LUEGO LA PELEA
JAJJAJAJAJ ME LO IMAGINABA Y ME MORIA DE LA RISA JAJAJ xD
LA VISTA ERA MUUUY LINDA JAJJAJAJA
Si sigue con esta epoca!!!!
Sube otra please!!!
AME esta nove :D
Sube otra please!!!!!
Vanee LovatoD'Jonas
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