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La esposa perfecta para el duque (ZAYN Y TU) ADAPTACION HOT

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La esposa perfecta para el duque  (ZAYN Y TU) ADAPTACION HOT  Empty La esposa perfecta para el duque (ZAYN Y TU) ADAPTACION HOT

Mensaje por lau_mic Sáb 30 Mar 2013, 11:55 pm

Autor : Jennifer
adaptacion : si
Recomendaciones : no soy responsable de traumas
otras paginas : si
generos : los dejo a su imaginacion



RESUMEN


La esposa perfecta para el duque

Lady Invitado es la única que sabe la verdad sobre Zayn malik. La que en otro tiempo fuera su prometida es la única mujer con quien él ha podido desahogarse.

Zayn lo tiene todo, un ducado, riqueza, poder, influencia, todo cuanto desee. Todas las mujeres le desean, pues sus dotes para la seducción son legendarias. Pero Zayn ha sacrificado mucho para mantener a salvo a sus hermanos, primero de su brutal padre y más tarde del mundo. Él también ha sufrido la pérdida, su esposa, su hijo y la mujer que amaba con todo su corazón, aunque no se dio cuenta de ello hasta que era demasiado tarde.

Ahora Invitado ha aparecido de nuevo en su puerta, con unas escandalosas fotografías de Zayn desnudo tomadas hace mucho tiempo. Intrigado por el desafío que brilla en sus ojos azules, y excitado por su encantadora y inquebrantable resolución, Zayn se pregunta si su amor de juventud ha vuelto para arruinarle… o para salvarle.


Última edición por lau_mic el Dom 21 Abr 2013, 11:33 am, editado 4 veces
lau_mic
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La esposa perfecta para el duque  (ZAYN Y TU) ADAPTACION HOT  Empty Re: La esposa perfecta para el duque (ZAYN Y TU) ADAPTACION HOT

Mensaje por lau_mic Dom 07 Abr 2013, 4:29 pm

Hola , Aqui les dejo esta novela , no me gustan las lectoras fantasma , asi que para continuar con la nove dejen sus comentarios , y las recomendaciones ya se las di :P
lau_mic
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La esposa perfecta para el duque  (ZAYN Y TU) ADAPTACION HOT  Empty Re: La esposa perfecta para el duque (ZAYN Y TU) ADAPTACION HOT

Mensaje por lau_mic Dom 07 Abr 2013, 5:14 pm

CAPÍTULO 1


ZAYN MALIK.

Había dicho que sabía lo que deseaba cada mujer y cómo dárselo exactamente. Zayn nunca le preguntaría a la mujer lo que quería, podría no saberlo ella misma siquiera, pero lo entendería cuando acabara. Y lo querría otra vez.

Tenía el poder, la riqueza, la habilidad, y la inteligencia y la capacidad de burlarse de su prójimo —hombre o mujer — logrando que hicieran lo que él quería y creyendo que lo hacían por su propia voluntad.

Invitado sabía de primera mano que todo esto era verdad.
Estaba al acecho entre una multitud de periodistas en la calle de St. James durante una sorprendentemente suave tarde de febrero, esperando a que el gran Zayn Malik, el Duque de Kilmorgan, saliera de su club. Con su vestido pasado de moda y su viejo sombrero, Lady Invitado se parecía a cualquier otra escritorzuela, con tanta hambre por una historia como el resto de ellas. Pero mientras las otras ansiaban una historia exclusiva sobre el famoso Duque escocés, Invitado había venido para cambiar su vida.

Los periodistas se pusieron en guardia cuando divisaron al alto Duque en el umbral, sus amplios hombros ceñidos en una chaqueta negra, y un pantalon blanco alrededor de sus caderas .
Siempre llevaba un kilt para recordarles a todos y cada uno que le viera que él era antes que nada escocés.
—¡Su Gracia!— gritaron los periodistas. —¡Su Gracia!
El mar de espaldas masculinas se elevó por delante de Invitado, ocultándola. Empujó para abrirse camino, usando su sombrilla plegada sin piedad, para lograrlo.
—Ah, le ruego que me disculpe, — dijo, cuando en su ajetreo apartó a un hombre que trató de darle un codazo en las costillas.
Zayn no pareció mirar ni a derecha ni a izquierda cuando se puso su sombrero y anduvo los tres pasos entre el club y la puerta de su landó abierto. Era un maestro en no reconocer a quien no quería.
—¡Su Gracia!— Invitado gritó. Hizo bocina con sus manos alrededor de su boca. —¡Zayn!

Zayn se paró y se giró. Su mirada encontró la suya, sus dorados ojos la miraron fijamente atravesando los veinte pies de espacio entre ellos.
Invitado sintió aflojarse sus rodillas. Hacía casi un año que había visto a Zayn en un tren, cuando la había acompañado a su compartimento, le puso su caliente mano en el brazo y la obligó a coger el dinero que le dio. Se había compadecido de ella y eso la dolió. También le había metido una de sus tarjetas por el cuello de su blusa. Recordó el calor de sus dedos y el roce de la tarjeta, con su nombre, contra su piel.
Zayn dijo algo a uno de sus guardaespaldas, todos con aspecto de pugilistas, que esperaban alrededor del coche. El hombre asintió con la cabeza, giró y dirigió sus anchos hombros hacia donde se encontraba Invitado, abriendo un camino a través de los frenéticos periodistas.
—Por aquí, Su Señoría.
Invitado cogió su cerrada sombrilla, consciente de las enojadas miradas a su alrededor, y le siguió. Zayn la vio acercarse, su mirada fija que nunca flaqueaba. Había sido embriagador, una vez, ser el centro de estudio de esa atención.
Cuando alcanzó el landó, Zayn la cogió por los codos, la levantó y la subió dentro. Invitado se quedó sin respiración cuando la tocó. Se sentó en el asiento
intentando que disminuyera su taquicardia, mientras Zayn la seguía al interior y
se sentaba, gracias a Dios, en el asiento de enfrente. Nunca sería capaz de hacer su proposición si se sentaba demasiada cerca, distrayéndola con el calor de su sólido cuerpo.
El lacayo cerró de golpe la puerta y Invitado sujetó su sombrero cuando el landó arrancó sacudiéndose hacia delante. Los periodistas gritaban y juraban mientras su presa se alejaba, dirigiéndose desde St. James a Mayfair.
Invitado miró hacia atrás por encima del asiento.
—Excelencia, ha dejado hoy descontenta a la prensa británica—, dijo.
—Maldita prensa británica—, gruñó Zayn.
Invitado se giró de nuevo para encontrar la fuerte mirada fija de Zayn en ella.
— ¿Qué es todo esto?
Esto era acerca de él, podía ver las manchas doradas en sus ojos de color avellana que hacían que se pareciera a la mirada de un águila y los toques de luz rojos en su pelo oscuro por su ascendencia escocesa. Llevaba el pelo más corto desde la última vez que le vio, lo que hacía que su cara pareciera más afilada y severa que nunca. Invitado era la única entre la muchedumbre de periodistas que había visto cómo su cara se suavizaba con el sueño.
Zayn estiró su gran brazo a través del asiento, sus grandes piernas bajo su pantalon ocupaban gran parte del carruaje. El kilt se le subió un poco dejando ver parte de sus bronceados muslos por toda la equitación, pesca y caminatas que hacía en su finca escocesa.
Invitado abrió su sombrilla, fingiendo que se relajaba y contenta de estar en el mismo coche que el hombre con el que había estado comprometida.
—Discúlpame por abordarte en la calle—, dijo. —En realidad fui a tu casa, pero has cambiado de mayordomo. No me conocía, ni se mostró impresionado cuando le enseñé la tarjeta que me habías dado. Por lo visto las señoras tienen la costumbre de intentar entrar en tu casa con falsos pretextos, y asumió que era una de ellas. Realmente no puedo culparle. Podría haber robado la tarjeta, todo lo que él sabía, era que siempre has sido tremendamente popular entre las señoras.
La mirada fija de Zayn no se ablandó con sus palabras como solía hacer.
— Hablaré con él.
—No, no, no regañes al pobre hombre. No lo sabía. Espero que no te conozca cuando estás enfurecido. No, hice todo este camino desde Aberdeen para hablar contigo. Es absolutamente importante. Intenté hablar con Isabella, pero no estaba en casa, y sabía que esto no podía esperar. Logré conseguir que tu lacayo
—¡Cómo ha crecido el querido Franklin!—, me dijera que estarías en tu club, pero estaba demasiado aterrorizado por el mayordomo como para dejarme esperar en la casa. Así que decidí estar al acecho y llamarte cuando aparecieras. Fue bastante divertido hacerme pasar por una escritorzuela. Y aquí estoy.
Estiró sus manos en un gesto de indefensión que Zayn recordaba, pero pobre del hombre que creyera que era una mujer indefensa.
Lady Invitado.
La mujer con la que voy a casarme.
Su vestido de sarga azul oscuro llevaba años pasado de moda, su sombrilla tenía una varilla rota, y su sombrero de flores descoloridas y velo corto estaba inclinado en su cabeza. Pero nada podía hacer el velo para ocultar sus ojos color azul como la flor espuela de caballero o sus deliciosas pecas que se juntaban al arrugar la nariz, siempre que sonreía.
Era alta para ser una mujer, pero llena de generosas curvas. Había sido impresionantemente hermosa a los veinte años, cuando la vio por primera vez revoloteando en una sala de baile, su voz y su risa eran como música. Y era hermosa ahora, incluso más. La fija mirada hambrienta de Zayn se deleitó con ella, comiéndosela como un hombre que había estado sin sustento durante mucho tiempo.
Obligó a su voz a permanecer tranquila, informal casi.
—¿Cuál es esa importante cosa sobre la cual tienes que hablar conmigo?— Con Invitado podría ser desde un botón perdido a una amenaza para el Imperio británico.
Se inclinó hacia adelante un poco, un botón en lo alto de su cuello se soltó de la tela raída.
—Bien, no te lo puedo decir aquí, en un coche abierto que discurre a paso lento a través de Mayfair. Espera hasta que estemos dentro.
El pensamiento de tener a Invitado después con él en su casa, respirando el mismo aire, hizo que su pecho se ensanchara. Lo deseaba, lo ansiaba.
—Invitado…
—¿Excelencia, me podrás dedicar unos minutos, verdad? Considéralo mi recompensa por protegerte de unos periodistas rabiosos. Lo que he descubierto podría provocar tal desastre, que decidí venir corriendo y decírtelo en persona en vez de escribirte.
Debía ser serio para hacer que Invitado dejara su destartalada casa en las afueras de Aberdeen, donde vivía con su padre en una refinada pobreza. Iba a pocos sitios. Entonces debía de tener algún encubierto motivo en su cabeza, ella no hacía nada porque sí.
—Si es tan importante, por Dios, dímelo.
—Excelencia, tu cara parece de granito cuando frunces el ceño. No me extraña que todos en la Cámara de los Lores se aterroricen de ti—. Inclinó hacia atrás la sombrilla y se rió de él.
Carne suave debajo suyo, sus ojos azules entrecerrados por el sensual placer, la luz escocesa sobre su piel desnuda. El sentimiento de moverse dentro de ella, su sonrisa cuando dijo:
—Te amo, Zayn.
Las viejas emociones surgieron rápidamente. Recordó su último encuentro, cuando no había sido capaz de dejar de tocar su cara, diciéndole: “¿Invitado, que es lo que voy a hacer contigo?”
Su aparición antes de que estuviera preparado, le obligaría a cambiar el cronometraje de sus proyectos, pero Zayn tenía la capacidad de reajustar sus esquemas con la velocidad del relámpago. Esto es lo que le hacía tan peligroso.
—Te lo diré a su debido tiempo—, continuó Invitado. —Y te haré una proposición de negocios.
—¿Proposición de negocios?— Con Invitado. Dios le ayudara. —¿Qué proposición de negocios?
Invitado, en su loco mundo, no le hizo caso y miraba las altas casas que se alineaban en Grosvenor Street.
—Ha pasado mucho tiempo desde que estuve en Londres, y en la Temporada, nada menos. Tengo ganas de ver a todo el mundo otra vez. ¡Cielos!, no es…
¿Lady Mountgrove? Lo es, en efecto. ¡Hola, Margaret!— Invitado agitó la mano
cordialmente a una mujer rechoncha que bajaba de un carruaje delante de una de las puertas pintadas.
Lady Mountgrove, una de las mujeres más chismosas en Inglaterra, la miró con la boca abierta en una gran O. Estudiaba minuciosamente cada detalle de Lady Invitado que la saludaba desde el coche del Duque de Kilmorgan, el
propio duque estaba sentado frente a ella. Pasó mucho tiempo antes de levantar su mano saludándola.
—Excelencia, no la había visto en una burrada de años—, dijo Invitado, recostándose cuando continuaron su camino. —Sus hijas deben ser, ah, unas completas señoritas ahora. ¿Han hecho su presentación en sociedad ya?
Su todavía besable boca, se frunció un poco mientras esperaba su respuesta.
—No tengo ni la más mínima idea—, dijo Zayn.
—Realmente, Zayn, deberías echar un vistazo al menos a las páginas de la sociedad. Eres el soltero más elegible en toda Gran Bretaña. Probablemente de todo el Imperio británico. Las madres en la India empujan a sus muchachas para venir a perseguirte diciéndoles, que nunca se sabe. Aún no te has casado.
—Soy viudo—. Zayn nunca podía decir esa palabra sin sentir una punzada. —No soltero.
—Eres un Duque, soltero, y dispuesto a convertirte en el hombre más poderoso del país. Del mundo, realmente. Deberías pensar en casarte otra vez.
Su lengua, sus labios, se movían de forma sensual. El hombre que se alejara de ella tenía que estar loco. Zayn recordó el día en que lo había hecho, todavía sentía el pequeño golpe del anillo en su pecho cuando se lo tiró, y la rabia y la angustia en sus ojos.
Debería haber impedido que se fuera, debería haberse fugado con ella esa misma tarde, haberla unido a él para siempre. Había cometido error tras error con ella. Pero era demasiado joven, enojado, orgulloso, y… avergonzado. El noble Malik, seguro de poder lograr lo que deseaba, había aprendido que con Invitado no era así.
Dejó que su voz se suavizara.
—Dime cómo estás, Elle.
—Ah, igual que siempre. Ya sabes. Mi padre sigue escribiendo sus libros, que son brillantes, pero que no valen un penique. Le dejé en el museo británico, estudiando minuciosamente la colección egipcia. Espero que no comience a destrozar a las momias.
Podría. Alec Ramsay tenía una mente inquisitiva, y ni Dios ni todas las autoridades del museo le podrían detener.
—Ah, hemos llegado—. Invitado alzó la vista a la gran casa de Grosvenor Square de Zayn cuando el landó se detuvo. —Veo a tu mayordomo mirar fijamente por la ventana. Parece un poco consternado. ¿No te enfadarás demasiado con el pobre hombre, verdad?— Puso sus dedos ligeramente sobre la mano del lacayo que se había apresurado desde la puerta principal para ayudarla a bajar.
—Hola otra vez, Franklin. Le he encontrado, como ves. Hemos comentado cuánto has crecido. Y te has casado, creo. ¿Tienes hijos?
Franklin, que estaba orgulloso de su severo semblante guardando la puerta del
Duque más famoso de Londres, se derritió en una sonrisa.
—Sí, Su Señoría. Tiene tres años ahora, y va de cabeza a cualquier problema que encuentra.
—Eso significa que es fuerte y sano—. Invitado acarició su brazo. —Te felicito—. Cerró su sombrilla y caminó hacia la casa mientras Zayn se bajaba detrás de ella.
—La Sra. Mayhew, estará encantada de verte—, oyó que le decía. Entró en su casa para verla sostener en sus manos las del ama de llaves de Zayn.
Las dos intercambiaron saludos, y hablaron de todas las cosas, sobre todo de recetas. El ama de llaves de Invitado, ahora retirada, por lo visto le había pedido que averiguara la receta de la tarta de limón de la Sra. Mayhew.
Invitado comenzó a subir las escaleras, y Zayn casi tuvo que lanzarle su sombrero y su abrigo a Franklin para seguirla. Estuvo a punto de pedir a Invitado que entrara en el salón delantero cuando un escocés grande con una vieja falda escocesa, la camisa suelta y las botas salpicadas pintura bajaba desde el último piso.
—Espero que no te importe, Zayn, —dijo Mac Mackenzie—. Me traje a mis diablillos y me he buscado un lugar para pintar en uno de tus cuartos libres. Isabella tiene a los decoradores en casa, y no te puedes imaginar el jaleo—. Mac se calló y una mirada de alegría se extendió por su cara. —¡Invitado, por todos los Santos! ¿Qué demonios haces aquí?— Bajó corriendo el último tramo de la escalera, al detenerse levantó a Invitado del suelo estrujándola.
Invitado besó a Mac, el segundo de los jóvenes de la familia Mackenzie, profundamente en la mejilla.
—Hola, Mac. He venido para irritar tu hermano mayor.
—Bien. Necesita un poco de irritación—. Mac dejó a Invitado otra vez en el suelo, sus ojos sonreían. —Sube a ver a los niños, no los estoy pintando porque no se sostienen todavía, estoy dándole los últimos toques a uno de los caballos de Cam. Jasmine, su nueva campeona.
—Sí, oí que lo había hecho bien—. Invitado se puso de puntillas y dio a Mac otro beso en la mejilla. —Este es para Isabella. Y Aimee, Eileen y Robert—. Beso, beso, beso. Mac aguantaba con una sonrisa idiota.
Zayn se inclinó sobre el pasamano.
—¿Nos pondremos con esa proposición hoy en algún momento?
—¿Proposición?— preguntó Mac, abriendo los ojos. —Bueno… esto parece interesante.
—Cierra la boca, Mac—, dijo Zayn.
Un grito estalló en lo alto, estridente, desesperado.
—El Armagedón ha llegado. Mac sonrió abiertamente y corrió hacia arriba.
—Ya llega papá, diablillos— dijo. —Si os portáis bien puede ser que la tía Invitado venga a tomar el té.
Si todo fuera bien hoy, no tendría que volver a estar cerca de él otra vez, pero tenía que hacer la primera aproximación en privado. Una carta podría caer en manos equivocadas, o perderla un secretario descuidado, o podía quemarla Zayn sin abrir.
Zayn acercó un sillón a su escritorio, moviéndolo como si no pesara nada. Invitado lo averiguó cuando se sentó en él. La silla pesadamente esculpida era tan sólida como una roca.
Zayn se sentó en la silla del escritorio, su kilt se movió al sentarse, mostrando los nervudos músculos de sus rodillas. Quienquiera que considerara la falda escocesa afeminada nunca había visto a Zayn Malik con una.
Invitado tocó la superficie del escritorio. —Sabes, Zayn, si planeas ser el primer ministro de la nación, podrías ir pensando en cambiar el mobiliario. Está un poco pasado de moda.
—Maldita sea el mobiliario. ¿Cuál es ese problema que os arrancó a ti y a tu padre de las regiones salvajes de Escocia?
—Me preocupo por ti. Has trabajado mucho para llegar dónde estás, no me gustaría que lo perdieras todo. No he logrado dormir y he reflexionado sobre qué hacer durante una semana. Sé que nos separamos enfadados, pero eso fue hace tiempo, y muchas cosas han cambiado, sobre todo para ti. Todavía me preocupo por ti, Zayn, puedes creerlo, y me afligí al pensar en lo que podría pasarte si esto saliera a la luz.
—¿Salir a la luz?— La miró. —¿De qué hablas? Mi pasado no es ningún secreto para nadie. Soy un canalla y un pecador, y todos lo saben. Hoy en día es casi obligatorio para ser político.
—Posiblemente, pero esto te podría humillar. Serías el hazmerreír, y esto sería seguramente un revés.
Su mirada fija se hizo aguda. Educado, recordaba a su padre cuando hacía eso. El viejo Duque había sido guapo, pero un monstruo, con ojos repugnantes, fríos que hacían desear aplastarle con el talón como a un sapo. Zayn, a pesar de todo, tenía una calidez de la cual su padre había carecido.
—Invitado, deja de balbucear y dime sobre qué va todo esto.
—Ah, sí. Creo que debes ver esto—. Invitado buscó en un bolsillo dentro de su capa y sacó una pieza doblada de cartón. Lo colocó en el escritorio delante de Zayn y lo abrió.
Zayn lo miró.
El objeto dentro de la tarjeta doblada era una fotografía. Era una fotografía de cuerpo entero de Zayn más joven, de perfil. Estaba más delgado entonces, pero muy musculoso. En la fotografía, apoyaba sus nalgas contra el borde de un
escritorio, su nervuda mano asía el borde del escritorio al lado de la cadera. Tenía la cabeza inclinada como si mirara algo a sus pies.
La postura, aunque quizás un poco extraña para un retrato, no era la cosa única de la imagen. El aspecto más interesante de esta fotografía era que, en ella, Zayn Malik estaba desnudo, completamente desnudo.
lau_mic
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Mensaje por Juulii Dom 07 Abr 2013, 5:46 pm

Me encanto..... La esposa perfecta para el duque  (ZAYN Y TU) ADAPTACION HOT  2312883081
Asi que... SEGUILA! :3
Juulii
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La esposa perfecta para el duque  (ZAYN Y TU) ADAPTACION HOT  Empty Re: La esposa perfecta para el duque (ZAYN Y TU) ADAPTACION HOT

Mensaje por Lola Tomlinson Dom 07 Abr 2013, 6:01 pm

OMG!!!!! La ame :)❤❤❤❤❤❤❤❤❤❤❤❤❤❤❤❤❤❤❤❤❤❤❤❤❤❤❤❤❤❤❤❤❤❤❤❤❤❤❤❤❤❤❤❤❤❤❤❤❤❤❤❤❤❤❤❤❤❤❤
Lola Tomlinson
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Mensaje por lau_mic Lun 08 Abr 2013, 4:30 pm

ok , de una vez les digo son 22 caps y el epilogo , y

BIENVENIDAS :happuy:
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Mensaje por Dari_Yepez Lun 08 Abr 2013, 4:56 pm

Nueva lectora sigueeeeeeelaaaaaaaa
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Mensaje por lau_mic Lun 08 Abr 2013, 5:03 pm

Se me olvido decirles , la historia es de escoceses asi que no se les haga raro que zayn utilice una falda :P


CAPÍTULO 2

La esposa perfecta para el duque  (ZAYN Y TU) ADAPTACION HOT  Zaynzaynmalik1dlovemimi




—¿Dónde conseguiste esto?— La pregunta sonó dura, áspera, exigente. Tenía la total atención de Zayn ahora.
—De un admirador—, dijo Invitado. —Al menos así es como firmaba la carta. “De alguien que la quiere bien”. La gramática indica que el escritor no es una persona culta, bueno, al menos recibió suficiente educación como para escribir una carta, pero obviamente ella no asistió a la escuela hasta terminarla. Creo que es la letra de una mujer…
—¿Alguien te la envió?— interrumpió Zayn. —Es eso lo que has venido a decirme?
—En efecto. Por suerte para ti, estaba sola en la mesa del desayuno cuando la abrí. Mi padre clasificaba setas. Con el cocinero, que no pretendía tanto clasificarlas como apartarlas para la cena.
—¿Dónde está el sobre?
Zayn obviamente esperaba que ella le entregara todo, pero eso estropearía sus planes.
—El sobre no revelaba mucho—, dijo Invitado. —Fue entregada en mano, sin sello, traída a Llenaren desde la estación de ferrocarril. Al jefe de estación, se la dio un maquinista, que dijo que un muchacho se la había entregado en Edimburgo. Sólo había una línea escrita en el sobre: le fue pasada a él por un muchacho de reparto en Edimburgo. Sólo había una línea escrita en el sobre “A lady Invitado, Glenarden, cerca de Aberdeen, Escocia”. Todo el mundo me conoce y sabe donde vivo, así que aunque el remitente la hubiera dejado caer en algún sitio entre Edimburgo y Aberdeen, me habría llegado. Finalmente.
Las cejas de Zayn se elevaron mientras la escuchaba, otra vez le recordaba a su padre. Hacía tiempo un retrato del hombre había estado colgado en ese cuarto encima de la chimenea, pero no estaba allí ahora, gracias al Cielo. Zayn lo debía haber llevado al desván, o quizás lo hubiera quemado. Invitado lo habría quemado.
—¿Y el muchacho que lo entregó en Edimburgo?—, preguntó Zayn.
—No tenía ni el tiempo ni los recursos necesarios para llevar a cabo tal investigación—, dijo Invitado, retirando su mirada de la chimenea. Un paisaje de un hombre vestido con kilt que pescaba en las Highlands, pintado por Mac, estaba
colgado ahora allí. —Me gasté todo nuestro dinero en billetes de tren a Londres, para venir a decirte que me gustaría investigar este asunto para ti. Si me proporcionas los fondos y un pequeño sueldo.
Su mirada se posó de nuevo en ella, aguda y dorada.
—Un sueldo.
—Sí, en efecto. Esta era la proposición comercial que te mencioné. Quiero que me des un trabajo.
Zayn estaba silencioso, el tictac del gran reloj al otro lado del cuarto se escuchaba muy alto en la calma.
Estaba inquieta por estar en la misma habitación que él, en una habitación cerrada, no porque pareciera que la estaba evaluando mirándola fijamente. No, lo que la inquietaba era estar a solas con Zayn, el hombre de quien había estado locamente enamorada una vez.
Había sido un hombre sumamente guapo, bromista y tierno, y la había cortejado con un vigor que la había dejado sin aliento. Se había enamorado de él rápidamente, y no estaba segura que hubiera dejado nunca de estar enamorada de él.
Pero el Zayn al que se enfrentaba hoy era un hombre diferente de aquel al que había estado prometida, y eso la preocupaba. El Zayn de risa fácil, que estaba excitado y contento con la vida, había desaparecido. En su lugar había un hombre más difícil y comedido que antes. Había visto demasiadas tragedias, demasiadas muertes, demasiadas pérdidas. El cotilleo y los periódicos habían comentado que Zayn se había alegrado de librarse de Lady Sarah, su esposa, pero Invitado sabía la verdad. La triste luz que había ahora en los ojos de Hart venía de esa pena.
—Un trabajo—, decía Zayn. —¿Qué has hecho hasta ahora, Invitado?
—¿Hasta ahora? Endeudarnos hasta las cejas, por supuesto—. Se rió de su broma. —Completamente en serio, Zayn, necesitamos el dinero. Quiero mucho a mi padre, pero es muy poco práctico. Cree que todavía pagamos los salarios del personal, pero la verdad es que trabajan y nos cuidan porque se compadecen nosotros. Nuestra comida viene de los huertos de su familia o de la caridad de los aldeanos. Creen que no lo sabemos. Me puedes considerar una ayudante de un secretario o algo así, si quieres. Estoy segura de que tienes varios de esos.
Zayn examinó los decididos ojos azules que habían frecuentado sus sueños durante años y sintió que algo se rompía dentro de él.
Había venido como respuesta a una oración. Zayn había planeado viajar a Glenarden pronto para convencerla de que se casara con él, sabiendo que el culmen de su carrera estaba cerca. Había querido ganarlo todo y presentárselo a ella en un plato, para que fuera incapaz de negarse. La haría ver que le necesitaba tanto como él a ella.
Pero quizás esto fuera mejor. Si la introdujera en su vida ahora, se acostumbraría tanto a estar allí que cuando le entregara su mano, no podría decir que no.
Podría encontrar un pequeño empleo nominal para ella, permitirle que siguiera las pistas del que tenía las fotografías, no estaba equivocada, la oposición lograría ponerle en ridículo si las obtenía, y mientras cerraría su puño sobre ella, tan despacio que no se daría cuenta de que la tenía atrapada hasta que fuera demasiado tarde.
Invitado estaría con él, a su lado, como estaba ahora, sonriéndole con sus labios rojos. Cada día, y cada noche.
Cada noche.
—¿Zayn?— Invitado agitó una mano delante de su cara. —¿Estás distraído, verdad?
Zayn volvió a enfocar su mirada en ella, en la curva besable de su boca, la pequeña sonrisa que ya una vez hizo que deseara tenerla... De todos los modos posibles.
Invitado metió la fotografía en su bolsillo.
—Bueno, en cuanto al sueldo, no tiene que ser grande. Algo para mantenernos, eso es todo. Y los alojamientos para mi padre y para mí mientras estemos en Londres. Unos pequeños cuartos nos servirán, estamos acostumbrados a cuidarnos nosotros mismos, siempre que la vecindad no sea demasiado sórdida. Mi padre andará por todos los sitios y no quiero que los gamberros de la calle le molesten. Empezaría por tratar de explicarles como se fabrican los cuchillos con los que pretenden apuñalarle y acabaría con una conferencia sobre como templar el acero.
—(tus primeras tres letras)..…
Invitado continuó, sin hacerle caso.
—Si no deseas confesar que me has contratado para investigar quién envió la fotografía, y puedo entender que quieras ser cauteloso, puedes decir a la gente que me has contratado para hacer algo más. Mecanografiar tus cartas, quizás. Realmente aprendí a usar una máquina de mecanografía. La administradora de correos del pueblo tenía una. Se ofreció a enseñar a solteronas a escribir a máquina de modo que pudieran ser capaces de encontrar un trabajo en la ciudad en vez de esperar en vano a un hombre que les hiciera caso y se casase con ellas. Por supuesto, no me podía trasladar a una ciudad sin mi padre, que nunca abandona Glenarden más que para unas pocas semanas, pero aprendí esa habilidad de todos modos, sin saber cuándo me podría ser útil. Y ahora puede. Y de todos modos, me debes dar un trabajo que me permita ganar dinero para volver a Aberdeen.
(N. de T: La primera máquina de escribir se comercializó en 1870).
—¡Invitado!
Zayn oyó que su grito llenaba el cuarto, pero a veces la única manera de que se callara era gritar.
Parpadeó.
—¿Qué?
Un rizo se cayó de debajo de su sombrero y serpenteó hacia su hombro, una franja de oro rojiza en su blusa de sarga.
Zayn contuvo el aliento.
—Permíteme pensar un momento.
—Sí, sé que puedo hablar muy deprisa. A mi padre no le importa. Estoy un poco nerviosa, debo confesarlo. Estaba comprometida contigo y ahora estamos aquí, parecemos dos viejos amigos.
Dios Santo.
—No somos amigos.
—Lo sé. Dije que “parecemos” viejos amigos. Un viejo amigo que le pide al otro un trabajo. He venido acá movida por la desesperación.
Podría decir eso, pero su sonrisa, su mirada abierta, hablaba de impaciencia y determinación.
Una vez Zayn había probado esa impaciencia, ese entusiasmo por la vida, y tenía muchas ganas de probarlo otra vez.
Para desabotonar su blusa, abrirla despacio, inclinarse y lamer su garganta. Mirar sus suaves ojos mientras besaba la esquina de su boca.
Invitado había estado preparada. Tan amorosa y fuerte.
La necesidad oscura se removió de los sitios en los que la había sepultado durante mucho tiempo, atormentadora y fuerte. Le decía que se podría inclinar hacia Invitado ahora mismo, colocar sus brazos por detrás de ella en los brazos de la silla en la que ella se sentaba y, tomar su boca en un beso largo, profundo…
Invitado se inclinó hacia delante, el cuello de su vestido raspaba su suave barbilla.
—Buscaré las fotografías mientras dices a tu personal que me has contratado para ayudarte con tu montón de correspondencia. Sabes que necesitas a todos los que puedan ayudarte con tu interminable objetivo de lograr ser primer ministro. ¿Puedo deducir que estás cerca?
—Sí—, dijo Zayn. Una respuesta tan corta para resumir sus años de trabajo y esmero, sus innumerables viajes para aquilatar el estado del mundo, los políticos le había cortejado sin parar en reuniones interminables en el castillo Kilmorgan. Pero sentía la necesidad, la obsesión hervía en su cerebro. Le conducía cada día de su vida.
La mirada de Invitado se suavizó.
—Pareces más vivo así—, dijo. —Como acostumbrabas a ser. Salvaje e imparable. Me gusta muchísimo verte así.
Sintió su pecho apretado.
—¿Cómo ahora, muchacha?
—La verdad es que has estado un poco frío este último tiempo, pero me alegro mucho de ver que el fuego todavía está en tu interior—. Invitado se recostó, nuevamente práctica. —¿Bueno, entonces, en cuanto a las fotografías, cuántas te hicieron en total?
Zayn sintió que sus dedos presionaban el escritorio, como si atravesaran la madera.
—Veinte.
—¿Tantas? Me pregunto si esa persona las tiene todas, y de dónde las sacó.
¿Quién las hizo? ¿La Sra. Palmer?
—Sí—. No quería hablar de la Sra. Palmer con ella. Ni ahora, ni nunca.
—Lo sospechaba. Aunque quizás quienquiera que las envía las encontrara en una tienda. Las tiendas venden fotografías a coleccionistas, de todas las clases de personas y todas las clases de temas. Supongo que éstas habrían salido a la luz mucho antes de ser así, pero…
—Invitado.
—¿Qué?
Zayn controló su carácter.
—Si dejas de hablar por espacio de un minuto, te podré decir que te daré el empleo.
Los ojos de Invitado se agrandaron.
—Bien, gracias. Debo decir, que esperaba tener que argumentar mucho más…
—Cállate. No he acabado. No os instalaré a tu padre y a ti en uno de esos ruinosos cuartos de Bloomsbury. Os quedareis aquí en casa, los dos.
Ahora su mirada parecía agitada. Bueno, podría investigar también ahí y habría recorrido parte de su camino.
—¿Aquí? No seas ridículo. No hay ninguna necesidad.
Era necesario. Ella había ido por su propio pie a su trampa, no la soltaría ni la dejaría irse.
—No estoy tan tonto como para dejar que deis vueltas por Londres, ni tú ni tu padre estáis acostumbrados a este mundo. Tengo muchos cuartos aquí, y raramente estoy en casa. Dispondrás de toda la casa la mayoría del tiempo. Wilfred es mi secretario ahora, y te podrá decir lo que hay que hacer. Tómalo o déjalo, Invitado.
Invitado, posiblemente por primera vez en su vida, no sabía qué decir. Zayn le ofrecía lo que quería, la posibilidad de ayudarle, y no había exagerado, poder conseguir un poco del dinero que necesitaban. Su padre raramente percibía su pobreza, pero lamentablemente, la pobreza los percibía a ellos.
Pero vivir en la casa de Zayn, respirar el mismo aire que él cada noche… Invitado no estaba segura de poder hacerlo sin volverse loca. Habían pasado años desde
que su compromiso se había deshecho, pero de algún modo, el tiempo nunca sería suficiente.
Zayn había vuelto sus cartas. Le proporcionaría el dinero para no pasar hambre, pero en sus términos, a su manera. Había estado equivocada al creer que no lo haría.
El silencio se prolongó. Ben giró su gran cuerpo, gruño un poco y volvió a dormirse.
—¿Estamos de acuerdo?— Zayn extendió sus manos en el escritorio. Manos firmes, fuertes con dedos callosos. Las manos de alguien que trabajaba mucho pero que podían ser increíblemente tiernas en el cuerpo de una mujer.
—Realmente, me gustaría mandarte al infierno e irme enfadada, pero como necesito el trabajo, supongo que debo decir que sí.
—Puedes decir lo que desees.
Se miraron fijamente a los ojos. Invitado evaluaba su mirada de color avellana, casi dorada.
—Realmente espero que tengas la intención de pasar bastante tiempo fuera—, dijo.
Un músculo se contrajo en su mentón.
—Enviaré a alguien para que vaya a por tu padre al museo, y te puedes mudar inmediatamente.
Invitado pasó su dedo por la lisa superficie del escritorio. El cuarto era oscuro con una decadente elegancia, pero poco acogedor.
Devolvió su mano a su regazo y miró otra vez a los ojos a Zayn, nunca resultaba una tarea fácil.
—Eso debería ser aceptable—, dijo.
—¿El va a hacer qué?— Mac Mackenzie le dio la vuelta a su pincel. Una gota de amarillo Mackenzie cayó al suelo a sus pies.
—Papá, debes tener cuidado—, le dijo Aimee de cinco años. —La Sra. Mayhew nos dirá muchas palabrotas si dejas el suelo manchado de pintura.
Invitado acunó al pequeño Robert Mackenzie en sus brazos, su pequeño cuerpo caliente apretado contra su pecho. Eileen, la hija de Mac e Isabella, estaba en un capazo al lado del sofá, pero Aimee estaba de pie cerca de Mac, con las manos en su espalda mirando a su padre adoptivo pintar.
—La idea del trabajo es mía—, dijo Invitado. —Puedo escribir a máquina fácilmente y ahorrar dinero para mí y mi padre. Los libros de mi padre son unos trabajos asombrosos, pero como sabes, nadie los compra.
Mac escuchaba su argumentación mirándola fijamente, con la misma intensidad que Zayn. Llevaba su kilt lleno de pintura como era habitual y también las botas, un pañuelo rojo alrededor de su cabeza para impedir que se le manchara el pelo
de pintura. Invitado sabía que a Mac le gustaba pintar sin camisa, pero por deferencia a sus hijos y a Eleanor, se había puesto un amplio guardapolvo, muy manchado de pintura.
—¿Pero espera que trabajes para él?
—Realmente, Mac, lo hago contenta. Zayn necesita mucha ayuda si desea que la coalición de su partido gane. Quiero ayudarle.
—Entonces hace lo que tú quieres. Mi hermano hace las cosas de forma solapada.
¿A qué juega?
—Francamente—. La fotografía pesaba como el plomo en su bolsillo, pero Zayn le había pedido, y ella había estado de acuerdo con él, que guardaran el asunto en secreto incluida su familia, por el momento. Se enfadarían que alguien pudiera tratar de chantajear a Zayn, pero también se reirían. Zayn no tenía ganas de ser el objeto de burla de su familia. —Quiero el trabajo—, dijo Invitado. —Sabes cómo están las cosas para mi padre y para mí, y no deseo vivir de la caridad de nadie. Piensa que es mi terquedad escocesa.
—Se aprovecha de ti, muchacha.
—Es Zayn Malik. Sabe lo que hace.
Mac la contempló un momento más, entonces tiró su brocha que goteaba en un tarro, y caminó a grandes pasos por la habitación, salió y cerró con un golpe. Invitado se estremeció, todavía sosteniendo al bebé.
—¡Mac! No hay ninguna necesidad…
Sus palabras quedaron ahogadas por el ruido de las botas de Mac en la escalera.
—Papá está enojado con el tío Zayn—, dijo Aimee cuando la puerta se abrió despacio otra vez. —Papá a menudo está enojado con el tío Zayn.
—Esto es porque tu tío Zayn es exasperante—, dijo Invitado. Aimee inclinó su cabeza.
—¿Qué significa eso? ¿Exasperante?
Invitado cambió a Robert de postura, ya que se había dormido profundamente después del arrebato. Abrazarle llenó algo vacío en su corazón.
—Exasperante es cuando tu tío Zayn te mira como si escuchara tu opinión, entonces se da la vuelta y hace lo que le complace, pese a lo que tú le hayas dicho. Sentir como tragas saliva, y aprietas la boca con fuerza, aunque lo que desearías sería gritar. Y saber que gritar y agitar los puños no va a servir de nada. Eso es lo que significa exasperación.
Aimee escuchó, asintió con la cabeza, como si almacenara la información para el futuro. Era la hija adoptiva de Mac e Isabella, nacida en Francia, y no había aprendido inglés hasta que tuvo tres años. El coleccionar nuevas palabras era su afición.
Invitado besó la cabeza de Robert y señaló el sofá a su lado.
—No le des importancia a tu tío Zayn. Siéntate aquí, Aimee, y cuéntame todo lo que habéis estado haciendo en Londres, tú y tus padres. Y cuando venga mi padre nos hablará de las momias del museo.
—No puedo creerlo, — gritó Mac, su acento escocés resurgía al enfadarse.
Hart cerró el gabinete que guardaba el retrato del que no había podido desprenderse y le miró irritado. Mac estaba enfadado, con los dedos y la ropa manchados de pintura, el pañuelo agitanado en el pelo. Zayn sabía que esto pasaría, pero de todos modos se enfureció.
—Le di un empleo nominal con un sueldo y un lugar para vivir—, dijo Zayn. —He sido muy amable.
—¿Amable? Te oí en Ascot, Zayn — dijiste que estabas preparado para encontrar una esposa. ¿Es así como piensas hacerlo?
Zayn se sentó detrás de su escritorio.
—Eso pertenece a mi vida personal, Mac. Mantente alejado.
—¿Personal, verdad? ¿Cuándo te mantuviste tú alejado de mi vida? Cuando Isabella me abandonó, me gritaste fieramente. Todos me gritasteis, tú, Cameron e Ian.
Mac se detuvo.
—Ian—, dijo. Una sonrisa se extendió en su cara. Así era Mac, saltaba de emoción a emoción sin una pausa entre ambas.
— ¿No tengo porqué gritarte, verdad? —preguntó Mac. —Todo lo que tengo que hacer es contarle las cosas a Ian. Y luego que Dios tenga misericordia de tu alma.
Zayn no dijo nada, pero sintió un amago de inquietud. Ian, el hermano Mackenzie más joven, no entendía la sutileza. Podría deletrear la palabra sutileza y recitar lo que significaba según el diccionario, pero Ian no podía asimilarla, o practicarla o reconocerla en otros. Una vez que Ian decidía entrar en acción, ni todos los diablos del infierno o los ángeles del cielo, podían disuadirle de ello.
Mac se rió de él.
—Pobre Zayn. Tengo ganas de verlo—. Se quitó el pañuelo de la cabeza, manchándose de pintura el pelo rebelde. —Estoy contento de que Invitado haya venido para atormentarte. Pero no podrá ser esta noche. Me la llevo a casa, a ella y a su padre conmigo para el té, e Isabella hará que se queden después. Ya sabes cómo son las mujeres cuando se ponen a hablar. No paran ante nada hasta caer rendidas.
Zayn no había planeado quedarse en casa esa noche, pero de repente le disgustó pensar que Invitado dejaría la casa. Si la apartaba de su vista podía desaparecer, volver a Glenarden, su refugio. Un lugar que, a pesar de sus derrumbadas paredes, siempre parecía impedir la entrada a Zayn.
—Creía que estaban los decoradores allí— refunfuñó.
—Lo están, pero nos apretaremos. Sólo me afectan sus golpes cuando trato de pintar. Saludaré a Isabella en tu nombre—. Mac miró intencionadamente a Zayn.
—No estás invitado.
—Iba a salir de todos modos. ¿Harás que Invitado vuelva a casa sin peligro, verdad? Londres es un lugar peligroso.
—Por supuesto. Les escoltaré yo mismo.
Hart se relajó un poco, Mac lo haría, pero entonces la sonrisa de Mac desapareció. Se acercó a Zayn y se puso justo enfrente, mirándole desde arriba, desde la media pulgada que le llevaba a su hermano mayor.
—No le rompas el corazón otra vez— dijo Mac. —Si lo haces, te golpearé con tanta fuerza que tendrás que decir tus discursos en el Parlamento en una silla de ruedas.
Zayn trató de recuperar su tono de voz habitual, sin lograrlo completamente.
—Sólo vigila que vuelva a casa.
—Somos Mackenzies— dijo Mac, con mirada tranquila. —Recuerda que rompemos lo que tocamos. — Pinchó con un dedo a Zayn. —No estropees esto.
Zayn no contestó, y finalmente, Mac se marchó.
Zayn cogió una llave del cajón de su escritorio, volvió al gabinete que guardaba el cuadro de su padre y lo cerró herméticamente.
La vida en la casa de Zayn resultó menos angustiosa de lo que Invitado había temido, mayormente porque Zayn estaba raramente en ella.
Zayn explicó la presencia de Invitado en Londres haciendo correr el cuento de que el Conde Ramsay había ido a Londres para iniciar una investigación en el Museo británico para su siguiente libro. Zayn había ofrecido al empobrecido Ramsay un cuarto en su casa, y naturalmente, el conde había ido acompañado por su hija y asistente, Lady Invitado. Mac e Isabella ayudaron a impedir que las lenguas calumniaran, mudándose con los niños y todo, un día después de la llegada de Invitado, sus decoradores habían comenzado con los dormitorios.
Zayn dijo a Wilfred que Invitado iba a mecanografiar las cartas, en la máquina de escribir Remington que había comprado para Wilfred en América. También abriría y clasificaría la correspondencia social de Zayn, ayudaría a Wilfred a arreglar su calendario social y ayudaría a Isabella a organizar los eventos de Zayn. Wilfred asintió con la cabeza sin que le cambiara mucho la expresión, estaba acostumbrado a los pedidos arbitrarios y a veces extraños de Zayn.
Lord Ramsay se adaptó a la vida en la gran casa de Grosvenor Square de Zayn sobre la marcha, pero Invitado encontró difícil acostumbrarse a todo el esplendor. En Glenarden, la casa de Ramsay cerca de Aberdeen, uno nunca sabía cuando un ladrillo se caería de una pared o el agua de la lluvia inundaría un pasillo. Aquí, los ladrillos no tenían permitido el caerse, ni el agua de la lluvia gotear. Las tranquilas y bien entrenadas criadas, rondaban en torno a Invitado pendientes de su llamada, y los lacayos corrían para abrir cada puerta por la que pasaba.
Lord Ramsay, por otra parte, se divertía enormemente. Sin hacer caso de los horarios habituales de la casa, se levantaba cuando quería, invadía la cocina cuando tenía hambre, luego recogía sus cuadernos y lápices en una pequeña mochila y caminaba solo por todo Londres. El mayordomo trató de explicarle que Zayn había dispuesto un carruaje para llevarle dondequiera que deseara, pero Lord Ramsay le ignoró y anduvo al museo cada día o cogía un ómnibus. Descubrió que amaba el ómnibus.
—Sólo imagínate, Invitado—, dijo Ramsay cuando llegó a casa muy tarde en la segunda noche de su estancia. —Puedes ir a cualquier parte que desees por un penique. Y ver a muchas personas. Es tremendamente divertido después de lo aislados que estábamos en casa.
—Por el amor de Dios, padre, no se lo digas a Zayn—, dijo Invitado. —Espera que te comportes como un par del reino y viajes con todo lujo.
—¿Por qué? Veo mucho más de la ciudad de esta forma. ¿Sabes, alguien en Covent Garden trató de robar en mi bolsillo? Nadie había escogido mi bolsillo antes. El ladrón era sólo un niño, ¿puedes creerlo? Una niña. Le pedí perdón por que mi bolsillo estuviera tan vacío, y luego le di el penique que guardaba para el ómnibus.
—¿Qué demonios hacías en Covent Garden?— preguntó Invitado preocupada. — Eso no está cerca del museo.
—Lo sé, querida. Tomé una bocacalle incorrecta y caminé mucho. Por eso llego a casa tan tarde. Tuve que preguntar a muchos policías las direcciones hasta que encontré el camino.
—Si fueras en carruaje, no te perderías—, dijo Invitado, abrazando a su padre. — Ni escogerían tus bolsillos. Y no me preocuparía tanto.
—Tonterías, querida, los policías son de lo más serviciales. No tienes por qué preocuparte por tu viejo padre. Estaré bien.
Había un destello en sus ojos, ese que la enfurecía. Invitado pensaba que su padre sabía muy bien lo que hacía, pero que jugaría al anciano distraído tanto como le apeteciera.
Mientras su padre se entretenía en el museo o viajando en ómnibus, Invitado hacía sus deberes aparentes. Encontró que disfrutaba escribiendo a máquina las cartas que Wilfred le daba, porque le permitían vislumbrar la vida de Zayn, al menos la formal.
El Duque está encantado de aceptar la invitación del embajador a la recepción al aire libre el próximo martes.
O,
El Duque presenta sus excusas por no resultarle posible asistir a la reunión del viernes por la noche.
O,
Su Gracia agradece a su señoría el préstamo del libro y lo devuelve con su gratitud.
Demasiado cortés y muy diferente del estilo que usaba Zayn. Pero realmente él no escribía las respuestas, garabateaba sí o no en las cartas que Wilfred examinaba y le pasaba. Wilfred redactaba las respuestas, y Invitado las escribía a máquina.
Invitado podría haberse arreglado pronto con la redacción de las respuestas por sí mismas, pero Wilfred, viejo orgulloso, creía que ese era uno de los pilares de su vida, por lo que Invitado no insistió.
Menos mal. Estaría tentada de escribir a máquina cosas como: Su Gracia presenta sus excusas por no asistir a su baile de caridad. Por supuesto que no irá, vaca loca, después de que le llamara mierda escocesa. Sí, oí como lo decía en Edimburgo el verano pasado cuando regresó. Realmente debería refrenar su lengua.
No, era mejor que Wilfred redactara las cartas.
En cuanto a las fotografías, Invitado reflexionó sobre qué hacer. Zayn le había dicho que había veinte fotografías en total. Habían enviado a Invitado sólo una, no tenía forma de saber si el admirador las tenía todas o sólo ésta. ¿Y si sólo tenía esa, dónde estaban las demás? Por la noche, sólo en su habitación, sacaría la fotografía y la estudiaría.
La postura mostraba a Zayn en el perfil perfecto. La mano que apretaba el borde del escritorio, mostraba todos los músculos tensos de su brazo, el hombro fuerte y redondeado. Los muslos desnudos de Zayn mostraban la nervuda fuerza, y la cabeza doblada meditativa no era de ningún modo débil.
Ese era el Zayn que Invitado había conocido hacía años, con el cual había accedido sin vacilar a casarse. Había tenido el cuerpo de un dios, una sonrisa que derretía su corazón, un brillo pecador en sus ojos dedicado a ella y sólo a ella.
Siempre había estado orgulloso de su físico, se mantenía en forma con mucha equitación y andar, boxeo, remo, o cualquier otro deporte que pudiera practicar en ese momento. Por lo que había podido vislumbrar debajo de su kilt y su chaqueta, ahora era más musculoso y sólido que en la fotografía. Jugó con la fantasía de hacerle ahora una fotografía, y comparar entre las dos.
La mirada de Invitado finalmente bajó hasta la cosa hacia la que fingía no sentir interés. En el cuadro, el falo de Zayn estaba parcialmente tapado por su muslo, pero Invitado lo podía ver, sin erección, pero lleno y grande.
Recordó la primera vez que había visto a Zayn desnudo, en la pérgola de Kilmorgan, una locura construida en un acantilado con una amplia visión del mar. Zayn se había quitado su kilt en último lugar, su sonrisa perversa cuando Invitadovio que no llevaba nada debajo. Se había reído cuando su mirada resbaló hacia abajo por su cuerpo y vio su erección y cuánto la deseaba. Nunca había visto un hombre desnudo antes, al menos ninguno como ese hombre.
Recordó el sonido de su corazón, el rubor de su piel, el cálido orgullo de saber que el evasivo Lord Zayn Mackenzie le pertenecía. Había acostado a Invitado en la
manta que había cogido previsoramente para la excursión y le había permitido explorar su cuerpo. Había enseñado a Invitado todo lo que ella deseaba. Había atinado en todo.
La sonrisa de Zayn, su risa baja, el modo increíblemente sensible en que la había tocado habían hecho que se enamorara locamente de él. Invitado creyó que era la más afortunada de las mujeres, y lo había sido.
Invitado suspiró y metió la fotografía y su diario, en su escondrijo.
Llevaba viviendo en la casa de Zayn tres días cuando llegó la segunda fotografía, se la entregaron en mano directamente a ella.
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Mensaje por lau_mic Lun 08 Abr 2013, 6:03 pm

Listo , les dejo este cap hoy , y mañana subo el otro
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Mensaje por lau_mic Vie 12 Abr 2013, 3:14 pm

CAPÍTULO 3


—Para usted, milady—, dijo la criada de Zayn, ejecutando una perfecta reverencia.
En el sobre leyó: Señora Invitado, residente en el número 8, Grosvenor Square. La misma letra con el mismo estilo cuidadoso, pero sin ningún sello, ninguna indicación de dónde provenía la carta. El sobre era duro y pesado, y Invitado sabía lo que había dentro.
—¿Quién trajo esto?— preguntó Invitado a la criada.
—El muchacho, milady. El que suele traer todos los mensajes a Su Gracia.
—¿Dónde está este muchacho ahora?
—Se ha marchado, milady. Él hace entregas por todo el barrio hasta Oxford
Street.
—Bien, gracias.
Invitado tendría que encontrar al muchacho y repetirle la pregunta. Volvió arriba, se encerró en su dormitorio, llevó una silla a la ventana para tener luz, y abrió el sobre.
Dentro había un pliego de papel barato vendido al peso en cualquier papelería y un cartón doblado. Dentro del cartón otra fotografía.
En ésta, Zayn estaba de pie ante una amplia ventana, pero lo que se mostraba era un paisaje, no estaba en la ciudad. Daba la espalda al fotógrafo, con sus manos en el alféizar, y otra vez, estaba totalmente desnudo.
Una amplia espalda musculosa que terminaba en un firme trasero. Todo lo firme que podía ser. Los brazos estaban en tensión, soportando todo su peso mientras se inclinaba en la ventana.
La fotografía había sido impresa en un papel duro, parecido al de las tarjetas de visita, pero sin la señal del estudio de un fotógrafo. Zayn había tenido probablemente su propia cámara para tomar retratos, y su ex-amante, la Sra. Palmer, los había hecho. Invitado no podía imaginar que zayn confiara tales cosas a nadie más.
La propia Sra. Palmer le había dicho a Invitado qué clase de hombre era Zayn
Mackenzie realmente. Un pícaro sexual. Imprevisible. Exigente. Pensaba que todo
era una aventura, su aventura. La mujer en la ecuación era simplemente un medio para su placer. No había entrado en detalles, pero lo que le había insinuado había sido bastante para escandalizar a Invitado.
La Sra. Palmer había muerto hacía dos años y medio. ¿Quién, desde entonces, poseía esas malditas fotografías, por qué él o ella se las enviaba a Invitado, y por qué habían esperado hasta ahora? Ah, pero justo ahora Zayn estaba luchando por levantar a Gladstone de su asiento y asumir el gobierno.
La nota decía lo mismo que la primera. De alguien que la quiere bien. Sin amenazas de chantaje, sin amenazas de delatar a Zayn, sin demandas de dinero.
Invitado levantó la carta hacia la luz, pero no vio ninguna señal de mensajes secretos o pistas en la delgada filigrana, ningún código hábilmente escondido alrededor de los bordes de las palabras. Solamente una frase escrita a lápiz.
El reverso de la fotografía no mostraba ninguna pista, ni tampoco el frontal. Eleanor cogió una lupa y estudió los granos de la fotografía, por si acaso alguien hubiera escrito mensajes diminutos allí.
Nada.
La visión ampliada del trasero de Zayn era buena, sin embargo. Invitado lo estuvo mirando con la lupa durante un buen rato.
La única manera de hablar con Zayn a solas, era ponerle una emboscada. Esa noche, Invitado esperó hasta que su padre se hubo retirado a su dormitorio, entonces fue al pasillo exterior del dormitorio de Zayn, un piso debajo del suyo. Arrastró dos sillas del otro lado del pasillo a la puerta del dormitorio, una silla para sentarse y la otra para poner los pies.
La casa de Zayn era la más grande y magnífica de todo Mayfair. Naturalmente. Muchas casas urbanas de Londres tenían dos alas alargados y una entrada amplia, con una escalera que iba desde la puerta principal y recorría toda la casa. Las casas más grandes edificaron cuartos detrás de la escalera y quizás algún cuarto delantero en los pisos superiores.
La gran casa de Zayn era amplia y profunda, teniendo cuartos a ambos lados de la escalera así como detrás de ella. La planta baja albergaba las habitaciones comunes, una sala a un lado, un magnífico comedor en el otro, y una sala de baile bastante grande que se encontraba a la espalda de la casa.
La escalera abierta subía a través del resto de los pisos en un amplio y elegante rectángulo, y en el descansillo de cada piso se abría una galería. En la primera planta había otro salón, una gran biblioteca y un comedor privado para la familia. El siguiente piso contenía el gran estudio de Zayn, el estudio más pequeño en el que trabajaban Invitado y Wilfred, y el dormitorio de Zayn en la parte trasera de la casa, donde Invitado esperaba ahora. Mac e Isabella, su padre y ella ocupaban cuartos en el piso superior de la casa, junto con un cuarto de niños provisional y el estudio de Cam.
Invitado se sentó con su espalda contra la puerta del dormitorio de Zayn y estiró sus pies en la otra silla. Una lámpara de gas silbó encima de ella, abrió una novela de la biblioteca y comenzó a leer.
La novela era emocionante, con un malvado bandido decidido a derribar a la inocente heroína, el héroe luchando en una selva contra tigres o cualquier otra cosa que amenazara a la heroína. Nunca había héroes a su alrededor, cuando los necesitaba. El silbido de la lámpara de gas era relajante, el aire caliente, y sus ojos se fueron cerrando.
Se sobresaltó al despertarse y dejó caer accidentalmente el libro que había estado leyendo, y se encontró con Zayn Mackenzie de pie a su lado.
Invitado se levantó de un salto. Zayn permaneció donde estaba, sin moverse, con el pañuelo que acababa de quitarse en una mano. Esperaba que se explicase, típico de él.
Iba vestido con el kilt de los Mackenzie y una chaqueta formal, su camisa abierta revelaba el hueco de su garganta. Sus ojos estaban rojos y teñidos por la bebida, su cara oscurecida por la incipiente barba. Olía pesadamente a humo de puro, al aire de la noche, y al perfume de una mujer.
Invitado disimuló la punzada de consternación que le causaba el olor a perfume, y se aclaró la garganta. -
-Me temo que el único medio para hablar contigo, Zayn, es acecharte como a un tigre… en una selva. Deseo hablar de las fotografías contigo.
—No ahora—, dijo Zayn.
Apartó una silla y abrió la puerta de su dormitorio, pero Invitado se colocó delante de él.
—Tú y yo, tenemos cierto temperamento. Nunca me hablarías de ellas si pudieras evitarlo. La casa está dormida. Podemos hablar en privado. Tengo cosas que preguntarte.
—Díselo a Wilfred. Te concertará una cita.
Zayn abrió la puerta y pasó por delante de ella al interior, pero antes de que pudiera cerrar la puerta, Invitado entró siguiéndole.
—No tengo miedo de estar en tu dormitorio, Zayn Mackenzie. He estado aquí antes.
Zayn dedicó a Invitado una mirada que hizo que se le detuviera el corazón. Tiró la corbata y el cuello en una silla y se dirigió hacia la mesa y su decantador de licor.
—Si quieres que todo Mayfair sepa que me perseguiste a mi dormitorio, por supuesto, quédate y cierra la puerta.
Invitado dejó la puerta abierta.
—No has cambiado el mobiliario aquí tampoco—, dijo, manteniendo su voz baja.
—La cama es realmente medieval. Y completamente incómoda si no recuerdo mal.
Zayn le lanzó otro vistazo, cuando se sirvió un poco de whisky en un vaso y colocó el tapón sobre el decantador.
—¿Qué quieres, Invitado?—, preguntó, con voz enfadada. —He tenido una noche infernal.
—Hablar de las fotografías, como te dije. Si quiero encontrarlas, o descubrir lo que esta persona busca enviándomelas a mí, tengo que saber más.
—Bien, yo no quiero hablar de esas malditas fotos ahora mismo.
Ella comenzó a contestar, luego se detuvo, considerando el aspecto airado y el ceño fruncido de Zayn.
—Estás muy enfadado esta noche, Zayn. ¿Quizás la dama te decepcionó? -Zayn la contempló sobre el vaso que había comenzado a levantar.
—¿Qué dama?
—Esa a cuyo perfume apestas. Sus cejas se elevaron.
—¿Te refieres a la Condesa Von Hohenstahlen? Tiene ochenta y dos años y se empapa en olores que harían ruborizarse a una furcia.
—Ah.
Zayn se bebió el whisky de un trago. Su cara cambió cuando la bebida de malta
Mackenzie hizo su trabajo.
Apoyó el vaso sobre la mesa con fuerza.
—Estoy cansado, y quiero acostarme. Hablaremos por la mañana. Pide a Wilfred una cita conmigo.
Humph. Cuando Invitado se dio la vuelta hacia la puerta, sintió el alivio de Zayn al ver que se marchaba. Ese alivio la enojó.
Invitado continuó hacia la puerta, pero en el último momento, la cerró y se volvió.
—No quiero esperar—, dijo.
Zayn se había quitado la chaqueta y ahora la cogió sin darse cuenta, sus ojos mostraban su agotamiento.
—Por Cristo, Invitado.
—¿Por qué estás tan poco dispuesto a hablar de las fotografías? Podrían hacerte mucho daño.
Zayn se dejó caer en una silla, la falda cubría sus piernas, y alcanzó de nuevo el decantador. Un caballero nunca debía sentarse en presencia de una dama sin pedirle permiso primero. Pero Zayn simplemente se sirvió más whisky y apoyó los codos en los brazos del sillón cuando levantó el vaso.
—Yo creía que eso te habría gustado.
—No así. No mereces ser el hazmerreír. La Reina sería totalmente despectiva y ella tiene mucha influencia. Aunque ella y el Príncipe consorte coleccionen fotografías de desnudos. ¿Sabías eso? No mucha gente lo sabe, pero una vez me las enseñó. Le gustaba hablar de Albert. Mejor dicho lo adoraba.
Sus palabras se apagaron, ya que Zayn la miraba fijamente.
—¿Qué merezco, entonces, muchacha?—, sus suaves palabras demostraban que estaba realmente muy bebido. Zayn raramente mostraba ningún efecto por la bebida, pero cuando lo hacía, estaba muy embriagado. —¿Qué merezco, Invitado?
Ella se encogió de hombros.
—Te mereciste que rompiera el compromiso, entonces. Quizás no merecías que no te perdonara y que estuviera tan enfadada como para no hablar contigo. Pero así ocurrió. Hemos seguido con nuestras vidas. Aparte. Como se suponía que debía ser.
—¿Lo que se suponía que debía ser?— Su voz era baja, suave, la voz de dormitorio de ese hombre Mackenzie.
—No nos habríamos llevado bien, lo sabes Zayn—. Rodeó el pulgar y las puntas de sus dedos. —Hubieran saltado demasiadas chispas.
—Sí, tienes el fuego en tu interior, muchacha, eso es verdad. Todo un carácter—. El delicioso acento escocés se hacía más evidente cuanto más whisky bebía. —Y fuego de otra clase. No lo he olvidado.
Invitado no lo había olvidado tampoco.Zayn sabía cómo excitarla exactamente, como dirigir sus manos bajo su cuerpo y atraerla hacia él, cómo provocar los primeros besos. Zayn había sabido cómo tocarla, qué susurrar en su oído, cómo dejar que su aliento perdurara en su piel.
Una señora no debería saber nada de hombres antes de su noche de bodas, pero Invitado lo había sabido todo sobre Zayn Mackenzie. Su bien musculado cuerpo, las viejas cicatrices que entrecruzaban su espalda, el fuego de su boca en la suya, la habilidad de sus manos cuando desabotonaba su ropa y la desnudaba.
Tres veces la había seducido, y tres veces le había dejado. Una vez en el acantilado, otra vez en ese dormitorio, y una vez en su dormitorio de Kilmorgan. Ellos estaban prometidos, y ella había pensado: ¿Por qué está mal?
Zayn estaba sentado en la silla en el otro lado de la habitación, bebiendo whisky, pero podría haber estado a su lado otra vez, recorriendo su columna con sus dedos, haciéndola temblar como acostumbraba.
Invitado alejó los recuerdos agradables de los dos. Tenía que mantener la serenidad o se echaría a sus pies pidiéndole que la hiciera temblar otra vez.
—Sobre estas fotografías—, dijo. —No vi nada en ninguna de ellas que me diera ninguna pista acerca de quien las envió.
Él dijo alarmado.
—¿Ninguna de ellas? ¿Hay otra?
—La recibí esta tarde. Me la entregaron en mano. No he tenido la posibilidad de preguntar al muchacho que la entregó acerca de quién se la dio a él.
Zayn no se volvió a sentar en la silla, ya no parecía borracho.
—Entonces esa persona sabe que estás aquí.
—¡Santo Cielo! Toda Inglaterra debe saberlo. La señora Mountgrove se lo habrá contado a cada uno que la escuchara. Ella te vio traerme aquí, ¿recuerdas? Desde entonces habrá estado mirando esta casa para ver si la abandonaba. Lo cual he hecho, pero he regresado. Y permanezco aquí.
—Preguntaré al muchacho que la entregó
Invitado movió la cabeza.
—No es necesario. Las fotografías me las envían a mí. Yo le preguntaré. Zayn
puso el vaso en el brazo del sillón.
—Ésta persona sabe quién eres y dónde estás, no me gusta eso—. Levantó la mano. —Déjame ver la fotografía.
—No seas tonto, no la llevo encima. Está arriba en mi habitación, escondida con la otra. Puedo decirte que se parece más o menos a la anterior, salvo que estás mirando hacia afuera por una ventana. Por lo que puede verse a través de la misma, podrías estar en el castillo Kilmorgan.
Afirmó con la cabeza.
—De seguro que estaba en mi casa, supongo. La imagen demostraría que no me daba miedo hacer algo así allí.
—La casa no era exactamente tuya entonces—, dijo Invitado. —Tu padre todavía debía estar vivo en aquel momento.
—Vivo, pero lejos. Un buen momento para hacer lo que me apetecía.
—Las fotografías están muy bien hechas, sabes. Son muy artísticas. Las imágenes que la Reina y el Príncipe Albert coleccionaban también eran de muy de buen gusto, aunque no era lo mismo. Tú posaste para las tuyas. La Reina nunca hubiera permitido que el Duque posara para un artista común. ¿Hizo la Sra. Palmer todas las fotos?
—Sí—. Dijo conciso. Invitado levantó las manos.
—¿Ves? Esa es exactamente la clase de información que necesito. La Sra. Palmer podría haber dejado la colección a alguien, o alguien podría haberlas encontrado después de su muerte. Realmente deberías dejarme ir a esa casa en High Holborn donde vivió, para echar un vistazo.
—No—. Una sílaba fuerte, contundente, definitiva.
—Pero ya no es un prostíbulo, ¿no?— preguntó Invitado. —Sólo una de tus propiedades. Tú le vendiste la casa a la Sra. Palmer, y ella te la legó a ti. Lo busqué. Los testamentos son archivos públicos.
La mano de Zayn estaba firmemente apretada alrededor de su vaso.
—Invitado, no vas a ir a esa casa.
—Deberías habernos instalado a mi padre y mí allí. Sería mucho más práctico para ir al Museo británico, y yo podría rebuscar de arriba a abajo más fotografías.
—Déjalo estar, Invitado—. Su voz se elevó, señal inequívoca de su cólera.
—Pero es sólo una casa—, dijo. —No hay nada incorrecto en ella ahora, y podría guardar una pista vital.
—Sabes muy bien que no es sólo una casa—. La cólera iba en aumento. —Y
olvídate de esa mirada inocente. No eres nada inocente. Te conozco.
—Sí, a veces me parece que me conoces demasiado bien. Eso hace muy difícil el dirigirme a ti en algunas ocasiones.
Invitado tenía una ligera sonrisa en su cara, intentando bromear, y Zayn no podía respirar. Ella siempre hacía eso, entraba en una habitación y le dejaba sin respiración.
Ella estaba remilgadamente erguida, con su vestido azul de hechura sencilla, y pasado de moda, con sus ojos ingenuos, diciendo que debería visitar la casa de High Holborn, cuya existencia los había separado.
No, no separado. Zayn se había vuelto más loco que un jugador de cricket que golpeara a todo en una tienda de té.
Invitado había estado completamente decorosa, después de su arrebato inicial. Tenía todo el derecho de su lado. Podría haber demandado a Zayn por habérsela llevado a la cama, por arruinar su reputación, por violar cualquiera de los numerosos puntos de su complicado contrato de boda.
En cambio, le había dicho adiós y había abandonado su vida. Dejándole un gran agujero, tan grande que nunca había podido rellenarlo.

Zayn se había olvidado de todas las fotos hasta que Invitado apareció unos días antes para colocarse delante de su escritorio.
—Si esa persona es un chantajista, Invitado, no quiero que tengas nada más que ver con esto. Los chantajistas son peligrosos.
Levantó las cejas.
—¿Has tenido el trato con ellos antes, verdad? Demasiadas jodidas veces.
—El intento de chantajear a la familia Mackenzie es un pasatiempo popular—, dijo
Zayn.
—Hmm, sí, puedo entenderlo. Supongo que hay algunos que creen que pagarás para no dar acceso a los periódicos a tus secretos o que no sean susurrados en los oídos incorrectos. Tú y tus hermanos tenéis tantos secretos.
Y Invitado sabía cada uno de ellos. Sabía cosas que nadie más en el mundo sabía.
—Todos estos chantajistas tienen una cosa en común—, dijo Zayn. —Ellos no lo logran.
—Bueno. Entonces si es un chantajista, nos libraremos de él también.
—No nosotros—, dijo él firmemente.
—Se razonable, Zayn. Alguien me envió las fotos a mí. No a ti, no a tus enemigos, ni a tus hermanos, sino a mí. Creo que eso debe significar algo. ¿Además, por qué las envían totalmente limpias, sin señas y sin demandas de dinero?
—Para demostrarte que las tienen y hacer las demandas después. Ella se mordisqueó el labio.
—Quizás.
A Zayn no le importaban en absoluto las malditas fotografías. No con Invitado mordiéndose su rojo labio y haciendo que Zayn deseara mordérselo por sí mismo.
—Eres muy cruel—. Su voz sonaba tranquila otra vez. Sus cejas se fruncieron en un delicioso ceño.
— ¿Cruel? ¿Por qué demonios dices eso?
—No me has hablado durante años. Y de repente llegas a Londres declarando que debes salvarme como un benévolo ángel. ¿Cambiaste acaso un día de la semana pasada y decidiste que me habías perdonado?—. Se quedó esperando.
—Por supuesto que no. Comencé a perdonarte hace unos años. Después de que murió Sarah. Me sentí fatal por ti, Zayn.
Él se detuvo, fríamente en su camino hacia el whisky.
—Eso fue hace casi ocho años.
—Sí, lo sé.
—Nunca noté que me perdonaras—, dijo con voz áspera. —Ninguna carta, ninguna visita, ningún telegrama, ninguna confesión a mis hermanos o a Isabella.
—Dije que fue entonces cuando comencé a perdonarte. Me llevó mucho más tiempo conseguir sobreponerme a toda la cólera. Además eras el Duque de Kilmorgan entonces, bien protegido detrás de las barreras ducales, y preparándote para apartar de tu camino al poder a cualquiera que te molestara. También volviste con la Sra. Palmer. Puedo vivir en un lugar apartado, pero créeme, estoy bien informada de todo lo que haces. Y la tercera razón por la que nunca te lo hice saber es porque no tenía ni idea de si te preocupabas por mi perdón o no.
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La esposa perfecta para el duque  (ZAYN Y TU) ADAPTACION HOT  Empty Re: La esposa perfecta para el duque (ZAYN Y TU) ADAPTACION HOT

Mensaje por lau_mic Vie 12 Abr 2013, 3:45 pm

CAPITULO 4


La mitad del personal del Zayn pareció completamente impresionada al ver Su Gracia bajar corriendo la escalera con el kilt y la camisa abierta, su cara oscurecida con la barba y sus ojos inyectados de sangre.
No deben de conocerle bien, pensó Invitado. Zayn y sus hermanos cuando estaban solteros solían emborracharse en esa casa, durmiendo dondequiera que cayeran. Los criados o bien se acostumbraban a ello o encontraron un lugar más tranquilo para trabajar.
Los criados que habían permanecido con él mucho tiempo, apenas echaron un vistazo a Zayn, continuando con sus quehaceres sin alterarse. Estos eran los que se habían habituado a trabajar para los Mackenzies.
Zayn empujó a Invitado al pasar, su ropa oliendo a humo rancio y a whisky. Su pelo estaba todo enredado, su cuello húmedo por el sudor. Se dio la vuelta en el vestíbulo y colocó sus manos a ambos lados del marco de la puerta, bloqueándole a Invitado la salida.
Invitado había visto antes a Zayn desaliñado y con resaca después de una noche de juerga, pero en el pasado, él había mantenido su pícaro sentido del humor, su encanto, sin importar lo mal que se sintiera. No era así esta vez. Recordó el vacío que había visto en él la pasada noche, ningún rastro de la pecadora sonrisa Mackenzie que había encandilado a una Invitado de veinte años. Aquel hombre había desaparecido.
No. Él todavía estaba en allí. En algún sitio. Lord Ramsay dijo desde detrás de Invitado,
—Invitado ha decidido que deberíamos regresar a Escocia. El nuevo Zayn, tan frío, fijó su mirada fija en Invitado.
— ¿A Escocia? ¿Por qué?
Invitado simplemente le miró. El cristal al romperse, y el ¡Fuera! todavía resonaban en sus oídos. Las palabras la habían cortado, pero no la habían asustado. Zayn había estado luchando contra el dolor, y el whisky lo había agudizado.
Por favor, algo en sus ojos le susurraban ahora. Por favor, no te vayas.
— ¿Le pregunté por qué?— Zayn repitió.
—Ella no ha dado ninguna razón—, contestó Lord Ramsay. —Pero usted sabe como es Invitado cuando está decidida.
—Prohíbaselo—, dijo Zayn, las palabras salieron entrecortadas. Su padre se rió entre dientes.
— ¿Prohíbeselo? ¿A Invitado? Esas palabras no pueden ir juntas en la misma
oración.
Esto quedó colgando allí. Los músculos del Zayn se tensaron cuando se agarró al marco de puerta. Invitado permanecía con la espalda recta, mirando a esos ojos de color avellana que ahora estaban enrojecidos y ojerosos.
Él nunca lo pedirá, se dio cuenta. Zayn Mackenzie daba órdenes. Él no pedía. Él no tenía ni idea de cómo hacerlo.
Y por eso siempre se peleaban. Invitado no era mansa ni obediente, y Zayn pensaba en dominar a cada persona que le saliera al paso.
—Chispas—, dijo Invitado.
El calor llameó en los ojos del Zayn. Hambre y cólera.
Ellos habrían estado de pie allí todo el día, Zayn y Invitado enfrentados el uno al otro, salvo que un carruaje grande traqueteó hasta la puerta principal. Franklin, el lacayo, en su puesto fuera, dijo algo saludando al visitante que descendía del carruaje. Zayn no se movió.
Él todavía estaba allí de pie, enfrentando a Invitado, cuando su hermano más joven, Ian Mackenzie, se topó con su espalda.
Zayn miró hacia atrás, e Ian se detuvo con impaciencia.
—Zayn, estás bloqueando el camino.
—Oh, hola, Ian—, dijo Invitado rodeando a Zayn. —Qué encantador volver a verle.
¿Has traído a Beth contigo?
Ian apretó el hombro del Zayn con una mano grande enfundada en un guante de cuero.
—Muévete.
Zayn se apartó del marco de puerta.
— ¿Ian, qué estás haciendo aquí? Se supone que deberías estar en Kilmorgan.
Ian entró tranquilamente, le echó una mirada a Invitado, ignorando a Zayn, y enfocó sus ojos del color del whisky en un punto entre Invitado y Lord Ramsay.
—Beth me dijo que te enviaba su amor—, dijo rápidamente y de forma monótona. —La verás en casa de Cameron cuando vayamos a Berkshire. Franklin, lleva las maletas arriba, a mi habitación.
Invitado podía sentir la furia rodeando a zayn, pero él no le gritaría con Ian de pie entre ellos.
Confía en Ian para aclarar una situación, pensó. Ian podría no entender lo que sucedía, podría no ser capaz de sentir la tensión emocional de aquellos que le rodeaban, pero tenía una extraña destreza para controlar cualquier lugar al que entrara. Lo hacía aún mejor que Zayn.
El Conde de Ramsay era otro que podía difuminar la tensión.
—Me alegro de verle, Ian. Estaría interesado en oír lo que usted tiene que decir sobre algunas piezas de cerámica de la dinastía de Ming que he encontrado. Estoy un poco perdido con los caracteres, no puedo distinguirlos. Soy un botánico, un naturalista, y un historiador, no un lingüista.
—Usted lee en trece lenguas, padre—, dijo Invitado, sin apartar su mirada de
zayn.
—Sí, pero soy más de generalidades. Nunca aprendí las especificaciones concretas de las lenguas antiguas, sobre todo de las asiáticas.
—Pero nos vamos a Escocia—, dijo Invitado. —En este momento. ¿Recuerdas? Ian comenzó a ir hacia la escalera.
—No, te quedarás aquí en Londres hasta que viajemos a Berkshire. Todos nosotros. Vamos cada año.
Zayn inhaló fuertemente, mirando a su hermano subir.
—Este año es diferente, Ian. Trato de forzar una elección.
—Hazlo desde Berkshire—, dijo Ian, y después se fue.
—Parece el mejor arreglo—, dijo Alec Ramsay con su alegría habitual. —Franklin, devuelva nuestro equipaje arriba también, es un excelente muchacho.
Franklin murmuró,
—Sí, su señoría—, recogiendo tantos bultos como sus jóvenes brazos podían llevar, y apresurándose en ir arriba.
— ¿Milady?— Una de las doncellas entró del vestíbulo, pareciendo tranquila, como si Invitado y Zayn no hubieran comenzado una pelea en medio del vestíbulo delantero. —Ha llegado una carta para usted. El chico de los recados me la dio.
Invitado le dio las gracias y la cogió, obligándose a no arrebatársela a la criada de la mano. Consciente del aliento de ZAyn en su mejilla, Invitado abrió el sobre.
Para Lady Invitado, alojada en el número 8, Grosvenor Square. Misma letra, mismo papel.
Invitado pasó rápidamente a Zayn y atravesó el vestíbulo antes de que él pudiera detenerla, y corrió afuera bajo un viento helado. Ella miró frenéticamente arriba y abajo de la calle buscando una señal del chico que la había entregado, pero ya había desaparecido en el tráfico de la mañana.
* * * *
Invitado buscó a Ian una hora más tarde y le encontró en el estudio del Zayn. ZAyn ya había dejado la casa, bramando a Marcel para que le adecentara antes de que partiera con mucho ruido hacia su club o a Whitehall, o dondequiera que hubiera ido. Zayn nunca se molestaba en decírselo a nadie.
Ian estaba sentado en la mesa, escribiendo, y no alzó la vista cuando Invitado entró. Su figura grande llenaba la silla, su kilt fluía sobre sus grandes piernas. Al otro lado de la habitación, su ayuda de cámara, Curry, estaba estirado en un diván, roncando.
Ian no alzó la vista cuando Invitado se acercó al escritorio. Su pluma continuó moviéndose, rápidamente, regularmente, sin cesar.Invitado vio cuando ella llegó a su lado que él no escribía palabras, sino series de números en largas columnas. Él había cubierto ya dos hojas de estos números, y mientras Eleanor miraba, Ian terminó una tercera hoja y comenzó una cuarta.
—Ian—, dijo Invitado —Te pido perdón por interrumpirte…
Ian siguió escribiendo, sus labios moviéndose mientras su mano llenaba la página.
— ¿Ian?
Curry bostezó, quitó el brazo que tenia sobre sus ojos, y se sentó.
—Ríndase, su señoría. Cuando él comienza con los números, no se le puede hablar hasta que haya terminado. Son las secuencias de Fibrichi o algo así.
—Los números de Fibonacci—, Ian le corrigió sin alzar la vista. —Es una secuencia de repetición, y las hago en mi cabeza.
Invitado empujó una silla hasta el escritorio.
—Ian, necesito enormemente pedirte un favor.
Ian escribió más números, la pluma moviéndose constantemente, sin pausa.
—Beth no está aquí.
—Lo sé. Ella no podría ayudarme con esto de todos modos. Necesito el favor de ti.
Ian levantó la vista, sus cejas uniéndose.
—Le he escrito a Beth una carta, porque no está aquí—. Él habló con cuidado, un hombre que explica que lo obvio a aquellos demasiado lentos para seguirle. —Le he contado que llegué sin peligro y que mi hermano sigue siendo un asno.
Invitado escondió su sonrisa ante la última declaración y tocó el papel.
— ¿Una carta? Pero todo esto son números.
—Lo sé.
Ian mojó de nuevo su pluma, dobló la cabeza, y volvió a la escritura. Invitado esperó, deseando que él terminara, alzara la vista otra vez, y se explicara, pero no lo hizo.
Curry aclaró su garganta.
—Perdóneme, su señoría. Cuando está de esta manera, usted no obtendrá mucho más de él.
Ian no dejó de escribir.
—Cállate, Curry.
Curry se rió entre dientes.
—Excepto esto.
Invitado tomó una de las páginas terminadas. Ian había escrito los números del principio al fin, con mano cuidadosa, cada dos, cinco y seis dibujado de manera idéntica a todos los otros dos, cinco y seis, las filas trazadas con exactitud a lo largo de la página.
— ¿Cómo sabrá Beth lo que significan los números?— preguntó Invitado
—No me descoloques las páginas, dijo Ian sin alzar la vista. —Ella tiene la clave para descifrarlo al final.
Invitado deslizó el papel de vuelta a dónde ella lo encontró.
— ¿Pero por qué la escribes en código? Nadie leerá estas cartas, salvo Beth y tú, seguramente—.
Ian dio a Invitado un vistazo rápido, sus ojos como un destello de oro. Sus labios se movieron nerviosamente en una de sus raras sonrisas, que desapareció cuando se inclinó sobre los números otra vez.
—A Beth le gusta.
La sonrisa, la mirada, produjeron un tirón en el corazón de Invitado. Incluso en ese breve vistazo, había visto el gran amor en los ojos de Ian, su determinación de terminar esta carta y enviársela a Beth para que ella pudiera disfrutar al descifrarla. Una manera de decirle dulces naderías que nadie más podría entender. Pensamientos privados, compartidos entre marido y esposa.
Invitado recordó el día ella había conocido por primera vez a Ian, cuando Zayn la había llevado al sanatorio para verle. Ella se había encontrado con un muchacho asustado, solo, todo brazos y piernas que eran demasiado grandes para su cuerpo, un Ian enfurecido y frustrado porque no podía hacer que el mundo le entendiera.
Zayn había estado asombrado de que Ian realmente se hubiera dirigido a Invitado , y hasta la había dejado pasarle un brazo alrededor de sus hombros, brevemente. Increíble, porque Ian odiaba ser tocado.
Aquel joven aterrorizado era muy diferente del hombre tranquilo que se sentaba aquí componiendo cartas para el deleite de su esposa. Este Ian podía encontrar
los ojos de Invitado, aunque sólo fuera durante un momento, podía compartir con Invitado un secreto y sonreír sobre ello. El cambio en él, el profundo bienestar que la felicidad que le había otorgado, hizo tambalear su corazón.
También recordó el tiempo en el que Zayn y ella habían creado un código secreto entre ellos. Nada tan complicado como las secuencias de números de Ian, pero era un modo para que Zayn le enviara a Invitado un mensaje cuando él estuviera demasiado ocupado para encontrarse con ella ese día. En cualquier ciudad en la que ellos pudieran estar, él dejaría una flor por lo general de invernadero, en la esquina de un jardín donde no fuera vista por un transeúnte ocasional. En Londres, sería en Hyde Park en un cierto cruce de caminos, o en el jardín que había en medio de Grosvenor Square, bajo el árbol más cercano al centro de éste. Hart se había asegurado de darle a Invitadouna llave de los jardines al principio de su noviazgo. En Edimburgo, su punto de reunión era el parque Hollywood.
Zayn podría haber enviado una nota, por supuesto, cuando él tuviera que cancelar una cita con ella, pero le dijo que le gustaba saber que había ido andando hasta el lugar en el que se habían citado y veía la señal, que él pensaba en ella. Invitado se daba cuenta, por supuesto, de que él debía de haber enviado a alguien, un chico de los recados quizás, a dejar la rosa para ella, pero esto nunca había fallado en derretir su corazón. Ella recogía la flor y la llevaba a casa, guardándola para recordarle hasta que se encontraran otra vez.
El encanto, pensó Invitado. Una manera de desarmar mi cólera siempre que tenía que anteponer los negocios. La pequeña flor con su significado oculto había calentado su corazón más de lo que cualquier nota compungida podría haber hecho, y él lo había sabido.
Incluso hoy día, en las raras ocasiones en que ella se encontraba en Edimburgo o Londres, iba a echar un vistazo a aquel punto en Hyde Park o Hollywood, todavía buscando una señal. La punzada cuando no la encontraba siempre la sorprendía.
Invitado se sentó durante un rato, dejando que el nudo en su garganta se deshiciera, mientras Ian continuaba escribiendo, ajeno a sus pensamientos.
—No puedo ver tu clave—, dijo Invitado cuando pudo hablar otra vez. — ¿Cómo sabes qué números anotar?
Ian se encogió de hombros.
—Los recuerdo.
Curry se rió entre dientes otra vez.
—No parezca tan asombrada, su señoría. Él tiene una mente como un perfecto engranaje, y conoce cada chasquido de la misma. Es bastante atemorizante a veces.
—Puedo oírte, Curry—, dijo Ian, moviendo la pluma.
—Sí, y usted sabe que no miento sobre usted. Mejor pregúntele ahora, su señoría. Él estará aquí durante un rato.
Invitado cedió a la sabiduría de Curry.
—La cosa es, Ian, que quiero que me ayudes a hacer algo, y no quiero que se lo digas a Zayn. Debo pedirte que me prometas que lo mantendrás oculto. ¿Lo harás?
Ian no dijo nada, se oía el raspar de su pluma en el silencio.
—Yo le diría que irá a preguntarle a usted lo que necesita—, dijo Curry. —Cuando él haya acabado con esto.
Invitado se levantó.
—Gracias, Curry. Pero ni una palabra a Su Gracia, por favor. Zayn puede ser…
bien, usted sabe cómo puede ser.
Curry se puso de pie y estiró su camisa. Aclaró su garganta.
—Un pequeño consejo, su señoría—, dijo. — Ruego me perdone, y usted también, su señoría—. Y volvió su mirada para fijarla en Invitado. —Su Gracia es un hombre duro, y se vuelve más duro con los años. Si llega a primer ministro, mierda, la victoria le hará duro como el acero. No creo que nadie fuera capaz de ablandarle entonces, ni siquiera usted, su señoría.
Los ojos oscuros de Curry encerraban la verdad. Él no era un criado finamente entrenado y enviado por una agencia, sino un carterista que Cameron había rescatado de las calles hace unos años. A Curry se le permitía su rudeza y su franqueza porque cuidaba de Ian con tanta ternura como un padre con un hijo. Los hermanos creían que Ian había sobrevivido en el sanatorio porque Cameron le había enviado a Curry.
Ian finalmente dejó su pluma.
—Curry no quiere perder cuarenta guineas. Eleanor le miró fijamente.
— ¿Cuarenta guineas?
Curry se volvió rojo del color de los ladrillos y no contestó. Ian dijo,
—La apuesta sobre que Hart se casará contigo. La hicimos en Ascot en junio. Curry apostó cuarenta guineas a que dirías que no. Ainsley apostó veinte a que sí, y yo aposté treinta. Mac dijo que él apostaba treinta y cinco a que le patearías su trasero. Daniel dijo…
— ¡Para!— Las manos de Invitado subieron. — ¿Me estás diciendo, Ian Mackenzie, que hay una apuesta dando vueltas, sobre si me casaré con Zayn?
—Lo siento, su señoría—, dijo Curry. —Se suponía que usted no debería saberlo—
. Él le lanzó a Ian una mirada abrasadora. Invitado cerró sus manos en puños.
— ¿Está Zayn metido en esto?
—Su Gracia rehusó participar—, dijo Curry. —Entonces me lo dijeron. Yo no estaba allí en el momento de la apuesta original. Entré en ella después, como, cuando esta circuló entre los criados. Pero lo que yo oí fue que Su Gracia mencionó la posibilidad de casarse, y que su nombre surgió entonces.
Invitado levantó la barbilla, su corazón palpitando.
— ¡Una absoluta tontería! Lo que hubo entre Zayn y yo fue hace mucho. Está terminado.
Curry pareció confuso, pero no avergonzado. Lamentaba haber sido pillado, pero no lamentaba haber hecho la apuesta.
—Como usted diga, su señoría. Invitado se dirigió hacia la puerta.
—Por favor avísame cuando hayas terminado, Ian, y hablaremos entonces.
Ian había vuelto a la escritura. Si de casualidad la había oído, Invitado no podía estar segura.
Curry hizo el arco perfecto de una reverencia de mayordomo para ella.
—Yo se lo diré, su señoría. Déjelo en mis manos.
—Gracias, Curry. Y procuraré que usted gane la apuesta—. Con otra sonrisa deslumbrante al pequeño hombre, Invitado levantó su barbilla, salió del cuarto, y cerró la puerta con un chasquido decidido.
* * * *
Maldito seas, Zayn Mackenzie, Invitado pensaba mientras caminaba dando zancadas por la calle principal, la doncella que le habían adjudicado para cuidarla se apresuraba para no perder su estela. Empezar una apuesta sobre si te casarás conmigo. Ella dedujo de la explicación de Curry que Zayn había dejado caer el anuncio como una bomba explosiva y se había apartado para ver lo que sucedía. Esto era tan propio de él.
Se detuvo y examinó un escaparate, tratando de calmar su respiración. Había saltado del landó cerca de la avenida de St. Martin, ante la consternación de la doncella, esperando que un paseo enérgico calmara su carácter. Esto no había funcionado totalmente.
Mientras miraba los relojes de segunda mano expuestos, las palabras exactas de Curry volvieron a ella Su Grace mencionó la posibilidad de hacer un nuevo casamiento, y su nombre surgió.
Los hermanos Mackenzie habían estado bastante seguros de que Eleanor se casaría con Zayn cuando éste la cortejó por primera vez, y se habían alegrado cuando Invitado le había aceptado. Ellos asimismo lo habían sentido inmensamente cuando Zayn y Invitado se habían separado, pero Mac y Cam le
habían dicho, en privado, que aunque estuvieran descontentos con su decisión, ellos la entendían completamente. Zayn era un matón arrogante y un idiota, y Invitado era un ángel por haberle aguantado durante tanto tiempo.
Quizás los hermanos habían tomado la suposición de Zayn de que ya era tiempo de que se casara de nuevo como que él había puesto sus ojos en Invitado. Ilusiones y altas esperanzas. Zayn, estaba segura, nunca había mencionado un nombre. Él habría tenido también cuidado con eso.
Tendría que interrogar a Isabella exhaustivamente sobre ello. Isabella tenía mucho de lo que responder sobre esa apuesta, y también Ainsley, la esposa de Cameron. Ainsley era una de las más viejas amigas de Invitado, pero ni ella ni Isabella se habían molestado en mencionar esa apuesta familiar a Invitado .
Invitado siguió andando, su cólera disminuyó algo, pero no completamente. Decidió apartar sus pensamientos preocupantes y concentrarse en lo que se traía entre manos.
Había decidido seguir su idea de que las fotografías podrían haber sido encontradas en una tienda. La gente vendía fotografías todo el tiempo a coleccionistas o entusiastas de la fotografía en privado o a través de las tiendas dedicadas a hacer fotos o a la venta de equipo fotográfico. El barrio del Strand tenía varios sitios de estos. Invitado decidió visitarlos mientras averiguaba, de manera sutil, si alguno de ellos había adquirido una completa colección de fotografías de Zayn Mackenzie como Dios lo trajo al mundo, y de ser así, a quien se las habían vendido.
Las dos primeras tiendas en las cuales Invitado entró no sabían nada, aunque encontró una fotografía de un paisaje que compró por dos peniques para poner en un pequeño marco sobre su escritorio.
Una campana tintineó cuando Invitado empujó al abrir la puerta de la tercera tienda, que era polvorienta y estrecha. Su criada, una joven escocesa llamada Maigdlin, se dejó caer en una silla nada más entrar por la puerta, suspirando de alivio. Era un poco regordeta y desaprobaba el tener que andar por la calle cuando tenían un landó perfectamente bueno y práctico.
Parecía que Invitado era la única cliente de la tienda. El símbolo en la ventana anunciaba que el propietario se especializaba en fotografías y otros objetos coleccionables de actores y aristócratas famosos. Cajas sobre cajas se apilaban sobre mesas largas, y Invitado comenzó pacientemente a mirarlas.
Los actores de escena eran populares aquí, con cajas enteras dedicadas a Sarah Bernhardt y Lillie Langtry. Las fotografías de los espectáculos itinerantes sobre Lejano Oeste se encontraban en una esquina, con Buffalo Bill, Cody y una serie de bailarinas y trozos de cuerda llenaban una caja, otras fotografías mostraban a los Indios de América de varias tribus con sus trajes exóticos.
Invitado encontró fotos de prominentes hombres ingleses en una mesa apoyada contra la pared más lejana, una antigua del Duque de Wellington con su característica nariz, bastantes del Sr. Gladstone y de Benjamin Disraeli ahora
difunto. Las fotografías de la Reina Victoria y del Príncipe consorte eran populares, junto con fotografías de la Princesa Real, del Príncipe de Gales, y de otros miembros de la gran familia de la Reina. Otra caja estaba llena de fotografías de La Gran Exposición.
Invitado encontró varias de Hart Mackenzie, Duque de Kilmorgan, pero eran retratos formales. Uno era bastante reciente, Hart, tan alto, permaneciendo de pie con su atuendo escocés completo, y el viejo Ben a sus pies. Otra era una imagen sólo de la parte superior, sus amplios hombros llenando el marco. La última era de Zayn sentado regiamente en una silla, su brazo apoyado en la mesa que había junto a él. Concentrando su mirada de águila fijamente en la cámara, sus ojos atrapando a cualquiera que le mirara.
— ¿El Duque de Kilmorgan, señorita? Es muy popular entre nuestros clientes. Invitado brincó cuando un joven alto, y delgado como un junto con una cara
puntiaguda y ojos oscuros miró las fotografías en su mano. Ella no pudo menos
que notar que su mirada se deslizó a la curva de su blusa y se entretuvo allí. Invitado dio un paso a un lado.
—Usted no tiene muchas de él.
—Porque sus fotografías se venden tan rápido como las conseguimos. Las señoritas le encuentran guapo.
Por supuesto que lo hacían. ¿Cómo podrían no hacerlo? Incluso su rígida postura no estropeaba el atractivo de Zayn Mackenzie.
—Tengo otras si usted quiere verlas—. El dependiente le hizo un guiñó. — Fotografías más discretas, como se dice. Al estilo francés.
El corazón de Invitado golpeó más rápido. El vendedor era un poco repulsivo, pero Invitado no podía permitirse el no comprobar lo que él tenía. Ella tiró del velo de su sombrero sobre sus ojos y trató de parecer tímida.
—Quizás debería echarles un vistazo.
—En la trastienda—. El empleado hizo gestos hacia una entrada detrás de una cortina. —Por este camino, señorita.
Invitado miró el pesado paño aterciopelado que bloqueaba toda la visión del cuarto trasero.
— ¿No puede traerme las fotografías aquí?
—Lo lamento, señorita. El encargado pediría mi cabeza. Él vende esas cosas, pero permanecen en la trastienda.
Él mantuvo su brazo detrás, señalando la cortina. Eleanor soltó un suspiro. Necesitaba saber.
—Muy bien. Adelante.
El comerciante sonrió abiertamente, colocándose en la entrada, y sosteniendo la cortina para ella. Invitado hizo un gesto a la doncella para que se quedara donde
estaba y entró en el cuarto trasero, tratando de no estornudar por el polvo cuando el vendedor dejó caer la cortina.
La estrecha habitación parecía inofensiva, nada más que un revoltijo de mesas y cajas y mucho polvo. Invitado intentó, y falló, en detener otro estornudo.
—Lo siento, señorita. Aquí están.
El vendedor tiró de una caja de cartón del fondo de una pila desordenada y abrió la tapa. Dentro había un montón de fotografías, todas de Zayn, mostrando mucha piel. Invitado sacudió la caja, dispersando las fotografías por el fondo y contó aproximadamente una docena.
Invitado alzó la vista y se encontró al empleado de pie a una pulgada de ella. Él respiraba con fuerza, su cara transpirando.
— ¿Hay alguna más?— Ella le preguntó en un tono serio.
—No, señorita, esto es todo.
— ¿Tenía usted más antes? ¿Quiero decir, ha comprado alguien más algunas otras?
El empleado se encogió de hombros.
—No lo creo. El encargado compró éstas hace un tiempo.
— ¿Quién se las vendió a él?— Invitado trató de ocultar el entusiasmo de su voz, no queriendo despertar sus sospechas. O despertar algo más en cualquier caso.
—No lo sé. Yo no estaba aquí entonces.
Por supuesto que no. Eso habría significado demasiada ayuda.
Por qué nadie había encontrado o comprado éstas desde que llegaron se explicaba por el caos del cuarto. Las fotografías habrían sido difíciles de encontrar por casualidad en este revoltijo, y si el propietario rechazaba llevarlas a la parte delantera, una persona tendría que pedirlas expresamente.
—Me las llevaré todas—, dijo Invitado. —Éstas y las tres que encontré en el frente.
¿Cuánto?
—Una Guinea por el lote. Sus ojos se ensancharon.
— ¿Una Guinea?—
—Usted lo ha dicho, Su Gracia el Duque de Kilmorgan es popular. Ahora si pudiera encontrar algo del Príncipe de Gales en cueros, podría financiar mi retiro—. Él se rió entre dientes.
—Muy bien. Una Guinea—. Zayn había comenzado a darle un salario como mecanógrafa, pero le devolvería lo que pagara por esto.
El empleado alcanzó la caja.
—Lo envolveré para usted.
Invitado de mala gana puso la caja en sus manos y permaneció allí mientras él doblaba el papel de embalaje alrededor de ella y la aseguró con hilo de bramante. Ella tomó el paquete que le dio y se dirigió hacia la cortina, pero el empleado se paró delante de ella.
—La tienda se cierra para el té, señorita—. Su mirada fija erró abajo por su blusa remilgadamente abrochada. —Quizás usted podría quedarse y compartirlo conmigo. Podríamos mirar más fotografías juntos.
Clarísimamente que no. Invitado le dedicó una sonrisa brillante como el sol.
—Una oferta muy amable, pero, no. Tengo muchas diligencias de las que ocuparme.
Él puso su brazo a través de la cortina que hacía de puerta.
—Piense en ello, señorita.
El brazo del empleado era delgado, pero Invitado sintió una fuerza nervuda en este joven. Ella era muy consciente de que sólo Maigdlin y ella estaban en la tienda, consciente que había ido voluntariamente sola en el cuarto trasero con él. Si Invitado gritaba pidiendo ayuda, los transeúntes probablemente la condenarían mientras la ayudaban.
Pero durante años, Invitado había tratado con los avances inadecuados de caballeros que pensaban jugar con ella. Después de todo, ella había estado prometida con el célebre Zayn Mackenzie y después de eso se había retirado a su casa para cuidar de su padre, sin pensar en casarse jamás con más. ¿La había arruinado Mackenzie? No pocas personas especularon con esto. De vez en cuando, un caballero hacía todo lo posible por averiguarlo.
Invitado sonrió al vendedor, poniendo su mejor expresión inocente. Él comenzó a inclinarse sobre ella, frunciendo los labios de un modo ridículo. Hasta cerró los ojos, el tonto.
Invitado se coló bajo su brazo que olía a sudor añejo, colándose fuera de la entrada, y dejando caer de golpe la pesada cortina aterciopelada sobre él. El empleado gritó y luchó contra los pliegues polvorientos. Cuando por fin consiguió desenmarañarse, Invitado había dejado sus monedas sobre el mostrador y se dirigía a la puerta principal.
—Venga, Maigdlin—, dijo mientras se apresuraba hacia la calle. —Iremos a tomar un poco de té.
—Mi nombre es Mary, milady—, dijo la criada, jadeando detrás de ella. —El ama de llaves debería habérselo dicho.
Invitado impuso un paso enérgico mientras se dirigía al oeste del Strand.
—No, no lo es, es Maigdlin Harper. Conozco a tu madre.
—Pero la Sra. Mayhew dice que yo debería responder por Mary. Así los ingleses pueden pronunciarlo.
—Una absoluta tontería. Tu nombre es Tu nombre, y no es inglés. Hablaré con la
Sra. Mayhew.
La mirada desaprobadora de la criada se ablandó.
—Sí, milady.
—Ahora, vamos a ver si conseguimos un poco de té y bocadillos. Y montones de pasteles. Su Gracia pagará todo esto, y tengo la intención de divertirme.
* * * *
La casa en High Holborn parecía la misma que la noche en que Angelina Palmer había muerto, la noche que Zayn se había marchado de allí para siempre.
La casa se alquilaba, pero nadie la había alquilado esta Temporada, quizás porque estaba demasiado alejada de los barrios de moda para el alquiler que Hart pedía. O tal vez él lo había puesto tan alto porque realmente no quería a nadie allí. La casa debería permanecer vacía hasta que sus fantasmas murieran.
zayn le dijo a su cochero que volviera a por él en una hora. El coche se alejó retumbando en los adoquines, y Zayn abrió la puerta principal con su llave.
Se encontró con el silencio. Y el vacío. Los cuartos de abajo habían sido vaciados de mobiliario, excepto por una pieza suelta o dos. El polvo colgaba en el aire, el frío era pesado.
No habría querido volver allí. Pero la aseveración de Invitado que una pista sobre las fotografías podría encontrarse en la casa tenía sentido. Y Zayn no confiaba en ninguno de sus empleados lo bastante para confiarles el tema de las fotografías, y de seguro que no quería a Invitado allí, por eso había venido él mismo.
Mientras subía la escalera que había subido corriendo ligeramente cuando era un hombre más joven, creyó oír susurros de risas, el tintineo del whisky, las voces profundas de sus amigos de sexo masculino, y la charla en tono más agudo de las damas.
La casa había sido al principio un nido para Angelina Palmer, cuando Zayn había estado orgulloso de tener sólo veinte años y haber conseguido atrapar tal amante. La casa se había convertido entonces en su refugio. Aquí, Zayn había sido el jefe, su brutal padre quedaba lejos de ahí. El viejo Duque nunca había sabido de la existencia de este lugar.
La casa también se había convertido en un punto de contacto durante la creciente carrera política de Zayn. Zayn había celebrado reuniones aquí en las cuales importantes alianzas habían sido formadas y consolidado proyectos, lo que había desembocado en que Zayn estuviera ahora a la cabeza de su partido de coalición. Aquí, Zayn había celebrado su primera elección a la Cámara de los Comunes en la edad temprana de veintidós, poco dispuesto a esperar hasta que heredara su escaño en la Cámara de los Lores para comenzar a decirle al Parlamento qué hacer.
Aquí, también, Angelina Palmer había vivido para complacer a Zayn. Cuando los amigos de Zayn se habían ido, y él y la Sra. Palmer estaban solos, Zayn había explorado el lado más oscuro de sus necesidades. Él no había tenido miedo de experimentar, y Angelina no había tenido miedo al dejarle.
Angelina al principio había supuesto que Zayn, todavía en la universidad, era demasiado joven e inexperto para impedirle extraviarse con cualquier caballero al que ella deseara. Pero cuando Zayn descubrió sus transgresiones, Angelina por primera vez había visto a Zayn cambiar del sonriente y pícaro diablillo al hombre duro y controlador en el que se convertiría. Zayn la había mirado a los ojos y había dicho,
—Estás conmigo, y con ningún otro, da igual si te visito cada noche o una vez al año. Si no puedes obedecer esta simple restricción, entonces te irás, y anunciaré la vacante de tu posición.
Él recordó la reacción de Angelina, primero irritación, luego sorpresa, después sobresalto cuando se dio cuenta de lo que él quería decir. Ella se había humillado, había pedido su perdón, y Zayn se había tomado su tiempo sobre concedérselo o no. Angelina podría ser la más mayor en la pareja, pero Zayn ostentaba el poder. Angelina nunca debía olvidar esto.
Más adelante, cuando Angelina había sentido que Zayn estaba aburrido y nervioso, había hecho venir a otras damas para mantenerle entretenido. Algo, Zayn se daba cuenta ahora, que había hecho para impedirle que la abandonara.
Zayn alcanzó la primera planta de la casa, los dedos que deslizándose por el pasamanos. El día que Angelina había arruinado sus esponsales con Invitado, Zayn había dejado la casa y nunca había vivido allí otra vez. Él se la había vendido a Angelina, a través de su hombre de negocios, diciéndole que podía hacer lo que quisiera con el lugar.
Angelina lo había convertido en un prostíbulo exclusivo que sólo aceptaba la mejor clientela, y había hecho muy buen uso de ella. Zayn había vuelto por primera vez cinco años más tarde, directamente después de la muerte de Sarah, buscando refugio para su pena.
Zayn anduvo por el pasillo hacia el dormitorio donde una de las muchachas de Angelina había muerto, sus pasos poco dispuestos. Detrás de aquella puerta, había encontrado a Ian dormido y manchado con la sangre de la joven. Recordó su terror que secaba su boca, su miedo a que Ian hubiera cometido el asesinato. Zayn había hecho todo lo que estaba en su poder para proteger a Ian de la policía, pero había dejado a su miedo arraigarse profundamente y cegarle durante años respecto a lo que realmente había pasado en aquel dormitorio.
Él no debería haber venido aquí. La casa contenía demasiados recuerdos. Zayn abrió la puerta del dormitorio, y se detuvo.
Ian Mackenzie permanecía de pie en medio de la alfombra, mirando fijamente al
techo, que había sido pintado con ninfas y dioses haciendo cabriolas. Un espejo
estaba colgado en el techo, directamente sobre el lugar donde la cama solía estar.
Ian miró arriba al espejo, estudiando su propia reflexión. Él debía haber oído a
Zayn entrar, porque dijo,
—Odio este cuarto—.
— ¿Entonces por qué diablos estás en él?— preguntó Zayn . Ian no contestó directamente, pero Ian nunca lo hacía.
—Ella hizo daño a mi Beth.
Zayn anduvo por el cuarto y se atrevió a poner su mano sobre el hombro de su hermano. Recordó cómo se encontró a Angelina con Beth, Beth estaba apenas viva. Angelina, muriéndose, le había dicho a Zayn lo que había hecho, y que ella había hecho todo esto por él, Zayn. La declaración todavía le dejaba un gusto amargo en su boca.
—Lo siento, Ian—, dijo Zayn. —Sabes que es así.
El contacto visual todavía era un poco difícil para Ian con cualquiera, excepto Beth, pero Ian tomó su mirada fija del espejo y la dirigió a Zayn . Zayn vio en los ojos de Ian miedo al recordarlo, preocupación, y angustia. Ellos casi habían perdido a Beth esa noche.
Zayn apretó el hombro de Ian.
—Pero Beth está bien ahora. Ella está en tu casa en Escocia, sana y salva. Con tu hijo y ese bebé que es su hermanita—. Isabella Elizabeth Mackenzie había nacido a finales del verano pasado. Ellos la llamaban su Belle.
Ian se soltó de la mano de Zayn.
—Jamie anda por todas partes ahora. Y ya habla. Sabe tantas palabras. No es como yo—. Su voz resonó con orgullo.
— ¿Por qué entonces no estás en Escocia con tu querida esposa y los niños?—
preguntó Zayn.
La mirada fija de Ian fue a la deriva al techo otra vez.
—Beth creyó que yo debería venir.
— ¿Por qué? ¿Por qué Eleanor estaba aquí?
—Sí.
Dios Santo, esta familia.
—Apuesto que Mac corrió para enviarle a Beth un cable tan pronto como Eleanor apareció—, dijo Zayn
Ian no contestó, pero Zayn sabía la verdad que había en ello.
— ¿Pero por qué has venido aquí, hoy?— Zayn continuó. —A esta casa, quiero decir— Ian se sentía a veces empujado hacia sitios que le habían asustado o le
habían afectado, como el estudio privado de su padre en Kilmorgan, donde había sido testigo de cómo su padre mataba a su madre en un ataque de rabia. Después de la liberación de Ian del sanatorio, Hart le había encontrado en aquel cuarto muchas veces, Ian se acurrucaba detrás del escritorio donde se había escondido aquel día profético.
Ian mantuvo su mirada fija en el espejo como si este le fascinara. Hart también recordaba que, como Ian tenía el problema con las mentiras, había aprendido a ser muy bueno en simplemente no contestar a las preguntas.
Ah, maldito infierno.
—Ian—, Zayn dijo, su rabia hirviendo con la fuerza de una pesadilla. —Dime que no la has traído aquí.
Ian finalmente apartó la mirada del espejo, pero nunca miró a Zayn. Él vagó con la mirada a través del cuarto, a la ventana y miró detenidamente a la niebla, dando la espalda firmemente a su hermano.
Zayn se apartó y anduvo a zancadas hacia el pasillo. Ahuecó sus manos alrededor de su boca y gritó.
— ¡Invitado!
lau_mic
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Mensaje por lau_mic Sáb 20 Abr 2013, 11:10 am

quieren cap??????????????
lau_mic
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Mensaje por Jessy94 Lun 29 Abr 2013, 1:26 pm

siguelaaaaaaa .... me encanto!
Nueva lectora :)
Jessy94
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Mensaje por lau_mic Lun 29 Abr 2013, 7:43 pm

hola claro la seguire =3
lau_mic
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Mensaje por Lola Tomlinson Lun 29 Abr 2013, 8:32 pm

Los caps estuvieron tan gjskjkjjjjkdjsjgkdjfkgjdhfjdjfjdhdkf que morí
Lola Tomlinson
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