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Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
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"Obsesión" (Joe y tú) [Adaptación]
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: "Obsesión" (Joe y tú) [Adaptación]
~
Obsesión
~
Joe caminó lentamente por la playa de Strathy Point sintiéndose un poco surrealista. No podía creer que se le hubiera cruzado la idea de salir corriendo a las montañas con la esperanza de ver a la novelista americana, mucho menos de concretarla. Pero ahora estaba aquí, se dijo resuelto, así que debía sacarle el mayor provecho.
Era una playa nudista, se percató. Se sintió un poco incómodo al haberse dejado puesto el traje de baño cuando todos a su alrededor estaban totalmente despojados de ropa. Ésta no era una playa de topless como había dicho la vendedora, pero una playa de topless y de la parte de abajo también. Se sintió como un idio*ta.
Joe agitó sus pestañas rápidamente varias veces, y los lentes de contacto que se compró ayer a la tarde hicieron que sus ojos se humedezcan un poco. Se estaba acostumbrando a las malditas cosas, casi del todo, pero aceptó que le llevó varias dolorosas horas incluso para llegar hasta aquí. Bueno, pensó con un poco de satisfacción, si tuviera la suerte de encontrarse a __________ Elliot Jhonson, al menos no lo haría con sus sensatos y aburridos anteojos.
Joe buscó por la costa de la playa para encontrar a la mujer en cuestión, sus entrañas anudándose, anticipándose a la idea de volver a verla. Su mirada oscura se movió de un lado al otro, hasta que finalmente se posó sobre la forma de una escritora durmiente y muy desnuda a una cierta distancia sobre el terreno arenoso.
Respiró hondo para afirmarse, rogándole al cielo que encontrara el coraje para acercársele y despertarla. Sólo podía esperar que su cuerpo cooperara y no sustentara una erección notablemente grande y dolorosa con tan solo verla. Pero cuando se acercó y vio que sus grandes pezones rosados sobresalían en el aire, su deseo de tirarse al lado de ella y chuparlos tiró por la borda todas las intenciones de mantener el control.
Suspiró, notando con triste resignación que su pene estaba tan duro como una llave de hierro.
Se arrodilló a su lado, sin poder creer que él, Joseph Jonas se había vuelto tan osado como para acercarse a ella, sin mencionar ser tan descarado como para caer sobre sus rodillas y mirar libidinosamente su cuerpo de tan cerca. Miró rápidamente a su alrededor, sintiendo pánico por un momento de que lo avergüence frente a los demás gritándole que se vaya. Respiró con alivio al darse cuenta de que estaban bastante solos en ese pedazo de la playa, y que sus gritos sólo servirían para humillarlo a él frente a ella. No es que ese panorama fuera mucho mejor.
Los ojos de Joe cayeron hasta su cara, notando en seguida que estaba profundamente dormida. Desenfadada, ¿no? Tuvo la necesidad de retarla por eso, luego frunció el ceño ante esos pensamientos.
Suspiró. No podía ser más tonto si lo intentara, pensó deprimido. Aquí estaba, sentado frente al objeto de su obsesión, con su cuerpo totalmente desnudo a su disposición, ¿y había pensado en retarla?.
Aun así, no pudo evitar pensar que si hubiera sido cualquier otro hombre se hubiera aprovechado de la situación y se le hubiera echado encima por la fuerza. Ella debería tener más cuidado.
Sus ojos oscuros encontraron sus senos, y todos los pensamientos sobre retar a una cierta novelista se fueron volando por una ventana imaginaria. Su pene se endureció al mirarla, el deseo lo abarcaba dura y rápidamente. Sus aureolas, notó, eran de color rosa claro y un poco acolchaditas. Sus largos pezones colorados sobresalían como dos cohetes con forma de botella que despegaban de una suave y aterciopelada base.
Joe respiró hondo, con una erección salvaje, mientras su mirada se paseaba más abajo y se posaba sobre su acolchonada vulva. Una de sus rodillas estaba levemente doblada, lo cual no ponía ningún impedimento a que él viera cómo se veía su carne por dentro. Tenía el Monte de Venus afeitado, notó mientras su quijada se endurecía, pensando cuánto le gustaría pasar su lengua por todos los suaves pliegues debajo de él.
Joe miró su vulva, queriendo chuparla, queriendo montarla, queriéndola y punto. Como si la durmiente mujer pudiera leer sus pensamientos y quisiera alentarlos, la carne entre sus piernas se humedeció un poco delante de sus ojos, una gota alargada de flujo dejándose ver en su abertura.
Sus ojos se dispararon a sus senos. Estaban más duros que antes. Tan duros que le parecía doloroso a él. Tan duros que se imaginó llevándoselos a la boca y…
Ella se dio cuenta.
Avergonzado al haber sido pescado mirando sin reparos su cuerpo desnudo, Joe alzó la mirada y
chocó con la de una mujer bien despierta. Tosió cubriéndose con la mano mientras ella le
sonreía, y como ese muchacho tonto que fue a los trece años, tuvo una urgente necesidad de
acabarse.
Sus cejas se juntaban lentamente mientras lo miraba con curiosidad.
–¿No nos conocemos? –preguntó ella con una sonrisa.
__________ pensó que ya estaba demasiado experimentada como para excitarse por algo tan simple como
un hombre admirando su cuerpo desnudo con deseo. Pero Dios, pensó mientras sus pezones sobresalían
como cuchillas, la mirada pensativa de este hombre tenía un efecto desconcertante en ella.
La miraba como si quisiera poseerla, como si quisiera meterle los dedos por la vagina y reclamarla
como suya. El efecto era embriagador, excitante, y no era sólo porque la miraban libidinosamente,
en general, sino porque ya se había dado cuenta de quién era el que la miraba libidinosamente.
El Señor Correctito en persona. El extraño con el que había conversado por un momento en Jenners.
__________ lo recorrió por completo con la mirada. Tenía un cuerpo impresionante, pensó.
Sus piernas eran largas y musculosas, sus brazos no eran ampliamente grandes como los de un físico
culturista, pero atractivamente recortados y cubiertos de venas. Su pecho era igualmente musculoso,
duro y tentador. Y su pene «Dios santo» sonrió, pensando que definitivamente no era tan
experimentada, su pene era gloriosamente largo y duro, abultándose en su traje de baño.
Sabiendo que sólo verla lo excitaba, que este hombre en el que estaba pensando cuando se durmió
estaba aquí a su lado, hizo que su vientre se contraiga y se formen pequeñas gotas entre sus
muslos. Su mirada se levantó, atrapando la de ella, y su cara se sonrojó encantadoramente mientras
tosía cubriéndose con la mano.
Se dio cuenta que tenía intenciones de irse. Alarmada ante esa posibilidad, y sin tiempo ni
intenciones de pensar por qué, lo anticipó con una sonrisa y una simple pregunta «¿No nos
conocemos?»
Los ojos de Joe bajaron velozmente a sus pezones, luego de nuevo a su cara. Aclaró su garganta
nerviosamente, sintiéndose como el idio*ta más grande que existió en el planeta.
–S-sí –tartamudeó, asintiendo una vez con la cabeza– nos conocimos en Jenners hace dos días
Se sonrió con su marcado acento, levantándose con los codos, luego reclinándose sobre ellos
mientras conversaban. Sus pezones estaban a escasas pulgadas de su cara, tan duros y tentadores,
apoyados sobre sus acolchados parches rosados. No hizo ningún movimiento para cerrar las piernas,
notó, y de hecho había abierto una pierna un poco más. No sentía vergüenza en absoluto de haber
sido atrapada completamente desnuda. Parecía disfrutar este momento íntimo entre ellos, y él no
estaba totalmente seguro de cómo tomar este hecho.
–Sabía que te reconocía –sonrió abiertamente, calmándolo un poco cuando entendió que no
estaba enojada por sus miradas indecentes– ¿Terminaron pasándote por arriba?
–¿Por arriba? –preguntó tontamente. Y luego, al recordar su conversación anterior, sonrió–
no, pude salir entero de la tienda
–Bien –__________ apoyó sus dientes en su labio inferior y lo mordisqueó por un momento, sin
poder creer que estaba por sugerir lo que sugeriría. Pero se sentía descarada. Excitada y
descarada. Y sabía que quería tener sexo con este hombre. Nunca había sido de pensar más allá
del presente y en este preciso momento lo deseaba– ¿Sabes? –dijo mientras levantaba su
mentón– esta situación me parece un poco injusta
La cara de Joe se sonrojó.
–¿Cómo?
Miró su traje de baño con tiendita.
–Esta es una playa nudista –murmuró– pero tú llevas ropa puesta
El pene de Joe se puso más duro, y los músculos de su estómago se apretaron. Básicamente lo
acababa de invitar a sacarse toda la ropa, aún sabiendo como debía hacerlo que estaba totalmente
erecto. Miró su vulva, que ahora estaba lista e hinchada y se preguntó si sería posible que ella
realmente quisiera tener sexo con él.
Lo dudó, pero decidió por una vez en su vida dejarse llevar y ver qué pasaba. Se paró y se bajó
el traje de baño, revelándole completamente su erección.
__________ contuvo el aliento, no esperando que fuera tan bien dotado. Era guapo de una manera
cruda, masculina; y sexy pensando en la situación de la colegiala traviesa que corrompe al guapo y
distinguido profesor. Ella le sonrió cuando volvió a sentarse al lado suyo.
–El sol se siente genial sobre la piel, ¿no? –le preguntó con su acento arrastrado.
–Cierto –mientras Joe admiraba sus pezones, decidió que su tendencia a dar cátedra encontraba
los momentos más extraños para hacerse ver– pero espero que te hayas puesto algún tipo de
protección –agregó– ya que no te gustaría quemarte los… –tosió discretamente,
cubriéndose con la mano y desvió la mirada, avergonzado por lo que estuvo a punto de decir.
__________ estaba disfrutando esto. Casi todos los hombres con los que había salido se habían
comportado demasiado seguros de sí mismos, como si creyeran tener derecho a tomar lo que querían.
Pero este hombre era tan excitantemente especial que se encontró queriendo empujarlo más y más,
aunque no fuera más que para probar sus límites de tolerancia.
–¿Por qué no les pasas un poco de loción para mí? –le susurró.
Sus ojos oscuros se dispararon para encontrar los de ella, y tragó saliva visiblemente. No se
lanzó a ella, pero tampoco retrocedió ante su desafío carnal.
–¿Dónde está la loción? –preguntó con voz rasposa.
Estaba duro, tan endemoniadamente duro.
–En mi bolso.
Al poco tiempo, Joe se había puesto la loción con perfume de coco en sus palmas y estaba por
alcanzar sus senos. Los llevó entre sus grandes manos, humedeciendo los suaves y carnosos globos
con el dulce aceite. Cuando su respiración se volvió poco profunda, comenzó a masajearle los
pezones, pasándoles la loción con los pulgares y los dedos.
–¿Cómo te llamas? –__________ preguntó sin aliento, cerrando los ojos mientras él continuaba
con su sensual masaje.
–Joseph Jonas –respondió él con voz profunda, mientras su excitación hacía que sus
inhibiciones se desvanecieran significativamente– y tú eres __________ Elliot Jhonson.
Sus ojos se abrieron rápidamente.
–¿Cómo supiste mi nombre?
–Escuché a la vendedora
Ella se paralizó.
–También me escuchaste decirle que estaría de vacaciones en Strathy Point?
Su mirada oscura se chocó con la verde clara de ella.
–Sí–admitió, sin ofrecer ninguna otra explicación.
Él masajeó sus pezones un poco más duro, tirando de ellos ahora. Cuando gimió suavemente y sus
ojos se achicaron con deseo, el temió derramarse allí mismo sobre su muslo.
–Me has seguido –fue una declaración, no una pregunta.
–Sí –fue la verdad, no una disculpa.
–No sé qué pensar de eso
–Yo pienso –dijo Joe suavemente, con su erección hinchada y dolorosa– que tu hermosa vulva
necesita que le pongan loción también –se paralizó apenas esas palabras salieron trastabillando
de su boca, sin poder creer que él las había pronunciado.
__________ encontró su mirada y estudió sus rasgos, como si estuviera evaluando sus palabras. Y
luego, surrealista como era para él, ella abrió sus piernas ampliamente, dándole no solamente una
deliciosa vista de su vulva pelada y sus sedosos pliegues, sino también permiso para masajearla de
la manera más íntima posible.
Joe se olvidó de la loción mientras su dedo índice encontró su abertura y le empujó un grueso
dedo hacia adentro de ella. Ella exhaló con un gemido, su cabeza echada hacia atrás para colgar
precariamente de su cuello, mientras su conchita húmeda se ponía más húmeda y sus pezones
continuaban sobresaliendo como cuchillas.
Un segundo dedo encontró el hoyo de su conchita, uniéndose al primero, mientras comenzaba a
tomarla con los dedos lentamente. En su otra mano, la yema del pulgar tomaba el control de su
clítoris y comenzaba a frotarla con un sensual movimiento circular. Se arqueó en su mano,
respirando profundamente mientras él masajeaba su carne empapada.
–Tienes la vulva más hermosa que jamás he visto –dijo ronco– tan húmeda y jugosa, tan
estrecha e hinchadita
–Ay, síííí –la espalda de __________ se arqueó aún más, y sus labios se separaron
levemente. Estaba borracha de excitación, embriagada por el efecto que él tenía sobre ella.
Sus palabras, sus manos, su mera presencia exaltaban su deseo. Joe la hizo sentir como una diosa
erótica omnipotente, un estado de sensualidad a la que ningún otro hombre la había llevado. La
miró como si fuese la mujer más intrigante del mundo, exploró su cuerpo como si nunca pudiera
tener lo suficiente de él.
–Córrete por mí, __________ –lo escuchó murmurar. Sus dedos comenzaron a embestir con más
fuerza. El movimiento de frotación sobre su clítoris se volvió más intenso– quiero ver cómo
te acabas
–Ah, sí… ah Dios –se estaba acabando. Estaba tan cerca. Gimió, mientras sus caderas se
levantaban para él, queriendo que hiciera lo que hacía, queriendo acabarse bien acabada para él.
Obsesión
~
Joe caminó lentamente por la playa de Strathy Point sintiéndose un poco surrealista. No podía creer que se le hubiera cruzado la idea de salir corriendo a las montañas con la esperanza de ver a la novelista americana, mucho menos de concretarla. Pero ahora estaba aquí, se dijo resuelto, así que debía sacarle el mayor provecho.
Era una playa nudista, se percató. Se sintió un poco incómodo al haberse dejado puesto el traje de baño cuando todos a su alrededor estaban totalmente despojados de ropa. Ésta no era una playa de topless como había dicho la vendedora, pero una playa de topless y de la parte de abajo también. Se sintió como un idio*ta.
Joe agitó sus pestañas rápidamente varias veces, y los lentes de contacto que se compró ayer a la tarde hicieron que sus ojos se humedezcan un poco. Se estaba acostumbrando a las malditas cosas, casi del todo, pero aceptó que le llevó varias dolorosas horas incluso para llegar hasta aquí. Bueno, pensó con un poco de satisfacción, si tuviera la suerte de encontrarse a __________ Elliot Jhonson, al menos no lo haría con sus sensatos y aburridos anteojos.
Joe buscó por la costa de la playa para encontrar a la mujer en cuestión, sus entrañas anudándose, anticipándose a la idea de volver a verla. Su mirada oscura se movió de un lado al otro, hasta que finalmente se posó sobre la forma de una escritora durmiente y muy desnuda a una cierta distancia sobre el terreno arenoso.
Respiró hondo para afirmarse, rogándole al cielo que encontrara el coraje para acercársele y despertarla. Sólo podía esperar que su cuerpo cooperara y no sustentara una erección notablemente grande y dolorosa con tan solo verla. Pero cuando se acercó y vio que sus grandes pezones rosados sobresalían en el aire, su deseo de tirarse al lado de ella y chuparlos tiró por la borda todas las intenciones de mantener el control.
Suspiró, notando con triste resignación que su pene estaba tan duro como una llave de hierro.
Se arrodilló a su lado, sin poder creer que él, Joseph Jonas se había vuelto tan osado como para acercarse a ella, sin mencionar ser tan descarado como para caer sobre sus rodillas y mirar libidinosamente su cuerpo de tan cerca. Miró rápidamente a su alrededor, sintiendo pánico por un momento de que lo avergüence frente a los demás gritándole que se vaya. Respiró con alivio al darse cuenta de que estaban bastante solos en ese pedazo de la playa, y que sus gritos sólo servirían para humillarlo a él frente a ella. No es que ese panorama fuera mucho mejor.
Los ojos de Joe cayeron hasta su cara, notando en seguida que estaba profundamente dormida. Desenfadada, ¿no? Tuvo la necesidad de retarla por eso, luego frunció el ceño ante esos pensamientos.
Suspiró. No podía ser más tonto si lo intentara, pensó deprimido. Aquí estaba, sentado frente al objeto de su obsesión, con su cuerpo totalmente desnudo a su disposición, ¿y había pensado en retarla?.
Aun así, no pudo evitar pensar que si hubiera sido cualquier otro hombre se hubiera aprovechado de la situación y se le hubiera echado encima por la fuerza. Ella debería tener más cuidado.
Sus ojos oscuros encontraron sus senos, y todos los pensamientos sobre retar a una cierta novelista se fueron volando por una ventana imaginaria. Su pene se endureció al mirarla, el deseo lo abarcaba dura y rápidamente. Sus aureolas, notó, eran de color rosa claro y un poco acolchaditas. Sus largos pezones colorados sobresalían como dos cohetes con forma de botella que despegaban de una suave y aterciopelada base.
Joe respiró hondo, con una erección salvaje, mientras su mirada se paseaba más abajo y se posaba sobre su acolchonada vulva. Una de sus rodillas estaba levemente doblada, lo cual no ponía ningún impedimento a que él viera cómo se veía su carne por dentro. Tenía el Monte de Venus afeitado, notó mientras su quijada se endurecía, pensando cuánto le gustaría pasar su lengua por todos los suaves pliegues debajo de él.
Joe miró su vulva, queriendo chuparla, queriendo montarla, queriéndola y punto. Como si la durmiente mujer pudiera leer sus pensamientos y quisiera alentarlos, la carne entre sus piernas se humedeció un poco delante de sus ojos, una gota alargada de flujo dejándose ver en su abertura.
Sus ojos se dispararon a sus senos. Estaban más duros que antes. Tan duros que le parecía doloroso a él. Tan duros que se imaginó llevándoselos a la boca y…
Ella se dio cuenta.
Avergonzado al haber sido pescado mirando sin reparos su cuerpo desnudo, Joe alzó la mirada y
chocó con la de una mujer bien despierta. Tosió cubriéndose con la mano mientras ella le
sonreía, y como ese muchacho tonto que fue a los trece años, tuvo una urgente necesidad de
acabarse.
Sus cejas se juntaban lentamente mientras lo miraba con curiosidad.
–¿No nos conocemos? –preguntó ella con una sonrisa.
__________ pensó que ya estaba demasiado experimentada como para excitarse por algo tan simple como
un hombre admirando su cuerpo desnudo con deseo. Pero Dios, pensó mientras sus pezones sobresalían
como cuchillas, la mirada pensativa de este hombre tenía un efecto desconcertante en ella.
La miraba como si quisiera poseerla, como si quisiera meterle los dedos por la vagina y reclamarla
como suya. El efecto era embriagador, excitante, y no era sólo porque la miraban libidinosamente,
en general, sino porque ya se había dado cuenta de quién era el que la miraba libidinosamente.
El Señor Correctito en persona. El extraño con el que había conversado por un momento en Jenners.
__________ lo recorrió por completo con la mirada. Tenía un cuerpo impresionante, pensó.
Sus piernas eran largas y musculosas, sus brazos no eran ampliamente grandes como los de un físico
culturista, pero atractivamente recortados y cubiertos de venas. Su pecho era igualmente musculoso,
duro y tentador. Y su pene «Dios santo» sonrió, pensando que definitivamente no era tan
experimentada, su pene era gloriosamente largo y duro, abultándose en su traje de baño.
Sabiendo que sólo verla lo excitaba, que este hombre en el que estaba pensando cuando se durmió
estaba aquí a su lado, hizo que su vientre se contraiga y se formen pequeñas gotas entre sus
muslos. Su mirada se levantó, atrapando la de ella, y su cara se sonrojó encantadoramente mientras
tosía cubriéndose con la mano.
Se dio cuenta que tenía intenciones de irse. Alarmada ante esa posibilidad, y sin tiempo ni
intenciones de pensar por qué, lo anticipó con una sonrisa y una simple pregunta «¿No nos
conocemos?»
Los ojos de Joe bajaron velozmente a sus pezones, luego de nuevo a su cara. Aclaró su garganta
nerviosamente, sintiéndose como el idio*ta más grande que existió en el planeta.
–S-sí –tartamudeó, asintiendo una vez con la cabeza– nos conocimos en Jenners hace dos días
Se sonrió con su marcado acento, levantándose con los codos, luego reclinándose sobre ellos
mientras conversaban. Sus pezones estaban a escasas pulgadas de su cara, tan duros y tentadores,
apoyados sobre sus acolchados parches rosados. No hizo ningún movimiento para cerrar las piernas,
notó, y de hecho había abierto una pierna un poco más. No sentía vergüenza en absoluto de haber
sido atrapada completamente desnuda. Parecía disfrutar este momento íntimo entre ellos, y él no
estaba totalmente seguro de cómo tomar este hecho.
–Sabía que te reconocía –sonrió abiertamente, calmándolo un poco cuando entendió que no
estaba enojada por sus miradas indecentes– ¿Terminaron pasándote por arriba?
–¿Por arriba? –preguntó tontamente. Y luego, al recordar su conversación anterior, sonrió–
no, pude salir entero de la tienda
–Bien –__________ apoyó sus dientes en su labio inferior y lo mordisqueó por un momento, sin
poder creer que estaba por sugerir lo que sugeriría. Pero se sentía descarada. Excitada y
descarada. Y sabía que quería tener sexo con este hombre. Nunca había sido de pensar más allá
del presente y en este preciso momento lo deseaba– ¿Sabes? –dijo mientras levantaba su
mentón– esta situación me parece un poco injusta
La cara de Joe se sonrojó.
–¿Cómo?
Miró su traje de baño con tiendita.
–Esta es una playa nudista –murmuró– pero tú llevas ropa puesta
El pene de Joe se puso más duro, y los músculos de su estómago se apretaron. Básicamente lo
acababa de invitar a sacarse toda la ropa, aún sabiendo como debía hacerlo que estaba totalmente
erecto. Miró su vulva, que ahora estaba lista e hinchada y se preguntó si sería posible que ella
realmente quisiera tener sexo con él.
Lo dudó, pero decidió por una vez en su vida dejarse llevar y ver qué pasaba. Se paró y se bajó
el traje de baño, revelándole completamente su erección.
__________ contuvo el aliento, no esperando que fuera tan bien dotado. Era guapo de una manera
cruda, masculina; y sexy pensando en la situación de la colegiala traviesa que corrompe al guapo y
distinguido profesor. Ella le sonrió cuando volvió a sentarse al lado suyo.
–El sol se siente genial sobre la piel, ¿no? –le preguntó con su acento arrastrado.
–Cierto –mientras Joe admiraba sus pezones, decidió que su tendencia a dar cátedra encontraba
los momentos más extraños para hacerse ver– pero espero que te hayas puesto algún tipo de
protección –agregó– ya que no te gustaría quemarte los… –tosió discretamente,
cubriéndose con la mano y desvió la mirada, avergonzado por lo que estuvo a punto de decir.
__________ estaba disfrutando esto. Casi todos los hombres con los que había salido se habían
comportado demasiado seguros de sí mismos, como si creyeran tener derecho a tomar lo que querían.
Pero este hombre era tan excitantemente especial que se encontró queriendo empujarlo más y más,
aunque no fuera más que para probar sus límites de tolerancia.
–¿Por qué no les pasas un poco de loción para mí? –le susurró.
Sus ojos oscuros se dispararon para encontrar los de ella, y tragó saliva visiblemente. No se
lanzó a ella, pero tampoco retrocedió ante su desafío carnal.
–¿Dónde está la loción? –preguntó con voz rasposa.
Estaba duro, tan endemoniadamente duro.
–En mi bolso.
Al poco tiempo, Joe se había puesto la loción con perfume de coco en sus palmas y estaba por
alcanzar sus senos. Los llevó entre sus grandes manos, humedeciendo los suaves y carnosos globos
con el dulce aceite. Cuando su respiración se volvió poco profunda, comenzó a masajearle los
pezones, pasándoles la loción con los pulgares y los dedos.
–¿Cómo te llamas? –__________ preguntó sin aliento, cerrando los ojos mientras él continuaba
con su sensual masaje.
–Joseph Jonas –respondió él con voz profunda, mientras su excitación hacía que sus
inhibiciones se desvanecieran significativamente– y tú eres __________ Elliot Jhonson.
Sus ojos se abrieron rápidamente.
–¿Cómo supiste mi nombre?
–Escuché a la vendedora
Ella se paralizó.
–También me escuchaste decirle que estaría de vacaciones en Strathy Point?
Su mirada oscura se chocó con la verde clara de ella.
–Sí–admitió, sin ofrecer ninguna otra explicación.
Él masajeó sus pezones un poco más duro, tirando de ellos ahora. Cuando gimió suavemente y sus
ojos se achicaron con deseo, el temió derramarse allí mismo sobre su muslo.
–Me has seguido –fue una declaración, no una pregunta.
–Sí –fue la verdad, no una disculpa.
–No sé qué pensar de eso
–Yo pienso –dijo Joe suavemente, con su erección hinchada y dolorosa– que tu hermosa vulva
necesita que le pongan loción también –se paralizó apenas esas palabras salieron trastabillando
de su boca, sin poder creer que él las había pronunciado.
__________ encontró su mirada y estudió sus rasgos, como si estuviera evaluando sus palabras. Y
luego, surrealista como era para él, ella abrió sus piernas ampliamente, dándole no solamente una
deliciosa vista de su vulva pelada y sus sedosos pliegues, sino también permiso para masajearla de
la manera más íntima posible.
Joe se olvidó de la loción mientras su dedo índice encontró su abertura y le empujó un grueso
dedo hacia adentro de ella. Ella exhaló con un gemido, su cabeza echada hacia atrás para colgar
precariamente de su cuello, mientras su conchita húmeda se ponía más húmeda y sus pezones
continuaban sobresaliendo como cuchillas.
Un segundo dedo encontró el hoyo de su conchita, uniéndose al primero, mientras comenzaba a
tomarla con los dedos lentamente. En su otra mano, la yema del pulgar tomaba el control de su
clítoris y comenzaba a frotarla con un sensual movimiento circular. Se arqueó en su mano,
respirando profundamente mientras él masajeaba su carne empapada.
–Tienes la vulva más hermosa que jamás he visto –dijo ronco– tan húmeda y jugosa, tan
estrecha e hinchadita
–Ay, síííí –la espalda de __________ se arqueó aún más, y sus labios se separaron
levemente. Estaba borracha de excitación, embriagada por el efecto que él tenía sobre ella.
Sus palabras, sus manos, su mera presencia exaltaban su deseo. Joe la hizo sentir como una diosa
erótica omnipotente, un estado de sensualidad a la que ningún otro hombre la había llevado. La
miró como si fuese la mujer más intrigante del mundo, exploró su cuerpo como si nunca pudiera
tener lo suficiente de él.
–Córrete por mí, __________ –lo escuchó murmurar. Sus dedos comenzaron a embestir con más
fuerza. El movimiento de frotación sobre su clítoris se volvió más intenso– quiero ver cómo
te acabas
–Ah, sí… ah Dios –se estaba acabando. Estaba tan cerca. Gimió, mientras sus caderas se
levantaban para él, queriendo que hiciera lo que hacía, queriendo acabarse bien acabada para él.
Harriet
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