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Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
La Huésped adaptada (Harry Niall y Tn_)
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
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La Huésped adaptada (Harry Niall y Tn_)
Titulo: La Huésped adaptada (HARRY, Niall Y TN__)
Autor:Stephenie Meyer
adaptación: SI
Genero: Romantico
advertencias: ninguna
otras paginas: no
Prologo
Inserción
El sanador se llamaba Fords Deep Waters.
Como era un alma, por naturaleza era todo lo bueno que se puede
ser: compasivo, paciente, honrado, virtuoso, y estaba lleno de amor. La
ansiedad era una emoción desconocida para él.
La irritación le era aún más extraña. Sin embargo, Fords Deep
Waters vivía dentro de un cuerpo humano, y por ello le resultaba inevitable
irritarse en ocasiones.
Los susurros de los estudiantes del sanador zumbaban en la
esquina más lejana de la sala de operaciones, así que apretó los labios hasta
formar con ellos una fina línea. La expresión parecía fuera de lugar en una
boca que sin duda era mucho más proclive a la sonrisa.
Darren, su asistente personal, observó su mueca y le palmeó el
hombro.
-Simplemente están mostrando curiosidad, Fords -comentó en voz
baja.
-Una inserción no es un procedimiento interesante ni supone
desafío alguno. Cualquier alma de la calle podría llevarla a cabo en caso de
emergencia. -Fords se sorprendió al darse cuenta de que había empleado un
tono de voz crispado, lo que no era habitual en él-. - Por mucho que miren, no
van a aprender nada en el día de hoy.
-Nunca habían visto un ser humano adulto antes -repuso Darren.
Fords alzó la ceja.
-¿Están ciegos cuando se miran los unos a los otros?
¿Es que no tienen espejos?
-Ya sabes a lo que me refiero, a un hombre salvaje, a uno
desprovisto de alma, a uno de los insurgentes.
El sanador miró el cuerpo inconsciente de la chica que yacía boca
abajo en la mesa de operaciones. La pena le inundó el corazón mientras
recordaba el estado en el que se encontraba ese pobre cuerpo destrozado
cuando los buscadores la habían traído al Servicio de Sanación. Qué dolor
tendría que haber sufrido! Claro que ahora ya estaba bien, completamente curada.
Él ya se había ocupado de eso.
-Su aspecto es igual al nuestro -le susurró Fords a Darren-. Todos
nosotros tenemos rostros humanos, y también será una de nosotros cuando
se despierte.
-Les parece emocionante, eso es todo.
-El alma que vamos a implantar hoy merece demasiado respeto
como para tener a toda esa gente mirando embobada de ese modo el cuerpo
de su anfitriona. Ya va a tener mucho a lo que enfrentarse durante la
aclimatación. No es buena idea hacerla pasar por esto.
Con «esto» no se refería a su exposición a la curiosidad de los
estudiantes. Fords sintió que el tono de su voz se había endurecido de nuevo.
Darren volvió a pa1mearle la espalda.
-Todo saldrá bien. La buscadora necesita información y ...
Al oír la palabra «buscadora», Fords lanzó una mirada a Darren
que sólo podía describirse como hostil. Éste pestañeó sorprendido.
-Lo siento -se disculpó Fords con rapidez-. No quería reaccionar de
manera tan negativa. Es simplemente que temo por esta alma.
Dirigió los ojos al criotanque situado junto a la mesa. La luz era
constante, de un rojo mate, lo que indicaba que estaba ocupado y que tenía
activado el modo de hibernación.
-El alma en cuestión ha sido especialmente escogida para este
objetivo -dijo Darren con voz tranquilizadora-. Se trata de un ser excepcional
entre los de nuestra especie, más valiente que la mayoría. Sus vidas hablan
por sí mismas. Creo que se habría ofrecido voluntaria si hubiera sido posible
preguntarle.
-¿Quién de nosotros no se habría presentado voluntario si se le
pidiera hacer algo por el bien de todos? Pero ¿es realmente ése el caso?
¿Así se sirve de verdad al bien común? La cuestión no es su buena
disposición, sino si es correcto pedirle a un alma que soporte eso.
Los estudiantes de Sanación estaban discutiendo también sobre el
alma hibernada. Fords podía escuchar con claridad los murmullos; las voces
subieron de volumen a causa del entusiasmo.
-Ha vivido en seis planetas.
-Yo había oído que en siete.
-Escuché también que no había vivido dos ciclos vitales en la
misma especie anfitriona.
-¿Es eso posible?
-Ha estado en casi todas partes. En una flor, un oso, una arana ...
-En un alga, un murciélago ...
-¡Incluso en un dragón!
-No me lo puedo creer ... ¿ En siete planetas?
-Al menos siete. Comenzó en el Origen.
-¿ De verdad? ¿ En el Origen?
-¡Calma, por favor! -exclamó Fords-. Si no son capaces de observar
con profesionalidad y en silencio, tendré que pedirles que se marchen. Avergonzados, los seis estudiantes se quedaron callados y se
separaron unos de otros.
-Continuemos con esto, Darren.
Todo estaba ya preparado. Habían depositado las medícinas
apropiadas alIado de la chica humana, cuya larga melena negra se hallaba
recogida bajo un gorro quirúrgico, lo que dejaba al descubierto un esbelto
cuello. Profundamente sedada, respiraba lentamente. Su piel tostada por el
sol apenas mostraba restos del. .. accidente.
-Por favor, Darren, comienza la secuencia de descongelación.
El asistente de pelo gris estaba ya delante del criotanque con la
mano posada sobre los mandos. Retiró el seguro y giró la rueda del
interruptor hacia abajo. La luz roja que había en la parte superior del pequeño
cilindro gris comenzó a titilar, emitiendo destellos con más rapidez conforme
pasaban los segundos y cambiando de color.
Fords se concentró en el cuerpo inconsciente. Practicó una incisión
con el escalpelo a través de la piel hasta la base del cráneo con movimientos
controlados y precisos; después, pulverizó la zona con la medicación que
frenaba el flujo excesivo de sangre antes de ampliar la herida. Hurgó con
delicadeza bajo los músculos del cuello procurando no dañarlos y expuso a la
vista los huesos pálidos de la parte superior de la columna vertebral.
-El alma está preparada, Fords -informó Darren.
-Yo también. Tráela.
Fords percibió a su lado la presencia de Darren y supo sin
necesidad de mirar que su asistente estaría preparado, con la mano
extendida y esperando; llevaban trabajando juntos muchos años ya. El
sanador mantuvo la herida abierta.
-Enviémosla a casa -susurró.
La mano del ayudante apareció ante su vista con el resplandor
plateado de un alma en pleno despertar en su palma ahuecada.
Fords jamás había contemplado un alma expuesta sin sentirse
conmovido por su belleza.
El alma relumbró bajo las luces intensas de la sala de operaciones
con un fulgor más intenso que el brillante escalpelo que sostenía en la mano.
Se retorcía y ondulaba como un lazo viviente, estirándose, feliz de verse libre
del criotanque. Llevaba unas mil adherencias finas, plumosas, que fluctuaban
con suavidad, como si fueran pálidos cabellos plateados. Aunque todas las
almas le resultaban encantadoras, a Fords Deep Waters ésta le pareció
especialmente grácil.
No fue el único en experimentar esa reacción: percibió el suave
suspiro de Darren y escuchó los murmullos de admiración de los estudiantes.
Con suma delicadeza, Darren colocó la pequeña y relumbrante
criatura dentro de la abertura que Fords había practicado en el cuello
humano. El alma se deslizó con suavidad dentro del lugar que le había
procurado y se entrelazó con aquella anatomía extraña. Fords admiró la
habilidad con la que tomó posesión de su nuevo hogar. Algunas de sus
adherencias se enroscaron con fuerza en el sitio correcto, alrededor de los centros nerviosos, mientras que otras se estiraban y profundizaban hasta
donde ya no podía verlas, por debajo y hacia el interior del cerebro, donde se
encuentran los nervios ópticos y los canales auditivos. Era muy rápida, y sus
movimientos muy seguros. Pronto sólo quedó a la vista un trozo de su cuerpo
reluciente.
-Buen trabajo -le susurró, aunque sabía que ella no podía oírle. La
chica humana era la única que tenía oídos y aún dormía profundamente.
Terminar el trabajo era ya cuestión de rutina. Limpió y cerró la
herida aplicando el ungüento que sellaría la incisión y cubriría el alma;
después esparció el polvo que facilitaba la cicatrización sobre la línea que
había quedado en el cuello.
-Perfecto, como siempre --comentó su asistente, el cual, por alguna
razón incomprensible para Fords, nunca había querido cambiarse el nombre
de su anfitrión humano, Darren.
Fords suspiró.
-Lamento el trabajo hecho en el día de hoy.
-Sólo cumples tu deber de sanador.
-Pero ésta es la única ocasión en que la sanación se convierte en
realidad en un daño.
Darren comenzó a limpiar el área de trabajo. No parecía tener una
respuesta apropiada. Fords estaba cumpliendo con su vocación, y eso era
suficiente para él.
Pero no para Fords Deep Waters, que era sanador hasta lo más
profundo de su ser. Observó con ansiedad el cuerpo de la hembra humana,
sereno en su profundo sueño: sabía que esa paz se vería alterada en cuanto
despertara. El alma inocente que había insertado en ese cuerpo tendría que
soportar todo el horror del final de la joven.
Mientras se inclinaba sobre la humana y le susurraba al oído, Fords
deseó fervientemente que el alma que habitaba dentro pudiera escucharle.
-Buena suerte, pequeña viajera, buena suerte. ¡Cuánto desearía
que esto fuera innecesario!
Cairi22
Re: La Huésped adaptada (Harry Niall y Tn_)
Esta novela adaptada es Mía y de Denis1D_ Necesitamos chica para Niall , Tn es el alma que se queda con Harry y Niall necesita chica descripciones ¡¡¡¡ esperamos que os guste
Cairi22
Re: La Huésped adaptada (Harry Niall y Tn_)
es una excelente historia!! pudiera formar parte de ella?
hopeless.
Re: La Huésped adaptada (Harry Niall y Tn_)
claro, solamente dime qué necesitas que te envíe :)
hopeless.
Re: La Huésped adaptada (Harry Niall y Tn_)
Color de ojos, color de piel, color del pelo que te gusta, que no...En realidad, TODO :-w-: Ah yo soy la co-adaptadora :)
Denis1D_
Re: La Huésped adaptada (Harry Niall y Tn_)
okay, te dejo entonces mi ficha:
Lenna Jones
Edad
21
Apodo
Len
Descripción física
Soy de piel blanca, ojos azules y grandes, cabello liso y castaño oscuro, de largo a media espalda. Mido aproximadamente 1.65 m de altura.
Descripción psicológica
Soy tímida al principio, me gusta "probar el terreno" antes de abrirme, pero una vez que me conoces puedo llegar a ser muy alegre, algunos me dicen que hasta hyper. Soy de las personas más sarcásticas que puedas llegar a conocer. Soy inteligente pero muy floja, por lo que no me va tan bien en la escuela. Soy muy orgullosa y un poco egoísta. Me gusta que las cosas se hagan como yo quiero. Soy una persona muy enamoradiza, y caigo muy fácil, todo para que al final me rompan el corazón. A final de cuentas soy muy auténtica y prefiero decirte las cosas a la cara a andarme con hipocresías.
Gustos
Me gusta mucho estar con mis amigas, más que nada platicar y así tranquilamente, no soy muy fan de la fiesta pero si me invitas voy con mucho gusto. Me gusta mucho cantar pero más que nada escuchar música y me encanta venir en mi carro con la música a todo volumen (vidrios arriba para no molestar a la gente, pero lo suficientemente alto para perderme en ella). No veo la tele pero me gusta mucho ver series en internet. Me fascinan las películas de género Thriller Psicológico. Me gusta mucho el clima frío y el lluvioso. Sobre todo si lo paso dentro de mi casa, en pijamas, tomando chocolate caliente y envuelta en una cobija. Probablemente leyendo o viendo alguna película.
Disgustos
Odio a las cucharachas y cualquier bicho en general. Los vegetales no me gustan. No me agrada para nada la gente hipócrita, mentirosa y superficial.
Curiosidades
Tengo un tatuaje pequeño en forma de estrella en el interior de la muñeca izquierda. Como acostumbro usar reloj, casi nadie lo ve. Canto bien, pero no me gusta hacerlo frente a la gente, pues soy un poco penosa. Sin embargo, es mi sueño cantar frente a un público.
Estilo
Mi outfit diario (para salir a la calle) consta de skinny jeans, flats o converse (aunque también me encanta usar tacones), una blusa sencilla pero bonita, mi cabello suelto, aretes de perlitas, un collar pequeño con una R (cuando me quedo en mi casa podría pasar el día entero en pijamas). Mi maquillaje es sencillo, no trato de pintarme mucho.
Outfits
Lenna Jones
Edad
21
Apodo
Len
Descripción física
Soy de piel blanca, ojos azules y grandes, cabello liso y castaño oscuro, de largo a media espalda. Mido aproximadamente 1.65 m de altura.
Descripción psicológica
Soy tímida al principio, me gusta "probar el terreno" antes de abrirme, pero una vez que me conoces puedo llegar a ser muy alegre, algunos me dicen que hasta hyper. Soy de las personas más sarcásticas que puedas llegar a conocer. Soy inteligente pero muy floja, por lo que no me va tan bien en la escuela. Soy muy orgullosa y un poco egoísta. Me gusta que las cosas se hagan como yo quiero. Soy una persona muy enamoradiza, y caigo muy fácil, todo para que al final me rompan el corazón. A final de cuentas soy muy auténtica y prefiero decirte las cosas a la cara a andarme con hipocresías.
Gustos
Me gusta mucho estar con mis amigas, más que nada platicar y así tranquilamente, no soy muy fan de la fiesta pero si me invitas voy con mucho gusto. Me gusta mucho cantar pero más que nada escuchar música y me encanta venir en mi carro con la música a todo volumen (vidrios arriba para no molestar a la gente, pero lo suficientemente alto para perderme en ella). No veo la tele pero me gusta mucho ver series en internet. Me fascinan las películas de género Thriller Psicológico. Me gusta mucho el clima frío y el lluvioso. Sobre todo si lo paso dentro de mi casa, en pijamas, tomando chocolate caliente y envuelta en una cobija. Probablemente leyendo o viendo alguna película.
Disgustos
Odio a las cucharachas y cualquier bicho en general. Los vegetales no me gustan. No me agrada para nada la gente hipócrita, mentirosa y superficial.
Curiosidades
Tengo un tatuaje pequeño en forma de estrella en el interior de la muñeca izquierda. Como acostumbro usar reloj, casi nadie lo ve. Canto bien, pero no me gusta hacerlo frente a la gente, pues soy un poco penosa. Sin embargo, es mi sueño cantar frente a un público.
Estilo
Mi outfit diario (para salir a la calle) consta de skinny jeans, flats o converse (aunque también me encanta usar tacones), una blusa sencilla pero bonita, mi cabello suelto, aretes de perlitas, un collar pequeño con una R (cuando me quedo en mi casa podría pasar el día entero en pijamas). Mi maquillaje es sencillo, no trato de pintarme mucho.
Outfits
- Spoiler:
- Accesorios del diario
1
Informal
1 2
Con las amigas
1 2 3
En clase
1 2 3
Formal
1 2 3
Fiesta
1 2 3 4
hopeless.
Re: La Huésped adaptada (Harry Niall y Tn_)
''Soy muy orgullosa, Soy inteligente pero muy floja'' Hostias como yo =D :aah:
Gracias por enviarnos tu descripción y por leer la historia Len
Un beso :bye:
Gracias por enviarnos tu descripción y por leer la historia Len
Un beso :bye:
Denis1D_
Re: La Huésped adaptada (Harry Niall y Tn_)
Yay! No estamos solas en esto jajajaDenis1D_ escribió:''Soy muy orgullosa, Soy inteligente pero muy floja'' Hostias como yo =D :aah:
Gracias por enviarnos tu descripción y por leer la historia Len :banana:
Un beso :bye:
Xx
hopeless.
Re: La Huésped adaptada (Harry Niall y Tn_)
Siii por mi no hay problema en que seas la chica de NIall :ilusion:
bss guapa
bss guapa
Cairi22
Re: La Huésped adaptada (Harry Niall y Tn_)
Mañana subo capitulo uno de esta NOvela¡¡¡¡¡ no os lo perdais
Cairi22
Re: La Huésped adaptada (Harry Niall y Tn_)
Capítulo
1
Recuerdos
Yo sabía que comenzaría con el final y a esos ojos el final iba a
parecerles algo similar a la muerte. Estaba avisada.
No esos ojos: mis ojos. Míos. Porque ahora eso era yo. Usaba un
lenguaje extraño, pero con significado. Tartamudeante, estridente, oscuro y
lineal. Anquilosado hasta lo indecible en comparación con los muchos otros
que antes había empleado, aunque con suficientes recursos para comunicar
fluidez y expresividad; en cierto sentido era hermoso. y ahora era mi idioma.
Mi idioma materno.
Me alojé con seguridad en el centro de pensamiento de este
cuerpo gracias al instinto certero que caracteriza a los de mi especie; luego
me inserté de forma inexorable en cada una de sus inspiraciones e instintos
hasta que dejamos de ser entidades nítidamente separadas. Ahora era yo.
No el cuerpo, sino mi cuerpo.
Percibí la lenta desaparición de los sedantes y que recuperaba la
lucidez. Me preparé para el asalto de su primer recuerdo, que en realidad
sería la evocación de los últimos momentos que su cuerpo había
experimentado, la memoria de su fin. Estaba bien preparada, porque me
habían contado con todo detalle lo que iba a ocurrir ahora. Estas emociones
humanas serían más fuertes, más vivas que los sentimientos de cualquier otra
especie en la que hubiera habitado antes.
El recuerdo llegó. Tal y como se me había avisado, no era algo
para lo que fuera fácil estar preparada.
Me quemó con su color estridente y su sonido atronador. Sentí frío
en la piel, mientras el dolor se me aferraba a los miembros, quemándome.
Percibía un sabor metálico intenso en su boca. Además había también un
nuevo sentido, el quinto, el que nunca había experimentado antes. Éste
percibía las partículas del aire y las transformaba en extraños mensajes, a veces placenteros y en otros casos avisos para su cerebro: el olor. Me
distraían, confundiéndome, pero no a su memoria. Porque sus recuerdos no
tenían tiempo para estas novedades del olfato, dominados como estaban por
el miedo.
El miedo la había encerrado en un círculo vicioso, incitando a los
miembros torpes, patosos, hacia delante, pero a la vez dificultándole los
movimientos. No podía hacer nada más que huir, correr.
Me he equivocado.
Aquel recuerdo ajeno era tan fuerte, claro y atemorizadar que se
deslizó a través de mi auto control y superó la distancia que supone saber que
era simplemente un recuerdo y, además, no era mío. Me arrastró al infierno
que había constituido el último minuto de su vida, porque yo era ella y
huíamos.
Estaba tan oscuro que no distinguía nada, ni siquiera el suelo. No
me veía las manos, extendidas delante de mí. Corría a ciegas mientras
intentaba escuchar el ruido de la persecución, que podía sentir a mis espaldas
a pesar de lo alto que me sonaba el pulso de los latidos del corazón en los
oídos.
Hacía frío. No importaba ahora, pero dolía. Tenía mucho frío.
Por su nariz entraba un olor desagradable, malo, hediondo. Esa
repulsión me liberó del recuerdo durante un segundo, pero sólo fue durante
un segundo, y enseguida el recuerdo me arrastró de nuevo y los ojos se me
llenaron de lágrimas de terror.
Estoy perdida, estamos perdidos. Se terminó.
Ahora mismo se encuentran detrás de mí, los oigo muy cerca. ¡Se
escuchan muchos pasos! Estoy sola. Me he equivocado.
Los buscadores están gritando. El sonido de sus voces me
revuelve el estómago hasta el punto de que me vaya marear.
-Todo va bien, todo va bien -me miente uno en un intento por
calmarme y lograr que aminore el paso. Su voz suena alterada por el esfuerzo
que hace al respirar.
-¡Ten cuidado! -grita otro, avisándola.
-¡No te hagas daño! -suplica un tercero con voz profunda y
preocupada por mí. ¡Preocupada por mí!
El calor recorrió mis venas y un odio violento casi me ahoga.
Nunca había sentido una emoción similar en todas mis vidas. De
nuevo la repugnancia me sacó del recuerdo un segundo más. Un lamento
agudo, estridente, me atravesó los oídos y retumbó en mi mente. El sonido
chirrió a través de todas mis vías respiratorias y sentí un ligero dolor en la garganta.
«Un grito -me explicó mi cuerpo--. Eres tú la que grita».
Me quedé helada por la sorpresa y el sonido se quebró de repente.
Eso no era un recuerdo.
Mi cuerpo ... ¡estaba pensando! ¡Me estaba hablando! Pero en ese
momento el recuerdo era más fuerte que mi asombro.
-¡ Por favor -chíllaban-, hay mucho peligro ahí delante! «¡El peligro
está detrás!», respondí a gritos en mi mente, pero ¿a qué se refieren? Hay un
débil rayo de luz que no se sabe de dónde viene brillando al final del pasillo.
No es una pared plana ni una puerta cerrada, sino el final sin salida que temía
y esperaba. Es un agujero negro.
El pozo de un ascensor. Abandonado, vacío y condenado como
todo el edificio: un escondrijo en su momento y ahora una tumba.
Una oleada de alivio me recorre mientras me precipito hacia
delante. Hay una salida. No hay manera de sobrevivir, pero sí, quizá, una
manera de vencer.
«¡No, no, no! ». Este pensamiento era completamente mío; luché
por apartarme de ella, pero seguíamos juntas, y saltamos unidas hacia el
abismo de la muerte.
-j Por favor! -Ahora los gritos sonaban más desesperados.
Casi sentí deseos de reír cuando supe que había sido lo bastante
rápida. Imaginé sus manos intentando sujetarme por la espalda y fallando por
centímetros. Suelo ser tan rápida como me hace falta. Ni siquiera me detuve
cuando se acabó el suelo. El agujero se alzó para encontrarse conmigo a
mitad de camino.
El vacío me engulló, las piernas cedieron, inutilizadas, y mis manos
se aferraron al aire y lo arañaron en busca de algo sólido. El frío me golpeó
como el azote de un tornado.
Escuché el golpe sordo antes de sentirlo ... El viento cesó ...
Y después el dolor me rodeó por todas partes hasta que el dolor
fue todo.
Paradlo.
«No lo suficientemente alto», susurré para mis adentros en medio
del dolor.
¿Cuándo acabará el calvario? ¿Cuándo .. .? La oscuridad devoró la agonía, y me sentí débil yagradecida
porque el recuerdo había llegado al final más definitivo de todos los posibles.
La negrura lo dominó todo y me liberó. Respiré profundamente para
tranquilizarme, como era la costumbre de este cuerpo. Mi cuerpo.
Pero entonces el color regresó, el recuerdo se reavivó y me
envolvió de nuevo.
«¡No!». Me dejé llevar por el pánico, temiendo al frío, al dolor y al
propio miedo, pero éste no era el mismo recuerdo. Era un recuerdo dentro del
recuerdo, la evocación de uno agonizante, aunque, de algún modo, casi más
fuerte que el primero.
La oscuridad se lo llevó todo menos esto: un rostro.
Aquel semblante me resultaba tan desconcertante como extraños
le habrían parecido a ese nuevo organismo mío la ausencia de facciones y los
tentáculos serpentinos de mi último cuerpo anfitrión. Había visto ese tipo de
rostro en las imágenes que me habían dado para prepararme para este
mundo. Resultaba difícil distinguir unas de otras a juzgar por las escasas
variaciones de color y forma, las únicas diferencias perceptibles entre un
individuo y otro, ya que en conjunto todos se parecían mucho: narices
centradas en la mitad de una esfera, con los ojos arriba y la boca abajo, con
las orejas a ambos lados. Una variada colección de sentidos concentrados en
un lugar, todos menos el tacto. La piel sobre los huesos, el pelo de la parte
superior y dos extrañas líneas peludas encima de los ojos. Algunos tenían
más pelo en la parte inferior de la mandíbula, pero ésos eran todos machos.
Los colores se encontraban dentro de la escala de los marrones, desde un
pálido color crema hasta el más oscuro, casi negro. Aparte de por estos
rasgos, ¿cómo podía distinguirse a uno de otro?
Sin embargo, terminaría identificando ese rostro entre millones.
Era una cara en forma de rectángulo, muy angulosa, con un
contorno de huesos firme debajo de una tez clara, de un broncíneo dorado. El
pelo era apenas unos cuantos tonos más oscuros que la piel, excepto donde
algunos mechones del color del lino lo aclaraban; sólo cubría la cabeza y
unas finas bandas estrechas encima de los ojos. Las pupilas circulares de los
blancos globos oculares eran más oscuras que el pelo, pero al igual que éste
estaban mechadas de un tono más claro. Se dibujaban unas pequeñas líneas
alrededor de los ojos y sus recuerdos me informaron de que esas líneas se
debían a los gestos de sonreír y guiñar los ojos bajo la luz del sol.
No sabía nada de lo que se consideraba belleza entre estos
extranjeros, pero el simple deseo de seguir contemplando ese rostro me bastó
para comprender que era hermoso; desapareció en cuanto fui consciente de
este hecho.
«Mío», decía aquel pensamiento alienígena que no debería existir.
Otra vez me quedé helada, aturdida. No debería haber aquí nadie
más que yo. ¡En cambio ese otro ser estaba presente con tanta fuerza y tan
consciente de sí mismo!
Imposible. ¿Cómo era que estaba aún aquí? ¡Si ésta era yo ahora! «Mío», insistió ella con el poder y la autoridad que sólo me podían
pertenecer a mí fluyendo en su palabra. «Todo es mío».
«¿Y por qué le contesto?», me pregunté mientras las voces
interrumpían el hilo de mis pensamientos.
1
Recuerdos
Yo sabía que comenzaría con el final y a esos ojos el final iba a
parecerles algo similar a la muerte. Estaba avisada.
No esos ojos: mis ojos. Míos. Porque ahora eso era yo. Usaba un
lenguaje extraño, pero con significado. Tartamudeante, estridente, oscuro y
lineal. Anquilosado hasta lo indecible en comparación con los muchos otros
que antes había empleado, aunque con suficientes recursos para comunicar
fluidez y expresividad; en cierto sentido era hermoso. y ahora era mi idioma.
Mi idioma materno.
Me alojé con seguridad en el centro de pensamiento de este
cuerpo gracias al instinto certero que caracteriza a los de mi especie; luego
me inserté de forma inexorable en cada una de sus inspiraciones e instintos
hasta que dejamos de ser entidades nítidamente separadas. Ahora era yo.
No el cuerpo, sino mi cuerpo.
Percibí la lenta desaparición de los sedantes y que recuperaba la
lucidez. Me preparé para el asalto de su primer recuerdo, que en realidad
sería la evocación de los últimos momentos que su cuerpo había
experimentado, la memoria de su fin. Estaba bien preparada, porque me
habían contado con todo detalle lo que iba a ocurrir ahora. Estas emociones
humanas serían más fuertes, más vivas que los sentimientos de cualquier otra
especie en la que hubiera habitado antes.
El recuerdo llegó. Tal y como se me había avisado, no era algo
para lo que fuera fácil estar preparada.
Me quemó con su color estridente y su sonido atronador. Sentí frío
en la piel, mientras el dolor se me aferraba a los miembros, quemándome.
Percibía un sabor metálico intenso en su boca. Además había también un
nuevo sentido, el quinto, el que nunca había experimentado antes. Éste
percibía las partículas del aire y las transformaba en extraños mensajes, a veces placenteros y en otros casos avisos para su cerebro: el olor. Me
distraían, confundiéndome, pero no a su memoria. Porque sus recuerdos no
tenían tiempo para estas novedades del olfato, dominados como estaban por
el miedo.
El miedo la había encerrado en un círculo vicioso, incitando a los
miembros torpes, patosos, hacia delante, pero a la vez dificultándole los
movimientos. No podía hacer nada más que huir, correr.
Me he equivocado.
Aquel recuerdo ajeno era tan fuerte, claro y atemorizadar que se
deslizó a través de mi auto control y superó la distancia que supone saber que
era simplemente un recuerdo y, además, no era mío. Me arrastró al infierno
que había constituido el último minuto de su vida, porque yo era ella y
huíamos.
Estaba tan oscuro que no distinguía nada, ni siquiera el suelo. No
me veía las manos, extendidas delante de mí. Corría a ciegas mientras
intentaba escuchar el ruido de la persecución, que podía sentir a mis espaldas
a pesar de lo alto que me sonaba el pulso de los latidos del corazón en los
oídos.
Hacía frío. No importaba ahora, pero dolía. Tenía mucho frío.
Por su nariz entraba un olor desagradable, malo, hediondo. Esa
repulsión me liberó del recuerdo durante un segundo, pero sólo fue durante
un segundo, y enseguida el recuerdo me arrastró de nuevo y los ojos se me
llenaron de lágrimas de terror.
Estoy perdida, estamos perdidos. Se terminó.
Ahora mismo se encuentran detrás de mí, los oigo muy cerca. ¡Se
escuchan muchos pasos! Estoy sola. Me he equivocado.
Los buscadores están gritando. El sonido de sus voces me
revuelve el estómago hasta el punto de que me vaya marear.
-Todo va bien, todo va bien -me miente uno en un intento por
calmarme y lograr que aminore el paso. Su voz suena alterada por el esfuerzo
que hace al respirar.
-¡Ten cuidado! -grita otro, avisándola.
-¡No te hagas daño! -suplica un tercero con voz profunda y
preocupada por mí. ¡Preocupada por mí!
El calor recorrió mis venas y un odio violento casi me ahoga.
Nunca había sentido una emoción similar en todas mis vidas. De
nuevo la repugnancia me sacó del recuerdo un segundo más. Un lamento
agudo, estridente, me atravesó los oídos y retumbó en mi mente. El sonido
chirrió a través de todas mis vías respiratorias y sentí un ligero dolor en la garganta.
«Un grito -me explicó mi cuerpo--. Eres tú la que grita».
Me quedé helada por la sorpresa y el sonido se quebró de repente.
Eso no era un recuerdo.
Mi cuerpo ... ¡estaba pensando! ¡Me estaba hablando! Pero en ese
momento el recuerdo era más fuerte que mi asombro.
-¡ Por favor -chíllaban-, hay mucho peligro ahí delante! «¡El peligro
está detrás!», respondí a gritos en mi mente, pero ¿a qué se refieren? Hay un
débil rayo de luz que no se sabe de dónde viene brillando al final del pasillo.
No es una pared plana ni una puerta cerrada, sino el final sin salida que temía
y esperaba. Es un agujero negro.
El pozo de un ascensor. Abandonado, vacío y condenado como
todo el edificio: un escondrijo en su momento y ahora una tumba.
Una oleada de alivio me recorre mientras me precipito hacia
delante. Hay una salida. No hay manera de sobrevivir, pero sí, quizá, una
manera de vencer.
«¡No, no, no! ». Este pensamiento era completamente mío; luché
por apartarme de ella, pero seguíamos juntas, y saltamos unidas hacia el
abismo de la muerte.
-j Por favor! -Ahora los gritos sonaban más desesperados.
Casi sentí deseos de reír cuando supe que había sido lo bastante
rápida. Imaginé sus manos intentando sujetarme por la espalda y fallando por
centímetros. Suelo ser tan rápida como me hace falta. Ni siquiera me detuve
cuando se acabó el suelo. El agujero se alzó para encontrarse conmigo a
mitad de camino.
El vacío me engulló, las piernas cedieron, inutilizadas, y mis manos
se aferraron al aire y lo arañaron en busca de algo sólido. El frío me golpeó
como el azote de un tornado.
Escuché el golpe sordo antes de sentirlo ... El viento cesó ...
Y después el dolor me rodeó por todas partes hasta que el dolor
fue todo.
Paradlo.
«No lo suficientemente alto», susurré para mis adentros en medio
del dolor.
¿Cuándo acabará el calvario? ¿Cuándo .. .? La oscuridad devoró la agonía, y me sentí débil yagradecida
porque el recuerdo había llegado al final más definitivo de todos los posibles.
La negrura lo dominó todo y me liberó. Respiré profundamente para
tranquilizarme, como era la costumbre de este cuerpo. Mi cuerpo.
Pero entonces el color regresó, el recuerdo se reavivó y me
envolvió de nuevo.
«¡No!». Me dejé llevar por el pánico, temiendo al frío, al dolor y al
propio miedo, pero éste no era el mismo recuerdo. Era un recuerdo dentro del
recuerdo, la evocación de uno agonizante, aunque, de algún modo, casi más
fuerte que el primero.
La oscuridad se lo llevó todo menos esto: un rostro.
Aquel semblante me resultaba tan desconcertante como extraños
le habrían parecido a ese nuevo organismo mío la ausencia de facciones y los
tentáculos serpentinos de mi último cuerpo anfitrión. Había visto ese tipo de
rostro en las imágenes que me habían dado para prepararme para este
mundo. Resultaba difícil distinguir unas de otras a juzgar por las escasas
variaciones de color y forma, las únicas diferencias perceptibles entre un
individuo y otro, ya que en conjunto todos se parecían mucho: narices
centradas en la mitad de una esfera, con los ojos arriba y la boca abajo, con
las orejas a ambos lados. Una variada colección de sentidos concentrados en
un lugar, todos menos el tacto. La piel sobre los huesos, el pelo de la parte
superior y dos extrañas líneas peludas encima de los ojos. Algunos tenían
más pelo en la parte inferior de la mandíbula, pero ésos eran todos machos.
Los colores se encontraban dentro de la escala de los marrones, desde un
pálido color crema hasta el más oscuro, casi negro. Aparte de por estos
rasgos, ¿cómo podía distinguirse a uno de otro?
Sin embargo, terminaría identificando ese rostro entre millones.
Era una cara en forma de rectángulo, muy angulosa, con un
contorno de huesos firme debajo de una tez clara, de un broncíneo dorado. El
pelo era apenas unos cuantos tonos más oscuros que la piel, excepto donde
algunos mechones del color del lino lo aclaraban; sólo cubría la cabeza y
unas finas bandas estrechas encima de los ojos. Las pupilas circulares de los
blancos globos oculares eran más oscuras que el pelo, pero al igual que éste
estaban mechadas de un tono más claro. Se dibujaban unas pequeñas líneas
alrededor de los ojos y sus recuerdos me informaron de que esas líneas se
debían a los gestos de sonreír y guiñar los ojos bajo la luz del sol.
No sabía nada de lo que se consideraba belleza entre estos
extranjeros, pero el simple deseo de seguir contemplando ese rostro me bastó
para comprender que era hermoso; desapareció en cuanto fui consciente de
este hecho.
«Mío», decía aquel pensamiento alienígena que no debería existir.
Otra vez me quedé helada, aturdida. No debería haber aquí nadie
más que yo. ¡En cambio ese otro ser estaba presente con tanta fuerza y tan
consciente de sí mismo!
Imposible. ¿Cómo era que estaba aún aquí? ¡Si ésta era yo ahora! «Mío», insistió ella con el poder y la autoridad que sólo me podían
pertenecer a mí fluyendo en su palabra. «Todo es mío».
«¿Y por qué le contesto?», me pregunté mientras las voces
interrumpían el hilo de mis pensamientos.
Cairi22
Re: La Huésped adaptada (Harry Niall y Tn_)
Capítulo
2
Por casualidad
Las voces sonaban bajas y cercanas y, aunque ahora era
consciente de ellas, parecían proceder de una conversación murmurada que
había captado ya empezada.
-Me temo que ha sido demasiado para ella -sostuvo alguien cuya
voz era suave pero profunda, la voz de un hombre-. Demasiado casi para
cualquiera, ¡cuánta violencia! -El tono era de clara repulsión.
-Ha gritado una sola vez -replicó una voz femenina, más alta y
aflautada, remarcando la afirmación con un cierto regocijo, como si estuviera
ganando una discusión.
-Ya lo sé -admitió el hombre-. Es muy fuerte. Otros habrían sufrido
un trauma mucho mayor con menor motivo.
-Estoy segura de que se pondrá bien, como ya le he dicho.
-Tal vez se haya confundido de vocación. -Había un cierto tono
incisivo en la voz del hombre. Los bancos de memoria de mi cerebro
destinados al lenguaje me informaron de que se trataba de un sarcasmo-.
Quizá debería haberse hecho sanadora, como yo.
La mujer emitió un sonido divertido, una risotada.
-Lo dudo. Nosotros, los buscadores, preferimos otro tipo de
diagnósticos.
Mi cuerpo conocía esa palabra, esa especie de título, «buscador».
Sentí que un escalofrío de miedo me bajaba por la columna, una reacción
prestada, puesto que no había duda de que yo no tenía motivos para temer a
los buscadores.
-A menudo me pregunto si en su profesión hay alguien infectado,
aunque sólo sea un poco, de humanidad -musitó el hombre, cuya voz aún
sonaba amarga debido al disgusto-. La violencia forma parte de su opción
vital. ¿y si hay algo innato en su temperamento, algo que los lleva a disfrutar
con el horror? Me sentí sorprendida por la acusación, por su tono. Esta
conversación era como... una disputa. Algo con lo que mi anfitriona estaba
familiarizada, pero que yo no había experimentado jamás.
La mujer se puso a la defensiva:
-No es que escojamos la violencia. Nos enfrentamos a ella cuando
no queda más remedio. y pienso que es algo bueno para todos los demás que
unos cuantos seamos lo suficientemente fuertes como para soportar lo
desagradable. Vuestra paz se vería amenazada de no ser por nuestro trabajo.
-Eso era en otros tiempos. Vuestra vocación pronto se quedará
obsoleta, o eso creo.
-El error implícito de esa afirmación queda patente en la paciente
que tenemos aquí.
-Una chica humana sola y desarmada! Sí, claro, ¡menuda amenaza
para nuestra paz!
La mujer comenzó a respirar pesadamente; luego suspiró.
-Pero ¿de dónde procede? ¿Cómo ha aparecido en mitad de
Chicago, una ciudad civilizada desde hace tanto tiempo, a cientos de
kilómetros de cualquier rastro de actividad subversiva? ¿Se movía sola?
Disparó las preguntas una tras otra sin que pareciera esperar
respuesta alguna. Daba la impresión de habérselas planteado ya con
anterioridad.
-Ése es vuestro problema, no el mío -repuso el hombre-. Mi
cometido consiste en ayudar a esta alma a adaptarse a su nueva anfitriona,
evitando cualquier trauma o daño innecesario, y usted está aquí interfiriendo
en mi trabajo.
Como estaba tomando conciencia lentamente, aclimatándome a
este nuevo mundo de sentidos, comprendí algo tarde que yo era el tema de la
conversación. Yo era el alma de la que hablaban. Era una nueva connotación
de una palabra que había significado muchas otras cosas para mi anfitriona.
En cada planeta adquiríamos nombres distintos. Alma. Suponía que era una
descripción adecuada para esa fuerza invisible que guía al cuerpo.
-Las respuestas a mis preguntas importan tanto como sus
responsabilidades ante esta alma.
-Eso es discutible.
Oí moverse a la mujer y su voz se convirtió repentinamente en un
susurro:
-¿Cuándo podrá responder? El efecto de los sedantes debe de
estar a punto de desaparecer.
-Cuando esté lista. Déjela descansar, merece poder enfrentarse a
la situación cuando se encuentre más cómoda. ¡Imagínese qué impresión
debe de ser despertar dentro de una anfitriona rebelde y herida casi de
muerte mientras intentaba escapar! ¡Nadie debería soportar un trauma como
ése en tiempos de paz! -Su voz se había ido elevando según se volvía más
emotiva.
-Ella es fuerte -aseguró la voz de la mujer con firmeza-. Mire cómo
se ha desenvuelto con el primer recuerdo, el peor. Sea lo que fuera, ha podido con él.
-¿Y por qué tiene que hacer esto? -masculló el hombre, aunque no
parecía esperar respuesta a esa pregunta.
La mujer, sin embargo, contestó:
-Si obtuviéramos las respuestas que necesitamos...
-«Necesitar» es el verbo que usted ha usado. Yo elegiría más bien
«querer».
-Entonces, alguien debe abordar lo desagradable -continuó como si
él no la hubiera interrumpido-, y por lo que sé de esta en concreto, creo que
aceptará el reto cuando haya forma de interrogarla. ¿Cómo la ha llamado?
-Tn__ * - contestó él con desgana tras una pausa.
*Viajera
-Muy apropiado -repuso ella-, porque, aunque no tengo ninguna
estadística oficial, creo que debe de ser una de las pocas, si no la única, que
han viajado tan lejos. Sí, Tn__ le irá bien hasta que escoja un nuevo
nombre para sí misma.
Él permaneció en silencio.
-Claro que ella debe asumir el nombre de la anfitriona... No hemos
encontrado registros de sus huellas digitales ni del escáner de retina. No
puedo decirle su nombre.
-Ella no adoptará ningún nombre humano -murmuró el hombre.
La respuesta de la mujer fue conciliatoria:
-Cada uno se consuela como quiere.
-Nuestra «Tn__» necesitará más consuelo que la mayoría,
gracias al estilo peculiar con el que usted ejerce su vocación.
Se oyó el sonido agudo de unos pasos que marcaron un staccato
contra el duro suelo. Cuando habló de nuevo, la voz de la mujer parecía venir
del lado opuesto de la habitación.
-Usted habría reaccionado de manera bastante poco apropiada los
primeros días de esta ocupación -comentó.
-Y quizá usted esté reaccionando de manera poco adecuada para
la paz.
La mujer se echó a reír, pero su risa era falsa, porque no se
correspondía con una diversión real. Parecía que mi mente se había adaptado
bien a interpretar los significados auténticos de los tonos e inflexiones de voz.
-No tiene una percepción clara de lo que supone mi vocación. Paso
muchas horas con mapas y archivos, y es principalmente un trabajo de
oficina; no es precisamente el trabajo conflictivo y violento que usted cree.
-Hace tres días iba cargada de armas destructivas para conseguir
este cuerpo.
-Pues le aseguro que eso es una excepción, no la regla. No olvide
que las armas que tanto le disgustan se hubieran vuelto contra los de nuestra
especie si no hubiera sido porque nosotros, los buscadores, estábamos
alerta. Los humanos nos habrían matado sin pensárselo si hubieran tenido la
habilidad suficiente para hacerlo. Quienes han visto sus vidas amenazadas
por esa hostilidad nos consideran héroes. -Habla como si estuviéramos en guerra.
-Así es para los supervivientes de la raza humana.
Esas palabras resonaron con fuerza en mis oídos. Mi cuerpo
reaccionó a ellas; sentí cómo se me aceleraba la respiración, escuché el
sonido de los latidos de mi corazón más alto de lo habitual. Al lado de la cama
había una máquina que registraba esas alteraciones con un pitido sordo. El
sanador y la buscadora estaban demasiado enfrascados en su enfrentamiento
como para percatarse.
-Pero es una guerra que ellos dan por perdida hace ya mucho.
¿Por cuántos los superamos en número? ¿Una proporción de uno a un
millón? Imaginaba que usted lo sabría.
-Estimamos que las probabilidades de éxito se inclinan un poco a
nuestro favor -admitió ella con renuencia.
El sanador pareció satisfecho de poder reforzar esta parte de su
desacuerdo con un dato. Los dos se quedaron en silencio durante un
momento.
Utilicé ese tiempo para analizar mi situación, que, en líneas
generales, era obvia.
Estaba en un Servicio de Sanación recuperándome de una
inserción especialmente traumática. Estaba segura de que antes de
entregarme el organismo en el que me había alojado éste había sido
totalmente curado y que habrían desechado a la anfitriona dañada.
Sopesé las opiniones enfrentadas del sanador y la buscadora.
Según la información que había recibido antes de hacer la elección de venir
aquí, el sanador tenía razón. Las hostilidades con los escasos grupos
humanos sobrevivientes se habían erradicado por completo. El planeta
llamado Tierra era tan pacífico y sereno como parecía desde el espacio, de un
verde hospitalario, y azul, envuelto en sus inofensivos vapores blancos, y la
armonía era ahora universal, al estilo en que las almas solían implantarla.
La disensión verbal entre el sanador y la buscadora era algo fuera
de lo común, además de resultar extrañamente agresiva para los parámetros
de nuestra especie. Eso hizo que me formulara ciertas preguntas. Podrían ser
ciertos los rumores que se habían propagado en forma de ondas a través de
los pensamientos de..., de...
Me distraje intentando recordar el nombre de la última especie que
me había alojado. Tenía uno, eso sí que lo sabía, pero no podía recordar la
palabra ahora que ya no estaba conectada a ese anfitrión. Sabía que
utilizábamos un lenguaje mucho más simple, un lenguaje silencioso de puro
pensamiento que nos unía a todos en una gran mente. Algo muy conveniente
cuando se está plantado para siempre en la oscura tierra húmeda.
Pero sí podía describir esa especie con mi nuevo lenguaje humano.
Vivíamos en el suelo de un gran océano que cubría la superficie entera de
nuestro mundo, un mundo cuyo nombre tampoco conseguía recordar. Cada
uno de nosotros tenía cien brazos y en cada brazo mil ojos, de modo que,
gracias a nuestras mentes conectadas, nada pasaba desapercibido en aquel
vasto océano. Saboreábamos las aguas y, junto con nuestra vista, nos contaba todo lo que necesitábamos saber. También nos alimentábamos de
los soles situados muchos kilómetros por encima del agua, y su sabor se
transformaba en toda la comida que necesitábamos.
Tenía la posibilidad de describirnos, pero no de nombrarnos.
Suspiré apenada por el conocimiento perdido y entonces retorné a mis
reflexiones respecto a lo que había escuchado a hurtadillas.
Las almas, por regla general, no podían decir nada que no fuera la
verdad. Los buscadores, claro, tenían que cumplir los requisitos de su
vocación, pero entre las almas jamás había una razón para mentir. Con el
lenguaje de pensamiento de mi última especie habría sido aún más difícil
mentir, incluso aunque hubiéramos querido. En cambio, inmovilizados como
estábamos, nos contábamos unos a otros historias para aliviar el
aburrimiento. Contar historias era uno de nuestros talentos más celebrados,
porque nos beneficiaba a todos.
Algunas veces los hechos se mezclaban con la ficción de forma tan
absoluta que aunque no se dijeran mentiras, era difícil recordar lo que era
estrictamente verdadero.
Cuando pensábamos en el nuevo planeta, la Tierra, tan seco, tan
variado y lleno de esos ciudadanos tan violentos y destructivos que apenas
podíamos imaginarlos, a veces nuestro horror se veía superado por la
excitación. Las guerras (¡guerras!, ¡nuestra especie obligada a luchar!) al
principio se relataron de forma exacta y después se embellecieron y luego se
novelaron. Cuando estas historias entraban en conflicto con la información
oficial de la que disponíamos, naturalmente, siempre me fiaba más de las
noticias.
Pero ya había habido rumores sobre anfitriones humanos tan
fuertes que el alma se veía obligada a abandonarlos. Anfitriones cuyas
mentes no podían suprimirse completamente. Almas que asumían la
personalidad del cuerpo, más que al contrario. Historias. Rumores absurdos.
Locuras.
Sin embargo, ésa parecía ser la acusación del sanador...
Descarté tal pensamiento. La explicación más apropiada para su
censura podía ser el desagrado que la mayoría de nosotros sentía por la
vocación de buscador. ¿Quién escogería voluntariamente una vida de
conflicto y persecución? ¿Quién podría sentirse atraído por la tarea de atrapar
anfitriones renuentes y capturarlos? ¿Quién tendría el valor de enfrentarse a
la violencia de esta especie en particular, a estos humanos hostiles que
mataban de forma tan fácil y desconsiderada? Aquí, en este planeta, los
buscadores se habían convertido prácticamente en una... milicia -término que
mi nuevo cerebro suministró para ese concepto tan poco familiar-. La mayoría
de nosotros creía que sólo las almas menos civilizadas, las menos
evolucionadas, las inferiores podían convertirse en buscadores.
Aun así, los buscadores habían conseguido un nuevo estatus en la
Tierra. Nunca antes se había torcido tanto una ocupación, nunca antes se
había convertido en una batalla tan fiera y encarnizada. Nunca antes se
habían sacrificado las vidas de tantas almas. Los buscadores se alzaban como un escudo resistente y las almas de este mundo tenían que estarles
agradecidas por tres motivos: por la seguridad que habían conseguido
alcanzar a pesar del caos, por el riesgo que afrontaban de buen grado a diario
de sufrir una muerte definitiva y por los nuevos cuerpos que continuaban
suministrando.
Ahora que el peligro casi había pasado parecía que la gratitud
también se desvanecía. Y, en lo que se refería a esta buscadora en concreto,
el cambio no había sido precisamente agradable.
Era fácil imaginar qué preguntas me haría. Aunque el sanador
estaba intentando ganar tiempo para permitir que me acostumbrara a mi
nuevo cuerpo, yo sabía que de todas formas haría todo lo posible por ayudar
a la buscadora. La quintaesencia de cualquier alma es un concepto correcto
de la ciudadanía.
Inspiré profundamente para prepararme. El monitor registró el
movimiento. Sabía que me fallaba un poco la respiración, porque, aunque
odiaba admitirlo, tenía miedo. Debería explorar los recuerdos llenos de
violencia que me habían hecho gritar de horror para conseguir la información
que la buscadora necesitaba. Más que eso, temía a la voz que había oído tan
alta en mi cabeza. Ahora estaba callada, menos mal. Al fin y al cabo, sólo era
un recuerdo.
No debería haber tenido miedo. Después de todo ahora me
llamaban Tn__, y me había ganado el nombre.
Con otro profundo suspiro me sumergí en los recuerdos que tanto
me asustaban, enfrentándome a ellos en el interior de mi cabeza con los
dientes apretados.
Podría saltarme el final para no verme superada de nuevo. En un
avance rápido de imágenes, corrí otra vez a través de la oscuridad,
estremeciéndome, intentando no sentir nada. Todo acabó rápidamente.
Una vez pasada esa barrera, no fue difícil flotar a través de cosas y
lugares menos angustiosos, buceando en busca de la información que quería.
Vi cómo había llegado ella a esta fría ciudad: había conducido toda la noche
un coche robado, elegido a conciencia por su aspecto discreto. Había
caminado por las calles de Chicago en la oscuridad, temblando bajo el abrigo.
Estaba embarcada en su propia búsqueda. Había otros como ella,
o al menos eso creía ella. Uno en particular, un amigo..., no, un familiar. Una
hermana..., no, una prima.
El flujo de palabras fue deteniéndose poco a poco, y al principio no
entendí el motivo. ¿Se le había olvidado? ¿Lo había perdido debido al trauma
de haber estado a punto de cruzar el umbral de la muerte? ¿Quizá me
encontraba aún algo torpe por el estado de inconsciencia? Luchaba por
pensar con claridad, pero esta sensación me era poco familiar. ¿Aún tenía el
cuerpo sedado? Me sentía bastante alerta, pero mi mente trabajaba
infructuosamente buscando las respuestas que quería.
Intenté otra vía de abordaje, esperando conseguir respuestas más
claras. ¿Cuál era su objetivo? Ella quería encontrar a… Sharon... -¡Al fin
recuperé el nombre!-, y entonces ellas…Choqué contra un muro.
Me encontré ante el vacío, la nada. Intenté dar la vuelta a su
alrededor, pero no podía percibir los bordes del agujero. Era como si la
información se hubiera borrado.
O como si su cerebro hubiera sufrido algún tipo de daño.
La ira me inundó, ardiente y salvaje. Jadeé por la sorpresa ante
una reacción tan inesperada. Había oído hablar de la inestabilidad emocional
de los cuerpos humanos, pero esto estaba más allá de mi capacidad de
previsión. En ocho vidas completas, jamás había sentido una emoción que me
afectara con tanta intensidad.
Sentí el latido de la sangre en mi cuello, golpeando detrás de mis
orejas. Las manos se me cerraron hasta formar dos puños.
La máquina que había a mi lado informó de la aceleración de mi
pulsación cardiaca. Hubo una reacción en la habitación: los golpes secos de
los zapatos de la buscadora se aproximaron, y junto a ellos un ruido más
sordo, el de unos pies que se arrastraban, seguramente los del sanador.
-Bienvenida a la Tierra, Tn__ -dijo la voz femenina.
2
Por casualidad
Las voces sonaban bajas y cercanas y, aunque ahora era
consciente de ellas, parecían proceder de una conversación murmurada que
había captado ya empezada.
-Me temo que ha sido demasiado para ella -sostuvo alguien cuya
voz era suave pero profunda, la voz de un hombre-. Demasiado casi para
cualquiera, ¡cuánta violencia! -El tono era de clara repulsión.
-Ha gritado una sola vez -replicó una voz femenina, más alta y
aflautada, remarcando la afirmación con un cierto regocijo, como si estuviera
ganando una discusión.
-Ya lo sé -admitió el hombre-. Es muy fuerte. Otros habrían sufrido
un trauma mucho mayor con menor motivo.
-Estoy segura de que se pondrá bien, como ya le he dicho.
-Tal vez se haya confundido de vocación. -Había un cierto tono
incisivo en la voz del hombre. Los bancos de memoria de mi cerebro
destinados al lenguaje me informaron de que se trataba de un sarcasmo-.
Quizá debería haberse hecho sanadora, como yo.
La mujer emitió un sonido divertido, una risotada.
-Lo dudo. Nosotros, los buscadores, preferimos otro tipo de
diagnósticos.
Mi cuerpo conocía esa palabra, esa especie de título, «buscador».
Sentí que un escalofrío de miedo me bajaba por la columna, una reacción
prestada, puesto que no había duda de que yo no tenía motivos para temer a
los buscadores.
-A menudo me pregunto si en su profesión hay alguien infectado,
aunque sólo sea un poco, de humanidad -musitó el hombre, cuya voz aún
sonaba amarga debido al disgusto-. La violencia forma parte de su opción
vital. ¿y si hay algo innato en su temperamento, algo que los lleva a disfrutar
con el horror? Me sentí sorprendida por la acusación, por su tono. Esta
conversación era como... una disputa. Algo con lo que mi anfitriona estaba
familiarizada, pero que yo no había experimentado jamás.
La mujer se puso a la defensiva:
-No es que escojamos la violencia. Nos enfrentamos a ella cuando
no queda más remedio. y pienso que es algo bueno para todos los demás que
unos cuantos seamos lo suficientemente fuertes como para soportar lo
desagradable. Vuestra paz se vería amenazada de no ser por nuestro trabajo.
-Eso era en otros tiempos. Vuestra vocación pronto se quedará
obsoleta, o eso creo.
-El error implícito de esa afirmación queda patente en la paciente
que tenemos aquí.
-Una chica humana sola y desarmada! Sí, claro, ¡menuda amenaza
para nuestra paz!
La mujer comenzó a respirar pesadamente; luego suspiró.
-Pero ¿de dónde procede? ¿Cómo ha aparecido en mitad de
Chicago, una ciudad civilizada desde hace tanto tiempo, a cientos de
kilómetros de cualquier rastro de actividad subversiva? ¿Se movía sola?
Disparó las preguntas una tras otra sin que pareciera esperar
respuesta alguna. Daba la impresión de habérselas planteado ya con
anterioridad.
-Ése es vuestro problema, no el mío -repuso el hombre-. Mi
cometido consiste en ayudar a esta alma a adaptarse a su nueva anfitriona,
evitando cualquier trauma o daño innecesario, y usted está aquí interfiriendo
en mi trabajo.
Como estaba tomando conciencia lentamente, aclimatándome a
este nuevo mundo de sentidos, comprendí algo tarde que yo era el tema de la
conversación. Yo era el alma de la que hablaban. Era una nueva connotación
de una palabra que había significado muchas otras cosas para mi anfitriona.
En cada planeta adquiríamos nombres distintos. Alma. Suponía que era una
descripción adecuada para esa fuerza invisible que guía al cuerpo.
-Las respuestas a mis preguntas importan tanto como sus
responsabilidades ante esta alma.
-Eso es discutible.
Oí moverse a la mujer y su voz se convirtió repentinamente en un
susurro:
-¿Cuándo podrá responder? El efecto de los sedantes debe de
estar a punto de desaparecer.
-Cuando esté lista. Déjela descansar, merece poder enfrentarse a
la situación cuando se encuentre más cómoda. ¡Imagínese qué impresión
debe de ser despertar dentro de una anfitriona rebelde y herida casi de
muerte mientras intentaba escapar! ¡Nadie debería soportar un trauma como
ése en tiempos de paz! -Su voz se había ido elevando según se volvía más
emotiva.
-Ella es fuerte -aseguró la voz de la mujer con firmeza-. Mire cómo
se ha desenvuelto con el primer recuerdo, el peor. Sea lo que fuera, ha podido con él.
-¿Y por qué tiene que hacer esto? -masculló el hombre, aunque no
parecía esperar respuesta a esa pregunta.
La mujer, sin embargo, contestó:
-Si obtuviéramos las respuestas que necesitamos...
-«Necesitar» es el verbo que usted ha usado. Yo elegiría más bien
«querer».
-Entonces, alguien debe abordar lo desagradable -continuó como si
él no la hubiera interrumpido-, y por lo que sé de esta en concreto, creo que
aceptará el reto cuando haya forma de interrogarla. ¿Cómo la ha llamado?
-Tn__ * - contestó él con desgana tras una pausa.
*Viajera
-Muy apropiado -repuso ella-, porque, aunque no tengo ninguna
estadística oficial, creo que debe de ser una de las pocas, si no la única, que
han viajado tan lejos. Sí, Tn__ le irá bien hasta que escoja un nuevo
nombre para sí misma.
Él permaneció en silencio.
-Claro que ella debe asumir el nombre de la anfitriona... No hemos
encontrado registros de sus huellas digitales ni del escáner de retina. No
puedo decirle su nombre.
-Ella no adoptará ningún nombre humano -murmuró el hombre.
La respuesta de la mujer fue conciliatoria:
-Cada uno se consuela como quiere.
-Nuestra «Tn__» necesitará más consuelo que la mayoría,
gracias al estilo peculiar con el que usted ejerce su vocación.
Se oyó el sonido agudo de unos pasos que marcaron un staccato
contra el duro suelo. Cuando habló de nuevo, la voz de la mujer parecía venir
del lado opuesto de la habitación.
-Usted habría reaccionado de manera bastante poco apropiada los
primeros días de esta ocupación -comentó.
-Y quizá usted esté reaccionando de manera poco adecuada para
la paz.
La mujer se echó a reír, pero su risa era falsa, porque no se
correspondía con una diversión real. Parecía que mi mente se había adaptado
bien a interpretar los significados auténticos de los tonos e inflexiones de voz.
-No tiene una percepción clara de lo que supone mi vocación. Paso
muchas horas con mapas y archivos, y es principalmente un trabajo de
oficina; no es precisamente el trabajo conflictivo y violento que usted cree.
-Hace tres días iba cargada de armas destructivas para conseguir
este cuerpo.
-Pues le aseguro que eso es una excepción, no la regla. No olvide
que las armas que tanto le disgustan se hubieran vuelto contra los de nuestra
especie si no hubiera sido porque nosotros, los buscadores, estábamos
alerta. Los humanos nos habrían matado sin pensárselo si hubieran tenido la
habilidad suficiente para hacerlo. Quienes han visto sus vidas amenazadas
por esa hostilidad nos consideran héroes. -Habla como si estuviéramos en guerra.
-Así es para los supervivientes de la raza humana.
Esas palabras resonaron con fuerza en mis oídos. Mi cuerpo
reaccionó a ellas; sentí cómo se me aceleraba la respiración, escuché el
sonido de los latidos de mi corazón más alto de lo habitual. Al lado de la cama
había una máquina que registraba esas alteraciones con un pitido sordo. El
sanador y la buscadora estaban demasiado enfrascados en su enfrentamiento
como para percatarse.
-Pero es una guerra que ellos dan por perdida hace ya mucho.
¿Por cuántos los superamos en número? ¿Una proporción de uno a un
millón? Imaginaba que usted lo sabría.
-Estimamos que las probabilidades de éxito se inclinan un poco a
nuestro favor -admitió ella con renuencia.
El sanador pareció satisfecho de poder reforzar esta parte de su
desacuerdo con un dato. Los dos se quedaron en silencio durante un
momento.
Utilicé ese tiempo para analizar mi situación, que, en líneas
generales, era obvia.
Estaba en un Servicio de Sanación recuperándome de una
inserción especialmente traumática. Estaba segura de que antes de
entregarme el organismo en el que me había alojado éste había sido
totalmente curado y que habrían desechado a la anfitriona dañada.
Sopesé las opiniones enfrentadas del sanador y la buscadora.
Según la información que había recibido antes de hacer la elección de venir
aquí, el sanador tenía razón. Las hostilidades con los escasos grupos
humanos sobrevivientes se habían erradicado por completo. El planeta
llamado Tierra era tan pacífico y sereno como parecía desde el espacio, de un
verde hospitalario, y azul, envuelto en sus inofensivos vapores blancos, y la
armonía era ahora universal, al estilo en que las almas solían implantarla.
La disensión verbal entre el sanador y la buscadora era algo fuera
de lo común, además de resultar extrañamente agresiva para los parámetros
de nuestra especie. Eso hizo que me formulara ciertas preguntas. Podrían ser
ciertos los rumores que se habían propagado en forma de ondas a través de
los pensamientos de..., de...
Me distraje intentando recordar el nombre de la última especie que
me había alojado. Tenía uno, eso sí que lo sabía, pero no podía recordar la
palabra ahora que ya no estaba conectada a ese anfitrión. Sabía que
utilizábamos un lenguaje mucho más simple, un lenguaje silencioso de puro
pensamiento que nos unía a todos en una gran mente. Algo muy conveniente
cuando se está plantado para siempre en la oscura tierra húmeda.
Pero sí podía describir esa especie con mi nuevo lenguaje humano.
Vivíamos en el suelo de un gran océano que cubría la superficie entera de
nuestro mundo, un mundo cuyo nombre tampoco conseguía recordar. Cada
uno de nosotros tenía cien brazos y en cada brazo mil ojos, de modo que,
gracias a nuestras mentes conectadas, nada pasaba desapercibido en aquel
vasto océano. Saboreábamos las aguas y, junto con nuestra vista, nos contaba todo lo que necesitábamos saber. También nos alimentábamos de
los soles situados muchos kilómetros por encima del agua, y su sabor se
transformaba en toda la comida que necesitábamos.
Tenía la posibilidad de describirnos, pero no de nombrarnos.
Suspiré apenada por el conocimiento perdido y entonces retorné a mis
reflexiones respecto a lo que había escuchado a hurtadillas.
Las almas, por regla general, no podían decir nada que no fuera la
verdad. Los buscadores, claro, tenían que cumplir los requisitos de su
vocación, pero entre las almas jamás había una razón para mentir. Con el
lenguaje de pensamiento de mi última especie habría sido aún más difícil
mentir, incluso aunque hubiéramos querido. En cambio, inmovilizados como
estábamos, nos contábamos unos a otros historias para aliviar el
aburrimiento. Contar historias era uno de nuestros talentos más celebrados,
porque nos beneficiaba a todos.
Algunas veces los hechos se mezclaban con la ficción de forma tan
absoluta que aunque no se dijeran mentiras, era difícil recordar lo que era
estrictamente verdadero.
Cuando pensábamos en el nuevo planeta, la Tierra, tan seco, tan
variado y lleno de esos ciudadanos tan violentos y destructivos que apenas
podíamos imaginarlos, a veces nuestro horror se veía superado por la
excitación. Las guerras (¡guerras!, ¡nuestra especie obligada a luchar!) al
principio se relataron de forma exacta y después se embellecieron y luego se
novelaron. Cuando estas historias entraban en conflicto con la información
oficial de la que disponíamos, naturalmente, siempre me fiaba más de las
noticias.
Pero ya había habido rumores sobre anfitriones humanos tan
fuertes que el alma se veía obligada a abandonarlos. Anfitriones cuyas
mentes no podían suprimirse completamente. Almas que asumían la
personalidad del cuerpo, más que al contrario. Historias. Rumores absurdos.
Locuras.
Sin embargo, ésa parecía ser la acusación del sanador...
Descarté tal pensamiento. La explicación más apropiada para su
censura podía ser el desagrado que la mayoría de nosotros sentía por la
vocación de buscador. ¿Quién escogería voluntariamente una vida de
conflicto y persecución? ¿Quién podría sentirse atraído por la tarea de atrapar
anfitriones renuentes y capturarlos? ¿Quién tendría el valor de enfrentarse a
la violencia de esta especie en particular, a estos humanos hostiles que
mataban de forma tan fácil y desconsiderada? Aquí, en este planeta, los
buscadores se habían convertido prácticamente en una... milicia -término que
mi nuevo cerebro suministró para ese concepto tan poco familiar-. La mayoría
de nosotros creía que sólo las almas menos civilizadas, las menos
evolucionadas, las inferiores podían convertirse en buscadores.
Aun así, los buscadores habían conseguido un nuevo estatus en la
Tierra. Nunca antes se había torcido tanto una ocupación, nunca antes se
había convertido en una batalla tan fiera y encarnizada. Nunca antes se
habían sacrificado las vidas de tantas almas. Los buscadores se alzaban como un escudo resistente y las almas de este mundo tenían que estarles
agradecidas por tres motivos: por la seguridad que habían conseguido
alcanzar a pesar del caos, por el riesgo que afrontaban de buen grado a diario
de sufrir una muerte definitiva y por los nuevos cuerpos que continuaban
suministrando.
Ahora que el peligro casi había pasado parecía que la gratitud
también se desvanecía. Y, en lo que se refería a esta buscadora en concreto,
el cambio no había sido precisamente agradable.
Era fácil imaginar qué preguntas me haría. Aunque el sanador
estaba intentando ganar tiempo para permitir que me acostumbrara a mi
nuevo cuerpo, yo sabía que de todas formas haría todo lo posible por ayudar
a la buscadora. La quintaesencia de cualquier alma es un concepto correcto
de la ciudadanía.
Inspiré profundamente para prepararme. El monitor registró el
movimiento. Sabía que me fallaba un poco la respiración, porque, aunque
odiaba admitirlo, tenía miedo. Debería explorar los recuerdos llenos de
violencia que me habían hecho gritar de horror para conseguir la información
que la buscadora necesitaba. Más que eso, temía a la voz que había oído tan
alta en mi cabeza. Ahora estaba callada, menos mal. Al fin y al cabo, sólo era
un recuerdo.
No debería haber tenido miedo. Después de todo ahora me
llamaban Tn__, y me había ganado el nombre.
Con otro profundo suspiro me sumergí en los recuerdos que tanto
me asustaban, enfrentándome a ellos en el interior de mi cabeza con los
dientes apretados.
Podría saltarme el final para no verme superada de nuevo. En un
avance rápido de imágenes, corrí otra vez a través de la oscuridad,
estremeciéndome, intentando no sentir nada. Todo acabó rápidamente.
Una vez pasada esa barrera, no fue difícil flotar a través de cosas y
lugares menos angustiosos, buceando en busca de la información que quería.
Vi cómo había llegado ella a esta fría ciudad: había conducido toda la noche
un coche robado, elegido a conciencia por su aspecto discreto. Había
caminado por las calles de Chicago en la oscuridad, temblando bajo el abrigo.
Estaba embarcada en su propia búsqueda. Había otros como ella,
o al menos eso creía ella. Uno en particular, un amigo..., no, un familiar. Una
hermana..., no, una prima.
El flujo de palabras fue deteniéndose poco a poco, y al principio no
entendí el motivo. ¿Se le había olvidado? ¿Lo había perdido debido al trauma
de haber estado a punto de cruzar el umbral de la muerte? ¿Quizá me
encontraba aún algo torpe por el estado de inconsciencia? Luchaba por
pensar con claridad, pero esta sensación me era poco familiar. ¿Aún tenía el
cuerpo sedado? Me sentía bastante alerta, pero mi mente trabajaba
infructuosamente buscando las respuestas que quería.
Intenté otra vía de abordaje, esperando conseguir respuestas más
claras. ¿Cuál era su objetivo? Ella quería encontrar a… Sharon... -¡Al fin
recuperé el nombre!-, y entonces ellas…Choqué contra un muro.
Me encontré ante el vacío, la nada. Intenté dar la vuelta a su
alrededor, pero no podía percibir los bordes del agujero. Era como si la
información se hubiera borrado.
O como si su cerebro hubiera sufrido algún tipo de daño.
La ira me inundó, ardiente y salvaje. Jadeé por la sorpresa ante
una reacción tan inesperada. Había oído hablar de la inestabilidad emocional
de los cuerpos humanos, pero esto estaba más allá de mi capacidad de
previsión. En ocho vidas completas, jamás había sentido una emoción que me
afectara con tanta intensidad.
Sentí el latido de la sangre en mi cuello, golpeando detrás de mis
orejas. Las manos se me cerraron hasta formar dos puños.
La máquina que había a mi lado informó de la aceleración de mi
pulsación cardiaca. Hubo una reacción en la habitación: los golpes secos de
los zapatos de la buscadora se aproximaron, y junto a ellos un ruido más
sordo, el de unos pies que se arrastraban, seguramente los del sanador.
-Bienvenida a la Tierra, Tn__ -dijo la voz femenina.
Cairi22
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