Buried Memories |ZM|

Llegaron al departamento por el mediodía. Niall debía irse a una clase en la Universidad junto con Liam y Louis – los tres cursaban medicina y llevaban el mismo nivel – mientras que Harry estudiaba abogacía al igual que Zayn, aunque este último no se encontraba en casa desde la tarde anterior.
Fue a su pieza con intención de refugiarse, alejarse de los recuerdos que amenazaban con atormentarla nuevamente; nunca era fácil, cada detalle parecía tener su historia oscura para contar. Bajar los brazos no servía, afrontar la situación tampoco; las dos acciones conllevaban un riesgo que no estaba dispuesta a pagar.
Hundió el rostro sobre la mullida almohada, dejando que su cuerpo aplastase la suave sabana y se llenara de pequeñas arrugas. Nada, ni siquiera su primo, iba a sacarla de aquella cama por un gran rato. Los sueños, cada pesadilla y sentimiento se volvían capas de derrumbarla.
Su error había sido seguir. Tal vez, si hubiera dejado todo en el momento preciso, no se encontraría con aquel dilema que la volvía triste y angustiada. Estaba segura de que hubiese sido más fácil para ella y los demás; una salida rápida y segura, nada mejor que ello.
– ¿Coraline?
Dio media vuelta, encontrándose con el rostro afligido de Harry recostado sobre la puerta. No fue hasta que tocó su cara que se dio cuenta: había estado llorando y, posiblemente, demasiado fuerte. Solía sucederle, era la única forma en la que podía hacerlo, la mayoría de las veces su orgullo le impedía llevarlo a cabo de forma consciente y necesitaba desconectarse de la realidad.
Rápidamente se secó con las lágrimas con las mangas de su suéter y sorbió su nariz para que nada se escapase. El semblante del castaño no cambió para nada, dejándole a entender que le traería problemas si abría la boca.
– Eso parece – le regaló media sonrisa, intentando que, sumado con su pequeña broma, dejase de preocuparle – ¿Necesitabas algo?
Él pareció pensarlo por un momento. De hecho, lo notaba un poco más nervioso de lo habitual, como si algo le estuviera molestando. ¿Qué podía inquietar a señor perfección?
– Estaba por irme a la universidad – comprobó su celular, notando que ya eran casi las cinco de la tarde y su primo volvería en menos de dos horas; había estado llorando más de la cuenta – pero no me haría nada no ir.
Subió la cabeza, intentado encontrar algún vestigio de aprovechamiento porque la frase le había sonado demasiado sincera. Dos ideas circulaban por su cabeza: o se estaba burlando, o lo había juzgado mal desde un principio; apostaba más a la primera.
– No necesito tu ayuda, Styles.
– Estaré en el living mirando una película por si decides acompañarme – iba a protestar, pero el ruloso la interrumpió antes de que tuviera la oportunidad de hablar –. No, no me harás cambiar de opinión.
Luego de que se fuese, dio un largo suspiro y volvió a recostarse. Le caía bien, eso era lo peor; comenzaba a darse cuenta que, desde que había llegado la noche anterior, el único que le sacaba alguna sonrisa sincera era Harry. No quería novio – ni siquiera sentía ese tipo de sentimientos –, tampoco un hermano y mucho menos un amigo; Niall se lo había dicho: «un mujeriego de primera». No le interesaba tener a su lado a alguien con tan limitados intereses pero, a su vez, algo en él le inspiraba una peligrosa curiosidad que podía llevarla a la locura.
Aun así, sabía que la única salida que tenía era acompañarlo y comerse toda su frustración. Si el desgraciado abría la boca, estaba muerta; el orgullo no importaba en esos momentos, la necesidad de salvarse le sobrepasaba.
Oh Coraline, Coraline.
Media hora más tarde, luego de pasar el principio de Orgullo y Prejuicio en una atmósfera algo incómoda, el ambiente se fue descomprimiendo. Él tiraba algunos chistes, ella se dedicaba a escucharlos y soltar algunas risitas cuando no podía contenerse.
Divertido, punto para Styles.
Hundió los dedos de sus pies en el sillón y dejó que las rodillas le llegasen hasta la cara, escondiendo su rostro en estas. Amaba esa película pero, cada vez que la veía, el dolor oprimía sus costillas y nublaba sus ojos oscuros como la noche. Su corazón anhelaba algo, no sabía muy bien qué.
Aun oía las palabras de su maestra Clare cuando, en séptimo año, había llegado con los ojos rojos y unas grandes bolsas por debajo de sus párpados. Nadie se atrevía a preguntarle y, entonces, ella había decidido hablar: «Nacerán, crecerán, jugarán y comenzarán a tener cada vez más obligaciones. La rueda de la vida es magnífica y, a la vez, mortal; no se atrapen a ustedes mismos en ella, disfruten cada instante de sus vidas como si fuera el último y nunca le dejen espacios vacíos en sus corazones».
Tal vez eso era lo que tenía, un espacio imposible de llenar. No era tan loco, ¿O no? Una vida privada de cualquier tipo de afecto traía sus consecuencias, de eso no le quedaban dudas.
El ruido de la puerta la sorprendió, casi haciéndola saltar de su asiento. Un joven moreno, musculoso, de cabello batido en colores negros y castaños, con típicas ropas de londinense y un rostro amargado entró en la habitación; con el acercamiento, pudo ver aquellos ojos miel tan característicos de los cuales nunca se había podido olvidar.
Se aferró a la manga del polo de Harry, esperando que la protegiera del peligro eminente. Zayn avanzó lo suficiente hasta verla allí, con la expresión de preocupación en su cara. Él no estaba mejor, las ojeras debajo de sus ojos se podían notar a miles de kilómetros; la diferencia radicaba en que sus medios eran distintos.
– Harry, Coraline – lo vio saludar con un gesto en la mano mientras retrocedía en busca de la llave de luz. Sus ojos nunca se conectaron, tal vez por temor o cierto arrepentimiento –. Tanto tiempo.
No habló, las palabras habían quedado atragantadas en su garganta. Miles de veces había ensayado, a lo largo de la última semana en su hogar, como iba a enfrentarlo y que le diría exactamente; en ese momento, y frente a él, todo parecía haberse borrado de su cabeza.
– Hermano – el ruloso se removió inquieto en su asiento – ¿Fuiste a clases?
El moreno le dio una mirada de soslayo, mostrando en su perfil favorecedor una clara reacción de enfurecimiento. Llevaba una remera manga corta que dejaba al descubierto algunos de sus muchos tatuajes, especialmente uno que le traía bastantes recuerdos.
– No.
Tan solo eso, un gesto negativo, una corrida a la pieza. Podrían haberse imaginado cualquier cosa pero, aquel tipo de normalidad, nunca; sonreír cuando se tenía tanto rencor y lástima… ¿Qué los impulsaba a tratarse de ese modo?
El pasado, un pasado más anterior a cualquier suceso o pensamiento infeliz.