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Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
Besar a un Ángel (Nick y tu) ADAPTACION!!! [TERMINADA]
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: Besar a un Ángel (Nick y tu) ADAPTACION!!! [TERMINADA]
Es cierto lo que dijo kimberly
Espere el fin de semana
Y cuando llego dije "siiii va a poder subir"
Y entro y no
Pero no creas que es reclamo, solo quiero que sepas que encerio ansió un CAP
Espere el fin de semana
Y cuando llego dije "siiii va a poder subir"
Y entro y no
Pero no creas que es reclamo, solo quiero que sepas que encerio ansió un CAP
Invitado
Invitado
Re: Besar a un Ángel (Nick y tu) ADAPTACION!!! [TERMINADA]
aaah bueno, parece que me ire a dormir sin leer cap :zz:
Patu
Re: Besar a un Ángel (Nick y tu) ADAPTACION!!! [TERMINADA]
•Andre' de Jonas escribió:¡¡ S I G U E L A !!
Invitado
Invitado
Re: Besar a un Ángel (Nick y tu) ADAPTACION!!! [TERMINADA]
aca estoy!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
sorry!
aqui van los caps!!!!!!!!!!!!!
sorry!
aqui van los caps!!!!!!!!!!!!!
#Verónica
Re: Besar a un Ángel (Nick y tu) ADAPTACION!!! [TERMINADA]
AHHHHHHHHHHHHHHHH APARECISTEEEEEEEEEEE .
PEGUÉ UN GRITO AL VEEEEEEEEERLO :D JAJA
PEGUÉ UN GRITO AL VEEEEEEEEERLO :D JAJA
{@idrunkniall.}
Re: Besar a un Ángel (Nick y tu) ADAPTACION!!! [TERMINADA]
•Andre' de Jonas escribió:AHHHHHHHHHHHHHHHH APARECISTEEEEEEEEEEE .
PEGUÉ UN GRITO AL VEEEEEEEEERLO :D JAJA
jajaja
#Verónica
Re: Besar a un Ángel (Nick y tu) ADAPTACION!!! [TERMINADA]
CAPÍTULO 12
Nick clavó los ojos en la puerta por donde acababa de desaparecer Heather, luego miró a su esposa.
—La tuya ha sido la peor actuación que he visto en mi vida. ¿De verdad has dicho que le vas a impedir que te robe el marido o me lo he imaginado?
—Heather se lo ha creído y eso es lo único que cuenta. Después de lo que le has dicho era necesario que alguien la tratara como a una mujer adulta.
—No pretendía herir sus sentimientos, pero ¿qué querías que hiciera? No es una adulta. Es una niña.
—Te ha ofrecido su corazón, Nick , y tú lo has rechazado como si no valiera nada.
—No sólo me ha ofrecido su corazón. Un poco antes de que llegaras me dejó bien claro que su cuerpo también iba incluido en el lote.
—Está desesperada. Si hubieras aceptado, se hubiera desmayado del susto.
Él se estremeció.
—Una quinceañera no está en mi lista de perversiones favoritas.
—¿Qué clase de perversiones...? —_____ se mordió la lengua. ¿Cuándo iba a comenzar a pensar antes de hablar?
Nick le brindó una sonrisa enloquecedora que le puso la piel de gallina.
—Será más divertido que lo vayas averiguando poco a poco.
—¿Por qué no me lo dices ahora?
—Espera y verás.
_____ lo observó.
—¿Incluye algo con...? No, claro que no.
—Estás pensando en los látigos otra vez.
—No, por supuesto que no —mintió.
—Bien. Porque no tienes por qué preocuparte de eso. —Nick hizo una pausa significativa. —Si lo hago bien no duele en absoluto.
_____ abrió los ojos de par en par.
—¡Deja de hacer eso!
—¿El qué?
La expresión inocente de Nick no la engañó ni por un instante.
—Deja de plantar todas esas dudas en mi cabeza.
—No soy yo quien planta dudas en tu cabeza. Lo haces tú sólita.
—Sólo porque tú sigues diciendo esas cosas. No me gusta que me tomes el pelo. Sólo tienes que responderme sí o no. ¿Alguna vez le has dado latigazos a una mujer?
—¿Sólo sí o no?
—Eso he dicho, ¿no?
—¿Sin ninguna aclaración?
—Sin ninguna aclaración.
—Bueno, entonces sí. Sí, definitivamente le he dado latigazos a una mujer.
—Vale, será mejor que me lo aclares —dijo ella débilmente tragando saliva.
—Lo siento, cariño, pero ya te he respondido. —Con una amplia sonrisa, él se sentó detrás del escritorio. —Tengo mucho trabajo que hacer, quizá sea mejor que me digas para qué querías verme.
Pasaron varios segundos antes de que ______ lograra recordar lo que la había llevado hasta allí.
—Se trata de Glenna.
—¿Qué pasa con ella?
—Es un animal grande y su jaula es muy pequeña. Necesita una nueva.
—¿Nada más? ¿Sólo quieres que compremos una jaula nueva? —replicó él con ironía.
—Es inhumano que la pobre viva en un lugar tan estrecho. Se la ve muy deprimida, Nick. Tiene esos deditos tan suaves, y los saca por los barrotes como si necesitara el contacto de otro ser vivo. Y ése no es el único problema que tenemos. Las jaulas son tan viejas que no son de fiar. La del leopardo se cierra sólo con un alambre.
Nick cogió un lápiz y tamborileó con él la gastada superficie del escritorio.
—Estoy de acuerdo contigo. Odio esa condenada exposición de fieras, me parece inhumana, pero las jaulas son caras y Sheba aún se está pensando si deshacerse de esos anímales o no. Por ahora tendrás que arreglártelas como puedas. —Nick desplazó la mirada a la ventana y la silla rechinó cuando se reclinó para ver mejor. —Vaya, mira ahí fuera. Parece que tienes visita.
Ella siguió la dirección de la mirada y vio a un elefantito con la correa colgando delante del vagón rojo,
—Es Tater. —Cuando ella lo miró, el elefante levantó su trompa y bramó como un trágico héroe que vagara por el mundo en busca de su amor perdido. —¿Qué hace ahí?
—Supongo que estará buscándote. —Nick sonrió. —Los elefantes crean fuertes vínculos familiares, y Tater parece haberlo establecido contigo.
—Es un poco grande para ser mi mascota.
—Me alegra oír eso, porque por mucho que me lo pidas jamás dormirá en nuestra cama.
_____ se rio. Pero se abstuvo de recordarle que aún no estaba segura de si ella dormiría o no con él. Había demasiadas cosas por resolver entre ellos.
Sheba estaba de un humor de perros cuando se acercó a Nick. Esa mañana Brady le había dicho que _____ no estaba embarazada. La idea de que esa mujer llevara a un Markov en su vientre era tan aborrecible que debería haberse sentido aliviada, pero por el contrario se le había puesto un nudo de angustia en la boca del estómago. Si Nick no se había casado con ______ porque estaba embarazada, entonces lo había hecho porque quería. Lo había hecho porque la amaba.
La bilis la corroía por dentro. ¿Cómo podía Nick amar a esa pobre e inútil niña rica cuando no la había amado a ella?
¿No veía lo indigna que era _____? ¿Habría perdido Nick todo su orgullo?
En ese momento la intención de Sheba era poner en práctica el plan que hacía días que le rondaba la mente. Tenía cabeza para los negocios —siempre pensaba en lo mejor para el circo, por encima de sus sentimientos perenales, —pero lo que se le había ocurrido haría que Nick viera con otros ojos a su esposa.
Se detuvo detrás de él mientras éste estaba trajinando en la grúa de montaje del circo. La camiseta húmeda K le pegaba a los firmes músculos de la espalda. Recordó el tacto de esa piel tensa bajo las manos, pero en lugar de excitarla ese recuerdo hizo que sintiera asco de sí misma. Sheba Quest, la reina de la pista central, le había robado a ese hombre que la amara y él la había rechazado. El rencor hizo que se le revolviera el estómago.
—Tenemos que hablar sobre tu número.
Él cogió un trapo grasiento y se limpió las manos con él. Nick siempre había sido un mecánico de primera y reparar la grúa no era un problema para él, aunque hora mismo Sheba no sentía ningún tipo de gratitud por el dinero que le ahorraba.
—Dime.
La mujer levantó la mano para protegerse los ojos del sol, tomándose su tiempo, haciéndole esperar. Tardó un buen rato en hablar.
—Deberías hacer algún cambio. No lo has hecho desde la última gira y aún queda demasiada temporada para seguir repitiendo lo mismo.
—¿Qué has pensado?
Sheba cogió las gafas de sol con las que se retiraba d pelo de la cara.
—Quiero que _____ intervenga en tu número.
—Olvídalo.
—¿Crees que no podrá hacerlo?
—Sabes muy bien que no.
—Bueno, pues tendrá que hacerlo. ¿O es que ahora es ella quien lleva los pantalones en tu casa?
—¿Qué pretendes, Sheba?
—_____ es ahora una Markov. Es hora de que comience a comportarse como tal.
—Eso es asunto mío, no tuyo.
—No mientras yo siga siendo la dueña del circo, _____ sabe cómo meterse al público en el bolsillo y tengo intención de aprovecharlo. —Le dirigió a Nick una larga y dura mirada. —Quiero que actúe en el espectáculo, Nick, te doy dos semanas para prepararla. Si se niega a hacerlo recuérdale que, si quiero, todavía puedo denunciarla.
—Estoy harto de tus amenazas.
—Entonces limítate a pensar en lo que es mejor para el espectáculo.
Nick terminó de reparar la grúa y se dirigió a la caravana para lavarse las manos llenas de grasa. Mientras tomaba el cepillo de las uñas y el jabón de debajo del fregadero, se obligó a reconocer que Sheba tenía razón. _____ sabía cómo camelar al público y, aunque no había querido admitirlo antes, ya había pensado en incluirla en el número. Su reticencia provenía de lo difícil que sería entrenarla.
Todas las ayudantes con las que había trabajado en el pasado habían sido artistas con experiencia y no les daban miedo los látigos. Pero _____ sentía terror. Si se sobresaltaba cuando no debía...
Ahuyentó ese pensamiento. Podía entrenarla para que no se sobresaltase y permaneciese completamente inmóvil. Su tío Sergey lo había entrenado a él y lo había hecho tan bien que incluso cuando la función terminaba y aquel pervertido hijo de puta lo hostigaba por alguna ofensa imaginaria, Nick no había movido ni un solo músculo.
Su mente había recorrido aquel tortuoso camino de su infancia más veces de las que quería recordar y no quería remover aquella mierda otra vez, así que apartó un lado aquellos viejos recuerdos. Había otra ventaja en utilizar a _____ como ayudante, una más importante que el simple hecho de cambiar el número, le daría a él una razón válida para mandarle menos trabajo, una razón contra la que ella no podría discutir.
Aún no podía creer que _____ se hubiera negado a permitir que le facilitara las cosas. Esa mañana Nick había vuelto a insistir, pero algo en la expresión de su esposa lo había hecho desistir. El trabajo era importante para ella; se había dado cuenta de que _____lo consideraba una especie de prueba de supervivencia.
Pero a pesar de lo que ella pensaba, él no tenía intención de permitir que acabara agotada. Lo supiera _____ o no, actuar en la pista central con él era mucho menos duro que recoger estiércol de elefante. O limpiar jaulas.
Mientras se lavaba las manos y se las secaba con una toalla de papel, recordó lo frágil que la había sentido bajo ellas la noche anterior. La manera de hacer el amor de su esposa había sido tan buena que lo asustaba. No se lo había esperado, nunca se hubiera imaginado que _____ tuviera tantas facetas: inocente y tentadora, infantil e insegura, agresiva y generosa. Había querido conquistarla y protegerla al mismo tiempo, y ahora estaba jodidamente confundido.
Al otro lado del recinto, _____ salió del vagón rojo. A Nick no le agradaría descubrir que había hecho un par de llamadas a larga distancia con su móvil, pero ella estaba más que satisfecha con lo que había aprendido del guardián del zoo de San Diego. El hombre le había sugerido algunos cambios que ella intentaría llevar a cabo: tenía que reajustar la dieta de los animales, darles vitaminas extras y cambiar los horarios de alimentación.
Caminó hacia la caravana, donde había visto dirigirse a su marido unos minutos antes. Al terminar las tareas en la casa de fieras había ido a echarle una mano a Digger, pero el hombre le había dicho con un gruñido que no necesitaba su ayuda, así que _____ había decidido aprovechar esas horas libres para ir a la biblioteca de la localidad. La vio al pasar por el pueblo y quería investigar un poco más sobre los animales. Pero antes tenía que conseguir que Nick le dejara las llaves de la camioneta, cosa que, hasta entonces, no había conseguido.
Cuando ella entró en la caravana, él estaba delante del fregadero lavándose las manos. La atravesó una especie de vértigo absurdo. Nick era demasiado grande para un lugar tan estrecho y _____ pensó que aquella oscura presencia que él poseía parecía mucho más adecuada para vagar por un páramo inglés del siglo XIX que para viajar con un circo itinerante del siglo XX. Nick se volvió y ella contuvo el aliento ante el impacto de esa mirada color ámbar.
—¿Podrías dejarme las llaves de la camioneta? —dijo _____ cuando recuperó la voz. —Tengo que hacer unos recados.
—¿Vas a ir a comprar tabaco?
—Por si no te has dado cuenta, he dejado de fumar.
—Estoy orgulloso de ti. —Nick lanzó la toalla de papel a la basura y _____ observó cómo la camiseta se le pegaba al pecho húmedo de sudor. Tenía una mancha de grasa en el brazo. —Te llevaré dentro de una hora o así.
—Puedo ir sola. Esta mañana vi una lavandería al lado de la biblioteca del pueblo. He pensado que podría hacer la colada y, al mismo tiempo, pillar algún libro. ¿Te parece bien?
—Genial. Pero prefiero llevarte yo.
—¿Tienes miedo de que te robe la camioneta?
—No. Es sólo que... la camioneta no es mía. Es del circo y no creo que tú debas conducirla.
—Soy una conductora excelente. No voy a darle ningún golpe.
—Eso no puedes asegurarlo.
_____ tendió la mano decidida a salirse con la suya.
—Por favor, dame las llaves.
—Te acompañaré y aprovecharé para coger un libro de la biblioteca.
Ella le dirigió su mirada más intimidante.
—Las llaves, por favor.
Él se frotó la barbilla con los dedos como si considerase la idea.
—Hagamos un trato. Desabróchate la camisa y te daré las llaves.
—¿Qué?
—Es mi mejor oferta. O la tomas o la dejas.
Al observar el brillo divertido en los ojos de Nick, _____ se preguntó cómo alguien tan serio podía tener una naturaleza tan juguetona cuando se trataba de sexo.
—¿De verdad esperas que yo...?
—Aja. —Nick se apoyó en el fregadero y se cruzó de brazos, esperando.
Una ardiente llamarada de excitación atravesó el cuerpo de _____ al ver el deseo en los ojos de Nick. No estaba segura de estar preparada para otro encuentro sexual con él, pero por otra parte... ¿qué daño podía hacerle jugar un rato? La humedad de la blusa le recordó que llevaba toda la mañana trabajando y que estaba sucia. Aunque por otro lado, él también lo estaba y, después de todo, sólo retozarían un poco. Entonces ¿qué importaba lo demás?
Lo miró por encima del hombro con un gesto altivo.
—No acostumbro a utilizar mi cuerpo como moneda de cambio. Es ofensivo.
—Siento que pienses así. —Sacó las llaves del bolsillo y, con exagerada inocencia, las lanzó al aire y las cogió con la mano.
La suave piel de los pechos de _____ se erizó bajo la húmeda camisa y los pezones se le pusieron como guijarros.
—¿De verdad te gustaría que hiciera algo así?
—Cariño, me encantaría.
Conteniendo una sonrisa, _____ se desabrochó lentamente el botón superior.
—Está bien, pero sólo una miradita. —Una vocecilla interior le dijo que estaba jugando con fuego, pero la ignoró.
—Con una miradita conseguirás la llave de la puerta, pero no la del contacto.
Nick clavó los ojos en la puerta por donde acababa de desaparecer Heather, luego miró a su esposa.
—La tuya ha sido la peor actuación que he visto en mi vida. ¿De verdad has dicho que le vas a impedir que te robe el marido o me lo he imaginado?
—Heather se lo ha creído y eso es lo único que cuenta. Después de lo que le has dicho era necesario que alguien la tratara como a una mujer adulta.
—No pretendía herir sus sentimientos, pero ¿qué querías que hiciera? No es una adulta. Es una niña.
—Te ha ofrecido su corazón, Nick , y tú lo has rechazado como si no valiera nada.
—No sólo me ha ofrecido su corazón. Un poco antes de que llegaras me dejó bien claro que su cuerpo también iba incluido en el lote.
—Está desesperada. Si hubieras aceptado, se hubiera desmayado del susto.
Él se estremeció.
—Una quinceañera no está en mi lista de perversiones favoritas.
—¿Qué clase de perversiones...? —_____ se mordió la lengua. ¿Cuándo iba a comenzar a pensar antes de hablar?
Nick le brindó una sonrisa enloquecedora que le puso la piel de gallina.
—Será más divertido que lo vayas averiguando poco a poco.
—¿Por qué no me lo dices ahora?
—Espera y verás.
_____ lo observó.
—¿Incluye algo con...? No, claro que no.
—Estás pensando en los látigos otra vez.
—No, por supuesto que no —mintió.
—Bien. Porque no tienes por qué preocuparte de eso. —Nick hizo una pausa significativa. —Si lo hago bien no duele en absoluto.
_____ abrió los ojos de par en par.
—¡Deja de hacer eso!
—¿El qué?
La expresión inocente de Nick no la engañó ni por un instante.
—Deja de plantar todas esas dudas en mi cabeza.
—No soy yo quien planta dudas en tu cabeza. Lo haces tú sólita.
—Sólo porque tú sigues diciendo esas cosas. No me gusta que me tomes el pelo. Sólo tienes que responderme sí o no. ¿Alguna vez le has dado latigazos a una mujer?
—¿Sólo sí o no?
—Eso he dicho, ¿no?
—¿Sin ninguna aclaración?
—Sin ninguna aclaración.
—Bueno, entonces sí. Sí, definitivamente le he dado latigazos a una mujer.
—Vale, será mejor que me lo aclares —dijo ella débilmente tragando saliva.
—Lo siento, cariño, pero ya te he respondido. —Con una amplia sonrisa, él se sentó detrás del escritorio. —Tengo mucho trabajo que hacer, quizá sea mejor que me digas para qué querías verme.
Pasaron varios segundos antes de que ______ lograra recordar lo que la había llevado hasta allí.
—Se trata de Glenna.
—¿Qué pasa con ella?
—Es un animal grande y su jaula es muy pequeña. Necesita una nueva.
—¿Nada más? ¿Sólo quieres que compremos una jaula nueva? —replicó él con ironía.
—Es inhumano que la pobre viva en un lugar tan estrecho. Se la ve muy deprimida, Nick. Tiene esos deditos tan suaves, y los saca por los barrotes como si necesitara el contacto de otro ser vivo. Y ése no es el único problema que tenemos. Las jaulas son tan viejas que no son de fiar. La del leopardo se cierra sólo con un alambre.
Nick cogió un lápiz y tamborileó con él la gastada superficie del escritorio.
—Estoy de acuerdo contigo. Odio esa condenada exposición de fieras, me parece inhumana, pero las jaulas son caras y Sheba aún se está pensando si deshacerse de esos anímales o no. Por ahora tendrás que arreglártelas como puedas. —Nick desplazó la mirada a la ventana y la silla rechinó cuando se reclinó para ver mejor. —Vaya, mira ahí fuera. Parece que tienes visita.
Ella siguió la dirección de la mirada y vio a un elefantito con la correa colgando delante del vagón rojo,
—Es Tater. —Cuando ella lo miró, el elefante levantó su trompa y bramó como un trágico héroe que vagara por el mundo en busca de su amor perdido. —¿Qué hace ahí?
—Supongo que estará buscándote. —Nick sonrió. —Los elefantes crean fuertes vínculos familiares, y Tater parece haberlo establecido contigo.
—Es un poco grande para ser mi mascota.
—Me alegra oír eso, porque por mucho que me lo pidas jamás dormirá en nuestra cama.
_____ se rio. Pero se abstuvo de recordarle que aún no estaba segura de si ella dormiría o no con él. Había demasiadas cosas por resolver entre ellos.
Sheba estaba de un humor de perros cuando se acercó a Nick. Esa mañana Brady le había dicho que _____ no estaba embarazada. La idea de que esa mujer llevara a un Markov en su vientre era tan aborrecible que debería haberse sentido aliviada, pero por el contrario se le había puesto un nudo de angustia en la boca del estómago. Si Nick no se había casado con ______ porque estaba embarazada, entonces lo había hecho porque quería. Lo había hecho porque la amaba.
La bilis la corroía por dentro. ¿Cómo podía Nick amar a esa pobre e inútil niña rica cuando no la había amado a ella?
¿No veía lo indigna que era _____? ¿Habría perdido Nick todo su orgullo?
En ese momento la intención de Sheba era poner en práctica el plan que hacía días que le rondaba la mente. Tenía cabeza para los negocios —siempre pensaba en lo mejor para el circo, por encima de sus sentimientos perenales, —pero lo que se le había ocurrido haría que Nick viera con otros ojos a su esposa.
Se detuvo detrás de él mientras éste estaba trajinando en la grúa de montaje del circo. La camiseta húmeda K le pegaba a los firmes músculos de la espalda. Recordó el tacto de esa piel tensa bajo las manos, pero en lugar de excitarla ese recuerdo hizo que sintiera asco de sí misma. Sheba Quest, la reina de la pista central, le había robado a ese hombre que la amara y él la había rechazado. El rencor hizo que se le revolviera el estómago.
—Tenemos que hablar sobre tu número.
Él cogió un trapo grasiento y se limpió las manos con él. Nick siempre había sido un mecánico de primera y reparar la grúa no era un problema para él, aunque hora mismo Sheba no sentía ningún tipo de gratitud por el dinero que le ahorraba.
—Dime.
La mujer levantó la mano para protegerse los ojos del sol, tomándose su tiempo, haciéndole esperar. Tardó un buen rato en hablar.
—Deberías hacer algún cambio. No lo has hecho desde la última gira y aún queda demasiada temporada para seguir repitiendo lo mismo.
—¿Qué has pensado?
Sheba cogió las gafas de sol con las que se retiraba d pelo de la cara.
—Quiero que _____ intervenga en tu número.
—Olvídalo.
—¿Crees que no podrá hacerlo?
—Sabes muy bien que no.
—Bueno, pues tendrá que hacerlo. ¿O es que ahora es ella quien lleva los pantalones en tu casa?
—¿Qué pretendes, Sheba?
—_____ es ahora una Markov. Es hora de que comience a comportarse como tal.
—Eso es asunto mío, no tuyo.
—No mientras yo siga siendo la dueña del circo, _____ sabe cómo meterse al público en el bolsillo y tengo intención de aprovecharlo. —Le dirigió a Nick una larga y dura mirada. —Quiero que actúe en el espectáculo, Nick, te doy dos semanas para prepararla. Si se niega a hacerlo recuérdale que, si quiero, todavía puedo denunciarla.
—Estoy harto de tus amenazas.
—Entonces limítate a pensar en lo que es mejor para el espectáculo.
Nick terminó de reparar la grúa y se dirigió a la caravana para lavarse las manos llenas de grasa. Mientras tomaba el cepillo de las uñas y el jabón de debajo del fregadero, se obligó a reconocer que Sheba tenía razón. _____ sabía cómo camelar al público y, aunque no había querido admitirlo antes, ya había pensado en incluirla en el número. Su reticencia provenía de lo difícil que sería entrenarla.
Todas las ayudantes con las que había trabajado en el pasado habían sido artistas con experiencia y no les daban miedo los látigos. Pero _____ sentía terror. Si se sobresaltaba cuando no debía...
Ahuyentó ese pensamiento. Podía entrenarla para que no se sobresaltase y permaneciese completamente inmóvil. Su tío Sergey lo había entrenado a él y lo había hecho tan bien que incluso cuando la función terminaba y aquel pervertido hijo de puta lo hostigaba por alguna ofensa imaginaria, Nick no había movido ni un solo músculo.
Su mente había recorrido aquel tortuoso camino de su infancia más veces de las que quería recordar y no quería remover aquella mierda otra vez, así que apartó un lado aquellos viejos recuerdos. Había otra ventaja en utilizar a _____ como ayudante, una más importante que el simple hecho de cambiar el número, le daría a él una razón válida para mandarle menos trabajo, una razón contra la que ella no podría discutir.
Aún no podía creer que _____ se hubiera negado a permitir que le facilitara las cosas. Esa mañana Nick había vuelto a insistir, pero algo en la expresión de su esposa lo había hecho desistir. El trabajo era importante para ella; se había dado cuenta de que _____lo consideraba una especie de prueba de supervivencia.
Pero a pesar de lo que ella pensaba, él no tenía intención de permitir que acabara agotada. Lo supiera _____ o no, actuar en la pista central con él era mucho menos duro que recoger estiércol de elefante. O limpiar jaulas.
Mientras se lavaba las manos y se las secaba con una toalla de papel, recordó lo frágil que la había sentido bajo ellas la noche anterior. La manera de hacer el amor de su esposa había sido tan buena que lo asustaba. No se lo había esperado, nunca se hubiera imaginado que _____ tuviera tantas facetas: inocente y tentadora, infantil e insegura, agresiva y generosa. Había querido conquistarla y protegerla al mismo tiempo, y ahora estaba jodidamente confundido.
Al otro lado del recinto, _____ salió del vagón rojo. A Nick no le agradaría descubrir que había hecho un par de llamadas a larga distancia con su móvil, pero ella estaba más que satisfecha con lo que había aprendido del guardián del zoo de San Diego. El hombre le había sugerido algunos cambios que ella intentaría llevar a cabo: tenía que reajustar la dieta de los animales, darles vitaminas extras y cambiar los horarios de alimentación.
Caminó hacia la caravana, donde había visto dirigirse a su marido unos minutos antes. Al terminar las tareas en la casa de fieras había ido a echarle una mano a Digger, pero el hombre le había dicho con un gruñido que no necesitaba su ayuda, así que _____ había decidido aprovechar esas horas libres para ir a la biblioteca de la localidad. La vio al pasar por el pueblo y quería investigar un poco más sobre los animales. Pero antes tenía que conseguir que Nick le dejara las llaves de la camioneta, cosa que, hasta entonces, no había conseguido.
Cuando ella entró en la caravana, él estaba delante del fregadero lavándose las manos. La atravesó una especie de vértigo absurdo. Nick era demasiado grande para un lugar tan estrecho y _____ pensó que aquella oscura presencia que él poseía parecía mucho más adecuada para vagar por un páramo inglés del siglo XIX que para viajar con un circo itinerante del siglo XX. Nick se volvió y ella contuvo el aliento ante el impacto de esa mirada color ámbar.
—¿Podrías dejarme las llaves de la camioneta? —dijo _____ cuando recuperó la voz. —Tengo que hacer unos recados.
—¿Vas a ir a comprar tabaco?
—Por si no te has dado cuenta, he dejado de fumar.
—Estoy orgulloso de ti. —Nick lanzó la toalla de papel a la basura y _____ observó cómo la camiseta se le pegaba al pecho húmedo de sudor. Tenía una mancha de grasa en el brazo. —Te llevaré dentro de una hora o así.
—Puedo ir sola. Esta mañana vi una lavandería al lado de la biblioteca del pueblo. He pensado que podría hacer la colada y, al mismo tiempo, pillar algún libro. ¿Te parece bien?
—Genial. Pero prefiero llevarte yo.
—¿Tienes miedo de que te robe la camioneta?
—No. Es sólo que... la camioneta no es mía. Es del circo y no creo que tú debas conducirla.
—Soy una conductora excelente. No voy a darle ningún golpe.
—Eso no puedes asegurarlo.
_____ tendió la mano decidida a salirse con la suya.
—Por favor, dame las llaves.
—Te acompañaré y aprovecharé para coger un libro de la biblioteca.
Ella le dirigió su mirada más intimidante.
—Las llaves, por favor.
Él se frotó la barbilla con los dedos como si considerase la idea.
—Hagamos un trato. Desabróchate la camisa y te daré las llaves.
—¿Qué?
—Es mi mejor oferta. O la tomas o la dejas.
Al observar el brillo divertido en los ojos de Nick, _____ se preguntó cómo alguien tan serio podía tener una naturaleza tan juguetona cuando se trataba de sexo.
—¿De verdad esperas que yo...?
—Aja. —Nick se apoyó en el fregadero y se cruzó de brazos, esperando.
Una ardiente llamarada de excitación atravesó el cuerpo de _____ al ver el deseo en los ojos de Nick. No estaba segura de estar preparada para otro encuentro sexual con él, pero por otra parte... ¿qué daño podía hacerle jugar un rato? La humedad de la blusa le recordó que llevaba toda la mañana trabajando y que estaba sucia. Aunque por otro lado, él también lo estaba y, después de todo, sólo retozarían un poco. Entonces ¿qué importaba lo demás?
Lo miró por encima del hombro con un gesto altivo.
—No acostumbro a utilizar mi cuerpo como moneda de cambio. Es ofensivo.
—Siento que pienses así. —Sacó las llaves del bolsillo y, con exagerada inocencia, las lanzó al aire y las cogió con la mano.
La suave piel de los pechos de _____ se erizó bajo la húmeda camisa y los pezones se le pusieron como guijarros.
—¿De verdad te gustaría que hiciera algo así?
—Cariño, me encantaría.
Conteniendo una sonrisa, _____ se desabrochó lentamente el botón superior.
—Está bien, pero sólo una miradita. —Una vocecilla interior le dijo que estaba jugando con fuego, pero la ignoró.
—Con una miradita conseguirás la llave de la puerta, pero no la del contacto.
#Verónica
Re: Besar a un Ángel (Nick y tu) ADAPTACION!!! [TERMINADA]
_____ se desabrochó otro botón.
—¿Qué tendría que hacer para conseguir la llave del contacto?
—¿Llevas sujetador?
—Sí.
—Pues quitártelo.
_____ sabía que debería poner fin al juego en ese momento, pero se desabrochó el siguiente botón.
—Bueno, supongo que como eres el responsable de la camioneta, es normal que pongas tú las reglas.
Se tomó su tiempo con los últimos botones. Cuando estuvieron todos abiertos, agarró las solapas de la blusa y jugueteó con ellas, tomándole el pelo, aunque sabía que lo estaba provocando.
—Quizá debería pensármelo un poco más.
—No hagas que me ponga duro. —El ronco susurro de Nick no era amenazador, pero hizo que _____ se pusiera a temblar.
—Ya que te pones así... —abrió la blusa, mostrando un sujetador con un estampado floral.
—Quítatelo también.
_____ se lo acarició con la mano, pero no lo abrió.
—Haz lo que te digo y nadie resultará herido.
______ no pudo ocultar una sonrisa mientras abría el broche. Se desprendió lentamente de las húmedas copas de encaje que le cubrían los pechos y se exhibió ante él con descarado atrevimiento, sin haberse desnudado del todo, pero con la blusa abierta y los pechos desnudos.
—Eres preciosa. —El susurrante cumplido de Nick la hizo sentir la mujer más bella del mundo.
—¿Lo bastante para que me des la llave del contacto?
—Lo suficiente para que te dé toda la puta camioneta.
En dos pasos la tomó entre sus brazos. Nick bajó la cabeza con rapidez y le cubrió la boca con la suya, y _____ sintió que el mundo comenzaba a girar como un loco carrusel. Él se deshizo de la camisa de _____ fácilmente, bajándosela por los hombros; luego la agarró por las caderas y la alzó lo justo para rozarla contra las suyas. _____ lo sintió duro y exigente, y supo que el tiempo de jugar había terminado.
La sangre rugió ardiente y necesitada en las venas de _____. Separó los labios para que la lengua de Nick penetrara en su boca mientras él la cogía en brazos y la llevaba a la cama donde la dejó caer sin ningún miramiento.
—Estoy sucia y sudada.
—Yo también, así que no hay problema. —Con un rápido movimiento Nick se quitó la manchada camiseta por la cabeza. —Vas demasiado vestida para mi gusto.
_____ se deshizo de los zapatos y se desabrochó los vaqueros, pero al parecer no con la suficiente rapidez para él.
—¿Por qué tardas tanto? —En unos instantes Nick le había arrancado la ropa para dejarla tan desnuda como él.
Los ojos de _____ recorrieron el cuerpo de su marido, los músculos marcados, la piel morena y el vello del pecho donde resaltaba la medalla esmaltada. Tenía que preguntarle por ella. Tenía que preguntarle muchas cosas.
Cuando Nick se dejó caer junto a ella, _____ inhaló el carnal olor a sudor, producto del trabajo duro, y se preguntó por qué no se sentía asqueada. Lo primitivo de aquel encuentro la excitaba de una manera que nunca hubiera creído posible. El desenfreno que sentía la hacía avergonzarse.
—T-tengo que ducharme.
—Después. —Nick cogió un condón del cajón de la mesilla, lo abrió y se lo puso.
—Pero estoy muy sucia.
Él le separó las rodillas.
—Quiero que disfrutes, ____.
Ella gimió y le mordió el hombro cuando se apretó contra ella. Su piel le supo a sal y a sudor; lo mismo que él saboreaba en sus pechos. Se le puso un nudo en la garganta.
—De verdad, Nick , tengo que ducharme.
—Después.
—Oh, Dios mío, ¿qué me estás haciendo?
—¿Te gusta?
—¿Te gusta a ti?
—Sí. ¿Quieres más?
—Sí, oh, sí.
Olores y sabores. Caricias. Sudor y fuerza bajo las palmas de las manos de _____mientras Nick embestía una y otra vez.
A ella se le pegó el pelo a las mejillas y una brizna de paja le hizo cosquillas en el cuello. Nick le pasó los dedos por la hendidura del trasero y la puso sobre su cuerpo, manchándole el costado con la grasa del brazo. Le aferró los muslos con las manos y la alzó sobre él.
—Móntame.
Ella lo hizo. Se arqueó y bajó con rapidez, moviéndose como le dictaba su instinto, e hizo una mueca de dolor al intentar albergarle en su cuerpo.
—Más despacio, cariño. No voy a ir a ningún sitio.
—No puedo. —Lo miró a través de una neblina de dolor y deseo y vio la cara de Nick cubierta de sudor con los labios apretados y pálidos. La suciedad oscurecía esos rudos pómulos eslavos y tenía un poco de paja en el brillante pelo negro. El sudor se deslizaba entre los pechos de _____. Volvió a descender sobre él y soltó un jadeo de dolor.
—Así no, cariño. Shhh... más despacio.
Nick le deslizó las manos por la espalda y la atrajo hacia él, apretándole los pechos contra su torso, enseñándole a encontrar un nuevo ritmo.
_____ lo abrazó con los muslos y la medalla esmaltada le arañó la piel. Se movió sobre el cuerpo masculino. Lentamente al principio, contoneándose después adorando la sensación de tener el control, de dictar el compás y la profundidad. Ahora ya no había dolor, sólo placer.
Nick le aferró las nalgas, pero dejó que siguiera a su ritmo. ______ sabía por la tensión de esos duros músculos que a él le costaba renunciar al control. Nick le mordió en la clavícula, sin hacerle daño; como si quisiera utilizar otra parte de su cuerpo para sentirla.
_____ se abandonó en medio del sudor y el olor almizcleño. Nick emitió unos sonidos incoherentes y ella respondió en el mismo lenguaje. Olvidaron cualquier rastro de civilización, regresando a la selva, a la caverna, al mundo primitivo; a un momento suspendido en el tiempo en el que recordaron el origen de la creación.
_____ dejó la cama en cuanto pudo y se metió en el cuarto de baño. Mientras el agua caía sobre su cuerpo se estremeció por esa desconocida y salvaje parte de sí misma ¿Era sagrada o profana? ¿Cómo podía abandonarse de esa manera a un hombre al que no amaba? Aquella pregunta la atormentaba.
Cuando salió del baño envuelta en una toalla, con la piel limpia y el alma confusa, Nick estaba apoyado en el fregadero. Se había vuelto a poner los vaqueros sucios y sostenía una cerveza en la mano.
La miró fijamente y frunció el ceño.
—Vas a complicarlo todo, ¿verdad?
Ella cogió ropa limpia del cajón y le dio la espalda para vestirse.
—No sé a qué te refieres.
—Lo veo en tu cara. Estás dándole vueltas a lo que acaba de ocurrir.
—¿Y tú no?
—¿Por qué iba a hacerlo? Es sólo sexo, _____. Es divertido y ardiente. Y no hace falta enredarlo más.
Ella señaló la cama con la cabeza.
—¿Te ha parecido algo sencillo?
—Ha estado bien. Eso es todo lo que importa.
_____ se subió la cremallera de los pantalones cortos y se puso unas sandalias.
—Te has acostado con muchas mujeres, ¿verdad?
—No de manera indiscriminada, si es eso lo que quieres decir.
—¿Ha sido así siempre?
Nick vaciló.
—No.
Por un momento, desapareció parte de la tensión de _____.
—Me alegro. Quiero que signifique algo.
—Lo único que significa es que, aunque nos cueste comunicarnos a nivel mental, nuestros cuerpos no encuentran ninguna dificultad para hacerlo.
—No creo que sea tan sencillo.
—Para mí sí.
—La tierra se ha movido —dijo ella suavemente. —Es algo más que dos cuerpos que se atraen.
—A veces sucede, a veces no. A nosotros nos pasa y punto.
—¿De verdad crees eso?
—_____, escúchame. Si comienzas a imaginar cosas que no van a ocurrir, lo único que conseguirás es salir herida.
—No sé lo que quieres decir.
Nick la miró fijamente a los ojos y ella sintió como si estuviera mirándole el alma.
—No voy a enamorarme de ti, cariño. No ocurrirá. Me importas, pero no te amo.
Cómo herían esas palabras. ¿De verdad era amor lo que quería de él? Ciertamente, lo deseaba. Lo respetaba. ¿Pero cómo era posible llegar a amar a alguien que sentía tan poco aprecio por ella? En lo más profundo de su alma sabía que a ella le resultaría muy difícil amar a un hombre como Nick Markov. Él necesitaba a alguien tan terco y arrogante como él, alguien obstinado e imposible de intimidar, una mujer que no se echara a temblar ante todos esos oscuros ceños y que le respondiera de la misma manera. Una mujer que se sintiera como en casa en el circo, que no temiera a los animales ni el trabajo agotador. Necesitaba a Sheba Quest.
Los celos la inundaron. Aunque reconocía la lógica de que Nick y Sheba eran perfectos el uno para el otro, su corazón rechazaba la idea.
Vivir con él le había enseñado algo de orgullo, y _____ irguió la cabeza.
—Lo creas o no, no me he pasado todo el tiempo pensando en cómo voy a conseguir que te enamores de mí. —Cogió la cesta de ropa que se iba a llevar a la lavandería. —De hecho, no quiero tu amor. Lo que sí quiero son las llaves de la maldita camioneta.
Las cogió del mostrador y salió corriendo hacia la puerta. Él se movió con rapidez para bloquearle el paso. Nick le quitó la cesta de las manos.
—No pretendo hacerte daño, _____—dijo. —Me importas. No quería que fuera así, pero no puedo evitarlo. Eres dulce y graciosa, y me encanta mirarte.
—¿De veras?
—Aja.
_____ alargó la mano para limpiarle con el pulgar una mancha del pómulo.
—Bueno, a pesar de que eres un hombre con muy mal genio, también me gusta mirarte.
—Me alegro.
Ella sonrió e intentó coger de nuevo la cesta de la ropa sucia, pero él no se la dio.
—Antes de que te vayas... Sheba y yo hemos hablado. A partir de ahora tendrás una nueva tarea.
Ella lo miró con cautela.
—Ya estoy ayudando con los elefantes y con las fieras. No creo que tenga tiempo para hacer nada más.
—A partir de ahora, ya no te encargarás de los elefantes, y Trey se hará cargo de la casa de fieras.
—Los animales son responsabilidad mía.
—Bien. Puedes supervisarlo si quieres. El hecho es, _____, que le gustas al público y Sheba quiere aprovecharse de ello. Actuarás conmigo. —Ella clavó los ojos en él. —Comenzaré a entrenarte mañana.
_____ se dio cuenta de que le rehuía la mirada.
—¿Entrenarme para que haga qué?
—Tu trabajo consistirá en estar quieta y hermosa.
—¿Y qué más?
—Tendrás que ayudarme. No será difícil.
—Ayudarte. ¿A qué te refieres con eso de ayudarte?
—Sólo eso. Lo hablaremos mañana.
—Dímelo ahora.
—Sostendrás algunas cosas, eso es todo.
—¿Sostenerlas? —_____tragó saliva. —¿Las arrancarás de mi mano?
—De tu mano —Nick hizo una pausa, —de tu boca.
_____ palideció.
—¿De mi boca?
—Es un truco fácil. Lo he hecho centenares de veces, y no debes preocuparte de nada. —Nick abrió la puerta y le puso la cesta en los brazos. —Si quieres pasarte por la biblioteca, será mejor que te vayas ya. Te veré más tarde.
Con un suave empujón la echó afuera. _____ se dio La vuelta para decirle que de ninguna manera pensaba actuar en la pista central con él, pero Nick le cerró la puerta en las narices antes de que pudiera pronunciar una sola palabra.
#Verónica
Re: Besar a un Ángel (Nick y tu) ADAPTACION!!! [TERMINADA]
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Re: Besar a un Ángel (Nick y tu) ADAPTACION!!! [TERMINADA]
CAPÍTULO 13
—¿Puedes intentar mantener los ojos abiertos esta vez?
_____ notó que Nick estaba perdiendo la paciencia con ella. Estaban detrás de las caravanas, en un campo de béisbol a las afueras de Maryland, un sitio muy parecido al que habían estado los días anteriores y llevaban así casi dos semanas. La joven tenía los nervios tan tensos que estaban a punto de estallar.
Tater estaba cerca de ellos, alternando suspiros de amor por su dama con remover el barro. Después de que _____ se hubiera enfrentado al elefantito unas semanas atrás, Tater había comenzado a escaparse para buscarla y, finalmente, Digger lo había castigado con el pincho. La joven no había podido tolerar tal cosa, así que le había dicho que ella se encargaría de cuidar al elefante durante el día cuando vagara por ahí. Todos —excepto la propia _____—parecían haberse acostumbrado a ver trotando a Tater detrás de ella como si fuera un perrito faldero.
—Si abro los ojos daré un respingo —señaló _____ mientras su marido empuñaba el látigo— y me dijiste que me harías daño si daba respingos.
—Tienes el blanco tan alejado de tu cuerpo que podrías estar bailando El lago de los cisnes y ni siquiera te rozaría.
Había algo de verdad en lo que decía. El rollo de periódico que sostenía en la mano medía más de treinta centímetros y, además, ella tenía el brazo extendido. Pero cada vez que Nick agitaba el látigo arrancando un trozo del extremo, ella daba un salto. No podía evitarlo.
—Puede que mañana consiga abrir los ojos.
—En tres días estarás en la pista central. Es mejor que los abras ya.
_____ abrió los ojos de golpe al oír la voz sarcástica y acusadora de Sheba que estaba donde Nick había dejado los látigos enroscados en el suelo. Tenía los brazos cruzados y el sol arrancaba destellos a su pelo, que brillaba como las llamas del infierno.
—Ya deberías haberte acostumbrado. —Se agachó con rapidez y cogió uno de los rollos de papel de diez centímetros que había en el suelo. Ésos eran los blancos de verdad, los que se suponía que _____ debía sostener en la función, pero hasta ese momento Nick no había podido convencerla para que practicaran con algo que midiera menos de treinta centímetros.
Sheba comenzó a hacer rodar uno de los pequeños rollos entre los dedos como si fuera un pitillo, luego se acercó a _____ y se detuvo a su lado.
—Quítate de en medio.
_____ retrocedió.
Sheba miró a Nick con un destello desafiante en los ojos.
—Aprende cómo se hace.
Se puso de perfil, echó el pelo hacia atrás y se colocó el rollo entre los labios.
Por un momento Nick no hizo nada, y _____ notó que había una vieja historia entre la dueña del circo y él, una historia de la cual _____ no sabía nada. Parecía como si Sheba desafiara a su marido, pero ¿para que hiciera qué? Nick levantó el brazo tan repentinamente que ella apenas vio el movimiento de su muñeca.
«¡Zas!» El látigo restalló a pocos centímetros de la cara de la mujer y el extremo del rollo desapareció.
Sheba no se movió. Se mantuvo tan serena como si estuviera asistiendo a un cóctel mientras Nick agitaba el látigo una y otra vez, rompiendo un trocito de rollo cada vez. Poco a poco, lo fue acortando hasta que sólo quedó el cabo entre los labios de la mujer.
En ese momento lo cogió y se lo tendió a _____.
—Ahora veamos cómo lo haces tú.
_____ reconocía un reto cuando lo veía, pero esa gente se había criado tentando al peligro. Ella no tenía que demostrar su valor, sentía que ya lo había hecho cuando se había enfrentado a Tater.
—Quizás en otro momento.
Nick suspiró y bajó el látigo.
—Sheba, esto no funciona. Continuaré haciendo el número yo solo.
—¿Te tiene dominado, Nick? Cinco generaciones de sangre circense y le has dado el nombre de Markov a alguien que no tiene valor para entrar en la pista central contigo.
Los ojos verdes de Sheba se oscurecieron con desprecio cuando miró a _____.
—No te estamos pidiendo que andes por la cuerda floja ni que montes a pelo. Lo único que tienes que hacer es estar allí de pie. Pero ni siquiera eres capaz de hacerlo, ¿verdad?
—Lo siento, pero no valgo para esto.
—¿Y para qué vales entonces?
Nick dio un paso adelante.
—Ya basta. _____ se ha encargado de los animales aunque no tendría por qué haberlo hecho, y están en mejores condiciones que nunca.
—No la defiendas. —_____ sintió el impacto de los ojos de Sheba con la misma intensidad que si fuera el impacto del látigo. —¿Sabes algo de la familia Markov?
—Nick no me ha hablado mucho de su pasado. —Y tampoco le había hablado mucho de su presente. Cada vez que intentaba preguntarle por la vida que llevaba fuera del circo, él cambiaba de tema. Sospechaba que había ido a la universidad y que la medalla esmaltada que llevaba colgada del cuello era una reliquia familiar, pero nada más.
—Déjalo, Sheba —le advirtió él.
Ella no le hizo caso y sostuvo la mirada de _____ con firmeza.
—Los Markov son una de las familias más famosas en la historia del circo. La madre de Nick era la mejor montando a pelo. Nick podría haber sido un campeón ecuestre de no ser por su altura.
—A _____ no le importa nada de eso —dijo él.
—Sí que me importa. Continúa, Sheba.
—Su madre formaba parte de la quinta generación de artistas rusos que actuaron para los zares. Lo más interesante de los Markov es que la historia de su familia se transmite a través de las mujeres. No importa con quién se hayan casado, los hombres han renunciado a su propio apellido para mantener el de Markov y pasarlo a sus hijos. Pero los hombres Markov han sido también grandes artistas con el látigo y algunos de los mejores jinetes que se hayan visto en el circo.
Nick comenzó a recoger los rollos de periódico y a meterlos en una vieja bolsa de lona.
—Vamos, _____. Por hoy es suficiente.
La expresión de Sheba se volvió amarga.
—Los Markov siempre han seguido la tradición y han elegido bien a sus esposas. Al menos hasta llegar a Nick. —Hizo una pausa. En sus ojos asomó un helado desprecio. —No estás a su altura, _____, no mereces llevar el apellido Markov.
Tras decir eso se giró y se marchó, con un paso tan regio que hizo que sus ropas desarregladas parecieran dignas de una reina.
_____ se sintió despreciable.
—Tiene razón, Nick. No valgo para nada.
—Tonterías. —Nick enrolló los látigos y los apoyó sobre el hombro. —Sheba considera la tradición del circo tan sagrada como la religión. No le hagas caso.
_____ miró la bolsa con los rollos de periódico. Se acercó y sacó uno con decisión.
—¿Qué haces?
—Dar la talla como mujer Markov.
—Por el amor de Dios, suelta eso. Te he dicho que pases de ella. Sheba siempre ha tenido una visión distorsionada de la historia de los Markov. Mi tío Sergey era el mayor bastardo que he conocido en mi vida.
—Te agradezco que intentes que me sienta mejor, pero no puedo ignorar lo que ha dicho. —Caminó hacia el lugar donde habían estado practicando antes y se puso de perfil. —Estoy cansada de ser siempre la peor.
Se puso el rollito en los labios; las rodillas le temblaban más que nunca. Si Nick fallaba, le golpearía en la cara y, quizá, dejaría una cicatriz en su piel y en su alma.
—Déjalo, _____. —Ella cerró los ojos. —______...
Ella se sacó el rollito de la boca para hablar, pero no le miró.
—Por favor, Nick, hazlo de una vez. Cuanto más me hagas esperar, más difícil será para mí.
—¿Estás segura?
No estaba segura en absoluto, pero se puso de nuevo el rollito en la boca y cerró los ojos, rezando por no dar un brinco.
_____ gritó cuando oyó el chasquido del látigo y sintió una corriente de aire en la cara. El sonido retumbó en sus oídos. Tater abrió la boca y soltó un barrito.
—¿Te he dado? ¡Maldita sea, sé que no te he dado!
—No..., no..., estoy bien. Es sólo... —Respiró hondo y recogió el rollito que había dejado caer, observando que Nick había sesgado un trocito del extremo. —Es sólo que estoy un poco nerviosa.
—_____, no tienes por qué...
Ella se colocó el blanco de nuevo en la boca y cerró los ojos.
«¡Zas!»
_____ gritó otra vez.
—Si sigues gritando comenzaré a ponerme nervioso —dijo Nick en tono seco.
—¡No gritaré! Pero por Dios, no pierdas los nervios. —Cogió el rollito, era mucho más corto de lo que había sido en un principio.
—¿Cuántas veces más?
—Dos.
—¿¿Dos??—chilló.
—Dos.
Esta vez colocó el rollito justo en el borde de los labios.
—Estás haciendo trampa.
El sudor corría entre los pechos de Daisy cuando volvió a colocarlo. Respiró hondo.
«¡Zas!» Otra corriente de aire le agitó un mechón de pelo contra la mejilla. Casi se desmayó, pero de alguna manera logró contener el grito. Sólo una vez más. Una vez más.
«¡Zas!» La joven abrió lentamente los ojos.
—Ya está, _____, se acabó. Ahora sólo tendrías que saludar al público.
Estaba viva y sin marcas. Atontada, lo miró y habló con un ronco susurro.
—Lo he hecho.
Él sonrió y soltó el látigo.
—Pues claro que sí. Estoy orgulloso de ti.
Con un gran grito de alegría, corrió hacia él y se arrojó a sus brazos. Nick la atrapó automáticamente. Cuando la estrechó contra su cuerpo, una lenta oleada de calor recorrió el cuerpo de _____. Él debió de sentir lo mismo porque se echó atrás y la dejó en el suelo.
_____ sabía que Nick no aceptaba que se hubiera negado a hacer el amor con él desde aquella tarde de sudor y sexo que la había perturbado tan profundamente. Su período le había dado una excusa perfecta durante unos días, pero había terminado hacía media semana. Le había pedido un poco de tiempo para aclararse las ideas y, aunque Nick había estado de acuerdo, no le había gustado nada.
—Sólo un truco más —dijo él— y luego terminamos.
—Quizá deberíamos dejarlo para mañana. —Es el truco más fácil. Venga, vamos a hacerlo antes de que pierdas el valor. Ponte dónde estabas.
—Nick ...
—Venga. No te dolerá. Te lo prometo.
A regañadientes, ______ regresó al lugar donde había estado antes.
Nick cogió el látigo más largo y lo sostuvo entre los dedos.
—Colócate frente a mí y cierra los ojos.
—No.
—Confía en mí, cariño. Esta vez tienes que tener los ojos cerrados.
_____ hizo lo que le decía, pero entreabrió uno de los ojos para ver lo que él hacía.
—Levanta los brazos por encima de la cabeza.
—¿Los brazos?
—Levántalos por encima de la cabeza. Y cruza las muñecas.
Ella abrió los dos ojos.
—Creo que me olvidé de decirle a Trey algo sobre la nueva dieta de Sinjun.
—Todas las mujeres Markov han hecho este truco.
Resignada, _____ levantó los brazos, cruzó las muñecas y cerró los ojos, diciéndose a sí misma que no podía ser peor que sostener un rollito con los labios.
«¡Zas!»
Apenas había percibido el chasquido del látigo cuando sintió que éste le rodeaba y le ataba las muñecas con fuerza.
Esta vez el grito le salió del alma. Dejó caer los brazos tan rápidamente que sintió que se le dislocaban los hombros. Se miró con incredulidad las muñecas atadas.
—¡Me has dado! Dijiste que no me tocarías, pero lo has hecho.
—Estate quieta, ______, y deja de gritar de una vez. No te ha dolido.
—¿No me ha dolido?
—No.
Ella miró sus muñecas y se dio cuenta de que él tenía razón.
—¿Cómo lo has hecho?
—Destensé el látigo antes de chasquearlo. —Nick hizo un movimiento con la muñeca para que el látigo se aflojase, y la liberó. —Es un truco muy viejo, pero el público lo adora. Aunque, después de que te ate las muñecas, debes sonreír para que todos sepan que no te he hecho daño. Acabaré en la cárcel si no lo haces.
Daisy se examinó una muñeca y luego la otra. Se dio cuenta con asombro de que estaban intactas.
—¿Y si te olvidas de destensar el látigo antes de apresarme las muñecas?
—No lo haré.
—Podrías cometer un error, Nick . Es imposible que siempre te salga bien.
—Claro que sí. Llevo años haciéndolo y nunca he lastimado a nadie. —Comenzó a recoger los látigos y ella se maravilló de aquella perfecta arrogancia, pero al mismo tiempo se sintió inquieta.
—Esta mañana las cosas han salido algo mejor—dijo ella, —pero aún me parece imposible que pueda actuar contigo dentro de dos días. Jack me ha dicho que voy a interpretar a una gitanilla indomable, pero no creo que las gitanas indomables griten como lo hago yo.
—Ya pensaremos algo. —Para sorpresa de la joven, Nick le dio un besito en la punta de la nariz antes de girarse para marcharse, pero se detuvo en seco y se volvió de nuevo hacia ella. La miró un buen rato. Luego inclinó la cabeza y posó sus labios sobre los de ______.
La joven le rodeó el cuello con los brazos cuando él se apretó contra ella. Aunque su mente le decía que el sexo debía ser sagrado, su cuerpo deseaba ardientemente las caricias de Nick , y _____ supo que nunca tendría suficiente de él.
Cuando se separaron, Nick sostuvo la mirada de ella durante un largo y dulce instante.
—Sabes como un rayo de sol —susurró.
Ella sonrió.
—Te daré unos días más, cariño, porque sé que todo esto es nuevo para ti, pero nada más.
_____ no tuvo que preguntarle a qué se refería.
—A lo mejor necesito más tiempo. Tenemos que conocernos mejor. Respetarnos el uno al otro.
—Cariño, en lo que concierne al sexo, te aseguro que siento mucho respeto por ti.
—Por favor, no hagas como si no supieras de lo que hablo.
—Me gusta el sexo. A ti te gusta el sexo. Nos gusta practicarlo juntos. Eso es todo.
—¡Eso no es todo! El sexo debería ser sagr...
—No lo digas, ______. Si dices esa palabra otra vez, te juro que flirtearé con cada camarera que encuentre de aquí a Cincinnati.
Ella entrecerró los ojos.
—Justo lo que intentaba demostrar. Y no creo que sagrado sea una palabrota. Vamos, Tater, tenemos mucho trabajo que hacer.
_____ se fue con el elefante trotando tras ella. Si se le hubiera ocurrido volver la mirada, habría visto algo que la habría asombrado. Habría visto a su duro y malhumorado marido sonriendo como un adolescente enamorado.
A pesar de las protestas de Nick , ella había continuado cuidando a los animales, aunque Trey hacía ahora muchas de las rutinarias tareas diarias. Sinjun clavó la mirada en Tater cuando se acercaron. Los elefantes y los tigres eran enemigos confesos. Pero a Sinjun parecía molestarle la presencia de Tater por otra cosa. Alex decía que estaba celoso, pero ella no era capaz de atribuirle tal emoción a aquel viejo tigre malhumorado.
______ observó a Sinjun con satisfacción. Gracias al nuevo pienso y a las duchas diarias, el pelaje del animal tenía ahora mejor aspecto. Le hizo una burlona reverencia.
—Buenos días, majestad.
Sinjun le enseñó los dientes, gesto que ella interpretó como una manera de decirle que no se pusiera demasiado cursi con él.
No había experimentado más momentos de comunicación mística con él, por lo que había comenzado a pensar que los que había tenido antes habían sido inducidos por la fatiga. Aun así, no podía negar que aún seguía sintiendo miedo cuando estaba cerca de él.
Había dejado una bolsa con chucherías que había comprado con su propio dinero en una tienda del pueblo cerca de un fardo de heno. La cogió y la llevó a la jaula de Glenna. La gorila ya la había divisado y apretaba su cara contra los barrotes, esperando pacientemente.
La muda aceptación de Glenna de su destino, junto con el anhelo que mostraba por disfrutar de contacto humano, rompía el corazón de _____. Acarició la suave palma que el animal alargaba a través de los barrotes.
—Hola, cariño. Tengo algo para ti. —Sacó de la bolsa una madura ciruela púrpura. La fruta tenía la misma textura que los dedos de Glenna. Áspera por fuera. Blanda por dentro.
Glenna tomó la ciruela y se retiró a la parte posterior de la jaula donde se la comió con pequeños y delicados mordisquitos mientras miraba a ______ con triste gratitud.
_____ le dio otra y continuó hablando con ella. Cuando la gorila terminó de comer, se acercó de nuevo a los barrotes, pero esta vez cogió el pelo de _____.
La primera vez que había hecho eso _____ había sentido miedo, pero ahora sabía lo que quería hacer Glenna y se arrancó la goma elástica de la coleta.
Durante un buen rato permaneció con paciencia ante la jaula, dejando que la gorila la aseara como si fuera su hija mientras hurgaba en su cabello en busca de pulgas y mosquitos inexistentes.
Cuando por fin terminó,_____ notó que se le había puesto un nudo en la garganta por la emoción. No importaba lo que dijeran, no entendía cómo podían tener enjaulada a una criatura tan humana.
Dos horas más tarde, _____ regresaba a la caravana acompañada de su enorme mascota cuando vio a Heather practicando con los aros cerca del campo de juego. Ahora que ya no estaba tan cansada, _____ había podido recordar con claridad lo sucedido la noche en que había desaparecido el dinero y pensó que era el momento apropiado para hablar con la chica.
Heather dejó caer un aro cuando ella se acercó, y mientras se agachaba para recogerlo, miró a _____ con cautela.
—Quiero hablar contigo. Heather. Vamos a sentarnos en las gradas.
—No tengo nada que hablar contigo.
—Estupendo. Entonces hablaré yo. Muévete. Heather la miró con resentimiento pero respondió a su tono autoritario. Después de recoger los aros, siguió a _____ , arrastrando las sandalias.
_____ se sentó en la tercera fila y Heather lo hizo una fila más abajo. Tater localizó un lugar cerca de la segunda base y comenzó a revolcarse en el lodo, que es lo que hacen los elefantes para enfriarse.
—Supongo que vas a largarme un rollo por lo de Nick .
—Nick está casado, Heather, y el matrimonio es un vínculo sagrado entre un hombre y una mujer. Nadie tiene derecho a intentar romperlo.
—¡No es justo! No te lo mereces.
—No eres quién para juzgar eso.
—¿De verdad eres tan santurrona?
—¿Cómo voy a ser santurrona? —dijo _____ con voz queda. —Soy una ladrona, ¿recuerdas?
Heather se llevó los dedos a la boca y comenzó a morderse las uñas.
—Todos te odian por haber robado ese dinero.
—Ya lo sé. Pero eso no es justo, ¿verdad?
—Por supuesto que es justo.
—Pero las dos sabemos que yo no lo hice.
Heather se puso tensa y permaneció un largo segundo en silencio antes de contestar.
—Sí que lo hiciste.
—Tú estuviste en el vagón rojo esa noche después de que Sheba comprobara la recaudación; antes de que yo cerrara el cajón.
—¿Qué más da? ¡No robé el dinero y no puedes acusarme de nada!
—Hubo una llamada para Nick . Cogí el teléfono y mientras estaba distraída, metiste la mano en el cajón de la recaudación y robaste los doscientos dólares.
—¡No lo hice! ¡No puedes demostrarlo!
—Luego te colaste en nuestra caravana y escondiste el dinero en mi maleta para que todos pensaran que había sido yo.
—¡Mientes!
—Debería haberme dado cuenta de inmediato, pero estaba tan cansada por intentar acostumbrarme a todo esto que se me olvidó que habías estado allí.
—Mientes —repitió Heather, aunque esta vez con menos vehemencia. —Y como le vayas con el cuento a mi padre, lo lamentarás.
—No puedes amenazarme con nada peor que lo que ya me has hecho. No tengo amigos, Heather. Nadie quiere hablar conmigo porque piensan que soy una ladrona. Ni siquiera me cree mi marido.
La cara de Heather era la viva imagen de la culpa y _____ supo que tenía razón. Miró a la adolescente con tristeza.
—Lo que has hecho está muy mal.
Heather bajó la cabeza y su fino cabello cayó hacia delante, cubriéndole el rostro.
—No puedes probar nada —masculló.
—¿Es así como quieres vivir? ¿Actuando de manera deshonesta? ¿Siendo cruel con otras personas? Todos cometemos errores, Heather, y si quieres madurar tienes que aprender a asumirlos.
La adolescente hundió los hombros y _____ vio en qué momento exacto se dio por vencida.
—¿Vas a decírselo a mi padre?
—No lo sé. Pero tengo que decírselo a Nick .
—Pero él se lo dirá a mi padre.
—Es probable. Nick tiene un profundo sentido de la justicia.
Una lágrima cayó sobre el muslo de Heather, pero _____ endureció el corazón para no compadecerla.
—Mi padre me dijo que si me metía en algún lío me enviaría de vuelta con tía Terry.
—Pues tal vez deberías haber pensado en eso antes de tenderme una trampa.
Heather no dijo nada y _____ no la presionó. Finalmente, la joven se enjugó las lágrimas con el dobladillo de la camiseta.
—¿Cuándo vas a decírselo?
—Aún no lo he pensado. Esta noche, quizás. O tal vez mañana.
Heather asintió bruscamente con la cabeza.
—Yo sólo... el dinero estaba allí y aunque no lo había planeado...
_____ intentó tragarse la lástima que sentía recordándose a sí misma que, por las acciones de esa chica, su marido pensaba que era una ladrona y su matrimonio había fracasado antes de haber tenido siquiera una oportunidad.
—Lo que hiciste no estuvo bien. Tienes que enfrentarte a las consecuencias.
—Sí, supongo. —Heather intentó secarse las lágrimas con los dedos. —Me alegro de que te hayas dado cuenta. Es difícil..., sé que no lo merezco, pero quizá podrías hablar con Sheba en vez de con Nick. Prefiero que se lo diga ella a mi padre. Se pelean todo el rato, pero por lo menos se respetan y puede que no pierda el juicio si se lo dice ella.
_____ se enderezó.
—¿Tu padre es violento contigo?
—Bueno, supongo. Quiero decir que grita y todo eso.
—¿Te pega?
—¿Papá? No, nunca me ha pegado. Pero a veces se enfada tanto que casi preferiría que lo hiciera.
—Entiendo.
—Ya había asumido que volvería con mi tía tarde o temprano. Sé que necesita que le eche una mano con los niños y todo eso. He sido muy egoísta queriendo quedarme aquí, pero los niños son unos auténticos monstruos y, algunas veces, me sacan de quicio.
_____ estaba recibiendo más información de la que quería y se sintió culpable.
La adolescente se levantó del banco con los ojos llenos de lágrimas.
—Siento haber sido tan imbécil y haberte causado tantos problemas. —Una lágrima se coló entre sus pestañas. —Si no quería acabar con tía Terry y los niños, debería haberme portado mejor. No debería haberlo hecho, pero estaba celosa por Nick . —Las palabras le salían entre pequeños hipidos. —Es demasiado mayor... y nunca se enamoraría de alguien como yo. Pero siempre ha sido agradable conmigo y supongo que... supongo que quería eso todo el rato, aunque... —respiró hondo, —aunque siempre supe que no resultaría. Lo siento, _____.
Con un sollozo, se giró y huyó. _____ se acercó a Tater y el elefantito la rodeó con la trompa. Se apoyó contra él, sin saber muy bien qué hacer. Antes de enfrentarse a Heather, lo había tenido todo muy claro, pero ahora no estaba tan segura. Si no le decía a Nick la verdad sobre Heather, él continuaría creyendo que era una ladrona. Pero si se lo decía, Heather recibiría un gran castigo y ______ no creía poder vivir saliéndose responsable de eso.
Desde la carretera vio cómo Nick se subía a la camioneta para dirigirse al pueblo. Un rato antes le había dicho que tenía que resolver un problema con la compañía que suministraba los donnickers y que podía tardar varías horas en volver. _____ había pensado dedicar ese tiempo a desempaquetar las compras que llevaba semanas haciendo en secreto y que transformarían la fea caravana verde en algo parecido a un hogar. Pero su encuentro con Heather le había quitado el entusiasmo. Sin embargo era mejor ocuparse de eso que sentarse sin hacer nada.
Pero mientras se dirigía a la caravana, recuperó el ánimo. Por fin iba a dedicar su tiempo a algo para lo que sí valía. Estaba deseando ver la cara que pondría Nick cuando volviera.
—¿Puedes intentar mantener los ojos abiertos esta vez?
_____ notó que Nick estaba perdiendo la paciencia con ella. Estaban detrás de las caravanas, en un campo de béisbol a las afueras de Maryland, un sitio muy parecido al que habían estado los días anteriores y llevaban así casi dos semanas. La joven tenía los nervios tan tensos que estaban a punto de estallar.
Tater estaba cerca de ellos, alternando suspiros de amor por su dama con remover el barro. Después de que _____ se hubiera enfrentado al elefantito unas semanas atrás, Tater había comenzado a escaparse para buscarla y, finalmente, Digger lo había castigado con el pincho. La joven no había podido tolerar tal cosa, así que le había dicho que ella se encargaría de cuidar al elefante durante el día cuando vagara por ahí. Todos —excepto la propia _____—parecían haberse acostumbrado a ver trotando a Tater detrás de ella como si fuera un perrito faldero.
—Si abro los ojos daré un respingo —señaló _____ mientras su marido empuñaba el látigo— y me dijiste que me harías daño si daba respingos.
—Tienes el blanco tan alejado de tu cuerpo que podrías estar bailando El lago de los cisnes y ni siquiera te rozaría.
Había algo de verdad en lo que decía. El rollo de periódico que sostenía en la mano medía más de treinta centímetros y, además, ella tenía el brazo extendido. Pero cada vez que Nick agitaba el látigo arrancando un trozo del extremo, ella daba un salto. No podía evitarlo.
—Puede que mañana consiga abrir los ojos.
—En tres días estarás en la pista central. Es mejor que los abras ya.
_____ abrió los ojos de golpe al oír la voz sarcástica y acusadora de Sheba que estaba donde Nick había dejado los látigos enroscados en el suelo. Tenía los brazos cruzados y el sol arrancaba destellos a su pelo, que brillaba como las llamas del infierno.
—Ya deberías haberte acostumbrado. —Se agachó con rapidez y cogió uno de los rollos de papel de diez centímetros que había en el suelo. Ésos eran los blancos de verdad, los que se suponía que _____ debía sostener en la función, pero hasta ese momento Nick no había podido convencerla para que practicaran con algo que midiera menos de treinta centímetros.
Sheba comenzó a hacer rodar uno de los pequeños rollos entre los dedos como si fuera un pitillo, luego se acercó a _____ y se detuvo a su lado.
—Quítate de en medio.
_____ retrocedió.
Sheba miró a Nick con un destello desafiante en los ojos.
—Aprende cómo se hace.
Se puso de perfil, echó el pelo hacia atrás y se colocó el rollo entre los labios.
Por un momento Nick no hizo nada, y _____ notó que había una vieja historia entre la dueña del circo y él, una historia de la cual _____ no sabía nada. Parecía como si Sheba desafiara a su marido, pero ¿para que hiciera qué? Nick levantó el brazo tan repentinamente que ella apenas vio el movimiento de su muñeca.
«¡Zas!» El látigo restalló a pocos centímetros de la cara de la mujer y el extremo del rollo desapareció.
Sheba no se movió. Se mantuvo tan serena como si estuviera asistiendo a un cóctel mientras Nick agitaba el látigo una y otra vez, rompiendo un trocito de rollo cada vez. Poco a poco, lo fue acortando hasta que sólo quedó el cabo entre los labios de la mujer.
En ese momento lo cogió y se lo tendió a _____.
—Ahora veamos cómo lo haces tú.
_____ reconocía un reto cuando lo veía, pero esa gente se había criado tentando al peligro. Ella no tenía que demostrar su valor, sentía que ya lo había hecho cuando se había enfrentado a Tater.
—Quizás en otro momento.
Nick suspiró y bajó el látigo.
—Sheba, esto no funciona. Continuaré haciendo el número yo solo.
—¿Te tiene dominado, Nick? Cinco generaciones de sangre circense y le has dado el nombre de Markov a alguien que no tiene valor para entrar en la pista central contigo.
Los ojos verdes de Sheba se oscurecieron con desprecio cuando miró a _____.
—No te estamos pidiendo que andes por la cuerda floja ni que montes a pelo. Lo único que tienes que hacer es estar allí de pie. Pero ni siquiera eres capaz de hacerlo, ¿verdad?
—Lo siento, pero no valgo para esto.
—¿Y para qué vales entonces?
Nick dio un paso adelante.
—Ya basta. _____ se ha encargado de los animales aunque no tendría por qué haberlo hecho, y están en mejores condiciones que nunca.
—No la defiendas. —_____ sintió el impacto de los ojos de Sheba con la misma intensidad que si fuera el impacto del látigo. —¿Sabes algo de la familia Markov?
—Nick no me ha hablado mucho de su pasado. —Y tampoco le había hablado mucho de su presente. Cada vez que intentaba preguntarle por la vida que llevaba fuera del circo, él cambiaba de tema. Sospechaba que había ido a la universidad y que la medalla esmaltada que llevaba colgada del cuello era una reliquia familiar, pero nada más.
—Déjalo, Sheba —le advirtió él.
Ella no le hizo caso y sostuvo la mirada de _____ con firmeza.
—Los Markov son una de las familias más famosas en la historia del circo. La madre de Nick era la mejor montando a pelo. Nick podría haber sido un campeón ecuestre de no ser por su altura.
—A _____ no le importa nada de eso —dijo él.
—Sí que me importa. Continúa, Sheba.
—Su madre formaba parte de la quinta generación de artistas rusos que actuaron para los zares. Lo más interesante de los Markov es que la historia de su familia se transmite a través de las mujeres. No importa con quién se hayan casado, los hombres han renunciado a su propio apellido para mantener el de Markov y pasarlo a sus hijos. Pero los hombres Markov han sido también grandes artistas con el látigo y algunos de los mejores jinetes que se hayan visto en el circo.
Nick comenzó a recoger los rollos de periódico y a meterlos en una vieja bolsa de lona.
—Vamos, _____. Por hoy es suficiente.
La expresión de Sheba se volvió amarga.
—Los Markov siempre han seguido la tradición y han elegido bien a sus esposas. Al menos hasta llegar a Nick. —Hizo una pausa. En sus ojos asomó un helado desprecio. —No estás a su altura, _____, no mereces llevar el apellido Markov.
Tras decir eso se giró y se marchó, con un paso tan regio que hizo que sus ropas desarregladas parecieran dignas de una reina.
_____ se sintió despreciable.
—Tiene razón, Nick. No valgo para nada.
—Tonterías. —Nick enrolló los látigos y los apoyó sobre el hombro. —Sheba considera la tradición del circo tan sagrada como la religión. No le hagas caso.
_____ miró la bolsa con los rollos de periódico. Se acercó y sacó uno con decisión.
—¿Qué haces?
—Dar la talla como mujer Markov.
—Por el amor de Dios, suelta eso. Te he dicho que pases de ella. Sheba siempre ha tenido una visión distorsionada de la historia de los Markov. Mi tío Sergey era el mayor bastardo que he conocido en mi vida.
—Te agradezco que intentes que me sienta mejor, pero no puedo ignorar lo que ha dicho. —Caminó hacia el lugar donde habían estado practicando antes y se puso de perfil. —Estoy cansada de ser siempre la peor.
Se puso el rollito en los labios; las rodillas le temblaban más que nunca. Si Nick fallaba, le golpearía en la cara y, quizá, dejaría una cicatriz en su piel y en su alma.
—Déjalo, _____. —Ella cerró los ojos. —______...
Ella se sacó el rollito de la boca para hablar, pero no le miró.
—Por favor, Nick, hazlo de una vez. Cuanto más me hagas esperar, más difícil será para mí.
—¿Estás segura?
No estaba segura en absoluto, pero se puso de nuevo el rollito en la boca y cerró los ojos, rezando por no dar un brinco.
_____ gritó cuando oyó el chasquido del látigo y sintió una corriente de aire en la cara. El sonido retumbó en sus oídos. Tater abrió la boca y soltó un barrito.
—¿Te he dado? ¡Maldita sea, sé que no te he dado!
—No..., no..., estoy bien. Es sólo... —Respiró hondo y recogió el rollito que había dejado caer, observando que Nick había sesgado un trocito del extremo. —Es sólo que estoy un poco nerviosa.
—_____, no tienes por qué...
Ella se colocó el blanco de nuevo en la boca y cerró los ojos.
«¡Zas!»
_____ gritó otra vez.
—Si sigues gritando comenzaré a ponerme nervioso —dijo Nick en tono seco.
—¡No gritaré! Pero por Dios, no pierdas los nervios. —Cogió el rollito, era mucho más corto de lo que había sido en un principio.
—¿Cuántas veces más?
—Dos.
—¿¿Dos??—chilló.
—Dos.
Esta vez colocó el rollito justo en el borde de los labios.
—Estás haciendo trampa.
El sudor corría entre los pechos de Daisy cuando volvió a colocarlo. Respiró hondo.
«¡Zas!» Otra corriente de aire le agitó un mechón de pelo contra la mejilla. Casi se desmayó, pero de alguna manera logró contener el grito. Sólo una vez más. Una vez más.
«¡Zas!» La joven abrió lentamente los ojos.
—Ya está, _____, se acabó. Ahora sólo tendrías que saludar al público.
Estaba viva y sin marcas. Atontada, lo miró y habló con un ronco susurro.
—Lo he hecho.
Él sonrió y soltó el látigo.
—Pues claro que sí. Estoy orgulloso de ti.
Con un gran grito de alegría, corrió hacia él y se arrojó a sus brazos. Nick la atrapó automáticamente. Cuando la estrechó contra su cuerpo, una lenta oleada de calor recorrió el cuerpo de _____. Él debió de sentir lo mismo porque se echó atrás y la dejó en el suelo.
_____ sabía que Nick no aceptaba que se hubiera negado a hacer el amor con él desde aquella tarde de sudor y sexo que la había perturbado tan profundamente. Su período le había dado una excusa perfecta durante unos días, pero había terminado hacía media semana. Le había pedido un poco de tiempo para aclararse las ideas y, aunque Nick había estado de acuerdo, no le había gustado nada.
—Sólo un truco más —dijo él— y luego terminamos.
—Quizá deberíamos dejarlo para mañana. —Es el truco más fácil. Venga, vamos a hacerlo antes de que pierdas el valor. Ponte dónde estabas.
—Nick ...
—Venga. No te dolerá. Te lo prometo.
A regañadientes, ______ regresó al lugar donde había estado antes.
Nick cogió el látigo más largo y lo sostuvo entre los dedos.
—Colócate frente a mí y cierra los ojos.
—No.
—Confía en mí, cariño. Esta vez tienes que tener los ojos cerrados.
_____ hizo lo que le decía, pero entreabrió uno de los ojos para ver lo que él hacía.
—Levanta los brazos por encima de la cabeza.
—¿Los brazos?
—Levántalos por encima de la cabeza. Y cruza las muñecas.
Ella abrió los dos ojos.
—Creo que me olvidé de decirle a Trey algo sobre la nueva dieta de Sinjun.
—Todas las mujeres Markov han hecho este truco.
Resignada, _____ levantó los brazos, cruzó las muñecas y cerró los ojos, diciéndose a sí misma que no podía ser peor que sostener un rollito con los labios.
«¡Zas!»
Apenas había percibido el chasquido del látigo cuando sintió que éste le rodeaba y le ataba las muñecas con fuerza.
Esta vez el grito le salió del alma. Dejó caer los brazos tan rápidamente que sintió que se le dislocaban los hombros. Se miró con incredulidad las muñecas atadas.
—¡Me has dado! Dijiste que no me tocarías, pero lo has hecho.
—Estate quieta, ______, y deja de gritar de una vez. No te ha dolido.
—¿No me ha dolido?
—No.
Ella miró sus muñecas y se dio cuenta de que él tenía razón.
—¿Cómo lo has hecho?
—Destensé el látigo antes de chasquearlo. —Nick hizo un movimiento con la muñeca para que el látigo se aflojase, y la liberó. —Es un truco muy viejo, pero el público lo adora. Aunque, después de que te ate las muñecas, debes sonreír para que todos sepan que no te he hecho daño. Acabaré en la cárcel si no lo haces.
Daisy se examinó una muñeca y luego la otra. Se dio cuenta con asombro de que estaban intactas.
—¿Y si te olvidas de destensar el látigo antes de apresarme las muñecas?
—No lo haré.
—Podrías cometer un error, Nick . Es imposible que siempre te salga bien.
—Claro que sí. Llevo años haciéndolo y nunca he lastimado a nadie. —Comenzó a recoger los látigos y ella se maravilló de aquella perfecta arrogancia, pero al mismo tiempo se sintió inquieta.
—Esta mañana las cosas han salido algo mejor—dijo ella, —pero aún me parece imposible que pueda actuar contigo dentro de dos días. Jack me ha dicho que voy a interpretar a una gitanilla indomable, pero no creo que las gitanas indomables griten como lo hago yo.
—Ya pensaremos algo. —Para sorpresa de la joven, Nick le dio un besito en la punta de la nariz antes de girarse para marcharse, pero se detuvo en seco y se volvió de nuevo hacia ella. La miró un buen rato. Luego inclinó la cabeza y posó sus labios sobre los de ______.
La joven le rodeó el cuello con los brazos cuando él se apretó contra ella. Aunque su mente le decía que el sexo debía ser sagrado, su cuerpo deseaba ardientemente las caricias de Nick , y _____ supo que nunca tendría suficiente de él.
Cuando se separaron, Nick sostuvo la mirada de ella durante un largo y dulce instante.
—Sabes como un rayo de sol —susurró.
Ella sonrió.
—Te daré unos días más, cariño, porque sé que todo esto es nuevo para ti, pero nada más.
_____ no tuvo que preguntarle a qué se refería.
—A lo mejor necesito más tiempo. Tenemos que conocernos mejor. Respetarnos el uno al otro.
—Cariño, en lo que concierne al sexo, te aseguro que siento mucho respeto por ti.
—Por favor, no hagas como si no supieras de lo que hablo.
—Me gusta el sexo. A ti te gusta el sexo. Nos gusta practicarlo juntos. Eso es todo.
—¡Eso no es todo! El sexo debería ser sagr...
—No lo digas, ______. Si dices esa palabra otra vez, te juro que flirtearé con cada camarera que encuentre de aquí a Cincinnati.
Ella entrecerró los ojos.
—Justo lo que intentaba demostrar. Y no creo que sagrado sea una palabrota. Vamos, Tater, tenemos mucho trabajo que hacer.
_____ se fue con el elefante trotando tras ella. Si se le hubiera ocurrido volver la mirada, habría visto algo que la habría asombrado. Habría visto a su duro y malhumorado marido sonriendo como un adolescente enamorado.
A pesar de las protestas de Nick , ella había continuado cuidando a los animales, aunque Trey hacía ahora muchas de las rutinarias tareas diarias. Sinjun clavó la mirada en Tater cuando se acercaron. Los elefantes y los tigres eran enemigos confesos. Pero a Sinjun parecía molestarle la presencia de Tater por otra cosa. Alex decía que estaba celoso, pero ella no era capaz de atribuirle tal emoción a aquel viejo tigre malhumorado.
______ observó a Sinjun con satisfacción. Gracias al nuevo pienso y a las duchas diarias, el pelaje del animal tenía ahora mejor aspecto. Le hizo una burlona reverencia.
—Buenos días, majestad.
Sinjun le enseñó los dientes, gesto que ella interpretó como una manera de decirle que no se pusiera demasiado cursi con él.
No había experimentado más momentos de comunicación mística con él, por lo que había comenzado a pensar que los que había tenido antes habían sido inducidos por la fatiga. Aun así, no podía negar que aún seguía sintiendo miedo cuando estaba cerca de él.
Había dejado una bolsa con chucherías que había comprado con su propio dinero en una tienda del pueblo cerca de un fardo de heno. La cogió y la llevó a la jaula de Glenna. La gorila ya la había divisado y apretaba su cara contra los barrotes, esperando pacientemente.
La muda aceptación de Glenna de su destino, junto con el anhelo que mostraba por disfrutar de contacto humano, rompía el corazón de _____. Acarició la suave palma que el animal alargaba a través de los barrotes.
—Hola, cariño. Tengo algo para ti. —Sacó de la bolsa una madura ciruela púrpura. La fruta tenía la misma textura que los dedos de Glenna. Áspera por fuera. Blanda por dentro.
Glenna tomó la ciruela y se retiró a la parte posterior de la jaula donde se la comió con pequeños y delicados mordisquitos mientras miraba a ______ con triste gratitud.
_____ le dio otra y continuó hablando con ella. Cuando la gorila terminó de comer, se acercó de nuevo a los barrotes, pero esta vez cogió el pelo de _____.
La primera vez que había hecho eso _____ había sentido miedo, pero ahora sabía lo que quería hacer Glenna y se arrancó la goma elástica de la coleta.
Durante un buen rato permaneció con paciencia ante la jaula, dejando que la gorila la aseara como si fuera su hija mientras hurgaba en su cabello en busca de pulgas y mosquitos inexistentes.
Cuando por fin terminó,_____ notó que se le había puesto un nudo en la garganta por la emoción. No importaba lo que dijeran, no entendía cómo podían tener enjaulada a una criatura tan humana.
Dos horas más tarde, _____ regresaba a la caravana acompañada de su enorme mascota cuando vio a Heather practicando con los aros cerca del campo de juego. Ahora que ya no estaba tan cansada, _____ había podido recordar con claridad lo sucedido la noche en que había desaparecido el dinero y pensó que era el momento apropiado para hablar con la chica.
Heather dejó caer un aro cuando ella se acercó, y mientras se agachaba para recogerlo, miró a _____ con cautela.
—Quiero hablar contigo. Heather. Vamos a sentarnos en las gradas.
—No tengo nada que hablar contigo.
—Estupendo. Entonces hablaré yo. Muévete. Heather la miró con resentimiento pero respondió a su tono autoritario. Después de recoger los aros, siguió a _____ , arrastrando las sandalias.
_____ se sentó en la tercera fila y Heather lo hizo una fila más abajo. Tater localizó un lugar cerca de la segunda base y comenzó a revolcarse en el lodo, que es lo que hacen los elefantes para enfriarse.
—Supongo que vas a largarme un rollo por lo de Nick .
—Nick está casado, Heather, y el matrimonio es un vínculo sagrado entre un hombre y una mujer. Nadie tiene derecho a intentar romperlo.
—¡No es justo! No te lo mereces.
—No eres quién para juzgar eso.
—¿De verdad eres tan santurrona?
—¿Cómo voy a ser santurrona? —dijo _____ con voz queda. —Soy una ladrona, ¿recuerdas?
Heather se llevó los dedos a la boca y comenzó a morderse las uñas.
—Todos te odian por haber robado ese dinero.
—Ya lo sé. Pero eso no es justo, ¿verdad?
—Por supuesto que es justo.
—Pero las dos sabemos que yo no lo hice.
Heather se puso tensa y permaneció un largo segundo en silencio antes de contestar.
—Sí que lo hiciste.
—Tú estuviste en el vagón rojo esa noche después de que Sheba comprobara la recaudación; antes de que yo cerrara el cajón.
—¿Qué más da? ¡No robé el dinero y no puedes acusarme de nada!
—Hubo una llamada para Nick . Cogí el teléfono y mientras estaba distraída, metiste la mano en el cajón de la recaudación y robaste los doscientos dólares.
—¡No lo hice! ¡No puedes demostrarlo!
—Luego te colaste en nuestra caravana y escondiste el dinero en mi maleta para que todos pensaran que había sido yo.
—¡Mientes!
—Debería haberme dado cuenta de inmediato, pero estaba tan cansada por intentar acostumbrarme a todo esto que se me olvidó que habías estado allí.
—Mientes —repitió Heather, aunque esta vez con menos vehemencia. —Y como le vayas con el cuento a mi padre, lo lamentarás.
—No puedes amenazarme con nada peor que lo que ya me has hecho. No tengo amigos, Heather. Nadie quiere hablar conmigo porque piensan que soy una ladrona. Ni siquiera me cree mi marido.
La cara de Heather era la viva imagen de la culpa y _____ supo que tenía razón. Miró a la adolescente con tristeza.
—Lo que has hecho está muy mal.
Heather bajó la cabeza y su fino cabello cayó hacia delante, cubriéndole el rostro.
—No puedes probar nada —masculló.
—¿Es así como quieres vivir? ¿Actuando de manera deshonesta? ¿Siendo cruel con otras personas? Todos cometemos errores, Heather, y si quieres madurar tienes que aprender a asumirlos.
La adolescente hundió los hombros y _____ vio en qué momento exacto se dio por vencida.
—¿Vas a decírselo a mi padre?
—No lo sé. Pero tengo que decírselo a Nick .
—Pero él se lo dirá a mi padre.
—Es probable. Nick tiene un profundo sentido de la justicia.
Una lágrima cayó sobre el muslo de Heather, pero _____ endureció el corazón para no compadecerla.
—Mi padre me dijo que si me metía en algún lío me enviaría de vuelta con tía Terry.
—Pues tal vez deberías haber pensado en eso antes de tenderme una trampa.
Heather no dijo nada y _____ no la presionó. Finalmente, la joven se enjugó las lágrimas con el dobladillo de la camiseta.
—¿Cuándo vas a decírselo?
—Aún no lo he pensado. Esta noche, quizás. O tal vez mañana.
Heather asintió bruscamente con la cabeza.
—Yo sólo... el dinero estaba allí y aunque no lo había planeado...
_____ intentó tragarse la lástima que sentía recordándose a sí misma que, por las acciones de esa chica, su marido pensaba que era una ladrona y su matrimonio había fracasado antes de haber tenido siquiera una oportunidad.
—Lo que hiciste no estuvo bien. Tienes que enfrentarte a las consecuencias.
—Sí, supongo. —Heather intentó secarse las lágrimas con los dedos. —Me alegro de que te hayas dado cuenta. Es difícil..., sé que no lo merezco, pero quizá podrías hablar con Sheba en vez de con Nick. Prefiero que se lo diga ella a mi padre. Se pelean todo el rato, pero por lo menos se respetan y puede que no pierda el juicio si se lo dice ella.
_____ se enderezó.
—¿Tu padre es violento contigo?
—Bueno, supongo. Quiero decir que grita y todo eso.
—¿Te pega?
—¿Papá? No, nunca me ha pegado. Pero a veces se enfada tanto que casi preferiría que lo hiciera.
—Entiendo.
—Ya había asumido que volvería con mi tía tarde o temprano. Sé que necesita que le eche una mano con los niños y todo eso. He sido muy egoísta queriendo quedarme aquí, pero los niños son unos auténticos monstruos y, algunas veces, me sacan de quicio.
_____ estaba recibiendo más información de la que quería y se sintió culpable.
La adolescente se levantó del banco con los ojos llenos de lágrimas.
—Siento haber sido tan imbécil y haberte causado tantos problemas. —Una lágrima se coló entre sus pestañas. —Si no quería acabar con tía Terry y los niños, debería haberme portado mejor. No debería haberlo hecho, pero estaba celosa por Nick . —Las palabras le salían entre pequeños hipidos. —Es demasiado mayor... y nunca se enamoraría de alguien como yo. Pero siempre ha sido agradable conmigo y supongo que... supongo que quería eso todo el rato, aunque... —respiró hondo, —aunque siempre supe que no resultaría. Lo siento, _____.
Con un sollozo, se giró y huyó. _____ se acercó a Tater y el elefantito la rodeó con la trompa. Se apoyó contra él, sin saber muy bien qué hacer. Antes de enfrentarse a Heather, lo había tenido todo muy claro, pero ahora no estaba tan segura. Si no le decía a Nick la verdad sobre Heather, él continuaría creyendo que era una ladrona. Pero si se lo decía, Heather recibiría un gran castigo y ______ no creía poder vivir saliéndose responsable de eso.
Desde la carretera vio cómo Nick se subía a la camioneta para dirigirse al pueblo. Un rato antes le había dicho que tenía que resolver un problema con la compañía que suministraba los donnickers y que podía tardar varías horas en volver. _____ había pensado dedicar ese tiempo a desempaquetar las compras que llevaba semanas haciendo en secreto y que transformarían la fea caravana verde en algo parecido a un hogar. Pero su encuentro con Heather le había quitado el entusiasmo. Sin embargo era mejor ocuparse de eso que sentarse sin hacer nada.
Pero mientras se dirigía a la caravana, recuperó el ánimo. Por fin iba a dedicar su tiempo a algo para lo que sí valía. Estaba deseando ver la cara que pondría Nick cuando volviera.
#Verónica
Re: Besar a un Ángel (Nick y tu) ADAPTACION!!! [TERMINADA]
Awwww!!!
Tienes que seguirlaa yaa :D!!!!!
Tienes que seguirlaa yaa :D!!!!!
maiih* [:
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