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El Poder de Seduccion Joseph Jonas y __Tn.(Terminada)
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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El Poder de Seduccion Joseph Jonas y __Tn.
Nombre: El Poder de Seduccion
Autor: Linda H.
Adaptación: (Si) (Libro)
Género:( Drama, Romance, etc.)
Advertencias: Ninguna
Otras páginas: No lo Creo... x mi no
Bueno como ya han de saber me llamo elitz y amo leer y sobre todo adaptarlas con los jonas ... :twisted:
de seguro y algunas an leido las adaptaciones q eh colocado, en fin ojala y disfruten de esta nueva entrega de novela adaptada q les traigo a continuación; Disfutenla ....
La llamaban la Viuda Negra, pero el millonario griego Joseph Jonas creía que sería fácil conquistar a aquella mujer que escondía un pasado escandaloso y un increíble poder de seducción. Eso creía hasta que la conoció…
-Jonas ha llegado a Londres esta mañana -dijo Charles sin rodeos.
__tn levantó la vista, desconcertada por un segundo; después comprendió a qué se refería y sonrió algo compungida.
-Tú ya me lo advertiste, Charles. Parece que tenías razón -no es que hubiese dudado de Charles ni por un momento: su instinto en materia de negocios era asombroso.
Charles había advertido a __tn que, si utilizaba sus acciones en ConTech para oponerse al voto de Joseph Jonas , incurriría en la ira del principal accionista y presidente de la junta. Por lo visto, Charles no se había equivocado. La votación correspondiente al asunto Dryden se había celebrado el día anterior. __tn , pese a las advertencias de Charles, había votado en contra de la absorción de la otra empresa, y su voto había decidido la mayoría. Menos de veinticuatro horas después, Jonas había llegado a Londres.
__tn no lo conocía personalmente y se consideraba afortunada por ello, habida cuenta de las cosas terribles que se decían sobre él. Según las habladurías, era un hombre implacable y despiadado en los negocios. Naturalmente, resultaba lógico suponer que no habría llegado a la posición que ocupaba mostrándose blando y pusilánime. Jonas era multimillonario, un hombre poderoso. __tn , en cambio, era una simple accionista. Se dijo que resultaría exagerado por parte de Jonas descargar la artillería pesada sobre ella, aunque, al parecer, ningún problema era lo bastante insignificante para escapar a su atención.
Charles dijo que podría haber votado a favor de la absorción y haberse ahorrado así muchos problemas; pero una de las cosas que __tn había aprendido de Robert durante sus tres años de matrimonio era a defenderse por sí misma, confiar en su intuición y no dejarse manipular. __tn opinaba que aquella maniobra contra Dryden era poco limpia y por eso había votado en contra. Si Jonas no podía aceptar que ella tenía derecho a ejercer su voto como le pareciese conveniente, tendría que aguantarse. Por mucho poder que tuviera, no la obligaría a echarse atrás; como Charles había descubierto, __tn era muy obstinada cuando se le metía algo entre ceja y ceja.
-Debes tener mucho cuidado con él -le aconsejó Charles, interrumpiendo sus reflexiones-. __tn , cariño, me parece que no eres consciente de la presión a la que puede someterte ese hombre. Puede perjudicarte de formas que ni imaginas. Tus amigos pueden perder su empleo; los bancos suspenderán sus tratos contigo... Su influencia puede extenderse a detalles tan poco importantes como una demora en la reparación de tu coche o la imposibilidad de encontrar plaza disponible en un avión cuando necesites viajar. ¿Empiezas a comprenderlo ya, cariño?
__tn se quedó mirándolo, incrédula.
-Dios santo, Charles, ¿lo dices en serio? ¡Todo esto me parece absurdo!
-Lo lamento, pero hablo muy en serio. A Jonas le gusta que las cosas se hagan a su manera, y posee dinero y poder suficientes para garantizar que así sea. No cometas el error de subestimarlo, __tn .
-¡Pero eso es una barbaridad!
-Jonas es, en ciertos aspectos, un bárbaro -afirmó Charles tajantemente-. Si te ofrece la opción de venderle tus acciones, te recomiendo encarecidamente que lo hagas. Será mucho mejor para ti.
-Pero Robert...
-Sí, ya lo sé -la interrumpió Charles; su voz había adquirido un tono más suave-. Piensas que Robert te confió esas acciones y que él también habría votado contra la absorción de Dryden. Robert era un hombre muy apreciado y especial, pero ha muerto y ya no puede protegerte. Tienes que pensar en ti, y no posees las armas necesarias para luchar contra Jonas . Puede destruirte.
-Yo no deseo luchar contra él -protestó __tn -. Sólo quiero actuar como he actuado siempre. Me parece una estupidez por su parte enojarse por lo de mi voto. ¿Por qué ha de tomarlo como algo personal?
-No lo toma como algo personal -explicó Charles-. No tiene por qué. Pero te has opuesto a él y no regateará medios para hacerte entrar en vereda. Y no creas que puedes apelar a su bondad para...
-Lo sé -interrumpió ella, sus suaves labios se curvaron en una sonrisa-. La bondad no se cuenta entre sus virtudes.
-Exacto -confirmó Charles-. No será muy caritativo contigo, cariño. Has votado en contra de sus decisiones muchas veces.
-¡Cielos! -exclamó ella cínicamente-. No me había dado cuenta. ¡Pero, al menos, soy coherente!
Charles se rió con desgana, aunque sus ojos azules brillaban llenos de admiración. __tn parecía dominar siempre las situaciones, ver las cosas en su verdadera dimensión y reducir las crisis a meros contratiempos, pero él temía que esa vez se hubiese metido en un lío. No deseaba que sufriera; no deseaba volver a ver la expresión que había visto en sus ojos tras la muerte de Robert, una expresión de desesperación y de dolor imposible de consolar. __tn se había sobrepuesto; era una mujer fuerte y luchadora, pero Charles siempre había intentado protegerla de todo daño. Ya había sufrido bastante en el transcurso de su joven vida.
Sonó el teléfono y __tn se levantó para contestar con sus habituales movimientos gráciles y elegantes como los de un gato. Encajó el auricular entre la cabeza y el hombro.
-Residencia Stanton.
-Quisiera hablar con la señora Stanton, por favor- dijo una voz de hombre fría e impersonal. El fino oído de __tn reparó en el leve acento extranjero. ¿Sería Jonas ya?
-Yo soy la señora Stanton -respondió.
-Soy el secretario del señor Jonas , señora Stanton. El señor Jonas desearía verla esta tarde. ¿A las tres y media?
-¿A las tres y media? -repitió ella echando una ojeada al reloj. Eran casi las dos.
-Gracias, señora Stanton -dijo la voz con satisfacción-. Le diré al señor Jonas que vendrá. Que tenga un buen día.
El clic del auricular hizo que __tn se retirase el teléfono de la oreja y lo mirase con incredulidad.
-Vaya, menuda frescura -musitó depositando el auricular en su sitio. Era posible que el secretario hubiese interpretado su sorpresa como una confirmación, pero su intuición le decía otra cosa. Simplemente no habían esperado que ella protestase, y de nada le habría servido hacerlo.
-¿Quién era, cariño? -inquirió Charles con voz ausente, recogiendo los documentos que había llevado para que __tn los firmase.
-El secretario del señor Jonas . Me han convocado ante su real presencia... a las tres y media de esta misma tarde.
Charles enarcó sus elegantes cejas.
-Pues te aconsejo que te des prisa.
-Tengo cita en el dentista a las cuatro y cuarto -dijo __tn en tono preocupado.
-Cancélala.
Ella lo miró con frialdad y él se echó a reír.
-Te pido disculpas, cariño, y retiro mi sugerencia. Pero ten cuidado y recuerda que te conviene vender tus acciones en lugar de luchar contra Jonas . Ahora tengo que irme, pero te llamaré más tarde.
-Bien, adiós -__tn lo acompañó hasta la puerta.
A continuación subió apresuradamente para darse una ducha y se entretuvo eligiendo el vestido adecuado. No sabía qué ponerse, así que pasó unos minutos examinando su guardarropa; por fin, impacientándose, sacó un vestido de color beige y se lo puso. Era un vestido clásico y sencillo, el cual complementó con unos zapatos de tacón alto que la dotaban de estatura suficiente para no parecer una niña.
No era muy alta y, debido a su frágil constitución, solía parecer una jovencita de dieciséis años si no recurría a ciertos trucos para conferir madurez a su aspecto. Vestía prendas sencillas, de corte clásico, y llevaba tacones siempre que podía. Se recogió el largo cabello castaño rojizo en un moño a la altura de la nuca, un peinado sobrio que dejaba a la vista cada perfecta línea de su rostro y hacía menos obvia su juventud. Un exceso de maquillaje la habría hecho parecer una niña que intentaba hacerse pasar por adulta, de modo que se puso solamente una pizca de sombra de ojos, carmín y un toque de colorete. Se miró al espejo para asegurarse de que su peinado era impecable y su expresión, fría y reservada. No reparó en el atractivo de sus grandes ojos verdes de largas pestañas, ni en la provocativa curva de sus labios. El mundo de los flirteos y las aventuras sexuales estaba tan desarraigado de su subconsciente, que no se veía a sí misma como una mujer deseable. Era apenas una niña cuando Robert la tomó bajo su protección, una niña huraña, introvertida y recelosa, y él la convirtió en una adulta responsable; sin embarco, jamás intentó enseñarle nada del aspecto físico del matrimonio. A los veintitrés años, la virginidad de __tn seguía tan intacta como el día de su nacimiento.
Cuando estuvo lista, consultó de nuevo el reloj y comprobó que disponía de tres cuartos de hora para llegar hasta el edificio de ConTech. Con el tráfico que había en Londres, necesitaría cada minuto de ese tiempo. Agarró rápidamente el bolso y se apresuró abajo para echar un vistazo a su perra, Samantha, que estaba preñada. Samantha se hallaba echada en su cama, durmiendo plácidamente pese a la grotesca hinchazón del vientre. __tn se aseguró de que tenía agua en el plato; luego salió y se dirigió sacia el coche, un modelo deportivo de color verde oscuro.
Los semáforos le fueron favorables, de modo que __tn salió del ascensor de la planta correspondiente de ConTech a las tres y veintinueve minutos exactamente. La recepcionista le indicó el camino hacia el área de dirección, y __tn abrió la pesada puerta de madera de roble a la hora convenida.
Ante ella se extendía una amplia habitación, discretamente amueblada con sillas tapizadas en marrón y oro y una moqueta de color chocolate. Situada junto a unas enormes puertas dobles había una mesa de gran tamaño, tras la cual se hallaba sentado un hombre esbelto y moreno, que se levantó al ver entrar a __tn .
Sus ojos negros y fríos la miraron de arriba abajo mientras cruzaba la habitación y se acercaba a él, y __tn empezó a sentirse como si acabara de quebrantar alguna ley.
-Buenas tardes -dijo manteniendo un tono de voz neutro-. Soy la señora Stanton.
Los ojos negros del hombre la recorrieron de nuevo, casi con desprecio.
-Ah, sí. Haga el favor de tomar asiento, señora Stanton. Lamento que el señor Jonas siga ocupado. Pero podrá recibirla en breve.
__tn hizo una inclinación de cabeza, seleccionó una de las confortables sillas, se sentó y cruzó las piernas con elegancia. Procuró que no trasluciera expresión alguna a su rostro, pero interiormente sentía deseos de sacarle los ojos al joven. Su actitud la sacaba de quicio; tenía un aire de condescendencia que le hacía desear borrarle aquella expresión engreída de la cara.
Al cabo de diez minutos, se preguntó si tendría que esperar allí indefinidamente hasta que Jonas se dignase recibirla. Miró el reloj y decidió aguardar otros cinco minutos; después tendría que irse si quería llegar a tiempo a su cita con el dentista.
El interfono de la mesa rompió ruidosamente el silencio, y __tn alzó los ojos mientras el secretario descolgaba uno de los tres teléfonos.
-Sí, señor -dijo secamente antes de colgar el auricular. Extrajo una carpeta de uno de los archivadores metálicos que había a su lado y después lo llevó al sanctasanctórum; regresó casi inmediatamente y cerró las puertas dobles tras él. Por lo visto, Jonas aún tardaría en poder atenderla y los cinco minutos ya habían pasado. __tn descruzó las piernas y se levantó.
El secretario enarcó fríamente las cejas, interrogándola sobre sus intenciones.
-Tengo que acudir a otra cita -explicó ella con tranquilidad, negándose a pedir disculpas por su marcha-. Quizás el señor Jonas pueda llamarme cuando disponga de más tiempo.
En el semblante del secretario se dibujó una palpable expresión de indignado asombro mientras __tn recogía su bolso y se disponía a irse.
-Pero no puede usted marcharse... -empezó a decir.
-Claro que puedo -lo interrumpió ella, abriendo la puerta-. Que tenga un buen día.
Caminó hasta el coche haciendo repiquetear con furia los tacones sobre el suelo, pero respiró hondo varias veces antes de poner el motor en marcha. Era absurdo permitir que la actitud de aquel hombre la alterase; podía tener un accidente, se dijo. Simplemente haría caso omiso de lo ocurrido, como había aprendido a hacer cuando la criticaron tras casarse con Robert. Había aprendido a ser fuerte, a sobrevivir.
Después de la visita al dentista, que duró poco tiempo, pues se trataba simplemente de la revisión anual, __tn condujo hasta la pequeña tienda de ropa que su vecina, Sallie Reese, tenía en Piccadilly, y ayudó a Sallie a cerrar. Aprovechó para echar un vistazo a la ropa y eligió dos camisones de la nueva línea que acababan de recibir; debido, tal vez, a que no había tenido nada bonito mientras crecía, a __tn le encantaba la ropa y no podía resistirse a comprarla, aunque en otras cuestiones fuese mucho más austera. No se ponía joyas ni se concedía caprichos, salvo en lo que al vestir respectaba. A Robert siempre le hacía gracia lo alegre que se mostraba su pequeña con un vestido nuevo, con unos pantalones vaqueros o unos zapatos; daba igual lo que fuera, mientras fuese nuevo y le gustara.
El recuerdo le hizo esbozar una sonrisita triste mientras le pagaba a Sallie el importe de los camisones; nunca dejaría de añorar a Robert, y se alegraba de haber podido ofrecerle un poco de risa y de alegría en los últimos años de su vida.
-Caray, ha sido un día ajetreadísimo -suspiró Sallie mientras hacía caja-. Pero se ha vendido bastante; la gente no ha entrado simplemente para mirar, como otras veces. Joel estará encantado; le prometí que podría comprarse ese estéreo del que se ha encaprichado si las ventas iban bien esta semana.
__tn dejó escapar una risita. Joel era un adicto a los estéreos y llevaba dos meses suspirando por un magnífico equipo que deseaba poseer a toda costa; de lo contrario, se sentiría eternamente desgraciado. Al principio, Sallie se tomaba a broma sus funestas predicciones, pero finalmente accedió a comprar el estéreo nuevo. __tn se alegraba de que sus amigos pudieran permitirse algunos lujos. La tienda de ropa había dado un vuelco a su economía, porque lo que Joel ganaba como contable no era suficiente para mantener a una familia joven en los tiempos que corrían.
Al morir Robert, __tn se había sentido incapaz de seguir viviendo en el lujoso ático sin él, de modo que optó por mudarse. Compró una vieja casa de estilo victoriano que había sido reconvertida en un dúplex y se instaló en la parte vacía. Joel, Sallie y sus traviesas gemelas de cinco años, Patricia y Penelope, ocupaban la otra parte de la vieja casa; las dos mujeres se habían hecho, poco a poco, buenas amigas. __tn vio cómo Sallie tenía que vigilar el presupuesto y hacerse la ropa ella misma, y fue su habilidad con la aguja lo que le dio la idea.
Los Reese no poseían el capital necesario para abrir un negocio, pero ella sí, y cuando encontró la pequeña y acogedora tienda de Piccadilly no se lo pensó dos veces. En menos de un mes, el establecimiento había sido remodelado y estaba en marcha con el nombre de LOS TRAPITOS DE SALLIE escrito en el letrero de la puerta. Patty y Penny iban al jardín de infancia y Sallie se ocupaba felizmente de la tienda. Confeccionaba algunas prendas ella misma y había ido ampliando el negocio hasta que fue necesario c
ontratar a dos dependientas a jornada completa, así como a una modista que la ayudaba con las labores de costura. Antes de un año, Sallie había devuelto a __tn su dinero y se sentía llena de satisfacción por lo bien que había salido todo.
Sallie estaba embarazada de su tercer hijo, pero Joel y ella ya no tenían que preocuparse por los gastos, así que estaba encantada con su embarazo. Rebosaba buena salud y optimismo, e incluso en momentos como aquel, cuando estaba cansada, sus mejillas aparecían sonrosadas y sus ojos chispeantes.
Una vez que hubieron cerrado, __tn llevó a Sallie en el coche a recoger a Patty y Penny, que los viernes por la noche se quedaban con la canguro hasta última hora, dado que ese era el día en que Sallie cerraba la semana. Las gemelas pasaban la mayor parte del día en el colegio; Sallie tenía pensado quedarse con ellas en casa cuando llegase el verano. Para entonces, su embarazo estaría ya muy avanzado.
Cuando __tn se detuvo delante de la casa de la canguro, las dos niñas corrieron hasta el coche dando chillidos.
-¡Hola, tía __tn ! ¿Nos has traído caramelos?
Era un regalo habitual de la noche de los viernes. y __tn no lo había olvidado. Mientras las pequeñas la asediaban, Sallie se rió y fue a pagarle a la canguro y a darle las gracias. Cuando regresó con los libros y los suéteres de las niñas, ella ya había instalado a éstas en el coche.
Sallie invitó a __tn a cenar con ellos, pero esta declinó la invitación porque no le gustaba molestar demasiado a la familia. Además, tenía el presentimiento de que Sallie deseaba estar a solas con Joel para celebrar la buena noticia de las ventas de la semana. Aquello aún era nuevo para ellos y les resultaba emocionante. __tn no quería coartarlos con su presencia.
El teléfono empezó a sonar en cuanto abrió la puerta, pero ella se detuvo un momento a ver cómo se encontraba Samantha antes de responder. La perra seguía echada en su cesto; parecía muy tranquila y meneó la cola en señal de saludo, aunque no se levantó.
-,Todavía no tienes ningún cachorro? -preguntó __tn mientras se dirigía hacia el teléfono-. A este paso, chica, estarán completamente crecidos cuando
nazcan -a continuación, descolgó el auricular del supletorio de la cocina-. La señora Stanton.
-Señora Stanton, soy Joseph Jonas -contestó una voz profunda, tan profunda que sus notas graves casi semejaban un gruñido; para sorpresa de __tn , el acento sonaba más estadounidense que griego. Oprimió con fuerza el auricular mientras la recorría una súbita oleada de calor. ¡Qué estúpida!, se reprendió a sí misma. ¡Conmoverse al oír una voz con acento estadounidense, simplemente porque ella también era estadounidense! Adoraba Inglaterra y se sentía feliz viviendo allí; aquel acento enérgico, sin embargo, le arrancó una sonrisa.
-¿Sí, señor Jonas ? -se obligó a decir, y luego se preguntó si su tono habría parecido descortés. Pero no iba a mentir diciendo algo tan trillado como «cuánto me alegro de oírle», dado que no se alegraba en absoluto; de hecho, la conversación se adivinaba desagradable en extremo.
-Quisiera concertar una cita con usted para mañana, señora Stanton -explicó él-. ¿A qué hora le iría bien?
Sorprendida, __tn pensó que el propio Jonas no parecía tan arrogante como su secretario; al menos, le había preguntado cuándo le iría bien, en vez de ordenarle que se presentara a una hora concreta.
-¿Mañana sábado, señor Jonas ? -dijo en voz alta.
-Ya sé que es fin de semana, señora Stanton -replicó la voz profunda, con una leve nota de irritación-. Pero, de todos modos, tengo trabajo que hacer.
Aquel comentario ya se acercaba más a lo que ella se había esperado.
-En ese caso, cualquier hora me viene bien. No tengo ningún compromiso para mañana.
-Muy bien. Mañana por la tarde, a la dos -Jonas hizo una pausa, y luego dijo-: No me gustan los juegos, señora Stanton. ¿Por qué concertó una cita conmigo esta tarde si no tenía intención de presentarse?
Molesta, ella repuso con frialdad:
-Yo no concerté la cita. Su secretario me telefoneó y me indicó la hora a la que debía presentarme; luego colgó antes de que yo pudiera aceptar o negarme. Tuve que darme mucha prisa; hice un esfuerzo para llegar a tiempo y esperé todo lo que pude, pero debía acudir a otra cita. ¡Si mi esfuerzo no fue suficiente, le pido disculpas!
El tono de __tn dejaba perfectamente claro que le traía sin cuidado lo que él pudiera opinar; no se detuvo a pensar si tal actitud era o no prudente. La indignaba que aquel miserable secretario se hubiese atrevido a insinuar que ella había tenido la culpa.
-Comprendo -dijo él al cabo de un momento-. Soy yo quien debe pedirle disculpas, señora Stanton. Y mis disculpas son sinceras. No volverá a ocurrir. Hasta mañana pues -se oyó un chasquido cuando colgó el teléfono.
__tn colgó el auricular con fuerza y permaneció allí un momento, dando golpecitos en el suelo con el pie para dominar su genio; después, su expresión se suavizó y prorrumpió en risas. ¡Desde luego, Jonas la había puesto en su sitio! Casi empezaba a esperar con impaciencia aquella cita con el famoso Joseph Jonas .
Al día siguiente, cuando llegó la hora de vestirse para la cita, __tn dedicó bastante tiempo a elegir lo que iba a ponerse. Se probó varias prendas y, finalmente, se decidió por un austero traje entallado de color amarillo pálido que le confería un aire serio y maduro, el cual combinó con una blusa de seda color crema. El amarillo pálido realzaba el tono rojizo de su cabello y el leve moreno de su cutis. __tn no era consciente del aspecto que ofrecía... o se habría cambiado de ropa inmediatamente. De hecho, parecía una estatua dorada que hubiese cobrado vida; sus ojos, dos resplandecientes gemas verdes.
Estaba preparada para la cita; cuando entró en la oficina, a las dos en punto, el corazón le latía con impaciencia, le brillaban los ojos y tenía las mejillas sonrosadas. Al verla entrar, el secretario se levantó con una prontitud que indicó a __tn que lo habían reprendido por su anterior conducta. Aunque sus ojos eran visiblemente hostiles, acompañó a __tn al despacho.
-La señora Stanton, señor -anunció antes de salir y cerrar la puerta tras de sí.
__tn avanzó por el despacho con sus característicos andares orgullosos y gráciles, y el hombre que estaba sentado detrás de la mesa se levantó despacio mientras ella se acercaba. Era alto, mucho más alto que el griego medio, y sus hombros se marcaban contra la tela de un traje gris oscuro de la mejor calidad, seguramente muy caro. Permaneció muy quieto, observándola mientras se aproximaba; al llegar a la mesa, ella le ofreció la mano. Él la tomó, pero, en lugar de estrechársela, como __tn le había invitado a hacer, la alzó e inclinó la cabeza de cabellos oscuros. Posó los cálidos labios sobre sus dedos brevemente, antes de soltarle la mano y erguir nuevamente la cabeza.
__tn contempló unos ojos negros como la noche bajo unas cejas perfectamente rectas. Una arrogante nariz afilada, pómulos prominentes, labios finos y un mentón cuadrado completaban un rostro de fisonomía clásica. Era un rostro que reflejaba siglos de herencia griega, el rostro de un guerrero espartano. Charles no se había equivocado; aquel hombre era implacable, pero __tn no se sentía amenazada. Se sentía entusiasmada, como si se hallara en la misma habitación con un tigre al que podía controlar si obraba con cuidado. El corazón se le aceleró y sus ojos brillaron con más intensidad; para disimular su involuntaria reacción, sonrió y murmuró:
-¿Intentará engatusarme para que cambie mi voto en el sentido que usted desea antes de recurrir a la aniquilación total?
Sorprendentemente, él le devolvió la sonrisa.
-Tratándose de una mujer, siempre pruebo a engatusarla primero -contestó con un tono que parecía aún más profundo que el de la noche anterior, durante la breve charla telefónica.
-¿De veras? -__tn fingió sorprenderse-. ¿Y suele darle resultado?
-Normalmente, sí -admitió él sin dejar de sonreír-. ¿Por qué me da la sensación, señora Stanton, de que usted será una excepción?
-Quizá porque es usted un hombre singularmente astuto, señor Jonas -repuso ella.
Él soltó una carcajada y le hizo un gesto para que se sentara en la silla situada frente a la mesa.-Por favor, señora Stanton, siéntese. Si vamos a discutir, hagámoslo cómodamente.
__tn tomó asiento y dijo impulsivamente:
-Su acento es estadounidense, ¿verdad? ¡Hace que me sienta como en casa!
-Aprendí a hablar inglés en un campo petrolífero de Texas -explicó él-. Me temo que ni siquiera en Oxford pudieron borrar mi acento tejano. ¡Aunque creo que mis profesores pensaban que era acento griego! ¿Es usted de Texas, señora Stanton?
-¡No, pero cualquier estadounidense reconoce la forma de hablar de Texas! ¿Cuánto tiempo estuvo usted allí?
-Tres años. ¿Y usted, señora Stanton, cuántos lleva en Inglaterra?
-Algo más de cinco, desde poco antes de casarme.
-Debía de ser poco más que una niña cuando se casó -observó él arrugando con extrañeza la frente-. Pensaba que sería usted mayor, que tendría unos treinta años, pero veo que no es así.
__tn alzó su delicado mentón.
-Tenía dieciocho años cuando me casé -empezó a sentirse tensa, presintiendo una crítica como las que había soportado tantas veces en el transcurso de los anteriores cinco años.
-Poco más que una niña, como he dicho. Supongo que habrá infinidad de mujeres que se casan y tienen hijos a los dieciocho años, pero el hecho de que eligiera un marido que podía haber sido su abuelo la hace parecer aún más joven.
__tn se retiró y contestó con frialdad:
-No veo razón alguna para hablar de mi matrimonio. Creo que el asunto que me ha traído aquí son las acciones.
Él volvió a sonreír, pero esa vez su sonrisa era la de un depredador; no había ni rastro de humor en ella.
-Tiene usted toda la razón -reconoció-. Sin embargo, creo que resolveremos esa cuestión con suma facilidad. Cuando vendió su cuerpo y su juventud a un anciano de setenta y seis años, dejó claro que el dinero ocupa una posición muy elevada en su lista de prioridades. Lo único que nos queda por discutir es la cantidad.
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continuara...
Autor: Linda H.
Adaptación: (Si) (Libro)
Género:( Drama, Romance, etc.)
Advertencias: Ninguna
Otras páginas: No lo Creo... x mi no
Bueno como ya han de saber me llamo elitz y amo leer y sobre todo adaptarlas con los jonas ... :twisted:
de seguro y algunas an leido las adaptaciones q eh colocado, en fin ojala y disfruten de esta nueva entrega de novela adaptada q les traigo a continuación; Disfutenla ....
Resumen
La llamaban la Viuda Negra, pero el millonario griego Joseph Jonas creía que sería fácil conquistar a aquella mujer que escondía un pasado escandaloso y un increíble poder de seducción. Eso creía hasta que la conoció…
Capitulo I
-Jonas ha llegado a Londres esta mañana -dijo Charles sin rodeos.
__tn levantó la vista, desconcertada por un segundo; después comprendió a qué se refería y sonrió algo compungida.
-Tú ya me lo advertiste, Charles. Parece que tenías razón -no es que hubiese dudado de Charles ni por un momento: su instinto en materia de negocios era asombroso.
Charles había advertido a __tn que, si utilizaba sus acciones en ConTech para oponerse al voto de Joseph Jonas , incurriría en la ira del principal accionista y presidente de la junta. Por lo visto, Charles no se había equivocado. La votación correspondiente al asunto Dryden se había celebrado el día anterior. __tn , pese a las advertencias de Charles, había votado en contra de la absorción de la otra empresa, y su voto había decidido la mayoría. Menos de veinticuatro horas después, Jonas había llegado a Londres.
__tn no lo conocía personalmente y se consideraba afortunada por ello, habida cuenta de las cosas terribles que se decían sobre él. Según las habladurías, era un hombre implacable y despiadado en los negocios. Naturalmente, resultaba lógico suponer que no habría llegado a la posición que ocupaba mostrándose blando y pusilánime. Jonas era multimillonario, un hombre poderoso. __tn , en cambio, era una simple accionista. Se dijo que resultaría exagerado por parte de Jonas descargar la artillería pesada sobre ella, aunque, al parecer, ningún problema era lo bastante insignificante para escapar a su atención.
Charles dijo que podría haber votado a favor de la absorción y haberse ahorrado así muchos problemas; pero una de las cosas que __tn había aprendido de Robert durante sus tres años de matrimonio era a defenderse por sí misma, confiar en su intuición y no dejarse manipular. __tn opinaba que aquella maniobra contra Dryden era poco limpia y por eso había votado en contra. Si Jonas no podía aceptar que ella tenía derecho a ejercer su voto como le pareciese conveniente, tendría que aguantarse. Por mucho poder que tuviera, no la obligaría a echarse atrás; como Charles había descubierto, __tn era muy obstinada cuando se le metía algo entre ceja y ceja.
-Debes tener mucho cuidado con él -le aconsejó Charles, interrumpiendo sus reflexiones-. __tn , cariño, me parece que no eres consciente de la presión a la que puede someterte ese hombre. Puede perjudicarte de formas que ni imaginas. Tus amigos pueden perder su empleo; los bancos suspenderán sus tratos contigo... Su influencia puede extenderse a detalles tan poco importantes como una demora en la reparación de tu coche o la imposibilidad de encontrar plaza disponible en un avión cuando necesites viajar. ¿Empiezas a comprenderlo ya, cariño?
__tn se quedó mirándolo, incrédula.
-Dios santo, Charles, ¿lo dices en serio? ¡Todo esto me parece absurdo!
-Lo lamento, pero hablo muy en serio. A Jonas le gusta que las cosas se hagan a su manera, y posee dinero y poder suficientes para garantizar que así sea. No cometas el error de subestimarlo, __tn .
-¡Pero eso es una barbaridad!
-Jonas es, en ciertos aspectos, un bárbaro -afirmó Charles tajantemente-. Si te ofrece la opción de venderle tus acciones, te recomiendo encarecidamente que lo hagas. Será mucho mejor para ti.
-Pero Robert...
-Sí, ya lo sé -la interrumpió Charles; su voz había adquirido un tono más suave-. Piensas que Robert te confió esas acciones y que él también habría votado contra la absorción de Dryden. Robert era un hombre muy apreciado y especial, pero ha muerto y ya no puede protegerte. Tienes que pensar en ti, y no posees las armas necesarias para luchar contra Jonas . Puede destruirte.
-Yo no deseo luchar contra él -protestó __tn -. Sólo quiero actuar como he actuado siempre. Me parece una estupidez por su parte enojarse por lo de mi voto. ¿Por qué ha de tomarlo como algo personal?
-No lo toma como algo personal -explicó Charles-. No tiene por qué. Pero te has opuesto a él y no regateará medios para hacerte entrar en vereda. Y no creas que puedes apelar a su bondad para...
-Lo sé -interrumpió ella, sus suaves labios se curvaron en una sonrisa-. La bondad no se cuenta entre sus virtudes.
-Exacto -confirmó Charles-. No será muy caritativo contigo, cariño. Has votado en contra de sus decisiones muchas veces.
-¡Cielos! -exclamó ella cínicamente-. No me había dado cuenta. ¡Pero, al menos, soy coherente!
Charles se rió con desgana, aunque sus ojos azules brillaban llenos de admiración. __tn parecía dominar siempre las situaciones, ver las cosas en su verdadera dimensión y reducir las crisis a meros contratiempos, pero él temía que esa vez se hubiese metido en un lío. No deseaba que sufriera; no deseaba volver a ver la expresión que había visto en sus ojos tras la muerte de Robert, una expresión de desesperación y de dolor imposible de consolar. __tn se había sobrepuesto; era una mujer fuerte y luchadora, pero Charles siempre había intentado protegerla de todo daño. Ya había sufrido bastante en el transcurso de su joven vida.
Sonó el teléfono y __tn se levantó para contestar con sus habituales movimientos gráciles y elegantes como los de un gato. Encajó el auricular entre la cabeza y el hombro.
-Residencia Stanton.
-Quisiera hablar con la señora Stanton, por favor- dijo una voz de hombre fría e impersonal. El fino oído de __tn reparó en el leve acento extranjero. ¿Sería Jonas ya?
-Yo soy la señora Stanton -respondió.
-Soy el secretario del señor Jonas , señora Stanton. El señor Jonas desearía verla esta tarde. ¿A las tres y media?
-¿A las tres y media? -repitió ella echando una ojeada al reloj. Eran casi las dos.
-Gracias, señora Stanton -dijo la voz con satisfacción-. Le diré al señor Jonas que vendrá. Que tenga un buen día.
El clic del auricular hizo que __tn se retirase el teléfono de la oreja y lo mirase con incredulidad.
-Vaya, menuda frescura -musitó depositando el auricular en su sitio. Era posible que el secretario hubiese interpretado su sorpresa como una confirmación, pero su intuición le decía otra cosa. Simplemente no habían esperado que ella protestase, y de nada le habría servido hacerlo.
-¿Quién era, cariño? -inquirió Charles con voz ausente, recogiendo los documentos que había llevado para que __tn los firmase.
-El secretario del señor Jonas . Me han convocado ante su real presencia... a las tres y media de esta misma tarde.
Charles enarcó sus elegantes cejas.
-Pues te aconsejo que te des prisa.
-Tengo cita en el dentista a las cuatro y cuarto -dijo __tn en tono preocupado.
-Cancélala.
Ella lo miró con frialdad y él se echó a reír.
-Te pido disculpas, cariño, y retiro mi sugerencia. Pero ten cuidado y recuerda que te conviene vender tus acciones en lugar de luchar contra Jonas . Ahora tengo que irme, pero te llamaré más tarde.
-Bien, adiós -__tn lo acompañó hasta la puerta.
A continuación subió apresuradamente para darse una ducha y se entretuvo eligiendo el vestido adecuado. No sabía qué ponerse, así que pasó unos minutos examinando su guardarropa; por fin, impacientándose, sacó un vestido de color beige y se lo puso. Era un vestido clásico y sencillo, el cual complementó con unos zapatos de tacón alto que la dotaban de estatura suficiente para no parecer una niña.
No era muy alta y, debido a su frágil constitución, solía parecer una jovencita de dieciséis años si no recurría a ciertos trucos para conferir madurez a su aspecto. Vestía prendas sencillas, de corte clásico, y llevaba tacones siempre que podía. Se recogió el largo cabello castaño rojizo en un moño a la altura de la nuca, un peinado sobrio que dejaba a la vista cada perfecta línea de su rostro y hacía menos obvia su juventud. Un exceso de maquillaje la habría hecho parecer una niña que intentaba hacerse pasar por adulta, de modo que se puso solamente una pizca de sombra de ojos, carmín y un toque de colorete. Se miró al espejo para asegurarse de que su peinado era impecable y su expresión, fría y reservada. No reparó en el atractivo de sus grandes ojos verdes de largas pestañas, ni en la provocativa curva de sus labios. El mundo de los flirteos y las aventuras sexuales estaba tan desarraigado de su subconsciente, que no se veía a sí misma como una mujer deseable. Era apenas una niña cuando Robert la tomó bajo su protección, una niña huraña, introvertida y recelosa, y él la convirtió en una adulta responsable; sin embarco, jamás intentó enseñarle nada del aspecto físico del matrimonio. A los veintitrés años, la virginidad de __tn seguía tan intacta como el día de su nacimiento.
Cuando estuvo lista, consultó de nuevo el reloj y comprobó que disponía de tres cuartos de hora para llegar hasta el edificio de ConTech. Con el tráfico que había en Londres, necesitaría cada minuto de ese tiempo. Agarró rápidamente el bolso y se apresuró abajo para echar un vistazo a su perra, Samantha, que estaba preñada. Samantha se hallaba echada en su cama, durmiendo plácidamente pese a la grotesca hinchazón del vientre. __tn se aseguró de que tenía agua en el plato; luego salió y se dirigió sacia el coche, un modelo deportivo de color verde oscuro.
Los semáforos le fueron favorables, de modo que __tn salió del ascensor de la planta correspondiente de ConTech a las tres y veintinueve minutos exactamente. La recepcionista le indicó el camino hacia el área de dirección, y __tn abrió la pesada puerta de madera de roble a la hora convenida.
Ante ella se extendía una amplia habitación, discretamente amueblada con sillas tapizadas en marrón y oro y una moqueta de color chocolate. Situada junto a unas enormes puertas dobles había una mesa de gran tamaño, tras la cual se hallaba sentado un hombre esbelto y moreno, que se levantó al ver entrar a __tn .
Sus ojos negros y fríos la miraron de arriba abajo mientras cruzaba la habitación y se acercaba a él, y __tn empezó a sentirse como si acabara de quebrantar alguna ley.
-Buenas tardes -dijo manteniendo un tono de voz neutro-. Soy la señora Stanton.
Los ojos negros del hombre la recorrieron de nuevo, casi con desprecio.
-Ah, sí. Haga el favor de tomar asiento, señora Stanton. Lamento que el señor Jonas siga ocupado. Pero podrá recibirla en breve.
__tn hizo una inclinación de cabeza, seleccionó una de las confortables sillas, se sentó y cruzó las piernas con elegancia. Procuró que no trasluciera expresión alguna a su rostro, pero interiormente sentía deseos de sacarle los ojos al joven. Su actitud la sacaba de quicio; tenía un aire de condescendencia que le hacía desear borrarle aquella expresión engreída de la cara.
Al cabo de diez minutos, se preguntó si tendría que esperar allí indefinidamente hasta que Jonas se dignase recibirla. Miró el reloj y decidió aguardar otros cinco minutos; después tendría que irse si quería llegar a tiempo a su cita con el dentista.
El interfono de la mesa rompió ruidosamente el silencio, y __tn alzó los ojos mientras el secretario descolgaba uno de los tres teléfonos.
-Sí, señor -dijo secamente antes de colgar el auricular. Extrajo una carpeta de uno de los archivadores metálicos que había a su lado y después lo llevó al sanctasanctórum; regresó casi inmediatamente y cerró las puertas dobles tras él. Por lo visto, Jonas aún tardaría en poder atenderla y los cinco minutos ya habían pasado. __tn descruzó las piernas y se levantó.
El secretario enarcó fríamente las cejas, interrogándola sobre sus intenciones.
-Tengo que acudir a otra cita -explicó ella con tranquilidad, negándose a pedir disculpas por su marcha-. Quizás el señor Jonas pueda llamarme cuando disponga de más tiempo.
En el semblante del secretario se dibujó una palpable expresión de indignado asombro mientras __tn recogía su bolso y se disponía a irse.
-Pero no puede usted marcharse... -empezó a decir.
-Claro que puedo -lo interrumpió ella, abriendo la puerta-. Que tenga un buen día.
Caminó hasta el coche haciendo repiquetear con furia los tacones sobre el suelo, pero respiró hondo varias veces antes de poner el motor en marcha. Era absurdo permitir que la actitud de aquel hombre la alterase; podía tener un accidente, se dijo. Simplemente haría caso omiso de lo ocurrido, como había aprendido a hacer cuando la criticaron tras casarse con Robert. Había aprendido a ser fuerte, a sobrevivir.
Después de la visita al dentista, que duró poco tiempo, pues se trataba simplemente de la revisión anual, __tn condujo hasta la pequeña tienda de ropa que su vecina, Sallie Reese, tenía en Piccadilly, y ayudó a Sallie a cerrar. Aprovechó para echar un vistazo a la ropa y eligió dos camisones de la nueva línea que acababan de recibir; debido, tal vez, a que no había tenido nada bonito mientras crecía, a __tn le encantaba la ropa y no podía resistirse a comprarla, aunque en otras cuestiones fuese mucho más austera. No se ponía joyas ni se concedía caprichos, salvo en lo que al vestir respectaba. A Robert siempre le hacía gracia lo alegre que se mostraba su pequeña con un vestido nuevo, con unos pantalones vaqueros o unos zapatos; daba igual lo que fuera, mientras fuese nuevo y le gustara.
El recuerdo le hizo esbozar una sonrisita triste mientras le pagaba a Sallie el importe de los camisones; nunca dejaría de añorar a Robert, y se alegraba de haber podido ofrecerle un poco de risa y de alegría en los últimos años de su vida.
-Caray, ha sido un día ajetreadísimo -suspiró Sallie mientras hacía caja-. Pero se ha vendido bastante; la gente no ha entrado simplemente para mirar, como otras veces. Joel estará encantado; le prometí que podría comprarse ese estéreo del que se ha encaprichado si las ventas iban bien esta semana.
__tn dejó escapar una risita. Joel era un adicto a los estéreos y llevaba dos meses suspirando por un magnífico equipo que deseaba poseer a toda costa; de lo contrario, se sentiría eternamente desgraciado. Al principio, Sallie se tomaba a broma sus funestas predicciones, pero finalmente accedió a comprar el estéreo nuevo. __tn se alegraba de que sus amigos pudieran permitirse algunos lujos. La tienda de ropa había dado un vuelco a su economía, porque lo que Joel ganaba como contable no era suficiente para mantener a una familia joven en los tiempos que corrían.
Al morir Robert, __tn se había sentido incapaz de seguir viviendo en el lujoso ático sin él, de modo que optó por mudarse. Compró una vieja casa de estilo victoriano que había sido reconvertida en un dúplex y se instaló en la parte vacía. Joel, Sallie y sus traviesas gemelas de cinco años, Patricia y Penelope, ocupaban la otra parte de la vieja casa; las dos mujeres se habían hecho, poco a poco, buenas amigas. __tn vio cómo Sallie tenía que vigilar el presupuesto y hacerse la ropa ella misma, y fue su habilidad con la aguja lo que le dio la idea.
Los Reese no poseían el capital necesario para abrir un negocio, pero ella sí, y cuando encontró la pequeña y acogedora tienda de Piccadilly no se lo pensó dos veces. En menos de un mes, el establecimiento había sido remodelado y estaba en marcha con el nombre de LOS TRAPITOS DE SALLIE escrito en el letrero de la puerta. Patty y Penny iban al jardín de infancia y Sallie se ocupaba felizmente de la tienda. Confeccionaba algunas prendas ella misma y había ido ampliando el negocio hasta que fue necesario c
ontratar a dos dependientas a jornada completa, así como a una modista que la ayudaba con las labores de costura. Antes de un año, Sallie había devuelto a __tn su dinero y se sentía llena de satisfacción por lo bien que había salido todo.
Sallie estaba embarazada de su tercer hijo, pero Joel y ella ya no tenían que preocuparse por los gastos, así que estaba encantada con su embarazo. Rebosaba buena salud y optimismo, e incluso en momentos como aquel, cuando estaba cansada, sus mejillas aparecían sonrosadas y sus ojos chispeantes.
Una vez que hubieron cerrado, __tn llevó a Sallie en el coche a recoger a Patty y Penny, que los viernes por la noche se quedaban con la canguro hasta última hora, dado que ese era el día en que Sallie cerraba la semana. Las gemelas pasaban la mayor parte del día en el colegio; Sallie tenía pensado quedarse con ellas en casa cuando llegase el verano. Para entonces, su embarazo estaría ya muy avanzado.
Cuando __tn se detuvo delante de la casa de la canguro, las dos niñas corrieron hasta el coche dando chillidos.
-¡Hola, tía __tn ! ¿Nos has traído caramelos?
Era un regalo habitual de la noche de los viernes. y __tn no lo había olvidado. Mientras las pequeñas la asediaban, Sallie se rió y fue a pagarle a la canguro y a darle las gracias. Cuando regresó con los libros y los suéteres de las niñas, ella ya había instalado a éstas en el coche.
Sallie invitó a __tn a cenar con ellos, pero esta declinó la invitación porque no le gustaba molestar demasiado a la familia. Además, tenía el presentimiento de que Sallie deseaba estar a solas con Joel para celebrar la buena noticia de las ventas de la semana. Aquello aún era nuevo para ellos y les resultaba emocionante. __tn no quería coartarlos con su presencia.
El teléfono empezó a sonar en cuanto abrió la puerta, pero ella se detuvo un momento a ver cómo se encontraba Samantha antes de responder. La perra seguía echada en su cesto; parecía muy tranquila y meneó la cola en señal de saludo, aunque no se levantó.
-,Todavía no tienes ningún cachorro? -preguntó __tn mientras se dirigía hacia el teléfono-. A este paso, chica, estarán completamente crecidos cuando
nazcan -a continuación, descolgó el auricular del supletorio de la cocina-. La señora Stanton.
-Señora Stanton, soy Joseph Jonas -contestó una voz profunda, tan profunda que sus notas graves casi semejaban un gruñido; para sorpresa de __tn , el acento sonaba más estadounidense que griego. Oprimió con fuerza el auricular mientras la recorría una súbita oleada de calor. ¡Qué estúpida!, se reprendió a sí misma. ¡Conmoverse al oír una voz con acento estadounidense, simplemente porque ella también era estadounidense! Adoraba Inglaterra y se sentía feliz viviendo allí; aquel acento enérgico, sin embargo, le arrancó una sonrisa.
-¿Sí, señor Jonas ? -se obligó a decir, y luego se preguntó si su tono habría parecido descortés. Pero no iba a mentir diciendo algo tan trillado como «cuánto me alegro de oírle», dado que no se alegraba en absoluto; de hecho, la conversación se adivinaba desagradable en extremo.
-Quisiera concertar una cita con usted para mañana, señora Stanton -explicó él-. ¿A qué hora le iría bien?
Sorprendida, __tn pensó que el propio Jonas no parecía tan arrogante como su secretario; al menos, le había preguntado cuándo le iría bien, en vez de ordenarle que se presentara a una hora concreta.
-¿Mañana sábado, señor Jonas ? -dijo en voz alta.
-Ya sé que es fin de semana, señora Stanton -replicó la voz profunda, con una leve nota de irritación-. Pero, de todos modos, tengo trabajo que hacer.
Aquel comentario ya se acercaba más a lo que ella se había esperado.
-En ese caso, cualquier hora me viene bien. No tengo ningún compromiso para mañana.
-Muy bien. Mañana por la tarde, a la dos -Jonas hizo una pausa, y luego dijo-: No me gustan los juegos, señora Stanton. ¿Por qué concertó una cita conmigo esta tarde si no tenía intención de presentarse?
Molesta, ella repuso con frialdad:
-Yo no concerté la cita. Su secretario me telefoneó y me indicó la hora a la que debía presentarme; luego colgó antes de que yo pudiera aceptar o negarme. Tuve que darme mucha prisa; hice un esfuerzo para llegar a tiempo y esperé todo lo que pude, pero debía acudir a otra cita. ¡Si mi esfuerzo no fue suficiente, le pido disculpas!
El tono de __tn dejaba perfectamente claro que le traía sin cuidado lo que él pudiera opinar; no se detuvo a pensar si tal actitud era o no prudente. La indignaba que aquel miserable secretario se hubiese atrevido a insinuar que ella había tenido la culpa.
-Comprendo -dijo él al cabo de un momento-. Soy yo quien debe pedirle disculpas, señora Stanton. Y mis disculpas son sinceras. No volverá a ocurrir. Hasta mañana pues -se oyó un chasquido cuando colgó el teléfono.
__tn colgó el auricular con fuerza y permaneció allí un momento, dando golpecitos en el suelo con el pie para dominar su genio; después, su expresión se suavizó y prorrumpió en risas. ¡Desde luego, Jonas la había puesto en su sitio! Casi empezaba a esperar con impaciencia aquella cita con el famoso Joseph Jonas .
Al día siguiente, cuando llegó la hora de vestirse para la cita, __tn dedicó bastante tiempo a elegir lo que iba a ponerse. Se probó varias prendas y, finalmente, se decidió por un austero traje entallado de color amarillo pálido que le confería un aire serio y maduro, el cual combinó con una blusa de seda color crema. El amarillo pálido realzaba el tono rojizo de su cabello y el leve moreno de su cutis. __tn no era consciente del aspecto que ofrecía... o se habría cambiado de ropa inmediatamente. De hecho, parecía una estatua dorada que hubiese cobrado vida; sus ojos, dos resplandecientes gemas verdes.
Estaba preparada para la cita; cuando entró en la oficina, a las dos en punto, el corazón le latía con impaciencia, le brillaban los ojos y tenía las mejillas sonrosadas. Al verla entrar, el secretario se levantó con una prontitud que indicó a __tn que lo habían reprendido por su anterior conducta. Aunque sus ojos eran visiblemente hostiles, acompañó a __tn al despacho.
-La señora Stanton, señor -anunció antes de salir y cerrar la puerta tras de sí.
__tn avanzó por el despacho con sus característicos andares orgullosos y gráciles, y el hombre que estaba sentado detrás de la mesa se levantó despacio mientras ella se acercaba. Era alto, mucho más alto que el griego medio, y sus hombros se marcaban contra la tela de un traje gris oscuro de la mejor calidad, seguramente muy caro. Permaneció muy quieto, observándola mientras se aproximaba; al llegar a la mesa, ella le ofreció la mano. Él la tomó, pero, en lugar de estrechársela, como __tn le había invitado a hacer, la alzó e inclinó la cabeza de cabellos oscuros. Posó los cálidos labios sobre sus dedos brevemente, antes de soltarle la mano y erguir nuevamente la cabeza.
__tn contempló unos ojos negros como la noche bajo unas cejas perfectamente rectas. Una arrogante nariz afilada, pómulos prominentes, labios finos y un mentón cuadrado completaban un rostro de fisonomía clásica. Era un rostro que reflejaba siglos de herencia griega, el rostro de un guerrero espartano. Charles no se había equivocado; aquel hombre era implacable, pero __tn no se sentía amenazada. Se sentía entusiasmada, como si se hallara en la misma habitación con un tigre al que podía controlar si obraba con cuidado. El corazón se le aceleró y sus ojos brillaron con más intensidad; para disimular su involuntaria reacción, sonrió y murmuró:
-¿Intentará engatusarme para que cambie mi voto en el sentido que usted desea antes de recurrir a la aniquilación total?
Sorprendentemente, él le devolvió la sonrisa.
-Tratándose de una mujer, siempre pruebo a engatusarla primero -contestó con un tono que parecía aún más profundo que el de la noche anterior, durante la breve charla telefónica.
-¿De veras? -__tn fingió sorprenderse-. ¿Y suele darle resultado?
-Normalmente, sí -admitió él sin dejar de sonreír-. ¿Por qué me da la sensación, señora Stanton, de que usted será una excepción?
-Quizá porque es usted un hombre singularmente astuto, señor Jonas -repuso ella.
Él soltó una carcajada y le hizo un gesto para que se sentara en la silla situada frente a la mesa.-Por favor, señora Stanton, siéntese. Si vamos a discutir, hagámoslo cómodamente.
__tn tomó asiento y dijo impulsivamente:
-Su acento es estadounidense, ¿verdad? ¡Hace que me sienta como en casa!
-Aprendí a hablar inglés en un campo petrolífero de Texas -explicó él-. Me temo que ni siquiera en Oxford pudieron borrar mi acento tejano. ¡Aunque creo que mis profesores pensaban que era acento griego! ¿Es usted de Texas, señora Stanton?
-¡No, pero cualquier estadounidense reconoce la forma de hablar de Texas! ¿Cuánto tiempo estuvo usted allí?
-Tres años. ¿Y usted, señora Stanton, cuántos lleva en Inglaterra?
-Algo más de cinco, desde poco antes de casarme.
-Debía de ser poco más que una niña cuando se casó -observó él arrugando con extrañeza la frente-. Pensaba que sería usted mayor, que tendría unos treinta años, pero veo que no es así.
__tn alzó su delicado mentón.
-Tenía dieciocho años cuando me casé -empezó a sentirse tensa, presintiendo una crítica como las que había soportado tantas veces en el transcurso de los anteriores cinco años.
-Poco más que una niña, como he dicho. Supongo que habrá infinidad de mujeres que se casan y tienen hijos a los dieciocho años, pero el hecho de que eligiera un marido que podía haber sido su abuelo la hace parecer aún más joven.
__tn se retiró y contestó con frialdad:
-No veo razón alguna para hablar de mi matrimonio. Creo que el asunto que me ha traído aquí son las acciones.
Él volvió a sonreír, pero esa vez su sonrisa era la de un depredador; no había ni rastro de humor en ella.
-Tiene usted toda la razón -reconoció-. Sin embargo, creo que resolveremos esa cuestión con suma facilidad. Cuando vendió su cuerpo y su juventud a un anciano de setenta y seis años, dejó claro que el dinero ocupa una posición muy elevada en su lista de prioridades. Lo único que nos queda por discutir es la cantidad.
_______________________________________________________________________________________________________
continuara...
espero como siempre sus comentarios y por supuesto q me digan q tal les pareció el primer capitulo
ElitzJb
Re: El Poder de Seduccion Joseph Jonas y __Tn.(Terminada)
hola!!! Nueva lectora!!! :aah:
Me encanta!!! Ya sabes que yo te sigo a todas las noves!!!
Siguela!!
Me encanta!!! Ya sabes que yo te sigo a todas las noves!!!
Siguela!!
aranzhitha
Re: El Poder de Seduccion Joseph Jonas y __Tn.(Terminada)
aranzhitha escribió:hola!!! Nueva lectora!!! :aah:
Me encanta!!! Ya sabes que yo te sigo a todas las noves!!!
Siguela!!
bienvenida cariño y si se q siempre estas alli gracias x ser tan genial a demas de fiel :hug: tqm.
si puedo ahora la seguiré okis
ElitzJb
Re: El Poder de Seduccion Joseph Jonas y __Tn.(Terminada)
Holaaa
Ya quiero matar a Joseph.
Como pudo decirle eso
Me encanto siguela
Ya quiero matar a Joseph.
Como pudo decirle eso
Me encanto siguela
JB&1D2
Re: El Poder de Seduccion Joseph Jonas y __Tn.(Terminada)
Holaaa
Ya quiero matar a Joseph.
Como pudo decirle eso
Me encanto siguela
Ya quiero matar a Joseph.
Como pudo decirle eso
Me encanto siguela
JB&1D2
Re: El Poder de Seduccion Joseph Jonas y __Tn.(Terminada)
hola!! aqui me tienes como lectora de nuevo :ilusion:
me encanto el capitulo!!!
pero maldito Joe.... me dieron ganas de golpearlo
ya quiero saber que le va a responder!!
jojojo se va a poner bueno!!
me encanta la actitud de la rayis
le afecta lo que digan pero no lo demuestra
espero ver pronto el proximo capi
besos xoxox
me encanto el capitulo!!!
pero maldito Joe.... me dieron ganas de golpearlo
ya quiero saber que le va a responder!!
jojojo se va a poner bueno!!
me encanta la actitud de la rayis
le afecta lo que digan pero no lo demuestra
espero ver pronto el proximo capi
besos xoxox
DanieladeJonas
Re: El Poder de Seduccion Joseph Jonas y __Tn.(Terminada)
ME ENCANTA!!!
Tienes que seguirla ya!
:ilusion:
Tienes que seguirla ya!
:ilusion:
Kati♥Lovejb
Re: El Poder de Seduccion Joseph Jonas y __Tn.(Terminada)
JB&1D2 escribió:Holaaa
Ya quiero matar a Joseph.
Como pudo decirle eso
Me encanto siguela
bienvenida cariño ;) jajajajja lo vas a desear en toda la novela :twisted:
ElitzJb
Re: El Poder de Seduccion Joseph Jonas y __Tn.(Terminada)
DanieladeJonas escribió:hola!! aqui me tienes como lectora de nuevo :ilusion:
me encanto el capitulo!!!
pero maldito Joe.... me dieron ganas de golpearlo
ya quiero saber que le va a responder!!
jojojo se va a poner bueno!!
me encanta la actitud de la rayis
le afecta lo que digan pero no lo demuestra
espero ver pronto el proximo capi
besos xoxox
Bienvenida cielo
que bien q te alla gustado ese primer capitulo
ya en inos instantes sabras q le responde :twisted:
besos para ti tambien cuidate
y gracias x pasarte por aqui :muack:
ElitzJb
Re: El Poder de Seduccion Joseph Jonas y __Tn.(Terminada)
chelis escribió:NUEVAAA LECTOORAAAA
se bienvenida darling
espero q te guste la nove :muack: kisses
ElitzJb
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