Summer. {One Direction y tú}

He llorado durante toda la vuelta a casa y lo bueno es que no parezco una tonta, porque todos están igual o peor que yo.
Es como una lloradera en conjunto.
Mi madre se ha ofrecido a venir por nosotros al estudio y darnos un aventón rápido a mi casa, porque tiene que volver al trabajo pronto. No veo por qué, en realidad, si mi padre y ella son los dueños de la empresa.
Mi madre cree que todos dependen de ella. Por supuesto, sus hijos no, claro.
Pero tiene una tendencia a pensar que si ella no está, todo puede descontrolarse y, al parecer, no confía en mi padre.
A penas llegamos a mi casa, nos anuncia que hemos llegado casi echándonos del automóvil, me sonríe y arranca el Mercedes hasta que las ruedas chirrean y lo veo desaparecer por el portal de la residencia.
Claro que antes de irse me ha dedicado una sonrisa de disculpas que no aceptaré.
El problema en mi familia es que creo que no les importa si acepto o no sus disculpas. O quizá piensan que las he aceptado.
En la familia Des, uno nunca sabe.
Joe saca la llave del macetero de los Claveles y abre la puerta. Todos ingresamos a la casa, justo en el momento exacto para ver como Joe echa a andar trote hacia las escaleras.
Evan lo sigue a pasa presuroso.
Joseph está enfadado o más bien irritado por la conducta de mis padres. Comienzo a pensar que tal vez soy yo la que fomenta su irritación hacia ellos y que debería tomar los consejos de Evan seriamente y olvidar el tema.
De todas formas, creo que ya me he acostumbrado.
Les sonrío a los chicos como forma de disculpas y todos nos dirigimos hacia el sofá anaranjado de la sala.
–Estamos muy orgullosas de ustedes –sonríen.

–Yo… no puedo creerlo. Es increíble. –Sus lágrimas rebeldes ocupan su rostro de nuevo. Engancho mi brazo con el suyo aprovechando que estoy a un lado de él y se lo beso.
Me sonríe.

–Imagínense lo que se sentirá estar sobre un escenario. Miles de fans debajo de un escalón lo suficientemente alto como para sentirse en la cima. Cierro los ojos y lo veo; lo veo todo. Oigo sus gritos ensordecedores y hasta…, hasta siento como toco el cielo con las manos –dice el rubio y después solloza entre sonrisas torcidas.

–Bueno, creo que vamos a tener que buscar más personas, porque no puedo consolar a todos juntos –digo y ellos ríen.

–Yo me ofrezco –Marina se acerca a Louis, se tira a su lado y lo abraza. Se sonríe.
¿Por qué me siento tan patética?

Los siguientes cinco meses son una odisea para mí. El equipo de fútbol de nuestra secundaria no ha ganado ni un campeonato en los últimos dos meses y la entrenadora ya está pensando en la posibilidad de echar porristas del grupo, lo que no me conviene como capitana del equipo. Mis calificaciones cada vez están mejor, por no decir que tengo casi el mejor promedio de toda la secundaria. Parte de esto es la influencia de mis padres y su vocecilla en mi cabeza recordándome que tanto Julliard como Harvard y Standford me merecen.
Por supuesto, opino todo lo contrario.
Los chicos son una banda. Si, no leyeron mal.
Resulta que su talento como solistas no sería lo mismo que como un grupo, así que Simon Cowell(uno de los jueces del programa) decidió que así sería.
No han ganado The x factor y quedaron en el tercer lugar, pero ya están en plena promoción de su primer álbum y sinceramente, esto no me gusta nada.
Las fans acampan, comen y hasta se bañan con mi manguera en el patio delantero de la residencia (no pueden ingresar, por supuesto).
Los paparazzies están por todos lados y ya la verdad ni me agrada salir con los chicos.
Marina está enamorada de Louis, al parecer. Ambos salen y hasta creo que Louis me ha olvidado y realmente le ha dado una oportunidad a mi amiga.
Niall sigue sin querer tocar el tema del amor. No me ama más, aparentemente.
Ahora estoy en hora libre y mis amigas y yo estamos sacando diferentes teorías acerca de su comportamiento cambiante.
La hoja machucada que se halla frente a mi recita con letra desprolija y birome rosada:
Punto 1: bipolaridad.
Punto 2: miente profesionalmente.
Punto 3: agente en cubierto del FBI.
Vale, la última es absurda pero decidimos tomarla como una opción poco probable.
Le pongo el capuchón a la birome y la revoleo sobre el escritorio, pero cae detrás.
Bufo.
–Buen tiro, Des –dice Javiera mofándose, y las demás le siguen a coro. Le echo una mirada fulminante.

–Yo quería que la birome cayera detrás del escritorio, así que ni modo –respondo y ella vuelve a reír, pero para de repente. Todas sus miradas se dirigen a mis espaldas y no puedo evitar voltear.
Austin Mackenzie; o, alias “El chico más caliente del instituto”.
Rubio perfecto, estatura perfecta de no más de un metro ochenta y una sonrisa perfectamente matadora.
Perfecto.
Bate sus pestañas rizadas varias veces con una lentitud incomparablemente excitante y después para, dejando al descubierto sus ojos marrón-chocolate.
Me sonríe y tiende su mano hacia mí. La observo.
Me ha buscado mi birome.
–Oh, gracias –le digo y la tomo entre mis manos.
Él sonríe. En realidad creo que no ha dejado de hacerlo.

– ¿Crees que tengas tiempo libre para almorzar juntos? –me seco las palmas humedecidas en sudor sobre la tela de mi jean disimuladamente y miro a las chicas.

–Hmmmm… no lo sé.

– ¡Claro que sí! –anuncia Cami a viva voz y cuando todo el salón la observa, se reprime. Camila es la persona más tímida e introvertida que he conocido en la historia de mi corta vida.

–Muy bien…, entonces creo que es un cita –dice y volteo hacia él. Le sonrío y asiento.

–Seguro –sonríe una vez más y se va hacia su grupo de amigos al final del salón.

– ¡¿Qué fue eso?! –chilla Marina y todas ríen. Después me vitorean a gritos y me repiten continuamente lo mucho que me envidian durante una hora, cuando el timbre del receso resuena bajo las paredes del edificio.
Tomo mi bolso y camino hacia la puerta, en dónde Austin me espera apoyado en el umbral.
Le sonrío.

–Tus amigas… –señala hacia mis espaldas con una sonrisa tímida y volteo. Las tres nos observan, cuchillean y comentan lo hot que se ve Austin con su nueva playera de The rolling stones.
Marina levanta los pulgares y Javiera se los baja mientras la observa con recelo.

–No te preocupes, no es nada personal. Suelen ser así todo el tiempo –el ríe y echamos a andar hacia mi casillero.

–La temporada de fútbol está yendo pésima –comenta.

–Ya lo sé. Las porristas están bastante alteradas por todo eso.

–He oído que sacarán algunas del equipo. Qué mal.

–Lo peor es que la coo-capitana y yo debemos elegir a las que quedarán fuera, y todas son realmente buenas.

–Lo lamento.

–No te preocupes…, supongo que no es nuestra culpa –suspiro y paramos el andar frente a mi casillero. Dejo el bolso y nos volvemos hacia el jardín–. ¿Cómo va la liga de Soft?

–Excelente. Nunca nos ha ido tan bien como ahora.

–Me alegra oír eso –sonríe–. ¿Qué clase tienes?

–Matemática –bufa.

–Déjame adivinar… eres pésimo.

–Y tú predicción es cierta –ambos reímos–. He oído que te va bien.

–No quiero presumirte, pero de hecho me va bien en todas las materias.

–Ahora adivinaré yo… ¿padres exigentes?

–Algo así… creen que mi futuro está en sus manos. Que Julliard va a aceptarme.

– ¿Y tú qué crees?

– ¿Quieres saber que creo?, ¡a la mierda con la estúpida escuela! –chillo y una de las profesoras que pasa por mi lado me silencia. Cuando la mujer se aleja, él ríe.

–Así es posible que nunca llegues a Julliard.

–Y te lo deberé a ti por preguntarme cosas que no debería responder –arruga la nariz y después ríe.

–Entonces, señorita rebelde –bufo–… ¿qué estudiarás?

–Medicina; o eso es lo que mi madre cree.

–Pero ¿qué te gustaría estudiar?

– ¿Realmente? –asiente–. Nada… pero creo que me gusta más periodismo.

– ¿Deportivo?

–No. Algo así como una… entrevistadora –el ríe.
Cuando llegamos a la sombra de un árbol con una copa lo suficientemente grande como para darnos sombra decidimos que es momento de parar. Ambos nos sentamos bajo el árbol.

–Yo quiero llegar a las ligas mayores de Softball..., era el sueño de mi padre –asiento.

– ¿Era?, ¿se han peleado o algo?

Se crea un silencio incómodo y al cabo de unos minutos eternos, él dice: –Él… ha muerto.
Genial… ¿podría ser peor?
Me recuerdo que sí podría ser peor, como cuando Sandra Perckson cayó del escenario en plena obra escolar, mientras me abofeteo interiormente.

–Él estaría orgulloso de ti –le digo y él voltea a verme.

– ¿Tú crees?

–Sí –me sonríe. Después de unos minutos, agrego–: eres un gran jugador y confío en que lo lograrás.

Vuelve a sonreír –gracias.

–Por nada.

–Así que… ¿los One Direction son tus mejores amigos?

–Sí, los conozco prácticamente desde que nacieron –asiente.

– ¿Es cierto que sales con el rubio? –lo veo confundida y de inmediato quito la opción de que podría estar celoso.

–No.

– ¿No? –pregunta confundido.

–No.

–Pero…, las revistas…

–No creas todo lo que lees. Son puras tonterías –asiente.

–De modo que… ¿solo es tu mejor amigo?

–Exacto.

– ¿Y es ese que viene caminando hacia acá y parece querer golpearme?

–Sí, él… ¿qué dices? –señala con la cabeza. Niall viene hacia nosotros.

–Creo que debo irme –asiento y le sonrío. Después me besa la mejilla y se va rápidamente, justo en el momento en el que Niall llega.

– ¿Quién era ese? –pregunta y se tira a mi lado, descansando su cabeza en el tronco.

–Austin. Él es… un amigo.

– ¿Un amigo? –eleva las cejas y sus mejillas se enrojecen. Sólo significa una cosa.
Está celoso.

–Amjá –asiente poco convencido.

–Y… ¿qué quería tu amigo? –le entrecierro los ojos y él sonríe inocentemente.

–Me hartas con tus celos irracionales. Siempre estás detrás de mí.

–Perdóname… solo quiero lo mejor para la mejor –dice y me sonríe. Suspiro y no puedo evitar corresponderle el gesto.

– ¿Qué haces aquí?

–Bueno, pues me enteré de que no tenías clases por unas horas y heme aquí –río y recuerdo el día en el que los encontré en mi casa, al volver del campo.

–Apuesto a que Marina te lo dijo.

–Hm… quizá –sonrío–. Así que, ¿te dejan salir?

–No lo sé. No creo.

– ¡Al menos inténtalo!

– ¿Cómo quieres que haga? –Se queda en silencio durante unos minutos y después una sonrisa malévola que se ensancha cada vez más se planta en su rostro–. Ay, no.

–Finge estar enferma.

– ¿Qué?

–Que finjas-estar-enferma.

–No puedo hacer eso, rubio.

–Sí puedes. Además funcionaría, eres una excelente actriz.

– ¿Así es como planeas chantajearme? Pues déjame decirte que no servirá. Yo no voy a fingir.

Hace un mohín irresistiblemente adorable, me besa la mejilla y me susurra al oído, en dónde los cabellos de mi nuca se erizan: –Hazlo por mí.

Me toma unos cuantos minutos encontrar mi voz y toso repetidas veces –No. Ya dije que no voy a hacerlo y ni tú, ni nadie cambiará mi opinión. No, no y no.
***
–Muy bien, Madeleine. Puedes retirarte.

–Gracias, enfermera Channel. No sabe lo mal que me siento… –asiente y me observa con compasión.

–La próxima vez que comas galletas, por favor fíjate la fecha de caducidad –asiento y le sonrío.

–Buenos días –y sin más, me retiro de la enfermería. Busco mi bolso en mi casillero y salgo hacia la portería, donde presento el permiso de salida. El portero habilita las puertas y camino hacia la acera, en donde Niall me espera sonriente.

–Te dije que sí podías.

–Más te vale tener algo bueno en mente, porque no fingí que estaba a punto de agonizar para nada –ríe.

–Olvidé que lo exageras todo –golpeo suavemente su hombro con el mío y me sonríe.

–Entonces, ¿qué planes hay en la lista del señor Horan?

–Hmmmm… déjame pensar –frunzo el ceño–. Amjá, ya sé.
Llegamos hasta su auto, nos montamos en él y echa a andar a quién sabe dónde.
Después de media hora de cantar canciones de Maroon 5 en el descapotable rojo que se ha comprado, llegamos a un parque lleno de vida. Una laguna artificial en medio, hamacas a los costados y varios niños deambulando por ahí.

–Olvidaba que ya conoces Londres de pies a cabeza –murmuro. Camino hacia las hamacas y me siento en una. Él se sienta en la contigua.

– ¿Te gusta mi apellido? –pregunta.

– ¿Y eso?

–Solo quiero saber.

–Bueno…, sí.

–A mí me gusta el tuyo.

–Hm… genial –nunca nada se había sentido incómodo con él a un lado de mí, ni siquiera las veces en las que peleamos. Nada.

– ¿Y qué me dices de mi nombre?

–Tu nombre es… cool.

–También el tuyo.

– ¿Y qué piensas de…

Pero lo corto – ¿A dónde va esta conversación?

Suspira, baja la mirada y después la vuelve hacia mí.

–Hace un tiempo me confesaste que estabas enamorada de mí –Oh, así que lo recuerdas…– y yo…, yo no te he respondido.

–Genial, sí, pues respóndeme ahora –comienzo a sudar y las palabras que tengo para decir se me atragantan en la punta de mi lengua. Mi cerebro comienza a maquinear todo lo que él podría decirme y todas las opciones que hemos marcado con las chicas hoy, por más absurdas que fuesen, se me mezclan en la cabeza como un flashback.

–Sé qué piensas que te he usado y no es correcto. No es correcto que lo pienses y tampoco que yo te lo haga creer. Lo que realmente sucede es que no puedo vivir sin ti y creí que tal vez, siendo mejores amigos, sería lo mismo.
Pero no fue así. Así que te besé. Pero tampoco es lo mismo, en realidad.
Esto se siente extraño.
Tan extraño que siento que duele.
Nunca lo he hecho con nadie. O bueno, sí.
Pero nadie como tú.
Así que… ¿Qué te parece si olvidamos todo lo malo que hemos pasado por los últimos meses, y me das una oportunidad? –silencio–. Puedo empezar yo si quieres –silencio–… Hola, soy Niall Horan y estoy enamorado de ti.