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"No me olvides" (Jared Leto y Tu)
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
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Re: "No me olvides" (Jared Leto y Tu)
Genial el capitulo sis.!!! espero que puedas actualizar pronto..
Saludos
Rosie!...♥
Saludos
Rosie!...♥
Rosie M. ♥
Re: "No me olvides" (Jared Leto y Tu)
Capítulo 3.
-Capítulo un poquito mas largo de lo habitual-
En el mismo instante en que la puerta se abrió, una bola peluda y del color del fuego pasó como un rayo entre sus piernas y desapareció detrás de unos frondosos arbustos a un lado de la casa.
Una mujer un poco excedida de peso y vestida con un enorme pijama amarillo limón lanzó un par de maldiciones al aire.
Jared intentó abrir la boca y presentarse, pero ella no se lo permitió.
—¡Demonios, _______ va a matarme! —Salió al porche y echó un vistazo alrededor—. ¡Gatito, gatito, ven aquí!
Pero no había señales del felino escurridizo por ninguna parte. Entonces, se dio media vuelta y dedicó su atención al sujeto que había osado llamar a su puerta antes de las ocho de la mañana.
—¿Quién es usted? —preguntó a la vez que fruncía el ceño. Aquel hombre no tenía pinta ni de vendedor de seguros ni de ninguno de esos pacatos religiosos que se acercaban a su puerta para prometerle la vida eterna.
Jared sacó su placa del bolsillo y se la mostró.
—Soy el detective Jared Leto. —Sostuvo la placa de metal frente a su rostro un instante—. Necesito hablar con la señorita… Mitchell —agregó con voz serena.
Leslie siguió con atención los movimientos de su mano, mientras él colocaba su insignia en su lugar nuevamente.
—¿Qué es lo que tiene que hablar con _______? —Seguía todavía con el ceño fruncido.
—Me temo que eso no puedo decírselo a usted, señorita.
—Banks, mi nombre es Leslie, y soy la mejor amiga de _______.
—Señorita Banks, es importante que hable con su amiga. —Lanzó un vistazo al interior de la casa a través de la puerta entre abierta, pero solo se oían las voces que provenían de un televisor encendido.
—_______ no está. Todas las mañanas sale a correr al menos medía hora. —Miró su reloj—. No debe de tardar en regresar.
—¿Me permitiría entrar y esperarla? —Le sonrió mientras esperaba de su parte una respuesta afirmativa.
Leslie dudo un instante antes de invitarlo a entrar, pero aquel sujeto era policía y, además, no tenía el aspecto de querer intentar algo malo contra ella. Lo observó cuando pasó a su lado. «Nada mal», pensó mientras le indicaba que podía esperar a su amiga en la sala.
—Gracias. —Se sentó en uno de los sofás de terciopelo rústico color chocolate que abarcaban casi toda la sala de estar.
—¿Le gustaría una taza de café, detective?
—Me encantaría. —Se aflojo el nudo de la corbata y, cuando vio que Leslie se metía en la cocina, se dedico a contemplar el lugar.
La sala era sobria con un toque de elegancia, el juego de sillones combinaba a la perfección con el empapelado color siena tostado de las paredes. Una enorme alfombra con diseños en Jacquard descansaba bajo las suelas gastadas de sus botas y ocupaba casi todo el suelo.
Frente a él, había dos estantes altos de pino color miel repletos de libros y adornos modernos, que enmarcaban una chimenea de hormigón. Un gran ventanal daba a un jardín lateral, donde alcanzó a divisar un par de bancos de hierro forjado.
Se giró para ver lo que había a sus espaldas. Una puerta entreabierta captó su atención, el olor a aceite de lino y trementina era inconfundible. Se puso de pie y, tras cerciorarse de que Leslie aun estaba en la cocina, se dirigió hacia allí.
Empujó la puerta despacio. Aquel lugar era un taller de pintura, alguien parecía pasar horas allí dentro. Había docenas de enormes cuadros, algunos, al descubierto y sin terminar, y otros, celosamente ocultos bajo papel de estraza. Sentía curiosidad por saber cuál de las dos amigas era la que se dedicaba a pintar.
Lo descubrió enseguida.
Los motivos, que aparecían repetidos una y otra vez en aquellos lienzos, le resultaron demasiado familiares. Flores azules, flores azules de cuatro pétalos diseminadas casi compulsivamente en la mayoría de las obras.
Más que nunca, estaba convencido de que buscar a _______ Carmichael había sido la decisión correcta. Despegó la vista de aquellos cuadros y salió antes de que la dueña de la casa notara su ausencia.
En el mismo momento en que puso un pie fuera del taller, la puerta principal se abrió, y una mujer vestida con ropa deportiva ajustada apareció ante él.
—¿Qué tienes para mí, Steven? —Rachel se acomodó un mechón de cabello detrás de la oreja. El día apenas había comenzado, pero sentía que su cuerpo pesaba una tonelada. Todavía le duraba el cansancio del día anterior, y la falta de sueño se notaba en su rostro. Podría haber disimulado las ojeras y la palidez con maquillaje, pero no había tenido ni el tiempo ni las ganas de hacerlo.
—La autopsia ha confirmado lo que ya sabíamos, preciosa —murmuró el patólogo forense, al tiempo que guardaba un bolígrafo en el bolsillo de su delantal—. Murió por asfixia mecánica. —Levantó la sábana que cubría el cadáver de Alison Warner—. Los moretones comienzan a hacerse visibles; el asesino apretó su cuello con mucha fuerza.
Rachel se inclinó sobre la mesa de disección, y su boca se torció en una mueca cuando el olor a formol pareció impregnar su nariz. Allí estaban, unas manchas azules y amarillentas alrededor del cuello de la víctima.
—¿Has encontrado alguna fibra o cabello en el cuerpo?
—No, me temo que nuevamente no ha dejado ningún rastro —respondió con desánimo—. Tenía la esperanza de que las huellas dactilares de sus manos se hubiesen transferido a la víctima cuando la estranguló, pero debió de usar guantes.
Rachel asintió. No era el primer cadáver que veía después de una autopsia, pero le afectaba más cuando las víctimas eran tan jóvenes. Observó la incisión en forma de «Y» grotescamente cosida que comenzaba en los hombros, atravesaba el tronco y descendía hasta terminar en la zona púbica.
—Tampoco hubo ataque sexual, ¿verdad?
—El resultado del examen fue negativo; al igual que la otra víctima, tampoco fue violada —informó mientras guardaba algo que Rachel prefirió no saber qué era dentro de un frasco de vidrio y lo colocaba en un mueble de metal.
Rachel tocó la mano de Alison y examinó sus dedos; estaban tan fríos como la mesa de acero.
—¿Has revisado sus uñas?
—Sí, parece que ni siquiera se defendió; no hay rastros ni de piel ni de sangre debajo de ellas.
—¡Maldición! —Dio una patada potente contra el suelo—. ¡No puede ser que este tipo no cometa ningún error!
—Nadie es perfecto, Rachel. —Volvió a la mesa de autopsias—. Ya sabes lo que dicen; el asesino siempre se lleva algo de la escena del crimen, pero también deja algo de sí en el lugar. Nadie es infalible y, a menos que sea un experto en criminalística, llegará el día en que cometa un error.
—Y entonces será cuando lo atrapemos por fin —concluyó Rachel por él.
—Tú lo has dicho, preciosa. —Le sonrió.
—¿Has podido identificar qué objeto usó para grabarles el nudo celta en la piel?
—Los muchachos del laboratorio han hallado partículas de acero inoxidable que se derritieron y se mezclaron con la piel de la víctima. —Frunció el ceño—. Es como buscar una aguja en un pajar, es un material altamente resistente al fuego y es utilizado en varias industrias, desde instrumentos decorativos hasta equipos quirúrgicos usados en medicina, y no olvidemos los utensilios de cocina más simples, puede haber usado cualquier cosa —aseveró.
—Comprendo. —Intento sonreír, pero las noticias no eran alentadoras—. Voy a centrarme en los pétalos de nomeolvides y en el simbolismo del nudo celta, tal vez encuentre algo allí.
—Buena suerte, preciosa.
—Steven… —Se giró antes de abrir la puerta—. ¿Puedo pedirte un favor?
—Lo que quieras, esta mañana me he despertado más generoso que de costumbre.
—¡Deja de llamarme así!
Cuando Rachel cerró la puerta de la sala de autopsias, la risa de Steven aún retumbaba por los pasillos de la morgue.
_______ se quedo inmóvil, su respiración todavía agitada se detuvo durante una milésima de segundo. Clavó sus ojos castaños en el hombre que salía de su taller, y el sudor que le caía por el cuello pareció helarse sobre su piel.
Desesperada, desvió su mirada hacia la mesita que estaba junto a la ventana. Tal vez, podría llegar hasta ella y buscar la pistola que guardaba dentro del último cajón. Si no recordaba mal, ella misma la había cargado antes de colocarla allí, en caso de necesitarla en alguna ocasión, y aquel parecía ser el momento propicio.
Debía ser rápida para cubrir la distancia que la separaba de la pistola, pero le era imposible moverse ni siquiera una pulgada. Estaba petrificada por el miedo, sentía que las pesadillas que la atosigaban por las noches se habían convertido en realidad. Su corazón bombeaba frenéticamente dentro de su pecho, se pasó una mano por el cuello y, cuando el extraño comenzó a caminar hacia ella, se recostó contra la puerta. ¿Dónde estaba Leslie? ¿Acaso le había hecho daño a su amiga y venía por ella? Podría correr si al menos las malditas piernas le respondieran. Creyó desmayarse cuando vio que él buscaba algo dentro del bolsillo de su chaqueta.
—Señorita Carmichael, no se alarme. —Sacó con cuidado la placa y la extendió hacia ella—. Soy el detective Jared de la División de Crímenes Violentos. —Era completamente consciente de que ella se había aterrorizado al descubrirlo dentro de su casa.
_______ podría haberse sentido aliviada tras saber que era policía, pero, muy por el contrario, aquello la perturbo aun más.
—¿Dónde está Leslie?
—¡_______! ¡Qué bueno que has llegado! —Leslie entró en la sala, cargaba una bandeja con dos tazas de café humeante—. El detective Leto ha venido a verte.
Los ojos castaños de _______ se ensombrecieron hasta volverse casi negros. «Leto», recordaba muy bien aquel apellido, pero no conocía al hombre que había sorprendido saliendo de su taller de pintura.
Leslie dejó el café sobre la mesita y le sonrió a su amiga. Sabía, por la expresión poco amigable en su rostro, que aquella visita no le agradaba en absoluto. De inmediato, se dio cuenta de que lo mejor sería dejarlos a solas y, sin mediar palabra, regreso a la cocina.
Jared dio dos pasos hacia ella.
—Señorita Carmichael, necesito que hablemos —dijo, con voz baja y vehemente.
Carmichael. Aquel era su apellido. Sin embargo, le parecía completamente desconocido. Después de su secuestro, le habían aconsejado que se lo cambiara por su propia seguridad, y no había tenido más remedio que acceder, sobre todo, para complacer a su hermano mayor quien, desde aquel hecho, la trataba como si en cualquier momento fuera a romperse.
—No lo creo. —Su respuesta fue tajante.
Jared dejó escapar un áspero suspiro. La observó en silencio un instante. Algunos mechones sueltos se habían pegado a su cuello transpirado, y una mancha de sudor que descendía por el centro de su atuendo pegaba la tela a su piel y acentuaba así la redondez de sus pechos. Jared aparto la mirada y se enfrento de nuevo a aquellos ojos que lo miraban con recelo.
—Se que ha pasado mucho tiempo y…
_______ le lanzó una mirada fulminante y le impidió continuar.
—Usted lo ha dicho, detective. —Lo miró directamente a los ojos—. No comprendo por qué después de tanto tiempo la policía viene a buscarme otra vez.
—Créame que si he venido hasta aquí es porque es absolutamente necesario que hablemos.
Había determinación en el tono de su voz y, por un instante, _______ se sintió intimidada por él y por esos ojos tan Azulados que la observaban impacientes.
—Mire, no sé qué quiere de mí, pero lamento decirle que ha sido en vano que haya venido hasta aquí —comenzó a decir.
—Él ha vuelto —soltó, antes de volver a escuchar que había cometido un error al buscarla.
_______ se dejó caer en el sillón y agachó la cabeza. Un silencio tenso pareció aplastar el aire que los rodeaba. Jared no supo qué hacer y comprendió, demasiado tarde, que no debería haber dicho aquello de esa manera. Se sentó en el sillón frente a ella y esperó a que estuviera lista para hablarle.
Un par de minutos después, _______ alzó la mirada y buscó la suya con desesperación.
—¿Qué quiere decir con eso? —Le temblaba el mentón, y sus manos se movían inquietas sobre sus piernas desnudas.
Jared tuvo el impulso repentino de sentarse a su lado y apretar aquellas manos temblorosas con fuerza, pero no lo hizo. Odiaba tener frente a él a una mujer vulnerable y no poder hacer nada para hacerle sentirse mejor.
—Señorita Carmichael —hizo una pausa para contemplar aquellos ojos castaños e intensos que no solo imploraban una respuesta sino también un abrazo reconfortante— estamos casi seguros de que la persona que la secuestró a usted hace cuatro años es la misma que ha cometido ya dos asesinatos en la ciudad —explicó y estudió su reacción.
_______, entonces, se puso de pie y caminó hacia la ventana que daba al jardín.
—¿Qué le hace pensar eso? ¿Ha dicho que estaban «casi seguros»?
Jared se acercó a ella y se paró a su lado. Los rayos de sol, que entraban a través del cristal de la ventana, se posaban delicadamente sobre su rostro y en la mata de cabello castaño recogido en la coronilla en una cola de caballo. Sus ojos se detuvieron un instante en su boca y percibió que todavía estaba temblando.
_______ no lo miró, pero sentía sus ojos que observaban cada milímetro de su rostro y, entonces, una extraña inquietud se apoderó de ella. Una sensación nueva, desconocida, casi tan fuerte como el terror que la recorría por dentro.
—Las víctimas que él elige —pensó un segundo antes de continuar hablando— guardan cierta semejanza con usted. Elige muchachas de cabello castaño a las que peina con una trenza al costado de la cabeza.
Ella escuchaba lo que él tenía que decirle sin pronunciar palabra.
—Les pone un vestido ligero de algodón y les quita los zapatos.
_______ se llevo una mano a la boca.
—¡Dios mío! ¡Yo usaba el mismo vestido cuando fui encontrada hace cuatro años en el bosque!
—Así es.
—El detective que vino a hablar conmigo me lo dijo. —_______ entrecerró los ojos—. Se apellidaba Leto, igual que usted.
—Era mi padre, él fue el detective que trabajó en el caso de su secuestro desde el principio —le informó.
_______ notó cierta nostalgia en su voz.
—¿Él lo ha enviado a hablar conmigo?
—En cierta manera, sí, pero tarde o temprano debía venir a verla —afirmó—. Como le he dicho, estos crímenes se relacionan con lo que le pasó a usted hace cuatro años.
—Puede tratarse de una coincidencia. —Se negaba a creer que aquello estaba sucediendo nuevamente.
—Me temo que no. Además del parecido evidente de ambas víctimas con usted, hay otros indicios, las dos habían sido tatuadas con un símbolo antiguo, conocido como «nudo celta» o «triqueta» que el mismo asesino grabó en su piel a fuego vivo.
Jared siguió la mirada de _______ cuando sus ojos castaños bajaron hasta su cintura.
—Yo también tengo uno. —Posó su mano unas pulgadas por debajo de la cintura y sobre la ropa sudada—. Lo tengo conmigo desde esa vez… como una señal de lo que me sucedió —dijo mientras bajaba la voz.
—Hay algo más.
Sus miradas se cruzaron nuevamente, y Jared sintió alivio al descubrir que ya no lo miraba con temor.
—¿Algo más? —_______ experimentó una fuerte presión dentro de su cabeza.
—Sí; he observado los cuadros en su taller y me he quedado en verdad impactado.
—No creo ser tan buena como para haber causado tal efecto en usted —comentó contrariada.
—No, usted no me entiende. —Se movió un poco hacia delante y, accidentalmente, sus brazos se tocaron. Un toque sutil e inocente, pero que despertó en él un calor intenso. La observó para comprobar si aquel contacto había tenido el mismo efecto en ella. _______ quitó el brazo instintivamente, y él supo, entonces, que aquel roce casual le había afectado tanto como a él—. Las flores en los cuadros que usted pinta —dijo al fin.
—¿Qué pasa con ellas? Son solo pétalos de nomeolvides —respondió, aún sin entender adónde quería llegar él con eso.
—¿Por qué las pinta? ¿Por qué aparecen en sus obras una y otra vez?
_______ habría querido tener una respuesta a su pregunta.
—No lo sé, ni siquiera yo misma puedo explicármelo.
—Tiene que ver con su secuestro, _______ —dijo él y sintió que le estaba dando la respuesta que ella había estado buscando para entender su obsesión por pintar aquellas flores en particular.
—Eso no puede ser.
—Hemos encontrado las mismas flores en las escenas de los crímenes. El asesino esparce sus pétalos alrededor de las víctimas, como una especie de símbolo, algo que, sin duda, lo une a usted.
—No entiendo. —La verdad es que prefería no entender lo que aquel policía le estaba contando y permanecer ajena a todo aquel asunto.
—Está obsesionado con usted, _______. —Respiró hondo un par de veces—. Y en su loca obsesión, fantasea con tenerla nuevamente. Me temo que la muerte de esas jóvenes es, para él, solo un camino que está tomando para llegar hasta usted.
—¿Cree que vendrá a por mí? —Se le heló la sangre de solo imaginarlo.
—No lo sé, pero lo que está claro es que usted sigue tan viva en su mente retorcida como el primer día, por eso necesito su ayuda, tal vez usted sea la única que pueda acabar con su locura.
_______ comenzó a caminar de un lado a otro por la sala, presa de los nervios. Él la seguía a una corta distancia. Después de un momento de silencio, por fin habló.
—No me pida eso. —Se cruzo de brazos, un escalofrío le recorrió la espalda cuando el sudor frío entró en contacto con su pecho—. No puedo ayudarle, lo siento.
Jared comprendía perfectamente cómo se sentía. Debía tener toda la paciencia del mundo si quería lograr algo de ella. Podía ser un hombre muy persistente si se lo proponía.
De pronto, la sujetó del brazo y la obligó a girarse, ella lo miró con desconcierto.
—La necesito, _______. Necesito que me diga lo que recuerda para poder detener a ese bastardo.
_______ habría querido correr y desaparecer de la vista de aquel hombre y del mundo entero, de ser posible, pero la manera en que él la estaba mirando le impidió moverse siquiera un milímetro.
—¡No puedo! ¡Déjeme en paz! —le suplicó.
—¡Usted puede detenerlo! —le repitió e hizo un esfuerzo por no levantar la voz y asustarla aun más.
—¡No! —Intentó soltarse, pero su mano grande le rodeaba el brazo con fuerza.
—Solo dígame lo que sabe.
—¡No puedo! —Se mordió los labios temblorosos—. ¡No recuerdo nada! ¡Nunca recuperé la memoria! —gritó.
Jared entonces la soltó. No estaba preparado para lo que ella le había dicho. Sabía que, cuando había reaparecido tres meses después de su secuestro, no recordaba nada de lo sucedido durante su cautiverio pero tenía la esperanza de que, después de cuatro años, hubiese recuperado la memoria.
—Sigue sin recordar —dijo con desánimo.
—Sí —murmuró—. El tiempo que estuve desaparecida se borró por completo de mi memoria, los recuerdos de lo que me pasó, simplemente, se desvanecieron.
—Creía que en estos años, tal vez.
—Creía mal, detective. —Se alejó de él y caminó hacia la puerta—. Como le acabo de decir, su viaje hasta aquí ha sido en vano. No podrá obtener nada de mí, porque no tengo nada para decirle.
Jared no podía marcharse de allí sin obtener ningún resultado.
—¿Ha intentado con alguna terapia regresiva, tal vez con hipnosis?
—No —se limitó a decir mientras abría la puerta—. Si me disculpa, necesito darme una ducha antes de ir a trabajar.
—¿Lo intentaría? —debía usar cualquier recurso para obtener información de ella. Estaba seguro de que la solución de su secuestro y de los crímenes estaba enterrada en algún rincón de sus recuerdos.
—¿Usted piensa que deseo recordar? —Sonrió con tristeza—. Lo que menos quiero es traer a mi mente lo que me pasó durante esos tres meses.
—Sería de gran ayuda si lo hace, _______. —Avanzó hacia ella y, cuando quedaron frente a frente, clavó sus ojos azules en los de ella.
_______ contuvo el aliento un instante. Notó que no solo había preocupación en ellos, algo más parecía ensombrecerlos.
—Lo siento, detective. —Se hizo a un lado y esperó que él finalmente saliera por la puerta para ya no regresar.
—Esta es mi tarjeta, en caso de que cambie de opinión.
Ella no dijo nada mientras le dejaba la tarjeta sobre una mesita. Luego, salió de la casa sin siquiera volver a mirarla. _______ cerró la puerta tras de sí y se apoyó contra ella. Cerró los ojos con fuerza y respiró profundamente mientras sus manos se abrían y cerraban a los costados de su cuerpo.
—_______, ¿estás bien?
No escuchó a su amiga que se acercaba hasta que la tuvo casi a su lado. Abrió lentamente los ojos y, tras mirarla por un momento, asintió con la cabeza.
—¿Qué quería el guapo?
—Remover el pasado y reavivar viejas heridas —respondió al avanzar hacia la escalera que conducía a su dormitorio—. Pero le he dejado bien en claro que no estoy dispuesta a hacerlo.
—¿No vas a contármelo? —preguntó demasiado intrigada como para dar por terminada la conversación.
—Ahora no, Leslie. —Le dio la espalda—. Voy a llegar tarde a la editorial. Hablaremos de ello cuando regrese.
—¿Lo prometes?
—Lo prometo.
--------------------------------------------------
Se acomodó la parte delantera de la gorra de béisbol que llevaba y se levantó el cuello de la chaqueta. Hacía casi dos horas que estaba esperando estacionado frente a la jefatura de policía. Sabía que, en cualquier momento, lo vería aparecer detrás de la enorme puerta de cristal erguida junto a las escalinatas que conducían al interior del lugar. Lo sabía porque lo había visto entrar un rato antes, y estaba dispuesto a esperarlo hasta que volviera a salir.
Al verlo bajarse de su Mustang, supo que estaba de mal humor. Desde la distancia que los separaba, pudo percibir la expresión furibunda en su rostro. El detective ni siquiera había notado su presencia. Se había asegurado de estacionar su viejo automóvil a una distancia prudencial, la suficiente para poder observarlo y, al mismo tiempo, pasar desapercibido casi por completo.
Sonrió satisfecho. Estaba seguro de que él lo conduciría hasta ella. Sin saberlo, el detective la pondría nuevamente cerca, al alcance de sus manos una vez más. Y esa vez, las cosas serían muy diferentes ya no volvería a escapar. No le daría esa oportunidad, porque no se la merecía.
Aquella vez el final sería diferente, más radical, más trágico. Solo había una forma de que ambos estuvieran juntos para siempre y él la conocía mejor que nadie.
Subió un poco más el cristal de la ventanilla y luego se frotó las manos en la tela rugosa de sus vaqueros. Estaba a punto de encender el tercer cigarrillo de esa mañana cuando lo vio salir. Iba acompañado por una mujer pelirroja. «Su compañera», supuso, mientras los observaba subirse al automóvil de él.
Sin titubear encendió el motor y asió con fuerza la palanca de cambio. Agachó la cabeza cuando el Mustang negro pasó junto a él. Segundos después, lanzo un vistazo al espejo retrovisor y se puso en marcha.
Aqui esta el capitulo diario, Perdon por no habérselos subido a tiempo, luego are un maraton! sjkdghakfljasd la nove se pondra muy interesante! espero y les guste:3
-Capítulo un poquito mas largo de lo habitual-
En el mismo instante en que la puerta se abrió, una bola peluda y del color del fuego pasó como un rayo entre sus piernas y desapareció detrás de unos frondosos arbustos a un lado de la casa.
Una mujer un poco excedida de peso y vestida con un enorme pijama amarillo limón lanzó un par de maldiciones al aire.
Jared intentó abrir la boca y presentarse, pero ella no se lo permitió.
—¡Demonios, _______ va a matarme! —Salió al porche y echó un vistazo alrededor—. ¡Gatito, gatito, ven aquí!
Pero no había señales del felino escurridizo por ninguna parte. Entonces, se dio media vuelta y dedicó su atención al sujeto que había osado llamar a su puerta antes de las ocho de la mañana.
—¿Quién es usted? —preguntó a la vez que fruncía el ceño. Aquel hombre no tenía pinta ni de vendedor de seguros ni de ninguno de esos pacatos religiosos que se acercaban a su puerta para prometerle la vida eterna.
Jared sacó su placa del bolsillo y se la mostró.
—Soy el detective Jared Leto. —Sostuvo la placa de metal frente a su rostro un instante—. Necesito hablar con la señorita… Mitchell —agregó con voz serena.
Leslie siguió con atención los movimientos de su mano, mientras él colocaba su insignia en su lugar nuevamente.
—¿Qué es lo que tiene que hablar con _______? —Seguía todavía con el ceño fruncido.
—Me temo que eso no puedo decírselo a usted, señorita.
—Banks, mi nombre es Leslie, y soy la mejor amiga de _______.
—Señorita Banks, es importante que hable con su amiga. —Lanzó un vistazo al interior de la casa a través de la puerta entre abierta, pero solo se oían las voces que provenían de un televisor encendido.
—_______ no está. Todas las mañanas sale a correr al menos medía hora. —Miró su reloj—. No debe de tardar en regresar.
—¿Me permitiría entrar y esperarla? —Le sonrió mientras esperaba de su parte una respuesta afirmativa.
Leslie dudo un instante antes de invitarlo a entrar, pero aquel sujeto era policía y, además, no tenía el aspecto de querer intentar algo malo contra ella. Lo observó cuando pasó a su lado. «Nada mal», pensó mientras le indicaba que podía esperar a su amiga en la sala.
—Gracias. —Se sentó en uno de los sofás de terciopelo rústico color chocolate que abarcaban casi toda la sala de estar.
—¿Le gustaría una taza de café, detective?
—Me encantaría. —Se aflojo el nudo de la corbata y, cuando vio que Leslie se metía en la cocina, se dedico a contemplar el lugar.
La sala era sobria con un toque de elegancia, el juego de sillones combinaba a la perfección con el empapelado color siena tostado de las paredes. Una enorme alfombra con diseños en Jacquard descansaba bajo las suelas gastadas de sus botas y ocupaba casi todo el suelo.
Frente a él, había dos estantes altos de pino color miel repletos de libros y adornos modernos, que enmarcaban una chimenea de hormigón. Un gran ventanal daba a un jardín lateral, donde alcanzó a divisar un par de bancos de hierro forjado.
Se giró para ver lo que había a sus espaldas. Una puerta entreabierta captó su atención, el olor a aceite de lino y trementina era inconfundible. Se puso de pie y, tras cerciorarse de que Leslie aun estaba en la cocina, se dirigió hacia allí.
Empujó la puerta despacio. Aquel lugar era un taller de pintura, alguien parecía pasar horas allí dentro. Había docenas de enormes cuadros, algunos, al descubierto y sin terminar, y otros, celosamente ocultos bajo papel de estraza. Sentía curiosidad por saber cuál de las dos amigas era la que se dedicaba a pintar.
Lo descubrió enseguida.
Los motivos, que aparecían repetidos una y otra vez en aquellos lienzos, le resultaron demasiado familiares. Flores azules, flores azules de cuatro pétalos diseminadas casi compulsivamente en la mayoría de las obras.
Más que nunca, estaba convencido de que buscar a _______ Carmichael había sido la decisión correcta. Despegó la vista de aquellos cuadros y salió antes de que la dueña de la casa notara su ausencia.
En el mismo momento en que puso un pie fuera del taller, la puerta principal se abrió, y una mujer vestida con ropa deportiva ajustada apareció ante él.
—¿Qué tienes para mí, Steven? —Rachel se acomodó un mechón de cabello detrás de la oreja. El día apenas había comenzado, pero sentía que su cuerpo pesaba una tonelada. Todavía le duraba el cansancio del día anterior, y la falta de sueño se notaba en su rostro. Podría haber disimulado las ojeras y la palidez con maquillaje, pero no había tenido ni el tiempo ni las ganas de hacerlo.
—La autopsia ha confirmado lo que ya sabíamos, preciosa —murmuró el patólogo forense, al tiempo que guardaba un bolígrafo en el bolsillo de su delantal—. Murió por asfixia mecánica. —Levantó la sábana que cubría el cadáver de Alison Warner—. Los moretones comienzan a hacerse visibles; el asesino apretó su cuello con mucha fuerza.
Rachel se inclinó sobre la mesa de disección, y su boca se torció en una mueca cuando el olor a formol pareció impregnar su nariz. Allí estaban, unas manchas azules y amarillentas alrededor del cuello de la víctima.
—¿Has encontrado alguna fibra o cabello en el cuerpo?
—No, me temo que nuevamente no ha dejado ningún rastro —respondió con desánimo—. Tenía la esperanza de que las huellas dactilares de sus manos se hubiesen transferido a la víctima cuando la estranguló, pero debió de usar guantes.
Rachel asintió. No era el primer cadáver que veía después de una autopsia, pero le afectaba más cuando las víctimas eran tan jóvenes. Observó la incisión en forma de «Y» grotescamente cosida que comenzaba en los hombros, atravesaba el tronco y descendía hasta terminar en la zona púbica.
—Tampoco hubo ataque sexual, ¿verdad?
—El resultado del examen fue negativo; al igual que la otra víctima, tampoco fue violada —informó mientras guardaba algo que Rachel prefirió no saber qué era dentro de un frasco de vidrio y lo colocaba en un mueble de metal.
Rachel tocó la mano de Alison y examinó sus dedos; estaban tan fríos como la mesa de acero.
—¿Has revisado sus uñas?
—Sí, parece que ni siquiera se defendió; no hay rastros ni de piel ni de sangre debajo de ellas.
—¡Maldición! —Dio una patada potente contra el suelo—. ¡No puede ser que este tipo no cometa ningún error!
—Nadie es perfecto, Rachel. —Volvió a la mesa de autopsias—. Ya sabes lo que dicen; el asesino siempre se lleva algo de la escena del crimen, pero también deja algo de sí en el lugar. Nadie es infalible y, a menos que sea un experto en criminalística, llegará el día en que cometa un error.
—Y entonces será cuando lo atrapemos por fin —concluyó Rachel por él.
—Tú lo has dicho, preciosa. —Le sonrió.
—¿Has podido identificar qué objeto usó para grabarles el nudo celta en la piel?
—Los muchachos del laboratorio han hallado partículas de acero inoxidable que se derritieron y se mezclaron con la piel de la víctima. —Frunció el ceño—. Es como buscar una aguja en un pajar, es un material altamente resistente al fuego y es utilizado en varias industrias, desde instrumentos decorativos hasta equipos quirúrgicos usados en medicina, y no olvidemos los utensilios de cocina más simples, puede haber usado cualquier cosa —aseveró.
—Comprendo. —Intento sonreír, pero las noticias no eran alentadoras—. Voy a centrarme en los pétalos de nomeolvides y en el simbolismo del nudo celta, tal vez encuentre algo allí.
—Buena suerte, preciosa.
—Steven… —Se giró antes de abrir la puerta—. ¿Puedo pedirte un favor?
—Lo que quieras, esta mañana me he despertado más generoso que de costumbre.
—¡Deja de llamarme así!
Cuando Rachel cerró la puerta de la sala de autopsias, la risa de Steven aún retumbaba por los pasillos de la morgue.
_______ se quedo inmóvil, su respiración todavía agitada se detuvo durante una milésima de segundo. Clavó sus ojos castaños en el hombre que salía de su taller, y el sudor que le caía por el cuello pareció helarse sobre su piel.
Desesperada, desvió su mirada hacia la mesita que estaba junto a la ventana. Tal vez, podría llegar hasta ella y buscar la pistola que guardaba dentro del último cajón. Si no recordaba mal, ella misma la había cargado antes de colocarla allí, en caso de necesitarla en alguna ocasión, y aquel parecía ser el momento propicio.
Debía ser rápida para cubrir la distancia que la separaba de la pistola, pero le era imposible moverse ni siquiera una pulgada. Estaba petrificada por el miedo, sentía que las pesadillas que la atosigaban por las noches se habían convertido en realidad. Su corazón bombeaba frenéticamente dentro de su pecho, se pasó una mano por el cuello y, cuando el extraño comenzó a caminar hacia ella, se recostó contra la puerta. ¿Dónde estaba Leslie? ¿Acaso le había hecho daño a su amiga y venía por ella? Podría correr si al menos las malditas piernas le respondieran. Creyó desmayarse cuando vio que él buscaba algo dentro del bolsillo de su chaqueta.
—Señorita Carmichael, no se alarme. —Sacó con cuidado la placa y la extendió hacia ella—. Soy el detective Jared de la División de Crímenes Violentos. —Era completamente consciente de que ella se había aterrorizado al descubrirlo dentro de su casa.
_______ podría haberse sentido aliviada tras saber que era policía, pero, muy por el contrario, aquello la perturbo aun más.
—¿Dónde está Leslie?
—¡_______! ¡Qué bueno que has llegado! —Leslie entró en la sala, cargaba una bandeja con dos tazas de café humeante—. El detective Leto ha venido a verte.
Los ojos castaños de _______ se ensombrecieron hasta volverse casi negros. «Leto», recordaba muy bien aquel apellido, pero no conocía al hombre que había sorprendido saliendo de su taller de pintura.
Leslie dejó el café sobre la mesita y le sonrió a su amiga. Sabía, por la expresión poco amigable en su rostro, que aquella visita no le agradaba en absoluto. De inmediato, se dio cuenta de que lo mejor sería dejarlos a solas y, sin mediar palabra, regreso a la cocina.
Jared dio dos pasos hacia ella.
—Señorita Carmichael, necesito que hablemos —dijo, con voz baja y vehemente.
Carmichael. Aquel era su apellido. Sin embargo, le parecía completamente desconocido. Después de su secuestro, le habían aconsejado que se lo cambiara por su propia seguridad, y no había tenido más remedio que acceder, sobre todo, para complacer a su hermano mayor quien, desde aquel hecho, la trataba como si en cualquier momento fuera a romperse.
—No lo creo. —Su respuesta fue tajante.
Jared dejó escapar un áspero suspiro. La observó en silencio un instante. Algunos mechones sueltos se habían pegado a su cuello transpirado, y una mancha de sudor que descendía por el centro de su atuendo pegaba la tela a su piel y acentuaba así la redondez de sus pechos. Jared aparto la mirada y se enfrento de nuevo a aquellos ojos que lo miraban con recelo.
—Se que ha pasado mucho tiempo y…
_______ le lanzó una mirada fulminante y le impidió continuar.
—Usted lo ha dicho, detective. —Lo miró directamente a los ojos—. No comprendo por qué después de tanto tiempo la policía viene a buscarme otra vez.
—Créame que si he venido hasta aquí es porque es absolutamente necesario que hablemos.
Había determinación en el tono de su voz y, por un instante, _______ se sintió intimidada por él y por esos ojos tan Azulados que la observaban impacientes.
—Mire, no sé qué quiere de mí, pero lamento decirle que ha sido en vano que haya venido hasta aquí —comenzó a decir.
—Él ha vuelto —soltó, antes de volver a escuchar que había cometido un error al buscarla.
_______ se dejó caer en el sillón y agachó la cabeza. Un silencio tenso pareció aplastar el aire que los rodeaba. Jared no supo qué hacer y comprendió, demasiado tarde, que no debería haber dicho aquello de esa manera. Se sentó en el sillón frente a ella y esperó a que estuviera lista para hablarle.
Un par de minutos después, _______ alzó la mirada y buscó la suya con desesperación.
—¿Qué quiere decir con eso? —Le temblaba el mentón, y sus manos se movían inquietas sobre sus piernas desnudas.
Jared tuvo el impulso repentino de sentarse a su lado y apretar aquellas manos temblorosas con fuerza, pero no lo hizo. Odiaba tener frente a él a una mujer vulnerable y no poder hacer nada para hacerle sentirse mejor.
—Señorita Carmichael —hizo una pausa para contemplar aquellos ojos castaños e intensos que no solo imploraban una respuesta sino también un abrazo reconfortante— estamos casi seguros de que la persona que la secuestró a usted hace cuatro años es la misma que ha cometido ya dos asesinatos en la ciudad —explicó y estudió su reacción.
_______, entonces, se puso de pie y caminó hacia la ventana que daba al jardín.
—¿Qué le hace pensar eso? ¿Ha dicho que estaban «casi seguros»?
Jared se acercó a ella y se paró a su lado. Los rayos de sol, que entraban a través del cristal de la ventana, se posaban delicadamente sobre su rostro y en la mata de cabello castaño recogido en la coronilla en una cola de caballo. Sus ojos se detuvieron un instante en su boca y percibió que todavía estaba temblando.
_______ no lo miró, pero sentía sus ojos que observaban cada milímetro de su rostro y, entonces, una extraña inquietud se apoderó de ella. Una sensación nueva, desconocida, casi tan fuerte como el terror que la recorría por dentro.
—Las víctimas que él elige —pensó un segundo antes de continuar hablando— guardan cierta semejanza con usted. Elige muchachas de cabello castaño a las que peina con una trenza al costado de la cabeza.
Ella escuchaba lo que él tenía que decirle sin pronunciar palabra.
—Les pone un vestido ligero de algodón y les quita los zapatos.
_______ se llevo una mano a la boca.
—¡Dios mío! ¡Yo usaba el mismo vestido cuando fui encontrada hace cuatro años en el bosque!
—Así es.
—El detective que vino a hablar conmigo me lo dijo. —_______ entrecerró los ojos—. Se apellidaba Leto, igual que usted.
—Era mi padre, él fue el detective que trabajó en el caso de su secuestro desde el principio —le informó.
_______ notó cierta nostalgia en su voz.
—¿Él lo ha enviado a hablar conmigo?
—En cierta manera, sí, pero tarde o temprano debía venir a verla —afirmó—. Como le he dicho, estos crímenes se relacionan con lo que le pasó a usted hace cuatro años.
—Puede tratarse de una coincidencia. —Se negaba a creer que aquello estaba sucediendo nuevamente.
—Me temo que no. Además del parecido evidente de ambas víctimas con usted, hay otros indicios, las dos habían sido tatuadas con un símbolo antiguo, conocido como «nudo celta» o «triqueta» que el mismo asesino grabó en su piel a fuego vivo.
Jared siguió la mirada de _______ cuando sus ojos castaños bajaron hasta su cintura.
—Yo también tengo uno. —Posó su mano unas pulgadas por debajo de la cintura y sobre la ropa sudada—. Lo tengo conmigo desde esa vez… como una señal de lo que me sucedió —dijo mientras bajaba la voz.
—Hay algo más.
Sus miradas se cruzaron nuevamente, y Jared sintió alivio al descubrir que ya no lo miraba con temor.
—¿Algo más? —_______ experimentó una fuerte presión dentro de su cabeza.
—Sí; he observado los cuadros en su taller y me he quedado en verdad impactado.
—No creo ser tan buena como para haber causado tal efecto en usted —comentó contrariada.
—No, usted no me entiende. —Se movió un poco hacia delante y, accidentalmente, sus brazos se tocaron. Un toque sutil e inocente, pero que despertó en él un calor intenso. La observó para comprobar si aquel contacto había tenido el mismo efecto en ella. _______ quitó el brazo instintivamente, y él supo, entonces, que aquel roce casual le había afectado tanto como a él—. Las flores en los cuadros que usted pinta —dijo al fin.
—¿Qué pasa con ellas? Son solo pétalos de nomeolvides —respondió, aún sin entender adónde quería llegar él con eso.
—¿Por qué las pinta? ¿Por qué aparecen en sus obras una y otra vez?
_______ habría querido tener una respuesta a su pregunta.
—No lo sé, ni siquiera yo misma puedo explicármelo.
—Tiene que ver con su secuestro, _______ —dijo él y sintió que le estaba dando la respuesta que ella había estado buscando para entender su obsesión por pintar aquellas flores en particular.
—Eso no puede ser.
—Hemos encontrado las mismas flores en las escenas de los crímenes. El asesino esparce sus pétalos alrededor de las víctimas, como una especie de símbolo, algo que, sin duda, lo une a usted.
—No entiendo. —La verdad es que prefería no entender lo que aquel policía le estaba contando y permanecer ajena a todo aquel asunto.
—Está obsesionado con usted, _______. —Respiró hondo un par de veces—. Y en su loca obsesión, fantasea con tenerla nuevamente. Me temo que la muerte de esas jóvenes es, para él, solo un camino que está tomando para llegar hasta usted.
—¿Cree que vendrá a por mí? —Se le heló la sangre de solo imaginarlo.
—No lo sé, pero lo que está claro es que usted sigue tan viva en su mente retorcida como el primer día, por eso necesito su ayuda, tal vez usted sea la única que pueda acabar con su locura.
_______ comenzó a caminar de un lado a otro por la sala, presa de los nervios. Él la seguía a una corta distancia. Después de un momento de silencio, por fin habló.
—No me pida eso. —Se cruzo de brazos, un escalofrío le recorrió la espalda cuando el sudor frío entró en contacto con su pecho—. No puedo ayudarle, lo siento.
Jared comprendía perfectamente cómo se sentía. Debía tener toda la paciencia del mundo si quería lograr algo de ella. Podía ser un hombre muy persistente si se lo proponía.
De pronto, la sujetó del brazo y la obligó a girarse, ella lo miró con desconcierto.
—La necesito, _______. Necesito que me diga lo que recuerda para poder detener a ese bastardo.
_______ habría querido correr y desaparecer de la vista de aquel hombre y del mundo entero, de ser posible, pero la manera en que él la estaba mirando le impidió moverse siquiera un milímetro.
—¡No puedo! ¡Déjeme en paz! —le suplicó.
—¡Usted puede detenerlo! —le repitió e hizo un esfuerzo por no levantar la voz y asustarla aun más.
—¡No! —Intentó soltarse, pero su mano grande le rodeaba el brazo con fuerza.
—Solo dígame lo que sabe.
—¡No puedo! —Se mordió los labios temblorosos—. ¡No recuerdo nada! ¡Nunca recuperé la memoria! —gritó.
Jared entonces la soltó. No estaba preparado para lo que ella le había dicho. Sabía que, cuando había reaparecido tres meses después de su secuestro, no recordaba nada de lo sucedido durante su cautiverio pero tenía la esperanza de que, después de cuatro años, hubiese recuperado la memoria.
—Sigue sin recordar —dijo con desánimo.
—Sí —murmuró—. El tiempo que estuve desaparecida se borró por completo de mi memoria, los recuerdos de lo que me pasó, simplemente, se desvanecieron.
—Creía que en estos años, tal vez.
—Creía mal, detective. —Se alejó de él y caminó hacia la puerta—. Como le acabo de decir, su viaje hasta aquí ha sido en vano. No podrá obtener nada de mí, porque no tengo nada para decirle.
Jared no podía marcharse de allí sin obtener ningún resultado.
—¿Ha intentado con alguna terapia regresiva, tal vez con hipnosis?
—No —se limitó a decir mientras abría la puerta—. Si me disculpa, necesito darme una ducha antes de ir a trabajar.
—¿Lo intentaría? —debía usar cualquier recurso para obtener información de ella. Estaba seguro de que la solución de su secuestro y de los crímenes estaba enterrada en algún rincón de sus recuerdos.
—¿Usted piensa que deseo recordar? —Sonrió con tristeza—. Lo que menos quiero es traer a mi mente lo que me pasó durante esos tres meses.
—Sería de gran ayuda si lo hace, _______. —Avanzó hacia ella y, cuando quedaron frente a frente, clavó sus ojos azules en los de ella.
_______ contuvo el aliento un instante. Notó que no solo había preocupación en ellos, algo más parecía ensombrecerlos.
—Lo siento, detective. —Se hizo a un lado y esperó que él finalmente saliera por la puerta para ya no regresar.
—Esta es mi tarjeta, en caso de que cambie de opinión.
Ella no dijo nada mientras le dejaba la tarjeta sobre una mesita. Luego, salió de la casa sin siquiera volver a mirarla. _______ cerró la puerta tras de sí y se apoyó contra ella. Cerró los ojos con fuerza y respiró profundamente mientras sus manos se abrían y cerraban a los costados de su cuerpo.
—_______, ¿estás bien?
No escuchó a su amiga que se acercaba hasta que la tuvo casi a su lado. Abrió lentamente los ojos y, tras mirarla por un momento, asintió con la cabeza.
—¿Qué quería el guapo?
—Remover el pasado y reavivar viejas heridas —respondió al avanzar hacia la escalera que conducía a su dormitorio—. Pero le he dejado bien en claro que no estoy dispuesta a hacerlo.
—¿No vas a contármelo? —preguntó demasiado intrigada como para dar por terminada la conversación.
—Ahora no, Leslie. —Le dio la espalda—. Voy a llegar tarde a la editorial. Hablaremos de ello cuando regrese.
—¿Lo prometes?
—Lo prometo.
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Se acomodó la parte delantera de la gorra de béisbol que llevaba y se levantó el cuello de la chaqueta. Hacía casi dos horas que estaba esperando estacionado frente a la jefatura de policía. Sabía que, en cualquier momento, lo vería aparecer detrás de la enorme puerta de cristal erguida junto a las escalinatas que conducían al interior del lugar. Lo sabía porque lo había visto entrar un rato antes, y estaba dispuesto a esperarlo hasta que volviera a salir.
Al verlo bajarse de su Mustang, supo que estaba de mal humor. Desde la distancia que los separaba, pudo percibir la expresión furibunda en su rostro. El detective ni siquiera había notado su presencia. Se había asegurado de estacionar su viejo automóvil a una distancia prudencial, la suficiente para poder observarlo y, al mismo tiempo, pasar desapercibido casi por completo.
Sonrió satisfecho. Estaba seguro de que él lo conduciría hasta ella. Sin saberlo, el detective la pondría nuevamente cerca, al alcance de sus manos una vez más. Y esa vez, las cosas serían muy diferentes ya no volvería a escapar. No le daría esa oportunidad, porque no se la merecía.
Aquella vez el final sería diferente, más radical, más trágico. Solo había una forma de que ambos estuvieran juntos para siempre y él la conocía mejor que nadie.
Subió un poco más el cristal de la ventanilla y luego se frotó las manos en la tela rugosa de sus vaqueros. Estaba a punto de encender el tercer cigarrillo de esa mañana cuando lo vio salir. Iba acompañado por una mujer pelirroja. «Su compañera», supuso, mientras los observaba subirse al automóvil de él.
Sin titubear encendió el motor y asió con fuerza la palanca de cambio. Agachó la cabeza cuando el Mustang negro pasó junto a él. Segundos después, lanzo un vistazo al espejo retrovisor y se puso en marcha.
Aqui esta el capitulo diario, Perdon por no habérselos subido a tiempo, luego are un maraton! sjkdghakfljasd la nove se pondra muy interesante! espero y les guste:3
karla Felix
Re: "No me olvides" (Jared Leto y Tu)
No importa que los capítulos los tardes en subir. Respecto a la novela esta genial, agradecería que me dijeras de que libro estas adaptando.
Rosie!...♥
Rosie!...♥
Rosie M. ♥
Re: "No me olvides" (Jared Leto y Tu)
OH DIOS APKSDJASKDJASLDJASLD MOMENTO DE FANGIRL, UNA NOVELA DE JARED AKDLHASLKDJASLDA AL FIN AODHASJFHASLKDJASD soy feliz c':
Bueno, ahora sí. Me encantó, me encantó, me encantó. La trama, el personaje de Leto, todo asdlñkasd. Ya me imagino ahora :o tenés que seguirla asld un beso c:
Bueno, ahora sí. Me encantó, me encantó, me encantó. La trama, el personaje de Leto, todo asdlñkasd. Ya me imagino ahora :o tenés que seguirla asld un beso c:
Gina.
Re: "No me olvides" (Jared Leto y Tu)
Holaa lectora nueva, no che, me re enganche con tu novela, ta muy bien escrita y ta muy buena, como el detectivee!! jaja qe lindo qe es mi amor, mm nada seguila rapido dale? besotes
Abru Somerhalder
Re: "No me olvides" (Jared Leto y Tu)
Rosie M. ♥ escribió:No importa que los capítulos los tardes en subir. Respecto a la novela esta genial, agradecería que me dijeras de que libro estas adaptando.
Rosie!...♥
El libro se llama Igual "No me Olvides" y es de Sienna Anderson, lo puedes encontrar en internet pero ahi te saldra con los nombre de los personajes Originales:)
karla Felix
Re: "No me olvides" (Jared Leto y Tu)
Capítulo 4. -Capítulo MUY largo-
_______ estacionó su escarabajo rojo cereza a un costado de la casa y, antes de apagar el motor y poner un pie fuera, echó un vistazo al reloj. Había llegado cuarenta minutos más ... tarde de lo habitual después de haber trabajado todo el día en Sunrise Press, una de las editoriales más prestigiosas de California. Trabajaba allí desde hacía casi tres años y nunca
dejaría de agradecerle a Jennifer Shelton haberle dado la oportunidad de sumarse a su equipo. Jennie era su jefa y, además, una amiga que no había dudado ni un segundo en
emplearla cuando se presentó en su oficina temerosa y casi segura de recibir un «no» como respuesta.
_______ había sido sincera con ella desde el principio; le contó lo que le había sucedido un año antes: su secuestro y su posterior amnesia. Jennifer decidió darle la oportunidad, sin importarle su pasado ni el hecho de no haber podido terminar la carrera y graduarse en la universidad. Las palabras de su jefa le quedaron grabadas en la mente desde aquél día. «No
necesitas un diploma; sé lo que vales y lo que puedes hacer.»
Aquella entrevista había sido la primera cosa buena desde el día de su reaparición tras su cautiverio de tres meses. Había entrado en la editorial y se había ganado el respeto y la
confianza de todos. Dos años más tarde, y con el apoyo de Jennifer, de Leslie y de su hermano Kevin, había podido completar lo que le quedaba de la carrera de Diseño Gráfico hasta
finalmente graduarse, incluso con honores. Había sido una época difícil, trabajaba durante el día y estudiaba por las noches en su casa para presentarse, una vez por mes, a hacer los
exámenes. Podría haber asistido a la universidad y haber ido a clases nocturnas, pero prefirió no hacerlo. Regresar de noche al mismo sitio en donde había sido secuestrada era una
situación que solo la habría traumatizado aun más.
Dejó escapar un suspiro, cogió su bolso de corderoy color borgoña y la enorme carpeta de cartón en donde guardaba sus diseños, y se bajó del automóvil. Subió los tres escalones
que daban a la cocina y se detuvo antes de entrar. Observó la cesta de mimbre a un lado de la puerta. Estaba habituada a que Otelo estuviera allí cada vez que ella regresaba a casa,
pero estaba vacía y, su juguete preferido, un aro de plumas multicolor, continuaba allí desde el día anterior. Seguramente, estaría dentro de la casa, durmiendo sobre su sillón favorito
y correría hacia ella apenas la viera para restregarse contra sus piernas y recibir una caricia afectuosa en la cabeza.
La cocina estaba vacía cuando entró; dejó el bolso y la carpeta sobre una mesita junto a la puerta.
—¡Leslie! ¿Estás en casa? —Se sirvió un vaso de agua fría.
Su amiga bajó los escalones corriendo.
—¡Ya has llegado! —exclamó y entró en la cocina.
_______ apoyó el vaso en la mesa.
—¿Sucede algo? —Había una expresión extraña en el rostro de su amiga que no le gustaba nada.
Leslie no respondió y lanzó una mirada al vaso que segundos antes. _______ había dejado en la mesa.
—Leslie, te conozco y sé que quieres decirme algo; desde esta mañana, he notado que estás un poco nerviosa. —Frunció el ceño—. ¿Acaso ha regresado el policía nuevamente?
Leslie negó con la cabeza.
—¿Entonces, qué es? —La actitud de su amiga comenzaba a asustarle.
—Se trata de Otelo. —Sus palabras salieron de sus labios rápidamente como si así la noticia causara menos impacto.
—¿Qué sucede con él? —_______ sintió pánico.
—Esta mañana, cuando vino el detective guapo, salió disparado y no ha vuelto desde entonces.
_______ pasó por su lado sin siquiera mirarla. Buscó a su gato, de manera frenética, por todos los rincones de la casa, en sus lugares favoritos, pero no había señales de él. Leslie se unió a su búsqueda, aunque sabía que sería inútil; ella misma lo había buscado varias veces durante el día sin obtener resultados. Bajaron al sótano y después salieron al patio. Uno de
sus vecinos les dijo que lo había visto por la parte trasera de la vivienda esa mañana temprano, pero cuando había vuelto a mirar, el gato ya no estaba allí.
Le dieron las gracias y volvieron a la casa. _______, exhausta y abatida, se dejó caer en el sofá de la sala.
—Tal vez haya una gata en celo en el vecindario —comentó y se cruzo de brazos. No era la primera vez que Otelo desaparecía, solo que la vez anterior se había subido a la copa de
un árbol y, por miedo a bajarse, se había quedado allí arriba todo el día hasta que Kevin pudo finalmente bajarlo—. ¡El árbol!
—Ni siquiera te molestes, _______. Yo ya he estado ahí y no está. Además, no creo que sea tan tonto para subir allí de nuevo, después de todo el escándalo que causó la otra vez
—dijo y esbozó una sonrisa para quitarle un poco de drama al asunto.
—Estaba asustado de verdad. —_______ sonrió al recordar sus enormes ojos verdes y lo rápido que latía su corazón cuando lo acurrucó contra su pecho.
—Aparecerá, _______. —Se sentó a su lado—. Seguramente está haciéndose el donjuán con alguna gata del vecindario mientras tú estás aquí afligida por él.
_______ asintió con un leve movimiento de cabeza. Deseaba, con todo su corazón, que así fuera. Otelo era, para ella, más que una mascota; adoraba a esa bola de pelos color fuego que había llegado a su vida dentro de una caja de cartón, prolijamente envuelta y adornada con un enorme lazo de color rojo en forma de rosetón. Lo adoraba, porque había
sabido conquistarla de inmediato con sus maullidos y ronroneos; pero, sobre todo, porque había sido un regalo de su hermano Kevin que había aparecido una tarde con la caja y con
un aire misterioso. Habían pasado seis meses desde su reaparición, y Otelo fue como una chispa de alegría en medio de tanta tristeza.
Leslie le dio unas palmaditas en la mano.
—No te preocupes, cuando le duela la barriga de hambre, regresara.
—Sí —respondió apenas. Levantó las piernas y se las rodeó con ambos brazos, apoyó el mentón sobre las rodillas y cerró los ojos. No quería llorar, y apretó los parpados con fuerza.
—Distraigámonos un poco. —Leslie tomó el mando a distancia y encendió la televisión. Estaba sintonizado en el canal de las noticias cuando, de pronto, escuchó una voz masculina
hablar. _______ abrió los ojos de inmediato.
—¡Mira, es el detective Leto! —exclamó Leslie y se acomodó mejor en el sofá.
_______ continuaba con la mirada fija en la pantalla del televisor.
La voz grave del hombre que había estado esa misma mañana hablando con ella se mezclaba, en ese momento, con la de los insistentes reporteros.
—Es mucho más guapo en persona, ¿no crees? —preguntó Leslie.
_______ la miró.
—Es en lo que menos me fijé mientras estuvo aquí —contestó con seriedad. Anhelaba que su amiga quedara satisfecha con su respuesta. Una de las cámaras hizo un primer plano a
su rostro, e inmediatamente _______ experimentó un leve estremecimiento al recordar la forma en que aquellos ojos, intensamente color miel, la habían mirado esa mañana.
—Di lo que quieras, pero a mí me parece guapísimo. Además, tiene una voz muy seductora.
—Cállate, no me dejas escuchar —dijo tajante antes de que su amiga siguiera enumerando las virtudes de aquel hombre.
—Detective, ¿tiene alguna pista de quien cometió los crímenes? —preguntó una mujer.
—¿Cree usted que el Asesino de las Flores atacará de nuevo? —quiso saber otro reportero.
—Hay preguntas que no puedo responder para no entorpecer nuestra investigación. —La expresión de fastidio desapareció de su rostro—. Esperamos que el asesino no vuelva a atacar, estamos haciendo nuestro mejor esfuerzo para atraparlo. —Hizo una pausa que duró unos cuantos segundos y, entonces, miró directamente a la cámara—. Toda la ayuda
que podamos recibir será bienvenida. Debemos desterrar a este criminal de las calles de Fresno lo antes posible, no podemos permitir que se cobre la vida de otra víctima inocente.
_______ tragó saliva y se movió en su asiento presa de la inquietud. Presentía que cada palabra que Jared Leto pronunciaba estaba dirigida especialmente hacia ella.
—¡Sam, sal de aquí!
La lengua áspera y húmeda del labrador de más de veinticinco kilogramos le había dejado una mancha pegajosa en la mejilla y en la parte baja de la mandíbula. Intentó apartarlo con
una sola mano, ya que con la otra sostenía una de las mancuernas de hierro que levantaba cada mañana, no solo para mantenerse en forma, sino para relajarse y olvidarse un poco del estrés del trabajo.
—¡Te lo advierto, pequeño demonio! —Pero sus amenazas no surtieron el efecto deseado; el robusto y mofletudo Sam insistía en que aquella mañana el rostro de Jared fuera su juguete favorito.
Jared tomó, entonces, la toalla que descansaba sobre el aparato de pesas y la arrojó lo más lejos posible. Fue a dar al otro lado de la terraza, junto a la puertaventana que daba al
salón comedor y que, por fortuna, había dejado abierta; de otro modo, el perro se habría estrellado contra ella.
Lo observó mientras corría en busca de su presa; a pesar de su sobrepeso y sus patas cortas, poseía la velocidad que, seguramente, solo le daban su ímpetu y sus ganas de complacer y jugar con su amo.
Se sentó en la banqueta de cuero negro y dejó la mancuerna en su lugar antes de que Sam regresara a entregarle la toalla. Apoyó los codos sobre las piernas y se pasó ambas
manos por el cabello. Cerró los ojos en un intento por normalizar su respiración. Se preguntó por qué Sam estaba tardando en regresar con la toalla. Cuando levantó por fin la vista lo supo, el pequeño bribón se había quedado dentro de la sala y estaba recostado sobre la toalla o lo que quedaba de ella. Su fuerte mandíbula mordía unos cuantos jirones, mientras sus garras tironeaban con fuerza de la tela hacia abajo.
Jared no supo si reprenderlo o dejarlo que siguiera entreteniéndose con su nueva adquisición. Se decidió por lo último, al menos, por un rato, se olvidaría de él.
Se puso de pie y levanto los brazos por encima de la cabeza y los estiró lo más que pudo. Respiró profundamente un par de veces y los bajó.
Repetía aquella rutina de ejercicios, al menos, cinco veces a la semana y de alguna manera, le servía de escape de su rutina de trabajo que se iniciaba cada mañana a las ocho. Miró el
reloj que colgaba en la pared de enfrente, tenía todavía treinta minutos, el tiempo suficiente para pegarse una ducha y desayunar de forma decente. Se secó el sudor de la frente
con el dorso de la mano y sin perder tiempo, se dirigió hacia el cuarto de baño.
Quince minutos después, renovado y oliendo a menta, se preparó un desayuno rápido. Aquella mañana consistía en una buena taza de café y un par de rosquillas que había
comprado en la mejor pastelería de todo el Tower District, como él la consideraba.
Se sentó sobre la mesa y le dio un mordisco a la crujiente masa. No se sorprendió cuando Sam apareció de la nada y se sentó a su lado para mirarlo con ojos de corderito degollado, con la clara intención de obtener lo que quería.
Jared sonrió, le arrojo la mitad de una rosquilla y lo observó irse contento a su rincón predilecto para saborearla. Bebió un sorbo de café y, de pronto, como una ráfaga que llega sin previo aviso, la imagen de _______ Carmichael vino a su mente.
Habían pasado dos días desde la visita a su casa, y no había tenido noticias suyas. Estaba asustada en ese momento, sus ojos castaños habían reflejado el terror que significaba para ella revivir la historia de su secuestro. Habría deseado no necesitarla, poder prescindir de ella y dejarla tranquila, pero no podía. Estaba seguro de que ella era la única que podía
ayudarle a atrapar al asesino. Porque ya no dudaba de que era el mismo que la había secuestrado cuatro años atrás y había acabado con la carrera de su propio padre.
Mientras terminaba de beberse el café, decidió que, aunque ella no lo llamara ni quisiera saber nada con él, insistiría en su propósito y lograría convencerla. Sería una tarea difícil, pero no se detendría hasta derribar la barrera de temor que le impedía poder recordar. _______ era una mujer frágil y vulnerable, una mujer a la que cualquier hombre querría proteger y cuidar.
Lo embargó la misma sensación que había experimentado cuando, sin querer, sus brazos se tocaron.
Había algo en ella que le atraía, y no era solo su belleza, era algo que había llegado a percibir detrás de su mirada. Quería volver a verla. Dos necesidades completamente diferentes se debatían dentro de él. Precisaba a _______ para resolver el caso, quizá, y detener a aquel hombre que tanto daño había hecho. Pero la necesitaba aun más de una manera que todavía no llegaba a comprender, y eso le desconcertaba. Tampoco comprendía por qué no había podido dejar de pensar en ella durante esos dos días. Se dijo a sí mismo que solo era porque sospechaba que estaba en peligro y quería protegerla, y de paso, obtener la ayuda que solo ella podía brindarle; pero sus propias cavilaciones al respecto no lograron convencerlo por completo.
Debía verla de nuevo. Tenía que verla. No supo exactamente la razón de su deseo, pero lo único que sí sabía era que la volvería a buscar; y la próxima vez, necesitaría ser más convincente.
La taza casi se le cayó de las manos cuando la melodía de su teléfono móvil comenzó a sonar.
—Leto —dijo con voz fuerte y clara.
—¿Estás fuera de la cama, compañero?
La voz de Rachel al otro lado de la línea sonaba demasiado seria.
—Sí. ¿Qué sucede? —Sabía que eran malas noticias.
—Ha atacado de nuevo, Jared. —Se oyó un suspiro.
Jared dejó escapar una maldición en voz baja.
—¿Dónde?
Tras oír los datos que le pasó su compañera, colgó. Sin perder tiempo, se colocó la cartuchera y se cercioró de que su arma reglamentaria estuviese en su lugar. Buscó su chaqueta de cuero y antes de marcharse saludó a Sam que continuaba destrozando su presa y que apenas le prestó atención.
Al llegar a la escena del crimen, creyó que vomitaría la rosquilla que había desayunado apenas unos minutos antes. Todo el lugar parecía una copia idéntica de las dos escenas anteriores. Metódico, organizado. El sujeto que buscaban era lo suficientemente calculador y muy seguro de su propio control.
—Se siente poderoso al ejercer su control frente a su víctima, pero obtiene más poder al controlarse a sí mismo —murmuró en voz baja.
—¿Perdón?
Rachel había llegado un par de minutos antes que su compañero y al entrar al lugar del hecho, le pareció estar frente a un déjà vu.
—Siente placer por el solo hecho de someterlas a su poder —explicó mientras sacaba un par de guantes de látex y se los colocaba.
—¿Un sádico sexual?
Jared negó rotundamente con un enérgico movimiento de cabeza.
—No, no hay violación. No es lo que le interesa. —Caminaron hasta donde se encontraba el cuerpo cubierto con una sábana blanca—. Las víctimas son sagradas para él.
Rachel le lanzó una mirada cargada de incredulidad.
—¿Sagradas? ¿Por eso las mata? ¡Vamos, Jared, este tipo es un maniático!
—No lo subestimes, Rachel. —Miró hacia la puerta de entrada—. ¿Por qué no ha llegado Steven todavía?
—He hablado con él hace un momento, el pobre estaba en medio de una autopsia. No tardará en llegar.
Jared bajó la tela hasta su cuello y una vez más, la imagen de aquella pobre muchacha le resultó cruelmente familiar.
—¿Han logrado identificarla?
—Sí. —Se sacó una libreta del bolsillo de su camisa color verde limón—. Se llamaba Tessa Hodgins, tenía veintitrés años, estudiaba medicina y vivía sola.
—La misma edad que tenía _______ cuando fue secuestrada —afirmó.
Rachel asintió.
—Tú que has hablado con ella y la has visto en persona —hizo una pausa—, ¿se parece realmente a las víctimas de este sujeto?
Jared observó el rostro pálido de Tessa Hodgins, tan blanco como la sábana que cubría su cuerpo ya sin vida.
—Sí, tiene su mismo cabello, sus ojos son muy parecidos. —Los ojos abiertos de la joven miraban hacia el cielorraso.
—Es escalofriante.
—Sí. —Jared deslizó la sábana para cerciorarse de que el nudo celta estuviera tatuado debajo de su cintura, pero lo que apareció ante los ojos asombrados de ambos policías fue más perturbador.
—¡Por Dios! ¡No me digas ahora que este tipo no está loco de remate!
Jared no le respondió. Sus ojos Azules seguían clavados en el vientre de la muchacha muerta. Un nombre había sido tallado, de manera cruel, sobre su ombligo. Sintió que se le helaba la sangre al leer lo que aquel hombre había escrito. Letras, garabatos perfectamente legibles en letra de imprenta. «_____(diminutivo).» Repitió el nombre en su cabeza decenas de veces para convencerse de que no era una alucinación.
—¿Qué crees que ha usado para hacer eso? —preguntó Rachel mientras observaba a su compañero, que estaba absorto mirando el cadáver.
—No lo sé; sabremos más cuando Steven realice la autopsia.
—He escuchado que alguien mencionaba mi humilde nombre. —Steven Colby irrumpió en la habitación con su habitual maletín.
Rachel se puso de pie y le sonrió apenas.
—Tienes trabajo, Steven —le anunció y devolvió la libreta a su lugar.
—¿Otra más, verdad?
Ambos asintieron al unísono.
—Hay algo diferente esta vez, Steven. —Jared le mostró el mensaje que el asesino había dejado en el cuerpo de su tercera víctima.
—¡Cielos! —Steven abrió su maletín y después de calzarse los guantes tocó los surcos rojos que había dejado la incisión en la piel de Tessa Hodgins—. El corte es casi simétrico, parece estar hecho con una especie de daga pequeña o un bisturí —indicó.
—Rachel, dile al fotógrafo que venga a sacar las fotos antes de mover el cuerpo.
—Enseguida, Leto.
Se dispuso a abandonar la habitación cuando algo llamó poderosamente su atención, junto a la ventana, algo blanco relucía bajo los rayos de sol que se filtraban por el cristal. Caminó
hasta el lugar y se agachó para observar mejor. Lo reconoció de inmediato: era maquillaje en polvo; alguien lo había pisado y se había impregnado en la alfombra. Se levantó y caminó
hacia el tocador de la víctima. Como había imaginado, la polvera no estaba. Se inclinó, había más polvo en aquel lugar; echó un vistazo debajo del armario y encontró la polvera abierta
y casi vacía. La levantó y la sujetó con cuidado.
—Jared, ven aquí.
—¿Qué sucede?
—¡No te lo vas a creer! —Una sonrisa de oreja a oreja se dibujó en su rostro.
Lo llevó hasta donde había encontrado la huella parcial cerca de la ventana.
Jared no quería ilusionarse demasiado; la huella de calzado que el polvo había desvelado solo era parcial, y tal vez pertenecía a la víctima.
—Busca al fotógrafo, y que luego hagan un molde de la huella —le indicó. Rachel asintió.
—Quizá tengamos suerte, y haya cometido el primer error —auguró.
—Esperemos que sea así; por el momento, no podemos adelantarnos.
Rachel fue en busca del fotógrafo, y Jared regresó junto a Steven.
—Esto es completamente nuevo, Jared. La primera vez que deja un mensaje —le comentó el forense.
—Lo sé. —Se pasó la mano por la nuca y trató de relajarse con una respiración profunda, pero no le sirvió de nada—. ¿Cuánto hace que murió?
—El rigor mortis ha alcanzado ya su máxima rigidez —indicó mientras movía el cuerpo—.
Lleva muerta entre seis y doce horas; sabré más cuando tome la temperatura de su hígado. La incisión fue post mortem, no hay rastros de sangre.
Jared lo observó mientras sacaba un largo termómetro del maletín y lo colocaba en el costado derecho de la víctima.
—La temperatura apenas alcanza los trece grados centígrados. —Quitó el termómetro—. Eso nos da un parámetro más exacto: diez horas.
Jared miró su reloj de pulsera.
—Significa que murió a las diez y media de la noche, aproximadamente.
—Exacto.
El fotógrafo forense y uno de los peritos llegaron. Tras tomar algunas fotografías del cuerpo y de la escena del crimen, el fotógrafo se marchó, no sin antes avisar a Jared de que su compañera había salido de la casa para interrogar a los vecinos.
—Debe de ser abrumador para ella cada vez que se enfrenta a una escena como esta —comentó Steven mientras extraía unos tubos de plástico de uno de los tantos compartimientos de su maletín de trabajo.
—Creo que, sencillamente, está acostumbrada —repuso Jared mientras observaba cómo el perito volcaba el yeso sobre la huella.
—¿Lo crees de verdad? No considero que alguien pueda acostumbrarse a la muerte una y otra vez, y salir indemne después.
—¿Y lo dices tú?
Steven asintió mientras levantaba las cejas.
—Parece ilógico, pero es así, llevo más de siete años haciendo esto y creía que, con el tiempo, me acostumbraría. Por supuesto que me he habituado a los cadáveres, porque convivo con ellos —sonrió—, ya sé que «convivir» no es el término adecuado, pero paso la mitad del día entre ellos. Solo que es a esto a lo que nunca podré adaptarme —señalo el cuerpo inerte de Tessa Hodgins— personas inocentes que caen en las manos equivocadas y terminan siendo asesinadas de manera demasiado cruel.
Jared le sonrió con comprensión. Entendía a lo que se refería, él podía fingir que no lo afectaba pero era inútil hacerlo. Había elegido ser policía no solo para complacer a su padre,
sino porque creía en lo que hacía. Proteger y salvaguardar la vida de las personas era lo que siempre había considerado su principal regla a seguir, aunque en la acaLesliea no le habían
enseñado qué hacer con el resentimiento y la impotencia que lo aturdía cada vez que era testigo de una escena grotesca como aquella.
—Estrangulada como las demás muchachas —afirmó Steven.
—Sí. —Los ojos verdes se desviaron otra vez hacia el vientre de la muchacha.
—¿Quién será «_____(d)»? —preguntó Steven y se rascó la barbilla. No tardó en llegar a una conclusión—. ¿Es ella, verdad? ¿La mujer a la que intenta representar a través de sus crímenes?
Jared lo miró y no pronunció palabra. En aquel momento, Steven comprendió que su silencio encerraba un «sí» como única respuesta.
Estaba de nuevo en aquella sala después de dos días. Esta vez esperaba obtener una respuesta más positiva de su dueña. Sus dedos tamborileaban nerviosos sobre una de sus rodillas, y todavía ni siquiera había tocado la taza de café que le había ofrecido Leslie.
«_______ bajará en un momento», le había dicho antes de desaparecer por las escaleras que supuso llevarían a su habitación. Habían pasado ya más de veinte minutos, y su paciencia estaba a punto de ceder.
No se marcharía sin hablar con ella; si lo que pretendía _______ Carmichael era lograr que se cansara de esperarla y se marchase, estaba muy equivocada. Estaba dispuesto a esperar el tiempo que fuera necesario.
Cinco minutos después, la vio bajar las escaleras con lentitud. Llevaba unos vaqueros bastante holgados y una blusa blanca que dejaba por completo al descubierto sus hombros.
Jared se puso de pie y extendió su mano, pero ella rechazó cualquier contacto y se sentó en el sofá de una plaza y quedó frente a él.
—No creí que volvería —le dijo tajante mientras observaba una carpeta que él llevaba consigo. Jared volvió a sentarse y cuando la miró, le sonrió. Pero la actitud fría y distante de _______ le borró la sonrisa de la cara.
—Era necesario hacerlo, _______.
Le molestaba que la llamara por su nombre de pila; prefería que la llamara «señorita Carmichael», pero no le dijo nada. Se veía claramente extenuado. Unos surcos se dibujaban debajo de sus ojos, el nudo de su corbata de seda estaba casi deshecho y la camisa color beige, que llevaba debajo de la chaqueta, arrugada. Apartó de inmediato la mirada cuando él descubrió el escrutinio al que estaba siendo sometido. Juntó ambas manos sobre su regazo. Aquel hombre solo lograba que ella se sintiera inquieta.
—Le dije que no había nada que yo pudiera hacer para ayudarlo. —Intentó sonar calmada y segura de lo que decía.
—Tal vez esto logre hacerle cambiar de opinión. —Colocó la carpeta que había llevado sobre la mesa.
—¿Qué es esto?
—Descúbralo usted misma.
_______ posó su mirada en la carpeta de cartón oscuro que el detective señalaba. Dudó un instante sobre lo que estaba a punto de hacer, pero al no obtener ninguna respuesta de parte de Jared, supo que abrir esa carpeta era lo único que podría sacarla de su confusión.
Levantó la solapa y la cerró de inmediato.
—¡Por Dios! —Un escalofrío le recorrió la espalda—. ¿Qué pretende al mostrarme esto?
—Que conozca la realidad. Es lo único que pretendo de usted —le dijo con seriedad. Podría haberle dicho que también esperaba un poco de comprensión y buena voluntad de su parte, pero se lo aclararía en otro momento.
_______ trató de ponerse de pie, pero él fue más rápido y la sujetó de la muñeca.
—¡Suélteme! —le rogó.
Jared no la soltó; por el contrario, la obligó a sentarse nuevamente, pero _______ se apartó cuando él se acomodó a su lado.
—Es usted la que me obliga a ser grosero y comportarme de este modo —le dijo para justificar su actitud impulsiva.
—¡No puede obligarme a hacer algo que no quiero! —le gritó y lo miró directamente a los ojos.
¿Cómo haría para convencerla de que sólo quería protegerla y no dañarla?
La soltó lentamente, pero no podía dejar de contemplarla. Aun con el temor y la rabia reflejados en sus pupilas, aquellos ojos castaños parecían haber lanzado un hechizo en su contra, y no estaba seguro de querer romperlo.
Después del silencio y la tensión, por fin Jared le habló.
—Lo siento, debería haber sido menos rudo con usted, _______.
_______ se enderezó en el asiento y se cruzó de brazos, como si con aquel gesto pudiera defenderse de aquel hombre y de lo que pretendía con ella.
—Quiero que entienda que si he regresado a verla es porque las cosas han cambiado. —Hizo una pausa para respirar hondo—. Ha vuelto a atacar. —Observó que ella entraba en estado de alerta—. Esta vez nos ha dejado un mensaje.
—¿Un mensaje? —El ceño fruncido le daba el aspecto de una mujer capaz de sobreponerse a sus miedos, pero Jared sabía cuán frágil era en realidad.
—Es mejor que lo vea por usted misma. —Tomó la carpeta y buscó entre las fotografías tomadas al cuerpo sin vida de Tessa Hodgins.
—Creo que ya he visto lo suficiente —le dijo. Sintió náuseas de solo pensar en las imágenes que había visto segundos antes, sabía que tardaría en borrarlas de su mente.
Jared encontró la foto que quería que ella observara y cubrió la mitad con uno de los papeles metidos en la carpeta; no era necesario enfrentarla de nuevo con la imagen del rostro de la muchacha muerta.
_______ lo miró, mientras él hacía el esfuerzo por cubrir la parte más horrible de la foto y la acercaba hacia ella. Antes de descubrir lo que él insistía tanto en mostrarle, volvió a mirarlo a los ojos y logró tranquilizarse, aunque sin conocer la razón de aquella repentina calma.
Leer lo que estaba escrito en el cuerpo de aquella mujer fue devastador para ella.
Experimentó una fuerte presión en la cabeza y creyó que le estallaría en cualquier momento.
—_______, ¿se siente bien? —Jared guardó la fotografía y, sin dudarlo, la tomó de la mano.
Inconscientemente, ella la apretó con fuerza. La mano de Jared estaba tibia, mientras que la de _______ estaba tan fría como un témpano de hielo.
—Me duele la cabeza —susurró y cerró los ojos.
—¿Qué puedo hacer por usted? —Se sentía tan impotente.
—Nada, ya se me pasará. —Se recostó en su lugar y cuando abrió los ojos se dio cuenta de que su mano seguía en la mano de Jared. Con un movimiento rápido, la quitó y se la llevó al pecho—. No puedo creerlo.
—Ahora más que nunca, estoy convencido de que estos crímenes tienen que ver con usted.
—Apretó la mandíbula—. Le ha dejado un mensaje.
Ella volvió a mirarlo y sus ojos estaban húmedos. A Jared se le hizo un nudo en la garganta.
—Comprendo lo difícil y traumático que puede resultar todo esto para usted, pero si no nos ayuda, tal vez, nunca lo atrapemos —le aseguró—. Es un sujeto bastante inteligente y organizado, no deja huellas en las escenas de los crímenes y entra en las casas de sus víctimas sin despertar la mínima sospecha.
—Pero yo no recuerdo nada de él —dijo a punto de llorar—. ¿Cómo puedo serle de utilidad si ni siquiera sé lo que me pasó durante los tres meses que estuve desaparecida?
—Solo le pido que acepte colaborar en el caso. —Reprimió el impulso de apretar nuevamente su mano al ver que una lágrima rodaba por su mejilla—. Iremos despacio y si es necesario, recurriremos a alguna terapia alternativa para hacerle recordar.
_______ lo miró aturdida.
-Qué quiere decir con eso?
—He estado indagando y hay buenas probabilidades de que, si se somete a la hipnosis, pueda recuperar su memoria —explicó.
Ella no pronunció palabra durante un rato. No era la primera vez que alguien le mencionaba la idea de hipnotizarla para recuperar sus recuerdos. Y como aquella primera vez, no estaba tan segura de que eso fuera, en realidad, lo que quería hacer. Era terrible convivir, día a día, con la incertidumbre de no recordar lo que había sucedido en esos tres meses, pero sería más terrible aún descubrir qué había ocurrido realmente con ella durante su cautiverio.
—No lo sé —respondió, por fin.
—Piénselo, sería de mucha ayuda —le dijo. Sentía, por fin, que la barrera que se había creado entre ambos comenzaba a desmoronarse poco a poco.
—_____(d) —dijo ella de repente.
—¿Le trae algún recuerdo ese nombre?
_______ movió la cabeza.
—No, nunca nadie me ha llamado así. —Se mordió el labio inferior—. Al menos, que yo sepa.
—Parece que, al menos, una persona sí la llamaba de esa manera —sentenció Jared.
_______ sintió un escalofrío bajar por su espalda.
—Es extraño.
—¿El qué? —Jared enarcó las cejas.
—Como le he dicho, nadie me llama así; sin embargo, siento que estoy familiarizada con ese nombre.
—Tal vez es un recuerdo que pugna por salir de su mente —adujo él.
—No, ni siquiera es eso, es solo… una sensación. —Quería que comprendiera lo que trataba de explicarle, pero estaba habituada a que la gente se quedara mirándola cada vez que decía algo como aquello. Después de su secuestro, era común despertarse con la sensación de vivir algo ya vivido, o escuchar una melodía por primera vez y tararearla de principio a fin.
Eran sensaciones que la sorprendían de improviso; cualquier cosa podía despertarlas: un perfume, una canción, una imagen. Pero nunca conseguía nada más y cuando se esforzaba por recordar, lo único que obtenía era un terrible dolor de cabeza.
—Entiendo —respondió él. Pero _______ sabía que, en realidad, no era así.
_______ se enjugó las lágrimas con la mano y volvió a clavar sus ojos castaños en él. Aquel hombre esperaba una respuesta de su parte y aunque estaba segura de que se arrepentiría toda la vida por lo que estaba a punto de hacer, no dudó cuando le dijo que aceptaba ayudarlo.
Una amplia sonrisa iluminó el rostro anguloso de Jared Leto.
—Sabía que tarde o temprano me diría que sí.
—¿Es confianza en sí mismo o pura arrogancia? —preguntó mientras se ponía de pie.
—Soy la clase de persona que, cuando se empeña en conseguir algo, hace lo imposible por lograr sus objetivos.
—Lo tendré en cuenta, detective.
—Por favor, llámeme Jared; después de todo, de ahora en adelante, vamos a pasar mucho tiempo juntos.
_______ esbozó una tenue sonrisa. Las palabras del detective quedaron rondando en su mente mientras lo acompañaba hasta la puerta. «Pasar mucho tiempo juntos.» No sabía exactamente a lo que se refería, pero esperaba que él no la presionara demasiado. Se conocía y sabía que no podía desenvolverse bien bajo la presión de los demás.
Antes de marcharse, Jared se volvió y la observó.
—Buscaré al mejor especialista en hipnosis del país si es necesario —le aseguró.
Por un instante, _______ tuvo miedo de su convicción, sobre todo, porque la de ella distaba mucho de la de él.
—¿Puedo pedirle algo?
—Lo que sea.
—No corra; necesito tiempo para habituarme a la idea.
Jared lanzó un suspiro.
—Tiempo, lamentablemente, es lo que no tenemos, _______.
Ella asintió sin decir nada. Él extendió la mano para despedirse y cuando sus manos
volvieron a unirse, ninguno de los dos estuvo ajeno a la corriente de calor que los envolvió.
—Seguimos en contacto —dijo él sin soltarla todavía.
—Tengo su tarjeta —respondió _______.
Sus manos se separaron, pero la sensación que ambos habían compartido permaneció en el aire mucho más tiempo.
No percibieron su presencia; tampoco se dieron cuenta de que estaban siendo observados.
_______ estacionó su escarabajo rojo cereza a un costado de la casa y, antes de apagar el motor y poner un pie fuera, echó un vistazo al reloj. Había llegado cuarenta minutos más ... tarde de lo habitual después de haber trabajado todo el día en Sunrise Press, una de las editoriales más prestigiosas de California. Trabajaba allí desde hacía casi tres años y nunca
dejaría de agradecerle a Jennifer Shelton haberle dado la oportunidad de sumarse a su equipo. Jennie era su jefa y, además, una amiga que no había dudado ni un segundo en
emplearla cuando se presentó en su oficina temerosa y casi segura de recibir un «no» como respuesta.
_______ había sido sincera con ella desde el principio; le contó lo que le había sucedido un año antes: su secuestro y su posterior amnesia. Jennifer decidió darle la oportunidad, sin importarle su pasado ni el hecho de no haber podido terminar la carrera y graduarse en la universidad. Las palabras de su jefa le quedaron grabadas en la mente desde aquél día. «No
necesitas un diploma; sé lo que vales y lo que puedes hacer.»
Aquella entrevista había sido la primera cosa buena desde el día de su reaparición tras su cautiverio de tres meses. Había entrado en la editorial y se había ganado el respeto y la
confianza de todos. Dos años más tarde, y con el apoyo de Jennifer, de Leslie y de su hermano Kevin, había podido completar lo que le quedaba de la carrera de Diseño Gráfico hasta
finalmente graduarse, incluso con honores. Había sido una época difícil, trabajaba durante el día y estudiaba por las noches en su casa para presentarse, una vez por mes, a hacer los
exámenes. Podría haber asistido a la universidad y haber ido a clases nocturnas, pero prefirió no hacerlo. Regresar de noche al mismo sitio en donde había sido secuestrada era una
situación que solo la habría traumatizado aun más.
Dejó escapar un suspiro, cogió su bolso de corderoy color borgoña y la enorme carpeta de cartón en donde guardaba sus diseños, y se bajó del automóvil. Subió los tres escalones
que daban a la cocina y se detuvo antes de entrar. Observó la cesta de mimbre a un lado de la puerta. Estaba habituada a que Otelo estuviera allí cada vez que ella regresaba a casa,
pero estaba vacía y, su juguete preferido, un aro de plumas multicolor, continuaba allí desde el día anterior. Seguramente, estaría dentro de la casa, durmiendo sobre su sillón favorito
y correría hacia ella apenas la viera para restregarse contra sus piernas y recibir una caricia afectuosa en la cabeza.
La cocina estaba vacía cuando entró; dejó el bolso y la carpeta sobre una mesita junto a la puerta.
—¡Leslie! ¿Estás en casa? —Se sirvió un vaso de agua fría.
Su amiga bajó los escalones corriendo.
—¡Ya has llegado! —exclamó y entró en la cocina.
_______ apoyó el vaso en la mesa.
—¿Sucede algo? —Había una expresión extraña en el rostro de su amiga que no le gustaba nada.
Leslie no respondió y lanzó una mirada al vaso que segundos antes. _______ había dejado en la mesa.
—Leslie, te conozco y sé que quieres decirme algo; desde esta mañana, he notado que estás un poco nerviosa. —Frunció el ceño—. ¿Acaso ha regresado el policía nuevamente?
Leslie negó con la cabeza.
—¿Entonces, qué es? —La actitud de su amiga comenzaba a asustarle.
—Se trata de Otelo. —Sus palabras salieron de sus labios rápidamente como si así la noticia causara menos impacto.
—¿Qué sucede con él? —_______ sintió pánico.
—Esta mañana, cuando vino el detective guapo, salió disparado y no ha vuelto desde entonces.
_______ pasó por su lado sin siquiera mirarla. Buscó a su gato, de manera frenética, por todos los rincones de la casa, en sus lugares favoritos, pero no había señales de él. Leslie se unió a su búsqueda, aunque sabía que sería inútil; ella misma lo había buscado varias veces durante el día sin obtener resultados. Bajaron al sótano y después salieron al patio. Uno de
sus vecinos les dijo que lo había visto por la parte trasera de la vivienda esa mañana temprano, pero cuando había vuelto a mirar, el gato ya no estaba allí.
Le dieron las gracias y volvieron a la casa. _______, exhausta y abatida, se dejó caer en el sofá de la sala.
—Tal vez haya una gata en celo en el vecindario —comentó y se cruzo de brazos. No era la primera vez que Otelo desaparecía, solo que la vez anterior se había subido a la copa de
un árbol y, por miedo a bajarse, se había quedado allí arriba todo el día hasta que Kevin pudo finalmente bajarlo—. ¡El árbol!
—Ni siquiera te molestes, _______. Yo ya he estado ahí y no está. Además, no creo que sea tan tonto para subir allí de nuevo, después de todo el escándalo que causó la otra vez
—dijo y esbozó una sonrisa para quitarle un poco de drama al asunto.
—Estaba asustado de verdad. —_______ sonrió al recordar sus enormes ojos verdes y lo rápido que latía su corazón cuando lo acurrucó contra su pecho.
—Aparecerá, _______. —Se sentó a su lado—. Seguramente está haciéndose el donjuán con alguna gata del vecindario mientras tú estás aquí afligida por él.
_______ asintió con un leve movimiento de cabeza. Deseaba, con todo su corazón, que así fuera. Otelo era, para ella, más que una mascota; adoraba a esa bola de pelos color fuego que había llegado a su vida dentro de una caja de cartón, prolijamente envuelta y adornada con un enorme lazo de color rojo en forma de rosetón. Lo adoraba, porque había
sabido conquistarla de inmediato con sus maullidos y ronroneos; pero, sobre todo, porque había sido un regalo de su hermano Kevin que había aparecido una tarde con la caja y con
un aire misterioso. Habían pasado seis meses desde su reaparición, y Otelo fue como una chispa de alegría en medio de tanta tristeza.
Leslie le dio unas palmaditas en la mano.
—No te preocupes, cuando le duela la barriga de hambre, regresara.
—Sí —respondió apenas. Levantó las piernas y se las rodeó con ambos brazos, apoyó el mentón sobre las rodillas y cerró los ojos. No quería llorar, y apretó los parpados con fuerza.
—Distraigámonos un poco. —Leslie tomó el mando a distancia y encendió la televisión. Estaba sintonizado en el canal de las noticias cuando, de pronto, escuchó una voz masculina
hablar. _______ abrió los ojos de inmediato.
—¡Mira, es el detective Leto! —exclamó Leslie y se acomodó mejor en el sofá.
_______ continuaba con la mirada fija en la pantalla del televisor.
La voz grave del hombre que había estado esa misma mañana hablando con ella se mezclaba, en ese momento, con la de los insistentes reporteros.
—Es mucho más guapo en persona, ¿no crees? —preguntó Leslie.
_______ la miró.
—Es en lo que menos me fijé mientras estuvo aquí —contestó con seriedad. Anhelaba que su amiga quedara satisfecha con su respuesta. Una de las cámaras hizo un primer plano a
su rostro, e inmediatamente _______ experimentó un leve estremecimiento al recordar la forma en que aquellos ojos, intensamente color miel, la habían mirado esa mañana.
—Di lo que quieras, pero a mí me parece guapísimo. Además, tiene una voz muy seductora.
—Cállate, no me dejas escuchar —dijo tajante antes de que su amiga siguiera enumerando las virtudes de aquel hombre.
—Detective, ¿tiene alguna pista de quien cometió los crímenes? —preguntó una mujer.
—¿Cree usted que el Asesino de las Flores atacará de nuevo? —quiso saber otro reportero.
—Hay preguntas que no puedo responder para no entorpecer nuestra investigación. —La expresión de fastidio desapareció de su rostro—. Esperamos que el asesino no vuelva a atacar, estamos haciendo nuestro mejor esfuerzo para atraparlo. —Hizo una pausa que duró unos cuantos segundos y, entonces, miró directamente a la cámara—. Toda la ayuda
que podamos recibir será bienvenida. Debemos desterrar a este criminal de las calles de Fresno lo antes posible, no podemos permitir que se cobre la vida de otra víctima inocente.
_______ tragó saliva y se movió en su asiento presa de la inquietud. Presentía que cada palabra que Jared Leto pronunciaba estaba dirigida especialmente hacia ella.
—¡Sam, sal de aquí!
La lengua áspera y húmeda del labrador de más de veinticinco kilogramos le había dejado una mancha pegajosa en la mejilla y en la parte baja de la mandíbula. Intentó apartarlo con
una sola mano, ya que con la otra sostenía una de las mancuernas de hierro que levantaba cada mañana, no solo para mantenerse en forma, sino para relajarse y olvidarse un poco del estrés del trabajo.
—¡Te lo advierto, pequeño demonio! —Pero sus amenazas no surtieron el efecto deseado; el robusto y mofletudo Sam insistía en que aquella mañana el rostro de Jared fuera su juguete favorito.
Jared tomó, entonces, la toalla que descansaba sobre el aparato de pesas y la arrojó lo más lejos posible. Fue a dar al otro lado de la terraza, junto a la puertaventana que daba al
salón comedor y que, por fortuna, había dejado abierta; de otro modo, el perro se habría estrellado contra ella.
Lo observó mientras corría en busca de su presa; a pesar de su sobrepeso y sus patas cortas, poseía la velocidad que, seguramente, solo le daban su ímpetu y sus ganas de complacer y jugar con su amo.
Se sentó en la banqueta de cuero negro y dejó la mancuerna en su lugar antes de que Sam regresara a entregarle la toalla. Apoyó los codos sobre las piernas y se pasó ambas
manos por el cabello. Cerró los ojos en un intento por normalizar su respiración. Se preguntó por qué Sam estaba tardando en regresar con la toalla. Cuando levantó por fin la vista lo supo, el pequeño bribón se había quedado dentro de la sala y estaba recostado sobre la toalla o lo que quedaba de ella. Su fuerte mandíbula mordía unos cuantos jirones, mientras sus garras tironeaban con fuerza de la tela hacia abajo.
Jared no supo si reprenderlo o dejarlo que siguiera entreteniéndose con su nueva adquisición. Se decidió por lo último, al menos, por un rato, se olvidaría de él.
Se puso de pie y levanto los brazos por encima de la cabeza y los estiró lo más que pudo. Respiró profundamente un par de veces y los bajó.
Repetía aquella rutina de ejercicios, al menos, cinco veces a la semana y de alguna manera, le servía de escape de su rutina de trabajo que se iniciaba cada mañana a las ocho. Miró el
reloj que colgaba en la pared de enfrente, tenía todavía treinta minutos, el tiempo suficiente para pegarse una ducha y desayunar de forma decente. Se secó el sudor de la frente
con el dorso de la mano y sin perder tiempo, se dirigió hacia el cuarto de baño.
Quince minutos después, renovado y oliendo a menta, se preparó un desayuno rápido. Aquella mañana consistía en una buena taza de café y un par de rosquillas que había
comprado en la mejor pastelería de todo el Tower District, como él la consideraba.
Se sentó sobre la mesa y le dio un mordisco a la crujiente masa. No se sorprendió cuando Sam apareció de la nada y se sentó a su lado para mirarlo con ojos de corderito degollado, con la clara intención de obtener lo que quería.
Jared sonrió, le arrojo la mitad de una rosquilla y lo observó irse contento a su rincón predilecto para saborearla. Bebió un sorbo de café y, de pronto, como una ráfaga que llega sin previo aviso, la imagen de _______ Carmichael vino a su mente.
Habían pasado dos días desde la visita a su casa, y no había tenido noticias suyas. Estaba asustada en ese momento, sus ojos castaños habían reflejado el terror que significaba para ella revivir la historia de su secuestro. Habría deseado no necesitarla, poder prescindir de ella y dejarla tranquila, pero no podía. Estaba seguro de que ella era la única que podía
ayudarle a atrapar al asesino. Porque ya no dudaba de que era el mismo que la había secuestrado cuatro años atrás y había acabado con la carrera de su propio padre.
Mientras terminaba de beberse el café, decidió que, aunque ella no lo llamara ni quisiera saber nada con él, insistiría en su propósito y lograría convencerla. Sería una tarea difícil, pero no se detendría hasta derribar la barrera de temor que le impedía poder recordar. _______ era una mujer frágil y vulnerable, una mujer a la que cualquier hombre querría proteger y cuidar.
Lo embargó la misma sensación que había experimentado cuando, sin querer, sus brazos se tocaron.
Había algo en ella que le atraía, y no era solo su belleza, era algo que había llegado a percibir detrás de su mirada. Quería volver a verla. Dos necesidades completamente diferentes se debatían dentro de él. Precisaba a _______ para resolver el caso, quizá, y detener a aquel hombre que tanto daño había hecho. Pero la necesitaba aun más de una manera que todavía no llegaba a comprender, y eso le desconcertaba. Tampoco comprendía por qué no había podido dejar de pensar en ella durante esos dos días. Se dijo a sí mismo que solo era porque sospechaba que estaba en peligro y quería protegerla, y de paso, obtener la ayuda que solo ella podía brindarle; pero sus propias cavilaciones al respecto no lograron convencerlo por completo.
Debía verla de nuevo. Tenía que verla. No supo exactamente la razón de su deseo, pero lo único que sí sabía era que la volvería a buscar; y la próxima vez, necesitaría ser más convincente.
La taza casi se le cayó de las manos cuando la melodía de su teléfono móvil comenzó a sonar.
—Leto —dijo con voz fuerte y clara.
—¿Estás fuera de la cama, compañero?
La voz de Rachel al otro lado de la línea sonaba demasiado seria.
—Sí. ¿Qué sucede? —Sabía que eran malas noticias.
—Ha atacado de nuevo, Jared. —Se oyó un suspiro.
Jared dejó escapar una maldición en voz baja.
—¿Dónde?
Tras oír los datos que le pasó su compañera, colgó. Sin perder tiempo, se colocó la cartuchera y se cercioró de que su arma reglamentaria estuviese en su lugar. Buscó su chaqueta de cuero y antes de marcharse saludó a Sam que continuaba destrozando su presa y que apenas le prestó atención.
Al llegar a la escena del crimen, creyó que vomitaría la rosquilla que había desayunado apenas unos minutos antes. Todo el lugar parecía una copia idéntica de las dos escenas anteriores. Metódico, organizado. El sujeto que buscaban era lo suficientemente calculador y muy seguro de su propio control.
—Se siente poderoso al ejercer su control frente a su víctima, pero obtiene más poder al controlarse a sí mismo —murmuró en voz baja.
—¿Perdón?
Rachel había llegado un par de minutos antes que su compañero y al entrar al lugar del hecho, le pareció estar frente a un déjà vu.
—Siente placer por el solo hecho de someterlas a su poder —explicó mientras sacaba un par de guantes de látex y se los colocaba.
—¿Un sádico sexual?
Jared negó rotundamente con un enérgico movimiento de cabeza.
—No, no hay violación. No es lo que le interesa. —Caminaron hasta donde se encontraba el cuerpo cubierto con una sábana blanca—. Las víctimas son sagradas para él.
Rachel le lanzó una mirada cargada de incredulidad.
—¿Sagradas? ¿Por eso las mata? ¡Vamos, Jared, este tipo es un maniático!
—No lo subestimes, Rachel. —Miró hacia la puerta de entrada—. ¿Por qué no ha llegado Steven todavía?
—He hablado con él hace un momento, el pobre estaba en medio de una autopsia. No tardará en llegar.
Jared bajó la tela hasta su cuello y una vez más, la imagen de aquella pobre muchacha le resultó cruelmente familiar.
—¿Han logrado identificarla?
—Sí. —Se sacó una libreta del bolsillo de su camisa color verde limón—. Se llamaba Tessa Hodgins, tenía veintitrés años, estudiaba medicina y vivía sola.
—La misma edad que tenía _______ cuando fue secuestrada —afirmó.
Rachel asintió.
—Tú que has hablado con ella y la has visto en persona —hizo una pausa—, ¿se parece realmente a las víctimas de este sujeto?
Jared observó el rostro pálido de Tessa Hodgins, tan blanco como la sábana que cubría su cuerpo ya sin vida.
—Sí, tiene su mismo cabello, sus ojos son muy parecidos. —Los ojos abiertos de la joven miraban hacia el cielorraso.
—Es escalofriante.
—Sí. —Jared deslizó la sábana para cerciorarse de que el nudo celta estuviera tatuado debajo de su cintura, pero lo que apareció ante los ojos asombrados de ambos policías fue más perturbador.
—¡Por Dios! ¡No me digas ahora que este tipo no está loco de remate!
Jared no le respondió. Sus ojos Azules seguían clavados en el vientre de la muchacha muerta. Un nombre había sido tallado, de manera cruel, sobre su ombligo. Sintió que se le helaba la sangre al leer lo que aquel hombre había escrito. Letras, garabatos perfectamente legibles en letra de imprenta. «_____(diminutivo).» Repitió el nombre en su cabeza decenas de veces para convencerse de que no era una alucinación.
—¿Qué crees que ha usado para hacer eso? —preguntó Rachel mientras observaba a su compañero, que estaba absorto mirando el cadáver.
—No lo sé; sabremos más cuando Steven realice la autopsia.
—He escuchado que alguien mencionaba mi humilde nombre. —Steven Colby irrumpió en la habitación con su habitual maletín.
Rachel se puso de pie y le sonrió apenas.
—Tienes trabajo, Steven —le anunció y devolvió la libreta a su lugar.
—¿Otra más, verdad?
Ambos asintieron al unísono.
—Hay algo diferente esta vez, Steven. —Jared le mostró el mensaje que el asesino había dejado en el cuerpo de su tercera víctima.
—¡Cielos! —Steven abrió su maletín y después de calzarse los guantes tocó los surcos rojos que había dejado la incisión en la piel de Tessa Hodgins—. El corte es casi simétrico, parece estar hecho con una especie de daga pequeña o un bisturí —indicó.
—Rachel, dile al fotógrafo que venga a sacar las fotos antes de mover el cuerpo.
—Enseguida, Leto.
Se dispuso a abandonar la habitación cuando algo llamó poderosamente su atención, junto a la ventana, algo blanco relucía bajo los rayos de sol que se filtraban por el cristal. Caminó
hasta el lugar y se agachó para observar mejor. Lo reconoció de inmediato: era maquillaje en polvo; alguien lo había pisado y se había impregnado en la alfombra. Se levantó y caminó
hacia el tocador de la víctima. Como había imaginado, la polvera no estaba. Se inclinó, había más polvo en aquel lugar; echó un vistazo debajo del armario y encontró la polvera abierta
y casi vacía. La levantó y la sujetó con cuidado.
—Jared, ven aquí.
—¿Qué sucede?
—¡No te lo vas a creer! —Una sonrisa de oreja a oreja se dibujó en su rostro.
Lo llevó hasta donde había encontrado la huella parcial cerca de la ventana.
Jared no quería ilusionarse demasiado; la huella de calzado que el polvo había desvelado solo era parcial, y tal vez pertenecía a la víctima.
—Busca al fotógrafo, y que luego hagan un molde de la huella —le indicó. Rachel asintió.
—Quizá tengamos suerte, y haya cometido el primer error —auguró.
—Esperemos que sea así; por el momento, no podemos adelantarnos.
Rachel fue en busca del fotógrafo, y Jared regresó junto a Steven.
—Esto es completamente nuevo, Jared. La primera vez que deja un mensaje —le comentó el forense.
—Lo sé. —Se pasó la mano por la nuca y trató de relajarse con una respiración profunda, pero no le sirvió de nada—. ¿Cuánto hace que murió?
—El rigor mortis ha alcanzado ya su máxima rigidez —indicó mientras movía el cuerpo—.
Lleva muerta entre seis y doce horas; sabré más cuando tome la temperatura de su hígado. La incisión fue post mortem, no hay rastros de sangre.
Jared lo observó mientras sacaba un largo termómetro del maletín y lo colocaba en el costado derecho de la víctima.
—La temperatura apenas alcanza los trece grados centígrados. —Quitó el termómetro—. Eso nos da un parámetro más exacto: diez horas.
Jared miró su reloj de pulsera.
—Significa que murió a las diez y media de la noche, aproximadamente.
—Exacto.
El fotógrafo forense y uno de los peritos llegaron. Tras tomar algunas fotografías del cuerpo y de la escena del crimen, el fotógrafo se marchó, no sin antes avisar a Jared de que su compañera había salido de la casa para interrogar a los vecinos.
—Debe de ser abrumador para ella cada vez que se enfrenta a una escena como esta —comentó Steven mientras extraía unos tubos de plástico de uno de los tantos compartimientos de su maletín de trabajo.
—Creo que, sencillamente, está acostumbrada —repuso Jared mientras observaba cómo el perito volcaba el yeso sobre la huella.
—¿Lo crees de verdad? No considero que alguien pueda acostumbrarse a la muerte una y otra vez, y salir indemne después.
—¿Y lo dices tú?
Steven asintió mientras levantaba las cejas.
—Parece ilógico, pero es así, llevo más de siete años haciendo esto y creía que, con el tiempo, me acostumbraría. Por supuesto que me he habituado a los cadáveres, porque convivo con ellos —sonrió—, ya sé que «convivir» no es el término adecuado, pero paso la mitad del día entre ellos. Solo que es a esto a lo que nunca podré adaptarme —señalo el cuerpo inerte de Tessa Hodgins— personas inocentes que caen en las manos equivocadas y terminan siendo asesinadas de manera demasiado cruel.
Jared le sonrió con comprensión. Entendía a lo que se refería, él podía fingir que no lo afectaba pero era inútil hacerlo. Había elegido ser policía no solo para complacer a su padre,
sino porque creía en lo que hacía. Proteger y salvaguardar la vida de las personas era lo que siempre había considerado su principal regla a seguir, aunque en la acaLesliea no le habían
enseñado qué hacer con el resentimiento y la impotencia que lo aturdía cada vez que era testigo de una escena grotesca como aquella.
—Estrangulada como las demás muchachas —afirmó Steven.
—Sí. —Los ojos verdes se desviaron otra vez hacia el vientre de la muchacha.
—¿Quién será «_____(d)»? —preguntó Steven y se rascó la barbilla. No tardó en llegar a una conclusión—. ¿Es ella, verdad? ¿La mujer a la que intenta representar a través de sus crímenes?
Jared lo miró y no pronunció palabra. En aquel momento, Steven comprendió que su silencio encerraba un «sí» como única respuesta.
Estaba de nuevo en aquella sala después de dos días. Esta vez esperaba obtener una respuesta más positiva de su dueña. Sus dedos tamborileaban nerviosos sobre una de sus rodillas, y todavía ni siquiera había tocado la taza de café que le había ofrecido Leslie.
«_______ bajará en un momento», le había dicho antes de desaparecer por las escaleras que supuso llevarían a su habitación. Habían pasado ya más de veinte minutos, y su paciencia estaba a punto de ceder.
No se marcharía sin hablar con ella; si lo que pretendía _______ Carmichael era lograr que se cansara de esperarla y se marchase, estaba muy equivocada. Estaba dispuesto a esperar el tiempo que fuera necesario.
Cinco minutos después, la vio bajar las escaleras con lentitud. Llevaba unos vaqueros bastante holgados y una blusa blanca que dejaba por completo al descubierto sus hombros.
Jared se puso de pie y extendió su mano, pero ella rechazó cualquier contacto y se sentó en el sofá de una plaza y quedó frente a él.
—No creí que volvería —le dijo tajante mientras observaba una carpeta que él llevaba consigo. Jared volvió a sentarse y cuando la miró, le sonrió. Pero la actitud fría y distante de _______ le borró la sonrisa de la cara.
—Era necesario hacerlo, _______.
Le molestaba que la llamara por su nombre de pila; prefería que la llamara «señorita Carmichael», pero no le dijo nada. Se veía claramente extenuado. Unos surcos se dibujaban debajo de sus ojos, el nudo de su corbata de seda estaba casi deshecho y la camisa color beige, que llevaba debajo de la chaqueta, arrugada. Apartó de inmediato la mirada cuando él descubrió el escrutinio al que estaba siendo sometido. Juntó ambas manos sobre su regazo. Aquel hombre solo lograba que ella se sintiera inquieta.
—Le dije que no había nada que yo pudiera hacer para ayudarlo. —Intentó sonar calmada y segura de lo que decía.
—Tal vez esto logre hacerle cambiar de opinión. —Colocó la carpeta que había llevado sobre la mesa.
—¿Qué es esto?
—Descúbralo usted misma.
_______ posó su mirada en la carpeta de cartón oscuro que el detective señalaba. Dudó un instante sobre lo que estaba a punto de hacer, pero al no obtener ninguna respuesta de parte de Jared, supo que abrir esa carpeta era lo único que podría sacarla de su confusión.
Levantó la solapa y la cerró de inmediato.
—¡Por Dios! —Un escalofrío le recorrió la espalda—. ¿Qué pretende al mostrarme esto?
—Que conozca la realidad. Es lo único que pretendo de usted —le dijo con seriedad. Podría haberle dicho que también esperaba un poco de comprensión y buena voluntad de su parte, pero se lo aclararía en otro momento.
_______ trató de ponerse de pie, pero él fue más rápido y la sujetó de la muñeca.
—¡Suélteme! —le rogó.
Jared no la soltó; por el contrario, la obligó a sentarse nuevamente, pero _______ se apartó cuando él se acomodó a su lado.
—Es usted la que me obliga a ser grosero y comportarme de este modo —le dijo para justificar su actitud impulsiva.
—¡No puede obligarme a hacer algo que no quiero! —le gritó y lo miró directamente a los ojos.
¿Cómo haría para convencerla de que sólo quería protegerla y no dañarla?
La soltó lentamente, pero no podía dejar de contemplarla. Aun con el temor y la rabia reflejados en sus pupilas, aquellos ojos castaños parecían haber lanzado un hechizo en su contra, y no estaba seguro de querer romperlo.
Después del silencio y la tensión, por fin Jared le habló.
—Lo siento, debería haber sido menos rudo con usted, _______.
_______ se enderezó en el asiento y se cruzó de brazos, como si con aquel gesto pudiera defenderse de aquel hombre y de lo que pretendía con ella.
—Quiero que entienda que si he regresado a verla es porque las cosas han cambiado. —Hizo una pausa para respirar hondo—. Ha vuelto a atacar. —Observó que ella entraba en estado de alerta—. Esta vez nos ha dejado un mensaje.
—¿Un mensaje? —El ceño fruncido le daba el aspecto de una mujer capaz de sobreponerse a sus miedos, pero Jared sabía cuán frágil era en realidad.
—Es mejor que lo vea por usted misma. —Tomó la carpeta y buscó entre las fotografías tomadas al cuerpo sin vida de Tessa Hodgins.
—Creo que ya he visto lo suficiente —le dijo. Sintió náuseas de solo pensar en las imágenes que había visto segundos antes, sabía que tardaría en borrarlas de su mente.
Jared encontró la foto que quería que ella observara y cubrió la mitad con uno de los papeles metidos en la carpeta; no era necesario enfrentarla de nuevo con la imagen del rostro de la muchacha muerta.
_______ lo miró, mientras él hacía el esfuerzo por cubrir la parte más horrible de la foto y la acercaba hacia ella. Antes de descubrir lo que él insistía tanto en mostrarle, volvió a mirarlo a los ojos y logró tranquilizarse, aunque sin conocer la razón de aquella repentina calma.
Leer lo que estaba escrito en el cuerpo de aquella mujer fue devastador para ella.
Experimentó una fuerte presión en la cabeza y creyó que le estallaría en cualquier momento.
—_______, ¿se siente bien? —Jared guardó la fotografía y, sin dudarlo, la tomó de la mano.
Inconscientemente, ella la apretó con fuerza. La mano de Jared estaba tibia, mientras que la de _______ estaba tan fría como un témpano de hielo.
—Me duele la cabeza —susurró y cerró los ojos.
—¿Qué puedo hacer por usted? —Se sentía tan impotente.
—Nada, ya se me pasará. —Se recostó en su lugar y cuando abrió los ojos se dio cuenta de que su mano seguía en la mano de Jared. Con un movimiento rápido, la quitó y se la llevó al pecho—. No puedo creerlo.
—Ahora más que nunca, estoy convencido de que estos crímenes tienen que ver con usted.
—Apretó la mandíbula—. Le ha dejado un mensaje.
Ella volvió a mirarlo y sus ojos estaban húmedos. A Jared se le hizo un nudo en la garganta.
—Comprendo lo difícil y traumático que puede resultar todo esto para usted, pero si no nos ayuda, tal vez, nunca lo atrapemos —le aseguró—. Es un sujeto bastante inteligente y organizado, no deja huellas en las escenas de los crímenes y entra en las casas de sus víctimas sin despertar la mínima sospecha.
—Pero yo no recuerdo nada de él —dijo a punto de llorar—. ¿Cómo puedo serle de utilidad si ni siquiera sé lo que me pasó durante los tres meses que estuve desaparecida?
—Solo le pido que acepte colaborar en el caso. —Reprimió el impulso de apretar nuevamente su mano al ver que una lágrima rodaba por su mejilla—. Iremos despacio y si es necesario, recurriremos a alguna terapia alternativa para hacerle recordar.
_______ lo miró aturdida.
-Qué quiere decir con eso?
—He estado indagando y hay buenas probabilidades de que, si se somete a la hipnosis, pueda recuperar su memoria —explicó.
Ella no pronunció palabra durante un rato. No era la primera vez que alguien le mencionaba la idea de hipnotizarla para recuperar sus recuerdos. Y como aquella primera vez, no estaba tan segura de que eso fuera, en realidad, lo que quería hacer. Era terrible convivir, día a día, con la incertidumbre de no recordar lo que había sucedido en esos tres meses, pero sería más terrible aún descubrir qué había ocurrido realmente con ella durante su cautiverio.
—No lo sé —respondió, por fin.
—Piénselo, sería de mucha ayuda —le dijo. Sentía, por fin, que la barrera que se había creado entre ambos comenzaba a desmoronarse poco a poco.
—_____(d) —dijo ella de repente.
—¿Le trae algún recuerdo ese nombre?
_______ movió la cabeza.
—No, nunca nadie me ha llamado así. —Se mordió el labio inferior—. Al menos, que yo sepa.
—Parece que, al menos, una persona sí la llamaba de esa manera —sentenció Jared.
_______ sintió un escalofrío bajar por su espalda.
—Es extraño.
—¿El qué? —Jared enarcó las cejas.
—Como le he dicho, nadie me llama así; sin embargo, siento que estoy familiarizada con ese nombre.
—Tal vez es un recuerdo que pugna por salir de su mente —adujo él.
—No, ni siquiera es eso, es solo… una sensación. —Quería que comprendiera lo que trataba de explicarle, pero estaba habituada a que la gente se quedara mirándola cada vez que decía algo como aquello. Después de su secuestro, era común despertarse con la sensación de vivir algo ya vivido, o escuchar una melodía por primera vez y tararearla de principio a fin.
Eran sensaciones que la sorprendían de improviso; cualquier cosa podía despertarlas: un perfume, una canción, una imagen. Pero nunca conseguía nada más y cuando se esforzaba por recordar, lo único que obtenía era un terrible dolor de cabeza.
—Entiendo —respondió él. Pero _______ sabía que, en realidad, no era así.
_______ se enjugó las lágrimas con la mano y volvió a clavar sus ojos castaños en él. Aquel hombre esperaba una respuesta de su parte y aunque estaba segura de que se arrepentiría toda la vida por lo que estaba a punto de hacer, no dudó cuando le dijo que aceptaba ayudarlo.
Una amplia sonrisa iluminó el rostro anguloso de Jared Leto.
—Sabía que tarde o temprano me diría que sí.
—¿Es confianza en sí mismo o pura arrogancia? —preguntó mientras se ponía de pie.
—Soy la clase de persona que, cuando se empeña en conseguir algo, hace lo imposible por lograr sus objetivos.
—Lo tendré en cuenta, detective.
—Por favor, llámeme Jared; después de todo, de ahora en adelante, vamos a pasar mucho tiempo juntos.
_______ esbozó una tenue sonrisa. Las palabras del detective quedaron rondando en su mente mientras lo acompañaba hasta la puerta. «Pasar mucho tiempo juntos.» No sabía exactamente a lo que se refería, pero esperaba que él no la presionara demasiado. Se conocía y sabía que no podía desenvolverse bien bajo la presión de los demás.
Antes de marcharse, Jared se volvió y la observó.
—Buscaré al mejor especialista en hipnosis del país si es necesario —le aseguró.
Por un instante, _______ tuvo miedo de su convicción, sobre todo, porque la de ella distaba mucho de la de él.
—¿Puedo pedirle algo?
—Lo que sea.
—No corra; necesito tiempo para habituarme a la idea.
Jared lanzó un suspiro.
—Tiempo, lamentablemente, es lo que no tenemos, _______.
Ella asintió sin decir nada. Él extendió la mano para despedirse y cuando sus manos
volvieron a unirse, ninguno de los dos estuvo ajeno a la corriente de calor que los envolvió.
—Seguimos en contacto —dijo él sin soltarla todavía.
—Tengo su tarjeta —respondió _______.
Sus manos se separaron, pero la sensación que ambos habían compartido permaneció en el aire mucho más tiempo.
No percibieron su presencia; tampoco se dieron cuenta de que estaban siendo observados.
karla Felix
Re: "No me olvides" (Jared Leto y Tu)
_______ se despertó tarde a la mañana siguiente, era su día libre y le gustaba quedarse retozando en la cama durante un buen rato. Extrañaba a su compañero de aventuras, y su semblante se nubló al observar que Otelo no estaba durmiendo a sus pies hecho un ovillo, como cada mañana. Habían pasado tres días desde su desaparición y nadie parecía haberlo visto. Ella y Leslie habían pegado carteles dentro del complejo de viviendas y también en la zona aledaña. Pero nadie había llamado para dar ningún dato, aun con la recompensa de quinientos dólares que ofrecía.
No le había mencionado nada a Kevin todavía y agradecía que él continuara fuera de Fresno supervisando la construcción de una escuela en Easton, porque sabía que lamentaría tanto como ella la desaparición de Otelo.
Se levantó de la cama y observó que el día había amanecido con un sol espléndido y que, a esa hora de la mañana, ya comenzaba a hacer calor. Abrió las cortinas de par en par y dejó que los rayos de sol inundaran la habitación. Estiró los brazos sobre la cabeza, exhaló e inspiró un par de veces y Jared Leto se apoderó de sus pensamientos. Eso la pilló por sorpresa.
Había insistido y finalmente la había convencido. Estaba segura de que con su persuasión, podría conseguir muchas cosas en la vida.
—¿En qué piensas? —Leslie entró a la habitación. Cargaba una bandeja con una taza de café, un par de croissant y un enorme vaso de zumo de pomelo.
—¿Todo eso es para mí?
—Depende.
—¿De qué? —_______ intentó a quitarle la bandeja a su amiga, pero Leslie la apartó a un lado.
—De que me digas en qué o en quién estabas pensando cuando he entrado.
—En nadie —soltó enseguida _______.
—¡Ah! Entonces estabas pensando en alguien y no en alguna cosa. —Leslie entrecerró los ojos.
_______ intentó arrebatarle la bandeja una vez más, pero fue inútil.
—¿Qué diferencia hay?
—Mucha. —Finalmente le entregó la bandeja y se sentó a su lado en la cama—. Apuesto a que no me va a costar mucho adivinarlo.
_______ se encogió de hombros.
—¿Es el detective guapo, verdad?
Ella se metió un trozo de croissant en la boca para no responderle.
—Tu silencio es bastante elocuente, amiga.
_______ tragó la crujiente masa y la miró.
—¡No he dicho nada porque no podía hablar! ¡Estaba comiendo!
—Tú di lo que quieras, pero sé que no me equivoco. —Entrelazó los dedos sobre su regazo—.
Ha venido a verte tan solo un par de veces y sin embargo sé que te ha impactado.
_______ frunció el ceño y sonrió nerviosa.
—Estás equivocada. —Miró su reloj—. Son más de las diez, ¿no llegas tarde a la oficina?
—Si piensas que vas a evadir hablar del tema, te advierto que no lo vas a lograr. —Se puso de pie e hizo un ademán con los brazos—. ¡No me niegues la posibilidad de ilusionarme con la idea de que, por fin, te gusta un hombre después de no sé cuánto tiempo!
—Lamentaré decepcionarte, entonces —respondió.
—Será mejor que continuemos con esta charla luego, si no me voy, mi jefe me va a matar.
Se despidieron con un beso en la mejilla.
—¡Ah, lo olvidaba! —Leslie le gritó desde las escaleras—. ¡Ha llegado un paquete para ti, lo he dejado en la mesita de la sala!
—¡Está bien! —respondió _______.
Se terminó el desayuno y como la curiosidad era más urgente que su ducha matinal, bajó hasta la sala para buscar el paquete que le habían enviado. Seguramente era algún obsequio que le mandaba su hermano. Desde lo de su secuestro vivía consintiéndola y debía reconocer que le agradaba sentirse mimada por él. Kevin era su única familia y siempre habían estado muy unidos, en especial después de quedarse solos cuando eran ambos adolescentes.
Bajó corriendo las escaleras y la vio de inmediato. Una enorme caja cuadrada forrada en papel celofán color rojo. Se acercó y buscó alguna tarjeta, pero no la halló. Pensó que la encontraría dentro, rompió el envoltorio y lo arrojó al suelo. Parecía una niña que ansiaba abrir su regalo la mañana de Navidad, hasta sonreía como una. Pero esa sonrisa se congeló cuando quitó la tapa y descubrió, por fin, lo que se escondía en el interior de la caja.
Sus gritos de espanto retumbaron en el silencio de aquella soleada mañana de verano.
Perdon, por no haberles subido capitulo diario por como una semana o nose cuantos dias, esque me castigaron y me quitaron todo lo que tenga que ver con internet o aparatos electronicos, Fue horrible! :( Pero ahora ya podre subirles capitulo diario como lo prometido.
BIENVENIDAS! a las nuevas lectoras! Espero que les Guste el cap Besos y saludos para todas! amo sus comentarios:)
No le había mencionado nada a Kevin todavía y agradecía que él continuara fuera de Fresno supervisando la construcción de una escuela en Easton, porque sabía que lamentaría tanto como ella la desaparición de Otelo.
Se levantó de la cama y observó que el día había amanecido con un sol espléndido y que, a esa hora de la mañana, ya comenzaba a hacer calor. Abrió las cortinas de par en par y dejó que los rayos de sol inundaran la habitación. Estiró los brazos sobre la cabeza, exhaló e inspiró un par de veces y Jared Leto se apoderó de sus pensamientos. Eso la pilló por sorpresa.
Había insistido y finalmente la había convencido. Estaba segura de que con su persuasión, podría conseguir muchas cosas en la vida.
—¿En qué piensas? —Leslie entró a la habitación. Cargaba una bandeja con una taza de café, un par de croissant y un enorme vaso de zumo de pomelo.
—¿Todo eso es para mí?
—Depende.
—¿De qué? —_______ intentó a quitarle la bandeja a su amiga, pero Leslie la apartó a un lado.
—De que me digas en qué o en quién estabas pensando cuando he entrado.
—En nadie —soltó enseguida _______.
—¡Ah! Entonces estabas pensando en alguien y no en alguna cosa. —Leslie entrecerró los ojos.
_______ intentó arrebatarle la bandeja una vez más, pero fue inútil.
—¿Qué diferencia hay?
—Mucha. —Finalmente le entregó la bandeja y se sentó a su lado en la cama—. Apuesto a que no me va a costar mucho adivinarlo.
_______ se encogió de hombros.
—¿Es el detective guapo, verdad?
Ella se metió un trozo de croissant en la boca para no responderle.
—Tu silencio es bastante elocuente, amiga.
_______ tragó la crujiente masa y la miró.
—¡No he dicho nada porque no podía hablar! ¡Estaba comiendo!
—Tú di lo que quieras, pero sé que no me equivoco. —Entrelazó los dedos sobre su regazo—.
Ha venido a verte tan solo un par de veces y sin embargo sé que te ha impactado.
_______ frunció el ceño y sonrió nerviosa.
—Estás equivocada. —Miró su reloj—. Son más de las diez, ¿no llegas tarde a la oficina?
—Si piensas que vas a evadir hablar del tema, te advierto que no lo vas a lograr. —Se puso de pie e hizo un ademán con los brazos—. ¡No me niegues la posibilidad de ilusionarme con la idea de que, por fin, te gusta un hombre después de no sé cuánto tiempo!
—Lamentaré decepcionarte, entonces —respondió.
—Será mejor que continuemos con esta charla luego, si no me voy, mi jefe me va a matar.
Se despidieron con un beso en la mejilla.
—¡Ah, lo olvidaba! —Leslie le gritó desde las escaleras—. ¡Ha llegado un paquete para ti, lo he dejado en la mesita de la sala!
—¡Está bien! —respondió _______.
Se terminó el desayuno y como la curiosidad era más urgente que su ducha matinal, bajó hasta la sala para buscar el paquete que le habían enviado. Seguramente era algún obsequio que le mandaba su hermano. Desde lo de su secuestro vivía consintiéndola y debía reconocer que le agradaba sentirse mimada por él. Kevin era su única familia y siempre habían estado muy unidos, en especial después de quedarse solos cuando eran ambos adolescentes.
Bajó corriendo las escaleras y la vio de inmediato. Una enorme caja cuadrada forrada en papel celofán color rojo. Se acercó y buscó alguna tarjeta, pero no la halló. Pensó que la encontraría dentro, rompió el envoltorio y lo arrojó al suelo. Parecía una niña que ansiaba abrir su regalo la mañana de Navidad, hasta sonreía como una. Pero esa sonrisa se congeló cuando quitó la tapa y descubrió, por fin, lo que se escondía en el interior de la caja.
Sus gritos de espanto retumbaron en el silencio de aquella soleada mañana de verano.
Perdon, por no haberles subido capitulo diario por como una semana o nose cuantos dias, esque me castigaron y me quitaron todo lo que tenga que ver con internet o aparatos electronicos, Fue horrible! :( Pero ahora ya podre subirles capitulo diario como lo prometido.
BIENVENIDAS! a las nuevas lectoras! Espero que les Guste el cap Besos y saludos para todas! amo sus comentarios:)
karla Felix
Re: "No me olvides" (Jared Leto y Tu)
Nooooo, no la podes dejar ahi!!! Esta muy buena
Abru Somerhalder
Re: "No me olvides" (Jared Leto y Tu)
Buenísimo el capitulo... ¿que hiciste para que te castigaran? .. a mi nunca me castigan siempre dicen que lo van a hacer, pero nunca lo hacen..
Rosie M. ♥
Re: "No me olvides" (Jared Leto y Tu)
-Capitulo 5
Maraton! 1/3
Recostado en su cama dio mil vueltas aquella mañana. Apenas había logrado pegar ojo en toda la noche. La excitación y la adrenalina que corrían por su cuerpo se lo habían impedido.
Se había habituado a que el vértigo fluyera por sus venas y encendiera su sangre hasta el punto incluso de quemarse con ella.
Era una sensación que lo acompañaba desde hacía tanto tiempo que no podía recordar cuándo había comenzado con exactitud. Tal vez todo había empezado aquella noche de verano cuando, por fin, se había decidido a dar el siguiente paso: el gran paso.
Esbozó una sonrisa de complacencia, y el sol que entraba a través de la ventana iluminó su rostro y le hizo parecer más perverso aún.
Recordaba el día que la había visto por primera vez. Ese día nunca se lo podría quitar de la cabeza. Había sido para él como descubrir un mundo nuevo, un mundo que le había sido negado con crueldad. Era preciosa; con su larga cabellera castaña recogida en una trenza y su andar deliciosamente femenino había logrado captar su atención desde el primer momento. Adoraba escuchar su risa cuando pasaba por el pasillo de la universidad junto a sus amigas. Se conformaba con eso, lo poco que obtenía de ella había sido suficiente al comienzo. La admiraba, la amaba en secreto, como si hacerlo fuese un pecado. Ella ni siquiera lo miraba, jamás le había prestado atención; sin embargo, él sabía que ella le pertenecía.
De un modo diferente, sagrado, le había sido asignada para convertirse en el amor de su vida. Era una diosa de carne y hueso, tan cercana y al alcance de la mano, y al mismo tiempo, parecía pertenecer a otro mundo; un mundo donde él no tenía cabida, porque simplemente, ella desconocía su existencia.
Había ensayado muchas veces encerrado en su cuarto la manera de acercarse a ella y hablarle de los sentimientos que despertaba en él, pero sus intenciones de hacerlo quedaban siempre en vanos intentos. Tenía miedo, miedo de hacer el ridículo ante ella y de obtener solo su rechazo. Prefirió seguir amándola y admirándola en secreto desde la oscuridad, un lugar en donde se sentía cómodo y a salvó.
Pero un día todo eso cambió. Supo que todo había cambiado cuando la vio abrazada a uno de los jugadores del equipo de baloncesto de la universidad. Podía sentir cómo se le desgarraba el corazón en pedazos mientras la veía sonreír entre los brazos del otro. Esa risa que debía estar destinada solo para él y nadie más. Eran una de las parejas más populares de todo el campus y él debía ser testigo de cómo le estaba siendo arrebatada la mujer que había nacido para convertirse, un día, en su eterna compañera. Quería compartir el resto de la vida con ella, tenerla a su lado, cuidarla y amarla como nadie más lo haría. Estaban hechos el uno para el otro y ningún deportista engreído detendría la rueda del destino que había comenzado a rodar el mismo instante en que sus caminos se cruzaron por primera vez.
Sintió rabia, celos, un anhelo incontrolable de apartarla, no solo de quien se la estaba robando, sino de todo el mundo también. Aborrecía que otro estuviera disfrutando con lo que le pertenecía solo a él.
Entonces decidió dar finalmente ese gran paso que una y mil veces había imaginado en su cabeza, noche tras noche, tumbado en su cama. Se había visto tantas veces hacerlo que sería la cosa más sencilla del mundo.
Era una noche calurosa y esperaba verla salir de la biblioteca, como cada jueves, y observarla bajar los ocho escalones que conducían a la calle con el garbo que la caracterizaba. Había sido más fácil de lo que había pensado; iba sola y la parada de autobuses estaba desierta. Él seguía contemplándola mientras ella hojeaba uno de los libros que sostenía en los brazos.
Recordaba con exactitud lo que llevaba puesto. Tenía un vestido de algodón color rosa viejo que caía suelto sobre su cuerpo y le llegaba hasta la altura de las rodillas. Si aspiraba con fuerza pasta podía percibir el aroma a gardenias que despedían sus cabellos. Parecía llevar su olor impregnado todavía, a pesar de haber pasado ya cuatro años desde aquella noche en que sus sueños se habían convertido finalmente en realidad.
Una mueca de fastidio surcó su rostro. Por un momento había creído que todo su plan se vendría abajo cuando el jugador de baloncesto apareció y le ofreció llevarla hasta su casa. El mismo sudor frío que le provocó aquella inesperada aparición le volvió a recorrer la espalda. No podía arrebatársela de nuevo, ella debía marcharse de aquel lugar solo con él. El «no» que ella repitió categóricamente un par de veces fue un sonido dulce que resonó en sus oídos. Se sintió regocijado, pleno de nuevas esperanzas cuando lo vio marcharse en su coche. Lo había rechazado, tal vez había comprendido por fin, que no era a él a quien estaba destinada, que había alguien más a quien entregarle su corazón, alguien que había esperado por ella desde siempre. Alguien que le demostraría el verdadero significado del amor y de vivir eternamente junto al ser que se ama.
Se sentó en la cama, su corazón había comenzado a latir más fuerte. Recordar el instante en que por primera vez la había tenido entre sus brazos siempre era devastador y reconfortante al mismo tiempo. Después de internarse con ella entre los arbustos del parque desde donde la había estado espiando, la apoyó con cuidado sobre la hierba mojada por el rocío y le cogió las manos. Estaba dormida y respiraba lentamente, el olor a gardenias de su cabello se mezclaba con el hedor del cloroformo. Le acomodó la trenza sobre el pecho y le acarició la mejilla. Su piel era tan suave como la había soñado. Ella era exactamente como la había imaginado, hermosa, sublime, mágica, pero tan real como la vida misma.
Destinada por siempre a él.
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Trató de llegar lo más rápido posible, pero el tráfico de Fresno parecía haberse vuelto en su contra aquella mañana. Había recibido la llamada de _______ quince minutos antes y se le había hecho un nudo en la garganta al escucharla llorar horrorizada a través del teléfono. No había podido decirle mucho, pero entre el llanto descontrolado y el estado de shock, lo único que había llegado a entender era que alguien había muerto.
Cuando el amontonamiento de coches comenzó a disiparse apretó el acelerador. Segundos después escuchó las sirenas de un coche patrulla que iba detrás de él. Con el ánimo encrespado se detuvo junto a la acera y lanzo una maldición mientras el oficial se acercaba.
—¿Sabe que en esta zona no puede ir a más de ochenta kilómetros por hora?
Jared no podía perder tiempo. Sacó la placa de su chaqueta y se la mostró.
—Soy detective y estoy en medio de un caso de asesinato —le dijo y justificó así la alta velocidad.
El oficial se agachó para observar la identificación y después de quitarse las gafas de sol le extendió, de todos modos, la multa.
—Envíela a la División de Crímenes Violentos —le indicó y antes de que pudiera decirle algo más, volvió a poner el pie en el acelerador y se marcho a toda velocidad.
Lo que menos le importaba en ese momento era recibir una multa por sobrepasar los límites de velocidad en una zona residencial; ya se encargarían en el departamento de que él la pagara. Lo primordial era _______; verla y saber lo que había sucedido. Un temor profundo lo embargó, el temor de saberla en peligro y no poder hacer nada para salvarla. Si alguien de su círculo íntimo había sido asesinado solo podía significar una cosa: el asesino estaba más cerca de lo que pensaba. Y si estaba cerca, no tardaría en llegar hasta ella. No lo permitiría, nadie le haría daño, ya había sufrido demasiado y si dependía de él, no volvería a sufrir una vez más.
La gran reja que flanqueaba la entrada al vasto complejo de máxima seguridad, conocido como Pacific View, se estaba cerrando tras haberle permitido el paso a una camioneta. Jared apretó con más fuerza el acelerador y logró colarse antes de que la reja de hierro forjado se volviese a cerrar. Observó la caseta del vigilante y lo saludó con la mano. Ya lo conocía de las dos ocasiones en las que había estado allí, de otro modo, ya lo tendría detrás de él con el objeto de detenerlo.
La camioneta seguía delante de él y parecía tomar su mismo rumbo. Lo comprobó cuando se detuvo frente al jardín de _______ y un hombre alto vestido con vaqueros y camisa de leñador se bajó y caminó a toda prisa hasta la casa.
La puerta principal se abrió antes de que el hombre alcanzara el porche. _______ salió corriendo y se arrojó a sus brazos mientras lloraba desesperada.
Jared los observó detenidamente y dudó por un instante si debía aproximarse o esperar. Seguían abrazados; desde donde estaba podía distinguir cómo las manos delgadas de _______ se aferraban con fuerza a la espalda del hombre mientras él le acariciaba el cabello y le besaba la cabeza una y otra vez.
Experimentó una punzada de celos, una absurda sensación que no tenía explicación. Por un momento, se imaginó a sí mismo en el lugar de aquel hombre y el hormigueo que le recorrió las entrañas provocó que se moviera impaciente en el asiento. Una inquietud que aumentó cuando _______ notó su presencia y se quedó mirándolo fijamente. Sus dedos se crisparon alrededor del volante, luego, lanzó un suspiro, abrió la portezuela del Mustang y se bajó. A medida que se acercaba el hormigueo aumentaba y se convirtió en tensión cuando estuvo frente a ellos.
—Señorita Carmichael —saludó.
El hombre se giró impetuoso y lo observó minuciosamente con el ceño fruncido.
—¿Usted sabe el verdadero apellido de _______? —pregunto atónito.
Jared estaba a punto de responder, pero _______ se le adelantó.
—Kevin, es el detective Leto. Yo misma lo he llamado —dijo algo más calmada.
—¿Leto? —El asombro parecía haber aumentado.
—Sí, Kevin, es hijo del teniente Leto.
Jared extendió la mano para presentarse formalmente ante el hombre que segundos antes abrazaba y consolaba a _______ con tanta ternura.
—Jared Leto.
El semblante rudo en el rostro de Kevin cambió hasta desvanecerse casi por completo.
—Mi nombre es Kevin Carmichael, y soy el hermano de _______ —anunció.
Jared sintió alivio al oír la palabra «hermano». Sus músculos se relajaron y pudo esbozar una sonrisa.
—¿Es usted su hermano? —preguntó, como si necesitara que se lo volviera a confirmar.
—Sí, su hermano mayor.
—Antes de llamarlo a usted, he llamado a Kevin —dijo _______ aferrada todavía al brazo de su hermano.
—Ha hecho bien —le respondió. Esperaba no estar causando la impresión incorrecta, se sentía increíblemente torpe por haber pensado lo que no era y luego, al descubrir la verdad, haber experimentado un alivio casi irracional—. ¿Qué ha sucedido? —Necesitaba con urgencia meterse en su rol de detective antes de seguir haciendo el ridículo. —Es… es Otelo —respondió _______, mientras escondía otra vez la cabeza en el hombro de su hermano.
—Es su gato —explicó Kevin rápidamente—. Desapareció hace tres días y esta mañana algún maniático le ha enviado su cabeza envuelta en una manta como obsequio.
Jared la miró pero ella seguía abrazada a su hermano con el rostro vuelto.
—Será mejor que entremos —indicó él.
—No quiero. —La voz de _______ era apenas un susurro.
—Entraremos por la cocina y te prepararé una tila. —Kevin la tomó del rostro y depositó un beso breve en su frente.
—Será lo mejor —convino Jared sin apartar la mirada—. Yo iré a revisar mientras llegan los peritos y los refuerzos que he pedido.
Kevin asintió y se llevó a _______ hacia la parte lateral de la casa. Jared entró en la casa pero por la puerta principal. Antes de acceder a la sala se colocó los guantes de látex y caminó hacia la mesa donde estaba el paquete. La tapa estaba tirada en el suelo, justo delante de la mesa. Una especie de manta de color azul asomaba a través de los bordes de la caja. Una masa de pelos y sangre descansaba en su interior. Los ojos verdes del gato estaban abiertos y por completo opacos. El hocico estaba un poco torcido y se podían ver sus colmillos blancos relucir en medio de la sangre que ya se había oxidado y le daba un aspecto más espantoso todavía al pobre animal. Sabía que no podía mover nada, entonces, se arrodilló y observó la tapa de cartón con cuidado. No había nada escrito en ella; echó un vistazo alrededor en busca de alguna tarjeta, un mensaje, pero no lo halló.
Tampoco le hacía falta, sabía perfectamente quién había sido el autor de aquel acto tan atroz.
—¡Vaya, nunca habría creído que llegaría a ver ese ángulo de ti! —exclamó Rachel al entrar en la sala y ver a su compañero arrodillado con los codos apoyados sobre el suelo y con el trasero hacia arriba.
Jared se levanto de inmediato y se acomodó los pantalones.
—¡Y todavía no has visto lo mejor! —le respondió él para seguirle el juego. Se arrepintió enseguida, cuando vio aparecer a _______ en la puerta de la cocina. No quería que pensara que estaba bromeando en un momento tan doloroso para ella.
Kevin la tomo del brazo y la llevo hasta el sofá.
—Habría sido mejor que se quedara en la cocina, _______ —le dijo.
—No, no puedo permanecer ajena a todo esto —respondió e intentó recobrar un poco la compostura.
Observó por un instante a la mujer que estaba junto al detective y con la que parecía compartircierta intimidad.
Jared se apresuro a hacer las presentaciones pertinentes y cuando el perito forense llegó al lugar, le salió al encuentro y dejó a Rachel con los hermanos.
—Señorita Carmichael, ¿ha sido usted misma quien ha recogido el paquete? —preguntó Rachel y así dio comienzo a su interrogatorio.
_______ sacudió la cabeza.
—No, no. Esta mañana, antes de irse a su trabajo, Leslie me ha dicho que había llegado un paquete.
—Tendremos que hablar con ella.
—Leslie trabaja hasta la tarde, es asistente del Editor en Jefe del Fresno Bee —le informó _______.
—La caja no tiene ninguna tarjeta, tampoco nada que indique que haya sido enviada por alguna tienda de regalos —dijo Rachel pensativa.
Kevin Carmichael frunció el ceño.
—¿Está tratando de decir que la han traído hasta aquí personalmente?
_______ no pudo evitar alarmarse mientras esperaba la respuesta de la detective.
—No lo sabemos; no hasta que hablemos con la señorita…
—Banks, el apellido de Leslie es Banks —respondió Kevin, tan consternado como su hermana.
—Sabremos más cuando el perito termine su trabajo —les anunció con seriedad.
Los tres lanzaron una mirada al hombre que había llegado minutos antes y que continuaba hablando con Jared Leto mientras revisaba con cuidado el paquete que contenía la cabeza del pobre Otelo. Lo vieron asentir con un leve movimiento de cabeza y acercarse luego a ellos.
Se paró junto a su compañera y miró a _______, que recostaba la cabeza en el hombro de su hermano.
—Señorita Carmichael, el perito se llevará la caja con los restos de… —hizo memoria para recordar el nombre del gato—… de Otelo.
Ella asintió en silencio.
—Jared, deberíamos hablar con la señorita Banks, ha sido ella quien ha recogido el paquete —anunció Rachel y se volvió hacia él.
—Está bien.
—Será mejor que vayamos cuanto antes.
Jared volvió a asentir, pero algo le impedía moverse y marcharse de aquella casa. _______ estaba en peligro y su temor más grande era que ella fuera la próxima víctima.
—_______, ¿podríamos hablar un momento a solas?
Detrás del dolor que reflejaban sus ojos castaños,Jared percibió asombro. No fue la única. Rachel frunció el ceño, intrigada por el extraño pedido que había hecho su compañero.
—Podemos hablar en la cocina —respondió ella y se puso de pie.
—Perfecto.
La siguió a muy corta distancia y, de forma inconsciente, respiró hondo para beber el aroma que despedía su piel, una mezcla floral absolutamente embriagadora. _______ le dio paso
y cerró la puerta tras de sí.
—¿Qué es lo que quiere hablar conmigo en privado?
Jared se pasó la mano por la cabeza antes de clavar sus ojos verdes en los de ella.
—Señorita Carmichael, _______ —comenzó a decir—, lo que ha sucedido esta mañana ha sido, en verdad, espantoso para usted y antes que nada, quería decirle que lo siento mucho.
—Gracias.
—No sabemos aún si esto tiene que ver con el asesinato de las tres chicas, pero debemos considerar seriamente la posibilidad de que sea así.
_______ se cruzó de brazos para evitar que el temblor se hiciera más fuerte.
—Pero ¿usted está seguro de que es él?
Jared solo pudo asentir; no le mentiría, no cuando su vida era la que estaba en juego.
—¿Y también está seguro de que es solo cuestión de tiempo que venga a por mí? —_______ pronunciaba aquellas palabras como si se estuviera refiriendo a otra persona, como si así lograse apartar el peligro que comenzaba a cernirse en torno a ella.
—Es muy probable, sobre todo si se trata del hombre que la secuestró hace cuatro años —alegó mientras se acercaba.
Apoyó su mano en el brazo de _______ que seguía contra su pecho.
—Debería considerar la posibilidad de mudarse de aquí —le dijo con suavidad.
Ella se quedó un instante observando la mano que rozaba su brazo. Sin poder explicarlo aquel gesto había logrado que su temblor desapareciera casi por completo.
—No.
Su respuesta sonó cortante, como si estuviera segura de lo que estaba diciendo.
—Pero…
Levantó la mirada y trató de mostrarse serena.
—De ningún modo voy a permitir que ese maniático me obligue a abandonar mi hogar, hacer eso sería demostrarle que está logrando su objetivo y no estoy dispuesta a seguir su juego.
Jared siempre había admirado el valor en una mujer pero aunque _______ quisiera aparentar entereza, sabía que solo era una mujer vulnerable frágil: una mujer que necesitaba protección.
—_______, piénselo. Aún no sabemos cómo ha llegado esa caja hasta usted, pero sea del modo que haya sido, solo significa una cosa —hizo una pausa— él sabe dónde encontrarla.
Su mano apretó con un poco más de fuerza su brazo; era placentero sentir la piel suave y tibia de _______ contra la suya. Ella intentó ponerle fin a aquel contacto, no porque le molestara, sino porque estaba provocando un mar de sensaciones que se arremolinaban en su interior.
—Usted mismo ha podido darse cuenta de que el lugar en donde vivo es casi una fortaleza, un complejo privado en el que es difícil introducirse sin ser visto; hay vigilancia las veinticuatro horas y cámaras de video por todas partes.
—Lo sé, y si él ha estado aquí será de gran utilidad toda esa tecnología, pero de todos modos me sentiría más tranquilo si considerase la posibilidad de marcharse de aquí, apuesto a que su hermano también lo estaría. ¿Por qué no se muda con él?
—De ningún modo. Kevin vive en Clovis, es totalmente independiente y no quiero que cargue de nuevo conmigo, fue suficiente que tuviera que hacerlo cuando reaparecí después de mi secuestro. Me cuidó y dejó su propia vida de lado. No puedo hacerle pasar por todo esto una vez más —afirmó y se soltó finalmente con un paso hacia atrás.
—No creo que su hermano piense lo mismo, sobre todo si se encuentra usted en una situación peligrosa.
_______ negó con la cabeza de manera enérgica.
—Le voy a pedir un favor, detective.
Jared se preparó para escucharla, pero presentía lo que estaba a punto de pedirle.
—No le mencione a Kevin la posibilidad de mudarme de aquí. Lo conozco y no dudará un segundo en llevarme con él.
¿Cómo podía negarse cuando la mirada de aquella mujer parecía calarle hasta el alma? Podría haber protestado e inventar mil motivos y decirle que era por su propia seguridad, sin embargo, la determinación que vio en sus ojos se lo impidió. Intentó tranquilizarse y pensar que, tal vez, todo el asunto de la caja había sido solo una broma macabra, que nada tenía que ver con los asesinatos y con su secuestro. Pero sabía que no era así.
—Bien, como prefiera —dijo por fin—. Mi compañera y yo hablaremos con su amiga Leslie, pero antes pasaremos por la caseta del guardia para averiguar si ha visto algo y requisaremos las cintas de video.
—Está bien.
Jared se dio media vuelta y se detuvo cuando ella le toco el hombro.
—Gracias —le dijo. Él la miró, y _______ retiro la mano de inmediato, sus ojos marrones podían quemar más que la piel curtida de sus manos.
—No me lo agradezca, solo quiero que sepa que no estoy de acuerdo con su decisión.
—Lo sé.
Rachel intentaba seguirle el paso a su compañero, pero entre los zapatos de tacón alto que había decidido llevar esa mañana y el suelo pedregoso, era una misión difícil de conseguir.
Se estaban dirigiendo a la entrada de aquel complejo de lujosas viviendas que se parecía a una fortaleza privada, para hablar con el guardia y conseguir algún dato que los llevara a descubrir quién había enviado la caja.
—¡Leto! ¿Sucede algo? —preguntó Rachel mientras caminaba un par de metros detrás de él.
Jared se detuvo para permitirle alcanzarlo y lanzó un soplido.
—Reconozco esa mirada —dijo ella y se puso a su lado—. Estás preocupado y creo saber por qué.
—¡Debería haber aceptado mi sugerencia de abandonar este lugar y marcharse con su hermano! —despotricó. No quería estar enfadado, pero la impotencia y la inquietud eran dos sensaciones que solo lograban alterarlo.
—¡Cálmate, Jared! —Le dio una palmadita en el hombro.
—No puedo, Rachel. Sabes mejor que yo, que lo que ha sucedido no es un hecho aislado, incluso antes de obtener las pruebas necesarias para confirmarlo.
—Veo que al menos tu olfato detectivesco sigue intacto; lamento decirte que no puedo decir lo mismo de tu objetividad.
—¿Qué diablos quieres decir con eso, Parker? —Su rostro se contrajo y formó unas arrugas alrededor de sus ojos.
—Soy mujer, Leto.
—¡Eso ya lo sé!
—Y como tal, puedo percibir ciertas cosas que los hombres pasan por alto.
Jared hizo un gesto mientras levantaba ambas manos.
—¿Y?
—Me he dado cuenta, por ejemplo, del modo en que la miras. —Estudió la reacción de su compañero.
—No la miro de ningún modo en especial —refutó y detuvo su andar—. Solo… solo me he quedado impactado por el parecido de _______ con las víctimas.
Mentía y lo hacía deliberadamente.
—¡Vamos, Jared! Ya sabías lo de su semejanza con las tres chicas muertas, ¡hasta has visto su foto en el expediente del caso de su secuestro!
—Sí, pero verla en persona es una cosa muy diferente —se justificó.
—Sí, claro, sin duda lo ha sido. —Rachel asintió con la cabeza un par de veces.
—Mira, Parker, esta conversación no tiene sentido y no nos lleva a ningún lado. —Reanudó la marcha—.Será mejor que hablemos con el guardia y veamos si podemos conseguir las cintas.
—Sin una orden, lo veo difícil.
—Esperemos que ponga un poco de buena voluntad.
Se presentaron al guardia y le hicieron algunas preguntas. Les contó que, muy temprano esa mañana, un niño que paseaba en su bicicleta había aparecido con el paquete que, según decía, debía entregar en persona. Les dijo también que nunca lo había visto antes por allí, por lo que dedujeron que no vivía en aquella zona. Cuando le pidieron la cinta de video de esa mañana y el guardia les dijo que la cámara se había estropeado el día anterior, se desanimaron y no tuvieron más remedio que contar solamente con lo que los ojos de aquel hombre, ya mayor, habían visto. Rachel anotó la descripción del niño y aunque sabían que sería como buscar una aguja en un pajar, debían aferrarse a cualquier indicio para lograr avanzar en la investigación.
—¿Seguro que vas a estar bien, hermanita?
Lo que menos deseaba _______ era preocupar a su hermano mayor. Prefirió mentirle solo para tranquilizarlo y evitar que nuevamente se convirtiera en su sombra.
—Lo estaré, Kevin —le aseguró.
—¿A qué hora regresa Leslie?
—A eso de las seis.
—Bien, me quedare contigo hasta que ella regrese.
_______ acarició la mejilla pecosa de su hermano.
—No es necesario, Kevin; además, debes regresar a Clovis. Sabes que no me gusta que conduzcas de noche —le recordó.
—¿Olvidas quién es el hermano mayor aquí? —Le sonrió y le apretó la mano contra su rostro.
—No, pero a veces me hace bien saber que yo también puedo cuidarte a ti.
Kevin la abrazó de repente e _______ presintió su temor.
—_______, no podría soportar si algo malo te sucediera. No podría volver a pasar por lo mismo otra vez. Cuando desapareciste de la universidad aquella noche, mi mundo se derrumbó por completo y no hubo un solo día durante esos tres meses, en que no me sintiera morir al ver que pasaba el tiempo y no sabía nada de ti.
_______ se apartó y tomó el rostro de su hermano entre sus manos.
—Lo sé y habría deseado que no pasaras por semejante situación.
—Si hubiese ido por ti esa noche nada habría ocurrido. Fue culpa mía.
Ella le puso el dedo índice sobre los labios.
—Cállate, no digas eso. No vuelvas a repetirlo jamás —le ordenó e hizo un esfuerzo enorme por controlar las lágrimas.
Kevin intentó esbozar una sonrisa.
—Cuando me llamaron de Loma Linda para decirme que habías aparecido, no lo podía creer; es decir, nunca perdí las esperanzas de que te encontrarían, pero el temor de no volverte a ver era devastador.
—Y desde entonces te has ocupado de mí, me has cuidado y has procurado que nada me faltase.
—Tenía que hacerlo. Era mi deber, _______; no solo porque soy tu hermano mayor, sino porque solamente nos tenemos el uno al otro.
—No sabes lo que has significado para mí, Kevin. Sé que cuando éramos niños peleábamos mucho —odiaba ponerse melancólica.
—Sí, ¡sobre todo cuando me sentía el mejor cirujano de toda California y usaba a tus muñecas como mis pacientes!
Ambos rieron al traer aquellas imágenes de su infancia al presente.
—Recuerdo que tú habías encontrado un modo de vengarte —dijo Kevin y fingió enojo.
—¡Era lo menos que podía hacer! —se defendió _______. No podía precisar el número de balones que le había pinchado; solo recordaba lo furioso que se ponía Kevin cuando los descubría debajo de su cama.
—¡Se te ponía toda la cara roja de la rabia!
—¡Eran mis balones!
—¡Y eran mis muñecas!
Se volvieron a abrazar, pero esa vez una sonrisa se dibujaba en sus rostros.
—Kevin, no es necesario que te quedes —le dijo unos minutos después mientras tomaban un refresco sentados en los escalones del porche.
—Déjame hacerlo, _______; además, quiero saludar a Leslie. —Bebió un pequeño sorbo—. Hace tiempo que no la veo.
_______ observó a su hermano con atención. No estaba muy segura de sus sentimientos hacia su mejor amiga, pero sí sabía que Leslie se derretía por él desde que tenía quince años. Siempre había soñado con la posibilidad de verlos juntos y de que un día la convirtieran en tía.
—Creo que la última vez fue en su cumpleaños, ¿no?
Kevin asintió y desvió la mirada de los ojos suspicaces de su hermana.
—¿Sigue tan maniática de la limpieza como siempre?
—Como siempre. Deberías ver cómo se altera si dejo una toalla húmeda tirada en el suelo del baño, o si la cocina queda hecha un desastre cada vez que me pongo a preparar algún plato. —Hizo una pausa—. Creo que está en su naturaleza, solo necesita de alguien que le haga ver que su obsesión no tiene sentido.
Kevin la interrumpió; sabía el rumbo que estaba tomando aquella conversación.
—¿Qué tal tu trabajo en la editorial? —preguntó para esquivar el tema.
—Perfecto. Jennie confía plenamente en mi capacidad y me ha encargado uno de los proyectos más importantes que la editorial tiene este año —respondió entusiasmada.
—¿De qué se trata?
—Sunrise Press va a lanzar una colección de libros de arte y Jennie quiere que no solo me encargue del diseño, sino también de la elección de los contenidos.
—¡Eso es estupendo, _______!
—Sí, sabes que amo mi trabajo como diseñadora, pero mi verdadera pasión es el arte.
—Lo llevas en la sangre. Recuerdo cuando mamá nos contaba que su abuelo era un reconocido artista en Inglaterra, incluso había trabajado para la Reina y había pintado unos cuadros que decoraban una de las paredes del Palacio Real.
_______ asintió. Ella misma había escuchado, cientos de veces, la historia del abuelo Henry Forrester, que había vivido en Inglaterra a finales del siglo XIX. Cansaba a su madre pidiéndole que se la contara y anhelaba poder visitar aquel lugar algún día y contemplar las pinturas de su bisabuelo en persona.
—Aún tienes pendiente ese viaje a Londres.
—Sí. Tal vez el próximo año pueda escaparme y cumplir ese sueño que tengo desde niña —dijo con la emoción instalada en sus ojos.
—_______, no quiero quitarte la ilusión ni mucho menos, pero —dejó el vaso de refresco casi vacío sobre el suelo de madera— no podemos hacer como si nada hubiera sucedido. Lo de Otelo ha sido espeluznante, y las sospechas de la policía.
—¿Qué es lo que te han dicho?
—Cuando el detective Leto y tú os habéis ido a hablar en privado a la cocina he aprovechado para hacerle algunas preguntas a su compañera.
—Kevin.
—Estaba preocupado por ti, _______. Debía saber lo que estaba sucediendo. —Había evitado hablarle del asunto pero como la hora de marcharse y dejarla sola se estaba acercando no le quedó más remedio que hacerlo—. ¿Por qué no me habías mencionado nada de los asesinatos?
_______ percibió el reproche en sus palabras.
—No quería alarmarte, Kevin. Tal vez no tenga nada que ver…
—La policía piensa que sí —la interrumpió agitado.
No dijo nada, no había nada que pudiera decir para tranquilizar a su hermano si a ella también la asaltaban las mismas sospechas y el mismo miedo.
—¿Te quedas hasta que vuelva Leslie? —preguntó y buscó su mano para aferrarla entre las suyas.
—Me quedo, sí. —Una sensación conocida ya para él lo embargó casi de inmediato.
Ambos se quedaron allí, con la mirada clavada en el firmamento, conscientes de que, tal vez, sería solo cuestión de tiempo antes de que todo volviera a ocurrir.
Maraton! 1/3
Recostado en su cama dio mil vueltas aquella mañana. Apenas había logrado pegar ojo en toda la noche. La excitación y la adrenalina que corrían por su cuerpo se lo habían impedido.
Se había habituado a que el vértigo fluyera por sus venas y encendiera su sangre hasta el punto incluso de quemarse con ella.
Era una sensación que lo acompañaba desde hacía tanto tiempo que no podía recordar cuándo había comenzado con exactitud. Tal vez todo había empezado aquella noche de verano cuando, por fin, se había decidido a dar el siguiente paso: el gran paso.
Esbozó una sonrisa de complacencia, y el sol que entraba a través de la ventana iluminó su rostro y le hizo parecer más perverso aún.
Recordaba el día que la había visto por primera vez. Ese día nunca se lo podría quitar de la cabeza. Había sido para él como descubrir un mundo nuevo, un mundo que le había sido negado con crueldad. Era preciosa; con su larga cabellera castaña recogida en una trenza y su andar deliciosamente femenino había logrado captar su atención desde el primer momento. Adoraba escuchar su risa cuando pasaba por el pasillo de la universidad junto a sus amigas. Se conformaba con eso, lo poco que obtenía de ella había sido suficiente al comienzo. La admiraba, la amaba en secreto, como si hacerlo fuese un pecado. Ella ni siquiera lo miraba, jamás le había prestado atención; sin embargo, él sabía que ella le pertenecía.
De un modo diferente, sagrado, le había sido asignada para convertirse en el amor de su vida. Era una diosa de carne y hueso, tan cercana y al alcance de la mano, y al mismo tiempo, parecía pertenecer a otro mundo; un mundo donde él no tenía cabida, porque simplemente, ella desconocía su existencia.
Había ensayado muchas veces encerrado en su cuarto la manera de acercarse a ella y hablarle de los sentimientos que despertaba en él, pero sus intenciones de hacerlo quedaban siempre en vanos intentos. Tenía miedo, miedo de hacer el ridículo ante ella y de obtener solo su rechazo. Prefirió seguir amándola y admirándola en secreto desde la oscuridad, un lugar en donde se sentía cómodo y a salvó.
Pero un día todo eso cambió. Supo que todo había cambiado cuando la vio abrazada a uno de los jugadores del equipo de baloncesto de la universidad. Podía sentir cómo se le desgarraba el corazón en pedazos mientras la veía sonreír entre los brazos del otro. Esa risa que debía estar destinada solo para él y nadie más. Eran una de las parejas más populares de todo el campus y él debía ser testigo de cómo le estaba siendo arrebatada la mujer que había nacido para convertirse, un día, en su eterna compañera. Quería compartir el resto de la vida con ella, tenerla a su lado, cuidarla y amarla como nadie más lo haría. Estaban hechos el uno para el otro y ningún deportista engreído detendría la rueda del destino que había comenzado a rodar el mismo instante en que sus caminos se cruzaron por primera vez.
Sintió rabia, celos, un anhelo incontrolable de apartarla, no solo de quien se la estaba robando, sino de todo el mundo también. Aborrecía que otro estuviera disfrutando con lo que le pertenecía solo a él.
Entonces decidió dar finalmente ese gran paso que una y mil veces había imaginado en su cabeza, noche tras noche, tumbado en su cama. Se había visto tantas veces hacerlo que sería la cosa más sencilla del mundo.
Era una noche calurosa y esperaba verla salir de la biblioteca, como cada jueves, y observarla bajar los ocho escalones que conducían a la calle con el garbo que la caracterizaba. Había sido más fácil de lo que había pensado; iba sola y la parada de autobuses estaba desierta. Él seguía contemplándola mientras ella hojeaba uno de los libros que sostenía en los brazos.
Recordaba con exactitud lo que llevaba puesto. Tenía un vestido de algodón color rosa viejo que caía suelto sobre su cuerpo y le llegaba hasta la altura de las rodillas. Si aspiraba con fuerza pasta podía percibir el aroma a gardenias que despedían sus cabellos. Parecía llevar su olor impregnado todavía, a pesar de haber pasado ya cuatro años desde aquella noche en que sus sueños se habían convertido finalmente en realidad.
Una mueca de fastidio surcó su rostro. Por un momento había creído que todo su plan se vendría abajo cuando el jugador de baloncesto apareció y le ofreció llevarla hasta su casa. El mismo sudor frío que le provocó aquella inesperada aparición le volvió a recorrer la espalda. No podía arrebatársela de nuevo, ella debía marcharse de aquel lugar solo con él. El «no» que ella repitió categóricamente un par de veces fue un sonido dulce que resonó en sus oídos. Se sintió regocijado, pleno de nuevas esperanzas cuando lo vio marcharse en su coche. Lo había rechazado, tal vez había comprendido por fin, que no era a él a quien estaba destinada, que había alguien más a quien entregarle su corazón, alguien que había esperado por ella desde siempre. Alguien que le demostraría el verdadero significado del amor y de vivir eternamente junto al ser que se ama.
Se sentó en la cama, su corazón había comenzado a latir más fuerte. Recordar el instante en que por primera vez la había tenido entre sus brazos siempre era devastador y reconfortante al mismo tiempo. Después de internarse con ella entre los arbustos del parque desde donde la había estado espiando, la apoyó con cuidado sobre la hierba mojada por el rocío y le cogió las manos. Estaba dormida y respiraba lentamente, el olor a gardenias de su cabello se mezclaba con el hedor del cloroformo. Le acomodó la trenza sobre el pecho y le acarició la mejilla. Su piel era tan suave como la había soñado. Ella era exactamente como la había imaginado, hermosa, sublime, mágica, pero tan real como la vida misma.
Destinada por siempre a él.
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Trató de llegar lo más rápido posible, pero el tráfico de Fresno parecía haberse vuelto en su contra aquella mañana. Había recibido la llamada de _______ quince minutos antes y se le había hecho un nudo en la garganta al escucharla llorar horrorizada a través del teléfono. No había podido decirle mucho, pero entre el llanto descontrolado y el estado de shock, lo único que había llegado a entender era que alguien había muerto.
Cuando el amontonamiento de coches comenzó a disiparse apretó el acelerador. Segundos después escuchó las sirenas de un coche patrulla que iba detrás de él. Con el ánimo encrespado se detuvo junto a la acera y lanzo una maldición mientras el oficial se acercaba.
—¿Sabe que en esta zona no puede ir a más de ochenta kilómetros por hora?
Jared no podía perder tiempo. Sacó la placa de su chaqueta y se la mostró.
—Soy detective y estoy en medio de un caso de asesinato —le dijo y justificó así la alta velocidad.
El oficial se agachó para observar la identificación y después de quitarse las gafas de sol le extendió, de todos modos, la multa.
—Envíela a la División de Crímenes Violentos —le indicó y antes de que pudiera decirle algo más, volvió a poner el pie en el acelerador y se marcho a toda velocidad.
Lo que menos le importaba en ese momento era recibir una multa por sobrepasar los límites de velocidad en una zona residencial; ya se encargarían en el departamento de que él la pagara. Lo primordial era _______; verla y saber lo que había sucedido. Un temor profundo lo embargó, el temor de saberla en peligro y no poder hacer nada para salvarla. Si alguien de su círculo íntimo había sido asesinado solo podía significar una cosa: el asesino estaba más cerca de lo que pensaba. Y si estaba cerca, no tardaría en llegar hasta ella. No lo permitiría, nadie le haría daño, ya había sufrido demasiado y si dependía de él, no volvería a sufrir una vez más.
La gran reja que flanqueaba la entrada al vasto complejo de máxima seguridad, conocido como Pacific View, se estaba cerrando tras haberle permitido el paso a una camioneta. Jared apretó con más fuerza el acelerador y logró colarse antes de que la reja de hierro forjado se volviese a cerrar. Observó la caseta del vigilante y lo saludó con la mano. Ya lo conocía de las dos ocasiones en las que había estado allí, de otro modo, ya lo tendría detrás de él con el objeto de detenerlo.
La camioneta seguía delante de él y parecía tomar su mismo rumbo. Lo comprobó cuando se detuvo frente al jardín de _______ y un hombre alto vestido con vaqueros y camisa de leñador se bajó y caminó a toda prisa hasta la casa.
La puerta principal se abrió antes de que el hombre alcanzara el porche. _______ salió corriendo y se arrojó a sus brazos mientras lloraba desesperada.
Jared los observó detenidamente y dudó por un instante si debía aproximarse o esperar. Seguían abrazados; desde donde estaba podía distinguir cómo las manos delgadas de _______ se aferraban con fuerza a la espalda del hombre mientras él le acariciaba el cabello y le besaba la cabeza una y otra vez.
Experimentó una punzada de celos, una absurda sensación que no tenía explicación. Por un momento, se imaginó a sí mismo en el lugar de aquel hombre y el hormigueo que le recorrió las entrañas provocó que se moviera impaciente en el asiento. Una inquietud que aumentó cuando _______ notó su presencia y se quedó mirándolo fijamente. Sus dedos se crisparon alrededor del volante, luego, lanzó un suspiro, abrió la portezuela del Mustang y se bajó. A medida que se acercaba el hormigueo aumentaba y se convirtió en tensión cuando estuvo frente a ellos.
—Señorita Carmichael —saludó.
El hombre se giró impetuoso y lo observó minuciosamente con el ceño fruncido.
—¿Usted sabe el verdadero apellido de _______? —pregunto atónito.
Jared estaba a punto de responder, pero _______ se le adelantó.
—Kevin, es el detective Leto. Yo misma lo he llamado —dijo algo más calmada.
—¿Leto? —El asombro parecía haber aumentado.
—Sí, Kevin, es hijo del teniente Leto.
Jared extendió la mano para presentarse formalmente ante el hombre que segundos antes abrazaba y consolaba a _______ con tanta ternura.
—Jared Leto.
El semblante rudo en el rostro de Kevin cambió hasta desvanecerse casi por completo.
—Mi nombre es Kevin Carmichael, y soy el hermano de _______ —anunció.
Jared sintió alivio al oír la palabra «hermano». Sus músculos se relajaron y pudo esbozar una sonrisa.
—¿Es usted su hermano? —preguntó, como si necesitara que se lo volviera a confirmar.
—Sí, su hermano mayor.
—Antes de llamarlo a usted, he llamado a Kevin —dijo _______ aferrada todavía al brazo de su hermano.
—Ha hecho bien —le respondió. Esperaba no estar causando la impresión incorrecta, se sentía increíblemente torpe por haber pensado lo que no era y luego, al descubrir la verdad, haber experimentado un alivio casi irracional—. ¿Qué ha sucedido? —Necesitaba con urgencia meterse en su rol de detective antes de seguir haciendo el ridículo. —Es… es Otelo —respondió _______, mientras escondía otra vez la cabeza en el hombro de su hermano.
—Es su gato —explicó Kevin rápidamente—. Desapareció hace tres días y esta mañana algún maniático le ha enviado su cabeza envuelta en una manta como obsequio.
Jared la miró pero ella seguía abrazada a su hermano con el rostro vuelto.
—Será mejor que entremos —indicó él.
—No quiero. —La voz de _______ era apenas un susurro.
—Entraremos por la cocina y te prepararé una tila. —Kevin la tomó del rostro y depositó un beso breve en su frente.
—Será lo mejor —convino Jared sin apartar la mirada—. Yo iré a revisar mientras llegan los peritos y los refuerzos que he pedido.
Kevin asintió y se llevó a _______ hacia la parte lateral de la casa. Jared entró en la casa pero por la puerta principal. Antes de acceder a la sala se colocó los guantes de látex y caminó hacia la mesa donde estaba el paquete. La tapa estaba tirada en el suelo, justo delante de la mesa. Una especie de manta de color azul asomaba a través de los bordes de la caja. Una masa de pelos y sangre descansaba en su interior. Los ojos verdes del gato estaban abiertos y por completo opacos. El hocico estaba un poco torcido y se podían ver sus colmillos blancos relucir en medio de la sangre que ya se había oxidado y le daba un aspecto más espantoso todavía al pobre animal. Sabía que no podía mover nada, entonces, se arrodilló y observó la tapa de cartón con cuidado. No había nada escrito en ella; echó un vistazo alrededor en busca de alguna tarjeta, un mensaje, pero no lo halló.
Tampoco le hacía falta, sabía perfectamente quién había sido el autor de aquel acto tan atroz.
—¡Vaya, nunca habría creído que llegaría a ver ese ángulo de ti! —exclamó Rachel al entrar en la sala y ver a su compañero arrodillado con los codos apoyados sobre el suelo y con el trasero hacia arriba.
Jared se levanto de inmediato y se acomodó los pantalones.
—¡Y todavía no has visto lo mejor! —le respondió él para seguirle el juego. Se arrepintió enseguida, cuando vio aparecer a _______ en la puerta de la cocina. No quería que pensara que estaba bromeando en un momento tan doloroso para ella.
Kevin la tomo del brazo y la llevo hasta el sofá.
—Habría sido mejor que se quedara en la cocina, _______ —le dijo.
—No, no puedo permanecer ajena a todo esto —respondió e intentó recobrar un poco la compostura.
Observó por un instante a la mujer que estaba junto al detective y con la que parecía compartircierta intimidad.
Jared se apresuro a hacer las presentaciones pertinentes y cuando el perito forense llegó al lugar, le salió al encuentro y dejó a Rachel con los hermanos.
—Señorita Carmichael, ¿ha sido usted misma quien ha recogido el paquete? —preguntó Rachel y así dio comienzo a su interrogatorio.
_______ sacudió la cabeza.
—No, no. Esta mañana, antes de irse a su trabajo, Leslie me ha dicho que había llegado un paquete.
—Tendremos que hablar con ella.
—Leslie trabaja hasta la tarde, es asistente del Editor en Jefe del Fresno Bee —le informó _______.
—La caja no tiene ninguna tarjeta, tampoco nada que indique que haya sido enviada por alguna tienda de regalos —dijo Rachel pensativa.
Kevin Carmichael frunció el ceño.
—¿Está tratando de decir que la han traído hasta aquí personalmente?
_______ no pudo evitar alarmarse mientras esperaba la respuesta de la detective.
—No lo sabemos; no hasta que hablemos con la señorita…
—Banks, el apellido de Leslie es Banks —respondió Kevin, tan consternado como su hermana.
—Sabremos más cuando el perito termine su trabajo —les anunció con seriedad.
Los tres lanzaron una mirada al hombre que había llegado minutos antes y que continuaba hablando con Jared Leto mientras revisaba con cuidado el paquete que contenía la cabeza del pobre Otelo. Lo vieron asentir con un leve movimiento de cabeza y acercarse luego a ellos.
Se paró junto a su compañera y miró a _______, que recostaba la cabeza en el hombro de su hermano.
—Señorita Carmichael, el perito se llevará la caja con los restos de… —hizo memoria para recordar el nombre del gato—… de Otelo.
Ella asintió en silencio.
—Jared, deberíamos hablar con la señorita Banks, ha sido ella quien ha recogido el paquete —anunció Rachel y se volvió hacia él.
—Está bien.
—Será mejor que vayamos cuanto antes.
Jared volvió a asentir, pero algo le impedía moverse y marcharse de aquella casa. _______ estaba en peligro y su temor más grande era que ella fuera la próxima víctima.
—_______, ¿podríamos hablar un momento a solas?
Detrás del dolor que reflejaban sus ojos castaños,Jared percibió asombro. No fue la única. Rachel frunció el ceño, intrigada por el extraño pedido que había hecho su compañero.
—Podemos hablar en la cocina —respondió ella y se puso de pie.
—Perfecto.
La siguió a muy corta distancia y, de forma inconsciente, respiró hondo para beber el aroma que despedía su piel, una mezcla floral absolutamente embriagadora. _______ le dio paso
y cerró la puerta tras de sí.
—¿Qué es lo que quiere hablar conmigo en privado?
Jared se pasó la mano por la cabeza antes de clavar sus ojos verdes en los de ella.
—Señorita Carmichael, _______ —comenzó a decir—, lo que ha sucedido esta mañana ha sido, en verdad, espantoso para usted y antes que nada, quería decirle que lo siento mucho.
—Gracias.
—No sabemos aún si esto tiene que ver con el asesinato de las tres chicas, pero debemos considerar seriamente la posibilidad de que sea así.
_______ se cruzó de brazos para evitar que el temblor se hiciera más fuerte.
—Pero ¿usted está seguro de que es él?
Jared solo pudo asentir; no le mentiría, no cuando su vida era la que estaba en juego.
—¿Y también está seguro de que es solo cuestión de tiempo que venga a por mí? —_______ pronunciaba aquellas palabras como si se estuviera refiriendo a otra persona, como si así lograse apartar el peligro que comenzaba a cernirse en torno a ella.
—Es muy probable, sobre todo si se trata del hombre que la secuestró hace cuatro años —alegó mientras se acercaba.
Apoyó su mano en el brazo de _______ que seguía contra su pecho.
—Debería considerar la posibilidad de mudarse de aquí —le dijo con suavidad.
Ella se quedó un instante observando la mano que rozaba su brazo. Sin poder explicarlo aquel gesto había logrado que su temblor desapareciera casi por completo.
—No.
Su respuesta sonó cortante, como si estuviera segura de lo que estaba diciendo.
—Pero…
Levantó la mirada y trató de mostrarse serena.
—De ningún modo voy a permitir que ese maniático me obligue a abandonar mi hogar, hacer eso sería demostrarle que está logrando su objetivo y no estoy dispuesta a seguir su juego.
Jared siempre había admirado el valor en una mujer pero aunque _______ quisiera aparentar entereza, sabía que solo era una mujer vulnerable frágil: una mujer que necesitaba protección.
—_______, piénselo. Aún no sabemos cómo ha llegado esa caja hasta usted, pero sea del modo que haya sido, solo significa una cosa —hizo una pausa— él sabe dónde encontrarla.
Su mano apretó con un poco más de fuerza su brazo; era placentero sentir la piel suave y tibia de _______ contra la suya. Ella intentó ponerle fin a aquel contacto, no porque le molestara, sino porque estaba provocando un mar de sensaciones que se arremolinaban en su interior.
—Usted mismo ha podido darse cuenta de que el lugar en donde vivo es casi una fortaleza, un complejo privado en el que es difícil introducirse sin ser visto; hay vigilancia las veinticuatro horas y cámaras de video por todas partes.
—Lo sé, y si él ha estado aquí será de gran utilidad toda esa tecnología, pero de todos modos me sentiría más tranquilo si considerase la posibilidad de marcharse de aquí, apuesto a que su hermano también lo estaría. ¿Por qué no se muda con él?
—De ningún modo. Kevin vive en Clovis, es totalmente independiente y no quiero que cargue de nuevo conmigo, fue suficiente que tuviera que hacerlo cuando reaparecí después de mi secuestro. Me cuidó y dejó su propia vida de lado. No puedo hacerle pasar por todo esto una vez más —afirmó y se soltó finalmente con un paso hacia atrás.
—No creo que su hermano piense lo mismo, sobre todo si se encuentra usted en una situación peligrosa.
_______ negó con la cabeza de manera enérgica.
—Le voy a pedir un favor, detective.
Jared se preparó para escucharla, pero presentía lo que estaba a punto de pedirle.
—No le mencione a Kevin la posibilidad de mudarme de aquí. Lo conozco y no dudará un segundo en llevarme con él.
¿Cómo podía negarse cuando la mirada de aquella mujer parecía calarle hasta el alma? Podría haber protestado e inventar mil motivos y decirle que era por su propia seguridad, sin embargo, la determinación que vio en sus ojos se lo impidió. Intentó tranquilizarse y pensar que, tal vez, todo el asunto de la caja había sido solo una broma macabra, que nada tenía que ver con los asesinatos y con su secuestro. Pero sabía que no era así.
—Bien, como prefiera —dijo por fin—. Mi compañera y yo hablaremos con su amiga Leslie, pero antes pasaremos por la caseta del guardia para averiguar si ha visto algo y requisaremos las cintas de video.
—Está bien.
Jared se dio media vuelta y se detuvo cuando ella le toco el hombro.
—Gracias —le dijo. Él la miró, y _______ retiro la mano de inmediato, sus ojos marrones podían quemar más que la piel curtida de sus manos.
—No me lo agradezca, solo quiero que sepa que no estoy de acuerdo con su decisión.
—Lo sé.
Rachel intentaba seguirle el paso a su compañero, pero entre los zapatos de tacón alto que había decidido llevar esa mañana y el suelo pedregoso, era una misión difícil de conseguir.
Se estaban dirigiendo a la entrada de aquel complejo de lujosas viviendas que se parecía a una fortaleza privada, para hablar con el guardia y conseguir algún dato que los llevara a descubrir quién había enviado la caja.
—¡Leto! ¿Sucede algo? —preguntó Rachel mientras caminaba un par de metros detrás de él.
Jared se detuvo para permitirle alcanzarlo y lanzó un soplido.
—Reconozco esa mirada —dijo ella y se puso a su lado—. Estás preocupado y creo saber por qué.
—¡Debería haber aceptado mi sugerencia de abandonar este lugar y marcharse con su hermano! —despotricó. No quería estar enfadado, pero la impotencia y la inquietud eran dos sensaciones que solo lograban alterarlo.
—¡Cálmate, Jared! —Le dio una palmadita en el hombro.
—No puedo, Rachel. Sabes mejor que yo, que lo que ha sucedido no es un hecho aislado, incluso antes de obtener las pruebas necesarias para confirmarlo.
—Veo que al menos tu olfato detectivesco sigue intacto; lamento decirte que no puedo decir lo mismo de tu objetividad.
—¿Qué diablos quieres decir con eso, Parker? —Su rostro se contrajo y formó unas arrugas alrededor de sus ojos.
—Soy mujer, Leto.
—¡Eso ya lo sé!
—Y como tal, puedo percibir ciertas cosas que los hombres pasan por alto.
Jared hizo un gesto mientras levantaba ambas manos.
—¿Y?
—Me he dado cuenta, por ejemplo, del modo en que la miras. —Estudió la reacción de su compañero.
—No la miro de ningún modo en especial —refutó y detuvo su andar—. Solo… solo me he quedado impactado por el parecido de _______ con las víctimas.
Mentía y lo hacía deliberadamente.
—¡Vamos, Jared! Ya sabías lo de su semejanza con las tres chicas muertas, ¡hasta has visto su foto en el expediente del caso de su secuestro!
—Sí, pero verla en persona es una cosa muy diferente —se justificó.
—Sí, claro, sin duda lo ha sido. —Rachel asintió con la cabeza un par de veces.
—Mira, Parker, esta conversación no tiene sentido y no nos lleva a ningún lado. —Reanudó la marcha—.Será mejor que hablemos con el guardia y veamos si podemos conseguir las cintas.
—Sin una orden, lo veo difícil.
—Esperemos que ponga un poco de buena voluntad.
Se presentaron al guardia y le hicieron algunas preguntas. Les contó que, muy temprano esa mañana, un niño que paseaba en su bicicleta había aparecido con el paquete que, según decía, debía entregar en persona. Les dijo también que nunca lo había visto antes por allí, por lo que dedujeron que no vivía en aquella zona. Cuando le pidieron la cinta de video de esa mañana y el guardia les dijo que la cámara se había estropeado el día anterior, se desanimaron y no tuvieron más remedio que contar solamente con lo que los ojos de aquel hombre, ya mayor, habían visto. Rachel anotó la descripción del niño y aunque sabían que sería como buscar una aguja en un pajar, debían aferrarse a cualquier indicio para lograr avanzar en la investigación.
—¿Seguro que vas a estar bien, hermanita?
Lo que menos deseaba _______ era preocupar a su hermano mayor. Prefirió mentirle solo para tranquilizarlo y evitar que nuevamente se convirtiera en su sombra.
—Lo estaré, Kevin —le aseguró.
—¿A qué hora regresa Leslie?
—A eso de las seis.
—Bien, me quedare contigo hasta que ella regrese.
_______ acarició la mejilla pecosa de su hermano.
—No es necesario, Kevin; además, debes regresar a Clovis. Sabes que no me gusta que conduzcas de noche —le recordó.
—¿Olvidas quién es el hermano mayor aquí? —Le sonrió y le apretó la mano contra su rostro.
—No, pero a veces me hace bien saber que yo también puedo cuidarte a ti.
Kevin la abrazó de repente e _______ presintió su temor.
—_______, no podría soportar si algo malo te sucediera. No podría volver a pasar por lo mismo otra vez. Cuando desapareciste de la universidad aquella noche, mi mundo se derrumbó por completo y no hubo un solo día durante esos tres meses, en que no me sintiera morir al ver que pasaba el tiempo y no sabía nada de ti.
_______ se apartó y tomó el rostro de su hermano entre sus manos.
—Lo sé y habría deseado que no pasaras por semejante situación.
—Si hubiese ido por ti esa noche nada habría ocurrido. Fue culpa mía.
Ella le puso el dedo índice sobre los labios.
—Cállate, no digas eso. No vuelvas a repetirlo jamás —le ordenó e hizo un esfuerzo enorme por controlar las lágrimas.
Kevin intentó esbozar una sonrisa.
—Cuando me llamaron de Loma Linda para decirme que habías aparecido, no lo podía creer; es decir, nunca perdí las esperanzas de que te encontrarían, pero el temor de no volverte a ver era devastador.
—Y desde entonces te has ocupado de mí, me has cuidado y has procurado que nada me faltase.
—Tenía que hacerlo. Era mi deber, _______; no solo porque soy tu hermano mayor, sino porque solamente nos tenemos el uno al otro.
—No sabes lo que has significado para mí, Kevin. Sé que cuando éramos niños peleábamos mucho —odiaba ponerse melancólica.
—Sí, ¡sobre todo cuando me sentía el mejor cirujano de toda California y usaba a tus muñecas como mis pacientes!
Ambos rieron al traer aquellas imágenes de su infancia al presente.
—Recuerdo que tú habías encontrado un modo de vengarte —dijo Kevin y fingió enojo.
—¡Era lo menos que podía hacer! —se defendió _______. No podía precisar el número de balones que le había pinchado; solo recordaba lo furioso que se ponía Kevin cuando los descubría debajo de su cama.
—¡Se te ponía toda la cara roja de la rabia!
—¡Eran mis balones!
—¡Y eran mis muñecas!
Se volvieron a abrazar, pero esa vez una sonrisa se dibujaba en sus rostros.
—Kevin, no es necesario que te quedes —le dijo unos minutos después mientras tomaban un refresco sentados en los escalones del porche.
—Déjame hacerlo, _______; además, quiero saludar a Leslie. —Bebió un pequeño sorbo—. Hace tiempo que no la veo.
_______ observó a su hermano con atención. No estaba muy segura de sus sentimientos hacia su mejor amiga, pero sí sabía que Leslie se derretía por él desde que tenía quince años. Siempre había soñado con la posibilidad de verlos juntos y de que un día la convirtieran en tía.
—Creo que la última vez fue en su cumpleaños, ¿no?
Kevin asintió y desvió la mirada de los ojos suspicaces de su hermana.
—¿Sigue tan maniática de la limpieza como siempre?
—Como siempre. Deberías ver cómo se altera si dejo una toalla húmeda tirada en el suelo del baño, o si la cocina queda hecha un desastre cada vez que me pongo a preparar algún plato. —Hizo una pausa—. Creo que está en su naturaleza, solo necesita de alguien que le haga ver que su obsesión no tiene sentido.
Kevin la interrumpió; sabía el rumbo que estaba tomando aquella conversación.
—¿Qué tal tu trabajo en la editorial? —preguntó para esquivar el tema.
—Perfecto. Jennie confía plenamente en mi capacidad y me ha encargado uno de los proyectos más importantes que la editorial tiene este año —respondió entusiasmada.
—¿De qué se trata?
—Sunrise Press va a lanzar una colección de libros de arte y Jennie quiere que no solo me encargue del diseño, sino también de la elección de los contenidos.
—¡Eso es estupendo, _______!
—Sí, sabes que amo mi trabajo como diseñadora, pero mi verdadera pasión es el arte.
—Lo llevas en la sangre. Recuerdo cuando mamá nos contaba que su abuelo era un reconocido artista en Inglaterra, incluso había trabajado para la Reina y había pintado unos cuadros que decoraban una de las paredes del Palacio Real.
_______ asintió. Ella misma había escuchado, cientos de veces, la historia del abuelo Henry Forrester, que había vivido en Inglaterra a finales del siglo XIX. Cansaba a su madre pidiéndole que se la contara y anhelaba poder visitar aquel lugar algún día y contemplar las pinturas de su bisabuelo en persona.
—Aún tienes pendiente ese viaje a Londres.
—Sí. Tal vez el próximo año pueda escaparme y cumplir ese sueño que tengo desde niña —dijo con la emoción instalada en sus ojos.
—_______, no quiero quitarte la ilusión ni mucho menos, pero —dejó el vaso de refresco casi vacío sobre el suelo de madera— no podemos hacer como si nada hubiera sucedido. Lo de Otelo ha sido espeluznante, y las sospechas de la policía.
—¿Qué es lo que te han dicho?
—Cuando el detective Leto y tú os habéis ido a hablar en privado a la cocina he aprovechado para hacerle algunas preguntas a su compañera.
—Kevin.
—Estaba preocupado por ti, _______. Debía saber lo que estaba sucediendo. —Había evitado hablarle del asunto pero como la hora de marcharse y dejarla sola se estaba acercando no le quedó más remedio que hacerlo—. ¿Por qué no me habías mencionado nada de los asesinatos?
_______ percibió el reproche en sus palabras.
—No quería alarmarte, Kevin. Tal vez no tenga nada que ver…
—La policía piensa que sí —la interrumpió agitado.
No dijo nada, no había nada que pudiera decir para tranquilizar a su hermano si a ella también la asaltaban las mismas sospechas y el mismo miedo.
—¿Te quedas hasta que vuelva Leslie? —preguntó y buscó su mano para aferrarla entre las suyas.
—Me quedo, sí. —Una sensación conocida ya para él lo embargó casi de inmediato.
Ambos se quedaron allí, con la mirada clavada en el firmamento, conscientes de que, tal vez, sería solo cuestión de tiempo antes de que todo volviera a ocurrir.
karla Felix
Re: "No me olvides" (Jared Leto y Tu)
-Capitulo 6-
Maraton! 2/3
—Soy el detective Leto y esta es mi compañera, la detective Parker. —La recepcionista del Fresno Bee, uno de los periódicos más prestigiosos de la ciudad, los miró de arriba abajo mientras se preguntaba qué estarían buscando ese par de policías que parecían salidos de alguna serie de televisión que el canal local trasmitía cada jueves por la noche y que ella nunca se perdía. Debía reconocer que el hombre que estaba frente a ella, recostado sobre el mostrador, era más guapo que el protagonista de su serie favorita.
—¿En qué puedo ayudarles? —les preguntó a ambos, pero su atención estaba centrada en Jared.
Rachel había pasado casi desapercibida para la mujer morena que lucía una camisa de color violeta exageradamente escotada.
—Buscamos a la señorita Leslie Banks. —Jared le sonrió y provocó que la joven se ruborizara.
—Leslie es la asistente del señor Phillips, su oficina está en el segundo piso —le informó.
—Gracias, preciosa.
Rachel le dio un codazo mientras esperaban que el ascensor que acababa de bajar se vaciara.
Jared le respondió con una sonrisa. Sabía que a su compañera no le gustaba ser ignorada casi por completo, sobre todo porque cuando se lo proponía, podía parar hasta el tráfico.
—Ya nos tocará un recepcionista de sexo masculino —le dijo él mientras fingía pesar.
Rachel no dijo nada pero el fuego que destilaban sus ojos lo decía todo.
—De vez en cuando deberías dejarme usar mi propio encanto —comentó Jared, mientras entraban al ascensor.
—Solo espero que lo uses en la dirección correcta —le espetó ella.
Jared supo de inmediato a qué se refería. Su compañera había percibido algo en su actitud hacia _______ Carmichael, y ese algo le estaba molestando. Trabajaban juntos desde hacía dos años y se conocían muy bien. Él sabía que si Rachel le decía aquello, era solo porque estaba preocupada por él.
Temía que perdiera objetividad y eso lo llevara a un punto del cual ya no habría retorno.
El viaje hasta el segundo piso se hizo en completo silencio; sin embargo ambos sabían que había un tema pendiente por tratar y que debían hacerlo lo antes posible.
Leslie reconoció a Jared de inmediato y le hizo señas de que se acercara a su escritorio apenas lo vio.
—¡Detective Leto, qué sorpresa! —Se levantó de la silla y lo invitó a sentarse a él y a la mujer que lo acompañaba.
—Ella es Rachel Parker, mi compañera.
—Un placer conocerla.
—Igualmente, señorita Banks.
—¿En qué puedo serles de utilidad? —Cerró una carpeta que estaba revisando antes de que ellos llegaran y les sonrió.
—Estamos aquí para hacerle algunas preguntas —dijo Jared y le devolvió la sonrisa.
—Adelante.
—Esta mañana ha llegado un paquete a la casa que comparte con _______.
Leslie asintió y Rachel se sorprendió por el tono que usaba su compañero para referirse a _______ Carmichael.
—El paquete me lo entregó un niño; me dijo que Jim, el guardia que vigila el acceso al complejo, le había dejado entrar.
—¿Le dijo algo más?
Leslie frunció el ceño, no entendía a que venían tantas preguntas.
—Solo que traía un obsequio para _______. ¿Por qué me están interrogando sobre esto? ¿Ha sucedido algo?
—En el paquete estaba la cabeza envuelta del gato de la señorita Carmichael —explicó Rachel.
—¡Oh, por Dios! —El grito de Leslie lo oyó todo el personal que se encontraba trabajando aquella mañana—. ¡El pobre Otelo!
—¡Leslie! ¿Estás bien? —Un hombre que llegó casi corriendo a pesar de su cojera se abalanzó sobre ella—. ¡Tu grito de espanto nos ha alarmado!
Leslie puso su mano sobre el hombro de su nuevo compañero de trabajo.
—Sí, Peter, es solo que… —No pudo continuar. Miró a Jared y buscó en su mirada algo que le dijera que lo que acababa de oír no era verdad. La comprensión que percibió en los ojos del detective no dejaba lugar para las dudas—. ¡Dios mío, qué crueldad! ¿Cómo está _______?
—Su hermano Kevin está con ella —respondió Jared.
—¿Kevin está en Fresno?
—Así es, _______ ha sido quien lo ha llamado.
—Ha hecho bien, necesitará de su hermano en un momento como este. —Se soltó de la mano de Peter y le agradeció por su apoyo.
—Estoy para servirte, Leslie —le dijo, pero no se movió de su lugar; parecía estar esperando que ella le presentara a las personas que habían venido a traerle aquella mala noticia.
Leslie se dio cuenta de inmediato.
—Perdón por mi falta de cortesía. —Intentó esbozar una sonrisa—. Detectives, él es mi compañero,
Peter Franklin, una de las últimas adquisiciones que ha hecho el periódico y un gran reportero. Peter, ellos son los detectives Leto y Parker.
El hombre rodeó el escritorio y extendió el brazo para estrechar con fuerza las manos de los policías.
—Es un placer.
—Señor Franklin.
—Llámeme Peter, por favor, si no, me siento tan viejo como el Franklin que viene en los billetes de cien dólares —bromeó.
Jared apenas festejó su chiste, solo quería continuar haciéndole preguntas a la amiga de _______.
—Si nos disculpa, debemos hablar en privado con la señorita Banks.
—¡Oh, por supuesto! Lo lamento, solo estoy estorbando. No todos los días nos topamos con verdaderos detectives aquí en la oficina. Ha sido un placer. —Se dirigió a Leslie—. Nos vemos luego,Leslie.
—Sí, Peter, gracias.
Cuando volvieron a quedarse a solas con ella, Jared arremetió de nuevo con las preguntas.
—¿Recuerda alguna característica del niño? El oficial nos ha brindado una descripción, pero tal vez usted nos pueda decir algo más.
—Me temo que no pueda agregar nada más de lo que dijo Jim. Era un niño pelirrojo, de unos doce o trece años. Conducía una bicicleta, una de esas que se usan en las montañas, con llantas más gruesas que las demás.
Ambos asintieron.
—Llevaba un buzo de los Falcons. —Se quedó pensando un momento—. Recuerdo que me dijo que tenía entradas para el próximo partido que se jugará en la ciudad.
Jared y Rachel se miraron. Habían logrado mucho más de lo que esperaban.
—¿Algo más? —preguntó Jared.
—No, me comentó eso y me dijo que le entregara el paquete a _______.
—Está bien, muchas gracias por atendernos, señorita Banks. —Jared se puso de pie.
—Su testimonio nos ha sido muy útil —comentó Rachel y se paró junto a su compañero.
—Espero que sí. —Aún estaba consternada por lo de la cabeza del gato en la caja, pero agradeció
recordar todo lo que pudo del muchacho que se la había entregado esa mañana.
Jared y Rachel abandonaron la enorme oficina en donde el repiquetear de los teclados y el murmullo de la gente volvían, lentamente, a apoderarse del lugar una vez más. Antes de subir al ascensor, Peter Franklin, con su rostro afable, los saludó agitando su mano en el aire.
_______ observaba con atención a su hermano; la impaciencia se reflejaba en su rostro cada vez que echaba un vistazo al reloj.
—Leslie llegará de un momento a otro —le dijo.
Habían entrado en la casa y Kevin se había ofrecido a ayudarla a preparar la cena. _______ vació un paquete de arroz dentro de una cacerola de agua hirviendo y le pidió a su hermano que le alcanzara una de las cucharas de madera que colgaban de la pared.
—Ten.
—Gracias. —Revolvió para evitar que se pegara y cubrió la cacerola con la tapa—. Supongo que vas a quedarte a cenar.
Kevin se rascó la barbilla.
—No lo sé, hermanita. He dejado algunos asuntos pendientes en Clovis, porque he salido de inmediato después de tu llamada, y los trabajos en la escuela deben estar terminados a más tardar en quince días.
Eso si contamos con que el buen tiempo nos siga acompañando.
_______ hizo una mueca de disgusto.
—Creía que te morirías por probar mi risotto.
Él le frotó la punta de la nariz con su dedo índice.
—Sabes que es casi imposible que me resista a ello, pero lamentablemente, deberé marcharme en cuanto me asegure de que estás acompañada.
_______ le sonrió y constató que, en efecto, había comprado queso la última vez en el supermercado.
El teléfono de la sala comenzó a sonar.
—¿Quieres atender tú por mí, Kevin? —le pidió.
Kevin le hizo una reverencia y corrió hasta la sala.
—_______, es para ti —le informó unos segundos después.
—¿Quién es?
—Tu jefa.
_______ dejó el queso y tras limpiarse las manos, fue hasta la sala.
—Jennie, ¿cómo estás? ¿Sucede algo? —Había quedado con ella en que hablarían a la mañana siguiente en la editorial, por eso se sorprendió por su llamada.
—No es nada, _______. Quería solo avisarte que la reunión de mañana a las diez se ha pospuesto.
_______ estuvo a punto de protestar pero desistió de hacerlo.
—Acabo de hablar con Brandon Tanner y me ha dicho que le es imposible llegar antes del mediodía, por lo que hemos decidido pasar la reunión a la tarde.
—Está bien, supongo que no habrá inconveniente en reunirnos por la tarde, entonces. —Habría preferido tener aquella reunión por la mañana y ocupar la tarde haciendo lo que más amaba: encerrarse en su taller y pintar durante horas y así olvidarse del tiempo y de los demás; pero sabía que para Jennie era muy importante la incorporación de Brandon Tanner a su equipo de trabajo.
—¿Estás segura de que no te molesta, _______?
—Para nada, nos vemos mañana, entonces.
Cuando colgó, sonrió al ver a Leslie entrar por la puerta principal. No hubo necesidad de palabras, solo necesitaba que ella la abrazara.
—¡Ha debido de ser horrible!
—¿Cómo lo has sabido? —le preguntó _______ sin soltarla.
—El detective Leto y su compañera han estado en el periódico y me han hecho algunas preguntas.
_______ asintió.
—Kevin está aquí —anunció mientras lanzaba una mirada hacia la cocina. De inmediato, percibió los nervios de su amiga.
—¿Sí?
—Sí, no quería marcharse sin saludarte. Vamos, está en la cocina.
Leslie alisó un par de arrugas que se formaban en la falda azul que llevaba y acomodó el cuello de su camisa blanca; se aseguró de que ningún mechón de cabello estuviera atrapado dentro de la tela y miró a su amiga expectante.
—¿Cómo estoy?
—Hermosa, como siempre.
—Tampoco tienes que mentirme —le dijo y la siguió hacia la cocina.
—Kevin, aquí la tienes. —Sujetó a Leslie de la muñeca y la plantó delante de ella. Le dio un leve empujoncito y esperó que el saludo entre ellos fuera más que un simple «hola».
—¡Leslie, cuánto tiempo! —Kevin la rodeó con sus largos brazos, y _______ notó la rigidez en los miembros superiores de su amiga. Sus brazos colgaban a ambos lados de su cuerpo, como si fuera incapaz de responder a su abrazo.
—Kevin, ¿cómo estás? —apenas pudo murmurar.
Él se apartó para observarla mejor y las mejillas de Leslie se volvieron rojo carmesí.
—¡Estás estupenda! Hasta creo que has perdido algo de peso —comentó con una enorme sonrisa.
—Tres kilos en un mes —respondió orgullosa.
—¡Ya me parecía!
_______ tosió, era hora de que recordaran que ella estaba también allí.
—Será mejor que me ocupe de la cena —dijo, y pasó junto a ambos.
—En ese caso, me despido, _______. —Soltó a Leslie y le dio un fuerte abrazo a su hermana—.
Prométeme que cualquier cosa que suceda me la harás saber enseguida —le susurró al oído.
—Te lo prometo, Kevin. —Se dieron un beso y, tras despedirse de Leslie con un beso en la mejilla, los dos hermanos salieron de la casa para darse otro abrazo bajo la luz que la luna proyectaba aquella noche en el porche.
Jared y Rachel se encontraban en la oficina de su superior, Phil Conway, y esperaban a que terminara de hablar por teléfono.
Jared se preguntó con cuál de sus dos hijas estaría hablando. No podía deducirlo, porque Phil siempre las llamaba «cielo» o «cariño». Conocía a ambas. Trisha era la mayor y estaba casada con un banquero; se había mudado a San José después de su boda, siete años atrás, y ya le había dado a Phil tres nietos de los que nunca se cansaba de hablar. La menor, Pauline, había estudiado Medicina y después de graduarse se casó con un colega y se mudaron a Raisin City, donde ambos además trabajaban. Todavía no le había dado ningún nieto a su padre, pero Phil presentía que pronto le anunciaría que estaba embarazada y que su pequeña lo haría nuevamente abuelo.
—Jared está aquí, sí. —Una sonrisa perfectamente blanca hizo contraste con su piel morena.
—¿Quién es? —preguntó Jared mientras se acercaba al escritorio.
—Es Trisha, te manda saludos y pregunta cuándo irás a visitarla.
—Dile que cuando el esclavista de mi jefe me lo permita —respondió en voz alta y se aseguró de que Trisha lo oyera desde el otro lado de la línea.
Phil Conway lanzó una carcajada.
—Yo también te quiero, cielo. Adiós, cuídate.
Colocó el auricular en su sitio y se recostó contra el respaldo de su silla. Observó a Jared y a Rachel con atención; lanzó una bocanada de aire y cruzó los brazos sobre el pecho.
—¿Qué tenemos del caso del Asesino de las Flores? —preguntó en tono burlón. Como policía y jefe de la División de Crímenes Violentos le molestaba que la prensa siempre se encargara de buscarles apodos a los asesinos. Lo único que conseguían con eso era fomentar su popularidad y era justamente eso lo que aquellos delincuentes buscaban: el reconocimiento por sus crímenes. Esperaba que, algún día, la prensa comprendiera que aquello solo aumentaba su pervertido ego.
Rachel le entregó una carpeta.
—Las autopsias de las tres víctimas parecen una fotocopia una de la otra. Las tres murieron por estrangulación, ninguna muestra signos de haberse defendido, no hay rastros de piel o tejido debajo de sus uñas. No fueron atacadas sexualmente y fueron encontradas con los ojos abiertos.
—Para que su rostro fuera lo último que vieran antes de morir —acotó Jared.
Phil asintió, sus ojos negros se posaron con rapidez en las fotografías que ilustraban el expediente del caso.
—¿Qué han podido averiguar sobre el tatuaje?
—Se los hace post mortem con alguna especie de instrumento de acero inoxidable. Es un símbolo de origen celta. Me he puesto en contacto con una experta, me reuniré con ella lo antes posible —anunció Rachel.
—Bien. ¿Qué hay de la tercera víctima? ¿Por qué cambió su patrón?
—Creemos que intenta mandar un mensaje. —Jared frunció el ceño.
—Ahí es donde entra la señorita _______ Carmichael.
Ambos asintieron pero fue Jared quien continúo hablando.
—El mensaje está dirigido a ella, el asesino talló una variación de su nombre en el cuerpo de Tessa Hodgins.
—«_____(d).»
—Sí, según Steven también fue post mortem, ya que no se encontraron rastros de sangre en la escena del crimen, lo que sí hemos hallado esta vez es una huella parcial de un calzado
—señaló mientras observaba a Rachel.
—Ahí están los resultados, señor. A pesar de lo poco que obtuvimos tras hacer el molde con yeso, hemos llegado a la conclusión de que se trata de algún tipo de bota militar.
Nuestro sospechoso calza un 42 y mide, aproximadamente, 1'75 cm.
—Bien, al menos es algo. —Hizo una pausa—. ¿Han podido hablar con _______ Carmichael?
Rachel se puso de pie.
—Será mejor que Jared le responda, señor. Yo, mientras tanto, pasaré por el laboratorio a ver si hay resultados de la caja que esta mañana le ha sido enviada a la señorita Carmichael.
—Está bien, Rachel.
Cuando la puerta se cerró tras ella, Jared se sintió un poco cohibido bajo la mirada inquisidora de su jefe y amigo.
—¿Y bien? ¿Qué has conseguido con la señorita Carmichael?
Jared se enderezó en el asiento.
—Por lo pronto, he logrado que acepte colaborar en el caso. Ha comprendido que estos asesinatos se relacionan con su secuestro y me temo que el incidente de la caja también.
—¿Crees que está en peligro?
—Sí.
Phil Conway lanzó un suspiro.
—Cuando tu padre y yo trabajamos en el caso de su secuestro nos devanamos los sesos por intentar atrapar a ese lunático. Tú, mejor que nadie, sabes el juego perverso que comenzó a jugar con él. Le enviaba mensajes que decían que _______ estaba bien y que no deseaba regresar a su casa; repetía una y otra vez, que estarían juntos para siempre, que ni tu padre ni nadie podría jamás separarlos, que antes prefería matarla que perderla. Luego, tres meses después, ella logra escapar y aparece casi moribunda en un bosque en el lago Big Bear. Jackson y yo creímos que por fin lograríamos cerrar el caso, pero cuando descubrimos que no recordaba nada de lo que había sucedido, sentimos que era como volver a empezar de cero.
—Sigue todavía sin recordar —dijo Jared y apretó la mandíbula.
—Es una pena, estoy seguro de que si pudiera recobrar la memoria nos ayudaría a cerrar su caso y a detener los crímenes.
—Lo sé, Phil. Le he propuesto que consulte a algún especialista; le sugerí que probara con la hipnosis, pero no quiero presionarla demasiado. Lo que menos desea es recuperar el calvario que debió de ser su vida durante esos tres meses.
—Espero que logremos algo de ella, antes de que otra joven inocente se convierta en la cuarta víctima del Asesino de las Flores.
Jared asintió pero no le confesó que su temor más grande era que _______ fuese la próxima en su lista.
_______ jugaba con el arroz bañado en queso dentro de su plato. No tenía apetito. La imagen de la cabeza ensangrentada de Otelo no desaparecía de su mente. Sabía que le costaría dormir esa noche y que, si no recurría a las «pastillas mágicas» de Leslie, se quedaría despierta y recrearía en su mente, una y otra vez, el momento en que había abierto la caja.
—No tienes hambre. —Leslie estaba sentada junto a ella y tampoco había probado bocado.
_______ negó con un ligero movimiento de cabeza.
—No logro dejar de pensar…
—Shh, ni siquiera lo digas. —Le tocó el hombro—. Sé que no es fácil, pero trata de olvidar lo que ha pasado.
—Si lo lograse con solo desearlo. —Clavó sus ojos castaños en los ojos de su amiga—. Pero no puedo.
—¿Por qué no te recuestas e intentas dormir? Puedo darte un tranquilizante para que logres conciliar el sueño.
_______ miró el desorden de la cocina.
—No te preocupes, yo ordeno todo, sabes que mi manía no me permitirá irme a la cama a sabiendas de que la cocina está hecha —observó alrededor— un pequeño desastre.
—Lo siento, quería preparar el risotto con queso, porque creía que Kevin se quedaría a cenar.
—No tienes que justificarte, _______. —La ayudó a levantarse—. Vamos, te vas a dar un baño caliente que te relaje y luego te meterás en la cama. Después, te llevo el tranquilizante y si ves que no puedes dormir, te lo tomas.
_______ asintió sin protestar y dejó que su amiga cuidara de ella, al menos por esa noche.
El timbre de la puerta le impidió dar un paso más.
—¿Quién será a estas horas?
—Deja que yo vaya.
_______ miró a su amiga caminar hacia la puerta con cautela y espiar a través de la mirilla antes de abrir. ¿Quién insistía en tocar a esas horas de la noche?
—Es el detective Leto—le anunció antes de abrir.
Efectivamente, Jared Leto estaba plantado junto a la puerta de su casa con una amplia sonrisa enmarcando su rostro.
—Disculpe que me aparezca a esta hora, pero necesitaba hablar con la señorita Carmichael. —Dirigió la mirada hacia _______ que no le había quitado los ojos de encima desde que su amiga había abierto la puerta. La luz que alumbraba el porche iluminaba solo parte de su rostro y el brillo que emanaba de sus ojos Azules hacía destacar aun más la profundidad de su mirada. Llevaba el cabello húmedo y su cabello lacio estaba un poco desordenado sobre su ancha frente. Los ojos de _______ bajaron por la línea de su mandíbula y recorrieron la nuez que se acentuaba en su garganta cada vez que respiraba. Un poco más abajo, un poco de vello oscuro y rizado se asomaba a través de la camisa en tonos grisáceos que llevaba puesta.
El trance en el que parecía haber caído _______ se desvaneció al escuchar la voz de su amiga.
—Pase, detective.
—Gracias.
_______ continuaba sin pronunciar palabra a tan solo un par de pasos de él.
—Bueno, si me disculpan, hay trabajo que me espera en la cocina. —Dio media vuelta y desapareció de la sala mientras sus labios se curvaban en una sonrisita traviesa.
—¿Quiere tomar un café? —Se estaba poniendo nerviosa y sus manos comenzaban a sudar.
—No, gracias, no se moleste. —Jared procuró ignorar la emoción que bullía en su interior al volver a verla.
—Siéntese —le indicó.
Jared la observó mientras se ubicaba en la orilla del sofá. No supo si sentarse frente a ella o a su lado; siguió sus deseos y se sentó junto a ella.
—Usted dirá —dijo ella finalmente, e hizo añicos el silencio que comenzaba a hacerse cada vez más tenso.
Jared estiró su brazo por encima del respaldo del sofá y sus dedos casi tocaron el cabello de _______ que caía sobre su espalda en una cola de caballo. Se preguntó qué se sentiría al enterrar los dedos en aquella mata de suave cabello castaño y lentamente liberarlo de la banda de goma que lo contenía para dejarlo caer libre sobre sus hombros.
_______ se movió inquieta. Cuando lo hizo, su rodilla desnuda rozó la tela áspera de los vaqueros que Jared llevaba. La suave fricción provocó en él una marejada de sensaciones que subieron hasta su garganta. Entonces ella lo miró y Jared apenas pudo contener el impulso de tomarle el rostro y besarla. Respiró hondo un par de veces; debía concentrarse en su trabajo y pensar en la protección de _______. Sin embargo, inevitablemente, sus pensamientos se desviaban en otra dirección.
—He querido venir y saber cómo estaba. —Sus ojos se posaron en los labios entreabiertos de ella.
_______ intentó procesar en su cerebro lo que aquellas palabras significaban. Sabía que, tal vez, solo formaba parte de su trabajo como policía. Después de todo, era uno de sus deberes velar por el bienestar de las personas, pero la manera en que él la había mirado mientras se lo decía le hizo pensar otra cosa. Estaba preocupado por ella y por su seguridad, preocupado por lo que pudiera pasarle, y había venido hasta su casa, en medio de la noche, para saber cómo se encontraba. Descubrir aquello no la incomodó; muy por el contrario, la hizo sentirse más segura.
—No voy a mentirle —empezó a decir—. He tratado de aparentar fortaleza ante mi hermano y mi amiga, pero por dentro, estoy destrozada. No solo es la muerte cruel de Otelo, sino todo lo demás; los crímenes, mi secuestro, ese hombre, usted…
—¿Yo?
—Sí, usted pretende cosas de mí y no sé si podré dárselas. Aparece en mi vida y me dice que necesita mi ayuda para detener a un asesino; me pide que recuerde una época de mi vida que preferiría no desenterrar nunca de mi memoria.
—Lo siento; nunca he querido presionarla, _______.
—Sé que lo siente y que solo está tratando de hacer su trabajo, pero le pido que me entienda a mí también. —Lo observó mientras él apartaba un mechón de cabello todavía húmedo de su rostro.
—Créame que nunca habría deseado que se involucrara en todo esto, pero lamentablemente hay alguien más, allá afuera, que desea todo lo contrario. —Se moría de ganas de abrazarla y de probar esos labios que se movían inquietos de un lado a otro mientras lo escuchaba. Probar el sabor de su boca y embriagarse con él hasta perder la razón.
Si _______ no se hubiera puesto de pie, en aquel preciso momento, habría terminado por ceder a sus instintos; y sabía que luego se arrepentiría de una locura como esa.
Caminó hacia la ventana que daba al jardín; la cercanía de aquel hombre la inquietaba y sus ojos parecían tener la clara intención de querer hechizarla. Necesitó apartarse de él y poner un poco de distancia entre ellos. Sabía que continuaba sentado a un par de pasos de distancia, pero percibía la intensidad de su mirada pegada a su espalda. Se pasó la mano por el cuello: su pulso se había acelerado. Lo que el detective Jared Leto provocaba en ella era algo nunca antes experimentado; una sensación que la dominaba por completo y nublaba sus cinco sentidos.
Se dio media vuelta y cuando volvió a enfrentarse con sus ojos pudo sentir el temblor en sus piernas.
—Detective, es tarde.
Jared se levantó de un salto y avanzó hacia ella.
—Es verdad, ni siquiera sé qué estoy haciendo aquí —respondió y esbozó una sonrisa.
—Lo acompaño. —Pasó a su lado y, por un segundo, creyó que él la detendría y la besaría apasionadamente. Pero no fue así.
Salió con él hasta el porche y trató de mostrarse lo más serena posible.
—Nos vemos —dijo él y le lanzó una última mirada antes de echarse a andar hacia su automóvil.
_______ se quedó en silencio mientras observaba cómo se subía en su Mustang negro y ponía distancia entre ellos.
Se recostó contra la puerta y contempló la luna un instante antes de entrar en la casa.
Una silueta se mezclaba entre las sombras que esa misma luna dibujaba caprichosamente aquella noche.
Nadie escuchó el nombre que esa silueta pronunció, casi en un susurro, una y otra vez.
_____(d), _____(d), _____(d).....
Ya me dio sueño aqui ya es super tarde, Que descansen!, mañana continuo con el maraton! las quiero Besos! :)) askfjhasjkd Quien sera el asesino?
Maraton! 2/3
—Soy el detective Leto y esta es mi compañera, la detective Parker. —La recepcionista del Fresno Bee, uno de los periódicos más prestigiosos de la ciudad, los miró de arriba abajo mientras se preguntaba qué estarían buscando ese par de policías que parecían salidos de alguna serie de televisión que el canal local trasmitía cada jueves por la noche y que ella nunca se perdía. Debía reconocer que el hombre que estaba frente a ella, recostado sobre el mostrador, era más guapo que el protagonista de su serie favorita.
—¿En qué puedo ayudarles? —les preguntó a ambos, pero su atención estaba centrada en Jared.
Rachel había pasado casi desapercibida para la mujer morena que lucía una camisa de color violeta exageradamente escotada.
—Buscamos a la señorita Leslie Banks. —Jared le sonrió y provocó que la joven se ruborizara.
—Leslie es la asistente del señor Phillips, su oficina está en el segundo piso —le informó.
—Gracias, preciosa.
Rachel le dio un codazo mientras esperaban que el ascensor que acababa de bajar se vaciara.
Jared le respondió con una sonrisa. Sabía que a su compañera no le gustaba ser ignorada casi por completo, sobre todo porque cuando se lo proponía, podía parar hasta el tráfico.
—Ya nos tocará un recepcionista de sexo masculino —le dijo él mientras fingía pesar.
Rachel no dijo nada pero el fuego que destilaban sus ojos lo decía todo.
—De vez en cuando deberías dejarme usar mi propio encanto —comentó Jared, mientras entraban al ascensor.
—Solo espero que lo uses en la dirección correcta —le espetó ella.
Jared supo de inmediato a qué se refería. Su compañera había percibido algo en su actitud hacia _______ Carmichael, y ese algo le estaba molestando. Trabajaban juntos desde hacía dos años y se conocían muy bien. Él sabía que si Rachel le decía aquello, era solo porque estaba preocupada por él.
Temía que perdiera objetividad y eso lo llevara a un punto del cual ya no habría retorno.
El viaje hasta el segundo piso se hizo en completo silencio; sin embargo ambos sabían que había un tema pendiente por tratar y que debían hacerlo lo antes posible.
Leslie reconoció a Jared de inmediato y le hizo señas de que se acercara a su escritorio apenas lo vio.
—¡Detective Leto, qué sorpresa! —Se levantó de la silla y lo invitó a sentarse a él y a la mujer que lo acompañaba.
—Ella es Rachel Parker, mi compañera.
—Un placer conocerla.
—Igualmente, señorita Banks.
—¿En qué puedo serles de utilidad? —Cerró una carpeta que estaba revisando antes de que ellos llegaran y les sonrió.
—Estamos aquí para hacerle algunas preguntas —dijo Jared y le devolvió la sonrisa.
—Adelante.
—Esta mañana ha llegado un paquete a la casa que comparte con _______.
Leslie asintió y Rachel se sorprendió por el tono que usaba su compañero para referirse a _______ Carmichael.
—El paquete me lo entregó un niño; me dijo que Jim, el guardia que vigila el acceso al complejo, le había dejado entrar.
—¿Le dijo algo más?
Leslie frunció el ceño, no entendía a que venían tantas preguntas.
—Solo que traía un obsequio para _______. ¿Por qué me están interrogando sobre esto? ¿Ha sucedido algo?
—En el paquete estaba la cabeza envuelta del gato de la señorita Carmichael —explicó Rachel.
—¡Oh, por Dios! —El grito de Leslie lo oyó todo el personal que se encontraba trabajando aquella mañana—. ¡El pobre Otelo!
—¡Leslie! ¿Estás bien? —Un hombre que llegó casi corriendo a pesar de su cojera se abalanzó sobre ella—. ¡Tu grito de espanto nos ha alarmado!
Leslie puso su mano sobre el hombro de su nuevo compañero de trabajo.
—Sí, Peter, es solo que… —No pudo continuar. Miró a Jared y buscó en su mirada algo que le dijera que lo que acababa de oír no era verdad. La comprensión que percibió en los ojos del detective no dejaba lugar para las dudas—. ¡Dios mío, qué crueldad! ¿Cómo está _______?
—Su hermano Kevin está con ella —respondió Jared.
—¿Kevin está en Fresno?
—Así es, _______ ha sido quien lo ha llamado.
—Ha hecho bien, necesitará de su hermano en un momento como este. —Se soltó de la mano de Peter y le agradeció por su apoyo.
—Estoy para servirte, Leslie —le dijo, pero no se movió de su lugar; parecía estar esperando que ella le presentara a las personas que habían venido a traerle aquella mala noticia.
Leslie se dio cuenta de inmediato.
—Perdón por mi falta de cortesía. —Intentó esbozar una sonrisa—. Detectives, él es mi compañero,
Peter Franklin, una de las últimas adquisiciones que ha hecho el periódico y un gran reportero. Peter, ellos son los detectives Leto y Parker.
El hombre rodeó el escritorio y extendió el brazo para estrechar con fuerza las manos de los policías.
—Es un placer.
—Señor Franklin.
—Llámeme Peter, por favor, si no, me siento tan viejo como el Franklin que viene en los billetes de cien dólares —bromeó.
Jared apenas festejó su chiste, solo quería continuar haciéndole preguntas a la amiga de _______.
—Si nos disculpa, debemos hablar en privado con la señorita Banks.
—¡Oh, por supuesto! Lo lamento, solo estoy estorbando. No todos los días nos topamos con verdaderos detectives aquí en la oficina. Ha sido un placer. —Se dirigió a Leslie—. Nos vemos luego,Leslie.
—Sí, Peter, gracias.
Cuando volvieron a quedarse a solas con ella, Jared arremetió de nuevo con las preguntas.
—¿Recuerda alguna característica del niño? El oficial nos ha brindado una descripción, pero tal vez usted nos pueda decir algo más.
—Me temo que no pueda agregar nada más de lo que dijo Jim. Era un niño pelirrojo, de unos doce o trece años. Conducía una bicicleta, una de esas que se usan en las montañas, con llantas más gruesas que las demás.
Ambos asintieron.
—Llevaba un buzo de los Falcons. —Se quedó pensando un momento—. Recuerdo que me dijo que tenía entradas para el próximo partido que se jugará en la ciudad.
Jared y Rachel se miraron. Habían logrado mucho más de lo que esperaban.
—¿Algo más? —preguntó Jared.
—No, me comentó eso y me dijo que le entregara el paquete a _______.
—Está bien, muchas gracias por atendernos, señorita Banks. —Jared se puso de pie.
—Su testimonio nos ha sido muy útil —comentó Rachel y se paró junto a su compañero.
—Espero que sí. —Aún estaba consternada por lo de la cabeza del gato en la caja, pero agradeció
recordar todo lo que pudo del muchacho que se la había entregado esa mañana.
Jared y Rachel abandonaron la enorme oficina en donde el repiquetear de los teclados y el murmullo de la gente volvían, lentamente, a apoderarse del lugar una vez más. Antes de subir al ascensor, Peter Franklin, con su rostro afable, los saludó agitando su mano en el aire.
_______ observaba con atención a su hermano; la impaciencia se reflejaba en su rostro cada vez que echaba un vistazo al reloj.
—Leslie llegará de un momento a otro —le dijo.
Habían entrado en la casa y Kevin se había ofrecido a ayudarla a preparar la cena. _______ vació un paquete de arroz dentro de una cacerola de agua hirviendo y le pidió a su hermano que le alcanzara una de las cucharas de madera que colgaban de la pared.
—Ten.
—Gracias. —Revolvió para evitar que se pegara y cubrió la cacerola con la tapa—. Supongo que vas a quedarte a cenar.
Kevin se rascó la barbilla.
—No lo sé, hermanita. He dejado algunos asuntos pendientes en Clovis, porque he salido de inmediato después de tu llamada, y los trabajos en la escuela deben estar terminados a más tardar en quince días.
Eso si contamos con que el buen tiempo nos siga acompañando.
_______ hizo una mueca de disgusto.
—Creía que te morirías por probar mi risotto.
Él le frotó la punta de la nariz con su dedo índice.
—Sabes que es casi imposible que me resista a ello, pero lamentablemente, deberé marcharme en cuanto me asegure de que estás acompañada.
_______ le sonrió y constató que, en efecto, había comprado queso la última vez en el supermercado.
El teléfono de la sala comenzó a sonar.
—¿Quieres atender tú por mí, Kevin? —le pidió.
Kevin le hizo una reverencia y corrió hasta la sala.
—_______, es para ti —le informó unos segundos después.
—¿Quién es?
—Tu jefa.
_______ dejó el queso y tras limpiarse las manos, fue hasta la sala.
—Jennie, ¿cómo estás? ¿Sucede algo? —Había quedado con ella en que hablarían a la mañana siguiente en la editorial, por eso se sorprendió por su llamada.
—No es nada, _______. Quería solo avisarte que la reunión de mañana a las diez se ha pospuesto.
_______ estuvo a punto de protestar pero desistió de hacerlo.
—Acabo de hablar con Brandon Tanner y me ha dicho que le es imposible llegar antes del mediodía, por lo que hemos decidido pasar la reunión a la tarde.
—Está bien, supongo que no habrá inconveniente en reunirnos por la tarde, entonces. —Habría preferido tener aquella reunión por la mañana y ocupar la tarde haciendo lo que más amaba: encerrarse en su taller y pintar durante horas y así olvidarse del tiempo y de los demás; pero sabía que para Jennie era muy importante la incorporación de Brandon Tanner a su equipo de trabajo.
—¿Estás segura de que no te molesta, _______?
—Para nada, nos vemos mañana, entonces.
Cuando colgó, sonrió al ver a Leslie entrar por la puerta principal. No hubo necesidad de palabras, solo necesitaba que ella la abrazara.
—¡Ha debido de ser horrible!
—¿Cómo lo has sabido? —le preguntó _______ sin soltarla.
—El detective Leto y su compañera han estado en el periódico y me han hecho algunas preguntas.
_______ asintió.
—Kevin está aquí —anunció mientras lanzaba una mirada hacia la cocina. De inmediato, percibió los nervios de su amiga.
—¿Sí?
—Sí, no quería marcharse sin saludarte. Vamos, está en la cocina.
Leslie alisó un par de arrugas que se formaban en la falda azul que llevaba y acomodó el cuello de su camisa blanca; se aseguró de que ningún mechón de cabello estuviera atrapado dentro de la tela y miró a su amiga expectante.
—¿Cómo estoy?
—Hermosa, como siempre.
—Tampoco tienes que mentirme —le dijo y la siguió hacia la cocina.
—Kevin, aquí la tienes. —Sujetó a Leslie de la muñeca y la plantó delante de ella. Le dio un leve empujoncito y esperó que el saludo entre ellos fuera más que un simple «hola».
—¡Leslie, cuánto tiempo! —Kevin la rodeó con sus largos brazos, y _______ notó la rigidez en los miembros superiores de su amiga. Sus brazos colgaban a ambos lados de su cuerpo, como si fuera incapaz de responder a su abrazo.
—Kevin, ¿cómo estás? —apenas pudo murmurar.
Él se apartó para observarla mejor y las mejillas de Leslie se volvieron rojo carmesí.
—¡Estás estupenda! Hasta creo que has perdido algo de peso —comentó con una enorme sonrisa.
—Tres kilos en un mes —respondió orgullosa.
—¡Ya me parecía!
_______ tosió, era hora de que recordaran que ella estaba también allí.
—Será mejor que me ocupe de la cena —dijo, y pasó junto a ambos.
—En ese caso, me despido, _______. —Soltó a Leslie y le dio un fuerte abrazo a su hermana—.
Prométeme que cualquier cosa que suceda me la harás saber enseguida —le susurró al oído.
—Te lo prometo, Kevin. —Se dieron un beso y, tras despedirse de Leslie con un beso en la mejilla, los dos hermanos salieron de la casa para darse otro abrazo bajo la luz que la luna proyectaba aquella noche en el porche.
Jared y Rachel se encontraban en la oficina de su superior, Phil Conway, y esperaban a que terminara de hablar por teléfono.
Jared se preguntó con cuál de sus dos hijas estaría hablando. No podía deducirlo, porque Phil siempre las llamaba «cielo» o «cariño». Conocía a ambas. Trisha era la mayor y estaba casada con un banquero; se había mudado a San José después de su boda, siete años atrás, y ya le había dado a Phil tres nietos de los que nunca se cansaba de hablar. La menor, Pauline, había estudiado Medicina y después de graduarse se casó con un colega y se mudaron a Raisin City, donde ambos además trabajaban. Todavía no le había dado ningún nieto a su padre, pero Phil presentía que pronto le anunciaría que estaba embarazada y que su pequeña lo haría nuevamente abuelo.
—Jared está aquí, sí. —Una sonrisa perfectamente blanca hizo contraste con su piel morena.
—¿Quién es? —preguntó Jared mientras se acercaba al escritorio.
—Es Trisha, te manda saludos y pregunta cuándo irás a visitarla.
—Dile que cuando el esclavista de mi jefe me lo permita —respondió en voz alta y se aseguró de que Trisha lo oyera desde el otro lado de la línea.
Phil Conway lanzó una carcajada.
—Yo también te quiero, cielo. Adiós, cuídate.
Colocó el auricular en su sitio y se recostó contra el respaldo de su silla. Observó a Jared y a Rachel con atención; lanzó una bocanada de aire y cruzó los brazos sobre el pecho.
—¿Qué tenemos del caso del Asesino de las Flores? —preguntó en tono burlón. Como policía y jefe de la División de Crímenes Violentos le molestaba que la prensa siempre se encargara de buscarles apodos a los asesinos. Lo único que conseguían con eso era fomentar su popularidad y era justamente eso lo que aquellos delincuentes buscaban: el reconocimiento por sus crímenes. Esperaba que, algún día, la prensa comprendiera que aquello solo aumentaba su pervertido ego.
Rachel le entregó una carpeta.
—Las autopsias de las tres víctimas parecen una fotocopia una de la otra. Las tres murieron por estrangulación, ninguna muestra signos de haberse defendido, no hay rastros de piel o tejido debajo de sus uñas. No fueron atacadas sexualmente y fueron encontradas con los ojos abiertos.
—Para que su rostro fuera lo último que vieran antes de morir —acotó Jared.
Phil asintió, sus ojos negros se posaron con rapidez en las fotografías que ilustraban el expediente del caso.
—¿Qué han podido averiguar sobre el tatuaje?
—Se los hace post mortem con alguna especie de instrumento de acero inoxidable. Es un símbolo de origen celta. Me he puesto en contacto con una experta, me reuniré con ella lo antes posible —anunció Rachel.
—Bien. ¿Qué hay de la tercera víctima? ¿Por qué cambió su patrón?
—Creemos que intenta mandar un mensaje. —Jared frunció el ceño.
—Ahí es donde entra la señorita _______ Carmichael.
Ambos asintieron pero fue Jared quien continúo hablando.
—El mensaje está dirigido a ella, el asesino talló una variación de su nombre en el cuerpo de Tessa Hodgins.
—«_____(d).»
—Sí, según Steven también fue post mortem, ya que no se encontraron rastros de sangre en la escena del crimen, lo que sí hemos hallado esta vez es una huella parcial de un calzado
—señaló mientras observaba a Rachel.
—Ahí están los resultados, señor. A pesar de lo poco que obtuvimos tras hacer el molde con yeso, hemos llegado a la conclusión de que se trata de algún tipo de bota militar.
Nuestro sospechoso calza un 42 y mide, aproximadamente, 1'75 cm.
—Bien, al menos es algo. —Hizo una pausa—. ¿Han podido hablar con _______ Carmichael?
Rachel se puso de pie.
—Será mejor que Jared le responda, señor. Yo, mientras tanto, pasaré por el laboratorio a ver si hay resultados de la caja que esta mañana le ha sido enviada a la señorita Carmichael.
—Está bien, Rachel.
Cuando la puerta se cerró tras ella, Jared se sintió un poco cohibido bajo la mirada inquisidora de su jefe y amigo.
—¿Y bien? ¿Qué has conseguido con la señorita Carmichael?
Jared se enderezó en el asiento.
—Por lo pronto, he logrado que acepte colaborar en el caso. Ha comprendido que estos asesinatos se relacionan con su secuestro y me temo que el incidente de la caja también.
—¿Crees que está en peligro?
—Sí.
Phil Conway lanzó un suspiro.
—Cuando tu padre y yo trabajamos en el caso de su secuestro nos devanamos los sesos por intentar atrapar a ese lunático. Tú, mejor que nadie, sabes el juego perverso que comenzó a jugar con él. Le enviaba mensajes que decían que _______ estaba bien y que no deseaba regresar a su casa; repetía una y otra vez, que estarían juntos para siempre, que ni tu padre ni nadie podría jamás separarlos, que antes prefería matarla que perderla. Luego, tres meses después, ella logra escapar y aparece casi moribunda en un bosque en el lago Big Bear. Jackson y yo creímos que por fin lograríamos cerrar el caso, pero cuando descubrimos que no recordaba nada de lo que había sucedido, sentimos que era como volver a empezar de cero.
—Sigue todavía sin recordar —dijo Jared y apretó la mandíbula.
—Es una pena, estoy seguro de que si pudiera recobrar la memoria nos ayudaría a cerrar su caso y a detener los crímenes.
—Lo sé, Phil. Le he propuesto que consulte a algún especialista; le sugerí que probara con la hipnosis, pero no quiero presionarla demasiado. Lo que menos desea es recuperar el calvario que debió de ser su vida durante esos tres meses.
—Espero que logremos algo de ella, antes de que otra joven inocente se convierta en la cuarta víctima del Asesino de las Flores.
Jared asintió pero no le confesó que su temor más grande era que _______ fuese la próxima en su lista.
_______ jugaba con el arroz bañado en queso dentro de su plato. No tenía apetito. La imagen de la cabeza ensangrentada de Otelo no desaparecía de su mente. Sabía que le costaría dormir esa noche y que, si no recurría a las «pastillas mágicas» de Leslie, se quedaría despierta y recrearía en su mente, una y otra vez, el momento en que había abierto la caja.
—No tienes hambre. —Leslie estaba sentada junto a ella y tampoco había probado bocado.
_______ negó con un ligero movimiento de cabeza.
—No logro dejar de pensar…
—Shh, ni siquiera lo digas. —Le tocó el hombro—. Sé que no es fácil, pero trata de olvidar lo que ha pasado.
—Si lo lograse con solo desearlo. —Clavó sus ojos castaños en los ojos de su amiga—. Pero no puedo.
—¿Por qué no te recuestas e intentas dormir? Puedo darte un tranquilizante para que logres conciliar el sueño.
_______ miró el desorden de la cocina.
—No te preocupes, yo ordeno todo, sabes que mi manía no me permitirá irme a la cama a sabiendas de que la cocina está hecha —observó alrededor— un pequeño desastre.
—Lo siento, quería preparar el risotto con queso, porque creía que Kevin se quedaría a cenar.
—No tienes que justificarte, _______. —La ayudó a levantarse—. Vamos, te vas a dar un baño caliente que te relaje y luego te meterás en la cama. Después, te llevo el tranquilizante y si ves que no puedes dormir, te lo tomas.
_______ asintió sin protestar y dejó que su amiga cuidara de ella, al menos por esa noche.
El timbre de la puerta le impidió dar un paso más.
—¿Quién será a estas horas?
—Deja que yo vaya.
_______ miró a su amiga caminar hacia la puerta con cautela y espiar a través de la mirilla antes de abrir. ¿Quién insistía en tocar a esas horas de la noche?
—Es el detective Leto—le anunció antes de abrir.
Efectivamente, Jared Leto estaba plantado junto a la puerta de su casa con una amplia sonrisa enmarcando su rostro.
—Disculpe que me aparezca a esta hora, pero necesitaba hablar con la señorita Carmichael. —Dirigió la mirada hacia _______ que no le había quitado los ojos de encima desde que su amiga había abierto la puerta. La luz que alumbraba el porche iluminaba solo parte de su rostro y el brillo que emanaba de sus ojos Azules hacía destacar aun más la profundidad de su mirada. Llevaba el cabello húmedo y su cabello lacio estaba un poco desordenado sobre su ancha frente. Los ojos de _______ bajaron por la línea de su mandíbula y recorrieron la nuez que se acentuaba en su garganta cada vez que respiraba. Un poco más abajo, un poco de vello oscuro y rizado se asomaba a través de la camisa en tonos grisáceos que llevaba puesta.
El trance en el que parecía haber caído _______ se desvaneció al escuchar la voz de su amiga.
—Pase, detective.
—Gracias.
_______ continuaba sin pronunciar palabra a tan solo un par de pasos de él.
—Bueno, si me disculpan, hay trabajo que me espera en la cocina. —Dio media vuelta y desapareció de la sala mientras sus labios se curvaban en una sonrisita traviesa.
—¿Quiere tomar un café? —Se estaba poniendo nerviosa y sus manos comenzaban a sudar.
—No, gracias, no se moleste. —Jared procuró ignorar la emoción que bullía en su interior al volver a verla.
—Siéntese —le indicó.
Jared la observó mientras se ubicaba en la orilla del sofá. No supo si sentarse frente a ella o a su lado; siguió sus deseos y se sentó junto a ella.
—Usted dirá —dijo ella finalmente, e hizo añicos el silencio que comenzaba a hacerse cada vez más tenso.
Jared estiró su brazo por encima del respaldo del sofá y sus dedos casi tocaron el cabello de _______ que caía sobre su espalda en una cola de caballo. Se preguntó qué se sentiría al enterrar los dedos en aquella mata de suave cabello castaño y lentamente liberarlo de la banda de goma que lo contenía para dejarlo caer libre sobre sus hombros.
_______ se movió inquieta. Cuando lo hizo, su rodilla desnuda rozó la tela áspera de los vaqueros que Jared llevaba. La suave fricción provocó en él una marejada de sensaciones que subieron hasta su garganta. Entonces ella lo miró y Jared apenas pudo contener el impulso de tomarle el rostro y besarla. Respiró hondo un par de veces; debía concentrarse en su trabajo y pensar en la protección de _______. Sin embargo, inevitablemente, sus pensamientos se desviaban en otra dirección.
—He querido venir y saber cómo estaba. —Sus ojos se posaron en los labios entreabiertos de ella.
_______ intentó procesar en su cerebro lo que aquellas palabras significaban. Sabía que, tal vez, solo formaba parte de su trabajo como policía. Después de todo, era uno de sus deberes velar por el bienestar de las personas, pero la manera en que él la había mirado mientras se lo decía le hizo pensar otra cosa. Estaba preocupado por ella y por su seguridad, preocupado por lo que pudiera pasarle, y había venido hasta su casa, en medio de la noche, para saber cómo se encontraba. Descubrir aquello no la incomodó; muy por el contrario, la hizo sentirse más segura.
—No voy a mentirle —empezó a decir—. He tratado de aparentar fortaleza ante mi hermano y mi amiga, pero por dentro, estoy destrozada. No solo es la muerte cruel de Otelo, sino todo lo demás; los crímenes, mi secuestro, ese hombre, usted…
—¿Yo?
—Sí, usted pretende cosas de mí y no sé si podré dárselas. Aparece en mi vida y me dice que necesita mi ayuda para detener a un asesino; me pide que recuerde una época de mi vida que preferiría no desenterrar nunca de mi memoria.
—Lo siento; nunca he querido presionarla, _______.
—Sé que lo siente y que solo está tratando de hacer su trabajo, pero le pido que me entienda a mí también. —Lo observó mientras él apartaba un mechón de cabello todavía húmedo de su rostro.
—Créame que nunca habría deseado que se involucrara en todo esto, pero lamentablemente hay alguien más, allá afuera, que desea todo lo contrario. —Se moría de ganas de abrazarla y de probar esos labios que se movían inquietos de un lado a otro mientras lo escuchaba. Probar el sabor de su boca y embriagarse con él hasta perder la razón.
Si _______ no se hubiera puesto de pie, en aquel preciso momento, habría terminado por ceder a sus instintos; y sabía que luego se arrepentiría de una locura como esa.
Caminó hacia la ventana que daba al jardín; la cercanía de aquel hombre la inquietaba y sus ojos parecían tener la clara intención de querer hechizarla. Necesitó apartarse de él y poner un poco de distancia entre ellos. Sabía que continuaba sentado a un par de pasos de distancia, pero percibía la intensidad de su mirada pegada a su espalda. Se pasó la mano por el cuello: su pulso se había acelerado. Lo que el detective Jared Leto provocaba en ella era algo nunca antes experimentado; una sensación que la dominaba por completo y nublaba sus cinco sentidos.
Se dio media vuelta y cuando volvió a enfrentarse con sus ojos pudo sentir el temblor en sus piernas.
—Detective, es tarde.
Jared se levantó de un salto y avanzó hacia ella.
—Es verdad, ni siquiera sé qué estoy haciendo aquí —respondió y esbozó una sonrisa.
—Lo acompaño. —Pasó a su lado y, por un segundo, creyó que él la detendría y la besaría apasionadamente. Pero no fue así.
Salió con él hasta el porche y trató de mostrarse lo más serena posible.
—Nos vemos —dijo él y le lanzó una última mirada antes de echarse a andar hacia su automóvil.
_______ se quedó en silencio mientras observaba cómo se subía en su Mustang negro y ponía distancia entre ellos.
Se recostó contra la puerta y contempló la luna un instante antes de entrar en la casa.
Una silueta se mezclaba entre las sombras que esa misma luna dibujaba caprichosamente aquella noche.
Nadie escuchó el nombre que esa silueta pronunció, casi en un susurro, una y otra vez.
_____(d), _____(d), _____(d).....
Ya me dio sueño aqui ya es super tarde, Que descansen!, mañana continuo con el maraton! las quiero Besos! :)) askfjhasjkd Quien sera el asesino?
karla Felix
Re: "No me olvides" (Jared Leto y Tu)
Rosie M. ♥ escribió: Buenísimo el capitulo... ¿que hiciste para que te castigaran? .. a mi nunca me castigan siempre dicen que lo van a hacer, pero nunca lo hacen..
Reprobe una materia, y dicen que es porque paso demaciado tiempo en la computadora, y leyendo libros que no son de la escuela, dicen que hago de todo menos tarea, y por eso me quitaron todo! Hasta mis libros :c pero solo por una semana ahora ya tengo todos de vuelta,Saludos! :)
karla Felix
Re: "No me olvides" (Jared Leto y Tu)
espero que apruebes, mis papas se quejan porque nunca hago nada. Y es verdad, ellos quieren que salga, pero no tengo con quien hacerlo -.-
Rosie M. ♥
Re: "No me olvides" (Jared Leto y Tu)
-Capítulo 7-
Maraton! 3/3
La enorme y espaciosa oficina que servía para aquel tipo de reuniones se había llenado aquella tarde. La larga mesa estaba ocupada casi por completo y _______ se había ubicado
junto a Jennie, porque ella se lo había pedido.
Estaba nerviosa y no era para menos. Se trataba del primer proyecto que su jefa le encargaba y ella sería la principal responsable de llevarlo adelante con éxito. ...Jennie le había dicho que pondría a su disposición el personal y el material que fuera necesario y que la dejaría trabajar con total libertad.
Aquella reunión era para afinar los últimos detalles y poner en marcha, finalmente, el proyecto en el que cualquier persona amante del arte habría deseado trabajar.
Había elegido una falda y una chaqueta de color gris ceniza para darse un toque más formal; debajo, llevaba una camisa en un tono un poco más pálido que el del traje. Su larga melena castaña estaba prolijamente sujeta en lo alto de su cabeza en un moño. Había entrado a la oficina con unas cuantas carpetas en los brazos y se sintió un tanto incómoda cuando la atención de la decena de hombres asistentes a la reunión se centró en ella. Conocía a la mayoría; al resto, seguramente, se los presentaría Jennie en el pequeño cóctel que se daría una vez finalizada aquella reunión.
Demasiada gente, murmullos y miradas furtivas que iban dirigidas a ella. _______ Mitchell, la novata encargada de llevar adelante un proyecto tan importante como aquel.
Jennie revisaba unos papeles; _______ se preguntó por qué no daba comienzo a la reunión de una buena vez, deseaba largarse de allí y dar por terminada esa sensación de sentirse un ******* en exhibición. ¡Dios! ¡Cómo quería estar en su taller en aquel mismo momento!
La puerta se abrió y todos se giraron para observar si el último asistente se había dignado, por fin, a aparecer.
_______ notó que el rostro de su jefa se relajaba ante la aparición de aquel hombre que en ese momento cruzaba la oficina y se dirigía hacia ellas después de saludar con cortesía a los demás.
—Jennie, lamento llegar tarde, pero era imposible escaparme de aquella otra reunión —dijo, se agachó y le dio un beso en el dorso de la mano.
—No te preocupes, Brandon. Las personas importantes siempre se hacen esperar. —Se giró y le sonrió a _______—. Brandon, esta es _______ Mitchell. _______ dirigirá el proyecto de la colección.
Brandon extendió la mano y se dispuso a besar la de _______ de la misma manera que había hecho con Jennie.
—_______, este es Brandon Tanner._______ le entregó la mano. Jennie no necesitaba decir nada más, ya sabía quién era él, no solo porque no se había hablado de otra cosa en la editorial en los últimos días, sino porque el nombre de Brandon Tanner era reconocido a nivel nacional. Uno de los mejores diseñadores del país y el creador de las mejores campañas publicitarias.
—Es un honor conocerlo, señor Tanner —dijo con timidez.
—El honor es mío, _______. Llámame Brandon; después de todo, vamos a trabajar juntos.
_______ asintió mientras él se sentaba junto a Jennie que dio por comenzada la reunión. Había pensado que los nervios la traicionarían más de una vez, pero estuvo más tranquila de lo normal; sobre todo, cuando le tocó exponer a ella las ideas que sustentarían el proyecto que al término de aquella reunión ya tenía un nombre oficial: «Art & Pleasure». Había sido elegido entre todos a través de una votación, después de que ella misma lo sugiriera. _______ sintió que aquel había sido un gran voto de confianza hacia su trabajo.
Los ejecutivos se iban acercando, poco a poco, al par de mesas en donde los esperaba un pequeño refrigerio. _______ se quedó en su lugar un momento más, a solas Jennie y Brandon conversaban junto a la ventana y ella aprovechó para ordenar sus carpetas.
Una de sus compañeras la instó a que comiera algo pero desistió: tenía el estómago cerrado y solo aceptó un vaso de agua.
—¡Ah, no! ¡No puedes beber agua! —Brandon exclamó al verla llenar su copa—. Debemos hacer un brindis, bebe al menos un poco de vino.
_______ le sonrió y de mala gana aceptó la copa de vino que él le acercaba.
—Por «Art & Pleasure», porque sea un éxito. —Chocó la copa de _______ con un leve movimiento—. Y
por ti, _______.
_______ bebió un sorbo de vino para ocultar de alguna forma la vergüenza de sentirse el centro de atención. Todos la miraban y, en un momento dado, deseó salir corriendo de allí y encerrarse en su taller. Sin embargo, debía aceptar que aquello también formaba parte de su vida, aunque le agradara menos. Prefería estar enfundada en sus vaqueros gastados, dar pinceladas sobre sus lienzos, respirar el olor del óleo y la trementina, encerrarse por horas en su estudio, en vez de estar allí, rodeada de tanta gente, la mayoría casi desconocida.
Para su alegría, Jennie se había unido a ellos y _______ se sintió menos incómoda. De vez en cuando observaba su reloj pulsera, procuraba hacerlo mientras su jefa y Brandon Tanner estaban distraídos, no quería dar la impresión de que quería largarse de aquel lugar lo antes posible.
Como Jennie y Brandon estaban entretenidos conversando con un hombre que, según había escuchado, era uno de los mayores distribuidores de libros del país, _______ logró escabullirse al menos un rato para recuperar un poco de soledad. Caminó hacia el gran ventanal y contempló cómo la noche ya se había adueñado de Fresno. Los edificios que la rodeaban y que de día parecían moles majestuosas, en ese momento parecían solo bestias dormidas. Respiró hondo y se cubrió el pecho con los brazos. Estaba tan oscuro ahí fuera; cualquiera se podría perder en medio de aquella negrura devoradora. Se preguntó si el hombre que amenazaba de nuevo su vida viviría como una sombra y se ocultaría de los demás en medio de la noche. Un escalofrío le recorrió la espalda.
—Estás aquí pero tu pensamiento no.
_______ se sobresaltó al escuchar la voz de Brandon Tanner.
—Necesitaba un poco de soledad —le dijo mientras esbozaba una tibia sonrisa.
—Te entiendo. A veces, la soledad suele ser la mejor compañera. —Se paró a su lado y contempló la vista que Fresno les ofrecía desde aquella oficina—. La soledad y la noche, una combinación demasiado lúgubre para algunos y demasiado perfecta para otros.
_______ asintió.
—Apuesto que ahora tu único deseo es marcharte de aquí.
—¿Cómo lo sabes? —Su forma de hablar le intrigaba.
—Porque lo mismo deseo yo —se limitó a responder.
—¿Y por qué no te vas entonces?
—¿Por qué no te vas tú? —retrucó y colocó las manos en los bolsillos de sus pantalones.
—No podría desairar a Jennie. —Lanzó un fugaz vistazo a su jefa—. Ella ha puesto en mis manos este proyecto tan importante y confía en mí más que nadie.
—Todos confían en ti, _______. Incluso yo —dijo y le sonrió.
—Quisiera creer que eso es verdad, pero sé que muchas personas que están hoy aquí piensan que no lo lograré. —Era un sentimiento que la había acompañado desde el mismo momento en que Jennie le había comunicado que sería la encargada de dirigir el nuevo proyecto.
—Solo es envidia —señaló Brandon.
—No, no es eso. Solo que creen que Jennie debería haber elegido a alguien con más experiencia y la verdad es que quizá tengan razón en desconfiar de mí.
Brandon sacudió la cabeza.
—No debes pensar así; tienes la oportunidad perfecta para demostrarles a todos ellos y a ti misma que puedes hacerlo. Yo te ayudaré, para eso estoy aquí.
_______ bajó la mirada avergonzada por su falta de confianza en sí misma.
—Gracias.
—Me las darás cuando comprendas que tengo razón —resopló, y un mechón de su cabello negro bailó con gracia sobre su frente—. Vamos, te llevaré a tu casa.
—Oh, no, no es necesario —se apresuró a decir—. He venido en mi automóvil.
—En ese caso, déjame acompañarte, al menos, hasta que subas a él.
Podría haberse negado, pero prefirió no hacerlo. No deseaba bajar sola hasta el subsuelo con la impresión de que alguien saldría en medio de la oscuridad para atacarla.
Se despidieron de Jennie y de un par de hombres que hablaban con ella, que _______ solo había visto un par de veces con anterioridad y tras recoger sus carpetas, se marcharon.
—¡Por fin! —exclamó Brandon y suspiró aliviado mientras se recostaba contra una de las paredes del ascensor.
_______ no pudo evitar sonreír; sobre todo, porque ella pensaba lo mismo solo que no se había atrevido a decirlo. Mientras el ascensor descendía los siete pisos que los separaban del subsuelo, _______ se dedicó a contemplar al hombre que acababa de conocer. Tenía un aspecto jovial; debía de tener no más de treinta años, no era mucho más alto que ella y era de complexión algo robusto.
Su cabello negro formaba algunas ondas y le llegaba más allá del cuello; sus ojos eran verdes y llevaba unas elegantes gafas; unas cuantas pecas asomaban en sus mejillas. Pero, sin duda, lo que más llamaba la atención en su rostro era una cicatriz que cruzaba por un lateral de su mandíbula.
Él se la tocó cuando descubrió hacia dónde estaban dirigidos los ojos de _______.
—Fue hace muchos años, un accidente de coche de donde salí casi ileso, a no ser por esta pequeña marca que llevaré hasta el día que me muera —le contó.
_______ notó tristeza en su voz, de seguro le dolía hablar de aquel tema y se lamentó de haberse quedado mirando su cicatriz como una niña tonta.
—Lo siento.
—No te preocupes, ya lo he superado. Pasó hace más de diez años y, además, creo que no me queda tan mal, ¿no? Me da un aspecto de hombre recio; creo que a las mujeres les gusta eso —bromeó, para ocultar su tristeza.
—No a todas —replicó _______.
La puerta del ascensor se abrió.
—¡Vamos! ¡No me vas a decir que una mujer como tú no se sentiría halagada si se topara con un sujeto rudo, con barba de varios días y que solo oliera a sudor! ¡Un típico vaquero del lejano Oeste!
_______ no hizo nada para reprimir la carcajada.
—¡Claro que no! —dijo a la defensiva. Por un segundo, la imagen de Jared Leto la asaltó y se lo imaginó vestido de vaquero, con sus botas de cuero gastadas, un gran sombrero de ala ancha, el rostro ensombrecido por una barba descuidada, las manos dentro de los bolsillos de sus pantalones y aquellos ojos Azules que cada vez que la miraban la invitaban a querer explorar qué había más allá.
—Te has quedado muy callada de repente. —Brandon la acompañó hasta donde estaba estacionado su Volkswagen—. ¿En qué pensabas?
_______ agitó la cabeza e intentó deshacerse de aquella imagen demasiado tentadora y le respondió.
—En nada.
—Bueno, déjame decirte que la expresión en tu rostro era demasiado placentera como para que estuvieras pensando en «nada».
Los colores se le subieron a las mejillas.
—¡Lo sabía! —Le apuntó con su dedo índice—. ¡Estabas pensando en tu vaquero rudo y sudoroso!
Si hubiese tenido más confianza con él, le habría golpeado el estómago con las carpetas. Se estaba riendo a costa de ella y lo estaba haciendo deliberadamente.
—Es tarde, debo irme. —Abrió la puerta de su automóvil y arrojó las carpetas dentro antes de que se convirtieran en posibles armas mortales.
—Bonito automóvil —comentó Brandon al elogiar su Volkswagen Beetle color rojo cereza.
_______ entró y cerró la puerta. Bajó la ventanilla y lo miró.
—Gracias por acompañarme, Brandon.
—De nada, _______.
Le dedicó una última sonrisa mientras encendía el motor y antes de marcharse lo saludo con la mano. Le había caído bien Brandon Tanner.
-------------------------------------
Se movía entre las sombras vestido de negro. Adoraba la noche y sumergirse en su oscura boca para perderse en ella y así pasar desapercibido. Hasta sus ojos parecían haberse acostumbrado a ver en la oscuridad, al igual que los gatos. Era muy parecido a un felino astuto, de movimientos gráciles, serpenteaba entre las sombras, prefería la noche al día.
Disfrutaba mientras tanta gente dormía, se sentía dueño del mundo y de las tinieblas que lo rodeaban.
Su cuerpo, vestido de negro por completo, se movió con sigilo a través de los árboles. Observó con detenimiento la caseta de seguridad que despedía una tenue luz nacarada.
Desde su interior le llegaba el sonido de una radio encendida en donde el locutor hablaba de deportes y comentaba, apesadumbrado, la mala racha que habían tenido los Grizzlies de Fresno en la última temporada.
Se acercó a la caseta casi en silencio, parecía que sus pies se deslizasen por la hierba, la tocaban apenas. Oculto detrás de la columna de cemento que flanqueaba la reja de hierro, levantó un poco la cabeza para observar mejor.
El guardia estaba muy cómodo recostado en su silla con los pies cruzados sobre el pequeño escritorio pegado a la pared. Estaba demasiado entretenido con una revista, donde exuberantes señoritas mostraban sus atributos físicos en llamativas fotos de colores, como para prestar atención a nada más. Mucho menos a las sombras que se recortaban bajo la luz de la luna. Se arrojó al suelo y se arrastro hacia la reja. Cuando se puso de pie nuevamente, solo la gorra del oficial se asomaba a través de la ventana de la caseta de seguridad.
Atravesar aquella fortaleza de hierro era la parte más difícil de su plan pero una vez que lograse sortear aquel obstáculo ya nada lo detendría. Tan solo unos pasos lo separaban de ella.
Sus manos enguantadas se aferraron con fuerza a los barrotes como si fueran garras. Comenzó a escalar y con la fuerza de sus piernas, logró darse un empujón y llegar hasta la parte más alta. Se detuvo un momento, la cámara de video no tardaría en girar hacia donde se encontraba él; le tomaría solo unos segundos captar su imagen y transmitirla a los monitores de seguridad. Debía saltar antes de que fuera demasiado tarde. Cruzó las piernas por encima de la reja y sin dudarlo se arrojó al suelo; contuvo una maldición y con un rápido giro logró desaparecer de nuevo entre las sombras. El ruido de su cuerpo, que golpeó contra el suelo de hormigón, había llegado hasta los oídos del distraído guardia, y este se levantó de su silla de inmediato y perdió el equilibrio al hacerlo. Se quitó la linterna que colgaba de la presilla de sus pantalones y abandonó la seguridad de la caseta.
Dirigió la luz hacia la reja pero no había nada. Alumbró luego hacia la zona más boscosa, pero solamente aparecían los árboles. Se quitó la gorra y se rascó la cabeza.
«Tal vez solo ha sido un mapache hambriento», pensó, y apagó la linterna y volvió a la caseta. Revisó los monitores que mostraban imágenes de la entrada y de las calles internas que conducían a las propiedades dentro del complejo pero no había nada. Todo parecía estar en absoluta calma.
Calma absoluta era la sensación que lo embargaba en aquel momento; sabía que luego llegaría la exaltación, la emoción de tenerla cerca. Respiró hondo unas cuantas veces y se dirigió a la parte trasera de su casa. Sería fácil entrar; sabía que aquellas casas no contaban con alarmas individuales, sus dueños confiaban en la seguridad que les brindaba vivir en un lugar apartado y cerrado como aquel. Encontró la pequeña claraboya que daba al sótano sin problemas. Había estudiado los planos de aquellas casas y conocía perfectamente cada detalle. No era demasiado grande, pero sí lo suficiente como para que él pasara a través de ella. La empujó e introdujo primero las piernas, se asió de los bordes con ambos brazos y de un pequeño salto fue a parar al suelo del sótano. Por suerte un cesto de ropa sucia amortiguó su caída y encubrió cualquier ruido extraño. Se puso de pie y observo el lugar. El sótano estaba en semipenumbra, alumbrado solo por la poca luz que arrojaba la luna a través del cristal de la claraboya. Reinaba un completo silencio pero él sabía ser también silencioso. Caminó hacia las escaleras y comenzó a subir los escalones de uno en uno, lentamente. Cuando por fin llegó hasta la puerta se detuvo un instante y apoyó una mano contra la pared.
No podía creer que después de esperar tanto tiempo finalmente la vería. Los cuatro años de sufrimiento y agonía por haberla perdido darían paso a la alegría de tenerla otra vez para él. Cruzó el umbral de aquella puerta y atravesó la cocina con dos zancadas.
Sabía que había dos habitaciones en la parte alta de la casa y que estaría durmiendo en una de ellas. Debía seguir sus instintos para dar con la correcta. Siempre lo había hecho y nunca le habían fallado. La sala era tal como se la había imaginado. Sus manos cubiertas por un par de guantes negros recorrieron la suave tela de los sillones y se la imaginó sentada allí, leyendo un libro, en una noche de invierno, mientras el fuego crepitaba en la chimenea. Él estaría sentado a su lado, la contemplaría, la tomaría de la mano y le repetiría, una y mil veces, lo mucho que la amaba.
El corazón se le subió a la garganta cuando escuchó ruidos en el piso de arriba. Una de las puertas se abrió y tuvo apenas un segundo para esconderse detrás de la biblioteca.
Una mujer morena y algo excedida en su peso bajó las escaleras con el cabello revuelto en lo alto de la cabeza mientras lanzaba un par de bostezos. La vio perderse en la cocina y luego regresar con un enorme vaso de leche en una mano y una caja de galletas de chocolate en la otra. Desde su escondite pudo observar con claridad en cuál de las dos habitaciones había entrado y así dedujo cual era la que ocupaba ella.
Esperó hasta que esa puerta se cerró y, con cautela, comenzó a subir la escalera. Cada peldaño lo acercaba más a ella y cualquier intento de acallar los latidos de su corazón fue en vano. Se detuvo ante su puerta y sostuvo la manilla entre las manos. La calma se había convertido ya en excitación; la frialdad, en euforia.
Abrió la puerta lentamente y la cerró tras de sí. La habitación estaba a oscuras y la luz que entraba por la ventana iluminaba su silueta en la cama. Dormía muy plácida, cubierta con las sábanas. Su cabeza reposaba sobre la almohada y respiraba con lentitud. Si extendiese la mano, podría tocarla, matar la ausencia que había padecido durante esos cuatro años.
Destruir la distancia que los había mantenido separados, cuando su destino era estar juntos hasta la misma eternidad. Respiró hondo y cerró los ojos cuando su perfume llegó hasta él. Ella se movió inquieta en la cama y dio media vuelta; entonces, la sábana se deslizó hasta la cintura y desveló lo que los había unido durante todos esos años. El nudo celta permanecía intacto y se dejaba ver debajo de la prenda de algodón que ella llevaba. Frenó el impulso de acercarse y tocarla para asegurarse de que era tan real como la había soñado. Ansiaba tocarla y sentir la suavidad de su piel de nuevo pero no había ido a eso. La misión que lo había llevado hasta su casa, aquella noche, era por completo diferente. Ni siquiera se detuvo a pensar si sería sencillo o no llevársela de allí sin ser visto. No había ido a llevársela; solo estaba en esa habitación para recordarle que él existía, que estaba a su lado en todo momento, aunque no lo supiera, y que jamás permitiría que ningún hombre se acercara a ella. Se metió la mano en uno de los bolsillos internos de la chaqueta de piel negra que llevaba y sacó un ramillete de flores. Acomodó sus pétalos azules un poco aplastados y lo colocó sobre la almohada, junto a su rostro. Se quedó cerca un instante para escucharla respirar. Su misión estaba cumplida. Sin embargo, le lastimaba dejarla. Le dolía que ella no hubiera abierto los ojos y hubiera extendido sus brazos para darle la bienvenida que él se merecía. Ya habría tiempo para todo eso cuando, por fin, estuvieran juntos nuevamente. Sabía ser paciente y esperaría por ese momento mágico el tiempo que fuera necesario.
-------------------------------------
—¿Has dormido mal? —preguntó Rachel aquella mañana mientras revisaba algunos detalles del caso.
Jared se masajeó el cuello con movimientos circulares pero nada lograba calmar el dolor que punzaba con insistencia dentro de sus músculos.
—Este dolor me está matando.
—Demasiadas tensiones, Jared —sentenció Rachel y se acomodó el pelo detrás de las orejas—. Deberías relajarte un poco.
¡Cómo si fuera tan sencillo hacerlo! Pensó malhumorado.
—¿Qué has conseguido del laboratorio?
Ella lo miró resignada; al parecer no pensaba darse, ni siquiera, cinco minutos de pausa.
—Nada importante, no se hallaron huellas salvo las de la mano de un niño; parece como si esa maldita caja estuviera inmaculada.
—¿Has podido averiguar quién las vende?
—No conseguiremos nada por ese lado. Según los del laboratorio es una caja fabricada de forma artesanal —explicó.
Jared rió con sarcasmo.
—¿Quieres decir que nuestro asesino es, además, un artesano al que le gusta hacer sus propias manualidades?
—Así parece; aunque seguramente construyó él mismo la caja para que no lográsemos rastrearla.
—Sí, seguro.
—Leto, acaba de llegar esto para ti. —Un oficial le entrego un par de sobres y volvió a desaparecer detrás de la puerta.
—¿Qué tienes ahí? —preguntó intrigada su compañera.
—Dos entradas.
—¡Bueno, veo que vas a seguir mis consejos y saldrás a divertirte un poco!
Jared se puso serio y le entregó las entradas para que ella misma las viera.
—Son entradas para el partido de los Falcons para este fin de semana. —Lanzó un soplido mientras las volvía a guardar en el sobre—. Solo es trabajo, Jared.
—¿Qué esperabas? ¿Entradas para el cine, o tal vez el teatro?
—Pues sí, por qué no. Deberías desconectar un poco del trabajo, apuesto que el cuello te dolería menos.
—En cuanto lo atrapemos y toda esta pesadilla termine, te prometo que me tomaré unas vacaciones. —No le había mencionado nada pero pensaba tomar su pequeño barco que lo esperaba en la bahía de San Francisco, salir a navegar y perderse, al menos unos días, en la profundidad del océano.
—¿Tienes idea de cuantos adolescentes habrá en ese partido de hockey?
—Pelirrojos, no muchos —respondió con soltura Jared mientras subía las piernas encima del escritorio—. Vamos a tener suerte, Parker. ¿No eres siempre tú la que dice que tenemos que ser un poco más optimistas?
Rachel lo miró directamente a los ojos y Jared percibió el cansancio en ellos.
—Sabes que si no fuera así terminaríamos metidos en un hospital envueltos en una camisa de fuerza. —Se detuvo de inmediato al darse cuenta de lo que acababa de decir.
Jared percibió su embarazo.
—No te preocupes.
—Lo siento, Jared. Sabes que no me refería a… —¡Dios! ¿Por qué a veces no se limitaba a cerrar su enorme bocaza?
—Te he dicho que lo olvidaras.
Rachel asintió y volvió a concentrarse en el papeleo. Había metido la pata, había actuado con el mismo tacto de una mula al mencionar aquello. Casi nunca hablaban del tema del padre
de Jared. Ella sabía que él lo visitaba una vez a la semana en la clínica donde estaba internado desde hacía unos años y que cada vez que iba, regresaba peor. Siempre dejaba que
fuera él quien mencionara algo al respecto pero podía percibir cuánto dolor le provocaba ver a su padre en aquel estado después de haber sido, durante tantos años, no solamente
uno de los mejores policías de la ciudad, sino su héroe desde que era niño. El mismo Jared le había contado que había elegido ser policía como una manera de honrar a su padre.
Una ironía lo obligaba a ser testigo de cómo ese hombre, a quien siempre había admirado y respetado, se apagaba irremediablemente encerrado en aquel lugar.
Leía distraída unos papeles y, de vez en cuando, alzaba la vista para observarlo. Parecía estar atento a la pantalla de su portátil pero seguía con la mirada triste.
Le habría gustado levantarse de su lugar, ir hasta él y darle unas cuantas palmaditas en el hombro para demostrarle su apoyo solo con aquel silencioso gesto.
Estuvo a punto de hacerlo, pero en ese instante la puerta se abrió con violencia, y _______ Carmichael entró como un torbellino a la oficina.
Jared abandonó su silla de un salto y se quedó perplejo cuando ella se arrojó desesperadamente a sus brazos.
—¡_______! ¿Qué ha sucedido?
—¡Ha estado en mi casa!
----------------------------------------------------------
Fin del Maraton, Ya empieza a ponerse muy buena la novela Espero y les gusten los capitulos, Un Beso y un Saludo a todas las lectoras:) Me hacen feliz con sus comentarios:)
les podria hacer una pregunta? Cuantos años tienen?
-Karla XOXO
Maraton! 3/3
La enorme y espaciosa oficina que servía para aquel tipo de reuniones se había llenado aquella tarde. La larga mesa estaba ocupada casi por completo y _______ se había ubicado
junto a Jennie, porque ella se lo había pedido.
Estaba nerviosa y no era para menos. Se trataba del primer proyecto que su jefa le encargaba y ella sería la principal responsable de llevarlo adelante con éxito. ...Jennie le había dicho que pondría a su disposición el personal y el material que fuera necesario y que la dejaría trabajar con total libertad.
Aquella reunión era para afinar los últimos detalles y poner en marcha, finalmente, el proyecto en el que cualquier persona amante del arte habría deseado trabajar.
Había elegido una falda y una chaqueta de color gris ceniza para darse un toque más formal; debajo, llevaba una camisa en un tono un poco más pálido que el del traje. Su larga melena castaña estaba prolijamente sujeta en lo alto de su cabeza en un moño. Había entrado a la oficina con unas cuantas carpetas en los brazos y se sintió un tanto incómoda cuando la atención de la decena de hombres asistentes a la reunión se centró en ella. Conocía a la mayoría; al resto, seguramente, se los presentaría Jennie en el pequeño cóctel que se daría una vez finalizada aquella reunión.
Demasiada gente, murmullos y miradas furtivas que iban dirigidas a ella. _______ Mitchell, la novata encargada de llevar adelante un proyecto tan importante como aquel.
Jennie revisaba unos papeles; _______ se preguntó por qué no daba comienzo a la reunión de una buena vez, deseaba largarse de allí y dar por terminada esa sensación de sentirse un ******* en exhibición. ¡Dios! ¡Cómo quería estar en su taller en aquel mismo momento!
La puerta se abrió y todos se giraron para observar si el último asistente se había dignado, por fin, a aparecer.
_______ notó que el rostro de su jefa se relajaba ante la aparición de aquel hombre que en ese momento cruzaba la oficina y se dirigía hacia ellas después de saludar con cortesía a los demás.
—Jennie, lamento llegar tarde, pero era imposible escaparme de aquella otra reunión —dijo, se agachó y le dio un beso en el dorso de la mano.
—No te preocupes, Brandon. Las personas importantes siempre se hacen esperar. —Se giró y le sonrió a _______—. Brandon, esta es _______ Mitchell. _______ dirigirá el proyecto de la colección.
Brandon extendió la mano y se dispuso a besar la de _______ de la misma manera que había hecho con Jennie.
—_______, este es Brandon Tanner._______ le entregó la mano. Jennie no necesitaba decir nada más, ya sabía quién era él, no solo porque no se había hablado de otra cosa en la editorial en los últimos días, sino porque el nombre de Brandon Tanner era reconocido a nivel nacional. Uno de los mejores diseñadores del país y el creador de las mejores campañas publicitarias.
—Es un honor conocerlo, señor Tanner —dijo con timidez.
—El honor es mío, _______. Llámame Brandon; después de todo, vamos a trabajar juntos.
_______ asintió mientras él se sentaba junto a Jennie que dio por comenzada la reunión. Había pensado que los nervios la traicionarían más de una vez, pero estuvo más tranquila de lo normal; sobre todo, cuando le tocó exponer a ella las ideas que sustentarían el proyecto que al término de aquella reunión ya tenía un nombre oficial: «Art & Pleasure». Había sido elegido entre todos a través de una votación, después de que ella misma lo sugiriera. _______ sintió que aquel había sido un gran voto de confianza hacia su trabajo.
Los ejecutivos se iban acercando, poco a poco, al par de mesas en donde los esperaba un pequeño refrigerio. _______ se quedó en su lugar un momento más, a solas Jennie y Brandon conversaban junto a la ventana y ella aprovechó para ordenar sus carpetas.
Una de sus compañeras la instó a que comiera algo pero desistió: tenía el estómago cerrado y solo aceptó un vaso de agua.
—¡Ah, no! ¡No puedes beber agua! —Brandon exclamó al verla llenar su copa—. Debemos hacer un brindis, bebe al menos un poco de vino.
_______ le sonrió y de mala gana aceptó la copa de vino que él le acercaba.
—Por «Art & Pleasure», porque sea un éxito. —Chocó la copa de _______ con un leve movimiento—. Y
por ti, _______.
_______ bebió un sorbo de vino para ocultar de alguna forma la vergüenza de sentirse el centro de atención. Todos la miraban y, en un momento dado, deseó salir corriendo de allí y encerrarse en su taller. Sin embargo, debía aceptar que aquello también formaba parte de su vida, aunque le agradara menos. Prefería estar enfundada en sus vaqueros gastados, dar pinceladas sobre sus lienzos, respirar el olor del óleo y la trementina, encerrarse por horas en su estudio, en vez de estar allí, rodeada de tanta gente, la mayoría casi desconocida.
Para su alegría, Jennie se había unido a ellos y _______ se sintió menos incómoda. De vez en cuando observaba su reloj pulsera, procuraba hacerlo mientras su jefa y Brandon Tanner estaban distraídos, no quería dar la impresión de que quería largarse de aquel lugar lo antes posible.
Como Jennie y Brandon estaban entretenidos conversando con un hombre que, según había escuchado, era uno de los mayores distribuidores de libros del país, _______ logró escabullirse al menos un rato para recuperar un poco de soledad. Caminó hacia el gran ventanal y contempló cómo la noche ya se había adueñado de Fresno. Los edificios que la rodeaban y que de día parecían moles majestuosas, en ese momento parecían solo bestias dormidas. Respiró hondo y se cubrió el pecho con los brazos. Estaba tan oscuro ahí fuera; cualquiera se podría perder en medio de aquella negrura devoradora. Se preguntó si el hombre que amenazaba de nuevo su vida viviría como una sombra y se ocultaría de los demás en medio de la noche. Un escalofrío le recorrió la espalda.
—Estás aquí pero tu pensamiento no.
_______ se sobresaltó al escuchar la voz de Brandon Tanner.
—Necesitaba un poco de soledad —le dijo mientras esbozaba una tibia sonrisa.
—Te entiendo. A veces, la soledad suele ser la mejor compañera. —Se paró a su lado y contempló la vista que Fresno les ofrecía desde aquella oficina—. La soledad y la noche, una combinación demasiado lúgubre para algunos y demasiado perfecta para otros.
_______ asintió.
—Apuesto que ahora tu único deseo es marcharte de aquí.
—¿Cómo lo sabes? —Su forma de hablar le intrigaba.
—Porque lo mismo deseo yo —se limitó a responder.
—¿Y por qué no te vas entonces?
—¿Por qué no te vas tú? —retrucó y colocó las manos en los bolsillos de sus pantalones.
—No podría desairar a Jennie. —Lanzó un fugaz vistazo a su jefa—. Ella ha puesto en mis manos este proyecto tan importante y confía en mí más que nadie.
—Todos confían en ti, _______. Incluso yo —dijo y le sonrió.
—Quisiera creer que eso es verdad, pero sé que muchas personas que están hoy aquí piensan que no lo lograré. —Era un sentimiento que la había acompañado desde el mismo momento en que Jennie le había comunicado que sería la encargada de dirigir el nuevo proyecto.
—Solo es envidia —señaló Brandon.
—No, no es eso. Solo que creen que Jennie debería haber elegido a alguien con más experiencia y la verdad es que quizá tengan razón en desconfiar de mí.
Brandon sacudió la cabeza.
—No debes pensar así; tienes la oportunidad perfecta para demostrarles a todos ellos y a ti misma que puedes hacerlo. Yo te ayudaré, para eso estoy aquí.
_______ bajó la mirada avergonzada por su falta de confianza en sí misma.
—Gracias.
—Me las darás cuando comprendas que tengo razón —resopló, y un mechón de su cabello negro bailó con gracia sobre su frente—. Vamos, te llevaré a tu casa.
—Oh, no, no es necesario —se apresuró a decir—. He venido en mi automóvil.
—En ese caso, déjame acompañarte, al menos, hasta que subas a él.
Podría haberse negado, pero prefirió no hacerlo. No deseaba bajar sola hasta el subsuelo con la impresión de que alguien saldría en medio de la oscuridad para atacarla.
Se despidieron de Jennie y de un par de hombres que hablaban con ella, que _______ solo había visto un par de veces con anterioridad y tras recoger sus carpetas, se marcharon.
—¡Por fin! —exclamó Brandon y suspiró aliviado mientras se recostaba contra una de las paredes del ascensor.
_______ no pudo evitar sonreír; sobre todo, porque ella pensaba lo mismo solo que no se había atrevido a decirlo. Mientras el ascensor descendía los siete pisos que los separaban del subsuelo, _______ se dedicó a contemplar al hombre que acababa de conocer. Tenía un aspecto jovial; debía de tener no más de treinta años, no era mucho más alto que ella y era de complexión algo robusto.
Su cabello negro formaba algunas ondas y le llegaba más allá del cuello; sus ojos eran verdes y llevaba unas elegantes gafas; unas cuantas pecas asomaban en sus mejillas. Pero, sin duda, lo que más llamaba la atención en su rostro era una cicatriz que cruzaba por un lateral de su mandíbula.
Él se la tocó cuando descubrió hacia dónde estaban dirigidos los ojos de _______.
—Fue hace muchos años, un accidente de coche de donde salí casi ileso, a no ser por esta pequeña marca que llevaré hasta el día que me muera —le contó.
_______ notó tristeza en su voz, de seguro le dolía hablar de aquel tema y se lamentó de haberse quedado mirando su cicatriz como una niña tonta.
—Lo siento.
—No te preocupes, ya lo he superado. Pasó hace más de diez años y, además, creo que no me queda tan mal, ¿no? Me da un aspecto de hombre recio; creo que a las mujeres les gusta eso —bromeó, para ocultar su tristeza.
—No a todas —replicó _______.
La puerta del ascensor se abrió.
—¡Vamos! ¡No me vas a decir que una mujer como tú no se sentiría halagada si se topara con un sujeto rudo, con barba de varios días y que solo oliera a sudor! ¡Un típico vaquero del lejano Oeste!
_______ no hizo nada para reprimir la carcajada.
—¡Claro que no! —dijo a la defensiva. Por un segundo, la imagen de Jared Leto la asaltó y se lo imaginó vestido de vaquero, con sus botas de cuero gastadas, un gran sombrero de ala ancha, el rostro ensombrecido por una barba descuidada, las manos dentro de los bolsillos de sus pantalones y aquellos ojos Azules que cada vez que la miraban la invitaban a querer explorar qué había más allá.
—Te has quedado muy callada de repente. —Brandon la acompañó hasta donde estaba estacionado su Volkswagen—. ¿En qué pensabas?
_______ agitó la cabeza e intentó deshacerse de aquella imagen demasiado tentadora y le respondió.
—En nada.
—Bueno, déjame decirte que la expresión en tu rostro era demasiado placentera como para que estuvieras pensando en «nada».
Los colores se le subieron a las mejillas.
—¡Lo sabía! —Le apuntó con su dedo índice—. ¡Estabas pensando en tu vaquero rudo y sudoroso!
Si hubiese tenido más confianza con él, le habría golpeado el estómago con las carpetas. Se estaba riendo a costa de ella y lo estaba haciendo deliberadamente.
—Es tarde, debo irme. —Abrió la puerta de su automóvil y arrojó las carpetas dentro antes de que se convirtieran en posibles armas mortales.
—Bonito automóvil —comentó Brandon al elogiar su Volkswagen Beetle color rojo cereza.
_______ entró y cerró la puerta. Bajó la ventanilla y lo miró.
—Gracias por acompañarme, Brandon.
—De nada, _______.
Le dedicó una última sonrisa mientras encendía el motor y antes de marcharse lo saludo con la mano. Le había caído bien Brandon Tanner.
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Se movía entre las sombras vestido de negro. Adoraba la noche y sumergirse en su oscura boca para perderse en ella y así pasar desapercibido. Hasta sus ojos parecían haberse acostumbrado a ver en la oscuridad, al igual que los gatos. Era muy parecido a un felino astuto, de movimientos gráciles, serpenteaba entre las sombras, prefería la noche al día.
Disfrutaba mientras tanta gente dormía, se sentía dueño del mundo y de las tinieblas que lo rodeaban.
Su cuerpo, vestido de negro por completo, se movió con sigilo a través de los árboles. Observó con detenimiento la caseta de seguridad que despedía una tenue luz nacarada.
Desde su interior le llegaba el sonido de una radio encendida en donde el locutor hablaba de deportes y comentaba, apesadumbrado, la mala racha que habían tenido los Grizzlies de Fresno en la última temporada.
Se acercó a la caseta casi en silencio, parecía que sus pies se deslizasen por la hierba, la tocaban apenas. Oculto detrás de la columna de cemento que flanqueaba la reja de hierro, levantó un poco la cabeza para observar mejor.
El guardia estaba muy cómodo recostado en su silla con los pies cruzados sobre el pequeño escritorio pegado a la pared. Estaba demasiado entretenido con una revista, donde exuberantes señoritas mostraban sus atributos físicos en llamativas fotos de colores, como para prestar atención a nada más. Mucho menos a las sombras que se recortaban bajo la luz de la luna. Se arrojó al suelo y se arrastro hacia la reja. Cuando se puso de pie nuevamente, solo la gorra del oficial se asomaba a través de la ventana de la caseta de seguridad.
Atravesar aquella fortaleza de hierro era la parte más difícil de su plan pero una vez que lograse sortear aquel obstáculo ya nada lo detendría. Tan solo unos pasos lo separaban de ella.
Sus manos enguantadas se aferraron con fuerza a los barrotes como si fueran garras. Comenzó a escalar y con la fuerza de sus piernas, logró darse un empujón y llegar hasta la parte más alta. Se detuvo un momento, la cámara de video no tardaría en girar hacia donde se encontraba él; le tomaría solo unos segundos captar su imagen y transmitirla a los monitores de seguridad. Debía saltar antes de que fuera demasiado tarde. Cruzó las piernas por encima de la reja y sin dudarlo se arrojó al suelo; contuvo una maldición y con un rápido giro logró desaparecer de nuevo entre las sombras. El ruido de su cuerpo, que golpeó contra el suelo de hormigón, había llegado hasta los oídos del distraído guardia, y este se levantó de su silla de inmediato y perdió el equilibrio al hacerlo. Se quitó la linterna que colgaba de la presilla de sus pantalones y abandonó la seguridad de la caseta.
Dirigió la luz hacia la reja pero no había nada. Alumbró luego hacia la zona más boscosa, pero solamente aparecían los árboles. Se quitó la gorra y se rascó la cabeza.
«Tal vez solo ha sido un mapache hambriento», pensó, y apagó la linterna y volvió a la caseta. Revisó los monitores que mostraban imágenes de la entrada y de las calles internas que conducían a las propiedades dentro del complejo pero no había nada. Todo parecía estar en absoluta calma.
Calma absoluta era la sensación que lo embargaba en aquel momento; sabía que luego llegaría la exaltación, la emoción de tenerla cerca. Respiró hondo unas cuantas veces y se dirigió a la parte trasera de su casa. Sería fácil entrar; sabía que aquellas casas no contaban con alarmas individuales, sus dueños confiaban en la seguridad que les brindaba vivir en un lugar apartado y cerrado como aquel. Encontró la pequeña claraboya que daba al sótano sin problemas. Había estudiado los planos de aquellas casas y conocía perfectamente cada detalle. No era demasiado grande, pero sí lo suficiente como para que él pasara a través de ella. La empujó e introdujo primero las piernas, se asió de los bordes con ambos brazos y de un pequeño salto fue a parar al suelo del sótano. Por suerte un cesto de ropa sucia amortiguó su caída y encubrió cualquier ruido extraño. Se puso de pie y observo el lugar. El sótano estaba en semipenumbra, alumbrado solo por la poca luz que arrojaba la luna a través del cristal de la claraboya. Reinaba un completo silencio pero él sabía ser también silencioso. Caminó hacia las escaleras y comenzó a subir los escalones de uno en uno, lentamente. Cuando por fin llegó hasta la puerta se detuvo un instante y apoyó una mano contra la pared.
No podía creer que después de esperar tanto tiempo finalmente la vería. Los cuatro años de sufrimiento y agonía por haberla perdido darían paso a la alegría de tenerla otra vez para él. Cruzó el umbral de aquella puerta y atravesó la cocina con dos zancadas.
Sabía que había dos habitaciones en la parte alta de la casa y que estaría durmiendo en una de ellas. Debía seguir sus instintos para dar con la correcta. Siempre lo había hecho y nunca le habían fallado. La sala era tal como se la había imaginado. Sus manos cubiertas por un par de guantes negros recorrieron la suave tela de los sillones y se la imaginó sentada allí, leyendo un libro, en una noche de invierno, mientras el fuego crepitaba en la chimenea. Él estaría sentado a su lado, la contemplaría, la tomaría de la mano y le repetiría, una y mil veces, lo mucho que la amaba.
El corazón se le subió a la garganta cuando escuchó ruidos en el piso de arriba. Una de las puertas se abrió y tuvo apenas un segundo para esconderse detrás de la biblioteca.
Una mujer morena y algo excedida en su peso bajó las escaleras con el cabello revuelto en lo alto de la cabeza mientras lanzaba un par de bostezos. La vio perderse en la cocina y luego regresar con un enorme vaso de leche en una mano y una caja de galletas de chocolate en la otra. Desde su escondite pudo observar con claridad en cuál de las dos habitaciones había entrado y así dedujo cual era la que ocupaba ella.
Esperó hasta que esa puerta se cerró y, con cautela, comenzó a subir la escalera. Cada peldaño lo acercaba más a ella y cualquier intento de acallar los latidos de su corazón fue en vano. Se detuvo ante su puerta y sostuvo la manilla entre las manos. La calma se había convertido ya en excitación; la frialdad, en euforia.
Abrió la puerta lentamente y la cerró tras de sí. La habitación estaba a oscuras y la luz que entraba por la ventana iluminaba su silueta en la cama. Dormía muy plácida, cubierta con las sábanas. Su cabeza reposaba sobre la almohada y respiraba con lentitud. Si extendiese la mano, podría tocarla, matar la ausencia que había padecido durante esos cuatro años.
Destruir la distancia que los había mantenido separados, cuando su destino era estar juntos hasta la misma eternidad. Respiró hondo y cerró los ojos cuando su perfume llegó hasta él. Ella se movió inquieta en la cama y dio media vuelta; entonces, la sábana se deslizó hasta la cintura y desveló lo que los había unido durante todos esos años. El nudo celta permanecía intacto y se dejaba ver debajo de la prenda de algodón que ella llevaba. Frenó el impulso de acercarse y tocarla para asegurarse de que era tan real como la había soñado. Ansiaba tocarla y sentir la suavidad de su piel de nuevo pero no había ido a eso. La misión que lo había llevado hasta su casa, aquella noche, era por completo diferente. Ni siquiera se detuvo a pensar si sería sencillo o no llevársela de allí sin ser visto. No había ido a llevársela; solo estaba en esa habitación para recordarle que él existía, que estaba a su lado en todo momento, aunque no lo supiera, y que jamás permitiría que ningún hombre se acercara a ella. Se metió la mano en uno de los bolsillos internos de la chaqueta de piel negra que llevaba y sacó un ramillete de flores. Acomodó sus pétalos azules un poco aplastados y lo colocó sobre la almohada, junto a su rostro. Se quedó cerca un instante para escucharla respirar. Su misión estaba cumplida. Sin embargo, le lastimaba dejarla. Le dolía que ella no hubiera abierto los ojos y hubiera extendido sus brazos para darle la bienvenida que él se merecía. Ya habría tiempo para todo eso cuando, por fin, estuvieran juntos nuevamente. Sabía ser paciente y esperaría por ese momento mágico el tiempo que fuera necesario.
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—¿Has dormido mal? —preguntó Rachel aquella mañana mientras revisaba algunos detalles del caso.
Jared se masajeó el cuello con movimientos circulares pero nada lograba calmar el dolor que punzaba con insistencia dentro de sus músculos.
—Este dolor me está matando.
—Demasiadas tensiones, Jared —sentenció Rachel y se acomodó el pelo detrás de las orejas—. Deberías relajarte un poco.
¡Cómo si fuera tan sencillo hacerlo! Pensó malhumorado.
—¿Qué has conseguido del laboratorio?
Ella lo miró resignada; al parecer no pensaba darse, ni siquiera, cinco minutos de pausa.
—Nada importante, no se hallaron huellas salvo las de la mano de un niño; parece como si esa maldita caja estuviera inmaculada.
—¿Has podido averiguar quién las vende?
—No conseguiremos nada por ese lado. Según los del laboratorio es una caja fabricada de forma artesanal —explicó.
Jared rió con sarcasmo.
—¿Quieres decir que nuestro asesino es, además, un artesano al que le gusta hacer sus propias manualidades?
—Así parece; aunque seguramente construyó él mismo la caja para que no lográsemos rastrearla.
—Sí, seguro.
—Leto, acaba de llegar esto para ti. —Un oficial le entrego un par de sobres y volvió a desaparecer detrás de la puerta.
—¿Qué tienes ahí? —preguntó intrigada su compañera.
—Dos entradas.
—¡Bueno, veo que vas a seguir mis consejos y saldrás a divertirte un poco!
Jared se puso serio y le entregó las entradas para que ella misma las viera.
—Son entradas para el partido de los Falcons para este fin de semana. —Lanzó un soplido mientras las volvía a guardar en el sobre—. Solo es trabajo, Jared.
—¿Qué esperabas? ¿Entradas para el cine, o tal vez el teatro?
—Pues sí, por qué no. Deberías desconectar un poco del trabajo, apuesto que el cuello te dolería menos.
—En cuanto lo atrapemos y toda esta pesadilla termine, te prometo que me tomaré unas vacaciones. —No le había mencionado nada pero pensaba tomar su pequeño barco que lo esperaba en la bahía de San Francisco, salir a navegar y perderse, al menos unos días, en la profundidad del océano.
—¿Tienes idea de cuantos adolescentes habrá en ese partido de hockey?
—Pelirrojos, no muchos —respondió con soltura Jared mientras subía las piernas encima del escritorio—. Vamos a tener suerte, Parker. ¿No eres siempre tú la que dice que tenemos que ser un poco más optimistas?
Rachel lo miró directamente a los ojos y Jared percibió el cansancio en ellos.
—Sabes que si no fuera así terminaríamos metidos en un hospital envueltos en una camisa de fuerza. —Se detuvo de inmediato al darse cuenta de lo que acababa de decir.
Jared percibió su embarazo.
—No te preocupes.
—Lo siento, Jared. Sabes que no me refería a… —¡Dios! ¿Por qué a veces no se limitaba a cerrar su enorme bocaza?
—Te he dicho que lo olvidaras.
Rachel asintió y volvió a concentrarse en el papeleo. Había metido la pata, había actuado con el mismo tacto de una mula al mencionar aquello. Casi nunca hablaban del tema del padre
de Jared. Ella sabía que él lo visitaba una vez a la semana en la clínica donde estaba internado desde hacía unos años y que cada vez que iba, regresaba peor. Siempre dejaba que
fuera él quien mencionara algo al respecto pero podía percibir cuánto dolor le provocaba ver a su padre en aquel estado después de haber sido, durante tantos años, no solamente
uno de los mejores policías de la ciudad, sino su héroe desde que era niño. El mismo Jared le había contado que había elegido ser policía como una manera de honrar a su padre.
Una ironía lo obligaba a ser testigo de cómo ese hombre, a quien siempre había admirado y respetado, se apagaba irremediablemente encerrado en aquel lugar.
Leía distraída unos papeles y, de vez en cuando, alzaba la vista para observarlo. Parecía estar atento a la pantalla de su portátil pero seguía con la mirada triste.
Le habría gustado levantarse de su lugar, ir hasta él y darle unas cuantas palmaditas en el hombro para demostrarle su apoyo solo con aquel silencioso gesto.
Estuvo a punto de hacerlo, pero en ese instante la puerta se abrió con violencia, y _______ Carmichael entró como un torbellino a la oficina.
Jared abandonó su silla de un salto y se quedó perplejo cuando ella se arrojó desesperadamente a sus brazos.
—¡_______! ¿Qué ha sucedido?
—¡Ha estado en mi casa!
----------------------------------------------------------
Fin del Maraton, Ya empieza a ponerse muy buena la novela Espero y les gusten los capitulos, Un Beso y un Saludo a todas las lectoras:) Me hacen feliz con sus comentarios:)
les podria hacer una pregunta? Cuantos años tienen?
-Karla XOXO
karla Felix
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