Dreams of a Princess

por **Miilu** Sáb 05 Ene 2013, 7:50 pm

Lo que menos quería la princesa Camille, de 21 años, era ocupar el trono perteneciente a su abuela, no, claro que no, ella no había nacido para estar en la realeza, y de eso estaba segura.
Cuando apenas tenía 14 años, la noticia había llegado a sus oídos, era una princesa, y en pocos años, cuando se casara, iba a ser la Reina.
— ¡Vamos Camille!—dijo su madre, Aurora, sacándola de sus pensamientos. Y prosiguió —: Thomas te está esperando en la sala.
Sin gana alguna, Camille abandonó su habitación para dirigirse a la sala principal, donde, su futuro esposo, la estaba esperando.
— Hola—dijo desanimadamente a Thom, lo que menos quería era casarse, no necesitaba ser la Reina de «Obezuik», que su hermana menor, Emily, se quedara con el trono, ella no necesitaba ni casarse ni ser la Reina de un pequeño país para ser feliz, ella anhelaba volver a ver al amor de su vida, al que había conocido en su viaje a Nueva York, su ciudad natal. Él le había prometido tantas cosas, como volver a verla antes de que ella volviera a Obezuik, o como cuando le dijo que él se iría a vivir con ella y se casarían. Tantas promesas incumplidas, tantos sueños rotos.

*

5 meses atrás;

— Vas a ver, vamos a vivir juntos en Obezuik, nos casaremos y tendremos dos lindos niños,—dijo Pierre tomando un poco de su malteada —: y tú serás la madre más hermosa del planeta—.
Camille rió — No sé lo de los dos lindos niños quizá sean más de dos, pero lo de ir a vivir juntos seguro—, sonrió y le dio un tierno beso en los labios a Pierre. — Bueno, creo que tengo que irme—dijo observando su celular, un mensaje de su madre le había llegado desde el otro lado del mundo.
— Antes de que vuelvas a Obezuik, por favor, salgamos—dijo su novio, algo triste, por su marcha.
— Nunca me iría sin despedirme de ti—dijo Camille dándole nuevamente un beso en los labios, para luego salir del local e irse a su departamento, ubicado en el centro de la ciudad.
— ¡¿Qué cosa mamá?!—gritó eufórica por el teléfono al escuchar la nueva noticia.
— Que en seis meses te casarás, con Thomas Phantomive el príncipe de la pequeña Isla Marquéz, de esa manera podrás obtener la corona—. En ese instante, la felicidad de Camille, desapareció.

*

— ¿Vamos?—preguntó Thomas entusiasmado, ante la idea de salir ante el pueblo juntos, como dos personas que se aman, aunque, claramente no era así.
— ¿Qué? ¿A dónde?—dijo desconcertada Camille.
— A pasear, ¿no recuerdas? Te lo dije hace una semana—dijo pasándose la mano por el pelo, mientras se encaminaba hacía la puerta.
— Oh, claro—dijo sin pensarlo mucho, mientras recogía su cartera e iba hacía la puerta.
— Escucha Camille, sé que no quieres hacer esto, y no te culpo, yo tampoco quiero casarme a los 21 años, pero esto es lo que debemos hacer para poder ser felices—. Thom la abrazó.
— ¿Para ser felices? Thomas, ¿te haz escuchado? ¿Quién va a ser feliz? ¿Nosotros? ¿O nuestras familias? Siempre supiste desde que comenzamos esta relación que no funcionaria.
Thomas dejó de sonreír, sabía que Camille decía la verdad, pero no podía dejarla plantada tres días antes de la boda, sería una total imprudencia suya, dejar plantada a la novia a tan pocos días de su casamiento, y no seria muy bien visto que un príncipe como él, con todos los valores, haga eso.
— Sabes que no puedo dejarte, por más que lo quiera, es imposible anular el compromiso.
— Entonces por favor, déjame ser libre estos últimos tres días que me quedan como princesa, soltera.
— Como quieras Camille, sólo quiero que seas feliz—. Dijo algo apenado.
— Si quieres verme feliz, rompe el compromiso, no sé como, pero hazlo—, dijo Camille para luego desaparecer por la puerta.
Montó su caballo y se alejó del hermoso castillo, que lamentablemente dentro de pocos días sería suyo. «Una princesa no debe llorar en público» Recordaba esa absurda regla que su abuela le había dicho cuando apenas había comenzado con el entrenamiento, no todo para una princesa es simple, tiene que tener una cierta preparación para saber como actuar en diferentes ocasiones.
Se alejó del mundo, quería estar sola, no quería que nadie se le acercara, ni que mucho menos la viera llorar, solamente quería pensar que todo era parte del cuento en el que ella estaba viviendo, y que muy pronto tendría su «final feliz» o su «vivieron felices para siempre» junto a la persona que de verdad amaba.
Un bosque lleno de paz y tranquilidad la esperaba. A orillas del lago pudo desahogarse, mientras miraba el reflejo que le brindaba el agua limpia del lago, no le importaba estar sola, solamente quería despertar y saber que no tendría que casarse o que tendría que asumir, a tan temprana edad, un cargo tan grande, como el que iba a tener próximamente asignado, el de ser una Reina. Si aún era muy chica para gobernar un pueblo, como sería tener que gobernar un país, todo el tiempo que requeriría, y ella no quería pasar el resto de su vida sentada en un aburrido trono, y menos que menos quería encargarse de todo un país, si apenas podía con sus problemas. En ese momento quiso preguntarle a su abuela como hizo tantos años para no perder la cordura, pero claro que le contestaría que tenía al hombre que amaba a su lado y eso la bajaba a tierra.
Lloró toda la noche, bajo el manto de las estrellas que la consolaban, a la mañana siguiente, ya más serenada volvió al castillo donde la esperaban su abuela y su mamá con una gran reprimenda.

*

Hoy era el gran día, para su familia, claro está. Camille se casaba, después de tanta espera de todo el pueblo, hoy, por fin, iba pasar de Princesa Camille Evans a ser la Señora Camille Amanda Evans de Phantomive, Reina de Obezuik.
— ¡Camille! —Exclamó su madre —: ¡Camille! —volvió a llamarla.
— ¡Aquí! —contestó ella, desde su habitación, algo preocupada.
— Ya llegó el peluquero y el maquillista está esperando a que te peinen—.Dijo sonriente, ansiosa por este gran paso que daba su hija.
— Genial—rodó los ojos —: Dile a Lou que pase.
Después de dos horas llenas de estrés, Camille estaba peinada y maquillada. Se tiro al piso y comenzó a buscar el vestido que tenía debajo de su cama, para que no le pasara nada.
Se colocó detrás del biombo que estaba en una esquina de su cuarto, y comenzó a vestirse, tomó su tiempo, nadie la apuraba, ¿porqué iba a apurarse cuando sabía que estos eran los últimos momentos que le quedaban para disfrutar de su libertad antes de ser arrastrada al altar?
El vestido era algo especial, en este caso, era de un color rosado pálido, que parecía blanco, llegaba hasta el piso, rozando este con el bordado. El velo era aún más largo que el vestido, y ni hablar de la cola que le habían agregado a último momento al vestido, ahora sí era el vestido de una princesa de verdad.

*

La clásica música empezó a sonar, el piano se escuchaba desde lo lejos del pasillo por el cual en segundos Camille estaría caminando, o mejor dicho pateando para avanzar, con aquel vestido, que estaba segura, pesaba más que ella.
— ¿Lista? —preguntó su padre, una lágrima en el ojo, Camille rápidamente se la seco.
— Creo que este es mi destino, después de todo.
— Entonces vamos—. Respondió con una sonrisa su padre.
Padre e hija, comenzaron a caminar hasta el altar, y luego de unos cuantos tropezones por parte de Camille, su padre logró dejarla sana y salva al lado de su prometido.
Parecía que la ceremonia no terminaría nunca. Hasta que finalmente llegaron el momento del «Si, quiero»
— Thomas Phantomive, ¿quieres recibir a Camille Amanda Evans, como esposa, y prometes serle fiel en las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad, y, así, amarla y respetarla todos los días de tu vida?—preguntó el Cura.
— Si, quiero—. Contestó con una falsa sonrisa Thomas, lo único que ambos queríamos en este momento era decir un rotundo no, y salir corriendo cada uno para su lado.
— Camille Amanda Evans, ¿quieres recibir a Thomas Phantomive como esposo, y prometes serle fiel en las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad, y, así, amarle y respetarle todos los días de tu vida?
— Sí, quiero—. Dijo Camille mirando hacía el piso.
— Si alguien tiene alguna razón para oponerse a esta unión que habla ahora o calle para siempre.
— ¡Yo me opongo! —gritó alguien en el fondo de la sala. A Camille su voz le era familiar, si bien no recordaba de quien era. Volteó y para su sorpresa, su rostro se iluminó, cuando él la vio directamente a los ojos.
— ¡Pierre!—gritó Camille de la emoción, para luego voltear a ver Thomas, el solamente le sonrió y le asintió con la cabeza, él solo quería lo mejor para Camille, y sabía que Pierre era lo mejor para ella.
Rápidamente Camille se despojó del velo que se encontraba en su cabello y luego de la cola del vestido.
Salió corriendo en busca de su amado, quien la abrazó mientras ella lo besaba tiernamente. Ambos corrieron hasta el coche de Pierre, y en ese momento Camille supo, que tendría, finalmente, su «vivieron felices para siempre».

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