The girl of the rain

Suspiró al sentir las frías gotas de lluvia sobre su piel. Llevaba su camisón celeste del hospital. Hace unas semanas la habían internado por un ataque de locura y baja presión. Luego del accidente de su hermano, ya no era la misma. Las tormentas eran lo único que tenía de él, además de alguna que otra prenda de ropa y las fotos. Pero la lluvia era lo que los dos amaban desde que tenían memoria.
Siempre que llovía salían corriendo afuera a mirar a la gente desesperada buscando un techo, a mirar los relámpagos, escuchar el fuerte sonido de los truenos. Nadie los entendía, eran dos hermanos corriendo a mojarse para después pescar un refriado. Y si que pescaban, bastantes resfriados, gripes, llegaron a tener neumonía, pero no les importaba. Para ellos no había nada más hermoso que sentarse bajo la lluvia.

Sus padres tampoco los entendían, pero los dejaban disfrutar de su rara “pasión por la lluvia” muchos niños tenían miedo de los relámpagos y los truenos, pero ese par de mellizos, escuchaban un trueno y estaban en el césped sobre alguna mantita charlando y disfrutando del cielo oscuro.
Las tormentas en su país eran peligrosas y muy frecuentes.Pero pese a que estarán cerca de arboles, cerca de agua, mares o lo que fuere, a ellos no les pasaba nada, se quedaban horas y horas bajo el agua, hasta que la lluvia cese o estuvieran lo suficientemente empapados como para que su madre les ordene que entren a la casa.

Amber sonrió al recordar aquella vez hace 6 años atrás que les habían comprado tres perritos, dos San Bernardo y un Bichón Frisé. Los tres perritos tenían 4 meses, y estaban debajo de la lluvia jugando con ellos.

Los cinco después de un rato se habían quedado acostados en las mantas, en el patio de su casa, estaban exhaustos de tanto jugar y la lluvia había cesado, pero los relámpagos no. Toby, el perrito más pequeño, se escondió en las piernas de Amber en cuanto un trueno hizo temblar el piso.
Luego de una hora, Clara –la madre- los fue a buscar, era casi la una de la mañana y ellos estaban ya dormidos. Con paciencia el padre los despertó y les ordenó que se vayan a bañar y a acostar. Alrededor de las dos de la madrugada, un trueno despertó a Amber y a Toby, quienes fueron a buscar a Spencer para luego salir afuera a escondidas de sus padres.
Se despertaron con los gritos desesperados de su madre buscándolos, y cuando los encontró, los castigó sin tormentas por una semana. Pero el castigo no funcionó, ya que a los dos días estaban los cinco afuera bajo el agua.

Esa extraña obsesión que compartían los dos, era de los dos, y de nadie más –Exceptuando sus preciados tres perritos- Era un lazo que los unía más fuerte que cualquier cosa. Ni ellos entendían su amor por la lluvia. Quizás era porque nacieron un día de terrible tormenta, quizás era porque en la mayoría de sus cumpleaños llovía. Nadie sabia porque, pero ellos amaban la lluvia.

-Amber Estefanía Smith, entras al hospital en este mismo momento- Dijo su madre en un tono amenazante. Pero Amber no respondió- Amber, entras ahora mismo…- Volvió a repetir su madre

-¿O sino que? ¿Me vas a prohibir salir a disfrutar de la lluvia devuelta? ¿Me vas a quitar a mis perros? ¿Me vas a sacar la única cosa que me permite sentir cerca a Spencer?- Gritó ella con lágrimas cayendo de sus ojos- Mamá, sé que nunca jamás en tu vida te gustó que hagamos esto, sé que nunca lo vas a entender, pero POR FAVOR, déjame sentir cerca a mi hermano, déjame sentirme bien por primera vez en cinco meses.-

Hacía cinco meses su hermano había fallecido en un accidente de auto por un conductor malditamente alcohólico. Hacía cinco meses que no llovía tanto como en ese momento, solo eran nubes negras y caían unas pocas gotas antes de que salga el sol y Amber se encierre en su pieza a llorar una vez más.

-Por favor Amber, vas a empeorar asi- Dijo su madre acercándose a ella.

-No me toques mamá, ni se te ocurra hacerme entrar, cuando pare de llover voy a entrar, déjame estar tranquila POR FAVOR- Le dijo ella resaltando las ultimas palabras.

-Okey te dejaré tranquila- Dijo Clara, pero en vez de entrar, se quedó sentada en un banco cercano a la pelirroja.

-Mamá, vete.

-Hija, me quedaré aquí hasta que la lluvia pare.

Y esa gota derramó el vaso. A Amber le agarró un ataque, como casi siempre por cinco meses cuando alguien se quedaba con ella cuando estaba lloviendo, nadie además de sus perros o su hermano podían estar con ella cuando llovía, si no estaba su hermano, nadie debía acercarse.

-¡Mama! ¿TÚ JAMAS ME ESCUCHAS? ¡DEJAME SENTIRME CERCA DE SPENCER POR PRIMERA VEZ EN CINCO MESES! NO ES MI CULPA QUE HAYAS QUERIDO DESHACERTE DE TODAS SUS COSAS, FUE TU MALDITA DECISIÓN, SI QUIERES ESTAR BAJO LA LLUVIA VETE A OTRO LADO, NO QUIERO CERCA A NADIE ¿ESCUCHASTE? ¡A NADIE! ESTO ERA ALGO MÍO Y DE MI HERMANO. SI QUIERES HACERLO, HAY BASTANTE LUGAR COMO PARA QUE ESTÉS CERCA MIO.

Si, fue un poco dura, pero necesitaba realmente estar sola, y su madre con rabia y lágrimas en sus ojos se fue adentro del hospital. Amber se sintió mal por su madre, y se largó a llorar. Hasta que llegó él, ese rubio que se había robado su corazon hace varios meses, cuando le tiró sin querer el jugo encima.

Estaba lloviendo, ella estaba parada en el medio de la vereda, donde no había techo, mirando la gente correr a refugiarse del agua, o corriendo hacia sus casas con paraguas en sus cabezas. Si se pusieran a reflexionar, se darían cuenta que la lluvia no lastima, que el agua de lluvia es la mas pura, que detenerse a mirar el cielo y las luces que produce les haría bien. Estaba sumida en sus pensamientos cuando alguien la “atropella” y hace que se caiga en el suelo, cayéndose encima de la pelirroja.

Se miraron por unos segundos, y luego el rubio se levantó nervioso y le tendió la mano para ayudarla. Le pidió como cien veces perdón y la quiso acompañar hasta donde vaya.

-Lo siento, no tengo paraguas, me gusta la lluvia asique no tengo para ofrecerte ninguno- Dijo Mathew provocando su sonrisa.

-No importa- Respondió ella.

Estuvieron todo el camino hablando, y cuando llegaron a la casa de Amber, salió Harry, el amigo de Spencer, y saludó a Mathew.

-¿Se conocen?- Preguntó incrédula Amber
Harry y Mathew eran amigos, asique gracias a Harry la “pareja” pudo funcionar.
Y ahí estaba el rubio, sentado al lado de ella.
-Por favor Mathew, no te quiero herir, vete adentro, déjame sola.
-No te voy a dejar Amber, ¿Recuerdas mi promesa? Te prometí que jamás te dejaría, y este uno de los momentos en los que no debo dejarte.
Cuando Spencer murió, Mathew estuvo ahí para Amber, y le prometió nunca dejarla, ahí fue cuando se pusieron de novios.
-VETE MATHEW, ¿ACASO NADIE ENTIENDE QUE QUIERO ESTAR SOLA BAJO LA LLUVIA? ¿NADIE EN ESTE MISERABLE MUNDO ME PUEDE DEJAR SOLA? LOS ODIO, ¡NO PUEDO ESTAR TRANQUILA UN MINUTO!- Dijo la pelirroja gritando, exhausta. Mat la abrazó, ella pataleó, gritó, lo mordió, le pego puñetazos en el pecho, pero él no la soltó hasta que estuvo tranquila.
-Tú me puedes odiar, pero te amo Amber, te amo- Dijo Mathew en un susurro y la besó.
Fue el beso perfecto, bajo la lluvia, bajo una tormenta. Las luces del cielo, por más aterradoras que sean, a ella le generaron la atmósfera perfecta. Los dos sentados sobre el césped mojado, los cálidos besos de Mathew, ellos dos abrazados, hizo entender a Amber que ya era tiempo para empezar a compartir con alguien más su pasión por la lluvia. Y Mat, era perfectamente ese alguien, esa persona que le prometió nunca abandonarla.