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Darkness {Oneshot}
O W N :: Originales :: Originales :: One Shot's (originales)
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Darkness {Oneshot}
Datos Generales
Nombre: Darkness
Autor:Elena Sweet Flair
Adaptación: No, fue un trabajo de psicología que decidí subir
Género: Generales.
Advertencia: No hay amor(?.
Es una historia sobre discriminación en la sociedad en la que vivimos.
Es una historia triste.
Puede que esté mal redactado porque lo revisé a medias ._. debido a que no estaba de ánimos de leerlo por completo y habían cosas que se me ocurrían y las anotaba para no perderlas(?.
Otras páginas: El correo de mi profe de psicología(?.
Esta historia nació en un trabajo de psicología sobre la discriminación y bueno me dio la tontera y quise publicarlo aquí >:c así que gracias por leer c: y no sé, espero que ayude un poco en algo u.u
Autor:
Adaptación: No, fue un trabajo de psicología que decidí subir
Género: Generales.
Advertencia: No hay amor(?.
Es una historia sobre discriminación en la sociedad en la que vivimos.
Es una historia triste.
Puede que esté mal redactado porque lo revisé a medias ._. debido a que no estaba de ánimos de leerlo por completo y habían cosas que se me ocurrían y las anotaba para no perderlas(?.
Otras páginas: El correo de mi profe de psicología(?.
Esta historia nació en un trabajo de psicología sobre la discriminación y bueno me dio la tontera y quise publicarlo aquí >:c así que gracias por leer c: y no sé, espero que ayude un poco en algo u.u
Darkness
Quedé ciega a los trece años, en un accidente de tráfico en el cual murieron mis padres. Los detalles de ese día no los recuerdo muy bien, sólo sé que cuando desperté escuché la voz de mi abuela a mi lado, llorando. Intenté mirarla pero no podía ver nada. Le pregunté qué había pasado, si mis padres estaban bien. Ella volvió a llorar con mayor intensidad que antes. Y sentí cómo su cuerpo ejercía presión en la cama en la que me encontraba.
—Ellos…Ellos ya no están—Sus palabras perforaron mi corazón como si fuera una daga, perforándolo en mil pedazos. A pesar de mi corta edad lo entendí por completo, sabía que ellos no volverían que habían muerto en el accidente—Jamás te dejaré sola, mi niña—me prometió aún entre llantos.
Conforme pasaban los días me enteré de mi realidad. El doctor dijo que no podría recuperar la vista a no ser que fuera sometida a una costosa operación que mi abuela no podría pagar. Mi vida en ese momento se derrumbó por completo, a mis trece años no sabía qué hacer o qué sería de mi en ese momento. Mi abuela volvió a repetirme que todo estaría bien, que saldríamos de esto juntas, que no me preocupara. Y le creí, le creí como la pequeña e inocente niña que era; como la niña que creía que el mundo era hermoso en el que todos convivían felices y sin problemas ni preocupaciones pero al salir del hospital me di cuenta de la peor manera que me equivoqué.
Recuerdo que pasé un buen tiempo en mi casa, acostumbrándome a lo que me había tocado vivir. Debí reconocer la casa de mi abuela nuevamente, conocer cada centímetro de su hogar, caminar según sus órdenes para no caer. Y fue difícil pero no imposible porque finalmente logré acostumbrarme a la casa sin mayores complicaciones.
Los problemas comenzaron cuando debí volver a la escuela. “Lo sentimos pero no podemos aceptar a Holly de vuelta.” “Su hija necesita un trato especial y aquí no podemos dárselo.” Mi abuela puso el grito en el cielo, preguntando cómo era posible negarle los estudios a una niña sólo por haber perdido la visión. Ellos no la escucharon y le reiteraron lo mismo: que buscara una escuela especial donde fuera aceptada. En ese momento me mantenía sentada afuera, escuchando todos los gritos del despacho de la directora y cuando mi abuela salió me dijo que no me debía preocupar. Que había decidido sacarme de la escuela porque esa no era la mejor para mí. Asentí en silencio para no preocuparla y la abracé sintiéndome impotente, escuchando su llanto mientras me repetía que todo estaría bien.
Ella habló con unos amigos y éstos con sus conocidos hasta que dieron con una escuela cerca de mi hogar donde el director aceptó mi llegada gracias a las amistades de mi abuela y me dijo que podría comenzar las clases la semana entrante, que él y los profesores me ayudarían a adaptarme sin complicaciones y yo estaba realmente emocionada con la idea.
Todo antes de esa semana era normal, ya empezaba a acostumbrarme a todo lo que me pasaba y poco me importaba saber que mis amigos de la otra escuela me ignoraran por completo, según mi abuela ellos lo hacían porque le dolía verme partir y yo le creía aunque en el fondo sabía que se habían alejado por mi discapacidad pero estaba emocionada con empezar en una nueva escuela donde seguramente todo sería distinto y cambiaría para mejor.
Mi abuela me llevó a una institución de perros guías para ver la posibilidad de obtener uno y de esa forma poder moverme con tranquilidad en la escuela y en el vecindario. Pasamos por muchos trámites antes de que nos dieran un perro golden-labrador, para que se volviera mi lazarillo. En la institución me dijeron que tenía casi tres años de edad y que su nombre era Balto, como el husky siberriano. Me encariñé con rapidez con él y él a su vez conmigo. Balto desde el primer momento tomó mi corazón y llegó a convertir en mi gran amigo.
En la escuela me permitieron llevarlo para que me guiara hasta el salón pero en las clases él debía permanecer fuera de éstas e irme a buscar cuando sonara el timbre, al menos hasta que me acostumbrara, después podría dejarme en la puerta y yo haría el resto por mi misma hasta que lograra acostumbrarme bien a mi condición.
Y fue una buena idea, al menos así lo creía. Cuando llegué por primera vez me di cuenta que los maestros fueron amables conmigo, el de matemáticas me confesó en el receso que tenía un hijo en mis mismas condiciones y que vería la posibilidad que él me enseñara a leer por el método de braille y, de esa forma lograra aprender todo más rápido. También le explicaron a mis compañeros porqué era diferente y ellos se lo tomaron bien, con humor incluso o así lo pensé cuando me presentaron en el salón y comencé a escuchar las risas de mis compañeros llenando todo el lugar, la profesora sólo los regañó para que guardaran silencio mientras me guiaba al que sería mi puesto. A mis trece años no lo lograba comprender, pues aún era una niña pequeña que poco sabía de la vida y pensaba que todo era color de rosa pero en menos de una semana logré comprender que las risas no eran tan sólo de alegría, si no también eran de burlas.
Pensé que las burlas acabarían conforme pasaban los días, que se acostumbrarían a mi presencia o en caso contrario que yo podrían soportar todos aquellas bromas que me hacían. Me decía a mi misma que sólo eran eso: simples bromas que se irían algún día, que todo pasaría tarde o temprano y que todo iba a estar bien. Pero me equivoqué, las burlas siguieron las bromas también a pesar que Balto intentara ayudarme contra ellas.
Era llamada “la huerfanita ciega” por mis pares y eso me dolía. No había deseado perder a mis padres, mucho menos quedarme ciega. Ese había sido mi destino y lo debía aceptar aunque no me gustara pero me sentía mal cada vez que me lo sacaban en cara, me dolía tener pequeños recuerdos del accidente, que la última imagen que vería sería la de un auto chocando con el parabrisas del nuestro.
Las cosas empeoraron cuando fui a la secundaria. Había mejorado muchos aspectos en ese último tiempo gracias a mi abuela. Tenía buenas notas y había encontrado un buen método para estudiar sin la necesidad de leer en brille: grabar las clases en un audio y escucharlas para estudiar los exámenes orales que los maestros me daban. Y me iba bien en la escuela, mis maestros me felicitaban cuando daban mi calificación y yo por primera vez pensé en que hacía las cosas bien pero mi autoestima bajaba por completo cuando escuchaba los comentarios de los demás.
—Miren, la cieguita tienes buenas calificaciones.
—De seguro los maestros le tienen lástima.
—No creo que ella sea capaz de sacar esas notas, está ciega.
Inferior. Así me hacían sentir, así me trataban día a día y lo peor es que cada vez sentía que tenían razón. Que no valía la pena seguir con todo esto, que en verdad no era la chica fuerte que aparentaba ser, que era débil, un estorbo. Miles de veces me pregunto por qué no morí en el accidente, por qué sobreviví en vez de mis padres. Estoy segura que ellos hubieran tenido una mejor vida que yo, que hubieran soportado este estado de mejor manera.
Y por más que me esforzara mis compañeros siempre iban a recalcarme mis problemas. Mi abuela muchas veces dijo que me tenían envidia al ver que podía salir adelante y tenía las ganas de hacerlo o al ver que los maestros me prestaban una mayor atención que al resto 5 pero jamás logré comprobarlo y jamás lo sentí así. Según mi punto de vista yo era el blanco fácil de las burlas, a eso se resumía todo. Además lo más seguro era que o hicieran por mis inseguridades y baja autoestima ya que les causaba un gran goce que sus palabras resonaran en mi mente en más de una ocasión a pesar de escuchar la voz de mi abuela diciéndome que todo iba a ir bien.
Recuerdo que el acoso escolar siempre estuvo presente en mi vida: me encerraban en el baño y me golpeaban; botaban mis útiles al suelo y en más de una ocasión terminaron rompiendo mis cosas mientras reían y me daban apodos, divertidos por lo que hacían. Cuando pedía ayuda me hablaban con antipatía, como si fuera inferior a todos sólo porque era diferente y eso no fue todo lo que hicieron conmigo, a medida que el tiempo pasaba las formas de molestarme iban en aumento y empeorando cada vez más.
Un día me esperaron fuera de la escuela y me siguieron, no me había dado cuenta hasta que Balto comenzó a ladrar con preocupación. Unos chicos me tomaron de las manos, separándome de mi lazarillo mientras que otros lo sujetaron y comenzaron a golpearlo con lo que fuera. Sus aullidos daban a entender el dolor que sentía y mi llanto demostraba la rabia e impotencia que tenía en ese momento al sentirlo así. Los odiaba, los detestaba a todos, no podía comprender cómo era posible que actuaran de esa forma, yo era iguales a ellos, no sabía por qué eran tan despreciables. Podía ver humanos pero ¿humanidad? Eso era algo que mis compañeros carecían.
Los escuché burlarse, mofarse de mi estado, reírse del pobre Balto. Dedicándome palabras que de verdad me afectaron y nuevamente me cuestioné el por qué.
—No eres nada con tu perro ¿no?8
—Déjala, no te va a contestar…Además de ciega es muda.
—¿Qué te dije? Es un estorbo sin ese animal. Ni siquiera puede caminar sin caerse.
Todos rieron y uno de los chicos me tiró al suelo. Ellos volvieron a reír.
—Veamos que tan buena eres sin ese animal.
Y finalmente se fueron. Dejándonos solos en el lugar, solos y con miles de interrogantes en mi cabeza. ¿Qué ganaban con maltratar a Balto? Por lo que entendía yo era el problema y no él. Aunque claro, si lo herían a él me herían a mí y eso lo sabían a la perfección. Yo sin mi perro no era nada, ellos tenían razón, necesitaba la compañía de ese animal para poder animarme o ser fuerte por que sin él era torpe9, un estorbo bueno para nada, un saco de piel y huesos que para lo único que servía era para hacer de la vida de mi abuela un verdadero martirio y ella no debía sentirse así, no por mi culpa. Me sentía culpable. Ellos tenían razón al decir que si no hubiera nacido todo sería más fácil, que los maestros me tenían compasión y por esa razón sacaba buenas calificaciones, que era una niña mimada por recibir más ayuda o cuidado del resto aunque los demás sólo lo hacían por compasión y sin una real intención. Mi abuela siempre trató de subirme el ánimo de decirme que si lo decían era por envida, porque envidiaban aquella fortaleza y felicidad que irradiaba a pesar de todos los problemas que tenía, porque había logrado salir adelante por mi esfuerzo y no por el de otros.
Y eran sus palabras las que muchas veces me alentaban a seguir adelante, fueron éstas las que me dieron fuerza ese porque a pesar de todo ella me repitió que todo iba a estar bien, que tanto Balto como yo íbamos a poder salir adelante. Y no se equivocó, después de un tiempo Balto se recuperó por completo al igual que yo.
Pero las cosas en la escuela no mejoraron, para nada, incluso el día en que pensé que todo iba a mejorar. Tenía quince años cuando Anthony Gallow me invitó a salir. Por lo que sabía él era uno de los chicos más populares de la escuela y era estúpido que él me invitara precisamente a mí a alguna cita porque ¿qué podía ofrecerle alguien como yo? Nada y fue por eso que la propuesta me sorprendió demasiado pero la acepté sin dudarlo.
Me dijo que iríamos a una cafetería después de la escuela y le dije que no había problemas pero antes debía avisarle a mi abuela que llegaría más tarde de lo normal. Él me dijo que no me preocupara y después de hablar a mi casa con una sonrisa le dije que aceptaba.
Después de ese día nos volvimos más cercanos, casi inseparables. Todos murmuraban cosas a nuestras espaldas pero eso no me importaba porque por primera vez después de mucho tiempo era realmente feliz. Salimos como amigos por un tiempo, íbamos donde fuera y Balto solía jugar con él de vez en cuando dejaba sus defensas de lado. Todo era perfecto.
Recuerdo que un día fuimos a pasear al parque y con mi tacto me di cuenta que en verdad él era hermoso mis manos rozaron su rostro, sentí sus labios, toqué su cabello, pude imaginar lo perfecto que era sin siquiera hacerlo mirado antes. Y en ese momento me sentí única, especial, como si todo cobrara sentido en ese minuto, por primera vez creí que todo había valido la pena.
Y Anthony un día me pidió noviazgo en medio de toda la escuela pensé que sería perfecto como en los cuentos que mi abuela me narraba antes de irme a dormir pero nuevamente me equivoqué y me odié por haberle dicho todo sobre mí.
Cuando acepté emocionada Anthony me confesó que todo eso había sido parte de una apuesta que tenía con los chicos del equipo de baloncesto pero nada personal, jamás se fijaría en alguien como yo ni aunque él fuera el ciego. Mis ojos se cristalizaron al darme cuenta que había jugado con mis sentimientos, que me había utilizado para su propio beneficio y con eso nuevamente me había humillado.
¿Por qué todo debía resultarme así? ¿Cuál había sido el error que cometí? Seguía sin entenderlo, lo único que sabía era que era yo la del problema, siempre había sido así y eso no tenía por qué cambiar en ese momento. Yo era la niña estúpida6, yo era la ciega que no podía comprender lo bueno o lo malo. Y me sentía decepcionada con todos, conmigo misma, la amargura y el rencor me consumían por más que no quisiera.
Cuando murió mi abuela sentía que nada tenía sentido, que jamás tuve un verdadero amigo y quien creí que era mi vida simplemente había obtenido toda la información necesaria para destruirme. Me sentía sola y desconcertada e intenté seguir adelante pese a todos los malos ratos que me hacían pasar en la escuela, pese a las burlas y humillaciones pero ya simplemente no daba más, estaba cansada de todo, lo único que deseaba era morir.
A los diecisiete años intenté quitarme la vida, cansada de todo y de todos. Ya me daba igual, mi abuela había muerto, ella era la única que verdaderamente me quería y me comprendía y ya no estaba. Balto podría encontrar una mejor dueña, podría vivir con alguien que no le resultara tan problemática como yo, podría tener una ama que le diera más alegrías que tristezas.
Ahora estoy inconsciente, entre la vida y la muerte, víctima de una sociedad encerrada en sí misma, en la cual sólo importa la perfección. Es irónico, porque la perfección no existe, aún así existe la palabra y ponemos estándares para alcanzarla pero al final morimos en el intento. “Estoy gorda”, “Soy patética”, “me doy asco”, “no sirvo para nada”, “me juzgan sin conocerme, sólo por cómo visto”, “veo el mundo de distinta forma”, “me gusta alguien de mi mismo sexo”, “soy diferente”, “creen que soy anoréxica”, esos pensamientos pasan por lo menos una vez en la mente de los adolescentes que se sienten incomprendidos por sus pares y no tienen a nadie para poder confiar ¿Y saben qué es peor? El cinismo de la gente, los mismos que me trataron de “ciega”, “estúpida buena para nada”, “eres un estorbo para esta sociedad”, están reunidos llorando porque me salve repitiendo para sí mismos que yo “es una buena niña”, “saldrá adelante”, incluso Anthony dijo “yo la quería”, “no entiendo por qué intentó quitarse la vida”,“la culpa es de la sociedad”. Es irónico, porque aún no se dan cuenta que nosotros mismos somos la sociedad, nosotros somos los culpables al discriminar y juzgar sin conocer. Y, en este momento deseo descansar, irme para siempre, dejar de vivir y que los médicos dejen de intentar salvar una vida que no tiene salvación.
Sweet Flair
Re: Darkness {Oneshot}
Que fuerte!
La verdad es que es muy lindo lo que dice la historia, y tan cierto. Es una lastima que muchos adolecentes de hoy en dia esten pasando por algo parecido, pero es mas triste que muchos mas discriminen a las personas solo por ser diferentes, o por no ser perfectos. Hay un dicho que dice :
"Cada ser humano es hermosamente imperfecto"
y cuanta razon tiene. Creo que es hora de que empezemos a pensar en nosotros mismos y no a contar los defectos que tiene el otro. Por que despues de todo lo que no hace seres humanos es nuestra imperfeccion.
Espero que te haya ido super en el trabajo.
La verdad es que es muy lindo lo que dice la historia, y tan cierto. Es una lastima que muchos adolecentes de hoy en dia esten pasando por algo parecido, pero es mas triste que muchos mas discriminen a las personas solo por ser diferentes, o por no ser perfectos. Hay un dicho que dice :
"Cada ser humano es hermosamente imperfecto"
y cuanta razon tiene. Creo que es hora de que empezemos a pensar en nosotros mismos y no a contar los defectos que tiene el otro. Por que despues de todo lo que no hace seres humanos es nuestra imperfeccion.
Espero que te haya ido super en el trabajo.
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