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Un Angel Caido y Un Amor Prohibido (Finale IV Temporada) Joe y _Tn. (TERMINADA)
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: Un Angel Caido y Un Amor Prohibido (Finale IV Temporada) Joe y _Tn. (TERMINADA)
chicas pase de voladas xq estoy full ocupada asi q aqui les jejo el maraton espero y les guste ah y muchas gracias x sus comentarios no puedo responderles a todas x falta de timpo ya me vienes a buscar para salir a rumbear espero y me entienda las leo luego y FELICES FIESTAS
1/3
III TEMPORADA
Capitulo 7
III TEMPORADA
Capitulo 7
Me preparé para la cena con Hank y mi mamá cambiándome en
unos zapatos planos y un ondulante vestido bohemio que me
caía por encima de la rodilla.
Era mejor de lo que Hank se merecía, pero tenía un motivo ulterior. La meta de
esta noche era doble. En primer lugar, hacer que mi mamá y Hank desearan
nunca haberme invitado. En segundo, hacer mi postura sobre su relación tan
clara como el cristal. Ya estaba ensayando mentalmente mi discurso, el cual lo
entregaría de pie a todo volumen, y terminaría cuando rociara a Hank con su
propia copa de vino. Tenía la intención de usurpar el trono de Reina Diva de
Marcie esta noche, mi propio decoro será condenado.
Pero primero lo primero. Tengo que sosegar a Mamá y Hank con la creencia de
que estoy en el estado de ánimo adecuado para ser llevada en público. Si salgo
de mi habitación sacando espuma por la boca y vestida con una camiseta negra
de ―EL AMOR APESTA‖ mi plan nunca despegaría del suelo.
Pasé treinta minutos en la ducha, el agua caliente golpeando cada centímetro
de mi cuerpo, y después vigorosamente lavado y depilado, mimé mi piel con
aceite para bebé. Las pequeñas incisiones entrecruzadas en mis brazos y piernas
estaban curándose rápidamente, así como las magulladuras, pero ambos
arrojaban un rayo de luz no deseado a lo que la vida había sido durante mi
secuestro. Combinado con la piel sucia con la que había llegado al hospital, mi
mejor conjetura es que me habían llevado a lo profundo del bosque. Un lugar
tan remoto, que habría sido imposible que un transeúnte se topase conmigo.
Un lugar tan olvidado por Dios que mis posibilidades de escapar y sobrevivir
sería casi nada.
Pero debo haber escapado. ¿Cómo podría explicar cómo volví a casa?
Sumándose a esta especulación, había imaginado los densos bosques que
abarcan el norte de Maine y Canadá. A pesar de que no tenía pruebas para
demostrar que había sido retenida ahí, era mi mejor conjetura. Me había
escapado, y contra todo pronóstico, había sobrevivido. Esa era mi única teoría
de trabajo.
En mi camino fuera del cuarto de baño, vacilé frente al espejo el tiempo
suficiente para esponjar mi cabello. Era más largo ahora, caía a la mitad del
camino en mi espalda, con luces de color caramelo naturales, gracias al sol del
verano. Definitivamente estuve en un lugar al aire libre. Mi piel sostenía un beso
de bronce, y algo me decía que no había sido escondida en un salón de
bronceado todas esas semanas. Tenía el pensamiento sin rumbo de comprar
nuevo maquillaje, después lo borré. No quería nuevo maquillaje para que
coincida con mi nuevo yo. Sólo quería a mi vieja yo.
En la planta baja, me encontré con Hank y mi madre en el vestíbulo. Vagamente
noté que Hank parecía un muñeco Ken de tamaño natural con helados ojos
azules, un tono de piel dorado, y una separación lateral impecable. La única
discrepancia era la constitución esbelta de Hank. En una pelea, Ken habría
ganado, sin duda.
—¿Lista? —preguntó Mamá. Estaba toda vestida también, con pantalones de
lana ligeros, una blusa y un abrigo de seda. Pero era más consciente de lo que
no tenía puesto. Por primera vez, su anillo de matrimonio había desaparecido,
dejando una franja pálida alrededor de su dedo anular.
—Voy a conducir por separado —le dije bruscamente.
Hank me apretó el hombro jugando. Antes de que pudiera retroceder, dijo:
—Marcie es de la misma manera. Ahora que ella tiene su licencia, quiere
conducir a todas partes. —Él levantó las manos como si no ofreciera ninguna
discusión—. Tu madre y yo te encontraremos ahí.
Me debatía si decirle a Hank que mi deseo de manejar por separado no tiene
nada que ver con un pedazo de plástico en mi billetera. Y mucho más que ver
con la forma en que estar alrededor de él hacía que mi estómago se retuerza.
Giré para enfrentar a mi mamá.
—¿Puedo tener dinero para la gasolina? El tanque está bajo.
—En realidad —dijo mamá, dándole una mirada ayúdame con esto a Hank—,
estaba realmente esperando poder utilizar este tiempo para que los tres
habláramos. ¿Por qué no vas con nosotros, y te doy el dinero para llenar el
tanque mañana? —Su tono era amable, pero no había ningún error. Ella no me
estaba ofreciendo una opción.
—Sé una buena chica y escucha a tu madre —Hank me dijo, mostrando una
perfectamente recta, perfectamente blanca sonrisa.
—Estoy segura de que tendremos un montón de tiempo para hablar en la cena.
No veo el gran problema en que maneje por mí misma —dije.
—Es cierto, pero todavía vas a tener que venir con nosotros —dijo mamá—.
Resulta que estoy sin dinero en efectivo. El nuevo teléfono móvil que te compré
hoy no era barato.
—¿No puedo pagar la gasolina con tu tarjeta de crédito? —Pero ya sabía la
respuesta. A diferencia de la mamá de Demi, mi mamá nunca me prestó su tarjeta
de crédito, y yo no me tengo la flexibilidad moral ―pedirla prestada‖. Supongo
que podría usar mi propio dinero, pero había tomado una postura y no quería
dar marcha atrás ahora. Antes de que ella me pueda tirar abajo, añadí—: ¿O qué
pasa con Hank? Estoy segura de que me puede prestar veinte dólares. ¿Cierto,
Hank?
Hank echó la cabeza hacia atrás y rió, pero no me pierdo las líneas de irritación
que se forman alrededor de sus ojos.
—Tienes absolutamente al negociador en tus manos, Blythe. El instinto me dice
que ella no heredó tu carácter dulce y humilde.
Mamá dijo:
—No seas grosera, (tn). Ahora estás haciendo un gran escándalo de nada. Un
viaje compartido en automóvil por una noche, no te va a matar.
Miré a Hank, con la esperanza de que pudiera leer mi mente. No estés tan
segura.
—Será mejor que nos vayamos —dijo Mamá—. Tenemos reservas para las ocho
y no queremos perder nuestra mesa.
Antes de que pudiera lanzar otro argumento, Hank abrió la puerta y nos indicó
a mi madre y a mí la salida.
—¿Ah, así que es tu auto, (tn)? ¿El Volkswagen? —pregunta, mirando a través
de la entrada—. La próxima vez que estés en el mercado, pasa por mi
concesionario. Podría engancharte con un convertible Celica por el mismo
precio.
—Fue un regalo de un amigo —explicó Mamá.
Hank dejó escapar un silbido bajo.
—Eso es un amigo el que tienes.
—Su nombre es Kevin Parnell —dijo Mamá—. Un viejo amigo de la familia.
—Kevin Parnell —reflexionó Hank, arrastrando una mano sobre su boca—. El
nombre me suena. ¿Conozco a sus padres?
—Su madre, Lynn, vive en la calle Diácono, pero Kevin salió de la ciudad durante
el verano.
—Interesante —murmuró Hank—. ¿Alguna idea de dónde acabó?
—En algún lugar de New Hampshire. ¿Conoces a Kevin?
Hank rechazó su pregunta con un movimiento de cabeza.
—New Hampshire es el país de Dios —murmuró con admiración. Su voz era tan
suave que de inmediatamente rechinó.
Al igual de irritante que el hecho de que él podría haber pasado como el
hermano menor de mi Mamá. Real y verdaderamente. Él tenía pelo facial, una
sombra fina que cubría la mayor parte de su rostro, pero donde podía ver, tenía
un excelente tono de piel y muy pocas arrugas. Había considerado la
posibilidad de que mi mamá finalmente empezara a salir de nuevo, y tal vez
incluso se casara, pero quería que su esposo tuviera un aspecto distinguido.
Hank Millar parecía un chico de fraternidad oculto bajo un traje de gris-tiburón.
En Coopersmith, Hank estacionó en el aparcamiento trasero. Mientras
ascendíamos, mi nuevo teléfono celular sonó. Le envié un mensaje a Demi con mi
nuevo número antes de salir, y parecía que ella lo recibió.
BB! STOY N TU KSA. DND STAS?
—Nos encontraremos en el interior —le dije a Mamá y Hank—. Mensaje —le
expliqué, moviendo mi celular.
Mamá me mandó una mirada negra que decía, que sea rápido, entonces tomó
del brazo a Hank y lo dejó que la escoltara hacia la puerta del restaurante.
Le respondo a Demi. ADIVINA DND STOY.
PISTA? ella me mensajeó.
JURA Q NO SE LO VAS A DCIR A NADIE?
TNS Q PREGUNTAR?
Le envió un mensaje a regañadientes:
CENANDO CN EL PAPÁ DE MARCIE
#?@#$?!&
MI MAMÁ STA SALIENDO CN EL.
TRAIDORA! SI SE CASAN, TÚ y MARCIE...
PUEDO USAR UN POCO DE CONSUELO AQUÍ!
¿SABE ÉL Q ME STAS MENSAJEANDO?, Demi preguntó.
NO. STAN ADENTRO. STOY EN EL APARCAMIENTO COOPERSMITH.
EL RUFIAN. MUY BUENO XA APPLEBEE, YA VEO.
VOY A ORDNAR LO MÁS CARO DL MENU. SI TODO VA BIEN, LE VOY A LANZAR A HANK SU
BBIDA N LA KRA.
JA! NO T PREOCUPS. T PASO A BUSKR. NECSITAMS PASAR EL RATO. HA PASADO MUCHO
TIEMPO. MURIENDO X VERT!
STO APESTA TAN MAL! Le mensajeó de vuelta. TENGO Q QDARM. MAMÁ STA EN PIE D
GUERRA.
ME STAS DICIENDO Q NO?!
PAGANDO DEUDAS D FAMILIA. AFLOJA.
TE DIJE Q M STOY MURIENDO X VERT?
YO TB. ERS LA MEJOR, LO SABS, ¿VRD?
PALABRA.
MAÑANA N ENZO XA EL ALMUERZO? MDIODIA?
TRATO.
Colgando, cruzo el aparcamiento de grava y me permito entrar. Las luces
estaban bajas, la decoración masculina y rústica con paredes de ladrillo, cabinas
de cuero rojo y lámparas de la cornamenta. El olor de la carne chisporrotea
abrumando el aire, y los televisores sobre el bar sonaban con los destacados de
la jornada deportiva.
—Mi grupo acaba de llegar hace un momento —le dije a la recepcionista—. La
reserva se encuentra bajo el nombre de Hank Millar.
Ella sonrió.
—Sí, Hank acaba de entrar. Mi padre solía jugar al golf con él, así que lo
conozco muy bien. Él es como un segundo padre para mí. Estoy segura de que
el divorcio ha sido devastador, por lo que es realmente bueno verlo salir de
nuevo.
Me acordé de un comentario anterior de Marcie de que su mamá tenía amigos
en todas partes. Recé porque Coopersmith no estuviese en su radar, temiendo
cuán rápido la noticia de esta cita podría viajar.
—Supongo que depende de a quién se le pregunte —murmuré.
La sonrisa de la recepcionista se volvió nerviosa.
—¡Oh! Qué inconsciente de mí. Tienes razón. Estoy segura de que su ex esposa
no estaría de acuerdo. No debería haber dicho nada. Por este camino, por favor.
Ella había perdido mi punto de vista, pero lo dejé. La seguí por el bar, por un
corto tramo de escalones, al área del comedor hundido. Fotos negro y blanco
de mafiosos famosos estaban colgadas en los muros de ladrillo. Las mesas
estaban construidas con antiguas cubiertas de escotilla. Se rumoreaba que el
suelo de pizarra había sido importado de un castillo en ruinas de Francia y que
se remontaba al siglo XVI. Hice una nota mental de que Hank era aficionado a
las cosas viejas.
Hank se levantó de su silla cuando me vio acercarme. Siempre el caballero. Si él
sólo supiera lo que había reservado para él.
—¿Esa fue Demi mandándote mensajes? —preguntó Mamá.
Me siento en una silla y apoyo el menú para obstruir mi vista de Hank.
—Sí.
—¿Cómo está?
—Bien.
—¿La misma vieja Demi? —ella bromeó.
Hice un ruido de consentimiento.
—Las dos deben reunirse este fin de semana —sugirió.
—Ya está cubierto.
Después de un momento, mi madre cogió su propio menú.
—¡Bien! Todo se ve maravilloso. Va a ser difícil decidir. ¿Qué crees que vas a
querer, (tn)?
Recorrí la columna de precios, en busca de los más exorbitantes.
De pronto, Hank tosió y se aflojó la corbata, como si se hubiera tragado el agua
por el lugar equivocado. Sus ojos se abrieron un poco más amplios con
incredulidad. Seguí su mirada y vi pasear a Marcie Millar en el restaurante con
su madre. Susanna Millar colgó su chaqueta en el perchero antiguo justo en la
puerta del frente, después tanto ella como Marcie siguieron a la recepcionista a
una mesa cuatro por debajo de la nuestra.
Susanna Millar tomó una silla, de espaldas a nosotros, y yo estaba bastante
segura de que ella no nos había notado. Marcie, por otro lado, que estaba
sentada frente a su madre, hizo una toma doble en el medio de recoger su agua
con hielo. Hizo una pausa con el cristal a centímetros de su boca. Sus ojos
imitaban a los de su padre, creciendo por la sorpresa. Ellos viajaron desde Hank,
a mi madre, finalmente se pararon en mí.
Marcie se inclinó sobre la mesa y le susurró unas palabras a su madre. La
postura de Susana se puso rígida.
La sensación de un desastre inminente se deslizó a través de mi estómago y no
se detuvo hasta que se instaló en los dedos de mis pies.
Marcie se empujó fuera de su silla abruptamente. Su mamá la agarró del brazo,
pero Marcie era más rápida. Se dirigió hacia nosotros.
—Entonces —dijo ella, parada en el borde de la mesa—. ¿Todos estén teniendo
una pequeña agradable cena afuera?
Hank se aclaró la garganta. Echó un vistazo a mi mamá una vez, cerrando los
ojos brevemente a modo de disculpas silenciosas.
—¿Puedo dar la opinión de alguien de afuera? —Marcie continuó con una voz
extrañamente alegre.
—Marcie —dijo Hank, advertencia arrastrándose en su tono.
—Ahora que eres elegible, Papá, vas a querer tener cuidado con quien tienes
citas. —A pesar de sus bravatas, me di cuenta de que los brazos de Marcie
habían adoptado un fino temblor. Tal vez por la ira, pero, curiosamente, parecía
más bien miedo de mí.
Apenas moviendo los labios, Hank murmuró:
—Te estoy pidiendo amablemente que vayas de nuevo con tu madre y disfrutes
de tu comida. Podemos hablar de esto después.
No siendo disuadida, Marcie continuó:
—Esto va a sonar duro, pero te ahorrará un montón de dolor al final. Algunas
mujeres son buscadoras de oro. Sólo te quieren por tu dinero. —Su mirada fija
sólidamente en mi mamá.
Miré a Marcie, e incluso podía sentir mis ojos parpadeando con hostilidad. ¡Su
padre vendía autos! Tal vez en Coldwater esa era una impresionante elección de
carrera, ¡pero ella estaba actuando como si su familia tuviese pedigrí y tantos
fondos fiduciarios que se tropezaban con ellos! Si mi mamá era una buscadora
de oro, lo podía hacer mucho-mucho-mejor que un vendedor de autos de mala
calidad llamado Hank.
—Y de Coopersmith, de todos los lugares —continuó Marcie, una nota de
disgusto eclipsaba su alegre tono—. Golpe bajo. Este es nuestro restaurante.
Hemos tenido cumpleaños, fiestas de trabajo, aniversarios. ¿Podrías ser más
pegajoso?
Hank se apretó entre sus ojos.
Mamá dijo en voz baja:
—Yo elegí el restaurante, Marcie. No me di cuenta que tenía un significado
especial para tu familia.
—No me hables —espetó Marcie—. Esto es entre mi papá y yo. No actúes como
si tuvieses algo que decir en esto.
—¡Bien! —dije, empujando la silla hacia atrás—. Voy a ir al baño. —Le envié a
mi mamá un vistazo rápido, dándole a entender que ella viniera conmigo. Este
no era nuestro problema. Si Marcie y su padre quería seguir con esto, y en
público, bien. Pero yo no iba a sentarme y hacer un espectáculo de mí misma.
—Iré contigo —dijo Marcie, agarrándome con la guardia baja.
Antes de que pudiera hacer mi próximo movimiento, Marcie me tomó del brazo
y me impulsó hacia el frente del restaurante.
—¿Te importaría decirme de qué se trata todo esto? —le pregunté cuando
estábamos fuera del alcance de los oídos. Moví mis ojos entre nuestros brazos
entrelazados.
—Una tregua —dijo Marcie convergente.
Las cosas se ponían cada vez más interesante minuto a minuto.
—¿Ah, sí? ¿Y cuánto tiempo va a durar? —le pregunté.
—Sólo hasta que mi papá rompa con tu mamá.
—Buena suerte con eso —le dije con un bufido.
Me soltó el brazo, para que pudiésemos pasar por la fila única del baño de
mujeres. Cuando la puerta se cerró detrás de nosotros, hizo una revisión rápida
en los puestos para asegurarse de que estábamos solas.
—No pretendas como si no te importara —dijo—. Te vi sentada con ellos.
Parecía que ibas a vomitar tus ojos.
—¿Tu punto?
—Mi punto es que tenemos algo en común.
Me reí, pero mi risa era de la variedad seca, sin sentido del humor.
—¿Miedo de tomar partido conmigo? —preguntó.
—Más bien cuidado. No soy especialmente aficionada a conseguir puñaladas en
la espalda.
—No te voy a apuñalar por la espalda. —Ella sacudió su muñeca con
impaciencia—. No sobre algo tan serio.
—Nota mental: Marcie sólo es una traidora en cosas triviales.
Marcie se impulsó en la repisa del lavabo. Ahora era media cabeza más alta que
yo, me miraba hacia abajo.
—¿Es cierto que no puedes recordar nada? Como, ¿tu amnesia es real?
Mantente calmada.
—¿Me arrastraste hasta acá para hablar de nuestros padres, o estás realmente
interesada en mí?
Líneas de concentración se forman en su frente.
—Si algo pasó entre nosotras... no recordarías, ¿verdad? Sería como no hubiese
pasado. En tu mente, de todos modos. —Ella me miraba de cerca, claramente
interesada en mi respuesta.
Puse los ojos en blanco. Estaba cada vez más irritada.
—Sólo escúpelo. ¿Qué pasó entre nosotras?
—Estoy siendo completamente hipotética aquí.
No lo creo por un segundo. Marcie probablemente me había humillado, de
alguna gran manera antes de que desapareciera, pero ahora necesitaba de mi
colaboración, por lo que espera que lo haya olvidado. Lo que sea que haya
hecho, estaba casi contenta de no poder recordar. Había mucho más en mi
mente que preocuparme que del último golpe ofensivo de Marcie.
—Es cierto que entonces… —dijo Marcie, no exactamente sonriendo, ni
frunciendo el ceño tampoco—… realmente no podes recordar.
Abrí la boca, pero no tenía una respuesta. Mentir, y quedar atrapada en el acto,
diría mucho más acerca de mis inseguridades que sólo ser enfrentada.
—Mi papá dijo que no te acuerdas de nada de los últimos cinco meses. ¿Por
qué el tramo de la amnesia se remonta tan atrás? ¿Por qué no desde el
momento en que fuiste secuestrada?
Mi tolerancia ha llegado a su límite. Si yo iba a hablar de esto con alguien,
Marcie no era la primera en la lista. Ella no estaba en la lista, y punto. —No
tengo tiempo para esto. Voy a volver a la mesa.
—Sólo estoy tratando de obtener información.
—¿Alguna vez consideraste que no es de tu incumbencia? —le dije, como
despedida.
—¿Me estás diciendo que no te acuerdas de Joe? —exclamó ella.
Joe.
Tan pronto como su nombre salió de los labios de Marcie, la misma inquietante
sombra de negro eclipso mi visión. Se desvaneció tan rápido como llegó, pero
dejó una impresión. Caliente, una inexplicable emoción. Como un golpe
inesperado a la cara. Por un momento perdí la capacidad de respirar. El
pinchazo irradiaba todo el camino hasta el hueso. Yo conocía ese nombre.
Había algo sobre él...
—¿Qué dijiste? —pregunté lentamente, dándome vuelta hacia atrás.
—Ya me escuchaste. —Sus ojos estudiaron los míos—. Joe.
Intenté pero no pude detener que el desconcierto y la incertidumbre gotearan
mi expresión.
—Bien, bien —dijo Marcie, sin verse tan contenta como hubiera esperado por
haberme capturado desnuda e indefensa.
Sabía que tenía que salir, pero ese estallido de reconocimiento me hizo
quedarme en mi lugar. Tal vez, si seguía hablando con Marcie, volvería. Tal vez
esta vez lo mantenga el suficiente tiempo como para que yo haga algo con él.
—¿Vas a estar ahí y ―bien, bien‖ a mí, o me vas a dar una pista?
—Joe te dio algo antes del verano —dijo sin preámbulos—. Algo que me
pertenece a mí.
—¿Quién es Joe? —logré al fin. La pregunta parecía redundante, pero no iba
a dejar a Marcie continuar la carrera hasta que atrapara al menos todo lo que
pudiera. Cinco meses era mucho camino por recorrer en un viaje rápido al baño.
—Un tipo con el que salía. Una aventura de verano.
Otra potente agitación que se sentía extrañamente cercana a los celos, pero
empujé esa impresión lejos. Marcie y yo nunca estaríamos interesadas en la
misma persona. Los atributos que ella valora, como ser superficial, poco
inteligente y egoísta, no despertaban mi interés.
—¿Qué me dio? —Sabía que me estaba perdiendo mucho, pero era realmente
muy descabellado pensar que el novio Marcie me hubiese dado cualquier cosa.
Marcie y yo no compartíamos los mismos amigos. No participamos en ninguno
de los mismos clubes. Ninguna de nuestras actividades extracurriculares se
superponen. En resumen, no teníamos nada en común.
—Un collar.
Saboreando el hecho de que por una vez no tuve que jugar a la defensiva, le di
una sonrisa de satisfacción de medalla de oro. —Por qué, Marcie, podría haber
jurado que darle joyería a otra chica es una señal de que tu novio te está
engañando.
Ella inclina la cabeza hacia atrás y se echa a reír de manera tan convincente, que
sentí esa misma inquietud asentarse de nuevo en mis entrañas.
—No puedo decidir si es triste que estés tan completamente en la oscuridad, o
divertido.
Crucé mis brazos sobre el pecho, con el objetivo de actuar un poco con sutil
disgusto e impaciencia, pero la verdad es que tenía frío en el interior. Un
resfriado que no tenía que ver con la temperatura. Nunca iba a salir de esta.
Tenía la sensación rápida y terrible que mi encuentro con Marcie era sólo el
comienzo, un sutil presagio de lo que me esperaba.
—No tengo el collar.
—Crees que no lo tienes, porque no lo recuerdas. Pero lo tienes. Probablemente
esté dentro de tu caja de joyas en estos momentos. Le prometiste a Joe que
me lo ibas a devolver a mí. —Ella me tendió un trozo de papel para que lo
tome—. Mi número. Llámame cuando encuentres el collar.
Tomé el papel, pero no iba a ser comprada tan fácilmente.
—¿Por qué él no sólo te dio el collar por sí mismo?
—Ambas somos amigas de Joe. —Con mi mirada de profundo escepticismo,
ella agregó—: Hay una primera vez para todo, ¿no?
—No tengo el collar —repetí con firmeza.
—Lo tienes, y lo quiero de vuelta.
¿Podría ser más persistente?
—Este fin de semana, cuando tenga tiempo libre, voy a buscarlo.
—Más temprano que tarde estaría bien.
—Mi oferta, o lo tomas o lo dejas.
Ella agitó sus brazos.
—¿Por qué tienes un palo en el trasero?
Mantuve mi sonrisa agradable, mi manera de darle con el dedo. —Podré ser
capaz de no recordar los últimos cinco meses, pero los dieciséis años antes de
eso son cristalinos. Incluyendo los once que nos hemos conocido la una a la
otra.
—Así que se trata de rencor. Muy maduro.
—Esta es una cuestión de principios. No confío en ti, porque tú nunca me has
dado una razón para hacerlo. Si quieres que te crea, vas a tener que demostrar
por qué debería.
—Eres una idiota. Trata de recordar. Si hubo algo bueno que Joe hizo, fue
unirnos. ¿Sabías que viniste a mi fiesta de verano? Pregunta a tu alrededor.
Estuviste ahí. Como mi amiga. Joe me hizo ver un lado diferente de ti.
—¿Fui a una de tus fiestas? —Estaba escéptica al instante. ¿Pero por qué
mentiría? Ella tenía razón, podía preguntar por ahí. Parecía absurdo hacer tal
reclamo cuando la verdad era tan fácil de demostrar.
Al parecer, leyendo mis pensamientos, dijo:
—No tomes mi palabra. Realmente. Llama a alguien de tu alrededor y
comprueba por ti misma. —Luego empujó la correa de su bolso arriba sobre su
hombro y desfilo afuera.
Me quedé atrás unos momentos, reuniendo mi calma. Tenía una idea igual de
desconcertante y agravantes rebotando en mi cabeza. ¿Había alguna
posibilidad de que Marcie estuviese diciendo la verdad? ¿Había su novio —
¿Joe?— agrietado años de hielo acumulado entre nosotras y nos juntó? La
idea era casi risible. La frase tendría que verlo para creer bailaba en mi cabeza.
Más que nunca, me molestaba mi memoria defectuosa, si no por otra razón de
que me colocaba en una situación de desventaja con Marcie.
¿Y si el Joe era a la vez su aventura de verano y de nuestro mutuo amigo,
dónde estaba él ahora?
Dejando el baño, me di cuenta de que Marcie y su madre no estaban en ningún
lugar a la vista. Supuse que habían pedido ser recolocadas, o hicieron una
declaración a Hank yéndose por completo. De cualquier manera, no me
quejaba.
A medida de que nuestra mesa se acercó a la vista, mi paso se ralentizó. Hank y
mi madre estaban tomándose de las manos sobre la mesa y mirándose a los
ojos del otro en una profunda forma privada. Extendió la mano para meter un
cabello fugitivo tras su oreja. Ella se ruborizó de placer.
Me alejé sin darme cuenta. Me iba a enfermar. El mayor cliché, pero
dolorosamente preciso. Mucho para sofocar a Hank con su vino. Mucho para la
transformación en una diva de proporciones épicas.
Cambiando de rumbo, me encontré en las puertas delanteras. Le pregunté a la
recepcionista que le transmitiera el mensaje a mi mamá que llamé a Demi para
que me llevara y me apresuré a la noche.
Me tragué varias respiraciones profundas. Mi presión arterial era estable, y dejé
de ver doble. Algunas estrellas brillaban encima, incluso sobre el horizonte
occidental donde aún brillaba el sol poniéndose. Era lo suficientemente frío
como para que deseara llevar una capa extra, pero en mi prisa por salir, había
dejado mi chaqueta de jean colgada en el respaldo de la silla. No iba a volver
por ella ahora. Estaba más tentada por volver por mi celular, pero si sobreviví
los últimos tres meses sin él, estaba bastante segura de que podía manejar una
noche más.
Había un 7-Eleven a un puñado de cuadras, y mientras consideraba la
posibilidad de que no era prudente estar afuera sola por la noche, sabía
también que no podía pasar el resto de mi vida huyendo con miedo. Si las
víctimas de un ataque de tiburón podían volver al océano de nuevo, yo podía
caminar unas cuadras por mí misma. Estaba en una muy segura, y bien
iluminada parte de la ciudad. Si quisiera obligarme a romper el miedo, no
podría haber escogido una ubicación mejor.
Seis cuadras más tarde entré en el 7-Eleven, la puerta sonando mientras lo
hacía. Estaba tan absorta en mis pensamientos, me tomó un par de pasos para
darme cuenta de que algo andaba mal. La tienda estaba extrañamente
tranquila. Pero sabía que no estaba sola, había visto cabezas por la ventana de
vidrio mientras había cruzado el estacionamiento. Cuatro hombres, por lo que
había sido capaz de decir. Pero todos habían desaparecido, y rápido. Incluso el
mostrador de la entrada se quedó sin vigilancia. Yo no recordaba haber
caminado en una tienda y encontrar en el mostrador descuidado. Estaban
pidiendo que le roben. Especialmente durante la noche.
—¿Hola? —grité. Caminé a lo largo del frente de la tienda, mirando por los
pasillos, abastecidos de todo, desde la figura de Newton a Dramamine—. ¿Hay
alguien aquí? Necesito cambio para el teléfono público.
Un sonido apagado llegó desde el pasillo en la parte trasera. Estaba sin luz,
supuestamente llevaba a los baños. Me esforcé por escuchar el sonido de
nuevo. Teniendo en cuenta todas las falsas alarmas, últimamente, me temía que
esto fuera el comienzo de otra alucinación.
Entonces escuché un segundo sonido. El chillido débil de una puerta
cerrándose. Estaba bastante segura de que el sonido era real, lo que significaba
que alguien podía estar ocultándose allí, fuera de la vista. La ansiedad me
pellizcó el estómago y me empujó afuera.
Rodeando el edificio, ubique al teléfono público y marqué al 9-1-1. Escuché
solo un tono antes de que una mano me alcanzara el hombro, haciendo clic en
el receptor, y terminando la llamada.
unos zapatos planos y un ondulante vestido bohemio que me
caía por encima de la rodilla.
Era mejor de lo que Hank se merecía, pero tenía un motivo ulterior. La meta de
esta noche era doble. En primer lugar, hacer que mi mamá y Hank desearan
nunca haberme invitado. En segundo, hacer mi postura sobre su relación tan
clara como el cristal. Ya estaba ensayando mentalmente mi discurso, el cual lo
entregaría de pie a todo volumen, y terminaría cuando rociara a Hank con su
propia copa de vino. Tenía la intención de usurpar el trono de Reina Diva de
Marcie esta noche, mi propio decoro será condenado.
Pero primero lo primero. Tengo que sosegar a Mamá y Hank con la creencia de
que estoy en el estado de ánimo adecuado para ser llevada en público. Si salgo
de mi habitación sacando espuma por la boca y vestida con una camiseta negra
de ―EL AMOR APESTA‖ mi plan nunca despegaría del suelo.
Pasé treinta minutos en la ducha, el agua caliente golpeando cada centímetro
de mi cuerpo, y después vigorosamente lavado y depilado, mimé mi piel con
aceite para bebé. Las pequeñas incisiones entrecruzadas en mis brazos y piernas
estaban curándose rápidamente, así como las magulladuras, pero ambos
arrojaban un rayo de luz no deseado a lo que la vida había sido durante mi
secuestro. Combinado con la piel sucia con la que había llegado al hospital, mi
mejor conjetura es que me habían llevado a lo profundo del bosque. Un lugar
tan remoto, que habría sido imposible que un transeúnte se topase conmigo.
Un lugar tan olvidado por Dios que mis posibilidades de escapar y sobrevivir
sería casi nada.
Pero debo haber escapado. ¿Cómo podría explicar cómo volví a casa?
Sumándose a esta especulación, había imaginado los densos bosques que
abarcan el norte de Maine y Canadá. A pesar de que no tenía pruebas para
demostrar que había sido retenida ahí, era mi mejor conjetura. Me había
escapado, y contra todo pronóstico, había sobrevivido. Esa era mi única teoría
de trabajo.
En mi camino fuera del cuarto de baño, vacilé frente al espejo el tiempo
suficiente para esponjar mi cabello. Era más largo ahora, caía a la mitad del
camino en mi espalda, con luces de color caramelo naturales, gracias al sol del
verano. Definitivamente estuve en un lugar al aire libre. Mi piel sostenía un beso
de bronce, y algo me decía que no había sido escondida en un salón de
bronceado todas esas semanas. Tenía el pensamiento sin rumbo de comprar
nuevo maquillaje, después lo borré. No quería nuevo maquillaje para que
coincida con mi nuevo yo. Sólo quería a mi vieja yo.
En la planta baja, me encontré con Hank y mi madre en el vestíbulo. Vagamente
noté que Hank parecía un muñeco Ken de tamaño natural con helados ojos
azules, un tono de piel dorado, y una separación lateral impecable. La única
discrepancia era la constitución esbelta de Hank. En una pelea, Ken habría
ganado, sin duda.
—¿Lista? —preguntó Mamá. Estaba toda vestida también, con pantalones de
lana ligeros, una blusa y un abrigo de seda. Pero era más consciente de lo que
no tenía puesto. Por primera vez, su anillo de matrimonio había desaparecido,
dejando una franja pálida alrededor de su dedo anular.
—Voy a conducir por separado —le dije bruscamente.
Hank me apretó el hombro jugando. Antes de que pudiera retroceder, dijo:
—Marcie es de la misma manera. Ahora que ella tiene su licencia, quiere
conducir a todas partes. —Él levantó las manos como si no ofreciera ninguna
discusión—. Tu madre y yo te encontraremos ahí.
Me debatía si decirle a Hank que mi deseo de manejar por separado no tiene
nada que ver con un pedazo de plástico en mi billetera. Y mucho más que ver
con la forma en que estar alrededor de él hacía que mi estómago se retuerza.
Giré para enfrentar a mi mamá.
—¿Puedo tener dinero para la gasolina? El tanque está bajo.
—En realidad —dijo mamá, dándole una mirada ayúdame con esto a Hank—,
estaba realmente esperando poder utilizar este tiempo para que los tres
habláramos. ¿Por qué no vas con nosotros, y te doy el dinero para llenar el
tanque mañana? —Su tono era amable, pero no había ningún error. Ella no me
estaba ofreciendo una opción.
—Sé una buena chica y escucha a tu madre —Hank me dijo, mostrando una
perfectamente recta, perfectamente blanca sonrisa.
—Estoy segura de que tendremos un montón de tiempo para hablar en la cena.
No veo el gran problema en que maneje por mí misma —dije.
—Es cierto, pero todavía vas a tener que venir con nosotros —dijo mamá—.
Resulta que estoy sin dinero en efectivo. El nuevo teléfono móvil que te compré
hoy no era barato.
—¿No puedo pagar la gasolina con tu tarjeta de crédito? —Pero ya sabía la
respuesta. A diferencia de la mamá de Demi, mi mamá nunca me prestó su tarjeta
de crédito, y yo no me tengo la flexibilidad moral ―pedirla prestada‖. Supongo
que podría usar mi propio dinero, pero había tomado una postura y no quería
dar marcha atrás ahora. Antes de que ella me pueda tirar abajo, añadí—: ¿O qué
pasa con Hank? Estoy segura de que me puede prestar veinte dólares. ¿Cierto,
Hank?
Hank echó la cabeza hacia atrás y rió, pero no me pierdo las líneas de irritación
que se forman alrededor de sus ojos.
—Tienes absolutamente al negociador en tus manos, Blythe. El instinto me dice
que ella no heredó tu carácter dulce y humilde.
Mamá dijo:
—No seas grosera, (tn). Ahora estás haciendo un gran escándalo de nada. Un
viaje compartido en automóvil por una noche, no te va a matar.
Miré a Hank, con la esperanza de que pudiera leer mi mente. No estés tan
segura.
—Será mejor que nos vayamos —dijo Mamá—. Tenemos reservas para las ocho
y no queremos perder nuestra mesa.
Antes de que pudiera lanzar otro argumento, Hank abrió la puerta y nos indicó
a mi madre y a mí la salida.
—¿Ah, así que es tu auto, (tn)? ¿El Volkswagen? —pregunta, mirando a través
de la entrada—. La próxima vez que estés en el mercado, pasa por mi
concesionario. Podría engancharte con un convertible Celica por el mismo
precio.
—Fue un regalo de un amigo —explicó Mamá.
Hank dejó escapar un silbido bajo.
—Eso es un amigo el que tienes.
—Su nombre es Kevin Parnell —dijo Mamá—. Un viejo amigo de la familia.
—Kevin Parnell —reflexionó Hank, arrastrando una mano sobre su boca—. El
nombre me suena. ¿Conozco a sus padres?
—Su madre, Lynn, vive en la calle Diácono, pero Kevin salió de la ciudad durante
el verano.
—Interesante —murmuró Hank—. ¿Alguna idea de dónde acabó?
—En algún lugar de New Hampshire. ¿Conoces a Kevin?
Hank rechazó su pregunta con un movimiento de cabeza.
—New Hampshire es el país de Dios —murmuró con admiración. Su voz era tan
suave que de inmediatamente rechinó.
Al igual de irritante que el hecho de que él podría haber pasado como el
hermano menor de mi Mamá. Real y verdaderamente. Él tenía pelo facial, una
sombra fina que cubría la mayor parte de su rostro, pero donde podía ver, tenía
un excelente tono de piel y muy pocas arrugas. Había considerado la
posibilidad de que mi mamá finalmente empezara a salir de nuevo, y tal vez
incluso se casara, pero quería que su esposo tuviera un aspecto distinguido.
Hank Millar parecía un chico de fraternidad oculto bajo un traje de gris-tiburón.
En Coopersmith, Hank estacionó en el aparcamiento trasero. Mientras
ascendíamos, mi nuevo teléfono celular sonó. Le envié un mensaje a Demi con mi
nuevo número antes de salir, y parecía que ella lo recibió.
BB! STOY N TU KSA. DND STAS?
—Nos encontraremos en el interior —le dije a Mamá y Hank—. Mensaje —le
expliqué, moviendo mi celular.
Mamá me mandó una mirada negra que decía, que sea rápido, entonces tomó
del brazo a Hank y lo dejó que la escoltara hacia la puerta del restaurante.
Le respondo a Demi. ADIVINA DND STOY.
PISTA? ella me mensajeó.
JURA Q NO SE LO VAS A DCIR A NADIE?
TNS Q PREGUNTAR?
Le envió un mensaje a regañadientes:
CENANDO CN EL PAPÁ DE MARCIE
#?@#$?!&
MI MAMÁ STA SALIENDO CN EL.
TRAIDORA! SI SE CASAN, TÚ y MARCIE...
PUEDO USAR UN POCO DE CONSUELO AQUÍ!
¿SABE ÉL Q ME STAS MENSAJEANDO?, Demi preguntó.
NO. STAN ADENTRO. STOY EN EL APARCAMIENTO COOPERSMITH.
EL RUFIAN. MUY BUENO XA APPLEBEE, YA VEO.
VOY A ORDNAR LO MÁS CARO DL MENU. SI TODO VA BIEN, LE VOY A LANZAR A HANK SU
BBIDA N LA KRA.
JA! NO T PREOCUPS. T PASO A BUSKR. NECSITAMS PASAR EL RATO. HA PASADO MUCHO
TIEMPO. MURIENDO X VERT!
STO APESTA TAN MAL! Le mensajeó de vuelta. TENGO Q QDARM. MAMÁ STA EN PIE D
GUERRA.
ME STAS DICIENDO Q NO?!
PAGANDO DEUDAS D FAMILIA. AFLOJA.
TE DIJE Q M STOY MURIENDO X VERT?
YO TB. ERS LA MEJOR, LO SABS, ¿VRD?
PALABRA.
MAÑANA N ENZO XA EL ALMUERZO? MDIODIA?
TRATO.
Colgando, cruzo el aparcamiento de grava y me permito entrar. Las luces
estaban bajas, la decoración masculina y rústica con paredes de ladrillo, cabinas
de cuero rojo y lámparas de la cornamenta. El olor de la carne chisporrotea
abrumando el aire, y los televisores sobre el bar sonaban con los destacados de
la jornada deportiva.
—Mi grupo acaba de llegar hace un momento —le dije a la recepcionista—. La
reserva se encuentra bajo el nombre de Hank Millar.
Ella sonrió.
—Sí, Hank acaba de entrar. Mi padre solía jugar al golf con él, así que lo
conozco muy bien. Él es como un segundo padre para mí. Estoy segura de que
el divorcio ha sido devastador, por lo que es realmente bueno verlo salir de
nuevo.
Me acordé de un comentario anterior de Marcie de que su mamá tenía amigos
en todas partes. Recé porque Coopersmith no estuviese en su radar, temiendo
cuán rápido la noticia de esta cita podría viajar.
—Supongo que depende de a quién se le pregunte —murmuré.
La sonrisa de la recepcionista se volvió nerviosa.
—¡Oh! Qué inconsciente de mí. Tienes razón. Estoy segura de que su ex esposa
no estaría de acuerdo. No debería haber dicho nada. Por este camino, por favor.
Ella había perdido mi punto de vista, pero lo dejé. La seguí por el bar, por un
corto tramo de escalones, al área del comedor hundido. Fotos negro y blanco
de mafiosos famosos estaban colgadas en los muros de ladrillo. Las mesas
estaban construidas con antiguas cubiertas de escotilla. Se rumoreaba que el
suelo de pizarra había sido importado de un castillo en ruinas de Francia y que
se remontaba al siglo XVI. Hice una nota mental de que Hank era aficionado a
las cosas viejas.
Hank se levantó de su silla cuando me vio acercarme. Siempre el caballero. Si él
sólo supiera lo que había reservado para él.
—¿Esa fue Demi mandándote mensajes? —preguntó Mamá.
Me siento en una silla y apoyo el menú para obstruir mi vista de Hank.
—Sí.
—¿Cómo está?
—Bien.
—¿La misma vieja Demi? —ella bromeó.
Hice un ruido de consentimiento.
—Las dos deben reunirse este fin de semana —sugirió.
—Ya está cubierto.
Después de un momento, mi madre cogió su propio menú.
—¡Bien! Todo se ve maravilloso. Va a ser difícil decidir. ¿Qué crees que vas a
querer, (tn)?
Recorrí la columna de precios, en busca de los más exorbitantes.
De pronto, Hank tosió y se aflojó la corbata, como si se hubiera tragado el agua
por el lugar equivocado. Sus ojos se abrieron un poco más amplios con
incredulidad. Seguí su mirada y vi pasear a Marcie Millar en el restaurante con
su madre. Susanna Millar colgó su chaqueta en el perchero antiguo justo en la
puerta del frente, después tanto ella como Marcie siguieron a la recepcionista a
una mesa cuatro por debajo de la nuestra.
Susanna Millar tomó una silla, de espaldas a nosotros, y yo estaba bastante
segura de que ella no nos había notado. Marcie, por otro lado, que estaba
sentada frente a su madre, hizo una toma doble en el medio de recoger su agua
con hielo. Hizo una pausa con el cristal a centímetros de su boca. Sus ojos
imitaban a los de su padre, creciendo por la sorpresa. Ellos viajaron desde Hank,
a mi madre, finalmente se pararon en mí.
Marcie se inclinó sobre la mesa y le susurró unas palabras a su madre. La
postura de Susana se puso rígida.
La sensación de un desastre inminente se deslizó a través de mi estómago y no
se detuvo hasta que se instaló en los dedos de mis pies.
Marcie se empujó fuera de su silla abruptamente. Su mamá la agarró del brazo,
pero Marcie era más rápida. Se dirigió hacia nosotros.
—Entonces —dijo ella, parada en el borde de la mesa—. ¿Todos estén teniendo
una pequeña agradable cena afuera?
Hank se aclaró la garganta. Echó un vistazo a mi mamá una vez, cerrando los
ojos brevemente a modo de disculpas silenciosas.
—¿Puedo dar la opinión de alguien de afuera? —Marcie continuó con una voz
extrañamente alegre.
—Marcie —dijo Hank, advertencia arrastrándose en su tono.
—Ahora que eres elegible, Papá, vas a querer tener cuidado con quien tienes
citas. —A pesar de sus bravatas, me di cuenta de que los brazos de Marcie
habían adoptado un fino temblor. Tal vez por la ira, pero, curiosamente, parecía
más bien miedo de mí.
Apenas moviendo los labios, Hank murmuró:
—Te estoy pidiendo amablemente que vayas de nuevo con tu madre y disfrutes
de tu comida. Podemos hablar de esto después.
No siendo disuadida, Marcie continuó:
—Esto va a sonar duro, pero te ahorrará un montón de dolor al final. Algunas
mujeres son buscadoras de oro. Sólo te quieren por tu dinero. —Su mirada fija
sólidamente en mi mamá.
Miré a Marcie, e incluso podía sentir mis ojos parpadeando con hostilidad. ¡Su
padre vendía autos! Tal vez en Coldwater esa era una impresionante elección de
carrera, ¡pero ella estaba actuando como si su familia tuviese pedigrí y tantos
fondos fiduciarios que se tropezaban con ellos! Si mi mamá era una buscadora
de oro, lo podía hacer mucho-mucho-mejor que un vendedor de autos de mala
calidad llamado Hank.
—Y de Coopersmith, de todos los lugares —continuó Marcie, una nota de
disgusto eclipsaba su alegre tono—. Golpe bajo. Este es nuestro restaurante.
Hemos tenido cumpleaños, fiestas de trabajo, aniversarios. ¿Podrías ser más
pegajoso?
Hank se apretó entre sus ojos.
Mamá dijo en voz baja:
—Yo elegí el restaurante, Marcie. No me di cuenta que tenía un significado
especial para tu familia.
—No me hables —espetó Marcie—. Esto es entre mi papá y yo. No actúes como
si tuvieses algo que decir en esto.
—¡Bien! —dije, empujando la silla hacia atrás—. Voy a ir al baño. —Le envié a
mi mamá un vistazo rápido, dándole a entender que ella viniera conmigo. Este
no era nuestro problema. Si Marcie y su padre quería seguir con esto, y en
público, bien. Pero yo no iba a sentarme y hacer un espectáculo de mí misma.
—Iré contigo —dijo Marcie, agarrándome con la guardia baja.
Antes de que pudiera hacer mi próximo movimiento, Marcie me tomó del brazo
y me impulsó hacia el frente del restaurante.
—¿Te importaría decirme de qué se trata todo esto? —le pregunté cuando
estábamos fuera del alcance de los oídos. Moví mis ojos entre nuestros brazos
entrelazados.
—Una tregua —dijo Marcie convergente.
Las cosas se ponían cada vez más interesante minuto a minuto.
—¿Ah, sí? ¿Y cuánto tiempo va a durar? —le pregunté.
—Sólo hasta que mi papá rompa con tu mamá.
—Buena suerte con eso —le dije con un bufido.
Me soltó el brazo, para que pudiésemos pasar por la fila única del baño de
mujeres. Cuando la puerta se cerró detrás de nosotros, hizo una revisión rápida
en los puestos para asegurarse de que estábamos solas.
—No pretendas como si no te importara —dijo—. Te vi sentada con ellos.
Parecía que ibas a vomitar tus ojos.
—¿Tu punto?
—Mi punto es que tenemos algo en común.
Me reí, pero mi risa era de la variedad seca, sin sentido del humor.
—¿Miedo de tomar partido conmigo? —preguntó.
—Más bien cuidado. No soy especialmente aficionada a conseguir puñaladas en
la espalda.
—No te voy a apuñalar por la espalda. —Ella sacudió su muñeca con
impaciencia—. No sobre algo tan serio.
—Nota mental: Marcie sólo es una traidora en cosas triviales.
Marcie se impulsó en la repisa del lavabo. Ahora era media cabeza más alta que
yo, me miraba hacia abajo.
—¿Es cierto que no puedes recordar nada? Como, ¿tu amnesia es real?
Mantente calmada.
—¿Me arrastraste hasta acá para hablar de nuestros padres, o estás realmente
interesada en mí?
Líneas de concentración se forman en su frente.
—Si algo pasó entre nosotras... no recordarías, ¿verdad? Sería como no hubiese
pasado. En tu mente, de todos modos. —Ella me miraba de cerca, claramente
interesada en mi respuesta.
Puse los ojos en blanco. Estaba cada vez más irritada.
—Sólo escúpelo. ¿Qué pasó entre nosotras?
—Estoy siendo completamente hipotética aquí.
No lo creo por un segundo. Marcie probablemente me había humillado, de
alguna gran manera antes de que desapareciera, pero ahora necesitaba de mi
colaboración, por lo que espera que lo haya olvidado. Lo que sea que haya
hecho, estaba casi contenta de no poder recordar. Había mucho más en mi
mente que preocuparme que del último golpe ofensivo de Marcie.
—Es cierto que entonces… —dijo Marcie, no exactamente sonriendo, ni
frunciendo el ceño tampoco—… realmente no podes recordar.
Abrí la boca, pero no tenía una respuesta. Mentir, y quedar atrapada en el acto,
diría mucho más acerca de mis inseguridades que sólo ser enfrentada.
—Mi papá dijo que no te acuerdas de nada de los últimos cinco meses. ¿Por
qué el tramo de la amnesia se remonta tan atrás? ¿Por qué no desde el
momento en que fuiste secuestrada?
Mi tolerancia ha llegado a su límite. Si yo iba a hablar de esto con alguien,
Marcie no era la primera en la lista. Ella no estaba en la lista, y punto. —No
tengo tiempo para esto. Voy a volver a la mesa.
—Sólo estoy tratando de obtener información.
—¿Alguna vez consideraste que no es de tu incumbencia? —le dije, como
despedida.
—¿Me estás diciendo que no te acuerdas de Joe? —exclamó ella.
Joe.
Tan pronto como su nombre salió de los labios de Marcie, la misma inquietante
sombra de negro eclipso mi visión. Se desvaneció tan rápido como llegó, pero
dejó una impresión. Caliente, una inexplicable emoción. Como un golpe
inesperado a la cara. Por un momento perdí la capacidad de respirar. El
pinchazo irradiaba todo el camino hasta el hueso. Yo conocía ese nombre.
Había algo sobre él...
—¿Qué dijiste? —pregunté lentamente, dándome vuelta hacia atrás.
—Ya me escuchaste. —Sus ojos estudiaron los míos—. Joe.
Intenté pero no pude detener que el desconcierto y la incertidumbre gotearan
mi expresión.
—Bien, bien —dijo Marcie, sin verse tan contenta como hubiera esperado por
haberme capturado desnuda e indefensa.
Sabía que tenía que salir, pero ese estallido de reconocimiento me hizo
quedarme en mi lugar. Tal vez, si seguía hablando con Marcie, volvería. Tal vez
esta vez lo mantenga el suficiente tiempo como para que yo haga algo con él.
—¿Vas a estar ahí y ―bien, bien‖ a mí, o me vas a dar una pista?
—Joe te dio algo antes del verano —dijo sin preámbulos—. Algo que me
pertenece a mí.
—¿Quién es Joe? —logré al fin. La pregunta parecía redundante, pero no iba
a dejar a Marcie continuar la carrera hasta que atrapara al menos todo lo que
pudiera. Cinco meses era mucho camino por recorrer en un viaje rápido al baño.
—Un tipo con el que salía. Una aventura de verano.
Otra potente agitación que se sentía extrañamente cercana a los celos, pero
empujé esa impresión lejos. Marcie y yo nunca estaríamos interesadas en la
misma persona. Los atributos que ella valora, como ser superficial, poco
inteligente y egoísta, no despertaban mi interés.
—¿Qué me dio? —Sabía que me estaba perdiendo mucho, pero era realmente
muy descabellado pensar que el novio Marcie me hubiese dado cualquier cosa.
Marcie y yo no compartíamos los mismos amigos. No participamos en ninguno
de los mismos clubes. Ninguna de nuestras actividades extracurriculares se
superponen. En resumen, no teníamos nada en común.
—Un collar.
Saboreando el hecho de que por una vez no tuve que jugar a la defensiva, le di
una sonrisa de satisfacción de medalla de oro. —Por qué, Marcie, podría haber
jurado que darle joyería a otra chica es una señal de que tu novio te está
engañando.
Ella inclina la cabeza hacia atrás y se echa a reír de manera tan convincente, que
sentí esa misma inquietud asentarse de nuevo en mis entrañas.
—No puedo decidir si es triste que estés tan completamente en la oscuridad, o
divertido.
Crucé mis brazos sobre el pecho, con el objetivo de actuar un poco con sutil
disgusto e impaciencia, pero la verdad es que tenía frío en el interior. Un
resfriado que no tenía que ver con la temperatura. Nunca iba a salir de esta.
Tenía la sensación rápida y terrible que mi encuentro con Marcie era sólo el
comienzo, un sutil presagio de lo que me esperaba.
—No tengo el collar.
—Crees que no lo tienes, porque no lo recuerdas. Pero lo tienes. Probablemente
esté dentro de tu caja de joyas en estos momentos. Le prometiste a Joe que
me lo ibas a devolver a mí. —Ella me tendió un trozo de papel para que lo
tome—. Mi número. Llámame cuando encuentres el collar.
Tomé el papel, pero no iba a ser comprada tan fácilmente.
—¿Por qué él no sólo te dio el collar por sí mismo?
—Ambas somos amigas de Joe. —Con mi mirada de profundo escepticismo,
ella agregó—: Hay una primera vez para todo, ¿no?
—No tengo el collar —repetí con firmeza.
—Lo tienes, y lo quiero de vuelta.
¿Podría ser más persistente?
—Este fin de semana, cuando tenga tiempo libre, voy a buscarlo.
—Más temprano que tarde estaría bien.
—Mi oferta, o lo tomas o lo dejas.
Ella agitó sus brazos.
—¿Por qué tienes un palo en el trasero?
Mantuve mi sonrisa agradable, mi manera de darle con el dedo. —Podré ser
capaz de no recordar los últimos cinco meses, pero los dieciséis años antes de
eso son cristalinos. Incluyendo los once que nos hemos conocido la una a la
otra.
—Así que se trata de rencor. Muy maduro.
—Esta es una cuestión de principios. No confío en ti, porque tú nunca me has
dado una razón para hacerlo. Si quieres que te crea, vas a tener que demostrar
por qué debería.
—Eres una idiota. Trata de recordar. Si hubo algo bueno que Joe hizo, fue
unirnos. ¿Sabías que viniste a mi fiesta de verano? Pregunta a tu alrededor.
Estuviste ahí. Como mi amiga. Joe me hizo ver un lado diferente de ti.
—¿Fui a una de tus fiestas? —Estaba escéptica al instante. ¿Pero por qué
mentiría? Ella tenía razón, podía preguntar por ahí. Parecía absurdo hacer tal
reclamo cuando la verdad era tan fácil de demostrar.
Al parecer, leyendo mis pensamientos, dijo:
—No tomes mi palabra. Realmente. Llama a alguien de tu alrededor y
comprueba por ti misma. —Luego empujó la correa de su bolso arriba sobre su
hombro y desfilo afuera.
Me quedé atrás unos momentos, reuniendo mi calma. Tenía una idea igual de
desconcertante y agravantes rebotando en mi cabeza. ¿Había alguna
posibilidad de que Marcie estuviese diciendo la verdad? ¿Había su novio —
¿Joe?— agrietado años de hielo acumulado entre nosotras y nos juntó? La
idea era casi risible. La frase tendría que verlo para creer bailaba en mi cabeza.
Más que nunca, me molestaba mi memoria defectuosa, si no por otra razón de
que me colocaba en una situación de desventaja con Marcie.
¿Y si el Joe era a la vez su aventura de verano y de nuestro mutuo amigo,
dónde estaba él ahora?
Dejando el baño, me di cuenta de que Marcie y su madre no estaban en ningún
lugar a la vista. Supuse que habían pedido ser recolocadas, o hicieron una
declaración a Hank yéndose por completo. De cualquier manera, no me
quejaba.
A medida de que nuestra mesa se acercó a la vista, mi paso se ralentizó. Hank y
mi madre estaban tomándose de las manos sobre la mesa y mirándose a los
ojos del otro en una profunda forma privada. Extendió la mano para meter un
cabello fugitivo tras su oreja. Ella se ruborizó de placer.
Me alejé sin darme cuenta. Me iba a enfermar. El mayor cliché, pero
dolorosamente preciso. Mucho para sofocar a Hank con su vino. Mucho para la
transformación en una diva de proporciones épicas.
Cambiando de rumbo, me encontré en las puertas delanteras. Le pregunté a la
recepcionista que le transmitiera el mensaje a mi mamá que llamé a Demi para
que me llevara y me apresuré a la noche.
Me tragué varias respiraciones profundas. Mi presión arterial era estable, y dejé
de ver doble. Algunas estrellas brillaban encima, incluso sobre el horizonte
occidental donde aún brillaba el sol poniéndose. Era lo suficientemente frío
como para que deseara llevar una capa extra, pero en mi prisa por salir, había
dejado mi chaqueta de jean colgada en el respaldo de la silla. No iba a volver
por ella ahora. Estaba más tentada por volver por mi celular, pero si sobreviví
los últimos tres meses sin él, estaba bastante segura de que podía manejar una
noche más.
Había un 7-Eleven a un puñado de cuadras, y mientras consideraba la
posibilidad de que no era prudente estar afuera sola por la noche, sabía
también que no podía pasar el resto de mi vida huyendo con miedo. Si las
víctimas de un ataque de tiburón podían volver al océano de nuevo, yo podía
caminar unas cuadras por mí misma. Estaba en una muy segura, y bien
iluminada parte de la ciudad. Si quisiera obligarme a romper el miedo, no
podría haber escogido una ubicación mejor.
Seis cuadras más tarde entré en el 7-Eleven, la puerta sonando mientras lo
hacía. Estaba tan absorta en mis pensamientos, me tomó un par de pasos para
darme cuenta de que algo andaba mal. La tienda estaba extrañamente
tranquila. Pero sabía que no estaba sola, había visto cabezas por la ventana de
vidrio mientras había cruzado el estacionamiento. Cuatro hombres, por lo que
había sido capaz de decir. Pero todos habían desaparecido, y rápido. Incluso el
mostrador de la entrada se quedó sin vigilancia. Yo no recordaba haber
caminado en una tienda y encontrar en el mostrador descuidado. Estaban
pidiendo que le roben. Especialmente durante la noche.
—¿Hola? —grité. Caminé a lo largo del frente de la tienda, mirando por los
pasillos, abastecidos de todo, desde la figura de Newton a Dramamine—. ¿Hay
alguien aquí? Necesito cambio para el teléfono público.
Un sonido apagado llegó desde el pasillo en la parte trasera. Estaba sin luz,
supuestamente llevaba a los baños. Me esforcé por escuchar el sonido de
nuevo. Teniendo en cuenta todas las falsas alarmas, últimamente, me temía que
esto fuera el comienzo de otra alucinación.
Entonces escuché un segundo sonido. El chillido débil de una puerta
cerrándose. Estaba bastante segura de que el sonido era real, lo que significaba
que alguien podía estar ocultándose allí, fuera de la vista. La ansiedad me
pellizcó el estómago y me empujó afuera.
Rodeando el edificio, ubique al teléfono público y marqué al 9-1-1. Escuché
solo un tono antes de que una mano me alcanzara el hombro, haciendo clic en
el receptor, y terminando la llamada.
ElitzJb
Re: Un Angel Caido y Un Amor Prohibido (Finale IV Temporada) Joe y _Tn. (TERMINADA)
2/3
III TEMPORADA
Capitulo 8
III TEMPORADA
Capitulo 8
Me di la vuelta.
Medía unos buenos metro ochenta de altura y unos veinte
kilos más que yo. Las luces del aparcamiento hacían un pobre
trabajo al llegar hasta aquí, pero me encontré una rápida lista de rasgos
identificativos: cabello rubio-rojizo con gomina y de punta, llorosos ojos azules,
pendientes ambas orejas, un collar de dientes de tiburón. Un ligero Acné en la
mitad inferior de su cara. Una camiseta negra sin mangas que mostraba unos
musculosos bíceps tatuados con un dragón expulsando fuego.
—¿Necesitas ayuda? —preguntó con una sonrisa torcida en sus labios. Me
ofreció su móvil, y luego apuntó con un brazo hacia el teléfono público,
inclinándose hacia mi espacio privado. Su sonrisa era un poco demasiado dulce,
un poco demasiado superior—. Odio ver a las chicas guapas gastar dinero en
una llamada.
Cuando no contesté, frunció el ceño ligeramente.
—A menos que estuvieras haciendo una llamada gratuita. —Se rascó su mejilla,
un espectáculo digno de ver—. Pero la única llamada gratuita que puedes hacer
desde un teléfono público es… a la policía. —Cualquier rastro angelical de su
tono desapareció.
Tragué.
—No había nadie dentro en el mostrador delantero. Pensé que algo andaba
mal. —Y ahora sabía que algo andaba mal. La única razón de que le importara si
estaba llamando a la policía era si su mayor interés era mantenerse alejado de
ellos, muy lejos. ¿Un robo, entonces?
—Déjame hacer esto sencillo para ti —dijo, encorvándose hacia abajo y
poniendo su rostro cerca del mío, como si tuviera cinco años y necesitara una
instrucción lenta y clara—. Vuelve a tu coche y sigue conduciendo.
Me di cuenta de que no se había enterado de que había entrado aquí. Pero el
pensamiento se convirtió en un punto discutible cuando escuché una pelea que
venía del callejón a la vuelta de la esquina. Había un montón de malas palabras,
y un gruñido de dolor.
Consideré mis opciones. Podría seguir el consejo de Collar de Dientes de
Tiburón y salir rápidamente, fingiendo que nunca había estado aquí. O podría
correr a la próxima gasolinera de la carretera y llamar a la policía. Pero para
entonces, podría ser demasiado tarde. Si estaban robando la tienda, Dientes de
Tiburón y sus amigos no iban a gastar su tiempo dulcemente. Mi única otra
opción era quedarme aquí y hacer un intento, ya sea muy valiente o muy
estúpido, de impedir el robo.
—¿Qué está pasando ahí atrás? —le pregunté inocentemente, señalando la
parte trasera del edificio.
—Mira alrededor —contestó, su voz suave y sedosa—. Este lugar está vacío.
Nadie sabe qué estás aquí. Nadie nunca va a recordar que estuviste aquí. Ahora
se una buena chica y vuelve a tu coche y vete.
—Yo…
Presionó sus dedos en mis labios.
—No voy a pedírtelo de nuevo. —Su voz era suave, incluso coqueta. Pero sus
ojos eran pozos de hielo.
—Dejé mis llaves en el mostrador interior —dije, usando la primera excusa que
me vino a la mente—. Cuando entré por primera vez.
Me tomó del brazo y tiró de mí hacia el frente del edificio. Su paso era el doble
que el mío, y me encontré medio corriendo para seguirlo. Todo el tiempo
estuve sacudiéndome mentalmente, ordenando a mi ingenio que inventara una
excusa para cuando averiguara que estaba mintiendo. No sabía cómo
reaccionaría, pero tenía una idea general, e hizo que mi estómago se retorciera.
La puerta resonó a nuestro paso. Me empujó más allá de la caja registradora y
apartó a un lado una demostración de protector labial de cartón y un recipiente
de plástico de una serie de llaves a la venta, claramente en busca de mis llaves
perdidas. Se movió hacia el siguiente mostrador y repitió su búsqueda
apresurada. De repente se detuvo. Sus ojos se dirigieron ociosamente hacia mí.
—¿Quieres decirme dónde están realmente tus llaves?
Me pregunté si podría llevarlo hasta la calle. Me preguntaba qué probabilidades
había de que un coche pasara cuando más lo necesitaba. ¿Y por qué, oh por
qué, había dejado Coopersmith sin agarrar mi chaqueta y mi móvil?
—¿Cuál es tu nombre? —preguntó.
—Marcie —mentí.
—Déjame decirte algo, Marcie —dijo, metiendo un rizo detrás de mi oreja.
Intenté de dar un paso atrás, pero me pellizcó la oreja en advertencia. Así que
me quedé de pie allí, soportando su toque mientras sus dedos descendían por
la curva de mi oreja y a lo largo de mi mandíbula. Inclinó mi barbilla hacia
arriba, obligándome a encontrarme con sus pálidos y casi translúcidos ojos—.
Nadie le miente a Gabe. Cuando Gabe le dice a una chica que se vaya, lo mejor
sería correr. De lo contrario, hace que Gabe se enfade. Y eso es una mala idea,
porque Gabe tiene muy mal carácter. De hecho, malo es una forma generosa de
decirlo. ¿Me entiendes?
Encontré escalofriante el que se refiriera a sí mismo en tercera persona, pero no
estaba dispuesta a hacer un problema de eso. El instinto me dijo que a Gabe no
le gustaba ser corregido, tampoco. O cuestionado.
—Lo siento. —No me atrevía a alejarme de él, temiendo que pudiera confundir
un movimiento con una falta de respeto.
—Quiero que te vayas ahora —dijo con esa engañosa voz de terciopelo.
Asentí con la cabeza, retrocediendo. Mi codo golpeó la puerta, dejando entrar
una ráfaga de aire fresco.
Tan pronto como estuve fuera, Gabe gritó a través de la puerta de cristal.
—Diez.
Estaba encorvado contra el mostrador delantero, con una ladeada sonrisa en su
rostro.
No sabía por qué había dicho esa palabra, pero mantuve a raya mi expresión
mientras continuaba retrocediendo, más rápido ahora.
—Nueve —gritó de nuevo.
Fue entonces cuando me di cuenta de que estaba contando hacia atrás.
—Ocho —dijo, levantándose del mostrador y dando unos perezosos pasos
hacia la puerta. Puso las palmas de sus manos en el cristal, y luego dibujó un
corazón invisible con su dedo. Viendo la afectada mirada de mi cara, se rio
entre dientes—. Siete.
Me volví y corrí.
Escuché un coche aproximándose por la carretera principal, y empecé a gritar y
a sacudir mis brazos. Pero aún estaba demasiado lejos, y el coche pasó
velozmente, el traqueteo de su motor desapareciendo alrededor de la curva.
Cuando llegué a la carretera, miré a la derecha, y luego a la izquierda. Con una
decisión apresurada, me volví hacia Coopersmith.
—Lista o no, allá voy —oí gritar a Gabe detrás de mí.
Moví mis brazos más fuerte, al oír el irritante golpe de mis zapatillas de ballet
contra el pavimento. Quería echar un vistazo sobre mi hombro y ver como de
lejos estaba él, pero me obligué a concentrarme en la curva de la carretera de
adelante. Traté de mantener la mayor distancia posible entre Gabe y yo. Un
coche vendría pronto. Tenía que hacerlo.
—¿Eso es lo más rápido que puedes ir? —No podría haber estado a más de
veinte metros por detrás. Peor aún, su voz no sonaba cansada. Me di cuenta del
horrible pensamiento de que ni siquiera lo estaba intentando. Estaba
disfrutando del gato y el ratón, y mientras me cansaba más y más con cada
paso, se emocionaba más y más.
—¡Sigue adelante! —murmuró—. Pero no te canses. No será divertido si no
puedes ofrecer resistencia cuando te atrape. Quiero jugar.
Adelante, escuché el gran estruendo de un motor aproximándose. Los faros
aparecieron a la vista, y me moví hacia la mitad de la carretera, agitando
frenéticamente mis brazos. Gabe no me haría daño con un testigo mirando.
¿No?
—¡Alto! —grité, continuando las señas a lo que ahora podía ver que era una
camioneta acercándose.
El conductor frenó a mi lado, bajando su ventanilla. Era de mediana edad con
una camisa de franela y un fuerte olor a pescado del embarcadero.
—¿Qué pasa? —preguntó. Su mirada se movió por encima de mi hombro,
donde sentí la presencia de Gabe con un frio crujido en el aire.
—Sólo jugando al escondite —dijo Gabe, lanzando su brazo alrededor de mis
hombros.
No le di importancia.
—Nunca he visto a este tío antes —le dije al hombre—. Me amenazó en el 7-
Eleven. Creo que él y sus amigos están tratando de robar la tienda. Cuando
entré, la tienda estaba vacía y escuche una lucha en la parte de atrás. Tenemos
que llamar a la policía.
Me detuve, a punto de preguntarle al hombre si tenía un móvil, cuando vi con
confusión como se volvía para mirar hacia adelante, ignorándome. Subió su
ventanilla hasta arriba, encerrándose dentro de la cabina del camión.
—¡Tienes que ayudarme! —le dije, golpeando su ventanilla. Pero su fija mirada
fija hacia adelante, no vaciló. Un pequeño escalofrío bailaba sobre mi piel. El
hombre no iba a ayudarme. Me iba a dejar aquí afuera con Gabe.
Gabe me imitó, golpeando desagradablemente en la ventanilla del hombre.
—¡Ayúdame! —gritó con voz aguda—. Gabe y sus amigos están robando en el
7-Eleven. ¡Oh, señor, tiene que ayudarme a detenerlos! —Cuando terminó, echó
su cabeza hacia atrás, ahogándose en su propia risa.
Casi como un robot, el hombre de la camioneta nos miró por encima. Sus ojos
estaban ligeramente estrechados y fijos.
—¡¿Qué pasa contigo?! —le dije, sacudiendo el pomo de la puerta del camión.
Golpee la ventanilla de nuevo—. ¡Llama a la policía!
El hombre pisó el acelerador. El camión aceleró lentamente, y corría al lado de
él, todavía aferrando la esperanza de que pudiera abrir la puerta. Piso más el
acelerador de la camioneta, y me tropecé con mis pies al mantener el ritmo. De
pronto, me quito de un tirón, y fui arrojada hacia la carretera.
Me volví hacia Gabe.
—¿Qué hiciste con él?
Esto.
Me estremecí, al oír la palabra resonando dentro de mi cabeza como una
presencia fantasmal. Los ojos de Gabe se oscurecieron en sus cuencas. Su pelo
comenzó a crecer visiblemente, primero en la parte superior de su cabeza, y
luego en todas partes. Saliendo de sus brazos, hasta la punta de sus dedos,
hasta que estuvo cubierto de pelo. Enredado, un pelo marrón apestoso. Se
movió hacia mí sobre sus patas traseras, ganando altura hasta que se cernió
sobre mí. Movió su brazo, y vi un destello de garras. Luego se dejo caer sobre
las cuatro patas, puso su húmeda y negra nariz sobre mi cara, y rugió—un
enfadado y retumbante sonido. Se había transformado en un oso pardo.
En mi terror, me tropecé hacia atrás y me caí al suelo. Arrastrándome
rápidamente hacia atrás, buscando a ciegas en el borde de la carretera una roca.
Cogiendo una en mi mano, la arroje al oso. Le golpeo en el hombro y rebotó a
un lado. Agarre otra roca, apuntando hacia su cabeza. La roca voló hacia su
hocico, y movió su cabeza a un lado, saliendo saliva de su boca. Rugió de
nuevo, y entonces vino hacia mí más rápido de lo que podría gatear hacia atrás.
Usando su pata, me aplastó contra el pavimento. Estaba empujando demasiado
fuerte, mis costillas crujieron de dolor.
—¡Para! —Traté de apartar su pata, pero era demasiado fuerte. No sabía si me
podía oír. O entender. No sabía si alguna parte de Gabe había quedado en el
interior del oso. Nunca antes en mi vida había presenciado algo tan
horriblemente inexplicable.
El viento se reanudó, enredando mi pelo por mi cara. A través de él, vi que el
viento arrebataba el pelo del oso. Pequeños mechones flotaban suavemente
hacia la noche. Cuando miré otra vez, Gabe estaba inclinado sobre mí. Su sádica
sonrisa implícita.
Eres mi títere. Y no lo olvides.
No estaba segura de que me aterrorizaba más: Gabe o el oso.
—Vamos —dijo, alzándome hacia arriba.
Me empujó de vuelta a través de la carretera hasta que las luces del 7-Eleven se
hicieron visibles. Mi mente se tambaleaba. ¿Me había—hipnotizado? ¿Me hizo
creer que se había convertido en un oso? ¿Había alguna otra explicación? Sabía
que tenía que salir de aquí y pedir ayuda, pero no me había propuesto todavía
el cómo.
Rodeamos el edificio del callejón, donde estaban los demás reunidos.
Dos llevaban ropa de calle, similar a la de Gabe. El tercero llevaba un polo verde
lima con 7-Eleven y el nombre PJ bordado en el bolsillo.
PJ estaba de rodillas, agarrándose sus costillas, gimiendo desconsoladamente.
Sus ojos estaban apretados, y con saliva goteando de la comisura de su boca.
Uno de los amigos de Gabe—que llevaba una enorme sudadera gris—estaba de
pie sobre PJ con un desmontador de neumáticos, levantado y listo para
descargarlo, previsiblemente de nuevo.
Mi boca se quedó seca, y mis piernas parecían estar hechas de paja. No podía
despegar mis ojos de la oscura mancha roja que se filtraba a través de la
sección del medio de la camisa de P.J.
—Le estáis haciendo daño —dije, horrorizada.
Gabe extendió su mano hacia el desmontador de neumáticos y le fue
rápidamente dado.
—¿Quieres decir con esto? —preguntó Gabe con simulada sinceridad.
Descargo el desmontador de neumáticos contra el lugar de la espalda de PJ, y
escuche un crujido grotesco. PJ gritó, se derrumbó sobre su costado, y se
retorció de dolor.
Gabe se colocó el desmontador de neumáticos sobre la parte de atrás de sus
hombros, colgando su brazo sobre él como si fuera un bate de béisbol.
—¡Home run! —gritó.
Los otros dos se rieron. Estaba mareada con la necesidad de vomitar.
—¡Simplemente coge el dinero! —dije, mi voz elevándose en un grito.
Evidentemente se trataba de un robo, pero lo estaban llevando cinco pasos más
lejos—. ¡Vais a matarle si seguís golpeándole!
Una risa socarrona se desplazó por el grupo, como si supieran algo que yo no.
—¿Matarlo? Poco probable —dijo Gabe.
—¡Ya está sangrando mucho!
Gabe levantó un hombro indiferentemente. Y ahí fue cuando supe que no era
sólo cruel, sino loco. —Se curara.
—No, si no va a un hospital pronto.
Gabe usó su zapato para empujar a PJ, quien se había dado la vuelta y tenía su
frente sobre la plataforma de cemento que se extendía desde la puerta de atrás.
Todo su cuerpo temblaba, y pensé que parecía como si fuera a entrar en estado
de shock.
—¿La escuchaste? —gritó Gabe hacia PJ—. Necesitas ir a un hospital. Te llevaré
allí yo mismo y te dejare en frente de la sala de urgencias. Pero primero tienes
que decirlo. Di el juramento.
Con gran esfuerzo, PJ levantó su cabeza para centrar su desdeñosa mirada en
Gabe. Abrió su boca, y pensé que iba a decir lo que fuera que ellos quisieran de
él, pero en lugar de eso escupió, golpeando a Gabe en la pierna.
—No podéis matarme —se burló, pero sus dientes le castañeaban y sus ojos se
le pusieron en blanco, claramente mostrando que estaba a punto de
desmayarse—. La-Mano-Negra-me-lo-dijo.
—Respuesta equivocada —dijo Gabe, lanzando hacia arriba el desmontador de
neumáticos y atrapándolo como si fuera un bastón. Cuando el truco terminó,
precipito el desmontador de neumáticos en un violento arco. El metal se
estrelló contra la columna vertebral de PJ, causándole un espasmo muscular en
posición recta y proferir un espeluznante alarido.
Coloqué ambas manos sobre mi boca, paralizada por el horror. El horror tanto
de la horripilante escena delante de mí, como de la palabra gritando dentro de
mi cabeza. Era como si la palabra se hubiera liberado de lo más profundo de mi
subconsciente y me golpeara de frente.
Nefilim.
Eso es lo que PJ es, pensé, aunque la palabra no significara nada para mí. Y
están tratando de obligarle a hacer un juramento de fidelidad.
Fue una aterradora revelación, porque no sabía lo que eso significaba. ¿De
dónde había sacado esto? ¿Cómo podía saber algo de lo que estaba pasando,
cuando nunca había visto algo así antes?
Estaba abrumada por cualquier otro pensamiento sobre el asunto cuando una
camioneta blanca giro hacia el callejón delantero, el haz de sus luces delanteras
causándonos a todos que nos congeláramos. Gabe discretamente bajó el
desmontador de neumáticos, escondiéndolo detrás de su pierna. Recé para que
quien estuviera detrás del volante se volviera en el callejón y llamara a la policía.
Si el conductor se acercaba demasiado, bueno, ya había visto lo que Gabe podía
hacer para convencer a la gente para que no ayudaran.
Empecé a elaborar ideas en mi mente de cómo arrastrar a PJ de la escena,
mientras Gabe y los otros estaban distraídos, cuando uno de los chicos—el de
la sudadera gris—preguntó a Gabe:
—¿Crees que son Nefilims?
Nefilim. Esa palabra. Una vez más. Dicha en voz alta esta vez.
En lugar de reconfortarme, la palabra solo elevaba mi terror algunas otras
muescas. Conocía la palabra, y ahora parecía que Gabe y sus amigos también lo
hacían. ¿Cómo podría ser posible que tuviéramos eso en común? ¿Cómo
podríamos tener algo en común?
Gabe sacudió su cabeza.
—Traerían más de un coche. La Mano Negra no iría contra nosotros con menos
de veinte de sus hombres.
—¿La policía, entonces? Podría ser un coche camuflado. Puedo ir a convencerles
de que han dado un giro equivocado.
La forma en que lo dijo me hizo preguntarme si Gabe no era el único capaz de
esa poderosa forma de hipnotismo. Tal vez sus dos amigos también lo eran.
El tío de la sudadera gris comenzó a avanzar, cuando Gabe extendió su brazo,
agarrándolo por el pecho.
—Espera.
La camioneta retumbó más cerca, la grava saltando debajo de sus ruedas. Mis
piernas zumbaban con nerviosa adrenalina. Si se desataba una pelea, Gabe y los
otros podrían verse envueltos en ella, y yo podría agarrar a PJ por las axilas y
sacarlo del callejón. Una pequeña posibilidad, pero al menos una oportunidad.
De repente Gabe estalló de risa. Les dio a sus amigos una palmadita en la
espalda, sus dientes relucientes.
—Bueno, bueno, chicos. Mira quién vino a la fiesta después de todo.
Medía unos buenos metro ochenta de altura y unos veinte
kilos más que yo. Las luces del aparcamiento hacían un pobre
trabajo al llegar hasta aquí, pero me encontré una rápida lista de rasgos
identificativos: cabello rubio-rojizo con gomina y de punta, llorosos ojos azules,
pendientes ambas orejas, un collar de dientes de tiburón. Un ligero Acné en la
mitad inferior de su cara. Una camiseta negra sin mangas que mostraba unos
musculosos bíceps tatuados con un dragón expulsando fuego.
—¿Necesitas ayuda? —preguntó con una sonrisa torcida en sus labios. Me
ofreció su móvil, y luego apuntó con un brazo hacia el teléfono público,
inclinándose hacia mi espacio privado. Su sonrisa era un poco demasiado dulce,
un poco demasiado superior—. Odio ver a las chicas guapas gastar dinero en
una llamada.
Cuando no contesté, frunció el ceño ligeramente.
—A menos que estuvieras haciendo una llamada gratuita. —Se rascó su mejilla,
un espectáculo digno de ver—. Pero la única llamada gratuita que puedes hacer
desde un teléfono público es… a la policía. —Cualquier rastro angelical de su
tono desapareció.
Tragué.
—No había nadie dentro en el mostrador delantero. Pensé que algo andaba
mal. —Y ahora sabía que algo andaba mal. La única razón de que le importara si
estaba llamando a la policía era si su mayor interés era mantenerse alejado de
ellos, muy lejos. ¿Un robo, entonces?
—Déjame hacer esto sencillo para ti —dijo, encorvándose hacia abajo y
poniendo su rostro cerca del mío, como si tuviera cinco años y necesitara una
instrucción lenta y clara—. Vuelve a tu coche y sigue conduciendo.
Me di cuenta de que no se había enterado de que había entrado aquí. Pero el
pensamiento se convirtió en un punto discutible cuando escuché una pelea que
venía del callejón a la vuelta de la esquina. Había un montón de malas palabras,
y un gruñido de dolor.
Consideré mis opciones. Podría seguir el consejo de Collar de Dientes de
Tiburón y salir rápidamente, fingiendo que nunca había estado aquí. O podría
correr a la próxima gasolinera de la carretera y llamar a la policía. Pero para
entonces, podría ser demasiado tarde. Si estaban robando la tienda, Dientes de
Tiburón y sus amigos no iban a gastar su tiempo dulcemente. Mi única otra
opción era quedarme aquí y hacer un intento, ya sea muy valiente o muy
estúpido, de impedir el robo.
—¿Qué está pasando ahí atrás? —le pregunté inocentemente, señalando la
parte trasera del edificio.
—Mira alrededor —contestó, su voz suave y sedosa—. Este lugar está vacío.
Nadie sabe qué estás aquí. Nadie nunca va a recordar que estuviste aquí. Ahora
se una buena chica y vuelve a tu coche y vete.
—Yo…
Presionó sus dedos en mis labios.
—No voy a pedírtelo de nuevo. —Su voz era suave, incluso coqueta. Pero sus
ojos eran pozos de hielo.
—Dejé mis llaves en el mostrador interior —dije, usando la primera excusa que
me vino a la mente—. Cuando entré por primera vez.
Me tomó del brazo y tiró de mí hacia el frente del edificio. Su paso era el doble
que el mío, y me encontré medio corriendo para seguirlo. Todo el tiempo
estuve sacudiéndome mentalmente, ordenando a mi ingenio que inventara una
excusa para cuando averiguara que estaba mintiendo. No sabía cómo
reaccionaría, pero tenía una idea general, e hizo que mi estómago se retorciera.
La puerta resonó a nuestro paso. Me empujó más allá de la caja registradora y
apartó a un lado una demostración de protector labial de cartón y un recipiente
de plástico de una serie de llaves a la venta, claramente en busca de mis llaves
perdidas. Se movió hacia el siguiente mostrador y repitió su búsqueda
apresurada. De repente se detuvo. Sus ojos se dirigieron ociosamente hacia mí.
—¿Quieres decirme dónde están realmente tus llaves?
Me pregunté si podría llevarlo hasta la calle. Me preguntaba qué probabilidades
había de que un coche pasara cuando más lo necesitaba. ¿Y por qué, oh por
qué, había dejado Coopersmith sin agarrar mi chaqueta y mi móvil?
—¿Cuál es tu nombre? —preguntó.
—Marcie —mentí.
—Déjame decirte algo, Marcie —dijo, metiendo un rizo detrás de mi oreja.
Intenté de dar un paso atrás, pero me pellizcó la oreja en advertencia. Así que
me quedé de pie allí, soportando su toque mientras sus dedos descendían por
la curva de mi oreja y a lo largo de mi mandíbula. Inclinó mi barbilla hacia
arriba, obligándome a encontrarme con sus pálidos y casi translúcidos ojos—.
Nadie le miente a Gabe. Cuando Gabe le dice a una chica que se vaya, lo mejor
sería correr. De lo contrario, hace que Gabe se enfade. Y eso es una mala idea,
porque Gabe tiene muy mal carácter. De hecho, malo es una forma generosa de
decirlo. ¿Me entiendes?
Encontré escalofriante el que se refiriera a sí mismo en tercera persona, pero no
estaba dispuesta a hacer un problema de eso. El instinto me dijo que a Gabe no
le gustaba ser corregido, tampoco. O cuestionado.
—Lo siento. —No me atrevía a alejarme de él, temiendo que pudiera confundir
un movimiento con una falta de respeto.
—Quiero que te vayas ahora —dijo con esa engañosa voz de terciopelo.
Asentí con la cabeza, retrocediendo. Mi codo golpeó la puerta, dejando entrar
una ráfaga de aire fresco.
Tan pronto como estuve fuera, Gabe gritó a través de la puerta de cristal.
—Diez.
Estaba encorvado contra el mostrador delantero, con una ladeada sonrisa en su
rostro.
No sabía por qué había dicho esa palabra, pero mantuve a raya mi expresión
mientras continuaba retrocediendo, más rápido ahora.
—Nueve —gritó de nuevo.
Fue entonces cuando me di cuenta de que estaba contando hacia atrás.
—Ocho —dijo, levantándose del mostrador y dando unos perezosos pasos
hacia la puerta. Puso las palmas de sus manos en el cristal, y luego dibujó un
corazón invisible con su dedo. Viendo la afectada mirada de mi cara, se rio
entre dientes—. Siete.
Me volví y corrí.
Escuché un coche aproximándose por la carretera principal, y empecé a gritar y
a sacudir mis brazos. Pero aún estaba demasiado lejos, y el coche pasó
velozmente, el traqueteo de su motor desapareciendo alrededor de la curva.
Cuando llegué a la carretera, miré a la derecha, y luego a la izquierda. Con una
decisión apresurada, me volví hacia Coopersmith.
—Lista o no, allá voy —oí gritar a Gabe detrás de mí.
Moví mis brazos más fuerte, al oír el irritante golpe de mis zapatillas de ballet
contra el pavimento. Quería echar un vistazo sobre mi hombro y ver como de
lejos estaba él, pero me obligué a concentrarme en la curva de la carretera de
adelante. Traté de mantener la mayor distancia posible entre Gabe y yo. Un
coche vendría pronto. Tenía que hacerlo.
—¿Eso es lo más rápido que puedes ir? —No podría haber estado a más de
veinte metros por detrás. Peor aún, su voz no sonaba cansada. Me di cuenta del
horrible pensamiento de que ni siquiera lo estaba intentando. Estaba
disfrutando del gato y el ratón, y mientras me cansaba más y más con cada
paso, se emocionaba más y más.
—¡Sigue adelante! —murmuró—. Pero no te canses. No será divertido si no
puedes ofrecer resistencia cuando te atrape. Quiero jugar.
Adelante, escuché el gran estruendo de un motor aproximándose. Los faros
aparecieron a la vista, y me moví hacia la mitad de la carretera, agitando
frenéticamente mis brazos. Gabe no me haría daño con un testigo mirando.
¿No?
—¡Alto! —grité, continuando las señas a lo que ahora podía ver que era una
camioneta acercándose.
El conductor frenó a mi lado, bajando su ventanilla. Era de mediana edad con
una camisa de franela y un fuerte olor a pescado del embarcadero.
—¿Qué pasa? —preguntó. Su mirada se movió por encima de mi hombro,
donde sentí la presencia de Gabe con un frio crujido en el aire.
—Sólo jugando al escondite —dijo Gabe, lanzando su brazo alrededor de mis
hombros.
No le di importancia.
—Nunca he visto a este tío antes —le dije al hombre—. Me amenazó en el 7-
Eleven. Creo que él y sus amigos están tratando de robar la tienda. Cuando
entré, la tienda estaba vacía y escuche una lucha en la parte de atrás. Tenemos
que llamar a la policía.
Me detuve, a punto de preguntarle al hombre si tenía un móvil, cuando vi con
confusión como se volvía para mirar hacia adelante, ignorándome. Subió su
ventanilla hasta arriba, encerrándose dentro de la cabina del camión.
—¡Tienes que ayudarme! —le dije, golpeando su ventanilla. Pero su fija mirada
fija hacia adelante, no vaciló. Un pequeño escalofrío bailaba sobre mi piel. El
hombre no iba a ayudarme. Me iba a dejar aquí afuera con Gabe.
Gabe me imitó, golpeando desagradablemente en la ventanilla del hombre.
—¡Ayúdame! —gritó con voz aguda—. Gabe y sus amigos están robando en el
7-Eleven. ¡Oh, señor, tiene que ayudarme a detenerlos! —Cuando terminó, echó
su cabeza hacia atrás, ahogándose en su propia risa.
Casi como un robot, el hombre de la camioneta nos miró por encima. Sus ojos
estaban ligeramente estrechados y fijos.
—¡¿Qué pasa contigo?! —le dije, sacudiendo el pomo de la puerta del camión.
Golpee la ventanilla de nuevo—. ¡Llama a la policía!
El hombre pisó el acelerador. El camión aceleró lentamente, y corría al lado de
él, todavía aferrando la esperanza de que pudiera abrir la puerta. Piso más el
acelerador de la camioneta, y me tropecé con mis pies al mantener el ritmo. De
pronto, me quito de un tirón, y fui arrojada hacia la carretera.
Me volví hacia Gabe.
—¿Qué hiciste con él?
Esto.
Me estremecí, al oír la palabra resonando dentro de mi cabeza como una
presencia fantasmal. Los ojos de Gabe se oscurecieron en sus cuencas. Su pelo
comenzó a crecer visiblemente, primero en la parte superior de su cabeza, y
luego en todas partes. Saliendo de sus brazos, hasta la punta de sus dedos,
hasta que estuvo cubierto de pelo. Enredado, un pelo marrón apestoso. Se
movió hacia mí sobre sus patas traseras, ganando altura hasta que se cernió
sobre mí. Movió su brazo, y vi un destello de garras. Luego se dejo caer sobre
las cuatro patas, puso su húmeda y negra nariz sobre mi cara, y rugió—un
enfadado y retumbante sonido. Se había transformado en un oso pardo.
En mi terror, me tropecé hacia atrás y me caí al suelo. Arrastrándome
rápidamente hacia atrás, buscando a ciegas en el borde de la carretera una roca.
Cogiendo una en mi mano, la arroje al oso. Le golpeo en el hombro y rebotó a
un lado. Agarre otra roca, apuntando hacia su cabeza. La roca voló hacia su
hocico, y movió su cabeza a un lado, saliendo saliva de su boca. Rugió de
nuevo, y entonces vino hacia mí más rápido de lo que podría gatear hacia atrás.
Usando su pata, me aplastó contra el pavimento. Estaba empujando demasiado
fuerte, mis costillas crujieron de dolor.
—¡Para! —Traté de apartar su pata, pero era demasiado fuerte. No sabía si me
podía oír. O entender. No sabía si alguna parte de Gabe había quedado en el
interior del oso. Nunca antes en mi vida había presenciado algo tan
horriblemente inexplicable.
El viento se reanudó, enredando mi pelo por mi cara. A través de él, vi que el
viento arrebataba el pelo del oso. Pequeños mechones flotaban suavemente
hacia la noche. Cuando miré otra vez, Gabe estaba inclinado sobre mí. Su sádica
sonrisa implícita.
Eres mi títere. Y no lo olvides.
No estaba segura de que me aterrorizaba más: Gabe o el oso.
—Vamos —dijo, alzándome hacia arriba.
Me empujó de vuelta a través de la carretera hasta que las luces del 7-Eleven se
hicieron visibles. Mi mente se tambaleaba. ¿Me había—hipnotizado? ¿Me hizo
creer que se había convertido en un oso? ¿Había alguna otra explicación? Sabía
que tenía que salir de aquí y pedir ayuda, pero no me había propuesto todavía
el cómo.
Rodeamos el edificio del callejón, donde estaban los demás reunidos.
Dos llevaban ropa de calle, similar a la de Gabe. El tercero llevaba un polo verde
lima con 7-Eleven y el nombre PJ bordado en el bolsillo.
PJ estaba de rodillas, agarrándose sus costillas, gimiendo desconsoladamente.
Sus ojos estaban apretados, y con saliva goteando de la comisura de su boca.
Uno de los amigos de Gabe—que llevaba una enorme sudadera gris—estaba de
pie sobre PJ con un desmontador de neumáticos, levantado y listo para
descargarlo, previsiblemente de nuevo.
Mi boca se quedó seca, y mis piernas parecían estar hechas de paja. No podía
despegar mis ojos de la oscura mancha roja que se filtraba a través de la
sección del medio de la camisa de P.J.
—Le estáis haciendo daño —dije, horrorizada.
Gabe extendió su mano hacia el desmontador de neumáticos y le fue
rápidamente dado.
—¿Quieres decir con esto? —preguntó Gabe con simulada sinceridad.
Descargo el desmontador de neumáticos contra el lugar de la espalda de PJ, y
escuche un crujido grotesco. PJ gritó, se derrumbó sobre su costado, y se
retorció de dolor.
Gabe se colocó el desmontador de neumáticos sobre la parte de atrás de sus
hombros, colgando su brazo sobre él como si fuera un bate de béisbol.
—¡Home run! —gritó.
Los otros dos se rieron. Estaba mareada con la necesidad de vomitar.
—¡Simplemente coge el dinero! —dije, mi voz elevándose en un grito.
Evidentemente se trataba de un robo, pero lo estaban llevando cinco pasos más
lejos—. ¡Vais a matarle si seguís golpeándole!
Una risa socarrona se desplazó por el grupo, como si supieran algo que yo no.
—¿Matarlo? Poco probable —dijo Gabe.
—¡Ya está sangrando mucho!
Gabe levantó un hombro indiferentemente. Y ahí fue cuando supe que no era
sólo cruel, sino loco. —Se curara.
—No, si no va a un hospital pronto.
Gabe usó su zapato para empujar a PJ, quien se había dado la vuelta y tenía su
frente sobre la plataforma de cemento que se extendía desde la puerta de atrás.
Todo su cuerpo temblaba, y pensé que parecía como si fuera a entrar en estado
de shock.
—¿La escuchaste? —gritó Gabe hacia PJ—. Necesitas ir a un hospital. Te llevaré
allí yo mismo y te dejare en frente de la sala de urgencias. Pero primero tienes
que decirlo. Di el juramento.
Con gran esfuerzo, PJ levantó su cabeza para centrar su desdeñosa mirada en
Gabe. Abrió su boca, y pensé que iba a decir lo que fuera que ellos quisieran de
él, pero en lugar de eso escupió, golpeando a Gabe en la pierna.
—No podéis matarme —se burló, pero sus dientes le castañeaban y sus ojos se
le pusieron en blanco, claramente mostrando que estaba a punto de
desmayarse—. La-Mano-Negra-me-lo-dijo.
—Respuesta equivocada —dijo Gabe, lanzando hacia arriba el desmontador de
neumáticos y atrapándolo como si fuera un bastón. Cuando el truco terminó,
precipito el desmontador de neumáticos en un violento arco. El metal se
estrelló contra la columna vertebral de PJ, causándole un espasmo muscular en
posición recta y proferir un espeluznante alarido.
Coloqué ambas manos sobre mi boca, paralizada por el horror. El horror tanto
de la horripilante escena delante de mí, como de la palabra gritando dentro de
mi cabeza. Era como si la palabra se hubiera liberado de lo más profundo de mi
subconsciente y me golpeara de frente.
Nefilim.
Eso es lo que PJ es, pensé, aunque la palabra no significara nada para mí. Y
están tratando de obligarle a hacer un juramento de fidelidad.
Fue una aterradora revelación, porque no sabía lo que eso significaba. ¿De
dónde había sacado esto? ¿Cómo podía saber algo de lo que estaba pasando,
cuando nunca había visto algo así antes?
Estaba abrumada por cualquier otro pensamiento sobre el asunto cuando una
camioneta blanca giro hacia el callejón delantero, el haz de sus luces delanteras
causándonos a todos que nos congeláramos. Gabe discretamente bajó el
desmontador de neumáticos, escondiéndolo detrás de su pierna. Recé para que
quien estuviera detrás del volante se volviera en el callejón y llamara a la policía.
Si el conductor se acercaba demasiado, bueno, ya había visto lo que Gabe podía
hacer para convencer a la gente para que no ayudaran.
Empecé a elaborar ideas en mi mente de cómo arrastrar a PJ de la escena,
mientras Gabe y los otros estaban distraídos, cuando uno de los chicos—el de
la sudadera gris—preguntó a Gabe:
—¿Crees que son Nefilims?
Nefilim. Esa palabra. Una vez más. Dicha en voz alta esta vez.
En lugar de reconfortarme, la palabra solo elevaba mi terror algunas otras
muescas. Conocía la palabra, y ahora parecía que Gabe y sus amigos también lo
hacían. ¿Cómo podría ser posible que tuviéramos eso en común? ¿Cómo
podríamos tener algo en común?
Gabe sacudió su cabeza.
—Traerían más de un coche. La Mano Negra no iría contra nosotros con menos
de veinte de sus hombres.
—¿La policía, entonces? Podría ser un coche camuflado. Puedo ir a convencerles
de que han dado un giro equivocado.
La forma en que lo dijo me hizo preguntarme si Gabe no era el único capaz de
esa poderosa forma de hipnotismo. Tal vez sus dos amigos también lo eran.
El tío de la sudadera gris comenzó a avanzar, cuando Gabe extendió su brazo,
agarrándolo por el pecho.
—Espera.
La camioneta retumbó más cerca, la grava saltando debajo de sus ruedas. Mis
piernas zumbaban con nerviosa adrenalina. Si se desataba una pelea, Gabe y los
otros podrían verse envueltos en ella, y yo podría agarrar a PJ por las axilas y
sacarlo del callejón. Una pequeña posibilidad, pero al menos una oportunidad.
De repente Gabe estalló de risa. Les dio a sus amigos una palmadita en la
espalda, sus dientes relucientes.
—Bueno, bueno, chicos. Mira quién vino a la fiesta después de todo.
ElitzJb
Re: Un Angel Caido y Un Amor Prohibido (Finale IV Temporada) Joe y _Tn. (TERMINADA)
3/3
III TEMPORADA
Capitulo 9
La camioneta blanca se detuvo y el motor se apagó. La puerta del
conductor se abrió, y a través de la granulada oscuridad, alguien
salió. Masculino. Alto. Con unos pantalones de mezclilla sueltos y
una camiseta de béisbol blanca y azul marina doblada hasta los codos. Su rostro
estaba oculto bajo el ala de una gorra de béisbol, pero vi la fuerte línea de la
mandíbula y la forma de su boca, y la imagen me sacudió como una corriente
de electricidad. El flash de negro estallando en la parte trasera de mi mente era
tan intenso, que el color manchó completamente mi visión durante varios
segundos.
—¿Decidiste unirte a nosotros después de todo? —Gabe le dijo.
El recién llegado no respondió.
—Éste está ofreciendo resistencia —continuó Gabe, conduciendo la punta de su
zapato sobre P. J. quien aún estaba enrollado en una bola en el suelo—. No
quiere jurar lealtad. Piensa que es demasiado bueno para mí. Y esto, viniendo
de un mestizo.
La risa circulaba través de Gabe y sus dos amigos, pero si el conductor de la
camioneta captó la broma, no lo demostró. Deslizando sus manos en los
bolsillos, nos estudió en silencio. Pensé que su mirada se demoró un poco más
en mí, pero yo estaba tan nerviosa, que podría haber visto algo que no estaba
realmente allí.
—¿Por qué está ella aquí? —preguntó en voz baja, levantando la barbilla hacia
mí.
—Lugar equivocado, momento equivocado —dijo Gabe.
—Ahora ella es un testigo.
—Le dije que siguiera conduciendo. —¿Era sólo yo, o Gabe sonaba a la
defensiva? Era la primera vez en todas las noches que alguien, aunque fuera de
forma sutil, había puesto en duda su autoridad, y yo prácticamente podía sentir
el aire a su alrededor crepitar con una carga negativa.
—¿Y?
—Ella no se irá.
—Va a recordarlo todo.
Gabe hizo girar la barra de hierro con agilidad en la mano, dando vueltas y
vueltas.
—Yo puedo convencerla de que no hable.
Los ojos del conductor pasaron a la bola que era P.J.
—¿Al igual que estás convenciendo a éste de hablar?
Gabe frunció el ceño. Su control sobre la barra de hierro se reforzó.
—¿Tienes una mejor idea?
—Sí. Dejarla ir.
Gabe manoseó su nariz y dio un bufido de risa.
—Dejarla ir —repitió—. ¿Qué la va a detener de ir directo a la policía? ¿Eh, Adam?
¿Pensaste en eso?
—No tienes miedo de la policía —dijo Adam con calma, pero me pareció detectar
un atisbo de desafío. Su segunda amenaza indirecta al poder de Gabe.
Tomando un riesgo, decidí meterme en su argumento.
—Si me dejas ir, te prometo que no voy a hablar. Simplemente deja que me lo
lleve conmigo. —Hice un gesto a la figura arrugada de P.J; y dije las palabras
como si vinieran desde el fondo de mi alma. Pero me entretuve en la asustada
realización de que tendría que hablar. No podía dejar que este tipo de violencia
no fuera castigada. Si Gabe estaba libre, nada le impedía torturar y aterrorizar a
otra víctima. Blindé los pensamientos de mis ojos, de repente preocupada de
que Gabe viera a través de mí.
—Ya la has oído —dijo Adam.
La mandíbula de Gabe se apretó.
—No. Es mío. He estado esperando por meses para que él cumpliera los
dieciséis años. No abandonaré ahora.
—Habrá otros —dijo Adam, luciendo increíblemente relajado cuando entrelazó los
dedos en la parte superior de su cabeza. Se encogió de hombros—. Vete.
—¿Si? ¿Y ser como tú? Tú no tiene un vasallo Nefil. Va a ser un Jeshvan largo y
solitario, amigo.
—Jeshvan continuara durante unas semanas. Tienes tiempo. Ya encontrarás a
alguien más. Deja que el Nefil y la chica se vayan.
Gabe se acercó a Adam. Adam era más alto y más inteligente y supo mantener la
calma —deduje en tres segundos—, pero Gabe tenía la ventaja de ser grueso.
Donde Adam era largo y delgado como un guepardo, Gabe era fuerte como un
toro.
—Nos rechazaste anteriormente. Dijiste que esta noche tenías otro negocio. En
lo que a mí respecta, no tienes nada que hacer aquí. Estoy harto de que
aparezcas en el último minuto y digas la última palabra. No me iré hasta que el
Nefil haga su juramento de fidelidad.
Hay estaba esa frase otra vez ―juramento de fidelidad‖. Vagamente familiar, y
distante todavía. Si en un nivel más profundo sabía lo que significaba, el
recuerdo no estaba volviendo. De cualquier manera, sabía que tendría
consecuencias terribles para P.J.
—Esta es mi noche —añadió Gabe, matizando el hecho escupiendo a sus pies—
. Voy a terminarlo a mi manera.
—Espera un minuto —interrumpió el chico de la sudadera con capucha gris,
sonando aturdido. Sus ojos giraron en ambas direcciones por el callejón—.
¡Gabe, tu Nefil! ¡Se ha ido!
Todos se volvieron hacia el lugar donde había estado inerte P.J. hace unos
momentos. Una mancha aceitosa en la grava era la única señal de que había
estado allí.
—No puede haber ido muy lejos —espetó Gabe—. Dominic, ve por ese camino
—ordenó al chico de la sudadera con capucha gris, apuntando hacia abajo, al
callejón—. Jeremiah, comprueba la tienda. —El otro, el que tenía una grafica en
su camiseta blanca, se fue trotando alrededor de la esquina.
—¿Qué pasa con ella? —preguntó Adam a Gabe, asintiendo con la cabeza hacia
mí.
—¿Por qué no haces algo útil y vas y me traes de vuelta a mi Nefil? —lanzó
Gabe a su espalda.
Adam levantó sus manos del nivel de los hombros.
—Obtenlo a tu manera.
Sentí mi estómago caer hasta mis rodillas cuando me di cuenta de que era esto.
Adam se iba. Él era amigo de ellos, o por lo menos un conocido de Gabe, y esto
era suficiente para ponerme nerviosa, pero al mismo tiempo, él era mi única
oportunidad de conseguir salir de allí. Hasta ese momento, había parecido estar
de mi parte. Si se iba, estaría sola. Gabe había dejado claro que él era el macho
alfa, y yo no iba a fingir que pensaba que sus dos amigos restantes iban a
enfrentarse a él.
—¿Ustedes van a irse, así como así? —le grité después a Adam. Pero Gabe estrelló
su zapato en la parte posterior de mi pierna, obligándome a caer de rodillas, y
antes de que pudiera decir algo más, me quedé sin aliento.
—Será más fácil si no miras —me dijo Gabe—. Un golpe sólido, y va a ser la
última cosa que sientas.
Me lancé hacia delante para escapar, pero Gabe agarró un puñado de mi
cabello, sacudiéndome hacia atrás.
—¡No puedes hacer esto! —grité—. No puedes sólo matarme.
—No te muevas —gruñó.
—¡No dejes que haga esto, Adam! —grité, incapaz de ver a Adam, pero segura de
que todavía podía oírme, ya que no había oído la camioneta en marcha todavía.
Yo estaba rodando en la grava, tratando de darme la vuelta para poder ver la
barra de hierro y tratar de esquivarla. Envolví mi puño alrededor de un montón
de rocas, me retorcí violentamente el tiempo suficiente para detectar a Gabe, y
las arrojé.
Su gran mano descendió, moliendo mi frente contra el suelo. Mi nariz estaba
doblada en un doloroso ángulo, las rocas mordiendo mi barbilla y mejillas.
Hubo un repugnante crujido, y Gabe se derrumbó encima de mí. A través de
una nube de pánico, me pregunté si estaba tratando de sofocarme. Matarme
rápidamente no era suficiente, ¿era eso? ¿Tenía que obtener tanto dolor como
fuera posible? Sin aliento, arañé mi camino fuera de debajo de él.
Me puse de pie y me volteé. Me preparé en una posición defensiva, esperando
encontrar a Gabe preparando para tener una segunda oportunidad conmigo. Mi
mirada cayó. Estaba boca abajo en el suelo, la barra de hierro sobresalía de su
espalda. Había sido apuñalado con ella.
Adam se pasó la manga por la cara, que brillaba por el sudor. A sus pies, Gabe
tembló y se estremeció, jurando incoherente con violencia. No podía creer que
estuviera vivo. La barra de hierro tuvo que pasar directamente a través de su
columna vertebral.
—Tú… lo apuñalaste —espeté, horrorizada.
—Y él no va a estar feliz con eso, así que te sugiero que salgas de aquí —dijo
Adam, torciendo la barra de hierro más profundo. Él me miró y levantó una ceja—.
Más temprano que tarde.
Me alejé.
—¿Y tú?
Me miró por un momento absurdamente largo, teniendo en cuenta las
circunstancias. Una breve expresión de arrepentimiento se encendió a través de
sus rasgos. Una vez más, sentí un poderoso tirón en mi memoria, que
amenazaba con arreglar el puente de todo lo que estaba fuera de su alcance.
Abrí mi boca, pero el canal de comunicación entre mi mente y mis palabras
había sido destruido. Estaba perdida en cuanto a la forma de conectarlas a las
dos. Tenía algo que decirle, pero no podía concretar qué era.
—Puede estar tranquila, pero supongo que P.J. ya fue a hacer una llamada a la
policía —dijo Adam, atornillando la barra de hierro más profundo, haciendo que el
cuerpo de Gabe brincara en un momento tenso, y se debilitará al siguiente.
Como si fuera el momento justo, el gemido lejano de las sirenas chilló a través
de la noche.
Adam agarró a Gabe en sus brazos, lo arrastró entre la maleza del otro lado del
callejón.
—Por la carretera, a la velocidad adecuada, puedes poner un par de kilómetros
entre tú y este lugar en muy poco tiempo.
—No tengo un auto.
Sus ojos se deslizaron a los míos.
—Caminé hasta aquí —le expliqué—. Voy a pie.
—Ángel —dijo de una manera que parecía que sinceramente esperaba que yo
estuviese bromeando.
Unos momentos juntos no nos hacia aptos para los nombres de mascotas, sin
embargo, los latidos de mi corazón eran un poco erráticos por el cariño. Ángel.
¿Cómo podría saber que el nombre me había perseguido durante días? ¿Cómo
podría explicar los misteriosos destellos de color negro, que se intensificaban
mientras más se acercaba?
Más perturbador que todo, si conectaba los puntos…
Joe, una voz susurrando en mi subconsciente, una sílaba silenciosa
estrellándose contra lo más profundo de una jaula. La última vez que te sentiste
así fue cuando Marcie mencionó a Joe.
La sola sílaba de su nombre me abrió a un enjambre de negro, negro
enloquecedor, que inundó todas las direcciones. Me concentré a través de ello,
los ojos fijos en Adam, tratando de dar sentido a la sensación de lo que no podía
expresar con palabras. Él sabía algo que yo no sabía. Tal vez sobre el misterioso
Joe, tal vez sobre mí. Definitivamente sobre mí. Su presencia me cortaba con
emociones demasiado profundas para ser una coincidencia.
Pero, ¿cómo estábamos conectados Joe, Marcie, Adam y yo?
—¿Me… conoces? —le pregunté, incapaz de llegar a ninguna otra explicación.
Me miró, inquebrantable.
—¿Ningún auto? —confirmó, haciendo caso omiso a mi pregunta.
—Ningún auto —repetí, mi voz considerablemente reducida.
Él arqueó el cuello hacia atrás, como si fuera a preguntarle a la luna, ¿por qué
yo? Luego señaló con el pulgar a la camioneta blanca.
—Entra.
Cerré los ojos, tratando de pensar.
—Espera. Tenemos que seguir y testificar. Si huimos, bien podríamos estar
confesando nuestra culpa. Le diré a la policía que mataste a Gabe para salvar mi
vida. —La inspiración me llamó la atención—. Vamos a encontrar a P.J. y
conseguir que testifique también.
Adam abrió la puerta del lado del conductor de la camioneta.
conductor se abrió, y a través de la granulada oscuridad, alguien
salió. Masculino. Alto. Con unos pantalones de mezclilla sueltos y
una camiseta de béisbol blanca y azul marina doblada hasta los codos. Su rostro
estaba oculto bajo el ala de una gorra de béisbol, pero vi la fuerte línea de la
mandíbula y la forma de su boca, y la imagen me sacudió como una corriente
de electricidad. El flash de negro estallando en la parte trasera de mi mente era
tan intenso, que el color manchó completamente mi visión durante varios
segundos.
—¿Decidiste unirte a nosotros después de todo? —Gabe le dijo.
El recién llegado no respondió.
—Éste está ofreciendo resistencia —continuó Gabe, conduciendo la punta de su
zapato sobre P. J. quien aún estaba enrollado en una bola en el suelo—. No
quiere jurar lealtad. Piensa que es demasiado bueno para mí. Y esto, viniendo
de un mestizo.
La risa circulaba través de Gabe y sus dos amigos, pero si el conductor de la
camioneta captó la broma, no lo demostró. Deslizando sus manos en los
bolsillos, nos estudió en silencio. Pensé que su mirada se demoró un poco más
en mí, pero yo estaba tan nerviosa, que podría haber visto algo que no estaba
realmente allí.
—¿Por qué está ella aquí? —preguntó en voz baja, levantando la barbilla hacia
mí.
—Lugar equivocado, momento equivocado —dijo Gabe.
—Ahora ella es un testigo.
—Le dije que siguiera conduciendo. —¿Era sólo yo, o Gabe sonaba a la
defensiva? Era la primera vez en todas las noches que alguien, aunque fuera de
forma sutil, había puesto en duda su autoridad, y yo prácticamente podía sentir
el aire a su alrededor crepitar con una carga negativa.
—¿Y?
—Ella no se irá.
—Va a recordarlo todo.
Gabe hizo girar la barra de hierro con agilidad en la mano, dando vueltas y
vueltas.
—Yo puedo convencerla de que no hable.
Los ojos del conductor pasaron a la bola que era P.J.
—¿Al igual que estás convenciendo a éste de hablar?
Gabe frunció el ceño. Su control sobre la barra de hierro se reforzó.
—¿Tienes una mejor idea?
—Sí. Dejarla ir.
Gabe manoseó su nariz y dio un bufido de risa.
—Dejarla ir —repitió—. ¿Qué la va a detener de ir directo a la policía? ¿Eh, Adam?
¿Pensaste en eso?
—No tienes miedo de la policía —dijo Adam con calma, pero me pareció detectar
un atisbo de desafío. Su segunda amenaza indirecta al poder de Gabe.
Tomando un riesgo, decidí meterme en su argumento.
—Si me dejas ir, te prometo que no voy a hablar. Simplemente deja que me lo
lleve conmigo. —Hice un gesto a la figura arrugada de P.J; y dije las palabras
como si vinieran desde el fondo de mi alma. Pero me entretuve en la asustada
realización de que tendría que hablar. No podía dejar que este tipo de violencia
no fuera castigada. Si Gabe estaba libre, nada le impedía torturar y aterrorizar a
otra víctima. Blindé los pensamientos de mis ojos, de repente preocupada de
que Gabe viera a través de mí.
—Ya la has oído —dijo Adam.
La mandíbula de Gabe se apretó.
—No. Es mío. He estado esperando por meses para que él cumpliera los
dieciséis años. No abandonaré ahora.
—Habrá otros —dijo Adam, luciendo increíblemente relajado cuando entrelazó los
dedos en la parte superior de su cabeza. Se encogió de hombros—. Vete.
—¿Si? ¿Y ser como tú? Tú no tiene un vasallo Nefil. Va a ser un Jeshvan largo y
solitario, amigo.
—Jeshvan continuara durante unas semanas. Tienes tiempo. Ya encontrarás a
alguien más. Deja que el Nefil y la chica se vayan.
Gabe se acercó a Adam. Adam era más alto y más inteligente y supo mantener la
calma —deduje en tres segundos—, pero Gabe tenía la ventaja de ser grueso.
Donde Adam era largo y delgado como un guepardo, Gabe era fuerte como un
toro.
—Nos rechazaste anteriormente. Dijiste que esta noche tenías otro negocio. En
lo que a mí respecta, no tienes nada que hacer aquí. Estoy harto de que
aparezcas en el último minuto y digas la última palabra. No me iré hasta que el
Nefil haga su juramento de fidelidad.
Hay estaba esa frase otra vez ―juramento de fidelidad‖. Vagamente familiar, y
distante todavía. Si en un nivel más profundo sabía lo que significaba, el
recuerdo no estaba volviendo. De cualquier manera, sabía que tendría
consecuencias terribles para P.J.
—Esta es mi noche —añadió Gabe, matizando el hecho escupiendo a sus pies—
. Voy a terminarlo a mi manera.
—Espera un minuto —interrumpió el chico de la sudadera con capucha gris,
sonando aturdido. Sus ojos giraron en ambas direcciones por el callejón—.
¡Gabe, tu Nefil! ¡Se ha ido!
Todos se volvieron hacia el lugar donde había estado inerte P.J. hace unos
momentos. Una mancha aceitosa en la grava era la única señal de que había
estado allí.
—No puede haber ido muy lejos —espetó Gabe—. Dominic, ve por ese camino
—ordenó al chico de la sudadera con capucha gris, apuntando hacia abajo, al
callejón—. Jeremiah, comprueba la tienda. —El otro, el que tenía una grafica en
su camiseta blanca, se fue trotando alrededor de la esquina.
—¿Qué pasa con ella? —preguntó Adam a Gabe, asintiendo con la cabeza hacia
mí.
—¿Por qué no haces algo útil y vas y me traes de vuelta a mi Nefil? —lanzó
Gabe a su espalda.
Adam levantó sus manos del nivel de los hombros.
—Obtenlo a tu manera.
Sentí mi estómago caer hasta mis rodillas cuando me di cuenta de que era esto.
Adam se iba. Él era amigo de ellos, o por lo menos un conocido de Gabe, y esto
era suficiente para ponerme nerviosa, pero al mismo tiempo, él era mi única
oportunidad de conseguir salir de allí. Hasta ese momento, había parecido estar
de mi parte. Si se iba, estaría sola. Gabe había dejado claro que él era el macho
alfa, y yo no iba a fingir que pensaba que sus dos amigos restantes iban a
enfrentarse a él.
—¿Ustedes van a irse, así como así? —le grité después a Adam. Pero Gabe estrelló
su zapato en la parte posterior de mi pierna, obligándome a caer de rodillas, y
antes de que pudiera decir algo más, me quedé sin aliento.
—Será más fácil si no miras —me dijo Gabe—. Un golpe sólido, y va a ser la
última cosa que sientas.
Me lancé hacia delante para escapar, pero Gabe agarró un puñado de mi
cabello, sacudiéndome hacia atrás.
—¡No puedes hacer esto! —grité—. No puedes sólo matarme.
—No te muevas —gruñó.
—¡No dejes que haga esto, Adam! —grité, incapaz de ver a Adam, pero segura de
que todavía podía oírme, ya que no había oído la camioneta en marcha todavía.
Yo estaba rodando en la grava, tratando de darme la vuelta para poder ver la
barra de hierro y tratar de esquivarla. Envolví mi puño alrededor de un montón
de rocas, me retorcí violentamente el tiempo suficiente para detectar a Gabe, y
las arrojé.
Su gran mano descendió, moliendo mi frente contra el suelo. Mi nariz estaba
doblada en un doloroso ángulo, las rocas mordiendo mi barbilla y mejillas.
Hubo un repugnante crujido, y Gabe se derrumbó encima de mí. A través de
una nube de pánico, me pregunté si estaba tratando de sofocarme. Matarme
rápidamente no era suficiente, ¿era eso? ¿Tenía que obtener tanto dolor como
fuera posible? Sin aliento, arañé mi camino fuera de debajo de él.
Me puse de pie y me volteé. Me preparé en una posición defensiva, esperando
encontrar a Gabe preparando para tener una segunda oportunidad conmigo. Mi
mirada cayó. Estaba boca abajo en el suelo, la barra de hierro sobresalía de su
espalda. Había sido apuñalado con ella.
Adam se pasó la manga por la cara, que brillaba por el sudor. A sus pies, Gabe
tembló y se estremeció, jurando incoherente con violencia. No podía creer que
estuviera vivo. La barra de hierro tuvo que pasar directamente a través de su
columna vertebral.
—Tú… lo apuñalaste —espeté, horrorizada.
—Y él no va a estar feliz con eso, así que te sugiero que salgas de aquí —dijo
Adam, torciendo la barra de hierro más profundo. Él me miró y levantó una ceja—.
Más temprano que tarde.
Me alejé.
—¿Y tú?
Me miró por un momento absurdamente largo, teniendo en cuenta las
circunstancias. Una breve expresión de arrepentimiento se encendió a través de
sus rasgos. Una vez más, sentí un poderoso tirón en mi memoria, que
amenazaba con arreglar el puente de todo lo que estaba fuera de su alcance.
Abrí mi boca, pero el canal de comunicación entre mi mente y mis palabras
había sido destruido. Estaba perdida en cuanto a la forma de conectarlas a las
dos. Tenía algo que decirle, pero no podía concretar qué era.
—Puede estar tranquila, pero supongo que P.J. ya fue a hacer una llamada a la
policía —dijo Adam, atornillando la barra de hierro más profundo, haciendo que el
cuerpo de Gabe brincara en un momento tenso, y se debilitará al siguiente.
Como si fuera el momento justo, el gemido lejano de las sirenas chilló a través
de la noche.
Adam agarró a Gabe en sus brazos, lo arrastró entre la maleza del otro lado del
callejón.
—Por la carretera, a la velocidad adecuada, puedes poner un par de kilómetros
entre tú y este lugar en muy poco tiempo.
—No tengo un auto.
Sus ojos se deslizaron a los míos.
—Caminé hasta aquí —le expliqué—. Voy a pie.
—Ángel —dijo de una manera que parecía que sinceramente esperaba que yo
estuviese bromeando.
Unos momentos juntos no nos hacia aptos para los nombres de mascotas, sin
embargo, los latidos de mi corazón eran un poco erráticos por el cariño. Ángel.
¿Cómo podría saber que el nombre me había perseguido durante días? ¿Cómo
podría explicar los misteriosos destellos de color negro, que se intensificaban
mientras más se acercaba?
Más perturbador que todo, si conectaba los puntos…
Joe, una voz susurrando en mi subconsciente, una sílaba silenciosa
estrellándose contra lo más profundo de una jaula. La última vez que te sentiste
así fue cuando Marcie mencionó a Joe.
La sola sílaba de su nombre me abrió a un enjambre de negro, negro
enloquecedor, que inundó todas las direcciones. Me concentré a través de ello,
los ojos fijos en Adam, tratando de dar sentido a la sensación de lo que no podía
expresar con palabras. Él sabía algo que yo no sabía. Tal vez sobre el misterioso
Joe, tal vez sobre mí. Definitivamente sobre mí. Su presencia me cortaba con
emociones demasiado profundas para ser una coincidencia.
Pero, ¿cómo estábamos conectados Joe, Marcie, Adam y yo?
—¿Me… conoces? —le pregunté, incapaz de llegar a ninguna otra explicación.
Me miró, inquebrantable.
—¿Ningún auto? —confirmó, haciendo caso omiso a mi pregunta.
—Ningún auto —repetí, mi voz considerablemente reducida.
Él arqueó el cuello hacia atrás, como si fuera a preguntarle a la luna, ¿por qué
yo? Luego señaló con el pulgar a la camioneta blanca.
—Entra.
Cerré los ojos, tratando de pensar.
—Espera. Tenemos que seguir y testificar. Si huimos, bien podríamos estar
confesando nuestra culpa. Le diré a la policía que mataste a Gabe para salvar mi
vida. —La inspiración me llamó la atención—. Vamos a encontrar a P.J. y
conseguir que testifique también.
Adam abrió la puerta del lado del conductor de la camioneta.
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Continuara
aja ya se abran dado cuenta que joe y adam son las mismas personas ok..... no se me confundan mas adelante sabran xq el juego o cambio de nombre
ElitzJb
Re: Un Angel Caido y Un Amor Prohibido (Finale IV Temporada) Joe y _Tn. (TERMINADA)
aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa
andreita
Re: Un Angel Caido y Un Amor Prohibido (Finale IV Temporada) Joe y _Tn. (TERMINADA)
joe aparcecio el debe ser adam no??
waaa gracais proe l maratpon
sifuela pronto
waaa gracais proe l maratpon
sifuela pronto
andreita
Re: Un Angel Caido y Un Amor Prohibido (Finale IV Temporada) Joe y _Tn. (TERMINADA)
AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHH!!!!!!!
JOOOOEEEEEEE!!!
PORFIIIIINN ESTAN JUNTOOOSSSS!!!
AUNQUE TODAVIA NO LO RECUERDEEE!!!!!
SII SUPE CUANDO BAJOOO DE LA CAMIONETA BLANCAAAA!!!!!
PERO ME PREGUNTO DE DONDE SALEN ESOS HERMOSOS COCHES???
JAJAJJA AAAII SIGUELAA PORFIISS
JOOOOEEEEEEE!!!
PORFIIIIINN ESTAN JUNTOOOSSSS!!!
AUNQUE TODAVIA NO LO RECUERDEEE!!!!!
SII SUPE CUANDO BAJOOO DE LA CAMIONETA BLANCAAAA!!!!!
PERO ME PREGUNTO DE DONDE SALEN ESOS HERMOSOS COCHES???
JAJAJJA AAAII SIGUELAA PORFIISS
chelis
Re: Un Angel Caido y Un Amor Prohibido (Finale IV Temporada) Joe y _Tn. (TERMINADA)
chicas q tengan un Feliz Año 2013
ElitzJb
chelis
Re: Un Angel Caido y Un Amor Prohibido (Finale IV Temporada) Joe y _Tn. (TERMINADA)
santo dios te juro que acabo de morir
:wut:
bueno primero que nada FELIZ AÑO :3
segundo.... perdon por no pasarme
todo esto de las fiestas me quito mucho tiempo
pero te prometo que ya no tardare en leer...
y tercero santos Jonas moriiii!!!!!!
hay Marcie... Marcie... le agradesco que le mencionara a Joe
pero si planea algo malo o hace algo feo
juro que no hablare bonito de ella ¬¬'
y de que maldito collar hablaba??
hayy rayis diario se mete en problemas
quien sabe como pero siempre esta en el lugar menos adecuado
ahhhh sabia qque era Joe lo presenti te lo juroo
y ahh cuando la salvo y se entero que no tenia auto
y le dijo "angel" ahhhh morii que tiernooo!!!
pero sigo sintiendo feo que ella no se acuerde
cuando dijo "¿quien es Joe?" te juro que se rompio mi corazoncito 3
hay porfis dime que recuperara la memoria pronto!!
espero el siguiente capi con ansias!!!
cuidate y besos xoxo
:wut:
bueno primero que nada FELIZ AÑO :3
segundo.... perdon por no pasarme
todo esto de las fiestas me quito mucho tiempo
pero te prometo que ya no tardare en leer...
y tercero santos Jonas moriiii!!!!!!
hay Marcie... Marcie... le agradesco que le mencionara a Joe
pero si planea algo malo o hace algo feo
juro que no hablare bonito de ella ¬¬'
y de que maldito collar hablaba??
hayy rayis diario se mete en problemas
quien sabe como pero siempre esta en el lugar menos adecuado
ahhhh sabia qque era Joe lo presenti te lo juroo
y ahh cuando la salvo y se entero que no tenia auto
y le dijo "angel" ahhhh morii que tiernooo!!!
pero sigo sintiendo feo que ella no se acuerde
cuando dijo "¿quien es Joe?" te juro que se rompio mi corazoncito 3
hay porfis dime que recuperara la memoria pronto!!
espero el siguiente capi con ansias!!!
cuidate y besos xoxo
DanieladeJonas
Re: Un Angel Caido y Un Amor Prohibido (Finale IV Temporada) Joe y _Tn. (TERMINADA)
OHH POR DIOS!!
Vuelve vuelve vuelve!!
Es muy muy muy intrigante todo esto... ah, ¿Por qué escribía todo 3 veces?
Haha, muchas gracias por subir esta magnifica trilogía!
Muero por saber que pasa y de paso, sacarme algunas dudas.
Muy feliz Año!
Vuelve vuelve vuelve!!
Es muy muy muy intrigante todo esto... ah, ¿Por qué escribía todo 3 veces?
Haha, muchas gracias por subir esta magnifica trilogía!
Muero por saber que pasa y de paso, sacarme algunas dudas.
Muy feliz Año!
Augustinesg
Re: Un Angel Caido y Un Amor Prohibido (Finale IV Temporada) Joe y _Tn. (TERMINADA)
massssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssss
andreita
Re: Un Angel Caido y Un Amor Prohibido (Finale IV Temporada) Joe y _Tn. (TERMINADA)
POOORRFIISS UN CAAAPIIISSS
chelis
Re: Un Angel Caido y Un Amor Prohibido (Finale IV Temporada) Joe y _Tn. (TERMINADA)
III temporada
Capitulo 9
(parte II)
Capitulo 9
(parte II)
—Todo lo anterior sería correcto si se pudiera confiar en la policía.
—¿De qué estás hablando? Es la policía. Es su trabajo atrapar a los criminales.
No estamos equivocados. Gabe me habría matado si no hubieras intervenido.
—De esa parte no me cabe duda.
—Entonces, ¿qué?
—Éste no es el tipo de caso que la policía local puede manejar.
—¡Estoy bastante segura de que el asesinato está bajo la jurisdicción de la ley!
—argumenté.
—Dos cosas —dijo con paciencia—. En primer lugar, yo no maté a Gabe. Lo
apuñalé. En segundo lugar, créeme cuando digo que Jeremiah y Dominic no
van a entrar en custodia de buena gana y sin mucho derramamiento de sangre.
Abrí la boca para protestar cuando, desde el rabillo del ojo, vi las contracciones
de Gabe de nuevo. Milagrosamente, no estaba muerto. Me acordé de la forma
en que había manipulado mi visión con lo que sólo podía adivinar era una
poderosa forma de hipnotismo o truco de magia con las manos. ¿Estaba
usando otro truco para evadir de alguna manera la muerte? Tuve la extraña
sensación de que algo más grande de lo que yo entendía estaba pasando.
Pero…
¿Qué exactamente?
—Dime lo que estás pensando —dijo Adam en voz baja.
Dudé, pero no había tiempo para ello. Si Adam conocía a Gabe tan bien como yo
sospechaba, tenía que saber acerca de sus... habilidades.
—Vi a Gabe hacer un truco. Un truco de magia. —Cuando la expresión sombría
de Adam confirmó que no estaba sorprendido, añadí—: Él me hizo ver algo que no
era real. Se convirtió en un oso.
—Ésa es la punta del iceberg cuando se trata de lo que es capaz.
Tragué saliva contra la capa pegajosa que recubría mi boca.
—¿Cómo lo hizo? ¿Es un mago?
—Algo así.
—¿Usó magia? —Nunca me di dos momentos para pensar que la magia
realmente podía existir. Hasta ahora.
—Está lo suficientemente cerca. Escucha, el tiempo está corriendo un poco más
rápido.
Mi mirada viajó a la maleza que ocultaba parcialmente el cuerpo de Gabe. Los
magos pueden crear ilusiones, pero no podían desafiar a la muerte. No había
forma lógica de que pudiera haber sobrevivido.
Las sirenas sonaron más cerca, y Adam me condujo hacia la camioneta.
—Se acabó el tiempo.
Yo no me moví. No podía. Tenía la responsabilidad moral de quedarme…
Adam dijo:
—Si te quedas alrededor para hablar con la policía estarás muerta antes de que
la semana haya terminado. Y también lo harán todos los policías involucrados.
Gabe detendrá la investigación antes de que comience.
Me dio otros dos segundos para pensar en ello. No tenía que confiar en Adam.
Pero al final, por razones demasiado complicadas para desenredar en el lugar,
lo hice.
Me amarré a su lado, mi corazón tronando detrás de mi caja torácica. Puso lo
que ahora podía ver era una Tahoe en marcha. Con un brazo reforzado detrás
de mi asiento, estiró el cuello para ver por la ventana trasera.
Adam se metió en reversa por el callejón, de espaldas a la calle, y luego salió hacia
adelante hacia la intersección que se aproximaba. Había una señal de pare en la
esquina, pero la Tahoe no fue más lento. Me preguntaba si Adam por lo menos
cedería el paso en la señal de alto, cuando yo, como una abuelita, agarraba el
mando de mi puerta con ambas manos, cuando una oscura silueta se tambaleó
en nuestro carril. La barra de hierro que sobresalía de la parte posterior de Gabe
se arrancó en un ángulo horrible y, en la difusa luz, parecía un apéndice roto.
Un ala maltratada.
Adam pisó el acelerador y lanzó la camioneta a una velocidad superior. Se inclinó
hacia delante, aumentando la velocidad. Gabe estaba demasiado lejos como
para leer su expresión, pero no mostró ningún signo de movimiento. Se agachó,
metiendo sus piernas por debajo de él, sus manos delante como si pensara que
podría bloquearnos.
Agarré la correa del cinturón de seguridad.
—¡Lo vas a golpear!
—Él se moverá.
Mi pie pisó un imaginario pedal de freno. La distancia entre Gabe y la Tahoe
rápidamente se redujo.
—¡Adam-detente-ahora-mismo!
—Esto no va a matarlo tampoco.
Obligó a la Tahoe a otra explosión de velocidad. Y entonces todo sucedió
demasiado rápido.
Gabe se lanzó, volando por el aire hacia nosotros. Golpeó el parabrisas, el cristal
agrietándose y uniéndose. Un instante después, voló fuera de la vista. Un grito
llenó el coche, y me di cuenta de que era mío.
—Él está en la parte superior del coche —dijo Adam. Condujo sobre la acera,
abriéndose paso entre un banco de la acera y pasando bajo un árbol de baja
altura. Sacudiendo el volante con fuerza a la izquierda, se dirigió de nuevo a la
calle.
—¿Se cayó? ¿Dónde está? ¿Sigue ahí? —apreté la cara a mi ventana, tratando
de ver por encima de mí.
—Espera.
—¿Para qué? —le grité, agarrando el mango de nuevo.
Nunca sentí el freno. Pero Adam debió pisarlo, ya que la Tahoe dio una vuelta
completa antes de chirriar hasta detenerse. Mi hombro se estrelló contra el
marco de la puerta. Por el rabillo del ojo vi una masa oscura volando por el aire
y aterrizando con la gracia de un gato en el suelo. Gabe se quedó allí un
momento, en cuclillas, de espaldas a nosotros.
Adam puso la Tahoe en la primera velocidad.
Gabe miró por encima del hombro. Su cabello se aferró a los lados de su rostro,
una capa de sudor sujetándolo en su lugar. Sus ojos se encontraron con los
míos. Su boca se inclinó casi diabólica. Dijo algo mientras la Tahoe comenzaba
a moverse y aunque no pude descifrar una sola palabra por el movimiento de
sus labios, el mensaje era claro. Esto no ha terminado.
Me presioné en mi asiento, tragando bocanadas de aire mientras Adam arrancaba
de una manera en que yo estaba segura de que dejaría las huellas de
neumáticos tatuadas en la calle.
—¿De qué estás hablando? Es la policía. Es su trabajo atrapar a los criminales.
No estamos equivocados. Gabe me habría matado si no hubieras intervenido.
—De esa parte no me cabe duda.
—Entonces, ¿qué?
—Éste no es el tipo de caso que la policía local puede manejar.
—¡Estoy bastante segura de que el asesinato está bajo la jurisdicción de la ley!
—argumenté.
—Dos cosas —dijo con paciencia—. En primer lugar, yo no maté a Gabe. Lo
apuñalé. En segundo lugar, créeme cuando digo que Jeremiah y Dominic no
van a entrar en custodia de buena gana y sin mucho derramamiento de sangre.
Abrí la boca para protestar cuando, desde el rabillo del ojo, vi las contracciones
de Gabe de nuevo. Milagrosamente, no estaba muerto. Me acordé de la forma
en que había manipulado mi visión con lo que sólo podía adivinar era una
poderosa forma de hipnotismo o truco de magia con las manos. ¿Estaba
usando otro truco para evadir de alguna manera la muerte? Tuve la extraña
sensación de que algo más grande de lo que yo entendía estaba pasando.
Pero…
¿Qué exactamente?
—Dime lo que estás pensando —dijo Adam en voz baja.
Dudé, pero no había tiempo para ello. Si Adam conocía a Gabe tan bien como yo
sospechaba, tenía que saber acerca de sus... habilidades.
—Vi a Gabe hacer un truco. Un truco de magia. —Cuando la expresión sombría
de Adam confirmó que no estaba sorprendido, añadí—: Él me hizo ver algo que no
era real. Se convirtió en un oso.
—Ésa es la punta del iceberg cuando se trata de lo que es capaz.
Tragué saliva contra la capa pegajosa que recubría mi boca.
—¿Cómo lo hizo? ¿Es un mago?
—Algo así.
—¿Usó magia? —Nunca me di dos momentos para pensar que la magia
realmente podía existir. Hasta ahora.
—Está lo suficientemente cerca. Escucha, el tiempo está corriendo un poco más
rápido.
Mi mirada viajó a la maleza que ocultaba parcialmente el cuerpo de Gabe. Los
magos pueden crear ilusiones, pero no podían desafiar a la muerte. No había
forma lógica de que pudiera haber sobrevivido.
Las sirenas sonaron más cerca, y Adam me condujo hacia la camioneta.
—Se acabó el tiempo.
Yo no me moví. No podía. Tenía la responsabilidad moral de quedarme…
Adam dijo:
—Si te quedas alrededor para hablar con la policía estarás muerta antes de que
la semana haya terminado. Y también lo harán todos los policías involucrados.
Gabe detendrá la investigación antes de que comience.
Me dio otros dos segundos para pensar en ello. No tenía que confiar en Adam.
Pero al final, por razones demasiado complicadas para desenredar en el lugar,
lo hice.
Me amarré a su lado, mi corazón tronando detrás de mi caja torácica. Puso lo
que ahora podía ver era una Tahoe en marcha. Con un brazo reforzado detrás
de mi asiento, estiró el cuello para ver por la ventana trasera.
Adam se metió en reversa por el callejón, de espaldas a la calle, y luego salió hacia
adelante hacia la intersección que se aproximaba. Había una señal de pare en la
esquina, pero la Tahoe no fue más lento. Me preguntaba si Adam por lo menos
cedería el paso en la señal de alto, cuando yo, como una abuelita, agarraba el
mando de mi puerta con ambas manos, cuando una oscura silueta se tambaleó
en nuestro carril. La barra de hierro que sobresalía de la parte posterior de Gabe
se arrancó en un ángulo horrible y, en la difusa luz, parecía un apéndice roto.
Un ala maltratada.
Adam pisó el acelerador y lanzó la camioneta a una velocidad superior. Se inclinó
hacia delante, aumentando la velocidad. Gabe estaba demasiado lejos como
para leer su expresión, pero no mostró ningún signo de movimiento. Se agachó,
metiendo sus piernas por debajo de él, sus manos delante como si pensara que
podría bloquearnos.
Agarré la correa del cinturón de seguridad.
—¡Lo vas a golpear!
—Él se moverá.
Mi pie pisó un imaginario pedal de freno. La distancia entre Gabe y la Tahoe
rápidamente se redujo.
—¡Adam-detente-ahora-mismo!
—Esto no va a matarlo tampoco.
Obligó a la Tahoe a otra explosión de velocidad. Y entonces todo sucedió
demasiado rápido.
Gabe se lanzó, volando por el aire hacia nosotros. Golpeó el parabrisas, el cristal
agrietándose y uniéndose. Un instante después, voló fuera de la vista. Un grito
llenó el coche, y me di cuenta de que era mío.
—Él está en la parte superior del coche —dijo Adam. Condujo sobre la acera,
abriéndose paso entre un banco de la acera y pasando bajo un árbol de baja
altura. Sacudiendo el volante con fuerza a la izquierda, se dirigió de nuevo a la
calle.
—¿Se cayó? ¿Dónde está? ¿Sigue ahí? —apreté la cara a mi ventana, tratando
de ver por encima de mí.
—Espera.
—¿Para qué? —le grité, agarrando el mango de nuevo.
Nunca sentí el freno. Pero Adam debió pisarlo, ya que la Tahoe dio una vuelta
completa antes de chirriar hasta detenerse. Mi hombro se estrelló contra el
marco de la puerta. Por el rabillo del ojo vi una masa oscura volando por el aire
y aterrizando con la gracia de un gato en el suelo. Gabe se quedó allí un
momento, en cuclillas, de espaldas a nosotros.
Adam puso la Tahoe en la primera velocidad.
Gabe miró por encima del hombro. Su cabello se aferró a los lados de su rostro,
una capa de sudor sujetándolo en su lugar. Sus ojos se encontraron con los
míos. Su boca se inclinó casi diabólica. Dijo algo mientras la Tahoe comenzaba
a moverse y aunque no pude descifrar una sola palabra por el movimiento de
sus labios, el mensaje era claro. Esto no ha terminado.
Me presioné en mi asiento, tragando bocanadas de aire mientras Adam arrancaba
de una manera en que yo estaba segura de que dejaría las huellas de
neumáticos tatuadas en la calle.
___________________________________________________________________________________
Continuara
ElitzJb
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