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Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
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Un Angel Caido y Un Amor Prohibido (Finale IV Temporada) Joe y _Tn. (TERMINADA)
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: Un Angel Caido y Un Amor Prohibido (Finale IV Temporada) Joe y _Tn. (TERMINADA)
III TEMPORADA
PROLOGO:
Hace tres meses atras:
PROLOGO:
Hace tres meses atras:
El elegante Audi negro rodó hacia un puesto en el
estacionamiento pasando por el cementerio, pero ninguno de
los tres hombres que estaban en el interior tenía alguna
intención de respetar a la muerte. La hora pasaba de la medianoche, y los
alrededores estaban oficialmente cerrados. Una extraña neblina de verano
flotaba débil y deprimente, como una fila de fantasmas alzándose. Incluso la
luna, una delgada creciente, asemejándose a un parpado caído. Antes de que el
polvo de la carretera se asentara, el conductor saltó fuera, inmediatamente
abriendo las dos puertas traseras del coche.
Blakely salió primero. Él, alto con cabello gris y un rostro duro, rectangular —
casi treinta años humanos, aunque marcaba más viejo en la cuenta Nefilim.
Él era seguido por el segundo Nefil llamado Hank Millar. Hank, también, era
extraordinariamente alto con cabello rubio, impactantes ojos azules, y un buen
aspecto carismático. Su credo era: ―justicia por encima de misericordia‖, y eso,
combinado con su ascendente poder en el inframundo Nefilim durante los
últimos años, le había ganado su apoyo ―El Puño de Justicia‖, ―Puño de Acero‖ y,
el más famoso, ―Mano Negra‖. Él era llamado entre los suyos como una líder
visionario, un salvador. Hank encontró su nervioso parloteo emocionante; un
verdadero dictador tenía absoluto poder y no oposiciones. Con optimismo,
algún día él podría vivir según sus expectativas.
Hank salió y encendió un cigarrillo, dando una honda calada.
—¿Están mis hombres reunidos?
—Diez hombres en los bosques encima de nosotros —Blakely respondió—.
Otros diez hombres en coches en ambas salidas. Cinco se están dirigiendo a
varios puntos dentro del cementerio; tres solamente dentro de las puertas del
mausoleo, y dos por el cerco. Nada más, y tendremos que revelarnos nosotros.
Indudablemente, el hombre con el que te reunirás esta noche vendrá con su
propio apoyo.
Hank sonrió en la oscuridad.
—Oh, prefiero dudar eso.
Blakely pestañeó.
—¿Trajiste veinticinco de tus mejores peleadores Nefilim para ir contra un
hombre?
—No un hombre —Hank le recordó—. No quiero que nada salga mal esta
noche.
—Tenemos a (tn). Si él te da problemas, ponlo al teléfono. Dicen que los
ángeles no pueden sentir roces, pero las emociones son un juego limpio. Estoy
seguro de que él lo sentirá cuando ella grite. Dagger está a la espera,
preparado.
Hank se volteó hacia Blakely, dirigiéndole una lenta y evaluadora sonrisa.
—¿Dagger está vigilándola? Él casi nunca está cuerdo.
—Dijiste que querías romper su espíritu.
—Dije eso, ¿verdad? —Hank caviló. Había sido cuatros cortos días desde que él
había tomado a (tn) como cautiva, arrastrándola fuera del cobertizo de
mantenimiento dentro del Parque de Diversiones Delphic, pero él ya había
determinado precisamente cual lección ella necesitaba aprender.
Primero, nunca socavar su autoridad frente de sus hombres.
Segundo, devoción a su línea de sangre Nefilim. Y, tal vez más importante,
mostrarte a su propio padre respeto.
Blakely le entregó a Hank un pequeño dispositivo mecánico con un botón en el
centro que brillaba bajo un sobrenatural matiz azul.
—Pon esto en tu bolsillo. Oprime el botón azul y tus hombres saldrán en todas
las direcciones.
—¿Esto ha sido mejorado con magia negra? —Hank preguntó.
Un asentimiento.—En su activación, está diseñado para inmovilizar temporalmente a los ángeles.
No puedo decir por cuánto tiempo. Este es un prototipo, y no lo he probado
rigurosamente.
—¿Has hablado con alguien de esto?
—Usted me ordenó de no hacerlo, señor.
Satisfecho, Hank empacó el dispositivo.
—Deséame suerte, Blakely.
Su amigo le dio palmaditas en su hombro.
—No la necesitas.
Tirando a un lado su cigarrillo, Hank descendió los escalones de piedra que
guiaban al cementerio, mejor un camino neblinoso de tierra que hacía su punto
de vista privilegiado inútil. Él había esperado ver al ángel primero, desde arriba,
pero estaba con el consuelo por saber que él estaba respaldado por su propia,
cuidosamente seleccionada y altamente entrenada milicia.
En la base de los escalones, Hank miró hacia las sombras cautelosamente. Había
comenzado a lloviznar, limpiando la neblina. Él podía distinguir imponentes
lápidas y árboles que se retorcían violentamente. El cementerio estaba cubierto
de maleza y era casi un laberinto. No es de extrañar que Blakely haya sugerido
el lugar. La probabilidad de que los ojos humanos accidentalmente fueran
testigo de los acontecimientos de esta noche era insignificante.
Ahí. Adelante. El ángel estaba recostado contra una lápida pero al ver a Hank se
enderezó. Vestido estrictamente de negro, incluyendo una chaqueta de
motociclista de cuero, era difícil distinguirlo de las sombras. Él no se había
afeitado en días, su cabello era rebelde y despeinado, y había líneas de
preocupación alrededor de su boca. ¿De luto por la pérdida de su novia,
entonces? Todo lo mejor.
—Luces un poco peor para el desgaste… Joe, ¿lo estás? —Hank dijo,
deteniéndose a unos pies de distancia.
El ángel sonrió, no era agradable.
—Y aquí estaba pensando que tal vez tendrías unas cuantas noches sin sueño.
Después de todo, ella es tu propia carne y sangre. Por como luces, has tenido tu
sueño de belleza. Nick siempre dijo que eras un chico lindo.
Hank dejó pasar el insulto. Nick era el ángel caído que solía poseer su cuerpo
cada año durante el mes de Jeshvan, y él era tan bueno como la muerte. Con él
fuera, no había nada más que quedara en el mundo que asustara a Hank.
—¿Bueno? ¿Qué tienes para mí? Es mejor que sea bueno.
—Fui a visitar tu casa, pero te escondiste con el rabo entre las piernas y llevaste
a tu familia contigo. —El ángel dijo en voz suave resonando con algo que Hank
no podía interpretar. Está en el medio entre desprecio y… burla.
—Sí, pensé que tratarías algo imprudente. Ojo por ojo, ¿ese no es el credo de
los ángeles? —Hank no podía decir si estaba impresionado por el
comportamiento relajado del ángel, o irritado. Él esperaba encontrar al ángel
frenético y desesperado. En último, había esperado provocarlo a la violencia.
Cualquier excusa para traer a sus hombres corriendo. Nada como un baño de
sangre para instalar la camaradería.
—Cortemos las cortesías. Dime que me trajiste algo útil.
El ángel se encogió de hombros.
—Jugar con ratas me parece sin importancia aparente, al lado de encontrar
donde has escondido a tu hija.
Los músculos en la mandíbula de Hank se tensaron.
—Ese no fue el trato.
—Conseguiré la información que necesitas —el ángel respondió, casi familiar si
no fuera ese frío brillo en sus ojos—. Pero primero libera a (tn). Pon a tus
hombres en el teléfono ahora.
—Necesito asegurarme de que cooperaras a largo término. La tendré hasta que
lo haga bien en su lado del trato.
Las esquinas de la boca del ángel se alzaron, pero era apenas una sonrisa. Había
algo en verdad amenazante en el resultado.
—No estoy aquí para negociar.
—No estás en posición de hacerlo —Hank alcanzó el bolsillo de su pecho y
recuperó su móvil—. Estoy perdiendo la paciencia. Si me has hecho perder mi
tiempo esta noche, va a ser una desagradable noche para tu novia. Una
llamada, y ella se va…
Antes de que tuviera tiempo para cumplir su amenaza, Hank se sintió cayendo
hacia atrás. El brazo del ángel salió disparado, y todo el aire se escapó de Hank
en un apuro. Su cabeza golpeó algo sólido, y oleadas de negrura rodaron por
su visión.
—Así es como va a funcionar —el ángel siseó. Hank trató de emitir un grito,
pero la mano del ángel estaba cerrada en su garganta. Hank golpeó su puño,
pero el gesto fue sin sentido; el ángel era demasiado fuerte. Él presionó el
botón de pánico en su bolsillo, pero sus dedos hurgaron en vano. El ángel había
cortado su oxígeno. Luces rojas aparecieron detrás de sus ojos y su pecho se
sintió como si una piedra hubiera rodado encima de él. En un arrebato de
inspiración, Hank invadió la mente del ángel, desentrañando los hilos que
forman sus pensamientos, concentrándose fijamente en redirigir las intenciones
del ángel, debilitando su motivación, al tiempo que susurraba un hipnótico:
Libera a Hank Millar, libéralo ahora.
—¿Un truco mental? —el ángel desdeñó—. No te molestes. Haz la llamada —
ordenó—. Si ella no sale libre en los próximos dos minutos, te mataré
rápidamente. Más tarde que eso, y te haré pedazos, una pieza a la vez. Y créeme
cuando digo que disfrutaré cada último grito que pronuncies.
—¡No puedes matarme! —Hank ahogó.
Él sintió un mordaz dolor estallando por su mejilla. Él aulló, pero el sonido
nunca pasó de sus labios. Su tráquea estaba aplastada, supervisada en el agarre
del ángel. El crudo dolor quemante se intensificó, todo alrededor, Hank podía
oler sangre mezclada con su propia transpiración.
—Una pieza a la vez —el ángel siseó, sosteniendo algo como papel y empapó
el líquido oscuro sobre la visión arremolinada de Hank.
Hank sintió sus ojos abrirse. ¡Su piel!
—Llama a tu hombre —el ángel ordenó, sonando infinitamente menos
paciente.
—¡No puedo-hablar! —Hank gorgojeó. Si él solamente pudiera alcanzar el
botón de pánico…haz un juramente para liberarla ahora, y te dejaré hablar. La
amenaza del ángel se deslizó fácilmente en la cabeza de Hank. Estás
cometiendo un error, chico, Hank disparó de vuelta. Sus dedos rozaron su
bolsillo, deslizándose dentro. Apretó el dispositivo de pánico.
El ángel hizo un sonido gutural de impaciencia, arrancó el dispositivo y lo arrojó
en la neblina. Haz un juramento o tu brazo es el siguiente.
Mantendré el trato original, Hank devolvió, le perdonó la vida y renuncio a toda
idea de vengar la muerte de Chauncey Langeais, si me traes la información que
necesito. Hasta entonces, me comprometo a tratarla con compasión.
El ángel golpeó la cabeza de Hank contra el suelo. Entre las náuseas y el dolor,
el escuchó al ángel decir, no la dejaré contigo cinco minutos más, y mucho
menos por el tiempo que me llevará conseguir lo que quieres…
Hank trató de mirar por encima del hombro del ángel, pero todo lo que vio fue
una cercana lápida. El Ángel lo tenía en el suelo, bloqueándole la vista. Sus
hombres no podían verlo. Él no creía que el ángel pudiera matarlo —era
inmortal—, pero él no iba a quedarse ahí y dejar que lo mutilaran hasta que
asemejara a un cadáver.
Él curvó sus labios y miró al ángel. Nunca olvidaré cuán fuerte ella gritó cuando
la arrastré lejos. ¿Sabías que ella gritó tu nombre? Una y otra vez. Dijo que irías
por ella. Eso fue los primeros días, por supuesto. Creo que finalmente está
aceptando que no eres competencia para mí.
Él miró el rostro del ángel oscurecerse como si fuera con sangre. Sus hombros
se movieron, sus ojos negros se dilataron con furia. Y luego todo sucedió con
una asombrosa agonía.
Un momento Hank estaba a punto de desmayarse por el dolor al rojo vivo de su
cuerpo golpeado, y al siguiente estaba mirando los puños pintados del ángel,
con su sangre.
Un desafiante aullido salió del cuerpo de Hank. El dolor explotó dentro de él,
casi noqueándolo inconsciente. Desde algún lugar distante, escuchó los pies
corriendo de sus hombres Nefilim.
—Sáquenlo-de-encima-de-mí —gruñó mientras el ángel rasgaba su cuerpo.
Cada terminación nerviosa explotando con fuego. Calor y agonía brotaban por
sus poros. Él miró su mano, pero no había carne-sólo hueso destrozado. El
ángel iba a destrozarlo en pedazos. Él escuchó gruñidos de esfuerzo de sus
hombres, pero el ángel seguía encima de él, sus manos rastrillando fuego
donde fuera que tocaran.
Hank soltó brutalmente.
—¡Blakely!
—¡Quítenlo ahora! —Llegó el brusco comando de Blakely a sus hombres.
No lo suficientemente rápido, el ángel fue arrastrado. Hank tendido en el suelo,
jadeando. Estaba mojado con sangre, dolor apuñalándolo como atizadores
calientes. Haciendo a un lado la mano que Blakely ofrecía, Hank con esfuerzo se
puso de pie. Se sintió inestable, balanceándose e intoxicado con su propio
sufrimiento. Por las grandes miradas de sus hombres, Hank sabía que estaba en
una apariencia horrorosa. Dada la severidad de las heridas, le tomaría una
semana entera curarse —incluso con el mejor arte diabólico.
—¿Lo encerramos, señor?
Hank presionó un pañuelo contra su labio, el cual estaba abierto y colgaba de
su rostro como un pulpo.
—No. No nos servirá encerrarlo. Dígale a Dabber que la chica no tendrá nada
más que agua por cuarenta y ocho horas. —Su respiración era entrecortada—.
Si nuestro chico aquí no puede cooperar, ella paga.
Con un asentimiento, Blakely se fue de la escena, marcando en su móvil.
Hank escupió un diente ensangrentado, lo estudió detenidamente, luego lo
metió en su bolsillo. Él puso sus ojos en el ángel, cuyo único signo exterior de
furia vino en forma de puños.
—Otra vez, los términos de nuestro juramento, así no hay más malentendidos
posteriores. Primero, te ganarás de nuevo la confidencialidad de un ángel caído,
reincorporándose a sus filas…
—Te mataré —el ángel dijo con una calmada advertencia. Aunque él estaba
sostenido por cinco hombres, ya no luchaba. Se quedó sepulcralmente quieto,
las orbitas de sus ojos negros brillando con venganza. Por un momento, Hank
sintió una oleada de miedo golpear como un fósforo en su intestino.
Él se esforzó por fría indiferencia.
—…siguiendo, los espiarás y me reportarás sus negocios directamente a mí.
—Juro ahora —el ángel dijo, su respiración controlada pero elevada—, con
todos estos hombres como testigos, no descansaré hasta que estés muerto.
—Una pérdida de aliento. No puedes matarme. ¿Tal vez usted se ha olvidado de
que una Nefil reclama su derecho de nacimiento inmortal?
Un murmuro de diversión rodeó a sus hombres, pero Hank les hizo callar.
—Cuando determine que me ha dado información suficiente para exitosamente
prevenir que los ángeles caídos posean cuerpos Nefilim para el próximo
Jeshvan...
—Cada mano que ponga en ella la devolveré multiplicada por diez.
La boca de Hank se retorció en una sugestión de sonrisa.
—Un sentimiento innecesario, ¿no crees? Para el momento que terminé con
ella, no recordará tú nombre.
—Recuerda este momento —el ángel dijo con vehemencia helada—. Volveré
para asustarte.
—Suficiente de esto —Hank espetó, haciendo un gesto de disgusto y mirando
hacia el coche—. Llévenlo al Parque de Diversiones Delphic. Lo queremos entre
los caídos tan pronto como sea posible.
—Te daré mis alas.
Hanks se detuvo en su partida, inseguro de si había escuchado al ángel
correctamente. Él ladró una risa.
—¿Qué?
—Haz un juramento para liberar a (tn) ahora mismo, y son tuyas. —El ángel
sonaba demacrado, dando su prima pista de derrota. Música para los oídos de
Hank.
—¿Qué uso tendría con tus alas? —replicó sin gracia, pero el ángel había
capturado su atención. Por lo que él sabía, ningún Nefil había rasgado nunca las
alas de un ángel. Lo hacían entre su propia clase de vez en cuando, pero la de
idea de un Nefil teniendo ese poder era la novedad. Bastante tentación.
Historias de su conquista pasarían por las casas de los Nefil cada noche.
—Estás pensando algo —el ángel dijo con una fatiga incrementada.
—Juraré liberarla antes de Jeshvan —Hank contrarrestó, suavizando toda la
impaciencia de su voz, sabiendo que revelar su placer sería desastroso.
—No lo suficientemente bueno.
—Tus alas podrían ser un lindo trofeo, pero tenga una agenda más grande. La
liberaré al final del verano, mi oferta final. —Él se volteó, caminando lejos,
tragándose su codicioso entusiasmo.
—Hecho —el ángel dijo con una amplia resignación, y Hank dejó salir una lenta
respiración.
Él se volteó.
—¿Cómo se hará?
—Tus hombres las sacaran.
Hank abrió su boca para discutir, pero el ángel lo interrumpió.
—Son lo suficientemente fuertes. Si no peleo, nueve o diez de ellos podrían
hacerlo. Volveré a vivir debajo de Delpich y le haré saber a los arcángeles que
me arrancaron las alas. Pero para este trabajo, usted y no podemos tener
ninguna conexión —advirtió.
Sin demora, Hank lanzó unas cuantas gotas de sangre de su desfigurada mano
al césped debajo de sus pies.
—Juro liberar a (tn) antes de que el verano termine. Si rompo mi promesa,
declaro que debo morir y retornar al polvo del cual fui creado.
El ángel tiró de la camisa por la cabeza y apoyó las manos sobre sus rodillas. Su
torso subía y bajaba con cada respiración. Con un valor determinado que Hank
detestaba y envidiaba, el ángel le dijo:
—Manos a la obra.
A Hank le habría gustado hacer los honores, pero su advertencia había ganado.
Él no podía estar seguro de que no hubiera rastros de arte diabólico sobre él. Si
el lugar donde las alas de ángel se fusionaban en su espalda eran tan receptivas
como el rumor lo había dicho, un contacto puede delatarte. Había trabajado
duro para deslizarse tan tarde en el juego.
Disipando sus arrepentimientos, Hank dirigió a sus hombres.
—Arranquen las alas del ángel y limpien cualquier desastre. Luego lleven su
cuerpo a las puertas Delphic, donde va a asegurarse de ser encontrado. Y
tengan cuidado de no ser vistos. —Le hubiera gustado que marcaran al ángel
con su marca —un puño cerrado—, un imagen visible de triunfo seguro para
aumentar su estatus entre los Nefilim de todas partes, pero el ángel tenía razón.
Para que esto funcione, no podía dejar sin evidencia de la asociación.
De vuelta en el coche, Hank miró al cementerio. El evento ya había terminado.
El ángel tendía postrado en el suelo, sin camisa, dos heridas abiertas por su
espalda. Aunque él no había sentido una pizca de dolor, su cuerpo parecía
haber pasado del impacto a la pérdida. Hank también había escuchado que las
cicatrices de alas de un ángel caído eran su talón de Aquiles. En esta, los
rumores parecían ser ciertos.
—¿Deberíamos llamarlo en la noche? —Blakely preguntó, viniendo detrás de él.
—Una llamada más —Hank dijo con un trasfondo de ironía—. A la madre de la
chica.
Él marcó y puso su móvil en su oreja. Él aclaró su garganta, adoptando un tenso
y preocupado tono.
—Blythe, querida, acabo de leer tu mensaje. La familia y yo estamos de
vacaciones y nos estamos dirigiendo al aeropuerto. Tomaré el próximo vuelo.
Cuéntame todo. ¿Qué quieres decir, secuestro? ¿Estás segura? ¿Qué dijo la
policía? —Él hizo una pausa, escuchando sus angustiados sollozos—.
Escúchame —le dijo a ella firmemente—. Estoy aquí para ti. Agotaré cada
recurso que tengo, si es lo que se necesita. Si (tn) está ahí afuera, la
encontraremos.
estacionamiento pasando por el cementerio, pero ninguno de
los tres hombres que estaban en el interior tenía alguna
intención de respetar a la muerte. La hora pasaba de la medianoche, y los
alrededores estaban oficialmente cerrados. Una extraña neblina de verano
flotaba débil y deprimente, como una fila de fantasmas alzándose. Incluso la
luna, una delgada creciente, asemejándose a un parpado caído. Antes de que el
polvo de la carretera se asentara, el conductor saltó fuera, inmediatamente
abriendo las dos puertas traseras del coche.
Blakely salió primero. Él, alto con cabello gris y un rostro duro, rectangular —
casi treinta años humanos, aunque marcaba más viejo en la cuenta Nefilim.
Él era seguido por el segundo Nefil llamado Hank Millar. Hank, también, era
extraordinariamente alto con cabello rubio, impactantes ojos azules, y un buen
aspecto carismático. Su credo era: ―justicia por encima de misericordia‖, y eso,
combinado con su ascendente poder en el inframundo Nefilim durante los
últimos años, le había ganado su apoyo ―El Puño de Justicia‖, ―Puño de Acero‖ y,
el más famoso, ―Mano Negra‖. Él era llamado entre los suyos como una líder
visionario, un salvador. Hank encontró su nervioso parloteo emocionante; un
verdadero dictador tenía absoluto poder y no oposiciones. Con optimismo,
algún día él podría vivir según sus expectativas.
Hank salió y encendió un cigarrillo, dando una honda calada.
—¿Están mis hombres reunidos?
—Diez hombres en los bosques encima de nosotros —Blakely respondió—.
Otros diez hombres en coches en ambas salidas. Cinco se están dirigiendo a
varios puntos dentro del cementerio; tres solamente dentro de las puertas del
mausoleo, y dos por el cerco. Nada más, y tendremos que revelarnos nosotros.
Indudablemente, el hombre con el que te reunirás esta noche vendrá con su
propio apoyo.
Hank sonrió en la oscuridad.
—Oh, prefiero dudar eso.
Blakely pestañeó.
—¿Trajiste veinticinco de tus mejores peleadores Nefilim para ir contra un
hombre?
—No un hombre —Hank le recordó—. No quiero que nada salga mal esta
noche.
—Tenemos a (tn). Si él te da problemas, ponlo al teléfono. Dicen que los
ángeles no pueden sentir roces, pero las emociones son un juego limpio. Estoy
seguro de que él lo sentirá cuando ella grite. Dagger está a la espera,
preparado.
Hank se volteó hacia Blakely, dirigiéndole una lenta y evaluadora sonrisa.
—¿Dagger está vigilándola? Él casi nunca está cuerdo.
—Dijiste que querías romper su espíritu.
—Dije eso, ¿verdad? —Hank caviló. Había sido cuatros cortos días desde que él
había tomado a (tn) como cautiva, arrastrándola fuera del cobertizo de
mantenimiento dentro del Parque de Diversiones Delphic, pero él ya había
determinado precisamente cual lección ella necesitaba aprender.
Primero, nunca socavar su autoridad frente de sus hombres.
Segundo, devoción a su línea de sangre Nefilim. Y, tal vez más importante,
mostrarte a su propio padre respeto.
Blakely le entregó a Hank un pequeño dispositivo mecánico con un botón en el
centro que brillaba bajo un sobrenatural matiz azul.
—Pon esto en tu bolsillo. Oprime el botón azul y tus hombres saldrán en todas
las direcciones.
—¿Esto ha sido mejorado con magia negra? —Hank preguntó.
Un asentimiento.—En su activación, está diseñado para inmovilizar temporalmente a los ángeles.
No puedo decir por cuánto tiempo. Este es un prototipo, y no lo he probado
rigurosamente.
—¿Has hablado con alguien de esto?
—Usted me ordenó de no hacerlo, señor.
Satisfecho, Hank empacó el dispositivo.
—Deséame suerte, Blakely.
Su amigo le dio palmaditas en su hombro.
—No la necesitas.
Tirando a un lado su cigarrillo, Hank descendió los escalones de piedra que
guiaban al cementerio, mejor un camino neblinoso de tierra que hacía su punto
de vista privilegiado inútil. Él había esperado ver al ángel primero, desde arriba,
pero estaba con el consuelo por saber que él estaba respaldado por su propia,
cuidosamente seleccionada y altamente entrenada milicia.
En la base de los escalones, Hank miró hacia las sombras cautelosamente. Había
comenzado a lloviznar, limpiando la neblina. Él podía distinguir imponentes
lápidas y árboles que se retorcían violentamente. El cementerio estaba cubierto
de maleza y era casi un laberinto. No es de extrañar que Blakely haya sugerido
el lugar. La probabilidad de que los ojos humanos accidentalmente fueran
testigo de los acontecimientos de esta noche era insignificante.
Ahí. Adelante. El ángel estaba recostado contra una lápida pero al ver a Hank se
enderezó. Vestido estrictamente de negro, incluyendo una chaqueta de
motociclista de cuero, era difícil distinguirlo de las sombras. Él no se había
afeitado en días, su cabello era rebelde y despeinado, y había líneas de
preocupación alrededor de su boca. ¿De luto por la pérdida de su novia,
entonces? Todo lo mejor.
—Luces un poco peor para el desgaste… Joe, ¿lo estás? —Hank dijo,
deteniéndose a unos pies de distancia.
El ángel sonrió, no era agradable.
—Y aquí estaba pensando que tal vez tendrías unas cuantas noches sin sueño.
Después de todo, ella es tu propia carne y sangre. Por como luces, has tenido tu
sueño de belleza. Nick siempre dijo que eras un chico lindo.
Hank dejó pasar el insulto. Nick era el ángel caído que solía poseer su cuerpo
cada año durante el mes de Jeshvan, y él era tan bueno como la muerte. Con él
fuera, no había nada más que quedara en el mundo que asustara a Hank.
—¿Bueno? ¿Qué tienes para mí? Es mejor que sea bueno.
—Fui a visitar tu casa, pero te escondiste con el rabo entre las piernas y llevaste
a tu familia contigo. —El ángel dijo en voz suave resonando con algo que Hank
no podía interpretar. Está en el medio entre desprecio y… burla.
—Sí, pensé que tratarías algo imprudente. Ojo por ojo, ¿ese no es el credo de
los ángeles? —Hank no podía decir si estaba impresionado por el
comportamiento relajado del ángel, o irritado. Él esperaba encontrar al ángel
frenético y desesperado. En último, había esperado provocarlo a la violencia.
Cualquier excusa para traer a sus hombres corriendo. Nada como un baño de
sangre para instalar la camaradería.
—Cortemos las cortesías. Dime que me trajiste algo útil.
El ángel se encogió de hombros.
—Jugar con ratas me parece sin importancia aparente, al lado de encontrar
donde has escondido a tu hija.
Los músculos en la mandíbula de Hank se tensaron.
—Ese no fue el trato.
—Conseguiré la información que necesitas —el ángel respondió, casi familiar si
no fuera ese frío brillo en sus ojos—. Pero primero libera a (tn). Pon a tus
hombres en el teléfono ahora.
—Necesito asegurarme de que cooperaras a largo término. La tendré hasta que
lo haga bien en su lado del trato.
Las esquinas de la boca del ángel se alzaron, pero era apenas una sonrisa. Había
algo en verdad amenazante en el resultado.
—No estoy aquí para negociar.
—No estás en posición de hacerlo —Hank alcanzó el bolsillo de su pecho y
recuperó su móvil—. Estoy perdiendo la paciencia. Si me has hecho perder mi
tiempo esta noche, va a ser una desagradable noche para tu novia. Una
llamada, y ella se va…
Antes de que tuviera tiempo para cumplir su amenaza, Hank se sintió cayendo
hacia atrás. El brazo del ángel salió disparado, y todo el aire se escapó de Hank
en un apuro. Su cabeza golpeó algo sólido, y oleadas de negrura rodaron por
su visión.
—Así es como va a funcionar —el ángel siseó. Hank trató de emitir un grito,
pero la mano del ángel estaba cerrada en su garganta. Hank golpeó su puño,
pero el gesto fue sin sentido; el ángel era demasiado fuerte. Él presionó el
botón de pánico en su bolsillo, pero sus dedos hurgaron en vano. El ángel había
cortado su oxígeno. Luces rojas aparecieron detrás de sus ojos y su pecho se
sintió como si una piedra hubiera rodado encima de él. En un arrebato de
inspiración, Hank invadió la mente del ángel, desentrañando los hilos que
forman sus pensamientos, concentrándose fijamente en redirigir las intenciones
del ángel, debilitando su motivación, al tiempo que susurraba un hipnótico:
Libera a Hank Millar, libéralo ahora.
—¿Un truco mental? —el ángel desdeñó—. No te molestes. Haz la llamada —
ordenó—. Si ella no sale libre en los próximos dos minutos, te mataré
rápidamente. Más tarde que eso, y te haré pedazos, una pieza a la vez. Y créeme
cuando digo que disfrutaré cada último grito que pronuncies.
—¡No puedes matarme! —Hank ahogó.
Él sintió un mordaz dolor estallando por su mejilla. Él aulló, pero el sonido
nunca pasó de sus labios. Su tráquea estaba aplastada, supervisada en el agarre
del ángel. El crudo dolor quemante se intensificó, todo alrededor, Hank podía
oler sangre mezclada con su propia transpiración.
—Una pieza a la vez —el ángel siseó, sosteniendo algo como papel y empapó
el líquido oscuro sobre la visión arremolinada de Hank.
Hank sintió sus ojos abrirse. ¡Su piel!
—Llama a tu hombre —el ángel ordenó, sonando infinitamente menos
paciente.
—¡No puedo-hablar! —Hank gorgojeó. Si él solamente pudiera alcanzar el
botón de pánico…haz un juramente para liberarla ahora, y te dejaré hablar. La
amenaza del ángel se deslizó fácilmente en la cabeza de Hank. Estás
cometiendo un error, chico, Hank disparó de vuelta. Sus dedos rozaron su
bolsillo, deslizándose dentro. Apretó el dispositivo de pánico.
El ángel hizo un sonido gutural de impaciencia, arrancó el dispositivo y lo arrojó
en la neblina. Haz un juramento o tu brazo es el siguiente.
Mantendré el trato original, Hank devolvió, le perdonó la vida y renuncio a toda
idea de vengar la muerte de Chauncey Langeais, si me traes la información que
necesito. Hasta entonces, me comprometo a tratarla con compasión.
El ángel golpeó la cabeza de Hank contra el suelo. Entre las náuseas y el dolor,
el escuchó al ángel decir, no la dejaré contigo cinco minutos más, y mucho
menos por el tiempo que me llevará conseguir lo que quieres…
Hank trató de mirar por encima del hombro del ángel, pero todo lo que vio fue
una cercana lápida. El Ángel lo tenía en el suelo, bloqueándole la vista. Sus
hombres no podían verlo. Él no creía que el ángel pudiera matarlo —era
inmortal—, pero él no iba a quedarse ahí y dejar que lo mutilaran hasta que
asemejara a un cadáver.
Él curvó sus labios y miró al ángel. Nunca olvidaré cuán fuerte ella gritó cuando
la arrastré lejos. ¿Sabías que ella gritó tu nombre? Una y otra vez. Dijo que irías
por ella. Eso fue los primeros días, por supuesto. Creo que finalmente está
aceptando que no eres competencia para mí.
Él miró el rostro del ángel oscurecerse como si fuera con sangre. Sus hombros
se movieron, sus ojos negros se dilataron con furia. Y luego todo sucedió con
una asombrosa agonía.
Un momento Hank estaba a punto de desmayarse por el dolor al rojo vivo de su
cuerpo golpeado, y al siguiente estaba mirando los puños pintados del ángel,
con su sangre.
Un desafiante aullido salió del cuerpo de Hank. El dolor explotó dentro de él,
casi noqueándolo inconsciente. Desde algún lugar distante, escuchó los pies
corriendo de sus hombres Nefilim.
—Sáquenlo-de-encima-de-mí —gruñó mientras el ángel rasgaba su cuerpo.
Cada terminación nerviosa explotando con fuego. Calor y agonía brotaban por
sus poros. Él miró su mano, pero no había carne-sólo hueso destrozado. El
ángel iba a destrozarlo en pedazos. Él escuchó gruñidos de esfuerzo de sus
hombres, pero el ángel seguía encima de él, sus manos rastrillando fuego
donde fuera que tocaran.
Hank soltó brutalmente.
—¡Blakely!
—¡Quítenlo ahora! —Llegó el brusco comando de Blakely a sus hombres.
No lo suficientemente rápido, el ángel fue arrastrado. Hank tendido en el suelo,
jadeando. Estaba mojado con sangre, dolor apuñalándolo como atizadores
calientes. Haciendo a un lado la mano que Blakely ofrecía, Hank con esfuerzo se
puso de pie. Se sintió inestable, balanceándose e intoxicado con su propio
sufrimiento. Por las grandes miradas de sus hombres, Hank sabía que estaba en
una apariencia horrorosa. Dada la severidad de las heridas, le tomaría una
semana entera curarse —incluso con el mejor arte diabólico.
—¿Lo encerramos, señor?
Hank presionó un pañuelo contra su labio, el cual estaba abierto y colgaba de
su rostro como un pulpo.
—No. No nos servirá encerrarlo. Dígale a Dabber que la chica no tendrá nada
más que agua por cuarenta y ocho horas. —Su respiración era entrecortada—.
Si nuestro chico aquí no puede cooperar, ella paga.
Con un asentimiento, Blakely se fue de la escena, marcando en su móvil.
Hank escupió un diente ensangrentado, lo estudió detenidamente, luego lo
metió en su bolsillo. Él puso sus ojos en el ángel, cuyo único signo exterior de
furia vino en forma de puños.
—Otra vez, los términos de nuestro juramento, así no hay más malentendidos
posteriores. Primero, te ganarás de nuevo la confidencialidad de un ángel caído,
reincorporándose a sus filas…
—Te mataré —el ángel dijo con una calmada advertencia. Aunque él estaba
sostenido por cinco hombres, ya no luchaba. Se quedó sepulcralmente quieto,
las orbitas de sus ojos negros brillando con venganza. Por un momento, Hank
sintió una oleada de miedo golpear como un fósforo en su intestino.
Él se esforzó por fría indiferencia.
—…siguiendo, los espiarás y me reportarás sus negocios directamente a mí.
—Juro ahora —el ángel dijo, su respiración controlada pero elevada—, con
todos estos hombres como testigos, no descansaré hasta que estés muerto.
—Una pérdida de aliento. No puedes matarme. ¿Tal vez usted se ha olvidado de
que una Nefil reclama su derecho de nacimiento inmortal?
Un murmuro de diversión rodeó a sus hombres, pero Hank les hizo callar.
—Cuando determine que me ha dado información suficiente para exitosamente
prevenir que los ángeles caídos posean cuerpos Nefilim para el próximo
Jeshvan...
—Cada mano que ponga en ella la devolveré multiplicada por diez.
La boca de Hank se retorció en una sugestión de sonrisa.
—Un sentimiento innecesario, ¿no crees? Para el momento que terminé con
ella, no recordará tú nombre.
—Recuerda este momento —el ángel dijo con vehemencia helada—. Volveré
para asustarte.
—Suficiente de esto —Hank espetó, haciendo un gesto de disgusto y mirando
hacia el coche—. Llévenlo al Parque de Diversiones Delphic. Lo queremos entre
los caídos tan pronto como sea posible.
—Te daré mis alas.
Hanks se detuvo en su partida, inseguro de si había escuchado al ángel
correctamente. Él ladró una risa.
—¿Qué?
—Haz un juramento para liberar a (tn) ahora mismo, y son tuyas. —El ángel
sonaba demacrado, dando su prima pista de derrota. Música para los oídos de
Hank.
—¿Qué uso tendría con tus alas? —replicó sin gracia, pero el ángel había
capturado su atención. Por lo que él sabía, ningún Nefil había rasgado nunca las
alas de un ángel. Lo hacían entre su propia clase de vez en cuando, pero la de
idea de un Nefil teniendo ese poder era la novedad. Bastante tentación.
Historias de su conquista pasarían por las casas de los Nefil cada noche.
—Estás pensando algo —el ángel dijo con una fatiga incrementada.
—Juraré liberarla antes de Jeshvan —Hank contrarrestó, suavizando toda la
impaciencia de su voz, sabiendo que revelar su placer sería desastroso.
—No lo suficientemente bueno.
—Tus alas podrían ser un lindo trofeo, pero tenga una agenda más grande. La
liberaré al final del verano, mi oferta final. —Él se volteó, caminando lejos,
tragándose su codicioso entusiasmo.
—Hecho —el ángel dijo con una amplia resignación, y Hank dejó salir una lenta
respiración.
Él se volteó.
—¿Cómo se hará?
—Tus hombres las sacaran.
Hank abrió su boca para discutir, pero el ángel lo interrumpió.
—Son lo suficientemente fuertes. Si no peleo, nueve o diez de ellos podrían
hacerlo. Volveré a vivir debajo de Delpich y le haré saber a los arcángeles que
me arrancaron las alas. Pero para este trabajo, usted y no podemos tener
ninguna conexión —advirtió.
Sin demora, Hank lanzó unas cuantas gotas de sangre de su desfigurada mano
al césped debajo de sus pies.
—Juro liberar a (tn) antes de que el verano termine. Si rompo mi promesa,
declaro que debo morir y retornar al polvo del cual fui creado.
El ángel tiró de la camisa por la cabeza y apoyó las manos sobre sus rodillas. Su
torso subía y bajaba con cada respiración. Con un valor determinado que Hank
detestaba y envidiaba, el ángel le dijo:
—Manos a la obra.
A Hank le habría gustado hacer los honores, pero su advertencia había ganado.
Él no podía estar seguro de que no hubiera rastros de arte diabólico sobre él. Si
el lugar donde las alas de ángel se fusionaban en su espalda eran tan receptivas
como el rumor lo había dicho, un contacto puede delatarte. Había trabajado
duro para deslizarse tan tarde en el juego.
Disipando sus arrepentimientos, Hank dirigió a sus hombres.
—Arranquen las alas del ángel y limpien cualquier desastre. Luego lleven su
cuerpo a las puertas Delphic, donde va a asegurarse de ser encontrado. Y
tengan cuidado de no ser vistos. —Le hubiera gustado que marcaran al ángel
con su marca —un puño cerrado—, un imagen visible de triunfo seguro para
aumentar su estatus entre los Nefilim de todas partes, pero el ángel tenía razón.
Para que esto funcione, no podía dejar sin evidencia de la asociación.
De vuelta en el coche, Hank miró al cementerio. El evento ya había terminado.
El ángel tendía postrado en el suelo, sin camisa, dos heridas abiertas por su
espalda. Aunque él no había sentido una pizca de dolor, su cuerpo parecía
haber pasado del impacto a la pérdida. Hank también había escuchado que las
cicatrices de alas de un ángel caído eran su talón de Aquiles. En esta, los
rumores parecían ser ciertos.
—¿Deberíamos llamarlo en la noche? —Blakely preguntó, viniendo detrás de él.
—Una llamada más —Hank dijo con un trasfondo de ironía—. A la madre de la
chica.
Él marcó y puso su móvil en su oreja. Él aclaró su garganta, adoptando un tenso
y preocupado tono.
—Blythe, querida, acabo de leer tu mensaje. La familia y yo estamos de
vacaciones y nos estamos dirigiendo al aeropuerto. Tomaré el próximo vuelo.
Cuéntame todo. ¿Qué quieres decir, secuestro? ¿Estás segura? ¿Qué dijo la
policía? —Él hizo una pausa, escuchando sus angustiados sollozos—.
Escúchame —le dijo a ella firmemente—. Estoy aquí para ti. Agotaré cada
recurso que tengo, si es lo que se necesita. Si (tn) está ahí afuera, la
encontraremos.
Recuérdense q el Jeshvan es el mes o días donde un grupo de angeles caidos se apoderan de los cuerpos de los nefelim chicas cualquier duda q tengan no duden en decírmelas y yo se las aclararía con mucho gusto se q es difícil entender algunas cosas xq quieren saber de una vez lo q pasa pero poco a poco con el pasar de los capiulos entenderán mejor
ElitzJb
Re: Un Angel Caido y Un Amor Prohibido (Finale IV Temporada) Joe y _Tn. (TERMINADA)
MALDIIITOOO COMO LE PUDOOO HACER ESO A SU PROPIA HIJAAAA????
AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHH!!!!
POBRE DE JOOOEEE PERDIO DE NUEVO SUS ALAASSS!!!.. PERO ES QUE ESO SI QUE ES AAAMOOOOORRRR!!!!!!
AAAII OJALA YO ENCUENTRE A ALGUIEN ASIII
AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHH!!!!
POBRE DE JOOOEEE PERDIO DE NUEVO SUS ALAASSS!!!.. PERO ES QUE ESO SI QUE ES AAAMOOOOORRRR!!!!!!
AAAII OJALA YO ENCUENTRE A ALGUIEN ASIII
chelis
Re: Un Angel Caido y Un Amor Prohibido (Finale IV Temporada) Joe y _Tn. (TERMINADA)
Qe desgraciado,, como puede hacerle eso a su hija??
Y Joe,, de nuevo sin sus alitas :( lo AMO,, en verdad Qe ama a la rayis!!! Sigueeeelllllaaaaaa es una de las mejores noves Qe he leido :)
Y Joe,, de nuevo sin sus alitas :( lo AMO,, en verdad Qe ama a la rayis!!! Sigueeeelllllaaaaaa es una de las mejores noves Qe he leido :)
Lemoine
Re: Un Angel Caido y Un Amor Prohibido (Finale IV Temporada) Joe y _Tn. (TERMINADA)
Y su propio padre??????
Pobre de mi Joe
Siguelaaa
Pobre de mi Joe
Siguelaaa
JB&1D2
Re: Un Angel Caido y Un Amor Prohibido (Finale IV Temporada) Joe y _Tn. (TERMINADA)
arggg no puedo creerlo ¬¬
dale siguela porfa
dale siguela porfa
andreita
Re: Un Angel Caido y Un Amor Prohibido (Finale IV Temporada) Joe y _Tn. (TERMINADA)
pd: ya entendi lo de marcie garcais :9
andreita
Re: Un Angel Caido y Un Amor Prohibido (Finale IV Temporada) Joe y _Tn. (TERMINADA)
chicas ya tooodas concordamos con lo mismo mientras mas sepan de hank mas lo odiaran ya veran xq ya mismo le pongo nuevo capitulo espero y les guste hare especial *-*
ElitzJb
Re: Un Angel Caido y Un Amor Prohibido (Finale IV Temporada) Joe y _Tn. (TERMINADA)
III TEMPORADA
1/3
Capitulo 1
En el presente
incluso antes de abrir mis ojos, sabía que estaba en peligro.
Me agité ante los suaves pasos que se acercaban. Aún permanecía
con un destello de sueño, intentado enfocarme. Estaba de espaldas,
con un escalofrió filtrándose a través de mi camisa.
Mi cuello se había torcido en un ángulo doloroso, por lo que abrí los ojos.
Piedras finas aparecieron entre la niebla de color negro azulado. Durante un
momento extraño suspendido, una imagen de dientes torcidos me vino a la
mente pero luego vi lo que realmente eran. Lápidas.
Traté de impulsarme hacia arriba para sentarme, pero mis manos se deslizaron
sobre la hierba mojada. La lucha contra la bruma del sueño todavía se
desarrollaba en mi mente, por lo que rodé hacia el lado de una tumba medio
hundida, tanteando el camino a través del vapor. Las rodillas de mi pantalón se
empapaban de rocío a medida que me situaba entre la tumba y los
monumentos. Un leve reconocimiento flotaba en el ambiente, aunque sólo por
un momento; no podía concentrarme debido al insoportable dolor que
irradiaba dentro de mi cráneo.
Me arrastré por una verja de hierro forjado, apisonando una capa de hojas en
descomposición que habían durado años en fabricación. Un macabro aullido
provino desde lo alto y en el mismo momento sentí un estremecimiento a
través de mí, no era el sonido lo que más me asustaba. Los pasos sobre la
hierba pisoteada tras de mí, pero aún si estuvieran lejos o cerca, no podía
decirlo. Un grito de persecución se coló a través de la niebla, por lo que
apresuré el ritmo. Supe instintivamente que tenía que esconderme, pero estaba
desorientada; estaba demasiado oscuro para ver claramente, la misteriosa
niebla azul formaba un hechizo ante mis ojos.
A lo lejos, atrapado entre dos paredes delgadas de los árboles y maleza, un
mausoleo de piedra blanca brillaba en la noche. Levantando mis pies, corrí
hacia él.
Me deslicé entre dos monumentos de mármol y cuando salí del otro lado, él me
estaba esperando. Una figura destacada, con el brazo levantado listo para
golpear.
Me tropecé hacia atrás. Al caer, me di cuenta de mi error: estaba hecho de
piedra. Era un ángel levantándose en el cemento, cuidando de los muertos.
Podría haber producido una risa nerviosa, pero mi cabeza chocó contra algo
duro, nublando mi mundo por completo. La oscuridad invadió mi visión.
No podría haber estado fuera durante mucho tiempo. Cuando la rígida niebla
de inconsciencia se desvaneció, seguía teniendo dificultades para respirar
debido al esfuerzo de correr. Sabía que tenía que levantarme, no podía recordar
con qué propósito. Así que estaba allí, con el rocío helado mezclándose con el
sudor de mi piel caliente. Por fin parpadeé y fue entonces cuando la lápida más
cercana apareció claramente. Las letras grabadas del epitafio iban en una
delgada línea fina.
HARRISON GREY
Esposo y padre devoto
Muerto, 16 de marzo del 2009
Me mordí los labios para no gritar. Ahora entendía que la sombra familiar que
se había escondido por encima de mi hombro cuando me desperté hace un par
de minutos. Estaba en el cementerio de la ciudad de Coldwater. En la tumba de
mi padre.
Una pesadilla, pensé. De hecho, aún no he despertado. Todo esto es sólo un
sueño horrible.
El ángel me observaba, con sus alas desplegadas detrás de él, su brazo derecho
señalando a través del cementerio. Su expresión era cuidadosa, pero la curva de
sus labios era más irónica que benevolente. Durante un momento, casi pude
convencerme a mí misma de creer que era real y que no estaba sola.
Le sonreí, entonces sentí un temblor en mi labio. Arrastré mi manga sobre mi
mejilla, enjuagándome las lágrimas, aunque no recordaba haber empezado a
llorar. Quería desesperadamente llegar a sus brazos, sentir el latido de sus alas
en el aire mientras volábamos por encima de las puertas y lejos de este lugar.
El continuo sonido de pasos me sacó de mi estupor. Ahora iban más rápido,
estrellándose sobre la hierba.
Me volví hacia el sonido, desconcertada por la sacudida de una luz
encendiéndose y apagándose en la oscuridad. Su rayo subía y bajaba al ritmo
de la contracción de los pasos —arriba… abajo… arriba… abajo.
Una linterna.
Me estremecí cuando la linterna se detuvo frente a mis ojos, dejándome ciega.
Tuve el terrible pensamiento de que definitivamente no estaba soñando.
—Mira aquí —gruñó la voz del hombre, escondido detrás del resplandor de
luz—. No puedes estar aquí. El cementerio está cerrado.
Volví mi rostro, sin que las motas de luz dejaran de bailar detrás de mis
parpados.
—¿Cuántos más hay? —exigió.
—¿Qué? —Mi voz era un susurro seco.
—¿Cuántos más están contigo? —continuó de forma más agresiva—. Pensaste
que podías salir y jugar juegos nocturnos, ¿no es así? ―Esconder y Buscar‖,
supongo. O tal vez ―Fantasmas en la Tumba‖. ¡Pues no mientras yo esté!
¿Qué hacía yo aquí? ¿Había venido a visitar a mi papá? Busqué en mi memoria,
pero estaba inquietantemente vacía. No podía recordar el hecho de haber
venido al cementerio. No podía recordar casi nada. Era como si toda la noche
hubiera sido arrancada debajo de mis pies. Peor aún, no podía recordar la
mañana siquiera.
No podía recordar vestirme, comer, la escuela. ¿Era al menos día de escuela?
Momentáneamente el pánico apareció, concentrándome para orientarme
físicamente y aceptar la mano tendida del hombre. Tan pronto como estuve en
posición vertical, la linterna volvió a mirarme.
—¿Cuántos años tienes? —quería saber él.
Finalmente algo que de verdad sabía.
—Dieciséis. —Casi diecisiete. Mi cumpleaños era en agosto.
—¿Qué estás haciendo aquí sola? ¿No sabes que ya pasó el toque de queda?
Miré alrededor sin poder hacer nada.
—Yo…
—No eres fugitiva, ¿o sí? Sólo dime que tienes un lugar a dónde ir.
—Sí. —La casa de campo. Ante el recuerdo repentino de casa, mi corazón dio
un brinco, seguido de la sensación de que mi estómago había caído hasta mis
rodillas. ¿Pasado el toque de queda? ¿Cuánto tiempo? Intenté, sin éxito, dejar
fuera la imagen de las palabras de mi madre enfurecida cuando caminé por la
puerta principal.
—¿Y ―sí‖ tiene una dirección?
—Hawthorne Lane. —Me puse de pie pero me balanceé violentamente cuando
la sangre golpeó mi cabeza. ¿Por qué no podía recordar haber llegado hasta
aquí? Seguramente había conducido. Pero, ¿dónde había aparcado el Fiat? Y,
¿dónde estaba mi maleta de mano? ¿Mis llaves?
—¿Has estado bebiendo? —preguntó, entrecerrando los ojos.
Sacudí mi cabeza.
El haz de la linterna cayó marginalmente fuera de mi rostro, cuando de repente
estuvo ubicado entre mis ojos una vez más.
—Espera un segundo —dijo él, con una nota de algo que le desagradaba
colándose en su voz—. Tú no eres esa chica, ¿o sí? (tn) Grey —exclamó, como
si mi nombre fuera una respuesta automática.
Di un paso atrás.
—¿Cómo… sabe mi nombre?
—La televisión. La recompensa. Hank Millar lo publicó.
Lo que sea que dijo después, quedó a un lado. Marcie Millar era lo más cercano
que yo había tenido a un archienemigo. ¿Qué tenía que ver su papá con esto?
—Te han estado buscando desde finales de junio.
—¿Junio? —repetí, con una gota de pánico salpicando en mi interior—. ¿De qué
está hablando? Estamos en Abril.
¿Y quién estaba buscándome? ¿Hank Millar? ¿Por qué?
—¿Abril? —Me miró de forma extraña—. Vaya, chica, estamos en septiembre.
¿Septiembre? No. No podía ser. Sabría si el segundo año había terminado.
Sabría si las vacaciones de verano hubieran empezado y terminado. Me había
despertado hace un puñado de minutos, desorientada, sí, pero no estúpida.
Pero, ¿qué razón tenía él para mentir?
Con la linterna baja, lo miré, consiguiendo mi primera imagen completa. Sus
pantalones estaban manchados, su vello facial mostraba días sin haberse
rasurado, sus uñas de las manos eran largas y negras en las puntas. Se veía
bastante como los vagabundos que abundaban en las vías del tren y se
acostaban en el río durante los meses de verano. Eran conocidos por portar
armas.
—Tiene razón, debería irme a casa —dije, retrocediendo, pasando mi mano
contra mi bolsillo. La protuberancia familiar de mi teléfono celular había
desaparecido.
Lo mismo con las llaves de mi auto.
—¿A dónde crees que vas? —preguntó él, siguiéndome.
Mi estómago se balanceó en un movimiento brusco y me eché a correr. Corrí
hacia la dirección que señalaba el ángel de piedra, esperando que me llevara
hasta la puerta sur. Hubiera usado la puerta norte, aquella que me resultaba
familiar, pero eso hubiera requerido correr hacia el hombre, en lugar de
alejarme. El piso se agrietaba bajo mis pies, por lo que caí. Las ramas me
raspaban los brazos, los zapatos golpearon contra el terreno irregular y
pedregoso.
—¡(tn)! —gritó el hombre.
Quise sacudirme a mí misma por haberle dicho que vivía en Hawthorne Lane. ¿Y
si me seguía?
Sus pasos eran largos, podía escuchar las pisadas detrás de mí, acercándose.
Tiré mis brazos salvajemente golpeando una vez más las ramas que se hundías
como garras en mi ropa. Su mano me sujetó el hombro, por lo que me di la
vuelta, golpeándolo.
—¡No me toque!
—Espera un minuto. Te dije de la recompensa y voy a obtenerla.
Se abalanzó sobre mis brazos una segunda vez y en un choque de adrenalina,
dirigí mi pie hacia su espinilla.
—¡Uuhn! —Se dobló sobre sí mismo, aferrándose a su pierna.
Quedé sorprendida por mi violencia, pero no tenía otra alternativa.
Balanceándose unos cuantos pasos, pude notar su mirada apresurada,
observando a su alrededor, intentando orientarse.
El sudor mojaba mi camiseta deslizándose por mi columna vertebral, causando
que cada vello de mi cuerpo se irguiera. Algo estaba fuera de lugar. Incluso con
mi memoria atontada, tenía un mapa claro del cementerio en mi cabeza, había
estado aquí incontables veces para visitar la tumba de mi padre —pero
mientras que el cementerio se sentía familiar con cada detalle, incluyendo el
abrumador olor de hojas quemándose y agua de estanque viejo, algo sobre su
apariencia estaba fuera de lugar.
Y entonces puse mi dedo en la llaga.
Los árboles de arce estaban pintados de rojo. Un signo inminente del otoño.
Pero eso no era posible. Era Abril, no Septiembre. ¿Cómo podrían estar
cambiando las hojas? ¿Era posible que el hombre estuviera diciendo la verdad?
Miré hacia atrás para ver al hombre cojeando detrás de mí, presionando su
teléfono celular cerca de su oreja.
—Sí, es ella. Estoy seguro. Está dejando el cementerio, por el lado sur.
Seguí hacia adelante con renovado temor. Dirígete a la valla, busca una zona
bien documentada y poblada. Llama a la policía. Llama a Demi…
Demi. Mi mejor amiga, en la que puedo confiar. Su casa era la más cercana a la
mía. Había ido hasta allí. Su madre llamaría a la policía. Les describiría la
apariencia del hombre y ellos lo perseguirían. Se asegurarían de que me dejara
en paz. Hablarían conmigo sobre la noche, recobrando mis pasos, y de alguna
manera los vacíos en mi memoria serían llenados y tendría algo con lo que
trabajar. Me despojé de esa versión separada de mí misma, esa sensación de
estar suspendida en un mundo que era mío pero que me rechazaba.
Dejé de correr sólo para elevarme por encima de la valla del cementerio. Había
un campo en una cuadra, justo en el otro lado del puente Wentworth. Lo crucé
y me dirigí, zigzagueando por las calles de árboles —Olmo, Roble y Arce—
cortando a través de callejones y patios laterales hasta que estuve segura
dentro de la casa de Demi.
Iba de prisa hacia el puente cuando el sonido agudo de una sirena retumbó a la
vuelta de la esquina y un par de faros me congelaron en el lugar. Una luz azul
Kojak estaba atada a la azotea de la berlina que paró en seco al otro lado del
puente.
Mi primer instinto fue correr hacia ella y señalar al oficial de policía la dirección
del cementerio, describiendo al hombre que me había atrapado, pero a medida
que mis pensamientos se revolvían, me llené de temor.
Tal vez no era un oficial de policía. Tal vez estaba intentando lucir como uno.
Cualquiera podía conseguir unas luces Kojak. ¿Dónde estaba su coche patrulla?
Desde donde yo estaba, intentando ver a través del parabrisas, no parecía tener
uniforme.
Todos estos pensamientos me condujeron a un apuro.
Estaba de pie en el puente inclinado, agarrando la pared de piedra para
apoyarme. Estaba segura de que tal vez el oficial me había visto, pero me moví
hacia la sombra de los árboles inclinándome sobre el borde del río. Desde mi
visión periférica, el agua negra del río Wentworth brillaba. Cuando éramos
niños, Demi y yo nos acurrucábamos debajo de este puente, capturando
cangrejos de río desde la orilla mediante la inserción de lanzas en el agua. Los
cangrejos de río tenían sus garras sujetas a la lanza, negándose salir. Incluso
cuando los sacábamos del río, se negaban a salir del cubo.
El río era profundo en el centro. También estaba bien oculto, a través de la
propiedad sin desarrollar en la que nadie había invertido dinero para instalar el
alumbrado público. Al final del campo, el agua se precipitaba hacia la zona
industrial, pasando por las fábricas hasta el mar.
En pocas palabras, me preguntaba si tenía alguna oportunidad para saltar del
puente. Le tenía terror a las alturas y la sensación de caer, aunque sabía cómo
para nadar. Yo sólo tenía que entrar en el agua…
Una puerta de auto se cerró, regresándome hacia la calle. El hombre en el
presunto coche de policía había salido. Parecía de la mafia: cabello oscuro y
rizado y vestido formalmente con una camisa de color negro, corbata negra y
pantalón negro.
Algo en él me trajo un recuerdo inmediato. Antes de que pudiera entenderlo
por completo, mi memoria se cerró de golpe y se perdió, como siempre.
Una variedad de ramas cubrían el suelo. Me agaché y cuando me enderecé,
sostenía una vara de la mitad del grueso de mi brazo.
El presunto oficial fingió no ver mi arma, pero yo sabía que sí la había visto.
Traía una placa en su camisa, levantó sus manos al nivel de los hombros. No voy
a herirte, decía su gesto.
No le creí.
Caminó unos pasos hacia adelante, teniendo cuidado de no hacer movimientos
bruscos.
—(tn). Soy yo. —Me estremecí cuando pronunció mi nombre. Nunca había
escuchado su voz y eso hizo que mi corazón latiera lo suficientemente duro
como para que yo lo sintiera claramente en mis oídos—. ¿Estás herida?
Lo sigo observando con una creciente ansiedad, mi mente lanzando en
múltiples direcciones. La placa fácilmente podía ser falsa. Ya había decidido que
la luz de Kojak lo era. Pero si no era un policía, ¿quién era?
—Llamé a tu mamá —dijo él, subiendo la pendiente gradual del puente—. Se
reunirá con nosotros en el hospital.
No dejé caer el palo. Mis hombros subían y bajaban con cada respiración; podía
sentir el aire jadeante entre mis dientes. Otra gota de sudor corrió por debajo
de mi ropa.
—Todo va a estar bien —dijo—. Todo terminó. No dejaré que nadie te haga
daño. Ahora estás segura.
No me gustaban sus zancadas largas, fáciles o la forma familiar en la que me
hablaba.
—No te acerques —le dije, el sudor de las palmas de mis manos dificultaba el
agarrar el palo correctamente.
Su frente se arrugó.
—¿(tn)?
El palo en mi mano se tambaleó.
—¿Cómo sabes mi nombre? —exigí, intentando no hacerle saber lo asustada
que estaba. Lo mucho que él me asustaba.
—Soy yo —repitió, mirándome directo a los ojos, como si esperara que las luces
me iluminaran—. El detective Basso.
—No te conozco.
Él no dijo nada durante un momento. Luego intentó volver a acercarse.
—¿Recuerdas dónde has estado?
Lo miré con recelo. Me ahondé en lo más profundo de mi memoria, mirando
hacia abajo, incluso en los pasillos más oscuros y antiguos, enfrentándome a
una historia que no estaba allí. No tenía ningún recuerdo de él. Pero quería
recordarlo. Quería algo, cualquier cosa, familiar para aferrarme, de manera de
darle sentido a un mundo que, a mi manera de ver, había sido distorsionado.
—¿Cómo llegaste al cementerio esta noche? —preguntó, inclinando la cabeza
muy ligeramente en esa dirección. Sus movimientos eran cautelosos. Sus ojos
eran cautelosos. Incluso la línea de su boca era política—. ¿Alguien te trajo?
¿Caminaste? —Esperó—. Necesito que me lo digas, (tn). Es importante. ¿Qué
pasó esta noche?
A mí también me gustaría saberlo.
Una ola de nauseas me recorrió por completo.
—Quiero ir a casa. —Escuché un ruido frágil cerca de mis pies. Demasiado
tarde, me di cuenta de que había soltado el palo. La brisa se sentía fría en la
palma de mi mano vacía. Yo no tenía que estar aquí. Toda la noche había sido
un gran error.
No, no toda la noche. ¿Qué sabía yo de él? No lo recordaba por completo. Mi
único punto de partida era una tajada de tiempo, cuando me había despertado
en una tumba, fría, perdida.
Dibujé una imagen mental de la casa, segura y cálida y real, y sentí que una
lágrima bajaba por un lado de mi nariz.
—Puedo llevarte a casa. —Asintió con simpatía—. Sólo necesito llevarte primero
al hospital.
Apreté los ojos, cerrados, odiándome por reducirme a las lágrimas. No podía
pensar en una manera mejor o más rápida de mostrarle lo asustada que en
realidad estaba.
Él suspiró, el más suave de los sonidos, como si deseara que hubiera una forma
de evitar las noticias que estaba a punto de dar.
—Has estado desaparecida durante once semanas, (tn). ¿Escuchas lo que
estoy diciendo? Nadie sabe dónde has estado los últimos tres meses. Necesitas
que te revisen. Necesitamos asegurarnos de que estás bien.
Lo miré sin verlo realmente. Las campanillas sonaron en mis oídos pero muy
lejos de meta. En lo profundo de mi estómago sentí una sacudida, traté de
ordenar la materia lejos náuseas. Lloré enfrente de él, pero no iba a
enfermarme.
—Creemos que fuiste secuestrada —dijo, su rostro ilegible. Había cerrado la
distancia entre nosotros y ahora estaba demasiado cerca. Diciendo cosas que
no podía comprender—. Secuestrada.
Parpadeé. Me quedé allí y parpadeé.
Una sensación atrapó mi corazón, tirando y girando. Mi cuerpo se aflojó, se
tambaleó en el aire. Vi la indefinida forma dorada de los faroles encima de
nosotros, escuché el chapoteo del río bajo el puente, olía lo exhausto de su
auto de huida. Pero todo estaba en el fondo. A último momento de mareo. Con
sólo esa breve advertencia, me sentí balanceando, balanceando. Cayendo hacia
la nada.
Estaba inconsciente antes de que tocara el suelo.
Me agité ante los suaves pasos que se acercaban. Aún permanecía
con un destello de sueño, intentado enfocarme. Estaba de espaldas,
con un escalofrió filtrándose a través de mi camisa.
Mi cuello se había torcido en un ángulo doloroso, por lo que abrí los ojos.
Piedras finas aparecieron entre la niebla de color negro azulado. Durante un
momento extraño suspendido, una imagen de dientes torcidos me vino a la
mente pero luego vi lo que realmente eran. Lápidas.
Traté de impulsarme hacia arriba para sentarme, pero mis manos se deslizaron
sobre la hierba mojada. La lucha contra la bruma del sueño todavía se
desarrollaba en mi mente, por lo que rodé hacia el lado de una tumba medio
hundida, tanteando el camino a través del vapor. Las rodillas de mi pantalón se
empapaban de rocío a medida que me situaba entre la tumba y los
monumentos. Un leve reconocimiento flotaba en el ambiente, aunque sólo por
un momento; no podía concentrarme debido al insoportable dolor que
irradiaba dentro de mi cráneo.
Me arrastré por una verja de hierro forjado, apisonando una capa de hojas en
descomposición que habían durado años en fabricación. Un macabro aullido
provino desde lo alto y en el mismo momento sentí un estremecimiento a
través de mí, no era el sonido lo que más me asustaba. Los pasos sobre la
hierba pisoteada tras de mí, pero aún si estuvieran lejos o cerca, no podía
decirlo. Un grito de persecución se coló a través de la niebla, por lo que
apresuré el ritmo. Supe instintivamente que tenía que esconderme, pero estaba
desorientada; estaba demasiado oscuro para ver claramente, la misteriosa
niebla azul formaba un hechizo ante mis ojos.
A lo lejos, atrapado entre dos paredes delgadas de los árboles y maleza, un
mausoleo de piedra blanca brillaba en la noche. Levantando mis pies, corrí
hacia él.
Me deslicé entre dos monumentos de mármol y cuando salí del otro lado, él me
estaba esperando. Una figura destacada, con el brazo levantado listo para
golpear.
Me tropecé hacia atrás. Al caer, me di cuenta de mi error: estaba hecho de
piedra. Era un ángel levantándose en el cemento, cuidando de los muertos.
Podría haber producido una risa nerviosa, pero mi cabeza chocó contra algo
duro, nublando mi mundo por completo. La oscuridad invadió mi visión.
No podría haber estado fuera durante mucho tiempo. Cuando la rígida niebla
de inconsciencia se desvaneció, seguía teniendo dificultades para respirar
debido al esfuerzo de correr. Sabía que tenía que levantarme, no podía recordar
con qué propósito. Así que estaba allí, con el rocío helado mezclándose con el
sudor de mi piel caliente. Por fin parpadeé y fue entonces cuando la lápida más
cercana apareció claramente. Las letras grabadas del epitafio iban en una
delgada línea fina.
HARRISON GREY
Esposo y padre devoto
Muerto, 16 de marzo del 2009
Me mordí los labios para no gritar. Ahora entendía que la sombra familiar que
se había escondido por encima de mi hombro cuando me desperté hace un par
de minutos. Estaba en el cementerio de la ciudad de Coldwater. En la tumba de
mi padre.
Una pesadilla, pensé. De hecho, aún no he despertado. Todo esto es sólo un
sueño horrible.
El ángel me observaba, con sus alas desplegadas detrás de él, su brazo derecho
señalando a través del cementerio. Su expresión era cuidadosa, pero la curva de
sus labios era más irónica que benevolente. Durante un momento, casi pude
convencerme a mí misma de creer que era real y que no estaba sola.
Le sonreí, entonces sentí un temblor en mi labio. Arrastré mi manga sobre mi
mejilla, enjuagándome las lágrimas, aunque no recordaba haber empezado a
llorar. Quería desesperadamente llegar a sus brazos, sentir el latido de sus alas
en el aire mientras volábamos por encima de las puertas y lejos de este lugar.
El continuo sonido de pasos me sacó de mi estupor. Ahora iban más rápido,
estrellándose sobre la hierba.
Me volví hacia el sonido, desconcertada por la sacudida de una luz
encendiéndose y apagándose en la oscuridad. Su rayo subía y bajaba al ritmo
de la contracción de los pasos —arriba… abajo… arriba… abajo.
Una linterna.
Me estremecí cuando la linterna se detuvo frente a mis ojos, dejándome ciega.
Tuve el terrible pensamiento de que definitivamente no estaba soñando.
—Mira aquí —gruñó la voz del hombre, escondido detrás del resplandor de
luz—. No puedes estar aquí. El cementerio está cerrado.
Volví mi rostro, sin que las motas de luz dejaran de bailar detrás de mis
parpados.
—¿Cuántos más hay? —exigió.
—¿Qué? —Mi voz era un susurro seco.
—¿Cuántos más están contigo? —continuó de forma más agresiva—. Pensaste
que podías salir y jugar juegos nocturnos, ¿no es así? ―Esconder y Buscar‖,
supongo. O tal vez ―Fantasmas en la Tumba‖. ¡Pues no mientras yo esté!
¿Qué hacía yo aquí? ¿Había venido a visitar a mi papá? Busqué en mi memoria,
pero estaba inquietantemente vacía. No podía recordar el hecho de haber
venido al cementerio. No podía recordar casi nada. Era como si toda la noche
hubiera sido arrancada debajo de mis pies. Peor aún, no podía recordar la
mañana siquiera.
No podía recordar vestirme, comer, la escuela. ¿Era al menos día de escuela?
Momentáneamente el pánico apareció, concentrándome para orientarme
físicamente y aceptar la mano tendida del hombre. Tan pronto como estuve en
posición vertical, la linterna volvió a mirarme.
—¿Cuántos años tienes? —quería saber él.
Finalmente algo que de verdad sabía.
—Dieciséis. —Casi diecisiete. Mi cumpleaños era en agosto.
—¿Qué estás haciendo aquí sola? ¿No sabes que ya pasó el toque de queda?
Miré alrededor sin poder hacer nada.
—Yo…
—No eres fugitiva, ¿o sí? Sólo dime que tienes un lugar a dónde ir.
—Sí. —La casa de campo. Ante el recuerdo repentino de casa, mi corazón dio
un brinco, seguido de la sensación de que mi estómago había caído hasta mis
rodillas. ¿Pasado el toque de queda? ¿Cuánto tiempo? Intenté, sin éxito, dejar
fuera la imagen de las palabras de mi madre enfurecida cuando caminé por la
puerta principal.
—¿Y ―sí‖ tiene una dirección?
—Hawthorne Lane. —Me puse de pie pero me balanceé violentamente cuando
la sangre golpeó mi cabeza. ¿Por qué no podía recordar haber llegado hasta
aquí? Seguramente había conducido. Pero, ¿dónde había aparcado el Fiat? Y,
¿dónde estaba mi maleta de mano? ¿Mis llaves?
—¿Has estado bebiendo? —preguntó, entrecerrando los ojos.
Sacudí mi cabeza.
El haz de la linterna cayó marginalmente fuera de mi rostro, cuando de repente
estuvo ubicado entre mis ojos una vez más.
—Espera un segundo —dijo él, con una nota de algo que le desagradaba
colándose en su voz—. Tú no eres esa chica, ¿o sí? (tn) Grey —exclamó, como
si mi nombre fuera una respuesta automática.
Di un paso atrás.
—¿Cómo… sabe mi nombre?
—La televisión. La recompensa. Hank Millar lo publicó.
Lo que sea que dijo después, quedó a un lado. Marcie Millar era lo más cercano
que yo había tenido a un archienemigo. ¿Qué tenía que ver su papá con esto?
—Te han estado buscando desde finales de junio.
—¿Junio? —repetí, con una gota de pánico salpicando en mi interior—. ¿De qué
está hablando? Estamos en Abril.
¿Y quién estaba buscándome? ¿Hank Millar? ¿Por qué?
—¿Abril? —Me miró de forma extraña—. Vaya, chica, estamos en septiembre.
¿Septiembre? No. No podía ser. Sabría si el segundo año había terminado.
Sabría si las vacaciones de verano hubieran empezado y terminado. Me había
despertado hace un puñado de minutos, desorientada, sí, pero no estúpida.
Pero, ¿qué razón tenía él para mentir?
Con la linterna baja, lo miré, consiguiendo mi primera imagen completa. Sus
pantalones estaban manchados, su vello facial mostraba días sin haberse
rasurado, sus uñas de las manos eran largas y negras en las puntas. Se veía
bastante como los vagabundos que abundaban en las vías del tren y se
acostaban en el río durante los meses de verano. Eran conocidos por portar
armas.
—Tiene razón, debería irme a casa —dije, retrocediendo, pasando mi mano
contra mi bolsillo. La protuberancia familiar de mi teléfono celular había
desaparecido.
Lo mismo con las llaves de mi auto.
—¿A dónde crees que vas? —preguntó él, siguiéndome.
Mi estómago se balanceó en un movimiento brusco y me eché a correr. Corrí
hacia la dirección que señalaba el ángel de piedra, esperando que me llevara
hasta la puerta sur. Hubiera usado la puerta norte, aquella que me resultaba
familiar, pero eso hubiera requerido correr hacia el hombre, en lugar de
alejarme. El piso se agrietaba bajo mis pies, por lo que caí. Las ramas me
raspaban los brazos, los zapatos golpearon contra el terreno irregular y
pedregoso.
—¡(tn)! —gritó el hombre.
Quise sacudirme a mí misma por haberle dicho que vivía en Hawthorne Lane. ¿Y
si me seguía?
Sus pasos eran largos, podía escuchar las pisadas detrás de mí, acercándose.
Tiré mis brazos salvajemente golpeando una vez más las ramas que se hundías
como garras en mi ropa. Su mano me sujetó el hombro, por lo que me di la
vuelta, golpeándolo.
—¡No me toque!
—Espera un minuto. Te dije de la recompensa y voy a obtenerla.
Se abalanzó sobre mis brazos una segunda vez y en un choque de adrenalina,
dirigí mi pie hacia su espinilla.
—¡Uuhn! —Se dobló sobre sí mismo, aferrándose a su pierna.
Quedé sorprendida por mi violencia, pero no tenía otra alternativa.
Balanceándose unos cuantos pasos, pude notar su mirada apresurada,
observando a su alrededor, intentando orientarse.
El sudor mojaba mi camiseta deslizándose por mi columna vertebral, causando
que cada vello de mi cuerpo se irguiera. Algo estaba fuera de lugar. Incluso con
mi memoria atontada, tenía un mapa claro del cementerio en mi cabeza, había
estado aquí incontables veces para visitar la tumba de mi padre —pero
mientras que el cementerio se sentía familiar con cada detalle, incluyendo el
abrumador olor de hojas quemándose y agua de estanque viejo, algo sobre su
apariencia estaba fuera de lugar.
Y entonces puse mi dedo en la llaga.
Los árboles de arce estaban pintados de rojo. Un signo inminente del otoño.
Pero eso no era posible. Era Abril, no Septiembre. ¿Cómo podrían estar
cambiando las hojas? ¿Era posible que el hombre estuviera diciendo la verdad?
Miré hacia atrás para ver al hombre cojeando detrás de mí, presionando su
teléfono celular cerca de su oreja.
—Sí, es ella. Estoy seguro. Está dejando el cementerio, por el lado sur.
Seguí hacia adelante con renovado temor. Dirígete a la valla, busca una zona
bien documentada y poblada. Llama a la policía. Llama a Demi…
Demi. Mi mejor amiga, en la que puedo confiar. Su casa era la más cercana a la
mía. Había ido hasta allí. Su madre llamaría a la policía. Les describiría la
apariencia del hombre y ellos lo perseguirían. Se asegurarían de que me dejara
en paz. Hablarían conmigo sobre la noche, recobrando mis pasos, y de alguna
manera los vacíos en mi memoria serían llenados y tendría algo con lo que
trabajar. Me despojé de esa versión separada de mí misma, esa sensación de
estar suspendida en un mundo que era mío pero que me rechazaba.
Dejé de correr sólo para elevarme por encima de la valla del cementerio. Había
un campo en una cuadra, justo en el otro lado del puente Wentworth. Lo crucé
y me dirigí, zigzagueando por las calles de árboles —Olmo, Roble y Arce—
cortando a través de callejones y patios laterales hasta que estuve segura
dentro de la casa de Demi.
Iba de prisa hacia el puente cuando el sonido agudo de una sirena retumbó a la
vuelta de la esquina y un par de faros me congelaron en el lugar. Una luz azul
Kojak estaba atada a la azotea de la berlina que paró en seco al otro lado del
puente.
Mi primer instinto fue correr hacia ella y señalar al oficial de policía la dirección
del cementerio, describiendo al hombre que me había atrapado, pero a medida
que mis pensamientos se revolvían, me llené de temor.
Tal vez no era un oficial de policía. Tal vez estaba intentando lucir como uno.
Cualquiera podía conseguir unas luces Kojak. ¿Dónde estaba su coche patrulla?
Desde donde yo estaba, intentando ver a través del parabrisas, no parecía tener
uniforme.
Todos estos pensamientos me condujeron a un apuro.
Estaba de pie en el puente inclinado, agarrando la pared de piedra para
apoyarme. Estaba segura de que tal vez el oficial me había visto, pero me moví
hacia la sombra de los árboles inclinándome sobre el borde del río. Desde mi
visión periférica, el agua negra del río Wentworth brillaba. Cuando éramos
niños, Demi y yo nos acurrucábamos debajo de este puente, capturando
cangrejos de río desde la orilla mediante la inserción de lanzas en el agua. Los
cangrejos de río tenían sus garras sujetas a la lanza, negándose salir. Incluso
cuando los sacábamos del río, se negaban a salir del cubo.
El río era profundo en el centro. También estaba bien oculto, a través de la
propiedad sin desarrollar en la que nadie había invertido dinero para instalar el
alumbrado público. Al final del campo, el agua se precipitaba hacia la zona
industrial, pasando por las fábricas hasta el mar.
En pocas palabras, me preguntaba si tenía alguna oportunidad para saltar del
puente. Le tenía terror a las alturas y la sensación de caer, aunque sabía cómo
para nadar. Yo sólo tenía que entrar en el agua…
Una puerta de auto se cerró, regresándome hacia la calle. El hombre en el
presunto coche de policía había salido. Parecía de la mafia: cabello oscuro y
rizado y vestido formalmente con una camisa de color negro, corbata negra y
pantalón negro.
Algo en él me trajo un recuerdo inmediato. Antes de que pudiera entenderlo
por completo, mi memoria se cerró de golpe y se perdió, como siempre.
Una variedad de ramas cubrían el suelo. Me agaché y cuando me enderecé,
sostenía una vara de la mitad del grueso de mi brazo.
El presunto oficial fingió no ver mi arma, pero yo sabía que sí la había visto.
Traía una placa en su camisa, levantó sus manos al nivel de los hombros. No voy
a herirte, decía su gesto.
No le creí.
Caminó unos pasos hacia adelante, teniendo cuidado de no hacer movimientos
bruscos.
—(tn). Soy yo. —Me estremecí cuando pronunció mi nombre. Nunca había
escuchado su voz y eso hizo que mi corazón latiera lo suficientemente duro
como para que yo lo sintiera claramente en mis oídos—. ¿Estás herida?
Lo sigo observando con una creciente ansiedad, mi mente lanzando en
múltiples direcciones. La placa fácilmente podía ser falsa. Ya había decidido que
la luz de Kojak lo era. Pero si no era un policía, ¿quién era?
—Llamé a tu mamá —dijo él, subiendo la pendiente gradual del puente—. Se
reunirá con nosotros en el hospital.
No dejé caer el palo. Mis hombros subían y bajaban con cada respiración; podía
sentir el aire jadeante entre mis dientes. Otra gota de sudor corrió por debajo
de mi ropa.
—Todo va a estar bien —dijo—. Todo terminó. No dejaré que nadie te haga
daño. Ahora estás segura.
No me gustaban sus zancadas largas, fáciles o la forma familiar en la que me
hablaba.
—No te acerques —le dije, el sudor de las palmas de mis manos dificultaba el
agarrar el palo correctamente.
Su frente se arrugó.
—¿(tn)?
El palo en mi mano se tambaleó.
—¿Cómo sabes mi nombre? —exigí, intentando no hacerle saber lo asustada
que estaba. Lo mucho que él me asustaba.
—Soy yo —repitió, mirándome directo a los ojos, como si esperara que las luces
me iluminaran—. El detective Basso.
—No te conozco.
Él no dijo nada durante un momento. Luego intentó volver a acercarse.
—¿Recuerdas dónde has estado?
Lo miré con recelo. Me ahondé en lo más profundo de mi memoria, mirando
hacia abajo, incluso en los pasillos más oscuros y antiguos, enfrentándome a
una historia que no estaba allí. No tenía ningún recuerdo de él. Pero quería
recordarlo. Quería algo, cualquier cosa, familiar para aferrarme, de manera de
darle sentido a un mundo que, a mi manera de ver, había sido distorsionado.
—¿Cómo llegaste al cementerio esta noche? —preguntó, inclinando la cabeza
muy ligeramente en esa dirección. Sus movimientos eran cautelosos. Sus ojos
eran cautelosos. Incluso la línea de su boca era política—. ¿Alguien te trajo?
¿Caminaste? —Esperó—. Necesito que me lo digas, (tn). Es importante. ¿Qué
pasó esta noche?
A mí también me gustaría saberlo.
Una ola de nauseas me recorrió por completo.
—Quiero ir a casa. —Escuché un ruido frágil cerca de mis pies. Demasiado
tarde, me di cuenta de que había soltado el palo. La brisa se sentía fría en la
palma de mi mano vacía. Yo no tenía que estar aquí. Toda la noche había sido
un gran error.
No, no toda la noche. ¿Qué sabía yo de él? No lo recordaba por completo. Mi
único punto de partida era una tajada de tiempo, cuando me había despertado
en una tumba, fría, perdida.
Dibujé una imagen mental de la casa, segura y cálida y real, y sentí que una
lágrima bajaba por un lado de mi nariz.
—Puedo llevarte a casa. —Asintió con simpatía—. Sólo necesito llevarte primero
al hospital.
Apreté los ojos, cerrados, odiándome por reducirme a las lágrimas. No podía
pensar en una manera mejor o más rápida de mostrarle lo asustada que en
realidad estaba.
Él suspiró, el más suave de los sonidos, como si deseara que hubiera una forma
de evitar las noticias que estaba a punto de dar.
—Has estado desaparecida durante once semanas, (tn). ¿Escuchas lo que
estoy diciendo? Nadie sabe dónde has estado los últimos tres meses. Necesitas
que te revisen. Necesitamos asegurarnos de que estás bien.
Lo miré sin verlo realmente. Las campanillas sonaron en mis oídos pero muy
lejos de meta. En lo profundo de mi estómago sentí una sacudida, traté de
ordenar la materia lejos náuseas. Lloré enfrente de él, pero no iba a
enfermarme.
—Creemos que fuiste secuestrada —dijo, su rostro ilegible. Había cerrado la
distancia entre nosotros y ahora estaba demasiado cerca. Diciendo cosas que
no podía comprender—. Secuestrada.
Parpadeé. Me quedé allí y parpadeé.
Una sensación atrapó mi corazón, tirando y girando. Mi cuerpo se aflojó, se
tambaleó en el aire. Vi la indefinida forma dorada de los faroles encima de
nosotros, escuché el chapoteo del río bajo el puente, olía lo exhausto de su
auto de huida. Pero todo estaba en el fondo. A último momento de mareo. Con
sólo esa breve advertencia, me sentí balanceando, balanceando. Cayendo hacia
la nada.
Estaba inconsciente antes de que tocara el suelo.
ElitzJb
Re: Un Angel Caido y Un Amor Prohibido (Finale IV Temporada) Joe y _Tn. (TERMINADA)
OOOOOOOOHHHHHH!!!!!
BUENOO CUMPLIO LO QUE PROMETIOOO!!!!!
PERO NO SE OLVIDOO DE JOE VERDAD???
BUENOO CUMPLIO LO QUE PROMETIOOO!!!!!
PERO NO SE OLVIDOO DE JOE VERDAD???
chelis
Re: Un Angel Caido y Un Amor Prohibido (Finale IV Temporada) Joe y _Tn. (TERMINADA)
Le borraron la memoria verdad?? Lo hicieron lo se estoy segura de eso
SiguelaaÀ
SiguelaaÀ
JB&1D2
Re: Un Angel Caido y Un Amor Prohibido (Finale IV Temporada) Joe y _Tn. (TERMINADA)
III TEMPORADA
2/3
Capitulo 2
2/3
Capitulo 2
Desperté en un hospital.
El techo era blanco, las paredes de un azul sereno. La
habitación olía a lirios, suavizante de telas, y amoníaco. Un
carrito con ruedas colocado al lado de mi cama tenía dos
arreglos de flores, un ramo de globos que deseaban ¡MEJÓRATE PRONTO! y
una bolsa de regalo de papel aluminio morado. Los nombres en las tarjetas
oscilaban dentro y fuera de foco. DOROTHEA Y LIONEL. DEMI.
Hubo movimiento en la esquina.
—Oh, nena —susurró una voz familiar, y la persona detrás de ella se precipitó
fuera de su silla y hacia mí—. Oh, cariño. —Se sentó en el borde de mi cama y
me atrajo en un abrazo sofocante—. Te quiero —dijo ahogadamente en mi
oído—. Te quiero tanto.
—Mamá. —El mero sonido de su nombre dispersó las pesadillas de las que
acababa de librarme. Una ola de tranquilidad me llenó, aflojando el nudo de
miedo en mi pecho.
Sabía que ella estaba llorando por la forma en que su cuerpo se estremecía
contra el mío, pequeños temblores al principio y luego grandes sacudidas. —Te
acuerdas de mí —dijo, con absoluta liberación brotando en su voz—. Estaba tan
asustada. Pensé… Oh, nena. ¡Pensé lo peor!
Y así nada más, las pesadillas se arrastraron de nuevo bajo mi piel.
—¿Es cierto? —pregunté, con algo grasoso y ácido revolviéndose en mi
estómago—. Lo que dijo el detective. ¿Estuve... durante once semanas...? —No
me atreví a decir la palabra. Secuestrada. Era tan fría. Tan imposible.
Ella hizo un sonido de angustia.
—¿Qué… me pasó? —pregunté.
Mamá pasó lentamente las puntas de sus dedos bajo sus ojos para secarlos. La
conocía lo suficiente para saber que sólo estaba tratando de parecer serena
para mi beneficio. De inmediato me preparé para recibir malas noticias.
—La policía está haciendo todo lo posible para descifrar las respuestas. —Puso
una sonrisa, pero esta flaqueó. Como si necesitara algo a lo que se anclarse,
tomó mi mano y la apretó—. Lo más importante es que estás de vuelta. Estás en
casa. Todo lo que pasó… se terminó. Vamos a pasar por esto.
—¿Cómo me secuestraron? —La pregunta iba dirigida más a mí misma. ¿Cómo
sucedió esto? ¿Quién querría secuestrarme? ¿Se habían acercado en un coche
cuando salía de la escuela? ¿Me metieron en el maletero cuando cruzaba el
estacionamiento? ¿Había sido así de fácil? Por favor, no. ¿Por qué no corrí? ¿Por
qué no luché? ¿Por qué había tardado tanto tiempo en escapar? Porque era
evidente que eso es lo que había sucedido. ¿No? La falta de respuestas
picoteaba en mí.
—¿Qué recuerdas? —preguntó mamá—. El Detective Basso dijo que incluso un
pequeño detalle puede ser útil. Piensa de nuevo. Trata de recordar. ¿Cómo
llegaste al cementerio? ¿Dónde estabas antes?
—No recuerdo nada. Es como si mi memoria... —Dejé de hablar. Era como si
parte de mi memoria hubiera sido robada. Arrebatada, sin dejar nada en su
lugar más que un pánico vacío. Una sensación de violación se movió en mi
interior, haciéndome sentir como si hubiera sido empujada de una plataforma
alta sin previo aviso. Estaba cayendo, y temía esa sensación mucho más que
llegar al fondo. No tenía final; sólo una sensación constante de la gravedad
haciendo su camino conmigo.
—¿Qué es lo último que recuerdas? —preguntó mamá.
—Escuela. —La respuesta se deslizó por mi lengua de forma automática. Poco a
poco mis recuerdos rotos comenzaron a removerse, los fragmentos juntándose
de nuevo, fundiéndose entre sí para formar algo sólido—. Iba a tener un
examen de biología. Pero supongo que me lo perdí —agregué, con la realidad
de esas once semanas perdidas hundiéndose en lo más profundo. Tenía una
imagen clara de estar sentada en la clase de biología del Entrenador
McConaughy. Los olores familiares de polvo de tiza, artículos de limpieza, aire
viciado, y el penetrante y omnipresente olor corporal se alzaron desde el
recuerdo. Demi estaba a mi lado, mi compañera de laboratorio. Nuestros libros
de texto estaban abiertos en la mesa de granito negro frente a nosotras, pero
Demi había deslizado clandestinamente una copia de US Weekly dentro de los
suyos.
—Quieres decir química —corrigió mamá—. Escuela de verano.
Clavé mis ojos en los suyos, insegura. —Nunca he ido a la escuela de verano.
Mamá se llevó la mano a la boca. Su piel había palidecido. El único sonido en la
habitación era el metódico tictac del reloj encima de la ventana. Escuché cada
pequeño repique resonando a través de mí, diez veces, antes de encontrar mi
voz.
—¿Qué día es hoy? ¿En qué mes? —Mi mente giró de vuelta al cementerio. El
compostaje de hojas. El frío sutil en el aire. El hombre de la linterna insistiendo
en que era septiembre. La única palabra repitiéndose una y otra vez en mi
mente era no. No, no era posible. No, esto no estaba sucediendo. No, meses de
mi vida no podían haber simplemente pasado desapercibidos. Volví a abrirme
paso a través de mis recuerdos, tratando de captar cualquier cosa que pudiera
ayudarme a tender un puente de este momento a estar sentada en la clase de
biología del Entrenador. Pero no había nada para construirlo. Cualquier
recuerdo del verano estaba completa y absolutamente ausente.
—Está bien, nena —murmuró mamá—. Vamos a recuperar tu memoria. El Dr.
Howlett dijo que la mayoría de los pacientes ven notable mejoría con el tiempo.
Traté de incorporarme, pero mis brazos tenían un enredo de tubos y equipos de
monitoreo médico. —¡Simplemente dime en qué mes estamos! —repetí
histéricamente.
—Septiembre. —Su rostro arrugado era insoportable—. Seis de septiembre.
Volví a acostarme, parpadeando. —Pensé que era abril. No puedo recordar
nada más allá de abril. —Levanté muros para bloquear el estallido de miedo
explotando dentro de mí. No podía tratar con él en una gran avalancha—. ¿El
verano realmente… ha terminado? ¿Como si nada hubiera pasado?
—¿Como si nada hubiera pasado? —repitió ella con una voz desapegada—. Se
prolongó interminablemente. Cada día sin ti. . . Once semanas de no saber
nada. . . El pánico, la preocupación, el miedo, la desesperanza de que nunca
terminara. . .
Reflexioné sobre esto, haciendo los cálculos matemáticos. —Si es septiembre, y
estuve desaparecida durante once semanas, entonces desaparecí…
—El veintiuno de junio —dijo suavemente—. La noche del solsticio de verano.
El muro que había construido estaba agrietándose más rápido de lo podía
mentalmente repararlo. —Pero no recuerdo junio. Ni siquiera recuerdo mayo.
Nos vimos una a la otra, y supe que estábamos compartiendo el mismo terrible
pensamiento. ¿Era posible que mi amnesia se extendiera más allá de las once
semanas desaparecida, hasta abril? ¿Cómo podía siquiera algo como esto
suceder?
—¿Qué ha dicho el doctor? —pregunté, humedeciendo mis labios, que se
sentían resecos y agrietados—. ¿Tenía una herida en la cabeza? ¿Estaba
drogada? ¿Por qué no puedo recordar nada?
—El Dr. Howlett dijo que es amnesia retrógrada. —Mamá hizo una pausa—.
Esto significa que algunos de tus recuerdos preexistentes se han perdido.
Simplemente no estábamos seguros de cuán atrás había ido la pérdida de
memoria. Abril —susurró para sí misma, y pude ver toda esperanza
desapareciendo de sus ojos.
—¿Pérdida? ¿Cuánta pérdida?
—Él piensa que es psicológico.
Me pasé las manos por el pelo, dejando un residuo aceitoso en mis dedos. De
repente me di cuenta que no había considerado donde había estado todas esas
semanas. Podría haber estado encadenada en un sótano húmedo. O atada en el
bosque. Evidentemente no me había bañado en días. Un vistazo a mis brazos
reveló manchas de suciedad, pequeños cortes, y contusiones por todas partes.
¿A través de qué había pasado?
—¿Psicológico? —Me obligué a dejar fuera las especulaciones, que sólo hacían
que la histeria se volviera más drástica. Tenía que permanecer fuerte.
Necesitaba respuestas. No podía desmoronarme. Si podía forzar mi mente a
enfocarse a pesar de los puntos apareciendo a través de mi visión. . .
—Él piensa que estás bloqueándola para evitar recordar algo traumático.
—No estoy bloqueándola. —Cerré los ojos, incapaz de controlar las lágrimas
saliendo de las comisuras. Tomé una respiración temblorosa y apreté mis
manos en puños para detener el terrible temblor en mis dedos—. Sabría si
estuviera tratando de olvidar cinco meses de mi vida —dije, hablando
lentamente para forzar una cierta calma en mi voz—. Quiero saber qué me
pasó.
Si la miré furiosamente, lo ignoró. —Trata de recordar —instó con suavidad—.
¿Era un hombre? ¿Estuviste con un hombre todo este tiempo?
¿Lo estuve? Hasta este momento, no le había puesto una cara a mi
secuestrador. La única imagen en mi cabeza era la de un monstruo al acecho
fuera del alcance de la luz. Una terrible nube de incertidumbre se cernía sobre
mí.
—Sabes que no tienes que proteger a nadie, ¿verdad? —continuó en ese mismo
tono suave—. Si sabes con quién estuviste, puedes decírmelo. No importa lo
que te hayan dicho, estás a salvo ahora. No te pueden alcanzar. Te hicieron esta
cosa horrible a ti, y es su culpa. Su culpa —repitió.
Un sollozo de frustración nació en mi garganta. El término ―página en blanco‖
era asquerosamente preciso. Estaba a punto de expresar mi desesperación,
cuando una sombra se movió cerca de la puerta. El Detective Basso estaba justo
en la entrada de la habitación. Sus brazos estaban cruzados sobre su pecho y
sus ojos alertas.
Mi cuerpo se tensó reflexivamente. Mamá debe haberlo sentido; miró más allá
de la cama, siguiendo mi mirada. —Pensé que (tn) podría recordar algo
mientras estábamos sólo nosotras dos —le dijo al Detective Basso en tono de
disculpa—. Sé que dijo que quería interrogarla, pero pensé…
Él asintió con la cabeza, indicando que estaba bien. Luego se acercó,
mirándome. —Dijiste que no tienes una imagen clara, pero incluso los detalles
difusos podrían ayudar.
—Como el color de pelo —intervino mamá—. ¿Tal vez era. . . negro, por
ejemplo?
Quería decirle que no había nada, ni siquiera un rezagado destello de color,
pero no me atreví con el Detective Basso en la habitación. No confiaba en él. El
instinto me decía que algo acerca de él estaba. . . mal. Cuando él se acercó, el
pelo en mi cuero cabelludo hormigueó, y tuve la breve pero clara sensación de
un cubo de hielo deslizándose por la parte trasera de mi cuello.
—Quiero ir a casa —fue todo lo que dije.
Mamá y el Detective Basso compartieron una mirada.
—El Dr. Howlett necesita realizarte algunos exámenes —dijo mamá.
—¿Qué tipo de exámenes?
—Oh, cosas relacionadas con tu amnesia. Serán en poco tiempo. Y luego iremos
a casa. —Ella agitó una mano con desdén, lo que sólo me hizo sentir más
recelosa.
Miré al Detective Basso, ya que parecía tener todas las respuestas. —¿Qué no
me están diciendo?
Su expresión era tan inquebrantable como el acero. Supongo que años como
policía habían perfeccionado ese semblante. —Tenemos que realizar algunos
exámenes. Asegurarnos de que todo está bien.
¿Bien?
¿Qué parte de todo esto le parecía bien a él?
El techo era blanco, las paredes de un azul sereno. La
habitación olía a lirios, suavizante de telas, y amoníaco. Un
carrito con ruedas colocado al lado de mi cama tenía dos
arreglos de flores, un ramo de globos que deseaban ¡MEJÓRATE PRONTO! y
una bolsa de regalo de papel aluminio morado. Los nombres en las tarjetas
oscilaban dentro y fuera de foco. DOROTHEA Y LIONEL. DEMI.
Hubo movimiento en la esquina.
—Oh, nena —susurró una voz familiar, y la persona detrás de ella se precipitó
fuera de su silla y hacia mí—. Oh, cariño. —Se sentó en el borde de mi cama y
me atrajo en un abrazo sofocante—. Te quiero —dijo ahogadamente en mi
oído—. Te quiero tanto.
—Mamá. —El mero sonido de su nombre dispersó las pesadillas de las que
acababa de librarme. Una ola de tranquilidad me llenó, aflojando el nudo de
miedo en mi pecho.
Sabía que ella estaba llorando por la forma en que su cuerpo se estremecía
contra el mío, pequeños temblores al principio y luego grandes sacudidas. —Te
acuerdas de mí —dijo, con absoluta liberación brotando en su voz—. Estaba tan
asustada. Pensé… Oh, nena. ¡Pensé lo peor!
Y así nada más, las pesadillas se arrastraron de nuevo bajo mi piel.
—¿Es cierto? —pregunté, con algo grasoso y ácido revolviéndose en mi
estómago—. Lo que dijo el detective. ¿Estuve... durante once semanas...? —No
me atreví a decir la palabra. Secuestrada. Era tan fría. Tan imposible.
Ella hizo un sonido de angustia.
—¿Qué… me pasó? —pregunté.
Mamá pasó lentamente las puntas de sus dedos bajo sus ojos para secarlos. La
conocía lo suficiente para saber que sólo estaba tratando de parecer serena
para mi beneficio. De inmediato me preparé para recibir malas noticias.
—La policía está haciendo todo lo posible para descifrar las respuestas. —Puso
una sonrisa, pero esta flaqueó. Como si necesitara algo a lo que se anclarse,
tomó mi mano y la apretó—. Lo más importante es que estás de vuelta. Estás en
casa. Todo lo que pasó… se terminó. Vamos a pasar por esto.
—¿Cómo me secuestraron? —La pregunta iba dirigida más a mí misma. ¿Cómo
sucedió esto? ¿Quién querría secuestrarme? ¿Se habían acercado en un coche
cuando salía de la escuela? ¿Me metieron en el maletero cuando cruzaba el
estacionamiento? ¿Había sido así de fácil? Por favor, no. ¿Por qué no corrí? ¿Por
qué no luché? ¿Por qué había tardado tanto tiempo en escapar? Porque era
evidente que eso es lo que había sucedido. ¿No? La falta de respuestas
picoteaba en mí.
—¿Qué recuerdas? —preguntó mamá—. El Detective Basso dijo que incluso un
pequeño detalle puede ser útil. Piensa de nuevo. Trata de recordar. ¿Cómo
llegaste al cementerio? ¿Dónde estabas antes?
—No recuerdo nada. Es como si mi memoria... —Dejé de hablar. Era como si
parte de mi memoria hubiera sido robada. Arrebatada, sin dejar nada en su
lugar más que un pánico vacío. Una sensación de violación se movió en mi
interior, haciéndome sentir como si hubiera sido empujada de una plataforma
alta sin previo aviso. Estaba cayendo, y temía esa sensación mucho más que
llegar al fondo. No tenía final; sólo una sensación constante de la gravedad
haciendo su camino conmigo.
—¿Qué es lo último que recuerdas? —preguntó mamá.
—Escuela. —La respuesta se deslizó por mi lengua de forma automática. Poco a
poco mis recuerdos rotos comenzaron a removerse, los fragmentos juntándose
de nuevo, fundiéndose entre sí para formar algo sólido—. Iba a tener un
examen de biología. Pero supongo que me lo perdí —agregué, con la realidad
de esas once semanas perdidas hundiéndose en lo más profundo. Tenía una
imagen clara de estar sentada en la clase de biología del Entrenador
McConaughy. Los olores familiares de polvo de tiza, artículos de limpieza, aire
viciado, y el penetrante y omnipresente olor corporal se alzaron desde el
recuerdo. Demi estaba a mi lado, mi compañera de laboratorio. Nuestros libros
de texto estaban abiertos en la mesa de granito negro frente a nosotras, pero
Demi había deslizado clandestinamente una copia de US Weekly dentro de los
suyos.
—Quieres decir química —corrigió mamá—. Escuela de verano.
Clavé mis ojos en los suyos, insegura. —Nunca he ido a la escuela de verano.
Mamá se llevó la mano a la boca. Su piel había palidecido. El único sonido en la
habitación era el metódico tictac del reloj encima de la ventana. Escuché cada
pequeño repique resonando a través de mí, diez veces, antes de encontrar mi
voz.
—¿Qué día es hoy? ¿En qué mes? —Mi mente giró de vuelta al cementerio. El
compostaje de hojas. El frío sutil en el aire. El hombre de la linterna insistiendo
en que era septiembre. La única palabra repitiéndose una y otra vez en mi
mente era no. No, no era posible. No, esto no estaba sucediendo. No, meses de
mi vida no podían haber simplemente pasado desapercibidos. Volví a abrirme
paso a través de mis recuerdos, tratando de captar cualquier cosa que pudiera
ayudarme a tender un puente de este momento a estar sentada en la clase de
biología del Entrenador. Pero no había nada para construirlo. Cualquier
recuerdo del verano estaba completa y absolutamente ausente.
—Está bien, nena —murmuró mamá—. Vamos a recuperar tu memoria. El Dr.
Howlett dijo que la mayoría de los pacientes ven notable mejoría con el tiempo.
Traté de incorporarme, pero mis brazos tenían un enredo de tubos y equipos de
monitoreo médico. —¡Simplemente dime en qué mes estamos! —repetí
histéricamente.
—Septiembre. —Su rostro arrugado era insoportable—. Seis de septiembre.
Volví a acostarme, parpadeando. —Pensé que era abril. No puedo recordar
nada más allá de abril. —Levanté muros para bloquear el estallido de miedo
explotando dentro de mí. No podía tratar con él en una gran avalancha—. ¿El
verano realmente… ha terminado? ¿Como si nada hubiera pasado?
—¿Como si nada hubiera pasado? —repitió ella con una voz desapegada—. Se
prolongó interminablemente. Cada día sin ti. . . Once semanas de no saber
nada. . . El pánico, la preocupación, el miedo, la desesperanza de que nunca
terminara. . .
Reflexioné sobre esto, haciendo los cálculos matemáticos. —Si es septiembre, y
estuve desaparecida durante once semanas, entonces desaparecí…
—El veintiuno de junio —dijo suavemente—. La noche del solsticio de verano.
El muro que había construido estaba agrietándose más rápido de lo podía
mentalmente repararlo. —Pero no recuerdo junio. Ni siquiera recuerdo mayo.
Nos vimos una a la otra, y supe que estábamos compartiendo el mismo terrible
pensamiento. ¿Era posible que mi amnesia se extendiera más allá de las once
semanas desaparecida, hasta abril? ¿Cómo podía siquiera algo como esto
suceder?
—¿Qué ha dicho el doctor? —pregunté, humedeciendo mis labios, que se
sentían resecos y agrietados—. ¿Tenía una herida en la cabeza? ¿Estaba
drogada? ¿Por qué no puedo recordar nada?
—El Dr. Howlett dijo que es amnesia retrógrada. —Mamá hizo una pausa—.
Esto significa que algunos de tus recuerdos preexistentes se han perdido.
Simplemente no estábamos seguros de cuán atrás había ido la pérdida de
memoria. Abril —susurró para sí misma, y pude ver toda esperanza
desapareciendo de sus ojos.
—¿Pérdida? ¿Cuánta pérdida?
—Él piensa que es psicológico.
Me pasé las manos por el pelo, dejando un residuo aceitoso en mis dedos. De
repente me di cuenta que no había considerado donde había estado todas esas
semanas. Podría haber estado encadenada en un sótano húmedo. O atada en el
bosque. Evidentemente no me había bañado en días. Un vistazo a mis brazos
reveló manchas de suciedad, pequeños cortes, y contusiones por todas partes.
¿A través de qué había pasado?
—¿Psicológico? —Me obligué a dejar fuera las especulaciones, que sólo hacían
que la histeria se volviera más drástica. Tenía que permanecer fuerte.
Necesitaba respuestas. No podía desmoronarme. Si podía forzar mi mente a
enfocarse a pesar de los puntos apareciendo a través de mi visión. . .
—Él piensa que estás bloqueándola para evitar recordar algo traumático.
—No estoy bloqueándola. —Cerré los ojos, incapaz de controlar las lágrimas
saliendo de las comisuras. Tomé una respiración temblorosa y apreté mis
manos en puños para detener el terrible temblor en mis dedos—. Sabría si
estuviera tratando de olvidar cinco meses de mi vida —dije, hablando
lentamente para forzar una cierta calma en mi voz—. Quiero saber qué me
pasó.
Si la miré furiosamente, lo ignoró. —Trata de recordar —instó con suavidad—.
¿Era un hombre? ¿Estuviste con un hombre todo este tiempo?
¿Lo estuve? Hasta este momento, no le había puesto una cara a mi
secuestrador. La única imagen en mi cabeza era la de un monstruo al acecho
fuera del alcance de la luz. Una terrible nube de incertidumbre se cernía sobre
mí.
—Sabes que no tienes que proteger a nadie, ¿verdad? —continuó en ese mismo
tono suave—. Si sabes con quién estuviste, puedes decírmelo. No importa lo
que te hayan dicho, estás a salvo ahora. No te pueden alcanzar. Te hicieron esta
cosa horrible a ti, y es su culpa. Su culpa —repitió.
Un sollozo de frustración nació en mi garganta. El término ―página en blanco‖
era asquerosamente preciso. Estaba a punto de expresar mi desesperación,
cuando una sombra se movió cerca de la puerta. El Detective Basso estaba justo
en la entrada de la habitación. Sus brazos estaban cruzados sobre su pecho y
sus ojos alertas.
Mi cuerpo se tensó reflexivamente. Mamá debe haberlo sentido; miró más allá
de la cama, siguiendo mi mirada. —Pensé que (tn) podría recordar algo
mientras estábamos sólo nosotras dos —le dijo al Detective Basso en tono de
disculpa—. Sé que dijo que quería interrogarla, pero pensé…
Él asintió con la cabeza, indicando que estaba bien. Luego se acercó,
mirándome. —Dijiste que no tienes una imagen clara, pero incluso los detalles
difusos podrían ayudar.
—Como el color de pelo —intervino mamá—. ¿Tal vez era. . . negro, por
ejemplo?
Quería decirle que no había nada, ni siquiera un rezagado destello de color,
pero no me atreví con el Detective Basso en la habitación. No confiaba en él. El
instinto me decía que algo acerca de él estaba. . . mal. Cuando él se acercó, el
pelo en mi cuero cabelludo hormigueó, y tuve la breve pero clara sensación de
un cubo de hielo deslizándose por la parte trasera de mi cuello.
—Quiero ir a casa —fue todo lo que dije.
Mamá y el Detective Basso compartieron una mirada.
—El Dr. Howlett necesita realizarte algunos exámenes —dijo mamá.
—¿Qué tipo de exámenes?
—Oh, cosas relacionadas con tu amnesia. Serán en poco tiempo. Y luego iremos
a casa. —Ella agitó una mano con desdén, lo que sólo me hizo sentir más
recelosa.
Miré al Detective Basso, ya que parecía tener todas las respuestas. —¿Qué no
me están diciendo?
Su expresión era tan inquebrantable como el acero. Supongo que años como
policía habían perfeccionado ese semblante. —Tenemos que realizar algunos
exámenes. Asegurarnos de que todo está bien.
¿Bien?
¿Qué parte de todo esto le parecía bien a él?
ElitzJb
Re: Un Angel Caido y Un Amor Prohibido (Finale IV Temporada) Joe y _Tn. (TERMINADA)
III TEMPORADA
3/3
Capitulo 3
3/3
Capitulo 3
Mi mamá y yo vivimos en una casa rural entre los límites de la
ciudad Coldwater y las regiones despobladas y remotas de
Maine. De pie junto a cualquier ventana, es como echar un
vistazo al pasado. Con un vasto y puro desierto en un lado, y campos rubios
enmarcados por árboles de hojas verdes en el otro. Vivimos al final de
Hawthorne Lane y estamos separados de nuestros vecinos más cercanos por
una milla. Por la noche, con las luciérnagas iluminando de oro los árboles, y la
fragancia de los cálidos y perfumados pinos abrumando el aire, no es difícil
engañar a mi mente a creer que me he transportado a un siglo completamente
diferente. Si inclino mi visión sólo un poco, puedo incluso imaginar un granero
rojo y un pastoreo de ovejas.
Nuestra casa tiene pintura blanca, persianas azules, y un porche envolvente con
un visible grado de inclinación a simple vista. Las ventanas son largas y
estrechas, y protestan con un ruidoso y desagradable gemido cuando las abres.
Mi papá solía decir que no había necesidad de instalar una alarma en la ventana
de mi dormitorio, una broma secreta entre nosotros, ya que ambos sabíamos
que difícilmente era la clase de hija que salía a escondidas.
Mis padres se mudaron a esta casa de campo-evita-despilfarros-de-dinero poco
antes de que naciera bajo la filosofía de que no puedes discutir con el amor a
primera vista. Su sueño era simple: restaurar lentamente la casa a su
encantadora condición del año 1771, y un día con un martillo harían una señal
de cama-y-desayuno1 en el patio delantero y servirían la mejor langosta de toda
la costa de Maine. El sueño se disolvió cuando mi papá fue asesinado una noche
en el centro de Portland.
Esta mañana fui dada de alta del hospital, y ahora estaba sola en mi habitación.
Abrazando una almohada contra mi pecho, descansé mi espalda en la cama,
mis ojos nostálgicamente trazando el collage de imágenes clavadas en un
tablero de corcho en la pared. Había fotos de mis padres posando en la cima de
la colina Raspberry, Demi modelando un desastre de traje de Gatúbela de
spandex que cosió para Halloween hace unos años, mi foto del anuario de
segundo año. Viendo nuestros rostros sonrientes, traté de engañarme a mí
misma a creer que estaba a salvo ahora que estaba de vuelta en mi mundo. La
verdad era, que nunca me había sentido segura y nunca tendría mi vida de
vuelta hasta que pudiera recordar lo que había vivido durante los últimos cinco
meses, sobretodo los últimos dos años y medio.
Cinco meses parecían insignificantes en comparación a diecisiete años (me
perdí mi decimoséptimo cumpleaños durante esas once interminables semanas)
pero la brecha que faltante era todo lo que podía ver. Un enorme agujero en mi
camino, bloqueándome el ver más allá de él. No tenía pasado, ni futuro. Sólo un
enorme vacío que me obsesionaba.
Las pruebas que el Dr. Howlett había ordenado habían resultado bien, muy
bien. Por lo que nadie podía decir, a excepción de unos cuantas cortadas
curándose y moretones, que mi salud física era tan estelar como había sido el
día que desaparecí.
Pero las cosas más profundas, las cosas invisibles, eran las partes de mi que
yacían debajo de la superficie, fuera del alcance de cualquier prueba, con esas
cosas encontré un vacilante poder para recuperarme. ¿Quién era yo ahora?
¿Qué me había pasado durante esos meses faltantes? ¿El trauma me había
marcado de una manera que nunca entendería? O peor aún, ¿Nunca
recuperarme de él?
Mamá había impuesto una estricta política de no visitantes mientras estaba en
el hospital, y el Dr. Howlett la había respaldado. Podía entender su
preocupación, pero ahora que estaba en casa y lentamente me reintegraba a la
familiaridad del mundo, no iba a dejar que mamá me sellara con su bien
intencionado pero equivocado propósito de protegerme. Tal vez había
cambiado, pero seguía siendo yo. Y lo único que quería ahora, era contarle todo
a Demi.
En la planta baja, tomé el BlackBerry de mamá del mostrador y lo llevé a mi
habitación. Cuando había despertado en el cementerio, no había tenido mi
teléfono celular conmigo, y hasta que consiguiera un reemplazo, su teléfono
tendría que serlo.
SOY (TN). ¿PUEDES HABLAR?
Le envié un mensaje a Demi. Era tarde, y la mamá de Demi insistía en apagar las
luces a las diez. Si llamaba, y su mamá escuchaba el sonido, podría significar
una gran cantidad de problemas para Demi. Conociendo a la Sra. Sky, no creía
que fuera indulgente, a pesar de la naturaleza especial de las circunstancias.
Un momento después, el BlackBerry sonó.
NENA?!?! ESTOY ENLOQUECIENDO. SOY UNA RUINA TOTAL. DÓNDE STAS? LLÁMAME A ESTE
NÚMERO.
Dejé el BlackBerry en mi regazo, masticando la punta de mí uña. No podía creer
cuán nerviosa me sentía. Esta era Demi. Pero mejor amiga o no, no habíamos
hablado en meses. No se sentía tanto tiempo en mi mente, pero ahí estaba.
Pensando en los dos dichos ―la ausencia es al amor lo que el viento al aire, que
apaga el pequeño y aviva el grande‖ contra ―ojos que no ven, corazón que no
siente‖, definitivamente tenía esperanzas en el primero.
A pesar de que estaba esperando la llamada de Demi, salté cuando el BlackBerry
sonó.
—¿Hola? ¿Hola? —Demi dijo.
Escuchar su voz causó que mi garganta se cerrara con emoción.
—¡Soy yo! —Me atraganté.
—Ya era hora —resopló, pero su voz sonó gruesa y también emocional—.
Estuve en el hospital todo el día de ayer, pero no me dejaron verte. Me salté
corriendo la seguridad, pero llamaron el código noventa y nueve y me
persiguieron. Me escoltaron con las manos esposadas, y por escoltado quiero
decir que hubo una gran cantidad de patadas y malas palabras siendo lanzadas
en ambas direcciones. A mi modo de verlo, el único criminal aquí es tu mamá.
¿Sin visitas? Soy tu mejor amiga, ¿o ella no recibió el memo cada año por los
últimos once años? La próxima vez que termine así, me sentaré encima de esa
mujer.
En la oscuridad, sentí mis temblorosos labios agrietarse en una sonrisa. Apreté
el teléfono contra mi pecho, dividida entre la risa y el llanto. Debería haber
sabido que Demi no me defraudaría. El recuerdo de todo lo que había salido
terriblemente mal desde que había despertado en el cementerio hace tres
noches, fue rápidamente eclipsada por el simple hecho de que tenía la mejor
amiga en el mundo. Tal vez todo lo demás había cambiado, pero mi relación
con Demi era sólida como una roca. Éramos irrompibles. Nada podría cambiar
eso.
—Demi —Suspiré, un suspiro de alivio. Quería disfrutar la normalidad de este
momento. Era tarde, se suponía que estábamos durmiendo, y aquí estábamos,
charlando con las luces apagadas. El año pasado, la mamá de Demi había tirado
su teléfono después de atraparla hablando conmigo después de apagar las
luces. A la mañana siguiente, delante de todo el vecindario, Demi fue al basurero
y se sumergió a buscarlo. A la fecha, usa ese teléfono. Nosotros lo llamamos
Oscar, como Oscar el Gruñón.
—¿Te están dando medicamentos de calidad? —Demi preguntó—. Al parecer, el
papá de Anthony Amowitz es farmacéutico, y probablemente podría
conseguirte algunas cosas buenas.
Mis cejas se levantaron en sorpresa.
—¿Qué es esto? ¿Tú y Anthony?
—Diablos, no. No de esa manera. He renunciado a los chicos. Si necesito
romance, eso es para lo que está Netflix.
Lo creeré cuando lo vea, pensé con una sonrisa.
—¿Dónde está mi mejor amiga y qué has hecho con ella?
—Me estoy desintoxicando de chicos. Al igual que una dieta, sólo que es para
mi salud emocional. No importa eso, voy para allá. —Demi continuó—. No he
visto a mi mejor amiga en tres meses, y esta reunión por teléfono es una
mierda. Chica, te mostraré el abrazo de oso.
—Buena suerte con llegar más allá de mi mamá —le dije—. Ella es la nueva
portavoz del helicóptero de la paternidad.
—¡Esa mujer! —siseó Demi—. Estoy haciendo la señal de la cruz en este
momento.
Podríamos debatir sobre el estatus de mi mamá como una bruja otro día. En
este momento, teníamos cosas más importantes que discutir.
—Quiero un resumen de los días previos a mi secuestro, Demi —dije, llevando
nuestra conversación a un nivel mucho más serio—. No puedo quitarme la
sensación de que mi secuestro no fue al azar. Tuvieron que haber señales de
advertencia, pero no puedo recordar ninguna de ellas. Mi doctor dijo que mi
pérdida de memoria es temporal, pero mientras tanto, necesito que me digas
adónde fui, qué hice, y con quien estuve esa última semana. Guíame.
Demi tardó en contestar.
—¿Estás segura de que es una buena idea? Es un poco pronto para que te
estreses sobre esas cosas. Tu mamá me contó sobre la amnesia…
—¿Es en serio? —la interrumpí—. ¿Estás del lado de mi mamá?
—Vete al diablo —Demi murmuró, cediendo.
Por los siguientes veinte minutos, relató todos los eventos durante la semana
final. Cuanto más hablaba, sin embargo, más se hundía mi corazón. Sin
llamadas telefónicas extrañas. Sin extraños merodeando inesperadamente en mi
vida. Sin autos inusuales siguiéndonos por toda la ciudad.
—¿Qué hay de la noche en que desaparecí? —pregunté, interrumpiéndola a
mitad de una frase.
—Fuimos al parque de diversiones de Delphic. Recuerdo haber comprado
perritos calientes… y luego se desató el infierno. Escuché disparos y la gente
comenzó a salir en estampida del parque. Regresé para encontrarte, pero ya no
estabas. Me imaginé que habías hecho lo más inteligente y saliste corriendo.
Sólo que no te encontré en el estacionamiento. Habría vuelto al interior del
parque, pero la policía llegó y sacó a todo el mundo. Traté de decirles que
podrías seguir dentro del parque, pero no estaban de humor. Obligaron a todos
a ir a casa. Te llamé un trillón de veces, pero no respondiste.
Sentí como si alguien me hubiera golpeado en el estómago. ¿Disparos? Delphic
tenía una reputación, pero aún así. ¿Disparos? Era tan extraño, tan
completamente indignante, que si nadie más que Demi me lo estuviera diciendo,
no lo habría creído.
Demi dijo:
—Nunca te volví a ver. Más tarde me enteré acerca de la situación de rehenes.
—¿Situación de rehenes?
—Al parecer, el mismo psicópata que disparó en el parque, tomó rehenes en la
sala de máquinas en la casa de la risa. Nadie sabe por qué. Con el tiempo te
dejó ir y salió corriendo.
Abrí mi boca, la cerré. Por fin había conseguido sorprenderme.
—¿Qué?
—La policía te encontró, consiguió tu declaración y te llevó a tu casa cerca de
las dos de la mañana. Esa fue la última vez que alguien te vio. En cuanto al tipo
que te tomó como rehén… nadie sabe lo que pasó con él.
Justo en ese momento, todos los hilos se unieron en uno solo.
—Debo haber sido tomada en mi casa —concluí, resolviéndolo a medida que
seguía—. Después de las dos de la mañana, probablemente estaba dormida. El
tipo que me tuvo de rehén debió haberme seguido a casa. Lo que sea que
esperaba lograr en Delphic fue interrumpido, y regresó por mí. Debió haber
irrumpido.
—Esa es la cosa. No había señales de lucha. Las puertas y ventanas estaban
todas bloqueadas.
Masajeaba la parte baja de mi mano en mi frente.
—¿La policía tiene alguna pista? Este tipo, quienquiera que fuera, no podría
haber sido un completo fantasma.
—Dijeron que lo más probable era que estuviera usando un nombre falso. Pero
para lo que vale, les dijiste que su nombre era Nick.
—No conozco a nadie llamado Nick.
Demi suspiró.
—Ese es el problema. Nadie lo sabe. —Se quedó un momento en silencio—.
Aquí hay otra cosa. A veces creo que reconozco su nombre, pero cuando trato
de recordarlo, mi mente se queda en blanco. Como si el recuerdo estuviera ahí,
pero no pudiera recuperarlo. Casi como… hubiera un agujero donde su nombre
debería de estar. Es la sensación más espeluznante. Me sigo diciendo a mí
misma que tal vez es sólo que quiero recordarlo, ¿sabes? Como si lo recordara y
¡bingo! Tendríamos a nuestro chico malo. Y la policía podría arrestarlo.
Demasiado simple, lo sé. Y ahora estoy sólo balbuceando. —Y luego, en voz
baja dijo—: Aún así… podría jurar…
La puerta de mi habitación se abrió, y mamá asomó la cabeza.
—Me iré a la cama, es de noche. —Sus ojos viajaron al BlackBerry—. Se está
haciendo tarde y ambas necesitamos dormir. —Esperó expectante, y capté su
mensaje oculto.
—Demi, me tengo que ir. Te llamaré mañana.
—Envíale a la bruja mi amor. —Y colgó.
—¿Necesitas algo? —Mamá preguntó, casualmente tomando el BlackBerry de
mis manos—. ¿Agua? ¿Mantas extras?
—No, estoy bien. Buenas noches, mamá.
—Forcé una rápida pero tranquilizadora sonrisa.
—¿Verificaste tus ventanas?
—Tres veces.
Cruzó la habitación y sacudió las cerraduras de todos modos. Cuando las
encontró seguras, dejó escapar una risa débil.
—No hace daño comprobar una vez más ¿verdad? Buenas noches, cariño —
añadió, alisando mi cabello y besando mi frente.
Después de que se fue, me acurruqué bajo mis sábanas y reflexioné sobre todo
lo que había dicho Demi. Un tiroteo en Delphic, pero ¿por qué? ¿Qué esperaba
llevar a cabo el tirador? ¿Y por qué, de las presumibles miles de personas en el
parque esa noche, me había escogido a mí como su rehén? Tal vez fue pura
mala suerte de mi lado, pero no se sentía correcto. El desconocido giró a través
de mi cabeza hasta que estuve exhausta. Si tan sólo… Si tan sólo pudiera
recordar.
Bostezando, me acomodé para poder dormir.
Quince minutos pasaron. Luego veinte. Permaneciendo sobre mi espalda, me
quedé mirando hacia el techo, bizqueando un poco, tratando de sorprender a
mi memoria y atraparla con la guardia baja. Cuando eso no produjo resultados,
trate un acercamiento más directo. Golpeé mi cabeza contra la almohada,
tratando de aflojar una imagen. Una línea de diálogo. Un olor que pudiera
generar ideas. ¡Cualquier cosa! Pero rápidamente se hizo evidente que, más que
cualquier cosa, iba a tener que conformarme con nada.
Cuando salí del hospital esta mañana, estaba convencida de que mi memoria se
había perdido para siempre. Pero con la cabeza despejada y con la peor de las
conmociones, estaba comenzando a pensar lo contrario. Sentí, de forma aguda,
un puente roto en mi mente, con la verdad al otro lado de la brecha. Si yo era
responsable por derrumbar el puente como un mecanismo de defensa en
contra del trauma que había sufrido durante mi secuestro, entonces
seguramente podría reconstruirlo de nuevo. Sólo necesitaba encontrar la
manera.
Comenzando con el color negro. Profundo oscuro y sobrenatural negro. No le
había dicho a nadie, pero el color se mantuvo cruzando por mi mente en los
más extraños momentos. Cuando lo hacía, mi piel se estremecía
placenteramente, y era como si pudiera sentir el color trazando un dedo
tiernamente a lo largo de mi mandíbula, inclinando mi mentón hasta hacerle
frente directamente. Sabía que era absurdo pensar que un color podría llegar a
vivir, pero una o dos veces, estuve segura de haber atrapado un destello de
algo más importante detrás del color. Un par de ojos. La manera en que me
estudiaban me llegaba al corazón.
Pero ¿cómo algo perdido en mi memoria durante este tiempo me causaba
placer en lugar de dolor?
Dejé escapar una lenta respiración. Sentía una urgencia desesperada de seguir
el color, no importaba a dónde me llevara. Ansiaba encontrar esos ojos negros,
estar de pie, cara a cara con ellos. Anhelaba saber a quién le pertenecían. El
color tiró de mí, llamándome a seguirlo. Racionalmente, no tenía sentido. Pero
la idea se atascó en mi cerebro. Sentí un hipnótico y obsesivo deseo de dejar
que el color me guiara. Con un poderoso magnetismo que incluso la lógica no
podía romper.
Dejé que este deseo creciera dentro de mí hasta que vibró con fuerza bajo mi
piel. Incómodamente caliente, luché con las mantas. Mi cabeza zumbada, daba
vueltas. La intensidad del zumbido aumentó hasta que me estremecí con calor.
Una extraña fiebre.
El cementerio, pensé. Todo comenzó en el cementerio. La noche negra, neblina
negra. Hierba negra, lápidas negras. El brillante río negro. Y un par de ojos
negros observándome. No podía ignorar los destellos de negro, y no podía
hacerlos dormir. No podría descansar hasta que actuara con ellos.
Me levanté de la cama. Estiré una camisa tejida sobre mi cabeza, me metí en un
par de pantalones, y me puse una chaqueta sobre mis hombros. Me detuve en
la puerta de mi dormitorio. El pasillo estaba en silencio excepto por
reverberante tictac del reloj de péndulo subiendo a la planta principal. La puerta
de la habitación de mamá no estaba cerrada del todo, pero no había luz
derramándose por la grieta. Si escuchaba lo suficientemente bien, podría
distinguir el suave ronroneo de sus ronquidos.
Me moví silenciosamente por las escaleras, tomé una linterna y la llave de la
casa, y salí por la puerta trasera, temiendo que las chirriantes tablas en el
porche delantero me pudieran revelar. Eso, y el oficial uniformado estacionado
en la acera. Estaba ahí para distraer a los periodistas y a las cámaras, pero tenía
la intención de que si me paseaba por el frente a esta hora, marcaría
rápidamente al Detective Basso.
Una pequeña voz en la parte posterior de mi mente, protestó que
probablemente no era seguro salir, pero me encontraba propulsada por un
trance extraño. Noche negra, neblina negra. Hierba negra. Lápidas negras.
Brillante río negro. Un par de ojos negros observándome.
Tenía que encontrar esos ojos. Ellos tenían las respuestas.
Cuarenta minutos más tarde, me acerqué a las arqueadas compuertas que
conducían al interior del cementerio Coldwater. Bajo la brisa, las hojas giraban
debajo de sus ramas como oscuros molinetes. Temblando por el frío húmedo
en el aire, usé a base de prueba y error para encontrar mi camino de regreso a
la lápida lisa, donde todo había comenzado.
Agachándome, deslicé un dedo sobre el viejo mármol. Cerré los ojos y bloqueé
los sonidos nocturnos, concentrándome en la búsqueda de los ojos negros.
Lancé mi pregunta, esperando que la escucharan. ¿Cómo había llegado al punto
de dormir en un cementerio después de pasar once semanas en cautiverio?
Dejé que mis ojos viajaran en un lento círculo alrededor del cementerio. Los
olores del decadente otoño que se aproximaba, el rico sabor de la hierba
cortada, el pulso de las alas de los insectos rozando entre sí, nada de eso
iluminó la respuesta que tan desesperadamente deseaba. El color negro,
burlándose de mí por días, me había fallado. Empujando mi mano en los
bolsillos de mis pantalones, me giré para irme.
Desde el borde de mi visión, me di cuenta de una mancha en la hierba. Recogí
una pluma negra. Era fácilmente la longitud de mi brazo, desde el hombro hasta
la muñeca. Mis cejas se fruncieron mientras trataba de imaginar qué clase de
ave pudo haberla dejado. Era demasiado grande para ser de un cuervo.
Demasiado grande para cualquier ave, por lo que a mí respectaba. Corrí un
dedo sobre la veleta de la pluma, cada satinada púa regresando a su lugar.
Un recuerdo se agitó dentro de mí. Ángel, me pareció escuchar un suave
susurro.
Eres mía.
De todas las ridículas y confusas cosas, me sonrojé. Miré a mi alrededor, sólo
para asegurarme de que la voz no era real.
No te he olvidado.
Con mi postura rígida, esperé a escuchar la voz de nuevo, pero se desvaneció
en el viento. Cualquier parpadeo de recuerdos que dejé atrás, se lanzó fuera de
mi alcance antes de que pudiera siquiera comprenderlos. Me sentí desgarrada
entre el deseo de arrojar lejos la pluma, y el frenético impulso de enterarla
donde nadie la encontrara. Tuve la intensa impresión de haberme tropezado
con algo secreto, algo privado, algo que podría causar un gran daño si era
descubierto.
Un auto aceleró en el estacionamiento justo encima de la colina del cementerio,
con la música a todo volumen. Escuché gritos y corrientes de risas, y no me
habría sorprendido si pertenecieran a personas con las que fui a la escuela. Esta
parte de la ciudad estaba cubierta de árboles, lejos del centro de la ciudad, y
hacía un buen lugar para pasar el rato sin vigilancia en las noches y fines de
semana. No queriendo toparme con alguien que conociera, especialmente ya
que mi repentina reaparición estaba esparciéndose a través de las noticias
locales, metí la pluma bajo mi brazo y camine a velocidad por el sendero de
grava que conducía de regreso a la carretera principal.
Poco después de las dos y media de la mañana, entro a la casa de campo y,
después de bloquearla, subo de puntillas por las escaleras. Me quedo de pie,
indecisa, en el centro de mi habitación por un momento, y luego escondo la
pluma en el cajón de en medio de mi vestidor, donde también escondí mis
calcetines, mis medias y bufandas. En retrospectiva, ni siquiera sabía por qué la
había traído a casa. No era común en mí recoger objetos chatarra, y mucho
menos meterlas dentro de mis cajones. Sin embargo, había generado un
recuerdo…
Quitándome la ropa y extendiendo un bostezo, me volví hacia la cama. Estaba a
mitad de camino cuando mis pies se detuvieron. Una hoja de papel descansaba
en mi almohada. Una que no había estado ahí cuando me fui.
Me di la media vuelta, esperando a ver a mi mamá en la puerta, enojada y
afectada por haberme escapado. Pero teniendo en cuenta todo lo que había
sucedido ¿realmente pensaba que simplemente me dejaría una nota al
encontrar la cama vacía?
Tomé el papel, dándome cuenta de que mis manos temblaban. Era la hoja de
un cuaderno, como las que usaba en la escuela. El mensaje pareció haber sido
garabateado de prisa en Sharpie negra.
SÓLO PORQUE ESTÉS EN CASA
NO SIGNIFICA QUE ESTÉS A SALVO.
ciudad Coldwater y las regiones despobladas y remotas de
Maine. De pie junto a cualquier ventana, es como echar un
vistazo al pasado. Con un vasto y puro desierto en un lado, y campos rubios
enmarcados por árboles de hojas verdes en el otro. Vivimos al final de
Hawthorne Lane y estamos separados de nuestros vecinos más cercanos por
una milla. Por la noche, con las luciérnagas iluminando de oro los árboles, y la
fragancia de los cálidos y perfumados pinos abrumando el aire, no es difícil
engañar a mi mente a creer que me he transportado a un siglo completamente
diferente. Si inclino mi visión sólo un poco, puedo incluso imaginar un granero
rojo y un pastoreo de ovejas.
Nuestra casa tiene pintura blanca, persianas azules, y un porche envolvente con
un visible grado de inclinación a simple vista. Las ventanas son largas y
estrechas, y protestan con un ruidoso y desagradable gemido cuando las abres.
Mi papá solía decir que no había necesidad de instalar una alarma en la ventana
de mi dormitorio, una broma secreta entre nosotros, ya que ambos sabíamos
que difícilmente era la clase de hija que salía a escondidas.
Mis padres se mudaron a esta casa de campo-evita-despilfarros-de-dinero poco
antes de que naciera bajo la filosofía de que no puedes discutir con el amor a
primera vista. Su sueño era simple: restaurar lentamente la casa a su
encantadora condición del año 1771, y un día con un martillo harían una señal
de cama-y-desayuno1 en el patio delantero y servirían la mejor langosta de toda
la costa de Maine. El sueño se disolvió cuando mi papá fue asesinado una noche
en el centro de Portland.
Esta mañana fui dada de alta del hospital, y ahora estaba sola en mi habitación.
Abrazando una almohada contra mi pecho, descansé mi espalda en la cama,
mis ojos nostálgicamente trazando el collage de imágenes clavadas en un
tablero de corcho en la pared. Había fotos de mis padres posando en la cima de
la colina Raspberry, Demi modelando un desastre de traje de Gatúbela de
spandex que cosió para Halloween hace unos años, mi foto del anuario de
segundo año. Viendo nuestros rostros sonrientes, traté de engañarme a mí
misma a creer que estaba a salvo ahora que estaba de vuelta en mi mundo. La
verdad era, que nunca me había sentido segura y nunca tendría mi vida de
vuelta hasta que pudiera recordar lo que había vivido durante los últimos cinco
meses, sobretodo los últimos dos años y medio.
Cinco meses parecían insignificantes en comparación a diecisiete años (me
perdí mi decimoséptimo cumpleaños durante esas once interminables semanas)
pero la brecha que faltante era todo lo que podía ver. Un enorme agujero en mi
camino, bloqueándome el ver más allá de él. No tenía pasado, ni futuro. Sólo un
enorme vacío que me obsesionaba.
Las pruebas que el Dr. Howlett había ordenado habían resultado bien, muy
bien. Por lo que nadie podía decir, a excepción de unos cuantas cortadas
curándose y moretones, que mi salud física era tan estelar como había sido el
día que desaparecí.
Pero las cosas más profundas, las cosas invisibles, eran las partes de mi que
yacían debajo de la superficie, fuera del alcance de cualquier prueba, con esas
cosas encontré un vacilante poder para recuperarme. ¿Quién era yo ahora?
¿Qué me había pasado durante esos meses faltantes? ¿El trauma me había
marcado de una manera que nunca entendería? O peor aún, ¿Nunca
recuperarme de él?
Mamá había impuesto una estricta política de no visitantes mientras estaba en
el hospital, y el Dr. Howlett la había respaldado. Podía entender su
preocupación, pero ahora que estaba en casa y lentamente me reintegraba a la
familiaridad del mundo, no iba a dejar que mamá me sellara con su bien
intencionado pero equivocado propósito de protegerme. Tal vez había
cambiado, pero seguía siendo yo. Y lo único que quería ahora, era contarle todo
a Demi.
En la planta baja, tomé el BlackBerry de mamá del mostrador y lo llevé a mi
habitación. Cuando había despertado en el cementerio, no había tenido mi
teléfono celular conmigo, y hasta que consiguiera un reemplazo, su teléfono
tendría que serlo.
SOY (TN). ¿PUEDES HABLAR?
Le envié un mensaje a Demi. Era tarde, y la mamá de Demi insistía en apagar las
luces a las diez. Si llamaba, y su mamá escuchaba el sonido, podría significar
una gran cantidad de problemas para Demi. Conociendo a la Sra. Sky, no creía
que fuera indulgente, a pesar de la naturaleza especial de las circunstancias.
Un momento después, el BlackBerry sonó.
NENA?!?! ESTOY ENLOQUECIENDO. SOY UNA RUINA TOTAL. DÓNDE STAS? LLÁMAME A ESTE
NÚMERO.
Dejé el BlackBerry en mi regazo, masticando la punta de mí uña. No podía creer
cuán nerviosa me sentía. Esta era Demi. Pero mejor amiga o no, no habíamos
hablado en meses. No se sentía tanto tiempo en mi mente, pero ahí estaba.
Pensando en los dos dichos ―la ausencia es al amor lo que el viento al aire, que
apaga el pequeño y aviva el grande‖ contra ―ojos que no ven, corazón que no
siente‖, definitivamente tenía esperanzas en el primero.
A pesar de que estaba esperando la llamada de Demi, salté cuando el BlackBerry
sonó.
—¿Hola? ¿Hola? —Demi dijo.
Escuchar su voz causó que mi garganta se cerrara con emoción.
—¡Soy yo! —Me atraganté.
—Ya era hora —resopló, pero su voz sonó gruesa y también emocional—.
Estuve en el hospital todo el día de ayer, pero no me dejaron verte. Me salté
corriendo la seguridad, pero llamaron el código noventa y nueve y me
persiguieron. Me escoltaron con las manos esposadas, y por escoltado quiero
decir que hubo una gran cantidad de patadas y malas palabras siendo lanzadas
en ambas direcciones. A mi modo de verlo, el único criminal aquí es tu mamá.
¿Sin visitas? Soy tu mejor amiga, ¿o ella no recibió el memo cada año por los
últimos once años? La próxima vez que termine así, me sentaré encima de esa
mujer.
En la oscuridad, sentí mis temblorosos labios agrietarse en una sonrisa. Apreté
el teléfono contra mi pecho, dividida entre la risa y el llanto. Debería haber
sabido que Demi no me defraudaría. El recuerdo de todo lo que había salido
terriblemente mal desde que había despertado en el cementerio hace tres
noches, fue rápidamente eclipsada por el simple hecho de que tenía la mejor
amiga en el mundo. Tal vez todo lo demás había cambiado, pero mi relación
con Demi era sólida como una roca. Éramos irrompibles. Nada podría cambiar
eso.
—Demi —Suspiré, un suspiro de alivio. Quería disfrutar la normalidad de este
momento. Era tarde, se suponía que estábamos durmiendo, y aquí estábamos,
charlando con las luces apagadas. El año pasado, la mamá de Demi había tirado
su teléfono después de atraparla hablando conmigo después de apagar las
luces. A la mañana siguiente, delante de todo el vecindario, Demi fue al basurero
y se sumergió a buscarlo. A la fecha, usa ese teléfono. Nosotros lo llamamos
Oscar, como Oscar el Gruñón.
—¿Te están dando medicamentos de calidad? —Demi preguntó—. Al parecer, el
papá de Anthony Amowitz es farmacéutico, y probablemente podría
conseguirte algunas cosas buenas.
Mis cejas se levantaron en sorpresa.
—¿Qué es esto? ¿Tú y Anthony?
—Diablos, no. No de esa manera. He renunciado a los chicos. Si necesito
romance, eso es para lo que está Netflix.
Lo creeré cuando lo vea, pensé con una sonrisa.
—¿Dónde está mi mejor amiga y qué has hecho con ella?
—Me estoy desintoxicando de chicos. Al igual que una dieta, sólo que es para
mi salud emocional. No importa eso, voy para allá. —Demi continuó—. No he
visto a mi mejor amiga en tres meses, y esta reunión por teléfono es una
mierda. Chica, te mostraré el abrazo de oso.
—Buena suerte con llegar más allá de mi mamá —le dije—. Ella es la nueva
portavoz del helicóptero de la paternidad.
—¡Esa mujer! —siseó Demi—. Estoy haciendo la señal de la cruz en este
momento.
Podríamos debatir sobre el estatus de mi mamá como una bruja otro día. En
este momento, teníamos cosas más importantes que discutir.
—Quiero un resumen de los días previos a mi secuestro, Demi —dije, llevando
nuestra conversación a un nivel mucho más serio—. No puedo quitarme la
sensación de que mi secuestro no fue al azar. Tuvieron que haber señales de
advertencia, pero no puedo recordar ninguna de ellas. Mi doctor dijo que mi
pérdida de memoria es temporal, pero mientras tanto, necesito que me digas
adónde fui, qué hice, y con quien estuve esa última semana. Guíame.
Demi tardó en contestar.
—¿Estás segura de que es una buena idea? Es un poco pronto para que te
estreses sobre esas cosas. Tu mamá me contó sobre la amnesia…
—¿Es en serio? —la interrumpí—. ¿Estás del lado de mi mamá?
—Vete al diablo —Demi murmuró, cediendo.
Por los siguientes veinte minutos, relató todos los eventos durante la semana
final. Cuanto más hablaba, sin embargo, más se hundía mi corazón. Sin
llamadas telefónicas extrañas. Sin extraños merodeando inesperadamente en mi
vida. Sin autos inusuales siguiéndonos por toda la ciudad.
—¿Qué hay de la noche en que desaparecí? —pregunté, interrumpiéndola a
mitad de una frase.
—Fuimos al parque de diversiones de Delphic. Recuerdo haber comprado
perritos calientes… y luego se desató el infierno. Escuché disparos y la gente
comenzó a salir en estampida del parque. Regresé para encontrarte, pero ya no
estabas. Me imaginé que habías hecho lo más inteligente y saliste corriendo.
Sólo que no te encontré en el estacionamiento. Habría vuelto al interior del
parque, pero la policía llegó y sacó a todo el mundo. Traté de decirles que
podrías seguir dentro del parque, pero no estaban de humor. Obligaron a todos
a ir a casa. Te llamé un trillón de veces, pero no respondiste.
Sentí como si alguien me hubiera golpeado en el estómago. ¿Disparos? Delphic
tenía una reputación, pero aún así. ¿Disparos? Era tan extraño, tan
completamente indignante, que si nadie más que Demi me lo estuviera diciendo,
no lo habría creído.
Demi dijo:
—Nunca te volví a ver. Más tarde me enteré acerca de la situación de rehenes.
—¿Situación de rehenes?
—Al parecer, el mismo psicópata que disparó en el parque, tomó rehenes en la
sala de máquinas en la casa de la risa. Nadie sabe por qué. Con el tiempo te
dejó ir y salió corriendo.
Abrí mi boca, la cerré. Por fin había conseguido sorprenderme.
—¿Qué?
—La policía te encontró, consiguió tu declaración y te llevó a tu casa cerca de
las dos de la mañana. Esa fue la última vez que alguien te vio. En cuanto al tipo
que te tomó como rehén… nadie sabe lo que pasó con él.
Justo en ese momento, todos los hilos se unieron en uno solo.
—Debo haber sido tomada en mi casa —concluí, resolviéndolo a medida que
seguía—. Después de las dos de la mañana, probablemente estaba dormida. El
tipo que me tuvo de rehén debió haberme seguido a casa. Lo que sea que
esperaba lograr en Delphic fue interrumpido, y regresó por mí. Debió haber
irrumpido.
—Esa es la cosa. No había señales de lucha. Las puertas y ventanas estaban
todas bloqueadas.
Masajeaba la parte baja de mi mano en mi frente.
—¿La policía tiene alguna pista? Este tipo, quienquiera que fuera, no podría
haber sido un completo fantasma.
—Dijeron que lo más probable era que estuviera usando un nombre falso. Pero
para lo que vale, les dijiste que su nombre era Nick.
—No conozco a nadie llamado Nick.
Demi suspiró.
—Ese es el problema. Nadie lo sabe. —Se quedó un momento en silencio—.
Aquí hay otra cosa. A veces creo que reconozco su nombre, pero cuando trato
de recordarlo, mi mente se queda en blanco. Como si el recuerdo estuviera ahí,
pero no pudiera recuperarlo. Casi como… hubiera un agujero donde su nombre
debería de estar. Es la sensación más espeluznante. Me sigo diciendo a mí
misma que tal vez es sólo que quiero recordarlo, ¿sabes? Como si lo recordara y
¡bingo! Tendríamos a nuestro chico malo. Y la policía podría arrestarlo.
Demasiado simple, lo sé. Y ahora estoy sólo balbuceando. —Y luego, en voz
baja dijo—: Aún así… podría jurar…
La puerta de mi habitación se abrió, y mamá asomó la cabeza.
—Me iré a la cama, es de noche. —Sus ojos viajaron al BlackBerry—. Se está
haciendo tarde y ambas necesitamos dormir. —Esperó expectante, y capté su
mensaje oculto.
—Demi, me tengo que ir. Te llamaré mañana.
—Envíale a la bruja mi amor. —Y colgó.
—¿Necesitas algo? —Mamá preguntó, casualmente tomando el BlackBerry de
mis manos—. ¿Agua? ¿Mantas extras?
—No, estoy bien. Buenas noches, mamá.
—Forcé una rápida pero tranquilizadora sonrisa.
—¿Verificaste tus ventanas?
—Tres veces.
Cruzó la habitación y sacudió las cerraduras de todos modos. Cuando las
encontró seguras, dejó escapar una risa débil.
—No hace daño comprobar una vez más ¿verdad? Buenas noches, cariño —
añadió, alisando mi cabello y besando mi frente.
Después de que se fue, me acurruqué bajo mis sábanas y reflexioné sobre todo
lo que había dicho Demi. Un tiroteo en Delphic, pero ¿por qué? ¿Qué esperaba
llevar a cabo el tirador? ¿Y por qué, de las presumibles miles de personas en el
parque esa noche, me había escogido a mí como su rehén? Tal vez fue pura
mala suerte de mi lado, pero no se sentía correcto. El desconocido giró a través
de mi cabeza hasta que estuve exhausta. Si tan sólo… Si tan sólo pudiera
recordar.
Bostezando, me acomodé para poder dormir.
Quince minutos pasaron. Luego veinte. Permaneciendo sobre mi espalda, me
quedé mirando hacia el techo, bizqueando un poco, tratando de sorprender a
mi memoria y atraparla con la guardia baja. Cuando eso no produjo resultados,
trate un acercamiento más directo. Golpeé mi cabeza contra la almohada,
tratando de aflojar una imagen. Una línea de diálogo. Un olor que pudiera
generar ideas. ¡Cualquier cosa! Pero rápidamente se hizo evidente que, más que
cualquier cosa, iba a tener que conformarme con nada.
Cuando salí del hospital esta mañana, estaba convencida de que mi memoria se
había perdido para siempre. Pero con la cabeza despejada y con la peor de las
conmociones, estaba comenzando a pensar lo contrario. Sentí, de forma aguda,
un puente roto en mi mente, con la verdad al otro lado de la brecha. Si yo era
responsable por derrumbar el puente como un mecanismo de defensa en
contra del trauma que había sufrido durante mi secuestro, entonces
seguramente podría reconstruirlo de nuevo. Sólo necesitaba encontrar la
manera.
Comenzando con el color negro. Profundo oscuro y sobrenatural negro. No le
había dicho a nadie, pero el color se mantuvo cruzando por mi mente en los
más extraños momentos. Cuando lo hacía, mi piel se estremecía
placenteramente, y era como si pudiera sentir el color trazando un dedo
tiernamente a lo largo de mi mandíbula, inclinando mi mentón hasta hacerle
frente directamente. Sabía que era absurdo pensar que un color podría llegar a
vivir, pero una o dos veces, estuve segura de haber atrapado un destello de
algo más importante detrás del color. Un par de ojos. La manera en que me
estudiaban me llegaba al corazón.
Pero ¿cómo algo perdido en mi memoria durante este tiempo me causaba
placer en lugar de dolor?
Dejé escapar una lenta respiración. Sentía una urgencia desesperada de seguir
el color, no importaba a dónde me llevara. Ansiaba encontrar esos ojos negros,
estar de pie, cara a cara con ellos. Anhelaba saber a quién le pertenecían. El
color tiró de mí, llamándome a seguirlo. Racionalmente, no tenía sentido. Pero
la idea se atascó en mi cerebro. Sentí un hipnótico y obsesivo deseo de dejar
que el color me guiara. Con un poderoso magnetismo que incluso la lógica no
podía romper.
Dejé que este deseo creciera dentro de mí hasta que vibró con fuerza bajo mi
piel. Incómodamente caliente, luché con las mantas. Mi cabeza zumbada, daba
vueltas. La intensidad del zumbido aumentó hasta que me estremecí con calor.
Una extraña fiebre.
El cementerio, pensé. Todo comenzó en el cementerio. La noche negra, neblina
negra. Hierba negra, lápidas negras. El brillante río negro. Y un par de ojos
negros observándome. No podía ignorar los destellos de negro, y no podía
hacerlos dormir. No podría descansar hasta que actuara con ellos.
Me levanté de la cama. Estiré una camisa tejida sobre mi cabeza, me metí en un
par de pantalones, y me puse una chaqueta sobre mis hombros. Me detuve en
la puerta de mi dormitorio. El pasillo estaba en silencio excepto por
reverberante tictac del reloj de péndulo subiendo a la planta principal. La puerta
de la habitación de mamá no estaba cerrada del todo, pero no había luz
derramándose por la grieta. Si escuchaba lo suficientemente bien, podría
distinguir el suave ronroneo de sus ronquidos.
Me moví silenciosamente por las escaleras, tomé una linterna y la llave de la
casa, y salí por la puerta trasera, temiendo que las chirriantes tablas en el
porche delantero me pudieran revelar. Eso, y el oficial uniformado estacionado
en la acera. Estaba ahí para distraer a los periodistas y a las cámaras, pero tenía
la intención de que si me paseaba por el frente a esta hora, marcaría
rápidamente al Detective Basso.
Una pequeña voz en la parte posterior de mi mente, protestó que
probablemente no era seguro salir, pero me encontraba propulsada por un
trance extraño. Noche negra, neblina negra. Hierba negra. Lápidas negras.
Brillante río negro. Un par de ojos negros observándome.
Tenía que encontrar esos ojos. Ellos tenían las respuestas.
Cuarenta minutos más tarde, me acerqué a las arqueadas compuertas que
conducían al interior del cementerio Coldwater. Bajo la brisa, las hojas giraban
debajo de sus ramas como oscuros molinetes. Temblando por el frío húmedo
en el aire, usé a base de prueba y error para encontrar mi camino de regreso a
la lápida lisa, donde todo había comenzado.
Agachándome, deslicé un dedo sobre el viejo mármol. Cerré los ojos y bloqueé
los sonidos nocturnos, concentrándome en la búsqueda de los ojos negros.
Lancé mi pregunta, esperando que la escucharan. ¿Cómo había llegado al punto
de dormir en un cementerio después de pasar once semanas en cautiverio?
Dejé que mis ojos viajaran en un lento círculo alrededor del cementerio. Los
olores del decadente otoño que se aproximaba, el rico sabor de la hierba
cortada, el pulso de las alas de los insectos rozando entre sí, nada de eso
iluminó la respuesta que tan desesperadamente deseaba. El color negro,
burlándose de mí por días, me había fallado. Empujando mi mano en los
bolsillos de mis pantalones, me giré para irme.
Desde el borde de mi visión, me di cuenta de una mancha en la hierba. Recogí
una pluma negra. Era fácilmente la longitud de mi brazo, desde el hombro hasta
la muñeca. Mis cejas se fruncieron mientras trataba de imaginar qué clase de
ave pudo haberla dejado. Era demasiado grande para ser de un cuervo.
Demasiado grande para cualquier ave, por lo que a mí respectaba. Corrí un
dedo sobre la veleta de la pluma, cada satinada púa regresando a su lugar.
Un recuerdo se agitó dentro de mí. Ángel, me pareció escuchar un suave
susurro.
Eres mía.
De todas las ridículas y confusas cosas, me sonrojé. Miré a mi alrededor, sólo
para asegurarme de que la voz no era real.
No te he olvidado.
Con mi postura rígida, esperé a escuchar la voz de nuevo, pero se desvaneció
en el viento. Cualquier parpadeo de recuerdos que dejé atrás, se lanzó fuera de
mi alcance antes de que pudiera siquiera comprenderlos. Me sentí desgarrada
entre el deseo de arrojar lejos la pluma, y el frenético impulso de enterarla
donde nadie la encontrara. Tuve la intensa impresión de haberme tropezado
con algo secreto, algo privado, algo que podría causar un gran daño si era
descubierto.
Un auto aceleró en el estacionamiento justo encima de la colina del cementerio,
con la música a todo volumen. Escuché gritos y corrientes de risas, y no me
habría sorprendido si pertenecieran a personas con las que fui a la escuela. Esta
parte de la ciudad estaba cubierta de árboles, lejos del centro de la ciudad, y
hacía un buen lugar para pasar el rato sin vigilancia en las noches y fines de
semana. No queriendo toparme con alguien que conociera, especialmente ya
que mi repentina reaparición estaba esparciéndose a través de las noticias
locales, metí la pluma bajo mi brazo y camine a velocidad por el sendero de
grava que conducía de regreso a la carretera principal.
Poco después de las dos y media de la mañana, entro a la casa de campo y,
después de bloquearla, subo de puntillas por las escaleras. Me quedo de pie,
indecisa, en el centro de mi habitación por un momento, y luego escondo la
pluma en el cajón de en medio de mi vestidor, donde también escondí mis
calcetines, mis medias y bufandas. En retrospectiva, ni siquiera sabía por qué la
había traído a casa. No era común en mí recoger objetos chatarra, y mucho
menos meterlas dentro de mis cajones. Sin embargo, había generado un
recuerdo…
Quitándome la ropa y extendiendo un bostezo, me volví hacia la cama. Estaba a
mitad de camino cuando mis pies se detuvieron. Una hoja de papel descansaba
en mi almohada. Una que no había estado ahí cuando me fui.
Me di la media vuelta, esperando a ver a mi mamá en la puerta, enojada y
afectada por haberme escapado. Pero teniendo en cuenta todo lo que había
sucedido ¿realmente pensaba que simplemente me dejaría una nota al
encontrar la cama vacía?
Tomé el papel, dándome cuenta de que mis manos temblaban. Era la hoja de
un cuaderno, como las que usaba en la escuela. El mensaje pareció haber sido
garabateado de prisa en Sharpie negra.
SÓLO PORQUE ESTÉS EN CASA
NO SIGNIFICA QUE ESTÉS A SALVO.
continuara
q tal se q hay muchos cabos sueltos pero asi es el libro no todo se sabe de buenas a primeras espero q les alla gustado eso solo es el comienzo de mucahs cosas q pasaran aqui otra cosita dudas aganmelas saber y se las repondere
ElitzJb
Re: Un Angel Caido y Un Amor Prohibido (Finale IV Temporada) Joe y _Tn. (TERMINADA)
AAAAAAAHHHHH!!!
ESE COLOR ES DE JOEEEE!!!!!
PERO POR QU NO LO RECUERDAAAA?????
AAAAAAAHHH CASI LLORO CUANDO RECOGIO LA PLUMA Y OYO LA VOZ!!!!
AAAAAAAAAAHHHHH!!!!!
SIGUELAAAAA PORFIISSS
ESE COLOR ES DE JOEEEE!!!!!
PERO POR QU NO LO RECUERDAAAA?????
AAAAAAAHHH CASI LLORO CUANDO RECOGIO LA PLUMA Y OYO LA VOZ!!!!
AAAAAAAAAAHHHHH!!!!!
SIGUELAAAAA PORFIISSS
chelis
Re: Un Angel Caido y Un Amor Prohibido (Finale IV Temporada) Joe y _Tn. (TERMINADA)
Me emocione cuando encontró la pluma
Estoy segura que Hank le borro la memoria para que no recordara a Joe
Lo se estoy muy segura
Ay siguela por favor sube otro
Estoy segura que Hank le borro la memoria para que no recordara a Joe
Lo se estoy muy segura
Ay siguela por favor sube otro
JB&1D2
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