Re: "Sombras en la noche" {Joe & tu}

por ***annie d' jonas*** Dom 23 Mayo 2010, 8:51 pm

u_u cap!!!!!! :cyclops:

por Invitado Dom 23 Mayo 2010, 8:55 pm

Una brisa que provenía de alguna parte hizo que la llama de la vela vacilara. ______ apartó los ojos de las páginas y miró hacia detrás. Pero, por supuesto, no había nadie. No había nada. Aquello no era real.
—Oh, Dios mío —susurró—. Esto no es... no son unas memorias. Es ficción. ¡Es una ficción increíble, impresionante!
Oh, quizá no lo hubiera sido para el hombre que lo había escrito. El artista que, con una locura deliciosa, había creado aquel cuento y que, seguramente, lo había creído. Un hombre que había creído de verdad que era un vampiro. Un hombre que había vivido allí, con toda probabilidad. En aquella misma casa.
De repente, algo hizo un ruido contra la ventana. ______ se asustó y se llevó una mano al pecho, al lugar en el que su corazón había dado un salto. Sólo había sido la rama de un árbol, doblada por el viento, que había raspado el cristal. No una criatura de la noche que se llamaba Joe a sí mismo, que había vuelto a exigir que le entregara sus memorias. Por supuesto que no. Los vampiros no existían.
El repentino movimiento y el susto la habían dejado mareada, y tenía el corazón acelerado. Esperó a que se le pasara y respiró hondo. Al mirar la hora, se dio cuenta de que llevaba horas sentada en aquella buhardilla polvorienta, perdida en el mundo imaginario de un loco, cuando debería haber estado trabajando en su propio guión.
Dios, ¿cómo iba a ser capaz de escribir un buen guión, uno que David pudiera vender, en sólo tres meses? Sobre todo a partir de aquel momento, después de haber leído aquella increíble historia.
Vagamente, se preguntó cuánto tiempo habría tardado el imaginativo Joe en escribir sus memorias. No mucho, pensó... si todos los volúmenes de aquel baúl estaban llenos. No entendía cómo era posible que lo hubiera hecho durante su corta vida.
Sin embargo, estaba muerto. Tenía que estarlo, porque ella había encontrado, finalmente, una fecha... Y sus palabras, sus historias, estaban allí, intactas. Tan vividas, tan maravillosamente escritas, que era casi penoso que no las compartiera con el resto del mundo. Si ella hubiera escrito algo tan bueno como aquello y nadie lo hubiera visto, habría sido...
Oh. Dios, se le acababa de ocurrir... Aquello podría ser su trabajo. Nadie más lo sabía, así que podría ser su propia obra. ¿Quién iba a notar la diferencia? —No —susurró en voz alta—. No estaría bien. ¿Realmente no estaría bien? Acababa de pensar que era un crimen que aquel trabajo permaneciera oculto. Acababa de reconocer que, si ella fuera la autora, hubiera pasado la eternidad lamentando que nadie lo hubiera encontrado. Al fin y al cabo, la palabra escrita estaba hecha para ser leída y compartida por todo el mundo. Experimentada.
Se arrodilló junto al baúl abierto. ¿Qué daño podría hacer? Joseph había muerto hacía mucho tiempo, y no era posible que nadie conociera la existencia de aquellos volúmenes. De otro modo, no estarían allí, comidos por la humedad. ¡Y había tantos!
—Dios mío —susurró—. Esto es una mina de oro. Estoy sentada sobre una mina de oro.
Aquello era algo más que un baúl lleno de historias. Era el camino hacia todo lo que deseaba, la llave para recuperar todo lo que había perdido. Riqueza, poder, fama. Su retorno triunfante a Los Ángeles. Aquello era un regalo que le había dejado un loco, muerto hacía mucho tiempo, que se llamaba a sí mismo Joe y que creía ser un vampiro.
Tomó el primer volumen cuidadosamente y se lo apretó contra el pecho. Se levantó y bajó al despacho.
Y en aquella ocasión, cuando puso las manos sobre el teclado, las memorias de Joe estaban abiertas junto al teclado. Las palabras fluyeron.

Esto es poquito así que ahora pongo más, es que como venia el capitulo 3 lo queria separar:)

por Invitado Dom 23 Mayo 2010, 8:56 pm

*n_n annette n_n* escribió:u_u cap!!!!!! :cyclops:

Voy a editar otro mientras lees el que deje recien:) gracias por pasar de pagina!:D

por Invitado Dom 23 Mayo 2010, 9:03 pm

Talvez en este capitulo aparescan cosas que nada que ver con lo que se venia leyendo, Pero es porque todo lleva una conclusión necesitan este capitulo para entender TODO lo que se viene. WII :| JAJa ahí va.

3

Maxine Stuart estaba viendo JFK por decimoctava vez en la pequeña televisión de su habitación, con 'El guardián' entre el centeno en el regazo y una lata de refresco medio vacía en la mesilla de noche, cuando oyó las sirenas. Se levantó rápidamente y fue hacia la ventana. En el cielo de la noche, hacia el sur, vio un brillo rojizo en el horizonte. Un Jeep tomó la curva del camino hacia su casa y, un segundo después, oyó que se abría la puerta delantera y que su madre hablaba con sus mejores amigos. Apagó la televisión y salió de su cuarto.
Se los encontró en el pasillo y se dio cuenta de que ocurría algo grave. Jason no temblaba fácilmente, y estaba temblando. Storm, que en realidad se llamaba Tempest, pero que odiaba su nombre, estaba completamente pálida. La madre de Maxine los seguía.
—¿Qué ocurre? ¿Qué es lo que se está quemando? —preguntó Max.
—Spook Central —respondió Jason—. Y no parece que tenga remedio.
—Es horrible —dijo Stormy, con los ojos, azules y brillantes como dos joyas, llenos de lágrimas—. No creo que nadie salga vivo.
Spook Central. La Central de los Espectros. Aquel era el nombre preferido de Maxine para aquel centro gubernamental, un conjunto de barracones enormes que había a las afueras de la ciudad, y que no tenía denominación oficial. El edificio principal era inmenso, y estaba bien alejado de la valla, altísima, electrificada y rodeada de cámaras de vigilancia. Todo estaba envuelto en el misterio. Lo que la mayoría de la gente pensaba era que se trataba de un laboratorio de investigación donde se trabajaba para encontrar una vacuna contra el sida, una cura para el cáncer, cosas por el estilo. Algo demasiado elevado como para dedicarse a curiosear. ¿Quién iba a cuestionar una misión tan sagrada?
Maxine tenía sus propias teorías, como en la mayoría de los casos, y en aquel momento esperaba que su versión estuviera equivocada. Siempre había pensado que aquel lugar era un laboratorio militar y que allí se investigaba sobre armas biológicas y químicas.
Entró de nuevo en su habitación, tomó su chaqueta y volvió a salir al pasillo. —Vamos.
—¿Ir? ¿Adonde? —le preguntó su madre. Ninguno de los tres respondió, y Ellen los rodeó mientras caminaban hacia la puerta para cortarles el paso—. Max, no vayáis. Entorpeceréis el trabajo que estén haciendo, y es probable que salgáis heridos.
—Vamos, mamá. Tengo veinte años. No voy a molestar a los bomberos. Sólo quiero saber qué es lo que está ocurriendo.
—Entonces, léelo en el periódico de mañana, como todo el mundo.
—Dios, ¿cómo puedes ser tan inocente?
Ellen Stuart suspiró, preocupada, pero también resignada. Nadie había sido capaz de hacer que Maxine Stuart cambiara de opinión acerca de algo, y su propia madre lo había experimentado desde el día en que le llevaron a la huérfana de tres meses a su casa.
—Tened cuidado.
—Siempre tenemos cuidado —respondió su hija, y tomó su pequeña mochila del perchero de la entrada.
Cuando los tres amigos estuvieron sentados en el coche, Maxine dijo:
—Mirad. Se ve el fuego desde aquí. Miradlo.
Stormy se estremeció y bajó los ojos. Jason se quedó mirándolo fijamente, y después encendió la radio y buscó por el dial.
—Sabía que querrías ir —dijo—. Yo me he enterado por mi hermano. Si él no fuera bombero voluntario, probablemente no lo sabría todavía.
—¿No han dicho nada por la radio, Jay? —le preguntó Stormy, bastante nerviosa. Él siguió moviendo el dial, y después sacudió la cabeza, lentamente.
— Creía que iban a dedicarle un especial, alguna porquería de esas, pero no dicen ni una palabra.
—Dirán lo que les ordenen —dijo Maxine—. A pesar de lo que mi madre piense sobre los periódicos, estoy segura de que no hablarán de ello, porque esto tiene que ser alguna misión secreta del gobierno.
Stormy se encogió de hombros y desvió la mirada. Aquellos temas siempre hacían que se sintiera incómoda, pero Maxine no se sentía incómoda hablando de ellos. Se sentía más incómoda por haber vivido prácticamente a la sombra de aquel enorme complejo misterioso y bien protegido, y no haber sabido nunca qué había dentro.
Sí sabía una cosa con certeza: aquello no era un laboratorio de investigación contra el sida, y era posible que después de aquel incendio nadie supiera qué había sido en realidad.
Cuando llegaron al punto de la carretera donde los vehículos de emergencia estaban aparcados, se detuvieron. Había vallas que les cortaban el paso, así que bajaron del Jeep y observaron las llamas altísimas que ascendían por el cielo nocturno. Max notaba el sabor del humo en la boca cada vez que respiraba.
—Por aquí —dijo, y caminó por el lado derecho de la carretera, más allá de los vehículos aparcados. Sus amigos la siguieron. Llegaron a la entrada del complejo, donde había bomberos por todas partes, completamente concentrados en su trabajo. Maxine se agachó detrás de una ambulancia, y tiró de Jason y de Stormy. Los coches de bomberos habían pasado dentro del complejo. La garita de vigilancia estaba vacía, y la puerta estaba abierta. La valla y la alambrada estaban rotas a la izquierda y a la derecha, y las cámaras hechas pedazos. Los bomberos voluntarios, vestidos con trajes amarillos, manejaban grandes mangueras conectadas con los tanques de agua de los coches. Cada vez que conseguían que las llamas retrocediesen un poco, los vehículos se adelantaban más, y los hombres se acercaban más al infierno.
—No entiendo cómo soportan el calor. Dios, yo lo noto desde aquí —dijo Storm, apretándose la palma de la mano contra la mejilla.
—Me sorprende que no se les hayan fundido las mangueras —dijo Jason—. Si se acercan más...
—Si se acercan más —terminó Maxine—, podremos entrar.
—¿Qué? —le preguntó Jason, mientras Storm la miraba boquiabierta—. Tienes que estar de broma, Max. No podemos entrar ahí.
—No hay nadie vigilando la entrada. Todos están concentrados en el fuego. Podemos entrar sin problema.
—Max, sé que podemos entrar. Lo que quería decir es que no debemos hacerlo.
Entonces, fue ella la que los miró asombrada.
—¿Estáis locos? Desde que me di cuenta de que esa estúpida historia del laboratorio de investigación sobre el cáncer y el sida era una patraña, he estado muriéndome de ganas de atravesar esas puertas.

por Invitado Dom 23 Mayo 2010, 9:29 pm

—Lo cual significa desde que tenías seis años — murmuró Stormy.
—Pero, ¿es que no os dais cuenta? Esta es nuestra oportunidad. No hay guardias, y por fin podemos saber qué hay detrás de esa mentira.
—¿Y crees que va a quedar algo que ver, Max? Las llamas están devorándolo todo — apuntó Jason.
—No lo sabremos hasta que no entremos.
Él suspiró, bajó la cabeza y se pasó una mano por el cráneo afeitado. Ninguno de los tres habló de nuevo durante un buen rato, mientras seguían allí agachados, mirando. Finalmente, Max se levantó y salió corriendo hacia las puertas. Sus amigos dudaron, pero la siguieron. Los tres pasaron por delante de la garita y se escondieron tras los árboles que bordeaban el camino.
—Bueno, lo hemos conseguido —dijo Max.
—Si nos pillan aquí, van a empapelarnos.
—No
lo pienses, Jason. ¿Veis aquel mástil? —les preguntó, señalándolo. Jason y Stormy miraron el mástil, y después la miraron a ella de nuevo—. Una vez que lleguemos hasta allí, podemos rodear el edificio y entrar por la parte de atrás.
—Y entonces, la pared en llamas puede derrumbarse sobre nosotros, aplastándonos y asándonos al mismo tiempo —dijo Storm, con el reflejo del fuego bailándole en los ojos.
Max se tragó las dudas que tenía sobre si debía arrastrar a sus dos mejores amigos a aquello, diciéndose que era por una buena causa. Además, no sufrirían ningún daño. Ella no lo permitiría. Maxine Stuart cuidaba de sus amigos.
Entonces salió disparada hasta el final del camino, donde terminaban los pinos, y ellos la siguieron. Después corrieron hacia la parte trasera del edificio. Era un montón del cual salían llamas por todas partes, aunque la mayor parte del fuego se había trasladado a la
parte delantera, y estaba acabando con ella. Había cenizas y humo.
¿Habría también gente allí?, se preguntó Max. ¿Cuerpos?
Max miró a su alrededor.
—¿Veis aquellos arbustos? Están alejados del fuego —les dijo, señalándolos—. Esperadme allí. Os prometo que no tardaré.
—No, Max —le advirtió Jason. Parecía que estaba enfadado—. No lo hagas.
—Cinco minutos. Sólo cinco minutos. Esto sólo ocurre una vez en la vida, Jay — y no esperó a que él replicara. Simplemente, echó a correr. Hacía mucho calor, y el humo le quemaba la nariz. Corrió hasta que llegó a la pared trasera, tosiendo y entrecerrando los ojos para conseguir ver algo a través del fuego y de las oleadas de calor insoportable. En el suelo había cajas rotas, ordenadores destrozados, quemados, hechos
trizas. ¿Acaso alguien los habría tirado por la ventana en un esfuerzo por evitar que se destruyeran? ¿O quizá para destruirlos? Max le dio una patada a uno. Habría dado cualquier cosa por conseguir alguno de aquellos discos duros. Sólo Dios sabía lo que podría encontrar allí. Se agachó para intentar tomar algo de una pila de escombros, pero los trozos estaban tan calientes que le abrasaron los dedos y retiró la mano
de un tirón.
— ¡Demonios! - Se llevó los dedos quemados a los labios, los sopló y los sacudió en el aire mientras seguía caminando. Su pie chocó contra algo que rodó, y cuando miró
hacia abajo, acercándole, se dio cuenta de que estaba inclinada sobre un antebrazo y una mano carbonizados.
— ¡Dios mío!
Se le aceleró la respiración, y aunque sus pulmones recogían más y más humo cada vez
que inhalaba, no podía evitarlo. Continuó su búsqueda, y vio otros restos humanos entre el desastre. Más y más. Cuerpos. Partes de cuerpos. Era como si estuviera andando por el infierno. Jesús, ¿por qué nadie había podido salir vivo? ¿Qué demonios habría ocurrido allí? Aquello era una estupidez. Había sido tonta al ir allí. Empezó a darse la vuelta para volver con Jason y Stormy, cuando un movimiento le llamó la atención. Se quedó inmóvil, con los ojos entrecerrados. Poco a poco, el movimiento tomó forma. Un hombre con la ropa quemada y con la piel tan ennegrecida que Max no supo si era blanco o negro. Estaba encorvado y caminaba inestablemente, inclinándose e irguiéndose una y otra vez. Parecía como si estuviera recogiendo cosas, escapando del infierno sin
querer dejar nada atrás. Ella estaba a punto de ofrecerle su ayuda cuando oyó que alguien gritaba su hombre desde la distancia. El hombre también oyó la voz de Stormy, y volvió la cabeza hacia donde procedía el grito. Una llama saltó en algún lugar cercano a él e iluminó su rostro durante un instante. Se le había quemado por completo el pelo de una parte de la cabeza, y tenía un lado del cuero cabelludo y de la cara completamente abrasado. Max intentó memorizar sus rasgos, su cara redonda, la forma de su barbilla. Él se metió lo que había tomado del suelo en los bolsillos, y corrió como pudo, vacilante, hacia Maxine.
Ella se agachó y contuvo el aliento, obligándose a permanecer inmóvil. No sabía con seguridad si aquel hombre era peligroso, pero si estuviera haciendo algo positivo, no huiría. Quizá fuera sólo un entrometido, como ella. Pero probablemente no. Había
estado dentro del edificio en llamas. Aquello era evidente.

por Invitado Dom 23 Mayo 2010, 9:31 pm

Pongo una partecita más? :)

por Invitado Dom 23 Mayo 2010, 9:32 pm

Si no siento como si qedara muy colgado (?) x)

por Invitado Dom 23 Mayo 2010, 9:36 pm

Cuando él pasó cojeando a su lado ni siquiera se molestó en mirarla. Pasó tan cerca que Max percibió el olor a carne quemada y le dio un vuelco el estómago. Al hombre se le cayó algo de la chaqueta. En realidad, dos cosas. Sin embargo, él no se dio cuenta, y siguió cojeando hasta que se perdió entre el humo.
Maxine tragó saliva y tomó ambas cosas. Una de ellas era un cd-rom, y la otra, una especie de placa de identificación. Notó que le temblaban las manos mientras se lo metía en el bolsillo. Se incorporó y echó a correr hacia el arbusto donde estaban sus amigos, sin mirar de nuevo la carnicería que encontró a su paso. Al llegar, cayó de rodillas sin aliento.
— ¡Gracias a Dios que has vuelto ya! —le dijo Storm. Se agachó a su lado y le puso la mano sobre la espalda, acariciándola—. ¿Estás bien? ¿Qué ha pasado allí?
—¿Has encontrado algo? ¿Qué has visto? —le preguntó Jason.
Maxine levantó la cabeza y los miró.
—Es... había... había cuerpos.
—Oh, Dios —dijo Stormy, cerrando los ojos.
Max se agarró del antebrazo de Jason, y él la ayudó a levantarse.
—Vámonos de aquí, ¿de acuerdo? —le dijo Jason.
Ella asintió y se levantó. Los tres caminaron juntos, y casi habían llegado a la puerta cuando oyeron los sonidos de unos motores y llegaron unos vehículos rugiendo por toda la calle. Se detuvieron en la entrada. Al menos uno de los camiones llevaba montada una metralleta en un trípode en la parte de atrás. En un segundo, varias decenas de soldados armados se habían bajado de los furgones y se habían extendido por todo el terreno.
A unos metros de ellos había un policía de espaldas a ellos, observando los movimientos con la cabeza inclinada a un lado. «Mi policía», pensó Maxine, con cierto alivio. Jason también lo vio y le apretó el brazo a Max, susurrándole:
—Un poli.
—No pasa nada. Es Lou Malone.
Jason la miró con el ceño fruncido.
—Da clases en el curso de defensa para mujeres que estoy haciendo.
—Tienes que acordarte, Jay —le dijo Storm—. Trabajaba en las fiestas del instituto. Es ese del que Max siempre ha estado enamorada.
—Ah, sí. Ése —y miró a Max para preguntarle si todavía le gustaba, pero ella se limitó a poner los ojos en blanco y mirar hacia otra parte.
De repente, alguien empezó a hablar por un megáfono, y los chicos se sobresaltaron.
—Éstas son instalaciones gubernamentales y por lo tanto, ésta es una operación militar. Los bomberos locales cesarán toda actividad inmediatamente, y nadie abandonará el lugar sin autorización. Por favor, formen una fila ordenada cerca de la puerta principal y serán escoltados fuera de la zona. Eso es todo.
—¿Qué está ocurriendo, Max? —le preguntó Storm, agarrándola por el brazo—. Tienen armas.
—No van a usarlas —dijo Jason, intentando que su voz sonara confiada—. Quiero decir que son soldados, y tienen que llevar armas. ¿Entiendes?
Entonces observaron cómo los soldados separaban a los bomberos de los camiones tanque y trataban de quitarles las mangueras. Algunos obedecieron, pero aquellos que no se movieron lo suficientemente rápido fueron registrados allí mismo y después conducidos hasta la puerta. Algunos soldados registraron los camiones.
—No entiendo nada —dijo el oficial Malone para sí mismo—. ¿De qué va esto?
Maxine se acercó a él y carraspeó. Él se volvió rápidamente y se la quedó mirando atónito. Ella lo quería. Lo había querido desde el instituto, y no le importaba que tuviera una cara áspera y con arrugas, o que fuera dieciocho años mayor que ella. Ni siquiera importaba que la considerara una cría pesada con demasiada imaginación.
—Pero bueno, si es Mad Maxie Stuart, mi pelirroja favorita —dijo, sacudiendo la cabeza suavemente—.. ¿Por qué demonios no estaré sorprendido de verte aquí?
—Hola, Lou. Sólo quería ver el incendio. —Mm, mm —dijo, al ver a sus dos amigos—. ¿Es que no tenéis el suficiente sentido común como para no dejar que os arrastre en sus planes?
Ellos se encogieron de hombros y no dijeron nada. —Lou, no me gusta esto —dijo Max—. Lo de los soldados. Están registrando a todo el mundo. —Sí, ya lo veo.
—Es sólo una excusa para meterles mano a las chicas —dijo Storm—. Si creen que van a ponerme las manos encima, están muy confundidos.
Maxine observó la mirada de Lou mientras escuchaba a Stormy, y supo que su amiga había elegido la táctica correcta.
—A mí tampoco me gusta la idea de que esos me metan mano, Storm —mientras hablaba, un soldado golpeó a un bombero que se resistió y lo puso contra la garita. Lou lo vio y parpadeó.
—Tengo miedo, Lou. Quiero salir de aquí —le pidió Max.
Lou Malone apretó los labios mientras pensaba. Finalmente, asintió.
—No es que vosotros, unos crios, seáis precisamente una amenaza para la seguridad nacional. Estos tíos están siendo demasiado meticulosos, me parece a mí. Mirad, hay un agujero en la valla, justo detrás de aquellos pinos. ¿Lo veis? Está al lado del árbol más alto. Salid por allí. Yo no os he visto. —Gracias, Lou.
Él asintió con preocupación. Impulsivamente, Max se puso de puntillas y le dio un beso en la mejilla.
—Largaos directamente a casa, Mad Max. No quiero que os mezcléis más en asuntos de adultos, ¿entendido? —Te lo prometemos —dijo ella. Después los tres salieron corriendo en la dirección que él les había mostrado.
Cuando Jason y Storm se hubieron marchado a casa, Max se sacó la placa de identificación y el disco duro del bolsillo de la chaqueta. No les había dicho nada a sus amigos sobre los trofeos que había encontrado; no quería que nada pudiera ponerles en peligro, o convertirles en cómplices si lo que había hecho era un crimen. Aquella noche, muy tarde, limpió la placa, parcialmente derretida, para estudiarla. Tenía la fotografía de un hombre, y decía:
Frank W. Stiles. Nivel de Seguridad: Alfa. DIP.
Ella sabía lo que significaba nivel de seguridad alfa. Lo había averiguado la primera vez que había intentado destapar la verdad acerca de los ovnis y de las maniobras del gobierno. Alfa era la palabra que se usaba para indicar las autorizaciones de seguridad de alto nivel que se les concedían a ciertas agencias que estaban bajo los auspicios de la CÍA. Pero en todos aquellos años de investigación, nunca se había encontrado con ninguna referencia sobre alguna agencia u operación llamada DIP.
Dios, ¿qué sería lo que había encontrado?
Estaba casi temblando cuando le quitó el hollín al cd-rom y lo metió en el ordenador, rogando que el calor no lo hubiera destruido. Y no lo había hecho. Cuando accedió a su contenido, la pantalla se puso negra y aparecieron unas letras en rojo.

DOCUMENTOS DE ALTO SECRETO DE LA DIVISIÓN DE INVESTIGACIONES PARANORMALES. EXPEDIENTES DE LOS CASOS D 145.9-H376.51

Al leer aquello, se puso rígida y tuvo que darse ánimos para continuar. Presionó el botón del ratón, y en la pantalla apareció una lista de nombres.

Javier, alias Nantar.
Damián, alias Gilgamesh.
Thomas, Matthew.
Daniella.
Joseph.
Devón, Josephina.

_______________
Enrealidad le cambie los nombres a Javier & Thomas. Nosé me ocurrieron otros x) Porqe venia alfabéticamente. Por la D, cosa qe 'Joseph' no encajaba en nada JAJAJ y bue. Voy a leer otro libro, espero que eso sea suficiente por hoy. Mañana subire más:)

por ***annie d' jonas*** Dom 23 Mayo 2010, 10:06 pm

estuvo geniaall!! pero me dio asco la parte donde se encontro resto de cuerpos quemados iuuuuuuu!!!!

bno aunq no eh entendido aun!!!
pero cuando pongas los demas capsss lo voy a enterder :P
jaja espero q la sigas pronto!!!!!! :lol!:

por Invitado Lun 24 Mayo 2010, 11:29 am

Buen día! o buenas tardes x) me voy a fijar a donde quede para subir:)

por Invitado Lun 24 Mayo 2010, 11:36 am

Había más o menos unos trescientos, calculó después de haber recorrido todas las páginas del documento.
Volvió al principio, y de repente sus ojos se fijaron en un nombre que captó por completo su atención.

Drácula, Vlad (ver la biografía completa).

«¿Qué demonios...». Hizo un clic sobre el nombre y apareció un dibujo. Era el retrato de un hombre moderno, con el pelo negro y largo y los labios extrañamente rojos.

El mejor conocido de toda la especie, nació en los Cárpatos y fue transformado, según nuestras investigaciones, poco después de cumplir los veinte años. Apadrinado por un soldado enemigo desconocido, probablemente un turco. La última vez que se le vio fue en mayo de mil novecientos noventa y dos, en París.

«¿La última vez?», se preguntó ella, parpadeando mientras miraba la pantalla e intentaba asimilar lo que estaba leyendo. «¿En el noventa y dos?».
Bajo el retrato había más títulos para elegir: Asesinatos, Socios, Guaridas, Biografía completa.
«¿Qué es esto, en el nombre de Dios?».
Hizo clic en otro de los nombres de la lista, y de nuevo apareció en la pantalla otro retrato, en aquella ocasión una fotografía con la etiqueta de tomada antes de la transformación.

Josephina Devon. Nacida de Brooklyn, Nueva Cork, en mil novecientos sesenta y dos. Transformada en el verano de su treinta cumpleaños, junio de mil novecientos noventa y dos. Apadrinada por R-532, alias Rhiannon. El vampiro fue capturado por los investigadores de la División en diciembre del mismo año. Fue trasladada al cuartel general de la DIP en White Plains, Nueva York. Murió en cautividad en mil novecientos noventa y cinco.

De nuevo, ofrecía más información, pero en aquella ocasión con un añadido importante: Análisis y pruebas realizados sobre el sujeto. Resultados.
Aquello no podía ser real.
Cuando hizo clic sobre Biografía, encontró un documento de más de doscientas páginas, con detalles que hicieron que su mente girara alrededor de la imposibilidad de todo aquello. Cuando abrió el expediente que trataba los experimentos y las pruebas, pensó que iba a vomitar. Aquella persona, aquella mujer, había sido una rata de laboratorio. Habían experimentado con ella en aquel edificio, en su propia ciudad.
Pero no. No había sucedido, porque no era real. Los vampiros no existían. Y mucho menos existía una agencia gubernamental dedicada a investigar sobre
ellos.
Sin embargo, allí tenía una prueba de que sí existían.
¿Y qué demonios se suponía que tenía que hacer ella?
Al día siguiente sonó el timbre de la puerta, pero cuando Max abrió, no había nadie. Sólo un sobre marrón a sus pies. Su madre ya se había ido al trabajo. Maxine tomó el sobre mirando a ambos lados de la carretera por si acaso veía algún vehículo sospechoso. Nada. Ni una palabra, ni una etiqueta, ni un sello.
Entró en la casa, cerró la puerta y rasgó el sobre. Contenía tres fotografías polaroid. La primera era de Jason, ¡dormido profundamente, en su propia cama! La segunda era de Stormy, de espaldas, mientras se duchaba. La tercera era de su madre, saliendo del coche, en el parking del hospital donde trabajaba como enfermera.
Mientras estaba mirando las fotografías, con el ceño fruncido y el corazón acelerado, sonó el teléfono. Descolgó el auricular y se lo llevó al oído.
—¿Te gustan las fotografías, Maxine?
Aquella voz era un susurro tan frío que hizo que se le helara la sangre.
—¿Quién demonios es? —Maxine se acercó al contestador y puso la grabadora en marcha.
—Esas fotos se han hecho durante las últimas doce horas, ¿sabes?
—¿Por qué? —agarraba con tanta fuerza el auricular que tenía los nudillos blancos. Deseaba que fuera el cuello de aquel desgraciado. ¿Cómo se atrevía? Dios, había estado en la habitación de Jason. En la ducha de Stormy. Y en aquel aparcamiento oscuro, a solas con su madre.
—Para demostrarte lo fácil que me resulta saberlo todo acerca de ti, y lo rápida y fácilmente que puedo llegar hasta la gente a la que quieres. Para dispararlos. Esta vez ha sido con una cámara, pero...
—Si se mete con mi familia o mis amigos, lo mataré. ¿Me entiende?
—Esa es una buena amenaza, viniendo de una niña que acaba de salir del colegio —él soltó una carcajada ronca y baja, que degeneró en una tos.
Max apartó el teléfono y lo miró, al darse cuenta de que aquel hombre era él. Era el individuo que había visto salir del edificio en llamas con la cara quemada. Debía de haberla visto, después de todo. Cuando dejó de toser, ella se acercó de nuevo el auricular.
—¿Por qué me ha llamado? ¿Qué quiere de mí?
—Quiero que olvides todo lo que viste anoche. Que actúes como si nunca hubieras estado allí. Que no se lo digas a nadie.
—Bien. Encantada. Si me dice lo que ocurrió.
—Te estoy ofreciendo un buen trato, Maxine. Olvida que me viste.
—Pero...
—¡Escúchame, estúpida entrometida! —ella se sobresaltó al oír la reacción furiosa del hombre—. Si llegas a mencionarle a alguien que me viste en aquel incendio, lo siguiente que encontrarás a la puerta de tu casa será un cadáver. O una parte. Elegiré una de las fotografías al azar. ¿Me entiendes ahora?
—¡Sí! Sí, yo... mire, no sé nada. No soy ninguna amenaza para usted. Y yo soy la única que lo vio. No se lo he dicho a nadie. Ellos no saben nada —dijo, temblando. Tuvo que apoyarse en la pared.
—Eso está mejor. Procura que todo siga así. Estaré vigilándote, Maxine. Y ten por seguro que sé cómo hacerlo. Voy a escuchar todo lo que digas y a ver todo lo que tú veas. No me pongas a prueba.
—No lo haré.
Él colgó.
Ella tragó saliva y colgó también. Estuvo a punto de caerse al suelo. Se sentía expuesta y vulnerable. ¿Estaría vigilándola? ¿Estaría viéndola en aquel momento? ¿Habría puesto cámaras y micrófonos en su propia casa? Si aquel tipo era de la CÍA, seguro que sabía cómo hacerlo. Se dijo a sí misma que tenía que tranquilizarse y pensar. Estaba claro que, si había tenido tiempo y fuerzas para vigilar a Stormy, a Jason y a su madre, después de haberse quemado la cara y la cabeza en el incendio, podría vigilarla a ella con toda facilidad. Sin embargo, no era probable que hubiera conseguido plantar las cámaras en su casa todavía.
Bien.
Sacó la grabación del contestador y fue hacia su habitación. Allí guardó el contenido del cd-rom en su disco duro y metió el cd, junto con la placa de identificación de aquel tipo y la cinta del contestador en su mochila. No resultaría nada extraño que fuera a la universidad en un día como aquel. Al fin y al cabo, tenía clase.
No podía seguir con aquel asunto y poner en peligro la vida de su madre y la de sus amigos. No tenía ninguna duda de que aquel hombre cumpliría sus amenazas. Dios sabía que el gobierno había cometido atrocidades por el estilo y nunca se había sabido. Sobre todo, si el contenido de aquel cd-rom era verdadero.
Pero no olvidaría. Y se aseguraría de hacer suficientes copias de aquella prueba y esconderlas en diferentes lugares. Porque, algún día, sería adulta y estaría en posición de tirar de la manta. Algún día, cuando estuviera establecida, con la carrera de derecho terminada y un doctorado en su curriculum, y con influencias, pediría respuestas.
Pero no podía hacerlo todavía. En aquel momento, sólo era Mad Maxie Stuart, la estudiante de universidad de veinte años con una gran imaginación.
«Y un cuerno, imaginación», pensó. Si alguna vez había necesitado la prueba de que el gobierno estaba haciendo algo sucio en su propia ciudad, ya la tenía. Y si aquel desgraciado del teléfono pensaba que sus amenazas iban a hacer que perdiera interés, estaba confundido. Sus amenazas eran como una validación de lo que había leído y visto. No estaba loca. Tenía razón.
Siempre había tenido razón.
Y sabría ser paciente.

por Invitado Lun 24 Mayo 2010, 11:37 am

Después de este capitulo aparece Joe. Si hay algun comentario lo posteo:)

por Invitado Lun 24 Mayo 2010, 12:19 pm

S E G U N D A L E C T O R A ! ! ! !

WOW ME ENCANTA ..... TIENE DE TODO DEJAME DECIRTE QE NO HE TERMINADO DE LEER JEJE SOLO ME FALTAN DOZ POZTH PERO ME ENCANTA DESDE LA SINEPOLIS ME ATRAPO SIGELA Y YA TIENES UNA NUEVA LECTORA Y FIEL

GENEEAL LA NOVE____________

por Invitado Lun 24 Mayo 2010, 1:02 pm

NUEWA :study: LECTORAA
ESTA PADRISIMO LA NOWE :) YY ESPERO ANCIOSA :cheers: Q LO SIGAS PRONTO "Sombras en la noche" {Joe & tu} - Página 2 1477071114

por Invitado Lun 24 Mayo 2010, 1:16 pm

4

Cinco años después:

Joe se despertó al oír los sonidos de las llamas y percibir el olor del humo. Pensó que era una pesadilla, pero al sentir el calor y el picor en los ojos, supo que el fuego era real.
Se incorporó rápidamente en la cama y se dio cuenta, somnoliento, de que todavía no era de noche. Todavía se sentía débil por la languidez del sueño del día, y notaba los miembros pesados. Se levantó, completamente desnudo, y sintió en la planta de los pies la suavidad de la lujosa alfombra. Se encaminó hacia la puerta de la habitación, pero no llegó hasta ella. Las llamas crujían al otro lado, y la superficie de la madera estaba empezando a sudar.
A Joe le ardía la nariz del humo y tenía la cabeza llena de preguntas. Aquello no era una coincidencia. Se volvió hacia la ventana y descorrió las cortinas, pero tuvo que apartarse porque los rayos del sol le chamuscaron la piel desnuda.
Si salía a la calle, se asaría. Si se quedaba en la casa, también.
La puerta rugió y se hinchó hasta que estalló y las llamas entraron en la habitación. El humo entró como un enorme fantasma negro, y él notó que la carne se le quemaba. Gruñendo, tiró de una de las pesadas cortinas y se envolvió en ella. Después se tiró por la ventana.
El impacto contra el suelo hizo que los huesos le crujieran. Rodó, se levantó como pudo y echó a correr envuelto en el sudario, a ciegas, mientras notaba que los rayos del sol le quemaban la piel a través del terciopelo. Se dio un golpe tremendo contra algo que seguramente sería un coche, y después oyó un bocinazo y unos insultos. Continuó moviéndose. Tenía que llegar al mar. Estaban empezando a formársele ampollas en la piel.
Siguió corriendo por el pavimento, y de repente oyó un sonido y algo se le clavó en el brazo. Se quedó inmóvil al sentir el inconmensurable dolor, tomando aire bajo la cortina. Se palpó el hombro y notó un dardo, como una espiga, y la sangre caliente y espesa manando de la herida.
—¡Le di! —gritó alguien.
Era la voz de un hombre. «De un hombre muerto», pensó Joe, con fiereza. Se obligó a seguir moviéndose, y a los pocos pasos notó el agua en los píes. La fría sensación era todo un alivio en su piel ardiendo. Dios, se estaba cociendo. Unos cuantos metros más allá, se sumergió. El frescor le calmó la piel, pero no el dolor del brazo. Se dio cuenta de que el agua a su alrededor estaba de color rosa; se miró la herida, y vio que estaba perdiendo mucha sangre.
Aquel maníaco le había disparado con una ballesta. Joe levantó el brazo y vio la saeta sobresaliendo por un lado. Fantástico.
Agarró la flecha con una mano y se la sacó de un tirón, apretando los dientes con fuerza. Dios, los mortales nunca conocerían el dolor de la misma forma que los vampiros. Nunca.
Soltó la flecha en el océano. Tenía que taponarse la herida de alguna forma, antes de desangrarse. Aquella herida sólo se le cerraría durante el sueño del día, si sobrevivía hasta entonces. Tomó arena y se la metió por ambos orificios, y después hizo una especie de vendaje con unas algas.
Se sentía débil del dolor, y los pulmones le pedían aire. Sabía que no moriría por no respirar, pero era casi imposible obligarse a sí mismo a no inhalar.
Cuando miró hacia arriba de nuevo, el cielo estaba oscuro. Lenta, muy lentamente, empezó a ascender hacia la superficie, y cuando emergió, tomó aire profundamente. Sintió que se le aclaraba la cabeza. Se apartó el pelo de la cara y siguió la orilla con la mirada.
—Tendrá que salir, más tarde o más temprano.
Joe vio al hombre que había hablado. Estaba moviendo una linterna para iluminar el agua, pero demasiado apartado del lugar donde él se encontraba.
—Si sale ahora, nos matará a los dos —dijo el otro hombre.
—Pero...
—Hemos fracasado. Tienes que aprender a admitir la derrota y marcharte, Raymond. De lo contrario, no sobrevivirás para intentarlo de nuevo. Después del anochecer, ellos tienen el control. ¿No lo entiendes? La noche es nuestra enemiga.
Mirando a través de la oscuridad, Joe vio al segundo hombre que estaba en la orilla. Tenía el lado izquierdo de la cara arrugado y lleno de manchas, y la piel le tiraba del ojo, confiriéndole una expresión grotesca. Más arriba tenía una mancha rosa, y el pelo no le crecía.
—Apaga la luz —le dijo el hombre de las cicatrices a su compañero.
El otro obedeció.
—¿Cómo es posible que aguante tanto tiempo bajo el agua? No creía que pudieran respirar como si fueran peces, o algo así.
—No pueden. Pero tardarían mucho en morir por falta de oxígeno.
Joe empezó a nadar silenciosamente, ansioso por clavarles los colmillos en la garganta y dejarlos secos. Él había perdido una buena cantidad, y podría recuperarla a sus expensas. Aquellos dos estaban verdaderamente granjeándose toda su ira. Sin embargo, antes de que pudiera alcanzarlos, corrieron hacia el coche y se marcharon. Entonces, Joe nadó rápidamente hacia la orilla, sin preocuparse de no hacer ruido. Salió del agua, completamente desnudo y frío como una piedra, y miró hacia atrás, hacia la antorcha que ardía en mitad de la noche. Aquel había sido uno de sus hogares favoritos.
—Voy a tener que matar a esos dos, sean quienes sean.
—¿Joe?

por Contenido patrocinado

ϟ hypatia. aka Kate. MP ϟ Ver perfil.	ϟ dépayser aka Lea. MP ϟ Ver perfil.
ϟ youngjae aka . MP ϟ Ver perfil.	ϟ Stark. aka Cande. MP ϟ Ver perfil.

ϟ Legendary. aka Steph. MP ϟ Ver perfil.	ϟ chihiro aka Zoe. MP ϟ Ver perfil.
ϟ Kurisu aka Teph. MP ϟ Ver perfil.	ϟ Calore aka idk. MP ϟ Ver perfil.

ϟ ego. aka Kalgh/Charlie. MP ϟ Ver perfil.	ϟ Asclepio. aka Gina. MP ϟ Ver perfil.
ϟ mieczyslaw aka Alec. MP ϟ Ver perfil.