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Mensaje por chelis Mar 30 Oct 2012, 4:48 pm

POORRFIISSS
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Mensaje por ElitzJb Mar 30 Oct 2012, 6:21 pm

vamos coloca mas
ElitzJb
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Mensaje por chelis Mar 30 Oct 2012, 6:22 pm

SIIIIII
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Mensaje por ElitzJb Jue 01 Nov 2012, 7:08 pm

siguelaaaaaaaaaaaaaaaa
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Mensaje por jb_fanvanu Jue 01 Nov 2012, 9:37 pm

SIGUELAAA
jb_fanvanu
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Mensaje por chelis Vie 02 Nov 2012, 1:27 pm

PORFIISSS
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Mensaje por ElitzJb Vie 02 Nov 2012, 2:54 pm

coloca mas capitulos
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Mensaje por chelis Vie 02 Nov 2012, 3:16 pm

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Mensaje por heyitsnicktanii Sáb 03 Nov 2012, 11:38 am

Hola hermosas!, les traigo capitulos!, yo se baile de cinco srgundos! HAHAHA no subia por que mañana mi novio cumple años, las que ya llevan tiempo leyendo mis adpataciones recuerdan a mi beffo?, bueno pues somos novio desde hace poco, lo se D: yo quede igual de sorprendida, pero el me dijo que le gustaba y bueno el tenia un tiempo gustandome, pero aprendi a verlo como mejor amigo, les ha pasado?, estar enamorada de tu mejor amigo, a quien no le pasa?, asi que se imaginaran mi sorpresa cuando me dijo que le gustaba que de :pokerface: HAHA el punto es que mañana cumple años y pase toda la semana pensando que le iba a regalar, por fin supe que, pero la tarea y todo me impedia hacerlo, asi que bueno supongo que diran ¿Y a nosotras que?, por capitulo Tania HAHA me emocione lo se xD, bueno ya les dejo dos capitulos disfrutenlos :D

Capítulo cuatro

____ no estaba de mejor humor la mañana siguiente de lo que lo había estado la noche antes cuando Joseph y Lance arrastraron sus lamentables traseros en sus cuartos de huéspedes para dormir. Los cadáveres habían sido limpiados de su casa por castas felinas con mal genio, una de las cuales era un aterrador hijo de Satán con ojos de plata que estaba realmente contenta de que no se hubiese quedado mucho tiempo.
Su padre y abuelo se habían marchado finalmente alrededor de media noche, conforme a la protesta. Joseph y Lance se habían quedado, lo que significaba que el sueño había sido casi imposible sabiendo que el objeto de su excitación estaba tan cercano. Había estado dolorida por su toque y su piel tan sensible que hasta las sabanas eran una irritación contra ella.
Ahora, con los platos de desayuno retirados y el café sosteniéndola, _____ contempló a Lance y Joseph. Enfrentarse contra esto no iba a funcionar, y ella lo sabía. Tanto como lo odiaba , necesitaba a Joseph en esta lucha.
Ella le echó un vistazo, consciente de que él la miraba estrechamente, su mirada era fija, entornada y su cuerpo tenso. ¿Estaba él también excitado? ¿Estaba él atormentado por el mismo deseo que ella? ¿Uno tan confuso como fuerte?
Ella se dio una sacudida mental antes de encarar a ambos hombres.
—¿Ahora qué? —Ella se apoyó contra el mostrador y bebió a sorbos su café mientras ellos la miraban fijamente.
Lance se puso en pie con un suspiro.
—Tengo que regresar a la oficina. —El muy cobarde. No iba siquiera a perder el tiempo en los fuegos artificiales que esperaba que resultasen de su discusión—. Estás fuera hoy. Os veré a los dos en la oficina por la mañana…
—No. Ella está fuera indefinidamente—. Joseph habló como si su palabra fuera ley. Sus ojos se estrecharon ante el tono, sus labios se apretaron por la irritación mientras lo fulminaba con la mirada.
—Es mi trabajo —espetó ella—. No puedo estar sólo alrededor de…
—Tu trabajo debe ser el de mantenerte viva. —Él fue a la cafetera para rellenar su taza. _____ se aseguró de moverse lo bastante lejos para evitar rozarse contra él—. Nosotros nos organizaremos y veremos si podemos entender qué demonios pasa. Tú eres el eslabón…—La mirada que él le dirigió cuando se volvió atrás era dura, fría—. Esto significa que tú tienes las respuestas.
Eso tenía sentido. Pero no significaba que le gustase.
Ella echó entonces un vistazo a Lance, notando la tensión en su cuerpo muscular, la cólera despiadada que brillaba en sus ojos azules. Maldito, ella se alegró de no sentirlo. No podía haberlo manejado. Esto casi la destruyó, esto y el miedo y la preocupación que llenaban a su familia debido al trabajo por el que había luchado tan desesperadamente y la debilidad que la empatía causaba en su interior.
—Bien —Ella espiró bruscamente, conteniendo el temblor que recorría su columna—. Adiós a nuestras quejas de que Broken Butte era demasiado tranquilo.
Lance resopló ante esto.
—Esas son tus quejas, _____. No las mías. Yo ya tuve bastante entusiasmo cuando trabajé en Chicago —le espetó él.
Él estaba enojado. Realmente enojado esta vez. Ella contempló su expresión cerrada, el dolor preocupado en sus ojos, y sintió que su pecho se apretaba.
—Lo siento. —Ella lo miró fija y directamente, odiando el hecho que él estaba lo bastante preocupado por ella como para estar tan furioso.
—Maldición, ____, no te culpo. —Él extendió la mano, colocando su brazo alrededor de sus hombros cuando él la atrajo para un breve y fuerte abrazo—. Verifica tu agenda —le dijo él bruscamente entonces—. Y mira tu trasero.
Ella lo abrazó a su vez. Con fuerza. Mirando cuando él dejó la casa. Por alguna razón inexplicada y triste, su toque la agitó. Como si su cuerpo protestara ligeramente, incómodo con el una vez consolador abrazo de su primo que era más bien un hermano mayor.
Ella escuchó hasta el sonido de su Raider desapareciendo en la distancia, dejando un ensordecedor silencio lleno de tensión entre ella y el Felino que estaba mirándola estrechamente. Ella se dio la vuelta para mirarlo, viendo el destello curioso en sus ojos, la mirada burlona en su cara.
—¿Qué? —preguntó ella con fingida impaciencia, controlando su respiración, principalmente controlando la abrasión de sus sensibles pezones contra su sujetador de encaje. ¿Qué demonios iba mal en ella? Ella nunca había estado excitada por tan poco en su vida.
Él inhaló despacio. ¿Qué demonios olía él?
—Nada. —Él finalmente sacudió su cabeza despacio—. Prepárate. Quiero hacer un viaje de regreso al barranco para mirar alrededor y quiero que tú te pegues cerca. De aquí en adelante, nena, sólo llámame tu sombra.
—Gato con Botas. —Ella les echó un vistazo a las botas. El hombre tenía también unas buenas piernas.
La tensión llenó el aire. Esto no era la tensión furiosa; era caliente, abrasadora por la intensidad. Él puso su taza de café en el mostrador, acercándose, su hombro rozó contra el suyo cuando él la pasó y se movió detrás de ella.
_____ se quedó de pie completamente quieta, sintiendo el desplazamiento del aire a su alrededor, el modo que él se movió, dándose la vuelta hasta que su pecho casi tocó su espalda, su aliento flotando por el aire sobre su sensible lóbulo de la oreja.
—Sabes, ____ —espiró él suavemente, su voz áspera, gruñidos—, llámame eso una vez más, y entonces tendré que mostrarle cuál de nosotros manda. Y no serás tú, amor. Yo en tu lugar tendría cuidado al empujarme. El olor de ese pequeño sexo dulce y caliente hace que mi boca babee y mi pene palpite. Yo podría mostrarte no sólo quién manda, sino exactamente como una casta enseña dominio a su mujer.
Ella se sintió palidecer y después enrojecer, sus ojos se desorbitaron ante la revelación de que él realmente podía oler su excitación. Que supiera que ella estaba mojada y caliente. Lista para tomarlo. Que él la fascinaba más que cualquier hombre lo había hecho nuna. Esta era una fascinación que la asustaba terriblemente.
—Ponte tus vacunas primero —le espetó ella, alejándose de él, cubriendo su vergüenza con la cólera en vez de disolverse en sus brazos de la manera en que deseó hacerlo. Maldito si iba hacerlo. Sólo porque lo necesitase y estuviese caliente por una casta, y él aún ni la hubiese besado ni siquiera. Por favor ¿podía la vida hacerse más complicada?
—_____, los comentarios bajos sobre las castas no se hacen — la reprendió finalmente él cuando ella se movió para colocar más distancia entre ellos. Él sólo la siguió. Acechándola—. Si quieres insultarme, cariño, entonces hazlo personal.
Él tenía razón, sus insultos no eran justos. _____ le volvió la espalda, obligándose a respirar, a encontrar sólo un momento de estabilidad entre las necesidades contrarias que se alzaban en ella. Ella lo deseaba tanto que el dolor era un hoyo de deseo encendido en su matriz. Se había obligado a guardar la distancia entre sus emociones y los hombres que existían en la periferia de su vida. Pero no mantenía la distancia con Joseph. La irresistible atracción se había hecho en ella más furiosa que en él.
Ella se dio vuelta para afrontarlo otra vez, sus ojos se ensancharon cuando él cubrió el rubor con su cuerpo, atrapándola contra el mostrador, sus muslos se apretaban contra los suyos, su erección se amortiguaba en el calor suave de su abdomen. Su matriz se apretó, contrayéndose con un hambre sexual que casi le arrebató el aliento.
—No lo hagas. —Ella presionó sus manos contra su pecho, sacudiendo su cabeza, segura de que si él la tocaba ella no sería capaz de luchar.
—Dulce. —Él inhaló profundamente, apoyando sus manos en el mostrador, sus brazos sosteniéndola en el lugar mientras sus manos se aplanaban contra su pecho—. Estás caliente y salvaje, ______. Yo podría ponerte más caliente. ¿Quieres probarme?
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Mensaje por heyitsnicktanii Sáb 03 Nov 2012, 11:40 am

Ella se estremeció cuando su cabeza bajó, agarrando sus labios el lóbulo sensible de su oído, lamiéndolo con un movimiento lento y seductor de su lengua. Un violento estremecimiento corrió por su columna cuando el calor comenzó a envolverla.
Su clítoris se hinchó en un resonante sí a su pregunta; sus pechos se hicieron más pesados y sus pezones más duros.
Un temblor recorrió su columna, retrocediendo otra vez antes de que un temblor de necesidad cortase por su sexo. Ella sabía que no podía esconderlo. Cuando su cabeza se levantó y su mirada se encontró con la suya, ella sabía que el hambre que la llenaba se reflejaba en sus ojos. Esto no era sólo una necesidad de sexo. Esto era una necesidad de todo. De curvarse en sus brazos, de rozarse contra él, de encontrar un lugar para descansar. Y ella sabía que la ilusión de que podía hacerlo no podía ser real.
Él inhaló profundamente, sus ojos se oscurecieron cuando la sensualidad de repente sombreó su expresión.
—Prepárate para salir —gruñó él en vez de tocarla otra vez como ella esperaba—. Llevamos este espectáculo al camino o nos dirigimos al dormitorio. Es tu elección. O sino, vas a averiguar exactamente como una casta pierde la lucha contra la tentación de pequeños gatos monteses como tú. Ahora ponte en movimiento. De una u otra forma.
Él siguió tratando de recordarse que él no era como ella. No era realmente humano. No era el hombre adecuado para comenzar un asunto con una mujer que no tenía ni idea de lo qué ella entraba con él, sexualmente hablando.
Sus labios se curvaron ante el pensamiento. Sus pequeños comentarios irritables contra su nacimiento de casta no lo habían molestado. Él veía más de lo que estaba seguro que ella quería. La clase de emociones en su interior se sentían claramente, como deseo, lo bastante caliente y lo bastante profundo como para marcar a fuego al hombre en su alma. Y esto la asustó.
Él condujo a través del desierto, el movimiento suave mecía el Raider haciendo que el silencio dentro del vehículo pareciese mucho más profundo. Era difícil olvidar lo que era, o quién era él, cuando el calor de su excitación perfumaba el frío interior del vehículo cerrado.
Él era una casta. Un híbrido de las especies humana y animal. Su genética era un collage incoordinado de humano y de ADN de león que lo hacía más fuerte, más rápido, más predador, más vicioso de lo que cualquier humano debería ser. Él estaba identificado por la marca genética de la huella de un león dentro de su muslo izquierdo, y por los colmillos más largos y más agudos en los lados de su boca. No es que esas fueran las únicas anomalías, pero estas eran las más aparentes.
Su sexualidad era dura, determinada. Si había algo mejor que el sexo y una mujer salvaje y caliente, entonces él no lo había encontrado.
Era mejor que una buena lucha cruenta, y él las amaba también.
La adrenalina era la sal de la vida, tanto si era sexual o en caso de vida o muerte. Pero él nunca había tomado a una mujer que no fuera una casta. Y nunca había tomado a una tan frágil como la mujer que se sentaba a su lado. Una ardiente, deslizadiza y mojada y lista para él.
Por la comisura de su ojo él la miró rozar el lóbulo de la oreja que él había pellizcado el otro día. Él había roto la piel. La pequeña curva estaba raspada, aunque no pareciera como si esto debiera causar su cualquier problema. Pero ella lo siguió frotando y tirando como si la molestara.
—No te mordí con fuerza —se quejó él cuando ella siguió jugando con ello—. No me harás sentirme culpable por ello.
—Piensa lo que quieras. —Ella lo fulminó con la mirada—. Está todavía sensible.
Él le dirigió una sonrisa perezosa.
—Ese pequeño pellizco no fue nada. Tienes que endurecerte, amor.
Eso no era nada comparado con lo que él había ansiado hacerle antes. Cuando su lengua había lamido la pequeña abrasión en su lóbulo, él había tenido muchas ganas de moverse a su hombro, de probar la carne dulce de allí, de rastrillar sus dientes sobre ella, de marcarla en un modo en que ningún otro hombre pudiera confundirlo nunca.
Esa necesidad lo sorprendió. Él nunca había conocido el deseo de marcar a una mujer. Esta mujer que él quería marcar de todos los modos posibles, de modo que ningún otro macho pudiera confundir alguna vez a quien pertenecía.
—Tienes que abstenerte de morder —eludió ella con un borde de excitación nerviosa. Oh sí, ella lo sentía también. La necesidad ardía en su interior tan caliente, tan feroz como la que quemaba en él. Él podía sentirlo, podía olerlo.
Él se movió en su asiento para aliviar la presión contra su hinchado pene. El olor de su excitación lo volvía loco. Él no quería nada más que sostenerla bajo él, agarrando con sus dientes su hombro sensible mientras hundía su hinchado pene tan profundamente dentro de las profundidades que se derretían de su sexo como pudiera llegar. Y ella se derretía. Tan caliente, tan salvaje que su frustración la volvía furiosa. Haciéndolo impacientarse.
—Veré lo que puedo hacer sobre esto —gruñó él cuando se dio la vuelta y bajó por la entrada inclinada en el barranco. El mismo camino que _____ había tomado el día antes.
—Tú te paraste aquí antes de entrar en el barranco el otro día —comentó él, determinado a hacer el trabajo que le habían enviado a hacer antes de que conociera a la mujer—. ¿Por qué?
Él la observó cuando ella miró fijamente la entrada al barranco profundo, su mirada reflexiva. Él podía sentir el tirón sutil de su capacidad de tirar su escudo natural alrededor de ella. Eso era… íntimo. Cuando esto la envolvía, aunque la protección fuera superficial, se unía con ella, haciendo a su espíritu una parte suya.
—Alguien siguió el jeep abajo a pie, llevando puesto botas de montaña. Las huellas eran más frescas que las huellas de neumático. ¿Viste quién era? — preguntó ella entonces, mirando detenidamente por la ventanilla lateral cuando subió las gafas oscuras encima de sus ojos para ver claramente la tierra.
Él se sacudió el pensamiento de la obligación que se hacía más profunda, relajó su guardia contra ella y permitió que ella tirara del escudo para rodearse.
—Era yo. —Él salió del amplio barranco en el Raider antes de hacer una parada—. Encontré el jeep aproximadamente seis horas antes de que tú llegaras. Lo hice aproximadamente aquí, apestaba a los Coyotes alrededor de la curva. —Él señaló a una grieta en el otro lado del barranco—. Noté que esta área está acribillada con grietas y cavernas. Estas parecen un laberinto en su interior, muchas de ellas uniéndose juntos. Yo podía deslizarme por aquellas para dirigirme más cerca de la caverna dentro de la que estaban escondidos.
_____ asintió.
—Tuvimos una temporada lluviosa en particular difícil hace aproximadamente diez años. Los barrancos se quedaron inundados y muchos de ellos trazaron surcos profundos en la piedra. Esta es una de las aproximadamente una docena de áreas golpeadas duramente. Las inundaciones en estos vinieron con fuerza y rápido, muchas pequeñas cuevas se crearon profundamente bajo ellos y ahora recogen el agua cuando llueve realmente.
—Me moví por aquellas piedras hasta que encontré un modo de pasar alrededor de ellos —siguió Joseph —. Yo no estaba lejos de ti cuando oí que le hablabas a Lance. Ellos te esperaban.
—¿Pero por qué yo? —Era lo que ella no entendía.
Cuando él comenzó a hacer avanzar el vehículo otra vez, ella bajó la ventana, mirando hacia arriba, hacia las paredes constantemente crecientes que se hacían más escarpadas mientras se movían más profundamente en el barranco.
Él no le contestó. No había ningún modo de contestarle hasta que averiguaran la razón de la llegada de los coyotes.
Él condujo alrededor de la curva escarpada, haciendo una parada detrás del todo terreno negro que habían conducido Mark y Aimee.
Él la miró cuando ella echó un vistazo alrededor del área, sus ojos estrechados, casi distantes, mientras ella parecía escuchar algo que él no podía oír. Finalmente, ella agarró la manecilla de la puerta y salió del vehículo cuando él puso el freno de mano y la siguió.
Él siguió mirándola. Apoyado contra la parte delantera del Raider, probando el viento cada pocos segundos para buscar el olor rancio de Coyotes cuando ella contempló el SUV, su expresión solemne, intensa.
—Ellos parecían tan jóvenes. —La tristeza se extendió sobre ella, pena por las vidas malgastadas antes de que pudieran vivirlas.
—Aimee tenía veintitrés años. Mark veinticuatro —le dijo él—. Ninguno había estado fuera del cautiverio el suficiente tiempo para conocer la libertad.
Ella se movió a las puertas abiertas del SUV. El olor de muerte era espeso, el interior empapado por sangre hirviente con el calor bajo el sol de tarde. Ella no vomitó como habría esperado que lo hiciera. Su expresión se apretó cuando ella se inclinó y se dobló hacia delante, comprobando bajo el asiento del conductor, luego en la consola al lado de este.
Ella se estremeció cada pocos minutos como si sintiera dolor. O estuviera sintiendo el de otro.
—¿Tuvo tu gente tiempo para revisarlo? —le preguntó ella entonces.
—A fondo. —No había nada que encontrar. Unas bolsas de comida rápida, recibos de gasolina. Ninguna nota, ninguna carta, nada que indicara por qué se habían marchado o por qué habían muerto.
—¿Entonces, por qué estamos nosotros aquí? —Ella de movió hacia atrás, dándose la vuelta para afrontarlo con un ceño fruncido en su cara.
—Debido a que esos coyotes esperaron aquí durante casi veinticuatro horas a que tú llegases. Comprobamos el todo terreno. Este cañón es otra historia. Vamos a revisarlo, pulgada a pulgada. Cada afluente que conduzca a la pared de roca, cada caverna. Vamos a revisarlo. Porque los coyotes que son lo bastante tontos para quedarse con el Consejo son demasiado estúpidos para cubrir bien sus huellas. Ellos han dejado algo aquí. Estuvieron aquí durante demasiado tiempo como para no hacerlo. Ahora está en nuestras manos el encontrar lo que dejaron y entender por qué te quieren. Y ellos te quieren realmente, cariño. Demasiado.
El miedo destelló en sus ojos, pero sólo durante un segundo. Fue seguido estrechamente por la cólera, luego por la determinación.
—Ellos pueden quererlo entonces. —Una pequeña sonrisa fría curvó sus labios. El cálculo, lleno de objetivo frío—. ¿Entonces por dónde comenzamos?
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Mensaje por heyitsnicktanii Sáb 03 Nov 2012, 11:40 am

Capítulo cinco

Ellos comenzaron con una subida peligrosa desde el fondo del desfiladero a la sección más alta del acantilado que se elevaba encima de él. A más de diez pies de la tierra, los agarres eran pocos y separados; y pensó que, aunque una caída no la matara, seguro que dolería como el infierno.
Su destino estaba en la agrupación de pequeñas y estrechas aberturas situadas encima en las cuevas del acantilado. Desgastadas por la arena y lluvia, las aberturas creadas eran grietas oscuras y sombreadas con una repisa estrecha corriendo entre ellas.
En el calor del día, la subida debilitó su energía mientras la transpiración se vertía de ella hasta antes de que alcanzaran el primer juego de pequeñas cuevas. _____ había estado asombrada que los Coyotes grandes y fornidos pudieran haber resistido durante más de unas horas dentro de ellas, hasta que ella se aplanó contra el suelo de piedra y se escabulló dentro.
—La cueva es mucho más grande dentro —llamó ella cuando encendió la linterna que llevaba antes de moverse hacia dentro. El riesgo de serpientes de cascabel era alto en el área, sin contar otra docena de habitantes venenosos del desierto. Las cuevas eran frías al calor del día y calientes en el frío de noche —el refugio escondido era perfecto para la fauna.
No había nada que encontrar salvo un remanente, un sutil olor nocivo. Sus sentidos no descubrieron ningún peligro, ninguna presencia de vida. Sólo el frío y la mala intención que había llenado a los coyotes.
—Esos muchachos apestan —refunfuñó ella mientras se adentraba más en la cueva haciendo sitio para el cuerpo más grande de Joseph.
—Sí, lo hacen. —Lamentablemente, el olor molesto de los restos del olor de cuerpo de las castas de Coyote fue eclipsado al instante por el olor del calor viril que tentó los sentidos e hizo a sus zonas erógenas despertarse y aullar. Ella apretó sus muslos, sintiendo la prueba mojada de su atracción por él mojando las curvas externas de su coño.
Y él no era exactamente indiferente. Ella enrojeció cuando su mirada fija la tocó; la conciencia pesada y sensual que se movía sobre su expresión era menos que reconfortante.
En vez de contemplar el duro cuerpo que se movía a través de ella, movió la luz sobre las paredes de cueva. La cueva se extendía bien atrás en el rincón, fácilmente de diez pies de ancho y quizás doce de largo, con varias amplias grietas abriéndose en la pared y que conducían más atrás al acantilado.
—No tenía ni idea de que las cuevas del acantilado eran tan grandes —murmuró ella, dirigiendo el haz de luz a la grieta más amplia. Esta parecía una entrada que se abría en la piedra.
—Esa grieta conducía a otra caverna interior en la base del acantilado. Las rastreé bastante antes de que encontrara el túnel que conducía a ese en el que te habían atrapado. Aunque no creo que hayan explorado más lejos; los túneles parecen un laberinto cuando te has adentrado más profundamente.
Ella le echó un vistazo mientras hablaba, mirando la confianza en el modo en que comenzó a moverse por la cueva del acantilado.
—Así que, ¿qué buscamos? —Ella se puso en pie, el techo apenas era lo bastante alto para permitir que se enderezara.
Los hombros de Joseph estaban inclinados, su cabeza bajó cuando él echó un vistazo hacia atrás, hacia ella.
—Jonas y sus hombres no tuvieron tiempo para revisar totalmente las dos cavernas superiores —dijo él—. Sólo quiero estar seguro de no haberme perdido nada.
—¿Cómo lograste impedir perderte en los túneles? —El pensamiento de un laberinto interior dentro de la piedra la desalentaba, y a ella no le gustaba el intentar buscar.
—Un buen sentido de la dirección. —La diversión llenaba su voz—. No te preocupes; los túneles no deberían plantear un problema. Ellos no habrían dejado su posición ventajosa para buscar. Ellos te esperaban, y sabían que tú probablemente no los usarías.
Ella inhaló bruscamente antes de moverse a la pared de enfrente que brillaba por la luz directamente en ella. Ella no quiso pensar en los Coyotes esperándola, mirándola.
—Éstos no han estado aquí mucho tiempo. —Ella pasó sus dedos sobre la piedra, maravillándose de las fuerzas que las habían creado—. Las tormentas que crearon este barranco eran horribles. Antes esto no era nada más que una pequeña sima. Ahora es casi un mundo secreto y maravilloso de piedra. Tendré que avisar a la asociación de espeleólogos sobre estos túneles así ellos los podrán explorar y trazar un mapa de ellos.
Era imperativo conseguir rastreadores GPS apropiados dentro de los túneles y cuevas por si un incauto se perdiera dentro de ellos.
—Y otro de los secretos de la naturaleza se desentraña —murmuró Joseph.
—Pero se salvan vidas. —Ella se encogió de hombros ante la débil condena—. Sobre todo los niños que se pierden tan fácilmente.
¿Cuántas veces había hecho ella exactamente eso cuando era niña? Demasiadas para contarlo. Su padre, ahora mismo, contaba las historias espeluznantes sobre intentos de encontrarla durante los momentos en que ella había desaparecido en una cueva o una parte desconocida del desierto.
—Algunos secretos deberían quedarse escondidos. —Su voz era tensa ahora, tensa con una cólera profundamente arraigada mientras él investigaba una de las repisas al otro lado de la cueva.
Ella asumió que él se refería a los secretos que los científicos habían desenmarañado en la creación de las castas. Por las historias de las noticias que había mirado, sabía que la controversia sobre Derechos de las Castas estaba abastecida por la creencia de los Puristas en que su ADN de animal los descalificaba de la descripción de humano. Como si el ADN humano no tuviera ningún valor significativo. Era una locura, el racismo y el prejuicio que crecía contra las castas. Y aunque ella pudiera oír su cólera y sentirla distantemente, esta no golpeaba en su cabeza, cruda y dolorosamente. Estaba sólo allí, naturalmente. Permitiéndole respirar y funcionar. La anomalía era consoladora —confusa, pero consoladora.
—La naturaleza hace lo que cree que es correcto. —Ella se apoyó contra la pared de roca, contemplando su amplia espalda con curiosidad.
—¿Piensas que estarías aquí si no fueras considerado una vida digna, Joseph? —Ella inclinó su cabeza cuando él se volvió hacia atrás para afrontarla despacio.
Sus ojos estaban estrechados en la luz débil que llenó la cueva, su expresión pensativa.
—Yo no lucharía por ello diariamente si no lo considerara digno —le aseguró él, sus labios se curvaron en una sonrisa burlona antes de que él se volviera a lo que había estado investigando—. Sólo creo que no estaba destinado que algunas cosas fueran manipuladas, la creación es una de ellas.
Él aceptaba quién y lo que era él. Pero ella oyó también la pena en su voz. Quizás era el mundo en general quien lo decepcionaba. Como lo hacía con ella.
Ella se aclaró la garganta, nerviosa.
—A veces la alteración crea algo hermoso —susurró finalmente ella, mirándolo fijamente, lamiendo sus labios mientras su mirada fija parpadeaba por la sorpresa.
—Volvamos a trabajar —refunfuñó ella, dándose la vuelta lejos de él antes de que dejara a sus emociones voluntariosas meterla en problemas.
¿No lo había aprendido más de una vez?
Sacudiendo la cabeza, ella se volvió atrás al trabajo a mano, brillando la luz profundamente en la apertura que conducía más adentro la tierra. Un rayo de luz mostró un pedazo de papel doblado, metido bajo el saliente de una roca. Moviéndose en el túnel, ella lo dobló y lo sacó antes de apuntar la luz sobre ello. La lista hecha por impresora era indiscutible.
Fields,_____. Lista de Patrulla. Sus dedos rozaron sobre el papel mientras el odio se derramaba de él. Odio personal. Este no era el mal impersonal de las castas de coyote. Era más cercano. Familiar. Ella conocía el sentimiento, la impresión psíquica dejada por todas las criaturas una vez que tocaban algo. Ella mordió su labio, frunciendo el ceño hacía el papel mientras seguía frotando sus dedos sobre ello. La emoción era débil pero viciosa. Quienquiera que había impreso esta lista sabía lo que la esperaba. Conocía y disfrutaba del sentimiento de poder que venía del conocimiento.
—¿De qué se trata?
____ brincó con asustada conciencia cuando oyó la voz de Joseph en su oído, sólo advirtiendo luego lo fácilmente que él se había deslizado junto a ella.
—Esto es de las computadoras en la oficina del sheriff. —Ella frunció el ceño a los números de localizador en lo alto del listado—. La impresora pone automáticamente los números de localización, mostrando la posición de la oficina que lo imprime.
—¿Se imprimen a menudo? — Joseph extendió la mano, levantando el papel de su mano cuando ella se dio la vuelta para afrontarlo.
____ se encogió de hombros.
—No a menudo. Yo tengo una copia y Lance tiene su copia. A menos que alguien imprima más. Pero se necesita la contraseña para entrar en el sistema.
—Esto todavía no es un sistema infalible. —Él sacudió su cabeza despacio, fijando la vista en el papel un momento más antes de doblarlo de nuevo y ponerlo en su bolsillo—. Lo enviaré a los laboratorios y veré si ellos pueden sacar alguna pista. Aunque lo dudo, pero esos coyote que lo llevaban esta vez se delataron después de todo.
—Por lo que he oído del Consejo, no van tras mujeres prominentes o cautelosas —dijo ella entonces, recordando los informes que había vigilado durante años—. Secuestran a fugitivas. O mujeres que son indigentes, sin familia. Y no marcan sólo a una para la muerte. ¿Por qué ahora el cambio en su rutina?
Ella no era estúpida. Tenía que haber algo más detrás de lo que iban.
—Tienes razón. —Él la alcanzó, empujando hacia atrás las mechas de pelo que caían en su cara, sus ojos de oro se estrecharon cuando ella lo miró fijamente—. Hay algo más que quieren. Lamentablemente, no tengo ni idea de lo que es. Hasta que lo averigüe lucharemos juntos. No te marches sola, _____. Confía en mí para dejarte luchar y vivir.
Sus labios se separaron ante su declaración mientras su corazón comenzó a correr por su proximidad. Ella debería estar excitada por la oportunidad de luchar, no por la posibilidad de ser una parte de la vida de este hombre.
Sus labios se curvaron, una sonrisa suave ablandó los rasgos de su cara.
—¿Estás sorprendida?
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La Marca de_____ [Joe&'Tú](Erotico/Romantica) - Página 5 Empty Re: La Marca de_____ [Joe&'Tú](Erotico/Romantica)

Mensaje por heyitsnicktanii Sáb 03 Nov 2012, 11:42 am

—Un poco —confesó ella, consciente que su mano ahora ahuecaba el lado de su cuello, alisando con su pulgar la carne sensible bajo su oído. La intimidad que la envolvió pareció invadir cada célula de su cuerpo.
—¿Por qué? —Él inclinó su cabeza.
Ella se encogió de hombros, insegura dentro de la ciénaga de excitación y emociones que podía sentir creciendo en su interior. Joseph , pese a lo enfurecedor que podía ser, la atraía de modos contra los que encontraba imposible luchar. Ella quiso sus brazos a su alrededor, quiso su toque y su beso; pero incluso más quería al hombre.
—¿Por qué te has quedado aquí?, —le preguntó él entonces—. Veo la furia en tus ojos, ____, la necesidad de correr libre, de luchar y bailar dentro de las llamas de la vida. Le dejas a Lance darte un aturdidor en vez de un arma, y le permites sofocarte en esta esquina dentro de la que existes. ¿Por qué?
Sus cejas se fruncieron cuando la vergüenza de su fracaso por luchar y controlar su Empatía la llenó otra vez.
—Esta es mi casa —Ella trató de apartarse de su toque.
—Esta no es tu vida. —Él dijo las palabras de las cuales ella huía diariamente.
—Esto no es asunto tuyo. —Ella caminó lejos de él, no haciendo caso de la frialdad inmediata de su cuerpo cuando perdió su calor.
—Es un asunto muy mío —le aseguró él, todavía bloqueando la salida del túnel—. Veo a una mujer muy fuerte. Una con bastante fuego para calentar las noches más frías o luchar la batalla más sangrienta. Y sin embargo estás aquí, apática y aburrida de tu propia mente.
Su voz era suave y consoladora, y sin embargo al mismo tiempo el tono de barítono oscuro y rico hacía elevarse su tensión arterial a un tono acalorado de excitación. Ella habría estado divertida si esto no la asustara tanto. Ella podría amar a este hombre, incluso sabiendo que él no podía quedarse.
—¿Aburrida? —Ella arqueó su ceja en tono burlón—. Joseph, ¿cómo podías considerar a este pequeño rincón del desierto aburrido? Seguramente no estás listo para irte de regreso a luchar tan pronto.
Él golpeaba demasiado cerca, trayendo a la superficie demasiadas cosas que habían estado atormentándola con el transcurso de cada año.
—Aquí encontré una batalla —respondió él suavemente, apretándola más cerca de la pared de piedra en el lado del túnel—. Ahora sólo tengo que entender por qué hay una batalla en primer lugar. Por qué una hermosa y joven mujer aparentemente normal de repente es marcada para morir por un Consejo que no debería joderla de una u otra forma. ¿Qué hiciste, _____? ¡Qué has visto!
Ella inhaló bruscamente, mirándolo fijamente con un remanente de miedo cuando él hizo aquella pregunta. ¿Qué había hecho? ¿Qué había visto? ¿Por qué había vuelto corriendo a la seguridad de su casa, su familia, y se había escondido dentro del desierto que tanto amaba, cuándo ella realmente no quería nada más que vivir la vida que sabía que había sido destinada a vivir?
Porque estaba asustada. Ella había aprendido en la abarrotada Academia de Policía que trabajar dentro de un equipo, tratando con varias emociones oscuras, emociones a menudo atormentadoras, fracturaba su atención hasta el punto en que la concentración era imposible.
Había aprobado los cursos con honores. Pero cuando llegó a la formación de maniobras, a menudo ponía en peligro al equipo así como a sí misma. Y sin embargo no había tenido nada que ver con el Consejo.
—No he hecho nada, o he visto algo en lo que el Consejo esté interesado. —Sus puños se apretaron a sus costados mientras ella le aseguraba sólo lo equivocado que estaba—. Estoy aquí porque es mi casa. Quiero marcar aquí una diferencia.
—No hay ninguna batalla aquí. —Sus ojos eran ilusoriamente suaves: ella podía ver la frialdad. El cálculo tranquilo que descansaba bajo la pureza del color de ámbar—. No hay ningún fuego aquí, _____. —Él se acercó, rozó su cuerpo contra el suyo hasta que ella se retiró contra la fría pared detrás de ella—. No hay ningún entusiasmo, nada para estimular tu muy ágil mente y cuerpo. Tienes hambre de justicia. De aventura y entusiasmo. Tienes hambre y sin embargo te apartas del banquete que espera más allá de tus propias fronteras. ¿Por qué?
—¿Tal vez estoy asustada? —Ella arqueó su ceja en tono burlón cuando sintió que su boca se secaba por el nerviosismo. Él estaba demasiado cerca, demasiado absorto en aprender secretos que ella no revelaba a nadie—. Broken Butte es seguro…
El gruñido de advertencia que retumbó resonó en su pecho parando sus palabras como nada más podía haberlo hecho
—¿He mencionado alguna vez que las mentiras tienen un olor?, —le preguntó él, su voz era suave mientras se apretaba más cerca—. Es tal vergüenza estropear el olor dulce a hembra excitada con el tinte rancio de una mentira. No me cabrees, _____.
Él mostró aquellos incisivos como si ella debiera estar asustada de ellos. Ella no estaba asustada de su mordedura; era su toque lo que la sobrecargaba, lo que destruía su equilibrio. Era lo que ella temía. Y lo que la ponía furiosa con ella y con él.
—¿Cabrearte? —Ella empujó contra su pecho cuando se meneó por delante de él, pisando fuerte a la cueva principal mientras él la siguió despacio. —No, Joseph —le espetó ella admonitoriamente, señalándolo con su dedo imperiosamente—. No me cabrees tú a mí, y no metas tu nariz donde no debes. Ocúpate con los problemas que tienes a mano y déjame tranquila.
Ahora ella recordaba por qué no quería a una maldita casta felina en sus talones cada maldito minuto del día.
La arrogancia era tanto una parte de ellos como los duros músculos de acero y la belleza excepcional y salvaje.
Sin olvidar la fuerza. Antes de que ella pudiera hacer más que gritar ahogadamente él había agarrado su brazo, girándola y empujándola contra la pared otra vez, su cuerpo más grande sosteniéndola en el lugar mientras su erección se presionaba contra la parte inferior de su estómago.
La excitación la hundió. Esta se extendió por ella; no sólo por sus sentidos, sino por cada célula de su cuerpo que pareció abrirse y pedir, suplicando por su toque.
Maldición, ella no necesitaba esto. Ella podía sentir su matriz apretarse. Y él no perdió un segundo de ello.
Sus fosas nasales llamearon, sus ojos se oscurecieron mientras él sostenía sus muñecas en una mano, por encima de su cabeza.
—¿Te opones? —Ella luchó contra su apretón.
—No me opongo ni un poco —murmuró él, bajando su cabeza a su oído ya abusado mientras sus dientes rastrillaban sobre él.
Bien, estaba jodida, y no de un modo bueno.
Ella se estremeció por la caricia. Esto se sentía demasiado bien. Tan bueno que no pudo contener la dura exhalación del aliento que casi se convirtió en un quejido de avara necesidad. Hablando sobre un banquete. Un montón de dura y apretada carne masculina. Y si la presión de la erección en su estómago era una indicación, él estaba construido como un maldito tanque y cargado.
Sus manos tiraron contra su presa cuando ella se arqueó contra él, sabiendo que debería luchar para apartarse de las sensaciones que la inundaban con su toque. Pero no lo hacía. Acercándose más a su poder y calor, necesitando más. Ella hizo retroceder la necesidad, jadeando en busca de aire mientras la sangre corría por su cuerpo.
—¿Por qué haces esto? —Ella trató de sacudir su cabeza, pero sus párpados sólo revolotearon de placer cuando él atrajo el lóbulo de su oreja entre sus labios y lo acarició.
—Quieta —gruñó él, presionando su pene más contra su vientre.
—No estás siendo justo —protestó, clavando las uñas en sus hombros mientras luchaba contra la atracción que la atraía hacia él. Ella no podía permitirse el dejarse sentirlo, necesitarlo—. Sabes que esto no puede llevarnos a ninguna parte.
—¿Quién dijo que trato de ir a alguna parte? —La diversión y la pura lujuria masculina espesaron su voz—. Pero si no dejas de frotar ese pequeño cuerpo caliente contra mí, entonces voy a joderte aquí, en medio de esta maldita cueva. Ahora estate quieta.
Su otra mano se cerró en su cadera cuando él se echó atrás, bajando su cabeza para permitir que sus labios rozaran su cuello.
Maldición, hacía demasiado tiempo que ella había estado con un hombre. Tenía que ser eso, porque si no lo fuera, entonces estaba en más problemas de los que podía haberse imaginado jamás.
—Sólo cúlpame de todo esto a mí, por qué no. —Ella trató de ser sarcástica, realmente lo hizo. Pero la sonrisa que tembló en sus labios sonó en su voz.
—Es mucho más seguro y fácil de esa forma. —Él se rió entre dientes cuando levantó su cabeza, moviéndose más atrás hasta dejar ir sus muñecas, liberándola del hechizo sensual que había estado tejiendo a su alrededor.
Ella debería haberle estado agradecida.
En cambio deseó gemir de desilusión.
—Apuesto a que lo es. —Ella hizo rodar sus ojos, luchando para nivelar su equilibrio otra vez—. ¿Hemos terminado aquí, o había allí algo más que querías comprobar?
Ella se inclinó para recuperar la linterna que había rodado contra la pared antes de cogerla y asegurarla de nuevo en su cinturón de herramientas. Directamente al lado de la pistola automática que había sacado de su armario y enfundado allí esa mañana. Maldito si alguna vez iba a llevar otro aturdidor.
—Oh, hay muchas cosas que me gustaría comprobar. —Su mirada entornada hizo apretarse su estómago y su sexo se contrajo.
—Apuesto a que las hay. —Ella escondió el chorro de risa que salía de su pecho—. Pero si hemos terminado con estas malditas cavernas realmente me gustaría volver a la ciudad. Todavía tengo alguna clase de vida aquí. Vivirla me trae un poco de satisfacción, ya sabes. Y tengo hambre.
De comida, castigó ella a su dolorido clítoris. Sólo de comida. Ningún sexo. El sexo con una casta no era una buena idea. Esto implicaba toda clase de complicaciones. Posesividad, arrogancia y otros adjetivos que realmente no podía al parecer extraer de su cabeza ahora mismo. Aunque estaba segura de que no eran buenos.
—Hnmm —murmuró él. El sonido retumbante no era consolador—. Comprobaremos la otra cueva sólo para estar seguros antes de regresar. Si ellos dejaron la lista aquí, podían haber dejado algo más a través del barranco.
—Vale —Otra subida. Justo lo que ella necesitaba. Esta vez él iba primero. Ella no estaría contra el viento con aquella nariz sensible que él tenía. Estaba tan mojada que estaba segura de que olía solamente a lujuria. Lujuria salvaje y caliente.
Ella estaba tan jodida. Y si no tenía cuidado, esto iba a ser de un modo también bueno.
Ella lo fascinaba.
Joseph admitía que podía estar en un muy pequeño y profundo problema en lo que a ____ Fields y sus variados misterios se refería. No era tan sólo la excitación. Él había estado excitado antes, pero nunca había estado así de hambriento, con este deseo por una mujer fuera de las "pruebas" inducidas por drogas que los científicos habían conducido en los laboratorios.
____ lo hacía sentirse realmente más que hambriento. Le hacía anhelar, y eso podía ser una cosa muy peligrosa. Pero ella también lo hacía sentirse curioso. La curiosidad mató al gato, pensó él en tono burlón mientras buscaba en la siguiente cueva e intentaba no hacer caso del calor dulce que fluía de ella.
Él ansiaba probarla tan desesperadamente que sentía hinchadas las pequeñas glándulas, casi desapercibidas bajo su lengua. Los científicos las habían etiquetado como papilas gustativas avanzadas, otra de las anomalías de su genética humana/animal. Había bastantes de esas.
Pero las glándulas nunca se habían inflamado e hinchado. Y tan seguro como el infierno que nunca habían derramado el gusto sutil de especias en su boca. Y ahora lo hacían. Y el solo pensamiento de saborear a _____, de empujar su lengua en su boca y sentir sus labios suaves rodeándolo, las hizo palpitar más duramente.
Por no mencionar lo que el pensamiento le hizo a su pene. La cabeza palpitaba como un dolor de muelas que rechazaba aliviarse. Él podía masturbarse, pero había aprendido anoche que esto le traía incluso hasta menos satisfacción que lo había hecho jamás. Supuso que simplemente no era del tipo de masturbarse. Le gustaba el sexo. Amaba a las mujeres. El gusto, el sonido, la blandura, todas las calidades únicas que hacían a las mujeres lo que eran. La sensación de sus uñas clavándose en sus hombros en el punto culminante, o la explosión dulce de la lujuria terrenal en su lengua cuando él lamía su crema desde en medio de sus muslos. Las mujeres eran la blandura en un mundo enloquecido. Pero Megan lo volvía loco, desquiciado, tan desesperado por su gusto que estaba a punto de llevarla al suelo de cueva y cubrirla como el animal que era.
—Aquí no hay nada, Joseph. —Esta no era la primera vez que ella había hecho el comentario—. Ninguna grieta, ningún túnel y ninguna pequeña repisa escondida.
Sí, él se había dado cuenta de ello hace cinco minutos. Pero ella estaba aquí, con su olor atrapado entre las paredes de piedra, acariciando sus sentidos y llenándolo de una lujuria peculiar que necesitaba tiempo para comprender. Para entender como controlarla.
Si dejaran la cueva los vientos disiparían la mayor parte del olor, y la tierra circundante lo difundiría. Él no tendría tiempo para deleitarse con él. En su memoria, ninguna mujer había estado tan caliente alguna vez por su toque. Era casi humillante. Joder, esto le excitaba como el infierno. Él no podía conseguir lo suficiente, y si ella no tenía cuidado él lo probaría pronto.
—Sigue mirando. —Él se dobló a lo largo de la pared que buscaba, explorando una grieta que corría en diagonal a través de la piedra.
Era delgada, apenas lo bastante amplia para las puntas de sus dedos, pero lo bastante como para fingirse interesado.
—¡Sigue mirando!, —exclamó ella antes de exhalar con exagerada paciencia—. Eres demasiado mandón.
—Y tú eres demasiado contestona, pero no me ves indicarlo. —Ella lo hacía sonreír. Hacía un tiempo malditamente largo desde que alguien lo había hecho sonreír de verdad.
Él amó entrenarse con ella, amaba escucharla contestarle y desafiarlo. Ella era un desafío, tanto física como mentalmente, y lo mantenía firme. Y si él no se había confundido, una sonrisa definida había estado antes ribeteando sus labios y resonando en su voz.
—¿Yo? —Ella seguro que sonreía ahora. Ella podía darle su espalda, pero él podía oír la sonrisa en su voz.
Discretamente él cambió la dura longitud de su pene bajo sus vaqueros, que esperaban algún alivio. La maldita cosa sólo pareció hincharse hacia adelante cuando él cerró sus ojos y atrajo el olor de ella más profundamente en su cabeza.
—Cualquiera que haya esperado en esta caverna no podía haber estado aquí demasiado tiempo —dijo ella finalmente—. Esta no apesta como la otra.
Él mismo lo había notado.
—Sospecho que ambos pasaron algún tiempo en la otra. —Él se encogió de hombros—. Los coyotes trabajan mejor en equipo. Se desafían el uno al otro en su maldad. Los hace más despiadados.
Él miró cuando ella terminó de comprobar una esquina sombreada y se volvió hacia atrás para afrontarlo. Su cara estaba ruborizada, sus pezones apretaban contra su camiseta cuando ella separó la linterna y la colgó en su cinturón.
—¿Asumo que hemos acabado aquí?
—Por el momento. —Él echó un vistazo alrededor una última vez—. Esperemos que antes de esta tarde Jonas tenga alguna información para nosotros así como las fotos de las castas que fueron asesinadas. Quiero que las mires atentamente y veas si los reconoces.
Incluso sus entrenadores no los habrían reconocido el día anterior.
—Me parece bien —asintió ella—. Ya que te tengo que aguantar en casa, tengo que hacer algunas compras en la tienda de comestibles. ¿Apuesto a que tú comes mucho, verdad?
Su mirada fija vagó sobre él. Él supo el minuto que ella descubrió su erección y casi se rió en voz alta cuando sus ojos se desorbitaron por la sorpresa.
—Tengo apetitos muy fuertes. —Él casi se ahogó de risa cuando el calor envolvió su cara.
Ella se aclaró la garganta, un pequeño sonido en parte excitación y en parte diversión.
—Apuesto a que lo haces —refunfuñó ella dirigiéndose hacia la entrada de la cueva—. No me sorprendería nada.
Maldición, ella era atractiva. Testaruda como el infierno, con una boca burlonamente sarcástica como nadie que se hubiese encontrado jamás, y con más secretos que cualquier mujer debería tener. Pero ella lo hacía reírse y lo mantenía firme. Un auténtico logro.
—Podías querer examinar la media de proteínas para ti también. —Él mantuvo su voz controlada, ningún signo de diversión o de sentidos escondidos—. Necesitarás tus fuerzas.
Ella se volvió hacia atrás, hacia él, con una réplica en sus labios hasta que vio la expresión deliberadamente inocente que él tenía en su cara.
Ella estrechó sus ojos apoyando las manos en sus caderas, llamando la atención hacia las curvas maduras donde la sangre palpitaba furiosamente entre sus muslos.
—No me engañas, Arness. —Ella arqueó aquella pequeña ceja perfecta mientras apretaba sus labios pensativamente—. Tú lo piensas. Tú quieres hacerlo. —Entonces ella sonrió realmente. Una curva lenta y atractiva de sus labios que le hizo apretar sus dientes para contener su gemido—. Tal vez eres tú quién vas a necesitar toda esa energía. Yo podría ser demasiado para que me manejes, sabes
Ella se dio la vuelta entonces, y con un tirón de su bonito trasero ella pasó por encima de la repisa al primer hueco para apoyar el pie que la conduciría de regreso al suelo del barranco.
¿Demasiado para que él pudiera manejar? Dudoso. No imposible.
Muy, pero que muy dudoso.


[b]Bueno aqui les dejo los capitulos, espero que los disfruten y comenten, ¿Que les parecio?, ¿Les esta gustando?, ¿Nick Jonas se casara conmigo? HAHA ok ya, mil gracias por leer las adoro! un beso :hug: [/b]
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Mensaje por heyitsnicktanii Sáb 03 Nov 2012, 11:46 am

chelis escribió: :wut: :wut: :wut: :wut: :wut:
AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHH!!!!!!
AAAMEEE LOS CAAAAAAAPIIISSSS!!
YO TAMBIEN QUIERO UNO COOMOO EEELLLLOOOSSS!!!!
Y QUIERO DE MASCOTA A UN MO-JO!!!!!!!
JAJAJJAJAJAJ ME RECORDOO AL DE LAS CHICAS SUPER PODEROSAS!!!
JAJAJAJAJAJAJAJAA!!!!!!!
AAAAAAAAAAAAAAAAIIIIII!!!
QUE MISTERIOO ESCONDE SU ABUELOOOO??
POR QUE SUPO QUE JOEEE ES UN FELINOOOO???
JAJAJA UN GATITO CON BOTAAASSS!!!!
AAAIIII :wut: HASTA EL MARTEEEESSSS????
:wut:
OKIISS AGUANTAAAREEEEE!!!!!

Entiendo tu dolor yo tambien quiero un casta :lloro: y no parare hasta encontrarlo(? HAHAHAHA espero que te gusten los capitulos, y esto se esta poniendo bueno :twisted: HAHA besos! :love:
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Mensaje por heyitsnicktanii Sáb 03 Nov 2012, 11:49 am

jb_fanvanu escribió:Como SU mujer ? desde cuando ella es del gatito con botas jaajaajajaj xD me mato ese apodo! lo ame! :(L):

Mm joseph es todo un machito creepygusta ... ella tiene una marca ? :O quien y porq se la hicieron ? .___.

SIGUELAAA

HAHAHA Yo me imagine Joe como el gatito de Shrek XD, espero que te gusten los capitulos un beso! :hug:
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Mensaje por heyitsnicktanii Sáb 03 Nov 2012, 11:51 am

ElitzJb escribió:wow xq ese mac quiere hacerle daño a ella no lo entiendo ???
menos mal y la rayis se defiende super genial

como quisiera tener un hombre casta seria estupendo :twisted:
siguela plis
quiero leer q pasara entre esos 2 seres ya q tendrán q estar juntos dios
como adoro esta nove :)

HAHAHA hagamos un club de "queremos un casta" aww yo amo esta historia mucho ya veran por que, espero que te gusten los capitulos un beso!
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