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Siempre juntos y jóvenes eternamente (Harry Styles y tú)(CANCELADA)
O W N :: Archivos :: Canceladas
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Re: Siempre juntos y jóvenes eternamente (Harry Styles y tú)(CANCELADA)
MARATÓN 3/3
CAPÍTULO 9
Mis padres me habían dicho que pronto me acostumbraría a la rutina y que, cuando lo hiciera, Medianoche empezaría a gustarme. Bueno, después de la primera semana, comprendí que estaban en lo cierto al cincuenta por ciento.
Las clases estaban bien, al menos la mayoría. A mi madre se le escapó en cierto momento que yo era su hija y enseguida añadió: «Ni _______ ni yo volveremos a mencionar este hecho nunca más. Y vosotros tampoco deberíais hacerlo». Todo el mundo se echó a reír. Los tenía comiendo de la palma de la mano. ¿Cómo lo hacía? Y lo más importante: ¿por qué no me había enseñado a hacerlo a mí también?
Me costó acostumbrarme a otros profesores y echaba de menos la informalidad y la cercanía de mi antiguo colegio. Aquí los maestros me intimidaban y era impensable que alguien no pudiera cumplir sus altas expectativas. Toda una vida pasada en la biblioteca, donde ocultarme del mundo, me había preparado para trabajar duro y además le dediqué más tiempo a mis estudios que nunca antes. La única clase que me preocupaba era la de Lengua inglesa, porque era la que impartía la señora Bethany. Había algo en ella, en el modo en que se mantenía erguida o en que ladeaba la cabeza antes de que alguien contestara una pregunta en clase que, en fin, que me intimidaba. Sin embargo, los profesores no serían un problema, estaba segura. En cambio, mi vida social era otra historia.
Courtney y otros alumnos de Medianoche habían decidido que yo no merecía su desprecio; mis muy apreciados padres me habían ganado el bendito derecho a ser ignorada, pero a nada más. Sin embargo, las «nuevas admisiones» me miraban con recelo. Por lo visto, compartir dormitorio con Patrice era razón suficiente para asumir que jamás me pondría en su contra o en contra de sus amigos. Los grupos se habían formado de un día para otro y yo me vi atrapada justo en medio.
La única «marginada» a la que conseguí aproximarme fue a Raquel Vargas, la chica del pelo corto. Nos habíamos pasado una mañana protestando por la cantidad de deberes de trigonometría que teníamos y aquello había sido casi el único contacto social que habíamos tenido. Tenia la impresión de que a Raquel le costaba hacer amigos. Parecía una chica solitaria, recluida en sí misma. En realidad no se diferenciaba mucho de mí, aunque parecía más desamparada. Y los demás alumnos se aseguraban de que así fuera.
—El mismo jersey negro, los mismos pantalones negros —comentó Courtney con sonsonete un día que pasaba junto a Raquel— y la misma pulsera negra. Me apuesto lo que quieras a que mañana volveremos a verlos.
—No todo el mundo puede permitirse el uniforme en todas sus variantes, ¿sabes? —se defendió Raquel.
—No, eso es evidente —intervino Zayn, un chico moreno que solía seguir a Courtney a todas partes—. Solo la gente que realmente es de aquí.
Courtney y todos sus amigos se echaron a reír. Raquel se puso roja como un tomate, pero se limitó a dar media vuelta y a irse con paso airado, al tiempo que las risas se convertían en carcajadas. Nuestras miradas se encontraron al pasar por mi lado. Intenté expresarle sin palabras que me sentía mal por ella, pero creo que eso solo hizo que se sintiera peor. Por lo visto, odiaba que la compadecieran.
Estaba segura de que si hubiera conocido a Raquel en cualquier otro sitio, habríamos descubierto que teníamos mucho en común. Sin embargo, con lo mal que me sentía por ella, dudaba que fuera a hacerme ningún bien estar con alguien más deprimido que yo. Aunque también estaba convencida de que yo no estaría ni la mitad de hundida de lo que estaba si hubiera conseguido comprender qué había sucedido entre Harry y yo.
Íbamos juntos a la clase de Química del profesor Iwerebon, pero nos sentábamos uno en cada punta del aula. Cuando no estaba concentrada intentando descifrar el cerrado acento nigeriano del profesor, me dedicaba a lanzarle miraditas disimuladas. Nuestros ojos jamás se encontraban ni antes ni después de clase, y él nunca se dirigía a mí. Lo más extraño de todo era que Harry no tenía ningún problema en hablar con nadie. Y no se cortaba un pelo a la hora de pararle los pies en cualquier momento a quien se pusiera gallito, pedante o grosero, es decir, prácticamente todos los que encajaban en el prototipo Medianoche.
Por ejemplo, un día en los prados, dos chicos empezaron a reírse de una chica que evidentemente no pertenecía al prototipo Medianoche, a quien se le había caído la bolsa con la que casi había tropezado. Harry se acercó a ellos con paso decidido.
—Qué irónico —dijo.
—¿El qué? —preguntó Zayn, uno de los chicos que estaba riéndose—. ¿Que ahora también dejen entrar a pardillos en esta escuela?
La chica a la que se le había caído la bolsa se sonrojó.
—Aunque fuera cierto, eso no sería una ironía —señaló Harry—. Ironía es el contraste entre lo que se dice y lo que ocurre.
Zayn hizo una mueca.
—Pero ¿qué dices?
—Os habéis reído de ella por haber tropezado justo antes de que vosotros os dierais de morros.
No tengo ni idea de cómo le puso la zancadilla, pero sé que lo hizo antes de ver a Zayn despatarrado en el suelo. Hubo gente que se echó a reír, pero la mayoría de los amigos de Courtney fulminaron a Harry con la mirada, como si salir en defensa de aquella chica no hubiera estado bien.
—¿Ves? Eso es una ironía —dijo Harry, y siguió su camino.
Si hubiera tenido la oportunidad, le habría dicho que pensaba que había hecho lo correcto y no me habría importado que Zayn, Courtney y los demás estuvieran mirando. Sin embargo, no tuve ocasión de hacerlo: Harry pasó por mi lado como si me hubiera vuelto invisible.
Zayn odiaba a Harry. Courtney odiaba a Harry. Patrice odiaba a Harry. Por lo que yo sabía, prácticamente todo el mundo en la Academia Medianoche odiaba a Harry salvo el surfero graciosito en que me había fijado el primer día... y yo. De acuerdo, Harry era un poco macarra, pero también era valiente y honesto, cualidades que a más de uno le faltaban en aquella escuela.
Sin embargo, por lo visto tendría que admirar a Harry de lejos. Por el momento, seguía sola.
Aqui he vuelto y con la maratón prometida! ESPERO COMENTARIOS, POR FAVOR! Y gracias por leer, espero que os guste! BESOS <3
CAPÍTULO 9
Mis padres me habían dicho que pronto me acostumbraría a la rutina y que, cuando lo hiciera, Medianoche empezaría a gustarme. Bueno, después de la primera semana, comprendí que estaban en lo cierto al cincuenta por ciento.
Las clases estaban bien, al menos la mayoría. A mi madre se le escapó en cierto momento que yo era su hija y enseguida añadió: «Ni _______ ni yo volveremos a mencionar este hecho nunca más. Y vosotros tampoco deberíais hacerlo». Todo el mundo se echó a reír. Los tenía comiendo de la palma de la mano. ¿Cómo lo hacía? Y lo más importante: ¿por qué no me había enseñado a hacerlo a mí también?
Me costó acostumbrarme a otros profesores y echaba de menos la informalidad y la cercanía de mi antiguo colegio. Aquí los maestros me intimidaban y era impensable que alguien no pudiera cumplir sus altas expectativas. Toda una vida pasada en la biblioteca, donde ocultarme del mundo, me había preparado para trabajar duro y además le dediqué más tiempo a mis estudios que nunca antes. La única clase que me preocupaba era la de Lengua inglesa, porque era la que impartía la señora Bethany. Había algo en ella, en el modo en que se mantenía erguida o en que ladeaba la cabeza antes de que alguien contestara una pregunta en clase que, en fin, que me intimidaba. Sin embargo, los profesores no serían un problema, estaba segura. En cambio, mi vida social era otra historia.
Courtney y otros alumnos de Medianoche habían decidido que yo no merecía su desprecio; mis muy apreciados padres me habían ganado el bendito derecho a ser ignorada, pero a nada más. Sin embargo, las «nuevas admisiones» me miraban con recelo. Por lo visto, compartir dormitorio con Patrice era razón suficiente para asumir que jamás me pondría en su contra o en contra de sus amigos. Los grupos se habían formado de un día para otro y yo me vi atrapada justo en medio.
La única «marginada» a la que conseguí aproximarme fue a Raquel Vargas, la chica del pelo corto. Nos habíamos pasado una mañana protestando por la cantidad de deberes de trigonometría que teníamos y aquello había sido casi el único contacto social que habíamos tenido. Tenia la impresión de que a Raquel le costaba hacer amigos. Parecía una chica solitaria, recluida en sí misma. En realidad no se diferenciaba mucho de mí, aunque parecía más desamparada. Y los demás alumnos se aseguraban de que así fuera.
—El mismo jersey negro, los mismos pantalones negros —comentó Courtney con sonsonete un día que pasaba junto a Raquel— y la misma pulsera negra. Me apuesto lo que quieras a que mañana volveremos a verlos.
—No todo el mundo puede permitirse el uniforme en todas sus variantes, ¿sabes? —se defendió Raquel.
—No, eso es evidente —intervino Zayn, un chico moreno que solía seguir a Courtney a todas partes—. Solo la gente que realmente es de aquí.
Courtney y todos sus amigos se echaron a reír. Raquel se puso roja como un tomate, pero se limitó a dar media vuelta y a irse con paso airado, al tiempo que las risas se convertían en carcajadas. Nuestras miradas se encontraron al pasar por mi lado. Intenté expresarle sin palabras que me sentía mal por ella, pero creo que eso solo hizo que se sintiera peor. Por lo visto, odiaba que la compadecieran.
Estaba segura de que si hubiera conocido a Raquel en cualquier otro sitio, habríamos descubierto que teníamos mucho en común. Sin embargo, con lo mal que me sentía por ella, dudaba que fuera a hacerme ningún bien estar con alguien más deprimido que yo. Aunque también estaba convencida de que yo no estaría ni la mitad de hundida de lo que estaba si hubiera conseguido comprender qué había sucedido entre Harry y yo.
Íbamos juntos a la clase de Química del profesor Iwerebon, pero nos sentábamos uno en cada punta del aula. Cuando no estaba concentrada intentando descifrar el cerrado acento nigeriano del profesor, me dedicaba a lanzarle miraditas disimuladas. Nuestros ojos jamás se encontraban ni antes ni después de clase, y él nunca se dirigía a mí. Lo más extraño de todo era que Harry no tenía ningún problema en hablar con nadie. Y no se cortaba un pelo a la hora de pararle los pies en cualquier momento a quien se pusiera gallito, pedante o grosero, es decir, prácticamente todos los que encajaban en el prototipo Medianoche.
Por ejemplo, un día en los prados, dos chicos empezaron a reírse de una chica que evidentemente no pertenecía al prototipo Medianoche, a quien se le había caído la bolsa con la que casi había tropezado. Harry se acercó a ellos con paso decidido.
—Qué irónico —dijo.
—¿El qué? —preguntó Zayn, uno de los chicos que estaba riéndose—. ¿Que ahora también dejen entrar a pardillos en esta escuela?
La chica a la que se le había caído la bolsa se sonrojó.
—Aunque fuera cierto, eso no sería una ironía —señaló Harry—. Ironía es el contraste entre lo que se dice y lo que ocurre.
Zayn hizo una mueca.
—Pero ¿qué dices?
—Os habéis reído de ella por haber tropezado justo antes de que vosotros os dierais de morros.
No tengo ni idea de cómo le puso la zancadilla, pero sé que lo hizo antes de ver a Zayn despatarrado en el suelo. Hubo gente que se echó a reír, pero la mayoría de los amigos de Courtney fulminaron a Harry con la mirada, como si salir en defensa de aquella chica no hubiera estado bien.
—¿Ves? Eso es una ironía —dijo Harry, y siguió su camino.
Si hubiera tenido la oportunidad, le habría dicho que pensaba que había hecho lo correcto y no me habría importado que Zayn, Courtney y los demás estuvieran mirando. Sin embargo, no tuve ocasión de hacerlo: Harry pasó por mi lado como si me hubiera vuelto invisible.
Zayn odiaba a Harry. Courtney odiaba a Harry. Patrice odiaba a Harry. Por lo que yo sabía, prácticamente todo el mundo en la Academia Medianoche odiaba a Harry salvo el surfero graciosito en que me había fijado el primer día... y yo. De acuerdo, Harry era un poco macarra, pero también era valiente y honesto, cualidades que a más de uno le faltaban en aquella escuela.
Sin embargo, por lo visto tendría que admirar a Harry de lejos. Por el momento, seguía sola.
Aqui he vuelto y con la maratón prometida! ESPERO COMENTARIOS, POR FAVOR! Y gracias por leer, espero que os guste! BESOS <3
Iry.
Re: Siempre juntos y jóvenes eternamente (Harry Styles y tú)(CANCELADA)
Hola, Nueva lectora! Siguela, esta genial <3
Pasense por mi novela, soy nueva y me gustaria tener su opinion(: [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
Besos xx
Pasense por mi novela, soy nueva y me gustaria tener su opinion(: [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
Besos xx
rebelde-obstinada
Re: Siempre juntos y jóvenes eternamente (Harry Styles y tú)(CANCELADA)
rebelde-obstinada escribió:Hola, Nueva lectora! Siguela, esta genial <3
Pasense por mi novela, soy nueva y me gustaria tener su opinion(: [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
Besos xx
Hola! Bienvenida :)
Gracias, luego más tarde la sigo! Besos <3
Iry.
Re: Siempre juntos y jóvenes eternamente (Harry Styles y tú)(CANCELADA)
CAPÍTULO 10
—¿Todavía no estás lista? —Patrice se encaramó al alféizar de la ventana. Su esbelto cuerpo se recortaba contra la noche, grácil incluso a punto de saltar hasta la rama más cercana del árbol—Los monitores pasarán enseguida.
Los monitores de pasillo vigilaban la academia todas las noches, aunque mis padres eran los únicos profesores a los que todavía no había visto merodeando por los corredores, agazapados para abalanzarse sobre quien pretendiera saltarse las normas. Aquella razón era suficiente para salir cuanto antes, pero seguí intentando arreglarme delante del espejo.
«Arreglarse» era la palabra clave. Con unos pantalones de sport ajustados y un jersey rosa claro que hacía resaltar su piel resplandeciente, Patrice tenía una elegancia natural. En cambio yo... Ya tenía bastante con intentar que unos téjanos y una camiseta negra me quedaran pasables. Sin demasiado éxito, debería añadir.
—______, vamos. —A Patrice se le había acabado la paciencia—. Yo me voy ya. ¿Vienes o no?
—Voy, voy.
De todas formas, ¿qué más daba la pinta que tuviera? Solo iba a ir a la fiesta porque no había tenido agallas para negarme.
Patrice saltó hasta la rama del árbol y luego se dejó caer al suelo con un aterrizaje tan controlado como la salida de una gimnasta de las barras paralelas. La seguí como pude y acabé raspándome las manos con la corteza. El miedo a que nos descubrieran aguzó mi oído y presté atención a todos los sonidos que nos envolvían: risas en un dormitorio, el susurro de las primeras hojas del otoño en el suelo, el ulular de otra lechuza saliendo de caza... El frío aire nocturno me hizo estremecer al cruzar los prados a la carrera en dirección al bosque. Patrice sabía abrirse camino entre la maleza sin hacer ruido, una habilidad que le envidié. Tal vez algún día llegaría a tener esa coordinación, pero me costaba imaginarlo. Por fin vimos la hoguera. Habían encendido un fuego a la orilla del lago, lo bastante pequeño para no llamar la atención, pero suficientemente grande para emitir una luz fantasmagórica y vacilante y poder calentarno a su alrededor. Los alumnos se juntaban en grupos desperdigados, inclinándose para hablar entre susurros o cuando se echaban a reír. Me pregunté si serían las mismas risas que había oído la noche del picnic.
A primera vista, no se diferenciaban de cualquier otro grupo de adolescentes que hubiera salido a divertirse, pero algo vibraba en el aire que agudizaba mis sentidos, algo que añadía tensión a sus movimientos y crueldad a la mayoría de las sonrisas. En ese momento, recordé lo que había pensado al conocer a Harry en el bosque durante nuestro primer y aterrador encuentro: al mirar a ciertas personas, a veces se percibe algo salvaje bajo la superficie. Pues eso mismo era lo que sentía allí. Alguien había puesto música en su radio, hipnotizante y suave. No conocía al cantante y no cantaban en inglés. Patrice no tardó en desaparecer entre su círculo de amistades, así que me quedé allí plantada y sola, sin saber qué hacer con las manos.
«¿Me las meto en los bolsillos? No, así tendré pinta de imbécil. ¿Pongo los brazos en jarras? Venga ya, ¿cómo si estuviera enfadada o algo así? No. Vale, incluso pensar en esto es patético.»
—Eh, hola —me saludó Niall.
Se me había acercado por la espalda, por eso no lo había visto venir. Llevaba una chaqueta negra de ante y una botella en la mano. La hoguera le bañaba el rostro con una luz cálida. Tenía el cabello rubio, unos ojos azules preciosos. Parecía un tipo malote, alguien más familiarizado con los puños que con las palabras. Sin embargo, su mirada lo hacía accesible e incluso atractivo, porque en sus ojos se adivinaba la inteligencia y también el ingenio. Además, su sonrisa carecía de crueldad.
—¿Quieres una cerveza? Todavía quedan.
—No, así está bien. —A pesar de lo oscuro que estaba, seguro que se dio cuenta de que me sonrojaba—. No tengo la edad.
¿Que no tenía la edad? Como si allí fuera a importarle a alguien. Debería haberme colgado al cuello un cartel que dijera «rarita», para ahorrarles trabajo.
Niall sonrió, pero no parecía estar riéndose de mí.
—Antes, los niños solían beber vino con sus padres durante las comidas. Y los médicos recomendaban a las mujeres cuyos hijos no mamaban lo suficiente que les dieran un poco de cerveza como alimentación suplementaria.
—Eso era antes.
—Tienes razón. —No insistió y me di cuenta de que no estaba nada borracho. Empecé a relajarme. A pesar de su corpulencia y su más que evidente fortaleza física, Niall tenía un don para conseguir que la gente se sintiera cómoda—. Desde el primer día que tengo ganas de hablar contigo.
—¿De verdad? —dije, confiando en que no se me escapara un chillido.
—Te lo advierto, voy detrás de algo. —Niall debió de ver la cara que puse porque se echó a reír, una risotada grave y estentórea—. Tu madre dijo que ya te había dado clases antes, por eso quería que me dieras unos cuantos consejos, para saber de qué pie cojea. Tengo que averiguar los secretos de mi profesora.
Decidí que a mi madre no le importaría que se los contara.
—Pues no estaría mal que prestaras atención cuando se balancea sobre los pies.
—¿Cuando se balancea?
—Sí, eso suele significar que está emocionada, que hay algo que le interesa mucho. Y si a ella le interesa, cree que también debería interesarte a ti.
—Lo que significa que saldrá en el examen.
—Exacto.
Volvió a reír. Tenía un aire travieso. Fijarme en lo guapo que estaba Niall casi me hizo sentir que traicionaba a Harry, pero es que saltaba a la vista. Después del modo en que Harry me había ignorado durante toda la semana, no estaba segura de seguir debiéndole lealtad. Además, no estaba nada mal que un chico guapísimo se interesara por una. Niall se acercó un poco más.
—Veo que no voy a arrepentirme de habernos conocido.
Le devolví la sonrisa y durante tres segundos, ni uno más ni uno menos, tuve la sensación de que la fiesta iba a estar bien... Hasta que Courtney hizo acto de presencia. Llevaba una falda negra muy, muy corta y una camisa blanca abierta casi hasta el ombligo. No tenía muchas curvas, pero lo compensaba pasando del sostén, algo bastante obvio en esos momentos.
—Niall, me alegro de que tengamos la oportunidad de ponernos al día.
—Ya estamos al día.
Niall parecía aún menos entusiasmado que yo de verla; sin embargo, Courtney no pareció darse cuenta o al menos eso fingió.
—Parece que hayan pasado siglos desde que salíamos juntos. Bueno, ha pasado demasiado tiempo. La última vez que nos vimos fue en Londres, ¿no?
—San Petersburgo —la corrigió.
Niall dijo el nombre de la ciudad como quien no quiere la cosa. Por lo visto era lo bastante audaz y experimentado para cruzar el océano sin pensárselo dos veces.
Courtney deslizó las manos con suavidad sobre la chaqueta de Niall, perfilando su físico con el movimiento de los dedos. La envidié. No por su aspecto de estrella, ni por sus viajes continentales, sino por su descaro. Si en el bosque hubiera sido la mitad de lanzada con Harry, si lo hubiera tocado o utilizado el comentario sobre la «niña buena» para tontear con él, tal vez no se comportaría como si fuéramos dos extraños. La voz de Courtney se abrió paso entre mis fantasías.
—No estás haciendo nada, ¿no, Niall?
—Estoy hablando con _______.
Courtney se volvió para mirarme. El largo cabello rubio, que suelto le llegaba a la cintura, se onduló al ladear la cabeza.
—¿Tienes algo interesante que compartir, _________?
—Yo... —¿Qué se suponía que debía decir? Aunque cualquier cosa habría sido mejor que lo que dije—: Pues no.
—Entonces no te importará que me lo lleve un rato, ¿verdad?
Empezó a tirar de él sin esperar una respuesta. Niall me miró con intención y comprendí que si yo decía algo, aunque fuera una sola palabra, él se detendría. Sin embargo, me quedé allí plantada como un pasmarote viendo cómo se iban.
Un par de personas ahogaron una risita. Miré a un lado y vi a Zayn, y a pesar de las sombras vacilantes que proyectaba la luz de la hoguera, pondría la mano en el fuego que estaba señalándome.
Me aparté de allí con la intención de desaparecer del mapa hasta encontrar a Patrice o a alguien que pudiera considerar mínimamente cordial. Sin embargo, cada paso que me alejaba de los demás me hacía sentir mejor y, antes de darme cuenta, ya me había ido de la fiesta.
Si no me hubiera escabullido después del toque de queda, habría corrido hasta la puerta y habría subido al dormitorio, pero me detuve a tiempo al recordar que en esos momentos estaba fuera de la ley. Así que me dirigí al cenador, al oeste de los terrenos del internado, para tranquilizarme y planear la entrada.
Estaba subiendo los escalones cuando vi a alguien, aunque al principio no reconocí quién era. Fuera quien fuese, tenía unos binoculares colocados delante de la cara. Lo identifiqué cuando la luna iluminó su cabello rizado.
OTRO CAPI! ESPERO QUE OS GUSTE Y LEAN Y COMENTEN! Gracias por leer.
Besos <3
—¿Todavía no estás lista? —Patrice se encaramó al alféizar de la ventana. Su esbelto cuerpo se recortaba contra la noche, grácil incluso a punto de saltar hasta la rama más cercana del árbol—Los monitores pasarán enseguida.
Los monitores de pasillo vigilaban la academia todas las noches, aunque mis padres eran los únicos profesores a los que todavía no había visto merodeando por los corredores, agazapados para abalanzarse sobre quien pretendiera saltarse las normas. Aquella razón era suficiente para salir cuanto antes, pero seguí intentando arreglarme delante del espejo.
«Arreglarse» era la palabra clave. Con unos pantalones de sport ajustados y un jersey rosa claro que hacía resaltar su piel resplandeciente, Patrice tenía una elegancia natural. En cambio yo... Ya tenía bastante con intentar que unos téjanos y una camiseta negra me quedaran pasables. Sin demasiado éxito, debería añadir.
—______, vamos. —A Patrice se le había acabado la paciencia—. Yo me voy ya. ¿Vienes o no?
—Voy, voy.
De todas formas, ¿qué más daba la pinta que tuviera? Solo iba a ir a la fiesta porque no había tenido agallas para negarme.
Patrice saltó hasta la rama del árbol y luego se dejó caer al suelo con un aterrizaje tan controlado como la salida de una gimnasta de las barras paralelas. La seguí como pude y acabé raspándome las manos con la corteza. El miedo a que nos descubrieran aguzó mi oído y presté atención a todos los sonidos que nos envolvían: risas en un dormitorio, el susurro de las primeras hojas del otoño en el suelo, el ulular de otra lechuza saliendo de caza... El frío aire nocturno me hizo estremecer al cruzar los prados a la carrera en dirección al bosque. Patrice sabía abrirse camino entre la maleza sin hacer ruido, una habilidad que le envidié. Tal vez algún día llegaría a tener esa coordinación, pero me costaba imaginarlo. Por fin vimos la hoguera. Habían encendido un fuego a la orilla del lago, lo bastante pequeño para no llamar la atención, pero suficientemente grande para emitir una luz fantasmagórica y vacilante y poder calentarno a su alrededor. Los alumnos se juntaban en grupos desperdigados, inclinándose para hablar entre susurros o cuando se echaban a reír. Me pregunté si serían las mismas risas que había oído la noche del picnic.
A primera vista, no se diferenciaban de cualquier otro grupo de adolescentes que hubiera salido a divertirse, pero algo vibraba en el aire que agudizaba mis sentidos, algo que añadía tensión a sus movimientos y crueldad a la mayoría de las sonrisas. En ese momento, recordé lo que había pensado al conocer a Harry en el bosque durante nuestro primer y aterrador encuentro: al mirar a ciertas personas, a veces se percibe algo salvaje bajo la superficie. Pues eso mismo era lo que sentía allí. Alguien había puesto música en su radio, hipnotizante y suave. No conocía al cantante y no cantaban en inglés. Patrice no tardó en desaparecer entre su círculo de amistades, así que me quedé allí plantada y sola, sin saber qué hacer con las manos.
«¿Me las meto en los bolsillos? No, así tendré pinta de imbécil. ¿Pongo los brazos en jarras? Venga ya, ¿cómo si estuviera enfadada o algo así? No. Vale, incluso pensar en esto es patético.»
—Eh, hola —me saludó Niall.
Se me había acercado por la espalda, por eso no lo había visto venir. Llevaba una chaqueta negra de ante y una botella en la mano. La hoguera le bañaba el rostro con una luz cálida. Tenía el cabello rubio, unos ojos azules preciosos. Parecía un tipo malote, alguien más familiarizado con los puños que con las palabras. Sin embargo, su mirada lo hacía accesible e incluso atractivo, porque en sus ojos se adivinaba la inteligencia y también el ingenio. Además, su sonrisa carecía de crueldad.
—¿Quieres una cerveza? Todavía quedan.
—No, así está bien. —A pesar de lo oscuro que estaba, seguro que se dio cuenta de que me sonrojaba—. No tengo la edad.
¿Que no tenía la edad? Como si allí fuera a importarle a alguien. Debería haberme colgado al cuello un cartel que dijera «rarita», para ahorrarles trabajo.
Niall sonrió, pero no parecía estar riéndose de mí.
—Antes, los niños solían beber vino con sus padres durante las comidas. Y los médicos recomendaban a las mujeres cuyos hijos no mamaban lo suficiente que les dieran un poco de cerveza como alimentación suplementaria.
—Eso era antes.
—Tienes razón. —No insistió y me di cuenta de que no estaba nada borracho. Empecé a relajarme. A pesar de su corpulencia y su más que evidente fortaleza física, Niall tenía un don para conseguir que la gente se sintiera cómoda—. Desde el primer día que tengo ganas de hablar contigo.
—¿De verdad? —dije, confiando en que no se me escapara un chillido.
—Te lo advierto, voy detrás de algo. —Niall debió de ver la cara que puse porque se echó a reír, una risotada grave y estentórea—. Tu madre dijo que ya te había dado clases antes, por eso quería que me dieras unos cuantos consejos, para saber de qué pie cojea. Tengo que averiguar los secretos de mi profesora.
Decidí que a mi madre no le importaría que se los contara.
—Pues no estaría mal que prestaras atención cuando se balancea sobre los pies.
—¿Cuando se balancea?
—Sí, eso suele significar que está emocionada, que hay algo que le interesa mucho. Y si a ella le interesa, cree que también debería interesarte a ti.
—Lo que significa que saldrá en el examen.
—Exacto.
Volvió a reír. Tenía un aire travieso. Fijarme en lo guapo que estaba Niall casi me hizo sentir que traicionaba a Harry, pero es que saltaba a la vista. Después del modo en que Harry me había ignorado durante toda la semana, no estaba segura de seguir debiéndole lealtad. Además, no estaba nada mal que un chico guapísimo se interesara por una. Niall se acercó un poco más.
—Veo que no voy a arrepentirme de habernos conocido.
Le devolví la sonrisa y durante tres segundos, ni uno más ni uno menos, tuve la sensación de que la fiesta iba a estar bien... Hasta que Courtney hizo acto de presencia. Llevaba una falda negra muy, muy corta y una camisa blanca abierta casi hasta el ombligo. No tenía muchas curvas, pero lo compensaba pasando del sostén, algo bastante obvio en esos momentos.
—Niall, me alegro de que tengamos la oportunidad de ponernos al día.
—Ya estamos al día.
Niall parecía aún menos entusiasmado que yo de verla; sin embargo, Courtney no pareció darse cuenta o al menos eso fingió.
—Parece que hayan pasado siglos desde que salíamos juntos. Bueno, ha pasado demasiado tiempo. La última vez que nos vimos fue en Londres, ¿no?
—San Petersburgo —la corrigió.
Niall dijo el nombre de la ciudad como quien no quiere la cosa. Por lo visto era lo bastante audaz y experimentado para cruzar el océano sin pensárselo dos veces.
Courtney deslizó las manos con suavidad sobre la chaqueta de Niall, perfilando su físico con el movimiento de los dedos. La envidié. No por su aspecto de estrella, ni por sus viajes continentales, sino por su descaro. Si en el bosque hubiera sido la mitad de lanzada con Harry, si lo hubiera tocado o utilizado el comentario sobre la «niña buena» para tontear con él, tal vez no se comportaría como si fuéramos dos extraños. La voz de Courtney se abrió paso entre mis fantasías.
—No estás haciendo nada, ¿no, Niall?
—Estoy hablando con _______.
Courtney se volvió para mirarme. El largo cabello rubio, que suelto le llegaba a la cintura, se onduló al ladear la cabeza.
—¿Tienes algo interesante que compartir, _________?
—Yo... —¿Qué se suponía que debía decir? Aunque cualquier cosa habría sido mejor que lo que dije—: Pues no.
—Entonces no te importará que me lo lleve un rato, ¿verdad?
Empezó a tirar de él sin esperar una respuesta. Niall me miró con intención y comprendí que si yo decía algo, aunque fuera una sola palabra, él se detendría. Sin embargo, me quedé allí plantada como un pasmarote viendo cómo se iban.
Un par de personas ahogaron una risita. Miré a un lado y vi a Zayn, y a pesar de las sombras vacilantes que proyectaba la luz de la hoguera, pondría la mano en el fuego que estaba señalándome.
Me aparté de allí con la intención de desaparecer del mapa hasta encontrar a Patrice o a alguien que pudiera considerar mínimamente cordial. Sin embargo, cada paso que me alejaba de los demás me hacía sentir mejor y, antes de darme cuenta, ya me había ido de la fiesta.
Si no me hubiera escabullido después del toque de queda, habría corrido hasta la puerta y habría subido al dormitorio, pero me detuve a tiempo al recordar que en esos momentos estaba fuera de la ley. Así que me dirigí al cenador, al oeste de los terrenos del internado, para tranquilizarme y planear la entrada.
Estaba subiendo los escalones cuando vi a alguien, aunque al principio no reconocí quién era. Fuera quien fuese, tenía unos binoculares colocados delante de la cara. Lo identifiqué cuando la luna iluminó su cabello rizado.
OTRO CAPI! ESPERO QUE OS GUSTE Y LEAN Y COMENTEN! Gracias por leer.
Besos <3
Iry.
Re: Siempre juntos y jóvenes eternamente (Harry Styles y tú)(CANCELADA)
CAPÍTULO 11
—¿Harry?
—Eh, hola, _______ —Todavía tardó unos segundos en apartar los binoculares y sonreírme—. Bonita noche para una fiesta.
Me quedé mirando los prismáticos.
—¿Qué haces?
—¿Tú qué crees? Estoy espiando a los de la fiesta —me espetó casi con la misma brusquedad que en el pasillo, hasta que me miró a la cara. Debí de parecerle muy desolada, porque me preguntó con mayor suavidad—: ¿Estás bien?
—Sí, no pasa nada. Soy una pringada, pero estoy bien.
Harry se echó a reír.
—Ya he visto que te ha faltado tiempo para irte. ¿Te ha molestado alguien?
—No, la verdad es que no, pero es que estaba un poco... agobiada. Ya sabes lo que me pasa con los extraños.
—Pues has hecho bien, no pegas con ellos.
—No me digas. —Me quedé mirando los prismáticos. Solo alguien con una visión nocturna excelente podía utilizarlos para ver algo, aunque supuse que la luz de la hoguera ayudaría un poco—. ¿Por qué estás vigilando la fiesta?
—Estoy controlando que nadie se emborrache, se ponga tontorrón o le dé por ir a pasear al bosque.
—¿Es que ahora eres el monitor de pasillo de la señora Bethany o qué?
—Ni de coña. - Harry bajó los prismáticos. Iba vestido para confundirse con las sombras: pantalones negros y una camiseta de manga larga que hacía resaltar sus brazos y su pecho musculosos. Era más delgado y estaba más fibrado que Niall. Había algo casi agresivamente masculino en él—. Me preguntaba qué narices hacían esos tíos cuando no están metiéndose con los demás, pavoneándose o haciéndole la pelota a alguien. —Me lanzó una mirada curiosa—. Parece que te gustan.
—¡¿Qué?!
Se encogió de hombros.
—Siempre andas con esa gente.
—¡Eso es mentira! Patrice es mi compañera de habitación, por eso paso tiempo con ella, y sus amigos vienen a visitarla cada dos por tres, no puedo ignorarlos. Es decir, hay un par que se salvan, pero a los demás les tengo pavor.
—No se salva ni uno, créeme.
Se me ocurrió que podría romper una lanza a favor de Niall, pero en esos momentos no me apetecía hablar de él. También me di cuenta de que Harry me había hecho poner a la defensiva y de que no tenía derecho a hacerlo.
—Un momento, ¿por eso te has mostrado tan frío conmigo? ¿Por qué te comportas como si no nos conociéramos?
—No quería quedarme a ver cómo caías en las garras de esa gente, una chica tan dulce como tú. Sobre todo sin poder hacer nada al respecto. — Me sorprendió el sentimiento con que lo dijo. Todavía nos separaban unos cuantos metros, pero nunca había tenido la sensación de estar tan cerca de alguien—. Cuando te vi salir corriendo, comprendí que no todo estaba perdido.
—Créeme, no formo parte de ese grupo —insistí—. Creo que me invitaron a la fiesta solo para reírse de mí. Únicamente he ido porque, bueno, porque digo yo que tarde o temprano tendré que conocer gente. Tú eras el único amigo que tenía y creía que te había perdido.
Harry unió las manos alrededor de uno de los adornos en forma de volutas del cenador y yo hice otro tanto, de modo que quedamos el uno al lado del otro. Nos enroscábamos con las volutas, como la enredadera.
—He herido tus sentimientos, ¿verdad?
—Más o menos —admití con un hilo de voz—. Es decir... Ya sé que solo hemos hablado una vez...
—Pero para ti fue importante. —Nuestras miradas se encontraron apenas un instante—. También lo fue para mí, pero no me había dado cuenta de que... Bueno, creía que solo me había pasado a mí.
¿Harry no se había dado cuenta de que a mí también me gustaba él? Nunca en la vida conseguiría comprender a los hombres.
—Pero si me acerqué a hablar contigo el primer día de clase...
—Sí, y justo antes de eso andabas paseando y charlando con Patrice Devereaux, que no puede ser más de aquí. Los de su clase y los de la mía... Admitámoslo, no se mezclan. —Pareció disgustado unos segundos—. Me dijiste que apenas hablabas con extraños, por eso pensé que debíais de ser muy amigas.
—Es mi compañera de cuarto. Más me vale ser capaz de comunicarme con ella si quiero ir tirando.
—Vale, me equivoqué. Lo siento.
Tuve la sensación de que no era del todo sincero conmigo, pero Harry parecía verdaderamente arrepentido de haber sacado conclusiones precipitadas y con eso me bastaba. Mi protector no había dejado de preocuparse por mí, aunque yo no lo supiera, y esa certeza me hizo sentir cálidamente reconfortada, como si me hubieran echado un abrigo sobre los hombros para resguardarme del frío.
El silencio se instaló entre nosotros, aunque no fue incómodo. A veces encuentras gente con la que puedes estar callada sin tener la sensación de que necesitas rellenar el silencio con charlas insustanciales. Solo me había sentido así de a gusto con un par de personas, en mi pueblo, y siempre había pensado que se necesitaban años para llegar a compartir esa complicidad. Sin embargo, ya me ocurría con Harry.
Recordé el descaro de Courtney y decidí que yo también podía ser, como mínimo, la mitad de lanzada que ella. Aunque nunca se me había dado bien entablar conversación, lo intenté:
—¿Te llevas bien con tu compañero de habitación?
—¿Con Louis? —Harry esbozó una ligera sonrisa—. No está mal, como compañero de habitación al menos. Un poco inconsciente. Un payaso. Pero es un tío legal.
La palabra «payaso» me hizo pensar que sabía a quién se refería.
—Louis es el chico que lleva camisas hawaianas, ¿verdad?
—Ese mismo.
—No hemos hablado, pero parece simpático.
—Lo es. Igual podríamos salir un día todos juntos.
El corazón me dio un vuelco.
—No estaría mal, pero... Preferiría pasar más tiempo contigo —me lancé.
Nuestras miradas se encontraron y tuve la sensación de que habíamos cruzado algún tipo de línea. ¿Eso era bueno o era malo?
—Podríamos... Pero... —¿Por qué vacilaba Harry?— ______, espero que seamos amigos. Me gustas, pero no es buena idea que pases demasiado tiempo conmigo. Ya has visto que no soy precisamente el chico más popular del campus. No estoy aquí para hacer amigos.
—¿Y estás para hacer enemigos? Por cómo os peleáis Zayn y tú, a veces lo parece.
—¿Preferirías que fuera amigo de Zayn?
Zayn era un imbécil de marca mayor y ambos lo sabíamos.
—No, claro que no. Solo es que a veces parece que, no sé, que vayas buscando pelea. Es decir, ¿de verdad los odias tanto? No es que a mí me gusten, pero es que a ti... Es como si ni siquiera pudieras soportar respirar el mismo aire.
—Confío en mi instinto.
No iba a discutírselo.
—Es mejor no tenerlos en contra si puedes evitarlo.
—_______, si tú y yo... Si nosotros...
AQUI OTRO CAPITULO! A LA TARDE SUBUIRÉ OTRO! ESPERO QUE OS GUSTE!
MUCHOS BESITOS <3
—¿Harry?
—Eh, hola, _______ —Todavía tardó unos segundos en apartar los binoculares y sonreírme—. Bonita noche para una fiesta.
Me quedé mirando los prismáticos.
—¿Qué haces?
—¿Tú qué crees? Estoy espiando a los de la fiesta —me espetó casi con la misma brusquedad que en el pasillo, hasta que me miró a la cara. Debí de parecerle muy desolada, porque me preguntó con mayor suavidad—: ¿Estás bien?
—Sí, no pasa nada. Soy una pringada, pero estoy bien.
Harry se echó a reír.
—Ya he visto que te ha faltado tiempo para irte. ¿Te ha molestado alguien?
—No, la verdad es que no, pero es que estaba un poco... agobiada. Ya sabes lo que me pasa con los extraños.
—Pues has hecho bien, no pegas con ellos.
—No me digas. —Me quedé mirando los prismáticos. Solo alguien con una visión nocturna excelente podía utilizarlos para ver algo, aunque supuse que la luz de la hoguera ayudaría un poco—. ¿Por qué estás vigilando la fiesta?
—Estoy controlando que nadie se emborrache, se ponga tontorrón o le dé por ir a pasear al bosque.
—¿Es que ahora eres el monitor de pasillo de la señora Bethany o qué?
—Ni de coña. - Harry bajó los prismáticos. Iba vestido para confundirse con las sombras: pantalones negros y una camiseta de manga larga que hacía resaltar sus brazos y su pecho musculosos. Era más delgado y estaba más fibrado que Niall. Había algo casi agresivamente masculino en él—. Me preguntaba qué narices hacían esos tíos cuando no están metiéndose con los demás, pavoneándose o haciéndole la pelota a alguien. —Me lanzó una mirada curiosa—. Parece que te gustan.
—¡¿Qué?!
Se encogió de hombros.
—Siempre andas con esa gente.
—¡Eso es mentira! Patrice es mi compañera de habitación, por eso paso tiempo con ella, y sus amigos vienen a visitarla cada dos por tres, no puedo ignorarlos. Es decir, hay un par que se salvan, pero a los demás les tengo pavor.
—No se salva ni uno, créeme.
Se me ocurrió que podría romper una lanza a favor de Niall, pero en esos momentos no me apetecía hablar de él. También me di cuenta de que Harry me había hecho poner a la defensiva y de que no tenía derecho a hacerlo.
—Un momento, ¿por eso te has mostrado tan frío conmigo? ¿Por qué te comportas como si no nos conociéramos?
—No quería quedarme a ver cómo caías en las garras de esa gente, una chica tan dulce como tú. Sobre todo sin poder hacer nada al respecto. — Me sorprendió el sentimiento con que lo dijo. Todavía nos separaban unos cuantos metros, pero nunca había tenido la sensación de estar tan cerca de alguien—. Cuando te vi salir corriendo, comprendí que no todo estaba perdido.
—Créeme, no formo parte de ese grupo —insistí—. Creo que me invitaron a la fiesta solo para reírse de mí. Únicamente he ido porque, bueno, porque digo yo que tarde o temprano tendré que conocer gente. Tú eras el único amigo que tenía y creía que te había perdido.
Harry unió las manos alrededor de uno de los adornos en forma de volutas del cenador y yo hice otro tanto, de modo que quedamos el uno al lado del otro. Nos enroscábamos con las volutas, como la enredadera.
—He herido tus sentimientos, ¿verdad?
—Más o menos —admití con un hilo de voz—. Es decir... Ya sé que solo hemos hablado una vez...
—Pero para ti fue importante. —Nuestras miradas se encontraron apenas un instante—. También lo fue para mí, pero no me había dado cuenta de que... Bueno, creía que solo me había pasado a mí.
¿Harry no se había dado cuenta de que a mí también me gustaba él? Nunca en la vida conseguiría comprender a los hombres.
—Pero si me acerqué a hablar contigo el primer día de clase...
—Sí, y justo antes de eso andabas paseando y charlando con Patrice Devereaux, que no puede ser más de aquí. Los de su clase y los de la mía... Admitámoslo, no se mezclan. —Pareció disgustado unos segundos—. Me dijiste que apenas hablabas con extraños, por eso pensé que debíais de ser muy amigas.
—Es mi compañera de cuarto. Más me vale ser capaz de comunicarme con ella si quiero ir tirando.
—Vale, me equivoqué. Lo siento.
Tuve la sensación de que no era del todo sincero conmigo, pero Harry parecía verdaderamente arrepentido de haber sacado conclusiones precipitadas y con eso me bastaba. Mi protector no había dejado de preocuparse por mí, aunque yo no lo supiera, y esa certeza me hizo sentir cálidamente reconfortada, como si me hubieran echado un abrigo sobre los hombros para resguardarme del frío.
El silencio se instaló entre nosotros, aunque no fue incómodo. A veces encuentras gente con la que puedes estar callada sin tener la sensación de que necesitas rellenar el silencio con charlas insustanciales. Solo me había sentido así de a gusto con un par de personas, en mi pueblo, y siempre había pensado que se necesitaban años para llegar a compartir esa complicidad. Sin embargo, ya me ocurría con Harry.
Recordé el descaro de Courtney y decidí que yo también podía ser, como mínimo, la mitad de lanzada que ella. Aunque nunca se me había dado bien entablar conversación, lo intenté:
—¿Te llevas bien con tu compañero de habitación?
—¿Con Louis? —Harry esbozó una ligera sonrisa—. No está mal, como compañero de habitación al menos. Un poco inconsciente. Un payaso. Pero es un tío legal.
La palabra «payaso» me hizo pensar que sabía a quién se refería.
—Louis es el chico que lleva camisas hawaianas, ¿verdad?
—Ese mismo.
—No hemos hablado, pero parece simpático.
—Lo es. Igual podríamos salir un día todos juntos.
El corazón me dio un vuelco.
—No estaría mal, pero... Preferiría pasar más tiempo contigo —me lancé.
Nuestras miradas se encontraron y tuve la sensación de que habíamos cruzado algún tipo de línea. ¿Eso era bueno o era malo?
—Podríamos... Pero... —¿Por qué vacilaba Harry?— ______, espero que seamos amigos. Me gustas, pero no es buena idea que pases demasiado tiempo conmigo. Ya has visto que no soy precisamente el chico más popular del campus. No estoy aquí para hacer amigos.
—¿Y estás para hacer enemigos? Por cómo os peleáis Zayn y tú, a veces lo parece.
—¿Preferirías que fuera amigo de Zayn?
Zayn era un imbécil de marca mayor y ambos lo sabíamos.
—No, claro que no. Solo es que a veces parece que, no sé, que vayas buscando pelea. Es decir, ¿de verdad los odias tanto? No es que a mí me gusten, pero es que a ti... Es como si ni siquiera pudieras soportar respirar el mismo aire.
—Confío en mi instinto.
No iba a discutírselo.
—Es mejor no tenerlos en contra si puedes evitarlo.
—_______, si tú y yo... Si nosotros...
AQUI OTRO CAPITULO! A LA TARDE SUBUIRÉ OTRO! ESPERO QUE OS GUSTE!
MUCHOS BESITOS <3
Iry.
Re: Siempre juntos y jóvenes eternamente (Harry Styles y tú)(CANCELADA)
CAPÍTULO 12
Si nosotros ¿qué? Imaginé miles de respuestas a esa pregunta y me gustaron casi todas. Nuestras miradas se entrelazaron con tanta fuerza que parecía imposible desprenderlas. Si la pasión de Harry era arrolladora incluso cuando no iba dirigida hacia mí, cuando yo era su objetivo —como en esos momentos, mientras estudiaba hasta el último centímetro de mi cara, sopesando sus palabras antes de pronunciarlas en voz alta— me cortaba la respiración.
—No podría soportar que te hicieran la vida imposible por mi culpa — consiguió decir al fin Harry—. Y habrían acabado haciéndolo.
¿Estaba protegiéndome? De no haber sido una soberana estupidez, habría resultado enternecedor.
—¿Sabes? No creo que tenga ninguna credibilidad social que puedas echar por tierra.
—No estés tan segura.
—No seas tan tozudo.
Nos quedamos unos instantes en silencio. La luz de la luna se colaba entre las hojas de la enredadera. Harry estaba lo bastante cerca para poder reconocer su fragancia, algo que me recordó a cedro y pino, como el bosque que nos envolvía, como si de algún modo él formara parte de ese oscuro lugar.
—Lo he enredado todo, ¿verdad? —Harry parecía casi tan azorado como yo—. No estoy acostumbrado.
—¿A hablar con chicas? —pregunté, enarcando una ceja.
Con el aspecto que tenía Harry, me costaba mucho creerle. Sin embargo, no cabía duda de su sinceridad cuando asintió con la cabeza. El brillo travieso había desaparecido de su mirada.
—He pasado muchos años yendo de aquí para allá, viajando de un lugar a otro. Siempre que le cogía cariño a alguien, desaparecía de mi lado de repente. Creo que he aprendido a mantener las distancias con la gente.
—Me hiciste sentir como una imbécil por haber confiado en ti.
—No te sientas así. El problema es mío y no soportaría que también fuera tuyo.
Siempre había creído que el hecho de haber pasado toda mi vida en un pueblecito había contribuido a no saber cómo comportarme delante de extraños. Sin embargo, después de oír a Harry comprendí que una existencia ambulante podía tener el mismo efecto: el aislamiento y la introversión que convertían la comunicación con los demás en lo más difícil del mundo.
Tal vez su rabia se pareciera a mi timidez. Era una señal que ambos nos sintiéramos tan solos, y quizá no tuviéramos por qué seguir estándolo demasiado tiempo.
—¿No estás cansado de esconderte? —pregunté, en voz baja—. Yo sí.
—Yo no me escondo—repuso Harry, pero enseguida se quedó en silencio, meditando—. Bueno, mierda.
—Podría equivocarme.
—No te equivocas. —Harry siguió mirándome, y justo cuando empecé a pensar que no tendría que haber sido tan franca, añadió—: No debería hacer esto.
—¿El qué?
Sentí que el corazón empezaba a latirme con fuerza. Harry sacudió la cabeza y sonrió. La mirada picara había regresado a sus ojos.
—Cuando la cosa se complique, no digas que no te avisé.
—Tal vez la complicada sea yo.
El comentario ensanchó su sonrisa.
—Ya veo que esto va a llevarnos un rato. —Me quedé atontada cuando me sonrió como lo hizo y deseé que el tiempo no pasara en el cenador. Sin embargo, en ese momento Harry ladeó la cabeza—. ¿Has oído eso?
—¿El qué? —Entonces lo oí: la puerta de entrada de la escuela se abría y se cerraba repetidamente a lo lejos y hubo pasos en el camino principal —. ¡Van a hacer una redada en la fiesta!
—No me gustaría ser Courtney —dijo Harry—. Esto nos da la oportunidad de volver dentro.
Atravesamos el césped a la carrera, atentos a las voces que procedían del lugar de la fiesta, e intercambiamos una amplia sonrisa al cruzar la puerta principal sin que nos pillaran.
—Hasta pronto —me susurró Harry cuando me soltó el brazo y se dirigió a su pasillo.
Esa palabra siguió resonando en mis oídos de camino a mi habitación y a mi cama: pronto.
Espero que os guste :)
Si nosotros ¿qué? Imaginé miles de respuestas a esa pregunta y me gustaron casi todas. Nuestras miradas se entrelazaron con tanta fuerza que parecía imposible desprenderlas. Si la pasión de Harry era arrolladora incluso cuando no iba dirigida hacia mí, cuando yo era su objetivo —como en esos momentos, mientras estudiaba hasta el último centímetro de mi cara, sopesando sus palabras antes de pronunciarlas en voz alta— me cortaba la respiración.
—No podría soportar que te hicieran la vida imposible por mi culpa — consiguió decir al fin Harry—. Y habrían acabado haciéndolo.
¿Estaba protegiéndome? De no haber sido una soberana estupidez, habría resultado enternecedor.
—¿Sabes? No creo que tenga ninguna credibilidad social que puedas echar por tierra.
—No estés tan segura.
—No seas tan tozudo.
Nos quedamos unos instantes en silencio. La luz de la luna se colaba entre las hojas de la enredadera. Harry estaba lo bastante cerca para poder reconocer su fragancia, algo que me recordó a cedro y pino, como el bosque que nos envolvía, como si de algún modo él formara parte de ese oscuro lugar.
—Lo he enredado todo, ¿verdad? —Harry parecía casi tan azorado como yo—. No estoy acostumbrado.
—¿A hablar con chicas? —pregunté, enarcando una ceja.
Con el aspecto que tenía Harry, me costaba mucho creerle. Sin embargo, no cabía duda de su sinceridad cuando asintió con la cabeza. El brillo travieso había desaparecido de su mirada.
—He pasado muchos años yendo de aquí para allá, viajando de un lugar a otro. Siempre que le cogía cariño a alguien, desaparecía de mi lado de repente. Creo que he aprendido a mantener las distancias con la gente.
—Me hiciste sentir como una imbécil por haber confiado en ti.
—No te sientas así. El problema es mío y no soportaría que también fuera tuyo.
Siempre había creído que el hecho de haber pasado toda mi vida en un pueblecito había contribuido a no saber cómo comportarme delante de extraños. Sin embargo, después de oír a Harry comprendí que una existencia ambulante podía tener el mismo efecto: el aislamiento y la introversión que convertían la comunicación con los demás en lo más difícil del mundo.
Tal vez su rabia se pareciera a mi timidez. Era una señal que ambos nos sintiéramos tan solos, y quizá no tuviéramos por qué seguir estándolo demasiado tiempo.
—¿No estás cansado de esconderte? —pregunté, en voz baja—. Yo sí.
—Yo no me escondo—repuso Harry, pero enseguida se quedó en silencio, meditando—. Bueno, mierda.
—Podría equivocarme.
—No te equivocas. —Harry siguió mirándome, y justo cuando empecé a pensar que no tendría que haber sido tan franca, añadió—: No debería hacer esto.
—¿El qué?
Sentí que el corazón empezaba a latirme con fuerza. Harry sacudió la cabeza y sonrió. La mirada picara había regresado a sus ojos.
—Cuando la cosa se complique, no digas que no te avisé.
—Tal vez la complicada sea yo.
El comentario ensanchó su sonrisa.
—Ya veo que esto va a llevarnos un rato. —Me quedé atontada cuando me sonrió como lo hizo y deseé que el tiempo no pasara en el cenador. Sin embargo, en ese momento Harry ladeó la cabeza—. ¿Has oído eso?
—¿El qué? —Entonces lo oí: la puerta de entrada de la escuela se abría y se cerraba repetidamente a lo lejos y hubo pasos en el camino principal —. ¡Van a hacer una redada en la fiesta!
—No me gustaría ser Courtney —dijo Harry—. Esto nos da la oportunidad de volver dentro.
Atravesamos el césped a la carrera, atentos a las voces que procedían del lugar de la fiesta, e intercambiamos una amplia sonrisa al cruzar la puerta principal sin que nos pillaran.
—Hasta pronto —me susurró Harry cuando me soltó el brazo y se dirigió a su pasillo.
Esa palabra siguió resonando en mis oídos de camino a mi habitación y a mi cama: pronto.
Espero que os guste :)
Iry.
Re: Siempre juntos y jóvenes eternamente (Harry Styles y tú)(CANCELADA)
Mas tarde subo capitulo!!
Iry.
Re: Siempre juntos y jóvenes eternamente (Harry Styles y tú)(CANCELADA)
CAPÍTULO 13
Llegué a mi cuarto justo a tiempo de meterme bajo las sábanas antes de que entrara Patrice acompañada de la señora Bethany. La figura de la directora se recortó contra la débil luz del pasillo, por lo que solo pude distinguir su silueta.
—Ya conoces las normas, Patrice —dijo en voz baja, aunque indudablemente seria. Decir que intimidaba sería quedarse corto, y eso que ni siquiera era yo a la que reprendía—. Debes comprender que las normas están para obedecerlas. No podemos andar corriendo por el campo en plena noche. ¿Qué diría la gente? Los alumnos se desmadrarían y podría ocurrir una tragedia. ¿Está claro?
Patrice asintió y la puerta se cerró de golpe. Me enderecé.
—¿Ha ido muy mal? —le pregunté en un susurro.
—No, solo un poco —gruñó Patrice mientras empezaba a desnudarse. Llevábamos una semana cambiándonos en la misma habitación, pero a mí seguía dándome vergüenza. A ella no. De hecho, ni siquiera dejó de mirarme mientras se quitaba la camisa precipitadamente—. ¡Pero si todavía vas vestida!
—Ah, sí.
—Creía que te habías ido de la fiesta.
—Lo hice, pero... No pude entrar en la escuela. Estaban de patrulla. Luego se dieron cuenta de dónde estabais y salieron pitando. He llegado tres minutos antes que tú.
Patrice se encogió de hombros al agacharse para recoger el pijama. Yo hice lo que pude para cambiarme sin volverme. La conversación se había terminado y yo había mentido con éxito a mi compañera de cuarto por primera vez.
Tal vez debería haberle explicado por qué me había retrasado. La mayoría de las chicas se morirían por contarle a todo el mundo que acababan de ligar con un chico guapísimo, pero quería que siguiera siendo un secreto, me gustaba. En cierto modo, el hecho de que yo fuera la única en saberlo lo hacía más especial. «Yo le gusto a él y él me gusta a mí. Tal vez pronto estemos juntos.»
Mientras volvía a meterme bajo las sábanas, recapacité y decidí que quizá estaba echando las campanas al vuelo. Los pensamientos se atropellaban en mi cabeza y me impedían dormir. Le sonreí a la almohada.
«Es mío.»
Llegué a mi cuarto justo a tiempo de meterme bajo las sábanas antes de que entrara Patrice acompañada de la señora Bethany. La figura de la directora se recortó contra la débil luz del pasillo, por lo que solo pude distinguir su silueta.
—Ya conoces las normas, Patrice —dijo en voz baja, aunque indudablemente seria. Decir que intimidaba sería quedarse corto, y eso que ni siquiera era yo a la que reprendía—. Debes comprender que las normas están para obedecerlas. No podemos andar corriendo por el campo en plena noche. ¿Qué diría la gente? Los alumnos se desmadrarían y podría ocurrir una tragedia. ¿Está claro?
Patrice asintió y la puerta se cerró de golpe. Me enderecé.
—¿Ha ido muy mal? —le pregunté en un susurro.
—No, solo un poco —gruñó Patrice mientras empezaba a desnudarse. Llevábamos una semana cambiándonos en la misma habitación, pero a mí seguía dándome vergüenza. A ella no. De hecho, ni siquiera dejó de mirarme mientras se quitaba la camisa precipitadamente—. ¡Pero si todavía vas vestida!
—Ah, sí.
—Creía que te habías ido de la fiesta.
—Lo hice, pero... No pude entrar en la escuela. Estaban de patrulla. Luego se dieron cuenta de dónde estabais y salieron pitando. He llegado tres minutos antes que tú.
Patrice se encogió de hombros al agacharse para recoger el pijama. Yo hice lo que pude para cambiarme sin volverme. La conversación se había terminado y yo había mentido con éxito a mi compañera de cuarto por primera vez.
Tal vez debería haberle explicado por qué me había retrasado. La mayoría de las chicas se morirían por contarle a todo el mundo que acababan de ligar con un chico guapísimo, pero quería que siguiera siendo un secreto, me gustaba. En cierto modo, el hecho de que yo fuera la única en saberlo lo hacía más especial. «Yo le gusto a él y él me gusta a mí. Tal vez pronto estemos juntos.»
Mientras volvía a meterme bajo las sábanas, recapacité y decidí que quizá estaba echando las campanas al vuelo. Los pensamientos se atropellaban en mi cabeza y me impedían dormir. Le sonreí a la almohada.
«Es mío.»
Iry.
Re: Siempre juntos y jóvenes eternamente (Harry Styles y tú)(CANCELADA)
CAPÍTULO 14
—He oído que anoche hubo una fiesta —dijo mi padre, dejando delante de mí una hamburguesa y patatas fritas; estábamos sentados a la mesa de mi familia.
—Hum... —contesté con la boca llena de patatas. Acabé de tragar y mascullé—: Es decir, eso me han dicho.
Mis padres intercambiaron una mirada y tuve la impresión de que incluso les hacía gracia. Qué alivio.
Sería la primera de las muchas cenas semanales de los domingos. Todo el tiempo que pudiera pasar con mi familia en los alojamientos del profesorado en vez de rodeada de alumnos de Medianoche, para mí era tiempo bien invertido. Aunque intentaban actuar de la manera más informal posible, era fácil adivinar que mis padres me habían echado de menos tanto como yo a ellos. Duke Ellington sonaba en el equipo de música y, a pesar del interrogatorio paterno, el mundo volvía a recuperar su orden.
—No os desmadrasteis mucho, ¿verdad? —Por lo visto mi madre había decidido pasar por alto el hecho de que yo hubiera negado mi asistencia a dicha fiesta—. Solo hubo cerveza y música, por lo que me han dicho.
—No sé nada del asunto —contesté, sin negarlo. Es decir, yo solo estuve unos quince minutos en la fiesta.
—Da igual que solo se tratara de unas cervezas —dijo mi padre sacudiendo la cabeza, en dirección a mi madre—. Las normas están para cumplirlas, Celia. Una cosa es el terreno de la escuela, pero ¿y si la semana que viene les da por ir a la ciudad? _________ no me preocupa, pero algunos de los otros...
—No estoy en contra de las normas, pero es normal que los alumnos de mayor edad se rebelen contra ellas de vez en cuando. Es mejor tener algún que otro desliz sin importancia de vez en cuando que incidentes más graves. —Mi madre se volvió hacia mí—. ¿Cuál es tu asignatura preferida hasta ahora?
—La tuya, ¿cuál va a ser? —respondí, y la miré como queriendo decir si de verdad creía que iba a ser tan tonta como para responder otra cosa. Se echó a reír.
—Además de la mía. —Mi madre descansó la barbilla en la mano, saltándose a la torera la norma de no poner los codos sobre la mesa—.¿Tal vez Inglés? Siempre te ha gustado mucho.
—No con la señora Bethany.
El comentario no me granjeó ninguna simpatía.
—Pues atiende a lo que te diga —dijo mi padre con severidad. Dejó las gafas sobre la mesa de roble con brusquedad, de un porrazo—. Tómatela muy en serio.
Qué tonta había sido, pero si era su jefa. ¿Qué ocurriría si corría la voz de que su hija iba por ahí hablando mal de la directora? Tal vez debería dejar de pensar solo en mí para variar.
—Me esforzaré —le prometí.
—Sé que lo harás.
Mi madre cubrió mi mano con la suya.
*****
El lunes entré en la clase de Inglés decidida a hacer borrón y cuenta nueva. Hacía poco que habíamos empezado a hablar de la mitología y el folclore en la literatura, dos temas que siempre me habían gustado. Si había algún área en que poder demostrarle mis aptitudes a la señora Bethany, era precisamente esa. Aunque estaba visto que no iba a poder demostrarle nada.
—Supongo que relativamente pocos de ustedes habrán leído nuestro siguiente libro de estudio —dijo, a medida que iba repartiendo por la clase una pila de libros de tapa blanda. La señora Bethany siempre olía a lavanda. Femenino, pero muy penetrante—. Sin embargo, imagino que prácticamente todos habrán oído hablar de él.
Los libros llegaron hasta mi escritorio y cogí un ejemplar de Drácula, de Bram Stoker.
—¿Vampiros? —oí que Raquel murmuraba en la fila de enfrente.
Nada más pronunciar esas palabras, el aire pareció cargarse de electricidad.
—¿Tiene algún problema con el libro, señorita Vargas? —le espetó la señora Bethany, clavando su brillante mirada de ave rapaz en Raquel, quien daba la impresión de haber preferido morderse la lengua antes de abrir la boca. Le estaban saliendo bolas al único jersey de la escuela que tenía, al que también se le estaban gastando los codos.
—No, señora.
—Pues no lo parece. Por favor, señorita Raquel, ilumínenos. —La señora Bethany se cruzó de brazos, encantada con el modo de conducir la situación. Tenía unas uñas gruesas y extrañamente surcadas—. Si encuentra que las sagas escandinavas sobre monstruos gigantes son merecedoras de su atención, ¿por qué no las novelas sobre vampiros?
Raquel estaba perdida respondiera lo que respondiera. Ella intentaría contestar y la profesora echaría por tierra su argumento, cualquiera que fuera, y así podíamos tirarnos casi toda la hora. Ese era el modo de entretenimiento que la señora Bethany había escogido durante sus clases: elegía a alguien a quien torturar, por lo general para deleite de los alumnos por cuyas poderosas familias sentía una obvia predilección. Lo más sensato habría sido guardar silencio y dejar que ese día Raquel fuera la cabeza de turco de la señora Bethany, pero no pude resistirme.
Levanté la mano, tímidamente. La señora Bethany apenas me miró.
—¿Sí, señorita Olivier?
—Con todo, Drácula no es un libro muy bueno, ¿no? —Todos me miraron desconcertados, sorprendidos de que alguien además de Raquel se hubiera atrevido a contradecir a la señora Bethany—. Tiene un lenguaje muy florido y muchas cartas dentro de otras cartas.
—Ya veo que alguien desaprueba el estilo epistolar que tantos autores distinguidos emplearon durante los siglos XVIII y XIX. —El repiqueteo de los tacones de los zapatos de la señora Bethany sobre el suelo embaldosado resonó con fuerza extraordinaria al encaminar sus pasos hacia mí, olvidando a Raquel. El aroma a lavanda se intensificó—. ¿Lo encuentra anticuado? ¿Desfasado?
¿Quién me mandaría levantar la mano?
—Es que no se trata de un libro que se lea rápido, nada más.
—La velocidad, claro, el criterio por el cual se ha de juzgar toda la literatura. —Las risitas ahogadas que recorrieron el aula me hicieron encoger de vergüenza en mi asiento—. Tal vez querría que sus compañeros de clase se preguntaran si vale la pena estudiarlo.
—Estamos estudiando folclore —intervino Courtney—. Y los vampiros son un elemento común al folclore mundial.
No había salido en mi ayuda, únicamente estaba presumiendo. Me pregunté si lo haría para hacerme quedar mal o para que Niall se fijara en ella. Hacía días que procuraba que la falda le quedara lo más corta posible para lucir las piernas al máximo cada vez que se sentaba, pero hasta el momento no parecía haber surtido ningún efecto en él. La señora Bethany se limitó a asentir en dirección a Courtney.
—En la cultura moderna occidental no hay ningún vampiro más famoso que Drácula. ¿Por dónde empezar mejor?
—Otra vuelta de tuerca —contesté, sorprendiendo a todo el mundo, a mí incluida.
—¿Disculpe?
La señora Bethany enarcó las cejas. Nadie parecía saber a qué me refería salvo Niall, quien era evidente que se estaba mordiendo el labio para no echarse a reír.
—Otra vuelta de tuerca. La novela de Henry James sobre fantasmas, al menos en un principio. —No iba a iniciar el viejo debate sobre si el personaje principal estaba loco o no. Los fantasmas siempre me habían parecido aterradores, pero eran más fáciles de afrontar en la ficción que a una señora Bethany de carne y hueso—. Los fantasmas son incluso más universales en el folclore que los vampiros. Y Henry James es mejor escritor que Bram Stoker.
—Señorita Olivier, cuando sea usted quien programe las clases, podrá empezar por los fantasmas. —La voz afilada de la profesora podría haber cortado el cristal. Tuve que reprimir un estremecimiento al verla cernerse sobre mí más imperturbable que una gárgola—. Aquí se empezará por los vampiros. Aprenderemos de qué modo los han percibido diferentes culturas a lo largo de la historia, desde tiempos remotos hasta el día de hoy. Si lo encuentra aburrido, anímese, no tardaremos mucho en llegar a los fantasmas, avanzaremos bastante rápido, incluso para usted.
Después de eso aprendí a estarme calladita.
Al acabar la clase, ya en el pasillo, temblorosa por culpa de esa extraña debilidad que siempre acompaña a la humillación, fui abriéndome paso lentamente entre los bulliciosos alumnos. Parecía como si todo el mundo tuviera un amigo con quién pasar el rato menos yo. Raquel y yo podríamos habernos consolado mutuamente, pero ella ya había desaparecido.
—Otra lectora de Henry James —oí que decía alguien.
Me volví y vi a Niall, que había apretado el paso para darme alcance. No estaba segura de si se había acercado para transmitirme su apoyo o para evitar a Courtney, pero en cualquier caso me alegré de ver una cara amiga.
—Bueno, yo solo he leído Otra vuelta de tuerca y Daisy Miller, nada más.
—Pues lee Retrato de una dama, creo que te gustará.
—¿De verdad? ¿Por qué?
Supuse que Niall diría algo sobre lo bueno que era el libro, pero me sorprendió.
—Va de una mujer que quiere definirse a sí misma en vez de permitir que otra gente la defina a ella. —Se iba abriendo paso entre la gente sin ningún esfuerzo y sin apartar la vista de mí. El único chico que en algún momento me había mirado con aquella intensidad era Harry—. Tuve el presentimiento de que te interesaría el tema.
—Puede que tengas razón —dije—. Lo buscaré en la biblioteca. Y... gracias. Por la recomendación.
Y por pensar tanto en mí.
—De nada. —Niall sonrió de oreja a oreja, pero entonces ambos oímos reír a Courtney, no demasiado lejos, y él puso una cara de pánico fingido que me hizo reír—. Hora de salir corriendo.
—¡Rápido! —le susurré al tiempo que él se escabullía por el pasillo que le quedaba más cerca.
—He oído que anoche hubo una fiesta —dijo mi padre, dejando delante de mí una hamburguesa y patatas fritas; estábamos sentados a la mesa de mi familia.
—Hum... —contesté con la boca llena de patatas. Acabé de tragar y mascullé—: Es decir, eso me han dicho.
Mis padres intercambiaron una mirada y tuve la impresión de que incluso les hacía gracia. Qué alivio.
Sería la primera de las muchas cenas semanales de los domingos. Todo el tiempo que pudiera pasar con mi familia en los alojamientos del profesorado en vez de rodeada de alumnos de Medianoche, para mí era tiempo bien invertido. Aunque intentaban actuar de la manera más informal posible, era fácil adivinar que mis padres me habían echado de menos tanto como yo a ellos. Duke Ellington sonaba en el equipo de música y, a pesar del interrogatorio paterno, el mundo volvía a recuperar su orden.
—No os desmadrasteis mucho, ¿verdad? —Por lo visto mi madre había decidido pasar por alto el hecho de que yo hubiera negado mi asistencia a dicha fiesta—. Solo hubo cerveza y música, por lo que me han dicho.
—No sé nada del asunto —contesté, sin negarlo. Es decir, yo solo estuve unos quince minutos en la fiesta.
—Da igual que solo se tratara de unas cervezas —dijo mi padre sacudiendo la cabeza, en dirección a mi madre—. Las normas están para cumplirlas, Celia. Una cosa es el terreno de la escuela, pero ¿y si la semana que viene les da por ir a la ciudad? _________ no me preocupa, pero algunos de los otros...
—No estoy en contra de las normas, pero es normal que los alumnos de mayor edad se rebelen contra ellas de vez en cuando. Es mejor tener algún que otro desliz sin importancia de vez en cuando que incidentes más graves. —Mi madre se volvió hacia mí—. ¿Cuál es tu asignatura preferida hasta ahora?
—La tuya, ¿cuál va a ser? —respondí, y la miré como queriendo decir si de verdad creía que iba a ser tan tonta como para responder otra cosa. Se echó a reír.
—Además de la mía. —Mi madre descansó la barbilla en la mano, saltándose a la torera la norma de no poner los codos sobre la mesa—.¿Tal vez Inglés? Siempre te ha gustado mucho.
—No con la señora Bethany.
El comentario no me granjeó ninguna simpatía.
—Pues atiende a lo que te diga —dijo mi padre con severidad. Dejó las gafas sobre la mesa de roble con brusquedad, de un porrazo—. Tómatela muy en serio.
Qué tonta había sido, pero si era su jefa. ¿Qué ocurriría si corría la voz de que su hija iba por ahí hablando mal de la directora? Tal vez debería dejar de pensar solo en mí para variar.
—Me esforzaré —le prometí.
—Sé que lo harás.
Mi madre cubrió mi mano con la suya.
*****
El lunes entré en la clase de Inglés decidida a hacer borrón y cuenta nueva. Hacía poco que habíamos empezado a hablar de la mitología y el folclore en la literatura, dos temas que siempre me habían gustado. Si había algún área en que poder demostrarle mis aptitudes a la señora Bethany, era precisamente esa. Aunque estaba visto que no iba a poder demostrarle nada.
—Supongo que relativamente pocos de ustedes habrán leído nuestro siguiente libro de estudio —dijo, a medida que iba repartiendo por la clase una pila de libros de tapa blanda. La señora Bethany siempre olía a lavanda. Femenino, pero muy penetrante—. Sin embargo, imagino que prácticamente todos habrán oído hablar de él.
Los libros llegaron hasta mi escritorio y cogí un ejemplar de Drácula, de Bram Stoker.
—¿Vampiros? —oí que Raquel murmuraba en la fila de enfrente.
Nada más pronunciar esas palabras, el aire pareció cargarse de electricidad.
—¿Tiene algún problema con el libro, señorita Vargas? —le espetó la señora Bethany, clavando su brillante mirada de ave rapaz en Raquel, quien daba la impresión de haber preferido morderse la lengua antes de abrir la boca. Le estaban saliendo bolas al único jersey de la escuela que tenía, al que también se le estaban gastando los codos.
—No, señora.
—Pues no lo parece. Por favor, señorita Raquel, ilumínenos. —La señora Bethany se cruzó de brazos, encantada con el modo de conducir la situación. Tenía unas uñas gruesas y extrañamente surcadas—. Si encuentra que las sagas escandinavas sobre monstruos gigantes son merecedoras de su atención, ¿por qué no las novelas sobre vampiros?
Raquel estaba perdida respondiera lo que respondiera. Ella intentaría contestar y la profesora echaría por tierra su argumento, cualquiera que fuera, y así podíamos tirarnos casi toda la hora. Ese era el modo de entretenimiento que la señora Bethany había escogido durante sus clases: elegía a alguien a quien torturar, por lo general para deleite de los alumnos por cuyas poderosas familias sentía una obvia predilección. Lo más sensato habría sido guardar silencio y dejar que ese día Raquel fuera la cabeza de turco de la señora Bethany, pero no pude resistirme.
Levanté la mano, tímidamente. La señora Bethany apenas me miró.
—¿Sí, señorita Olivier?
—Con todo, Drácula no es un libro muy bueno, ¿no? —Todos me miraron desconcertados, sorprendidos de que alguien además de Raquel se hubiera atrevido a contradecir a la señora Bethany—. Tiene un lenguaje muy florido y muchas cartas dentro de otras cartas.
—Ya veo que alguien desaprueba el estilo epistolar que tantos autores distinguidos emplearon durante los siglos XVIII y XIX. —El repiqueteo de los tacones de los zapatos de la señora Bethany sobre el suelo embaldosado resonó con fuerza extraordinaria al encaminar sus pasos hacia mí, olvidando a Raquel. El aroma a lavanda se intensificó—. ¿Lo encuentra anticuado? ¿Desfasado?
¿Quién me mandaría levantar la mano?
—Es que no se trata de un libro que se lea rápido, nada más.
—La velocidad, claro, el criterio por el cual se ha de juzgar toda la literatura. —Las risitas ahogadas que recorrieron el aula me hicieron encoger de vergüenza en mi asiento—. Tal vez querría que sus compañeros de clase se preguntaran si vale la pena estudiarlo.
—Estamos estudiando folclore —intervino Courtney—. Y los vampiros son un elemento común al folclore mundial.
No había salido en mi ayuda, únicamente estaba presumiendo. Me pregunté si lo haría para hacerme quedar mal o para que Niall se fijara en ella. Hacía días que procuraba que la falda le quedara lo más corta posible para lucir las piernas al máximo cada vez que se sentaba, pero hasta el momento no parecía haber surtido ningún efecto en él. La señora Bethany se limitó a asentir en dirección a Courtney.
—En la cultura moderna occidental no hay ningún vampiro más famoso que Drácula. ¿Por dónde empezar mejor?
—Otra vuelta de tuerca —contesté, sorprendiendo a todo el mundo, a mí incluida.
—¿Disculpe?
La señora Bethany enarcó las cejas. Nadie parecía saber a qué me refería salvo Niall, quien era evidente que se estaba mordiendo el labio para no echarse a reír.
—Otra vuelta de tuerca. La novela de Henry James sobre fantasmas, al menos en un principio. —No iba a iniciar el viejo debate sobre si el personaje principal estaba loco o no. Los fantasmas siempre me habían parecido aterradores, pero eran más fáciles de afrontar en la ficción que a una señora Bethany de carne y hueso—. Los fantasmas son incluso más universales en el folclore que los vampiros. Y Henry James es mejor escritor que Bram Stoker.
—Señorita Olivier, cuando sea usted quien programe las clases, podrá empezar por los fantasmas. —La voz afilada de la profesora podría haber cortado el cristal. Tuve que reprimir un estremecimiento al verla cernerse sobre mí más imperturbable que una gárgola—. Aquí se empezará por los vampiros. Aprenderemos de qué modo los han percibido diferentes culturas a lo largo de la historia, desde tiempos remotos hasta el día de hoy. Si lo encuentra aburrido, anímese, no tardaremos mucho en llegar a los fantasmas, avanzaremos bastante rápido, incluso para usted.
Después de eso aprendí a estarme calladita.
Al acabar la clase, ya en el pasillo, temblorosa por culpa de esa extraña debilidad que siempre acompaña a la humillación, fui abriéndome paso lentamente entre los bulliciosos alumnos. Parecía como si todo el mundo tuviera un amigo con quién pasar el rato menos yo. Raquel y yo podríamos habernos consolado mutuamente, pero ella ya había desaparecido.
—Otra lectora de Henry James —oí que decía alguien.
Me volví y vi a Niall, que había apretado el paso para darme alcance. No estaba segura de si se había acercado para transmitirme su apoyo o para evitar a Courtney, pero en cualquier caso me alegré de ver una cara amiga.
—Bueno, yo solo he leído Otra vuelta de tuerca y Daisy Miller, nada más.
—Pues lee Retrato de una dama, creo que te gustará.
—¿De verdad? ¿Por qué?
Supuse que Niall diría algo sobre lo bueno que era el libro, pero me sorprendió.
—Va de una mujer que quiere definirse a sí misma en vez de permitir que otra gente la defina a ella. —Se iba abriendo paso entre la gente sin ningún esfuerzo y sin apartar la vista de mí. El único chico que en algún momento me había mirado con aquella intensidad era Harry—. Tuve el presentimiento de que te interesaría el tema.
—Puede que tengas razón —dije—. Lo buscaré en la biblioteca. Y... gracias. Por la recomendación.
Y por pensar tanto en mí.
—De nada. —Niall sonrió de oreja a oreja, pero entonces ambos oímos reír a Courtney, no demasiado lejos, y él puso una cara de pánico fingido que me hizo reír—. Hora de salir corriendo.
—¡Rápido! —le susurré al tiempo que él se escabullía por el pasillo que le quedaba más cerca.
Iry.
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