Las reglas de Izzie (One Direction)

Estábamos allí, una frente a la otra, Tamara con el ceño fruncido y la mandíbula tensa. Yo, yo estaba a punto de llorar.
Las cosas cada día estaban saliendo peor para mí. La idea de las reglas había sido para poder finalizar dignamente la preparatoria, y estaba resultando, pero no para mí. Todas las chicas estaban más integradas a la comunidad escolar, tenían más amigos y más cosas que hacer, eran prácticamente populares. Todas estaban felices, todas excepto yo.
Tamara no dejaba de inspeccionarme con la mirada, me observaba como si fuese la primera vez que me veía. Tenía miedo de comenzar a hablar, pues sabía perfectamente que esa tranquilidad que mostraba mi amiga era totalmente falsa y en cualquier momento explotaría.
-Comienza. –dijo secamente, pero con tranquilidad.
-No se…
-¿Te acostaste con Niall? –preguntó aun con un tono muy calmado, uno que daba mucho mas miedo que los gritos y la furia. –Responde.
-Si… -susurré.
-Habla fuerte. –pidió, más bien exigió.
-Sí. –repetí con miedo y duda en la voz. Enfrentarse a Tamara era como enfrentarse a una muy enojada mamá.
-¿Y lo hiciste sabiendo que Camille siente algo por ese idiota? –dijo mientras se acercaba a mi, de tal manera que quedamos frente a frente, separadas por unos centímetros.
-Yo… estaba borracha y…
-¿Y por estar borracha crees que puedes hacer algo como eso? –preguntó, y ahora podía ver sus ojos inundados en ira. -¡Sabias perfectamente que Camille sentía cosas por Niall, y aun así te acostaste con él!
Sabía lo que venía. Y debía atenerme a las consecuencias. Tamara era con nosotras como una mamá leona que debe proteger a sus cachorros de algún depredador hambriento, y en este momento estaba protegiendo a su mejor amiga de mí.
De mí.
Con un movimiento rápido y seco, estampó su mano contra mi mejilla, logrando girar mi cabeza hacia un lado. El ardor vino de inmediato, mientras las lágrimas se agolpaban en mis ojos. Me lo merecía, pues había dañado a una de mis mejores amigas y Tamara solo estaba defendiéndola.
-Eres una maldita perra. ¿Por eso Harry terminó contigo, verdad? Se enteró que te acostaste con su mejor amigo…
-Él no lo sabe. –logré decir, mientras mas y mas lagrimas caían.-No sabe que dormí con Niall.
-Y no lo sabrá. –dijo firme, después de unos minutos en completo silencio.
-¿Cómo? –pregunté aturdida.
-Y Camille tampoco. –continuo, ignorándo completamente mi pregunta. –No diré nada, pero por el bien de mi amiga.
-Tamara…
-No quiero que me vuelvas a dirigir la palabra. –interrumpió, para luego salir del salón dejándome completamente confundida.
Y lo peor de todo, es que merecía el odio de Tamara.

***

Había estado llorando toda la tarde, encerrada en mi habitación, sola e ignorando los llamados de mi madre, que al verme llegar completamente destrozada se había preocupado mucho.
Valerie había llamado un par de veces, pues me había visto salir del instituto con lágrimas en los ojos y la mejilla izquierda completamente roja, pero no había respondido a ninguna. No tenia ánimos, ni imaginación para inventar una buena mentira y así convencerla de que nada había pasado.
No quería contarle nada a Valerie, sabía perfectamente que si se enterara de cómo rompí una de las reglas, la más importante, me odiaría incluso de peor manera que Tamara. Para Val lo más importante era la lealtad con los amigos, y claramente yo había traicionado a Camille.
Aunque ella aun no lo sabía.
Necesitaba salir de casa e ir a un lugar calmado y tranquilo. Un lugar feliz.
Caminé rápidamente a mi armario para cambiarme a algo más abrigado. Diciembre había llegado y con él la nieve y el frío capas de congelar a cualquiera que no estuviera lo suficientemente preparado. Tomé mi abrigo, mis botas, guantes, un gorro y la bufanda que mamá me había tejido años atrás, cuando no me interesaba la opinión de los demás.
Ahora notaba cuan equivocadas estábamos con respecto a las reglas. Intentar ser populares había resultado ser lo peor para mi, pues si no se me hubiera ocurrió esa idea de las “reglas” ahora no estaría sufriendo por un chico que me odiaba profundamente, pues jamás habría hablado con él en primer lugar. Aun sería virgen, y estaría esperando entregársela a alguien que me quisiera. En este momento no estaría tan destrozada por que una de mis mejores amigas me odiara.
Ahora todo seria mejor.
Pero ya era tarde, las reglas existían, y al parecer, yo era la única que estaba sufriendo por ello.

Luego de meditar unos minutos, decidí ir a ver a Dany y así llevarle su regalo de navidad. Solo la había visto una vez, y eso había sido hace algunas semanas. Le compré un pequeño osito de peluche, que en sus manitos contenía un lindo corazón amarillo pálido, que en el centro tenía escrito “Happy ever After” algo que sin duda, jamás llegaría para mí.
Eran más o menos las 7p.m y todo estaba oscuro en Londres, la noche había caído y el frío era realmente desgarrador. Entré al hospital y subí directamente al piso de los niños, deseaba ver pronto a la pequeña, y no solo a ella, sino que a todos los demás. Eran totalmente adorables, y estaba completamente segura que ver sus sonrisas me haría sentir mejor.
Pero no fue así.
No había contemplado la posibilidad de que Dany tuviese visita, y mucho menos que esas visitas fueran toda la familia Styles.
-¡Izzie! –gritó la pequeña niña cuando me vio en el umbral de la puerta, provocando que todos los presentes se giraran, incluido Harry.
-Hola, pequeña. –dije mientras me acercaba a su camita y le entregaba el regalo. Sentía la mirada de Harry en mis hombros, pero no me importaba, o eso intentaba. Solo había ido a ver a la pequeña- Es tu regalo de navidad.
Ella lo abrió rápidamente, con toda la emoción, mientras yo saludaba al resto de la familia. Estaban los padres de la niña, la abuela, su hermana mayor y Harry, a quien solo saludé con un movimiento de cabeza.
-¡Un osito! –exclamó la pequeña, llena de felicidad. –Muchas gracias, Izzie.
-No hay de qué. –sonreí.
-¿Qué haces aquí? –susurró Harry en mi oído, provocando que todo mi cuerpo se tensara.
-Vine a ver a tu hermana. –susurré de la misma forma. –Necesitaba un lugar tranquilo y feliz.
-Este no es tú lugar feliz. –dijo.
-Lo sé pero…
-¡Mamá! –gritó la pequeña. –Izzie es la novia de Harry. –Oh no.
-No nos habías dicho que tenías novia, Harry. –comentó su abuela, con una gran sonrisa en el rostro.
-Eso es porque ya no la tengo. –le contestó Harry, completamente serío, dando el tema por finalizado. El ambiente se tensó al instante y un silencio sepulcral llenó la habitación. Nadie se atrevía a decir nada, y tampoco parecía que alguien quisiera decir algo.
-¡Tengo buenas noticias! –entró un doctor, rebozando felicidad pero al darse cuenta del hostil ambiente que había en la habitación, su semblante se tornó un poco más serio. -¿Interrumpo algo?
-No. –dijo Harry, que al parecer era el único con ganas de hablar. -¿Los exámenes salieron bien?
-Exactamente- comentó feliz. –Dany, querida, puedes irte a casa. No sé qué sucedió, pero la gravedad de tu cáncer se revirtió, y ahora podremos seguir con el tratamiento, pero en tu casa. ¡Ya no tienes que vivir en el hospital! –comentó feliz, provocando que todos festejáramos. Sin duda era la mejor noticia que les podían dar.
-¿Pero como sucedió? –preguntó la madre de Harry.
-No lo sé. A veces pasan este tipo de milagros. Eres una niña muy afortunada, Dany. –comentó el doctor, apretando suavemente la nariz de la niña. –Si gustan me gustaría darles algunas indicaciones a quienes pasan más tiempo con la pequeña en casa. –dijo, y acto seguido los padres de Dany, Gemma y Harry salieron tras él.
Sin aguantar un segundo más, abracé fuertemente a la pequeña, que sonreía como nunca la había visto.
-¡Esto es lo mejor! –gritó de felicidad.
-¡Lo sé! –dije, con una genuina sonrisa en mi cara. -¡ Podrás volver a casa! ¿No es perfecto?
-Sería perfecto si no fuera porque tú y Harry ya no son novios. –dijo, ahora un poco más triste.
-Lamento eso...
-Las cosas se arreglaran. –interrumpió la abuela de la pequeña. –He visto como te mira mi nieto, y como lo miras tú. Se aman, y como acabas de ver, los milagros ocurren.
-Él me odia. –susurré, sentándome a su lado. –Hice algo horrible.
-Todo tiene solución, pequeña. Lo acabas de ver –sonrió, mostrando sus dientes amarillos. –Solo debes luchar por él.

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