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Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
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Juego de Seduccion Kevin Jonas y tu (TERMINADA)
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: Juego de Seduccion Kevin Jonas y tu (TERMINADA)
ok chicas ya están aqui 2 capítulos seguidos disfrútenlos :)
Capítulo 8
—Gracias, Kevin . Por sacarme de ahí. No podría haberlo hecho sola.
—Ha sido un placer —respondió Kevin , sabiendo que significaba mucho para
ella— ¿Quieres pasear un rato?
—Sí, me encantaría.
Ella le agarró del brazo cuando él abrió el paraguas y echaron a andar bajo la
lluvia. Sintió un alivio inmenso por el simple hecho de alejarse de La Marguerite.
—Podría haberte hablado de Raoul en Florencia, supongo; pero creo que ha sido
más eficaz que lo hayas conocido.
—Deberías felicitarme por no haber puesto en práctica mi famoso derechazo;
créeme, he sentido una gran tentación. ¿Por qué dejó a tu madre, __tn?
—Bueno, en ése momento yo no tenía ni idea. Por otra mujer... supongo. Cuando
mi madre me dijo que se marchaba, lo seguí hasta la puerta y le rogué que se
quedara. Él me miró como si yo fuera el barro de sus botas y me preguntó por qué
iba a quedarse con una niñata llorona que no tenía la decencia de haber sido un
chico.
—Debería haberle dado esta noche.
—Siempre me siento como si tuviera cinco años cuando estoy cerca de mi padre —
declaró ella—. Es tan humillante... Incluso ahora mismo daría toda mi fortuna por
oírle decir que me quiere.
__tn continuó hablándole de su padre, dibujando el retrato del hombre egoísta
que era Raoul Chardin. Apenas mencionó a su madre y Kevin decidió dejarlo para
otro momento.
Cuando estaban cerca de una boca de metro, __tn se volvió hacia él
impulsivamente.
—Tomemos el metro hasta los Campos Elíseos; los adornos navideños son
siempre tan bonitos allí. Estarán preciosos bajo la lluvia.
Ella le tiró de la manga, sonriéndole. A Kevin se le fue el alma a los pies. Habría
hecho cualquier cosa para no borrar esa sonrisa de sus labios. Pero delante de él
estaban las empinadas escaleras con las barandillas de acero y la oscura cavidad que
se adentraba bajo tierra.
—No puedo —dijo él.
—¿Qué quieres decir? Tengo billetes... Vamos.
—Nunca tomo el metro. Ni tampoco el de Nueva York, ni el de Londres. Tengo...
claustrofobia.
Su sonrisa se desvaneció. Lo llevó a un lado de la entrada y lo miró a los ojos con
preocupación.
Después del coraje que había mostrado esa noche, Kevin decidió que merecía saber
la verdad.
—A los siete años me secuestraron y me tuvieron encerrado para recibir un rescate
—dijo rápidamente—. Me raptaron un día a la salida del colegio, me drogaron y me
metieron en un sótano oscuro durante quince días. Desde entonces, no puedo
soportar los espacios cerrados.
—¿Cómo te rescataron?
—La policía y el FBI. Tuve suerte.
Ella abrió de pronto los ojos como platos.
—¡Dios mío! —exclamó horrorizada—. El Genoese. Es un sótano. ¡Ay, Kevin , lo
siento tanto!
—Seguramente me vino bien —dijo él—. ¿No es eso lo que recomiendan todos los
psicólogos, que uno se enfrente a sus miedos?
—No bromees con algo que no tiene ninguna gracia —dijo
__tn
atropelladamente—. De haberlo sabido, no te habría sugerido ese bar... No puedo
creer que me esperaras allí tres noches seguidas. Si al menos hubiera aparecido la
primera noche; pero estaba tan empeñada en demostrar que no me equivocaba...
Él esbozó una sonrisa torcida.
—Desde luego que me pusiste a prueba bien.
Pero ella no sonreía.
—Aguantaste —dijo __tn, conmovida en lo más hondo—. No me conocías y aun
así aguantaste hasta el final.
—No hagas de mí una especie de caballero andante —dijo Kevin con incomodidad.
—No estoy haciendo nada de eso. Pero empiezo a ver lo fuerte que eres, tu
determinación. Me siento... —buscó la palabra adecuada— humilde. Has pasado por
todo eso sólo porque quieres estar conmigo.
—En efecto.
Ella lo ignoró y continuó hablando.
—Tu coraje... Esa integridad tuya... No he querido verte como de verdad eres,
porque entonces no podría despedirte con la misma facilidad —instintivamente le
agarró el brazo con más fuerza—. No entiendo por qué me deseas tanto; y no, no he
terminado con mis elogios.
—Yo tampoco lo entiendo —dijo él en tono áspero—. Lo único que sé es que
pienso en tí noche y día y no puedo dormir porque no estás a mi lado, y ni siquiera
quiero mirar a otra mujer.
—Bueno —dijo ella con voz temblorosa—. Eso es bastante.
—Pero luego está el compromiso.
—¡Creo que deberías saber ya, que esa palabra me vuelve loca! Mi padre cambia
de mujer con la misma facilidad con la que cambia de corbata. Los hombres con los
que yo salgo... Sus aventuras empiezan y acaban con suma facilidad, porque siempre
hay otra mujer bella a la vuelta de la esquina.
—No crees que me ciña a las condiciones que estoy poniendo... quiero decir, que
te sea fiel.
—¿Y por qué iba a hacerlo? —le dijo ella, sabiendo que empezaba a minar su
resistencia—. No tengo nada, ni pasado ni presente, que me anime a pensar que los
hombres pueden ser de fiar.
—Si puedo aguantar tres noches en El Genoese, podré comprometerme contigo
mientras seamos pareja, __tn.
—Pareja —repitió ella con amargura—. Una aventura... Todas esas palabras me
provocan náuseas.
—Una exploración —se oyó decir Kevin —. Un viaje a lo desconocido. Ta vez no
seamos compatibles en la cama. Tal vez tú me quites siempre la colcha.
—O ronque —dijo con una sonrisa inesperada—. Seguro que tú dejas las toallas
mojadas en el suelo del baño.
—Y que esperaré que tú las recojas —su sonrisa se desvaneció—. __tn, te deseo
con toda el alma. Como creo que tú me deseas a mí. Seríamos tontos si dejáramos
pasar lo que sentimos sólo porque tengamos miedo de lo que pueda pasar.
—Obtendrás lo que quieres y luego te marcharás —le dijo ella en tono frío.
—No lo haré —dijo él, oyendo el eco de esas palabras en su pensamiento—. Pero
no podré demostrártelo hasta después de hacer el amor.
—Y para entonces será demasiado tarde, de todos modos.
La vivacidad habitual de __tn se desvaneció de su rostro. ¿Podría subsanar,
aunque fuera temporalmente, el daño que Raoul y gente como él le habían hecho a
ella?
—Estás cansada —dijo Kevin .
Lo estaba; su padre siempre tenía ese efecto en ella.
—Me gustaría volver a mi hotel.
—Hay un taxi allí en la esquina —dijo Kevin .
Veinte minutos más tarde llegaban a la puerta de una mansión del siglo XVIII
situada al sur del Sena, con sus altas puertas negras y sus macetas de barro.
—__tn —le dijo Kevin , ya que ella se había pasado todo el trayecto con los ojos
cerrados—. Hemos llegado.
Ella abrió los ojos y se los frotó con suavidad.
—¿Querrás entrar? —le pidió ella.
Kevin no tenía ni idea de lo que __tn estaba pensando, pero no se negó.
—Claro —dijo, y se dispuso a pagar al taxista.
Ella lo condujo por un camino bordeado de árboles hasta un patio abierto.
—Me encanta éste hotel —dijo __tn en voz baja—. Es como el de Copenhague; lo
suficientemente pequeño para resultar íntimo. Los jardines son exquisitos en verano,
y desde aquí puedo caminar fácilmente hasta cruzar el puente para ir al Jardín de las
Tullerías.
De nuevo estaba nerviosa, pensaba él mientras accedían a un vestíbulo
encantador, con sus muebles antiguos y su atmósfera de silencioso confort.
—Voy a preguntarte lo obvio... —le dijo Kevin cuando iban por un pasillo de
camino a su suite—. ¿Por qué me has traído aquí?
—No lo sé —dijo ella con nerviosismo, tratando de ser tan sincera con él como era
capaz—. Tal vez haya pensado que podría hacerlo por fin; dar el paso. Confiar en tí
lo suficiente para meterme en la cama contigo.
Sólo Dios sabía lo mucho que lo deseaba. Pero Kevin estaba igualmente
convencido de que ésa no era la noche adecuada.
—Estás agotada, tu padre te ha dado un disgusto y...
—¿Tan mal aspecto tengo?
—Parece como si fueras a romperte en pedazos.
Ella se quitó los zapatos, se acercó a él y apoyó la frente en su pecho.
—Abrázame —dijo con un suspiro ahogado.
Él la rodeó con sus brazos, la estrechó contra su cuerpo y apoyó la mejilla sobre su
cabello dulcemente perfumado. Pasado un momento se dio cuenta de que ella estaba
llorando. Kevin supo perfectamente lo que debía hacer. La tomó en brazos, la llevó
hasta la cama con dosel y le bajó la cremallera del vestido.
—¿Dónde está tu camisón? —dijo Kevin .
—Debajo de la almohada. Kevin ...
—Chist —dijo él—. Ya me estoy acostumbrando a desvestirte y a marcharme
después. Si esto no es una prueba...
—¿No te vas a quedar?
¿Se estaría imaginando un toque de alivio en su voz?
—No.
Kevin le pasó el camisón y se dio la vuelta mientras ella se desvestía y se lo ponía.
—¿Todavía me deseas, Kevin , después de conocer a mi padre?
Él se dio la vuelta; ella estaba sentada en la cama.
—__tn, te deseo tanto que todos mis sentidos están centrados en tí. Sí, lo de El
Genoese fue una prueba. Pero, créeme, el marcharme de aquí esta noche es más de lo
que puedo soportar.
Ella se estremeció.
—Ojalá no dijeras esas cosas.
—Las digo porque son ciertas —sonrió con pesar—. A mí también me sorprenden.
—Cuando nos acostemos juntos, esta loca atracción que hay entre nosotros se
desvanecerá.
—¿De verdad lo crees? —dijo Kevin —. Cuando hagamos el amor, penetraré en
cada poro de tu piel. Y tú harás lo mismo conmigo. Será así, lo sé muy bien; y tú
también lo sabes.
Kevin se sentó a su lado, le agarró la cara con las dos manos y la besó con pausada
sensualidad, saboreándola, demostrándole todo el placer que sentía mientras le
deslizaba las manos con suavidad por el cuello y los hombros desnudos. Su
rendición fue instantánea y sin embargo curiosamente leve, como la lluvia de
primavera. Su corazón rebosaba con una emoción innombrable, nueva para él,
mientras le mordisqueaba los labios con deleite.
—¿Desvanecerse?—pronunció Kevin con voz ronca—. Ni lo sueñes, dulce __tn.
—Cada vez que me besas, me trasformo —gimió ella—. Lo que siento cuando
estoy contigo... Nunca sé lo que voy a hacer después.
—La vida nos pide que cambiemos —dijo en tono ronco—. Y los cambios son
difíciles.
—Mi padre nunca ha cambiado —le susurró ella.
—Eso es. Y seguramente nunca cambiará. ¿Es eso lo que deseas en tu vida?
—Eres tan implacable... —le dijo ella mientras el calor de sus manos le quemaba la
piel—. ¿Es así como llegaste a la cima?
—Aquí no sólo peleo por mí, sino también por tí. Si me das la espalda, perderemos
los dos —la besó en la frente—. Hazme un favor. Encontrémonos en el aeropuerto
Kennedy de Nueva York después de Año Nuevo.
—Tus padres viven en Nueva York.
—Sí.
—Que tú hayas conocido a mi padre no quiere decir que yo quiera conocer a los
tuyos.
—Hasta ahora, tú y yo nos hemos visto en Montecarlo, en Copenhague en
Florencia y en París; tres de esas ciudades las has elegido tú. Ahora me toca a mí.
—Lo dices de un modo tan razonable...
—Así soy yo... razonable.
Ella resopló con fuerza.
—Debo de estar loca. De acuerdo, te veré en Manhattan.
Él respiró aliviado.
—Cuando tengas la reserva, me dices la hora de llegada de tu vuelo. Tengo unas
reuniones después del cuatro de enero que no puedo cancelar, pero hasta entonces
estoy libre. Y llévate ropa de abrigo. Entre Trinidad y Nueva York, la diferencia de
temperatura en enero es enorme.
—Entonces nos veremos en Nueva York —dijo ella.
—Hasta entonces, te deseo feliz Navidad. Que te diviertas en Trinidad.
Kevin la ayudó a meterse en la cama y apagó la luz de la lámpara de la mesilla de
noche.
—Hasta que te conocí, era yo la que mandaba en mi vida —dijo __tn, arropada
por la oscuridad.
Él se echó a reír.
—¿Sabes qué? A mí me pasa lo mismo.
—No podemos mandar los dos.
—Si queremos lo mismo, podemos... Buenas noches, cautivadora __tn.
—Bonsoir, sexy Kevin .
Kevin se dirigió hacia la puerta, lleno de frustración. Caminaría hasta su hotel, que
estaba en la orilla opuesta del Sena, en el barrio de la Opera.
Tal vez así no pensara en el sexo; o en la preciosa pelirroja que estaba sola en la
habitación del hotel, donde él la había dejado.
La mujer que le estaba cambiando la vida.
Era el tres de enero del nuevo año. El avión de Miami tenía un retraso de media
hora. Poco a poco los viajeros empezaron a salir por las puertas de cristal esmerilado,
todos ellos bronceados o con la piel sonrosada.
Entonces __tn accedió a la sala de llegadas. Llevaba puestos unos pantalones de
lana turquesa, un abrigo sin cuello a juego y suéter blanco roto de cuello vuelto.
Kevin agitó la mano para que ella lo viera y observó su sonrisa; una sonrisa
deslumbrante que consiguió que el corazón le latiera muy deprisa.
Cuando se abrió paso entre la gente hacia él, Kevin notó que llevaba puestos los
pendientes de oro de los pájaros que él le había regalado.
—¿Eso es para mí? —le preguntó __tn cuando estuvo delante de él.
Él tenía en la mano una jirafa de peluche gigante con un lazo rojo atado al cuello.
—Feliz Navidad, con retraso —le dijo mientras le echaba los brazos al cuello sin
soltar la jirafa y la besaba con una pasión que hablaba por sí sola.
Cuando se separaron, ella estaba sin duda sofocada.
—Todavía me deseas —dijo ella.
—Ésa es una de las cosas que me gustan de ti; cómo siempre entiendes lo esencial
—sonrió de oreja a oreja—. Toma —le pasó la jirafa—. Se llama George.
Ella se echó a reír con ganas.
—¿Y qué voy a hacer con esto?
—Ponerlo en tu apartamento —dijo él—, y cada vez que la mires, pensar en mí.
—Mi apartamento está decorado con un estilo minimalista —dijo ella.
—Me lo figuraba. Así alegrará un poco tu casa.
—¿Un paso más en tu campaña?
—¿Qué campaña? —preguntó Kevin .
__tn miró la cara de la jirafa.
—Ojalá yo tuviera unas pestañas como las suyas.
—Tus pestañas y todo lo tuyo, son perfectas, __tn —dijo Kevin en tono sensual.
__tn se estremeció un poco. ¿Cómo podía resistirse a él, siendo tan intenso, tan
ardiente? Se puso la jirafa bajo el brazo, tiró de Kevin y lo besó con una vehemencia
que hablaba por sí sola.
—Supongo que esto significa que aún me deseas.
Ella apretó los labios.
—Supongo que sí. Un poco. A veces.
—Vamos, atrévete... Di que sí.
—De acuerdo, sí. Sí, te deseo. Incluso en Trinidad deseé que estuvieras conmigo.
Te habría encantado la playa, Kevin ; estaba en una cala al abrigo del viento y todas
las mañanas las aves bajaban allí a nadar. Un día vi incluso una tortuga verde...
En el exterior, el viento era frío y cortante. __tn se agarró a su jirafa, temblando
por otras razones.
—Deberíamos habernos encontrado en las Bahamas.
Su coche, un elegante Mercedes coupé, estaba en el aparcamiento.
—Mmm, muy bonito —dijo __tn mientras se acomodaba en el asiento de cuero—.
¿Adonde vamos a comer?
—Vamos a comer con mis padres. Tartaletas de salmón ahumado con salsa de
ruibarbo.
—Es un golpe bajo, Kevin .
—Forma parte de mi campaña, __tn. Voy a mostrarte el otro lado de la moneda
del matrimonio de tus padres.
—Imaginaba que conocería a tus padres, pero nunca pensé que me llevarías a
almorzar con ellos sin decírmelo antes.
—No te lo he dicho porque sabía que dirías que no.
—Todavía puedo decir que no.
—Pero no lo harás. Reconócelo, sientes curiosidad por conocerlos. Quieres ver si
es cierto que son de verdad, esta pareja celestial que sigue enamorada después de
casi cuarenta años de convivencia.
—Está bien. ¿Puedo llevarme la jirafa?
—¿Es que quieres avergonzarme delante de mis padres?
—Me satisfaría enormemente —respondió __tn.
El ascensor los llevó hasta el último piso del edificio. Cuando llegaron, __tn se
detuvo en el enorme pasillo de entrada.
—¿Estás nervioso?
—Sí.
—Cuando estoy nerviosa, yo hablo mucho, pero tú te quedas callado.
—Eso es porque soy de Nueva Inglaterra.
—Esperemos que tus padres no estén nerviosos. O será un almuerzo muy callado.
¿Qué les has dicho de mí? —dijo ella, frunciendo el ceño.
—Que te conocí en casa de Belle. Que les gustarás... Ya está.
Ella continuó frunciendo el ceño.
—¿Por qué me da la impresión de que me estás ocultando algo?
—Eres demasiado lista.
—Suéltalo todo.
—Eres la primera mujer a la que he traído aquí —reconoció él—. Eso lo sé yo y
ellos también.
Consternada, __tn expresó lo que pensaba.
—Seguramente piensan que estamos enamorados. Que nos vamos a casar.
—Entonces se equivocarían en ambas cosas, ¿no?
—Tienes toda la razón.
Ella echó la cabeza hacia atrás para disimular una repentina punzada de dolor
porque Kevin , a pesar de desearla tanto, no estuviera ni remotamente enamorado de
ella.
Y no porque ella quisiera estar enamorada de él.
—¿Por qué te has puesto los pendientes que te regalé? —le preguntó él
inesperadamente.
—Para que no te olvides de que necesito mi libertad.
Kevin se encogió por dentro. ¿Por qué había pensado que se los habría puesto por
razones sentimentales?
—No te andas con rodeos —dijo él, incapaz de borrar la inquietud de su tono de
voz—. ¿Llamo al timbre?
—Sí —respondió ella con dulzura—. El ama de llaves que teníamos cuando yo
tenía seis años hizo lo posible por enseñarme buenos modales; prometo que me
comportaré bien.
El ama de llaves, pensaba Kevin . Ni su padre, ni su madre.
Capítulo 8
—Gracias, Kevin . Por sacarme de ahí. No podría haberlo hecho sola.
—Ha sido un placer —respondió Kevin , sabiendo que significaba mucho para
ella— ¿Quieres pasear un rato?
—Sí, me encantaría.
Ella le agarró del brazo cuando él abrió el paraguas y echaron a andar bajo la
lluvia. Sintió un alivio inmenso por el simple hecho de alejarse de La Marguerite.
—Podría haberte hablado de Raoul en Florencia, supongo; pero creo que ha sido
más eficaz que lo hayas conocido.
—Deberías felicitarme por no haber puesto en práctica mi famoso derechazo;
créeme, he sentido una gran tentación. ¿Por qué dejó a tu madre, __tn?
—Bueno, en ése momento yo no tenía ni idea. Por otra mujer... supongo. Cuando
mi madre me dijo que se marchaba, lo seguí hasta la puerta y le rogué que se
quedara. Él me miró como si yo fuera el barro de sus botas y me preguntó por qué
iba a quedarse con una niñata llorona que no tenía la decencia de haber sido un
chico.
—Debería haberle dado esta noche.
—Siempre me siento como si tuviera cinco años cuando estoy cerca de mi padre —
declaró ella—. Es tan humillante... Incluso ahora mismo daría toda mi fortuna por
oírle decir que me quiere.
__tn continuó hablándole de su padre, dibujando el retrato del hombre egoísta
que era Raoul Chardin. Apenas mencionó a su madre y Kevin decidió dejarlo para
otro momento.
Cuando estaban cerca de una boca de metro, __tn se volvió hacia él
impulsivamente.
—Tomemos el metro hasta los Campos Elíseos; los adornos navideños son
siempre tan bonitos allí. Estarán preciosos bajo la lluvia.
Ella le tiró de la manga, sonriéndole. A Kevin se le fue el alma a los pies. Habría
hecho cualquier cosa para no borrar esa sonrisa de sus labios. Pero delante de él
estaban las empinadas escaleras con las barandillas de acero y la oscura cavidad que
se adentraba bajo tierra.
—No puedo —dijo él.
—¿Qué quieres decir? Tengo billetes... Vamos.
—Nunca tomo el metro. Ni tampoco el de Nueva York, ni el de Londres. Tengo...
claustrofobia.
Su sonrisa se desvaneció. Lo llevó a un lado de la entrada y lo miró a los ojos con
preocupación.
Después del coraje que había mostrado esa noche, Kevin decidió que merecía saber
la verdad.
—A los siete años me secuestraron y me tuvieron encerrado para recibir un rescate
—dijo rápidamente—. Me raptaron un día a la salida del colegio, me drogaron y me
metieron en un sótano oscuro durante quince días. Desde entonces, no puedo
soportar los espacios cerrados.
—¿Cómo te rescataron?
—La policía y el FBI. Tuve suerte.
Ella abrió de pronto los ojos como platos.
—¡Dios mío! —exclamó horrorizada—. El Genoese. Es un sótano. ¡Ay, Kevin , lo
siento tanto!
—Seguramente me vino bien —dijo él—. ¿No es eso lo que recomiendan todos los
psicólogos, que uno se enfrente a sus miedos?
—No bromees con algo que no tiene ninguna gracia —dijo
__tn
atropelladamente—. De haberlo sabido, no te habría sugerido ese bar... No puedo
creer que me esperaras allí tres noches seguidas. Si al menos hubiera aparecido la
primera noche; pero estaba tan empeñada en demostrar que no me equivocaba...
Él esbozó una sonrisa torcida.
—Desde luego que me pusiste a prueba bien.
Pero ella no sonreía.
—Aguantaste —dijo __tn, conmovida en lo más hondo—. No me conocías y aun
así aguantaste hasta el final.
—No hagas de mí una especie de caballero andante —dijo Kevin con incomodidad.
—No estoy haciendo nada de eso. Pero empiezo a ver lo fuerte que eres, tu
determinación. Me siento... —buscó la palabra adecuada— humilde. Has pasado por
todo eso sólo porque quieres estar conmigo.
—En efecto.
Ella lo ignoró y continuó hablando.
—Tu coraje... Esa integridad tuya... No he querido verte como de verdad eres,
porque entonces no podría despedirte con la misma facilidad —instintivamente le
agarró el brazo con más fuerza—. No entiendo por qué me deseas tanto; y no, no he
terminado con mis elogios.
—Yo tampoco lo entiendo —dijo él en tono áspero—. Lo único que sé es que
pienso en tí noche y día y no puedo dormir porque no estás a mi lado, y ni siquiera
quiero mirar a otra mujer.
—Bueno —dijo ella con voz temblorosa—. Eso es bastante.
—Pero luego está el compromiso.
—¡Creo que deberías saber ya, que esa palabra me vuelve loca! Mi padre cambia
de mujer con la misma facilidad con la que cambia de corbata. Los hombres con los
que yo salgo... Sus aventuras empiezan y acaban con suma facilidad, porque siempre
hay otra mujer bella a la vuelta de la esquina.
—No crees que me ciña a las condiciones que estoy poniendo... quiero decir, que
te sea fiel.
—¿Y por qué iba a hacerlo? —le dijo ella, sabiendo que empezaba a minar su
resistencia—. No tengo nada, ni pasado ni presente, que me anime a pensar que los
hombres pueden ser de fiar.
—Si puedo aguantar tres noches en El Genoese, podré comprometerme contigo
mientras seamos pareja, __tn.
—Pareja —repitió ella con amargura—. Una aventura... Todas esas palabras me
provocan náuseas.
—Una exploración —se oyó decir Kevin —. Un viaje a lo desconocido. Ta vez no
seamos compatibles en la cama. Tal vez tú me quites siempre la colcha.
—O ronque —dijo con una sonrisa inesperada—. Seguro que tú dejas las toallas
mojadas en el suelo del baño.
—Y que esperaré que tú las recojas —su sonrisa se desvaneció—. __tn, te deseo
con toda el alma. Como creo que tú me deseas a mí. Seríamos tontos si dejáramos
pasar lo que sentimos sólo porque tengamos miedo de lo que pueda pasar.
—Obtendrás lo que quieres y luego te marcharás —le dijo ella en tono frío.
—No lo haré —dijo él, oyendo el eco de esas palabras en su pensamiento—. Pero
no podré demostrártelo hasta después de hacer el amor.
—Y para entonces será demasiado tarde, de todos modos.
La vivacidad habitual de __tn se desvaneció de su rostro. ¿Podría subsanar,
aunque fuera temporalmente, el daño que Raoul y gente como él le habían hecho a
ella?
—Estás cansada —dijo Kevin .
Lo estaba; su padre siempre tenía ese efecto en ella.
—Me gustaría volver a mi hotel.
—Hay un taxi allí en la esquina —dijo Kevin .
Veinte minutos más tarde llegaban a la puerta de una mansión del siglo XVIII
situada al sur del Sena, con sus altas puertas negras y sus macetas de barro.
—__tn —le dijo Kevin , ya que ella se había pasado todo el trayecto con los ojos
cerrados—. Hemos llegado.
Ella abrió los ojos y se los frotó con suavidad.
—¿Querrás entrar? —le pidió ella.
Kevin no tenía ni idea de lo que __tn estaba pensando, pero no se negó.
—Claro —dijo, y se dispuso a pagar al taxista.
Ella lo condujo por un camino bordeado de árboles hasta un patio abierto.
—Me encanta éste hotel —dijo __tn en voz baja—. Es como el de Copenhague; lo
suficientemente pequeño para resultar íntimo. Los jardines son exquisitos en verano,
y desde aquí puedo caminar fácilmente hasta cruzar el puente para ir al Jardín de las
Tullerías.
De nuevo estaba nerviosa, pensaba él mientras accedían a un vestíbulo
encantador, con sus muebles antiguos y su atmósfera de silencioso confort.
—Voy a preguntarte lo obvio... —le dijo Kevin cuando iban por un pasillo de
camino a su suite—. ¿Por qué me has traído aquí?
—No lo sé —dijo ella con nerviosismo, tratando de ser tan sincera con él como era
capaz—. Tal vez haya pensado que podría hacerlo por fin; dar el paso. Confiar en tí
lo suficiente para meterme en la cama contigo.
Sólo Dios sabía lo mucho que lo deseaba. Pero Kevin estaba igualmente
convencido de que ésa no era la noche adecuada.
—Estás agotada, tu padre te ha dado un disgusto y...
—¿Tan mal aspecto tengo?
—Parece como si fueras a romperte en pedazos.
Ella se quitó los zapatos, se acercó a él y apoyó la frente en su pecho.
—Abrázame —dijo con un suspiro ahogado.
Él la rodeó con sus brazos, la estrechó contra su cuerpo y apoyó la mejilla sobre su
cabello dulcemente perfumado. Pasado un momento se dio cuenta de que ella estaba
llorando. Kevin supo perfectamente lo que debía hacer. La tomó en brazos, la llevó
hasta la cama con dosel y le bajó la cremallera del vestido.
—¿Dónde está tu camisón? —dijo Kevin .
—Debajo de la almohada. Kevin ...
—Chist —dijo él—. Ya me estoy acostumbrando a desvestirte y a marcharme
después. Si esto no es una prueba...
—¿No te vas a quedar?
¿Se estaría imaginando un toque de alivio en su voz?
—No.
Kevin le pasó el camisón y se dio la vuelta mientras ella se desvestía y se lo ponía.
—¿Todavía me deseas, Kevin , después de conocer a mi padre?
Él se dio la vuelta; ella estaba sentada en la cama.
—__tn, te deseo tanto que todos mis sentidos están centrados en tí. Sí, lo de El
Genoese fue una prueba. Pero, créeme, el marcharme de aquí esta noche es más de lo
que puedo soportar.
Ella se estremeció.
—Ojalá no dijeras esas cosas.
—Las digo porque son ciertas —sonrió con pesar—. A mí también me sorprenden.
—Cuando nos acostemos juntos, esta loca atracción que hay entre nosotros se
desvanecerá.
—¿De verdad lo crees? —dijo Kevin —. Cuando hagamos el amor, penetraré en
cada poro de tu piel. Y tú harás lo mismo conmigo. Será así, lo sé muy bien; y tú
también lo sabes.
Kevin se sentó a su lado, le agarró la cara con las dos manos y la besó con pausada
sensualidad, saboreándola, demostrándole todo el placer que sentía mientras le
deslizaba las manos con suavidad por el cuello y los hombros desnudos. Su
rendición fue instantánea y sin embargo curiosamente leve, como la lluvia de
primavera. Su corazón rebosaba con una emoción innombrable, nueva para él,
mientras le mordisqueaba los labios con deleite.
—¿Desvanecerse?—pronunció Kevin con voz ronca—. Ni lo sueñes, dulce __tn.
—Cada vez que me besas, me trasformo —gimió ella—. Lo que siento cuando
estoy contigo... Nunca sé lo que voy a hacer después.
—La vida nos pide que cambiemos —dijo en tono ronco—. Y los cambios son
difíciles.
—Mi padre nunca ha cambiado —le susurró ella.
—Eso es. Y seguramente nunca cambiará. ¿Es eso lo que deseas en tu vida?
—Eres tan implacable... —le dijo ella mientras el calor de sus manos le quemaba la
piel—. ¿Es así como llegaste a la cima?
—Aquí no sólo peleo por mí, sino también por tí. Si me das la espalda, perderemos
los dos —la besó en la frente—. Hazme un favor. Encontrémonos en el aeropuerto
Kennedy de Nueva York después de Año Nuevo.
—Tus padres viven en Nueva York.
—Sí.
—Que tú hayas conocido a mi padre no quiere decir que yo quiera conocer a los
tuyos.
—Hasta ahora, tú y yo nos hemos visto en Montecarlo, en Copenhague en
Florencia y en París; tres de esas ciudades las has elegido tú. Ahora me toca a mí.
—Lo dices de un modo tan razonable...
—Así soy yo... razonable.
Ella resopló con fuerza.
—Debo de estar loca. De acuerdo, te veré en Manhattan.
Él respiró aliviado.
—Cuando tengas la reserva, me dices la hora de llegada de tu vuelo. Tengo unas
reuniones después del cuatro de enero que no puedo cancelar, pero hasta entonces
estoy libre. Y llévate ropa de abrigo. Entre Trinidad y Nueva York, la diferencia de
temperatura en enero es enorme.
—Entonces nos veremos en Nueva York —dijo ella.
—Hasta entonces, te deseo feliz Navidad. Que te diviertas en Trinidad.
Kevin la ayudó a meterse en la cama y apagó la luz de la lámpara de la mesilla de
noche.
—Hasta que te conocí, era yo la que mandaba en mi vida —dijo __tn, arropada
por la oscuridad.
Él se echó a reír.
—¿Sabes qué? A mí me pasa lo mismo.
—No podemos mandar los dos.
—Si queremos lo mismo, podemos... Buenas noches, cautivadora __tn.
—Bonsoir, sexy Kevin .
Kevin se dirigió hacia la puerta, lleno de frustración. Caminaría hasta su hotel, que
estaba en la orilla opuesta del Sena, en el barrio de la Opera.
Tal vez así no pensara en el sexo; o en la preciosa pelirroja que estaba sola en la
habitación del hotel, donde él la había dejado.
La mujer que le estaba cambiando la vida.
Era el tres de enero del nuevo año. El avión de Miami tenía un retraso de media
hora. Poco a poco los viajeros empezaron a salir por las puertas de cristal esmerilado,
todos ellos bronceados o con la piel sonrosada.
Entonces __tn accedió a la sala de llegadas. Llevaba puestos unos pantalones de
lana turquesa, un abrigo sin cuello a juego y suéter blanco roto de cuello vuelto.
Kevin agitó la mano para que ella lo viera y observó su sonrisa; una sonrisa
deslumbrante que consiguió que el corazón le latiera muy deprisa.
Cuando se abrió paso entre la gente hacia él, Kevin notó que llevaba puestos los
pendientes de oro de los pájaros que él le había regalado.
—¿Eso es para mí? —le preguntó __tn cuando estuvo delante de él.
Él tenía en la mano una jirafa de peluche gigante con un lazo rojo atado al cuello.
—Feliz Navidad, con retraso —le dijo mientras le echaba los brazos al cuello sin
soltar la jirafa y la besaba con una pasión que hablaba por sí sola.
Cuando se separaron, ella estaba sin duda sofocada.
—Todavía me deseas —dijo ella.
—Ésa es una de las cosas que me gustan de ti; cómo siempre entiendes lo esencial
—sonrió de oreja a oreja—. Toma —le pasó la jirafa—. Se llama George.
Ella se echó a reír con ganas.
—¿Y qué voy a hacer con esto?
—Ponerlo en tu apartamento —dijo él—, y cada vez que la mires, pensar en mí.
—Mi apartamento está decorado con un estilo minimalista —dijo ella.
—Me lo figuraba. Así alegrará un poco tu casa.
—¿Un paso más en tu campaña?
—¿Qué campaña? —preguntó Kevin .
__tn miró la cara de la jirafa.
—Ojalá yo tuviera unas pestañas como las suyas.
—Tus pestañas y todo lo tuyo, son perfectas, __tn —dijo Kevin en tono sensual.
__tn se estremeció un poco. ¿Cómo podía resistirse a él, siendo tan intenso, tan
ardiente? Se puso la jirafa bajo el brazo, tiró de Kevin y lo besó con una vehemencia
que hablaba por sí sola.
—Supongo que esto significa que aún me deseas.
Ella apretó los labios.
—Supongo que sí. Un poco. A veces.
—Vamos, atrévete... Di que sí.
—De acuerdo, sí. Sí, te deseo. Incluso en Trinidad deseé que estuvieras conmigo.
Te habría encantado la playa, Kevin ; estaba en una cala al abrigo del viento y todas
las mañanas las aves bajaban allí a nadar. Un día vi incluso una tortuga verde...
En el exterior, el viento era frío y cortante. __tn se agarró a su jirafa, temblando
por otras razones.
—Deberíamos habernos encontrado en las Bahamas.
Su coche, un elegante Mercedes coupé, estaba en el aparcamiento.
—Mmm, muy bonito —dijo __tn mientras se acomodaba en el asiento de cuero—.
¿Adonde vamos a comer?
—Vamos a comer con mis padres. Tartaletas de salmón ahumado con salsa de
ruibarbo.
—Es un golpe bajo, Kevin .
—Forma parte de mi campaña, __tn. Voy a mostrarte el otro lado de la moneda
del matrimonio de tus padres.
—Imaginaba que conocería a tus padres, pero nunca pensé que me llevarías a
almorzar con ellos sin decírmelo antes.
—No te lo he dicho porque sabía que dirías que no.
—Todavía puedo decir que no.
—Pero no lo harás. Reconócelo, sientes curiosidad por conocerlos. Quieres ver si
es cierto que son de verdad, esta pareja celestial que sigue enamorada después de
casi cuarenta años de convivencia.
—Está bien. ¿Puedo llevarme la jirafa?
—¿Es que quieres avergonzarme delante de mis padres?
—Me satisfaría enormemente —respondió __tn.
El ascensor los llevó hasta el último piso del edificio. Cuando llegaron, __tn se
detuvo en el enorme pasillo de entrada.
—¿Estás nervioso?
—Sí.
—Cuando estoy nerviosa, yo hablo mucho, pero tú te quedas callado.
—Eso es porque soy de Nueva Inglaterra.
—Esperemos que tus padres no estén nerviosos. O será un almuerzo muy callado.
¿Qué les has dicho de mí? —dijo ella, frunciendo el ceño.
—Que te conocí en casa de Belle. Que les gustarás... Ya está.
Ella continuó frunciendo el ceño.
—¿Por qué me da la impresión de que me estás ocultando algo?
—Eres demasiado lista.
—Suéltalo todo.
—Eres la primera mujer a la que he traído aquí —reconoció él—. Eso lo sé yo y
ellos también.
Consternada, __tn expresó lo que pensaba.
—Seguramente piensan que estamos enamorados. Que nos vamos a casar.
—Entonces se equivocarían en ambas cosas, ¿no?
—Tienes toda la razón.
Ella echó la cabeza hacia atrás para disimular una repentina punzada de dolor
porque Kevin , a pesar de desearla tanto, no estuviera ni remotamente enamorado de
ella.
Y no porque ella quisiera estar enamorada de él.
—¿Por qué te has puesto los pendientes que te regalé? —le preguntó él
inesperadamente.
—Para que no te olvides de que necesito mi libertad.
Kevin se encogió por dentro. ¿Por qué había pensado que se los habría puesto por
razones sentimentales?
—No te andas con rodeos —dijo él, incapaz de borrar la inquietud de su tono de
voz—. ¿Llamo al timbre?
—Sí —respondió ella con dulzura—. El ama de llaves que teníamos cuando yo
tenía seis años hizo lo posible por enseñarme buenos modales; prometo que me
comportaré bien.
El ama de llaves, pensaba Kevin . Ni su padre, ni su madre.
ElitzJb
Re: Juego de Seduccion Kevin Jonas y tu (TERMINADA)
Capítulo 9
El padre de Kevin abrió la puerta.
—Kevin ... Y tú debes de ser __tn. Pasad, por favor. David Jonas era casi tan
alto como su hijo, de cuerpo atlético y cabello canoso. Sus ojos azules estaban llenos
de vida. Se presentó a __tn, sonriéndole con encanto.
__tn dijo lo primero que se le ocurrió.
—Se parece muchísimo a su hijo.
David se echó a reír.
—Bueno, pero con veinticinco años más. Esto... Qué jirafa tan bonita.
—Se llama George —dijo __tn dejándola en una esquina—. Mi regalo de Navidad
de Kevin .
—Es más original que un suéter o una joya —dijo Kevin con una sonrisa
pausada—. Hola, mamá.
—Kevin , cariño —Bethanne besó a su hijo en la mejilla con amor, con sus facciones
patricias colmadas de placer; entonces se volvió hacia __tn—. Bienvenida, __tn —le
dijo mientras se limpiaba la mano en el delantal para saludarla—. Me alegro tanto de
que hayáis podido venir a almorzar con nosotros.
Aunque sus palabras eran convencionales, su trasfondo de calidez era auténtico y
__tn lo percibió inmediatamente.
—Dame, deja que me lleve tu abrigo... Kevin nos ha dicho que vienes directamente
desde Trinidad.
En el salón, David le ofreció una bebida a __tn y Bethanne sacó gambas salteadas
y una salsa para empezar a comer. Kevin se sentó de espaldas a la luz, de frente a
__tn para poder mirarla. Aquella habitación era tan familiar para él como su
despacho del centro donde pasaba la mayor parte del tiempo; tener allí a __tn le
resultaba desconcertante.
—Un Martini riquísimo —le dijo a David—. Y, Bethanne, las gambas están
deliciosas.
—David también sabe hacer florecer a las plantas de interior y de exterior; y
navegar con un kayak por un torrente embravecido —se burló Bethanne—. Los ríos
con olas grandes me dan miedo, pero me encanta el jardín. Has visto el jardín de
Belle Hayward, ¿no, __tn? Es precioso, ¿verdad? Belle es una vieja amiga de la
familia.
__tn sonrió en señal de asentimiento y pasó a hablar de los jardines que había
visitado en Europa. La conversación se movía de un tópico a otro y __tn fue
esquivando con elegancia todas las preguntas que se acercaban a su vida privada.
Al pasar al salón, Kevin comentó con curiosidad:
—Ese cuadro del rincón... Es nuevo, ¿verdad?
—David me lo regaló en nuestro aniversario —dijo Bethanne dándole a su esposo
un abrazo espontáneo—. Me encanta. Fíjate cómo se refleja el sol en el agua...
—Treinta y nueve años —dijo David sonriendo a su esposa mientras la miraba a
los ojos—. Y cada uno ha sido mejor que el anterior.
__tn sintió que se le formaba un nudo en la garganta y notó un calor en los ojos.
Bajó la vista, mientras pasaba la mano distraídamente por las hojas brillantes de una
enorme planta. Entonces, como si sintiera que Kevin estaba mirándola, lo miró de
frente. El dolor se había desvanecido de su mirada, como si no hubiera estado ahí en
ningún momento.
—Buena elección, papá. ¿Te he dicho que estoy pujando por un pequeño bronce
de Ghibertí de principios del siglo XV?
—¿Para la casa de Florencia? —le preguntó Bethanne—. ¿Has estado allí, __tn?
Ella se puso colorada.
—Ah, esto, sí...
—Sólo una vez —dijo Kevin .
—Tienes que pedirle que te prepare una comida allí —continuó Bethanne mientras
servía una crema de puerros espesa—. Tiene una cocina de ensueño.
—Me preparó una sopa —dijo __tn.
Y también cuidó de ella, pensaba __tn, deleitándose con el recuerdo agridulce de
aquella noche.
—Le enseñé a Kevin la diferencia entre el orégano y el laurel desde muy pequeño
—comentó Bethanne—. Me empeñé en no criar a un hijo que pensara que cocinar era
sólo cosa de mujeres.
—No hay problema, mamá —dijo Kevin .
Kevin le pasó un plato de palitos de queso recién hechos y habló con detalle sobre
su último proyecto cerca de Hamburgo. Bethanne llevó las tartaletas de salmón
ahumado con salsa de ruibarbo.
—Esta es tu especialidad, ¿verdad? O eso me ha dicho Kevin . En Trinidad
comimos tartaletas de carne de tiburón...
__tn empezó a describir algunas de las especialidades que habían tomado en la
casa de la playa durante la Navidad. A Kevin le pareció aquello una manera muy
sutil de dejar claro que tenía muchos amigos y que había decidido no pasar las
vacaciones con el hijo de David y Bethanne. Rellenó las copas de vino y cambió de
tema, hablando de los huracanes que habían azotado las costas de Florida en el mes
de septiembre.
Cuando terminaron de comer las tartaletas, que desde luego estaban deliciosas,
Bethanne y David se levantaron para quitar la mesa y llevar el postre. También __tn
y Kevin se levantaron para ayudarlos. En la cocina, Bethanne estaba aclarando los
platos para meterlos en el lavavajillas, y David estaba detrás de ella, abrazándola por
la cintura y besándola en la oreja.
__tn se paró en seco al verlos. Kevin carraspeó.
—Venga, vosotros dos, dejadlo ya.
Bethanne dio un respingo.
—¡Ah, no quería que os levantarais a ayudarnos! —dijo—. ¡David, estáte quieto!
Su marido le dio una palmada en el trasero.
—Lo que tú digas, cariño. ¿Quieres que monte la nata?
—Sí, buena idea —respondió Bethanne mientras le quitaba los platos a su hijo de
las manos—. La salsa de ruibarbo va en ese tarro, __tn y los palitos de queso en ese
cacharro que hay en la encimera.
De postre tomaron macedonia de frutas con Grand Marnier y nata montada.
David devoró el postre con alegría y le guiñó un ojo a su hijo.
—A partir de mañana, leche desnatada.
Después de tomar café, Bethanne le enseñó el ático de lujo a __tn mientras David
discutía con Kevin sobre sus planes para renovar la casa de Maine. Finalmente, llegó
el momento de marcharse.
__tn les dio las gracias a los padres de Kevin con un placer que a éste le pareció
sincero.
—Espero veros pronto —dijo Bethanne mientras besaba a __tn en ambas mejillas.
—Eso sería estupendo —corroboró David—. Te llamo en un par de días, Kevin ,
cuando me den el presupuesto para el tejado.
—Muy bien, papá... Mamá, gracias.
—Te quiero —dijo su madre como le decía siempre cuando se despedían, tanto si
era para dos días como para dos meses.
__tn agarró su jirafa de peluche y Kevin y ella bajaron en el ascensor. __tn puso la
jirafa en el asiento de atrás del coche antes de sentarse delante con Kevin . Cuando
Kevin se sentó y cerró la puerta, ella se dirigió a él con frialdad.
—¿Discutimos ahora o después?
Sus ojos eran de un azul frío, como el de un glaciar.
—Ahora —dijo Kevin —. Mis padres son gente de verdad, __tn. No siempre lo han
tenido fácil. Sus familias nunca se llevaron bien... El secuestro fue horrible para ellos;
siempre quisieron tener más hijos, pero mi madre tuvo varios abortos después de
tenerme a mí. Y estoy seguro de que han tenido las dificultades habituales que
existen en un matrimonio después de tantos años. Pero se quieren mucho y eso les ha
ayudado a soportarlo todo. Se llama compromiso.
—El antídoto perfecto para mi padre.
—De acuerdo, parece que traerte aquí a comer no ha sido demasiado sutil por mi
parte. Pero no voy a esconder a mis padres sólo porque ellos estén enamorados.
—No son capaces de dejar de hacerse arrumacos —chilló __tn—. Estaban
besándose, a su edad, en la cocina.
—Lo hacen continuamente. Yo me hago el loco. No me interesa la vida sexual de
mis padres, gracias. ¿Pero qué tiene que ver su edad con eso? ¿No crees que tú
podrías ser así también?
—¡No, no lo creo!
—Sólo se me ocurre un modo de demostrarte lo contrario.
—¿Y cuál es?
—Que vivamos juntos durante treinta y nueve años antes de mantener otra vez
esta discusión.
Sus palabras quedaron suspendidas en el aire. ¿Pero qué le pasaba? ¿Cómo se le
había ocurrido que podría vivir con __tn? ¿Con la testaruda de __tn?
Con la deseable, la apasionada y la bella __tn...
Ella lo miró con rabia.
—¡Deja de tratarme como si fuera una tonta!
—No es ése mi pensamiento ni mi intención, __tn. Lo único que he hecho hoy ha
sido presentarte a dos personas que se han amado en lo bueno y en lo malo. Para
demostrarte que puede ser posible con tesón y coraje y que el resultado final es la
felicidad.
Como había ocurrido tan a menudo, Kevin le dejó sin habla.
—De acuerdo, nunca he conocido a una pareja como ellos en mi vida. Y entiendo
lo que quieres decirme; que hay personas que son capaces de seguir casadas y ser
felices. O, por lo menos, tus padres han sido capaces de hacerlo.
__tn pensó en lo mucho que le había afectado ver un amor tan profundo, tan
duradero y auténtico.
—No sé cómo hacer lo que han hecho ellos. No he tenido modelos que seguir. De
modo que el matrimonio es lo último en lo que me embarcaría —aspiró hondo y con
fuerza—. Apenas me atrevo a preguntarte cuál es el paso siguiente en tu campaña.
—Llevarte a la cama —le dijo Kevin sin pensárselo dos veces—. Pero sin que esa
jirafa estúpida vigile cada uno de nuestros movimientos.
—¿Y entonces nos iremos a vivir juntos durante treinta y nueve años? Muy
gracioso —dijo con tirantez—. El próximo paso en la campaña es mío... ¿Tienes
planes para mañana?
—No. Me marcho a Oslo al día siguiente.
Ella abrió el bolso, sacó un pequeño bloc de notas y un bolígrafo y su teléfono
móvil y marcó un número. Entonces habló en un italiano fluido, esperó unos minutos
y anotó unos números en el cuaderno.
—Grazie... Arrivederci.
Le pasó el cuaderno a Kevin .
—Es el número de mi agente de viaje. Tú y yo vamos a volar a Kentucky mañana
por la mañana. A Lexington, exactamente.
—Para conocer a tu madre —dijo él con intuición.
—Eso es. Será mejor que conozcas toda la triste historia... Y no, no voy a hablar de
ella. Muy pronto la conocerás.
—Vayamos a dar un paseo —dijo Kevin bruscamente—. Demasiada comida y
demasiadas emociones en las últimas dos horas.
—Tengo una cita en un banco del centro.
—Entonces quedamos después.
—No puedo —respondió __tn con el corazón latiéndole aceleradamente—. Voy a
cenar con una amistad mía.
A Kevin se le encogió el corazón.
—¿Hombre o mujer?
—Un hombre. Es el encargado de una parte de mi dossier. Lo conozco desde hace
años.
—¿Significo algo para tí, __tn? —susurró Kevin con tanta rabia que ni él mismo
daba crédito—. ¿O soy tan desechable como el resto de tus acompañantes
masculinos?
—No sé lo que significas para mí y ése es el problema —dijo __tn, que no quería
sentirse culpable, aunque en realidad se sintiera así—. Es una buena ocasión para ver
a Tom, nada más —dijo ella—. Tomaré un taxi para ir a encontrarme con él.
—Hazlo. Que lo pases bien cuando enseñes la jirafa en el banco.
—El tener mucho dinero significa que no tienes que dar explicaciones —respondió
ella con las mejillas sonrosadas.
Momentos después se alejaba de él en dirección a Madison Avenue para parar un
taxi, con la jirafa en una mano y su pequeña maleta en la otra. Kevin dio un puñetazo
en el volante. En ese momento, ella tenía la sartén por el mango; y eso no le gustaba
en absoluto.
Al día siguiente conocería a su madre.
Las caballerizas y cuadras Darthley estaban situadas en plena comarca de la
Región Bluegrass, en el norte del estado de Kentucky, cerca de Lexington. Muy
típico, pensaba Kevin mientras __tn y él transcurrían por una carretera sinuosa entre
las vallas blancas del ferrocarril y enormes robles y álamos, cuyas ramas negras
destacaban sobre un cielo gris. Un grupo de yeguas con sus crías se apiñaban junto a
unos montones de heno cerca de un granero de aspecto inmaculado. Todos los
animales estaban saludables y bien cuidados.
No había sentido deseos de charlar con __tn desde que se habían encontrado en el
aeropuerto. Se negaba en redondo a preguntarle si había disfrutado o no de la cena; y
tampoco pensaba interrogarla para saber si el hombre con quien había cenado tenía
treinta y cinco o cincuenta y cinco años.
Que hablara ella.
Pero __tn, a medida que se iban acercando a la granja de cría de caballos, estaba
cada vez más silenciosa. Cuando se detuvieron delante de una magnífica mansión de
ladrillo cubierta de glicinias, finalmente rompió el silencio.
—Mi madre nos espera; la he llamado esta mañana. Se hace llamar Lucie
DeRoches, aunque su nombre de soltera fuera Amy Payton y naciera en Pittsburgh,
Pensilvania. Byron Darthley, el dueño de todo esto, es su octavo marido.
Entonces salió del coche. Esa mañana llevaba unos pantalones de lana gris
marengo y una chaqueta corta de cachemir verde musgo, sobre una blusa blanca de
seda; en las orejas llevaba unos pequeños aros de oro. Se había recogido el cabello en
un moño tirante.
El octavo marido, pensaba con sorpresa mientras salía del coche. Lucie DeRoches
no celebraría su treinta y nueve aniversario de bodas.
__tn llamó al timbre con brío. Un mayordomo con cara avinagrada abrió la puerta
y los condujo a un salón recargado donde no había nadie. __tn empezó a pasearse
con nerviosismo por la habitación, deseando poder estar en cualquier otro lugar que
no fuera aquél.
—__tn... Qué sorpresa tan agradable...
Lo primero que Kevin pensó de Lucie DeRoches fue que era una mujer
espectacularmente bella; lo segundo que mantener esa belleza le estaba costando un
esfuerzo considerable. Tenía el cabello teñido de pelirrojo, su maquillaje era una obra
de arte y su ropa, un tanto elegante para una mañana en el campo, hablaba de mucho
dinero.
—Hola, mamá —dijo __tn mientras avanzaba hacia Lucie, con las manos
tímidamente adelantadas.
Lucie se apartó tras una mesa antigua y __tn dejó caer las manos y adoptó una
expresión impersonal.
—¿Cómo está usted, señora DesRoches? —dijo Kevin con calma, mientras
asimilaba la situación de __tn—. Soy Kevin Jonas, un amigo de __tn.
Lucie miró a Kevin con sus ojos verde esmeralda y Kevin se dio cuenta de que
llevaba lentillas. Le sonrió.
—Caramba, __tn, cariño —dijo Lucie en tono pausado—. Has conseguido una
buena pieza. ¿Cómo está, señor Jonas? ¿O puedo llamarte Kevin ? Y, por favor,
llámame Lucie; por estas tierras no utilizamos mucho el protocolo.
Ella le dio la mano y se la apretó de manera un tanto significativa.
—Me alegro de conocerte, Lucie —dijo él—. Tienes una casa preciosa.
Ella puso mala cara.
—Gracias por el comentario. Quería que Byron decorara de nuevo la planta baja,
pero él insistió en comprar otro semental. Cuatro millones de dólares por un caballo,
y sin embargo, el club de campo que hay un poco más abajo tiene cortinas mejores
que las mías.
—¿Dónde está Byron? —preguntó __tn.
—En los establos. ¿Dónde si no?
—Los caballos están en buena forma —comentó Kevin .
—Lo mismo que la nueva moza de cuadra —dijo Lucie de manera irritable—. Es
una muchacha. De unos veintitantos años.
—Mamá...
—¡No empieces con «mamá», __tn! A Byron siempre se le van los ojos y ahora el
resto va detrás. Lo que no entiende es que yo se lo estoy apuntando todo y se lo estoy
comunicando a mi abogado.
—Otro abogado no, mamá —dijo __tn mientras se le iba el alma a los pies—.
Estabas locamente enamorada de Byron hace un par de años.
A Lucie se le llenaron los ojos de lágrimas.
—Es algo horrible cuando un hombre da la espalda a los votos matrimoniales,
Kevin . ¿No te parece?
—Sí —dijo él—. Lo es.
—¿Has estado casado alguna vez?
Él negó con la cabeza.
—¿Estás pensando en casarte con mi __tn? —dijo con voz temblorosa—. La tuve
cuando todavía era una niña.
—Veo de dónde ha sacado su belleza —dijo él evasivamente.
—Vaya, muchas gracias —dijo la mujer con una sonrisa afectada—. ¿__tn, por qué
no vas a buscar a Byron? Le dije que tomaríamos un jerez en el salón. Pero supongo
que tiene otras cosas en la cabeza, como esa pequeña zorra que trabaja en los
establos. A mí ya no me hace mucho caso.
—Claro, mamá, ahora voy —dijo __tn, que salió del salón como si la persiguieran
dos docenas de caballos sementales.
Lucie sirvió una copa de jerez de una botella de cristal y se la pasó a Kevin .
Entonces le puso la mano en el brazo y dirigió toda la intensidad de sus ojos verde
esmeralda a su persona. Se acercó a él un poco más hasta que le rozó el brazo con el
pecho. Él pensó en salir corriendo detrás de __tn, pero se contuvo.
Lucie le apretó el brazo con fuerza mientras se dirigía a él.
—__tn es demasiado joven para tí —le susurró—. Pareces de esa clase de hombres
que necesita una mujer madura; una persona sensata y comprensiva...
—Es a __tn a quien quiero —dijo Kevin en voz alta—. Desgraciadamente, la
palabra compromiso es como una palabrota para ella.
—La diferencia entre __tn y yo es que ella no tiene la decencia de casarse con sus
hombres. Los utiliza y los echa a un lado.
Por el rabillo del ojo, Kevin vio un leve movimiento junto a la puerta. __tn estaba
allí y debía de haber oído cada palabra.
—No creo que eso sea cierto —dijo él en tono conciso.
—Entonces, todo lo que tienes de guapo lo tienes de tonto —le soltó Lucie—.
¿__tn, nena, ya viene Byron?
__tn entró en el salón, deseando poder borrar de su mente la imagen de la tetuda
morena que había visto abrazada a su padrastro contra la valla de una cerca.
—Dice que no tiene tiempo.
—¿Has conocido a la querida Kimberley?
—¿Por qué no tomamos una copa? —sugirió __tn—. No necesitamos a Byron.
—Entonces la has visto.
Lucie abrió el tapón del decantador y sirvió dos copas más de jerez; por un
instante a Kevin le pareció ver un miedo atroz reflejado en su expresión. Kevin le pasó
una de las copas a __tn, dio un sorbo del excelente jerez seco español y cambió de
conversación con empeño. Media hora después, __tn y Kevin se marcharon del
rancho.
—Cuídate, mamá —dijo __tn mientras le daba un beso en la mejilla a su madre.
—No me hables como si estuviera senil —soltó Lucie, que se volvió hacia Kevin
con una sonrisa en los labios—. Ha sido un placer conocerte, Kevin . Recuerda lo que
te he dicho.
—Adiós, Lucie —dijo él con una nota de finalidad que esperaba que resultara tan
evidente para Lucie y para __tn como le resultaba a él.
Cuando la puerta se cerró, __tn se dirigió hacia el coche. Al pasar la primera curva
en la carretera, se volvió hacia él con amargura.
—Se te insinuó, ¿verdad? ¡Qué vergüenza! ¡Mi propia madre!
—Sí —dijo él—. Pero seguro que oíste lo que le contesté yo.
—Me avergüenzo tanto de ella... —murmuró __tn—. Todo lo menosprecia.
—No ha conseguido menospreciarnos a tí y a mí, __tn. Nadie puede hacernos eso.
—Ella no conoce el significado de la palabra amor, ni lo que es un voto, ni la
fidelidad. ¿Te gustaría que te contara cómo me he criado con mi madre y su colección
de hombres?
—Adelante —dijo Kevin tranquilamente.
—El hombre a quien llamo padre, ¿porque quién sabe si en realidad lo es?, fue el
segundo. El primero lo conoció en la fiesta de su puesta de largo y el matrimonio
duró exactamente seis meses. Yo fui un accidente, por cierto, y mi madre se encargó
de decírmelo en cuanto fui lo suficientemente mayor como para entenderlo. Jamás
me quiso. Después de todo, le estropeé la figura.
Kevin se detuvo a un lado de la carretera y apagó el motor.
—¿Quién fue el número tres, y cuánto duró?
—Fue un torero español. Un año y medio después todo el mundo, incluida mi
madre, se dio cuenta de que amaba más la plaza de toros que a ella. El cuarto fue un
hombre de negocios australiano, que trató de domesticarme con una combinación de
férrea disciplina y agresividad.
—Por amor de Dios, __tn...
—Yo lo odiaba. Pero entonces se casó con Pete. Era un marino que tenía el yate
más precioso que he visto en mi vida. Vivíamos en una casa de cedro junto al mar en
British Columbia, y yo me pasaba el día en el bosque y en la playa y durante dos
años fui completamente feliz... —su expresión se tornó sombría—. Hasta que mi
madre empezó a tramitar el divorcio, vivir en el bosque no era lo suyo, cuando él se
ahogó en un accidente.
Kevin se quedó callado un momento.
—¿Cuántos años tenías entonces?
—Trece. Entonces me enviaron a un internado en Suiza y mi madre se juntó con
un coleccionista de arte italiano. A los diecisiete terminé los estudios secundarios,
heredé a los dieciocho parte de la fortuna que mi padre me había asignado para
montar mi propio apartamento en Milán y el resto es historia... Ah, sí, después del
coleccionista de arte hubo un banquero suizo, antes de Byron. ¿Se me ha olvidado
alguno?
—Entiendo por qué te sientes tan mal, __tn. Me sorprende que no te diera por el
alcohol o las drogas.
—Traté de emborracharme una vez cuando era más joven. Pero nunca he tomado
drogas. Supongo que me gusta demasiado controlar la situación.
—Por una vez, me alegro de que seas así —le tomó la mano con suavidad y
empezó a acariciarle los dedos despacio—. Tu madre está aterrorizada, __tn; sabe
que se está haciendo mayor y que no puede mantener éste estilo de vida. Sin
embargo, no tiene nada con qué cambiarlo.
—Byron es un asqueroso. Fue precisamente lo que pensé cuando lo conocí. Pero
tiene muchísimo dinero.
Kevin le preguntó algo que tenía curiosidad por saber desde hacía tiempo.
—¿Por qué tu abuelo te dejó a tí su fortuna y no a tu madre?
—Era un tirano chapado a la antigua que estaba totalmente en contra del divorcio.
Mi madre heredó la fortuna de mi abuela, que era inexistente. Por eso se cambió el
nombre de Payton a DesRoches.
—¿Y también por eso no te quiere?
__tn asintió.
—Dices que tu padre se largó cuando tenías siete años —añadió Kevin .
—Mi madre me envió con él el primer verano después del divorcio para poder
tener tiempo libre que dedicarle al torero. Raoul estaba furioso y me dejó al cuidado
de su horrorosa ama de llaves, que se pasaba el día amenazándome con meterme en
el sótano con las ratas. Me escapé y me negué a volver a quedarme con él.
Aunque había tratado de mantener la calma, __tn notó que estaba temblando.
Pero cuando Kevin le puso el brazo por los hombros, ella se retiró.
—Volvamos al aeropuerto —dijo ella en tono dolido—. Detesto estar tan cerca de
mi madre.
Llevársela de los alrededores de la granja de cría de caballos le pareció a Kevin una
idea de lo más sensata; y además, __tn le había dado suficiente en lo que pensar.
Durante el camino de vuelta también __tn tendría la oportunidad de serenarse un
poco.
Mientras conducía por la ondulada campiña, Kevin decidió que pasarían la noche
en su apartamento de Manhattan. Le prepararía algo para cenar y haría lo posible
para hacer desaparecer la expresión de dolor de los ojos de __tn.
Sin embargo, cuando estaban cerca del aeropuerto sonó el teléfono móvil de Kevin .
—Jonas —dijo él—. ¿Cómo? ¿Que se echan atrás? ¿Por qué? —añadió con
desesperación.
__tn lo miró. Kevin estaba muy tenso y agarraba el teléfono con fuerza. El hombre
de negocios implacable, pensaba mientras se estremecía por dentro; estaba claro que
en ese momento se había olvidado totalmente de ella.
La conversación duró unos minutos más.
—¿Has enviado un avión para que me recoja en Lexington? Gracias, Bill. Saldré de
inmediato.
Cerró el teléfono y se lo guardó en el bolsillo.
—Era mi asistente. Tengo que volar directamente a Oslo. Ha habido un problema
muy gordo y es posible que cuatro meses de trabajo se vayan al traste —rotó los
hombros con nerviosismo—. Lo siento, __tn, no sabes cuánto siento dejarte ahora
después de haber conocido a tu madre hoy.
Pero lo que __tn sintió sobre todo fue alivio. Ella podía estar sola. Estando sola
podría pensar en lo que iba a hacer con respecto al hombre que estaba sentado tan
cerca de ella. El hombre que sabía de ella más que nadie en el mundo.
—No te preocupes —dijo __tn con tranquilidad—. Entiendo lo importante que es
para tí tu trabajo.
Su trabajo era importante para él; muy importante. ¿Entonces por qué se sentía tan
mal sólo de pensar en dejarla?
—¿Adonde vas a ir? —le preguntó Kevin .
—¡Ah!, de vuelta a Europa, supongo —dijo ella con vaguedad—. Tal vez a esquiar.
La nieve está de maravilla en Los Alpes en esta época del año.
—Europa y Los Alpes cubren mucho territorio. ¿Podrías ser más específica?
—Iré a St. Moritz, o posiblemente a Chamonix.
Él detuvo el coche en el aparcamiento de vehículos de alquiler y apagó el motor.
—Dile a Bill dónde vas a estar cuando te decidas. Él contactará conmigo donde
esté.
Cuando ella contestó con vaguedad, él continuó con impaciencia.
—Hazlo, __tn. Hemos pasado ya la parte de jugar al gato y al ratón. Por amor de
Dios.
—De acuerdo, lo haré —contestó ella con desgana.
Kevin no sabía si a __tn le había afectado más la frialdad de su madre o la
infidelidad de Byron. El feliz matrimonio de sus padres parecía en ese momento muy
lejano.
Cuando Kevin salió del coche sintió por primera vez en su vida una clara
sensación de pesar por las exigencias de su empresa. No quería volar a Oslo. Quería
quedarse con __tn. Era así de sencillo y así de complicado.
Diez minutos después, cuando ya estaba listo para pasar por la aduana, Kevin
abrazó a __tn.
—Cuídate, ¿quieres? Dentro de un par de días estaremos en contacto.
Ella sonreía con gesto tenso, pero la sonrisa no le iluminó la mirada. Kevin ,
aguijoneado por una enorme inquietud, le habló sin rodeos.
—Hace años, cuando eras demasiado pequeña para entender lo que te pasaba,
Raoul y Lucie te metieron en una jaula. Pero ahora ya sabes dónde está la llave.
—Tú eres la llave —dijo ella con hastío—. Eso es lo que quieres decir, ¿verdad?
Kevin asintió.
—¿Algunos de los otros hombres han conocido a tus padres?
—Por supuesto que no.
—Debo marcharme ya, __tn.
Inclinó la cabeza y la besó con aquella mezcla de emociones que su mera presencia
provocaba en él.
—Ese día en el jardín de Belle fue como si algo dentro de mí te reconociera. Fue un
deseo llamando a otro deseo, la fuerza de la naturaleza... —le susurró Kevin muy
cerca de sus labios.
Los besos y las palabras de Kevin le llegaron al alma.
—Espero que puedas arreglarlo todo en Oslo.
El desafío no era el de Oslo, pensaba Kevin . El desafío era __tn, tan deseable y
elusiva. La abrazó y la estrechó con fuerza contra su cuerpo, para soltarla con una
desazón que lo sacudió por entero. Entonces se dio la vuelta y cruzó la aduana
mientras se preguntaba si sería lo suficientemente hombre para enfrentarse a ese
desafío.
chicas espero y los allan disfrutados nos
leeremos luego :)
besitos cuídense
El padre de Kevin abrió la puerta.
—Kevin ... Y tú debes de ser __tn. Pasad, por favor. David Jonas era casi tan
alto como su hijo, de cuerpo atlético y cabello canoso. Sus ojos azules estaban llenos
de vida. Se presentó a __tn, sonriéndole con encanto.
__tn dijo lo primero que se le ocurrió.
—Se parece muchísimo a su hijo.
David se echó a reír.
—Bueno, pero con veinticinco años más. Esto... Qué jirafa tan bonita.
—Se llama George —dijo __tn dejándola en una esquina—. Mi regalo de Navidad
de Kevin .
—Es más original que un suéter o una joya —dijo Kevin con una sonrisa
pausada—. Hola, mamá.
—Kevin , cariño —Bethanne besó a su hijo en la mejilla con amor, con sus facciones
patricias colmadas de placer; entonces se volvió hacia __tn—. Bienvenida, __tn —le
dijo mientras se limpiaba la mano en el delantal para saludarla—. Me alegro tanto de
que hayáis podido venir a almorzar con nosotros.
Aunque sus palabras eran convencionales, su trasfondo de calidez era auténtico y
__tn lo percibió inmediatamente.
—Dame, deja que me lleve tu abrigo... Kevin nos ha dicho que vienes directamente
desde Trinidad.
En el salón, David le ofreció una bebida a __tn y Bethanne sacó gambas salteadas
y una salsa para empezar a comer. Kevin se sentó de espaldas a la luz, de frente a
__tn para poder mirarla. Aquella habitación era tan familiar para él como su
despacho del centro donde pasaba la mayor parte del tiempo; tener allí a __tn le
resultaba desconcertante.
—Un Martini riquísimo —le dijo a David—. Y, Bethanne, las gambas están
deliciosas.
—David también sabe hacer florecer a las plantas de interior y de exterior; y
navegar con un kayak por un torrente embravecido —se burló Bethanne—. Los ríos
con olas grandes me dan miedo, pero me encanta el jardín. Has visto el jardín de
Belle Hayward, ¿no, __tn? Es precioso, ¿verdad? Belle es una vieja amiga de la
familia.
__tn sonrió en señal de asentimiento y pasó a hablar de los jardines que había
visitado en Europa. La conversación se movía de un tópico a otro y __tn fue
esquivando con elegancia todas las preguntas que se acercaban a su vida privada.
Al pasar al salón, Kevin comentó con curiosidad:
—Ese cuadro del rincón... Es nuevo, ¿verdad?
—David me lo regaló en nuestro aniversario —dijo Bethanne dándole a su esposo
un abrazo espontáneo—. Me encanta. Fíjate cómo se refleja el sol en el agua...
—Treinta y nueve años —dijo David sonriendo a su esposa mientras la miraba a
los ojos—. Y cada uno ha sido mejor que el anterior.
__tn sintió que se le formaba un nudo en la garganta y notó un calor en los ojos.
Bajó la vista, mientras pasaba la mano distraídamente por las hojas brillantes de una
enorme planta. Entonces, como si sintiera que Kevin estaba mirándola, lo miró de
frente. El dolor se había desvanecido de su mirada, como si no hubiera estado ahí en
ningún momento.
—Buena elección, papá. ¿Te he dicho que estoy pujando por un pequeño bronce
de Ghibertí de principios del siglo XV?
—¿Para la casa de Florencia? —le preguntó Bethanne—. ¿Has estado allí, __tn?
Ella se puso colorada.
—Ah, esto, sí...
—Sólo una vez —dijo Kevin .
—Tienes que pedirle que te prepare una comida allí —continuó Bethanne mientras
servía una crema de puerros espesa—. Tiene una cocina de ensueño.
—Me preparó una sopa —dijo __tn.
Y también cuidó de ella, pensaba __tn, deleitándose con el recuerdo agridulce de
aquella noche.
—Le enseñé a Kevin la diferencia entre el orégano y el laurel desde muy pequeño
—comentó Bethanne—. Me empeñé en no criar a un hijo que pensara que cocinar era
sólo cosa de mujeres.
—No hay problema, mamá —dijo Kevin .
Kevin le pasó un plato de palitos de queso recién hechos y habló con detalle sobre
su último proyecto cerca de Hamburgo. Bethanne llevó las tartaletas de salmón
ahumado con salsa de ruibarbo.
—Esta es tu especialidad, ¿verdad? O eso me ha dicho Kevin . En Trinidad
comimos tartaletas de carne de tiburón...
__tn empezó a describir algunas de las especialidades que habían tomado en la
casa de la playa durante la Navidad. A Kevin le pareció aquello una manera muy
sutil de dejar claro que tenía muchos amigos y que había decidido no pasar las
vacaciones con el hijo de David y Bethanne. Rellenó las copas de vino y cambió de
tema, hablando de los huracanes que habían azotado las costas de Florida en el mes
de septiembre.
Cuando terminaron de comer las tartaletas, que desde luego estaban deliciosas,
Bethanne y David se levantaron para quitar la mesa y llevar el postre. También __tn
y Kevin se levantaron para ayudarlos. En la cocina, Bethanne estaba aclarando los
platos para meterlos en el lavavajillas, y David estaba detrás de ella, abrazándola por
la cintura y besándola en la oreja.
__tn se paró en seco al verlos. Kevin carraspeó.
—Venga, vosotros dos, dejadlo ya.
Bethanne dio un respingo.
—¡Ah, no quería que os levantarais a ayudarnos! —dijo—. ¡David, estáte quieto!
Su marido le dio una palmada en el trasero.
—Lo que tú digas, cariño. ¿Quieres que monte la nata?
—Sí, buena idea —respondió Bethanne mientras le quitaba los platos a su hijo de
las manos—. La salsa de ruibarbo va en ese tarro, __tn y los palitos de queso en ese
cacharro que hay en la encimera.
De postre tomaron macedonia de frutas con Grand Marnier y nata montada.
David devoró el postre con alegría y le guiñó un ojo a su hijo.
—A partir de mañana, leche desnatada.
Después de tomar café, Bethanne le enseñó el ático de lujo a __tn mientras David
discutía con Kevin sobre sus planes para renovar la casa de Maine. Finalmente, llegó
el momento de marcharse.
__tn les dio las gracias a los padres de Kevin con un placer que a éste le pareció
sincero.
—Espero veros pronto —dijo Bethanne mientras besaba a __tn en ambas mejillas.
—Eso sería estupendo —corroboró David—. Te llamo en un par de días, Kevin ,
cuando me den el presupuesto para el tejado.
—Muy bien, papá... Mamá, gracias.
—Te quiero —dijo su madre como le decía siempre cuando se despedían, tanto si
era para dos días como para dos meses.
__tn agarró su jirafa de peluche y Kevin y ella bajaron en el ascensor. __tn puso la
jirafa en el asiento de atrás del coche antes de sentarse delante con Kevin . Cuando
Kevin se sentó y cerró la puerta, ella se dirigió a él con frialdad.
—¿Discutimos ahora o después?
Sus ojos eran de un azul frío, como el de un glaciar.
—Ahora —dijo Kevin —. Mis padres son gente de verdad, __tn. No siempre lo han
tenido fácil. Sus familias nunca se llevaron bien... El secuestro fue horrible para ellos;
siempre quisieron tener más hijos, pero mi madre tuvo varios abortos después de
tenerme a mí. Y estoy seguro de que han tenido las dificultades habituales que
existen en un matrimonio después de tantos años. Pero se quieren mucho y eso les ha
ayudado a soportarlo todo. Se llama compromiso.
—El antídoto perfecto para mi padre.
—De acuerdo, parece que traerte aquí a comer no ha sido demasiado sutil por mi
parte. Pero no voy a esconder a mis padres sólo porque ellos estén enamorados.
—No son capaces de dejar de hacerse arrumacos —chilló __tn—. Estaban
besándose, a su edad, en la cocina.
—Lo hacen continuamente. Yo me hago el loco. No me interesa la vida sexual de
mis padres, gracias. ¿Pero qué tiene que ver su edad con eso? ¿No crees que tú
podrías ser así también?
—¡No, no lo creo!
—Sólo se me ocurre un modo de demostrarte lo contrario.
—¿Y cuál es?
—Que vivamos juntos durante treinta y nueve años antes de mantener otra vez
esta discusión.
Sus palabras quedaron suspendidas en el aire. ¿Pero qué le pasaba? ¿Cómo se le
había ocurrido que podría vivir con __tn? ¿Con la testaruda de __tn?
Con la deseable, la apasionada y la bella __tn...
Ella lo miró con rabia.
—¡Deja de tratarme como si fuera una tonta!
—No es ése mi pensamiento ni mi intención, __tn. Lo único que he hecho hoy ha
sido presentarte a dos personas que se han amado en lo bueno y en lo malo. Para
demostrarte que puede ser posible con tesón y coraje y que el resultado final es la
felicidad.
Como había ocurrido tan a menudo, Kevin le dejó sin habla.
—De acuerdo, nunca he conocido a una pareja como ellos en mi vida. Y entiendo
lo que quieres decirme; que hay personas que son capaces de seguir casadas y ser
felices. O, por lo menos, tus padres han sido capaces de hacerlo.
__tn pensó en lo mucho que le había afectado ver un amor tan profundo, tan
duradero y auténtico.
—No sé cómo hacer lo que han hecho ellos. No he tenido modelos que seguir. De
modo que el matrimonio es lo último en lo que me embarcaría —aspiró hondo y con
fuerza—. Apenas me atrevo a preguntarte cuál es el paso siguiente en tu campaña.
—Llevarte a la cama —le dijo Kevin sin pensárselo dos veces—. Pero sin que esa
jirafa estúpida vigile cada uno de nuestros movimientos.
—¿Y entonces nos iremos a vivir juntos durante treinta y nueve años? Muy
gracioso —dijo con tirantez—. El próximo paso en la campaña es mío... ¿Tienes
planes para mañana?
—No. Me marcho a Oslo al día siguiente.
Ella abrió el bolso, sacó un pequeño bloc de notas y un bolígrafo y su teléfono
móvil y marcó un número. Entonces habló en un italiano fluido, esperó unos minutos
y anotó unos números en el cuaderno.
—Grazie... Arrivederci.
Le pasó el cuaderno a Kevin .
—Es el número de mi agente de viaje. Tú y yo vamos a volar a Kentucky mañana
por la mañana. A Lexington, exactamente.
—Para conocer a tu madre —dijo él con intuición.
—Eso es. Será mejor que conozcas toda la triste historia... Y no, no voy a hablar de
ella. Muy pronto la conocerás.
—Vayamos a dar un paseo —dijo Kevin bruscamente—. Demasiada comida y
demasiadas emociones en las últimas dos horas.
—Tengo una cita en un banco del centro.
—Entonces quedamos después.
—No puedo —respondió __tn con el corazón latiéndole aceleradamente—. Voy a
cenar con una amistad mía.
A Kevin se le encogió el corazón.
—¿Hombre o mujer?
—Un hombre. Es el encargado de una parte de mi dossier. Lo conozco desde hace
años.
—¿Significo algo para tí, __tn? —susurró Kevin con tanta rabia que ni él mismo
daba crédito—. ¿O soy tan desechable como el resto de tus acompañantes
masculinos?
—No sé lo que significas para mí y ése es el problema —dijo __tn, que no quería
sentirse culpable, aunque en realidad se sintiera así—. Es una buena ocasión para ver
a Tom, nada más —dijo ella—. Tomaré un taxi para ir a encontrarme con él.
—Hazlo. Que lo pases bien cuando enseñes la jirafa en el banco.
—El tener mucho dinero significa que no tienes que dar explicaciones —respondió
ella con las mejillas sonrosadas.
Momentos después se alejaba de él en dirección a Madison Avenue para parar un
taxi, con la jirafa en una mano y su pequeña maleta en la otra. Kevin dio un puñetazo
en el volante. En ese momento, ella tenía la sartén por el mango; y eso no le gustaba
en absoluto.
Al día siguiente conocería a su madre.
Las caballerizas y cuadras Darthley estaban situadas en plena comarca de la
Región Bluegrass, en el norte del estado de Kentucky, cerca de Lexington. Muy
típico, pensaba Kevin mientras __tn y él transcurrían por una carretera sinuosa entre
las vallas blancas del ferrocarril y enormes robles y álamos, cuyas ramas negras
destacaban sobre un cielo gris. Un grupo de yeguas con sus crías se apiñaban junto a
unos montones de heno cerca de un granero de aspecto inmaculado. Todos los
animales estaban saludables y bien cuidados.
No había sentido deseos de charlar con __tn desde que se habían encontrado en el
aeropuerto. Se negaba en redondo a preguntarle si había disfrutado o no de la cena; y
tampoco pensaba interrogarla para saber si el hombre con quien había cenado tenía
treinta y cinco o cincuenta y cinco años.
Que hablara ella.
Pero __tn, a medida que se iban acercando a la granja de cría de caballos, estaba
cada vez más silenciosa. Cuando se detuvieron delante de una magnífica mansión de
ladrillo cubierta de glicinias, finalmente rompió el silencio.
—Mi madre nos espera; la he llamado esta mañana. Se hace llamar Lucie
DeRoches, aunque su nombre de soltera fuera Amy Payton y naciera en Pittsburgh,
Pensilvania. Byron Darthley, el dueño de todo esto, es su octavo marido.
Entonces salió del coche. Esa mañana llevaba unos pantalones de lana gris
marengo y una chaqueta corta de cachemir verde musgo, sobre una blusa blanca de
seda; en las orejas llevaba unos pequeños aros de oro. Se había recogido el cabello en
un moño tirante.
El octavo marido, pensaba con sorpresa mientras salía del coche. Lucie DeRoches
no celebraría su treinta y nueve aniversario de bodas.
__tn llamó al timbre con brío. Un mayordomo con cara avinagrada abrió la puerta
y los condujo a un salón recargado donde no había nadie. __tn empezó a pasearse
con nerviosismo por la habitación, deseando poder estar en cualquier otro lugar que
no fuera aquél.
—__tn... Qué sorpresa tan agradable...
Lo primero que Kevin pensó de Lucie DeRoches fue que era una mujer
espectacularmente bella; lo segundo que mantener esa belleza le estaba costando un
esfuerzo considerable. Tenía el cabello teñido de pelirrojo, su maquillaje era una obra
de arte y su ropa, un tanto elegante para una mañana en el campo, hablaba de mucho
dinero.
—Hola, mamá —dijo __tn mientras avanzaba hacia Lucie, con las manos
tímidamente adelantadas.
Lucie se apartó tras una mesa antigua y __tn dejó caer las manos y adoptó una
expresión impersonal.
—¿Cómo está usted, señora DesRoches? —dijo Kevin con calma, mientras
asimilaba la situación de __tn—. Soy Kevin Jonas, un amigo de __tn.
Lucie miró a Kevin con sus ojos verde esmeralda y Kevin se dio cuenta de que
llevaba lentillas. Le sonrió.
—Caramba, __tn, cariño —dijo Lucie en tono pausado—. Has conseguido una
buena pieza. ¿Cómo está, señor Jonas? ¿O puedo llamarte Kevin ? Y, por favor,
llámame Lucie; por estas tierras no utilizamos mucho el protocolo.
Ella le dio la mano y se la apretó de manera un tanto significativa.
—Me alegro de conocerte, Lucie —dijo él—. Tienes una casa preciosa.
Ella puso mala cara.
—Gracias por el comentario. Quería que Byron decorara de nuevo la planta baja,
pero él insistió en comprar otro semental. Cuatro millones de dólares por un caballo,
y sin embargo, el club de campo que hay un poco más abajo tiene cortinas mejores
que las mías.
—¿Dónde está Byron? —preguntó __tn.
—En los establos. ¿Dónde si no?
—Los caballos están en buena forma —comentó Kevin .
—Lo mismo que la nueva moza de cuadra —dijo Lucie de manera irritable—. Es
una muchacha. De unos veintitantos años.
—Mamá...
—¡No empieces con «mamá», __tn! A Byron siempre se le van los ojos y ahora el
resto va detrás. Lo que no entiende es que yo se lo estoy apuntando todo y se lo estoy
comunicando a mi abogado.
—Otro abogado no, mamá —dijo __tn mientras se le iba el alma a los pies—.
Estabas locamente enamorada de Byron hace un par de años.
A Lucie se le llenaron los ojos de lágrimas.
—Es algo horrible cuando un hombre da la espalda a los votos matrimoniales,
Kevin . ¿No te parece?
—Sí —dijo él—. Lo es.
—¿Has estado casado alguna vez?
Él negó con la cabeza.
—¿Estás pensando en casarte con mi __tn? —dijo con voz temblorosa—. La tuve
cuando todavía era una niña.
—Veo de dónde ha sacado su belleza —dijo él evasivamente.
—Vaya, muchas gracias —dijo la mujer con una sonrisa afectada—. ¿__tn, por qué
no vas a buscar a Byron? Le dije que tomaríamos un jerez en el salón. Pero supongo
que tiene otras cosas en la cabeza, como esa pequeña zorra que trabaja en los
establos. A mí ya no me hace mucho caso.
—Claro, mamá, ahora voy —dijo __tn, que salió del salón como si la persiguieran
dos docenas de caballos sementales.
Lucie sirvió una copa de jerez de una botella de cristal y se la pasó a Kevin .
Entonces le puso la mano en el brazo y dirigió toda la intensidad de sus ojos verde
esmeralda a su persona. Se acercó a él un poco más hasta que le rozó el brazo con el
pecho. Él pensó en salir corriendo detrás de __tn, pero se contuvo.
Lucie le apretó el brazo con fuerza mientras se dirigía a él.
—__tn es demasiado joven para tí —le susurró—. Pareces de esa clase de hombres
que necesita una mujer madura; una persona sensata y comprensiva...
—Es a __tn a quien quiero —dijo Kevin en voz alta—. Desgraciadamente, la
palabra compromiso es como una palabrota para ella.
—La diferencia entre __tn y yo es que ella no tiene la decencia de casarse con sus
hombres. Los utiliza y los echa a un lado.
Por el rabillo del ojo, Kevin vio un leve movimiento junto a la puerta. __tn estaba
allí y debía de haber oído cada palabra.
—No creo que eso sea cierto —dijo él en tono conciso.
—Entonces, todo lo que tienes de guapo lo tienes de tonto —le soltó Lucie—.
¿__tn, nena, ya viene Byron?
__tn entró en el salón, deseando poder borrar de su mente la imagen de la tetuda
morena que había visto abrazada a su padrastro contra la valla de una cerca.
—Dice que no tiene tiempo.
—¿Has conocido a la querida Kimberley?
—¿Por qué no tomamos una copa? —sugirió __tn—. No necesitamos a Byron.
—Entonces la has visto.
Lucie abrió el tapón del decantador y sirvió dos copas más de jerez; por un
instante a Kevin le pareció ver un miedo atroz reflejado en su expresión. Kevin le pasó
una de las copas a __tn, dio un sorbo del excelente jerez seco español y cambió de
conversación con empeño. Media hora después, __tn y Kevin se marcharon del
rancho.
—Cuídate, mamá —dijo __tn mientras le daba un beso en la mejilla a su madre.
—No me hables como si estuviera senil —soltó Lucie, que se volvió hacia Kevin
con una sonrisa en los labios—. Ha sido un placer conocerte, Kevin . Recuerda lo que
te he dicho.
—Adiós, Lucie —dijo él con una nota de finalidad que esperaba que resultara tan
evidente para Lucie y para __tn como le resultaba a él.
Cuando la puerta se cerró, __tn se dirigió hacia el coche. Al pasar la primera curva
en la carretera, se volvió hacia él con amargura.
—Se te insinuó, ¿verdad? ¡Qué vergüenza! ¡Mi propia madre!
—Sí —dijo él—. Pero seguro que oíste lo que le contesté yo.
—Me avergüenzo tanto de ella... —murmuró __tn—. Todo lo menosprecia.
—No ha conseguido menospreciarnos a tí y a mí, __tn. Nadie puede hacernos eso.
—Ella no conoce el significado de la palabra amor, ni lo que es un voto, ni la
fidelidad. ¿Te gustaría que te contara cómo me he criado con mi madre y su colección
de hombres?
—Adelante —dijo Kevin tranquilamente.
—El hombre a quien llamo padre, ¿porque quién sabe si en realidad lo es?, fue el
segundo. El primero lo conoció en la fiesta de su puesta de largo y el matrimonio
duró exactamente seis meses. Yo fui un accidente, por cierto, y mi madre se encargó
de decírmelo en cuanto fui lo suficientemente mayor como para entenderlo. Jamás
me quiso. Después de todo, le estropeé la figura.
Kevin se detuvo a un lado de la carretera y apagó el motor.
—¿Quién fue el número tres, y cuánto duró?
—Fue un torero español. Un año y medio después todo el mundo, incluida mi
madre, se dio cuenta de que amaba más la plaza de toros que a ella. El cuarto fue un
hombre de negocios australiano, que trató de domesticarme con una combinación de
férrea disciplina y agresividad.
—Por amor de Dios, __tn...
—Yo lo odiaba. Pero entonces se casó con Pete. Era un marino que tenía el yate
más precioso que he visto en mi vida. Vivíamos en una casa de cedro junto al mar en
British Columbia, y yo me pasaba el día en el bosque y en la playa y durante dos
años fui completamente feliz... —su expresión se tornó sombría—. Hasta que mi
madre empezó a tramitar el divorcio, vivir en el bosque no era lo suyo, cuando él se
ahogó en un accidente.
Kevin se quedó callado un momento.
—¿Cuántos años tenías entonces?
—Trece. Entonces me enviaron a un internado en Suiza y mi madre se juntó con
un coleccionista de arte italiano. A los diecisiete terminé los estudios secundarios,
heredé a los dieciocho parte de la fortuna que mi padre me había asignado para
montar mi propio apartamento en Milán y el resto es historia... Ah, sí, después del
coleccionista de arte hubo un banquero suizo, antes de Byron. ¿Se me ha olvidado
alguno?
—Entiendo por qué te sientes tan mal, __tn. Me sorprende que no te diera por el
alcohol o las drogas.
—Traté de emborracharme una vez cuando era más joven. Pero nunca he tomado
drogas. Supongo que me gusta demasiado controlar la situación.
—Por una vez, me alegro de que seas así —le tomó la mano con suavidad y
empezó a acariciarle los dedos despacio—. Tu madre está aterrorizada, __tn; sabe
que se está haciendo mayor y que no puede mantener éste estilo de vida. Sin
embargo, no tiene nada con qué cambiarlo.
—Byron es un asqueroso. Fue precisamente lo que pensé cuando lo conocí. Pero
tiene muchísimo dinero.
Kevin le preguntó algo que tenía curiosidad por saber desde hacía tiempo.
—¿Por qué tu abuelo te dejó a tí su fortuna y no a tu madre?
—Era un tirano chapado a la antigua que estaba totalmente en contra del divorcio.
Mi madre heredó la fortuna de mi abuela, que era inexistente. Por eso se cambió el
nombre de Payton a DesRoches.
—¿Y también por eso no te quiere?
__tn asintió.
—Dices que tu padre se largó cuando tenías siete años —añadió Kevin .
—Mi madre me envió con él el primer verano después del divorcio para poder
tener tiempo libre que dedicarle al torero. Raoul estaba furioso y me dejó al cuidado
de su horrorosa ama de llaves, que se pasaba el día amenazándome con meterme en
el sótano con las ratas. Me escapé y me negué a volver a quedarme con él.
Aunque había tratado de mantener la calma, __tn notó que estaba temblando.
Pero cuando Kevin le puso el brazo por los hombros, ella se retiró.
—Volvamos al aeropuerto —dijo ella en tono dolido—. Detesto estar tan cerca de
mi madre.
Llevársela de los alrededores de la granja de cría de caballos le pareció a Kevin una
idea de lo más sensata; y además, __tn le había dado suficiente en lo que pensar.
Durante el camino de vuelta también __tn tendría la oportunidad de serenarse un
poco.
Mientras conducía por la ondulada campiña, Kevin decidió que pasarían la noche
en su apartamento de Manhattan. Le prepararía algo para cenar y haría lo posible
para hacer desaparecer la expresión de dolor de los ojos de __tn.
Sin embargo, cuando estaban cerca del aeropuerto sonó el teléfono móvil de Kevin .
—Jonas —dijo él—. ¿Cómo? ¿Que se echan atrás? ¿Por qué? —añadió con
desesperación.
__tn lo miró. Kevin estaba muy tenso y agarraba el teléfono con fuerza. El hombre
de negocios implacable, pensaba mientras se estremecía por dentro; estaba claro que
en ese momento se había olvidado totalmente de ella.
La conversación duró unos minutos más.
—¿Has enviado un avión para que me recoja en Lexington? Gracias, Bill. Saldré de
inmediato.
Cerró el teléfono y se lo guardó en el bolsillo.
—Era mi asistente. Tengo que volar directamente a Oslo. Ha habido un problema
muy gordo y es posible que cuatro meses de trabajo se vayan al traste —rotó los
hombros con nerviosismo—. Lo siento, __tn, no sabes cuánto siento dejarte ahora
después de haber conocido a tu madre hoy.
Pero lo que __tn sintió sobre todo fue alivio. Ella podía estar sola. Estando sola
podría pensar en lo que iba a hacer con respecto al hombre que estaba sentado tan
cerca de ella. El hombre que sabía de ella más que nadie en el mundo.
—No te preocupes —dijo __tn con tranquilidad—. Entiendo lo importante que es
para tí tu trabajo.
Su trabajo era importante para él; muy importante. ¿Entonces por qué se sentía tan
mal sólo de pensar en dejarla?
—¿Adonde vas a ir? —le preguntó Kevin .
—¡Ah!, de vuelta a Europa, supongo —dijo ella con vaguedad—. Tal vez a esquiar.
La nieve está de maravilla en Los Alpes en esta época del año.
—Europa y Los Alpes cubren mucho territorio. ¿Podrías ser más específica?
—Iré a St. Moritz, o posiblemente a Chamonix.
Él detuvo el coche en el aparcamiento de vehículos de alquiler y apagó el motor.
—Dile a Bill dónde vas a estar cuando te decidas. Él contactará conmigo donde
esté.
Cuando ella contestó con vaguedad, él continuó con impaciencia.
—Hazlo, __tn. Hemos pasado ya la parte de jugar al gato y al ratón. Por amor de
Dios.
—De acuerdo, lo haré —contestó ella con desgana.
Kevin no sabía si a __tn le había afectado más la frialdad de su madre o la
infidelidad de Byron. El feliz matrimonio de sus padres parecía en ese momento muy
lejano.
Cuando Kevin salió del coche sintió por primera vez en su vida una clara
sensación de pesar por las exigencias de su empresa. No quería volar a Oslo. Quería
quedarse con __tn. Era así de sencillo y así de complicado.
Diez minutos después, cuando ya estaba listo para pasar por la aduana, Kevin
abrazó a __tn.
—Cuídate, ¿quieres? Dentro de un par de días estaremos en contacto.
Ella sonreía con gesto tenso, pero la sonrisa no le iluminó la mirada. Kevin ,
aguijoneado por una enorme inquietud, le habló sin rodeos.
—Hace años, cuando eras demasiado pequeña para entender lo que te pasaba,
Raoul y Lucie te metieron en una jaula. Pero ahora ya sabes dónde está la llave.
—Tú eres la llave —dijo ella con hastío—. Eso es lo que quieres decir, ¿verdad?
Kevin asintió.
—¿Algunos de los otros hombres han conocido a tus padres?
—Por supuesto que no.
—Debo marcharme ya, __tn.
Inclinó la cabeza y la besó con aquella mezcla de emociones que su mera presencia
provocaba en él.
—Ese día en el jardín de Belle fue como si algo dentro de mí te reconociera. Fue un
deseo llamando a otro deseo, la fuerza de la naturaleza... —le susurró Kevin muy
cerca de sus labios.
Los besos y las palabras de Kevin le llegaron al alma.
—Espero que puedas arreglarlo todo en Oslo.
El desafío no era el de Oslo, pensaba Kevin . El desafío era __tn, tan deseable y
elusiva. La abrazó y la estrechó con fuerza contra su cuerpo, para soltarla con una
desazón que lo sacudió por entero. Entonces se dio la vuelta y cruzó la aduana
mientras se preguntaba si sería lo suficientemente hombre para enfrentarse a ese
desafío.
chicas espero y los allan disfrutados nos
leeremos luego :)
besitos cuídense
ElitzJb
Re: Juego de Seduccion Kevin Jonas y tu (TERMINADA)
ahh rayiz no seas asi con Kevin
El te quiere
Siguel!!
El te quiere
Siguel!!
aranzhitha
Re: Juego de Seduccion Kevin Jonas y tu (TERMINADA)
GUUUAAUUUU!!!
CON ESOS PADRES!!!... ES MAS QUE SUFICIENTE DE SUFRIMIENTOOO!!!
AAIIIII... KEV.... ERES SUFICIENTE HOOMMBREEEE.. TU PUEEDEESSSS!!!!
CON ESOS PADRES!!!... ES MAS QUE SUFICIENTE DE SUFRIMIENTOOO!!!
AAIIIII... KEV.... ERES SUFICIENTE HOOMMBREEEE.. TU PUEEDEESSSS!!!!
chelis
Re: Juego de Seduccion Kevin Jonas y tu (TERMINADA)
Me encanta esta novela es muy linda
siguelaa
siguelaa
JB&1D2
Re: Juego de Seduccion Kevin Jonas y tu (TERMINADA)
aranzhitha escribió:ahh rayiz no seas asi con Kevin
El te quiere
Siguel!!
dígalo q provoca a veces gritarle a la rayis para q reaccione :scratch: ya la sigo
ElitzJb
Re: Juego de Seduccion Kevin Jonas y tu (TERMINADA)
chelis escribió:GUUUAAUUUU!!!
CON ESOS PADRES!!!... ES MAS QUE SUFICIENTE DE SUFRIMIENTOOO!!!
AAIIIII... KEV.... ERES SUFICIENTE HOOMMBREEEE.. TU PUEEDEESSSS!!!!
:( la rayis tiene una infancia tan traumatica
lo q necesita es alguien como kev para q le de lo q le hace falta amor :P
ElitzJb
Re: Juego de Seduccion Kevin Jonas y tu (TERMINADA)
JB&1D escribió:Me encanta esta novela es muy linda
siguelaa
sip esto es lo q mas me encanta de esta novela
es muy tierna con otras cositas mas :oops:
ElitzJb
Re: Juego de Seduccion Kevin Jonas y tu (TERMINADA)
Capítulo 10
Kevin llegó a la ciudad francesa de Chamonix después de medianoche. Al día
siguiente muy temprano se estacionó junto a la base del telesilla, disfrutando de lo
que debía de ser una de las vistas panorámicas más espectaculares de Europa
mientras esperaba a que apareciera __tn.
Bill le había comunicado que dos días antes __tn no le había sabido concretar si se
quedaría en St. Moritz o en Chamonix. Y después de eso no se había molestado en
ponerse en contacto con él.
Pero tras media docena de llamadas, Kevin había averiguado que __tn llevaba dos
noches hospedándose en un chalet en Chamonix.
Podría haber ido hasta el pequeño chalet que ocupaba __tn; pero su contacto en
Chamonix le había dicho que __tn había salido a esquiar muy temprano las dos
mañanas que llevaba allí, bien sola o bien con un monitor, así que por esa razón
había decidido esperarla fuera.
Iba a esquiar con ella, le gustara a ella o no. También eso formaba parte de su plan
para conquistarla.
Entonces la vio. Caminaba hacia él con un traje de esquiar amarillo, el cabello
recogido, gafas de sol especiales y los palos de esquí al hombro. De pronto el corazón
le latía como si acabara de correr varios kilómetros sin descansar.
Un hombre con mono azul salió de un edificio donde se ofrecían instructores y
guías, la llamó y le dio dos besos en la mejilla con una familiaridad que le encendió la
sangre. Tras hablar durante varios minutos, el hombre volvió a meterse en la cabaña.
__tn continuó caminando con una sonrisa en los labios.
Kevin le salió al paso.
—Buenos días, __tn.
Ella se paró en seco. Entonces se quitó las gafas muy despacio.
—Kevin ... —dijo sin más—. Tu asistente me dijo que no saldrías de Oslo hasta
mañana.
—Conseguí cerrarlo todo anoche —respondió Kevin .
—Con éxito, espero —dijo ella, tratando de darse un poco de tiempo para
calmarse.
—Sí, afortunadamente. ¿Pensabas contarme dónde estabas?
—Iba a decírtelo esta tarde.
Él arqueó una ceja con gesto burlón.
—De verdad —continuó ella—. Claro que ya no hace falta; me has encontrado tú
solo.
¿Por qué se estaba comportando como una harpía cuando sólo de verlo sentía
aquella alegría tan grande?
¿Pero por qué Kevin no hacía intención de besarla?
—¿Adonde vas hoy a esquiar? —le preguntó él.
—Fuera de pista —respondió ella—. No quiero estar donde está toda la gente.
—Ni yo tampoco.
—¿Entonces vas a esquiar conmigo? —dijo con una voz áspera como los picos de
las montañas.
—Ése es el plan.
—No pareces muy contento.
—Las apariencias engañan, __tn —respondió mientras le acariciaba la mejilla con
un dedo—. No has dormido bien estos días. ¿Por qué, __tn?
Ella se apartó de él.
—¿Entonces estás contento de verme o no, Kevin ?
Él se echó a reír, pero sin alegría.
—Nunca sé lo que siento cuando estoy contigo. Aunque estoy seguro de que no es
indiferencia —la miró a los ojos—. Y sientas lo que sientas por mí, tampoco es
indiferencia por tu parte —dijo en tono suave—. ¿Vamos a esquiar, o vamos a
pasarnos la mañana intercambiando respuestas geniales?
—No son geniales, son estúpidas —respondió __tn con irritación—. Y de verdad
que iba a decirle a Bill que estaba en Chamonix.
En sus ojos brillaba una emoción que Kevin no conseguía definir.
—De acuerdo, te creo —le dijo mientras le agarraba la cara con las dos manos—.
Tal vez yo también haya estado enjaulado, viviendo todas esas aventuras
cuidadosamente orquestadas, alejado de mis sentimientos. Es demasiado fácil
permanecer encerrado, __tn; con todo bajo control. Tú y yo significamos algo el uno
para el otro, te lo juro. Y sea lo que sea, nos importa a los dos.
__tn fijó la vista en sus brillantes botas de esquí blancas y amarillas.
—Pienso en tí todo el tiempo; paso las noches en vela y no puedo probar bocado.
Pero no es porque esté enamorada de tí, sino porque tengo miedo.
—Es de tí de quien tienes miedo, no de mí —dijo Kevin rotundamente.
—Tal vez sí. Tal vez no —movió los hombros con inquietud—. ¿Y tú de qué tienes
miedo? ¿De mí? ¿De tí mismo? ¿De una avalancha?
—Eres especialista en hacer preguntas sin respuesta. ¿Qué te parece de las tres
cosas? —dijo Kevin —. Venga, vamos a esquiar.
Con los pases accedieron a un telesilla que los remontaría a ocho mil metros de
altura, hasta la cima de las montañas. Pero Kevin estaba ciego al paisaje; aún no se
había acostumbrado a la presencia de __tn a su lado. ¿Corría acaso peligro de
enamorarse de ella?
Otra pregunta sin respuesta.
Media hora después, Kevin y __tn llegaban al final del recorrido. Kevin derrapó
junto a ella y se quitó las gafas de sol.
—¡Fantástico! —exclamó riéndose con sentimiento tras el emocionante descenso.
Ella también se reía; tenía las mejillas sonrosadas del viento y los ojos tan
brillantes como la nieve y el azul del cielo.
—No puedo decir que esquíes mal, porque he ido casi todo el tiempo delante de tí.
—Qué estúpido fui cuando te llamé cobarde —dijo él mientras la estrechaba
contra su cuerpo y la besaba seguidamente con la misma temeraria pasión con la que
habían esquiado—. Mi hotel está ahí enfrente.
—Vayamos, entonces —dijo ella, que se apoyó en él cuando Kevin le rodeó la
cintura con un brazo.
Subieron las escaleras del hotel todo lo deprisa que les permitían las botas y al
poco rato Kevin la invitaba a entrar a su habitación.
Echó el cerrojo de la puerta y la estrechó entre sus brazos, buscando sus labios y
bebiendo el néctar de su boca.
—Tienes los labios helados —murmuró Kevin —. __tn, eres lo que más deseo en
éste mundo... Ven a la cama conmigo.
Mientras él se quitaba la ropa miró a __tn, que se estaba quitando los pantalones y
bajándose las medias. En un abrir y cerrar de ojos se quitó el suéter de cuello alto y la
camiseta que llevaba debajo.
—__tn... —pronunció su nombre con voz ronca.
Había llegado el momento de abrir la jaula, pensaba __tn; con el único hombre
que tenía la llave.
—Te estoy ganando otra vez —dijo ella con una sonrisa picara en los labios.
Su ropa interior deportiva no era precisamente sexy, pero Kevin se dijo que jamás
había visto nada tan bello en su vida como la mujer que estaba apoyada en la pared
quitándose los calcetines. Kevin se quitó el suéter y la aplastó contra la pared,
besándola hasta que le pareció que moriría de placer y deseo frustrado.
Las manos de __tn exploraban con frenesí su torso desnudo. La erección de Kevin
fue fiera e instantánea; y cuando ella se apretó con fuerza contra su cuerpo, Kevin
pensó que el corazón se le saldría del pecho.
—He soñado con éste momento —susurró __tn sin apartarse ni un milímetro de
él.
—Yo también.
Él la besó apasionadamente, mientras con una mano le acariciaba un pecho,
erotizándolo a través de la suave tela del sujetador. Ella se retiró y con rapidez se
sacó el sujetador por la cabeza y lo tiró al suelo; sus pechos, grandes y turgentes de
pezones rosados, brillaban suavemente a la luz de la mañana.
Kevin bajó la cabeza y trazó con la lengua la curva de su seno, metiéndose el pezón
en la boca y succionándolo mientras ella pronunciaba su nombre entre gemidos, una
y otra vez, arqueando el cuerpo con apasionado abandono. Todo ello sin dejar de
apretar sus caderas contra las suyas.
Él le quitó las braguitas.
—Te toca a tí —dijo ella mientras enganchaba la cinturilla de su slip.
Momentos después su cuerpo desnudo estaba pegado al suyo, caliente y deseable.
Kevin se dio cuenta con vaguedad de que estaba perdiendo el control y que sólo
sentía un deseo imperativo de penetrarla.
—La cama —murmuró en sus labios.
Ella le agarró la mano y se la llevó a su entrepierna, para que viera lo lista que
estaba para él.
—Tócame —le susurró, perdiendo la poca timidez que le quedaba—. Oh, Kevin , te
deseo. Te deseo —gimió.
Kevin se retiró un poco y comenzó a acariciarla. Ella gemía salvajemente y
temblaba de arriba abajo, respirando con irregularidad, como un pajarillo asustado.
Y Kevin continuó acariciándola, provocando en ella una respuesta apasionada que lo
excitó más allá de lo que habría podido imaginar.
Sus gemidos eran cada vez más intensos; hasta que se derrumbó sobre él con un
grito de satisfacción. Él la abrazó con fuerza y sintió los fuertes latidos de su corazón,
a la par que los suyos. Pero cuando fue a levantarla en brazos, __tn le echó los brazos
al cuello y le inclinó la cabeza hacia delante para que la besara de nuevo, con una
expresión llena de asombro y confusión.
Él no podía esperar más. Con firmeza y seguridad, Kevin la penetró mientras
observaba la expresión de deseo de su rostro. Ella estaba caliente, mojada y suave y
Kevin perdió enseguida el control.
Como salida de un lugar remoto, Kevin oyó su voz pronunciando su nombre y la
de ella contestándole con urgencia, imperativamente. Su cuerpo latía de deseo y
apretaba su miembro, enardeciendo la intensidad de su deseo, hasta hacerle
estremecer con una necesidad tan colosal que se vació dentro de ella al poco rato.
Kevin apretaba la cara contra su hombro desnudo, abrazado a ella como si no quisiera
dejarla ir jamás, deseando que aquel momento durara para siempre.
El pelo le olía a flores y tenía la piel cubierta de sudor. Kevin se dejó envolver por
el torrente de sensaciones mientras se daba cuenta por primera vez en la vida de lo
que significaba fundirse en un solo ser. Tal vez fueran palabras anticuadas. ¿Pero
acaso hacer el amor con __tn no había desdibujado las fronteras que pudieran haber
existido entre sus cuerpos? ¿Acaso no lo había unido a ella aún más?
—Kevin , Kevin —murmuró __tn, que se sentía como si acabara de caer por un
precipicio—. Yo nunca... Quiero decir que, ha sido tan...
—Rápido —dijo él mientras le sonreía débilmente, aún jadeante.
Ella tenía las mejillas sonrosadas.
—¿Lo he hecho demasiado deprisa? Debería haber...
—Esto es cosa de dos, así que dejemos el «debería» fuera de la ecuación. Además,
la próxima vez lo vamos a hacer distinto, como es debido, tomándonos todo el
tiempo que necesitemos.
Ella se sonrojó todavía más.
—No tiene nada de decoroso el hacer el amor contra la pared. No puedo creer que
yo haya hecho algo así.
—Yo sí. Y no ser decoroso... ¿Qué mejor manera de pasar el día?
—¿Entonces, vamos a volver a hacerlo? —le dijo ella en tono sensual.
Él deslizó los labios por su cuello de piel fina y sedosa, sintiendo cómo temblaba
con la caricia.
—Creo que deberíamos —dijo él.
Ella se echó a reír.
—Esa clase de obligaciones no me molestan en absoluto —de repente dejó de
sonreír—. He empezado a tomar la pildora hace muy poco —dijo—. El médico pensó
que podría ayudarme a librarme de los calambres que sufro todos los meses; le
comenté lo del desmayo. Pero no sé si las pastillas han empezado a hacer efecto ya.
Entonces no había estado tomando la pildora antes de conocerse... ¿Y no era ésa
una prueba más de que __tn no era tan promiscua como ella había tratado de hacerle
creer?
—Yo siempre utilizo algo; pero esta vez ni se me ha ocurrido.
—Ni a mí.
Kevin la levantó en brazos y la llevó hasta el dormitorio, donde la dejó sobre la
cama bajo el enorme ventanal con vistas a las montañas y el cielo azul. Entonces se
tumbó encima de ella.
—Esta vez no se nos olvidará —dijo él—. Porque lo haremos muy despacio, __tn...
Tenemos todo el tiempo del mundo...
Aunque el sol se estaba ocultando tras las montañas, aún era de día cuando Kevin
abrió los ojos. ¿Qué estaba haciendo en la cama?
Kevin se incorporó y vio que estaba solo.
—¡__tn! —la llamó—. ¿Dónde estás?
Pero sin saber por qué, sabía que estaba solo en su suite. Al poner los pies en el
suelo, lo primero que vio fue una cuartilla doblada sobre la mesilla de noche. Su
nombre estaba garabateado en ella.
Con el corazón encogido, Kevin desdobló la hoja.
Kevin , me pierdo cuando estoy contigo; ya no sé ni quién soy. Quiero estar sola para poder
pensar en todo esto con tranquilidad. Me pondré en contacto contigo, te lo prometo. Pero, por
favor, no me sigas.
La apresurada misiva estaba escrita con mala letra y no estaba firmada.
Se había marchado. ¿Pero cuándo? Fijó la vista en la pantalla digital del reloj de la
mesilla y vio que eran las cinco y media de la tarde. ¿Cómo podía haber dormido
tanto?
Sin duda porque llevaba varios días sin dormir y porque había hecho el amor
apasionadamente con la mujer que deseaba más que a nadie en el mundo.
Totalmente desnudo, Kevin fue a la sala de la suite. La ropa de __tn había
desaparecido, sin embargo, en el aire flotaba todavía un leve aroma a lilas.
Maldijo entre dientes de camino al cuarto de baño. Se duchó con rapidez, se vistió
y recogió sus cosas. Finalmente se puso la cazadora y salió de la suite.
El chalet de __tn no estaba lejos del hotel. Pero cuando se detuvo delante de la
encantadora casita de madera, intuyó sin miedo a equivocarse que estaba vacía.
Dejándose guiar de nuevo por la intuición, se encaminó hasta la oficina donde se
ofrecían guías e instructores.
—Estoy buscando al hombre de pelo rubio y traje azul... —le dijo a la recepcionista
en francés con su mejor sonrisa—. Es amigo de __tn Chardin.
—Lothar Hesse. Es nuestro mejor guía e instructor.
—¿Está aquí?
—No. __tn y él se marcharon juntos hará un par de horas. Se fueron en coche al
aeropuerto de Ginebra.
—Siento no haberlos pillado —dijo Kevin furioso y muerto de celos, que disimuló
delante de la mujer—. ¿Sabe adonde iban?
—Lothar tenía planes para ir a Hamburgo. Ardlaufen, su ciudad natal, está sólo a
quince kilómetros del aeropuerto —bajó la voz en tono de conspiración—. __tn y
Lothar fueron pareja hará un par de años, así que no me sorprendería que se
hubieran ido a Ardlaufen juntos. Lothar tiene dos días libres y allí hay mucha más
privacidad que en Chamonix, donde todos lo conocen.
—¿Entonces volverá dentro de un par de días? —preguntó Kevin con los dientes
apretados.
—Oh, sí, es una persona muy seria con su trabajo —dijo la recepcionista—. La
verdad, no me importaría haberme ido yo a Ardlaufen con él; aparte de ser guapo, es
muy buena persona. ¿Pero qué posibilidades tengo yo estando alguien como __tn
Chardin? Es bella y rica. Algunas personas son muy afortunadas.
—Gracias por tu ayuda —dijo Kevin , consiguiendo esbozar otra sonrisa.
Quince minutos después estaba en la carretera de camino a Ginebra. Lo
acompañaban los demonios de la duda; demonios que la misma __tn había suscitado
en él desde que se habían conocido. ¿Sería de verdad incapaz de ser fiel, como ella le
había sugerido? ¿O capaz de pasar de su cama a la de Lothar?
Era imposible. __tn no haría eso. Siendo cauta y miedosa, como bien sabía él que
era ella, había huido de sus sentimientos y de Kevin . Oportunamente, Lothar, un
viejo amigo, se habría ofrecido a llevarla al aeropuerto, aprovechando que él iba para
allá.
El acostarse con __tn le había vuelto el mundo del revés, dando pie a un torrente
de emociones nuevas para él. Pero __tn era más vulnerable que él y no sabía aún
cómo enfrentarse al lado apasionado de su naturaleza. Estaba claro que había echado
a correr por miedo.
Ella le había pedido que no la siguiera, pero debía hacerlo. ¿Qué otra elección
tenía?
eh de decirles mis queridas chicas
q solo quedan 1 capitulo + el final
pero no se preocupen tengo otra 2 de kevin si la quieren leer
pero les colocare las sipnosis para q eligan
entre drama/romance y romance/erotica :)
mas luego se las pondre
siguiente muy temprano se estacionó junto a la base del telesilla, disfrutando de lo
que debía de ser una de las vistas panorámicas más espectaculares de Europa
mientras esperaba a que apareciera __tn.
Bill le había comunicado que dos días antes __tn no le había sabido concretar si se
quedaría en St. Moritz o en Chamonix. Y después de eso no se había molestado en
ponerse en contacto con él.
Pero tras media docena de llamadas, Kevin había averiguado que __tn llevaba dos
noches hospedándose en un chalet en Chamonix.
Podría haber ido hasta el pequeño chalet que ocupaba __tn; pero su contacto en
Chamonix le había dicho que __tn había salido a esquiar muy temprano las dos
mañanas que llevaba allí, bien sola o bien con un monitor, así que por esa razón
había decidido esperarla fuera.
Iba a esquiar con ella, le gustara a ella o no. También eso formaba parte de su plan
para conquistarla.
Entonces la vio. Caminaba hacia él con un traje de esquiar amarillo, el cabello
recogido, gafas de sol especiales y los palos de esquí al hombro. De pronto el corazón
le latía como si acabara de correr varios kilómetros sin descansar.
Un hombre con mono azul salió de un edificio donde se ofrecían instructores y
guías, la llamó y le dio dos besos en la mejilla con una familiaridad que le encendió la
sangre. Tras hablar durante varios minutos, el hombre volvió a meterse en la cabaña.
__tn continuó caminando con una sonrisa en los labios.
Kevin le salió al paso.
—Buenos días, __tn.
Ella se paró en seco. Entonces se quitó las gafas muy despacio.
—Kevin ... —dijo sin más—. Tu asistente me dijo que no saldrías de Oslo hasta
mañana.
—Conseguí cerrarlo todo anoche —respondió Kevin .
—Con éxito, espero —dijo ella, tratando de darse un poco de tiempo para
calmarse.
—Sí, afortunadamente. ¿Pensabas contarme dónde estabas?
—Iba a decírtelo esta tarde.
Él arqueó una ceja con gesto burlón.
—De verdad —continuó ella—. Claro que ya no hace falta; me has encontrado tú
solo.
¿Por qué se estaba comportando como una harpía cuando sólo de verlo sentía
aquella alegría tan grande?
¿Pero por qué Kevin no hacía intención de besarla?
—¿Adonde vas hoy a esquiar? —le preguntó él.
—Fuera de pista —respondió ella—. No quiero estar donde está toda la gente.
—Ni yo tampoco.
—¿Entonces vas a esquiar conmigo? —dijo con una voz áspera como los picos de
las montañas.
—Ése es el plan.
—No pareces muy contento.
—Las apariencias engañan, __tn —respondió mientras le acariciaba la mejilla con
un dedo—. No has dormido bien estos días. ¿Por qué, __tn?
Ella se apartó de él.
—¿Entonces estás contento de verme o no, Kevin ?
Él se echó a reír, pero sin alegría.
—Nunca sé lo que siento cuando estoy contigo. Aunque estoy seguro de que no es
indiferencia —la miró a los ojos—. Y sientas lo que sientas por mí, tampoco es
indiferencia por tu parte —dijo en tono suave—. ¿Vamos a esquiar, o vamos a
pasarnos la mañana intercambiando respuestas geniales?
—No son geniales, son estúpidas —respondió __tn con irritación—. Y de verdad
que iba a decirle a Bill que estaba en Chamonix.
En sus ojos brillaba una emoción que Kevin no conseguía definir.
—De acuerdo, te creo —le dijo mientras le agarraba la cara con las dos manos—.
Tal vez yo también haya estado enjaulado, viviendo todas esas aventuras
cuidadosamente orquestadas, alejado de mis sentimientos. Es demasiado fácil
permanecer encerrado, __tn; con todo bajo control. Tú y yo significamos algo el uno
para el otro, te lo juro. Y sea lo que sea, nos importa a los dos.
__tn fijó la vista en sus brillantes botas de esquí blancas y amarillas.
—Pienso en tí todo el tiempo; paso las noches en vela y no puedo probar bocado.
Pero no es porque esté enamorada de tí, sino porque tengo miedo.
—Es de tí de quien tienes miedo, no de mí —dijo Kevin rotundamente.
—Tal vez sí. Tal vez no —movió los hombros con inquietud—. ¿Y tú de qué tienes
miedo? ¿De mí? ¿De tí mismo? ¿De una avalancha?
—Eres especialista en hacer preguntas sin respuesta. ¿Qué te parece de las tres
cosas? —dijo Kevin —. Venga, vamos a esquiar.
Con los pases accedieron a un telesilla que los remontaría a ocho mil metros de
altura, hasta la cima de las montañas. Pero Kevin estaba ciego al paisaje; aún no se
había acostumbrado a la presencia de __tn a su lado. ¿Corría acaso peligro de
enamorarse de ella?
Otra pregunta sin respuesta.
Media hora después, Kevin y __tn llegaban al final del recorrido. Kevin derrapó
junto a ella y se quitó las gafas de sol.
—¡Fantástico! —exclamó riéndose con sentimiento tras el emocionante descenso.
Ella también se reía; tenía las mejillas sonrosadas del viento y los ojos tan
brillantes como la nieve y el azul del cielo.
—No puedo decir que esquíes mal, porque he ido casi todo el tiempo delante de tí.
—Qué estúpido fui cuando te llamé cobarde —dijo él mientras la estrechaba
contra su cuerpo y la besaba seguidamente con la misma temeraria pasión con la que
habían esquiado—. Mi hotel está ahí enfrente.
—Vayamos, entonces —dijo ella, que se apoyó en él cuando Kevin le rodeó la
cintura con un brazo.
Subieron las escaleras del hotel todo lo deprisa que les permitían las botas y al
poco rato Kevin la invitaba a entrar a su habitación.
Echó el cerrojo de la puerta y la estrechó entre sus brazos, buscando sus labios y
bebiendo el néctar de su boca.
—Tienes los labios helados —murmuró Kevin —. __tn, eres lo que más deseo en
éste mundo... Ven a la cama conmigo.
Mientras él se quitaba la ropa miró a __tn, que se estaba quitando los pantalones y
bajándose las medias. En un abrir y cerrar de ojos se quitó el suéter de cuello alto y la
camiseta que llevaba debajo.
—__tn... —pronunció su nombre con voz ronca.
Había llegado el momento de abrir la jaula, pensaba __tn; con el único hombre
que tenía la llave.
—Te estoy ganando otra vez —dijo ella con una sonrisa picara en los labios.
Su ropa interior deportiva no era precisamente sexy, pero Kevin se dijo que jamás
había visto nada tan bello en su vida como la mujer que estaba apoyada en la pared
quitándose los calcetines. Kevin se quitó el suéter y la aplastó contra la pared,
besándola hasta que le pareció que moriría de placer y deseo frustrado.
Las manos de __tn exploraban con frenesí su torso desnudo. La erección de Kevin
fue fiera e instantánea; y cuando ella se apretó con fuerza contra su cuerpo, Kevin
pensó que el corazón se le saldría del pecho.
—He soñado con éste momento —susurró __tn sin apartarse ni un milímetro de
él.
—Yo también.
Él la besó apasionadamente, mientras con una mano le acariciaba un pecho,
erotizándolo a través de la suave tela del sujetador. Ella se retiró y con rapidez se
sacó el sujetador por la cabeza y lo tiró al suelo; sus pechos, grandes y turgentes de
pezones rosados, brillaban suavemente a la luz de la mañana.
Kevin bajó la cabeza y trazó con la lengua la curva de su seno, metiéndose el pezón
en la boca y succionándolo mientras ella pronunciaba su nombre entre gemidos, una
y otra vez, arqueando el cuerpo con apasionado abandono. Todo ello sin dejar de
apretar sus caderas contra las suyas.
Él le quitó las braguitas.
—Te toca a tí —dijo ella mientras enganchaba la cinturilla de su slip.
Momentos después su cuerpo desnudo estaba pegado al suyo, caliente y deseable.
Kevin se dio cuenta con vaguedad de que estaba perdiendo el control y que sólo
sentía un deseo imperativo de penetrarla.
—La cama —murmuró en sus labios.
Ella le agarró la mano y se la llevó a su entrepierna, para que viera lo lista que
estaba para él.
—Tócame —le susurró, perdiendo la poca timidez que le quedaba—. Oh, Kevin , te
deseo. Te deseo —gimió.
Kevin se retiró un poco y comenzó a acariciarla. Ella gemía salvajemente y
temblaba de arriba abajo, respirando con irregularidad, como un pajarillo asustado.
Y Kevin continuó acariciándola, provocando en ella una respuesta apasionada que lo
excitó más allá de lo que habría podido imaginar.
Sus gemidos eran cada vez más intensos; hasta que se derrumbó sobre él con un
grito de satisfacción. Él la abrazó con fuerza y sintió los fuertes latidos de su corazón,
a la par que los suyos. Pero cuando fue a levantarla en brazos, __tn le echó los brazos
al cuello y le inclinó la cabeza hacia delante para que la besara de nuevo, con una
expresión llena de asombro y confusión.
Él no podía esperar más. Con firmeza y seguridad, Kevin la penetró mientras
observaba la expresión de deseo de su rostro. Ella estaba caliente, mojada y suave y
Kevin perdió enseguida el control.
Como salida de un lugar remoto, Kevin oyó su voz pronunciando su nombre y la
de ella contestándole con urgencia, imperativamente. Su cuerpo latía de deseo y
apretaba su miembro, enardeciendo la intensidad de su deseo, hasta hacerle
estremecer con una necesidad tan colosal que se vació dentro de ella al poco rato.
Kevin apretaba la cara contra su hombro desnudo, abrazado a ella como si no quisiera
dejarla ir jamás, deseando que aquel momento durara para siempre.
El pelo le olía a flores y tenía la piel cubierta de sudor. Kevin se dejó envolver por
el torrente de sensaciones mientras se daba cuenta por primera vez en la vida de lo
que significaba fundirse en un solo ser. Tal vez fueran palabras anticuadas. ¿Pero
acaso hacer el amor con __tn no había desdibujado las fronteras que pudieran haber
existido entre sus cuerpos? ¿Acaso no lo había unido a ella aún más?
—Kevin , Kevin —murmuró __tn, que se sentía como si acabara de caer por un
precipicio—. Yo nunca... Quiero decir que, ha sido tan...
—Rápido —dijo él mientras le sonreía débilmente, aún jadeante.
Ella tenía las mejillas sonrosadas.
—¿Lo he hecho demasiado deprisa? Debería haber...
—Esto es cosa de dos, así que dejemos el «debería» fuera de la ecuación. Además,
la próxima vez lo vamos a hacer distinto, como es debido, tomándonos todo el
tiempo que necesitemos.
Ella se sonrojó todavía más.
—No tiene nada de decoroso el hacer el amor contra la pared. No puedo creer que
yo haya hecho algo así.
—Yo sí. Y no ser decoroso... ¿Qué mejor manera de pasar el día?
—¿Entonces, vamos a volver a hacerlo? —le dijo ella en tono sensual.
Él deslizó los labios por su cuello de piel fina y sedosa, sintiendo cómo temblaba
con la caricia.
—Creo que deberíamos —dijo él.
Ella se echó a reír.
—Esa clase de obligaciones no me molestan en absoluto —de repente dejó de
sonreír—. He empezado a tomar la pildora hace muy poco —dijo—. El médico pensó
que podría ayudarme a librarme de los calambres que sufro todos los meses; le
comenté lo del desmayo. Pero no sé si las pastillas han empezado a hacer efecto ya.
Entonces no había estado tomando la pildora antes de conocerse... ¿Y no era ésa
una prueba más de que __tn no era tan promiscua como ella había tratado de hacerle
creer?
—Yo siempre utilizo algo; pero esta vez ni se me ha ocurrido.
—Ni a mí.
Kevin la levantó en brazos y la llevó hasta el dormitorio, donde la dejó sobre la
cama bajo el enorme ventanal con vistas a las montañas y el cielo azul. Entonces se
tumbó encima de ella.
—Esta vez no se nos olvidará —dijo él—. Porque lo haremos muy despacio, __tn...
Tenemos todo el tiempo del mundo...
Aunque el sol se estaba ocultando tras las montañas, aún era de día cuando Kevin
abrió los ojos. ¿Qué estaba haciendo en la cama?
Kevin se incorporó y vio que estaba solo.
—¡__tn! —la llamó—. ¿Dónde estás?
Pero sin saber por qué, sabía que estaba solo en su suite. Al poner los pies en el
suelo, lo primero que vio fue una cuartilla doblada sobre la mesilla de noche. Su
nombre estaba garabateado en ella.
Con el corazón encogido, Kevin desdobló la hoja.
Kevin , me pierdo cuando estoy contigo; ya no sé ni quién soy. Quiero estar sola para poder
pensar en todo esto con tranquilidad. Me pondré en contacto contigo, te lo prometo. Pero, por
favor, no me sigas.
La apresurada misiva estaba escrita con mala letra y no estaba firmada.
Se había marchado. ¿Pero cuándo? Fijó la vista en la pantalla digital del reloj de la
mesilla y vio que eran las cinco y media de la tarde. ¿Cómo podía haber dormido
tanto?
Sin duda porque llevaba varios días sin dormir y porque había hecho el amor
apasionadamente con la mujer que deseaba más que a nadie en el mundo.
Totalmente desnudo, Kevin fue a la sala de la suite. La ropa de __tn había
desaparecido, sin embargo, en el aire flotaba todavía un leve aroma a lilas.
Maldijo entre dientes de camino al cuarto de baño. Se duchó con rapidez, se vistió
y recogió sus cosas. Finalmente se puso la cazadora y salió de la suite.
El chalet de __tn no estaba lejos del hotel. Pero cuando se detuvo delante de la
encantadora casita de madera, intuyó sin miedo a equivocarse que estaba vacía.
Dejándose guiar de nuevo por la intuición, se encaminó hasta la oficina donde se
ofrecían guías e instructores.
—Estoy buscando al hombre de pelo rubio y traje azul... —le dijo a la recepcionista
en francés con su mejor sonrisa—. Es amigo de __tn Chardin.
—Lothar Hesse. Es nuestro mejor guía e instructor.
—¿Está aquí?
—No. __tn y él se marcharon juntos hará un par de horas. Se fueron en coche al
aeropuerto de Ginebra.
—Siento no haberlos pillado —dijo Kevin furioso y muerto de celos, que disimuló
delante de la mujer—. ¿Sabe adonde iban?
—Lothar tenía planes para ir a Hamburgo. Ardlaufen, su ciudad natal, está sólo a
quince kilómetros del aeropuerto —bajó la voz en tono de conspiración—. __tn y
Lothar fueron pareja hará un par de años, así que no me sorprendería que se
hubieran ido a Ardlaufen juntos. Lothar tiene dos días libres y allí hay mucha más
privacidad que en Chamonix, donde todos lo conocen.
—¿Entonces volverá dentro de un par de días? —preguntó Kevin con los dientes
apretados.
—Oh, sí, es una persona muy seria con su trabajo —dijo la recepcionista—. La
verdad, no me importaría haberme ido yo a Ardlaufen con él; aparte de ser guapo, es
muy buena persona. ¿Pero qué posibilidades tengo yo estando alguien como __tn
Chardin? Es bella y rica. Algunas personas son muy afortunadas.
—Gracias por tu ayuda —dijo Kevin , consiguiendo esbozar otra sonrisa.
Quince minutos después estaba en la carretera de camino a Ginebra. Lo
acompañaban los demonios de la duda; demonios que la misma __tn había suscitado
en él desde que se habían conocido. ¿Sería de verdad incapaz de ser fiel, como ella le
había sugerido? ¿O capaz de pasar de su cama a la de Lothar?
Era imposible. __tn no haría eso. Siendo cauta y miedosa, como bien sabía él que
era ella, había huido de sus sentimientos y de Kevin . Oportunamente, Lothar, un
viejo amigo, se habría ofrecido a llevarla al aeropuerto, aprovechando que él iba para
allá.
El acostarse con __tn le había vuelto el mundo del revés, dando pie a un torrente
de emociones nuevas para él. Pero __tn era más vulnerable que él y no sabía aún
cómo enfrentarse al lado apasionado de su naturaleza. Estaba claro que había echado
a correr por miedo.
Ella le había pedido que no la siguiera, pero debía hacerlo. ¿Qué otra elección
tenía?
eh de decirles mis queridas chicas
q solo quedan 1 capitulo + el final
pero no se preocupen tengo otra 2 de kevin si la quieren leer
pero les colocare las sipnosis para q eligan
entre drama/romance y romance/erotica :)
mas luego se las pondre
ElitzJb
Re: Juego de Seduccion Kevin Jonas y tu (TERMINADA)
ahh me rechoca que la rayiz huya de kevin
Porque no se enfrenta a sus miedos y los vence de una vez
Va a perder a kevin si sigue asi :(
Siguela!
Porque no se enfrenta a sus miedos y los vence de una vez
Va a perder a kevin si sigue asi :(
Siguela!
aranzhitha
Re: Juego de Seduccion Kevin Jonas y tu (TERMINADA)
OOOOOOHH POOOORRRFIIIIINN LO HIICCIIIEEEROOOOOONN!!!!
:wut: PEROO POR QUEE SE FUUEEEEEE?????
AAAIII SIGUELAAA!!
Y SII ME ENCANTARIAAAAAA!! LEEEERLAASS
:wut: PEROO POR QUEE SE FUUEEEEEE?????
AAAIII SIGUELAAA!!
Y SII ME ENCANTARIAAAAAA!! LEEEERLAASS
chelis
Re: Juego de Seduccion Kevin Jonas y tu (TERMINADA)
Capítulo 11
Kevin sacó su móvil y consiguió el número de un detective privado a través de su
contacto en Chamonix. Lo llamó y le dio unas pocas y claras instrucciones. A los
quince minutos tenía la respuesta. __tn y Lothar iban de camino a Hamburgo. __tn
había adquirido el pasaje en el aeropuerto, mientras que Lothar había reservado el
suyo hacía dos semanas.
Kevin decidió tomarse aquella información como prueba de que aquel viaje no
había sido planeado y continuó conduciendo. El detective privado había enviado a
alguien a la sala de llegadas del aeropuerto de Hamburgo. Así que en cuanto llegara
a la ciudad, sabría dónde habían ido Lothar y __tn.
No estaba equivocado. La timidez de __tn, la sorpresa que había asomado a su
cara como el sol al amanecer, su pasión desenfrenada; todo ello le decía que no debía
sospechar de ella.
Se agarraría a esa esperanza. Y seguía agarrado a ella cuando llegó a Hamburgo al
atardecer. Allí se enteró de que Lothar y __tn se habían ido a Ardlaufen en el
Volkswagen azul de Lothar. Habían ido a un restaurante a cenar e iban de camino a
un club nocturno en Günter Strasse.
Kevin alquiló otro coche, compró un mapa y estudió la ruta. Ardlaufen era una
bonita ciudad a orillas del río Elba, con calles alineadas con casas altas de tejados a
dos aguas y arbustos y jardines cuidadosamente arreglados. Kevin vio que el club
nocturno estaba en el sótano de un almacén; entre los coches aparcados junto a la
acera estaba el Volkswagen azul.
Salió del coche y estiró los hombros. Había sido un día muy largo, desde esa
mañana temprano cuando se había levantado para ir a esquiar con __tn en
Chamonix, hasta ese mismo momento en el que estaba delante de un local en una
pequeña localidad al norte de Alemania.
Kevin aspiró hondo y entró en el local.
Rápidamente, sus ojos se acostumbraron a la penumbra. Demasiado rápido,
porque enseguida vio a __tn. Lothar y ella estaban en la pista, bailando al ritmo de
una sensual melodía de blues; él con los brazos rodeándole la cintura y ella, agarrada
a su cuello y con la cabeza apoyada en su hombro. El tenía la cabeza agachada y los
labios pegados a su cabello.
Estaban totalmente absortos el uno en el otro.
El cuchillo que apuñaló a Kevin fue más allá de los celos y le hizo sentir una agonía
que no había experimentado jamás. Salió del club, vagamente consciente de que el
guarda de la puerta lo miraba con sorpresa y se apoyó contra la pared de ladrillo del
local. Aspiró con fuerza, abriendo mucho la boca, desesperado por aliviar la opresión
que sentía en el pecho.
Los edificios de enfrente parecían moverse y los arbustos se volvían borrosos.
Lenta y dolorosamente una única idea tomó forma en su pensamiento: __tn no le
había mentido en todo aquel tiempo. Era incapaz de ser fiel; iba de un hombre a otro,
de una cama a otra. De él a Lothar en menos de doce horas.
A Kevin le costó un par de veces abrir la puerta de su coche. Se sentó y aspiró
hondo, concentrándose en la respiración.
Poco a poco el mundo volvió a su sitio. __tn era como su madre y la cura de toda
dificultad era cambiar de hombre. La única diferencia era, como había dicho Lucie,
que __tn no se molestaba en casarse con ellos.
Lo había engañado de principio a fin. O tal vez él se había dejado engañar. Porque
en los últimos diez minutos se había dado cuenta de algo muy importante: estaba
enamorado de __tn.
La amaba desesperadamente. Seguramente hacía semanas que la amaba, aunque
hubiera ocultado sus sentimientos tras palabras como «deseo» o «sexo». Y no sólo no
se había dado cuenta de lo que le había pasado, sino que se había enamorado de una
mujer que había pasado de su cama a los brazos de otro en cuestión de horas.
Al menos ella no sabía que él la amaba.
Era su secreto.
Agachó la cabeza sobre el volante mientras una punzada de dolor le atravesaba el
corazón. Era su secreto y su carga.
Finalmente se había enamorado, pero de una mujer que era incapaz de devolverle
ese amor. Atraído por su belleza y su inteligencia, había cometido el error más
grande de su vida.
Y no tenía ni idea de cómo corregir ese error. ¿Cómo se desenamoraba uno?
Kevin no estaba más cerca de una solución a su dilema cuando llegó a la casa de
Belle de San Francisco unos días después. Había borrado a __tn de su vida como si
no hubiera existido nunca; y lo primero que había hecho tras salir de Ardlaufen había
sido llamar a su asistente para pedirle que si __tn se ponía en contacto con él debía
decirle que estaba no disponible permanentemente.
Todavía no había sido capaz de asimilar lo equivocado que había sido su juicio
sobre __tn desde el principio hasta el final. A veces se decía que ella era inocente, que
todo había sido un malentendido y corría al teléfono, desesperado por llamarla, por
dar con ella. Pero entonces la escena que había presenciado en el club de Ardlaufen
volvía con fuerza a su memoria y sus esperanzas quedaban ahogadas en un amargo
pesar.
Detestaba aquel vaivén de emociones, con sus subidas y bajadas; y también odiaba
las dudas que lo acosaban. Siempre se había enorgullecido de su capacidad para
tener una mente preclara y un pensamiento racional.
Pero ya no.
Salió del coche, subió las escaleras y llamó al timbre. Al momento, el mayordomo
le abrió la puerta.
—Hola, Cárter. ¿Está la señora Hayward en casa?
—Acompáñeme, señor.
Kevin fue conducido al salón de visitas.
—Kevin —exclamó Belle momentos después mientras iba hacia él para darle un
abrazo.
—Hola, Belle —dijo Kevin con afecto mientras la besaba en la mejilla—. ¿Cómo
estás?
—¿Has venido a ver a __tn?
Él se quedó helado.
—¿A __tn? —repitió con estupidez.
—En éste momento está en el solar, pero está hospedada aquí, en mi casa. Vendrá
a las tres y media. Podrás tomar el té con nosotras.
—¿Solar? ¿Qué solar?
—¿No sabías que estaba aquí? —le dijo ella con inquietud—. Ay, creo que he
vuelto a meter la pata.
—No, no sabía que __tn estuviera aquí. He venido a verte a tí —dijo Kevin .
—Vaya —dijo Belle con desasosiego—. Entonces he metido la pata.
—¿Qué está haciendo ella aquí? —preguntó en tono rabioso.
Belle ladeó la cabeza y lo miró.
—Ahora que me fijo, tanto ella como tú parecéis dos insomnes —anunció—. __tn
cierra la boca cada vez que menciono tu nombre y está claro que tú no tienes ni idea
de su paradero. Sin embargo, está más claro que el agua que estáis enamorados el
uno del otro. Ojalá os dejárais de tantas tonterías.
—Ella no está ni remotamente enamorada de...
—¿Sabes dónde está Rosa Street?
—No. Ella no...
—Iré a por el plano. Quédate aquí —Belle salió apresuradamente de la habitación.
Kevin salió detrás de ella, empeñado en no dejarse dominar por Belle como si fuera
un niño pequeño.
—Si ella está aquí contigo, yo me marcho.
—Mira, así se llega a Rosa Street. La encontrarás en el solar que está en Rosa Street
esquina con Ventley. El resto es cosa vuestra.
Kevin se quedó mirando el plano.
—¿Qué clase de solar es?
—Ya lo verás —Belle le puso la mano en el brazo inesperadamente—. Hago lo
posible por no pedirles nada a los jóvenes. Pero voy a romper una de mis normas. Ve
a verla, Kevin . Por favor.
A Belle no le gustaban las demostraciones emocionales.
—__tn y yo nos acostamos juntos en Chamonix. Entonces salió huyendo con otro
hombre. Estoy seguro de que has oído hablar de la fama que tiene; y créeme, se la
merece.
—¿Quieres decir que __tn es promiscua?
—Te estoy diciendo que me fue fiel durante un solo día.
—No me lo creo.
—Belle, yo la vi —le dijo él con dureza—. Se escapó con un instructor de esquí con
quien había tenido un lío hace un par de años.
—No puede ser cierto —dijo Belle con indignación—. Tiene que haber una
explicación —entonces lo miró con el ceño fruncido—. ¿Pero a tí qué te importa, de
todos modos? No es más que otra mujer. Déjala.
—Me he enamorado de ella.
—¿Enamorado? ¿Tú?
—Sí —esbozó una sonrisa de tristeza—. Me lo merezco... Eso es lo que piensas,
¿no?
—No, sabes que yo no soy así. Ve al solar, Kevin . Pídele que te hable del instructor
de esquí. __tn es una buena mujer. Apostaría toda mi fortuna a que no me equivoco.
En lo más profundo de su ser, Kevin sintió renacer la esperanza.
—De acuerdo —dijo finalmente—. Iré a Rosa Street.
—Ve, entonces.
Cuarenta minutos después Kevin aparcaba en la esquina de Rosa Street con
Ventley, donde estaban construyendo un edificio que parecía una especie de
institución, a juzgar por la colocación de las ventanas y la enorme puerta de entrada.
Una pequeña grúa giraba sobre el tejado y había varios andamios en los muros. Los
obreros deambulaban por las dos plantas del edificio.
Un hombre con un montón de planos en la mano salía por la puerta de entrada.
__tn iba a su lado; llevaba un mono azul y un casco amarillo. Ella y el maestro de
obras iban discutiendo animadamente.
¿Pero qué era todo aquello?
__tn y el maestro de obras se dieron la mano. Entonces __tn se dirigió hacia un
pequeño coche verde que estaba aparcado delante. Kevin cruzó la calle y se acercó a
ella.
—Hola, __tn.
Ella dio un salto del susto.
—¡Kevin ! —exclamó con inquietud mientras se daba la vuelta—. ¿Qué haces aquí?
—Yo podría preguntarte lo mismo.
La sorpresa fue rápidamente sustituida por la rabia.
—Enseguida desapareciste después de lo de Chamonix. Llamé a tu despacho para
decirte dónde estaba y con mucha cortesía, eso sí, me dejaron muy claro que no
querías saber nada más de mí —dijo mientras recordaba las palabras de su
asistente—. Gracias, Kevin . Muchas gracias.
—¡Déjate de juegos, __tn! Te aparté de mi vida por una razón de peso.
—Sí, claro —dijo con rabia—. Porque habías conseguido lo que querías: llevarme a
la cama.
—Eso no es cierto y lo sabes —respondió muy enfadado—. Dime... ¿Qué tal
Lothar?
—¿Lothar? —pestañeó—. Que yo sepa, está bien... ¿Pero qué tiene él que ver con
todo esto?
Kevin la agarró del brazo con fuerza.
—Pasaste de mi cama a la suya. ¿Cómo pudiste hacerlo, __tn? ¿Cómo pudiste?
__tn se quedó boquiabierta.
—¿Estás insinuando que me acosté con Lothar?
—No te hagas la inocente.
—¡Suéltame, me estás haciendo daño!
—No pienso soltarte hasta que no me respondas a unas cuantas cosas. Y di la
verdad por una vez, si es que eres capaz.
—Me dijiste que podía confiar en tí —__tn estaba que echaba humo—. Que no me
dejarías, que...
—¿Algún problema, __tn?
Kevin volvió la cabeza sin soltar a __tn. El contratista y dos de los obreros estaban
cerca de ellos en la acera, mirándolos con recelo.
—No —soltó Kevin .
—Sí —dijo __tn.
—El único problema es que le estoy pidiendo cuentas de su pasado —dijo Kevin en
voz baja—. Necesito que me dé algunas respuestas, así que se pueden marchar.
—¿Quieres que nos marchemos, __tn?
Ésta echó una mirada hostil a Kevin .
—Tal vez no. Aunque...
—Empecemos por ejemplo con éste edificio —dijo Kevin con brusquedad mientras
miraba al maestro de obras—. ¿Qué diablos es éste edificio y qué tiene __tn que ver
con todo esto?
—Estamos construyendo un colegio para niños con problemas —dijo el hombre—.
Para niños de la calle. __tn y la señora Hayward lo están financiando.
Kevin miró a __tn.
—¿Eso es verdad?
—Sí.
Rápidamente relacionó aquello con los adolescentes de Dinamarca.
—También has hecho cosas así en Europa, ¿no? Esos chicos que vimos en los
Jardines del Tívoli... ¿Estaban en uno de tus centros?
Ella asintió de nuevo.
—¿Y por qué no me lo dijiste? —añadió Kevin en tono dolido.
—No hablo de estas cosas. Ni a la prensa, ni a mis amigos y menos a mi familia.
—Ni a mí —dijo dolido.
—No te conocía lo suficientemente bien.
—Me conocías lo suficiente como para meterte en la cama conmigo.
—¡El mayor error que he cometido en mi vida!
—No te costó olvidarlo... Con Lothar, claro —se volvió hacia el contratista—. Me
he enamorado de esta mujer, que es la mayor tontería que he...
—¡Tú no estás enamorado de mí! —exclamó __tn, a quien le daba vueltas la
cabeza ya.
—Sí que lo estoy. Te seguí a Ardlaufen —añadió con disgusto—. Te vi con Lothar
en la pista del club, abrazados como un par de animales en celo. Tú y yo hicimos el
amor, __tn... Ese mismo día. O al menos yo hice el amor contigo. Hay otras maneras
de llamar a lo que hiciste tú.
—¿Nos viste a Lothar y a mí en el club?
—Felicidades. Por fin te vas enterando.
—Jamás me he acostado con Lothar —dijo ella muy enfadada ya—. Es un amigo,
un buen amigo, y eso es todo.
—A mí no me pareció eso.
Volvió la cabeza hacia los hombres que seguían en la acera.
—¿Kevin , tenemos que hablar de todos estos detalles íntimos delante de la gente?
—Sí —dijo el contratista—. Es un hombretón, __tn, y está bastante enfadado.
Seguiremos aquí por si acaso.
—De acuerdo, Kevin Jonas —anunció __tn—. Tú lo has querido. Salí
corriendo de Chamonix porque trastocaste toda mi existencia y tuve miedo. Lothar
se marchaba a casa a pasar el fin de semana, así que me fui con él. En el club sólo me
estaba consolando porque yo me había pasado más de dos horas llorando en su
hombro. Estaba muy triste porque no sabía cómo podía quedarme contigo y al
mismo tiempo no podía soportar la idea de dejarte así.
Él la miró en silencio. El viento despeinaba su melena roja como el fuego. Sus ojos
brillaban con franqueza.
—Estabas abrazada a su cuello.
—Estaba agotada —le soltó—. Me habría caído si él no me hubiera agarrado. Sabía
que si me quedaba en el hotel de Chamonix contigo, correría el peligro de
enamorarme de tí. ¿Y luego qué? ¿Casarnos? ¿Como mi madre, que se casa con todos
los hombres de los que se enamora? Ni hablar.
—¿Estás enamorada de mí, __tn? —le preguntó él con urgencia.
Ella se pasó la mano por el pelo.
—¡No! Bueno, tal vez. No lo sé. Nunca he estado enamorada en mi vida. Y
después de hablar con tu asistente, me sentí tan mal que decidí no volver a pensar en
tí.
—¿Y lo has conseguido?
Ella lo miró con rabia, porque lo cierto era que había fracasado miserablemente.
—Da igual.
—Dímelo. Quiero saberlo.
—Kevin , hasta que estuve contigo en Chamonix sólo me había acostado con un
hombre —anunció—. A los diecinueve años me acosté con un conocido mío porque
quería saber qué era el sexo. No me gustó mucho, desde luego no sentí nada especial,
y por ello no sentí nunca la tentación de repetir la experiencia.
—¿Y todos esos artículos de los periódicos y revistas?
—Ya sabes cómo son los medios de comunicación. Si miro de reojo a un hombre,
me estoy acostando con él. Así venden más.
A él le había pasado lo mismo.
—Entonces Lothar es un viejo amigo —repitió—, que sólo te estaba consolando.
—Su novia llegaba desde Trieste al día siguiente —dijo __tn.
Kevin se frotó el cuello mientras pensaba en el día que habían hecho el amor; la
sorpresa de __tn, sus reacciones, casi como las de una virgen y supo que le estaba
contando la verdad. Jamás había sido promiscua. Al contrario. Había sido una mujer
muy casta.
—Creo que te he interpretado mal, __tn" —dijo con pesar—. No hay modo de
disculparme por todo ello.
—Bueno, supongo que daba un aspecto bastante convincente, allí bailando con
Lothar —dijo ella de mala gana.
—Sí...
Ella le hizo una pregunta crucial.
—¿Entonces me crees, Kevin ?
—Sí —respondió él en voz baja—. Te creo.
Miró a los tres hombres. El más joven sonrió embelesado.
—Es como un culebrón en directo.
El contratista se dirigió a __tn con verdadero interés.
—¿__tn, tu madre es la razón por la que le tienes tanto miedo al matrimonio?
—Su madre ha estado casada ocho veces —respondió Kevin —, y su padre pasa de
una amante a otra con la misma rapidez con la que ustedes son capaces de verter
cemento. Por eso __tn decidió que el matrimonio era algo horrible.
El obrero de la derecha se retiró un poco el casco de la frente.
—Estoy felizmente casado con mi novia del colegio. Y nuestra vida mejora a
medida que va trascurriendo el tiempo. Sin duda tenemos altibajos y aunque los
chicos son estupendos, como todos los hijos nos traen problemas. Pero Liz y yo
somos duraderos como los cimientos de éste edificio.
El contratista sonrió.
—Os voy a confesar que llevo quince años enamorado de la misma mujer. Es lo
que deseo —se volvió hacia el otro hombre—. ¿Y tú, Mikey?
—Estoy divorciado —dijo Mikey.
—Bueno —dijo el contratista—. Dos de tres, no está mal.
—Hagamos que sean tres de cuatro, __tn —dijo Kevin mientras le ponía la mano
en el hombro, sabiendo que estaba dando un paso gigantesco—. El único modo de
averiguar que quiero estar contigo para siempre es casándote conmigo, viviendo
conmigo y teniendo hijos juntos, para darles el amor que tú no recibiste. Entonces tal
vez, dentro de veinte años, te darás cuenta de que la felicidad y el amor, el amor de
verdad, van de la mano.
—De acuerdo, chicos. Volvamos al trabajo —dijo el contratista, sonriéndole a __tn.
—Mañana nos vemos —le dijo __tn al capataz—. A las ocho en punto.
—Belle nos ha invitado a tomar el té —dijo Kevin .
—De acuerdo, entonces te veo dentro de un rato —le dijo __tn, que rápidamente
se montó en su coche y salió de allí.
Cuando Kevin llegó a casa de Belle, las dos mujeres estaban en el solárium.
—Ah, aquí está el té —dijo Belle—. Gracias, Marlene. Siéntate, Kevin —sirvió el té
de una tetera de plata—. Tú también, __tn.
__tn, para sorpresa de Kevin , hizo lo que Belle le pedía.
—Cómete un sandwich. ¿Quieres leche, Kevin ?
Kevin asintió y engulló un par de sandwiches en pocos minutos. Hacía casi un día
entero que no probaba bocado.
—Por lo que veo, parece que todo sigue igual. __tn, la primera vez que vi a Kevin
era un bebé de mantilla. Lo conozco muy bien y lo admiro enormemente. Es...
—Belle —dijo Kevin —. Cállate.
—Cállate tú —resopló ella—. Si Kevin dice que está enamorado de tí, __tn, lo está.
Ni peros, ni nada; él no hace las cosas a medias. Así que deja de pensar en que él te
va a abandonar cuando decidas hacer algo nuevo, o cuando estés enferma; él no va a
desaparecer como tu padre o los maridos de tu madre. Él no.
—Eso es lo que dice él —contestó __tn de mala gana.
—Entonces escúchalo —Belle hizo un gesto con la mano—. Ve a vivir con él si
tienes miedo al matrimonio.
—Ambas cosas implican un compromiso —respondió __tn.
Belle se inclinó hacia delante.
—Tus colegios son un regalo maravilloso al mundo entero. Pero ya es hora de que
tú vuelvas al colegio. Debes olvidarte de las lecciones que te dieron Raoul y Lucie y
aprender lo que Kevin puede enseñarte. Construye algo nuevo que sea sólo vuestro.
__tn miraba a Belle con el ceño fruncido.
—¿Cómo es posible que me conozcas tan bien?
—Me gustaste desde que llegaste a mi casa el mes de octubre pasado
proponiéndome la construcción de un colegio en Rosa Street. ¿Cómo crees si no que
te permití presentarte en mi fiesta al aire libre sin el protocolario sombrero?
—Y con pantalones, además —__tn sonrió.
—Perdona a la niña que llevas dentro —dijo Belle con grandilocuencia—.
Alimenta el chakra del corazón, corre en libertad... Después de todo, esto es
California. O sencillamente, déjate llevar por tu intuición; la cual no te falta.
__tn seguía frunciendo el ceño.
—He aprendido a confiar en mi intuición plenamente.
—Exactamente —dijo Belle—. Sugiero que subas y recojas tus cosas y te vayas
donde vaya Kevin . Al menos esta noche —Belle se recostó en el asiento—. Creo que
ya he dicho suficiente.
—Me toca a mí —dijo Kevin —. __tn, me gustaría que me hablaras de los colegios.
—Si te hablo de ellos, tal vez me toque reconocer que siempre me he sentido un
poco como una niña abandonada; yo, con todo el dinero que tengo. Es más fácil
callar.
Tenía sentido; además, sus palabras lo habían conmovido profundamente. Sacó su
móvil, llamó a su hotel favorito de la ciudad y reservó la suite a la que solía ir para
dos noches. Entonces miró a __tn.
—Ven a quedarte conmigo —le sugirió.
Era el momento de la verdad. O se quedaba, o echaba a correr.
—De acuerdo, iré contigo —dijo débilmente.
En el silencio que siguió, el reloj de pared del salón dio la hora.
A la mañana siguiente, después de pasar una apasionada noche de amor con
Kevin , __tn llegó tarde al solar en construcción.
Mientras ella estaba fuera, Kevin consultó varias páginas web, llamó por teléfono a
su padre y le preguntó sobre las propiedades a orillas del mar, antes de contactar con
varios agentes inmobiliarios.
__tn le había preguntado si le importaría vivir junto al mar y le había contado lo
mucho que le gustaba el sonido de las olas al despertar. Y eso era suficiente para él.
Cuando __tn volvió, la besó como si llevara tres meses en lugar de tres horas
fuera. Eso los llevó a hacer el amor rápida y apasionadamente en la alfombra. Un
rato después, mientras __tn descansaba con la cabeza sobre el pecho de Kevin , le dijo
con voz clara:
—¿Sabes una cosa? Contigo me lo paso bien, Kevin —entonces se abrazó más a él.
—Mi objetivo es complacerte —dijo él—. Si puedes escaparte, mañana tomaremos
un vuelo hacia el este. Hay algo que quiero enseñarte.
Ella levantó la cabeza.
—Claro, puedo ir; el colegio ya está muy adelantado y está quedando de
maravilla. ¿Pero qué me vas a enseñar?
—Es una sorpresa —respondió Kevin mientras le acariciaba un pecho de piel
blanca y fina—. No se permiten preguntas.
—Si vamos a volver a hacer el amor, porque conozco ese brillo de tus ojos, va a ser
en la cama. Tengo una rozadura de la alfombra.
—¿A qué estamos esperando entonces? —le contestó Kevin mientras se
preguntaba si una luna de miel sería así; una inquietante mezcla de alegría, erotismo
y ternura. Y si había luna de miel, tendría que haber boda...
Dos días después, Kevin y __tn iban conduciendo por la rocosa costa de Maine.
Cuando llegaron a un solitario cabo, Kevin detuvo el coche junto a una cancela de
hierro negro y abrió el cerrojo con una llave del manojo que había recogido en el
aeropuerto.
El camino de entrada hacia la casa avanzaba flanqueado de pinos y píceas, cuyas
suaves ramas se balanceaban bajo el peso de la nieve recién caída. Entonces el camino
se abría a un paisaje de suaves acantilados de granito y a un mar infinito de fondo.
La casa estaba orientada al mar y estaba construida en piedra, madera de cedro y
cristal. Parecía lo suficientemente fuerte como para resistir las tormentas de agua y
viento.
—Lo único que se oye son las olas en la playa —susurró __tn cuando Kevin apagó
el motor—. ¡Qué sitio más bonito!
—Podríamos comprarlo —dijo Kevin —. Hacer de éste lugar nuestro campamento
base.
Ella se mordió el labio inferior; el corazón le latía con fuerza en el pecho.
—¿Me estás proponiendo en matrimonio?
—No —dijo él—. Sólo que compartamos casa y que tengamos nuestra propia
cama. De momento es suficiente.
—Es mucho.
—Tan sólo seguiríamos el consejo de Belle —le dijo él con paciencia—. ¿No nos
sugirió ella que viviéramos juntos? Vamos a pasar, __tn, tengo las llaves. ¿Quieres?
—Me encantaría —dijo __tn mientras pensaba de nuevo en la sorpresa de Kevin .
¿Podría vivir con él?
El agente inmobiliario le había prometido encender la calefacción. Los muebles
antiguos habían sido retirados; la casa estaba vacía, y al mismo tiempo llena de
posibilidades. __tn pasó de una habitación a otra, fijándose en las maravillosas vistas
de la bahía y de las islas cercanas a la costa.
—Necesitamos una mesa de comedor de roble y muchas alfombras de colores
vivos... ¡Ay, Kevin , mira qué escalera!
Una escalera curva de nogal pulido conducía al segundo piso. __tn subió las
escaleras embelesada, mientras deslizaba la mano por la barandilla con una sonrisa
en los labios. Kevin la siguió, más atento a __tn que a los detalles de la casa. Le
gustaba, pensó con el pulso acelerado. Más que eso, le encantaba.
La habitación principal estaba orientada al océano. Entre las estanterías de obra
había una chimenea de piedra; el suelo era de madera de abedul. __tn se detuvo
junto a la ventana para admirar las brillantes aguas del mar. Qué detalle por parte de
Kevin , qué cariñoso por su parte, buscar una casa que le recordara a la casa de su
infancia donde había sido tan feliz.
Él se acercó a ella por la espalda.
—Está un poco apartada de la civilización.
—Si conservamos nuestros apartamentos de Manhattan y Milán, y tu casa de
Florencia, el aislamiento no va a ser un problema.
—Si hubiera una ventisca, tal vez nos quedaríamos aquí encerrados durante días.
—Mientras tengamos una cama, a mí no me importa —dijo __tn.
—¿Entonces la cama hay que comprarla antes que el frigorífico o la cocina?
Ella se dio la vuelta para mirarlo. Le echó los brazos al cuello y sonrió.
—¿Qué quieres decir? ¿Que mis prioridades no son las adecuadas?
—A mí me parecen muy adecuadas —le respondió Kevin en tono sensual antes de
besarla apasionadamente.
—Ojalá tuviéramos una cama —dijo __tn cuando él se apartó de ella.
De repente, Kevin deseaba desesperadamente hacerle el amor.
—Podríamos estirar los abrigos en el suelo; y hay un par de mantas en el maletero
del coche, por si se presenta alguna emergencia.
—¿Una emergencia como ésta? —dijo __tn—. ¿Por qué no vas a por ellas?
Kevin bajó los escalones de dos en dos. Tenía ganas de cantar de alegría. Quería
bailar con __tn hasta caer rendidos. Quería casarse con ella.
Pero debía ir paso a paso. Primero las mantas; luego se casaría con ella.
Cuando volvió al dormitorio, __tn estaba tumbada sobre los abrigos
completamente desnuda.
Kevin se apoyó contra el marco de la puerta y la miró embelesado.
—No sé cómo te las arreglas para sorprenderme siempre —dijo él—. Deja que
ponga las mantas sobre los abrigos para que estemos más cómodos.
—Desnúdate, Kevin , por favor.
—Eres mandona, ¿verdad? —dijo Kevin con una sonrisa mientras empezaba a
quitarse la ropa—. Imagínate lo que podemos aprender el uno del otro viviendo
juntos, __tn —la miró a los ojos—. ¿Querrás vivir conmigo?
Ella se incorporó para responderle.
—Yo... Creo que sí. Estoy pensando seriamente en hacerlo —frunció el ceño—.
Bueno, tal vez eso suene muy frío; en realidad, estoy tratando de imaginar lo que
sentiría viviendo contigo.
—¿Y qué es lo que sientes? —le preguntó Kevin .
—Me da mucho miedo, como si fuera a caerme por una de esas rocas al mar; pero
también siento emoción. Compartiría mi vida contigo, viajaríamos juntos, haríamos
muchas cosas —ladeó la cabeza—. Nos turnaremos para sacar la basura, ¿no?
—Desde luego.
—Oh, Dios, Kevin . No sé. ¿Y si no funcionara?
—¿Y si cae un cometa a la tierra?
—Tengo frío, Kevin . Ven a calentarme.
Kevin le lanzó su camisa, que estaba aún caliente y les dio una patada a las mantas
para acercárselas.
—No se te olvide lo mucho que te quiero —dijo Kevin .
—Estoy empezando a confiar también en ello —comentó ella en voz baja.
Hicieron el amor despacio, casi en silencio, como si estuvieran compartiendo un
sueño: una pasión que resultaba más profunda por estar íntimamente ligada a las
caricias, al roce de piel con piel, más que a las palabras. Después, para no quedarse
fríos en el suelo, se vistieron rápidamente y bajaron hacia la puerta trasera.
—Me da pena tener que marcharme.
—Nadie más comprará la casa; yo me ocuparé de ello.
Ella lo miró a los ojos y le apretó la mano que le tenía agarrada.
—Mañana nos vamos cada uno para un lado. Tú a Ciudad de México y yo a
Marsella a ver si uno de los colegios necesita un anexo.
—Yo vuelvo dentro de dos días y tú sólo estarás fuera cinco.
De pronto ella se estremeció, mirándolo angustiada.
—Estoy exagerando. Vayámonos.
Ansiaba protegerla, decirle que se olvidara de Marsella y que él haría lo mismo
con Ciudad de México. Pero así sólo conseguiría llegar al desastre, ya que sabía que
ambos necesitaban su independencia.
—No voy a desaparecer, __tn —le dijo en tono apasionado—. No voy a dejarte
tirada. Ni tampoco desapareceré cuando las cosas vayan mal; algo de lo que nadie
está exento.
—Lo dices tan en serio...
—No todos los votos están en el servicio matrimonial.
Ella sacudió levemente la cabeza, como queriendo deshacerse de la inquietud que
sentía.
—Volvamos a la posada a ver qué tal está esa sopa de pescado.
Se montaron en el coche y dejaron la casa sin mirar atrás.
Kevin volvió de México tres días antes de que __tn regresara y como estaba
demasiado inquieto para esperarla, decidió tomar un vuelo a Maine al día siguiente.
Después de pasar dos horas con un malhumorado señor mayor que estaba
investigando las fuentes de energía eólica, hizo el viaje hasta la casa. La compraría
sin más dilación, antes de esperar a que __tn se decidiera.
A ella le encantaba la casa y ése era el factor decisivo.
Después de dar una vuelta por la casa, se metió los pantalones por dentro de las
botas y empezó a caminar por el terreno boscoso que se extendía más allá del garaje.
El agente inmobiliario le había mencionado que la casa original, construida por los
primeros dueños del terreno hacía cien años, aún estaba en pie.
—Querrá derribarla —le había dicho la mujer—. Es peligrosa, podría derrumbarse
en cualquier momento. Me sorprende que los dueños anteriores no lo hicieran.
El sol se ocultaba tras las nubes y la temperatura descendía lentamente.
Continuaría diez minutos más antes de volver al coche y a la civilización.
A través de la penumbra de los árboles, Kevin vio el bulto oscuro de unas paredes
y unas ventanas. Se abrió paso entre las píceas de ramas puntiagudas de camino
hacia la vieja casa. El tejado estaba medio caído, las ventanas eran agujeros negros y
la puerta de entrada sólo colgaba de las bisagras.
Kevin se estremeció. Sólo quedaba aquella casa en ruinas de la familia que un día
había vivido y criado allí a sus hijos.
Estuvo a punto de volver, sólo deseoso de hablar con __tn, de decirle cuánto la
amaba. Pero al momento se reprendió para sus adentros y continuó hasta la puerta
de la casa, que crujió al abrirla.
Al entrar, avanzó con cuidado pegado a la pared al ver que algunos tablones del
suelo estaban medio podridos. En el salón vio algunas fotos en la pared. Cuando
estaba mirando una de ellas, sonó su móvil.
—Jonas.
—¿Kevin ? Soy __tn. ¿Kevin , estás ahí?
—Sí, estoy aquí —agarró con fuerza el teléfono al notar la angustia en la voz de
__tn—. ¿Qué pasa? ¿Dónde estás?
—Estoy en el aeropuerto de Lexington. Me ha llamado Byron, el marido de mi
madre. Mamá ha sufrido un infarto. Byron dice que no es nada grave, pero no me fío
de él, así que decidí volver antes de Marsella —vaciló un instante antes de
continuar—. ¿Kevin , podrías venir enseguida? Pensé que podría llevar esto sola, pero
no soy capaz. Yo... Te necesito, Kevin . Necesito que estés conmigo.
—Claro, iré enseguida —dijo al instante.
¿__tn acababa de reconocer que lo necesitaba? Movería Roma con Santiago por
estar a su lado.
—¿Vendrás, entonces?
—Por supuesto... ¿Para qué estamos, si no? Estaré allí lo antes posible. Estoy en
Maine, en la casa. ¿Te llamo cuando llegue a Newark? Así sabrás a qué hora voy a
llegar.
—Gracias —dijo ella con alivio—. Siento que suene tan mal, pero te lo digo de
corazón.
—Estaré allí en cuanto pueda. Aguanta, cariño. A lo mejor Byron está diciendo la
verdad.
—Tienes razón. Lo siento. Estoy tan disgustada que no puedo pensar a derechas.
Será mejor que me marche; voy a tomar un taxi al hospital y me voy a quedar allí
toda la noche. Te veré más tarde.
Con el teléfono en la mano y pensando en __tn, que estaba en Kentucky, Kevin
salió rápidamente del salón y cruzó la cocina a toda prisa.
En ese momento, con el leve crujido de la madera podrida, una sección de tablones
cedió bajo su peso. El teléfono móvil salió volando por los aires y aterrizó al pie de
las escaleras.
Los tablones se le deshicieron en las manos. Abrió los brazos con desesperación
para agarrarse a lo que pudiera, pero Kevin cayó por el oscuro agujero del viejo
sótano. Pegó con la cabeza contra la piedra y un brazo se le quedó retorcido bajo el
cuerpo. Por un instante sintió que una luz fuerte lo envolvía al tiempo que
experimentaba un dolor increíble.
Entonces, afortunadamente, la oscuridad se cerró sobre él.
contacto en Chamonix. Lo llamó y le dio unas pocas y claras instrucciones. A los
quince minutos tenía la respuesta. __tn y Lothar iban de camino a Hamburgo. __tn
había adquirido el pasaje en el aeropuerto, mientras que Lothar había reservado el
suyo hacía dos semanas.
Kevin decidió tomarse aquella información como prueba de que aquel viaje no
había sido planeado y continuó conduciendo. El detective privado había enviado a
alguien a la sala de llegadas del aeropuerto de Hamburgo. Así que en cuanto llegara
a la ciudad, sabría dónde habían ido Lothar y __tn.
No estaba equivocado. La timidez de __tn, la sorpresa que había asomado a su
cara como el sol al amanecer, su pasión desenfrenada; todo ello le decía que no debía
sospechar de ella.
Se agarraría a esa esperanza. Y seguía agarrado a ella cuando llegó a Hamburgo al
atardecer. Allí se enteró de que Lothar y __tn se habían ido a Ardlaufen en el
Volkswagen azul de Lothar. Habían ido a un restaurante a cenar e iban de camino a
un club nocturno en Günter Strasse.
Kevin alquiló otro coche, compró un mapa y estudió la ruta. Ardlaufen era una
bonita ciudad a orillas del río Elba, con calles alineadas con casas altas de tejados a
dos aguas y arbustos y jardines cuidadosamente arreglados. Kevin vio que el club
nocturno estaba en el sótano de un almacén; entre los coches aparcados junto a la
acera estaba el Volkswagen azul.
Salió del coche y estiró los hombros. Había sido un día muy largo, desde esa
mañana temprano cuando se había levantado para ir a esquiar con __tn en
Chamonix, hasta ese mismo momento en el que estaba delante de un local en una
pequeña localidad al norte de Alemania.
Kevin aspiró hondo y entró en el local.
Rápidamente, sus ojos se acostumbraron a la penumbra. Demasiado rápido,
porque enseguida vio a __tn. Lothar y ella estaban en la pista, bailando al ritmo de
una sensual melodía de blues; él con los brazos rodeándole la cintura y ella, agarrada
a su cuello y con la cabeza apoyada en su hombro. El tenía la cabeza agachada y los
labios pegados a su cabello.
Estaban totalmente absortos el uno en el otro.
El cuchillo que apuñaló a Kevin fue más allá de los celos y le hizo sentir una agonía
que no había experimentado jamás. Salió del club, vagamente consciente de que el
guarda de la puerta lo miraba con sorpresa y se apoyó contra la pared de ladrillo del
local. Aspiró con fuerza, abriendo mucho la boca, desesperado por aliviar la opresión
que sentía en el pecho.
Los edificios de enfrente parecían moverse y los arbustos se volvían borrosos.
Lenta y dolorosamente una única idea tomó forma en su pensamiento: __tn no le
había mentido en todo aquel tiempo. Era incapaz de ser fiel; iba de un hombre a otro,
de una cama a otra. De él a Lothar en menos de doce horas.
A Kevin le costó un par de veces abrir la puerta de su coche. Se sentó y aspiró
hondo, concentrándose en la respiración.
Poco a poco el mundo volvió a su sitio. __tn era como su madre y la cura de toda
dificultad era cambiar de hombre. La única diferencia era, como había dicho Lucie,
que __tn no se molestaba en casarse con ellos.
Lo había engañado de principio a fin. O tal vez él se había dejado engañar. Porque
en los últimos diez minutos se había dado cuenta de algo muy importante: estaba
enamorado de __tn.
La amaba desesperadamente. Seguramente hacía semanas que la amaba, aunque
hubiera ocultado sus sentimientos tras palabras como «deseo» o «sexo». Y no sólo no
se había dado cuenta de lo que le había pasado, sino que se había enamorado de una
mujer que había pasado de su cama a los brazos de otro en cuestión de horas.
Al menos ella no sabía que él la amaba.
Era su secreto.
Agachó la cabeza sobre el volante mientras una punzada de dolor le atravesaba el
corazón. Era su secreto y su carga.
Finalmente se había enamorado, pero de una mujer que era incapaz de devolverle
ese amor. Atraído por su belleza y su inteligencia, había cometido el error más
grande de su vida.
Y no tenía ni idea de cómo corregir ese error. ¿Cómo se desenamoraba uno?
Kevin no estaba más cerca de una solución a su dilema cuando llegó a la casa de
Belle de San Francisco unos días después. Había borrado a __tn de su vida como si
no hubiera existido nunca; y lo primero que había hecho tras salir de Ardlaufen había
sido llamar a su asistente para pedirle que si __tn se ponía en contacto con él debía
decirle que estaba no disponible permanentemente.
Todavía no había sido capaz de asimilar lo equivocado que había sido su juicio
sobre __tn desde el principio hasta el final. A veces se decía que ella era inocente, que
todo había sido un malentendido y corría al teléfono, desesperado por llamarla, por
dar con ella. Pero entonces la escena que había presenciado en el club de Ardlaufen
volvía con fuerza a su memoria y sus esperanzas quedaban ahogadas en un amargo
pesar.
Detestaba aquel vaivén de emociones, con sus subidas y bajadas; y también odiaba
las dudas que lo acosaban. Siempre se había enorgullecido de su capacidad para
tener una mente preclara y un pensamiento racional.
Pero ya no.
Salió del coche, subió las escaleras y llamó al timbre. Al momento, el mayordomo
le abrió la puerta.
—Hola, Cárter. ¿Está la señora Hayward en casa?
—Acompáñeme, señor.
Kevin fue conducido al salón de visitas.
—Kevin —exclamó Belle momentos después mientras iba hacia él para darle un
abrazo.
—Hola, Belle —dijo Kevin con afecto mientras la besaba en la mejilla—. ¿Cómo
estás?
—¿Has venido a ver a __tn?
Él se quedó helado.
—¿A __tn? —repitió con estupidez.
—En éste momento está en el solar, pero está hospedada aquí, en mi casa. Vendrá
a las tres y media. Podrás tomar el té con nosotras.
—¿Solar? ¿Qué solar?
—¿No sabías que estaba aquí? —le dijo ella con inquietud—. Ay, creo que he
vuelto a meter la pata.
—No, no sabía que __tn estuviera aquí. He venido a verte a tí —dijo Kevin .
—Vaya —dijo Belle con desasosiego—. Entonces he metido la pata.
—¿Qué está haciendo ella aquí? —preguntó en tono rabioso.
Belle ladeó la cabeza y lo miró.
—Ahora que me fijo, tanto ella como tú parecéis dos insomnes —anunció—. __tn
cierra la boca cada vez que menciono tu nombre y está claro que tú no tienes ni idea
de su paradero. Sin embargo, está más claro que el agua que estáis enamorados el
uno del otro. Ojalá os dejárais de tantas tonterías.
—Ella no está ni remotamente enamorada de...
—¿Sabes dónde está Rosa Street?
—No. Ella no...
—Iré a por el plano. Quédate aquí —Belle salió apresuradamente de la habitación.
Kevin salió detrás de ella, empeñado en no dejarse dominar por Belle como si fuera
un niño pequeño.
—Si ella está aquí contigo, yo me marcho.
—Mira, así se llega a Rosa Street. La encontrarás en el solar que está en Rosa Street
esquina con Ventley. El resto es cosa vuestra.
Kevin se quedó mirando el plano.
—¿Qué clase de solar es?
—Ya lo verás —Belle le puso la mano en el brazo inesperadamente—. Hago lo
posible por no pedirles nada a los jóvenes. Pero voy a romper una de mis normas. Ve
a verla, Kevin . Por favor.
A Belle no le gustaban las demostraciones emocionales.
—__tn y yo nos acostamos juntos en Chamonix. Entonces salió huyendo con otro
hombre. Estoy seguro de que has oído hablar de la fama que tiene; y créeme, se la
merece.
—¿Quieres decir que __tn es promiscua?
—Te estoy diciendo que me fue fiel durante un solo día.
—No me lo creo.
—Belle, yo la vi —le dijo él con dureza—. Se escapó con un instructor de esquí con
quien había tenido un lío hace un par de años.
—No puede ser cierto —dijo Belle con indignación—. Tiene que haber una
explicación —entonces lo miró con el ceño fruncido—. ¿Pero a tí qué te importa, de
todos modos? No es más que otra mujer. Déjala.
—Me he enamorado de ella.
—¿Enamorado? ¿Tú?
—Sí —esbozó una sonrisa de tristeza—. Me lo merezco... Eso es lo que piensas,
¿no?
—No, sabes que yo no soy así. Ve al solar, Kevin . Pídele que te hable del instructor
de esquí. __tn es una buena mujer. Apostaría toda mi fortuna a que no me equivoco.
En lo más profundo de su ser, Kevin sintió renacer la esperanza.
—De acuerdo —dijo finalmente—. Iré a Rosa Street.
—Ve, entonces.
Cuarenta minutos después Kevin aparcaba en la esquina de Rosa Street con
Ventley, donde estaban construyendo un edificio que parecía una especie de
institución, a juzgar por la colocación de las ventanas y la enorme puerta de entrada.
Una pequeña grúa giraba sobre el tejado y había varios andamios en los muros. Los
obreros deambulaban por las dos plantas del edificio.
Un hombre con un montón de planos en la mano salía por la puerta de entrada.
__tn iba a su lado; llevaba un mono azul y un casco amarillo. Ella y el maestro de
obras iban discutiendo animadamente.
¿Pero qué era todo aquello?
__tn y el maestro de obras se dieron la mano. Entonces __tn se dirigió hacia un
pequeño coche verde que estaba aparcado delante. Kevin cruzó la calle y se acercó a
ella.
—Hola, __tn.
Ella dio un salto del susto.
—¡Kevin ! —exclamó con inquietud mientras se daba la vuelta—. ¿Qué haces aquí?
—Yo podría preguntarte lo mismo.
La sorpresa fue rápidamente sustituida por la rabia.
—Enseguida desapareciste después de lo de Chamonix. Llamé a tu despacho para
decirte dónde estaba y con mucha cortesía, eso sí, me dejaron muy claro que no
querías saber nada más de mí —dijo mientras recordaba las palabras de su
asistente—. Gracias, Kevin . Muchas gracias.
—¡Déjate de juegos, __tn! Te aparté de mi vida por una razón de peso.
—Sí, claro —dijo con rabia—. Porque habías conseguido lo que querías: llevarme a
la cama.
—Eso no es cierto y lo sabes —respondió muy enfadado—. Dime... ¿Qué tal
Lothar?
—¿Lothar? —pestañeó—. Que yo sepa, está bien... ¿Pero qué tiene él que ver con
todo esto?
Kevin la agarró del brazo con fuerza.
—Pasaste de mi cama a la suya. ¿Cómo pudiste hacerlo, __tn? ¿Cómo pudiste?
__tn se quedó boquiabierta.
—¿Estás insinuando que me acosté con Lothar?
—No te hagas la inocente.
—¡Suéltame, me estás haciendo daño!
—No pienso soltarte hasta que no me respondas a unas cuantas cosas. Y di la
verdad por una vez, si es que eres capaz.
—Me dijiste que podía confiar en tí —__tn estaba que echaba humo—. Que no me
dejarías, que...
—¿Algún problema, __tn?
Kevin volvió la cabeza sin soltar a __tn. El contratista y dos de los obreros estaban
cerca de ellos en la acera, mirándolos con recelo.
—No —soltó Kevin .
—Sí —dijo __tn.
—El único problema es que le estoy pidiendo cuentas de su pasado —dijo Kevin en
voz baja—. Necesito que me dé algunas respuestas, así que se pueden marchar.
—¿Quieres que nos marchemos, __tn?
Ésta echó una mirada hostil a Kevin .
—Tal vez no. Aunque...
—Empecemos por ejemplo con éste edificio —dijo Kevin con brusquedad mientras
miraba al maestro de obras—. ¿Qué diablos es éste edificio y qué tiene __tn que ver
con todo esto?
—Estamos construyendo un colegio para niños con problemas —dijo el hombre—.
Para niños de la calle. __tn y la señora Hayward lo están financiando.
Kevin miró a __tn.
—¿Eso es verdad?
—Sí.
Rápidamente relacionó aquello con los adolescentes de Dinamarca.
—También has hecho cosas así en Europa, ¿no? Esos chicos que vimos en los
Jardines del Tívoli... ¿Estaban en uno de tus centros?
Ella asintió de nuevo.
—¿Y por qué no me lo dijiste? —añadió Kevin en tono dolido.
—No hablo de estas cosas. Ni a la prensa, ni a mis amigos y menos a mi familia.
—Ni a mí —dijo dolido.
—No te conocía lo suficientemente bien.
—Me conocías lo suficiente como para meterte en la cama conmigo.
—¡El mayor error que he cometido en mi vida!
—No te costó olvidarlo... Con Lothar, claro —se volvió hacia el contratista—. Me
he enamorado de esta mujer, que es la mayor tontería que he...
—¡Tú no estás enamorado de mí! —exclamó __tn, a quien le daba vueltas la
cabeza ya.
—Sí que lo estoy. Te seguí a Ardlaufen —añadió con disgusto—. Te vi con Lothar
en la pista del club, abrazados como un par de animales en celo. Tú y yo hicimos el
amor, __tn... Ese mismo día. O al menos yo hice el amor contigo. Hay otras maneras
de llamar a lo que hiciste tú.
—¿Nos viste a Lothar y a mí en el club?
—Felicidades. Por fin te vas enterando.
—Jamás me he acostado con Lothar —dijo ella muy enfadada ya—. Es un amigo,
un buen amigo, y eso es todo.
—A mí no me pareció eso.
Volvió la cabeza hacia los hombres que seguían en la acera.
—¿Kevin , tenemos que hablar de todos estos detalles íntimos delante de la gente?
—Sí —dijo el contratista—. Es un hombretón, __tn, y está bastante enfadado.
Seguiremos aquí por si acaso.
—De acuerdo, Kevin Jonas —anunció __tn—. Tú lo has querido. Salí
corriendo de Chamonix porque trastocaste toda mi existencia y tuve miedo. Lothar
se marchaba a casa a pasar el fin de semana, así que me fui con él. En el club sólo me
estaba consolando porque yo me había pasado más de dos horas llorando en su
hombro. Estaba muy triste porque no sabía cómo podía quedarme contigo y al
mismo tiempo no podía soportar la idea de dejarte así.
Él la miró en silencio. El viento despeinaba su melena roja como el fuego. Sus ojos
brillaban con franqueza.
—Estabas abrazada a su cuello.
—Estaba agotada —le soltó—. Me habría caído si él no me hubiera agarrado. Sabía
que si me quedaba en el hotel de Chamonix contigo, correría el peligro de
enamorarme de tí. ¿Y luego qué? ¿Casarnos? ¿Como mi madre, que se casa con todos
los hombres de los que se enamora? Ni hablar.
—¿Estás enamorada de mí, __tn? —le preguntó él con urgencia.
Ella se pasó la mano por el pelo.
—¡No! Bueno, tal vez. No lo sé. Nunca he estado enamorada en mi vida. Y
después de hablar con tu asistente, me sentí tan mal que decidí no volver a pensar en
tí.
—¿Y lo has conseguido?
Ella lo miró con rabia, porque lo cierto era que había fracasado miserablemente.
—Da igual.
—Dímelo. Quiero saberlo.
—Kevin , hasta que estuve contigo en Chamonix sólo me había acostado con un
hombre —anunció—. A los diecinueve años me acosté con un conocido mío porque
quería saber qué era el sexo. No me gustó mucho, desde luego no sentí nada especial,
y por ello no sentí nunca la tentación de repetir la experiencia.
—¿Y todos esos artículos de los periódicos y revistas?
—Ya sabes cómo son los medios de comunicación. Si miro de reojo a un hombre,
me estoy acostando con él. Así venden más.
A él le había pasado lo mismo.
—Entonces Lothar es un viejo amigo —repitió—, que sólo te estaba consolando.
—Su novia llegaba desde Trieste al día siguiente —dijo __tn.
Kevin se frotó el cuello mientras pensaba en el día que habían hecho el amor; la
sorpresa de __tn, sus reacciones, casi como las de una virgen y supo que le estaba
contando la verdad. Jamás había sido promiscua. Al contrario. Había sido una mujer
muy casta.
—Creo que te he interpretado mal, __tn" —dijo con pesar—. No hay modo de
disculparme por todo ello.
—Bueno, supongo que daba un aspecto bastante convincente, allí bailando con
Lothar —dijo ella de mala gana.
—Sí...
Ella le hizo una pregunta crucial.
—¿Entonces me crees, Kevin ?
—Sí —respondió él en voz baja—. Te creo.
Miró a los tres hombres. El más joven sonrió embelesado.
—Es como un culebrón en directo.
El contratista se dirigió a __tn con verdadero interés.
—¿__tn, tu madre es la razón por la que le tienes tanto miedo al matrimonio?
—Su madre ha estado casada ocho veces —respondió Kevin —, y su padre pasa de
una amante a otra con la misma rapidez con la que ustedes son capaces de verter
cemento. Por eso __tn decidió que el matrimonio era algo horrible.
El obrero de la derecha se retiró un poco el casco de la frente.
—Estoy felizmente casado con mi novia del colegio. Y nuestra vida mejora a
medida que va trascurriendo el tiempo. Sin duda tenemos altibajos y aunque los
chicos son estupendos, como todos los hijos nos traen problemas. Pero Liz y yo
somos duraderos como los cimientos de éste edificio.
El contratista sonrió.
—Os voy a confesar que llevo quince años enamorado de la misma mujer. Es lo
que deseo —se volvió hacia el otro hombre—. ¿Y tú, Mikey?
—Estoy divorciado —dijo Mikey.
—Bueno —dijo el contratista—. Dos de tres, no está mal.
—Hagamos que sean tres de cuatro, __tn —dijo Kevin mientras le ponía la mano
en el hombro, sabiendo que estaba dando un paso gigantesco—. El único modo de
averiguar que quiero estar contigo para siempre es casándote conmigo, viviendo
conmigo y teniendo hijos juntos, para darles el amor que tú no recibiste. Entonces tal
vez, dentro de veinte años, te darás cuenta de que la felicidad y el amor, el amor de
verdad, van de la mano.
—De acuerdo, chicos. Volvamos al trabajo —dijo el contratista, sonriéndole a __tn.
—Mañana nos vemos —le dijo __tn al capataz—. A las ocho en punto.
—Belle nos ha invitado a tomar el té —dijo Kevin .
—De acuerdo, entonces te veo dentro de un rato —le dijo __tn, que rápidamente
se montó en su coche y salió de allí.
Cuando Kevin llegó a casa de Belle, las dos mujeres estaban en el solárium.
—Ah, aquí está el té —dijo Belle—. Gracias, Marlene. Siéntate, Kevin —sirvió el té
de una tetera de plata—. Tú también, __tn.
__tn, para sorpresa de Kevin , hizo lo que Belle le pedía.
—Cómete un sandwich. ¿Quieres leche, Kevin ?
Kevin asintió y engulló un par de sandwiches en pocos minutos. Hacía casi un día
entero que no probaba bocado.
—Por lo que veo, parece que todo sigue igual. __tn, la primera vez que vi a Kevin
era un bebé de mantilla. Lo conozco muy bien y lo admiro enormemente. Es...
—Belle —dijo Kevin —. Cállate.
—Cállate tú —resopló ella—. Si Kevin dice que está enamorado de tí, __tn, lo está.
Ni peros, ni nada; él no hace las cosas a medias. Así que deja de pensar en que él te
va a abandonar cuando decidas hacer algo nuevo, o cuando estés enferma; él no va a
desaparecer como tu padre o los maridos de tu madre. Él no.
—Eso es lo que dice él —contestó __tn de mala gana.
—Entonces escúchalo —Belle hizo un gesto con la mano—. Ve a vivir con él si
tienes miedo al matrimonio.
—Ambas cosas implican un compromiso —respondió __tn.
Belle se inclinó hacia delante.
—Tus colegios son un regalo maravilloso al mundo entero. Pero ya es hora de que
tú vuelvas al colegio. Debes olvidarte de las lecciones que te dieron Raoul y Lucie y
aprender lo que Kevin puede enseñarte. Construye algo nuevo que sea sólo vuestro.
__tn miraba a Belle con el ceño fruncido.
—¿Cómo es posible que me conozcas tan bien?
—Me gustaste desde que llegaste a mi casa el mes de octubre pasado
proponiéndome la construcción de un colegio en Rosa Street. ¿Cómo crees si no que
te permití presentarte en mi fiesta al aire libre sin el protocolario sombrero?
—Y con pantalones, además —__tn sonrió.
—Perdona a la niña que llevas dentro —dijo Belle con grandilocuencia—.
Alimenta el chakra del corazón, corre en libertad... Después de todo, esto es
California. O sencillamente, déjate llevar por tu intuición; la cual no te falta.
__tn seguía frunciendo el ceño.
—He aprendido a confiar en mi intuición plenamente.
—Exactamente —dijo Belle—. Sugiero que subas y recojas tus cosas y te vayas
donde vaya Kevin . Al menos esta noche —Belle se recostó en el asiento—. Creo que
ya he dicho suficiente.
—Me toca a mí —dijo Kevin —. __tn, me gustaría que me hablaras de los colegios.
—Si te hablo de ellos, tal vez me toque reconocer que siempre me he sentido un
poco como una niña abandonada; yo, con todo el dinero que tengo. Es más fácil
callar.
Tenía sentido; además, sus palabras lo habían conmovido profundamente. Sacó su
móvil, llamó a su hotel favorito de la ciudad y reservó la suite a la que solía ir para
dos noches. Entonces miró a __tn.
—Ven a quedarte conmigo —le sugirió.
Era el momento de la verdad. O se quedaba, o echaba a correr.
—De acuerdo, iré contigo —dijo débilmente.
En el silencio que siguió, el reloj de pared del salón dio la hora.
A la mañana siguiente, después de pasar una apasionada noche de amor con
Kevin , __tn llegó tarde al solar en construcción.
Mientras ella estaba fuera, Kevin consultó varias páginas web, llamó por teléfono a
su padre y le preguntó sobre las propiedades a orillas del mar, antes de contactar con
varios agentes inmobiliarios.
__tn le había preguntado si le importaría vivir junto al mar y le había contado lo
mucho que le gustaba el sonido de las olas al despertar. Y eso era suficiente para él.
Cuando __tn volvió, la besó como si llevara tres meses en lugar de tres horas
fuera. Eso los llevó a hacer el amor rápida y apasionadamente en la alfombra. Un
rato después, mientras __tn descansaba con la cabeza sobre el pecho de Kevin , le dijo
con voz clara:
—¿Sabes una cosa? Contigo me lo paso bien, Kevin —entonces se abrazó más a él.
—Mi objetivo es complacerte —dijo él—. Si puedes escaparte, mañana tomaremos
un vuelo hacia el este. Hay algo que quiero enseñarte.
Ella levantó la cabeza.
—Claro, puedo ir; el colegio ya está muy adelantado y está quedando de
maravilla. ¿Pero qué me vas a enseñar?
—Es una sorpresa —respondió Kevin mientras le acariciaba un pecho de piel
blanca y fina—. No se permiten preguntas.
—Si vamos a volver a hacer el amor, porque conozco ese brillo de tus ojos, va a ser
en la cama. Tengo una rozadura de la alfombra.
—¿A qué estamos esperando entonces? —le contestó Kevin mientras se
preguntaba si una luna de miel sería así; una inquietante mezcla de alegría, erotismo
y ternura. Y si había luna de miel, tendría que haber boda...
Dos días después, Kevin y __tn iban conduciendo por la rocosa costa de Maine.
Cuando llegaron a un solitario cabo, Kevin detuvo el coche junto a una cancela de
hierro negro y abrió el cerrojo con una llave del manojo que había recogido en el
aeropuerto.
El camino de entrada hacia la casa avanzaba flanqueado de pinos y píceas, cuyas
suaves ramas se balanceaban bajo el peso de la nieve recién caída. Entonces el camino
se abría a un paisaje de suaves acantilados de granito y a un mar infinito de fondo.
La casa estaba orientada al mar y estaba construida en piedra, madera de cedro y
cristal. Parecía lo suficientemente fuerte como para resistir las tormentas de agua y
viento.
—Lo único que se oye son las olas en la playa —susurró __tn cuando Kevin apagó
el motor—. ¡Qué sitio más bonito!
—Podríamos comprarlo —dijo Kevin —. Hacer de éste lugar nuestro campamento
base.
Ella se mordió el labio inferior; el corazón le latía con fuerza en el pecho.
—¿Me estás proponiendo en matrimonio?
—No —dijo él—. Sólo que compartamos casa y que tengamos nuestra propia
cama. De momento es suficiente.
—Es mucho.
—Tan sólo seguiríamos el consejo de Belle —le dijo él con paciencia—. ¿No nos
sugirió ella que viviéramos juntos? Vamos a pasar, __tn, tengo las llaves. ¿Quieres?
—Me encantaría —dijo __tn mientras pensaba de nuevo en la sorpresa de Kevin .
¿Podría vivir con él?
El agente inmobiliario le había prometido encender la calefacción. Los muebles
antiguos habían sido retirados; la casa estaba vacía, y al mismo tiempo llena de
posibilidades. __tn pasó de una habitación a otra, fijándose en las maravillosas vistas
de la bahía y de las islas cercanas a la costa.
—Necesitamos una mesa de comedor de roble y muchas alfombras de colores
vivos... ¡Ay, Kevin , mira qué escalera!
Una escalera curva de nogal pulido conducía al segundo piso. __tn subió las
escaleras embelesada, mientras deslizaba la mano por la barandilla con una sonrisa
en los labios. Kevin la siguió, más atento a __tn que a los detalles de la casa. Le
gustaba, pensó con el pulso acelerado. Más que eso, le encantaba.
La habitación principal estaba orientada al océano. Entre las estanterías de obra
había una chimenea de piedra; el suelo era de madera de abedul. __tn se detuvo
junto a la ventana para admirar las brillantes aguas del mar. Qué detalle por parte de
Kevin , qué cariñoso por su parte, buscar una casa que le recordara a la casa de su
infancia donde había sido tan feliz.
Él se acercó a ella por la espalda.
—Está un poco apartada de la civilización.
—Si conservamos nuestros apartamentos de Manhattan y Milán, y tu casa de
Florencia, el aislamiento no va a ser un problema.
—Si hubiera una ventisca, tal vez nos quedaríamos aquí encerrados durante días.
—Mientras tengamos una cama, a mí no me importa —dijo __tn.
—¿Entonces la cama hay que comprarla antes que el frigorífico o la cocina?
Ella se dio la vuelta para mirarlo. Le echó los brazos al cuello y sonrió.
—¿Qué quieres decir? ¿Que mis prioridades no son las adecuadas?
—A mí me parecen muy adecuadas —le respondió Kevin en tono sensual antes de
besarla apasionadamente.
—Ojalá tuviéramos una cama —dijo __tn cuando él se apartó de ella.
De repente, Kevin deseaba desesperadamente hacerle el amor.
—Podríamos estirar los abrigos en el suelo; y hay un par de mantas en el maletero
del coche, por si se presenta alguna emergencia.
—¿Una emergencia como ésta? —dijo __tn—. ¿Por qué no vas a por ellas?
Kevin bajó los escalones de dos en dos. Tenía ganas de cantar de alegría. Quería
bailar con __tn hasta caer rendidos. Quería casarse con ella.
Pero debía ir paso a paso. Primero las mantas; luego se casaría con ella.
Cuando volvió al dormitorio, __tn estaba tumbada sobre los abrigos
completamente desnuda.
Kevin se apoyó contra el marco de la puerta y la miró embelesado.
—No sé cómo te las arreglas para sorprenderme siempre —dijo él—. Deja que
ponga las mantas sobre los abrigos para que estemos más cómodos.
—Desnúdate, Kevin , por favor.
—Eres mandona, ¿verdad? —dijo Kevin con una sonrisa mientras empezaba a
quitarse la ropa—. Imagínate lo que podemos aprender el uno del otro viviendo
juntos, __tn —la miró a los ojos—. ¿Querrás vivir conmigo?
Ella se incorporó para responderle.
—Yo... Creo que sí. Estoy pensando seriamente en hacerlo —frunció el ceño—.
Bueno, tal vez eso suene muy frío; en realidad, estoy tratando de imaginar lo que
sentiría viviendo contigo.
—¿Y qué es lo que sientes? —le preguntó Kevin .
—Me da mucho miedo, como si fuera a caerme por una de esas rocas al mar; pero
también siento emoción. Compartiría mi vida contigo, viajaríamos juntos, haríamos
muchas cosas —ladeó la cabeza—. Nos turnaremos para sacar la basura, ¿no?
—Desde luego.
—Oh, Dios, Kevin . No sé. ¿Y si no funcionara?
—¿Y si cae un cometa a la tierra?
—Tengo frío, Kevin . Ven a calentarme.
Kevin le lanzó su camisa, que estaba aún caliente y les dio una patada a las mantas
para acercárselas.
—No se te olvide lo mucho que te quiero —dijo Kevin .
—Estoy empezando a confiar también en ello —comentó ella en voz baja.
Hicieron el amor despacio, casi en silencio, como si estuvieran compartiendo un
sueño: una pasión que resultaba más profunda por estar íntimamente ligada a las
caricias, al roce de piel con piel, más que a las palabras. Después, para no quedarse
fríos en el suelo, se vistieron rápidamente y bajaron hacia la puerta trasera.
—Me da pena tener que marcharme.
—Nadie más comprará la casa; yo me ocuparé de ello.
Ella lo miró a los ojos y le apretó la mano que le tenía agarrada.
—Mañana nos vamos cada uno para un lado. Tú a Ciudad de México y yo a
Marsella a ver si uno de los colegios necesita un anexo.
—Yo vuelvo dentro de dos días y tú sólo estarás fuera cinco.
De pronto ella se estremeció, mirándolo angustiada.
—Estoy exagerando. Vayámonos.
Ansiaba protegerla, decirle que se olvidara de Marsella y que él haría lo mismo
con Ciudad de México. Pero así sólo conseguiría llegar al desastre, ya que sabía que
ambos necesitaban su independencia.
—No voy a desaparecer, __tn —le dijo en tono apasionado—. No voy a dejarte
tirada. Ni tampoco desapareceré cuando las cosas vayan mal; algo de lo que nadie
está exento.
—Lo dices tan en serio...
—No todos los votos están en el servicio matrimonial.
Ella sacudió levemente la cabeza, como queriendo deshacerse de la inquietud que
sentía.
—Volvamos a la posada a ver qué tal está esa sopa de pescado.
Se montaron en el coche y dejaron la casa sin mirar atrás.
Kevin volvió de México tres días antes de que __tn regresara y como estaba
demasiado inquieto para esperarla, decidió tomar un vuelo a Maine al día siguiente.
Después de pasar dos horas con un malhumorado señor mayor que estaba
investigando las fuentes de energía eólica, hizo el viaje hasta la casa. La compraría
sin más dilación, antes de esperar a que __tn se decidiera.
A ella le encantaba la casa y ése era el factor decisivo.
Después de dar una vuelta por la casa, se metió los pantalones por dentro de las
botas y empezó a caminar por el terreno boscoso que se extendía más allá del garaje.
El agente inmobiliario le había mencionado que la casa original, construida por los
primeros dueños del terreno hacía cien años, aún estaba en pie.
—Querrá derribarla —le había dicho la mujer—. Es peligrosa, podría derrumbarse
en cualquier momento. Me sorprende que los dueños anteriores no lo hicieran.
El sol se ocultaba tras las nubes y la temperatura descendía lentamente.
Continuaría diez minutos más antes de volver al coche y a la civilización.
A través de la penumbra de los árboles, Kevin vio el bulto oscuro de unas paredes
y unas ventanas. Se abrió paso entre las píceas de ramas puntiagudas de camino
hacia la vieja casa. El tejado estaba medio caído, las ventanas eran agujeros negros y
la puerta de entrada sólo colgaba de las bisagras.
Kevin se estremeció. Sólo quedaba aquella casa en ruinas de la familia que un día
había vivido y criado allí a sus hijos.
Estuvo a punto de volver, sólo deseoso de hablar con __tn, de decirle cuánto la
amaba. Pero al momento se reprendió para sus adentros y continuó hasta la puerta
de la casa, que crujió al abrirla.
Al entrar, avanzó con cuidado pegado a la pared al ver que algunos tablones del
suelo estaban medio podridos. En el salón vio algunas fotos en la pared. Cuando
estaba mirando una de ellas, sonó su móvil.
—Jonas.
—¿Kevin ? Soy __tn. ¿Kevin , estás ahí?
—Sí, estoy aquí —agarró con fuerza el teléfono al notar la angustia en la voz de
__tn—. ¿Qué pasa? ¿Dónde estás?
—Estoy en el aeropuerto de Lexington. Me ha llamado Byron, el marido de mi
madre. Mamá ha sufrido un infarto. Byron dice que no es nada grave, pero no me fío
de él, así que decidí volver antes de Marsella —vaciló un instante antes de
continuar—. ¿Kevin , podrías venir enseguida? Pensé que podría llevar esto sola, pero
no soy capaz. Yo... Te necesito, Kevin . Necesito que estés conmigo.
—Claro, iré enseguida —dijo al instante.
¿__tn acababa de reconocer que lo necesitaba? Movería Roma con Santiago por
estar a su lado.
—¿Vendrás, entonces?
—Por supuesto... ¿Para qué estamos, si no? Estaré allí lo antes posible. Estoy en
Maine, en la casa. ¿Te llamo cuando llegue a Newark? Así sabrás a qué hora voy a
llegar.
—Gracias —dijo ella con alivio—. Siento que suene tan mal, pero te lo digo de
corazón.
—Estaré allí en cuanto pueda. Aguanta, cariño. A lo mejor Byron está diciendo la
verdad.
—Tienes razón. Lo siento. Estoy tan disgustada que no puedo pensar a derechas.
Será mejor que me marche; voy a tomar un taxi al hospital y me voy a quedar allí
toda la noche. Te veré más tarde.
Con el teléfono en la mano y pensando en __tn, que estaba en Kentucky, Kevin
salió rápidamente del salón y cruzó la cocina a toda prisa.
En ese momento, con el leve crujido de la madera podrida, una sección de tablones
cedió bajo su peso. El teléfono móvil salió volando por los aires y aterrizó al pie de
las escaleras.
Los tablones se le deshicieron en las manos. Abrió los brazos con desesperación
para agarrarse a lo que pudiera, pero Kevin cayó por el oscuro agujero del viejo
sótano. Pegó con la cabeza contra la piedra y un brazo se le quedó retorcido bajo el
cuerpo. Por un instante sintió que una luz fuerte lo envolvía al tiempo que
experimentaba un dolor increíble.
Entonces, afortunadamente, la oscuridad se cerró sobre él.
solo queda 1 capitulo y termina :(
gtacias x sus comentarios chicas
ElitzJb
Re: Juego de Seduccion Kevin Jonas y tu (TERMINADA)
no me gusta como termina este capitulo
por favor dime que tiene un final feliz
necesito saber que hay un final feliz
siguelaa lo antes posible por favor
estoy que lloro no puede ser :wut:
siguelaaa
por favor dime que tiene un final feliz
necesito saber que hay un final feliz
siguelaa lo antes posible por favor
estoy que lloro no puede ser :wut:
siguelaaa
JB&1D2
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