O W N
¡Conéctate y ven a divertirte con nosotr@s! :)
Si no estás registrado, hazlo y forma parte de nuestra gran comunidad.
¡La administración ha modificado otra vez el foro, y los Invitados ya pueden ver todas las secciones! Aún así, para comentar y crear temas debes tener una cuenta.

Cualquier duda, queja o sugerencia que quieras darle al staff, éste es nuestro facebook: https://www.facebook.com/onlywebnovels

¡IMPORTANTE!, los Mensajes Privados de los Invitados no serán respondidos por la administración. Te esperamos en nuestro facebook (:

Atte: Staff OnlyWns.

Unirse al foro, es rápido y fácil

O W N
¡Conéctate y ven a divertirte con nosotr@s! :)
Si no estás registrado, hazlo y forma parte de nuestra gran comunidad.
¡La administración ha modificado otra vez el foro, y los Invitados ya pueden ver todas las secciones! Aún así, para comentar y crear temas debes tener una cuenta.

Cualquier duda, queja o sugerencia que quieras darle al staff, éste es nuestro facebook: https://www.facebook.com/onlywebnovels

¡IMPORTANTE!, los Mensajes Privados de los Invitados no serán respondidos por la administración. Te esperamos en nuestro facebook (:

Atte: Staff OnlyWns.
O W N
¿Quieres reaccionar a este mensaje? Regístrate en el foro con unos pocos clics o inicia sesión para continuar.
Conectarse

Recuperar mi contraseña

Últimos temas
» witches of own
"Fifty Shades Of Jonas" (Joe&Tu) [Primer Libro] [Terminado] - Página 15 EmptyVie 14 Jun 2024, 5:02 am por indigo.

» becauseiloveyou
"Fifty Shades Of Jonas" (Joe&Tu) [Primer Libro] [Terminado] - Página 15 EmptyJue 13 Jun 2024, 8:29 am por MickyEche

» pink + white
"Fifty Shades Of Jonas" (Joe&Tu) [Primer Libro] [Terminado] - Página 15 EmptyMiér 12 Jun 2024, 5:09 am por indigo.

» air nation
"Fifty Shades Of Jonas" (Joe&Tu) [Primer Libro] [Terminado] - Página 15 EmptyLun 10 Jun 2024, 8:24 pm por hange.

» Live In Orange
"Fifty Shades Of Jonas" (Joe&Tu) [Primer Libro] [Terminado] - Página 15 EmptyLun 10 Jun 2024, 12:30 pm por ~Susie ∞Wallflower∞

» Our colors are grey and blue
"Fifty Shades Of Jonas" (Joe&Tu) [Primer Libro] [Terminado] - Página 15 EmptyLun 10 Jun 2024, 12:15 am por Jaeger.

» memories
"Fifty Shades Of Jonas" (Joe&Tu) [Primer Libro] [Terminado] - Página 15 EmptyDom 09 Jun 2024, 10:00 pm por hange.

» dancing in the moonlight
"Fifty Shades Of Jonas" (Joe&Tu) [Primer Libro] [Terminado] - Página 15 EmptyDom 09 Jun 2024, 7:34 pm por Jaeger.

» trainwreck
"Fifty Shades Of Jonas" (Joe&Tu) [Primer Libro] [Terminado] - Página 15 EmptySáb 08 Jun 2024, 5:25 pm por Jaeger.

novedades

00 . 01 Anuncios del mes febrero.
00 . 02 Actualización del PROTOCOLO, nueva medida obligatoria de avatares.
00 . 03 Remodelación del foro febrero del 2017.
00 . 00 Lorem ipsum dolor sit amet, consectetur adipiscing elit.
administradora
Rumplestiltskin. ϟ Jenn.
miembros del staff
Beta readers
ϟ hypatia.
aka Kate.
MP ϟ Ver perfil.
ϟ dépayser
aka Lea.
MP ϟ Ver perfil.
ϟ youngjae
aka .
MP ϟ Ver perfil.
ϟ Stark.
aka Cande.
MP ϟ Ver perfil.
Equipo de Baneo
ϟ Ariel.
aka Dani.
MP ϟ Ver perfil.
ϟ ceonella.
aka Cami.
MP ϟ Ver perfil.
Equipo de Ayuda
ϟ Ritza.
aka Ems.
MP ϟ Ver perfil.
ϟ Charlie.
aka idk.
MP ϟ Ver perfil.
Equipo de Limpieza
ϟ Legendary.
aka Steph.
MP ϟ Ver perfil.
ϟ chihiro
aka Zoe.
MP ϟ Ver perfil.
ϟ Kurisu
aka Teph.
MP ϟ Ver perfil.
ϟ Calore
aka idk.
MP ϟ Ver perfil.
Equipo de Eventos
ϟ ego.
aka Kalgh/Charlie.
MP ϟ Ver perfil.
ϟ Asclepio.
aka Gina.
MP ϟ Ver perfil.
ϟ mieczyslaw
aka Alec.
MP ϟ Ver perfil.
Equipo de Tutoriales
ϟ Kida.
aka Ally.
MP ϟ Ver perfil.
ϟ Spencer.
aka Angy.
MP ϟ Ver perfil.
Equipo de Diseño
ϟ bxmbshell.
aka Mile.
MP ϟ Ver perfil.
ϟ yoongi.
aka Valu.
MP ϟ Ver perfil.
créditos.
Skin hecho por Hardrock de Captain Knows Best. Personalización del skin por Insxne.

Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.

"Fifty Shades Of Jonas" (Joe&Tu) [Primer Libro] [Terminado]

Página 15 de 16. Precedente  1 ... 9 ... 14, 15, 16  Siguiente

Ver el tema anterior Ver el tema siguiente Ir abajo

"Fifty Shades Of Jonas" (Joe&Tu) [Primer Libro] [Terminado] - Página 15 Empty Re: "Fifty Shades Of Jonas" (Joe&Tu) [Primer Libro] [Terminado]

Mensaje por aranzhitha Sáb 15 Sep 2012, 3:44 pm

siguelaa!!! Sube un maraton!!
aranzhitha
aranzhitha


Volver arriba Ir abajo

"Fifty Shades Of Jonas" (Joe&Tu) [Primer Libro] [Terminado] - Página 15 Empty Re: "Fifty Shades Of Jonas" (Joe&Tu) [Primer Libro] [Terminado]

Mensaje por chelis Sáb 15 Sep 2012, 8:44 pm

PORFIISS
chelis
chelis


http://www.twitter.com/chelis960

Volver arriba Ir abajo

"Fifty Shades Of Jonas" (Joe&Tu) [Primer Libro] [Terminado] - Página 15 Empty Re: "Fifty Shades Of Jonas" (Joe&Tu) [Primer Libro] [Terminado]

Mensaje por aranzhitha Dom 16 Sep 2012, 11:22 am

siguela!!!!
aranzhitha
aranzhitha


Volver arriba Ir abajo

"Fifty Shades Of Jonas" (Joe&Tu) [Primer Libro] [Terminado] - Página 15 Empty Re: "Fifty Shades Of Jonas" (Joe&Tu) [Primer Libro] [Terminado]

Mensaje por andreita Dom 16 Sep 2012, 1:15 pm

dodne esatas?
andreita
andreita


Volver arriba Ir abajo

"Fifty Shades Of Jonas" (Joe&Tu) [Primer Libro] [Terminado] - Página 15 Empty Re: "Fifty Shades Of Jonas" (Joe&Tu) [Primer Libro] [Terminado]

Mensaje por Karely Jonatika Dom 16 Sep 2012, 5:43 pm

¡AQUI! xD

Lo siento. La escuela, la escuela... se que algunas diran que siempre doy ese pretexto pero es verdad. Pero bueno, paso para avisarles que subire maratón, y como son 3 capítulos, el primer libro se acaba:(

Pero continuare con el segundo y espero verlas presentes en el tambien:) Al acabar este subire la sinopsis y abrire el otro tema y les dejo la dirección por acá.

Las quiero. Un beso. Ciao♥

Kary
Karely Jonatika
Karely Jonatika


Volver arriba Ir abajo

"Fifty Shades Of Jonas" (Joe&Tu) [Primer Libro] [Terminado] - Página 15 Empty Re: "Fifty Shades Of Jonas" (Joe&Tu) [Primer Libro] [Terminado]

Mensaje por aranzhitha Dom 16 Sep 2012, 5:49 pm

ok, esperamos el maratón y por supuesto que me paso por el otro libro :)
aranzhitha
aranzhitha


Volver arriba Ir abajo

"Fifty Shades Of Jonas" (Joe&Tu) [Primer Libro] [Terminado] - Página 15 Empty Re: "Fifty Shades Of Jonas" (Joe&Tu) [Primer Libro] [Terminado]

Mensaje por -Lizz- Dom 16 Sep 2012, 5:50 pm

Adfgsahj, apareciste mujer! Ya te andaba buscando por cielo, mar & tierra! xd

Ok, Ok... Te veré en el otro tema! (:
& el maratón será hoy? :33

(: Subee!
-Lizz-
-Lizz-


https://www.facebook.com/?ref=home#!/

Volver arriba Ir abajo

"Fifty Shades Of Jonas" (Joe&Tu) [Primer Libro] [Terminado] - Página 15 Empty Re: "Fifty Shades Of Jonas" (Joe&Tu) [Primer Libro] [Terminado]

Mensaje por MaleeJonas Dom 16 Sep 2012, 5:52 pm

Nooooooooooo ya tan rapido se acaba el primer libro (como pasa el tiempo de rapido).. NTP tomate tu tiempo, te entiendo la escuela absorbe totalmente el tiempo.. Por supuesto que me veras en el siguiente libro, esta nove cada vez me encanta mas LA ADORO.. Ya quiero leer el maraton.. SIGUELAAAA
MaleeJonas
MaleeJonas


Volver arriba Ir abajo

"Fifty Shades Of Jonas" (Joe&Tu) [Primer Libro] [Terminado] - Página 15 Empty Re: "Fifty Shades Of Jonas" (Joe&Tu) [Primer Libro] [Terminado]

Mensaje por chelis Dom 16 Sep 2012, 6:58 pm

ESPERANDOOO EL MAAARAATTTOONN
chelis
chelis


http://www.twitter.com/chelis960

Volver arriba Ir abajo

"Fifty Shades Of Jonas" (Joe&Tu) [Primer Libro] [Terminado] - Página 15 Empty Re: "Fifty Shades Of Jonas" (Joe&Tu) [Primer Libro] [Terminado]

Mensaje por aranzhitha Dom 16 Sep 2012, 8:38 pm

siguela!!!!!!!
aranzhitha
aranzhitha


Volver arriba Ir abajo

"Fifty Shades Of Jonas" (Joe&Tu) [Primer Libro] [Terminado] - Página 15 Empty Re: "Fifty Shades Of Jonas" (Joe&Tu) [Primer Libro] [Terminado]

Mensaje por Karely Jonatika Lun 17 Sep 2012, 4:42 am

[CAPITULO 24]


Joseph está en una jaula con barrotes de acero. Usa sus pantalones rasgados, su pecho y sus pies están desnudos y está mirándome fijamente. Su sonrisa de broma privada está dibujada en su hermoso rostro y sus ojos son de un ámbar fundido. En sus manos sostiene un tazón de fresas. Deambula con gracia atlética hacia la parte delantera de la jaula, mirándome fijamente. Sosteniendo una fresa madura y extiende su mano a través de los barrotes.

―Come ―dice, su lengua acariciando el frente de su paladar mientras enuncia la “e”.

Trato de avanzar hacia él, pero estoy atada, retenida por una fuerza invisible alrededor de mi muñeca. Déjame ir.

―Ven, come ―dice, sonriendo con su deliciosa sonrisa torcida.

Tiro y tiro… ¡déjame ir! Quiero gritar y dar alaridos, pero ningún sonido emerge. Estoy muda. Se estira un poco más y la fresa está en mis labios.

―Come, ____. ―Su boca forma mi nombre, deteniéndose sensualmente en cada sílaba.

Abro mi boca y muerdo, la jaula desaparece y mis manos están libres. Levanto mi mano para tocarlo, para pasear mis dedos por el vello en su pecho.

―____.

No. Gimo.

―Vamos, nena.

No. Quiero tocarte.

―Despierta.

No. Por favor. Mis ojos se abren involuntariamente por una fracción de segundo. Estoy en la cama y alguien está acariciando mi oído.

―Despierta, nena ―susurra y el efecto de su dulce voz se desliza como caramelo caliente fundido a través de mis venas.

Es Joseph. Por Dios, todavía está oscuro y las imágenes de él en mi sueño persisten, desconcertando y tentando en mi cabeza.

―Oh… no ―gimo. Quiero volver a su pecho, volver a mi sueño. ¿Por qué me despierta? Estamos a mitad de la noche o al menos, así se siente. Mierda. Quiere sexo… ¿ahora?
―Es hora de levantarse, cariño. Voy a encender la luz lateral. ―Su voz es tranquila.
―No ―gimo.
―Quiero ver el amanecer contigo ―dice él, besando mi rostro, mis párpados, la punta de mi nariz, mi boca y abro mis ojos. La luz lateral está encendida―. Buenos días, bella ―murmura.

Gimo y él sonríe.

―No eres una persona a la que le guste la mañana ―murmura.

A través de la bruma de la luz, entrecierro los ojos y veo a Joseph inclinado sobre mí, sonriendo. Divertido. Divertido por mí. ¡Vestido! De negro.

―Pensé que querías sexo ―murmuro.
―____, siempre quiero sexo contigo. Es reconfortante saber que sientes lo mismo ―dice secamente.

Lo miro mientras mis ojos se acostumbran a la luz, pero todavía se ve divertido… gracias a Dios.

―Por supuesto que sí, pero no cuando es demasiado tarde.
―No es tarde, es temprano. Vamos, a levantarse. Vamos a salir. Tomaré un vale en cuanto al sexo.
―Estaba teniendo un sueño tan bonito ―me quejo.
―¿Un sueño? ¿Acerca de qué? ―pregunta pacientemente.
―De ti. ―Me sonrojo.
―¿Qué estaba haciendo esta vez?
―Tratando de darme a comer fresas.

Sus labios se levantan con el rastro de una sonrisa.

―El Dr. Flynn podría tener un día de campo con eso. Levántate, vístete. No te molestes en tomar una ducha, no podemos demorarnos tanto.

¡Nosotros!

Me incorporo y las sábanas se acumulan en mi cintura, dejando al descubierto mi cuerpo. Él se pone de pie para darme espacio, sus ojos oscuros.

―¿Qué hora es?
―Cinco y media de la mañana.
―Se siente como si fueran las tres de la mañana.
―No tenemos mucho tiempo. Te deje dormir lo máximo posible. Ven.
―¿No puedo tomar una ducha?

Suspira.

―Si tomas una ducha, querré una contigo y ambos sabemos lo que ocurrirá a continuación, el día simplemente se irá. Ven.

Está entusiasmado. Como un niño pequeño, está brillando por la anticipación y el entusiasmo. Eso me hace sonreír.

―¿Qué vamos a hacer?
―Es una sorpresa. Te lo dije.

No puedo evitar sonreírle.

―Está bien. ―Gateo fuera de la cama y busco mi ropa. Por supuesto, está cuidadosamente doblada sobre la silla junto a la cama. Él también ha dispuesto uno de sus calzoncillos bóxer cortos: Ralph Lauren, nada menos. Me los pongo rápidamente y me sonríe. Mmm, otra pieza de la ropa interior de Joseph Jonas, un trofeo para añadir a mi colección, junto con el automóvil, la BlackBerry, el Mac, su chaqueta negra y un conjunto de viejas primeras ediciones valiosas. Niego con la cabeza ante su generosidad y frunzo el ceño mientras una escena de Tess cruza mi mente: la escena de la fresa. Eso evoca mi sueño. Al diablo con el Dr. Flynn, Freud tendría un día de campo y entonces, probablemente fallecería tratando de lidiar con mi Cincuenta Sombras.
―Te daré algo de espacio ahora que estás levantada. ―Joseph sale hacia la sala de estar y entro en el baño. Tengo necesidades que atender y quiero un lavado rápido. Siete minutos más tarde, estoy en la sala de estar, aseada, cepillada y vestida con pantalones, mi camiseta y la ropa interior de Joseph Jonas. Joseph levanta la mirada desde la pequeña mesa de comedor donde está desayunando. ¡Desayuno! Dios, a esta hora―. Come ―dice.

Dios mío… mi sueño. Me quedo boquiabierta, pensando en su lengua en su paladar. Mmm, su lengua experta.

―____ ―dice con firmeza, sacándome de mi ensoñación.

Realmente es demasiado temprano para mí. ¿Cómo manejo esta situación?

―Tomaré un poco de té. ¿Puedo tomar un croissant para más tarde?

Me mira con desconfianza y sonrío dulcemente.

―No arruines mi buen estado de humor, ____ ―me advierte en voz baja.
―Comeré más tarde, cuando mi estómago haya despertado. Más o menos a las siete y media de la mañana… ¿de acuerdo?
―Está bien. ―Me mira fijamente.

Honestamente. Tengo que concentrarme mucho en no hacerle una mueca.

―Quiero poner mis ojos en blanco hacia ti.
―Claro que sí, hazlo y lo disfrutaré ―dice con severidad.

Miro hacia el techo.

―Bueno, unas nalgadas me despertarían, supongo. ―Frunzo mis labios en silenciosa contemplación.

La boca de Joseph se abre de golpe.

―Por otro lado, no quiero que estés todo caliente e incómodo, el clima aquí es lo suficientemente caliente. ―Me encojo de hombros con indiferencia.

Joseph cierra su boca y se esfuerza bastante por lucir disgustado, pero falla completamente. Puedo ver el humor acechando en el fondo de sus ojos.

―Usted es, como siempre, un desafío, señorita Steele. Beba su té.

Me doy cuenta de la etiqueta de Twinings y en el interior, mi corazón canta. Ves, le importas, mi subconsciente me vocaliza. Me siento frente a él, bebiendo de su belleza. ¿Alguna vez tendré suficiente de este hombre?

Mientras salimos de la habitación, Joseph me lanza una sudadera.

―Necesitarás esto.

Lo miro, extrañada.

―Confía en mí. ―Él sonríe, se inclina y me besa en los labios de forma rápida. Luego, toma mi mano y nos dirigimos hacia afuera.

Afuera, en el frío relativo de la penumbra antes del amanecer, el encargado de estacionar los automóviles le entrega a Joseph un juego de llaves de un automóvil deportivo con una capota de lona. Levanto una ceja hacia Joseph, quien me sonríe en respuesta.

―Sabes, a veces es genial ser yo ―dice con una sonrisa conspiradora pero petulante que simplemente no puedo evitar imitar. Es tan adorable cuando está alegre y sin preocupaciones. Me abre la puerta del automóvil con una exagerada reverencia y me subo. Él está de un muy buen humor.
―¿A dónde vamos?
―Ya lo verás. ―Sonríe mientras enciende el automóvil y nos dirigimos hacia Savannah Parkway. Programa el GPS, presiona un interruptor en el volante y una pieza de orquesta clásica llena el automóvil.
―¿Qué es esto? ―pregunto mientras el dulce, dulce sonido de un centenar de cuerdas de un violín nos asalta.
―Es de La Travíata. Una ópera de Verdi.

Oh, mi… es preciosa.

―¿La Travíata? He oído de eso. No puedo pensar en dónde. ¿Qué significa?

Joseph me mira y sonríe.

―Bueno, literalmente, la mujer extraviada. Está basado en el libro de Alexander Dumas, La Dama de las Camelias.
―Ah. Lo he leído.
―Pensé que podrías haberlo hecho.
―La cortesana condenada. ―Me retuerzo incómodamente en el lujoso asiento de cuero. ¿Está tratando de decirme algo?―. Hmm, es una historia deprimente ―murmuro.
―¿Demasiado deprimente? ¿Quieres elegir un poco de música? Está en mi iPod. ―Joseph tiene de nuevo esa sonrisa secreta.

No puedo ver su iPod en ningún lado. Él le da un golpecito a la pantalla de la consola entre nosotros y manteniéndola presionada, aparece una lista de reproducción.

―Tú elige. ―Sus labios tiemblan con una sonrisa y sé que eso es un desafío.

El iPod de Joseph Jonas, esto debe ser interesante. Desplazo la pantalla táctil y encuentro la canción perfecta. Presiono play. Nunca lo hubiera tomado por un fan de Britney. La mezcla techno nos embiste y Joseph baja el volumen. Tal vez es demasiado temprano para esta Britney en su etapa más sensual.

―Toxic, ¿eh? ―sonríe Joseph.
―No sé a qué te refieres. ―Finjo inocencia.

Él baja el volumen de la música un poco más y por dentro, me abrazo a mí misma. Mi diosa interior está en pie esperando su medalla de oro. Él bajó el volumen a la música. ¡Victoria!

―No puse esa canción en mi iPod ―dice casualmente y pone su pie en el suelo, por lo que estoy apoyada en mi asiento cuando el coche acelera por la autopista.

¿Qué? Él sabe lo que está haciendo, bastardo. ¿Quién lo hizo? Y tengo que seguir escuchando a Britney. ¿Quién… quién?

La canción termina y el iPod cambia a una canción triste de Damien Rice. ¿Quién? ¿Quién? Miro por la ventana con el estómago revuelto. ¿Quién?

―Fue Leila ―responde a mis pensamientos. ¿Cómo hace eso?
―¿Leila?
―Una ex, fue ella quien puso la canción en mi iPod.

Damien canta en el fondo cuando quedo aturdida. Una ex… ¿ex-sumisa? Una ex…

―¿Una de las quince? ―pregunto.
―Sí.
―¿Qué ocurrió con ella?
―Terminamos.
―¿Por qué?

Oh, por Dios. Es demasiado temprano para este tipo de conversación. Pero él parece relajado, incluso feliz y lo que es más, hablador.

―Ella quería más. ―Su voz es baja, incluso introspectiva y deja la frase colgando entre nosotros, terminándola de nuevo con esa pequeña pero poderosa palabra.
―¿Y no lo hiciste? ―pregunto antes de que pueda emplear mi cerebro como filtro para mi boca. Mierda, ¿qué quiero saber?

Sacude su cabeza.

―Nunca he querido más, hasta que te conocí.

Jadeo, estremeciéndome. Oh Dios. ¿No es esto lo que quería? Él quiere más. ¡También quiero más! Mi diosa interior ha salido del podio y está haciendo volteretas alrededor del estadio. No soy sólo yo.

―¿Qué sucedió con las otras catorce? ―pregunto.

Dios, él está hablando… toma ventaja.

―¿Quieres una lista? ¿Divorciada, decapitada, muerta?
―No eres Enrique VIII.
―De acuerdo. Sin ningún orden en particular, sólo he tenido relaciones a largo plazo con cuatro mujeres, con excepción de Elena.
―¿Elena?
―La señora Robinson para ti. ―Él medio sonríe a su broma privada.

¡Elena! Mierda. La malvada tiene un nombre y es sonoramente extranjero. Una visión de una vampiresa pálida con cabello negro y labios rojos como el rubí viene a mi mente y sé que ella es hermosa. No debo insistir. No debo insistir.

―¿Qué paso con la cuarta? ―pregunto para distraerme.
―Demasiado curiosa, demasiado ansiosa por obtener información, señorita Steele ―me regaña en broma.
―Oh, señor cuándo-es-tu-periodo-menstrual.
―____, un hombre necesita saber esas cosas.
―¿En serio?
―Yo sí.
―¿Por qué?
―Porque no quiero que quedes embarazada.
―¡Ni yo tampoco! Bueno, no por unos cuantos años.

Joseph parpadea alarmado, luego se relaja visiblemente. Bien. Joseph no quiere niños. ¿Ahora o nunca? Me estoy recuperando de su ataque de franqueza súbito y sin precedentes. ¿A lo mejor es muy temprano? ¿Algo en el agua de Georgia? ¿El aire de Georgia? ¿Qué más quiero saber? Carpe Diem (Aprovecha el día).

―Y las otras cuatro, ¿qué ocurrió? ―pregunto.
―Una conoció a alguien más. Las otras tres querían… más. Yo no estaba en el mercado para entonces.
―¿Y las otras? ―presiono.

Él me mira brevemente y sólo sacude la cabeza.

―No funciono.

Vaya, un balde con información por procesar. Miro el espejo lateral del auto y noto la suave oleada de rosa y aguamarina en el cielo detrás. El amanecer está siguiéndonos.

―¿A dónde nos dirigimos? ―pregunto, perpleja mirando la I-95. Nos estamos dirigiendo al sur, eso es todo lo que sé.
―A un campo de aterrizaje.
―No vamos a regresar a Seattle, ¿verdad? ―Jadeo, alarmada. No me he despedido de mi madre. Dios, ella nos está esperando para cenar.

Él se ríe.

―No, ____, vamos a disfrutar de mi segundo pasatiempo favorito.
―¿Segundo? ―Frunzo el ceño hacia él.
―Sip. Te dije mi favorito esta mañana.

Miro su glorioso perfil, frunciendo el ceño, torturando mi cerebro.

―Disfrutar de ti, señorita Steele, eso ha llegado a ser el número uno de mi lista. Cualquier forma en la que pueda tenerte.

Oh.

―Bueno, eso también está en lo alto de mi lista de prioridades pervertidas ―murmuro, sonrojándome.
―Me alegra escucharlo ―murmura secamente.
―Así que ¿campo de aterrizaje?

Él me sonríe.

―Vuelo.

El término es familiar. Él lo había mencionado antes.

―Vamos a perseguir el amanecer, ____. ―Se da vuelta y me sonríe cuando el GPS le insta a girar a la derecha, hacia lo que se ve como un complejo industrial. Se detiene afuera de un gran edificio blanco con una señal que dice Asociación de Vuelo de Brunswick.

¡Vuelo sin motor! ¿Vamos a hacer vuelo sin motor?

Él apaga el coche.

―¿Estás lista para esto? ―pregunta.
―¿Vamos a volar?
―Sí.
―¡Sí, por favor! ―No lo dudo. Él sonríe, se inclina y me besa.
―Otra primera vez, señorita Steele ―dice mientras sale del coche.

¿Primera vez? ¿Qué clase de primera vez? La primera vez volando un avión sin motor… ¡Mierda! No, él dijo que lo había hecho antes. Me relajo. Él camina alrededor y abre mi puerta. El cielo se ha tornado de un sutil ópalo, brillando y llameando suavemente detrás de las nubes esporádicas. El amanecer está sobre nosotros.

Tomando mi mano, Joseph me lleva alrededor del edificio hacia un gran tramo de asfalto en donde varios aviones están estacionados. Esperando al lado de ellos hay un hombre con la cabeza afeitada y una mirada salvaje en sus ojos, acompañado por Taylor.

¡Taylor! ¿Va Joseph a algún lado sin ese hombre? Le sonrío con alegría y él me sonríe amablemente.

―Señor Jonas, este es su piloto de remolque, el señor Mark Benson ―dice Taylor. Joseph y Benson se dan la mano y entablan una conversación, la cual suena muy técnica, sobre la velocidad del viento, direcciones y demás.
―Hola, Taylor ―murmuro tímidamente.
―Señorita Steele. ―Él asiente a manera de saludo y yo frunzo el ceño―. ____ ―se corrige a sí mismo―. Ha sido un infierno sobre ruedas los últimos días. Me agrada que estemos aquí ―dice con complicidad. Oh, es una buena noticia. ¿Por qué? ¡Seguramente no es por mí! ¡Un jueves de revelación! Debe ser algo en el agua de Savannah que hace que estos hombres se aflojen un poco.
―____ ―me llama Joseph―. Ven. ―Extiende su mano.
―Nos vemos más tarde. ―Sonrío a Taylor y dándome un rápido saludo, se dirige de regreso hacia el estacionamiento.
―Señor Benson, esta es mi novia, ____ Steele.
―Encantada de conocerlo ―murmuro mientras nos damos la mano.

Benson me da una sonrisa deslumbrante.

―Lo mismo digo ―dice él y puedo decir por su acento que es británico.

Cuando tomo la mano de Joseph, hay un creciente entusiasmo en mi vientre. ¡Guau… vuelo sin motor! Seguimos a Mark Benson a través de la pista, hacia la pista de aterrizaje. Él y Joseph siguen manteniendo una conversación. Capto lo esencial. Estaremos en un Blanik L-23, que aparentemente es mejor que el L-13, aunque eso está abierto a debate. Benson estará volando un Piper Pawnee. Él ha estado volando rastreros de cola durante ya cinco años. Nada de eso significa algo para mí, pero al mirar a Joseph está tan animado, tan en su elemento, que es un placer observarlo.

El avión en sí es largo, elegante y blanco con franjas naranjas. Tiene una pequeña cabina con dos asientos, uno frente al otro. Está sujeto por medio de un largo cable blanco a un pequeño avión convencional de una sola hélice. Benson abre la enorme y clara cúpula de plexiglás que enmarca la cabina, permitiéndonos abordar.

―Primero, necesitamos asegurar las correas de su paracaídas.

¡Paracaídas!

―Yo haré eso ―lo interrumpe Joseph y toma el arnés de las manos de Benson, quien le sonríe de forma amena.
―Traeré el lastre ―dice Benson y se dirige al avión.
―Te gusta amarrarme en distintas cosas ―observo secamente.
―Señorita Steele, no tienes idea. Aquí, entra en tus correas.

Hago lo que me dice, colocando mi brazo sobre su hombro. Joseph se envara ligeramente pero no se mueve. Una vez que mis pies están en los lazos, él levanta el paracaídas y pasó mis brazos a través de las correas de los hombros. Hábilmente, sujeta el arnés y tensa las correas.

―Ahí, eso es suficiente ―dice suavemente, pero sus ojos están brillando―. ¿Tienes tu liga para el cabello de ayer?

Asiento.

―¿Quieres que me lo sujete?
―Sí.

Rápidamente hago lo que me pidió.

―Ahora, adentro ―ordena Joseph. Sigue siendo tan mandón. Voy a subirme al asiento de atrás.
―No, adelante. Los pilotos se sientan atrás.
―Pero no serás capaz de ver.
―Veré un montón ―dice sonriendo.

No creo haberlo visto nunca tan feliz, mandón, pero feliz. Me subo, instalándome en el asiento de cuero. Es sorprendentemente cómodo. Joseph se inclina sobre mí, coloca el arnés sobre mis hombros, pone su mano entre mis piernas para encontrar el cinturón inferior y lo introduce en la ranura que se encuentra contra mi vientre. Ajusta todas las correas restantes.

―Hmm, dos veces en una mañana, soy un hombre con suerte ―susurra y me besa rápidamente―. Esto no tomará demasiado: veinte, treinta minutos como máximo. Las temperaturas no son geniales a este momento de la mañana, pero la vista es impresionante a esta hora. Espero que no estés nerviosa.
―Emocionada. ―Sonrío.

¿De dónde salió esta ridícula sonrisa? En realidad, parte de mí está aterrada. Mi diosa interna… está bajo una manta detrás del sofá.

―Bien. ―Él sonríe en respuesta, acariciando mi rostro, luego desaparece de mi vista.

Lo escucho y lo siento moverse mientras se sube detrás de mí. Por supuesto, él me ha amarrado tan firmemente que no puedo girarme para verlo… ¡típico! Estamos muy abajo en el suelo. Frente a mí hay un panel de diales, interruptores y una gran palanca. Dejo todas las cosas como están.

Mark Benson aparece con una alegre sonrisa mientras revisa mis correas y se inclina y comprueba el piso de la cabina. Creo que es el lastre.

―Sí, es seguro. ¿Primera vez? ―me pregunta.
―Sí.
―Te encantará.
―Gracias, señor Benson.
―Llámame Mark. ―Se gira hacia Joseph―. ¿Bien?
―Sí. Vamos.

Estoy tan contenta de no haber comido nada. Estoy más que emocionada y no creo que mi estómago hubiera estado preparado para el juego de la comida, la emoción y el dejar el suelo. Una vez más me estoy poniendo en las hermosas y habilidosas manos de este hombre. Mark cierra la cúpula de la cabina, avanza hacia el avión de enfrente y se sube.

La hélice solitaria del Piper se mueve y mi estómago nervioso se presiona en mi garganta. Jesús… realmente estoy haciendo esto. Mark avanza lentamente por la pista y cuando el cable se tensa, nos sacudimos repentinamente hacia adelante. Despegamos. Oigo charla en el aparato de radio detrás de mí. Creo que es Mark hablando con la torre… pero no puedo entender lo que está diciendo. A medida que el Piper agarra velocidad, también lo hacemos nosotros. Es bastante desigual y frente a nosotros, el avión de una sola hélice todavía está en el suelo. Jesús, ¿alguna vez nos elevaremos? Y de repente, mi estómago desaparece de mi garganta y desciende en caída libre a través de mi cuerpo hasta el suelo… estamos en el aire.

―¡Aquí vamos, nena! ―grita Joseph detrás de mí. Y estamos en nuestra propia burbuja, sólo los dos. Todo lo que oigo es el sonido del viento que se rasga a medida que avanzamos y el zumbido distante del motor del Piper.

Estoy agarrando el borde de mi asiento con ambas manos, tan fuerte que mis nudillos están blancos. Nos dirigimos al oeste, tierra adentro, lejos de la salida del sol, ganando altura, cruzando campos, bosques, casas y la I-95. Oh Dios mío. Esto es maravilloso, sobre nosotros sólo hay cielo. La luz es extraordinaria, difusa y de tono cálido y recuerdo a José divagando sobre la “hora mágica”, un momento del día que los fotógrafos adoran: este es… justo después del amanecer y estoy en él, con Joseph.

Abruptamente, recuerdo la exposición de José. Mmm. Necesito decirle a Joseph. Me pregunto brevemente cómo reaccionará. Pero no me preocupo por eso, no ahora, estoy disfrutando el paseo. Mis oídos se destapan mientras ganamos altura y el suelo se desliza más y más lejos. Es tan pacifico. Entiendo completamente por qué le gusta estar aquí arriba. Lejos de su BlackBerry y todas las presiones de su trabajo.

La radio crepita a la vida y Mark menciona 915 metros. Jesús, eso suena alto. Miro el suelo y ya no puedo distinguir claramente nada ahí abajo.

―Suelta ―dice Joseph a la radio y, repentinamente, el Piper desaparece y la sensación de arrastre proveída por el avión desaparece. Estamos flotando, flotando sobre Georgia.

Mierda Santa, esto es emocionante. El avión se inclina y se gira mientras las alas caen y luego vamos en espiral hacia el sol. Ícaro. Esto es. Estoy volando cerca del sol, pero él está conmigo, guiándome. Jadeo al darme cuenta. Giramos y giramos en espiral y la vista en esta luz matutina es espectacular.

―¡Agárrate fuerte! ―grita él y nos hundimos otra vez… sólo que esta vez no se detiene. Repentinamente, estoy de cabeza, mirando el suelo a través de la parte superior de la cúpula de la cabina.

Chillo ruidosamente, mis brazos automáticamente se elevan, mis manos extendidas sobre el plexiglás para detener mi caída. Puedo oírlo reír. ¡Bastardo! Pero su alegría es contagiosa y me estoy riendo también cuando endereza el avión.

―¡Me alegro de no haber desayunado! ―le grito.
―Sí, en retrospectiva, es mejor que no lo hayas hecho, porque voy a hacer eso de nuevo.

Inclina el avión una vez más hasta que estamos de cabeza. Esta vez, porque estoy preparada, me aferro al arnés, pero me hace sonreír y reír como una tonta. Nivela el avión una vez más.

―Hermoso, ¿verdad? ―pregunta.
―Sí.

Volamos, planeando majestuosamente por el aire, escuchando el viento y el silencio en la temprana luz de la mañana. ¿Quién podría pedir más?

―¿Ves la palanca frente a ti? ―grita otra vez.

Miro la palanca que se está moviendo ligeramente entre mis piernas. Oh, no, ¿a dónde quiere ir con esto?

―Agárrala.

Oh mierda. Va a hacerme volar el avión. ¡No!

―Vamos, ____. Agárrala ―me urge con más vehemencia.

Tentativamente, la agarro y siento la inclinación y orientación de lo que asumo son los timones y remos o lo que sea que mantenga esta cosa en el aire.

―Agárrate fuerte… mantenlo estable. ¿Ves la línea media en frente? Mantén la aguja en el punto muerto del centro.

Mi corazón está en mi boca. Mierda santa. Estoy volando un planeador… me estoy alzando.

―Buena chica. ―Joseph suena encantado.
―Estoy sorprendida de que me dejaras tomar el control ―le grito.
―Estarías sorprendida de lo que te dejaría hacer, señorita Steele. Ahora sigo yo.

Siento la palanca moverse repentinamente y la dejo ir mientras descendemos en espiral varios metros, mis oídos se destapan otra vez. El suelo está cada vez más cerca y se siente como si lo fuéramos a chocar en breve. Jesús, eso es aterrador.

―BMA, este es BG N Papa 3 Alfa, entrando en la pista izquierda a favor del viento, BMA. ―Joseph suena con su autoridad de costumbre. La torre le responde en la radio, pero no entiendo lo que dicen. Planeamos de nuevo en un amplio círculo, hundiéndonos lentamente hacia el piso. Puedo ver el aeropuerto, las pistas de aterrizaje y otra vez estamos volando sobre la I-95―. Agárrate, nena. Esto puede implicar unos cuantos saltos.

Después de otro círculo nos hundimos y repentinamente, estamos en el suelo con un breve golpe, corriendo a lo largo de la hierba… mierda santa. Mis dientes chocan a medida que avanzamos a una velocidad alarmante por el suelo, hasta que finalmente, nos detenemos. El avión se balancea ligeramente y luego se inclina hacia la derecha. Tomo una bocanada profunda de aire mientras Joseph se inclina y abre la tapa de la cabina, descendiendo y estirándose.

―¿Cómo estuvo? ―pregunta él y sus ojos son de un ámbar brillante y deslumbrante. Se inclina para soltarme.
―Eso fue extraordinario. Gracias ―susurro.
―¿Era más? ―pregunta, su voz teñida de esperanza.
―Mucho más ―suelto un suspiro y él ríe.
―Ven. ―Extiende su mano hacia mí y salgo de la cabina.

Tan pronto como estoy afuera, me sostiene y me levanta al nivel de su cuerpo. De repente, su mano está en mi cabello, tirando de nuevo mi cabeza hacia atrás y su otra mano se dirige hacia la base de mi columna. Me besa, largo, con fuerza y apasionadamente, su lengua en mi boca. Su respiración está en aumento, su entusiasmo… Santa vaca, su erección… estamos en un campo. Pero no me importa. Mis manos se retuercen en su cabello, agarrándome a él. Lo deseo, aquí, ahora, en el piso. Se suelta y baja su mirada hacia mí, sus ojos oscuros e iluminados bajo la luz de la mañana, llenos de cruda y arrogante sensualidad. Guau. Me quita el aliento.

―Desayuno ―susurra, haciendo que suene erótico.

¿Cómo puede hacer que tocino y huevos suenen como una fruta prohibida? Es una habilidad extraordinaria. Se gira, estrecha mi mano y nos dirigimos de nuevo al automóvil.

―¿Qué hay del planeador?
―Alguien se ocupara de eso ―dice con desdén―. Comeremos ahora. ―Su tono es inequívoco.

¡Comida! Está hablando de comida, cuando lo único que quiero es a él.

―Ven. ―Sonríe.

Nunca lo he visto así y es un placer verlo. Me encuentro caminando a su lado, tomados de la mano, con una estúpida y torpe sonrisa estampada en la cara. Me recuerda a cuando tenía diez y pasé el día en Disneylandia con Ray. Fue un día perfecto y esto se le asemeja, más o menos.

De regreso en el automóvil, mientras volvemos por la I-95 hacia Savannah, la alarma del móvil suena. O cierto… mi píldora.

―¿Qué es eso? ―pregunta Joseph, curioso, mirándome.

Hurgo en mi bolso buscando el paquete.

―La alarma para mi píldora ―murmuro, mientras mis mejillas se ruborizan.

Sus labios se levantan caprichosamente.

―Bueno, bien hecho. Odio los condones.

Me ruborizo un poco más. Es tan condescendiente como siempre.

―Me gusta que me hayas presentado ante Mark como tu novia ―murmuro.
―¿No es eso lo que eres? ―Alza una ceja.
―¿Lo soy? Pensé que querías una sumisa.
―Yo también, ____ y todavía lo hago. Pero te lo he dicho, quiero más, también.

Oh Dios. Está cambiando de opinión y la esperanza surge en mí, dejándome sin respiración.

―Estoy muy feliz de que quieras más ―susurro.
―Estamos para complacer, señorita Steele. ―Sonríe, mientras entramos a la International House of Pancakes.
―IHOP. ―Le devuelvo la sonrisa. No lo creo. Quién lo habría pensado… Joseph Jonas en IHOP.


Son las ocho y media de la mañana, pero está tranquilo en el restaurante. Huele a masa dulce, comida frita y a desinfectante. Mmm… no es un aroma atractivo. Joseph me lleva a una cabina.

―Nunca te habría imaginado aquí ―digo mientras nos sentamos en la cabina.
―Mi padre solía traernos a uno de estos cuando mi madre se iba a una conferencia médica. Era nuestro secreto. ―Me dirige una sonrisa, sus ojos ambarinos bailando, luego toma un menú, deslizando una mano por su rebelde cabello mientras baja la mirada.

Oh, quiero pasar mis manos por ese cabello. Tomo un menú y lo examino. Me doy cuenta de que estoy muriendo de hambre.

―Sé que quiero ―dice con un respiro, su voz baja ronca.

Alzo la mirada hacia él y él me está mirando de esa manera que aprieta todos los músculos en mi vientre y me deja sin aliento, sus ojos oscuros ardiendo. Mierda. Lo miro fijamente, mi sangre zumbando en mis venas respondiendo su llamado.

―Yo quiero lo que tú quieras ―susurro.

Inhala profundamente.

―¿Aquí? ―pregunta sugerente, levantando una ceja al mirarme, sonriendo con malicia, sus dientes atrapando la punta de su lengua.

Oh Dios… sexo en IHOP. Su expresión cambia, se oscurece.

―No muerdas tu labio ―ordena―. No aquí, no ahora. ―Su mirada se endurece momentáneamente y por un instante, luce deliciosamente peligroso―. Si no puedo poseerte aquí, no me tientes.
―Hola, mi nombre es Leandra. ¿Qué puedo traerles… eh… amigos… eh… hoy, esta mañan…? ―Su voz se desvanece, tropezando entre palabras mientras le da una mirada al señor Hermoso frente a mí. Se ruboriza y un poco de simpatía por su rubor se introduce en mi conciencia ya que él todavía hace que me pase lo mismo. La presencia de la chica me permite escapar brevemente de su mirada sensual.
―¿____? ―me pregunta, ignorándola y no creo que nadie pueda exprimir tanta carnalidad en mi nombre como él lo hace en este momento.

Trago, rezando para no ponerme del mismo color que la pobre Leandra.

―Te lo dije, quiero lo que tú pidas. ―Mantengo mi voz suave, baja y él me mira con deseo. Dios, mi diosa interna se desmaya. ¿Estoy en este juego?

Leandra cambia su mirada de mí hacia él de nuevo. Está prácticamente del mismo color de su brillante cabello rojo.

―¿Debería darles otro minuto para que puedan decidir?
―No. Sabemos lo que queremos. ―La boca de Joseph se contrae con una pequeña y sexy sonrisa―. Queremos dos porciones de los panqueques originales de suero de leche con jarabe de maple y tocino en un lado, dos vasos de jugo de naranja, un café negro con leche descremada y un té inglés, si lo tienen ―dice Joseph, sin quitar sus ojos de mí.
―Gracias señor. ¿Eso será todo? ―susurra Leandra, mirando a la nada en medio de nosotros. Ambos nos giramos a mirarla y ella se ruboriza de nuevo y se marcha.
―Sabes que esto no es justo. ―Bajo la mirada a la mesa de fórmica, trazando un camino con mi dedo índice, tratando de sonar indiferente.
―¿Qué no es justo?
―Como desarmas a las personas. A las mujeres. A mí.
―¿Te desarmo?

Bufo.

―Todo el tiempo.
―Es sólo apariencia, ____ ―dice levemente.
―No, Joseph, es mucho más que eso.

Su ceja se alza.

―Usted me desarma por completo, señorita Steele. Su inocencia. Supera cualquier barrera.
―¿Es por eso que has cambiado de opinión?
―¿Cambiado de opinión?
―Sí, sobre… em… ¿Nosotros?

Acaricia su barbilla, pensativo, con sus dedos largos y expertos.

―No creo que haya cambiado de parecer en sí. Sólo necesitamos redefinir nuestros parámetros, volver a dibujar nuestros límites, si lo deseas. Podemos hacer eso, estoy seguro. Te quiero sumisa en mi cuarto de juegos. Te castigaré si incumples las reglas. Aparte de eso… bueno, pienso que todo depende de discutirlo. Esas son mis peticiones, señorita Steele. ¿Qué dices a eso?
―¿Entonces podré dormir contigo? ¿En tu cama?
―¿Es lo que quieres?
―Sí.
―Concuerdo entonces. Además, duermo muy bien cuando estás en mi cama. No tenía idea. ―Su ceja se alza a medida que su voz recae.
―Temía que me dejaras si no estaba de acuerdo con todo eso ―susurro.
―No voy a ninguna parte, ____. Además… ―Se desvanecen sus palabras y luego de pensarlo un poco, añade―: Estamos siguiendo tu consejo, tu definición de compromiso. Me lo enviaste en un correo. Y hasta ahora, está funcionando para mí.
―Amo que quieras algo más ―murmuro tímidamente.
―Lo sé.
―¿Cómo lo sabes?
―Créeme. Sólo lo hago. ―Me sonríe, está escondiendo algo. ¿Qué?

En ese momento, Leandra llega con el desayuno y nuestra conversación termina. Mi estómago cruje, recordándome cuán famélica estoy. Joseph mira con molesta aprobación cuando devoro todo lo que hay en mi plato.

―¿Puedo invitarte? ―pregunto a Joseph.
―¿Invitarme cómo?
―Pagar por esta comida.

Joseph da un bufido.

―No lo creo ―se burla.
―Por favor. Quiero hacerlo.

Frunce el ceño.

―¿Estás tratando de castrarme?
―Este es probablemente el único lugar que puedo permitirme el lujo de pagar.
―____, aprecio la intención. En serio. Pero no.

Aprieto mis labios.

―No frunzas el ceño ―advierte, sus ojos brillando con irritación.



Por supuesto que no me pregunta por la dirección de mi madre. Él ya la sabe, con lo acosador que es. Cuando se estaciona fuera de la casa, no digo nada. ¿Cuál es el punto?

―¿Quieres entrar? ―pregunto tímidamente.
―Necesito trabajar, ____, pero estaré de regreso esta noche. ¿A qué hora?

Ignoro el molesto pinchazo de decepción. ¿Por qué quiero pasar cada minuto con este controlador dios del sexo? Oh sí, me he enamorado de él y puede volar.

―Gracias… por el más.
―Mi placer, ____. ―Me besa e inhalo el sexy olor de Joseph.
―Te veré luego.
―Trata de detenerme ―susurra.

Hago un gesto despidiéndome mientras se aleja hacia el sol de Georgia. Todavía estoy vistiendo su sudadera y su ropa interior y me siento abrigada.

En la cocina, mi mamá está en un completo aturdimiento. No todos los días tiene que entretener a un multimillonario y la está estresando.

―¿Cómo estás, querida? ―pregunta y me sonrojo porque debe saber lo que estaba haciendo anoche.
―Estoy bien. Joseph me llevo esta mañana a un vuelo sin motor. ―Espero que la nueva información la distraiga.
―¿Vuelo sin motor? ¿Cómo un pequeño avión sin motor? ¿Esa clase de vuelo?

Asiento.

―Oh.

Ella está sin palabras, un nuevo concepto para mi madre. Se queda mirando boquiabierta, pero eventualmente se recupera y regresa a su original línea de preguntas.

―¿Cómo estuvo anoche? ¿Hablaron?

Dios. Me sonrojo de un brillante escarlata.

―Hablamos… anoche y esta mañana. Está mejorando.
―Bien. ―Ella regresa su atención a los cuatro libros de cocina que están abiertos en la mesa de la cocina.
―Mamá… si quieres, yo cocinaré esta noche.
―Oh, cariño, eso es muy amable de tu parte, pero quiero hacerlo yo.
―Está bien. ―Hago muecas, sabiendo muy bien que la cocina de mamá es bastante de acertar o fallar. Quizás ha mejorado desde que se mudó a Savannah con Bob. Hubo un tiempo en que no le habría sugerido a nadie que ella cocinara… ni siquiera a ¿a quién odio? Oh sí, la señora Robinson, Elena. Bueno, quizás a ella sí. ¿Alguna vez conoceré a esta maldita mujer?

Decido enviar un rápido agradecimiento a Joseph.

____________________
De: ____ Steele
Asunto: Volando en lugar de adolorida
Fecha: 2 Junio 2011 10:20 EST
Para: Joseph Jonas

A veces, realmente sabes cómo hacer que una chica la pase bien.
Gracias.


_____ x

____________________
De: Joseph Jonas
Asunto: Volar v/s Adolorida
Fecha: 2 Junio 2011 10:24 EST
Para: ____ Steele

Tomaré cualquiera de esas por encima de tus ronquidos. También la pasé bien. Pero siempre lo hago cuando estoy contigo.

Joseph Jonas
Gerente General, Jonas Enterprises Holdings Inc.


____________________
De: ____ Steele
Asunto: RONQUIDOS
Fecha: 2 Junio 2011 10:26 EST
Para: Joseph Jonas.

YO NO RONCO. Y si lo hago, es muy descortés de tu parte señalarlo. No eres un caballero, señor Jonas. ¡Y tú también estás en el Profundo Sur!

_____

____________________
De: Joseph Jonas
Asunto: Somnílocua
Fecha: 2 Junio 2011 10:28 EST
Para: _____ Steele

Nunca he dicho ser un caballero, ____ y creo que te he demostrado ese punto en numerosas ocasiones. No estoy intimidado por tus MAYÚSCULAS. Pero confesaré una pequeña mentira blanca: No, no roncas, pero sí hablas y es fascinante.
¿Qué paso con mi beso?


Joseph Jonas
Canalla y Gerente General, Jonas Enterprises Holdings Inc.



Mierda. Sé que hablo cuando estoy dormida. Kate me lo ha dicho varias veces. ¿Qué demonios dije? Oh no.

____________________
De: ____ Steele
Asunto: Suelta la sopa
Fecha: 2 Junio 2011 10:32 EST
Para: Joseph Jonas

Eres un canalla y un sinvergüenza, un caballero… definitivamente no.
Así que, ¿qué dije? ¡No hay besos para ti hasta que hables!


____________________
De: Joseph Jonas
Asunto: Habladora Bella durmiente
Fecha: 2 Junio 2011 10:35 EST
Para: ____ Steele

Sería más descortés de mí parte decirlo y ya he sido castigado por eso. Pero sí te comportas, quizás te lo diga esta noche. Tengo que ir a una reunión ahora.
Nos vemos, nena.


Joseph Jonas
Gerente General, Canalla y Sinvergüenza, Jonas Enterprises Holdings Inc.



¡Cierto! Mantendré un silencio radial hasta esta noche. Estoy echando vapores. Dios. Qué tal que haya dicho en mi sueño que lo odio o aun peor, que lo amo. Oh, espero que no. No estoy lista para decirle eso y estoy segura de que él no está listo para escucharlo, si es que alguna vez quiere escucharlo. Frunzo el ceño a mi computadora y decido que todo lo que puedo hacer es cocinar: haré pan.


Mi mamá se ha decidido por sopa de gazpacho y una barbacoa con carne marinada en aceite de oliva, ajo y limón. A Joseph le gusta la carne y es fácil de hacer. Bob voluntariamente se ha ofrecido para ser el hombre de la parrilla de BBQ. ¿Qué hay sobre los hombres y el fuego? Medito mientras voy detrás de mi madre con el carrito de compras a través del supermercado.

Mientras pasamos por el gabinete de la carne, mi teléfono suena. Lucho por alcanzarlo, pensando que quizás sea Joseph. No reconozco el número.

―¿Hola? ―respondo sin aliento.
―¿____ Steele?
―Sí.
―Es Elizabeth Morgan de SIP.
―Oh… hola.
―Estoy llamándote para ofrecerte el trabajo de asistente del señor Jack Hyde. Nos gustaría que empezaras el lunes.
―Oh. Eso es grandioso. ¡Gracias!
―¿Conoces todos los detalles del salario?
―Sí. Sí… eso es, quiero decir, acepto su oferta. Me encantaría ir y trabajar para ustedes.
―Excelente. ¿Te veremos el lunes a las ocho y media de la mañana?
―Nos vemos entonces. Adiós. Y gracias.

Sonrío radiantemente a mi mamá.

―¿Tienes un trabajo?

Asiento alegremente y ella me aprieta y me abraza en medio del supermercado Publix.

―¡Felicitaciones, cariño! ¡Tenemos que comprar algo de champán! ―Ella está aplaudiendo con sus manos y saltando. ¿Ella tiene cuarenta y dos o doce años?

Miro hacia mi teléfono y frunzo el ceño, ahí hay una llamada perdida de Joseph. Él nunca me llamó. Lo llamo de regreso.

―____ ―responde inmediatamente.
―Hola ―murmuro tímidamente.
―Tengo que regresar a Seattle. Algo surgió. Estoy camino al Hilton Head ahora. Por favor, discúlpame con tu madre, no puedo ir a cenar. ―Suena muy formal.
―¿Nada serio, espero?
―Tengo una situación con la que tengo que lidiar. Te veré el viernes. Mandaré a Taylor para que te recoja del aeropuerto si no puedo ir yo. ―Suena frío. Incluso enfadado. Pero por primera vez, no pienso inmediatamente que es por mí.
―Está bien. Espero que resuelvas tu situación. Ten un buen vuelo.
―Tú también, nena. ―Él respira y con aquellas palabras, mi Joseph está de vuelta brevemente. Luego cuelga.

Oh, no. La última “situación” que tuvo fue mi virginidad. ¡Mierda! Espero que no sea nada como eso. Miro a mi mamá. Su temprano júbilo se ha metamorfoseado en preocupación.

―Es Joseph, ha tenido que regresar a Seattle. Se disculpa.
―Oh, eso es una pena, querida. Todavía podemos tener nuestra barbacoa y ahora tenemos algo que celebrar: ¡tú nuevo empleo! Tienes que contarme sobre eso.


Es tarde, mamá y yo nos tendemos a un lado de la piscina. Mi madre se relajó al punto de estar literalmente horizontal ahora que el señor Megabucks (multimillonario), no viene a la cena. Mientras me recuesto bajo el sol, procurando perder la palidez, pienso sobre ayer por la tarde y hoy en el desayuno. Pienso en Joseph y mi ridícula sonrisa se niega a desaparecer. Sigue creciendo en mi rostro, espontánea y desconcertante, mientras recuerdo varias de nuestras conversaciones y lo que hicimos… lo que él hizo.

Parece haber cambio de marea en la actitud de Joseph. Él lo niega pero… admite que está tratando por más. ¿Qué puede haber cambiado? ¿Qué puede haberlo alterado desde que mandó ese largo correo cuando lo vi ayer? ¿Qué ha hecho? Me siento de repente, casi derramando mi Dr. Pepper. Él tenía una cena con… ella. Elena.

¡Oh, mierda!

Mi cuero cabelludo pica ante la comprensión. ¿Ella le dijo algo a él? Oh… podría haber sido una mosca durante esa cena. Podría haber aterrizado en su sopa o en su vino y ahogarla.

―¿Qué es eso, ____, cariño? ―mamá me pregunta, sobresaltada de su letargo.
―Sólo estoy teniendo un momento, mamá. ¿Qué hora es?
―Alrededor de las seis y media, cariño.

Mmm… Él no habrá aterrizado aún. ¿Puedo preguntarle? ¿Debería preguntarle? O tal vez ella no tiene nada que ver con esto. Fervientemente espero eso. ¿Qué dije en mi sueño? Mierda… ¿Algún pensamiento sin control mientras soñaba con él? Lo que sea o lo que fuera, espero que la marea de cambio venga de dentro suyo y no por ella.

Me estoy sofocando en este maldito calor. Necesito otra inmersión en la piscina.



Cuando me preparo para dormir, prendo el ordenador. No he sabido nada de Joseph. Ni siquiera una palabra de que ha llegado bien.

____________________
De: ____ Steele
Asunto: ¿Llegaste bien?
Fecha: 2 Junio 2011 22:32 EST
Para: Joseph Jonas

Querido señor:
Por favor, hágame saber que llegó bien. Estoy empezando a preocuparme. Pensando en usted.


Su ____. X


Tres minutos después, escucho el sonido de mi correo.

____________________
De: Joseph Jonas
Asunto: Perdón
Fecha: 2 Junio 2011 19:36
Para: ____ Steele

Querida señorita Steele:
He llegado bien y por favor, acepte mis disculpas por no hacérselo saber. No quiero causarle ninguna preocupación, es reconfortante saber que se preocupa por mí. También estoy pensando en usted y como siempre, esperando a verla mañana.


Joseph Jonas
Gerente General, Jonas Enterprises Holdings Inc.



Suspiro, Joseph regresa a la formalidad.

____________________
De: ____ Steele
Asunto: La Situación
Fecha: 2 Junio 2011 22:40 EST
Para: Joseph Jonas

Querido señor Jonas:
Pienso que es muy evidente que me preocupo profundamente por usted. ¿Cómo puedes dudarlo? Espero que tu “situación” esté controlada.


Tu ____. X
PD: ¿Vas a decirme qué dije en mis sueños?

____________________
De: Joseph Jonas
Asunto: Me acojo a la quinta Enmienda
Fecha: 2 Junio 2011 19:45
Para: ____ Steele

Querida señorita Steele:
Me gusta mucho que se preocupe por mí. La “situación” todavía no está resuelta. En lo referente a su posdata, la respuesta es No.


Joseph Jonas
Gerente General, Jonas Enterprises Holdings Inc.


____________________
De: ____ Steele
Asunto: Súplicas insanas
Fecha: 2 Junio 2011 22:48 EST
Para: Joseph Jonas

Espero que haya sido divertido. Pero deberías saber que no puedo aceptar ninguna responsabilidad por algo que salió de mi boca cuando estaba inconsciente. De hecho, probablemente escuchaste mal. Un hombre de tu edad seguramente está un poco sordo.

____________________
De: Joseph Jonas
Asunto: Súplica culpable
Fecha: 2 Junio 2011 19:52
Para: ____ Steele

Querida señorita Steele:
Perdón, ¿podrías hablar más alto? No puedo escuchate.


Joseph Jonas
Gerente General, Jonas Enterprises Holdings Inc.


____________________
De: ____ Steele
Asunto: Súplica insana de nuevo
Fecha: 2 Junio 2011 22:54 EST
Para: Joseph Jonas

Me estás volviendo loca.

____________________
De: Joseph Jonas
Asunto: Espero que…
Fecha: 2 Junio 2011 19:59
Para: ____ Steele

Querida señorita Steele:
Exactamente eso pretendía hacer la noche del viernes. Deseando que llegue ;)


Joseph Jonas
Gerente General, Jonas Enterprises Holdings Inc.


____________________
De: ____ Steele
Asunto: Grrrr
Fecha: 2 Junio 2011 23:02 EST
Para: Joseph Jonas

Oficialmente estoy enfadada contigo.
Buenas noches.


Señorita ____ R. Steele

____________________
De: Joseph Jonas
Asunto: Gato salvaje
Fecha: 2 Junio 2011 20:05
Para: ____ Steele

¿Estás gruñéndome, señorita Steele? Yo tengo mi propio gato para gruñidos.

Joseph Jonas
Gerente General, Jonas Enterprises Holdings Inc.



¿Un gato propio? Nunca vi un gato en su departamento. No, no voy a contestarle. Ah, puede ser exasperante a veces. Cincuenta sombras de exasperación. Trepo en la cama y me encuentro mirando al techo cuando mis ojos se adaptan a la oscuridad. Escucho otro sonido de mi computadora. No voy a mirar. No, definitivamente no. No, no voy a mirar. ¡Agh! Como la idiota que soy, no puedo resistirme al señuelo de las palabras de Joseph Jonas.

____________________
De: Joseph Jonas
Asunto: Lo que dijiste en tu sueño
Fecha: 2 Junio 2011 20:20
Para: ____ Steele

____:
Preferiría escuchar las palabras que pronunciaste entre sueños cuando estés despierta, por eso no te lo diré. Ve a dormir. Necesitarás estar descansada para lo que tengo en mente para ti mañana.


Joseph Jonas
Gerente General, Jonas Enterprises Holdings Inc.



Oh, no… ¿Qué he dicho? Es tan malo como creo, estoy segura.


Karely Jonatika
Karely Jonatika


Volver arriba Ir abajo

"Fifty Shades Of Jonas" (Joe&Tu) [Primer Libro] [Terminado] - Página 15 Empty Re: "Fifty Shades Of Jonas" (Joe&Tu) [Primer Libro] [Terminado]

Mensaje por Karely Jonatika Lun 17 Sep 2012, 5:11 am

[CAPITULO 25]


Mi madre me abraza fuertemente.

―Sigue a tu corazón cariño y por favor, por favor, trata de no sobre pensar las cosas. Relájate y disfruta de ti misma. Eres tan joven, corazón. Aún tienes mucha vida por experimentar, simplemente déjalo pasar. Te mereces todo lo mejor.

Sus sinceras palabras son confortablemente susurradas en mi oído. Ella besa mi cabello.

―Oh, mamá. ―Cálidas y poco bienvenidas lágrimas pinchan mis ojos mientras me aferro a ella.
―Cariño, sabes lo que se dice. Tienes que besar un montón de sapos antes de encontrar a tu príncipe.

Le doy una agridulce sonrisa ladeada.

―Creo que ya he besado al príncipe, mamá. Sólo espero que no se trasforme en un sapo.

Ella me da su más entrañable y maternal sonrisa de amor absoluto e incondicional y me maravillo del amor que siento por esta mujer mientras nos abrazamos de nuevo.

―____... ya están llamando a tu vuelo. ―La voz de Bob es ansiosa.
―¿Me visitarás, mamá?
―Por supuesto cariño, pronto. Te amo.
―Yo también.

Sus ojos están enrojecidos, con lágrimas no derramadas mientras me suelta. Odio dejarla. Abrazo a Bob y dando media vuelta, me dirijo hacia la puerta de embarque. No tengo tiempo para la sala de primera clase hoy. Me obligo a mí misma a no mirar atrás. Pero lo hago: Bob está sosteniendo a mi mamá y las lágrimas caen por sus mejillas.

No puedo contener las mías. Agacho la cabeza y camino a la puerta, manteniendo la mirada en el brilloso piso blanco, borroso por las acuosas lágrimas.

Una vez a bordo, en la lujosa primera clase, me hundo en mi asiento e intento componerme a mí misma. Siempre es doloroso alejarme de mi mamá… ella es despistada, desorganizada, pero perspicaz y me ama. Amor incondicional… lo que todo niño se merece de sus padres. Frunzo el ceño ante mis caprichosos pensamientos y saco mi BlackBerry, mirándolo con desanimo.

¿Qué sabe Joseph sobre el amor? Él no parece haber tenido el amor incondicional que se merecía durante sus primeros años de vida. Mi corazón da un vuelco y las palabras de mi madre flotan como una brisa por mi mente: Sí, ____. Demonios. ¿Qué necesitas? ¿Una señal de neón destellando en su frente? Cree que Joseph me ama, pero entonces… ella es mi madre, por supuesto que va a creer eso. Ella cree que me merezco lo mejor de todo. Frunzo el ceño.

Es verdad y en un momento de asombrosa claridad, lo veo. Es muy simple: yo quiero su amor. Necesito que Joseph Jonas me ame. Es por eso que estoy tan reticente con respecto a nuestra relación, porque en algún nivel básico y fundamental, reconozco en mí una profunda compulsión por ser amada y querida.

Y a causa de sus cincuenta sombras, me retengo a mí misma. El BDSM es sólo una distracción del verdadero asunto. El sexo es increíble, él es adinerado, hermoso, pero todo eso no tiene sentido sin su amor y lo que en realidad me rompe el corazón, es que no sé si es capaz de amar. Ni siquiera se ama a sí mismo. Recuerdo su auto odio, el amor de ella siendo la única forma que encontró… aceptable. Castigado, azotado, golpeado o lo que fuera que su relación implicara, él se siente indigno de amor. ¿Por qué se siente así? ¿Cómo puede sentir eso? Sus palabras me persiguen: Es muy difícil crecer en una familia perfecta cuando tú no eres perfecto.

Cierro los ojos imaginando su dolor y no puedo ni siquiera comenzar a comprenderlo. Me estremezco al recordar que yo podría haber divulgado demasiado. ¿Qué he confesado a Joseph en mis sueños? ¿Qué secretos he revelado?

Miro mi BlackBerry, con la vaga esperanza de que me dará alguna respuesta. Más bien como era de esperar, no es muy comunicativo. Como aún no hemos despegado, decido enviarle un correo a mi Cincuenta Sombras.

____________________
De: ____ Steele
Asunto: Regreso a casa
Fecha: 3 Junio 2011 12:53 EST
Para: Joseph Jonas

Querido señor Jonas:
Una vez más estoy instalada en primera clase, lo que le agradezco. Estoy contando los minutos hasta verte esta noche y tal vez torturándote para sacarte la verdad de mis admisiones nocturnas.


Tu ____. X

____________________
De: Joseph Jonas
Asunto: Regreso a casa
Fecha: 3 Junio 2011 9:58
Para: ____ Steele

____, no puedo esperar a verte.

Joseph Jonas
Gerente General, Jonas Enterprises Holdings Inc.


Su respuesta me hace fruncir el ceño. Suena demasiado corto y formal, no de su conciso pero ingenioso estilo.

____________________
De: ____ Steele
Asunto: Regreso a casa
Fecha: 3 Junio 2011 13:01 EST
Para: Joseph Jonas

Queridísimo señor Jonas:
Espero que todo esté bien con la “situación”. El tono de tu correo es preocupante.


____. X

____________________
De: Joseph Jonas
Asunto: Regreso a casa
Fecha: 3 Junio 2011 10:24
Para: ____ Steele

____:
La situación podría estar mejor. ¿No has despegado ya? Si es así, no deberías enviarme correos. Te estás poniendo a ti misma en una situación de riesgo, en directa contravención a la norma de resguardar tu seguridad personal. Dije en serio lo de los castigos.


Joseph Jonas
Gerente General, Jonas Enterprises Holdings Inc.



Mierda. De acuerdo. Por Dios. ¿Qué está comiendo? ¿Tal vez la “situación”? Tal vez Taylor se fue sin permiso, tal vez le hizo perder un par de millones de dólares en el mercado de valores, vaya uno a saber.

____________________
De: ____ Steele
Asunto: Exageración
Fecha: 3 Junio 2011 13:06 EST
Para: Joseph Jonas

Querido señor Gruñón:
Las puertas del avión aún están abiertas. Estamos retrasados pero sólo por diez minutos. Mi bienestar y el de los pasajeros a mí alrededor está asegurado. Así que puedes guardar tu ansiosa palma por ahora.


Señorita Steele

____________________
De: Joseph Jonas
Asunto: Mis disculpas, palma ansiosa guardada
Fecha: 3 Junio 2011 10:08
Para: ____ Steele

Te extraño a ti y a tu inteligente boca, señorita Steele.
Quiero que llegues a salvo a casa.


Joseph Jonas
Gerente General, Jonas Enterprises Holdings Inc.


____________________
De: ____ Steele
Asunto: Disculpas aceptadas
Fecha: 3 Junio 2011 13:10 EST
Para: Joseph Jonas

Están cerrando las puertas. No escucharas otro pío de mi parte, especialmente dado tu sordera.
Hasta luego.


____. X


Apago mi BlackBerry, incapaz de saciar mi ansiedad. Algo le pasa a Joseph. Tal vez la “situación” se le fue de las manos. Me recuesto, dándole un vistazo al casillero donde los bolsos son guardados. Me las arreglé, con la ayuda de mi madre, para comprarle a Joseph un pequeño regalo esta mañana y así agradecerle por la primera clase y por el vuelo. Sonrío con el recuerdo del precio, eso fue algo más. Aun no sé si se lo voy a dar. Podría pensar que es infantil… y si está en su humor extraño, tal vez no lo haga.

Me siento un tanto ansiosa por regresar, temerosa de lo que me espera al final de mi viaje. Mientras mentalmente reviso cual podría ser el escenario de la “situación”, me doy cuenta de que el único asiento vacío es el que está a mi lado. Sacudo la cabeza, mientras por mi mente cruza el pensamiento de que tal vez Joseph podría haber comprado el asiento junto a mí para que yo no pudiera hablar con nadie. Desechó la idea como ridícula: nadie puede ser así de controlador y celoso. Cierro los ojos cuando el avión se dirige hacia la pista de despegue.


Emerjo en la terminal de Sea-Tac ocho horas más tarde, para encontrar a Taylor esperando y sosteniendo un cartel que dice: Señorita ____ Steele. ¡Honestamente! Pero es bueno verlo.

―Hola Taylor.
―Señorita Steele ―me saluda formalmente, pero puedo ver el atisbo de una sonrisa en sus ojos marrones. Luce inmaculado como siempre: elegante traje negro, camisa blanca y corbata negra.
―Se cómo es tu apariencia, Taylor, no necesitas llevar un cartel y desearía que me llamaras ____.
―____. ¿Puedo por favor llevar tus bolsos?
―No, me las puedo arreglar. Gracias. ―Sus labios se aprietan notablemente―. Pero si te sientes más cómodo llevándolos tú… ―tartamudeo.
―Gracias. ―Toma mi bolso y mi recientemente adquirido maletín con ruedas para la ropa, que mamá me compró―. Por aquí, señora.

Suspiro. Él es educado. Recuerdo que, aunque me gustaría borrarlo de mi memoria, este hombre me ha comprado ropa interior. De hecho y ese pensamiento me perturba, es el único hombre que me ha comprado ropa interior. Ni siquiera Ray tuvo que enfrentar ese desafío.

Caminamos en silencio hacia un Audi negro en el estacionamiento del aeropuerto y mantiene la puerta abierta para mí. Me subo y me pregunto si usar una falda tan corta en mi regreso a Seattle fue una buena idea. Era genial y aceptado en Georgia. Aquí me siento expuesta. Una vez que Taylor ha guardado los bolsos en el baúl, nos ponemos en marcha hacia Escala.

El viaje es lento, estoy atrapada en el tráfico en hora punta. Taylor mantiene sus ojos en la carretera. Taciturno no empieza a describirlo.

No puedo soportar más el silencio.

―¿Cómo está Joseph, Taylor?
―El señor Jonas está preocupado, señorita Steele.

Oh, esta debe ser la “situación”. Es como si extrajera un filón de oro.

―¿Preocupado?
―Sí, señora.

Frunzo el ceño hacia Taylor y él me mira por el espejo retrovisor, nuestros ojos se encuentran. No dice nada más. Por Dios, puede ser tan callado como el maniático del control.

―¿Está bien?
―Creo que sí, señora.
―¿Estás más cómodo llamándome señorita Steele?
―Sí, señora.
―Oh, está bien.

Bien, eso interrumpe nuestra conversación y seguimos en silencio. Empiezo a pensar que el reciente desliz de Taylor, cuando me dijo que Joseph había estado en un infierno sobre ruedas, fue una anomalía. Tal vez se avergüenza de ello, preocupado de que haya sido desleal. El silencio es sofocante.

―¿Podrías poner un poco de música, por favor?
―Por supuesto, señora. ¿Qué le gustaría escuchar?
―Algo relajante.

Veo una sonrisa aparecer en los labios de Taylor cuando nuestros ojos se encuentran brevemente de nuevo en el espejo.

―Sí, señora.

Presiona un par de botones en el volante, y las cepas suaves del canon de Pachelbel llena el espacio entre nosotros. Oh, sí… esto es lo que necesito.

―Gracias. ―Me recuesto de nuevo a medida que nos conducimos lenta pero constante a lo largo de la I-5 en Seattle.

Veinticinco minutos más tarde, me deja fuera de la impresionante fachada que es de la entrada de Escala.

―Adelante, señora ―dice, sosteniendo la puerta abierta para mí―. Voy a buscar su equipaje. ―Su expresión es suave, cálida, incluso paternal.

Mierda… Tío Taylor, quien lo diría.

―Gracias por ir a recogerme.
―Es un placer, señorita Steele. ―Sonríe y me dirijo hacia el edificio. El portero me saluda con un gesto de la mano de la cabeza.

Mientras viajo hasta el trigésimo piso, unas mil mariposas extienden sus alas y aletean de forma errática en mi estómago. ¿Por qué estoy tan nerviosa? Y sé que es porque no tengo ni idea de en qué estado de ánimo va a estar Joseph cuando llegue. Mi diosa interior tiene la esperanza de un tipo de estado de ánimo, mi subconsciente, como yo, está lleno de nervios.

Las puertas del ascensor se abren y estoy en el vestíbulo. Es tan extraño no ser recibida por Taylor. Por supuesto, está estacionando el auto. En la gran sala, Joseph está en su BlackBerry hablando en voz baja mientras mira fijamente por las puertas de cristal hacia la noche de Seattle. Lleva un traje gris con la chaqueta desabrochada y está pasando su mano por su cabello: está agitado, incluso tenso. Oh, no… ¿qué está mal? Agitado o no, todavía es más que hermoso. ¿Cómo puede verse tan… arrasador?

―No queda ni rastro… Bueno… Sí. ―Se vuelve, me ve y toda su conducta cambia. De la tensión al alivio a otra cosa: una mirada que llama directamente a mi diosa interior, una mirada sensual, sus ojos ambarinos arden.

Mi boca se seca y el deseo prolifera en mi cuerpo… vaya.

―Mantenme informado ―suelta y cuelga su teléfono mientras camina resueltamente hacia mí. Permanezco paralizada mientras cierra la distancia entre nosotros, devorándome con los ojos. Mierda… algo anda mal… la tensión en su mandíbula, la ansiedad en torno a sus ojos. Se saca su chaqueta, se deshace de su corbata oscura y arroja ambas prendas en el sofá en el camino hacia mí. Luego, sus brazos se envuelven a mí alrededor y me empuja hacia él, duro, rápido, tomando mi cola de caballo para inclinar mi cabeza, besándome como si su vida dependiera de ello. ¿Qué demonios? Saca la cinta dolorosamente fuera de mi cabello, pero no me importa. Hay una cualidad desesperada, primitiva en su beso. Me necesita, por algún motivo y nunca me he sentido tan deseada y codiciada. Es oscuro, sensual y alarmante, todo al mismo tiempo. Lo beso de vuelta con el mismo fervor, hundiendo mis dedos en su cabello. Nuestras lenguas se entrelazan, la pasión y el ardor estallan entre nosotros. Tiene un sabor divino, caliente, sexy y su olor… todo gel de baño y Joseph, es tan excitante. Aleja su boca de la mía y me está mirando, preso de una emoción sin nombre.
―¿Qué pasa? ―jadeo.
―Estoy tan contento de que estés de vuelta. Dúchate conmigo… ahora.

No puedo decidir si se trata de una solicitud o una orden.

―Sí ―susurro y me toma de la mano, llevándome fuera de la gran habitación en su dormitorio hacia su cuarto de baño.

Una vez allí, me libera y deja corriendo el agua en la amplia ducha. Girándose poco a poco, me mira, con los ojos entrecerrados.

―Me gusta tu falda. Es muy corta ―dice, en voz baja―. Tienes excelentes piernas.

Sale de sus zapatos y se agacha para quitar cada uno de sus calcetines, sin apartar sus ojos de mí. Estoy sin habla por la mirada de hambre en sus ojos. Vaya… ser así de deseada por este dios Griego. Imito sus acciones y salgo de mis zapatos negros. De repente, llega a mí, apoyándome contra la pared. Besándome en mi cara, mi garganta, mis labios… corriendo sus manos en mi cabello. Siento la fría y suave pared de azulejos a mis espaldas a medida que empuja su cuerpo contra mí, de modo que quedo aplastada entre su calor y el frío de la cerámica. Tentativamente, pongo mis brazos sobre lo alto de los suyos y gime mientras aprieto con fuerza.

―Te quiero ahora. Aquí… rápido, duro ―jadea y sus manos están en mis muslos, levantando mi falda―. ¿Todavía estás sangrando?
―No. ―Me ruborizo.
―Bien.

Sus pulgares se enganchan sobre mi ropa interior de algodón blanco y de repente, se deja caer sobre sus rodillas a medida que la retira. Mi falda ahora está arremangada en lo alto, por lo que estoy desnuda de la cintura para abajo y jadeante, esperando. Aferra mis caderas, empujándome contra la pared otra vez, y me besa en el vértice de mis muslos. Sujetando mis muslos, me obliga a separar las piernas. Gimo con fuerza, sintiendo su lengua rodeando mi clítoris. Oh, sí. Inclinando mi cabeza hacia atrás involuntariamente, gimo cuando mis dedos encuentran su camino en su cabello.

Su lengua es implacable, fuerte e insistente, reduciéndome, girando, vueltas y vueltas, una y otra vez sin parar. Es exquisito, la intensidad del sentimiento, es casi doloroso. Mi cuerpo comienza a acelerarse y él me libera. ¿Qué? ¡No! Mi respiración es irregular mientras jadeo, mirándolo con deliciosa anticipación. Él toma mi rostro con ambas manos, me sostiene con firmeza y me besa duro, metiendo su lengua en mi boca para que pueda probar mi excitación. Desatando su pantalón, se libera, toma la parte posterior de mis muslos y me levanta.

―Envuelve tus piernas alrededor de mí, nena ―ordena, su voz es urgente, tensa.

Hago lo que me dice, envuelvo mis brazos alrededor de su cuello y él se mueve de forma rápida y brusca, llenándome. ¡Ah! Él jadea y yo gimo. Sosteniéndome detrás, sus dedos se clavan en mi suave carne y empieza a moverse, lentamente al principio, a un ritmo constante incluso… pero a medida que se desenvuelve su control, acelera… más y más rápido. ¡Ahhh! Echo mi cabeza hacia atrás y me concentro en la invasiva y agotadora sensación celestial… que me empuja y empuja… hacia adelante, más alto, arriba… y cuando ya no puedo más, estallo a su alrededor, girando en espiral hacia un intenso y aplastante orgasmo. Él se deja ir con un gruñido profundo y entierra su cabeza en mi cuello mientras se entierra dentro de mí, gimiendo ruidosa e incoherentemente a medida que encuentra su liberación.

Su respiración es irregular, pero me besa con ternura, sin moverse, aún dentro de mí y parpadeo, incapaz de mirarlo a los ojos. A medida que entra en foco, se retira suavemente de mí, sosteniéndome firmemente mientras pongo mis pies en el suelo. El baño está ahora nublado con el vapor del agua… y está caliente. Me siento demasiado abrumada.

―Pareces contento de verme ―murmuro con una tímida sonrisa.

Sus labios se elevan en una sonrisa.

―Sí, señorita Steele, creo que mi placer es bastante evidente. Ven… déjame llevarte a la ducha.

Deshace los próximos tres botones de su camisa, se quita los gemelos, los tira por encima de su cabeza y los descarta en el suelo. Remueve sus pantalones y calzoncillos rápidamente y los patea hacia un lado. Comienza a desabrochar los botones de mi blusa mientras lo observo, anhelando extender mi mano y acariciar su pecho, pero me contengo.

―¿Cómo estuvo tu viaje? ―pregunta con suavidad. Parece mucho más calmado ahora, su aprehensión se ha ido, disuelto por el encuentro sexual.
―Muy bien, gracias ―murmuro, aún sin aliento―. Muchas gracias una vez más por la primera clase. Realmente es una forma mucho más agradable de viajar. ―Sonrío tímidamente hacia él―. Tengo algunas noticias ―agrego nerviosa.
―¿Ah, sí? ―Me mira mientras deshace el último botón, desliza la blusa por mis brazos y la arroja en la parte superior de sus ropas desechables.
―Tengo un trabajo.

Se detiene y entonces me sonríe, sus ojos son cálidos y suaves.

―Felicitaciones, señorita Steele. Y ahora, ¿me dirás dónde? ―bromea.
―¿No sabes?

Niega con la cabeza, frunciendo el ceño ligeramente.

―¿Por qué iba yo a saber?
―Con tus capacidades de acoso, pensé que podrías tener… ―me interrumpo poco a poco a medida que su rostro decae.
―____, no se me ocurriría interferir en tu carrera, a menos que tú me lo pidas, por supuesto. ―Parece herido.
―¿Así que no tienes idea de qué compañía es?
―No. Sé que hay cuatro empresas editoriales en Seattle, así que estoy asumiendo que es una de ellas.
―SIP.
―¡Oh, la pequeña! Bueno. Bien hecho. ―Se inclina y me besa en la frente―. Chica lista. ¿Cuándo empiezas?
―El lunes.
―Que pronto, ¿eh? Será mejor que te aproveche mientras pueda. Date la vuelta.

Soy dominada por su orden casual, por lo que estoy ofreciéndome y se deshace de mi sujetador y baja la cremallera de mi falda. Empuja la falda hacia abajo, acoplándose a mí por detrás mientras lo hace y besando mi hombro. Se inclina contra mí y su nariz acaricia mi cabello, respirando profundamente. Aprieta mis nalgas.

―Usted me embriaga, señorita Steele y me calma. Esta combinación es embriagadora. ―Besa mi pelo. Tomando mi mano, tira de mí hacia la ducha.
―Ay ―chillo. El agua está prácticamente hirviendo. Joseph me sonríe, mientras el agua cae sobre él.
―Es sólo un poco de agua caliente.

Y la verdad es que tiene razón. Se siente divino, lavando la pegajosa mañana de Georgia y lo pegajoso de nuestro amor.

―Date la vuelta ―ordena y lo hago, volviendo el rostro hacia la pared―. Quiero lavarte ―murmura y alcanza el jabón líquido. Exprime un poco en su mano.
―Tengo algo más que decirte ―murmuro mientras sus manos empiezan en mis hombros.
―¿Ah, sí? ―pregunta con suavidad.

Me doy valor con una respiración profunda.

―La exposición de fotografía de mi amigo José se abre el jueves en Portland.

Él se pone rígido, sus manos cerniéndose sobre mis pechos. He hecho hincapié en la palabra “amigo”.

―Sí, ¿y qué? ―pregunta con severidad.
―Le dije que iría. ¿Quieres venir conmigo?

Después de lo que se siente como una cantidad monumental de tiempo, poco a poco comienza a lavarme otra vez.

―¿A qué hora?
―La apertura es a las siete y media de la tarde.

Él besa mi oreja.

―Está bien.

Dentro, mi subconsciente se relaja y luego se derrumba, cayendo en una butaca vieja y estropeada.

―¿Estabas nerviosa por preguntarme?
―Sí. ¿Cómo puedes decirlo?
―____, todo tu cuerpo acaba de relajarse ―dice secamente.
―Bueno, es sólo que tú pareces estar um… del lado celoso.
―Sí, lo estoy ―dice sombríamente―. Y harías bien en recordar eso. Pero gracias por preguntar. Llevaremos a Charlie Tango.

Oh, el helicóptero, por supuesto, tonta de mí. Más vuelo… ¡genial! Sonrío.

―¿Puedo lavarte? ―pregunto.
―No lo creo ―murmura y me besa suavemente en el cuello para suavizar el aguijón de su negativa. Pongo mala cara hacia la pared mientras él acaricia mi espalda con jabón.
―¿Alguna vez me dejaras tocarte? ―pregunto con valentía.

Se pone rígido de nuevo, su mano en mi trasero.

―Pon tus manos en la pared, ____. Voy a tomarte de nuevo ―murmura en mi oído mientras sujeta mis caderas y sé que el debate ha terminado.


Más tarde, estamos sentados en la barra de desayuno, vestidos con batas de baño, habiendo consumido una excelente pasta alle vongole de la señora Jones.

―¿Más vino? ―pregunta Joseph, sus ojos ambarinos brillando.
―Una copa pequeña, por favor. ―El Sancerre está fresco y delicioso. Joseph sirve una copa para mí y otra para él―. ¿Cómo está la eh… “situación” que te trajo a Seattle? ―le pregunto tentativamente.

Frunce el ceño.

―Fuera de control ―murmura con amargura―. Pero nada por lo que preocuparte, ____. Tengo planes para ti esta noche.
―¿Ah, sí?
―Sí. Te quiero lista y esperando en mi sala de juegos en quince minutos. ―Se levanta y me mira―. Puedes alistarte en tu habitación. Por cierto, el armario está lleno de ropa para ti. No quiero ninguna discusión acerca de ellas. ―Pone sus ojos en blanco, desafiándome a decir algo. Cuando no lo hago, sale hacia su estudio.

¡Yo! ¿Discutir? ¿Contigo, Cincuenta Sombras? Esto vale más que mi trasero. Me siento en el taburete de la barra, momentáneamente aturdida, tratando de asimilar este pedazo de información. Me compró ropa. Pongo los ojos en blanco de una forma exagerada a sabiendas de que no me puede ver. Automóvil, teléfono, computadora… ropa, lo próximo será un maldito condominio y entonces realmente seré su amante.

¡Ja! Mi subconsciente tiene un rostro sarcástico. La ignoro y hago mi camino escaleras arriba hacia mí habitación. Sigue siendo mía… ¿por qué? Pensé que él había acordado dejarme dormir con él. Supongo que no está acostumbrado a compartir su espacio personal, pero yo tampoco. Me consuelo con la idea de que por lo menos tengo un lugar para escapar de él.

Examinando la puerta, encuentro que tiene una cerradura pero no una llave. Me pregunto brevemente si la señora Jones tiene una de repuesto. Le voy a preguntar. Abro la puerta del armario y la cierro de nuevo, rápidamente. Santa mierda, él se ha gastado una fortuna. Se parece al de Kate, tanta ropa colgando cuidadosamente en la barra. En el fondo, sé que todos me quedarán bien. Pero no tengo tiempo para pensar en eso, tengo que arrodillarme en el Salón Rojo de… Dolor… o Placer, con suerte esta noche.


Estoy de rodillas en la puerta, desnuda, excepto por mis bragas. Mi corazón está en mi boca. Vaya, pensé que después del baño él habría tenido suficiente. El hombre es insaciable o tal vez todos los hombres son como él. No tengo ni idea, ni nadie para compararlo tampoco. Cerrando los ojos, trato de calmarme para conectar con mi subconsciente. Ella está ahí en algún lugar, escondida detrás de mí diosa interior.

La anticipación corre como soda burbujeante a través de mis venas. ¿Qué hará? Respiro profundamente, tranquilizándome, pero no lo puedo negar, estoy emocionada, excitada, ya mojada. Esto es tan… quiero pensar incorrecto, pero por alguna razón, no lo es. Es correcto para Joseph. Eso es lo que él quiere y después de los últimos días… después de todo lo que ha hecho, tengo al hombre y tomo lo que sea que él decida que quiere, lo que sea que él piensa que necesita.

El recuerdo de su mirada cuando vine esta tarde, el anhelo en su rostro, su caminata determinada hacia mí como si yo fuera un oasis en el desierto. Haría casi cualquier cosa por ver esa mirada otra vez. Junto mis muslos ante el delicioso recuerdo y esto me recuerda que tengo que abrir mis rodillas. Las separo. ¿Cuánto tiempo me hará esperar? La espera está paralizándome, paralizándome con un oscuro y seductor deseo. Echo un vistazo rápido alrededor de la habitación sutilmente iluminada: la cruz, la mesa, el sofá, el banco… esa cama. Se ve tan grande y está cubierta con sábanas de satén rojo. ¿Qué aparato utilizará?

La puerta se abre y Joseph entra, ignorándome por completo. Miro hacia abajo rápidamente, observando mis manos, colocadas con cuidado sobre mis muslos extendidos. Colocando algo en el cofre grande al lado de la puerta, da un paseo casual hacia la cama. Satisfaciéndome, doy un vistazo rápido hacia él y mi corazón casi se tambalea hasta parar. Está desnudo, a excepción de esos suaves pantalones rasgados, con el botón superior casualmente abierto. Vaya, se ve tan malditamente caliente. Mi subconsciente está abanicándose frenéticamente y mi diosa interior se está balanceando y retorciéndose en algún ritmo carnal, primitivo. Ella es tan lista. Lamo mis labios instintivamente. Mi sangre golpea a través de mi cuerpo, gruesa y pesada, libidinosa. ¿Qué va a hacerme?

Volviéndose, camina con indiferencia de regreso a los cajones de la cómoda. Abriendo uno, comienza a remover las cosas y a colocarlas en la parte superior. Mi curiosidad quema, incluso arde, pero me resisto a la tentación abrumadora de echar un vistazo rápido. Cuando termina lo que está haciendo, viene a pararse frente a mí. Puedo ver sus pies desnudos y quiero besar cada centímetro de ellos… pasar mi lengua por encima de su empeine, chupar cada uno de sus dedos. Mierda.

―Te ves hermosa ―dice en voz baja.

Mantengo mi cabeza baja, consciente de que está mirándome mientras estoy prácticamente desnuda. Siento el rubor mientras se extiende lentamente sobre mi rostro. Se agacha y ahueca mi barbilla, forzando mi rostro hacia arriba para encontrar su mirada.

―Eres una mujer hermosa, ____. Y eres toda mía ―murmura―. Levántate. ―Su orden es suave, llena de promesas sensuales.

Temblando, me pongo de pie.

―Mírame ―dice en voz baja y miro arriba hacia su ardiente mirada ámbar. Es su mirada de Dom, fría, dura y sexy como el infierno, siete sombras de pecado en una mirada atractiva. Mi boca se seca y sé que haré todo lo que pida. Una sonrisa casi cruel juega en sus labios―. No tenemos un contrato firmado, ____. Pero hemos hablado de los límites. Y quiero reiterar que tenemos las palabras de seguridad, ¿de acuerdo?

Mierda… ¿Qué cosa tiene planeada que necesito las palabras de seguridad?

―¿Cuáles son? ―pregunta con autoridad.

Frunzo el ceño ligeramente ante su pregunta y su rostro se endurece sensiblemente.

―¿Cuáles son las palabras de seguridad, ____? ―dice lenta y deliberadamente.
―Amarillo ―murmuro.
―¿Y? ―pregunta, su boca formando una línea dura.
―Rojo ―digo en voz baja.
―Recuérdalas.

Y no puedo evitarlo… levanto mi ceja hacia él y estoy a punto de recordarle mi promedio, pero el repentino destello frío en sus helados ojos ambarinos me detiene en seco.

―No empieces con tu boca inteligente aquí, señorita Steele. O te la follaré mientras estés sobre tus rodillas. ¿Entiendes?

Trago por instinto. Muy bien. Parpadeo rápidamente, arrepentida. En realidad, es su tono de voz, en lugar de la amenaza, lo que me intimida.

―¿Y bien?
―Sí, señor ―murmuro a toda prisa.
―Buena chica. ―Hace una pausa mientras me mira fijamente―. No te las digo porque creo que vayas a necesitarlas porque estarás adolorida. Lo que me propongo hacerte será intenso. Muy intenso y tienes que guiarme. ¿Entiendes?

En realidad no. ¿Intenso? Vaya.

―Esto es acerca del tacto, ____. No serás capaz de verme ni oírme. Pero vas a ser capaz de sentirme.

Frunzo el ceño, ¿no oírlo? ¿Cómo es que va a funcionar? Se gira. Sobre el cofre hay una caja negra mate, lisa y plana. Cuando mueve su mano en el frente, la caja se divide en dos: dos puertas se abren revelando un reproductor de CD y una serie de botones. Joseph presiona varios de estos botones en secuencia. No pasa nada pero él parece satisfecho. Estoy desconcertada. Cuando se gira hacia mí otra vez, usa su pequeña sonrisa de tengo-un-secreto.

―Voy a atarte a esa cama, ____. Pero voy a vendarte los ojos primero y ―revela su iPod en su mano―, no serás capaz de escucharme. Todo lo que oirás es la música que voy a tocar para ti.

Muy bien. Un interludio musical no era lo que yo estaba esperando. ¿Alguna vez hace lo que espero? Por Dios, espero que no sea rap.

―Ven. ―Tomando mi mano, me conduce sobre la antigua cama con dosel. Hay cadenas unidas en cada esquina, cadenas de fino metal con muñequeras de piel, brillando contra el satén rojo.

Oh, hombre, creo que mi corazón va a salirse de mi pecho y me estoy derritiendo de adentro hacia afuera, el deseo corriendo a través de mí. ¿Podría estar más excitada?

―Párate aquí.

Estoy frente a la cama. Él se inclina y susurra en mi oído.

―Espera aquí, mantén los ojos en la cama. Imagínate a ti misma yaciendo aquí atada y totalmente a mi merced.

Oh, mí…

Se aleja por un momento y puedo escucharlo cerca de la puerta, atrayendo algo. Todos mis sentidos están híper alertas, mi audición más aguda. Él ha recogido algo del estante y de fustas y palas junto a la puerta. ¡Dios mío! ¿Qué es lo que va a hacer?

Lo siento detrás de mí. Agarra mi cabello, lo recoge en una cola de caballo detrás de mí y empieza a trenzarlo.

―Aunque me gustan tus trenzas, ____, estoy demasiado impaciente por estar contigo ahora. Así que una tendrá que ser suficiente. ―Su voz es baja, suave.

Sus hábiles dedos rozan mi espalda ocasionalmente mientras trabajan en mi cabello y cada toque casual es como un dulce y eléctrico choque contra mi piel. Sujeta la punta con un lazo, luego, gentilmente, tira de la trenza, de modo que soy forzada contra él. Tira de nuevo hacia un lado de modo que mueva mi cabeza, dándole un mejor acceso a mi cuello. Inclinándose, lo huele. Traza con sus dedos y su lengua la base de mí oreja hasta mi hombro. Tararea suavemente mientras lo hace y el sonido retumba a través de mí. Justo abajo… justo allí abajo, dentro de mí. Sin querer, gruño silenciosamente.

―Calma ―susurra contra mi piel. Levanta sus brazos frente a mí, tocando los míos. En su mano derecha hay una fusta. Recuerdo el nombre de mi primera introducción a esta habitación―. Tócala ―susurra y suena como el diablo mismo. Mi cuerpo arde en respuesta. Tentativamente, me estiro y rozo las largas hebras. Tiene muchas frondas largas, todas de gamuza con pequeñas cuentas en las puntas―. Usaré esto. No dolerá, sino que traerá la sangre a la superficie de tu piel y te hará muy sensible.

Oh, dice que no dolerá.

―¿Cuáles son las palabras de seguridad, ____?
―Um… amarillo y rojo, señor ―susurro.
―Buena chica. Recuerda, la mayor parte de tu miedo está en tu mente.

Deja caer la fusta en la cama y sus manos se mueven hacia mi cintura.

―No necesitarás estas ―murmura y mete sus dedos entre mis bragas para deslizarlas por mis piernas. Doy un paso tembloroso para quitármelas, apoyándome en el ornamentado poste de la cama―. Quédate quieta ―ordena, besa mi trasero y luego me pellizca dos veces, tensándome―. Ahora recuéstate. Boca arriba ―añade mientras me da una palmada fuerte en el trasero, haciéndome saltar.

Deprisa, gateo hacia el duro e inflexible colchón de la cama y me recuesto, mirándolo a él. El satén de las sabanas debajo de mí es frío y suave contra mi piel. Su mirada es impasible, excepto por sus ojos, que brillan con un deseo apenas contenido.

―Manos sobre tu cabeza ―ordena y hago como me ordena.

Caray, mi cuerpo tiene hambre de él. Ya lo deseo.

Se da la vuelta y por la esquina de mi ojo, lo veo pasearse hacia la cómoda, regresando con el iPod y lo que se parece a una máscara para ojos, similar a la que usé en mi vuelo a Atlanta. El pensamiento me hace querer sonreír, pero no puedo lograr que mis labios cooperen. Estoy demasiado consumida por la anticipación. Sólo sé que mi rostro está completamente inmóvil, mis ojos enormes, mientras lo observo.

Sentándose en el borde de la cama, me muestra el iPod. Tiene conectado un par de audífonos y tiene una antena. Qué raro. Frunzo el ceño mientras intento averiguar de qué va esto.

―Esto transmite lo que está sonando en el iPod al sistema en la habitación ―responde Joseph a mi pregunta no pronunciada mientras golpea la pequeña antena―. Puedo escuchar lo que estás escuchando y tengo un control remoto para ello. ―Sonríe con suficiencia hacia su broma privada y sostiene en alto un pequeño y plano dispositivo que luce como una calculadora muy a la moda. Se inclina hacia mí, insertando los audífonos en mis orejas y pone el iPod en alguna parte de la cama por sobre mi cabeza―. Levanta la cabeza ―demanda y lo hago inmediatamente.

Lentamente me pone la máscara, empujando el elástico sobre la parte trasera de mi cabeza y estoy ciega. El elástico de la máscara sostiene los audífonos en su lugar. Todavía puedo escucharlo, aunque el sonido está sofocado mientras se levanta de la cama. Estoy ensordecida por mi propia respiración, es superficial y errática, reflejando mi excitación. Joseph toma mi brazo izquierdo, lo estira gentilmente hacia la esquina derecha y pone la esposa de cuero alrededor de mi muñeca. Sus largos dedos acarician la longitud de mi brazo una vez ha terminado. ¡Oh! Su toque provoca un delicioso estremecimiento. Lo escucho moverse lentamente hacia el otro lado, toma mi brazo derecho y lo esposa. Vuelve a pasar sus largos dedos por mi brazo. Oh, mí… Estoy lista para estallar ahora mismo. ¿Por qué es esto tan erótico?

Se mueve hacia la parte baja de la cama y sujeta mis tobillos.

―Levanta tu cabeza de nuevo ―ordena.

Lo hago y me arrastra por la cama de modo que mis brazos están estirados y casi tensionándose por las muñequeras. Dios mío, no puedo mover los brazos. Un escalofrío de miedo mezclado con una tentadora euforia atraviesa mi cuerpo, dejándome mojada. Gruño. Separando mis piernas, él esposa primero mi tobillo derecho y luego el izquierdo, de modo que estoy sujeta, con las piernas abiertas y totalmente vulnerable. Es tan enervante no poder verlo. Escucho atentamente… ¿qué está haciendo? Y no escucho nada, sólo mi respiración y el retumbante sonido de mi corazón mientras la sangre pulsa furiosamente contra mis tímpanos.

Abruptamente, el iPod cobra vida. Desde dentro de mi cabeza, una solitaria voz angelical canta sin compañía una larga y dulce nota y es acompañada casi inmediatamente por otra voz y luego más voces… Dios mío, un coro celestial cantando a capela en mi cabeza himno antiguo, muy antiguo. ¿Qué, en el nombre del cielo, es esto? Nunca he escuchado nada como esto. Algo casi insoportablemente suave roza mi cuello, deslizándose lánguidamente por mi garganta, lentamente a través de mi pecho, sobre mis senos, acariciándome… tirando de mis pezones, es tan suave. Es tan inesperado. ¡Es piel! ¿Un guante de piel?

Joseph traza su mano, sin prisa y deliberadamente bajo mi estómago, dando círculos alrededor de mi ombligo, luego cuidadosamente de una cadera a otra y estoy intentando anticipar a dónde va a ir después… pero la música en mi cabeza me transporta. Toca la piel a través de la línea de mi vello púbico… luego entre mis piernas… junto a mis muslos, por debajo de una pierna… sobre la otra… casi hace cosquillas pero no lo suficiente… más voces se unen… cada una cantando diferentes partes, sus voces mezclándose feliz y dulcemente en una melódica armonía que está más allá de cualquier cosa que haya escuchado. Entiendo una palabra ―”deus”― y me doy cuenta que están cantando en latín. El guante de piel sigue moviéndose bajo mis brazos y alrededor de mi cintura… de regreso hacia mis senos. Mis pezones se endurecen bajo el suave toque… y estoy jadeando… preguntándome a dónde irá después su mano. De repente, el guante se ha ido y puedo sentir las frondas de la fusta flotando sobre mi piel, siguiendo el mismo camino del guante y es tan difícil concentrarme con la música en mi cabeza; suena como un centenar de voces cantando, tejiendo un etéreo tapiz de sedoso oro y plata a través de mi cabeza, mezcladas con la sensación de la suave gamuza contra mi piel… trazándose sobre mí… oh, mí Dios… abruptamente, desaparece. Luego, de repente, un brusco latigazo en mi estómago.

―¡Aagghh! ―grito. Me toma por sorpresa y no duele exactamente, sino que envía un cosquilleo por todas partes y me golpea de nuevo. Más duro―. ¡Ahh!

Quiero moverme, retorcerme… escapar o darle la bienvenida a cada golpe… no lo sé, es tan abrumador… no puedo tirar de mis brazos… mis piernas están atrapadas… estoy firmemente sujeta en mi lugar… y golpea de nuevo a través de mis senos. Grito. Y es una dulce agonía soportable, simplemente… placentera; no, no es de inmediato, pero mientras mi piel canta con cada golpe en un perfecto contrapunto con la música en mi cabeza, soy arrastrada hacia la oscura parte de mi mente que se rinde a esta sensación tan erótica. Sí… entiendo esto. Él me golpea a través de la cadera. Luego, se mueve en suaves golpes sobre mi vello púbico, en mis muslos, la parte interna… y de regreso a mis caderas. Él sigue haciéndolo mientras la música alcanza el clímax y luego, de repente, la música se detiene. Y también lo hace él. Entonces, la canción empieza de nuevo… subiendo y subiendo y él deja caer golpes sobre mí… y gruño y me retuerzo. Una vez más, se detiene y todo está en silencio… excepto por mi salvaje respiración… y mi salvaje anhelo. Por… oh… ¿qué está pasando? ¿Qué es lo que va a hacer ahora? La excitación es casi insoportable. He entrado en un lugar muy oscuro y carnal.

La cama se mueve mientras lo siento trepar sobre mí y la canción inicia de nuevo. Está en modo repetición. Esta vez son su nariz y sus labios los que toman el lugar del guante… deslizándose por mi cuello y mi garganta, besando, chupando… recorriendo mis senos… ¡Ah! Tentando cada uno de mis pezones… su lengua revoloteando alrededor de cada uno mientras sus dedos provocan despiadadamente el otro… gruño, en voz alta, creo, aunque no puedo oírlo. Estoy perdida. Perdida en él… perdida en las astrales y seráficas voces… perdida ante todas las sensaciones de las que no puedo escapar… estoy completamente a la merced de su toque experto.

Se mueve abajo hacia mi estómago, su lengua dando círculos alrededor de mi ombligo, siguiendo el camino de la fusta y del guante… gimo. Él está besando, chupando y mordisqueando… moviéndose hacia el sur… y luego su lengua está ahí. En la unión de mis muslos. Lanzo mi cabeza hacia atrás y grito hasta que casi detono en un orgasmo… estoy en el borde y él se detiene.

¡No! La cama se mueve y él se arrodilla entre mis piernas. Se inclina hacia el poste de la cama y la esposa en mi tobillo repentinamente se ha ido. Empujo mi pierna hacia el centro de la cama… descansando contra él. Él se inclina hacia el poste opuesto y libera mi otra pierna. Sus manos viajan rápidamente bajo mis piernas, apretando y masajeando, trayéndolas de vuelta a la vida. Luego, sujetando mis caderas, me levanta de modo que mi espalda ya no está en la cama. Estoy arqueada, descansando en mis hombros. ¿Qué? Está arrodillándose entre mis piernas… y con un suave movimiento está dentro de mí… oh, mierda… y grito de nuevo. El estremecimiento de mi inminente orgasmo empieza y él se detiene. El estremecimiento muere… oh, no… me va a torturar por más tiempo.

―¡Por favor! ―gimo.

Me agarra más fuerte… ¿en advertencia? No lo sé, sus dedos cavan en la piel de mi trasero mientras me quedo ahí, jadeando… de modo que me quedo quieta a propósito. Muy lentamente, empieza a moverse de nuevo… afuera y luego adentro… agonizantemente lento. ¡Mierda! ¡Por favor! Estoy gritando por dentro… y mientras el número de voces en la pieza coral incremente… también lo hace su paso, sólo un poco, es tan controlado… tan acompasado con la música. Y ya no puedo soportarlo.

―Por favor ―ruego y con un suave movimiento, me baja de vuelta a la cama y está yaciendo sobre mí, sus manos en la cama junto a mis senos mientras soporta su peso y empuja dentro de mí. Cuando la música alcanza su clímax, caigo… caigo libremente… en el más intenso y agonizante orgasmo que alguna vez tuve, y Joseph me sigue… empujando con fuerza dentro de mí, tres veces más… finalmente quedándose quieto, luego colapsando sobre mí.

Mientras mi conciencia regresa de donde sea que ha estado, Joseph sale de mí. La música se ha detenido y lo puedo sentir estirarse a través de mi cuerpo mientras suelta la esposa de mi muñeca derecha. Gruño cuando mi mano es liberada. Rápidamente libera mi otra mano, gentilmente aparta la máscara de mis ojos y remueve los audífonos. Parpadeo ante la débil luz y miro su intensa mirada ámbar.

―Hola ―murmura.
―Hola tú ―le susurro tímidamente en respuesta. Sus labios se curvan en una sonrisa y se inclina para besarme suavemente.
―Bien hecho ―susurra―. Date la vuelta.

Mierda. ¿Qué va a hacer ahora? Sus ojos se suavizan.

―Sólo voy a frotar tus hombros.
―Oh… de acuerdo.

Ruedo rígidamente sobre mí estómago. Estoy tan cansada. Joseph se sienta a horcajadas sobre mí y empieza a masajear mis hombros. Gruño audiblemente, él tiene unos dedos tan fuertes y conocedores. Inclinándose, besa mi cabeza.

―¿Qué era esa música? ―murmuro casi inarticuladamente.
―Se llama Spem In Alium o el Motete de Cuarenta Partes de Thomas Tallis.
―Fue… abrumador.
―Siempre he querido follar con esa canción.
―¿No será otra primera vez, señor Jonas?
―Lo es, señorita Steele.

Gruño de nuevo mientras sus dedos hacen su magia en mis hombros.

―Bueno, es la primera vez que he follado con esa canción también ―murmuro, somnolienta.
―Mmm… tú y yo nos estamos dando muchas primeras veces. ―Su voz es tranquila.
―¿Qué te dije en mi sueño, Jos… emm, señor?

Sus manos detienen sus cuidados por un momento.

―Dijiste muchas cosas, ____. Hablaste de jaulas y fresas… que querías más… y que me extrañabas.

Oh, gracias al cielo por eso.

―¿Eso es todo? ―El alivio en mi voz es evidente.

Joseph detiene su masaje celestial y se mueve de modo que está yaciendo a mí lado. Su cabeza está apoyada sobre su codo. Está frunciendo el ceño.

―¿Qué creíste que habías dicho?

Oh, mierda.

―Que pensaba que eras feo, engreído y que eras imposible en la cama.

La arruga en su ceja se profundiza.

―Bueno, naturalmente soy todas esas cosas y ahora me tienes realmente intrigado. ¿Qué me estás escondiendo, señorita Steele?

Parpadeo inocentemente.

―No estoy escondiendo nada.
―____, eres una mentirosa sin esperanzas.
―Pensé que ibas a hacerme reír después del sexo, esto no lo está logrando.

Sus labios se curvan.

―No puedo hacer bromas.
―¡Señor Jonas! ¿Algo que no puedes hacer? ―Le sonrío y él sonríe en respuesta.
―No, soy un bromista sin esperanzas. ―Luce tan orgulloso de sí mismo que empiezo a reír tontamente.
―Soy una bromista sin esperanzas también.
―Ese es un sonido tan hermoso ―murmura, se inclina y me besa―. Y estás escondiendo algo, ____. Puede que te torture para que me lo digas.



Karely Jonatika
Karely Jonatika


Volver arriba Ir abajo

"Fifty Shades Of Jonas" (Joe&Tu) [Primer Libro] [Terminado] - Página 15 Empty Re: "Fifty Shades Of Jonas" (Joe&Tu) [Primer Libro] [Terminado]

Mensaje por Karely Jonatika Lun 17 Sep 2012, 5:31 am

[CAPITULO 26]


Me despierto con un sobresalto. Creo que acabo de caerme de algunas escaleras en un sueño y me enderezo rápidamente, momentáneamente desorientada. Está oscuro y estoy sola en la cama de Joseph. Algo me ha despertado, algún pensamiento insistente. Miro hacia la alarma junto a la cama. Son las cinco de la mañana, pero me siento descansada. ¿Por qué? Oh, es la diferencia de horario, en Georgia serían las ocho de la mañana. Mierda… necesito tomar mi píldora. Salgo de la cama, agradecida por lo que sea que me ha despertado. Puedo escuchar las débiles notas del piano. Joseph está tocando. Esto debo verlo. Adoro verlo tocar. Desnuda, saco mi bata de la silla y camino silenciosamente por el corredor, poniéndome mi bata y escuchando el mágico sonido del lamento melódico que viene del gran salón.

Envuelto en la oscuridad, Joseph se sienta en una burbuja de luz mientras toca y su cabello destella. Parece desnudo, aunque sé que está usando sus pantalones de pijama. Está concentrándose, tocando hermosamente, perdido en la melancolía de la música. Vacilo, observando desde las sombras, sin querer interrumpirlo. Quiero sostenerlo. Parece perdido, incluso triste y dolorosamente solitario… o quizá sólo es la música que está tan llena de un dolor conmovedor. Termina la pieza, hace una pausa por un segundo y luego empieza a tocarla de nuevo. Me muevo cautelosamente hacia él, atraída como una polilla a la llama… la idea me hace sonreír. Él levanta la mirada y frunce el ceño antes de que su mirada regrese a sus manos.

Oh, mierda, ¿está enojado porque lo estoy molestando?

―Deberías estar dormida ―me reprende gentilmente.

Puedo decir que está preocupado por algo.

―También tú ―respondo no tan gentilmente.

Levanta la mirada de nuevo, sus labios moviéndose con el rastro de una sonrisa.

―¿Me está reprendiendo, señorita Steele?
―Sí, señor Jonas, lo estoy haciendo.
―Bueno, no puedo dormir. ―Frunce el ceño una vez más mientras un rastro de irritación o rabia destella a través de su rostro. ¿Conmigo? Seguramente no.

Ignoro su expresión facial y muy valientemente me siento junto a él en el taburete del piano, poniendo mi cabeza en su hombro desnudo para observar sus hábiles y ágiles dedos acariciar las teclas. Hace una pausa un momento y luego continua hacia al final de la pieza.

―¿Qué fue eso? ―pregunto suavemente.
―Chopin. Obra 28, número 4. En E menor, si estás interesada ―murmura.
―Siempre estoy interesada en lo que haces.

Se da la vuelta y suavemente presiona sus labios contra mi cabello.

―No quise despertarte.
―No lo hiciste. Toca la otra.
―¿La otra?
―La pieza de Bach que tocaste la primera noche que me quedé.
―Oh, el Marcello.

Empieza a tocar lenta y deliberadamente. Siento el movimiento de sus manos en su hombro mientras me recuesto contra él y cierro mis ojos. Las tristes y enternecedoras notas se arremolinan lenta y lúgubremente a nuestro alrededor, haciendo eco en las paredes. Es una pieza inquietantemente hermosa, más triste incluso que el Chopin y me pierdo en la belleza del lamento. A una cierta extensión, refleja cómo me siento. El profundo anhelo doloroso que tengo por conocer mejor a este extraordinario hombre, por intentar entender su tristeza.

Demasiado pronto, la pieza llega a su final.

―¿Por qué tocas sólo música triste? ―Me enderezo y levanto la mirada hacia él mientras se encoge de hombros en respuesta a mi pregunta, su expresión cautelosa―. Entonces, ¿sólo tenías seis cuando empezaste a tocar? ―puntualizo.

Asiente, su mirada cautelosa intensificándose. Después de un momento, se ofrece voluntario a hablar.

―Me lancé a aprender a tocar el piano para complacer a mi nueva madre.
―¿Para encajar en la familia perfecta?
―Sí, por decirlo así ―dice evasivamente―. ¿Por qué estás despierta? ¿No necesitas recuperarte de los esfuerzos de ayer?
―Son las ocho de la mañana para mí. Y necesito tomar mi píldora.

Levanta sus cejas en sorpresa.

―Bien, lo recordaste ―murmura y puedo decir que está impresionado. Sus labios se curvan en una media sonrisa―. Sólo tú empezarías un tratamiento de control de natalidad con píldoras en una zona horaria diferente. Tal vez deberías esperar media hora y luego otra media hora mañana en la mañana. De modo que eventualmente puedas tomarlas a una hora razonable.
―Buen plan ―susurro―. Entonces, ¿qué deberíamos hacer por media hora? ―Parpadeo hacia él.
―Puedo pensar en unas cuantas cosas. ―Sonríe, sus ojos ambarinos brillantes. Le devuelvo la mirada impasiblemente mientras mi interior se aprieta y se derrite bajo su mirada conocedora.
―Por otro lado, podríamos hablar ―sugiero calmadamente.

Su ceja se levanta.

―Prefiero lo que tengo en mente. ―Me sube a su regazo.
―Siempre preferirías el sexo a hablar. ―Me río, estabilizándome al sostenerme de sus brazos.
―Cierto. Especialmente contigo. ―Huele mi cabello y empieza a dejar un rastro de besos bajo mi oreja hacia mi garganta―. Quizás sobre el piano ―susurra.

Oh, mí… Mi cuerpo entero se tensa con el pensamiento. En el piano. Wow.

―Quiero dejar algo claro ―susurro mientras mi pulso empieza a acelerarse y mi diosa interna cierra sus ojos, deleitándose con la sensación de sus labios sobre mí.

Hace una pausa momentáneamente antes de continuar su sensual asalto.

―Siempre tan ansiosa por información, señorita Steele. ¿Qué necesitas aclarar? ―susurra contra mi piel en la base de mi cuello, continuando con suaves y tiernos besos.
―Nosotros ―susurro mientras cierro los ojos.
―Hmm. ¿Qué hay con nosotros? ―Detiene su rastro de besos junto a mi hombro.
―El contrato.

Levanta su mirada, observándome, una pizca de diversión en sus ojos y suspira. Acaricia con las yemas de sus dedos mi mejilla.

―Bueno, creo que el contrato ha quedado obsoleto, ¿no te parece? ―Su voz es baja y ronca, sus ojos suaves.
―¿Obsoleto?
―Obsoleto. ―Sonríe. Me quedo boquiabierta, sin entender.
―Pero eras tan entusiasta.
―Bueno, eso fue antes. De cualquier manera, las Reglas no son discutibles, se quedarán. ―Su expresión se endurece ligeramente.
―¿Antes? ¿Antes de qué?
―Antes de… ―Hace una pausa y la expresión cautelosa está de vuelta―. Más. ―Se encoje de hombros.
―Oh.
―Además, ya hemos estado dos veces en el salón de juegos y no has huido gritando hacia las colinas.
―¿Esperas que lo haga?
―Nada de lo que haces es esperado, ____ ―dice secamente.
―Entonces, déjame tenerlo claro. ¿Sólo quieres que siga las Reglas del contrato todo el tiempo, pero no el resto del contrato?
―Excepto en el salón de juegos. Quiero que sigas el espíritu del contrato en el salón de juegos y sí, quiero que sigas las reglas… todo el tiempo. De esa forma sabré que estarás a salvo y podré tenerte en cualquier momento que lo desee.
―¿Y si rompo una de las reglas?
―Entonces te castigaré.
―¿Pero no necesitarás mi permiso?
―Sí, lo necesitaré.
―¿Y si digo que no?

Me mira por un momento, con una expresión confundida.

―Si dices que no, dirás que no. Tendré que encontrar una forma de persuadirte.

Me alejo de él y me pongo de pie. Necesito algo de distancia. Frunce el ceño mientras lo miro fijamente. Parece confundido y cauteloso una vez más.

―Así que el aspecto del castigo permanece.
―Sí, pero sólo si rompes las reglas.
―Necesito releerlas ―digo, intentando recordar los detalles.
―Te las traeré. ―Su tono es repentinamente de negocios.

Whoa. Esto se ha puesto serio tan rápidamente. Se levanta del piano y camina ágilmente hacia su estudio. Mi cuero cabelludo pica. Dios, necesito algo de té. El futuro de nuestra denominada relación está siendo discutida a las cinco cuarenta y cinco de la mañana, cuando él está preocupado por algo más, ¿es esto sabio? Me dirijo a la cocina que todavía está cubierta por la oscuridad. ¿Dónde están los interruptores de luz? Los encuentro, enciendo la luz y vierto agua en una tetera. ¡Mi píldora! Rebusco en mi bolso que dejé en la barra del desayuno y las encuentro rápidamente. Un trago y he terminado. Para cuando termino, Joseph está de vuelta, sentado en uno de los bancos de la barra, observándome atentamente.

―Aquí tienes. ―Empuja una pieza de papel hacia mí, y me doy cuenta que él ha tachado algunas cosas.

REGLAS

Obediencia:
La sumisa obedecerá inmediatamente cualquier instrucción dada por el Dominante, sin vacilación o reserva y de una manera expeditiva. La Sumisa estará de acuerdo con cualquier actividad sexual considerada apropiada y placentera por el Dominante, exceptuando las actividades que están explicadas como límites duros (Apéndice A). Ella lo hará con entusiasmo y sin dudar.

Sueño:
La Sumisa se asegurará de mantener un mínimo de ocho siete horas de sueño en una noche cuando no esté con el Dominante.

Comida:
La Sumisa comerá regularmente, para mantener su salud y bienestar, de una lista prescrita de comidas (Apéndice 4). La Sumisa no comerá tentempiés entre comidas, con excepción de fruta.


Ropa:
Mientras esté con el Dominante, la Sumisa usará ropa sólo aprobada por el Dominante. El Dominante proporcionará un presupuesto para la ropa de la Sumisa, el cual la Sumisa deberá utilizar. El Dominante deberá acompañar a la Sumisa a comprar la ropa para dicho propósito.

Ejercicio:
El Dominante deberá proveer a la Sumisa de un entrenador personal cuatro tres veces por semana en sesiones de una hora de duración, a veces siendo de mutuo acuerdo entre el entrenador personal y la Sumisa. El entrenador personal informará al Dominante del progreso de la Sumisa.

Higiene personal / Belleza:
La Sumisa se mantendrá limpia, afeitada y/o depilada con cera en todo momento. La Sumisa visitará un salón de belleza elegido por el Dominante en el momento que elija el Dominante y se someterá a los tratamientos que el Dominante crea convenientes.

Seguridad personal:
La Sumisa no beberá en exceso, fumará, ni tomará drogas por gusto, ni se pondrá a sí misma en peligro innecesario.

Cualidades personales:
La Sumisa no tendrá ninguna relación sexual con alguien que no sea el Dominante. La Sumisa se comportará de una manera respetuosa y modesta en todo momento. Debe reconocer que su comportamiento es un reflejo directo del Dominante. Ella se hará responsable de los delitos, faltas cometidas y la mala conducta cuando no esté en la presencia del Dominante.

El incumplimiento de cualquiera de los anteriores, tendrá como resultado un castigo inmediato, cuya naturaleza será determinada por el Dominante.


―¿Así que lo de la obediencia sigue en pie?
―Oh, sí ―dice sonriendo.

Niego con la cabeza divertida y antes de darme cuenta, pongo los ojos en blanco.

―¿Acabas de ponerme los ojos en blanco, ____? ―susurra.

Oh, mierda.

―Posiblemente. Depende de cuál sea tu reacción.
―La misma de siempre ―dice, sacudiendo ligeramente la cabeza, sus ojos encendidos con entusiasmo.

Trago con fuerza por instinto y un escalofrió de emoción me recorre.

―Así que… ―Santa mierda. ¿Qué voy a hacer?
―¿Sí? ―Se lame el labio inferior.
―Quieres azotarme ahora.
―Sí. Y lo haré.
―¿Ah, sí, señor Jonas? ―lo reto, respondiendo con una sonrisa. Dos pueden jugar a este juego.
―¿Me vas a parar?
―Vas a tener que atraparme en primer lugar.

Sus ojos se abren una fracción y sonríe, poco a poco poniéndose sobre sus pies.

―¿Ah, sí, señorita Steele?

La barra del desayuno está entre nosotros. Nunca he estado tan agradecida por su existencia como en este momento.

―Y te estás mordiendo el labio ―susurra, se mueve lentamente hacia su izquierda mientras yo me muevo hacia la mía.
―No lo harías ―bromeo―. Después de todo, pusiste los ojos en blanco. ―Trato de razonar con él. Sigue avanzando hacia su izquierda, al igual que yo.
―Sí, pero acabas de subir el listón de excitación con este juego. ―Sus ojos resplandecen de emoción y una salvaje anticipación emana de él.
―Soy bastante rápida, ya lo sabes. ―Intento mostrar indiferencia.
―Yo también.

Está acechándome en su propia cocina.

―¿Vas a venir tranquilamente? ―pregunta.
―¿Cómo siempre?
―Señorita Steele, ¿qué quieres decir? ―Sonríe―. Va a ser peor para ti si tengo que ir por ti.
―Eso es sólo si me atrapas, Joseph. Y ahora mismo, no tengo ninguna intención de dejar que me atrapes.
―____, podrías caerte y hacerte daño. Lo qué te pondría en directa desobediencia de la regla número siete.
―He estado en peligro desde que te conocí, señor Jonas, con reglas o sin reglas.
―Sí lo has hecho. ―Hace una pausa y frunce el entrecejo ligeramente.

De repente, se lanza sobre mí, haciéndome chillar y correr alrededor de la mesa del comedor. Me las arreglo para escapar, poniendo la mesa entre nosotros. Mi corazón late con fuerza y la adrenalina se dispara a través de mi cuerpo… hombre… esto es tan emocionante. Soy una niña de nuevo, aunque eso no es correcto. Lo observo cuidadosamente mientras avanza lenta y deliberadamente hacia mí. Retrocedo al mismo tiempo.

―Desde luego, sabes distraer a un hombre, ____.
―Nuestro objetivo es satisfacerle, señor Jonas. ¿Distraerlo de qué?
―La vida. El universo. ―Mueve una de sus manos ligeramente.
―Parecías muy preocupado mientras estabas jugando.

Se detiene y se cruza de brazos, su expresión divertida.

―Podemos hacer esto durante todo el día, nena, pero te atraparé y sólo será peor para ti cuando lo haga.
―No, no lo harás. ―No debo ser demasiado confiada. Me repito esto como un mantra. Mi subconsciente ha encontrado sus Nikes y está en los tacos de salida.
―Cualquiera pensaría que no quieres que te alcance.
―No lo quiero. Ese es el punto. Siento por el castigo lo mismo que tú sientes cuando te toco.

Todo su porte cambia en un nanosegundo. Pasando ya del juguetón Joseph, me está mirando como si le hubiera dado una bofetada. Está pálido.

―¿Así es como te sientes? ―susurra.

Esas cinco palabras y la forma en que las musita, lo dice todo. ¡Oh, no! Me dicen mucho más sobre él y sobre cómo se siente. Me dicen acerca de su miedo y odio. Frunzo el ceño. No, no me siento tan mal. De ninguna manera. ¿Verdad?

―No. A mí no me afecta tanto como eso, pero te da una idea ―murmuro, mirándolo ansiosamente.
―Oh ―dice. Maldición. Se ve completa y absolutamente perdido, como si hubiera tirado de la alfombra bajo sus pies. Tomando una profunda respiración, me muevo alrededor de la mesa hasta quedarme de pie frente a él, mirando sus ojos aprensivos―. ¿Tanto lo odias? ―Suspira, sus ojos llenos de horror.
―Bueno… no ―lo tranquilizo. Por Dios, ¿es así como se siente sobre las personas tocándolo?―. No. Me siento ambivalente al respecto. No me gusta, pero no lo odio.
―Pero anoche, en la sala de juegos, tú… ―Se calla.
―Lo hago por ti, Joseph, porque lo necesitas. Yo no. No me hiciste daño ayer por la noche. Eso fue en un contexto diferente, puedo racionalizar eso internamente y confío en ti. Pero cuando quieres castigarme, me preocupa que vayas a hacerme daño.

Sus ojos ambarinos brillan como una tormenta turbulenta. El tiempo pasa, se expande y se escapa antes de que él conteste en voz baja.

―Quiero hacerte daño. Pero no más allá de lo que tú no puedas soportar.

¡Mierda!

―¿Por qué?

Se pasa la mano por su cabello y se encoge de hombros.

―Simplemente lo necesito. ―Hace una pausa, mirándome con angustia, cierra los ojos y sacude su cabeza―. No puedo decírtelo ―susurra.
―¿No puedes o no lo harás?
―No lo haré.
―Así que sabes por qué.
―Sí.
―Pero no me lo dirás.
―Si lo hago, saldrás corriendo y gritando de la habitación y nunca querrás volver. ―Me mira con recelo―. No puedo arriesgarme a eso, ____.
―Quieres que me quede.
―Más de lo que imaginas. No podría soportar perderte.

Oh, Dios.

Baja la mirada hacia mí y de repente, me atrae a sus brazos y me empieza a besar, besándome apasionadamente. Me toma completamente por sorpresa, siento su pánico y su desesperada necesidad en su beso.

―No me dejes. Has dicho que no me dejarías y me suplicaste que no me marchara, en tu sueño ―murmura contra mis labios.

Oh… mis confesiones nocturnas.

―No quiero irme. ―Y mi corazón se aprieta, retorciéndose de dentro hacia afuera.

Este es un hombre necesitado. Su miedo está desnudo y es obvio, pero está perdido… en algún lugar dentro de su oscuridad. Sus ojos están muy abiertos, sombríos y torturados. Puedo calmarlo. Uniéndome a él brevemente en la oscuridad y trayéndolo hacia la luz.

―Enséñame ―susurro.
―¿Enseñarte?
―Enséñame lo mucho que puede dañarme.
―¿Qué?
―Castígame. Quiero saber cuán malo puede llegar a ser.

Joseph da un paso lejos de mí, completamente confundido.

―¿Tratarías?
―Sí. Dije que lo haría. ―Pero tengo un motivo ulterior. Si hago esto por él, tal vez me deje tocarlo.

Parpadea hacia mí.

―____, eres tan confusa.
―También estoy confundida. Estoy tratando de resolver esto. Y tú y yo sabremos, de una vez por todas, si puedo hacer esto. Si puedo manejarlo, entonces tal vez tú… ―Mis palabras fallan y sus ojos se abren de nuevo. Él sabe que me estoy refiriendo a la cosa de tocar. Por un momento, se ve roto, pero entonces, una firme determinación se asiente en sus rasgos y entorna sus ojos, mirándome especulativamente, como si sopesara alternativas.

De repente, toma mi brazo en un agarre firme y se da vuelta, dirigiéndome fuera de la gran sala, escaleras arriba y hacia la sala de juegos. Placer y dolor, recompensa y castigo… sus palabras de hace tiempo hacen eco en mi mente.

―Te voy a mostrar lo malo que puede ser y puedes hacerte tu propia opinión. ―Hace una pausa en la puerta―. ¿Estás lista para esto?

Asiento, decidida y estoy vagamente mareada, débil mientras toda la sangre deja mi cara.

Él abre la puerta y sin soltar mi brazo, agarra lo que parece ser un cinturón del estante junto a la puerta, entonces, me lleva hasta el banco de cuero rojo en la esquina de la habitación.

―Inclínate sobre el banco ―murmura en voz baja.

Bien. Puedo hacer esto. Me inclino sobre el cuero liso y suave. Ha dejado mi bata puesta. Es una parte tranquila de mi cerebro, estoy vagamente sorprendida de que no me ha hecho quitármela. Santa mierda, esto va a doler… lo sé. Mi subconsciente se ha desmayado y mi diosa interior está tratando de parecer valiente.

―Estamos aquí porque dijiste que sí, ____. Y corriste de mí. Voy a golpearte seis veces y vas a contar conmigo.

¿Por qué diablos no acaba con esto de una vez? Siempre hace un disfrute el castigarme. Pongo los ojos en blanco, sabiendo muy bien que no puede verme.

Levanta el borde de mi bata de baño y por alguna razón, se siente más íntimo que estar desnuda. Acaricia suavemente mi trasero, pasando su cálida mano por todas partes en ambos glúteos y hasta la parte posterior de mis muslos.

―Estoy haciendo esto para que recuerdes que no debes huir de mí y por más emocionante que sea, no quiero que vuelvas a hacerlo ―susurra. Y la ironía no se me escapa. Estaba corriendo para evitar esto. Si abriera sus brazos, correría hacia él, no lejos de él―. Y pusiste tus ojos en blanco. Sabes cómo me siento acerca de eso.

De repente, se ha ido… ese nerviosismo y miedo en su voz. Está de vuelta a donde estaba. Lo oigo en su tono, en la forma en que coloca sus dedos en mi espalda, sosteniéndome… y la atmósfera en la habitación cambia.

Cierro mis ojos, preparándome para el golpe. Viene duro, rompiendo a través de mi lado posterior y la mordedura del cinturón es todo lo que temía. Grito de forma involuntaria y tomo una enorme bocanada de aire.

―¡Cuenta, ____! ―ordena.
―¡Uno! ―grito y suena como un insulto.

Me golpea de nuevo y el dolor pulsa y hace eco a lo largo de la línea del cinturón. Santa mierda… esto no fue buena idea.

―¡Dos! ―grito. Se siente tan bien gritar.

Su respiración es irregular y dura. Mientras que la mía es casi inexistente mientras desesperadamente escarbo alrededor de mi psique en busca de algo de fuerza interna. El cinturón corta en mi carne de nuevo.

―¡Tres! ―Lágrimas inoportunas brotan de mis ojos. Por Dios, esto es más difícil de lo que pensaba, mucho más difícil que las nalgadas. No está reservándose nada―. ¡Cuatro! ―grito cuando el cinturón me golpea otra vez y ahora las lágrimas corren por mi rostro. No quiero llorar. Me enoja el estar llorando. Me golpea de nuevo―. Cinco. ―Mi voz es más un sollozo ahogado, estrangulado y en este momento, creo que lo odio. Uno más, puedo hacer uno más. Mi trasero se siente como si estuviera en llamas―. Seis ―susurro mientras el abrasador dolor corta a través de mí otra vez. Lo escucho dejar caer el cinturón detrás de mí y me está tirando a sus brazos, sin aliento y compasivo… y no quiero nada de él―. Déjame ir… no… ―Y me encuentro luchando por salir de su agarre, dándole un empujón. Luchando con él―. ¡No me toques! ―siseo.

Me enderezo y lo miro y me está mirando como si yo pudiera salir corriendo, con grandes ojos ambarinos, desconcertado. Seco furiosamente las lágrimas de mis ojos con el dorso de mis manos, mirándolo.

―¿Esto es lo que realmente te gusta? Yo, ¿de esta manera? ―Uso la maga de la bata de baño para limpiar mi nariz. Me mira con recelo―. Bueno, eres un jodido hijo de puta.
―____ ―suplica, sorprendido.
―¡No te atrevas, a decirme ____! ¡Necesitas ordenar tu mierda, Jonas! ―Y con eso, me dirijo con rapidez y salgo de la sala de juegos, cerrando la puerta sin hacer ruido detrás de mí.

Estrecho la manija de la puerta detrás de mí y brevemente me recuesto contra la puerta. ¿A dónde ir? ¿Me voy? ¿Me quedo? Estoy tan molesta, hirvientes lágrimas de rabia resbalan por mis mejillas y las seco con furia. Sólo quiero acurrucarme. Acurrucarme y recuperarme de alguna manera. Sanar mi fe rota. ¿Cómo pude haber sido tan estúpida? Por supuesto que duele.

Tentativamente, froto mi trasero. ¡Aah! Duele. ¿A dónde ir? No a su habitación. Mi habitación o la habitación que sería mía, no es mía… era mía. Es por esto que quería que la mantuviera.

Sabía que necesitaría distancia de él.

Me dirijo rígida en esa dirección, consciente de que Joseph puede seguirme. Está todavía oscuro en el dormitorio, el amanecer sólo un susurro en el horizonte. Subo con torpeza a la cama, con cuidado de no sentarme en mi dolorido y delicado trasero. Me quedo con la bata de baño, envolviéndola alrededor de mí, me acurruco y realmente me dejo ir, sollozando con fuerza en mi almohada.

¿Qué estaba pensando? ¿Por qué le dejé hacerme esto? Quería la oscuridad, explorar lo malo que podría ser… pero es demasiado oscuro para mí. No puedo hacer esto. Sin embargo, esto es lo que él hace, así es como se excita.

Que monumental llamada de atención. Y para ser justos con él, me advirtió y me advirtió, una y otra vez. No es normal. Tiene necesidades que no puedo cumplir. Me doy cuenta de eso ahora. No quiero que me golpee de esa manera otra vez, nunca. Pienso en el par de veces que me ha golpeado y lo fácil que era para mí en comparación. ¿Es eso suficiente para él? Lloro con más fuerza en la almohada. Lo voy a perder. No va a querer estar conmigo si no le puedo dar esto. ¿Por qué, por qué, por qué me he enamorado de Cincuenta Sombras? ¿Por qué? ¿Por qué no puedo amar a José o a Paul Clayton o alguien como yo?

Oh, su mirada angustiada mientras me iba. Fui tan cruel, tan conmocionada por la barbarie… ¿me perdonara… lo perdonaré? Mis pensamientos son todos locos y confusos, haciéndose eco y rebotando en el interior de mi cráneo. Mi subconsciente está sacudiendo tristemente su cabeza, y mi diosa interior no está por ningún lado. Oh, esto es una mañana oscura del alma para mí. Estoy tan sola. Quiero a mi mamá. Recuerdo sus palabras de despedida en el aeropuerto: “Sigue tu corazón, cariño, y por favor, por favor… trata de no sobre pensar las cosas. Relájate y disfruta. Eres tan joven, cariño, tienes mucho que experimentar, simplemente deja que suceda. Te mereces lo mejor de todo.”

Me dejé llevar por mi corazón y tengo un trasero adolorido y un angustiado y roto espíritu para demostrarlo. Me tengo que ir. Eso es todo… Tengo que irme. No es bueno para mí y no soy buena para él. ¿Cómo podemos hacer que esto funcione? Y la idea de no volver a verlo casi me ahoga… mi Cincuenta Sombras.

Escucho a la puerta hacer clic al abrir. Oh, no… está aquí. Pone algo en la mesita de noche y la cama se mueve bajo su peso mientras sube detrás de mí.

―Shhh ―respira y quiero separarme de él, moverme hacia el otro lado de la cama, pero estoy paralizada. No me puedo mover y me quedo quieta con rigidez, sin ceder en absoluto―. No pelees conmigo, ____, por favor ―susurra. Suavemente, me tira en sus brazos, hundiendo la nariz en mi cabello, besando mi cuello―. No me odies ―murmura suavemente contra mi piel, su voz dolorosamente triste. Mi corazón se aprieta de nuevo y libero una nueva ola de sollozos silenciosos. Sigue besándome suavemente, tiernamente, pero me mantengo distante y cautelosa.

Nos acostamos juntos así, ninguno dice nada durante mucho tiempo. Sólo me sostiene y, muy gradualmente, me relajo y dejo de llorar. El amanecer va y viene y la suave luz se hace más brillante al moverse la mañana y todavía yacemos en silencio.

―Te he comprado Advil y un poco de crema de árnica ―dice después de un largo tiempo.

Me vuelvo muy lentamente en sus brazos para poder enfrentarme a él. Descanso la cabeza sobre su brazo. Sus ojos son ámbar piedra, cautelosos.

Miro su hermoso rostro. No está dando nada, pero mantiene sus ojos en los míos, apenas parpadeando. Oh, es increíblemente guapo. En tan poco tiempo se ha convertido en alguien muy, muy querido por mí. Alcanzándolo, acaricio su mejilla y recorro las puntas de mis dedos a través de su barba. Cierra los ojos y exhala un poco.

―Lo siento ―le susurro.

Abre los ojos y me mira desconcertado.

―¿Por qué?
―Lo que dije.
―No me dijiste nada que no supiera. ―Y sus ojos se suavizan con alivio―. Lamento haberte lastimado.

Me encojo de hombros.

―Pedí eso. ―Y ahora lo sé. Trago. Aquí va. Tengo que decir mi parte―. No creo que pueda ser todo lo que quieres que sea ―susurro. Sus ojos se amplían ligeramente y parpadea, su expresión temerosa vuelve.
―Eres todo lo que quiero que seas.

¿Qué?

―No entiendo. No soy obediente, y puedes estar tan seguro como el infierno que no voy a dejarte hacerme eso otra vez. Y eso es lo que necesitas, lo dijiste.

Vuelve a cerrar sus ojos y puedo ver innumerables emociones cruzar su rostro. Cuando los abre de nuevo, su expresión es desolada. Oh no.

―Tienes razón. Debería dejarte ir. No soy bueno para ti.

Mi cuero cabelludo pica mientras todos y cada uno de los folículos en mi cuerpo ponen atención y el mundo se aleja de mí, dejando un amplio abismo para que caiga. Oh, no.

―No quiero irme ―susurro. Mierda, esto es. Pegar o jugar. Lágrimas nadan en mis ojos una vez más.
―Tampoco quiero que te vayas ―susurra, su voz cruda. Levanta una mano y gentilmente acaricia mi mejilla y seca una lágrima con su pulgar―. Volví a la vida desde que te conocí. ―Su pulgar traza el contorno de mi labio inferior.
―Yo también ―susurro―. Me he enamorado de ti, Joseph.

Sus ojos se amplían otra vez, pero esta vez, con miedo puro sin diluir.

―No ―susurra como si le hubiera sacado el aire. Oh, no―. No puedes amarme, ____. No… eso está mal. ―Está horrorizado.
―¿Mal? ¿Por qué está mal?
―Bueno, mírate. No puedo hacerte feliz. ―Su voz es angustiada.
―Pero tú sí me haces feliz. ―Frunzo el ceño.
―No en este momento, no haciendo lo que quiero hacer.

Santa mierda. Esto es realmente. Esto es a lo que se reduce, incompatibilidad y todos esos pobres sustitutos vienen a mi mente.

―Nunca superaremos esto, ¿verdad? ―susurro, mi cuero cabelludo pica por el miedo.

Niega con su cabeza desoladamente. Cierro mis ojos. No puedo soportar mirarlo.

―Bueno… debo irme, entonces ―murmuro, haciendo una mueca de dolor cuando me levanto.
―No, no te vayas. ―Suena aterrorizado.
―No hay razón para que me quede. ―De repente, me siento cansada, realmente agotada y quiero irme ahora. Me bajo de la cama y Joseph me sigue―. Iré a vestirme. Me gustaría un poco de privacidad ―digo, mi voz plana y vacía mientras lo dejo de pie en la habitación.

Dirigiéndome abajo, doy una mirada al gran salón, pensando cuántas horas antes había descansado mi cabeza sobre su hombro mientras él tocaba el piano. Había pasado tanto desde entonces.

He tenido mis ojos abiertos y vislumbrado la extensión de su depravación y ahora sé que no es capaz de amar, de dar o recibir amor. Mis peores miedos han sido cumplidos. Y extrañamente, es muy liberador.

El dolor es tal que niego reconocerlo. Me siento entumecida. He escapado de algún modo de mi cuerpo y ahora soy una casual observadora del desarrollo de esta tragedia. Me ducho rápida y metódicamente, pensando sólo en cada segundo que sigue. Ahora aprieto mi botella de gel de ducha. Pongo la botella de gel de ducha de regreso en el estante. Froto el paño en mi cara, mis hombros… y sigo, todas acciones simples, mecánicas, que requieren simples y mecánicos pensamientos.

Termino mi ducha y como no he lavado mi cabello, puedo secarme rápidamente. Me visto en el baño, tomando mis pantalones y camiseta de mi pequeña maleta. Mis pantalones rozan contra mi trasero, pero francamente, es un dolor al que le doy la bienvenida mientras distraiga mi mente de lo que está pasando con mi corazón astillado y hecho añicos.

Me detengo al cerrar mi maleta y la bolsa que guarda el regalo de Joseph atrapa mis ojos, un juego para armar un planeador Blahnik L23, algo para que él construya. Las lágrimas amenazan. Oh, no… momentos más felices, cuando había esperanza de más. Lo saco de la maleta, sabiendo que necesito entregárselo. Rápidamente, rasgo un pedazo de papel de mi cuaderno, garabateo apresuradamente una nota para él y la dejo encima de la caja.

Esto me recordó un momento feliz.
Gracias.

____



Me miro en el espejo. Un pálido y obsesionado fantasma me devuelve la mirada. Recojo mi cabello en una cola de caballo e ignoro cuan hinchados están mis párpados por llorar. Mi subconsciente asiente con aprobación. Incluso ella sabe que no tiene que molestarme en este momento. No puedo creer que mi mundo se esté desmoronando a mí alrededor en una estéril pila de cenizas, todas mis esperanzas y sueños cruelmente rotos. No, no tengo que pensar en eso. No ahora, no todavía. Tomando una profunda inhalación, recojo mi maleta y después de poner el juego para armar el planeador y mi nota sobre su almohada, me dirijo hacia el gran salón.

Joseph está al teléfono. Está vestido con pantalones negros y una camiseta. Sus pies están descalzos.

―¡Dijo qué! ―grita, haciéndome saltar―. Bueno, podría habernos dicho la maldita verdad. Cuál es su número, tengo que llamarlo… Bueno, esta es una verdadera mierda. ―Levanta la vista y no saca sus oscuros y enfadados ojos de mí―. Encuéntrala ―dice de golpe y aprieta el botón para cortar.

Camino hacia el sillón y recojo mi mochila, haciendo mi mayor esfuerzo para ignorarlo. Saco la Mac y camino de regreso hacia la cocina, poniéndola cuidadosamente sobre la barra del desayuno, con la BlackBerry y las llaves del auto. Cuando me giro para encararlo, está mirándome fijamente, estupefacto de horror.

―Necesito el dinero que Taylor consiguió por mi Beetle. ―Mi voz es clara y calmada, desprovista de emoción… extraordinario.
―____, no quiero esas cosas, son tuyas ―dice con incredulidad―. Por favor, llévatelas.
―No Joseph, sólo las acepté a regañadientes y ya no las quiero.
―____, sé razonable ―me regaña, incluso ahora.
―No quiero nada que me recuerde a ti. Sólo necesito el dinero que Taylor consiguió por mi coche. ―Mi voz es bastante monótona.

Jadea.

―¿Estás tratando de herirme?
―No. ―Lo miro frunciendo el ceño. Desde luego que no… te amo―. No lo hago por eso. Estoy tratando de protegerme ―susurro. Porque no me quieres de la manera en que yo te quiero.
―Por favor, ____, toma esas cosas.
―Joseph, no quiero pelear, sólo necesito el dinero.

Entrecierra sus ojos, pero ya no me intimida. Bueno, sólo un poco. Le devuelvo la mirada impasiblemente, sin parpadear o echarme hacia atrás.

―¿Aceptarás un cheque? ―dice ácidamente.
―Sí. Creo que eres bueno para esos.

No sonríe, sólo gira sobre sus talones y entra enfadadamente a su estudio. Doy una última mirada prolongada por su apartamento, el arte en las paredes, todo abstracto, sereno, tranquilo… incluso frío. Encaja, pienso ausentemente. Mis ojos se desvían hacia el piano. Dios, si hubiera mantenido mi boca cerrada, hubiéramos hecho el amor sobre el piano. No, follado, me hubiera follado sobre el piano.

Bueno, yo hubiera hecho el amor. El pensamiento yace pesado y triste en mi mente. Nunca me había hecho el amor, ¿o sí? Siempre había sido follar para él.

Joseph vuelve y me pasa un sobre.

―Taylor consiguió un buen precio. Es un auto clásico. Puedes preguntarle. Te llevará a casa.

Señala con la cabeza por sobre mi hombro. Me doy la vuelta y Taylor está de pie en el marco de la puerta, usando su traje, tan impecable como siempre.

―Está bien, puedo irme sola a casa, gracias.

Me giro para mirar a Joseph y veo la furia apenas contenida en sus ojos.

―¿Vas a desafiarme en cada momento?
―¿Por qué cambiar un hábito de toda la vida? ―Le doy un pequeño encogimiento de hombros a modo de disculpa.

Cierra los ojos con frustración y pasa la mano por su cabello.

―Por favor, ____, deja que Taylor te lleve a casa.
―Iré a buscar el automóvil, señorita Steele ―anuncia Taylor autoritariamente. Joseph asiente en su dirección y cuando me doy la vuelta, Taylor se ha ido.

Me giro para enfrentar a Joseph. Estamos a poco más de un metro de distancia. Da un paso hacia adelante e instintivamente, doy un paso hacia atrás. Se detiene y la angustia en su expresión es palpable, sus ojos ambarinos ardiendo.

―No quiero que te vayas ―murmura, su voz llena de anhelo.
―No puedo quedarme. Sé lo que quiero y no puedes dármelo y no puedo darte lo que tú necesitas.

Avanza otro paso y levanto mis manos.

―No, por favor. ―Me alejo de un salto de él. No hay forma de que pueda tolerar su toque ahora, me mataría―. No puedo hacer esto.

Tomando mi maleta y mi mochila, me dirijo al recibidor. Me sigue, manteniendo una cuidadosa distancia. Presiono el botón del ascensor y la puerta se abre. Me subo.

―Adiós, Joseph ―murmuro.
―Adiós, ____ ―dice suavemente y luce total y absolutamente roto, un hombre agonizando de dolor, reflejando como me siento por dentro. Alejo mi mirada de él antes que cambie de opinión y trate de consolarlo.

La puerta del ascensor se cierra y me baja con una sacudida hacia las entrañas del sótano y hacia mi infierno personal.


Taylor mantiene la puerta abierta para mí y salto hacia la parte de atrás del coche. Evito el contacto visual.

Vergüenza y humillación pasan sobre mí. Soy un completo fracaso. Había esperado arrastrar a mi Cincuenta Sombrar hacia la luz, pero había probado ser una tarea más allá de mis escasas habilidades. Desesperadamente, intento mantener mis emociones guardadas y bajo control. Mientras nos dirigimos hacia la 4th Avenida, miro ciegamente por la ventana y la enormidad de lo que he hecho lentamente me llega. Mierda, lo he dejado. Al único hombre que he amado. Al único hombre con el que me he acostado.

Jadeo, los diques estallan. Lágrimas corren espontánea e inoportunamente por mis mejillas y las seco apresuradamente con mis dedos, escarbando en mi bolso por mis gafas de sol. Cuando nos detenemos en algún semáforo, Taylor sostiene un pañuelo de lino para mí. No dice nada, no mira en mi dirección y lo tomo con agradecimiento.

―Gracias ―murmuro y este pequeño acto de discreta amabilidad es lo que me deshace. Me pongo cómoda en los lujos asientos de cuero y lloro.


El apartamento está dolorosamente vacío y desconocido. No he vivido aquí lo suficiente para que se sienta como un hogar. Me dirijo directamente hacia mi habitación y ahí, colgando sin fuerza al final de mi cama, hay un muy triste globo de helicóptero desinflado. Charlie Tango, luciendo y sintiéndose exactamente como yo. Lo saco furiosamente de la baranda de mi cama, soltando el nudo y lo abrazo. Oh, ¿qué he hecho?

Me dejo caer en mi cama, con zapatos y todo y grito. El dolor es indescriptible… físico… mental… metafísico… está en todos lado, filtrándose en la médula de mis huesos. Dolor. Esto es dolor y lo he traído yo misma. Un desagradable e inesperado pensamiento viene de mi diosa interior, sus labios se curvan en un gruñido: el dolor físico de la hebilla de un cinturón no es nada, nada comparado con esta devastación. Me hago un ovillo, agarrando desesperadamente el desinflado globo de papel aluminio y el pañuelo de Taylor y me entrego al dolor.


FIN





Karely Jonatika
Karely Jonatika


Volver arriba Ir abajo

"Fifty Shades Of Jonas" (Joe&Tu) [Primer Libro] [Terminado] - Página 15 Empty Re: "Fifty Shades Of Jonas" (Joe&Tu) [Primer Libro] [Terminado]

Mensaje por -Lizz- Lun 17 Sep 2012, 10:24 am

Nonono! ES LA DÉCIMA NOVELA QUE ME SACA LAS LÁGRIMAS! :$
Se fueee! & a quien debe de encontrar!? :$$$

Oh díos...
YA ME PASO AL OTRO TEMA! :3
-Lizz-
-Lizz-


https://www.facebook.com/?ref=home#!/

Volver arriba Ir abajo

"Fifty Shades Of Jonas" (Joe&Tu) [Primer Libro] [Terminado] - Página 15 Empty Re: "Fifty Shades Of Jonas" (Joe&Tu) [Primer Libro] [Terminado]

Mensaje por Contenido patrocinado

Contenido patrocinado



Volver arriba Ir abajo

Página 15 de 16. Precedente  1 ... 9 ... 14, 15, 16  Siguiente

Ver el tema anterior Ver el tema siguiente Volver arriba

- Temas similares

Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.